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Hacia una conceptualización de la práctica psicopedagógica* Este texto intenta ser una aproximación inicial, un intento primero de conceptualizar acerca de nuestra práctica, esto es, de construir ciertas ideas, ciertas representaciones que abran el espacio para una teorización del quehacer psicopedagógico. Parece obvio pero debemos aclararlo: las palabras "inicial" y "primero" hacen referencia a una trayectoria personal y de ninguna manera al recorrido de la psicopedagogía, pues ello sería suponer un punto cero en la construcción del conocimiento, sería desconocer la historia y a sus protagonistas. Lo que sigue será entonces una exposición, lo más rigurosa posible, del resultado de veinte años de indagación clínica. Rigurosidad que nos obligará a continuas precisiones sobre los términos utilizados -de manera de "depurarlos de sus significaciones originarias, redefiniéndolos en el interior”-1 en lo que intenta llegar a ser un sistema de conceptos. Asimismo, en todo momento intentamos el ejercicio intelectual de no extrapolar, sin más, términos de teorías que no se plantearon en absoluto los problemas que nos ocupan a los psicopedagogos. Un buen comienzo sería entonces recortar, provisoriamente, nuestro campo de intervención, que deberá devenir campo de estudio. ¿Cuáles son los problemas que ocupan a los psicopedagogos? Intentaré delimitar uno: se trata de la intervención clínica con niños y adolescentes con problemas en el aprendizaje escolar. Niños y adolescentes con problemas en el aprendizaje escolar Intento definir un problema de la psicopedagogía: un problema y no el problema. Por ello nos referiremos a niños y adolescentes (excluyendo 1 * Parte de este texto ha sido publicado en Revista da Associacdo Psicanalítica de Porto Alegre-Associacdo Psicanalítica de Porto Alegre (APPOA), 16, 1999. José Antonio Castorina, "Los obstáculos epistemológicos en la constitución de la psicopedagogía", en Problemas en psicología genética, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1989. la temática de los adultos) en edad escolar exclusivamente. Nos limitaremos a los problemas que surgen en el ámbito escolar: es decir que no se trata de aprender a caminar ni a hablar ni tampoco de aprender a hacer pis en el baño (y excluimos abiertamente la discusión acerca de si éstos serían o no problemas que pueden abordarse desde la clínica psicopedagógica). Hablamos de un niño que está referido a la posición de alumno en un ámbito institucional y de quien se espera que aprenda el contenido disciplinar que la escuela le propone. Que el problema este referido a lo escolar introduce cierto grado de contextualización y por lo tanto, en cierta medida –aunque sólo en cierta medida-, es el relativo a un espacio y un tiempo determinados. Sin ser el efecto exclusivo de estas variables, contamos siempre con elementos contractuales y culturales definidos por el espacio y el tiempo: el contacto puede llegar a tener una incidencia tal que en la misma ciudad de Buenos Aires, en el mismo año escolar, un niño podría ser considerado con problemas porque no puede escribir en cursiva la segunda semana de clases mientras en otra escuela ese mismo niño podría no ser convocado a escribir utilizando la letra cursiva hasta iniciando su segundo año. Pensemos cómo ha ido variando históricamente la conceptualización de la escritura, cómo esta conceptualización varía de una escuela otra en un mismo tiempo y en un espacio geográfico reducido, cómo varía de un grupo de Padres a otro y no sólo por la enorme cantidad de información de la que ciertas familias disponen (muchas veces prevista por la misma escuela a la que sus hijos asisten) sino también por el lugar que la escritura ocupada en grupos con diferentes referencias sociales y culturales; pensemos en el conflicto en el que un niño se encuentra cuando se insertan en una institución escolar que operan con una representación de la escritura que entra en contradicción con la que implícitamente opera su familia y en el grupo al que ella pertenece.2 Además, un problema de aprendizaje está siempre referido a una representación del aprendizaje: no pueden pensar se problemas en sí mismos, problemas con peso propio; los problemas lo son en función de una conceptualización del aprendizaje. Comencemos entonces por ahí, intentando que sea este el eje que dé consistencia las ideas y conceptos quedarán sustento a la intervención clínica. El concepto de aprendizaje que manejemos podrá convertirse entonces el instrumento que nos permita evaluar la pertinencia tanto, la necesidad de reformular conceptos de otras disciplinas en relación con los problemas que nuestra práctica nos plantea. Se trata pues de ubicar una forma posible para definir qué es el aprendizaje. Una formulación que tenga consecuencias en la intervención clínica. Una conceptualización del aprendizaje va a incidir en la posición del psicopedagogo, lo va a sostener en una posición específica respecto de la clínica. Una conceptualización del aprendizaje va a incidir en la modalidad diagnóstica, en el modelo 2 Véase Ruth Felsdberg, “La influencia del contexto sociocultural en la escolarización”, en Nora Elichiri (comp), Aprendizaje de niños y maestros, Buenos Aires, Manantial, 2000. diagnóstico, en los modos de intervención, en la selección de instrumentos de indagación y, fundamentalmente, va a producir efectos en los resultados de cada indagación diagnóstica clínica. A su vez, estos resultados imbricados con la conceptualización del aprendizaje delimitarán indicaciones posibles, derivaciones para nuevas indagaciones específicas en otras áreas de la clínica, estrategias de intervención; en fin, orientarán la toma de decisiones en cuanto respuestas a la consulta por un niño con problemas en el aprendizaje. Recapitulando: la psicopedagogía se ocupa (no de manera excluyente) de los niños y adolescentes con problemas en el aprendizaje escolar. ¿Cómo hace el psicopedagogo para indagar acerca de este problema? ¿Qué es lo que orienta su intervención clínica? Proponemos una conceptualización del aprendizaje como un eje posible. Decimos que una definición del psicopedagogo respecto del concepto de aprendizaje posibilitará ciertas intervenciones excluyendo otras, planteará la selección de ciertos instrumentos de indagación clínica excluyendo otros... El concepto de aprendizaje como instrumento definirá modalidades de intervención, resultados, decisiones clínicas. Es obvio que quienes nos dedicamos a la atención de niños que presentan problemas en el aprendizaje contamos con una representación acerca del aprendizaje pero lo que no es tan obvio es que consideremos que ella orienta nuestra intervención y mucho menos que influye en los resultados de las indagaciones di agnósticas tanto como en las intervenciones durante un tratamiento. Primer problema: la definición de "problema de aprendizaje" El problema de definir qué es un "problema de aprendizaje" trata sobre la ineludible tarea de sostener un encuadre en la clínica. Un encuadre ya no pensado desde las tradicionales variables tiempo y espacio sino como posición.3 La dificultad de hacer explícita una conceptualización acerca del aprendizaje en un profesional que se ocupa de los problemas en el aprendizaje implica que no habrá, de su parte, la posibilidad de leer en las producciones del niño los efectos de su intervención. Una representación está siempre e inevitablemente presente; no hacerla explícita hace que ella opere produciendo efectos que luego atribuiremos directamente al niño. Como hablamos de aprendizaje escolar no podemos tomar conceptos “puros” elaborados por teorías del aprendizaje que fueron pensadas fuera del ámbito escolar. No se trata de enarbolar una bandera a costa de hacer caer el resto sino de construir una formulación a partir de los problemas del campo de intervención nos plantea. La definición debe ser lo suficientemente amplia para abarcar la variedad de dimensiones y problemas que la clínica nos manifiesta y lo suficientemente consistente como para no dejarnos ex puestos a los riesgos del eclecticismo, riesgo al que es pondríamos a los sujetos por los que se nos consulta. A continuación, una conceptualización posible del aprendizaje: proceso de construcción y apropiación del conocimiento que se da por la interacción entre los saberes previos del sujeto y ciertas particularidades del objeto. Proceso que se dan en situación de interacción social con pares en el que el docente interviene como mediador del saber a enseñar.4 Una conceptualización acerca del aprendizaje, cualquiera sea, reclama una determinada, no cualquiera, conceptualización del sujeto que aprende. Haciendo una simplificación exagerada quizá, podríamos decir que ciertas teorías del aprendizaje “necesitan” un sujeto incorporador-pasivo, mientras que otras reclaman actividad, creación de novedades y autonomía. Siendo un poco más sutiles, podríamos comenzar a discriminar, por ejemplo, cuál es el tipo de actividad que le reclaman al sujeto. Es decir que nuestra definición del aprendizaje ubicará a “nuestro niño o adolescente” en un determinado lugar y no en otro, por lo que quedarán ubicado ciertos observables y no otros que serán vistos desde cierta perspectiva y no desde otra. Solamente desde allí podremos dialogar con otras perspectivas, que se formulan otras preguntas y obtienen otras respuestas con otros instrumentos de indagación. Vamos ahora a mostrar algunos recortes clínicos para intentar ver de qué manera una representación del aprendizaje produce efectos en el proceso diagnóstico, esto es, en la modalidad de indagación, en los resultados obtenidos a partir de ella y en las indicaciones que se piensan como posibles. Cuando hablemos de las indicaciones haremos referencia a las intervenciones clínicas durante un tratamiento, puesto que ellas también se construyen a partir de una lectura diagnóstica y son efecto del posicionamiento del psicopedagogo. Iremos tomando las palabras-concepto que van tejiendo la definición de aprendizaje propuesta para pensar acerca de algunas de sus consecuencias: no intentamos un listado exhaustivo sino sólo mostrar un modelo de pensamiento que nos permita reflexionar sobre nuestras intervenciones, revisarlas y conceptualizarlas. 