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Historia de las Ideas Politicas - Jean Touchard - Eliana Benavides

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lean Touchard 
1:~1i\j~};~ .. ~ ~~ :· ~ '- ~ ! .. ~ !~·. UAIC»~ 
Projezror deL InstitutO de Estudios Polft!cos de la U11iversid.ad de París, 
Secretario General de la Fondatlon Nationale des Sciences Politiques 
HISTORIA 
de las 
IDEAS POLITICAS 
CON LA COLABORACION DE 
Louis Bodin 
Mail"re a. confirencu del Irutituto ele E,tudi<Js PoUiicos, d" Part• 
Georges Lavau 
Praf~ d. la Facultad el• DuerJao y Ci•n.ciru Econ:Smictu, d• Parh 
Pierre J eannin 
Director de· Estudios en /' ~~ole Prafiqut des Hautes É.tudes. dt Parls 
J ean Sirinelli 
Profuor dt lat J.'acullGclu dt Ltlrtu y Ciencia~ Hul1io11tu 
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24 HISTORIA DE LAS IDEAS POÚTICAS 
historique a John Maynard Keyries) . Joseph SCHUMPETER, History of economic analg1is. 
Nueva York, Oxford, 1954, xxvt-1260 ¡págs. Emile JAMES, Histoire de la pensée écono-
mlque au XX• siecle, P. U. F., 1955, 2 tomos. (Hay versión castellana: Historia del pen-
SIImiento económico en el siglo XX, trad. de E . y J. González Pedroso, Méjico, F. C. E., 
1957, 586 j>ágs.); Histoire des théories économiques, Flammarion, 1950, 329 págs.; 'Histoire 
sommaire de la pensée économique, Montchrestien, 2.' ed., 1959, '122 págs. Danlel VtLLEY, 
Petite liistoire des grandes doctrines économiques, Librairie de Médicis, 195'1, 303 pági· 
nas. Gunn;~r MYRDAL, The politii:al element in the development of economic theory, Lon-
dres, Routledge and iKegan Paul, 1953, XV!l-2'18 págs. 
i) Idus políticas y fi1osofl:a.-La obra clásica de Emile BRÉH!I!R, Histoire de la 
philosophle (P. U F., 19'11-19-47, 2 tomos) contiene numerosas informaciones que inte-
resan a la historia de las ideas políticas. {Hay traducción ·española: Historia de la Piloso-
fía. trad. de Demetrio Náñez, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 19'1'1, 2 v.ols. de 867 y 
979 págs.). L'histoire de la philosophie occidentale, de Bertrand RUSSI!LL {traducida por 
Gallimard en 1952, 912 págs.) [Hay traducción española de Julio Gómez de la Serna y 
Antonio Dorta, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 19'17, 2 vals. -416-466 págs.] pretende ser 
brillante y ágil; · no siempre es substanciosa y no justifica en absoluto su subtitulo: 
Histoire de la philosophie, en relation a~ les événements politiques et soci3ux. André 
LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la phi/osophie, P. U. F .. 8.• ed., 1960, · 
XXIV-1324 págs. (obra clásica). (Hay versión castellana: Vocabulario técnico y crítico de 
la filosofía, traducción dirigida por Luis Alfonso, Buenos Aires. El Ateneo, 1953, 2 volú-
menes, 1502 ,págs). Gilbet VARI!T, Manuel de óibliographie philosophique, 2 tomos (I. Les 
philosophies classiques; II. Les sciences philosophiques), P. U. F., 1956 {muy bien confec-
cionado, pero de consulta dificil en lo que respecta a la historia de las ideas políticas, pues 
las inform.aciones -numerosas y precisas- están repartidas en numerosas rúbricas). 
5) Sobre las relaciones entre historia religiosa e historia de las ideas políticas, 
el texto básico es la · voluminosa Hisloire de l'Eglise depuis les origines jusqu'A nos jours, 
por A. FLICHE y V. MARTIN (Bloud & Gay, 1941-1963, 21 tomos ). {Traducción española, 
Bilbao, Desclée de Browers, dos volúmenes aparecidos.) Una introducción útil, en André 
LATRI!!LLE y André StEGl'R!ED, Les [orces religieuses et ·[a vie politique, Colin, 1951. 219 
pá9inas. {Cahiers de la Fondation Nationale de Sciences Politiques, núm. 23). 
6) Sobre la evolución de las ideas demográficas.-}. J. SPENGLER, Economie et po-
pulation. Les doctrines [ranr;aises avant 1800. De Budé a Condorcet, P. U. F. , 1954, 390 
páginas {con un anexo de Alfred SAUVY, Que/ques démographes ignorés du XVIJJ•· siecle). 
Este libro se completa con otra publicación del Instituto Nacional de Estudios Demográ-
ficos : Economie el population. Les doctrines franr;aises avant 1800. Bibliographie générale 
commentée, 1956. 
7) Historia de las ciencias e historia d~ las ideas.-Hay que señalar en primer 
lugar la Histoire générale des sciences, publicada bajo la dirección de René TATON, en 
P. U. F., tomo I : La science nntique et médiévale {des origines á 1450}; tomo II: La 
science moderne (de 1450 á 1800); tomo III : La science contemporaine, fase. 1: Le XIX' 
3íec/e, ·fase. 2 : Le XX• siecle. Indiquemos en la Encyclopédie de la Pléiade la H isloire 
de la science, bajo la dirección de Maurice DAUMAS, Gallimard, 1957, 1904 págs. {muy 
completa, abundantes indicaciones bibliográficas) . Ver. también la monumental History 
of Techno/ogy ,publicada .por Clarendon Press en Oxford, bajo la dirección de Charles 
StNGER, E. J. HOLMYARD, A. R. HALL y Trevor I. WtLLIAMS, 1956-58, 5 vols. 
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CAPITULO PRIMERO 
Grecia y el mundo helenístico 
Antes del siglo VI no existe un pensamiento político griego expresado 
en forma diferenciada. 
El mundo homérico y la moral de Hesíodo postulan, ciertamente, ideas 
políticas, aunque sumarias; pero, por falta de conocimientos sobre las civi-
lizaciones a las que · se refieren, el resumirlas eijxlndría a interpretaciones 
abusivas. Los antiguos no dejaron de recurrir a fórmulas, imágenes o ejem-
plos sacados de estos autores, que formaban la base de su cultura, para 
exponer sus propias ideas políticas; pero se trata de un procedimiento lite-
rario más que de una influencia real; no se puede hablar razonablemente 
de una política sacada de los poemas homéricos o hesiódicos, fuera de algu-
nas máximas contra la demagogia en Homero y de algunas reflexiones 
contra los reyes, de frases torcidas, en Hesíodo. 
SECCION PRIMERA 
Los marcos generales de la reflexión política. 
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HISTORIA DE LAS IDEAS POÚTICAS 
sinecismo. Las Ciudades han alcanzado, en la época que nos ocupa, · su 
punto de equilibrio, y su misma noción se muestra a los ojos de los griegos 
como la única válida: resistirá todas las concurrencias y ambiciones. Los 
griegos la exportarán a todos. los lugares que puedan, y los mismos' roma-
nos contarán con ella, aun destruyendo lo que tenía de exclusivismo. Tal 
corrio es, impone la naturaleza de las relaciones internacionales en Grecia; 
explica que las anexiOnes fuesen 9 poco practicadas o disfrazadas; y define · 
la estructura de los imperialismos o los límites de las emigraciones y ex-
pansiones. Estas se realizan esencialmente creando una nueva Ciudad, que, 
al menos al principio, cOnserva con la primera vínculos de filiación y no 
de dependencia. · . 
Llama la atención, en primer lugar, el dominio que la Ciudad, cualquiera que sea su 
forma o régimen, ejerce sobre los ciudadanos. Un .griego se considera ante todo ciudadano; 
la labor de Platón, que intenta construir una Ciudad justa para obtener hombres justos, re-
sulta perfectamente significativa de este estado de ánimo; y, asimismo es com,prensible ·que 
la palabra idiotes ~simple particular) haya tenido el destino más bien molesto que se 
conoce. Los mismos griegos pusieron en evidencia el aS:pecto, por así decirlo, relJgioso 
de este vínculo: los dioses de la Ciudad son, .a la vez, los protectores de la Ciudad y los 
modelos de los ciudadanos, y las fiestas religiosas, fiestas municipales, o sea, nacionales. 
T oda la vida del griego está marcada ,por su integración a esa serie de comunidades su-
perpuestas -fratrias u otras-, que son como tantos órganos de la Ciudad, Toda su 
actividad se inscribe en ese maréo; obras de arte destinadas a embellecer o celebrar ,la 
Ciudad, especulaciones filosóficas que aspiran a mejorarla, obras literarias destinadas a la 
plazapublica o a las festividades teatrales; siempre y en cualquier lugar, la Ciudad es lo 
primero, y el hombre es, ante todo, lo que su papel cívico le im..oon.e. Es cierto que la 
definición de la Ciudad variará: Esqnilo la define en relación con sus dioses, Isócrates en 
relación con su constitución; Aristóteles en -relación con su extensión de territorio. Pero 
la fuerza del vínculo que la Ciudad impone apenas si disminuirá. En igual sentido -y 
esto es la contraprueba- una serie de problemas derivaron de cjue la Ciudad continuó exi-
giendo la misma devoción cuando su realidad concreta se habla modificado profundamente. 
Por ejemplo, Atenas, dejando de ser únicamente la cabe:¡;a de una región agrícola para con-
vertirse en un centro ancestral y, más aún, en un almacén comercial, trató de mantener, a 
través de todos estos desequilibrios, la misma e intangible fórmula. De este esfuerzo provie-
nen la mayoría de sus especulaciones políticas. 
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-- ----· ,--·~ ~·~~·p•"- po::uuanec1o mas ac~ . de la reflexión política. 
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GRECIA Y EL MUNDO HELEMSTICO 27 
.r Cuando Aristóteles trata este tema (Pol., I. 2, 1-16) es para eludirlo, diso-
ciándolo en dos problemas distintos. 
Para él, el esclavo es ~edad animada", "Desde el nacimlento unos seres están 
destinados a ser reQidns JC «¡pr Cónsideraao desdc e'!- punto de-vistattera-na-
furaleza, el esclavo es al amo lo que el cuerpo es al alma. " ... Todos aquellos cuyo 
rendimiento es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor que pueden aportar, son esclavos ,por 
naturaleza, y ¡para ellos es mejor estar sometidos a esta clase de imperio... Pues es natural-
mente esclavo· el que es capaz de ser de otro fy por eso es realmente de otro)" (citado de 
la edición española de Julián Marias y María Araújo). · . 
