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El poder psíquico de las plantas John Whitman - Tania Iglesias

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Introducción 
 
 
La mayoría de los grandes botánicos y fisiólogos de las plantas han 
intuido que los vegetales están dotados de un sexto sentido especial. 
Parece que las plantas son capaces de ver, oír, tocar, gustar y oler 
con una habilidad y una precisión misteriosas. Pero hay mucho más: 
pueden comunicarse con otros seres vivos de un modo que sólo ahora 
empieza a descubrirse y a verificarse mediante los aparatos 
científicos más perfeccionados. 
Los antiguos sabían intuitivamente que podían comunicarse con 
las plantas. En las creencias primitivas, el árbol fue uno de los 
primeros objetos de culto. Los mitos, la magia y el misterio se 
desarrollaron cuando el hombre intentó comprender a ciertas plantas 
que parecían dotadas de un poder fuera de lo corriente. Los egipcios 
mantenían un fuego ardiendo ante la mandrágora, cuyas raíces 
tienen forma de cuerpo humano. Le hacían ofrendas, la adoraban 
como si fuera un dios, y con sus jugos obtenían una poción mágica, 
el “Sa de Vida”. 
Las intuiciones del pasado se van concretando poco a poco en una 
nueva frontera científica llena de alegría y optimismo. La idea de que 
toda vida puede estar delicadamente interrelacionada de un modo 
todavía desconocido y misterioso resulta emocionante y subyugante. 
Quizá no sea más que una intrincada mezcla de filosofía oriental y 
pragmatismo occidental; de todos modos, supone un paso adelante 
en el campo de las ideas. 
Es interesante el que este avance haya sido impulsado por un 
conocimiento de las plantas, esas amigas silenciosas del hombre. 
Las algas que flotan en la superficie del mar proporcionan la mayor 
parte del precioso oxígeno que la tierra y todas sus criaturas 
necesitan para vivir. Y, aunque las parras y los arbustos floridos 
puedan parecer más espléndidos que el verde lozano de la hierba y 
los helechos, todas las plantas tienen su lugar en el reino vegetal, que 
comprende unas 350.000 especies, las cuales satisfacen las 
necesidades tanto físicas como espirituales del hombre. 
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¿Es posible que las plantas tengan sentimientos? Muchos 
científicos lo niegan, pues los vegetales carecen de un sistema 
nervioso animal; pero, entonces, ¿cómo explicar las fascinantes 
observaciones y experimentos que se realizan actualmente en todo el 
mundo? Veamos una muestra de algunas de las investigaciones que 
indican la existencia, en las plantas, de sentimientos, emociones, 
memoria y poder psíquico: 
– Tanya, una estudiante rusa, fue puesta en estado hipnótico, y 
los cambios emocionales que le sugirió el hipnotizador fueron 
registrados por una planta conectada a un polígrafo. 
– Un investigador psíquico hizo ingerir un hongo alucinógeno a 
uno de sus sujetos, el cual obtuvo tan buenos resultados en una 
prueba con los ojos vendados, que desafió todas las leyes de la 
probabilidad. 
– En un dramático experimento, un especialista en detectores de 
mentiras demostró que algunas plantas pueden reaccionar ante la 
muerte de un camarón, lo cual sugiere que los vegetales poseen algo 
parecido a la percepción extrasensorial. 
– Una comunidad escocesa, que habla a los espíritus de las 
plantas, ha conseguido que crezcan algunas especies desconocidas 
en aquel clima. 
– En Rusia se han fotografiado hojas con algunas porciones 
arrancadas, apareciendo, al revelar la película, la imagen de una hoja 
entera, lo que indica que se ha fotografiado un campo de energía. 
– Dos investigadores han conseguido crear una planta de 
zanahorias a partir de una sola célula de dicho vegetal. 
– Un importante experto en hongos se ha enterado del paradero 
de un familiar suyo consultando a un curandero mexicano que 
emplea plantas para la adivinación. 
– En Colorado, una especialista en música ha descubierto que las 
plantas medran con la música de Bach y de Ravi Shankar, mientras 
que con el “acid rock” se retuercen y se alteran, angustiadas. 
– Stella Ponniah, danzando la sagrada Bharata Natyam ante unas 
caléndulas, provocó un aumento del crecimiento de éstas de un 
sesenta por ciento. 
– Un ministro religioso, que dirigía oraciones a unas plantas de 
maíz, descubrió que con su ayuda crecen más deprisa. 
– En unos experimentos efectuados bajo controles rigurosos, un 
curador psíquico húngaro llamado Oskar Estebany tocó unas 
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botellas que contenían agua, y ésta incrementó el desarrollo de unas 
plantas de vivero en una medida superior a la atribuible al azar. 
– Un americano innovador hizo crecer flores en un tipo de planta 
a la que nunca se había visto florecer. ¿Cómo? Hablándole. 
– Una persona con poderes psíquicos curó a una planta 
ordenando a una hoja que no muriera. La hoja se mantuvo viva, 
conservando la porción que ya estaba muerta. 
– Unas plantas de trigo, que crecían en un recipiente cerrado, 
fueron abandonadas a su suerte y dejaron de ser regadas. Sin 
embargo, sobrevivieron al extraer de algún modo la energía necesaria 
de las plantas cercanas. 
– Las fotografías Kirlian han revelado puntos de acupuntura en 
las plantas. 
– Un audiómetro de ondas alfa detectó cambios en el microvoltaje 
de una planta amenazada por la esposa de un investigador. 
Éstas son algunas de las excitantes observaciones y experimentos 
que llevan a cabo hoy día los estudiosos de las plantas. Como todos 
los fenómenos psíquicos, pueden parecer increíbles. Es muy posible 
que algunas de estas observaciones queden sin explicar cuando sean 
investigadas científicamente, pero vale la pena considerarlas a causa 
del desafío que supone su misterio y de la importancia de sus 
implicaciones. 
Con los nuevos conocimientos sobre la sensibilidad y el poder 
psíquico de las plantas, el hombre penetra en una zona crepuscular; 
un área en la que la materia se disuelve en partículas invisibles y 
pulsaciones de energía. En este nuevo horizonte, en el que la física y 
la metafísica se funden, permanecen ocultos muchos misterios de la 
vida. Como se verá en los capítulos siguientes, científicos y legos por 
igual llaman a la puerta detrás de la cual pueden hallarse los secretos 
que encierran la clave de una vida más plena y de una completa 
comprensión de la unidad del hombre con el universo. Como dijo 
Koestler, somos “mirones en las bocallaves de la eternidad”. 
A medida que aumenta su conocimiento, el hombre empieza a 
darse cuenta de que las plantas pueden tener emociones, consciencia 
y alma. Al pasar cerca de un olmo o un roble, uno queda 
impresionado por su individualidad, por una personalidad única que 
los antiguos podían ver en cada árbol, arbusto o flor. 
 
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¿Es posible, todavía, pensar en un mundo en el que sólo haya 
plantas de plástico? 
Trabajar con las plantas es fácil y divertido, y va a ser posible 
verificar las observaciones de muchos investigadores siguiendo 
simplemente los pasos señalados en cada capítulo. Si parece difícil 
de creer que las hojas arrancadas de una planta pueden revivir 
gracias a la oración concentrada, todo lo que se necesita para 
comprobarlo es una mente abierta en el momento de desarrollar el 
experimento tal como viene descrito. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Las percepciones de las plantas 
 
 
 
 
Toda la historia del progreso científico está llena de 
hombres que investigan fenómenos en cuya existencia la 
ciencia oficial no creía. 
 
 MARGARET MEAD 
 
 
 
¿Poseen las plantas percepción extrasensorial? 
 
