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Valentin Arias - Construccion del concepto Region-Armando Raul Bazan - Valentin Arias

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Historia Regional 
Profesorado y Licenciatura en Historia - Universidad Nacional de Salta 
 
1 Documentos de Trabajo 
 
«El método en la Historia 
Regional Argentina» 
Armando Raúl Bazán٭ 
 
 
 
 
 ,Artículo publicado originalmente en Revista Fundación Cultural Santiago del Estero ٭
Nº 40, Setiembre de 2009, Santiago. En línea, URL: 
http://www.fundacioncultural.org/versiones-anteriores/revista/nota7_40.html 
a palabra región tiene distintas connotaciones que se 
sustentan en la geografía, la economía, la lengua, la cultura y 
también en el marco político-institucional. Pero sin perjuicio 
de estas acepciones particulares con que la palabra es usada 
corrientemente, en el campo de nuestros estudios es propio hablar 
de región histórica cuyo significado no se agota en aquellos 
contenidos particulares sino que los comprende a todos cuando 
adopta como universo de análisis a un ámbito territorial específico 
para conocer el comportamiento histórico de las comunidades que 
tienen su hábitat en ese espacio determinado. Para ubicar la 
cuestión en la jurisdicción de la Argentina, parece propio referirse a 
las regiones históricas que integran su territorio y participaron en 
la formación de la historia nacional. Algunas tienen prosapia, caso 
del Noroeste y Cuyo; otras se fueron configurando más tardíamente 
como la región pampeana, el Nordeste y la Patagonia. Queda 
sobreentendido que esa tardía configuración no se refiere a su 
realidad geográfica sino a su realidad histórica donde la presencia y 
la acción del hombre son decisivas. 
Las noticias más antiguas sobre la historia americana muestran la 
precedencia cronológica de la región como marco de análisis para 
la crónica política y etnográfica. Cuando todavía no existían las 
nacionalidades hispanoame-ricanas, la crónica adopta como unidad 
de análisis a la región aunque las palabras que utiliza para 
designarla sean otras como país, reino o provincia. Esta 
comprobación tiene especial validez para el Tucumán, Río de la 
Plata y Cuyo. Así, la crónica indiana habla del reino o país de Tucma 
cuando relata la incorporación de los pueblos aborígenes del 
Noroeste a la jurisdicción del Tawantinsuyo, e implícitamente 
considera a ese ámbito geográfico como una unidad por encima de 
los particularismos étnicos y culturales. Esa conceptuación regional 
está presente en autores como Garcilaso de la Vega con sus 
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2 Documentos de Trabajo 
 
“COMENTARIOS REALES”, en Juan de Matienzo con su libro 
“GOBIERNO DEL PERÚ” y perdura en los cronistas posteriores de 
los siglos XVII y XVIII como Nicolás de Techo, Pedro Lozano y Pedro 
Francisco Charlevoix. El País de Tucma de los aborígenes se 
convirtió en el Tucumán de la conquista y colonización españolas. 
Organización política 
La organización político-administrativa adoptada por España se 
adecuó a esa realidad pre-existente. Así fueron creadas la 
gobernación del Tucumán, el Corregimiento de Cuyo dependiente 
de la Capitanía General de Chile y la Gobernación del Rio de la Plata. 
Durante más de dos siglos, la organización política fue 
representativa de la realidad geo-histórica de las regiones. En ese 
tiempo se fundaron las ciudades que hoy integran nuestro mapa 
político, se formó la sociedad criolla con el mestizaje de los 
españoles e indígenas, se organizó un sistema económico 
polarizado en centros de poder como Potosí, Buenos Aires y Chile, y 
se plasmó una cultura homogénea y mestiza, semejante pero 
distinta a la que provenía de la Madre Patria y a las supervivencias 
precolombinas. 