Pero al lado de la serVidumbre natural existe una servidumbre establecida por la ley, 
que deriva especialmente ·del derecho de guerra. Contra ella, reconoce Aristóteles, se han 
alzado muchos jurisconsultos, ya que la superioridad .militar no es una razón suficiente 
para esclavizar a otros, tanto más cuanto que la guerra misma puede ser injusta. Aristó-
teles, aun sin admitir totalmente -este punto de ·vista, parece concluir, al final de un desarro-
llo bastante forzado, que no hay más ·e•clavos que los que han sido 'destinados a la 
servidumbre .por naturaléza. El trabajo de Aristóteles es significativo. Reduce el problema 
de la esclavitud, por .una parte, a un dato ·natural que se excluye por eso mismo de la 
política, y, Jlo·r otra, ·a accidentes .individuales que se imputan a las vicisitudes de la His-
toria y que se pueden intentar paliar. · · 
Sea' lo que fuere, el principio de la esclavitud nunca ft!e seriamente puesto en duda; 
e incluso las demás escuelas fUosóficas, epicureísmo y estoicismo, aun proclamando la igual-
dad mora) de los hombr.es, no intentaron en ·absoluto tratar este tema en un plano político. 
La esclavitud no intervEIIÍdrá en. la elaboración de las doctrinas más que como un dato 
natural o económico, al igual que el maquinismo hoy día. Pero este dato es determinante;· 
ex,_olica por qué, en la Ciudad antigua, el ciudadano, por pobre que sea. es un .personaje 
pri:vilegiado y por qué .la ciudadanía, por 1nsignific.ante que sea su poseedor, es ya una 
función. Hay que evitar una asimilación. aun inconsciente, con nuestros regímenes censita-
rios, eu los que, sin embargo, el ciudadano pasivo es ciudadano, tiene una parte de los 
derechos cívicos y, pudiendo aspirar a todos cuando se eleva en la jerarquía económica 
y social, pesa indirectamente sobre la vida política. Aquí, el corte es total. El esclavo, 
en ,principio, no existe políticamente. Los esclavos son los <¡ue permiten a la Ciudad 
antigua mostrarse tan exigente con los ciudadanos; la vida política intensa, esa continua 
movilización clvica del ágora o del Campo de Marte, sólo es posible para hombres amplia-
mente liberados de cualquier otra preocupación. Si el griego es, a sus propios ojos, esen-
~ un áudadano, la razón es que "su otro cuerpo", e_L e:;cl¡¡vo, no lo es en ab-
soluto. 
3. La noción de ley.-En la época en que la vida política de las ciu~ 
dades griegas comienza a mostrársenos con la .mayor claridad, esto es, hacia 
finales del siglo VII, la mayoría de los regímenes parecen variantes de siste-
mas oligárquicos mezclados con supervivencias monárquicas. Todos están 
e~ situación de crisis. Las antiguas .aristocracias terratenientes pierden terre-
n6 frente a ·una burguesí.a urbana, artesanal o comerciante, apoyada por su 
clientela obrera; campesinos . acomodados, arruinados por . el reparto de 
tierras, se deslizan hacia las capas bajas de la escala social. Frente a los 
nacientes desórdenes; Esparta es el ejemplo de un Estado que inmoviliza 
sus .. estructuras, manteniéndose firme en un es.tado de sitio permanente y 
organizado, para detener,' mediante 'la ésclerosis de süs instituciones políti-
cas, toda evolu!,:ión económica y social. No tendrá durante siglos nmguna 
participación en 1a elaboradón de la~- ideas políticas, · pero . servirá de mo-
delo a ·quien quiera detener el curso del tiempo; y de modelo pasará a s~r 
espejismo. Más a menudo, por el contrario, las facciones en lucha -se trate 
de los eupátridas . alzados contra la burguesía urbana o· de 'los nuevos o 
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28 HISTORIA DE LAS IDEAS POÚTICAS 
antiguos pobres contra los ricos- recurrirán, bien al compromiso de una 
legislación escrita, bien al arbitraje autoritario de un tirano y, en ocasiones, 
sucesivamente a &mbos procedimientos. El desarrollo del pensamiento po-
lítico griego data esencialmente de este período de fermentación. 
Es natura'! que en estas condiciones las preocupaciones dom-inantes se refieran a la 
Eunomia y -a la Eukosmia, es decir, al orden jurídico. y social. Hay un paralelismo "éntre 
la obra de los políticos y la de los filó5ofos . Los primeros, sobre todo los de la Magna 
Grecia', intentan principalmente (Zaleucos de Locris en 663, Carondas de Catania en 630), 
por una parte, imponer una legislación común a todos Jos ciudadano•, dominando, por 
tanto, las jurisdicciones y los derechos particulares, por ejemplo, los de las familias; en 
segundo lugar, determinar las atribuciones tradicjonales de las jurisdicciones existentes, 
armonizando su competencia; establecer, por último, una especie de equilibrio entre esas 
clase sociales en movimiento, mediante una distribución mejor pro,porcionada de los ciu-
dadanos en el interior de estas clases y mediante una distribución más equitativa de las 
cargas cívicas y de las responsabilidades politicas. Tal sÚá especial!Ilente el sentido de_ las 
obras de Dracón (62 1) y Solón (593) en Atenas. Las tiranías tendrán a menudo por objeto 
hacer prevalecer este compromiso contra las oposiciones partidistas, mediante la autoridad-
de nno solo. Pero no empañaron el crédito creciente de este árbitro supremo: la ley. 
Filósofos y poetas mantienen las mismas ideas. Sin duda, un Teognis (mediados del 
siglo VI), en medio de las luchas encarnizadas que desgarran Megara, sigue siendo hasta-
el fin hombre de partido; opone los "buenos" {es decir, los aristócratas) a los "malos' 
(es decir, los plebeyos) y transcribe u¡¡ predomi11io violentamente discutido en los hechos 
a valores morales. Pero otros intentan sobre todo cantar el orden. Ciertamente, Tirteo de 
~carta y Solón de Atenas no celebran el mismó' orden, ni tampoco Pit~oras o Herá-
clito; pero - todos, cualquiera que sea el régimen que prediquen, quieren mostrar que 'el 
orden mediante la ley y mediante el res,peto a la ley es la única .garantía de una vida poli-
tica sana. 
Nunca se insistiría demasiado sobre la importancia de estas nuevas perspectivas. La fe 
en una legislación fija, muy pronto escrita, de todos conocida y respetada, va a substituir 
a la .Diké, que esencialmente era sentencia o simple decisión,cualquiera que fuera su autor, 
y que hacía reinar una legalidad ocasio11al, inconexa y fragmentaria, . apenas controlada 
por la Temls. El reino de la ley (Nomos) comienza. · · . ·• 
Pitágoras y Heráclito lo ilustran a· su manera; .pues, si bien es cierto que sus ideas 
políticas no reflejan el racionalismo organizador que sus filosofías parecen postular', 
sin embargo ambos colocan en el centro de su reflexión la lucha contra _la anarquía e in-
tentan legitimar la ley. Y es revelador que, aunque con intenciones conservadoras, ambos 
hagan corresponder la ley, como principio orgarúzador de la sociedad, con los principios 
que, en sus metafísicas; son organizadores del mundo (armonía o inteligencia). 
l;sto reforzaba el poder de la Ciudad, que tendía también a unificarse en torno a esta 
legislación común, después de haberlo hecho alrededor de la tierra y de los dioses. En 
vísperas de la -prueba decisiva que las guerras médicas constituyen 1J>ara Grecia, la Ciuda-d 
había encontra¡lo el fermento de una · urúdad . :nás profunda, y elaborado una de las con-
signas · aldededor de la cual el -.Patriotismo ¡:odia organizar su defeñsa moral. Este valor 
nuevo, en efecto, no quedará limitado solamente a las democracias; y Herodoto coloca 
incluso la célebre respuesta que define el ideal político grieg~ frente a los bárbaros, en 
labios de los embajadores espartanos : "No tenemos más amo que la ley". En efecto, la 
ley representa de manera muy especial el orden griego frente al personalismo persa. El 
griego ~e enorgullece de someterse a un Orden, no a un Hombre. Las guerras médicas, 
los- sacrificios exigidos, la alegria del triunfo, refuerzan la toma de conciencia de un 
_"_"modo de vida griego" · especifico, cuya originalidad se gusta definir por la existencia y 
1 Las primeras leGlsla~iones e"Crltas de los griegos provienen de su Nuev() Mundo, al 
!-gua¡ romo la primeTa O.mstituclón escrita nos vino de Amérl""-; ~•t<> "" natural, ya que 
el <>nlcn [)".1ede delronsnr más tll.dlm.ente s<>bre una eom·enteión eu tierros de civilización 
reciente. . 
· • En <\lbctn, Pitllog<>rn.•. el h<>rnilre de ln~ nrmonias de los .números, en po.lftica 69 ingenna-
mcut.e ~ cletenoor --e<>mo más tarde lo 9<lrl\ Descartes-- de In• "leyes de los antepa."'l.dos"; y 
Herl\clitn, tilóooto del 1<11101, justifica inditerent:!lllente la emulación fecu:nda o 1& tiran!a. 
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GRECIA Y EL IIIUNDO HELEI'ÍSTICO 
l;i. soberanía de la ley. No hay orden concebible fuera de la ley, dirá ~ tarde Aristó-
,_ teles (Poi.,Ill, 21, 3). Pero antes que él en el principio del siglo IV, la leyenda nos mues-
tra a Sócrates, mártir de esta devoción, prefiriendo morir antes que transgredir, huyendo, 
Ias leyes de su país, que significan todo para él : "¿Puede caber en ti - le dicen en el 
Criton (50 E)- rú por un momento la idea de que no eras hijo y aun esclavo mtestro?"' 
(trad. M_ Rico). La ley se confunde con la ciudad; Heráclito podía proclamar: ""El pueblo 
d~be combatir por la ley como por la· muralla de la ciudad" . Palladium del Estado, la ley 
toma pronto los _caracter~s de sus diosas protectoras. Todo un trabajo de deificación la-
tente encontrará su realizaCión en el siglo v. 