1.En primer lugar hablamos en términos de procesos y no de productos: pensar en términos de procesos inhibe, por ejemplo, una lectura de las actividades que conocemos como parte del "diagnóstico operatorio" (correspondencias, seriaciones, clasificaciones...) en términos de niveles. No se tratará de reproducir unas "pruebas" para verificar la presencia o no de un resultado ya anticipado sino de tomar de ellas lo esencial, la posición clínica del investigador, que es lo que, justamente, nos permite ir siguiendo el curso del pensamiento y las acciones del niño para armar nuevas intervenciones que le posibiliten a él construir respuestas novedosas y a nosotros escucharlas. El "aburrimiento" de muchos psicopedagogos al explorar el funcionamiento cognitivo de un niño tiene que ver justamente con que allí todo estaría anticipado, 3 El encuadre como posición es una idea original de Haidée Coriat (comunicación personal) y la sustenta a propósito de la clínica de laestimulación temprana. 4 Sin que ello implique su compromiso personal con esta formulación, quiero mencionar tiene ya están presentes en los conceptostrabajados durante años de grupo de estudio con Alicia Lenzi. no hay sorpresa posible. Está anticipado el material, su color, su forma, su cantidad y no sólo las preguntas del psicopedagogo y las argumentaciones posibles sino también ¡las respuestas del niño! Y claro que las respuestas se ajustan a los estándares esperados... Pero ello es consecuencia del uso del instrumento antes que de la posición del niño. Solicitar a! niño la clasificación de un material figurativo, una clasificación o una correspondencia puede darnos información acerca de la lógica con la que se maneja, acerca del modo en que argumenta, acerca de sus reacciones frente a las intervenciones del adulto; puede mostramos cómo reacciona frente a los conflictos, cómo se maneja frente al éxito, frente a! error; cuáles son los efectos de intervenciones facilitadoras, los efectos de las demostraciones, de la oferta de modelos o de soluciones; puede mostramos acerca de las estrategias y procedimientos puestos en marcha en la resolución de problemas.3 Pero para que ello sea posible estas conductas del niño deben ser "observables" para el psicopedagogo quien, a su vez, es el que construye el observable en el mismo acto de la observación y a partir de su intervención en la utilización del instrumento: observación e intervención que se encuentran atravesadas por la conceptualización del aprendizaje. Con este mismo esquema podríamos pensar acerca de las consecuencias de leer en términos de proceso o en términos de producto cuando observamos al niño hacer una cuenta, resolver un problema aritmético, leer un texto, armar un rompecabezas o jugar al ludo. 2.En segundo lugar, otro de los términos utilizados es el de construcción: puesto que hablamos del aprendizaje escolar, debe quedar claro que además de pensar en la construcción de un sistema lógico-matemático sostenemos que hay construcción de los objetos en los dominios específicos del conocimiento. El niño construye el "saber a enseñar", construye aquello que la transposición didáctica le propone. Pensemos ahora en las implicancias clínicas de sostener que sujeto y objeto no son escindibles, las consecuencias de sostener que no hay sujeto sin objeto ni objeto sin sujeto. Si el objeto no puede ser concebido al margen del sujeto que lo concibe, debe quedar excluida la idea de un "observable oficial" que haga de parámetro medidor de supuestos déficits, faltas o errores. La diferencia es sustancial pues entonces no se trata ya "ayudar" al niño para que vea, diga o haga lo que la mayoría ve, dice o hace.4 3 Esta información no puede generalizarse al ámbito escolar sino que deberá ser interpretada, contrastada, relacionada, comparada con y a la luz de otra información relativa al hacer del niño con los objetos de conocimiento que la escuela propone, al hacer del niño con otros pares, al hacer del niño en el contexto del aula. 4 Aquí queremos introducir un problema de difícil resolución: de alguna manera la escuela tiene como uno de sus objetivos terminar "convenciendo" al niño que Muchos niños que están psicóticos pasan en los diagnósticos psicopedagógicos como deficientes mentales justamente porque (aunque no exclusivamente) se comparan sus producciones con las de otros niños neuróticos y se opera bajo el supuesto de que hablan de lo mismo, bajo el supuesto de que ven lo mismo. Se piensa que la regularidad de las formas de conocimiento es absoluta y así, por lo tanto, el psicopedagogo no puede advertir ninguna novedad en la producción de un niño sino sólo la medida del déficit que lo aleja de "El Observable". Al tiempo que se supone que el objeto es uno, también y consecuentemente se supone que todos los sujetos deben pensarlo de la misma manera. Es claro que aquí nuevamente se plantea el problema de la imposibilidad de generalizar sin más el contexto del aula en donde el niño negocia con el docente acerca de las representaciones que éste que propone. Las investigaciones clínicas deben entonces dirigirse a intentar reconstruir el proceso de interacción entre un sujeto y un objeto de conocimiento a partir del supuesto constructivista de la indisociabilidad sujetoobjeto.735.En tercer lugar, hablar de interacción es suponer alguna forma de existencia de la realidad, es suponer que lo real interviene en el conocimiento y que por lo tanto debemos darles un espacio a los contenidos escolares que son “la realidad” que el niño es puesto a reinventar. Concretamente: un psicopedagogo no puede (en esta versión de la psicopedagogía) concluir un diagnóstico y no saber qué le pasa al niño con la lengua escrita o con las matemáticas; no puede concluir un diagnóstico sin haber visto al niño en interacción con los números o las letras. La exclusión de los contenidos disciplinares, la exclusión de los objetos de conocimiento durante un proceso diagnóstico, en psicopedagogía suponen una opción diferente en cuanto a la conceptualización del aprendizaje como podría ser la que deviniera de un constructivismo radical6 o de un constructivismo social.7 4.En cuarto lugar, hablamos de apropiación en el sentido de tomar para sí algo del otro: la apropiación carecería de todo sentido abandone algunas representaciones para reconstruir las que la escuela le propone. Se trata de una construcción individual, en el seno de un contexto social propuesto para "negociar" con el niño. De cualquier manera existe una diferencia sustancial entre "ayudar" al niño a adherir a una versión oficial y ayudar al niño a construir los saberes que la escuela le propone. Más allá de las dificultades metodológicas y teóricas para explicar cómo es que el niño reconstruye un saber en el seno de una situación discursiva, hay una decisión a tomar respecto de la posición del niño frente al saber que tiene que ver con el lugar que se le atribuye desde una posición constructivista tal como aquí la planteamos. 5 Surgieron este. La lectura del artículo “Para leer… Para escribir”, en este mismo volumen, pues sus afirmaciones son producto de estos supuestos. 6 El control divismo radical sostiene la hipótesis de que la construcción lo es en los límites de la experiencia: construyo desde mi experiencia del mundo, nunca desde el mundo que es un más allá de cuya existencia independiente de mi construcción no hay evidencia alguna. 7 El constructivismo social sostiene que tanto los fenómenos mentales como la realidad son fenómenos discursivos. si no hubiese otros, pero al mismo tiempo decimos que se trata de la apropiación de lo que él mismo contribuyó. Sostenemos que el niño no construye en soledad, toma del otro, pero lo que ese otro le da no es de ninguna manera conocimiento puesto éste en su construcción. Es aquí cuando pensamos en un modelo de intercambios con el otro que es condición de posibilidad para el aprendizaje, condiciones que no conforman un tiempo anterior ni un espacio exterior al proceso de conducción del conocimiento sino que se constituyen en un interior al proceso de aprendizaje. Hay en el sujeto que aprende una historia de “apropiaciones”: un bebé que se apropia del pecho de la madre y lo inventa. Hay madres que se dejan inventar. Hay Padres que regulan la legalidad de esos intercambios. Pensar que hay un proceso de apropiación del conocimiento nos permite ubicar que hay otros que han ubicado (o no) a ese niño en posición de construir lo que el otro le ofrece y que esa construcción que el sujeto lleva a cabo ser articularán con la oferta y la excederá. Así la lectura del problema del niño no puede realizarse sólo a partir de los elementos de la situación actual e inmediata: esta es la consecuencia que desprendemos para la clínica psicopedagógica. 