Producida la Revolución de Mayo, surge la propuesta del Cabildo 
jujeño para estructurar de manera diferente el espacio geopolítico 
rioplatense. La estructura de las gobernaciones-intendencias 
sustentada en la región quiso ser cambiada por otra que asegurara 
la autonomía de las ciudades sufragáneas subordinadas por el viejo 
régimen a la autoridad de las cabeceras de intendencia. Esta debía 
ser la organización política del nuevo sistema nacido en mayo de 
1810 mediante la participación de los Cabildos indianos, sin 
distinción de jerarquías. La intencionalidad profunda era reclamar 
“el cumplimiento de las solemnes promesas de establecer la 
absoluta igualdad de derechos de todos los pueblos” como lo 
expresó el diputado jujeño canónigo Juan Ignacio de Gorriti. Dicha 
propuesta que sustituía el eje regional por el eje municipal, si bien 
no fue acogida por el gobierno central, estaba diseñando 
teóricamente el esquema de organización política que la dinámica 
histórica hizo prevalecer a partir de 1820 con el nacimiento de las 
provincias sobre el cuerpo de los viejos municipios indianos: La 
Rioja, Santiago del Estero, San Juan, San Luis, Entre Ríos, 
Catamarca, Corrientes y tardíamente Jujuy. Esa fractura de las 
gobernaciones regionales respondió a tensiones internas 
manifestadas en el ámbito de la región, a conflictos de intereses 
políticos y económicos, algunos de vieja data como el que existía 
entre Jujuy y Salta, pero también a la vigencia de sentimientos 
localistas claramente manifestados, que ponían el acento sobre las 
singularidades terruñeras debilitando el sentido de pertenencia 
regional. Así se estructuraron las provincias históricas sobre el 
marco del antiguo municipio indiano. Hasta la organización 
nacional ellas funcionaron como pequeñas repúblicas, 
confederadas mediante pactos, que delegaron el manejo de las 
relaciones exteriores en la persona del gobernador de Buenos 
Aires. 
Historias provinciales 
Ese modelo de organización político-administrativa tuvo influencia 
decisiva en la historiografía. Así como en el ámbito continental, la 
Historia General de América se fracturó en historias nacionales a 
partir de la emancipación con el surgimiento de las nacionalidades, 
en el territorio argentino la entidad región se fue desdibujando 
como universo de análisis para dar lugar al nacimiento de las 
historias provinciales. La primera versión fue escrita por el jujeño 
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3 Documentos de Trabajo 
 
Joaquín Carrillo, en 1877, con su obra: “JUJUY, PROVINCIA 
FEDERAL ARGENTINA, APUNTES DE SU HISTORIA CIVIL”. A partir 
de ese momento se fueron consolidando las historias provinciales 
con el legítimo empeño de reconocer la singularidad local y de 
puntualizar la contribución de la “patria chica” a la formación 
nacional aunque sin perder de vista la idea y el sentimiento de 
unidad con la patria común. 
En el estado actual de nuestra historiografía podemos decir que ella 
se expresa a través de dos vertientes: las historias nacionales, 
abarcadoras de la totalidad de la realidad histórica pero que ponen 
el acento sobre los cambios producidos desde Buenos Aires, centro 
de las decisiones nacionales; y las historias provinciales, que se 
proponen rescatar la memoria de los hechos y de los hombres que 
actuando en el ámbito lugareño protagonizaron su historia y dieron 
presencia a su tierra en el escenario nacional. Estas historias 
provinciales, algunas excelentes, salvaron omisiones deslizadas en 
las historias nacionales sobre la verdadera contribución de los 
pueblos del interior en la gestación del pasado común. Al respecto 
Pérez Amuchástegui, puntualizó el prejuicio sostenido por varios 
autores que subestiman la importancia de las historias 
provinciales, y sólo consideran historia nacional la que escribe 
desde Buenos Aires, e historia menor la que se produce en las 
provincias. En rigor, esto no es así: las historias provinciales han 
enriquecido notablemente la visión de la historia nacional y han 
contribuido a rescatar del olvido importantes contribuciones de los 
hombres del interior en el dominio del pensamiento, de las 
instituciones políticas, culturales y educativas, de los cambios 
sociales y económicos, y tambiénde la preservación de nuestra 
identidad nacional. 