4. Los tres regímenes.-Cuando comien'Za el gran siglo de Atenas las experiencias de 
la Historia han presentado en forma clara a la conciencia de los griegos los grandes esta-
tutos políticos que van a servir en adelante de marcos de referencia. Son tres. La primera 
formulación preCisa que de ellos hemos conservado es, ciertamente, de fecha más bien 
tardia, ya que figura en la obra de Herodoto y debió ser co1Dt9uesta a mediados del si-
glo v. Pero se presenta con el suficiente rigor en su exposición y critica como para ser 
fruto de una tradición ya ampliamente sentida. Herodoto (III, 80-82) afirma narrar una 
discusión que habrla tenido lugar en 522 entre los conjurados persas, victoriosos del Mago 
usurpador, soBre el régimen mejor aplicable a su país. Se sostienen tres grandes tesis : 
uno de los interlocutores, Otanes, defiende, bajo el nombre de "isonomia··, un régimen que 
se parece bastante a la democracia tal como la concebirán los atenienses del siglo v; Mega· 
cibo propone el gobierno de un pequeño número u oligarquía; Darlo, por último, sostiene_ 
la superioridad de la monarquía, subrayando que es necesario distinguir en cada régimen 
la forma correcta de sus desviaciones. Este relato, cuyo valor histórico es en extremo poco 
seguro, hace al ·menos evidente, en forma muy adornada, los datos, desde ese momento 
constantes, del pensamiento político griego, que, durante siglos, de hecho hasta el Imperio 
romano, se encontrarán en la base de todo análisis. critica o doctrina: la monarquía y la 
tiranía', la oligarquía y sus desviaciones, la democracia y sus excesos. 
SECCION Il 
Las grandes ideai ·de ~ Á tenas democrática. 
Después de las guerras médicas (490-479) el pensamiento político grie-
go conoce un consider-able desarrollo, condicionado en gran parte por las 
transformaciones económicas y sociales que se operan en Grecia continental 
y especialmente en Atenas. Esta Ciudad, en plena expansión, se da pro-
gresivamente una estructura ·política democrática. Y ella es quien domina 
el movimiento qe las ideas, bien a través de sus propios pensadores, bien 
por intermedio de los extranjeros que: acoge -Protágoras, por ejemplo- , 
exactamente como Francia dominará el pensamiento del siglo xvm europeo. 
Frente a ella, el ejemplo mudo de Esparta, grande y estéril, patrocina el 
ideal conservador. Efialtés y Pericles realizan la democracia con hechos, 
pero no nos h&n ·dejado ningún escrito teórico, como tampoco ningún otro 
demócrata. Para reconstruir la ideología de estos medios estamos obligados 
a extraerla de las obras de los historiadores (Herodoto, Tucídides), de los 
dramaturgos o comediógrafos (Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristlófanes) y, 
por último, de los restos que se conservan de las grandes obras de la sofis- · 
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• No hlll!l que dar a. esta pa.labm: de pdmerlllll el valor p:eyorativo que sólo adquirió, por el 
jll<'gl(> de -la polén:Uca. en las genera dones slgulenws. 
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HISTORIA DE LAS IDEAS POÚTICAS. 
tica; Este último movimiento •, que comprende hombres _ como Protágoras, 
Pródic,os, Hipias --y Gorgias, carece totalmente de unidad interna. Sin em~ 
bargo, la sofística, · posterior ·a los pensadores de la Magna Grecia -y de 
Jonia, preocupados más por la fi1ica y. en realidad, por lo que llamaríamos 
hoy día metafísica, se nos presenta como un esfuerzo enciclopédico más po-
sitivo y de tendencia humanista cuyas miras son con frecuencia morales, po-
líticas y sociales. Sirvió, ·en espeCial, para formar un personal adaptado a 
las nuevas condiciones de la vida de las ciudades. Asimismo intentó fundar 
una ciencia de la política, una iTOAITtKi¡ TÉ)(VTJ. Su influencia, directa o in-
directa, sobre todo el pensamiento del siglo v, es considerable. 
Este, en su aspecto político, se organiza en torno de algunos centros 
principales de reflexión: la democracia y la igualdad, la libertad, la ley. 
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• No se OO. de atribuir a esta palabla. un valor peyorativo: IO/<n significa: sabio. E,. dlffcll 
reconstruir el .conjunto del pensamiento ¡¡oUtlcQ .de loa solistas, ya. que no DOS han -llegado 
sus obras. Sólo cabe menclaoorlos a propósito de problemas pe.rtleui&res. · 
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GRECIA Y E.L MUNDO HELENfSTicp 31 
;:'de -las asambleas, y a las grandes faniilias de una tiranía apoyada en el 
pueblo, que las anularía políticamente. Además de esa vinculación estrecha 
con la coyuntura, la consigna tiene, como en nuestra época, todo género 
de .armonías morales y filosóficas que la avalan. El desarrollo, muy abs-
tracto, de Eurípides relativo a la igualdad cósmica, sobre el que basa sus 
críticas contra la tiranía, muestra suficientemente que el problema había 
encontrado una amplia difusión (Suplicantes, 407; Fenicias, 541 y sigs. ). 
Barrera contra el abuso de la fuerza (Hybris) y contra los apetitos exce-
sivos (Pleonexia), la igualdad desempeña en el universo político la misma 
función que la "medida" (Sofrosine) en el universo moral. A la inversa, 
los detractores y reformadores dei régimen ven en la igualdad la principal · 
tara de la democracia y ·tratan de suprimirla o atenuarla. Su gran argu-
mento será que se trata de una igualdad aritmética puramente abstracta y 
nefasta (teoría de la élite), o bien de una creación puramente convencional 
y opuesta al ordeiJ. natural (individualismo) •. 
B) LA IGUALDAD SOCIAL.-El partido democratlco adoptó algunas medidas de carácter 
social: mlsto{oria, o indemnizaciones destinadas a favorecer la participación en la vida 
pública, medidas de asistencia pública a los .indJgentes. Se ha hablado de "socialismo de 
Estado", pero es una expresión engañosa. Es cierto que algunas doctrinas comunistas o co-
munitarias pudieron florecer en el siglo V : algunos nombres, como el de Faleas de Calce-
donia, han sobrevivido; las teorias llamadas "comunistas" de Platón son, quizá, una mani-
festación de una corriente más general; la A samblea de /as mujeres, en qtÍe Aristáfanes 
caricaturiza la comunidad de bienes y de mujeres, es otro ind!ce, pero se sitúa decidida-
mente én el terreno ."de la utopía. En realidad, ningún politice formuló uria doctrina o _siguió 
_intencionalmente una política de i<;jualdad social. Las medidas que generalmente se citan 
en este campo proceden de las necesidades de una coyuntura o de un estado de ánimo 
totalmente diferente. En efecto, los desequilibrios sociales son el azote de las ciudades desde 
hace más de un siglo y la democracia, logro de una burguesía ilustrada de armadores y co-
merciantes, 'debe organizar un mínin10 de distribución como paliativo para Impedir que . el 
conflicto lome un carácter agudo, para hacer participar a cada cla~e en los Incrementados 
recursos de un Estado en ex.pansíón y para asegurarse, por otra parte, una clientela que 
pueda ejercer sus derechos ,políticos. En segundo lugar, tampoco los sistemas fiscales .co-
rresponden a un espíritu ig-ualitario, sino a 'la idea, totalmente :diferente, de que el ciuda-
dano más favorecido debe más a la Ciudad. Los discursos de Demóstenes muestran sufi-
cientemente (especialmente IV Fil. , 36-45) que la democracia toma en consideración, ante 
todo, el interés. global de -la Ciudad y que, en nombre d~_ la salud del Estado, se pide a los 
ricos que 'no regateen en los pagos que deben hacer para sostener la vida de la Repüblica 
y a los ,pobres que no crean que el tesoro del Estado debe servir para su propio sustento. 
La forr;una de los rico., es el -tesoro del Estado. ' 
e) GoBIERNO DEL PUEBLO.-La soberanía reside por ,partes iguales en 
el c~mjunto del cuerpo cívico, y cada cual está obligado a ejercitar esa so-
bera'llÍa. Ser ciudadano es ya una función. El ideal de la época de Pericles 
consiste en un hombre comprometido ante todo en los negocios de la Ciu-
-dad, . bien. 'pára mandar, bicit para obedecer. "Pues somos los únicos que 
consideramos no hombre pacifico, . sino inúi¡l, al qué · nada participa en ella 
• Seria bastante tentador ver en la f6riiKlla de M-ene. 239 A, "la. Igualdad de origen 
establedda por la naturaleza nos nbllga a buscar la igualdad polftlca. eeta.bleclda por la ley" 
I<JOYOplci· _.-á .,:.mv y la laovo~!a KCrTá v61.10v) la or~tlolón ·pomposa de · un olo¡¡an democrátl<:o, 
mis o menos· ollclnl. · 
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32 HISTORIA DE LAS .IDEAS POÚTICAS 
(la cosa pública)" (cita según la versión española de Francisco . R. ~dra• 
dos) dice Pericles en la anteriormente citada Oración fúnebre. Esta . sobe-
.ranía no tiene límites. La imagen del demos burlesco pero todopoderoso 
que nos ofrece Aristófanes es caricaturesca, pero el trazo sigue siendo 
exacto: la asamblea del pueblo, y sólo ella, es omnipotente; el poder judicial 
está en sus manos; ningún cuerpo intermedio equilibra su ·poder, aunque 
los demócratas más conservadores,. inquietos por esta libert~d sin freno, 
tratan de resucitar los que la evolución democrática ha desmontado, el 
Areópago, por ejemplo. 
El poder ejecutivo no sirve en modo alguno de contr¡;¡peso. La rotación 
acelerada de los magistrados y la colegialidad de las funciones lo debilitan; 
el ostracismo permite desterrar a cualquier personalidad que parezca cobrar 
demasiada importancia. La preocupación esencial parece ser defender el 
régimen contra la influencia particular de un individuo o de una camarilla. 
Cuando Alcibíades, adornado de todas las seducciones que podían conmo-
ver a un ateniense, intente arrastrar tras sí a la juventud y a 1os ambicio-
sos y dárselas de hombre providencial, Atenas cederá siempre lo bastante 
como para perdonarle, pero nunca para abdicar. Y Pericles, antes que él, 
hubo de luchar a la vez para afirmar su prestigio y para desarmar las des-
confianzas que precisamente · éste suscitaba. 