5.En quinto lugar, la definición de aprendizaje nos habla de saberes previos: el niño construye a partir de sus representaciones previas del objeto. No hay un punto cero sino un proceso de sucesivas reconstrucciones en las que los errores son, en algunas situaciones, en algunas situaciones en el efecto de un sistema lógico (errores constructivos) y en otras, productos de obstáculos epistemológicos. Sostener la hipótesis de la presencia de saberes previos nos permitirá indagar acerca de aquella organización del pensamiento preexistente que se encuentra amenazada en cada niño en singular. El psicopedagogo que piensa en términos de saberes previos no puede concebir el error en términos de carencias pero tampoco puede pensar lo como condición de posibilidad, ya que hay saberes que obstaculizan la producción de conocimiento, hay pensamientos que hacen obstáculo al pensamiento. 6.En sexto lugar, la definición hablar de las particularidades del objeto pues ellas son consideradas como constitutivas del conocimiento. El objeto no es una anécdota, no representa la ocasión de un saber general para desplegarse, no es pensado como el lugar de la aplicación de “el saber”. En este sentido el psicopedagogo no puede hablar de transferencias de un campo a otro del conocimiento; en todo caso se tratará de generalizaciones que implican reconstrucciones. Un psicopedagogo que sostenga esta conceptualización no puede, al mismo tiempo, sostener la existencia de una inteligencia general sino en todo caso tratará de indagar cómo opera el pensamiento, como se cumplen el mecanismo de construcción y la organización lógica a través de las particularidades del objeto. Sostener que no es posible transferir conocimientos de un campo del saber a otro, que no es posible transferir un conocimiento académico a la vida diaria sin más, nos permitirá abstenernos de pensar que cuando estos pasajes no se producen debemos buscar la razón en el niño: ¿qué le pasa que lee tan bien y no entiende las instrucciones del juego? Como si existiera un “saber leer” general que pudiera aplicarse a cualquier tipo de texto sin la mediación de un proceso de aprendizaje que le permitiera la apropiación del objeto “texto instructivo”. Ubicados en esta conceptualización, se hace absolutamente necesaria una formulación explícita acerca de lo que el profesional entiende por lectura, por escritura o por número, además de un conocimiento profundo acerca de las legalidades que rigen a estos objetos. Frente a la relación sujeto-objeto los psicopedagogos suelen profundizar en las vicisitudes del sujeto dejando de lado al objeto y abandonan así sin saberlo las tesis constructivistas e interaccionistas que dicen sostener. Las consecuencias de este olvido aparecerán inevitablemente en los resultados del diagnóstico: la gravedad del hecho no consiste en no sostener la tesis constructivista, puesto que ella no forma parte esencial del "ser psicopedagogo", sino sólo de una versión de la psicopedagogía. Lo grave es sostener explícitamente un concepto que es negado en la intervención clínica pues así los resultados obtenidos sufrirán las consecuentes distorsiones producto de someter al niño a nuestra propia inconsistencia epistemológica. Nos encontramos luego que se habla de interacción social: la interacción social no es pensada como marco, como entorno, como exterioridad, sino como parte constitutiva y esencial del proceso de aprendizaje. Ello implica que el diagnóstico incluirá necesariamente información acerca de las características del grupo de pares del que el niño forma parte, así como de la institución escolar a la que asiste. Este punto es crucial a la hora, por ejemplo, de decidir la inclusión al sistema escolar ordinario de un niño con problemas en el desarrollo, puesto que deberemos notar que pensar el aprendizaje como hecho que necesariamente se produce en el seno de la interacción social se opone, a la idea de una escuela como lugar de socialización independientemente de los aprendizajes que el niño construya allí. Pensar en la interacción social como necesaria supone, de alguna manera, sostener que el aprendizaje es un proceso mediatizado, es decir, que no hay aprendizaje inmediato a partir de la experiencia. Por el contrario, cuando se sostieneexplícita o implícitamente la idea de que la interacción social es aleatoria, puede tomarse la decisión, por ejemplo, de indicar a un niño o a un adolescente que asista a una escuela "para socializarse" y en contraturno a otra "para aprender" (situación en la que hoy se encuentran muchos niños de nuestro país por decisiones que parten del sistema escolar mismo). Jean Piaget no se ocupó de aquello que ocurría dentro del aula y, a partir de allí, los desarrollos de la psicología genética eliminaron de sus investigaciones lo relativo al campo del discurso. Si bien es entonces cierto que circularon y circulan versiones individualistas del proceso de aprendizaje que se fundamentan en la psicología genética, no es menos cierto que no dejan de ser eso, es decir, sólo versiones. Leandro de Lajonquiere desarrolla esta temática en un artículo en el que nos enseña cómo, en realidad, fueron algunas lecturas parciales de la obra de Piaget las que nos llevaron a pensarla como "un emblema de la negación de la naturaleza social de la inteligencia, de la relación pensamiento-lenguaje y de la responsabilidad tradicional del maestro y de la escuela" y no su obra en sí misma.8 En el mismo artículo hay una cita que transcribimos porque allí Piaget advierte claramente sobre la naturaleza de la dimensión social del conocimiento: …la sociedad es la unidad suprema y el individuo no llega a sus invenciones o construcciones intelectuales más que en la medida en que es la sede de interacciones colectivas, cuyo nivel y valor dependen, naturalmente, de la sociedad en su conjunto. El gran hombre que parece crear corrientes nuevas no es sino un punto de intersección o de síntesis de ideas elaboradas por una cooperación continua, e incluso cuando se opone a la opinión reinante responde a necesidades subyacentes de las que no es la fuente.9 Dice Lajonquiere que se trata de algo así como de un "autor" que no es el autor: se trata del problema de la articulación de la construcción del conocimiento con el contexto sociocultural. Se trata de que para que un niño aprenda a leer, para que las marcas gráficas se conviertan para el en signos lingüísticos, es necesario un intérprete que lo ponga "en las puertas del misterio".10 De lo dicho acerca de la "interacción social" se desprende el último concepto de nuestra definición de aprendizaje al que nos referiremos: la idea del docente como mediador. A partir de ella se hace necesario introducir como elementos del proceso diagnóstico no sólo las representaciones del docente acerca de su alumno sino también sus representaciones del aprendizaje y sus conceptualizaciones de, por ejemplo, la lengua escrita o el número. Las consecuencias de esta intervención diagnóstica que incluye al docente no son nada despreciables para la clínica: nosotros podemos pensar que un niño no tiene "problemas en la lectura" porque puede construir significaciones a partir de un texto mientras que su docente puede sostener lo contrario "porque silabea y no entona correctamente” (y por supuesto que la situación inversa también es posible). Otra situación: unos papás preocupados por la lectura de su hijo consultan a pesar de que la docente les ha dicho que no presenta ninguna dificultad. ¿Se trata de padres ansiosos, sobreexigentes? ¿Se trata de una pregunta que oculta otra que no pueden formular ni formularse? ¿Se trata del fantasma de una enfermedad familiar? Todas sus hipótesis probables y posibles es que seguramente deberán articularse tanto con la representación implícita de la lectura que sostiene el grupo familiar como con la representación de la docente. Si bien a lo largo de todo el texto podremos ver nuestra conceptualización del aprendizaje "entrar en acción" produciendo efectos clínicos, hay algunas cuestiones más generales acerca del proceso diagnóstico que se derivan de ella y que resulta imprescindible 8 Véase Leandro de Lajonquiere, "Piaget, los piagetianos y los otros", en Escritos de la infancia, Buenos Aires, FEPI, 1995. 9 Jean Piaget, Biología y conocimiento, Madrid, Siglo Veintiuno, 1967. 10 Emilia Ferreiro, Pasado y presente de los verbos leer y escribir, Buenos Aires Fondo de Cultura Económica, 2001. subrayar especialmente. El proceso diagnóstico es un proceso de investigación, una investigación clínica, en el campo de lo singular de cada sujeto, pero una investigación al fin. Como proceso de investigación, un diagnóstico clínico es productor de conocimientos y por lo tanto participa también de las hipótesis epistemológicas que sostenemos con relación al proceso de aprendizaje. No se trata de homologar ambos procesos (aprendizaje y diagnóstico), ya que en el proceso diagnóstico la producción de conocimientos se da fuera del ámbito escolar y antes acordamos que cuando habláramos de aprendizaje haríamos referencia a la construcción de conocimientos dentro del aula. Se trata de sostener ciertas hipótesis comunes para ambos procesos. Para nuestro trabajo podrían sernos útiles por ejemplo las siguientes tres, que serán formuladas de la manera más simple: • que el conocimiento no es acumulativa, que no se trata de un instrumento de la información sino que se da por reconstrucciones sucesivas esto es, que no se trata de cambios en la memoria sino de cambios en el sistema cognitivo; • que ningún conocimiento es definitivo sino provisorio ya que provee de respuestas y, a la vez, abre preguntas, revela misterios,11 es decir que podemos acceder a una cierta dosis de verdad y no a la verdad y, • por último, que lo que conocemos no es una copia, una reproducción de la realidad sino una "invención", una construcción producto de la interacción entre nuestras hipótesis y la realidad. 