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Significados y usos de la palabra Vinyasa - Tania Iglesias (1)

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1 
LOS DIFERENTES SIGNIFICADOS Y 
USOS DE LA PALABRA “VINYASA” 
 
 
La impermanencia 
 
A lo largo de la historia de la humanidad, tanto en oriente como en 
occidente, es posible observar cómo se manifiesta, de los más diversos 
modos, una intensa aspiración hacia la permanencia y la plenitud. En no 
pocas ocasiones esta aspiración se ha presentado como una especie de 
intento – poco eficaz por otro lado – de perdurar lo más posible en el 
tiempo y alcanzar así la eternidad. En torno a este tema podemos 
documentar el desarrollo de las más variadas tecnologías, tanto interna 
como externamente, ya sea en el ámbito de lo individual como en el de 
lo colectivo. Este desarrollo, por poner tan sólo algunos ejemplos 
significativos, va desde las técnicas alquímicas para alcanzar la 
inmortalidad en este plano, pasando por los ritos funerarios para asegurar 
la vida supraterrena, hasta los esfuerzos arquitectónicos y políticos de 
crear construcciones o imperios perpetuos. 
Por otro lado, esa expectativa encuentra su correspondiente, esta 
vez en el ámbito de nuestra vida personal, en el deseo – probablemente 
experimentado por todo ser humano – de prolongar de manera 
indefinida los momentos y situaciones agradables. También es posible 
observarlo, en esta ocasión por contraste, en la resistencia y el temor 
instintivo ante la cesación que implica la muerte física. Según esto, 
parece que esa aspiración pulsa instintiva o intuitivamente en todos 
nosotros, en tanto que somos seres humanos. 
Independientemente que esto sea así, en la mayoría de las sabidurías 
antiguas es posible encontrar la comprobación de la naturaleza 
impermanente y cambiante de la realidad física. Ya sea en el taoísmo, 
en el budismo o en la filosofía griega, se ha remarcado este aspecto – 
claro que no siempre para reducir sus posturas doctrinales al mismo. Tal 
como se expresa en una frase que suele atribuirse a Buda: 
 
 Todo fluye, todo cambia, todo nace y muere, nada permanece, todo 
se diluye; lo que tiene principio tiene fin, lo nacido muere, y lo 
compuesto se descompone. 
 
Por otro lado, también a través de nuestra experiencia cotidiana es 
posible comprobar el movimiento y el cambio. Nuestra experiencia 
parece evidenciarnos la mutación y transitoriedad de las cosas: así, de 
manera continua vemos cómo surgen, se desarrollan y desaparecen. Si 
bien, en gran cantidad de casos, como la duración de nuestra propia 
existencia es menor a la de algunas otras cosas, les atribuimos a éstas 
una permanencia que en realidad no poseen como un rasgo esencial. 
Ya sea debido a una suposición distraída o debido a que realmente 
palpita un anhelo de eternidad en nosotros, lo cierto es que es de lo más 
común el proyectar permanencia y durabilidad a los objetos. Y esto es 
así a tal punto que nos cuesta concebir qué tan efímero y transitorio es 
todo lo que existe. Tal como se pone de relieve en un mito hindú, en 
donde Vishnu, el Ser Supremo, transformándose en un niño iluminado 
alecciona a un conmocionado Indra, el Rey de los Dioses mundanos, 
despabilándolo así de sus orgullosas pretensiones: 
 
“Oh, Rey de los Dioses, yo he conocido la disolución espantosa del 
universo. He visto perecer a todos (…) momento terrible en que cada 
átomo se disuelve en las aguas puras y primordiales de la eternidad de 
donde habían salido originalmente. Así, pues, todo regresa a la infinitud 
insondable y turbulenta del océano cubierto de absoluta negrura y vacío 
de todo vestigio de seres animados. Ah, ¿quién puede calcular los 
universos que han desaparecido y las creaciones que han surgido, una y 
otra vez, del abismo informe de las aguas inmensas? ¿Quién puede 
contar los siglos efímeros del mundo según se van sucediendo 
interminablemente? ¿Y quién enumerar los universos que hay en la infinita 
inmensidad del espacio, cada uno con su Brahma, su Vishnu y su Shiva? 
¿Qué decir de los Indras que hay en ellos, los Indras que reinan a la vez en 
los innumerables mundos, los que desaparecieron antes de que éstos 
surgieran, y los que se suceden en cada línea, sucediéndose en la divina 
realeza, uno tras otro, y, uno tras otro despareciendo? Oh, Rey de los 
Dioses, hay entre tus siervos quien sostiene que es posible contar los granos 
de la arena que hay en la tierra y las gotas de lluvia que caen del cielo, 
pero que jamás pondrá nadie número a todos esos Indras. Eso es lo que 
saben los Sabios (…) Más allá de la visión más lejana, apretujándose en el 
espacio exterior, los universos vienen y se van, formando una hueste 
interminable. Como naves delicadas, flotan en las aguas insondables y 
puras que son el cuerpo de Vishnu. De cada poro de ese cuerpo 
borbotea e irrumpe fugazmente un universo. ¿Puedes tú presumir de 
contarlos? ¿Puedes contar los dioses de todos esos mundos, de los 
mundos presentes y pasados?”(…) – el niño concluyó la lección 
sobrecogedora y miró a su anfitrión en silencio. Indra, el rey de los dioses, 
a pesar de su esplendor celestial, se había reducido ante sí mismo a la 
insignificancia. 
 2 
 