Hay que añadir que. en esta época, las magistraturas eran, en su mayoría, sacadas 
a suerte. Y esto no sólo porque la suerte era considerada como la manifestación de la · 
voluntad divina, sino, sobre todo, porque el procedimiento parecía a los demócratas el mejor 
medio de mantener la estricta igualdad inicial de posibilidades. En efecto, tiene en jaque 
el prestigio del origen, de la riqueza o de la gloria militar y permite refrenar· las miras 
autoritarias de un individuo, de una fracción o incluso de una mayoría e im,pedir, en prin-
cipio, las intrigas dentro de la Asamblea. Por último, los d"mócratas afirman más fuerte-
mente aún mediante ella que la soberanía no reside sino en el pueblo y que· no se delega 
jamás. La~ magistraluras sometidas a elección, tales ·como la función de estratega, durante 
un tiempo adquirieron importancia por el hecho de que eran las únicas en las que un pro-
grama politice o cualidades personales podían determinar la elección. Tuvo su hora de 
éxito, pero es significativo que este mismo éxito no suscitara en los pensadores democrá~ 
tices una verdadera teoría ,politica de la elección. La .elección siguió siendo tachada de 
espíritu aristocrático · (en el sentido más genera1 de la palabra) y solamente fue elogiada 
por los teóricos que afirmaban la necesidad de competencia en los gobernantes y 'que de-
seaban que ·el Poder estuviese en manos de una élite (Hipodamos de Milete, lsócrates, etc.). 
Como quiera que sea, la estrategia pierde, en el .siglo IV, su importancia en Atenas; la des-
confianza la derrota. Y puede decirse que incluso antes de Queronea (338), la democracia 
ateniense agonizaba a consecuencia del predominio de ·los órganos de control sobre los 
órganos de autoridad. 
Tampoco cabe es,perar que la Constitución desempeñe un papel regulador, ya que el 
griego no da a las leyes constitucionales un lugar especial entre las leyes. Nada obstruye 
en ' la de1nocracia el poder legislathio de la Asamblea, a no ser la ley ya eXistente. La 
. gralé paranomón -o acusación de ilegalidad- frena tan sólo al orador imprudente', pro-
hibiéndole ,proponer, sin precauciones, disposiciones contrarias a las vigentes. Nos encon-
tramos con un problema más general; la palabra politeia, ·en griego; es a la vez más amplia 
y más restringida que nuestra palabra "Constitución''. Designa simplemente el régimen, 
y también el conjúnto de la legislación que rige la polis. Esto no debe de ningún modo 
engañamos: conserva un valor polémico quizá más próximo al que la palabra "Consti-
tución" _,podía tener en el siglo XVIII francés que al valor jurídico .y ·estabilizado que esta 
palabra tiene en nuestros dias. Los autores moderados· y conservadores en los que prin-
cipalmente florecieron "politeiai ideales", quizá concibieronestas "constituciones" prínci-
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GRECIA Y EL MUNDO HELENÍSTICO 33 
· ··p¡¡lruente como limitaciones a !u licencia ;>opulür ". Iitvcr:;amcnte, Demóstenes entiende por 
· politeia, cuando la opone a tiranía, un régimen basado en leyes, por oposición a cualquier 
régimen basado en el simple ejercicio de una autoridad · personal. Tanto en uno como 
en otro caso, se establece la noción contra un determinado despotismo. Pero esta utiliza-
. ción · no contriOuye .ni a enriquecer ni a precisar un concepto que permanecerá borroso 
durante toda la antig-üedad, exce,pción hecha de las Investigaciones de Aristó.teles y de sus 
discipulcis. 
2. La libertad.-Es lo de un bárbaro. Los 
• La democl'ncia (.ateniense) no es pal'a Platón una Constltució:D, .sin·o una "teria d:e consti-
tuciones", yn. llUe, en suma.. cadn. cunl posee ln. suya propia. 
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34 HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS 
bres regulan incluso la :vida privada: A tenas, a . pesar- de .las vivas ¡esis-
tencias interiores que la corriente platónica testimonia, nunca dejará de 
defender y ordenar esta forma de libertad individual que limita, en el mo-
mento mismo de su triunfo, el dominio de la ciudad. Fuera de las leyes a 
l~s que conviene obedecer, el hombre queda libre para dirigir" su :vida 
como quiera . Se · coloca así uno de los pilares del individualismo. 
3. La ley: primacía y problemas.--Como hemos visto, la soberanía de la ley es un 
descubrin:iento común de todas !as ciudades griegas. Sin embargo, pertenece a las demo-
cracias el profundizar co!l'Viccione3 que eran el fundamento mismo de su vida cívica. En 
aquellas ciudades en las que el ejecutivo es inexistente o está reducido a magistraturas 
dispersas y a presidencias efímeras, en las asambleas del pueblo-rey, un único soberano 
vigila noche y día ·sobre l;;s democracias: la ley. No es sorprendente que las dos nociones 
se hayan confundido hasta el .punto de adoptar el mismo semblante. En el mismo momento 
en el que el respeto a la ley está solidislmamente establecido se intenta penetrar en su 
naturaleza y fundamentos . Las contradicciones que desgarran a la democracia ateniense no 
son, ciertamente, ajenas a estas exégesis, y se podría encontrar bajo cada interpretación 
la marca del beneficiario, el empirismo idealista de Pericles, el oportunismo conquistador 
de Alcibíades. o la rigidez -doctrinaria de los oligarcas. · 
Por lo demas, los mismos ensalzadores justificaron, por sus excesos, esa circunspec-
ción. Trataron de encerrar en esta noción demasiados elementos y poderes. Un mínimo aná-
lisis muestra su incoherente contenido. El siguiente pasaje, que G. Glotz cita por su 
grandeza de J>ensamieoto (Ciudad griega, pág. 118), parece más bien el involuntario 
resumen de los problemas que atormentaban a los políticos griegos. "Y a habite en una 
gran dudad o en una pequeña. toda la vida del hombre está regida por la naturaleza' y por 
las leyes. Mientras que la naturaleza carece de re¡¡la y es variable según los individuos, 
las leyes son algo común, regulado e idéntico para todos... Quieren lo justo, lo bello, 
lo titil y lo buscan: una vez hallado, lo erigen en disposición general, igual para todos 
y uniforme; entonce~ constituye lo que se llama ley. Todos le deben obediencia porque, 
entre otras razones. toda ley es una invención y un don de los dioses. al mismo tiempo 
que una ,prescripción de hombres sabios, el contrato de una ciudad al que todos sus habi-
t ante~ deben adaptar sn manera de vhli.r" (seudo-Demóstenes. C. Ari.stogiton, I, 1S.16) 
(cit. de la trad._ de J. Almolna) . Este pasaje expresa maravillosamente la actitud de los 
pensadores griegos respecto a la iey: llenos de respeto hacia ella, pero algo desconcertados 
en el plano teórico en lo referente a sus pretensiones de divinidad, primacía y univer-
sa lidad. 
A) LA DIVINIDAÍJ Y LA LEY.-Ciertamente, de Heráclito a Isócrates, no se oye más que 
un clamor : "T~ las leyes humanas están alimentadas por una sola ley divina". Pero 
esta convicción recioemuchos ataques. "¿No es hombre, como tu y como yo, qui~n pri~ 
me ro estableció esta ley; y no fue por la palabra como persuadió a nuestros antepasados?", 
exclama Pidípido (Las nubes,. 142'1). Pero, sobre todo, otros iínperativos de diferente natu-
raleza. moral o religiosa, pueden· entrar en conflicto con la ley y denunciar también su 
ca rácter de convención humana. En AntigonB, por ejemplo, las leyes -no escritas, lm,pera-
tivos de la religión y de la naturaleza, a las c¡ue la heroína sacrifica su vida, se enfrentan 
a una disposición sostenida tan sólo por Creón. La apología de la ley civil que éste intenta 
no carece de grandeza, pero la gloria está, evidentemente, del lado de. Antigona. Habrá 
que esperar a la muerte de Sócrates para que la legislación de la -Ciudad tenga su héroe 
y su mártir. 
~tg conflicto no hace. por lci -demás. sino reflejar en un .escenario dra.mático una 
div isi~Oierr_ conocida : las Tesmoi, antiguas reglas de derecho público, de naturaleza 
esencialmente religiosa, tao antiguas que fácilmente s~reeria divinas y eternas, nacl-
a'as de la justicia OeJ genes y su.¡ietv1vi_enres- éuand0éstos se fiiñdieron en la dudad, nunca 
iaJ?ían sido. en realidad, confundidas· con los N omoi, fruto de la legislaclón~liW:naoa y que 
llevaban.Jecha- y a menudo firma. Esta división era realmente desgarradora ,para la con-
~iencia, ya que sólo por artificio ,podía extenderse de la primera categoría a la segunda el 
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GRECIA Y I!L MUNDO HI!LI!NfSTICO 35 
:,'aval de los dioses: Como era natural, no se imputó en absoluto a los dioses el otorgamiento 
cie las leyes civiles, demasiado recientes, sino el del uso de las leyes. Según esta critica 
relativamente racionalista del siglo v, la obra de los dioses, dando a les hombres los va-
lores y las exigencias morales, determina y garantiza la elaboración y uso de las legis-
laciones. Es esto lo que sugiere Protágoras en el célebre mito que le atribuye Platón, 
cuando imagina que los dioses han dado a los hombres, además de las técnicas, la justicia 
y el pudor para permitir la vida en sociedad. Lentamente, a pesar de actos de fe como 
el que rcg·istrao )as Euménides, la división se prepara: la moral es divina y la legislación, 
humana. 
B) LA LEY Y LA ·NATURALEZA.:-La di~tinc ión e incluso la oposición entre la ley que 
es convención. y la .naturaleza, que es creación y espontaneidad, llegó a ser uno de los 
lugares comunes del pensamiento y de la retórica griega, en términos que recuerden bas-
tante la forma en la que el siglo xvm francés trató el mismo problema. La Physis había 
designado. en el pensamiento griego, el estado natural o justo de toda cosa, en especial 
rn la tenninologia médica. Estas conc!!pciones se transfirieron fácilmente al campo moral, 
donde se podía .oponer a una conducta justa por convención una conducta justa por natu-
raleza: 1.) La naturaleza llegaba a ser así el cómodo refugio para todos los descontentos 
y soñadores; no faltaron pensadores c¡ue celebraran la superioridad de la vida natural; al 
igual que en el siglo xvm. se halló consuelo en el culto al salvaje bondadoso, y Ferécrates, 
en su comedia Los salvajes (420 a. C .) , pudo, al parecer, pintar las aflicciones de un coro 
de misántropos en busca de una vida naturaL Más tarde.- el ditismo fundirá doctrinalmente 
estas aspiraciones y criticas; 2)· Pero la negativa a ace,ptar las reglas sociales podía tam-
bién fundamentar un amoralisL"lO de combate, como el que defiende el Calicles de Platón 1.-al 
atacar a la moralídád convencional por ser una creación de los débiles para amordazar 
a los fuertes. Esta postura ética tiene, naturalmente, su cootra.partida política. Anllfón · 
distingue bastante claramente las leyes de la ciudad, que pueden transgredirsea condición 
de no ser 9escubierto, y las exigencias de la naturaleza, que nunca pueden infringirse im-
punemente. En un terreno anecdótico, cabe recordar la leyenda que muestra a Alcibíades 
burlándose del respeto de su tío Pericles por las formas legales. Así, algunos pensadores, 
con el fin de encontrar valores más .auténticos. y algunos privilegiados, con el objeto de 
autorizarse a sí mismos para utilizar sin control !as capacidades de que la 11aturaleza les 
ha -provisto, rechazarán la ley (Nomos) como una moneda ( nomisma) dudosa'. 