Cleve Backster, experto en detectores de mentiras, dedicó varios 
años a la investigación extensiva de las aplicaciones del reflejo 
psicogalvánico (RPG), que se refiere a los cambios de la respiración, 
presión sanguínea, pulso ypropiedades eléctricas de la piel. Todos 
estos cambios son medidos por unos aparatos conocidos como 
polígrafos, llamados comúnmente “detectores de mentiras”. 
Cualquier cambio de humor o de estado mental de una persona se 
refleja en unos trazados que efectúa la máquina. 
Backster adquirió celebridad por sus conocimientos en este 
campo, particularmente por su técnica de leer los trazados del 
detector de mentiras. Su método se utiliza actualmente en la 
Polygraph School del ejército de los Estados Unidos. Como antiguo 
miembro del servicio de contraespionaje y de la CIA, fue requerido en 
1964 para testificar ante el Congreso sobre la utilización de los 
detectores de mentiras por parte del gobierno. Backster dirige todavía 
una escuela en la que se enseñan las técnicas de detección de 
mentiras, pero ha organizado también la Backster Research 
Foundation, destinada a realizar estudios que sirvan para hallar el 
indicio de un posible denominador común que vincule entre sí a todos 
los seres vivos. 
En un vulgar edificio de oficinas situado a pocos pasos de las 
rutilantes luces del Times Square, dio comienzo la que quizá sea una 
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de las más insólitas revoluciones de este siglo. Porque desde allí Cleve 
Backster sorprendió a la comunidad científica con sus primeras y 
extrañas observaciones sobre la sensibilidad de las plantas. Estas 
observaciones, junto con otros rigurosos experimentos realizados en 
todo el país, dieron como resultado una potencial revolución 
conceptual que sacudió las creencias arraigadas desde hacía mucho 
tiempo en los científicos de todo el mundo. ¿Era cierto que las plantas 
podían responder a los pensamientos de un hombre mediante 
telepatía? ¿Había demostrado Backster que las plantas poseían un 
poder psíquico? 
La idea de que las plantas tuvieran sentimientos y fueran capaces 
de comunicarse con los hombres parecía poco probable; sin embargo, 
intrigaba a los escépticos que todavía se reían al pensarlo y, al mismo 
tiempo, confortaba a los que creían en la sensibilidad de las plantas. 
¿Qué sucedió en el frío invierno de 1966, que causara tal alboroto? 
¿Había planeado Backster un deliberado ataque contra las viejas 
concepciones y creencias? 
Nada de eso. Simplemente, un día, cansado del trabajo rutinario 
de comprobar líneas ondulantes sobre las largas hojas de papel que 
pasaban por su polígrafo, decidió, por capricho, probar un 
experimento. Cleve Backster se dispuso a ver si era posible medir la 
velocidad con que el agua subía desde las raíces de una planta hasta 
sus hojas. Para hacerlo, conectó una planta al polígrafo. 
Éste pudo haber sido uno de aquellos momentos sublimes y 
aparentemente ridículos en que la naturaleza revela uno de sus 
secretos por accidente, como sucedió con sir Alexander Fleming, 
quien, mientras llevaba a cabo una serie de experimentos sobre los 
estafilococos, se dio cuenta de que una de las plaquetas utilizadas 
había sufrido, por alguna razón, un aumento de tamaño que causó 
la destrucción de las bacterias que había a su alrededor. Y así, por 
azar, Fleming descubrió lo que más tarde iba a convertirse en la 
penicilina. 
¿Con qué se había tropezado Cleve Backster? Con algo tan 
inesperado como el molde de Fleming. Backster suponía que a 
medida que el agua fuera subiendo por la planta y las hojas fueran 
saturándose, detectaría en ellas una disminución de la resistencia 
eléctrica, que vendría representada por una inclinación hacia arriba 
del trazado del polígrafo. Este trazado lo realiza una pluma que se 
desliza hacia adelante y hacia atrás a lo largo de una banda de papel 
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que pasa por la máquina a una velocidad uniforme. El movimiento 
oscilante de la pluma corresponde a los potenciales eléctricos 
registrados por el polígrafo como resultado de los cambios habidos 
en el estado de ánimo del sujeto. En este caso, el “sujeto” sería una 
planta. 
Habitualmente Backster conectaba los electrodos a los dedos del 
sujeto, pero esta vez los colocó a ambos lados de una hoja grande y 
carnosa de Dracaena massangeana que tenía en su oficina. Con la 
ayuda de una goma gruesa, unió firmemente los electrodos a la hoja. 
Tras ajustar su posición, empezó a obtener una lectura de 
resistencias que apareció como un trazado en el papel del polígrafo. 
Durante casi cincuenta y seis minutos, Backster registró la 
respuesta de la planta. Esto no habría tenido importancia si el 
investigador no hubiera visto que el trazado del polígrafo se inclinaba 
hacia abajo desde el comienzo del experimento, lo cual era 
exactamente lo contrario de lo que esperaba. Además, sólo un minuto 
después de haber empezado el original experimento, descubrió algo 
fascinante: el trazado que obtenía en el polígrafo duplicaba 
virtualmente la respuesta observada en los seres humanos al 
“experimentar un leve estímulo agradable”. Lo que Backster se 
disponía a registrar – la velocidad de ascensión del agua en una 
planta – perdió interés comparado con lo que ahora observaba. 
¿Era la planta capaz de sentir emoción? ¿Reaccionaba con 
muestras de satisfacción y placer ante el hecho de recibir agua? ¿Qué 
sucedía exactamente? 
El trazado era tan parecido al obtenido en las respuestas humanas 
que intrigó al curioso científico. Su atención se concentró en la 
exploración de la posibilidad de que existiera una similitud entre 
determinados aspectos del trazado… y segmentos verificados de 
trazado específicamente indicativos de una reacción emocional en los 
seres humanos. 
Este paso puede parecer inusitado, pero era natural en un hombre 
que ha trabajado durante años en el campo de la detección de 
mentiras. El científico sabía que cualquier amenaza al bienestar de 
una persona puede provocar una aguda reacción emocional. El miedo 
y la ansiedad causan una respuesta inmediata en los sujetos 
conectados a un polígrafo. 
Siguiendo este principio, Backster decidió lastimar a la planta 
remojando una de sus hojas en una taza de café caliente. Esperaba 
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que la planta mostraría una reacción inmediata ante la amenaza. 
Pero, cuando hundió una de las hojas en el líquido hirviente, no 
sucedió nada. 
Backster esperó durante nueve minutos que la planta reaccionara 
de algún modo, pero no fue así. El intento inicial de conseguir de ella 
una respuesta parecida a la que habría esperado de un hombre, 
fracasó completamente. Sin embargo, lo que el científico observó en 
aquella singular curva emocional era demasiado intrigante para 
pasarlo por alto. 
Reflexionó un momento antes de decidir amenazar a la hoja 
conectada al polígrafo. La única amenaza seria que se le ocurría era 
la de quemarla. En el momento en que se disponía a coger unas 
cerillas, con la idea de quemar la planta firmemente anclada en su 
mente, vio que el trazado del polígrafo daba un violento salto hacia 
arriba. ¿Acaso la hoja o la planta reaccionaron ante su idea de 
quemarlas? Quizás esta vez su amenaza fue efectiva. 
Lo que el científico presenció parecía aún más increíble que su 
primera observación. No se había movido lo suficiente como para 
afectar al proceso de lectura del polígrafo, ni había tocado a la planta. 
¿Por qué ésta había reaccionado? 
Acto seguido, el investigador llevó a cabo su propósito y quemó la 
hoja conectada a los electrodos. El trazado del polígrafo mostró signos 
de “ansiedad”, pero no el salto sorprendente registrado después de la 
amenaza mental inicial. 
Backster quedó convencido de que, si repetía este experimento 
varias veces y obtenía la misma reacción, podría muy bien haber 
descubierto un tipo de percepción en las plantas al que sólo cabría 
calificar de psíquico. ¿Entraba, finalmente, dentro de las 
posibilidades de un científico el demostrar que las plantas poseen 
una elevada sensibilidad y la capacidad de pensar o de reaccionar 
ante el pensamiento mediante la percepción extrasensorial? Esta 
capacidad, ¿podíaser explicada, o quedaba fuera del dominio de lo 
que la mayoría de los científicos denomina “fuerzas naturales”? 
 
¿Puede existir percepción extrasensorial en las células? 
 
En los meses que siguieron, Backster tuvo ocasión de repetir el 
experimento con otras plantas, en distintos lugares, y utilizando 
instrumentos diversos, probando así, al menos para él, que el 
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resultado era un fenómeno insólito. Al haber podido repetir su 
experimento original con tal consistencia, Backster desarrolló una 
teoría provisional según la cual las plantas poseían una percepción 
misteriosa. Cuando experimentó con hojas y partes de hojas no más 
grandes que la superficie de un electrodo, Backster descubrió que 
aquellas reaccionaban a los estímulos externos de la misma forma 
que lo harían las plantas enteras. Esto sugería que la percepción de 
los vegetales podía darse celularmente. La reacción que el científico 
registró en su oficina aquella mañana de invierno es conocida hoy día 
como “efecto Backster”. 
Después de trabajar con hojas, Backster empezó a experimentar 
con otros tejidos vivos, como los de frutas, hortalizas y materiales 
procedentes del cuerpo humano. Operando con el polígrafo, el 
científico descubrió que todos los tipos de tejido vivo parecían tener 
la misma capacidad de respuesta ante los estímulos externos. Esto 
no hizo más que reforzar su observación inicial; la percepción parecía 
efectuarse en las células. 
 
¿Hay una conexión entre los estados alfa y la percepción primaria? 
 
Mort Gale, que dirige el Psychic Information Exchange, vio también 
la posibilidad de que las plantas respondieran a las amenazas 
mentales mediante cambios en su voltaje detectables por los 
audiómetros de ondas alfa. Éstos son convertidores de información 
acerca de la vida, utilizados para ayudar a las personas a alcanzar 
un estado de consciencia similar al de la meditación. Aprender a 
meditar puede llevar muchos años, pero los audiómetros de ondas 
alfa detectan pautas mentales gracias a los cambios minúsculos que 
se producen en el microvoltaje del cerebro. 
El audiómetro, con tres electrodos conectados a la cabeza de un 
sujeto, convierte las variaciones del microvoltaje en frecuencias de 
sonido audibles. De este modo, una persona que utilice el aparato 
sabe en seguida si está o no en un estado alfa, es decir, en un estado 
similar al de la meditación. Acordándose de las sensaciones 
experimentadas al alcanzar el estado alfa, puede penetrar en este 
“marco mental” con progresiva facilidad. 
Gale puso los electrodos – la parte fundamental de los audiómetros 
de ondas alfa – sobre una gruesa hoja de filodendro en su cuarto de 
estar. Como conocían las investigaciones de Backster, él y Maureen, 
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su esposa, trataron de obtener una respuesta de la planta 
dirigiéndole amenazas mentalmente. 
“Al parecer, mis amenazas no eran muy sinceras – afirma Gale –, 
pues la planta no reaccionó. Pero, cuando mi esposa empezó a 
sentirse frustrada y dijo: “¡Diablos! ¡Voy a prender fuego a esta 
maldita cosa!”, empezamos a oír un cambio definido y perceptible en 
el tono del audiómetro”. 
Gale ignora si la planta reaccionaba ante la amenaza que la mujer 
dirigió mentalmente contra su bienestar y, posiblemente, contra su 
existencia, mediante cambios en su voltaje susceptibles de ser 
recogidos por el audiómetro y convertidos en un sonido audible, pero 
no excluye tal posibilidad. 
Puesto que los estados de meditación, hipnosis y relajamiento han 
sido relacionados con la telepatía, una de las posibles explicaciones 
de la percepción extrasensorial ¿la puede proporcionar el estudio 
intenso del estado alfa? ¿Poseen las plantas sus propios ritmos alfa? 
Mort Gale apoya, a título provisional, la teoría de Backster de que 
las plantas reaccionan ante las amenazas contra su bienestar. Pero 
veamos algunas de las restantes observaciones de Backster. 
 
¿Pueden las plantas “sintonizar” con sus propietarios? 
 