1. Veamos la primera de las tres hipótesis mencionadas: el conocimiento no es acumulativo. Existe una modalidad diagnóstica que podríamos llamar "escuchar al sujeto", "seguir al niño": estamos muy lejos de discutir las bondades de escuchar a un sujeto y las verdades que él enuncia en su decir y en su hacer; muy lejos también de pensar que se trata de imponerse a un niño en lugar de seguirlo en su decir, en su hacer, en sus preguntas, en sus hipótesis, en sus estrategias y en sus ideas para, desde allí, poder intervenir. A lo que nos negamos es a que la intervención clínica se limite a escuchar o a mirar lo que el niño produce a partir de una mal supuesta espontaneidad. La espera puede ser una intervención válida, adecuada y hasta necsaria en algún momento de un proceso diagnóstico pero éste no puede limitarse a “esperar” al niño. ¿Por qué? Porque pensamos que el diagnóstico es un proceso de reconstrucción continua de hipótesis. Partimos de cierto conocimiento general proveniente de nuestra formación teórica y de nuestra experiencia clínica que debiera ser reconstruido en interacción con el sujeto (lo que incluye a la docente, al grupo, a la escuela, a la familia…) por el que se nos consulta. A partir de allí a tesis y agnósticas deviene un movimiento dialéctico en cuyo interior vamos tejiendo hipótesis diagnósticas, intervenciones clínicas, producciones del niño, de la familia, del docente, de la escuela, 11 Véase Rubén M. Dimarco, "¿Qué es el saber hacer con niños psicóticos y autistas?", en el seminario Se hace camino al andar, publicación del Hospital Infanto-Juvenil Doctora Carolina Tobar García, Buenos Aires, 1992. nuevas hipótesis… intervenciones… producciones… Hasta que hacemos – debemos hacer-un corte “arbitrario” para brindar una devolución a la familia, al niño, a la escuela. Esta modalidad diagnóstica que consiste en una continua construcción y reconstrucción de hipótesis también es contraria a una tercera, a la que podemos denominar la modalidad del “le tomé”: son esos procesos diagnósticos en los que se“le toman” al niño o al adolescente innumerable cantidad de técnicas de todo tipo (hora de juego, FH, HTP, familia en sus diferentes versiones, pareja educativa, CAT, WISC, Bender, diagnóstico operatorio, observación de cuadernos, lectura, escritura, matemática), generalmente en un orden establecido no sabemos bien por quién, porqué ni cuándo. Si bien el tema de las técnicas merece un desarrollo aparte, abrimos un paréntesis para ubicar nuestra posición al respecto. En general podemos decir que no son malas ni buenas en sí mismas pero que el uso que se haga de ellas puede ser iatrogénico, en primer lugar porque podemos someter al niño a una contradicción epistemológicas que no le será gratuita y ello por sostener una versión acerca del aprendizaje que se opone a aquella a partir de la cual el instrumento fue creado. Cuando pensamos con un sistema y operamos con otro atribuiremos directamente a la realidad lo que es el efecto de una distorsión introducida por el instrumento, distorsión que no podemos evitar en tanto desconocemos la incoherencia en que nos encontramos inmersos. En fin, lo que queremos decir es que las técnicas en si no son malas, que su implementación en el diagnóstico debe ser bajo ciertos recaudos que no analizaremos aquí, y a que a lo que nos oponemos abierta y francamente es al hecho de que sean “tomadas” una tras otra sin pregunta alguna por parte del psicopedagogo, quien suponen que recolectando la mayor cantidad de información y llegaran a un diagnóstico más exacto. Se acumula información bajo el supuesto de que, en un hipotético final, toda ella podrá ser “articulada” en una “síntesis”. 2. Ahora, entonces, nos introducimos en la segunda hipótesis que habla de la provisoriedad de todo conocimiento. Es bastante común y ocurre muy a menudo que nos encontremos con esos procesos diagnósticos que llevan meses y meses sin vistas a concluir... Se acumula conocimiento en vistas a una verdad a la que el psicopedagogo intuye que no alcanza a abarcar por muchas y actualizadas que sean las técnicas empleadas en la "recolección de datos". La suposición de un conocimiento definitivo nos conduce a una interminable e infructuosa búsqueda de "la verdad". A su vez, los huecos en el conocimiento, los agujeros, los misterios, lo indescifrable, las incógnitas, suelen ser taponados con las respuestas que brindan las técnicas. 3. Es claro que la tercera de las tres hipótesis mencionadas se relaciona necesariamente con las otrasdos. Si no se trata de reproducir la realidad, si no se trata tampoco de leerla, si de lo que hablamos es de una construcción, si de lo que hablamos es de interacción, entonces sabemos que durante el proceso diagnóstico nuestro objeto de conocimiento es el niño con problemas en el aprendizaje y que las significaciones que vayamos construyendo serán a partir de nuestras hipótesis previas, a partir de las representaciones con las que contemos. El niño, sujeto del proceso diagnóstico, es nuestra construcción y a la vez reconstruimos nuestro sistema teórico, nuestras referencias clínicas y nuestras hipótesis en el encuentro con él. Construimos una hipótesis acerca de un niño con problemas en el aprendizaje en el mismo acto en el que reconstruimos nuestro conocimiento y re significamos nuestra experiencia. Segundo problema: la definición de un modelo acerca de cómo aprende el niño El modelo de la equilibración con su "teleonomía", con su "necesidad maximizadora" y por constituir "en sí mismo un proceso de superación", expresa algunas ambigüedades así como también una cierta incapacidad para hacer explícito qué son esas "acciones conservadoras", qué es el "regulador interno" o de qué manera el sistema como totalidad desempeña un papel regulador "imponiendo la conservación del todo"12.Sin embargo, nos provee una herramienta operativa y sumamente útil para investigar clínicamente no sólo acerca del desarrollo de la inteligencia en un niño sino también de la construcción de los conocimientos en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. En este sentido César Coll afirma el grado de pertinencia del modelo de equilibración de las estructuras cognitivas para analizar el proceso de apropiación del conocimiento en el contexto de las situaciones de enseñanza-aprendizaje que se dan dentro del aula.15. Cuando hablamos de proceso de equilibración no nos referimos solamente al proceso que explica la construcción de los sistemas lógico-matemáticos sino también la construcción de conceptos en dominios específicos del conocimiento. Al respecto, José Antonio Castorina señala como una anomalía que enfrenta la investigación psicogenética el hecho de que el modelo de equilibración no esté operacionalizado sino para los contenidos de investigación que Piaget desarrolló en su vida y, parcialmente, para la investigación en escritura. Sin embargo, la posibilidad de hablar de equilibración y construcción en dominios específicos del conocimiento está contemplada en el programa piagetiano y por lo tanto no es contradictorio afirmar que los niños, "no solamente producen sistemas cognoscitivos generales sino también sistemas peculiarmente adaptados a la naturaleza del objeto"13. 12 Véase J. Piaget. La equilibración de las estructuras cognitivas. Problema central del desarrollo, Madrid, Siglo Veintiuno, 1978. 15 Véase César Coll “La construcción de esquemas de conocimiento en el proceso de enseñanza/aprendizaje”, en C. ColI (comp.), Psicología genética y aprendizajes escolares Madrid, Siglo Ventiuno, 1980. 13 J.A. Castorina, "Los problemas conceptuales del constructivismo y sus relaciones con la educación, en J.A. Castonna (cornp.), Debates constructivistas Buenos Aires Aique 1998. Por nuestra parte afirmamos que el modelo de la equilibración también nos da la posibilidad de pensar en las características peculiares que adquieren tanto los sistemas cognoscitivos generales como aquellos construidos en el interior de un dominio específico del conocimiento cuando se trata de un niño en su singularidad, de ese niño por el que nos consultan. Afirmamos también que este modelo nos brinda la posibilidad de pensar acerca de los procesos de aprendizaje, por ejemplo, en los niños con deficiencia mental o en los niños que están psicóticos. Lo que intentamos plantear es que si afirmamos que el niño construye los conocimientos en los dominios específicos (lectura, escritura, matemática, ciencias sociales...) según el modelo de la equilibración entonces un proceso diagnóstico deberá poder decimos algo acerca de las formas peculiares que .ella adopta, por ejemplo, en los niños psicóticos en general y en cada niño psicótico en particular. El proceso de equilibracion es presentado por la psicología genética a partir de sus rasgos más generales, nada dice que a la hora de la operacionalización aparezcan formas nuevas no des criptas aún y hasta modificaciones de lo que ya conocemos. La consecuencia clínica que debemos derivar es la siguiente: un diagnóstico, una investigación clínica, no pueden limitarse a aplicar lo "ya sabido"; la clínica es y debe ser el espacio que permite que la novedad se enuncie. La clínica psicopedagógica no es un lugar de aplicación de conocimientos, puesto que desde una posición semejante perdemos toda posibilidad de oír y ver a un sujeto que quedará inevitablemente oculto tras las descripciones propuestas por los resultados de las investigaciones de base (que obviamente no son clínicas). En los dos artículos que siguen, "El grabador que grababa lo que se le antojaba" y "Para leer... para escribir", hemos querido mostrar (además de lo que atañe a la intervención psicopedagógica) algunos resultados obtenidos a partir de sostener estas ideas en la práctica clínica con niños psicóticos. ¿Qué