Asistimos, ahora, a la manifestación de una nueva perspectiva de 
análisis para abordar el conocimiento de la historia argentina. Se 
han escrito numerosas historias nacionales: se han escrito varias 
historias provinciales, pero importantes cuestiones han quedado 
sin una explicación satisfactoria. Ambos géneros se apoyan en 
estructuras político-administrativas de tardía constitución cuyos 
elementos no agotan el universo de la realidad histórica. La nación 
contiene en su seno diversidades profundas de tipo étnico, social, 
cultural y económico, que se hicieron patentes a partir de la 
formación de la Argentina moderna cuando su clase dirigente 
adopta el plan del progreso y con la inmigración masiva, el tendido 
del ferrocarril y el aprovechamiento económico de la pampa 
húmeda, cambió la fisonomía del país tradicional. Las provincias 
no son de suyo realidades históricas diferentes y poseen rasgos 
comunes sustantivos respecto de sus vecinas de la misma región a 
la que siempre pertenecieron desde el tiempo pre-colombino. Así, 
pues, la región histórica, por ser anterior a la nación y a las 
provincias constituye el universo de análisis más apropiado para el 
conocimiento histórico, pues ahí se dieron los elementos 
constitutivos que por agregación de jurisdicciones políticas dieron 
forma a la nación, y que por parcelamiento también político dieron 
origen a las provincias. 
Esto ya lo vieron algunos lúcidos historiadores y escritores 
argentinos como Paul Groussac, autor de un “ENSAYO HISTORICO 
SOBRE EL TUCUMAN” (1882), Juan B. Terán, que escribió el libro 
“TUCUMAN Y EL NORTE ARGENTINO” (1910), y Bernardo Canal 
Feijoó con su obra "DE LA ESTRUCTURA MEDITERRANEA 
ARGENTINA" (1948). Terán sostiene que “el norte argentino es una 
unidad histórica” y que su división política es un hecho 
relativamente moderno. En su sentir, esa unidad reposa en la 
tradición histórica, el medio geográfico, la semejanza étnica y la 
evolución moral conjunta. Y su libro tiende a demostrar esa unidad 
estructural de la región. Su teoría fue enriquecida y profundizada 
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más tarde por el santiagueño Bernardo Canal Feijoó, partiendo del 
análisis sociológico y de la planificación socio-económica. Él acuñó 
la premisa de que el Norte Argentino es la región “más 
histológicamente integrada de la Argentina”, a despecho de los 
limites interiores convencionales creados por el hombre para 
estructurar políticamente a las provincias. ¿Cómo entender, pues, 
esa unidad estructural, partiendo desde formas políticas que se 
constituyeron más tarde, a despecho de la misma? 
Esto nos impone la necesidad de elaborar un método adecuado 
para investigar esa realidad estructural con rasgos homogéneos 
que es la región. Puestos en esa tarea, trataremos de definir las 
categorías de análisis específicas de la historia regional a fin de 
hacer un abordaje orgánico de la misma. Estas son las siguientes: 
1º. El factor geográfico 
La región histórica tiene una sustentación geográfica que debe ser 
considerada por el historiador. Ella se expresa por un continuo 
geográfico cuya unidad no consiste necesariamente en la 
uniformidad de sus recursos naturales sino que se expresa también 
en la diversidad de zonas naturales contiguas y complementarias 
cuya disposición objetiva favorece la integración social influyendo 
en la instalación humana, condicionando las formas de 
aprovechamiento de los recursos naturales y generando fenómenos 
de complementación e interdependencia de las comunidades 
regionales. 
Esa unidad geográfica existe en el ámbito del Noroeste y también 
en Cuyo, la Pampa húmeda, el Nordeste y la Patagonia. En cada 
caso, se trata de distinguir las variables geográficas que componen 
esa unidad. Esto debe ser materia de un análisis pormenorizado. 
