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Peronismo y Antiperonismo: los medios en la puja política durante la dictadura cívico-militar (1976-1983) 
Cuando pensamos en los partidos políticos argentinos podemos imaginar un doble espectro político, relacionado a las maniobras que se usan mediante los medios de comunicación en la puja del lugar como hegemonía dominante: se habla de un espacio político bidimensional por los modos de reconocimiento socioculturales que dividen a la sociedad en popular y poderosos. En este sentido, lo más reconocido es el peronismo y el Antiperonismo, divididos a la vez en izquierda-derecha respectivamente. 
En épocas cruciales del país, como la dictadura cívico-militar del ’76, las fuerzas políticas argentinas se extendieron a resolver el hecho de un modelo neoliberal. Para ello, se valieron de la tercera fuerza: los medios de comunicación. Así, el análisis de este trabajo se va a basar en los estudios sistemáticos de la prensa argentina, dedicándose al análisis del discurso para el desmontaje de los mecanismos de censura, ocultamiento y deformación, posicionándose desde ambos lados del espectro político. 
Como introducción, se puede ver esta división política en dos actividades que se ejercen en los lugares de trabajo (De Certau, p. 35): las tácticas y las estrategias. Las tácticas se refieren la no obediencia de la ley del lugar; las estrategias, tienden a crear lugares conforme a modelos abstractos, diferenciándose así por el tipo de operaciones que se llevan para producir y cuadricular o, por el contrario, para manipular y desviar. En el caso del peronismo y el Antiperonismo durante la dictadura, podemos hablar de tácticas a la acción calculada que se llevó a cabo para ejercer una forma de contrainformación por parte del ala peronista argentina: se valió de la comunicación alternativa, las fuentes no oficiales y la denuncia de la dictadura (“La táctica es el arte del débil” (De Certau, p. 43)). En cambio, encontramos en el ala antiperonista a las estrategias, el cálculo, las relaciones de fuerza y poder, como el sistema de medios y la represión, que ayudaron al sistema a conseguir el objetivo de combatir al subordinado, al subversivo: “Las estrategias son pues acciones que, gracias al principio de un lugar de poder, elaboran lugares teóricos capaces de articular un conjunto de lugares físicos donde se reparten las fuerzas” (De Certau, p. 45). 
Los medios de comunicación tuvieron un papel clave para la conformación de corrientes de opinión que legitimaran o rechazaran las políticas del gobierno militar. Hacia 1976, los diarios argentinos se caracterizaron por una alta politización, lo que llevó a una pluralidad de publicaciones partidarias: los grandes diarios hacia 1975 comenzaron a esparcir los rumores sobre el posible golpe de Estado. En casos de diarios como La Nación, La Prensa y La Razón, se vio una orientación deliberada a destruir la poca legitimidad que le quedaba al gobierno peronista de Isabelita, avalando el golpe de Estado como la única salida posible a la “crisis” nacional. Ejemplo: el diario La Razón, expuso un titular en marzo de 1976 que decía “Es inminente el final. Todo está dicho”; así como el diario Clarín dio un golpe a los extravíos del gobierno, construyendo discursivamente el golpe como un desenlace lógico e inevitable. 
Por el contrario, frente al hecho de que el peronismo estaba condenado durante la dictadura, la experiencia periodística peronista se basó en medios de comunicación alternativos que tuvieran como eje la difusión de una resistencia política, mediante el uso de información no manipulada proveniente directamente de periodistas en riesgo de secuestro, fuentes anónimas y víctimas o victimarios arrepentidos: la comunicación alternativa que, como caracteriza Saintout, parte de un proyecto político por la liberación (en este caso la lucha de los derechos arrebatados por los militares), y constituye la colaboración popular, fue la vía de escape para el ala peronista de izquierda que buscó difundir la verdadera información sobre la problemática de nivel nacional que afectaba a cada individuo reprimido. En este sentido, ANCLA (Agencia de Noticias Clandestinas) fue un medio de comunicación “otra”, dependiente del Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros, que funcionó autónomamente bajo un triple objetivo: propiciar participación popular en el proceso comunicacional, oficiar como medio de contrainformación y, funcionar como instrumento de acción psicológica contra el poder económico y popular. Tras una identidad difusa, ANCLA actuó dentro de los bloques de poder. 
Cabe mencionar que esta forma de comunicación tuvo como centro de acción la figura incombatible de Rodolfo Walsh, periodista comprometido que combatió la dictadura hasta el último momento de su vida. Para su iniciación, ANCLA necesitó de una evaluación de la etapa política, que se valió de los “papeles de resistencia” de Walsh: estos documentos actuaron como matriz ideológica y de análisis de la realidad que desprendieron en métodos de lucha. Entre sus fuentes de información, ANCLA, tuvo a algunos sectores que habían apoyado el golpe en un principio: fueron llamados “informantes calificados”. Esta información se complementaba con los datos arrojados en las intercepciones a la red de transmisión policial y de las Fuerzas Armadas: actividad que se denominó “escucha” y consistía en escuchar cotidianamente las transmisiones, mientras de descifraban los códigos para captar algún operativo o secuestro. ANCLA utilizó fuentes de información internas, públicas y clandestinas, además de colaboradores “por fuera” de la organización.