sucede con el proceso de equilibracióncuando se trata de niños que no coinciden con aquellos que se describe en los textos piagetianos? ¿Cuáles son las características particulares, si es que las hay, que adoptan los procesos de construcción del conocimiento cuando los niños por los que nos consultan están psicóticos? ¿Qué ocurre con los sistemas lógico-matemáticos? ¿Qué sucede con los dominios específicos? ¿Con la lectura, por ejemplo? El primero de estos textos, "El grabador que grababa lo que se le antojaba", puede ser leído centrándonos en el trabajo específico de los niños con psicosis pero también como una construcción que es, en parte, efecto de haber puesto a trabajar los conceptos de la teoría de la equilibración a partir de los problemas que la clínica psicopedagógica nos plantea. Partimos de lo que conocíamos del funcionamiento cognitivo de ese niño piagetiano pero no para aplicarlo en la clínica, no para forzar al niño a decir, a hacer y a pensar lo que anticipamos a partir de nuestros conocimientos ni tampoco para comprobar supuestas desviaciones de una supuesta normalidad sino para intentar construir significaciones en torno de la pregunta que el niño plantea a nuestro conocimiento y a nuestro saber. De manera análoga, "Para leer... para escribir... ", puede pensarse para ubicar las peculiaridades que adquiere el proceso de aprendizaje de la lengua escrita en los niños con psicosis pero también para ubicar la posibilidad que los psicopedagogos tenemos de producir conocimientos a partir de poner a trabajar los conceptos a partir de la clínica y desde una posición conceptual consistente. Tercer problema: dejar lugar para lo que no se sabe. Las relaciones con el psicoanálisis La psicopedagogía se ha venido ocupando en muchos momentos de justificar la posibilidad de "tomar" conceptos tanto de la psicología genética como del psicoanálisis. La argumentación resultante de estos intentos fue tomando diversas formas: la de la psicopedagogía operativa (Sara Paín y Haydée Echeverría), la de la psicopedagogía convergente (Jorge Visca), la de "las interpelaciones cognoscitivas específicas [que] se suceden junto a otras analíticas"14.Ese pendular de un marco teórico a otro, esa oscilación entre discursos, nos sitúa en una posición de debilidad15 desde donde todo decir no hace más que sostener un discurso de otros que por este camino difícilmente llegará a ser el propio de la psicopedagogía. Decíamos al principio de este texto que el concepto de aprendizaje que manejásemos podría convertirse en el instrumento que nos permitiese evaluar la pertinencia tanto como la necesariedad de reformular conceptos de otras disciplinas en función de los problemas que nuestra práctica nos plantea. En nuestra conceptualización del aprendizaje hablábamos de un sujeto que no sólo descubre el objeto que el otro le presenta" no sólo construye el conocimiento que el otro le enseña, sino que además se apropia de ese objeto y de ese conocimiento. Que el presupuesto metodológico de la psicología genética consista (según algunas versiones) en dejar actuar al niño en completa autonomía o que (y esto ya no es cuestión de versiones) la relación efectiva y concreta entre el adulto y el niño haya sido borrada de los protocolos piagetianos no impide de ninguna manera que afirmemos que el acto cognitivo implica siempre por lo menos tres términos: el sujeto, el objeto, el otro. 16 . De la psicología genética no se deriva necesariamente una versión individualista y excluyente de la 14 Evelyn Levy, "La interpelación interdisciplinaria en la clínica psicopedagógica", en Anuario N° 6, publicado por EPPEC y Aprendizaje, Hoy, Buenos Aires, 1994. 15 Véase Miguel Calvano, en Actas de las Jornadas Interinstitucionales de Hospital de Día organizadas por el Hospital InfantoJuvenil Doctora Carolina Tobar García, 1990. 16 Véase Émile Jalley, "Para una lectura comparada de Piaget y Wallon" en Infancia y Aprendizaje, Madrid, 1981. interacción discursiva. Lo objetable no está entonces en considerar, como lo hizo Piaget, que el conocimiento se constata en una correspondencia lógica entre el objeto y el sujeto sino en deducir de esta afirmación lo siguiente: que el aprendizaje escolar se reduce a una relación bipolar de un sujeto indeterminado con un objeto x. Esta segunda afirmación no se deduce necesariamente de la primera y la consideramos objetable, pues sostenemos que "no es el objeto mismo quien interroga, sino que es el Otro quien hace del objeto una incógnita, porque se lo presenta al sujeto como haciéndole falta. Es en la tentativa de respuesta a esa interrogación que proviene del Otro (o sea, del discurso) como el sujeto hace su conocimiento.17 Lo que estamos tratando de ubicar es que no existe un sujeto que aprende en quien "lo emocional" interfiere como desde afuera. No existe una posibilidad de aprender al margen de la subjetividad; desde el principio (si existiese tal cosa), desde las precondiciones que inauguran la posibilidad de aprender de un sujeto, está el Otro. No hay construcción cognitiva, no hay producción intelectual, no hay proceso de aprendizaje escolar si no hay un sujeto que construya el objeto de conocimiento y ello en una escena discursiva. Asimismo, sabemos bien que este sujeto, este objeto y esta escena son considerados como ya dados por la escuela que puede dedicarse entonces a enseñar.18 Así como postulamos la necesidad de atender a la legalidad propia el primer objeto pues es en su interior donde la construcción del conocimiento tiene lugar (y por lo tanto cualquier problema de aprendizaje);19así como afirmamos que es ineludible ubicar la escuela y al docente como los representantes del discurso ya que todo problema en el aprendizaje lo es n un contexto,20 también decimos que no podemos dejar fuera en ningún momento la posición subjetiva del niño que aprende y por quien nos consultan pues consideramos que la subjetividad es constitutiva del proceso de aprendizaje y no admitimos que su papel se reduzca a obstaculizarlo o facilitarlo. La posición psíquica del niño no ejerce su influencia desde una supuesta exterioridad sino desde el interior mismo del proceso de aprendizaje. Nos gustaría ahora mostrar un recorte clínico que nos permitiese comenzar a ubicar los efectos en la intervención clínica de este modelo que ofrecemos para pensar los problemas en el aprendizaje desde la psicopedagogía. Es decir, nos centraremos en los efectos de la conceptualización sobre las intervenciones del psicopedagogo y, sólo como consecuencia, en los efectos de la intervención psicopedagógica en la vida de un niño (en esta oportunidad, Matías) y su familia. 17 Alfredo Jerusalinsky et al., Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil, Buenos Aires, Nueva Visión, 2000. 18 De allí que existan escuelas para niños psicóticos para quienes todos estos presupuestos no funcionan. 19 Véase "Quinto problema: los contenidos... ", 20 Véase "Sexto problema: la participación de la escuela... ". MATÍAS Matías tiene nueve años y está en cuarto grado. Sus papás consultan a fines de agosto porque "está a punto de repetir el grado". La docente acababa de citados para informarles que esta decisión estaba muy próxima dado que Mati "tiene muchas dificultades en las matemáticas que aparecieron cuando en la escuela comenzaron a trabajar el tema de las fracciones" (tanto en los problemas como en las operaciones). También se plantean algunas dificultades no muy graves pero sí muy molestas para la docente, los padres y el niño en el área de la lengua escrita. "En estas condiciones", dice la maestra, "no es posible que pase a quinto grado con la exigencia que hay en esta escuela". Y realmente se trataba de una exigencia significativa tanto con relación alvolumen como a la profundidad con que se trabajaban los contenidos. Hasta ese momento Matías no había tenido problemas en la escuela a la que asistía desde que había comenzado el jardín a los tres años si bien -como dicen sus papás- "tampoco fue nunca un chico de diez... a él le interesan otras cosas... la escuela hasta ahí...". La historia de Mati no presenta ningún antecedente problemático en torno del embarazo ni del parto ni de la crianza durante los primeros años de vida. Tiene un hermano menor al que dice que "lo quiero mucho pero a veces se pone hinchón y me dan ganas de acogotarlo". Sus padres conforman una pareja sin demasiadas complicaciones y son ambos profesionales reconocidos y destacados en su medio. Durante las entrevistas diagnósticas Mati muestra que dispone de un nivel de Instrumentos lógicomatemáticos muy por sobre el que suelen mostrar los niños de su edad y su nivel escolar: responde positivamente las preguntas por la conservación del volumen, por la cuantificación de la inclusión y por la intersección de clases. Ubica situaciones de conflicto y construye estrategias novedosas para resolver los problemas. Muestra grandes posibilidades para anticipar problemas y soluciones y sorprende la rapidez con la que puede pasar de un nivel a otro de mayor conocimiento. Su lenguaje es rico en vocabulario y se maneja con estructuras sintácticas complejas; suele emplear metáforas y es muy rápido para hacer chistes que le surgen de las situaciones presentes. Sus gráficos son de un nivel y de una creatividad poco comunes; se muestra apasionado por el descubrimiento y el manejo de diferentes sistemas de perspectivas así como de la técnica de la caricatura. Disfruta de los juegos y del intercambio con el adulto y está siempre dispuesto al desafío. Cuando tiene que operar con fracciones la situación se plantea de una manera bastante diferente: sus acciones parecen azarosas, se pierde en un caos de procedimientos costosísimos