Este relato mítico sugiere, con terrible contundencia, no sólo la 
impermanencia de todo lo que existe, sino también su inaprensible 
fugacidad. Más allá de nuestra experiencia personal, también la ciencia 
contemporánea no hace mucho más de un siglo ha comenzado a dar 
cuenta de lo mismo. Por poner sólo algunos ejemplos sugerentes de esta 
impermanencia y fugacidad: aproximadamente en el lapso de 3 años 
todas las células de nuestro cuerpo se renuevan por completo, siendo las 
viejas totalmente reemplazadas por otras nuevas, en tanto que la 
esperanza de vida de una persona oscila entre los 70 y los 90 años; por 
otro lado, todo un conjunto de especies de animales prehistóricos – los 
así llamados dinosaurios – se han extinguido hace ya millones de años, 
antecediéndonos lejanamente dentro del lapso de la vida misma de 
nuestro planeta, dentro del cual no son sino un breve instante; 
finalmente, en la amplitud inabarcable del universo, se comprueba de 
continuo el surgimiento de nuevas estrellas y la desaparición de otras, 
sucediéndose así unas a otras de manera interminable en un espacio de 
tiempo casi inconcebible para la mente humana. 
 
 
Impermanencia e identificación 
 
Lo anterior pone de relieve, como mínimo, la transitoriedad e 
impermanencia de todo lo que pertenece al ámbito de lo humano. Sin 
embargo, la comprobación de este hecho no invalida que nuestras 
expresiones culturales – sea el arte, la sabiduría, o el esparcimiento –
tengan un sentido y una funcionalidad profunda para nosotros, en tanto 
que participamos de la existencia como seres humanos. Es importante no 
perder esto de vista. 
Entonces, sin rechazar la relevancia que algunos objetos o 
situaciones tienen para nosotros en tanto seres humanos, recordar la 
condición de impermanencia de todo lo que existe puede ayudarnos a 
redimensionar esa importancia a unas proporciones armoniosas. Al igual 
que Indra en el relato mítico, nosotros también podemos sentirnos 
movilizados y desplazados de la sobrevaloración de aquello a lo cual 
asociamos nuestra existencia. En efecto, es de lo más común que por 
una tendencia espontánea que se manifiesta en todo ser humano – que 
podríamos llamar identificación – solemos sobredimensionar la 
importancia de aquello en lo que depositamos nuestra atención y 
energía. No es extraño ni infrecuente que, dejándonos arrastrar 
inconcientemente por esta tendencia, terminemos pretendiendo que 
aquello con lo cual nos identificamos tenga una trascendencia que en 
realidad no posee. Y esto acontece a todo nivel, aunque su raíz se 
encuentra en un funcionamiento mental: así, podemos descubrirnos en 
algún momento sobrevalorando objetos tan efímeros como un celular o 
la ropa con la cual nos vestimos, como también las actividades que 
llevamos a cabo o las ideas y conceptos que tenemos sobre la realidad. 
Claramente, la misma tendencia hacia la identificación se 
comprueba dentro del ámbito del que formamosparte – el yoga en este 
caso. En efecto, más allá de las ideas previas y los pre-conceptos que es 
posible figurarse sobre las personas que están en relación a esta 
disciplina – alguien podría pensar que “deberían ser” personas de mayor 
claridad y madurez interna – lo cierto es que, también aquí, la regla 
general es la tendencia hacia la sobrevaloración de aquello con lo cual 
nos identificamos. Esto nos conduce, en no pocas ocasiones, a 
adjudicarle a esos objetos, actividades o ideas, una trascendencia y 
relevancia de la cual carecen, no pudiendo percibir el carácter limitado, 
arbitrario o impermanente de eso que tanto se valora. 
En coherencia con lo anterior, según el planteo de algunas corrientes 
de yoga, la máxima identificación es con la idea de quién creemos que 
somos, que en un enorme porcentaje se entreteje con las ideas y la 
concepción que tenemos sobre la realidad. Por esto, en una incontable 
cantidad de ocasiones, cuando una idea que damos por verdadera, es 
puesta en duda por algo o alguien, experimentemos cierta contrariedad, 
yendo desde una resistencia débil hasta una sensación interna de riesgo. 
Así, la pretensión compulsiva de “tener la razón” puede ser observada a 
la luz de esto, es decir, como una manifestación personal de esta 
tendencia hacia la identificación. Sin embargo, esto también tiene su 
correlato en un marco más amplio, a nivel de las instituciones y las 
comunidades: es decir, la pretensión dogmática, incuestionable, de 
poseer la verdad universal y necesaria, como si se estuviera trasmitiendo 
proposición una revelada e infalible. 
El remarcar esta tendencia hacia la identificación, aun dentro del 
ámbito del cual formamos parte, está lejos de pretender ser una crítica o 
argumento para esgrimir en contra de otros. La intención es que cada 
cual pueda observarse, en diferentes situaciones, siendo arrastrado por 
esa tendencia – tan propiamente humana. Es más, gran parte de la 
filosofía profunda del yoga concibe que ésta es una de las 
 3 
disfuncionalidades más persistentes y difícil de trascender. Como ante 
otras situaciones, también respecto de la identificación se ha sugerido 
toda una serie de actitudes o actividades que pretenden contrarrestar 
esa tendencia, entre las cuales se cuentan, principalmente, la 
autoobservación y la toma de conciencia, pero también la aceptación, 
la compasión, la ecuanimidad, etc. 
Todo lo anteriormente tratado, es posible que favorezca en nosotros 
una actitud de mayor apertura y permeabilidad, suavizando la 
pretensión apremiante de querer encontrar ideas incuestionables y 
conceptos con significaciones fijas e inmutables. 
 