Esta forma de comunicación partió como oposición a la comunicación hegemónica de la que hablaremos más adelante, siendo así relacional porque debe ser pensada por su accionar dentro de un sistema previamente estructurado, en este caso, el de la dictadura. Es imposible pensar la comunicación alternativa separada de su momento histórico, porque es acá donde articula el proyecto político, la participación popular, y su característica como medio de contrainformación para la verdad. No se habla de periodismo independiente, sino de un sentido común que fue opacado por la represión militar. De esta forma, estos medios reconocieron la situación de dominación y se negaron a ser cómplices del sistema de medios, interviniendo sin dudar para la denuncia: “Se reconoce la existencia de una comunicación o un sistema de comunicación al servicio de la reproducción de las ideologías dominantes y se lo denuncia como tal para luego construir una agenda opuesta o diferente que adquiere carácter de contrainformación” (Saintout, p. 4).
Además de medios de comunicación alternativos, existían otros medios como Militancia, El Mundo, Noticias, El Descamisa, El Peronista, La Calle, El Nuevo Hombre y Satiricón, que fueron acusados de “terrorismo periodístico” y por ende reprimidos con reclusión por tiempo indeterminado por divulgar, difundir o propagar comunicados o imágenes relacionadas a asociaciones ilícitas (incluso antes del golpe de Estado). De este modo, y bajo la estrategia de incomunicación y desinformación de la Junta Militar, que tenía el objetivo de censurar cualquier crítica al modelo económico, político y social, se censuró, prohibió y hasta secuestró medios y periodistas que estaban en contra de la ideología dominante. Durante 1976 y 1983, el Proceso de Reorganización Nacional se llevó entre sus víctimas a 99 periodistas, incluyendo a Rodolfo Walsh (Vinelli, p. 15).
Junto a la censura, hubo diversas prácticas de medios de comunicación de derecha que contribuyeron al discurso y legitimización del golpe militar: La Razón, quien se encontraba en manos del Ejército, fue un vocero del golpe de Estado mediante sus titulares de tapa, apoyando las acciones militares “antisubversivas” a la vez que lanzaba noticias triunfalistas y sensacionalistas en favor del régimen; la Nación, defendió la “lucha antisubversiva” y rechazó las “injerencias externas” de la comunidad internacional frente a la violación delos derechos humanos; Clarín, ligado al ideario desarrollista y al partido político que lo representaba, apoyó los ideales de La Nación por violación de los derechos humanos; La Opinión intentó hacer un periodismo más crítico, articulando su vocación política y empresarial, tono que solo levantó luego de un tiempo, cuando comenzó a destacar las contradicciones y demandar explicaciones sobre desapariciones; La Prensa, conservadora y antiperonista, saludó la vuelta al “orden” por su carácter de haber terminado con el populismo, siendo también un crítico de la política económica. 
Bajo la construcción de una cultura del terror por el accionar de los “Malditos medios” como nombra Saintout, la población quedó subordinada al accionar de un grupo dominante que actúo mediante la “acción psicológica”. Se valieron de un trabajo sistemático, avalado por un periodismo hegemónico, para la legitimización de un aparato represivo del Estado. “La parte canalla” como llama Saintout a los medios (Saintout, p. 3) ocultó la desaparición forzada de personas, las torturas, los robos de bebés y el saqueo del país: este sistema legitimó el horror, despolitización y deshumanización de todas aquellas personas que luchaban por sus derechos: los subversivos, los delincuentes, los bárbaros, fueron aquel “enemigo interno” que se pretendió combatir: “Un primer movimiento es (…) designar un grupo como amenaza (…), un segundo modo (…) es expropiar la posibilidad de representación (…) y un tercer mecanismo discursivo borra al sujeto opresor” (Saintout, p .11).
Bibliografía
De cursada:
SAINTOUT, F. y BOLIS, J. (2016) “Malditos Medios: periodismo y dictadura”, Oficios Terrestres, Nº34.
DE CERTEAU, M. (1997). La invención de lo cotidiano. Capítulo 3: “Valerse de usos y prácticas” México: UIA.
SAINTOUT, F. (2016) ¿Que es la comunicación alternativa? Cuadernos de Cátedra de Comunicación y Teorías, Ediciones de Periodismo y Comunicación Social UNLP
VINELLI, N. (2002). Ancla. Una experiencia de comunicación clandestina. Bs. As. Editorial La Rosa Blindada
Extra: 
MARCELO BORRELLI (pp. 24-41) Voces y silencios: la prensa argentina durante la dictadura militar (1976-1983)
Ostiguy, P. (1997). Peronismo y Antiperonismo: bases socioculturales de la identidad política en la Argentina. Revista de ciencias sociales, (6), 133-215.

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