2°. El factor étnico-social 
La homogeneidad de una región histórica depende también del tipo 
étnico que protagoniza su desarrollo. En el Noroeste ha sido y sigue 
siendo mayoritario el tipo humano producido por el primer 
mestizaje. El criollo se plasmó en su ser físico su idiosincrasia como 
producto del mestizaje del colonizador español –reducida minoría- 
con el aborigen americano, estrato originariamente mayoritario, y 
con los grupos africanos incorporados masivamente a partir del 
siglo XVIII. Esos elementos formaron la sociedad criolla que 
decantó su perfil en el siglo XIX, borrando los rasgos 
identificatorios particulares de sus componentes primarios. Así se 
configuró un tipo étnico común para todas las provincias del 
Noroeste, que tiene diferencias claramente perceptibles respecto 
del tipo étnico de la región pampeana. Esta cambió su población 
con la incorporación masiva del inmigrante europeo desde la 
segunda mitad del siglo pasado, donde fueron mayoría los 
contingentes italianos y españoles. De ello resultó una sociedad 
aluvial cuyos rasgos físicos y comportamientos culturales 
modificaron profundamente la fisonomía de la sociedad criolla 
receptora. Esta es la Argentina gringa cuya idiosincrasia no 
responde al modelo de “crisol de razas” como se creyó durante 
muchos años sino más propiamente a un pluralismo étnico y 
cultural. Y esto influye en todas las manifestaciones sociales, 
incluso en la forma de sentir el país y de conceptualizar sus 
relaciones con América y el mundo. 
3º. El factor cultural 
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Muy importante como parámetro para medir la identidad de una 
sociedad regional. Comprende a la lengua; la religión, los usos y 
costumbres, las expresiones literarias y artísticas, el folklore y la 
cosmovisión frente al pasado histórico y al medio geográfico. En el 
Noroeste, así como hubo un mestizaje de la sangre se operó 
también un mestizaje cultural. Para entender ese fenómeno 
conviene señalar que los pueblos aborígenes del Tucumán habían 
alcanzado un desarrollo cultural importante. A diferencia de los 
grupos cazadores y recolectores del Litoral fluvial cuyo estadio 
cultural era abismalmente inferior al de los colonizadores 
españoles, en el Noroeste florecieron desde comienzos de la era 
cristiana distintas culturas sedentarias agro-alfareras que 
trabajaban los metales, especialmente el cobre y el oro. Antes que 
ocurriera la conquista española, la nación diaguita estaba 
recibiendo la influencia del imperio incaico, penetración que tomó 
la forma de una verdadera conquista hacia 1480 bajo el reinado de 
Tupac Yupanqui. Los invasores construyeron un camino, llamado 
del Inca, que se internaba en el corazón del territorio diaguita por 
la quebrada de Humahuaca y seguía por los valles occidentales de 
Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y terminaba en Puente del 
Inca; Mendoza. Ese camino fue un instrumento de civilización, de 
igual modo que la lengua quechua que se difundió en el Tucumán y 
comenzó a ser hablada junto a las lenguas autóctonas como el cacán 
de los diaguitas. Ese desarrollo cultural facilitó el mestizaje con el 
sistema español. No hubo pugna generalizada entre los dos 
mundos. En muchos lugares, la ocupación del territorio por los 
españoles fue pacífica y si bien hubo casos de choque y alzamientos 
masivos, como sucedió con las Guerras Calchaquíes, ellos se 
produjeron por la excesiva codicia de las autoridades y 
encomenderos que infringieron las normas del derecho natural y la 
propia legislación dictada por la Corona para proteger al indígena. 
En el ámbito lingüístico y lexicográfico hay evidencias de que el 
hombre del Noroeste posee formas expresivas que le dan identidad. 
Su habla corriente posee arcaísmos castellanos a indigenismos que 
han sido estudiados por autores como Samuel Lafone Quevedo, 
Dardo de la Vega Díaz, Federico E. Pais y Elena M. Rojas. También la 
toponimia y la onomástica regionales estánplagadas de voces de 
origen quechua y cacán, y en Santiago del Estero se dá un fenómeno 
de bilingüismo indo-hispánico. Parte de su población habla el 
quechua corrientemente, sin perjuicio del uso del español, tema 
examinado por Domingo Bravo y Elvio Aroldo Ávila. 