que lo conducen indefectiblemente al fracaso y una vez frente al obstáculo se queda como paralizado sin lograr armar ni una respuesta alternativa ni una pregunta dirigida al otro que se ofrece para ayudarlo. En cuanto a la escritura espontánea, lo que aparece como más significativo es la hiposegmentación: une palabras de manera absolutamente contingente, lo que le dificulta mucho releer sus producciones, corregirlas y mejorarlas. A pesar de que advierte la diferencia entre leer un texto cualquiera y leer uno escrito por él, Matías no parece hallar en ello demasiado conflicto. La información que brindamos es recortada pues el objetivo es presentar una viñeta que nos permita pasar de las conceptualizaciones hasta aquí realizadas al quehacer de la clínica psicopedagógica. Desde ese modo de pensar la psicopedagogía en que se sostiene que se "toma" de la psicología genética y del psicoanálisis pero sin que se llegue a ubicar aquello que se "toma" en un discurso propio, el problema de Matías se podría resolver más o menos así: "Se trata de un niño con posibilidades intelectuales cuya producción se ve interrumpida por la intromisión de producciones de otro orden, del orden de la subjetividad". No es esto lo que vamos a afirmar nosotros: no hay tal posibilidad deproducción cognitiva que pueda aplicarse a diferentes objetos y en diferentes situaciones. Podríamos pensar la dificultad de Matías como un síntoma, como una metáfora, como una sustitución, pero a condición de no reducir el proceso de conocimiento al inconsciente, lo que sería, desde ya, una forma de reduccionismo. Podríamos pensarlo como un síntoma: el aprendizaje escolar mismo es aquí el síntoma (no se trata de un síntoma que interfiere en el aprendizaje como obstáculo externo) en el seno del cual la interacción con el objeto de conocimiento adquiere ciertas peculiaridades así como también sucede con la relación con el otro que le enseña ese objeto. Todo ello hace que los sistemas lógicos se reconstruyan en el interior de este campo del conocimiento en un nivel que le es singular y con unas cualidades que también lo son: vamos viendo que aquí el psicoanálisis nos proporciona una serie de conceptos que nos permiten explicar ciertos fenómenos pero sabiendo que con ello no se agota, ni mucho menos, el orden total de lo que aquí conceptualizamos como problemas en el aprendizaje. Para avanzar un poco más veamos qué nos dice Matías: de su psicopedagoga, que es "mitad maestra y mitad psicóloga ... "; hablando de su mamá, que es psiquiatra, dice que "se la pasa todo el tiempo ... bueno, casi todo ... casi el 83 por ciento, en el consultorio y no puede ayudarme con la tarea ... "; sobre su papá comenta que "es 100 por ciento ingenioso ... Yo salí a mi papá ... también me gusta ser inventor ... "; por último se refiere a sí mismo diciendo que" ... salí tres cuartos a mi papá y un cuarto a mi mamá ... Soy ingenioso como mi papá y me gusta leer como a mi mamá". Además nos informa que "la escuela mucho no me gusta pero lo que menos quiero en la vida es repetir el grado y no estar con mis amigos de toda la vida". Me encuentro con un niño inteligente cuyos problemas comienzan con las fracciones... que describe situaciones apelando a las fracciones... y que une algunas palabras, o sea, que no fracciona en el punto que la ortografía convencional señala. ¿Es lícito operar sobre un síntoma desde un tratamiento psicopedagógico? Si, siempre y cuando el psicopedagogo opere desde la rigurosidad de su encuadre, esto es, no va a responder en el punto en el que el marco de su disciplina no le da los elementos para hacerlo. Aclaramos: hablamos del encuadre del tratamiento, hablamos del marco de la disciplina y no de los elementos con que, por el recorrido de su formación personal, pueda contar el psicopedagogo. El tratamiento psicopedagógico puede causar cierta pregunta por el saber, pero saber en el sentido del conocimiento. Si en esta operación algo remitiera al saber inconsciente, se trataría de "un plus (que podemos .postular como necesario), se trataría, quizá, de un comienzo de análisis. El tratamiento psicopedagógico responde del lado del aprendizaje, responde en acto, opera en acto. Las intervenciones psicopedagógicos bien podrían provocar efectos en el posicionamiento subjetivo del niño, bien podrían tener el efecto de una interpretación (no conceptualizada de esa manera por el psicopedagogo), pero no hay más allá porque ir más allá requeriría un dispositivo psicoanalítico. ¿Porqué no derivar a Matías para que inicie un tratamiento psicoanalítico? Hay una situación de orden práctico que tiene que ver con los tiempos de la escuela: estábamos en agosto y alguien debía hacerse cargo de la urgencia de este niño que dice "lo que menos quiero en la vida es tener que repetir el grado". En este sentido, un psicopedagogo cuenta con los instrumentos más precisos para abordar un tratamiento con el objetivo de que el niño logre en dos meses resolver su tema con las fracciones y pueda, así, pasar a quinto año de EGB. Cierto que había un riesgo y había que hacer un cálculo21 apostar a que Matías resolviera este síntoma rápidamente podía obturar su posibilidad de hacerse pregunta más allá del objeto de conocimiento. ¿Qué aseguraría que esto? no ocurriera? La abstinencia del psicopedagogo, que no es la abstinencia del psicoanalista sino que se trata, justamente de no caer en el "como si" de un dispositivo psicoanalítico. Allí, en el espacio del tratamiento psicopedagógico, no es posible un análisis aun cuando pudiera pensarse al psicopedagogo como ubicado en el discurso en la posición del analista, esto es, causando una pregunta en el otro (lo que no es una afirmación sino una mera especulación con cierta dosis de arbitrariedad).22 Relataremos brevemente cómo transcurrió el tratamiento de Matíaspara dar una muestra de lo que llamamos "intervenir desde la actividad" "intervenir desde el aprendizaje": con Matías retornamos sus dichos acerca de la psicopedagoga como "mitad maestra y mitad psicóloga"; acerca de su papá que era "100 por ciento ingenioso": sobre su mamá 21 Quiero reconocer en estas palabras los aportes de Fernando Maciel, cuyos comentarios me ofrecen la posibilidad de revisar constantemente mi práctica. 22 En El reverso del psicoanálisis (Buenos Aires, Paidós, 1972), Jacques Lacan hace una referencia a las encuestas etnográficas Y dice que si hay algo que les pueda servir no es precisamente el psicoanálisis: "Cuando digo que no es con el psicoanálisis que se consigue una encuesta etnográfica, cuento a buen seguro con la aprobación de todos los etnógrafos". Pero más adelante agrega: “... para tener tal vez una pequeña posibilidad de hacer una encuesta etnográfica acertada, es preciso, lo repito, no proceder por medio del psicoanálisis si no tal vez ser un psicoanalista, si es que eso existe". Leemos en estas líneas la posibilidad de ubicar el discurso psicoanalítico por fuera del dispositivo psicoanalítico, o sea, la posibilidad de ubicarse -el psicopedagogo- en la posición del que produce una pregunta en el otro sin que ello implique un análisis, ni siquiera una intervención psicoanalítica. que pasaba "el 83 por ciento del tiempo en el consultorio y, finalmente, acerca de sí mismo que "salió tres cuartos a su papa y un cuarto a su mamá" y convinimos que sería interesante que pudiera representar estas afirmaciones a través del dibujo (que era el modo de producción en que se encontraba más a gusto). Hace una figura humana que representa a la psicopedagoga (recordemos que la había definido como "mitad maestra y mitad psicóloga"), y comienzan los titubeos: ¿por dónde dividir? Se cuestiona la línea horizontal porque "no puede ser la cabeza toda de maestra porque eso sería como que es maestra". Se cuestiona la vertical "porque no es posible que una mano sea de maestra y otra de psicóloga porque con una m no harías una cosa Y con la otra, otra... serías una loca". Empieza a cuestionarse si es posible fraccionar a una persona: "No es eso lo que yo te quería decir... no puede ser... cada uno es cada uno todo e1 tiempo”. Y concluye que no es posible hacer ese dibujo pero que sí puede hacer el de él tres cuartos como su papá y un cuarto como su mama: se dibuja armando un auto y se dibuja leyendo. A partir de un par de preguntas descubre que así nadie se da cuenta de que es tres cuartos como su papá y un cuarto como su mamá y entonces agrega otras dos figuras en las que se representa a sí mismo armando cosas (como su: papá). A partir de ese momento comienza a hacer dibujos que indican la distribución del tiempo diario que cada uno de los integrantes de su familia dedica a las diferentes actividades. Cuando ante un pedido debe explicar esos dibujos, lo hace sin dificultad hasta llegar a una conclusión: “... me parece que estamos todos muy ocupados y no nos juntamos casi nunca". Es esta afirmación la que lo conduce a intentar complicadísimas operaciones para "ver" qué fracción del día comparte con su hermano, con su mamá, con su papá, con su mamá y su hermano (los tres juntos), con su papá y su hermano (los tres juntos), con toda la familia (los cuatro). Con la información que va obteniendo hace cuadros en grandes cartulinas que se lleva a su casa. En este momento del tratamiento hay una propuesta de su psicopedagoga: que armemos ''la semana ideal" pensando cómo le gustaría a él distribuir el tiempo, a qué le restaría tiempo, a qué le gustaría dedicarle más tiempo. Toma el proyecto con gran entusiasmo metiéndose sin dificultad a resolver las situaciones que él mismo se va proponiendo: "Si le sacamos un tercio al tiempo de la televisión... ¿cuánto será de minutos o de horas… a ver?”