 
La variabilidad del lenguaje 
 
A esta altura quizá ya sea redundante mencionar que, al igual que 
los ejemplos que hemos citado anteriormente, el lenguaje humano, 
como la misma cultura, responde a esa dinámica de transitoriedad e 
impermanencia; se desenvuelve continuamente, continuamente 
cambia y se transforma. Si bien es posible que a lo largo de la historia 
ciertos aspectos de la cultura tengan el aspecto de mantenerse 
idénticos a sí mismos, sin cambios notables – mientras que otros aspectos 
mutan vertiginosamente o desaparecen – lo cierto es que, en definitiva, 
son impermanentes. El lenguaje forma parte de esta misma lógica: 
algunas palabras parecen tener significados más perdurables a lo largo 
del tiempo, otras, sufren un cambio veloz o ramificaciones varias de su 
sentido. 
Dentro de esta dinámica global de cambio continuo e 
impermanencia, las palabras concluyen por adquirir el significado que se 
les da según su uso y el contexto en donde se aplican. La palabra 
“vinyasa” – un concepto que es central en el estilo de práctica y 
enseñanza que llevamos a cabo – no es una excepción a esto. La 
misma, como veremos a continuación, posee varios significados. 
Sin embargo, antes de entrar al desarrollo de sus diferentes 
acepciones, veamos qué importancia tiene el estudio de este concepto. 
Diremos, por un lado, que esta palabra es nuclear en una de las 
grandes tradiciones gracias a la cual el yoga se difundió mundialmente. 
Conocer el pasado puede darnos claves de comprensión del presente. 
Esto puede ayudarnos a relativizar y dejar de considerar como una 
especie de mandamiento, ideas o creencias que no tienen tanta 
trascendencia, simplemente por la sola comprobación de la variabilidad 
e impermanencia de su sentido. Además, esto puede contribuir a 
“desnaturalizar” lo establecido, lo que se repite y pretende regir como 
norma, sencillamente, o porque proviene de la tradición, o porque no se 
tiene conciencia que se repite con esa tendencia normativa. Puede 
brindar, además, un aporte para comprender el origen o comienzo de 
determinadas actitudes o razones que hoy repetimos sin comprender del 
todo su sentido – quizá porque fueron utilizadas en otro contexto y otro 
tiempo, del cual carecemos ahora – pero que se han impuesto desde 
una reproducción sin discernimiento de lo pasado o lo tradicional. 
 Así, el estudio del término “vinyasa” – su breve historia y variedad de 
significados – es importante, además, porque nos permite entender y 
comenzar a discernir esta misma variabilidad de usos y no quedar 
reducidos o apegados a una acepción, imponiendo una sola 
comprensión del mismo. Esta comprensión más amplia comienza a 
brindarnos mayor destreza, al mismo tiempo, para su aplicación refinada 
y precisa, según cada uno de sus sentidos, ya sea en sus proyecciones 
metodológicas o técnicas. 
Veamos a continuación una especie de breve historia del término. 
 