En posteriores investigaciones Backster descubrió que las plantas 
pueden sintonizar con sus propietarios, de tal modo que responden 
inmediatamente cuando determinadas personas entran en la 
habitación en que se hallan. Sucedió en una ocasión que, al tratar de 
mostrar a la fisióloga botánica Pearl Weinberger cómo funcionaban 
sus experimentos, le fue imposible registrar en el polígrafo ninguna 
reacción de sus plantas. 
Esto duró algún tiempo, hasta que una de las plantas dio una débil 
respuesta. Como Backster se hallaba confuso y embarazado por el 
hecho de que la mujer no pudiera ver el trabajo que estaba 
realizando, le preguntó si ella también trabajaba con plantas. Al 
responderle la mujer que, en efecto, gran parte de su trabajo era con 
plantas, y que incluía el tostarlas en un horno al final del experimento 
con el fin de medir su peso, Backster supuso que las suyas habían 
respondido a la mujer marchitándose, fenómeno que había notado 
con otras personas que planteaban serias amenazas a la 
supervivencia de una planta. 
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¿Responden las plantas a los animales caseros, como hacen ante 
las amenazas? Backster dice: “En mi oficina tenía un perro 
doberman. Éste dormía en la habitación de atrás, en la que había un 
cronómetro eléctrico conectado a un potente timbre de alarma 
situado justamente encima de su cama. La actuación del mecanismo 
iba acompañada por un clic apenas audible que precedía a la alarma 
unos cinco segundos. El perro, en cuanto oía el clic, salía de la 
habitación antes de que el timbre, al cual detestaba profundamente, 
empezara a sonar. Aunque yo estaba en otra habitación, con las 
plantas, sabía exactamente cuándo el perro abandonaba su cuarto, 
a pesar de que yo no podía oír el ruido, porque las plantas reconocían 
sus movimientos mostrando una reacción coincidente con el clic y 
reflejando la ansiedad del doberman”. 
En otro experimento, Backster pudo mostrar una respuesta 
igualmente sensible de las plantas hacia los animales. Conectando 
una planta a un polígrafo ante un grupo de Yale, Backster mostró 
cómo la planta reaccionaba ante una araña. A veces, los movimientos 
del insecto eran restringidos por una persona. Cuando se apartó la 
barrera, aparecieron unos trazados en el polígrafo antes de que la 
araña escapara. Backster cree que su planta pudo haber captado el 
“momento de la verdad” de la araña, ese momento especial en que el 
insecto decidió echar a correr para salvarse. 
 
¿Está relacionada la telepatía con el tiempo o la distancia? 
 
Backster sugiere que las plantas pueden responder 
inmediatamente a los pensamientos tanto de los hombres como de 
los animales y que su respuesta no tiene relación alguna con la 
distancia. A veces, en conferencias que dio en diversas partes del 
país, conectaba su planta al polígrafo y dejaba que la máquina 
funcionara durante su ausencia. Sentía curiosidad por ver qué podía 
pasar. Durante sus conferencias anotaba la hora en que se 
proyectaban ante su público diapositivas de su planta. También 
consignó los momentos en que pensó o habló de ella con otras 
personas. Según informa, estos momentos correspondieron a 
cumbres de actividad emocional en los diagramas del polígrafo 
situado en su oficina. ¿Qué era lo que sucedía? ¿Era mera 
coincidencia el que la planta mostrara su mayor nivel de actividad en 
los momentos en que Backster pensaba en ella? ¿O es que estaba 
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realmente sintonizada con el científico, fuera cual fuera la distancia 
que les separaba? 
La prueba de que las plantas podían en verdad ser influidas por el 
pensamiento, habiendo por medio una gran distancia, la ofreció el 
doctor Robert N. Miller. En un intento de demostrar que la oración 
constituye una fuerza real, el científico pidió a Olga Worrall y al que 
más tarde fue su marido, Ambrose, que durante una de sus sesiones 
nocturnas de oración dirigieran sus plegarias y pensamientosa una 
planta de centeno. Estas sesiones tenían lugar a unos mil kilómetros 
del laboratorio de Miller. 
El hecho de escoger una planta de centeno fue debido a que su 
crecimiento era relativamente fácil de controlar mediante aparatos de 
registro. Los Worrall, famosos por sus trabajos como sanadores 
psíquicos, aceptaron rezar por la planta a las nueve de la noche. En 
ese preciso momento, el complicado equipo de Miller registró en la 
planta un crecimiento inusitadamente rápido. A la mañana siguiente, 
el doctor Miller comprobó que el centeno había crecido un 840% más 
de lo normal. Este experimento le convenció de que las plantas 
poseían una misteriosa capacidad para detectar pensamientos 
dirigidos desde cualquier distancia. 
El físico soviético Victor Adamenko está de acuerdo en que las 
plantas pueden sintonizar con formas de comunicación hoy día 
inexplicables, hasta una distancia de, aproximadamente, doscientos 
kilómetros. Asimismo, ha descubierto que las pantallas Faraday y las 
cajas metálicas especiales no impiden que las plantas capten señales 
que caen, en su opinión, fuera del espectro electromagnético 
conocido. 
El imaginativo Paul Sauvin apoya la observación de Backster de 
que las plantas pueden reaccionar ante las emociones y 
pensamientos humanos aunque estén a grandes distancias. Sauvin, 
inventor y técnico en electrónica, afirma que las plantas pueden 
actuar a modo de extensión de la propia personalidad de uno, 
reflejando emociones de la misma manera que un espejo refleja un 
rayo de luz. 
El inventor hizo la experiencia de conectarse él mismo y dos 
filodendros a tres detectores de mentiras distintos. A través de la 
meditación logró establecer una relación con las plantas. Denomina 
a este proceso “acumulación”. El resultado de este contacto con las 
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plantas es que todas las lecturas de los detectores empiezan a 
mostrar exactamente las mismas curvas y ritmos. 
Al descubrir que podía conseguir que las plantas reaccionaran de 
idéntico modo a sus emociones y pensamientos, Sauvin inventó un 
instrumento capaz de traducir trazados similares del polígrafo en un 
impulso que podía poner en funcionamiento un horno eléctrico, una 
tostadora, la puerta de un coche o el encendido de un automóvil. 
En un experimento, envió una intensa emoción a un conjunto de 
plantas situado a cuatro kilómetros de distancia. Cuando éstas 
recibieron su mensaje telepático, reaccionaron activando una señal 
de radio que “hizo funcionar el encendido de un automóvil situado en 
el aparcamiento del laboratorio, poniendo en marcha su motor”. 
Sauvin ha podido repetir este experimento entre el lago Minnewaska, 
al norte del estado de Nueva York, y un laboratorio situado en West 
Paterson, Nueva Jersey. 
Vogel, un investigador de IBM, apoya también las teorías de 
Backster. Al ser extremadamente sensible a las plantas, a menudo 
puede captar una sensación refrescante en las palmas de sus manos 
cuando las extiende sobre determinadas plantas de campos potentes. 
Vogel puede establecer con ellas una relación o vínculo que, según 
él, no se ve afectado por la distancia, y refiere reacciones similares a 
las registradas por Backster, incluso cuando se halla a muchos 
kilómetros de distancia de las plantas que estudia. 
La aparente capacidad de las plantas para leer en la mente y su 
pasmosa facultad de captar pensamientos y emociones ha sido 
verificada por otros investigadores. El doctor Aristide Esser, en 
colaboración con el físico Thomas Etter, llevó a cabo varios 
experimentos con el fin de comprobar si las observaciones de 
Backster eran correctas. En el número de diciembre de 1972 de 
Psychic se cita la siguiente afirmación de Esser: “Obtuvimos algunos 
resultados fantásticos”. El investigador refiere que no pudo 
desarrollar una investigación extensa por falta de fondos, pero sus 
descubrimientos sustentan las observaciones de Backster de que las 
plantas reaccionan antes las emociones. 
El doctor Esser provocó deliberadamente en un sujeto una 
sobrecarga mental para determinar la reacción de su planta al ser 
conectada a un polígrafo. El científico descubrió que los trazados del 
detector de mentiras, especialmente las grandes curvas ascendentes, 
se correspondían con los momentos de ansiedad del sujeto, lo que 
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indicaba que la planta sintonizaba con su dueño. Cuando éste salió 
de la habitación, los trazados volvieron a ser normales. 
Lo que el doctor Esser confirmó fue la capacidad de una planta 
para responder al estado emocional de una persona y, 
probablemente, a sus pensamientos, es decir, la observación original 
de Backster con un ligero cambio de matiz. En cualquier caso, la 
planta mostraba el tipo de percepción calificado normalmente como 
extrasensorial, puesto que, al parecer, no había explicación alguna 
para este fenómeno. 
 
¿Pueden las plantas responder a las emociones? 
 