En el mundo de las creencias religiosas, las fiestas tradicionales con 
vigorosa vigencia, demuestran que bajo el ropaje del catolicismo 
hay manifestaciones de genuina religiosidad popular de filiación 
indígena que la Iglesia Católica ha terminado por aceptar. Es lo que 
sucede con las fiestas de San Nicolás de Bari y del Señor de la Peña, 
en La Rioja, estudiadas por Julián Cáceres Freyre. En la primera 
participan los descendientes de una antigua cofradía de naturales, 
los "aillis" y de los “alféreces”, vestidos con un ropaje típico pleno 
de colorido, quienes durante los días del novenario rinden su 
homenaje al Santo entonando un canto de alabanza acompañado 
por el ritmo de una caja india. Ese cántico religioso se ha trasmitido 
por vía oral en lengua quechua, forma dialectal usada en la zona de 
Chichas, sud de Bolivia. En la ceremonia del Tinkunako o 
"Encuentro", que se celebra todos los años el 31 de diciembre, a 
mediodía, participan las cofradías de los "aillis" y de los "alféreces" 
acompañando las imágenes del Niño Alcalde y de San Nicolás, 
respectivamente. Esta ceremonia, donde se conjugan elementos 
hispánicos e indígenas, fue oficializada recién por la Iglesia a 
comienzos del presente siglo. 
En orden a la expresi6n literaria, esta revela de manera 
significativa la impronta telúrica regional. El paisaje, la fauna 
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autóctona, los usos y costumbres; la tradición histórica, la 
problemática espiritual del hombre lugareño constituyen la 
temática inspirativa de los autores más representativos en los 
géneros de la poesía, la narrativa y el teatro, Joaquín V. González, 
César Carrizo y Ángel María Vargas (La Rioja); Carlos B. Quiroga, 
Luis Franco y Juan Oscar Ponferrada (Catamarca); Ricardo Rojas, 
Bernardo Canal Feijóo y Clementina Rosa Quenel (Santiago del 
Estero); Pablo Rojas Paz y Fausto Burgos (Tucumán); Juan Carlos 
Dávalos y Manuel J. Castilla (Salta); Domingo Zerpa y Jorge Calvetti 
(Jujuy). 
La identidad del noroeste se expresa también en la música y las 
artesanías. Así como el tango es la música representativa del país 
aluvial, la zamba y la chacarera definen musicalmente al país 
tradicional. La región ha dado a nuestro país formas musicales que 
se han difundido por el mundo a través del disco y de la actuación 
viva de consagrados intérpretes. Ese lenguaje musical ha inspirado 
también construcciones más ambiciosas en el género sinfónico, 
caso de la "Rapsodia Santiagueña" de Manuel Gómez Carrillo, 
estrenada en Paris en 1926 e incluida en el repertorio de nuestra 
Sinfónica Nacional. 
Las artesanías populares constituyen otro parámetro para medir la 
unidad cultural de una región. Esto es válido para el noroeste y 
también las otras regiones argentinas. Si ellos tienen vigencia pese 
a la presión disolvente de las manufacturas industriales, eso indica 
que los oficios manuales tradicionales siguen expresando la 
persistencia de un estilo de vida que se resiste a sucumbir frente al 
avance tecnológico. Las artesanías del tejido y de la cerámica 
especialmente, dan ocupación a mucha gente y logran buena 
colocación en el mercado nacional e incluso mundial. Verbigracia, 
alfombras, tapices y ponchos catamarqueños logran niveles de 
excelencia y no podrían ser reemplazados por las manufacturas 
industriales destinadas a servir los mismos o parecidos 
requerimientos del mercado consumidor. 