 
El origen confuso del término 
 
Lo primero y más general que es posible mencionar con seguridad 
sobre la palabra “vinyasa” es que es un término que proviene del 
sánscrito, propio de cierta tradición yóguica difundida mayoritariamente 
al sur de la India. Este concepto llega a nosotros a través del linaje del 
cual forma parte el conocido maestro de yoga Krishnamacharya (1888-
1989). 
Todavía hoy algunos estilos que son herederos de Krishnamacharya 
pretenden que esta palabra tiene un origen antiguo y tradicional. En 
efecto, con frecuencia suele evocarse la siguiente frase que, 
tentativamente, proviene de un escrito antiguo llamado Yoga korunta, 
elaborado por un sabio llamado Vamana. Tal como se cita en el Yoga 
mala de Pattabhi Jois, discípulo de Krishnamacharya: 
 
Vina Vinyasa Yogena asanadih na karayet 
(Oh Yogui, no hagas Asana sin Vinyasa) 
 
 4 
Sin embargo, lo cierto es que la existencia de ese libro tradicional no 
puede comprobarse en absoluto, lo cual pondría en duda la supuesta 
antigüedad del término. Los relatos que llegan hasta nosotros sobre el 
hallazgo de este escrito y su posterior desaparición, es posible que 
genere asombro o hasta incredulidad. En efecto, ha se dicho que 
Krishnamacharya – algunas versiones incluyen también a Pattabhi Jois en 
el hallazgo – encontró un libro en muy mal estado escrito en hojas de 
palmera: el Yoga Korunta. Según lo que se cuenta, en este escrito estaría 
compilado el estilo de práctica que Krishnamacharya enseñaría en su 
etapa de juventud. Pero cuando los practicantes y estudiosos, 
occidentales principalmente, comenzaron a interesarse por ese tipo de 
práctica – no sólo vivencialmente sino también en sus fundamentos 
teóricos – y preguntaron dónde podrían encontrar el mencionado libro, 
recibieron por respuesta la siguiente: que se lo habían comido las 
hormigas. 
Por otro lado, todavía respecto del tema de la supuesta antigüedad 
de la palabra “vinyasa”, algunos investigadores afirman que no es 
posible encontrar, específicamente dentro del ámbito del yoga, ningún 
antecedente que demuestre la utilización del término en alguno de los 
significados que tiene a partir de Krishnamacharya. En efecto, según una 
investigación detallada y ampliamente documentada sobre este linaje 
de yoga, se confirma que la palabra “vinyasa” sí tiene cierta historia, 
pero no dentro del contexto del yoga. Tal como nos comenta Sjoman:El Término vinyasa es un término usado en los rituales védicos y refiere a los 
factores subsidiarios, en relación a un mantra, que son requeridos para 
que el mismo sea efectivo. Originariamente el término no tiene significado 
en el contexto del yoga y parece ser usado para implicar una especie de 
sanción védica para prácticas, que sólo más tarde se convirtieron en 
yóguicas (mantra). El término fue desarrollado y utilizado en el Mimamsa 
(uno de los seis Darshanas), la antigua escuela India de interpretación de 
escrituras sagradas, en la cual Krishnamacharya fue originalmente 
formado 
 
En concordancia con estas palabras, pareciera que previo a 
Krishnamacharya no es posible comprobar la utilización de la palabra 
“vinyasa” en ninguno de los sentidos que la misma adquiere a partir del 
mismo. Es decir, antes de este maestro nadie usaba este término, dentro 
del contexto del yoga, de la manera en que actualmente se aplica – y 
tan sólo a partir de su enseñanza, este concepto tiene una notable 
difusión. 
Todo lo anterior parece llevarnos a concluir que el maestro 
Krishnamacharya tomó el término de otra dimensión de la cultura de la 
India y lo re-significó, tornándolo funcional a la renovación que el yoga 
comenzó a tener a partir de esos momentos. En asombrosa proximidad 
a lo que hasta aquí hemos planteado, es importante tener presente las 
palabras de Desikachar, el hijo y también discípulo de Krishnamacharya, 
que sin ser totalmente explícito sugiere algo contundente sobre el asunto 
que estamos tratando en este momento. En efecto: 
 
