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Guber, Rosana. 2016. "Villeros o cuando querer no es poder". En Gravano, A. Antropología de lo Urbano, pp. 238-239. Santiago de Chile: LOM Ediciones. CONOCIMIENTO Y SENTIDO COMÚN 1 Entre todas las concepciones y formas de pensamiento, una se nos aparece como la más sencilla, la más simple: se trata de ese conjunto de ideas y valores que manejamos cotidianamente sin proceder a complejos mecanismos de puesta a prueba ni exigir sistematicidad y coherencia. Esas ideas revelan todo cuanto debemos saber para hacer frente con eficiencia y presteza a las necesidades de nuestra vida diaria. Podemos imaginar cuán absurdo sería hacer cálculos de física para establecer a qué temperatura se producirá el hervor de agua cada mañana cuando preparamos mate; o el peligro de cruzar una avenida haciendo cálculos de distancia y velocidad de los vehículos. Disponemos de una batería de conocimientos de fin práctico que utilizamos una y otra vez, y que se refieren a las más variadas cuestiones: efectos químicos y físicos, relaciones personales, sensaciones, hechos y grupos humanos, todos estructurados según la experiencia de la vida cotidiana. Sin embargo, tal experiencia no es ni individual ni se construye a partir de nuestra ocurrencia; somos su resultado en tanto pertenecemos a un conjunto social que elabora, de cierto modo, esas experiencias. Esta elaboración incluye aprender a vivirlas, a reproducirlas y a recordarlas de determinada manera, lo cual implica, en última instancia, trazar ciertos patrones para la construcción de la realidad social. Fijamos las pautas necesarias para conocer y nos proveemos de un bagaje arbitrario –por ser social y construido, no natural– para comprender y actuar. A esto llamamos «sentido común», un saber que manejamos y reproducimos cotidianamente y que se nos presenta como «inherente» a la realidad, como si ella fuera «simplemente así» y siempre lo hubiera sido. Solemos decir: «eso es cosa de sentido común», como señalando lo natural de una apreciación, lo incuestionable, lo dado. El saber de «sentido común» es un tipo de saber concebido como inmediato acerca de lo real; el sentido común es un conjunto de nociones heterogéneas en carácter y origen, ya que combina antiguas premisas científicas con creencias, normas derivadas de la costumbre con otras de la legislación escrita; se lo considera como el tipo de conocimiento más sencillo, más «evidente»; es lo que «todo el mundo sabe» y comparte 1 Para mayores referencias, se pueden consultar las obras de Antonio Gramsci y otros desarrollos actuales de C. Geertz (1983), A. Gouldner (1976) y J. Nun (1986), entre otros. por el sólo hecho de vivir en nuestra sociedad; no hace falta ningún curso ni specialización; todo «hombre común» tiene acceso a él (Geertz 1983). Sin embargo, sabemos que por ser una construcción social, no existe un sentido común universal, válido para todos los hombres de todas las sociedades, tiempos y lugares. El sentido común es un saber de categorías y recetas: receta para calentar agua para el mate, para cruzar la calle, categoría de estados del agua para distintas infusiones, o de recipientes para determinadas preparaciones; una y otra vez clasificamos cosas, personas, funciones, actitudes, gestos, situaciones, noticias, etc. (Schutz, 1974). Estas categorías permiten agrupar la serie de hechos particulares, con su diversidad aparentemente inabordable, en tipos de hechos. Este procedimiento de tipificación es un acto del pensamiento que consiste en categorizar conjuntos homogéneos de individuos y/u objetos y/o situaciones, abstrayendo los rasgos considerados significativos –p.e. el burócrata, el judío, los gitanos, etc. Pero no sólo el sentido común se vale de estas categorías; también lo hace el pensamiento científico –p.e., los conceptos y tipologías–. Sin embargo, su valor en uno y otro caso es sensiblemente distinto. Mientras en las ciencias se plantea como una herramienta de conocimiento, siempre sujeta a revisión y no como idéntico de lo real, en el sentido común la tipificación es lo real. Por eso, la tipificación es un recurso para el conocimiento, pero puede desempeñar distintas funciones de acuerdo a su contexto de producción y de uso. Su aparente «naturalidad» lleva consigo las bases para perpetuar ciertos órdenes y para viabilizar determinados proyectos políticos. En el sentido común, las tipificaciones no son contrastadas con el referente empírico ni controladas en un contexto teórico, sino con el fin práctico de la actuación cotidiana. En la medida en que sean incorporadas a la experiencia, como en un circuito en retroalimentación, las tipificaciones se consolidan y estabilizan. Como conocimiento del sentido común, las tipificaciones son modelos interpretativos, es decir, modelos de lo real, y sirven para canalizar y ordenar el conocimiento; pero a la vez, dado su fin práctico, las tipificaciones son modelos expresivos, modelos para actuar (ibid.). En estas páginas analizaremos comparativamente dos tipificaciones de villero: la del Sentido Común y la de la Sociología Marginalista.
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