4°. El factor económico 
Los géneros de producción y las formas de comercialización, los 
sistemas de aprovechamiento de los recursos naturales, el grado de 
incorporación de tecnología a la producción agropecuaria e 
industrial, los sistemas de financiamiento para la producción y 
comercialización y su adecuación a la dimensión de los mercados, 
son variables que sirven para medir el estadio económico de una 
sociedad. En la etapa histórica, esos estadios evolucionaron desde 
formas primarias de producción destinada al autoabastecimiento y 
a la demanda de un mercado regional restringido, al nivel más 
complejo impuesto por la formación de un mercado nacional y a la 
inserción de éste en el mercado europeo y mundial. El primitivo 
comercio de trueque y la moneda de la tierra fueron suplantados 
progresivamente por la economía monetaria y precapitalista. La 
producción agropecuaria se complementa con las manufacturas 
artesanales hasta la irrupción de la revolución industrial, con la 
máquina y la producción en serie que rebajó costos y mejoró la 
calidad. Esta competencia creó un grave problema al país 
tradicional por el ingreso de la manufactura europea, mayormente 
inglesa, entrada por el puerto de Buenos Aires a partir del 
reglamento de libre comercio de 1809. Por necesidad de 
subsistencia, el país interior se amparó en el proteccionismo de las 
aduanas interiores frente al sistema de libre cambio sostenido por 
los ganaderos y comerciantes importadores de Buenos Aires. Esta 
pugna de intereses económicos contribuye a explicar el proceso 
político de nuestras guerras civiles, entre la ciudad-puerto cada vez 
más próspera por el comercio de cueros y el control de la aduana, 
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con un interior empobrecido. El primer intérprete de este proceso 
histórico donde se conjugaban factores políticos y económicos fue 
el historiador Juan Álvarez, en 1916, con su estudio sobre las 
Guerras Civiles Argentinas. Cuando se desencadenó la guerra de la 
emancipación, el Noroeste vió arruinarse el próspero negocio de la 
internación de mulas al alto y bajo Perú. Entonces el polo comercial 
pasó a ser el puerto de Buenos Aires donde no había demanda para 
esa producción 
La sociedad del Noroeste fué durante la época colonial y hasta 
promediar el siglo XIX agropecuaria y artesanal. Y lo mismo sucedió 
en Cuyo, nudo de un comercio interregional con Chile, Buenos Aires 
y el Noroeste. A partir de ese momento, se desarrolla también la 
explotación minera en Catamarca, La Rioja, San Juan y Jujuy, con 
buen nivel tecnológico, especialmente en la primera. Pero el 
sistema de transporte era rudimentario: arreas de mulas que 
llevaban el cobre en barras hasta el puerto de Rosario, primero, y 
después hasta la punta de riel del Central Argentino en Córdoba. El 
arribo del ferrocarril Central Norte a Tucumán, en 1876, y del 
Ferrocarril Andino a Mendoza y San Juan, en 1885, cambió 
profundamente los ejes de la circulación económica. Los pueblos 
que quedaron marginados por el riel empezaron a languidecer. 
Esto sucedió en Cuyo con la zona de Jachal, en Catamarca, La Rioja y 
todos los pueblos ubicados sobre el antiguo camino real del Perú 
donde hasta la ciudad de Santiago del Estero quedó marginada por 
el trazado ferroviario. Tucumán y Cuyo iniciaron su despegue agro-
industrial. En la primera, con la instalación de modernos ingenios 
azucareros que incrementaron notablemente la producción, 
estimularon la expansión de la superficie sembrada con caña y la 
demanda de mano de obra permanente y transitoria Esto generó 
una importante migración interna de trabajadores provenientes de 
Santiago del Estero y Catamarca, principalmente. Pasaron muchos 
años hasta que otras provincias del Noroeste pudieran iniciar su 
despegue agro-industrial, caso de Salta, con el ingenio San Martin 
de Tabacal fundado en 1918. La Rioja se vio afectada en su 
producción artesanal de vinos con la radicación en Mendoza de 
modernas bodegas de avanzada tecnología, que hicieron dañosa 
competencia en precio, variedad y calidad del producto. En Cuyo, 
los cambios reportados por esa transformación industrialfueron 
notables en la faz económica y social. No es éste el momento de 
analizarlos. 