. Las operaciones que hace se van complicando cada vez más y cada vez hace diferentes representaciones gráficas que se lleva a su casa. La intervención en la escuela consistió "simplemente" en entregarle a la docente un informe que despejara todas las dudas acerca del "nivel intelectual" de Matías y sobre su pronóstico, de manera que ella pudiese evaluar la producción del niño lo más desprejuiciadamente posible y sin el temor a resolver una promoción que luego le fuera cuestionada por la docente de quinto año de EGB. A su vez la docente informó sobre la evaluación de matemáticas que incluiría operaciones y problemas con fracciones que tendría lugar en un par de semanas y que la preocupaba considerablemente. A partir de una intervención de la docente que se produjo como efecto de este trabajo en equipo, Matías pidió ayuda para estudiar en el ámbito del tratamiento y con su psicopedagoga dedicaron tres sesiones exclusivamente a "estudiar para la prueba". Hacia fines de octubre los padres piden una entrevista. Están angustiados porque Matías pega por todos lados los "carteles" que se lleva del consultorio pero además agrega otros que hace solo en casa. Dan un ejemplo: "Para ver cuánto tiempo dedica la madre a hablar de cada cosa". Mati había ubicado los siguientes temas: "trabajo", "cosas de la limpieza y el orden en la casa", "temas de políticos", "plata" y "cosas de la escuela de los hijos", entre otros. Los padres, pero especialmente la mamá, lo viven como una acusación. La mamá llegó a suspender un viaje que tenía planificado para asistir a un congreso. Además Mati había comenzado a "decir" (no "a tener") que tenía miedo cuando lo mandaban a dormir o a "manifestar" (no "a tener") temor a quedarse solo en la casa: "Un nene que siempre fue independiente", dice su mamá. A mediados de diciembre, en una entrevista de fin de tratamiento (la promoción a quinto año de EGB estaba asegurada) en la que estaban presentes la mamá, el papá y Matías, él dice que "venir es muy divertido" y que quiere continuar. La mamá explica que Mati sale del consultorio "hecho una seda", por lo que piensa que "a lo mejor le vendría bien un tiempito más". El papá agrega que "Mati siempre tiene una, ahora se le ha dado por los miedos... ". Entonces, Matías pregunta si “... es lo mismo que repetir el...? Quiero decir... no sé... ¿Eso es un problema?". Y la mamá le responde: ''Yo tampoco sé, Matías... Ni siquiera trabajo con chicos... No sé... Vamos a pensarlo". Creemos que se trata de una viñeta que ilustra bastante claramente la posición del psicopedagogo, también qué es eso de intervenir desde la actividad, desde el aprendizaje, lo cual deja ubicado a qué nos referimos con abstención y también cuál es el lugar del psicoanálisis en nuestra clínica. Cuarto problema: el cuerpo del niño no puede quedar fuera. La posición del psicopedagogo frente a la falla en la estructura biológica. Federico es un nene de cuatro años con un diagnóstico orgánico bien definido (epilepsia temporal sintomática, coinciden todos los informes), que se encuentra en medio de una situación familiar sumamente problemática en la que los lugares se encuentran absolutamente trastocados. Está en tratamiento psicológico y fonoaudiológico; viene a la consulta porque el jardín no puede sostenerlo más y existe una indicación de escuela especial que la familia se niega a aceptar. A la primera entrevista asiste Beatriz, la mamá, con otras dos personas a las que presenta como Olga y Ricardo, “... vamos juntos a todos lados... ", comenta. Enseguida comienzan a sacar informes pediátricos, neurológicos, psicológicos, fonoaudiológicos, neuropsicológicos, amén de los informes del jardín de infantes, con todos los cuales inundan el escritorio de la psicopedagoga. Más adelante contarán que Olga es la madre de Beatriz, y Ricardo, la pareja de Olga. Quien toma la palabra es entonces la abuela y paradecir que Juan, el padre de Federico, se separó de Beatriz cuando Fede tenía once meses y volvió a verlo recién después de pasados más de dos años, en el momento en que Beatriz le pidió dinero a causa de la necesidad de internar a Federico. Ante una pregunta me aclaran que Beatriz y Juan nunca se casaron pues él tenía "mujer y tres hijos". Actualmente Juan vive con sus padres pero su primera mujer "lo visita" los fines de semana y acaban de tener otro hijo. Más tarde, Beatriz se casó con Jorge y se fue a vivir con él. En el momento de la consulta "están separados pero salen". Antes de decidir la intervención, la psicopedagoga decide tener una entrevista con Federico para conocerlo. Cuando el niño llega al consultorio por primera vez, entra como una tromba preguntando: "¿Teé cateíta va?" ("¿Tenés calesita vos?"), y se estrella contra el ventanal que da al balcón desde donde se ve una calesita. A esa entrevista lo trae Ricardo (la pareja de la abuela), porque Beatriz (la mamá) está internada a causa de una crisis de hipocalcemia, secuela de una operación de tiroides realizada meses antes. Ricardo se va del consultorio sin que Federico parezca registrarlo. El niño habla todo el tiempo en tono de pregunta. Repite muchas veces "¿Qué teta?" ("¿Qué es esto?"), tomando todo cuanto encuentra a su alrededor y sin esperar respuesta alguna ya está tomando otro objeto. Pregunta por objetos conocidos como un libro o un auto. A veces cuando tiene uno en su mano pregunta "¿Qué ta cugado?" ("¿Quién está jugando?"), y cuando la psicopedagoga interviene con una pregunta formulada a modo de pedido de aclaración, "¿Quién está jugando?", su respuesta es "Peteíco" ("Federico"). Nos encontramos frente a un niño que durante treinta minutos no puede detener ni sus movimientos ni sus verbalizaciones de manera espontánea y que necesita mucha ayuda para armar un corte que le permita hacer o hablar con otro. Un niño con una disartria importante que dificulta la comunicación; que se llama a sí mismo "Peteíco Tequié Tatía" (su nombre y apellido). Un niño de cuatro años que se queda, sin muestras de angustia, solo en un consultorio con una persona extraña en el momento en que su mamá está internada. Un niño que no puede armar una escena de juego. La psicopedagoga solicita al abuelo que la llamen para comunicarle el número de teléfono del neurólogo que atiende a Fede para comunicarse con él antes de volver a ver al niño. Cada uno, a partir de sus propios referentes teóricos y clínicos, va formulando ciertas anticipaciones que -cuando no son corroboradas por los hechos- producen o, mejor, deberían producir conflictos que nos lleven a reelaborar los datos y a construir nuevas hipótesis. Los niños y adolescentes con diagnóstico de epilepsia pueden presentar dificultades en el aprendizaje en diferentes niveles así como también, algunos de ellos, cierto grado de deficiencia mental; otros pueden mostrar dificultades específicas con relación al lenguaje o a la motricidad; en ocasiones lo que observamos es una cierta inhibición o dificultades para armar vínculos con pares o docentes... Pero con Federico encontramos que lo que sabemos por otros pacientes no nos sirve y lo que dicen los manuales de neurología infantil acerca de la "epilepsia frontal sintomática" no nos aclara demasiad o. Consultar con el neurólogo antes de volver a ver al niño se torna, entonces, una intervención necesaria para aclarar el diagnóstico. ¿Aclarar el diagnóstico neurológico? ¿Para qué? ¿Por qué "engancharse" con lo orgánico? ¿No queda claro que de lo que allí se trata es del orden de la subjetividad? Sin embargo la pregunta por la estructura biológica no puede soslayarse. Y aquí se impone leer directamente lo que dice EIsa Coriat en su artículo "Proyecto de neurología para psicoanalistas" que, si bien está dirigido a psicoanalistas en particular, nos toca a todos los que trabajamos con niños con problemas en el desarrollo en general: Me parece legítimo, en el contexto de las articulaciones lacanianas, decir que no sólo la significación, sino que incluso el sujeto mismo surge como producto de la combinación de la vida -vida palpitante en lo real de la libra de carne- con el átomo cero del signo -átomo transmitido al infans en el encuentro con el Otro.23 Conocer, entonces, acerca de los efectos de la afección orgánica en el cuerpo de este niño nos dirá también acerca de los obstáculos con que el significante se encuentra para instalarse en un cuerpo. De ninguna manera esperamos que el neurólogo, la neurología o las resonancias magnéticas nos den una explicación causal de los problemas de Federico; mucho menos que desde allí se selle su destino. Pero para que nada de esto ocurra, ¿no es absolutamente necesario conocer algo acerca de la "vida", acerca de lo real del cuerpo de este niño, de cualquier niño, de todos los niños con los que trabajamos? EIsa Coriat responde que ésta es "una necesidad tanto ética como práctica". Volvemos a Federico: llama la abuela y dice a la psicopedagoga que si quiere le dan el teléfono del último especialista que vio al niño. ¡Sorpresa! Son tantos los neurólogos que vieron a Fede que en realidad no tiene ninguno. Todos han sido consultados a lo sumo un par de veces: una primera entrevista en la que el profesional solicita estudios y luego una segunda para leer los resultados e indicar medicación: "Ninguno la pega, las convulsiones siguen como si nada, ayer tuvo tres en una hora". La psicopedagoga solicita una nueva entrevista a la que viene nuevamente los tres adultos, Beatriz, Olga y Ricardo: ninguno de ellos 23 Eisa Coriat, "Proyecto de neurología para psicoanalistas", en Psicoanálisis en la clínica de bebés y niños peque/los, Buenos Aires, De la Campana, 1996. sabe nada del diagnóstico médico aunque está escrito en todos los informes; ninguno