En la India, mucha gente compone obras que luego se atribuyen a 
fuentes antiguas, pero nadie sabe a ciencia cierta quién las escribió 
realmente. Se trata de una tendencia en la India para mitificar y atribuir 
los materiales a antiguos fundadores para darles autenticidad. Incluso mi 
padre, Krishnamacharya, inventó partes de su enseñanza. Yo sé que él 
escribió varios pasajes en su vida temprana, que cambió en su vida 
posterior. También fue autor de obras y, al igual que en los tiempos 
pasados, se comportó como los eruditos antiguos que escribían y 
luego no reconocían haberlo hecho. 
 
Creemos importante aquí hacer un llamado de atención: todos los 
datos anteriores, aun cuando parezcan parcialmente concluyentes, no 
terminan por asentar la certeza de nada. Es probable que el Yoga 
korunta no haya existido jamás; que la palabra “vinyasa” sea una 
extrapolación y una resignificación de un viejo concepto, llevada a 
cabo por Krishnamacharya, funcional de ese modo a su renovada 
enseñanza del yoga. Sin embargo, si esto fuera así, es relevante no 
reaccionar emocionalmente, cayendo en una enfadada incredulidad o 
una altiva deslegitimación. La misma filosofía del yoga nos sugeriría seguir 
observando todo este asunto con el mayor discernimiento posible, sin 
involucrarse impulsivamente en el apego o el rechazo. Ya sea 
enredándose en la reafirmación apegada y compulsiva de la 
antigüedad de esta práctica, haciendo caso omiso a toda una serie de 
documentos de los cuales los argumentos aquí presentados no son más 
que un esbozo. Ya sea enredándose en el rechazo repentino o la 
desvalorización de este linaje que ha demostrado ya su utilidad, en base 
a que se rompe la propia ilusión de que esta práctica tiene un origen 
milenario, real y comprobable. 
 5 
En este sentido, si Krishnamacharya “inventó partes de su enseñanza” 
– tal como nos lo dice su hijo y discípulo – que luego atribuyó a antiguos 
fundadores, sólo podemos especular que fue para darle legitimidad y un 
peso tradicional. Pero lo cierto es que ignoramos esos motivos personales. 
En cuanto al valor real de la enseñanza que trasmitió, sólo puede basarse 
en el sentido y la utilidad que hoy tiene para nosotros, y no, como 
muchas veces se pretende, en su antigüedad. Dicho en otras palabras: si 
una disciplina nos conduce con constancia y solidez hacia lo mejor de 
nosotros mismos, es en esto donde reside su valor y, por el contrario, no 
tiene demasiada relevancia si es antigua o reciente, si es la revelación 
de un semidios o la enseñanza de una persona de humilde procedencia. 
En definitiva, quedando fuera de toda duda que la amplia 
enseñanza de este linaje tiene un valor real para nosotros, lo importante 
es continuar nuestro estudio con el mayor discernimiento posible, por un 
lado, esclareciendo los variados sentidos que el concepto “vinyasa” ha 
adquirido en la actualidad y, por otro lado, evidenciar mínimamente 
cómo se corresponden los mismos con los aspectos prácticos y 
metodológicos de nuestra disciplina. 
 
 
Los sentidos de la palabra “vinyasa” 
 
Hemos mencionado ya que el término proviene del sánscrito y que 
llega a nosotros a través del linaje que tiene su precursor en 
Krishnamacharya. Ahora bien, dentro de esta línea de enseñanza y de 
los variados estilos a los que dio nacimiento, ha llegado a ser una 
palabra técnica con distintas acepciones. Por lo tanto, “vinyasa” es un 
término equívoco. Decimos que una palabra es equívoca cuando se 
utiliza con distintos significados y haciendo referencia a cosas que no son 
plenamente semejantes. La palabra “cara” puede brindarnos un claro 
ejemplo; la misma, según el contexto en el que se utilice, puede significar 
o hacer referencia al rostro de una persona, a algo tiene un elevado 
precio, o también a un lado de un objeto. Las frases “mirarse cara a 
cara”, “la verdura está cara” y “las seis caras de un dado”, dan cuenta 
de cada uno de esos significados, respectivamente. 
Ahora bien, en base al tratamiento tradicional que ha recibido este 
concepto, podemos comprobar que existe un relativo acuerdo en dividir 
la palabra, según su etimología, en las raíces “vi” y “nyasa”. Sin embargo, 
cuando cada autor o maestro define el significado de estas raíces, 
vuelve a reinar el desacuerdo. De este modo, suele decirse que estas 
partículas tienen los siguientes significados, de acuerdo a un autor u otro: 
 