La tesis de Backster de que las plantas reaccionan ante los 
pensamientos y emociones recibió apoyo por parte de científicos de 
la Unión Soviética, país en el que aquél es considerado como uno de 
los principales investigadores en el campo de los fenómenos psíquicos 
(se dice que los científicos soviéticos se pelean para conseguir una 
foto suya). 
El profesor V. N. Pushkin, al tener noticia de las investigaciones de 
Backster, empezó a desarrollar por su cuenta algunos experimentos 
junto con uno de sus colegas, V. M. Fetisov. Éste trajo al laboratorio 
un geranio. En vez de conectarlo a un polígrafo, utilizaron un 
electroencefalógrafo. Este aparato es usado en la mayoría de los 
hospitales para medir los fenómenos eléctricos del cerebro. 
Si el cerebro no funciona de modo adecuado, el encefalógrafo lo 
capta. También es posible registrar la respuesta galvánica de la piel, 
la misma que recoge el polígrafo. Colocando un electrodo en la palma 
de la mano de una persona y otro en la parte dorsal de la muñeca, el 
aparato puede realizar un registro de la estimulación mental y 
emocional general similar al del polígrafo. Al igual que en éste, la 
respuesta aparece como una línea ondulante sobre una banda móvil 
de papel. 
Pushkin se limitó a sustituir una planta por una persona, tal como 
hizo Backster con el polígrafo. En vez de colocar los electrodos en una 
mano, los colocó en una hoja. El profesor requirió la ayuda de un 
estudiante búlgaro llamado Georgi Angushev. Pushkin quería que 
Angushev colaborara hipnotizando a un determinado número de 
sujetos, basándose en la teoría de que las personas en estado de 
trance o hipnosis tendrían menos dificultad para obtener una 
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respuesta de la planta que las personas en estado normal, ya que les 
sería más fácil concentrarse en la comunicación. 
Después de trabajar con un cierto número de sujetos, Pushkin 
seleccionó a los que parecían ser más influenciables por el 
hipnotizador, y que, por tanto, podían entrar fácilmente en un estado 
de trance. En este estado, sería bastante factible conseguir que 
proyectaran emociones intensas de miedo y felicidad. A un 
hipnotizador competente le sería fácil inducir tales estados en un 
sujeto apto. 
El sujeto escogido para el experimento más extenso fue una 
estudiante llamada Tanya. Fetisov se dio cuenta de que la muchacha 
“tenía un temperamento especialmente vivaz y una gran capacidad 
emocional. Quizá fuera esta emotividad abierta y la capacidad de 
responder en seguida con sentimientos de suficiente energía lo que 
garantizó el éxito de los experimentos”. 
Durante la primera ronda de experiencias se le dijo a Tanya que 
era muy bonita. En el rostro sonriente de la muchacha era visible un 
sentimiento de alegría. En el momento en que parecía irradiar este 
sentimiento de felicidad, la planta conectada a un encefalógrafo 
registró en el papel una línea ondulante. En otra prueba, el 
hipnotizador le sugirió que era azotada por un viento frío. Alresponder la muchacha a esta sugestión, la planta mostró otra 
respuesta. Durante el descanso de quince minutos que siguió, en el 
que la sujeto se limitó a relajarse, la planta no mostró respuesta 
alguna hacia ella. 
Después del corto intervalo, Georgi Angushev sugirió a Tanya – 
además de que el viento frío la azotaba – que por allí cerca había una 
persona peligrosa. Al reaccionar la muchacha intensamente a estas 
sugestiones, la planta empezó a registrar unos trazados irregulares. 
Al cabo de un momento, el hipnotizador tranquilizó a la joven con la 
visión de un ambiente alegre y soleado en el que aparecía un niño 
feliz. Cuando la muchacha pasó de un agitado estado de miedo a otro 
de placer, la planta volvió a responder. 
 A partir de ese momento, a medida que los estados de Tanya 
fueron cambiando bruscamente, la planta continuó reaccionando 
como se esperaba. A modo de control, Pushkin hizo funcionar el 
aparato durante los descansos o intervalos de las sesiones, y se vio 
que entonces la máquina sólo registraba un trazado uniforme. Los 
22 
 
experimentos se repitieron muchas veces para excluir la posibilidad 
de una interferencia casual. 
A continuación, el hipnotizador dijo a Tanya que pensara en un 
número entre uno y diez, pero le prohibió mencionarlo. Luego 
Pushkin contó hasta diez, preguntando cada vez a la muchacha si 
aquél era el número en que pensaba. Tanya dijo siempre que no, pero 
la flor reaccionó cuando ella negó estar pensando en el cinco. En 
efecto, durante el experimento la joven estuvo pensando en ese 
número. Al parecer, la planta reaccionó ante los sentimientos que 
experimentó Tanya al mentir. La interacción emocional entre una 
planta y su dueño ha sido también descrita por Peter Tompkins y 
Christopher Bird en La vida secreta de las plantas. Según ellos, Vogel 
puede comunicarse con una planta de un modo que el polígrafo 
registra. El científico se sitúa frente a una planta con los brazos 
extendidos y trata de relajarse. Luego se concentra para comunicarle 
amistad y amor hasta que siente que aquélla responde. Vogel habla 
de cierto fluido energético que pasa de la planta a la palma de sus 
manos. Cada vez que proyecta amor hacia una planta, la pluma del 
polígrafo se mueve hacia arriba, indicando algún tipo de respuesta 
emocional. 
Pushkin y Vogel han mostrado que las plantas responden 
realmente a las emociones. ¿Podría, esta reacción, tratarse de otra 
que de percepción extrasensorial? Si es algo distinto, ¿qué podría ser? 
 
El experimento clásico de Backster 
 
Como quedaban preguntas por responder que continuaban 
obsesionando a Backster, ideó, en sucesivas investigaciones, un 
asombroso experimento que ha provocado un considerable 
debate en los círculos científicos. Fue tan significativo, que más 
de setecientas personas le escribieron pidiéndole una copia del 
informe después de que éste se publicara. El propósito del 
experimento fue confirmar su corazonada de que las p ¿De dónde 
viene la energía psíquica? lantas daban señales de poseer percepción 
extrasensorial, a la que denominó “percepción primaria”. Al 
observar su reacción ante sus pensamientos y ante los 
movimientos de su perro, Backster supuso que las plantas 
podrían reaccionar también ante cualquier forma de vida. Esto 
23 
 
es lo que se propuso descubrir. Quería averiguar si las plantas 
reaccionarían ante la muerte de otras criaturas vivientes. 
Programó un experimento cuyo papel principal iban a 
desempeñarlo tres filodendros. Conectó cada uno de ellos a diferentes 
polígrafos, asegurando los electrodos en sus firmes hojas, tal como 
hizo en el experimento original. Colocó a cada una de las plantas en 
habitaciones separadas, con “idénticas” condiciones de temperatura 
y luminosidad. En una cuarta habitación, el científico construyó un 
mecanismo para arrojar camarones vivos en un recipiente de agua 
hirviendo. 
Estos crustáceos, que sirven de comida a los peces tropicales, se 
escogieron por ser fáciles de manejar y extremadamente vivaces. En 
otra habitación, Backster dispuso una máquina que, al azar, enviaría 
un impulso que pondría en marcha el mecanismo para arrojar los 
camarones al agua hirviendo, donde morían. A modo de control, de 
vez en cuando el aparato arrojaría agua sin los crustáceos, con el fin 
de determinar si las plantas reaccionaban tan sólo al proceso 
mecánico y no a la muerte de los camarones. 
El experimento debía realizarse sin que en el laboratorio se hallara 
presente ningún investigador. Todo el proceso estaba automatizado, 
de manera que nadie pudiera interferir en los resultados. Antes de 
empezar la prueba, el polígrafo y los demás aparatos se pusieron en 
marcha y se revisaron cuidadosamente. Había un cuarto polígrafo 
que no estaba conectado a ninguna planta. Esta máquina se puso al 
mismo nivel de sensibilidad que las tres que controlaban a los 
filodendros. Backster quería un cuarto trazado “independiente” para 
asegurarse de que los puntos álgidos registrados durante los 
experimentos no estaban causados por perturbaciones 
electromagnéticas y fluctuaciones de energía en el área general del 
laboratorio. 
Una vez las máquinas comenzaron a operar, los experimentadores 
abandonaron el edificio y regresaron más tarde para verificar y leer 
los trazados resultantes. Al analizarlos, descubrieron que las plantas, 
en habitaciones distintas y conectadas a diferentes polígrafos, habían 
respondido ante la muerte de los camarones mostrando curvas de 
aguda tensión similares a las exhibidas por seres humanos sometidos 
a una intensa presión, ya fuera mental o psíquica. 
La respuesta de las plantas ante la muerte de los pequeños 
crustáceos se daba con demasiada frecuencia para ser atribuida al 
24 
 
azar. Además, no dieron respuesta alguna cuando el agua que se 
arrojaba no contenía camarones. 
Basándose en este experimento, Backster sugirió que los 
camarones al morir, podían comunicar “señales de muerte” a las 
plantas de las otras habitaciones. ¿Qué misteriosa comunicación se 
establecía? Backster supone que debe tratarse de alguna forma de 
percepción extrasensorial. 
El científico ha hecho otras observaciones acerca de la 
comunicación existente entre las formas vivientes y las plantas. Una 
noche, mientras trabajaba con una planta conectada a un polígrafo, 
se levantó para preparar la comida a su perro. Acostumbraba añadir 
una yema de huevo a la comida para que el animal tuviera el pelo 
lustroso. Mientras rompía el huevo, vio en los trazados del polígrafo 
que la planta, situada a unos diez metros de distancia, estaba 
mostrando una violenta reacción. Esta reacción parecía indicar que 
la planta sufría un gran trastorno. Pero ¿por qué una planta habría 
de trastornarse porque se rompiera un huevo? 
Backster pensó que debía tratarse de una coincidencia, hasta que a 
la noche siguiente volvió a hacer lo mismo. Con la rotura del huevo, 
la planta parecía enloquecer. ¿Estaba reaccionando ante la muerte 
de una célula tal como lo hizo ante la muerte de los camarones? 
Era tan sólo una entre una serie de extrañas observaciones, y 
Backster no estaba completamente seguro de qué sucedía. Así que 
conectó los electrodos de su polígrafo directamente en el huevo y 
realizó trazados durante nueve horas para ver si podía detectar algo. 
Para su sorpresa descubrió que el polígrafo registraba unos latidos 
del huevo en forma de alteraciones en el trazado. El ritmo de los 
latidos era de 160 a 170 pulsaciones por minuto, lo cual, según pudo 
saber Backster, correspondía aproximadamente al de un embrión de 
pollo que hubiera estado incubado durante tres o cuatro días. ¿Era 
la planta tan sensible como para sintonizar con la vida a cualquier 
nivel de su existencia? ¿Percibía el peligro que corría el huevo y 
reaccionaba emocionalmente tal como lo haría ante las amenazas a 
su propia supervivencia? 
Backstersólo podía hacer suposiciones. Formuló la teoría de que 
todas las células vivas pueden comunicarse mediante un sistema 
misterioso y todavía desconocido, sacando provisionalmente la 
conclusión de que, cada vez que una célula es destruida abrupta e 
inesperadamente, comunica “su alarma” a los seres y células vivas. 
25 
 