En cambio algunos, sin negar que las leyes sean convenciones sociales. tratan de defen-
derlas en cuanto tales. El sistema de Protágoras •. tal como cabe imaginarlo a través de 
Platón. no carece de grandeza. El hombre sólo se distingue del animal. por naturaleza, en 
que es más vuner<lble en el combate por la vida. Para protegerlo, Prometeo le da las artes 
(lo que nosotros llamaríamos la civilización matel'ial), pero esta tentativa fracnsa porque 
los hombres no sabeo vivir en sociedad y se matan entre si. Entonces Zeus les da, a través 
de Herm~s. el arte político, esto cs. coloca en el corazón de cada uno (no en el espíritu 
de tal o cual, como en las técnicas) el pudor y la justicia. Así se fundamentan las ciuda-
des ham.mci~. La fuerza del mito proviene de · que Protágoras muestra, rn la organización 
social. un progreso análogo al progreso material y . en ambos casos. una diferencia sensible 
con el estado de naturaleza. De esta forma se hallan confundidas todas las conquistas de 
la humanidad y se afirma el valor de todas las fabricaciones humana5, a m' de las con ven-
· • -Sofista atenleD:"e de In •e¡;uuda mltnd dal siglo v autor de una obra scbro La Verdad, 
diri¡;id!L prol!nbJemente contra las tesis de Protágoras y de la que se <:onservan Irngmentos. 
• .. Es Importnnte set'ialar que ~n tooo estA. c<>.n.troversla no se hobln le las leyes de In na tu-
. raleza, sino de lns nPCf!-:idncles que derivan de l:t naturaleza. Por el contrario, ·eul\Ddo apR.rezca 
In !den de q,ue kl IUl[UI'aioz:t p<>.·l>o loy<s f/116 la nuen, se hnrll. posl!Jle la conc;Uaclóa entre 
nittur:tlcz.'l. ·y sociedilil. E• te s<'rll. el pnpel del estoicismo; · · · · 
• P.roUi¡;oras, natural <l'e Abdern (hacia 490-¿hncla 420?), aml¡;o de Pericl.,., ·famoso por 
l1aber <Indo un.'l nu<•vn Cou.tltución a. in '""va ciudad de Tourlo (440-444). autor ¡JrinCipal-
mente de · uno /lrpJiblit-a y. ele un trntn<lo •obre el E•tado original, hoy Jlt'r<lido. Se Je ntribuye 
1.'1. célebre f>'>pnuln : "El hombre es In medido de todas las cosas, <hl sor de las que son y del 
no ~cr de lns no Hon", que ha servido de consigna. tanto al relativ-Ismo como al bumanlsh.o. 
Po1· otra parte, "" admite ¡;cneralm.cnte Q\13 defendió -!reate a la.s ldeologfA.S de inspiración 
nriNtocrll.tica que hncfan <le! talento poHtico una <:apa.cidad especial, Innata y heto<lltarla- · la 
opinión de que cada cual poi'OO unn porte dia justicia 1)1 de seD'tldo clvlco, y de que se pueden 
perfeccionar cotos dones mediante la Instrucción y la experiencia. 
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36 HISTORIA DE LAS IDEAS POÚTICAS 
.. cienes, en relación con los datos naturales. -Protágoras ensambla -aquí una ·corriente de·jdeas, 
. frecuentemente comparada con la Aufkl5rung , que: encuentra sus primeras expresiones en 
el Prometeo de Esquilo, sus fuentes en la expansión ateniense . y sti justificación en una 
' Je humana en los destinos del hombre protegido por los dioses. 
. C) Lil RELATIVIDAD DE LAS LEYES.-La curiosidad de Herodoto, como más tarde la de 
Montaigne, le Inclina ya a un .cierto esce,pticismo. Un mejor conocimiento de la drversidad 
humana; adquirida con un espíritu más positivo, le lleva a afirmar . expresamente que todas 
las instituciones de los hombres son relativas. Cuenta con humor cómo protestan con igual 
indignación griegos requeridos a devorar a sus padres muertos, e indios antropófagos in-
vitados a Incinerarlos (III, 38). La ley, privada en parte ya del prestigio de la divinidad 
y opuesta a la naturaleza, se encontraba esta vez gravemente amenazada. Parece, sin em-
bargo, que un patriotismo particularista aseguró en . la realidad la · protección que en el 
terreno teórico prepararon los sofistas. Protágoras no sólo reconoce esta diversidad, sino 
que obtiene argumentos de ella para defender la ley. "Cualesquiera que sean las cosas 
que se muestran a cada ciudad como justas y buenas, continúan siendo para la Ciudad 
justas y buenas durante el tiempo que ésta conserve tal · opinión" ('Te~tes, 167). Protá· 
goras, en lugar de admitir que la ·ley pierde su valor por no ser ni universal ni eterna, 
piensa, dándole vuelta al problema, que su valor proviene de ser la expresión del acuerdo 
de una comunidad que, después de haberla formulado, debe hacerla prevalecer constante-
mente como una conquista sobre la ignorancia o el ca,pricho. De aqul la importancia de 
la educación cívica. La Ciudad forma a sus ciudadanos; y la ley, cesando de presentarse 
como un valor dado, adquiere el prestigio de los valores conquistados. 
SECCION III 
La crítica de las ideas democráticas. 
No faltaron las criticas y las reservas . Representan, a la .vez, la opi-
nión de una nobleza de tendencias oligárquicas y la de los propietarios 
rurales a los que disgustaba una política esencialmente favorable a los 
intereses de los comerciantes, de los armadores y , eventualmente, del "pro-
letariado" urbano. 
Ari.sMfanes.-Frecue_ntemente estas criticas no adoptaron forma sistemática y se inscri-
bieron sin perspectivas en modas como la laconofilia o la evocación nostálgica de un pasa-
do cuidadosamente reconstruido. Muestra de ello es Aristófanes, cuya obra refleja estas 
dispersas manifestaciones de descontento. Denigra b demagogia, que ha, entregado eJ · Poder 
a una criatura tan inestable, ciega y exigente como Demos; el ~spiritu belicoso, censurado 
por el campesino ático; las innovaciones filosóficas, que ponen en peligro los valores tra-
dicionales, sumarios pero consagrados; la depravación de las costumbres políticas. Pero 
esta critica resulta más bien la de un moralista. Lo que principalmente- censura al régimen 
es el haber transformado al ateniense de antaño, vigoroso, frugal , entrenado en los depor-
tes y en la guerra, cerrado a las especulaciones disolventes, duro en el trabajo y vigo-
roso en las diversiones • . en un "rábula" débil, malsano, ·pedante, ,parlanchín, reclamádor, 
enredador, preocupado sólo . por gozar, Interesado. Su obra es chispeantemente cómica en 
la misma medida en que su autor no acepta la politica, esto es, censura los efectos de . un 
régimen aislándolos de las intenciones, objetivos y determinaciones. Expresa sobre todo el 
malestar y las contradicciones de un ateniense amante de su Ciudad ante el derrumba-
miento de algunas estructuras, resultando un. documento capital además _de un manifiesto. 
. 1. La "Constitución de los ~tenienses" del seudo-Jenofonte.-Muy diferente es la 
requisitoria, verosímilmente Inspirada por los partidarios de la oligarquía, que la tra· 
dición atribuye a Jenofonte, pero que realmente debe datar de la guerra del Peloponeso 
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GRECIA Y EL MUNDO HELEN!STICO 37 
/{ha ¡;;la -424). Esta obra, notablemente inteligente, constituye en ciertos aspectos .el primer 
intento de análisis científico de un régimen. El autor, animado por un lúcido odio, es cons-
ciente de la coherencia del régimen democrático y también de que este régimen, lejos de 
ser una degeneración fortuita, se encuentra en vinculación necesaria con la situación social. 
La originalidad de esta obra reside quizá en la formulación ¡precisa y clara de esta rela-
ción. ·se puede criticar a la democracia en sí misma, dice, pero no censurar a los demó-
cratas su inconsecuencia, pues todas las medidas que adoptan están inevitablemente liga-
das entre sí.. Atenases un Imperio mnritimo. Por consiguiente, los marinos, oficiales y pilo-
tos. los constructores de riaves"y los armadores son quienes aseguran su poder a la Ciudad, 
antes que les hoplitas, los nobles y las "gent~s honradas" (hay que tomar esta expresión 
en su sentido social). En esta sociedad es justo que todo el mundo -y no sólo los anti-
guos dirigentes- tome parte en las magistraturas; y es completamente natural que el pueblo 
se beneficie de las ve_ntajas, ya que el partido 'democrático quiere reservar las ganancias 
a su clientela. El autor expone . con claridad cómo una clase social nueva - la nacida o re-
forzada con la expansión marítima- había encabezado una evolución, a la que asoció a las 
masas populares para desmantelar a la aristocraCia. Esta democracia -añade el autor- em-
plea a los hombres ilustres a causa de su competencia y valor, pero sin permitirles los me-
nores beneficios, gracias a las deliberaciones en las que, por obra del número, todas las 
medidas resultan favorables al pueblo. El seudo-Jenofonte analiza todas las consecuencias 
que de ahí deri.Van, tanto en el dominio interior (situación de los metecos y de los esclavos, 
forma de deliberar y hacer justicia ... ) como en el exterior (fisiología del imperialismo ate-
niense). Convencido, por así decirlo, .por su propia lógica, admite que no se puede modi-
ficar profundamente este sistema coherente sin destruir de arriba abajo la democracia; 
y que, inversamiente, si se ace,pta la democracia, ésta puede reformarse a lo sur:10 "si se 
aiiaden o quitan pequeños detalles" (trad. M. F. Galiana) . Esta misma ambi¡¡üedad es 
rcveladord. Durante las convulsiones que sacudirán a Atenas en los finales del siglo v, 
los adversarios del régimen se dividirán : unos optarán por una subversión radical del ré-
gimen, solución en extremo agrada-ble a los ·teóricos, .pero que no podrá mantenerse; otros 
se inclinarán por· prudentes reformas, única esperanza reai de los conservadores moderados 
a los que, sin embar'go, les será difícil, como preveía el seudo-Jenofonte, insertarse en la 
lógica del sistema. El relativo frilcaso del pensamiento político antidemocrático estaba ya 
previsto en la "República de Jos atenienses". 
