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El equilibrio en Diseño y Comunicación Visual - Fernando Montoya

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El equilibrio en Diseño y Comunicación Visual
Una noción tradicional de equilibrio –y relacionada principalmente a los fenómenos físicos-, nos dice que éste se obtiene si la resultante de todas las fuerzas que actúan sobre él es cero. Sin embargo, en composición visual tal afirmación sería imposible de ser verificable o ser utilizada para crear objetos, ya que se tendrían que discernir un sinfín de variables y magnitudes relacionadas al contexto, el poder cambiante de tales fuerzas y la percepción del sujeto (relacionada a múltiples experiencias y procesos cognitivos y conductuales aún desconocidos en gran medida por las ciencias contemporáneas). “El equilibrio, como fenómeno natural, es una respuesta humana y en él están implicados la mayor parte de los procesos de la conducta” (Villafañe, 2002). 
En el campo de la comunicación visual, Villafaña (2007) nos dice que “existe equilibrio en una composición cuando la ubicación de los elementos llegan con estabilidad emotiva al observador; esto se logra cuando las fuerzas se contrarrestan con las del campo visual”. 
 En una composición equilibrada todos los factores de forma, dirección y ubicación se determinan entre sí de tal modo que no parece posible ningún cambio, y la totalidad manifiesta el carácter de "necesidad" de todas sus partes. Una composición desequilibrada luce arbitraria y transitoria y, por consiguiente, se invalida. Sus elementos exhiben una tendencia a desplazarse o a alterar su forma de modo que se establezca un orden más adecuado a la estructura total. En tales condiciones el enunciado artístico se vuelve incomprensible. 
 (Arnheim, 2006)
Existe un consenso a lo largo de la historia de la imagen que divide este elemento en dos campos, equilibrio estático y equilibrio dinámico. En el primero podemos advertir 3 técnicas, la simetría, la repetición de elementos o de series de ellos y la modulación del espacio en unidades regulares. Mientas que respecto al segundo se encuentra la jerarquización del espacio plástico, la diversidad de elementos y relaciones plásticas, y el contraste. 
El equilibrio estático es relativamente sencillo de objetivar, es cuantificable por técnicas como la división de la recta (presente en la simetría), mientas que en el caso del dinámico se presenta dificultad para su valoración, en especial porque sus valores no son estables y requieren de la interpretación de elementos originalmente diferentes respecto a su papel en la creación. 
Aún con tales limitantes, el equilibrio dinámico goza de datos que pueden sumar cierto rigor a su evaluación, como lo es lo relativo a la superficie de los objetos dentro del marco visual, o la relación de tal con la superficie total del cuadro, los elementos plásticos, el grado de ambigüedad que puede establecer en composiciones no figurativas en función de los cuatro visionados básicos que se obtienen al tomar como base del cuadro cada uno de los cuatro márgenes, las distancias internas de la composición, etc. (Villafañe, 2002). 
La jerarquización del espacio, un punto clave en tal tipo de equilibrio, se da principalmente por el peso que cada elemento efectúa en la obra, y que puede señalarse comúnmente por el campo que él toma. Interpretándolo de otra forma, cada parte del espacio a ocuparse tiene determinado poder a la hora de ser percibido, generando zonas activas en las que se puede observar un incremento o disminuyo de peso compositivo. Comprendiéndose tales zonas como estables o inestables. Tal característica es observable en ocasiones desde el material o superficie física que delimita el espacio en que se trabaja, como una superficie de tela, un muro de pintura, una placa fotográfica, entre otras. 
Siguiendo con la jerarquización del espacio, es observable que la zona central de la imagen es la que genera máxima atracción visual1, donde se percibe un punto estable para cualquier elemento que pase por ella. 
Del mismo modo, la anisotropía es otro aspecto fundamental a tomar en cuenta, en ella un objeto ubicado en mitad superior de una composición visual suele pesar más que uno colocado en la inferior, quizá gracias al 
efecto de la experiencia que tenemos de la gravedad. Aunque por el otro lado, los hábitos perceptivos pueden hacernos creer que la parte inferior siempre se encuentra lo que pesa más. Es por tanto, una alternativa concebible la del diseñador haciendo una corrección de esos hábitos mediante la colocación de algo en el límite superior u otros recursos que se requieran conforme a la finalidad o la estética de la obra. 
 Se ha observado con frecuencia que la parte inferior de una estructura visual reclama más peso que la parte superior. Debe hacerse aquí una distinción entre una parte inferior a la que se le haya concedido el peso suficiente como para que el conjunto se equilibre, y una parte inferior con un peso tal que gravite más que la parte superior.” (Arnheim, 2006)
Al igual que en los casos pasados, la mitad izquierda del área a trabajar posee mayor estabilidad y por consiguiente los elementos puestos en la parte derecha pueden cobrar mayor peso. 
Con lo anterior, es necesario decir que si bien el equilibrio ha sido un aspecto siempre presente en la creación de obras por artistas o diseñadores, tal característica es medible principalmente por la experiencia humana, y su evaluación o predicción de patrones; mientras que los puntos de prueba más objetivos aún necesitan investigarse.1 v. Villafañe, Justo. Principios de teoría general de la imagen. Ediciones Pirámide. 2002, p. 92.

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