1 - variación 
Vi 2 - separar, desunir 
3 - ir 
 
1 - con parámetros recomendados 
 Nyasa 2 - colocar, depositar 
3 - a través 
 
La variedad de significados de estas partículas, que no se acaban en 
la lista anterior, parecen dar pie, hasta cierto punto, a la pluralidad de 
opiniones y utilizaciones del concepto en cuestión. En coherencia con 
esto, a la hora de determinar el sentido global de la palabra “vinyasa”, 
podemos encontrar lo siguiente: 
 
1. “variación con parámetros recomendados” (Ramaswami) 
 
2. “separar y depositar o colocar en orden secuencial” (Iyengar) 
 
3. “pasos dados en forma inteligente y ordenada” y también 
“secuenciación” (Mohan) 
 
4. “empezar en un punto particular, ascender gradualmente a 
una meta fijada, y luego descender otra vez” (Rawlinson) 
 
5. “ir a través de la respiración” o sencillamente “respiración 
sincronizada con el movimiento” (Miele) 
 
Ahora bien, el sólo hecho de listar estas definiciones no nos ayuda 
demasiado. Por más que las palabras utilizadas sean relativamente 
claras, al estar extraídas de su contexto y disociadas de su aplicación 
concreta, su entendimiento preciso se torna dificultoso. Así, lo que mayor 
interés tiene para nosotros es, en relación a algunas de estas 
definiciones, cómo concluyó utilizándose la palabra “vinyasa” de 
manera concreta. Es decir, para señalar qué cosa ha servido este 
concepto, desde el momento que hizo su aparición en el contexto de la 
disciplina del yoga hasta el día de hoy. 
 6 
En coherencia con esto, de manera muy general y aproximativa, 
podríamos dividir la utilización del concepto “vinyasa” en cinco grandes 
grupos: 
 
1. La simple vinculación o coordinación entre la respiración y el 
movimiento del cuerpo. 
 
2. Un encadenamiento de posturas sincronizadas con la 
respiración, utilizado como transición entre asanas que se 
sostienen. 
 
3. El establecimiento de una meta en la práctica personal, a 
corto o largo plazo, y el ordenamiento secuencial y 
progresivo para alcanzarese objetivo. 
 
4. La diagramación de la clase o secuenciación de la sesión 
formal de yoga. 
 
5. Un estilo o tipo de clase de yoga, que por lo general incluye 
cierto dinamismo y coordinación entre movimiento y 
respiración. 
 
Tal como aparece a simple vista, es posible observar cierta cercanía 
entre todos estos grupos semánticos. Quizá esto pueda conducirnos a 
concluir que todo este análisis es demasiado rebuscado e innecesario. 
Sin embargo, la realidad es que si carecemos del discernimiento sobre 
estos diferentes significados, no terminamos de entender – como 
tampoco podemos dar cuenta si alguien nos pregunta – del significado 
de expresiones tales como las que siguen: “en el estilo de yoga Ashtanga 
de Pattabhi Jois, el Saludo al Sol A tiene 9 vinyasas”, “entre un lado y otro 
de una postura de pie, hagan medio vinyasa”, “es necesario preparar 
esta técnica a través de su correspondiente vinyasa”, “en esta ocasión 
no se diagramó bien la curva descendente del vinyasa”, “no conozco a 
nadie que practique Hatha vinyasa yoga”. Cada una de estas frases se 
corresponden, según su orden de aparición, con cada uno de los grupos 
semánticos deslindados más arriba. 
Ahora bien, habiendo explicitado en estos cinco grupos las 
utilizaciones más frecuentes de la palabra “vinyasa”, desarrollemos con 
apenas mayor detalle su aplicación concreta, ya sea metodológica o 
técnica. 
 