2. lsócrat~s.-En la corriente del pensamiento del si_glo IV la critica sigue siendo mor-
diente, pero cambia de orientación. Los pensadores se encierran más en la es,peculación 
teórica. Se produce lo que ha podido denominarse "abandono interior de la de.nocracia". 
lsócrates representaría bastante bien · a esa fracción de los conservadores que, decidido,. 
a _ admitir el principio de la democracia, bt.iscan en la Historia el punto de equilibrio en el 
que alcanzó su perfección -antes de comenzar a degenerar. Esta búsqueda se a,poya en 
la idea --que se ha convertido en usual-- d;, que las Constituciones evolucionan; pero tam-
bién se basa en la cr~encia de que se puede detener e incluso hacer retroceder una evo-
lución. Naturalmente, lsócrates y sus amigos acomodan y pliegan la Historia a las exi-
gencias 'de sus intenciones. Así. propondrá.tt como ejemplo la democracia de Solón o la de 
Oístenes, reconstruidas de arriba abajo mediante el método que servirá, en el siglo XVIll 
francés, 'para reinventar una monarquía anterior a Richelieu. Sobre la base de la isonomia, 
instrumento iudiscutido de la democracia, Isócrates propone devolver a quienes lo merecen 
su influencia dentro del Estado y moderar la igualdad matemática mediant<! una igualdad 
sdectiva que daria a cada cual io que le es debido ((crÓTT)To~ To 1TpO<TijKov ÉKÓ:O"Tot~ 
émovepotÍCTl~); restablecer el papel y la importancia del Areópago aristocratice, que vigila-
ría el orden; substituir eJ sorteo por la elección. En suma, Isócrates desea una democracia 
de principio con -dice-- el pueblo como tirano y las personas honradas como servidores; 
una democracia en· la que el pueblo ejercería su soberanía mediante la elección y en la que 
los notables se ocuparían de los negocios. 
3. Jénofonte y las ideas monárquicas.- E! pensamiento de J enofonte 
(hacia 425-hacja 355) es ·muy diferente. Discípulo de Sócrates, se dedica 
a una áspera crítica de la democracia ateniense, caracterizada según él por 1 
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38 HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS 
la división, la indiscipliná y la in<;ompetencia (Memorables: libro ll!}; y 
.pide un modelo a un país extranjero. La República de los lacedemonios 
exalta la simplicidad y acertado funcionámiento de las instituciones espar-
tanas. Este Estado aristocrático y militar, en el que se han suprimido el 
comercio y la industria, satisface al oficial apasionado por la disciplina y 
al hidalgo campesino ci.tya administración patriarcal y tradicionalista nos 
muestra el Economico. Por lo. demás, alaba, más que a Esparta, al prin-
cipio idealizado de su régimen. Pero Jenofonte ilustra otro aspecto del 
pensamiento político autoritario: las ideas monárquicas. Indudablemente, la 
monarquía como tal era censurada ' por los griegos y considerada una ins-
titución bárbara; la tiranía había dejado en Grecia dolorosos recuerdos. 
Pero el desorden general parecía reclamar una mano firme. Platón confía 
a un tirano la aplicación de su política. Todo el mundo se preocupa por 
formar el hombre -o los hombres- de Estado perfectos. La idea del poder 
personal hace carrera en determinadós medios. El vocabulario es revela-
dor. En el lenguaje político del siglo IV --en Jenofonte, por ejemplcr- rey 
es quien gobierna constitucionalmente y con el consentimiento del pueblo; 
es tirano ·aquel cuya autoridad no se apoya ni en las leyes ni en el con-
sentimiento popular. Este sentido, completamente diferente de lo que había 
sido hasta entonces el uso corriente, se propone rehabilitar la realeza. 
Jenofonte "éree profundamente en el papel del jefe y en los méritos que 
posee el gobierno de uno solo. El jefe es quien sabe lo que conviene P,acer 
y quien sabe mandar, bien se trate de una propiedad ·agrícola, un navío, 
un escuadrón de caballería o un Estado. Esta doble superioridad de la 
competencia y de la autoridad nunca es objeto de un análisis rigur.oso por 
parte de Jcnofonte. No es un pensador muy filosófico y se limita a mos-
trar, en el Hierón, cómo un tirano puede intentar superar las taras mate-
riales y morales del régimen que él encarna, al tomar como único objetivo 
el interés de sus súbditos . Expone en la Ciropedia (como Isócrates en el 
Euágoras) una teoría del "despotismo ilus.trado" que adopta los caracteres 
de la monarquía persa. El conjunto de esta obra, sin eco profundo por el 
momento, despeja el camino a lo que será la ideolog!a alejandrina del gran 
hombre y del monarca. 
4. Las ideas políticas de Pla.tón.-La obra política de Platón ('128~347) 
es de diferente riqueza y amplitud ~Q. Si bien algunas de sus opciones per-
sonales pudieron estar cercanas a las que acabamos de exponer, fueron, en 
cambio, el punto de partida de reflexiones que han hecho de Platón uno de 
los maestros de la filosofía política occidental. 
Hijo de una gran familia ateniense que contaba a Solón entre sus . antep~sados, su des-
tino natural· es la política, que no le dará más que sinsabores y desilusiones. En ·efecto, 
Platón entra en la adolescencia en ~1 momento .<!el desastre de Sicilia, y a duras penas 
consigue esca,par cuando la derrota de Agos Pótamos (405). Por vínculos familiares e in· 
"' Es h-adl-c!IQIIJCL! tratan las ideas polfticas de Sócrates. Pero e\!1 pm!erible en el maroo 
de este manual ~'l.! no conoocerse a este pa·sonaje más que a trav'és de sus di9Cipu!CloS <lir<>r.tog, 
P intón y Jenofonte, o indirectos, Arlstót•Jes-- q·ue nkl4" HmHem<>l' a menclon.~r su Influencia 
~in tratar de precisar suR contO-rnos. Puede ]P.er~ -el r.:rpttu1o V <lP. SrNCL.-\In., np . cit._. sobrP. 
este tema. 
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GRECIA Y EL MUNDO HELE!'iSTICO 39 
/ clinación personal, simpatiza con un reg1111~n aristocrático de tipo espartano. Pero las 
exacciones del gobierno de los Treinta tiranos --en el que participan su tio Carmides y su 
primo Critias- le sublevan. En seguida, la reacción democrática hace: morir a Sócrates. 
Es necesario leer la VII carta ·para comprender cómo, desorientado por estas dos ex,perien-
cias ·de sentidos contrarios, se ve conducido a abandonar la ·politica núlitante en provecho 
de la reflexión teórica . Intentará, sin duda, poner en aplicación sus ideas politicas en 
Sitacusa (en 387. y, sobre todo, en 367 y 361). por lo demás sin éxito. A pesar de estas 
tentativas, hacia donde ~e dirige desde ahora es a la filosofia, indisP.ensable preliminar de 
la política. No cree ya en. la acción politica diaria. Es el todo (o sea, la esperanza de una 
transformación radical por intermedio de un tirano convertido en filósofo) o nada (o sea, 
la meditación filosófica separada de las contingencias de las luchas ,políticas atenienses) , 
Por consiguiente, es natural que en él estuviesen estrechamente mezcladas la filosofla -<¡ue 
es. en parte, un substitutivo de la política~ y la reflexión .politica. ¿No nos dice el mismo 
Platón que la filosofía es el refu9io de las almas bien dotadas · que no han aceptado. 
querido o podido hacer ,política? (Rep., VI. 199. B). No se sabe, en realidad, cul\1 de las 
dos dirige a la otra. Toda la ohra de Platón está atravesada o crispada en el fondo por 
preocupaciones .politicas más o menos explícitas. Pero en la perspectiva que nos ocupa 
se destacan princ~palmente dos obras: la República (acabada hada 375) . que es el coro-
namiento o. la clave de su construcción filosófica y una audaz tentativa para instaurar de 
arriba abajo un Estado ideal, y las Leyes (inacabadas a su muerte), obra ecléctica y apa-
sionante en la que el viejo Platón, con el pretexto de organizar una colonia en Creta, 
propone una legislación en la que la utopia se mezcla es~rechamente con las disposiciones 
más directamente prácticas. 
A) LA REPÚBLICA.-Lucha contra el amoralismo democrático o arlsto• 
crático.-Ninguno de los regímenes existentes, ninguna de las doctdnas 
que aqu~llos habían hecho nacer, satisfacía a Platón. La democracia es el 
reino de los sofistas, que, en lugar de ilustrar al pueblo, sé contentan con 
estudiar su comportamiento y con erigir en valores morales sus apetitos: 
.. .Que cada uno de los particulares asalariados a los que esos llaman sofistas... no 
enseña otra cosa sino los mismos principios que el vulgo expresa en sus reuniones, y esto 
es a lo . que llaman ciencia. Es lo mismo que si el guardián de una criatura grande y po-
derosa se a,prendiera bien sus instintos y humores y supiera por dónde hay que acercár-
sele y por dónde tocarlo y cuándo está rn·ás fiero o más manso, y por qué causas y en 
qué ocasiones suele emitir tal o cual voz y cuáles son. en cambio. las que le apaciguan 
o irritan cuando las oye a otro; y. una vez enterado de todo ello por la experiencia de 
una larga familiaridad, consid~rase esto como Una ciencia, y, habiendo compuesto una 
~s,pecie ·de sistema. se dedicara a la enseñanzu ignorundo qué hay realmente en esas 
tendencias ·y apetitos de hermoso o de feo. de bueno o de malo, de ju!to o de injusto, 
y emplease todos estos términos con <~rreglo ~1 criterio de la gran bestia, llamando bueno 
a aquel!o con que ella goza, y· malo lo que a ella molesta .. (Rep., VI , 493 a-e) (la 
cita está tomada de la traducción española de José Manuel Pabón y Manuel Fernández 
Galiana). 
La política de estos demagogos no es más que el registro del hecho, el 
reflejo de las pasiones de la masa. Se concibe que un Calicles y un Trasí-
.maco. --en.·posiciones contrarias pero semejantes en el fondo- reivindiquen 
el derecho del más fuerte, del mejor dotado, del mejor armado a realizar 
sus ambiciones sin el estorbo de una ley que es tan sólo el instrumento me-
diante el que los débiles quieren encadenar a los fuertes. En esa jungla 
que es la sociedad resulta natural que los apetito.s de los individuos fuertes 
por su superioridad física, intelectual o social se opongan a la·s pasiones 
de la masa, fuerte por su ·peso. Resultaría atrayente pensar que Platón 
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' 40 HISTORIA DE LAS IDEAS POLfTICAS 
describió sus sentimiei).tós juveniles en el personaje de Calicles. Pero, sea 
lo que fuere, ha rebasado ya esa posición; y aunque este inmoralismo, 
lleno para Platón de recuerdos, le parezca más elegante que el falso mo-
ralismo de los demagogos, ambas actitudes entran en el campo dei empi-
rismo y, en calidad de tal, no proceden de la ciencia y de la investigación 
de la verdad. 