Incluso la muerte de una célula en un dedo con un corte tratado con 
yodo puede provocar una reacción en otras células vivas, como 
observó que sucedía en las plantas. 
La forma en que la vida es capaz de comunicarse celularmente 
constituye un misterio fascinante, que deja perplejo a Backster. El 
científico ha declarado que el modo de comunicación que ha 
observado en su laboratorio, ciertamente no forma parte de las 
frecuencias conocidas, puesto que ha intentado aislar a las plantas 
con todo tipo de protecciones, desde pantallas Faraday hasta cajas 
revestidas de plomo, y las plantas continúan reaccionando ante la 
vida que les rodea. No sólo la “onda” atraviesa cualquier barrera, sino 
que también parece tener una naturaleza no sujeta al paso del 
tiempo, como quedó demostrado cuando Backster proyectó 
diapositivas durante una conferencia y, simultáneamente, se registró 
una reacción de las plantas en su laboratorio. 
Backster no trata de explicar las cosas que ha observado; se limita 
a hacer observaciones y dejar que científicos de campos diversos 
intenten hallar las explicaciones. El doctor Essner ha propuesto una 
posible explicación de la percepción primaria. Sugiere que el premio 
Nobel Albert Szent-Györgyi puede estar en lo cierto al teorizar que los 
cambios en los estados emocionales podrían, posiblemente, generar 
una forma aún desconocida de energía subatómica. Esto, a su vez, 
podría afectar a los sistemas enzimáticos de las plantas, las cuales lo 
indicarían en forma de variaciones en el potencial eléctrico de las 
hojas. 
Un especialista en rayos laser, el doctor Harold Puthoff, de la 
Universidad de Stanford, ha sugerido que las observaciones hechas 
por Backster, conocidas actualmente como “efecto Backster”, pueden 
estar relacionadas con unas “partículas” subatómicas que reciben el 
nombre de “taquiones”. Se cree que estas partículas – que pueden o 
no existir – se mueven a velocidades superiores a las de la luz. Si bien 
el doctor Puthoff propone la posible existencia de estas partículas y 
su conexión con la observación de Backster, admite, no obstante, que 
se trata de una mera especulación. 
Mientras otros científicos tratan de explicar lo que él ha observado, 
Backster continúa trabajando con su concepto original de la 
percepción primaria. En abril de 1972 comenzó unas investigaciones 
con un electroencefalógrafo (EEF), el mismo aparato que utilizó 
Pushkin en sus pruebas. El investigador ha comunicado que esta 
26 
 
máquina parece más segura que el polígrafo. Aunque sus primeras 
observaciones las hizo con filodendros, ahora se ha inclinado por la 
utilización de plantas menos complejas, concentrándose en las 
bacterias y células simples. 
En vez de emplear lo que denomina estímulos negativos (la muerte 
de crustáceos o células), Backster utiliza actualmente un sistema de 
gratificaciones alimenticias. He aquí la descripción de un 
experimento de este tipo: “En un momento elegido al azar, se inyecta 
automáticamente alimento en un cultivo de bacterias mientras se 
registran las lecturas de un EEF conectado a un segundo incubador 
que se halla en un lugar apartado del mismo laboratorio”. Backster 
espera registrar una comunicación entre los dos cultivos, la cual sólo 
podría entenderse como una prueba más de la “percepción primaria”. 
 
¿Poseen memoria las plantas? 
 
La idea de que las plantas tienen memoria hace poner los pelos de 
punta a muchos científicos. Los informes provenientes del Japón, 
según los cuales una planta es capaz de contar, pueden parecer 
cómicos 1 , pero el experimento de Backster con sus estudiantes 
sugiere la posibilidad de que las plantas retengan información 
durante un corto período de tiempo y reaccionen de un modo 
“inteligente” ante esta información. 
Su experimento era muy simple. Pidió a seis estudiantes que le 
ayudaran a demostrar la capacidad de las plantas para recordar 
sucesos pasados. Uno de ellos fue escogido al azar para matar una 
planta en presencia de otra en una habitación en la que no había 
nadie más. Ni Backster ni los otros cinco estudiantes sabían quién 
era el encargado de hacerlo. El estudiante elegido se introdujo a 
hurtadillas en la habitación que contenía las dos plantas y destruyó 
una de ellas. Luego Backster pidió a los estudiantes que entraran en 
la habitación de uno en uno. 
Entre tanto había conectado la planta superviviente a un polígrafo 
para ver si reaccionaba ante el asesino. Cada uno de los estudiantes 
inocentes entró en la habitación, y aquélla no mostró respuesta 
 
1 Ken Hashimoto, un experto en polígrafos, afirma que su cacto puede contar y sumar hasta 
veinte. Interpreta esta capacidad a través de los puntos cumbres en los gráficos del polígrafo e 
instrumentos similares. 
27 
 
alguna hacia ellos. Pero, cuando el culpable entró, la planta pareció 
enloquecer, según mostró el frenético trazado del polígrafo. 
Backster pudo descubrir al estudiante culpable, el que mutiló la 
planta, observando la reacción de otra planta que presenció el 
crimen. ¿Increíble? 
¿Se trataba de memoria? ¿Era telepatía? Es posible, por supuesto, 
que la planta respondiera ante los sentimientos del estudiante 
culpable, pero éste dijo que no había sentido ninguna angustia ni 
culpabilidad por el hecho de haber destruido una planta. Es 
imposible saber si aquélla realmente “recordó” al destructor o si 
reaccionó a sus emociones, pero, por fortuna, hay otros experimentos 
que indican la presencia de memoria en los vegetales. 
Por ejemplo, ¿cómo se explica la pauta aparentemente misteriosa 
que estableció Backster a lo largo de un período de muchos meses, 
con sus experimentos de los camarones? ¿Cómo es que las plantas 
cesaron de dar cualquier respuesta después de un cierto número de 
muertes? ¿No es posible que hubieran almacenado suficiente 
información para saber que podían ignorar las señales de muerte, al 
igual que uno ignora el silbido de un tren que pasa cada mañana a 
la misma hora? ¿No sugiere esta experiencia que también las plantas 
pueden ser selectivas en sus respuestas? Si pueden elegir entre 
reaccionar o no reaccionar ante los estímulos externos, es que poseen 
una forma primitiva de inteligencia, la cual es necesaria para la 
memoria. 
Si se define a la memoria como la capacidad de almacenar 
información del ambiente, entonces A. D. Semenenko puede 
respaldar las observaciones de Backster con algunas pruebas 
sorprendentes. En sus experimentos realizados en la Unión Soviética, 
expuso unas cuantas plantas, cultivadas y silvestres, a unos 
estímulos consistentes en destellos de luz. Semenenko afirma: “Los 
resultados obtenidos dan motivos para sugerir que las plantas, no 
sólo absorben y retienen selectivamente información útil, sino que, 
como cualquier sistema viviente, buscan también de modo activo la 
información que necesitan bajo condiciones externas 
constantemente cambiantes. La planta asimila y retiene información 
selectivamente con posterioridad al efecto, incluso bajo condiciones 
experimentales”. Lo que percibió Semenenko fue la facultad de la 
planta de duplicar ritmos sugeridos por los efectos de luz. 
28 
 
Frank A. Brown, junior, también vio que las plantas tienen 
capacidad de “recordar” cuando se les ha dirigido un rayo de luz. He 
aquí cómo describe parte del trabajo llevado a cabo con plantas que 
mostraban signos de poseer un sistema memorístico elemental: 
“Todas las pruebas de que disponemos parecen indicar que en los 
seres vivos se da un fenómeno rítmicoque se parece superficialmente 
a un sistema de grabación y que desarrolla aproximadamente un 
circuito completo por día. Este sistema parece capaz de recibir la 
impresión de cualquier tipo de pauta de comportamiento, a partir de 
lo cual va repitiendo esta pauta hasta que se extingue o se sustituye 
por otra nueva. Este parecido con un sistema de grabación fue 
claramente expuesto por el profesor Bünning en relación con un 
cultivo de habas. Si tenemos un cultivo de habas que, en una luz 
débil constante, muestra siempre un ritmo se sueño, inclinando sus 
hojas por la noche, y le damos entonces un breve estímulo de luz más 
brillante durante la fase nocturna, vemos que no sólo la luz causa 
una momentánea y breve elevación de la hoja, sino que la planta 
continúa manifestando este efecto todos los días en el mismo 
momento, aun permaneciendo en una oscuridad constante”. 
Este concepto de “entrenar” a una planta a reaccionar ante los 
destellos de luz fue uno de los puntos centrales de uno de los 
experimentos de Backster. Éste intentó crear con las plantas una 
situación similar a la de Pavlov con sus perros. El experimento de 
Pavlov combinaba el sonido de una campana con la hora de comer 
de un perro. Cada vez que aquélla sonaba, se daba de comer al 
animal. Al final los perros empezaron a salivar tan pronto oían tocar 
la campana, tanto si tenían comida como si no. 
Backster intentó aplicar el mismo sistema a las plantas. Preparó 
una serie de carritos electrificados que iban a una habitación en la 
que había unas plantas conectadas a unos polígrafos. En el carrito 
había seis recipientes que contenían desde insectos hasta semillas. 
Cuando un recipiente determinado pasaba por delante de una planta, 
Backster la inundaba de luz a modo de gratificación. Lo que esperaba 
ver el científico era la respuesta de una planta ante un recipiente con 
anticipación a la “recompensa” lumínica. La respuesta emocional de 
la planta podía detectarse en una curva ascendente del polígrafo. Si 
la planta mostraba una respuesta sin haber recibido la ducha de luz, 
Backster habría demostrado que las plantas poseen memoria, igual 
que los perros de Pavlov. 
29 
 