1 - Vinyasa, en el primer sentido, significa la simple vinculación o 
coordinación entre la respiración y el movimiento del cuerpo. Dentro de 
este grupo semántico podríamos decir que existe una utilización más 
amplia y otra más restringida. 
La utilización amplia del concepto puede 
comprobarse en los sistemas en donde, para realizar 
cada movimiento del cuerpo, es decir, para hacer 
una transición de una postura hacia otra, se le asocia 
ya sea una inhalación o ya una exhalación. En 
coherencia con esto, si desde la postura Samasthiti 
nos movemos hacia Urdhva Hastasana en una 
inhalación, y desde Urdhva Hastasana hacia 
Samasthiti en la exhalación, estaríamos en un caso particular de esta 
utilización amplia. 
En esto, podría decirse que al trabajar coordinando respiración y 
movimiento, se está siguiendo el sistema vinyasa, entendiendo esta 
última palabra en su primer sentido y ampliamente. 
 Todavía dentro de este primer grupo, podemos encontrar una 
utilización más restringida, donde vinyasa significa cada una de las 
coordinaciones entre respiración y movimiento, que tiene además una 
numeración precisa. Esta utilización es posible comprobarla en el sistema 
Ashtanga vinyasa de Pattabhi Jois. Por ejemplo, la primera clase de 
Saludo al Sol que se realiza en esta práctica, tiene nueve vinyasas, 
significando esto que son nueve movimientos coordinados con la 
respiración (el último movimiento de regreso a Samasthiti no se cuenta): 
 
 
 
 
 7 
De la misma manera, en este sistema de práctica, que se realiza en 
series o clases fijas – donde cada postura sigue obligatoriamente a la 
anterior, siempre con el mismo orden – cada asana tiene sus respectivos 
vinyasas, calculados en un número preciso. Esto significa que, para 
practicar el sistema de manera tradicional, es necesario hacer una 
cantidad específica de movimientos vinculados con la respiración para 
llegar a una asana determinada y sólo esos. 
 
 
2 – Vinyasa, en el segundo sentido, significa un encadenamiento de 
posturas sincronizadas con la respiración, utilizado como transición 
dinámica entre asanas que se sostienen. Esta utilización puede 
comprobarse en la mayoría de los estilos de yoga dinámico. Éstos toman 
su fluidez, en base a extraer una serie de movimientos, coordinados con 
la respiración, de los Saludos al Sol que en cada caso se enseñen. Esta 
extracción de una parte del Saludo al Sol se convierte, a lo largo de la 
práctica de asana, en un nexo dinámico, entre las posturas que se 
sostienen estáticamente. Así, dado el siguiente Saludo al sol, se extraen 
los consecuentes vinyasa ascendente, vinyasa descendente y medio 
vinyasa: 
 
 
 
Estas extracciones del Saludo al Sol, aun cuando son secuencias 
parciales respecto del mismo, se tornan así encadenamientos dinámicos 
con un sentido propio. A la largo de la práctica formal, servirán para 
realizar los enlaces fluidos entre las posturas que se sostendrán 
estáticamente. Según esto, dentro de la diagramación de una clase es 
posible encontrar el siguiente ejemplo: 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Observamos así que los enlaces dinámicos están representados en 
este caso por los vinyasas descendente, el medio vinyasa y el vinyasa 
ascendente. En tanto que las posturas que se sostienen estáticamente 
son Virabhadrasana I, Virabhadrasana II y variante de Parivrtta parsva 
konasana. 
 
3 - Vinyasa, en el tercer sentido, representa el establecimiento de una 
meta en la práctica personal, a corto o largo plazo, y el ordenamiento 
secuencial y progresivo para alcanzar ese objetivo. En otras palabras, 
implica el avance gradual y metodológico hacia un objetivo prefijado. 
También la diagramación de la clase tiene mucho que ver con este fijar 
un objetivo y realizar los pasos necesarios para alcanzarlo. Si bien, no son 
lo mismo. En esta tercera acepción de la palabra vinyasa, el 
establecimiento del objetivo puede proponerse también a largo plazo, 
trascendiendo el espacio de tiempo dedicado a una o varias clases, 
llegando al punto de proyectarse a años de entrenamiento. Por otro 
lado, en este caso la fijación del objetivo puede acontecer, no sólo en el 
ámbito restringido de la práctica postural, sino respecto de todos las 
dimensiones de nuestra disciplina, incluyendo también las internas. 
Es necesario tener presente que la fijación de un objetivo y la 
diagramación de los pasos necesarios – ya sea un asana particular a 
realizar, ya sea el autoconocimiento profundo – no ha de transformarse 
en la imposición de un entrenamiento rígido y sobre-exigente para 
alcanzar esa finalidad. Por el contrario, lo que esto nos permite es 
esbozar un posible camino gradual de direccionamiento hacia ese 
objetivo. Pero lo relevante no es alcanzarlo, sino más bien el avanzar, 
hasta donde sea posible, en esa dirección. 
 8 
Veamos ahora un ejemplo, dentro de la 
práctica postural, de la aplicación concreta del 
tercer sentido de la palabra vinyasa. 
Proponiéndonos la siguiente postura como 
objetivo, cuyo nombre es Natarajasana, podemos 
observar que la serie de asanas que listamos a 
continuación son preparatorias en algún sentido, 
de uno o varios de los componentes de la que nos 
hemos propuesto como finalidad. 
 