Política y moral: la justicia.-Por consiguiente, la primera tentativa del 
filósofo es constituir en ciencia la moral y la política, las cuales coinciden 
en su motor común, el Bien, que no es diferente de la Verdad; así como 
sustraer la política del empirismo para vincularla a valores eternos que las 
fluctuaciones del devenir no perturben. Se comprende sobre qué idéntica 
exigencia se articulan tanto la teoría del conocimiento como la política de 
Platón. En ambos casos se trata de encontrar las verdaderas realidades, 
obscurecidas por el devenir; no es una casualidad que la pieza esencial . de 
la teoría platónica de las ideas -el mito de la caverna- esté desarrollada 
en la República. Hay que reencontrar la definición de esa virtud que los 
sofistas pretendían conocer y enseñar (cuando, en realidad, sólo habían 
captado una sombra de ella); de esa virtud que Sócrates -más modesto--
sabía que .no hay que confundir con la moneda sin valor de las virtudes en 
uso. En este sentido, la tentativa de Platón está encaminada a salvar la 
moral y la política del relativismo a que las reducía Protágoras. La cikncia 
política debe volver a encontrar las leyes ideales. Por consiguiente, forma 
una unidad con la filosofía; lá política no será ciencia más que cuando los 
reyes sean filósofos . Se comprende : Platón rechaza. además de la demo-
cracia ateniense, cualquier otro régimen existente: incluso la Constitución 
espartana, como empírico. Su posicilón es radital. Por esta razón la Repú-
blica es algo muy diferente de un panfleto que predique insidiosamente 
el retorno al pasado. Es muy posible que, así como Protágoras establecía 
el relativismo y la evolución para justificar la democracia existente, Platón 
condenara la evolución para condenar mejor la democracia" . Pero esta 
condena de la evolución sitúa el problema bajo una luz diferente; no se 
trata tanto de un retorno al pasado como de la definición de un régimen 
que escape al devenir. No se trata ya ---<:amo en el diálogo de Herodoto--
de escoger el régimen que más plazca, sino de definir las condiciones en 
las que un régimen es perfecto e indestructible. De esta forma, el problema 
central de la República es el de la Justicia, individual o colectiva (todo es 
uno) . La referencia a la Justicia permite excluir los puntos de vista de la 
utilidad, el interés a · la conveniencia. Ni los arsenales ni las fortificaciones 
constituyen la grandeza de una Ciudad. La política no se mide con esa es-
cala, sino en relación con la idea misma de Justicia, que n·o es sino la Ver-
dad o el Bien apliccd0s al comportamiento social.. La obra consigue su 
grandeza y coherencia por la permnnencia de este propósito. Platón funda 
la política como ciencia deduciéndola de la Ju sticia. Y no ciertamente como 
u Tn<ln. fúrmnl:t 1¡110 ~~ rc-fit'J':l n Pintón rpsultn !rer.uent.eme-nte- e~xcestvn . Si bien {'rtS cierto 
<1ur:~ Plntlu1 dr-s¡wN•in Jo::t nhnftos de 1:1. <1Pmorrnrin ¡)ndrfn.n eitnrj:<> vf'irJ.tfl' eojt'mp.losPn In~ que 
~P. m ue:-ttrn. ~n~lhll:' n Jns qnnli clnrks flt'11Hláfltic·a~ t• -i tl\'('l"~nmPntr- ~ ~ l•),_ clrfC'<'tn ... "' clC'l rl>¡.,oi-
m-en <.'~rtano . 
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GRECIA Y EL MUNlJO IIELF.!'<ÍSTICO 41 
,\ :lesi:ripción objetiva de los fen¡ómenos políticos, sino como estudio norma-
tivo de los principios teóricos del gobierno de los hombres. Este tipo de 
enfoque y esta tentativa habrían de conocer una posteridad sin término. 
La sucesión de los regimcnes.-Para detener la evolución hilce laltn, en p rimer lugar. 
conocerla. Hay detn\s de Platón, ese enemigo de! devenir, la primera g ran imaginación 
histórica. EJ. estudio de ·los · cambios de constitución habia podido. llamar la a tención de 
algunos autores. Pero Flatón va a dar sn ley general : el devenir polltico no es sola-
mente pura sucesión de hechos accidentales, sino que está regido por un determinismo 
estricto. De la Aristocracia -la fom•a perfecta que nos describe en la R epública- proce-
den sucesivamente, por una evolución continua que constituye moralmente un a degrü-
dación, la Timocracia, la Oligarquía, la Democracia y la Tiranía (J?ep .. Vlll'. 544 y 
siguientes). La Timocracia se instaura cuando en la Aristocracia de tipo idea l los miem-
bros de la tercera clase - la de los traba jadores- se enriquecen; y . teniendo qu e ser repri-
mida su ambición por la fuerza milita r. los guerreros se aprovechan: reyartiéndose las 
ric;uezas y oprimiendo e quienes primitivamente debían. ,proteger. E n este régimen el 11mor 
naciente por las riquezas tropieza con restos de sana filosofía, mezclándose el bien y el 
n.al: el principal móvil del hombre timocrático es la búsqueda de honores y la a mbición 
- ya insensata pero menos vil, sin embargo, que la búsqueda de riquezas-. Sir.ven de 
ejen:plo de este régimen sobre todo, dice Platón, las Constit\lciones de C reta y Esparta. 
La T imocracia degenera en Oligarquía cuando el rico gobierna y el pobre no participa 
en el gobierno. Por Lonsiguiente, al convertirse la r~qucza en el. único título, el desorden 
>e introduce en todas las clases. Todo se halla revuelto. Y cuando la presión de Jos des-
contentos se hace demasiado fuerte se instala la Democracia. siendo eliminados tós ricos. 
Es éste un rég imen deplorable, ya que la inclinación desenfrenada por la libertad con-
duce a eliminar del Poder, como peligrosos, a los especialistas, a autorizar todo género 
de existencias (por eso la democracia es una feria de Constituciones ) y a despreciar, por 
último, las leye3 escritas y no escritas; de manera que se p roduce una reacción radica l en 
forma de T.rania. "De la extrema libertad sale la mayor y más ruda escbvi tud" 
(l(ep ., 564) (trad. Pabón Galiano) . A su vez el tirano, como nada se levanta en su camino 
pilra det~nerle , se convierte en esclavo de la locura, dirigiéndose su reirio hacia la ca-
tástrofe. 
Platón intentó clasificar, dentro de cote marco sistemático, los diferentes regímenes 
existentes entre los griegos (incluso la ti ranía, que es, sin embargo, la negación de la 
1To;\.!TE(a), suponiendo .entre ellos un vínculo de filiación. A decir verdad, la historia 
·es . utilizada más que respetada; esta sucesión teórica no tiene más realidad que las 
edades de oro, plata y hierro. Se reúnen observaciones fragmentarias para formar un 
sistema· racional. Es, quizá, en parte verdad que un nuevo poder -el de la fortuna- se 
había levantado poco a poco frente al poder de los "guerreros" y que masas más o menos 
pro!etarizadas habían· ayudado a aquéllos a realizar revoluciones en sentido democráti co. 
Pero dec.ir que la tiranía sale de la democracia es desnaturalizar la comprobación -ele-
vándola al plano de la abstracción- de qu e el tirano estaba sostenido por el pueblo. Asi-
.mismo, Eene .poco fundamento decir que el régimen espartano es la primera etapa de la 
degradación de nn Estado aristocrático ideal, que sigue siendo conjetural. E stas obser-
vaciones -y algunas otras- muestran que la descripción cronológica de Platón es una 
.clasificación normativa disfrazada con la m•íscara de la Historia. El mismo Platón dice 
que· los juzga "como si fueran coros, por el orden en el que han entrado en escenn , 
tanto· eil virtud y en maldad como en ielicidad y en su contrario" (l?ep .• 580) (trad. Pabó n 
· Galiana) .. No quiere presentar su clasificación como puramente normativa, para poder 
afirmar, indirectamente, la · superioridad relativa del régimen espartano sobre la demo-
cracia ateniense y mostrar a la vez que ninguno cie ellos, en tanto que afectados por la 
corru,pción del devenir, garantiZaba una perfección y permanenecia reales. Por consiguien-
te, ,puede combinar una teoría pesimista de la degeneración de las civilizaciones apoyada 
sobre la evolución del devenir (a decir v erdad, bastante antigua y en estado difuso en el 
pnsamiento griego) con una creencia optimista en la Verdad apoy11da en el idealismo. 
Platón lucha en dos frent•!s contr.1 Prot;;goms: por un l<tdo. contra su fe en el prog reso , 
y , por otra parte, .contra su apología de la relatividad . En segundo lugar, modifica la 
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42 HISTQIW\ DE Li\S IDEAS J?O[.ÍTIC}I.S 
perspectiva de la _polémica antidemocr3tica. Mientras. o¡uc esta última··se agotaba · fr~cuen­
temcnte en un cst~ril panegírico del tio,mpo p¡¡s<1do. Pintón rcw::o~e qqe ]¡¡s rná~ - respe-
tnblci oligarqqi~s son los primeros P'"'" hacia la ~orn1pi:ión, y predico mñs eficazmente 
In inotauración dt! una ed<1d de. oro. F.stá, anterior en .principio n la historia presente de 
las ciudndes griegas. puede, sin crnb¡¡rgo, ~ituarse tnnto del~nte como detrás de la mnr-
ch<l de la ~o ~iednd, ya que el k!cal reba$a los regímenes empíricos. 