Semenenko ha publicado sus descubrimientos sobre la respuesta 
de las plantas a los destellos luminosos, pero el trabajo de Backster 
sobre el “adiestramiento” de plantas permanece todavía inédito. 
Pushkin, el científico soviético que confirmó tantos de los 
descubrimientos de Backster, ha sacado la conclusión, a partir de 
sus investigaciones, de que entre las plantas y los sujetos puestos en 
trance por un hipnotizador se produce algún tipo de comunicación. 
Puesto que los animales están mucho más desarrollados que las 
plantas, con un sistema nervioso considerablemente más 
complicado, Pushkin, al igual que Backster, indica que las plantas 
parecen reaccionar celularmente ante su medio. Continúa esta línea 
de pensamiento diciendo: “Por tanto, parece que la psique del 
hombre, nuestra percepción, pensamiento y memoria, por muy 
complejas que sean, son sólo una especialización de esta base que 
maneja información y que tiene un lugar en la célula vegetal”. 
Esta declaración implica que posiblemente las células sean 
capaces de “percibir” lo que les rodea, de reaccionar ante ello, e 
incluso de recordarlo mediante un código. Aunque se trata 
estrictamente de una hipótesis, Pushkin parece estar sugiriendo que 
las plantas poseen realmente memoria, y que con el tiempo el hombre 
podrá obtener información de las células vegetales tal como ellas lo 
hacen con las del cerebro humano. 
El físico soviético doctor Victor Adamenko está de acuerdo con esta 
opinión. En sus experimentos daba un choque eléctrico a las plantas 
cada vez que se hallaban situadas cerca de un mineral determinado. 
Quería averiguar si cada vez que las plantas eran situadas cerca de 
este mismo mineral daban una respuesta que creara una curva 
similar a la que vio en el gráfico la primera vez que sufrieron el 
choque. Al resumir sus trabajos, dice: “En varias ocasiones, el 
filodendro reaccionó al estar cerca del mineral (objetivo), aunque 
entonces no hubo choque eléctrico; quizá toda célula posee una 
forma de percepción primaria”. ¡Imagínese haciendo prospecciones 
con una planta que registrara miedo cada vez que usted se acercara 
demasiado a tal o cual mineral! 
Adamenko, Pushkin, Semenenko y Backster hacen la misma 
sugerencia. La comunicación y la memoria pueden no depender 
necesariamente de un sistema nervioso central desarrollado, tal como 
se ha creído durante siglos. Las plantas, obviamente, no poseen un 
sistema nervioso animal. Por esta razón, la mayoría de los científicos 
30 
 
dan por supuesto que no pueden tener un poder “mental” o 
“psíquico”. Como es lógico, Backster intenta ahora demostrar que las 
células poseen percepción extrasensorial, y, en cuanto a una posible 
prueba de la existencia de memoria en las células, ¿quién habría 
pensado que tal prueba provendría de las bacterias? 
Las bacterias son las formas vegetales más rudimentarias, y 
consisten, por lo general, en una sola célula. Aunque a menudo se 
unen formando un racimo, parece que no hay una interacción entre 
las células individuales tal como sucede en formas vegetales más 
desarrolladas. Es curiosa la gran cantidad de formas que toman estos 
organismos microscópicos: desde esferas hasta espirales que parecen 
estar a punto de pegar un salto en cualquier momento. 
Las plantas microscópicas a menudo se mueven mediante unas 
colas parecidas a látigos llamadas flagelos. Las bacterias pueden 
tener una sola “cola” o muchas, según su variedad, y estas “colas” a 
menudo son difíciles de ver incluso a través de un microscopio, pues 
son extremadamente delgadas. 
Aunque no constituyen la forma vegetal más pequeña (puesto que 
la clasificación de los virus como animales o plantas está sin 
determinar), las bacterias muestran las características de las células 
de las formas vegetales superiores: tienen una pared celular, un 
núcleo y, lo más importante, protoplasma. 
Las bacterias son resistentes y pueden sobrevivir en medios 
hostiles produciendo esporas de modo parecido a los virus. Un virus 
puede permanecer inactivo durante cientos de años, “esperando” la 
ocasión de invadir a un huésped vivo y regresar a “la vida”. Las 
bacterias también muestran un fuerte parecido con los primitivos 
animales unicelulares, y a veces es muy difícil distinguirlos. Además 
de producir esporas para sobrevivir, la bacteria se suele reproducir 
simplemente partiéndose en dos. Aunque tengan mala fama por ser 
causa de un gran número de enfermedades, desde el resfriado común 
hasta la fiebre amarilla, son esenciales para la subsistencia del 
hombre. Por su acción en las raíces de las plantas mayores 
enriquecen la tierra, que, sin ellas, estaría “muerta” y sería inútil. 
¿Qué tienen que ver las bacterias con las pruebas sobre la 
posibilidad de que la memoria o el poder psíquico existan en las 
plantas? 
Dos investigadores, Robert Macnab y Daniel E. Koshland dirían: 
“¡Mucho!” En 1977, después de efectuar una extensa serie de 
31 
 
experimentos con bacterias, se dieron cuenta de muchas cosas 
interesantes. Mientras se dedicaban a estudiar, en la Universidad de 
California, la respuesta del S. typhimurium a los estímulos exteriores, 
descubrieron que, si introducían una sustancia dañina en el 
ambiente de la bacteria, ésta trataba desesperadamente de huir de 
ella mediante un movimiento como de látigo de sus “colas”. Por otro 
lado, si se ponía algo útil o atractivo cerca de ella – glucosa (azúcar), 
por ejemplo – la bacteria se dirigía hacia la sustancia. ¿Cómo sabía 
en qué dirección tenía que ir? ¿Cómo percibía la presencia de 
sustancias hostiles o benéficas? Los investigadores lo ignoraban, 
pero no fue esto lo que realmente les intrigó de estos seres. 
¡Hallaron pruebas de quelas bacterias tenían memoria! Era 
primitiva, pero real. Mostraron que en ellas se daba una forma 
primitiva de memoria, cambiando rápidamente el medio de las 
plantas. Para hacer esto tuvieron que emplear un mezclador especial 
de alta velocidad. Las bacterias eran trasladadas a otros lugares con 
tanta rapidez que no tendrían que haberse percatado del cambio de 
ambiente. Pero lo hicieron. Cuando eran pasadas a un medio 
relativamente pobre no eran capaces de controlar sus movimientos y 
parecían hallarse completamente desorganizadas, como si todavía 
estuvieran reaccionando a su antiguo medio, como si realmente se 
acordaran de donde habían estado. Al cabo de un rato, al 
desvanecerse su “memoria”, ya podían ajustarse a su nuevo hogar. 
Más tarde, cuando las bacterias fueron trasladas con el mezclador 
ultrarrápido a un medio excepcionalmente favorable, evolucionaron 
con movimientos suaves, lo que no estaba en absoluto de acuerdo 
con su manera normal de actuación. Pero, como hicieran antes, 
pronto “olvidaron” su ambiente anterior y empezaron a moverse 
según su caprichoso y algo agitado modo habitual. 
Siendo las bacterias células únicas, ¿es realmente tan difícil creer 
que otras células de las plantas y animales podrían tener una forma 
primitiva de memoria? ¿Está Backster tan equivocado cuando 
sugiere la posibilidad de una consciencia y una percepción primaria 
primitivas? 
A continuación vienen algunas de las interesantes observaciones 
de Backster, que pueden conducir algún día a la realización de 
experimentos sorprendentes en el campo de la sensibilidad de las 
plantas. Algunas de estas ideas se examinan con mayor amplitud en 
los capítulos siguientes. 
32 
 
Backster ha observado que las plantas sintonizan con sus dueños 
hasta el punto de que sus trazados en el polígrafo corresponden latido 
por latido a las pulsaciones del corazón de sus propietarios. 
Las plantas parecen ser muy selectivas en su facultad de 
sintonizar con el medio que las rodea. Así como hay muchas personas 
que sólo ven lo que quieren ver, Backster sugiere que las plantas sólo 
sintonizan con aquellas personas u objetos con los que “quieren” 
sintonizar. En resumen, las plantas pueden pasar por alto 
“voluntariamente” muchos estímulos ambientales. 
Las ideas positivas y la disposición de ánimo hacia una planta 
pueden registrarse en los trazados del polígrafo del mismo modo que 
las amenazas a su supervivencia. ¿Explicaría esto la habilidad de 
algunas personas para la jardinería? 
¿Cómo han afectado las observaciones de Backster a su 
concepción de la vida y a su actitud ante las plantas? 
Antes de su trabajo con el filodendro en su oficina, reconoce que 
era un agnóstico “que no se tomaba la molestia de ser un ateo”. Pero 
las cosas han cambiado. Gracias a su comprensión de la íntima 
relación existente entre todos los seres vivos Backster cree que la 
ciencia puede ahora abrir caminos que lleven a la comprensión del 
pleno sentido y poder de la meditación y la oración. Sugiere que su 
investigación puede incluso proporcionar algunas claves para 
apreciar adecuadamente el concepto de la propia alma. 
 
¿Pueden las plantas comunicarse entre sí? 
 