sabe nada acerca de lo que es una convulsión ni tampoco por qué es que le ocurren; no tienen ni idea de lo que hay que hacer para ayudar a Fede cuando convulsiona; tampoco saben qué es lo que le pasa en ese momento pero creen que puede asfixiarse y morir. Desde el tratamiento psicopedagógico con carácter de condición necesaria para continuar con el trabajo de ubicación escolar, se indica que hagan una consulta con algún neurólogo. ¿Otra más? Sí, otra más, pero para ellos; no será necesario que Federico asista. Con la intervención de la psicopedagoga arman juntos, los cuatro, una lista de preguntas para ser formuladas al profesional médico al que decidan consultar. Además, la psicopedagoga les sugiere que soliciten un certificado que indique si, desde lo orgánico, Fede estaría en condiciones de asistir al jardín y que se especifique si tiene alguna limitación respecto de las actividades propias de un jardín de infantes. No quieren ir a ninguno de los neurólogos que ya conocen porque "son todos iguales y lo único que le hacen a mi hijo es mal". Piden a la psicopedagoga que les dé el nombre de un profesional. Hacen la consulta. Obtienen las repuestas a las preguntas que habían armado y un certificado que dice que Fede puede asistir al jardín y realizar todas las actividades que allí se desarrollan. El profesional solicita un estudio complementario que luego permitirá hacer un ajuste en la medicación. Durante los siguientes nueve meses, Fede tuvo una única convulsión mientras estaba internado en terapia intensiva a causa de un virus (Guillain Barré), que le afectó gravemente la función motriz y comprometió su respiración. La familia tuvo con el neurólogo esta única entrevista ya que luego comenzaron a hacer controles, de manera regular, con un profesional de su obra social. ¿Qué fue lo que posibilitó este cambio? ¿La medicación? Dice Rubén Dimarco: Si la medicación que administramos (cómo, cuándo,dónde)... no opera en el punto preciso de lo cifrado en lo real, ¿no estamos, esencialmente, sofocando-rechazando al sujeto? Si opera precisamente allí, ¿no es interpretación?24 En otro artículo, EIsa Coriat afirma que las conceptualizaciones del profesional pueden producir el efecto de ratificar que la causa: …corre exclusivamente por cuenta del fantasma de los padres (dando como resultado que, en el acto clínico: el profesional) no sea capaz de discriminar hasta dónde y por donde es así, o hasta dónde los padres, desorientados, sobreactuaron sus cuidados o sus castigos, o su dejar hacer - 24 R. Dimarco, "Presentación institucional: Fundación CISAM", en Fundamentos de la práctica en hospital de día. Jornadas Interinstitucionales de Hospital de Día, Buenos Aires, Del Azul, 1990. al niño o a los profesionales- impotentes, accidentados ellos mismos por la alteración en su descendencia.25 El problema de las relaciones entre la estructura biológica y la estructura psíquica se torna particularmente central cuando se trata de niños con problemas en el desarrollo, temática en la que ahondaremos más adelante de manera específica. Quinto problema: los contenidos del aprendizaje escolar. La legalidad propia de los objetos de conocimiento. Génesis de las hipótesis infantiles en los dominios específicos. ¿En qué punto podríamos considerar que los contenidos escolares llegan a constituirse en un obstáculo en nuestra práctica profesional? En principio la respuesta sería: allí cuando quedan absolutamente excluidos del diagnóstico y del tratamiento. Para esta exclusión podemos plantear algunas explicaciones: en algunas ocasiones ella se produce como efecto de un desconocimiento por parte del psicopedagogo acerca de la naturaleza y la lógica propias del objeto de conocimiento que se trate y/ o un desconocimiento acerca de las hipótesis que los niños construyen a lo largo de su desarrollo -fundamentalmente en lo que atañe a la lengua escrita y a las matemáticas-.29 Otras veces la exclusión de los contenidos escolares se produce como efecto de una posición sustentada más en una negación que en un enunciado positivo, esto es: "Yo no hago reeducación". Como si lo reeducativo se definiera por el nombre de las actividades que se llevan a cabo en el ámbito del tratamiento y no por la relación del psicopedagogo con un marco teórico y conceptual que lo posiciona de determinada manera frente a un conocimiento y frente al otro. ¿Puede un psicopedagogo concluir su diagnóstico y no saber qué dificultades específicas le presenta a ese niño la lengua escrita? ¿Puede un psicopedagogo concluir su diagnóstico y no tener idea acerca de cuáles son las estrategias y los procedimientos con que ese niño puede resolver una situación problemática? ¿Y para qué debe saber un psicopedagogo acerca de los contenidos? Obviamente que no se trata de producir una versión mejorada de la propuesta didáctica de la institución a la que el niño asiste sino de no arribar a conclusiones apresuradas, equívocas, que nos lleven a intervenciones fallidas. Santiago, con seis años, puede resolver algoritmo s presentados de manera convencional y puede resolver problemas mentalmente pero no 25 E. Coriat "Causas y azares", artículo inédito presentado en el Encuentro Lacano- americano en San Salvador de Bahía (Brasil), agosto de 1997. 29 Una cosa es no conocer acerca de la naturaleza de la notación de nuestro sistema numérico -que es decimal-, no conocer las leyes que rigen la escritura de los números o la lógica que regula las relaciones aritméticas o la diferencia con otros sistemas de notación numérica y otra es no conocer acerca de las hipótesis que los niños se formulan acerca del sistema de puede decir qué cuenta realizó para llegar al resultado. ¿Se trata de una dificultad específica o se trata de un momento en la construcción del conocimiento? A Natalia, de seis años, su psicopedagoga30 le pide que lea el número 10 y la niña comienza a decir que "el O no es nada pero es como un 1" o que "el O es un 1 en verdadero", al tiempo que escribe el O y sobre él escribe el número 1. ¿Se trata de una producción que se corresponde muy directamente con su posición subjetiva y que se expresa bajo esta forma confusa? ¿Esta superposición de los números 1 y O remite a algo que no puede quedar vacío? Obviamente es imposible responder esta pregunta desconociendo la historia de la niña, pero también es imposible responderla si se desconoce cuáles son las hipótesis que los niños construyen para explicar el carácter posicional de nuestro sistema decimal, el rol que juega el cero en este asunto y las hipótesis que los niños construyen al respecto. Rosario tiene ocho años, está en segundo año de EGB y tiene enormes dificultades en el área de las matemáticas. Sin embargo, su juego preferido "el negocio" y se empeña en sacar cuentas para saber cuánto es lo que su psicopedagoga le tiene pagar por lo que compró o cuánto vuelto le tiene que dar. ¿Hace alguna diferencia que los precios sean todos números comprendidos entre el 1 y ella o que sean todos múltiplos de 10 o todos múltiplos de 5? ¿Cuál de estas opciones podría facilitarle la construcción de ciertas regularidades que le permitan armar estrategias para resolver las operaciones que la escuela le propone? La maestra de Gastón dice que no puede avanzar con las propuestas del área de la escritura porque un niño que habla "tan mal" como él no podrá nunca escribir correctamente. Si no conocemos profundamente las relaciones entre la lengua oral y la lengua escrita nos será muy difícil trabajar junto a esta docente para que pueda ofrecerle a Gastón una propuesta adecuada en el área de la escritura. Si no conocemos que hay diferentes tipos de texto y por ende diferentes modos de numeración decimal. Se trata de dos dominios de conocimiento diferentes, pero se trata de dos áreas de conocimiento que para la psicopedagogía resultan complementarias. En necesario, sin embargo, recordar que ni los aportes de las investigaciones en matemáticas ni los aportes de las investigaciones en didáctica de las matemáticas ni los de las investigaciones respecto de la génesis de las nociones escolares sobre las matemáticas pueden “aplicarse” a la psicopedagogía sin más, pues en los problemas de la intervención clínica no son los del matemático ni los del didacta ni los del psicólogo genético. 30 Agradezco a María Fernanda Paz por autorizarme a presentar este material de su paciente. aproximación a cada uno de ellos; diferentes modos de leer según se trate de un texto narrativo, instructivo, informativo; diferentes modos de leer según el género y/o el objetivo que la lectura tenga en cada caso, ¿cómo podemos decir si un niño tiene o no dificultades en la lectura? Cuando una docente nos dice que Luciana, de cuarto año de EGB, "no sabe leer" y lo justifica explicando que, "su lectura es silabeante... No respeta los signos de puntuación… Su entonación no es adecuada... ", ¿cómo le respondemos si no hemos trabajado nosotros mismos acerca de las diferencias entre pensar la lectura como un proceso de decodificación o pensarla como un proceso de atribución de significados? Como habrán advertido, la lista de interrogantes puede ser infinita aunque nunca infructuosa. Lo que queríamos puntualizar es que sea que ayudemos a un niño a hacer su tarea escolar, sea que juguemos al bowling o a la vendedora o a la carrera de autos, en todo momento se harán presentes situaciones que tendrán que ver con la lectura, con la escritura o con las matemáticas porque ello nos ocurre así, a todos, en cualquier lugar y durante toda nuestra vida, y que llegado el momento tenemos la obligación de conocer acerca de cómo intervenir de manera de favorecer en el niño
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