Todos estos fenómenos económicos con impacto social y 
demográfico deben ser visualizados para comprender 
históricamente el avance de Tucumán y Mendoza, polos de 
desarrollo no competitivos de la producción de la Pampa Húmeda, 
y la decadencia de la región Noroeste y zonas tradicionales de la 
región cuyana. 
5°. El factor político 
Lo político expresa también una forma de identidad, de sentido de 
pertenencia terruñera. Lo regional y lo nacional no son términos 
antitéticos. Lo regional denota una pluralidad estructural que se 
resuelve sin violencia en la unidad nacional cuando ésta toma 
forma institucional. Existió antes de la organización constitucional 
de la nación con nombres propios como Tucumán, Cuyo, Buenos 
Aires, Litoral. Esa estructura se fragmentó políticamente en la 
época independiente cuando los municipios sufragáneos de las 
gobernaciones-intendencias adquieren rango provincial por virtud 
de procesos autonómicos que diseñan el mapa político de la 
Argentina histórica. Pero esta nueva realidad no hizo desaparecer 
la conciencia de unidad regional sustentada en comunes 
tradiciones, problemas y necesidades. Ella fué el soporte de 
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emprendimientos regionales como la Liga del Norte contra el poder 
portuario y centralista del gobernador de Buenos Aires don Juan 
Manuel de Rosas, y de otras iniciativas que llegaron después caso 
de la Conferencia de Gobernadores del Noroeste, (Salta, 1926) y del 
Congreso del P.I.N.O.A. (Santiago del Estero, 1946). 
Sin perjuicio de reconocer la existencia de actitudes de suficiencia 
localista que privilegian a la provincia sobre la región, los hombres 
más lúcidos saben que la verdadera satisfacción de las necesidades 
políticas y económicas en el marco del sistema federal sólo podrá 
lograrse mediante la concertación regional. Es más, por la unidad 
regional pasa el camino para recuperar la vigencia auténtica del 
sistema federal adoptado normativamente por la Constitución 
Nacional pero desvirtuado en los hechos por un comportamiento 
político unitario, contradicción que ha consolidado una verdadera 
distorsión centralista manifestada en los avances del gobierno 
nacional sobre las autonomías sin hallar adecuada resistencia por 
parte de las provincias, como lo ha puntualizado con acierto Pedro 
J. Frías: (“EL COMPOR-TAMIENTO FEDERAL EN LA ARGENTINA”, 
Eudeba, Buenos Aires). 
Estas categorías de análisis para el estudio de la historia regional 
han sido formuladas a partir de una teoría de la región histórica 
cuyos principales expositores han sido Juan B. Terán y Bernardo 
Canal Feijóo, y de los problemas concretos que nos planteó el 
estudio sobre el desarrollo histórico de la región Noroeste, sin duda 
la de perfil más homogéneo entre las regiones constitutivas de la 
nación argentina. Estimo, sin embargo, que el método tiene validéz 
para abordar el estudio de las otras regiones; Cuyo, Pampa 
Húmeda, Nordeste, Patagonia. En cada caso, seguramente, el 
análisis histórico según dichos parámetros conducirá a 
conclusiones distintas que son propias del pluralismo regional 
argentino. Algunas de esas diferencias han sido señaladas de paso 
en este trabajo, pero está haciendo falta la iniciativa de nuestros 
historiadores para el abordaje especifico de cada región como 
universo de análisis. Este género historiográfico tiene en algunos 
países europeos importante desarrollo, caso de España, nación 
donde perdura un vigoroso regionalismo. El País Vasco, Galicia, 
Castilla, Cataluña, Andalucía, son regiones con personalidad 
histórica propia que no ha sido alterada por la estructura político-
adminis-trativa de las provincias organizadas en sus respectivos 
espacios geográficos. Y en una dimensión más amplia, la de la 
macro-región, que desborda incluso los limites nacionales, sigue 
siendo modelo en el género la clásica obra de Fernand Braudel, “EL 
MEDITERRANEO Y EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ÉPOCA DE 
FELIPE II” cuya edición definitiva fue hecha en París en 1966 y 
reeditada por el Fondo de Cultura Económica, México, 1981.

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