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Marco Aime - Cultura. Antes se utilizaba el término “cultura” como instrucción, alta formación, privilegio de pocos. Se utilizaba para hablar de una persona instruida, que se nutrió de buenas lecturas y profundizó en el conocimiento. En la actualidad, cada comunidad tiene una cultura e idéntica dignidad a cada una de ellas. En el primer caso, lo opuesto a cultura sería ignorancia, desinformación. En el segundo, generalmente se refiere a la naturaleza. La palabra cultura, a medida que evolucionamos, se fue usando más y más en nuestro lenguaje al pasar las décadas, asumió valores sociológicos y políticos más amplios: se habla de subculturas urbanas para referirse a grupos juveniles que manifiestan un gran sentido de pertenencia a través de comportamientos, vestimentas y formas de agrupación particulares. En el modo político es más normal hacer referencia a la cultura como fundamento de identidad. Reflexionar acerca del desarrollo y de las varias interpretaciones del concepto de cultura es fundamental para no equivocarnos en cuanto a lo que decimos. La cultura es el fundamento y la esencia misma de nuestra vida. Determina nuestra forma de actuar en la cotidianidad, la cultura no es solo un sostén de la naturaleza humana, sino la base de nuestra supervivencia. Los seres humanos son seres incompletos. Cualquier cría animal nace dotada de todo lo que necesita para sobrevivir, nadar, volar y correr velozmente, soportar altas o bajas temperaturas, poder estar meses sin comida, etc. El ser humano no nace sabiendo nadar, e incluso luego de aprenderlo no lo hace de forma veloz. Desde el principio tuvimos que cubrir ese déficit con saberes y normas para regular las relaciones, de actitudes indispensables para sobrevivir. La falta de esta especialización hizo que el ser humano fuera capaz de adaptarse para sobrevivir, tanto en altas como en bajas temperaturas; esta adaptabilidad se convirtió en una herramienta de éxito gracias al proceso de hominización que condujo al homo sapiens a sustituir los instintos con una serie de acciones y estrategias que hoy llamamos culturas. La cultura no es el comportamiento humano, sino la clave que usamos para leerla e interpretarla. De hecho, no existe la cultura sino individuos que producen cultura, pero como no existe un mundo separado de los discursos que los representan, la cultura es el discurso. Cada cultura está dotada de un estilo particular y original. La cultura, según Boas, comprende todas las manifestaciones de los hábitos sociales de una comunidad, las reacciones de un individuo en cuanto afectado por los hábitos del grupo en el que vive, y los productos de las actividades humanas en cuanto determinadas por esos hábitos. Para Boas, la cultura es un todo orgánico, concreto, y no solamente un recurso descriptivo para sintetizar los elementos que diferencian a una comunidad humana de otra. Es algo que constituye una parte esencial de nuestra humanidad como miembros de un grupo social. Según Geertz, la cultura no es un mero repertorio de modelos de comportamiento empíricamente verificables y atribuidos a la naturaleza humana, sino un sistema simbólico y un mecanismo de control. Se trata de una serie de instrucciones que orientan las elecciones de los individuos, proveyéndolos de los puntos de referencia sobre el comportamiento que necesitan. Con el correr del tiempo las definiciones de cultura se han hecho más variables y la idea de cultura se asocia cada vez más a conceptos como movimiento y transformación, por lo que va asumiendo una imagen más dinámica, menos cerrada y en continuo desarrollo. Las culturas son instrumentos que les sirven a los hombres para ordenar a su manera el mundo que los rodea, para recolocar lo que no tiene un orden humano. Es a través de los modelos culturales que el hombre les da sentido a los acontecimientos que le toca vivir. Cada sociedad opta arbitrariamente por una serie de reglas y de expresiones que terminan por convertirse en un patrimonio en el cual abrevar. Algunas de estas acciones están determinadas por condiciones ecológicas, históricas o económicas, otras son totalmente arbitrarias. Los seres humanos crean de esta forma una cultura, en cuanto a miembros de un determinado más o menos amplio. El cuerpo, dentro de ciertos límites, se vuelve una materia maleable para personalizarse siguiendo esquemas culturales o individuales, a través del cual el individuo puede escribir su historia, su vocación, sus alegrías, su dolor (tatuajes, tinturas, cirugías, perforaciones). En su versión natural, el cuerpo se presenta como una hoja en blanco sobre la que escribir, el “cuerpo cultural”, elaborado, pintado, marcado, se transforma en un texto, escrito en una lengua particular, que su respectiva cultura está en condiciones de descifrar. Las culturas son paradigmas a través de los cuales cada grupo humano lee el mundo cercano y lejano. Cada cultura determina distintas concepciones del tiempo y del espacio. El tiempo es una dimensión que no posee una existencia objetiva, sino que comienza a existir en el momento en que los humanos, creando intervalos para regular su propia vida, crean incluso el tiempo. La percepción del tiempo varía de cultura a cultura. Del mismo modo, el espacio no es un dato absoluto, sino que se interpreta culturalmente, por ejemplo, cada cultura determina cual es el espacio justo entre cada individuo según la situación en la que se encuentren. Nuestras percepciones están influenciadas por aspectos culturales: nuestros gustos, tanto gastronómicos como estéticos, son el fruto de una construcción cultural. Si la cultura es el saber acumulado por un grupo, es importante reconocer que la cultura no es privilegio exclusivo de las sociedades. Cada grupo que expresa una visión del mundo particular y compartida produce cultura. La cultura no es un dato biológico o genético con el que nacemos, sino que nacemos con una predisposición a adoptar cierta cultura. Cada cultura es cuestión de elección y esto la distingue de la naturaleza, está la cultura como elección, como modo de leer y organizar el mundo que nos rodea. Cada forma de expresión cultural surge a partir de la elaboración producida por un cerebro biológica y estructuralmente idéntico al de cada uno de los demás seres humanos. El hecho de que en las distintas poblaciones se encuentre una estructura psíquica similar no le impide a cada una realizar soluciones diversas y culturales. La cultura se convierte en una especie de depósito del saber acumulado por un grupo; ser humano entonces, no significa ser hombre en general, sino un tipo de hombre en particular. Existen varias expresiones culturales debido a causas ambientales, históricas y, a veces, por elecciones arbitrarias dictadas por la creatividad humana. Las culturas son capaces de innovar, nuestra mente se nutre de relaciones: somos porque nos relacionamos con el otro y con el mundo que nos rodea. Es mediante el diálogo que la mente se forma, se vive, se crea, se modela, y evoluciona. Son las emociones estéticas lo que nos impulsan a cambiar, a superar los límites y a hacernos cada vez más humanos. Hoy, con la difusión y la aceleración de los medios de transporte y de comunicación, todo el mundo está cada vez más interconectado, los caminos que los vinculan son cada vez más numerosos y están menos protegidos. Los otros son cada vez más entre nosotros, y nosotros somos cada vez más otros, inmersos en ese continuo proceso de intercambios culturales.
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