Si las abejas indican la existencia de un campo de flores o de un 
depósito de miel escondido mediante una intrincada danza; si existen 
unos insectos africanos que se arraciman imitando la forma de las 
flores salvajes como medio de autoprotección frente a los 
depredadores; si los salmones reconocen la composición química del 
agua en que nacieron, ¿quién se atrevería a decir que las plantas no 
tienen su propio sistema para comunicarse entre ellas? 
¿Ya ha sido descubierto? Algunos científicos dirían que las plantas 
se comunican mediante su forma, color y fragancia. Atraen a las 
mariposas y a las abejas para la polinización, que es esencial para su 
supervivencia, pero ¿es esto comunicación? La mayoría estaría de 
acuerdo en que no es un tipo de comunicación que pudiera 
considerarse ajeno al concepto ordinario de ley natural. Aquí no se 
33 
 
trata, ciertamente, de contacto extrasensorial o psíquico con 
animales o plantas. 
Lo extraordinario es que las plantas parecen comunicarse 
mediante sistemas no relacionados con su forma, color u olor. Del 
mismo modo que pueden reaccionar ante el hombre y los animales 
gracias a un misterioso sexto sentido, también pueden influirse o 
transferirse emociones e información mutuamente. 
Los botánicos de un centro de investigación de la Unión Soviética 
han apuntado la posibilidad de que las plantas sean capaces de 
transferir energía vivificante. En un experimento colocaron una 
planta de trigo en un recipiente de cristal. Nadie la regó, aunque 
había otras que crecían fuera del recipiente, no lejos de la que estaba 
cautiva. A pesar de que transcurrieron varias semanas, la planta 
encerrada continuó creciendo vigorosamente. A los científicos 
soviéticos, desconcertados por tan singular comportamiento, sólo se 
les ocurre la explicación de que, misteriosamente, las plantas 
situadas fuera del recipiente habrían transferido agua o energía a la 
prisionera cercana. 
¿Fantástico? ¿Imposible? ¿Existen unas ondas desconocidas 
capaces de transferir energía de las plantas irrigadas a otra aislada 
en su agonía? 
Ciertamente, algo insólito está ocurriendo. La misma increíble 
comunicación entre plantas se dio en Inglaterra, durante unos 
experimentos, dirigidos por el doctor A. R. Bailey, en 1972. “Se 
mantuvo sin agua a dos plantas en un invernadero con luz artificial 
en el que la temperatura, la humedad y la luz estaban 
cuidadosamente controladas”. Bailey y su colaborador midieron los 
voltajes generados entre dos partes de ambas plantas. Cuando, desde 
el exterior y mediante unos tubos de plástico, se regó a una de ellas, 
la otra reaccionó. Bailey dijo a la Sociedad Británica de 
Radiestesistas: “Entre ellas no había ninguna conexión eléctrica, 
ningún tipo de conexión física, pero, de un modo u otro, una planta 
captó lo que sucedía a la otra”. 
Nadie ha sabido dar una explicación adecuada a este extraño e 
intrigante fenómeno, cuya realización fue probablemente sugerida 
por las observaciones del doctor Alexander Gurvich, quien declaró 
llanamente: “Todas las células vivientes producen una radiación 
invisible”. El científico manifestó haber descubierto unos rayos – a 
los que denominó “radiación mitogenética” – provenientes de ciertas 
34 
 
plantas. Gurvich urdió un atractivo experimento: el de la cebolla 
cañón. La radiación que provenía del extremo de una raíz de cebolla 
bombardeada, supuestamente, a otra raíz de cebolla, provocando un 
incremento del veinticinco por ciento en el crecimiento de las células. 
Esta extraña radiación también intensificó el desarrollo de levadura 
y bacterias. La reacción energética fue detenida por el vidrio, pero 
atravesó el cuarzo. 
Gurvich descubrió que las personas también irradiaban rayos 
mitogenéticos, y se dio cuenta de que la enfermedad los alteraba. 
Bastaba que una persona enferma sostuviera entre sus manos un 
cultivo de levadura durante unos minutos para que las vigorosas 
células murieran. Estos experimentos con levadura también fueron 
llevados a cabo por el doctor Rahn en la Universidad de Cornell. 
El doctor Rahn descubrió que si alguno de sus colaboradores 
estaba enfermo, podía causar la muerte de algunas de las células de 
levadura con las que trabajaba. Con sólo exponer el hongo a la punta 
de los dedos de una persona enferma, podía esperarse que la 
levadura muriera. Al investigar este insólito fenómeno, el científico 
descubrió que los dedos de las personas enfermas excretan un 
compuesto que resulta mortal para las plantas primitivas, pero 
¿cómo podía este compuesto destruir levadura a distancia? Después 
de profundizar más en la investigación, el doctor Rahn informó que 
la radiación era emitida desdelas heridas y los tumores cancerosos. 
¿Podía esta radiación ser una forma de comunicación? ¿Acaso todos 
los rayos transportan mensajes cifrados? 
La idea de la comunicación entre las plantas recibió otro 
espaldarazo por parte de J. I. Rodale, pionero de la jardinería 
orgánica y fundador de la revista Prevention. Cuando visitó, unos 
años antes, los laboratorios Delawarr en Inglaterra, le hablaron de 
unos experimentos “increíbles”. Por ejemplo, le contaron cómo la 
muerte de la madre de una planta afectaba al desarrollo de ésta. Al 
parecer, la muerte de la “madre” puede causar una especie de trauma 
en la planta hija. Mientras la madre está viva y goza de buena salud 
hay muchas probabilidades de que sus hijos también lo estén. 
Rodale no podía creerlo, por lo que intentó algunos experimentos 
en su granja de Pennsylvania. Según explica, tomó unos vástagos de 
dos coleos adultos. Destruyó una planta madre y todo el suelo en el 
que había crecido, quemándolo. Luego rompió el tiesto en pedazos y 
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enterró los restos a varios kilómetros del lugar donde realizaba el 
experimento. ¿Qué sucedió? 
Según Rodale, los retoños “huérfanos” no crecieron bien, 
comparados con los de la planta superviviente. El hecho de si las 
plantas estaban o no respondiendo a los pensamientos del científico 
o a la muerte de su “madre” es una cuestión sin resolver. El retoño 
tomado de una planta cualquiera, ¿forma todavía parte, de un modo 
u otro, de la “forma energética” de sus padres? ¿Cuánto tiempo se 
necesita para que una planta joven “establezca su propia identidad 
individual y deje de estar influida por sus padres”? 
De algún modo, las plantas parecen estar comunicándose unas 
con otras. Esta misteriosa y notable facultad es casi idéntica a la 
observada por Backster en su experimento de los camarones. Al 
examinar el conjunto de observaciones y experimentos realizados por 
investigadores independientes, la conclusión más lógica a extraer es 
que las plantas no sólo son extremadamente sensitivas, sino que 
también poseen dotes psíquicas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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2 
 
Las reacciones emocionales de las 
plantas 
 
 
 
¿Tienen las plantas emociones? 
 
La idea de que las plantas poseen sentimientos y emociones se 
remonta a cientos de años atrás. Pueden hallarse señales de esta 
creencia en los escritos hindúes. En época más reciente, Darwin se 
dio cuenta del asombroso parecido entre la radical – el extremo de la 
raíz – de una planta y el cerebro de los animales rudimentarios. 
Parece que la radical siente o percibe lo que le rodea con el fin de 
tomar las decisiones necesarias para la supervivencia de la planta. 
La punta guía a la planta en su flujo y movimiento direccionales. 
Si bien Darwin nunca insinuó que las plantas poseyeran un 
sistema nervioso animal, sí se dio cuenta, en cambio, al igual que 
muchos científicos modernos, de que existe una llamativa similitud 
entre los procesos vitales de las plantas y de los animales. La 
estructura celular es distinta en ambos, pero ¿qué diferencia hay en 
el protoplasma – la base de la vida – en los dos reinos? 
Su capacidad de responder al ambiente y de mostrar reacciones 
muy parecidas a las de los animales, hace que nos preguntemos si 
las plantas son conscientes, si sienten dolor y si tienen emociones. 
Esto era exactamente lo que sir Jagadis C. Bose2 se preguntaba 
cuando emprendió un estudio sobre las plantas que ocupó toda su 
vida. Fascinado por las similitudes existentes entre todas las formas 
de vida, dio comienzo a una investigación altamente tecnificada y 
científica destinada a demostrar que las plantas tenían sentimientos. 
La intuición fue reemplazada por la experimentación y el desarrollo 
 