 
 
Ahora bien, es posible que la postura que nos hemos propuesto 
como objetivo no llegue a enseñarse jamás de hecho, como también es 
muy probable que las asanas preparatorias no se enseñen todas juntas 
en una sola clase práctica. Si bien, a estas cuestiones las veremos más 
detenidamente al estudiar la metodología específica de asana. 
 
4 - Vinyasa, en el cuarto sentido, significa la diagramación de la clase 
o secuenciación de la sesión formal de yoga. Esta acepción de la 
palabra tiene la más estrecha relación con la frase que hemos citado 
anteriormente: “empezar en un punto particular, ascender 
gradualmente a una meta fijada, y luego descender otra vez”. Aquí, si 
bien se sugiere el ordenamiento gradual o en pasos, se explicita también 
la necesidad de un descenso en la programación. Según lo anterior, en 
palabras sencillas, es sinónimo del armado de la clase práctica, de la 
programación – no todavía del dictado concreto – de la sesión formal 
de yoga. 
Con un poco más de detalle, en este sentido el término vinyasa 
nombra un modo de diagramación de la clase en donde, de acuerdo a 
un objetivo específico, teniendo en cuenta determinado practicante o 
grupo de practicantes, se acomodan las técnicas de manera gradual y 
progresiva, desde un punto de partida, ascendiendo hacia la cumbre en 
intensidad o complejidad, para luego realizar un descenso. Segúnla 
representación gráfica esquemática, la línea que marcaría el vinyasa es 
la siguiente: 
 
 
 
 Intensidad / 
 Complejidad 
 
 
 
 Duración 
 
5 - Vinyasa, en este último sentido, hace referencia a un estilo o tipo 
de clase de yoga, que por lo general incluye cierto dinamismo y 
coordinación entre movimiento y respiración. Es decir, es un modo de 
nombrar o etiquetar un estilo de yoga. 
Según esto, es común encontrar la mayor diversidad de nombres 
tales como Ashtanga Vinyasa, Hatha Vinyasa, Vinyasa Flow, Power 
Vinyasa, etc. Como hemos dicho, por lo general, los estilos de yoga que 
incluyen la palabra vinyasa, son dinámicos y siguen el principio de la 
coordinación de respiración y movimiento. Sin embargo, también es 
posible encontrar ciertos estilos de clase práctica que están lejos de ser 
dinámicas y tienen, no obstante, el termino Vinyasa dentro de su 
nombre. 
 
 
 
Bibliografía: 
 
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 De Michelis, E. A history of modern yoga, Editorial Continuum. 
 Desikachar, T.K.V. en 3 Gurus, 48 questions, entrevista por Alexander Medin, en 
www.yogastudies.org/wp-content/uploads/3_gurus_48_questions.pdf 
 Goldberg, E. The path of modern yoga, Editorial Inner Traditions. 
 Iyengar, B.K.S. La esencia del yoga II, Editorial Kairos. 
 Krishnamacharya, T. Yoga makaranda, Editorial Madurai C.M.V. 
 Miele, L. Ashtanga yoga, el yoga de la respiración, Editorial AYRI. 
 Mircea, E. Historia de las creencias y las ideas religiosas, Editorial Paidós 
 Mohan, A.G. Practica yoga, para el cuerpo y la mente, Editorial Hispano Europea. 
 Pattabhi Jois, K. Yoga mala, Editorial North Point. 
 Ramaswami, S. La obra completa del vinyasa yoga, Editorial Paidotribo. 
 Rawlinson, I. Yoga para occidente, manual para idear la propia práctica, Editorial Kier. 
 Singleton, M. Yoga body. The origins of modern posture practice. Editorial Oxford. 
 Sjoman, N. E. The yoga tradition of the Mysore Palace, Editorial Abhinav. 
 Zimmer, H. Mitos y símbolos de la India, Editorial Siruela.

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