J7d m1WOW x 1~ Ciuda,d.-Al igual que moviliza la historia, Platón re~ 
curre a la antropología. El hombre es tri le, oro esto de ra .:n d~ ~<r 
~rurrosas 4 de d11se2§ m er ~res, p~ro en proporción varia ~ n c:a(fii 
uno de los reg1menes menciona os preaominan una o dos de las (!!timas 
categorlas, bajo el control y la soberanía de la razón. A c¡¡da 1,1no de estos 
regímenes corresponde. pues, un tipo de hombr<:; de 1 orma que constru.ir 
lá Ci\ldad ideal y realizar tipos de hm:nbres acabados es un mismo y único 
aiii"nto ;_pa@ _obtener un hombre justo es preciso ~on$truir una fiuda 
~ En el fondo, Platón innova aquí menos de lo que parece, ya que todo 
su siglo .pensó como él que~a tal Ciudad correspondía tal hombre. Uña 
seg~md¡;¡ razón le exige a Platón resolver en primer lugar el problema de 
lél Ciud<td. Su Ciudad no estará formada por una pobl;1ciián homog~ne¡¡, 
sino por tres clases netamente distintas y cuya cohabitación reall:¡;ará una 
especi'! de perfección. La primera clase es la de los jefes y tiene corno vir-
tud propia la sabidUJ;ía; la segunda es la de lo:. !luxlliares o g1,1e¡:reros. do-
t¡¡dos de valor. y la tercera es la de los a~: tesano~ o labradores -tanto pa-
tronos como obreros-. que necesita la templam:a y debe saber resistir 
a los apetitos. Dicho de oti'a forma, cadn clase representa un aspecto del 
~el_conj.unto de la Ciudad represe-nrae l"l!lma entera':"'De esta forma 
l¡;¡ ,Ciudg_d_~~u:.~:_porque cad.a- ~rte cumele ~u fu~~n er:_~~o~ <;:iu-
dlfd~rn<rs son )~tstos en la mecbaáéle su partlci~On JU$ta en \lna Citid~ 
·u-sta7"'Mirañclo a tenTañi'eiite:-no- cabe<Ied(c¡ue- c&da ciud¡¡dano realicé/en 
'l""l'UtOf<il'i(fad de la perfw;:ión humana. Partic.:ipa en la perfección en cuanto 
ekmento de un conjunto que -éste sí-'í!'Sp!!rfec:to. ··se vacila aquí enfre 
dóS iñterpretaciOñes: o bien sólo alcanza pknamente la ·perfección -¡a-c iu-
dad tripartita. o bien también la alcam;a la primera clase, ya que po¡¡ee la 
r:azón y -a fod/ori;....... las otras dos virtudes, constituyendo entonces la ver-
dadera élite. formada de hombres y ciudadanos perfectos. En el primer 
caso n.os encontramos ante una teorla puramente ánti-individuallsta;·en el 
segundo. ante una teoría de la élite, fundada. sin embargo. ro~Ztafl$i<;:amente. 
Como quiera que sea, Pla~ón nos ofrece ·una so~iedad. a la vez je¡;¡¡r-
qLti;:;ada y unificada. Y. en d fondo. esta dable exigencia explica toda la 
constntccióu platónica. La obsesión e\¡: Platón y de s1.1s contempo.!'áneos es 
la división que se produce en esa estrecha comunidad constituida por.-las 
Ciudades ; ricos · contra eupiltddas, pobres contra ricos.· Sus eduer;os tiEm~ 
den. en e~enda. a J:ealizat: \lna Ciudad. que forme una unidad política y 
waral. Sus conc:epc:iones son. diríamos nosotros. totalit«rias. A sus ojos. es 
sobre todo e.sc:andalosa esa democ:r_ acia en la que el iudividw;¡Jismo ~ermite 
las étic:¡¡s personales. Por otro lado. está absolutamente convencido (¿ha de 
v~r~e ahí un residuo de sus opiniones aristocráticas?) de que los hombres 
. no están igualmente dotados par la natttralez·a. Para combln<.~r la exigencia 
•de uniformidad y el d&to de la diversidad Platón se v11 c;ond~tcido a con· 
.. · .. ¡-.-~:;;-. . ~~ : - - ' 
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G¡IEClA Y EL MUNDO HELENÍSTICO 43 
< cebir una especie de unidad funcional en la que cada parte, diferenciada 
como órgano, desempeñaría su papel separadamente, pero en interes co-
mún. De este modó la jerarquía deja de basarse en un derecho histórico 
-p(>r consiguiente, discutible- para hacerlo en una especialización justifi-
cada que en realidad la refuerza, pero en la que la subordinaci¡ón proviene 
del reflejo de la jerarquía natural de los valores correspondientes. Además, 
al confiar el Poder él una categoría que, basada solamente en cualidades alta-
mente intelectuales, no podía· aparentemente reducirse a las castas existen-
tes, podía pretender arbitrar, desde lo alto, la controversia de los eupátridas, 
de los comerciantes y del pueblo bajo. La construcción platónica puede pa-
recer una prestigiosa tentativa de fundamentar en la justicia y la razón 
una jerarquía que la historia desmembraba, y de fijar en el cielo de las 
ideas valores que la evolución había descalificado o coriJ:prometido. J uz-
gando desde el exterior, resulta tentador pensar que fue un reaccionario. 
¿Pero qué se diría de una Lacedemonia en la que los Éforos hubieran sido 
filósofos, los. Iguales hubiesen estado dotados de un valor razonado y los 
Periquios hubiesen sido sobrios; donde las clases no .hubieran sido heredi-
tarias y el mérito personal pusiera en duda, para cada generación, el esta~ 
tuto de cada cual? El rigor mismo .de las exigencias morales de Platón hace 
olvidar lo que la obra tuviera quiiá de apología inconsciente. Para la pos-
teridad, es una ejemplar teoría de la élite que permanecerá unida a su 
nombre. 
Educación de los ciudadanos.-Una educación estricta, dispensada por e! Estado, está 
destinada a formar esta élite. Después de una selección --oue Platón no determina con 
precisión- se somete a los jóvenes destinados a guerreros o '¡efes, a un perioc!o de entre-
namiento. de_portivo, de los diecisiete a los veinte años. De los veinte a los treinta se -da 
a lo'.5 futuros filósofos una visión de conjunto de las relacione's que unen las ciencias 
exactas, con objeto de hacerles ,patente el orden ideal que reina en el universo. Entre 
los treinta y los treinta y cinco años, .por último. se les inicia en la teoría de las ideas; 
desde entonces conocerán la esencia del universo, y su conducta podrá fundarse en verda-
deras reaiidades. Volver:i n a desempeñar funciones ooliticas durante quince ~ños, vol-
viendo, a partir de los cincuenta, a sus estüdlos ". Por consiguiente, la politica es una 
especia)ización, ya que no debe confiarse más que a gentes preparadas para ello. Pero 
esta educa.ción no es, en realidad, otra cosa que una educación de la razón. La ciencia 
política es, en muchos aspectos, la ciencia sin· más, la de la verdad y el bien, o sea, la 
razón iluminada en debida forma. El mito de la caverna prueba bastante bien que la 
politica . platónica se encuentra en estrecha dependencia con la teoría de las i¡::leas. Nadie 
hizo más que Platón ;para sacar a la política del simple empilismo oportunista; pero, en 
determinados aspectos. hizo mucho para impedirle descubrir un objeto pro,pio. Y por esto 
Comte y. sobre todo, Ren~n. recogiendo y deformando esta tradición, se sentirán autoriza-
do.s para imaginar esos Consejo.5 de sabios, politéalicos o filóli:>gos, predispuestos por el 
'puro ~jercicio de la ciencia, cualquiera se<1 su objeto, para el ejercicio racional del Poder. 
Naturalmente, estas precauciones se refuerzan mediante dos garantías considerables 
<¡ue deben impedir que el individuo se aisle y que se abran paso las divisiones: t.• Según 
Platón, las mujeres pueden. en la sociedad de .los guardianes, tener idéntico papel en 
las actividades públicas que los ·hombres , recibiendo para ello la misma educación. Se 
suprimen los vinculo~ · matrimoniales y se instituye la comunidad de mujeres, siendo los 
u J,os au::dliar~s reciben In misma. edu.cae:Lm b.nsta loP v.einte n11o.", pero se detienen ahí. 
Su edu-cnción rn.orol admite ln. nulR"Ica, nl nwno~ ln qn~ ~<lnc::t r.l nhna. Excluye la mayor parto 
ae Jrt .¡)()()S fa, n rtc de mnWlcn lmltaciói>. 
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44 HISTORIA. DE LJ\S IDI!J\S POth-IC:.",~ 
magistrados quienes regulan las uniones y fijan el tiem;Po de ¡;)rocreacióri. El Estado 
educa en común a. los nidos; 2. • Los guardianes no tienes derecho de . propiedad individual. 
De este modo la clase dirigente forma una sola familia. Uberado el individuo de toda 
atadura personal, se asocia directamente al Estado. La unificación de la sociedad es total, 
~ste rasgo termina de dar a la República su carácter utópico". 
B) LJI.S. LEYI!s.-Las Leyes, obra de vejez, tiene, aunque sólo en apariencia, inten·-
ciones más realistas. Platón ¡¡o intenta --<al menos así lo afirma- desciibir el Estado ideal, 
sino describir tan sólo el mejor que sé pueda construir en la práctica. Por una parte, 
~u estado de ánimo es netamente más religioso que en la República. Las leyes deben 
tener un ori1jen divino, y Dios es la medida de todas las cosas. Además, su Estado será 
teocrático e Intolerante y, en especial, el atelsmo -será perseguido severamente. Continua-
mente se mezclan con las disposiciones legales prescripciones religiosas imperativas que 
hacen que la religión y el derecho se a,poyen constantemente. Se garantiza así la unidad 
nioral de la Ciudad ( 6¡.~6vota); se intentará corregir a los contraventores y, si esto no 
se ·consigue, se les ejecutará. 
En segundo lugar, después de examinar en el libro 111 la historia de la Oviliza-
ción tras el diluvio, Platón obtiene en conclusión que el gobierno más estable será una 
aristocracia agraria de base bastante amplia. Concibe en consecuencia la idea de · üña 
ciudad de 5.040 habitantes (1 ~X 2 X 3 ·X -4- X 5 X 6 X 7 = 5.0-4-0) racialmente selec-
cionados, en la que todos serian pro,pietarios y ejercerían los mismos derechos polí-
ticos Qo que bastar! a para distinguir las · Leyes de la República). Los propietarios sólo 
podrían aumentar sus bienes en una medida determinada. Se aislaría cuidadosamente la 
ciudad del mar para impedir cualquier vocación comercial. Las actividades económicas 
y el trabajo manual se encontrarían en manos de los esclavos y de los no ciudadanos. 
De esta forma la estabilidad estaría asegurada. 
1 
Una serie de cuerpos de funcionarios controlan la existencia de los ciudadanos. El 
omnipotente Consejo Nocturno" diríi)C la vida moral y material de la Ciudad. El ma-
gistrado prindpal se ocupará de vigi1<1r la educación, que será extremadamente estricta. 
El matrimonio obligatorio, las comidas en común. la minuciosa reglamentación de la vida 
cotidiana, la prohibición de los viajes al extranjero; la denuncia obligatoria

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