2 Físico hindú que recibió en 1917 el título de caballero del Imperio Británico por sus investigaciones con las plantas 
y por los instrumentos que desarrolló en este trabajo. Es el fundador del Bose Institute de Calcuta. 
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de complicados aparatos de control que sirvieran para registrar las 
reacciones de las plantas. 
Nadie estaba más calificado para este trabajo que Bose, que era un 
genio de la técnica y un físico de renombre. ¿Fueron los inventos de 
Marconi los primeros de su tipo? En absoluto. Bose inventó el 
cohesor inalámbrico varios años antes, aunque nunca intentó sacar 
un provecho material de sus inventos, a los que consideraba 
propiedad de todos los hombres. 
Aunque su carrera de físico era brillante, fue su trabajo con las 
plantas lo que le proporcionó una fama duradera. Mantuvo hacia 
ellas la misma actitud científica que adoptaba en su trabajo con 
sustancias inorgánicas. Inventó algunos aparatos mecánicos para 
medir y registrar las reacciones de las plantas a los estímulos 
externos. De todos sus inventos, el “crescograph” – aparato capaz de 
ampliar los procesos vitales de las plantas diez millones de veces – 
fue el que obtuvo más celebridad. 
Paramahansa Yogananda describe un encuentro con Bose, 
durante el cual miró a través de este instrumento, que podía hacer 
que un lento caracol “pareciera estar viajando como un tren expreso”. 
Mirando a la pantalla del “crescograph”, Yogananda pudo ver un 
helecho muy ampliado. Cada uno de sus minúsculos movimientos, 
invisibles de ordinario para el ojo, se volvió de repente tan real como 
un ballet lleno de gracia. Yogananda lo vio materialmente crecer. El 
movimiento era lento, pero fascinante. 
Cuando Bose dio un golpecito a la planta, pareció, por un 
momento, que todo movimiento se detenía, hasta que el científico 
apartó la barra metálica que había colocado en su extremo. 
Luego Bose le administró cloroformo, y cesó de crecer. Tan pronto 
fue revivida por un antídoto, volvió a moverse. Yogananda encontró 
su movimiento tan atractivo como el argumento de una película. 
Mientras continuaba observando, vio que Bose se disponía a herir al 
helecho con un agudo punzón. Al ser penetrada por el puntiagudo 
instrumento, la planta pareció retorcerse de dolor y se agitó 
espasmódicamente. 
Por último, el científico cortó el tallo de la planta con una navaja, 
y Yogananda vio en la pantalla una violenta agitación que pronto 
terminó, quedando la sombra inmóvil: la planta había muerto. 
En este punto, Bose contó a su visitante cómo una vez había 
cloroformizado a un árbol enorme para poder trasplantarlo. Como los 
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árboles grandes acostumbran morir durante el cambio, Bose estaba 
especialmente orgulloso de que aquél hubiera sobrevivido. Indicó que 
las plantas podían sufrir traumas igual que los hombres. 
El científico explicó a Yogananda que los árboles poseen un 
sistema circulatorio, una “presión de la savia” similar a la presión 
sanguínea de los animales, y un tubo que hace las veces de corazón. 
“Cuanto más profunda es nuestra percepción, más impresionante 
resulta la evidencia de que hay un plano uniforme que vincula a las 
múltiples formas de la naturaleza”, afirmó Bose. 
Bose no llegó a esta conclusión de la noche a la mañana. Su 
trabajo se desarrolló a lo largo de muchas décadas. En su 
investigación comparaba constantemente una forma de vida con otra. 
Descubrió que cuando se toca a una persona hay un intervalo entre 
el estímulo y la reacción. El impulso necesita tiempo para viajar a 
través del nervio hasta el cerebro. Hasta que Bose hizo sus 
asombrosos descubrimientos, muchos investigadores creían que las 
plantas sólo podían responder a estímulos muy intensos, como cortes 
o fuertes golpes. 
Con su trabajo con la sensible Mimosa pudica, Bose mostró que 
las plantas pueden ser aún más sensibles que los hombres. Describió 
a la planta como “altamente excitable”. Descubrió que la mimosa 
podía ser estimulada por un choque eléctrico de intensidad diez veces 
menor que la necesaria para provocar unasensación en el hombre. 
La reacción alcanzó a una gran distancia, pero no produjo lesión 
alguna. 
A principios de siglo, otros investigadores hicieron parecidas 
observaciones acerca de la Mimosa pudica. Notaron que este árbol era 
más sensible cuando las hojas estaban creciendo con mayor rapidez. 
Durante los períodos de rápido crecimiento, el follaje de las mimosas 
reaccionaba intensamente tanto al aire como al más leve contacto, 
que hacía que la planta de inmediato cerrara sus hojuelas e inclinara 
sus pedúnculos. 
En un experimento, los investigadores empaparon un trozo de 
algodón con una mezcla inflamable, le prendieron fuego, y pasaron 
rápidamente la llama por debajo de una hoja madura. Apenas recibió 
una vaharada de aire caliente la planta reaccionó, mostrando señales 
de lo que podría llamarse “molestia”. 
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En el experimento siguiente, la llama chamuscó la punta de una 
de las hojas más pequeñas: “El resultado fue sorprendente: la hoja 
se contrajo como si hubiera experimentado el más agudo dolor”. 
Mirando plegarse las hojas en una planta delicada, y viendo la 
respuesta de las plantas a los estímulos externos en el laboratorio, 
Bose llegó a la conclusión de que los vegetales estaban realmente 
dotados de un sistema nervioso. 
Bose pudo sintonizar con este sistema nervioso mediante una 
delgada sonda de aguja conectada a un galvanómetro. Creía que las 
plantas se parecían a los animales en el hecho de que el tejido 
conductor estaba envuelto en una especie de cubierta protectora, que 
comparaba con la gutapercha no conductora3. Por tanto, clavó agujas 
metálicas en las plantas, buscando el “cable” que transmitía los 
mensajes de una a otra parte del vegetal. Sabía que, si la aguja no 
entraba en contacto con el tejido conductor, nunca podría captar los 
mensajes transportados en el “sistema nervioso” de la planta. 
Bose refiere que acertó a localizar nervios “incrustados en tejido no 
nervioso, mediante el empleo de la sonda eléctrica, y que fue posible 
localizar el tejido conductor en una extensión mínima”. El 
investigador concluye: “Estas observaciones muestran que la 
conducción del estímulo está limitada a un determinado tejido, el 
cual puede, por tanto, ser denominado nervio”. 
Trabajando con este sistema nervioso, Bose pudo clasificar los 
impulsos que provocaban una reacción en la planta. En sus obras 
principales describe los distintos modos de respuesta de las partes 
de la planta a estímulos eléctricos, táctiles, químicos y térmicos. 
Cada sucesivo experimento le confirmaba que entre las plantas y los 
animales no existen diferencias, sino una similitud básica. 
Mostró cómo “un nabo pinchado por un lado se estremecía por el 
otro; lo cual, además de sensación, indicaba transmisión”. 
Preguntándose cómo los estimulantes, los sedantes y los venenos 
 
3 Sustancia empleada como aislamiento, que proviene de la resina de los árboles Payena y Palaquium 
de Malasia. Tiene una plasticidad parecida a la de la goma. 
 
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afectarían a las plantas, Bose inyectó cafeína, alcohol, mosto, 
cloroformo y estricnina a varias de ellas. Los efectos que obtuvo 
fueron similares a los exhibidos por los seres humanos. La cafeína 
resultó ser un estimulante. Los licores produjeron excitabilidad 
seguida de depresión. Las plantas a las que se inyectó alcohol se 
balancearon como los borrachos. Bose descubrió que las plantas 
atraviesan por un espasmo de muerte parecido a la agonía de los 
animales. En el momento de la muerte se produce en la planta una 
intensa excitación, junto con una potente descarga de electricidad. 
El propio espasmo es producido por la contracción de las células que 
van a morir. 
¿Gritan de dolor, las plantas, al ser torturadas o heridas? ¿Son sus 
emociones similares a las de los seres humanos? ¿Se embriagan con 
el alcohol y se excitan con la cafeína? 
“¡Sí!”, dice Bose, que dispone de pruebas convincentes en los 
diagramas de su “crescograph” y en los registros de su galvanómetro. 
Según él, si estudiaran con atención su meticulosa investigación, 
incluso los observadores más escépticos quedarían convencidos de 
que las plantas poseen un sistema nervioso sensible y una vida 
emocional variada. “El amor, el odio, la alegría, el miedo, el placer, el 
dolor, la excitabilidad, el estupor, y un sinnúmero de respuestas 
apropiadas a los estímulos son tan universales en las plantas como 
en los animales”. 
Bose fue ridiculizado por su creencia de que las plantas tenían 
emociones y disponían de un sistema nervioso, pero él fue incluso 
más lejos en sus investigaciones. Observó que cada planta tenía su 
propia velocidad de respuesta, como sucede con los seres humanos. 
Se dio cuenta, también, de que existía una estrecha correlación entre 
la condición de una planta y la velocidad con que los impulsos 
“nerviosos” podían ser transportados por su tejido conductor. Las 
plantas grandes parecían reaccionar muy despacio a los estímulos 
externos, mientras que las pequeñas lo hacían con rapidez. Bose hizo 
la observación de que esto era similar a las diferencias existentes 
entre los hombres. Pero su observación más importante fue que, 
aunque “la velocidad del impulso en la mimosa es menor que en los 
animales superiores, es considerablemente mayor que en los 
animales inferiores como el anodon”. Suponía que algunas plantas 
podían hallarse a medio camino entre los animales superiores y los 
inferiores en la evolución de su “sistema nervioso”. 
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Aunque las consideraciones de Bose acerca de un sistema nervioso 
vegetal y su firme creencia en la presencia de emociones en las 
plantas no son tomadas en serio por la mayoría de los científicos 
modernos, muchas personas interesadas por los fenómenos 
psíquicos y algunos científicos, que parecen estar confirmando sus 
hallazgos, las consideran válidas. 
Los doctores K. S. Cole y H. J. Curtis sugieren que la nitella, una 
planta de agua dulce que se encuentra en muchos viveros de carpas 
doradas, es muy parecida a un nervio. Las series de células únicas 
de esta planta dan la impresión de poder transmitir impulsos al igual 
que los nervios de los animales superiores. Aunque la velocidad del 
impulso es lenta, constituye, sin embargo, una posible forma 
primitiva de lo que más tarde se convertiría en un tejido nervioso 
animal. 
Gran parte del apoyo que ha recibido Bose proviene de Rusia. A la 
luz de la evolución, parecía natural que las plantas hubieran 
desarrollado al menos un sistema primitivo para transmitir señales 
parecido al de los animales. El doctor Gunar, profesor ruso de 
Biología, declara: “El hecho de cortar el pedúnculo de una hoja 
provoca en la base una instantánea reacción negativa de una 
amplitud de cincuenta a sesenta milivoltios”. ¡Esto muestra una 
“consciencia” de ser cortado! En la prestigiosa Academia Timiryazev 
se han llevado a cabo centenares de experimentos parecidos, que 
muestran que las plantas pueden conducir impulsos eléctricos de un 
modo similar al de los nervios del hombre. 
 
¿Son sensibles las plantas? 
 
Si las plantas tienen consciencia, ¿pueden, también, ser sensibles? 
El doctor Paul Blondel, siendo profesor del Blake College de San 
Diego, desarrolló en la década de 1960, y a lo largo de dos años, un 
estudio sobre la vida “emocional” de las plantas. Blondel cree que los 
vegetales tienen sus propias “disposiciones” características y que 
pueden dividirse en dos grupos según su temperamento. Los 
tomates, junto con las coles, y las patatas, parecen responder 
favorablemente a los halagos. Por desgracia, las orquídeas y los 
gladiolos son, al parecer, extremadamente nerviosos y emotivos, por 
lo que requieren una atención y un cuidado especiales. 
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Vogel ha descubierto que plantas distintas poseen distintos 
temperamentos. Algunos filodendros le responden rápidamente,

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