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TERRITORIOS POR PENSAR Proyecto final 4 DE DICIEMBRE DE 2019 OMAR CARO LOZOYA Facultad de Derecho Universidad Veracruzana Territorios por pensar Omar Caro Lozoya Contenido Capítulo 1 – Normas................................................................................................................................ 2 Capítulo 2 – Habitad ............................................................................................................................... 2 Capítulo 3 – Andanzas ............................................................................................................................. 3 Capitulo 4 – Miradas ............................................................................................................................... 4 Capítulo 5 – Sensaciones......................................................................................................................... 4 Capítulo 6 – Pedagogías .......................................................................................................................... 5 Capítulo 7 – Danzas ................................................................................................................................. 6 Capítulo 8 – Engranajes........................................................................................................................... 7 Capítulo 9 – Hibridaciones ...................................................................................................................... 7 Capítulo 10 – monstruos ......................................................................................................................... 8 Capítulo 11 – sexualidades ..................................................................................................................... 9 Capítulo 12 – Géneros ........................................................................................................................... 11 Capítulo 13 – Malestares ...................................................................................................................... 11 Territorios por pensar Omar Caro Lozoya Capítulo 1 – Normas Para entender el sentido de norma y sus distintas figuras hay que partir de una oposición esencial. Las normas pertenecen a lo que Foucault llama «sistema disciplinario». Este sistema, y este es uno de los puntos de partida esenciales del análisis de Foucault, es un modo de ejercerse el poder distinto de otro sistema, que ha marcado hasta entonces el estudio de la norma, que es el «sistema jurídico». De la transgresión solo se sabe que es contradictoria con el código. En su modo de ejercer la violencia el sistema jurídico es superficial. La fuerza agota su efecto en la exhibición y no busca la transformación. El modelo disciplinario, en cambio, da la vuelta a todo esto. La función de la norma es «fabricar sociedad», producir conductas socialmente aceptables. Pero el proyecto normativo no renuncia a la legalidad. De hecho, las normas conforman «un conjunto mixto de legalidad y de naturaleza». De acuerdo con esto, las disciplinas no solo normalizan los cuerpos. La normalización también comporta un aspecto subjetivo que amalgame a los individuos cuando no se encuentran sometidos a las condiciones analíticas de control disciplinario de los lugares de secuestro. Ese marco es el del «gobierno de la conducta». La «conducta» es un concepto ambiguo. Por una parte, tiene el sentido de una actividad llevada a cabo de cierto modo, una rutina. En la relación de gobierno hay margen, porque los dos términos guardan su propia capacidad de acción. Por eso la relación de poder se ejerce en «un campo más o menos abierto de posibilidades». Capítulo 2 – Habitad Habitar es una forma de afrontar la vulnerabilidad. Porque somos seres mortales y frágiles cuyos cuerpos son susceptibles de recibir la herida de los elementos de la naturaleza y de otros hombres. Podemos dar muerte, pero lo que es más inquietante es que con seguridad la recibiremos. De ahí que el espacio que surge de un modo de ocupar se transforma en un lugar que habitar, en el momento en el que se convierte en entorno en el que guarecernos tanto a nivel físico, como a nivel social y político a través del modo en el que nos comportamos dentro él, el modo en el que lo vemos, el modo en el que estamos y moramos, el modo en el que lo cuidamos y lo mantenemos. Se construye y se protege también con leyes, como dice Heráclito, con hábitos, con palabras, con creencias, con tradiciones que asientan y perpetúan una estabilidad sobre un modo de estar y de vivir. La comunidad que hace hábitat es un modo de hacer lugar. Al decir «mesa» no hablo de la mesa en sí, sino de la mesa que yo veo, de la mesa para mí. Dicho de otra manera, el espacio y tiempo como condiciones de posibilidad de la experiencia no aluden a algo externo al sujeto que conoce, sino algo inherente a él, interno si se quiere y en este sentido, y solo en este sentido, dados como «condiciones» que condicionan nuestra forma de mirar. Hay que leer más a Kant, quizás así entenderíamos que ese espacio que consideramos como realidad empírica, no es sino la representación de un sujeto y, sobre todo, una producción según cómo le da forma con su pensamiento y cómo lo habita con su acción material sobre el territorio, es decir, cómo lo apropia. No en vano, como encontramos formulado en la Política de Aristóteles, lo que hace del ser humano un Territorios por pensar Omar Caro Lozoya animal político es su capacidad de expresar lo que es justo e injusto en la poli. En la ciudad y no fuera de ella es donde está el hombre, la palabra, el lenguaje, el reconocimiento con base en una estructura social que articula y ordena lo que hay y lo estabiliza y protege intramuros con leyes y hábitos. Dora García en sus diferentes acciones muestra precisamente un actuar, un leer de forma esquizofrénica, esto es, con otra lógica, la lógica de la locura, el espacio para subvertir el significado de inadecuado. Nótese que la estructura de ese espacio sigue siendo el producto de la construcción del señor de la casa y donde, por poner un ejemplo, antes había un tálamo nupcial o un lugar en el que dar a luz, hay ahora un pequeño escritorio. Parece un oasis, pero seguimos dentro del domus impuesto. Habitar un espacio cuyos límites y muros están ya impuestos por la estructura del espacio aún mayor que lo alberga es un primer paso necesario para tomar aire, pero no deja de ser una prisión, un espacio prestado que ahoga con el tiempo a quien antes en él se sentía libre. Generar otro hábitat con otro legein. Hacer otra polis. Woolf quería una habitación propia, Walser quiere generarla a través de la producción de nuevo lenguaje. Y, sin embargo, este nuevo lenguaje disuelve de tal modo la subjetividad que con ella se disuelve el sujeto mismo, como si dentro de los muros por él mismo levantados fuera hundiéndose, diluyéndose en el cauce del lenguaje por él inventado. Pero sí llega: el pensar y el decir, el articular es lo que genera ya en su acción misma sobre la realidad otro modo de estar. Si lo característico del hombre es precisamente el lenguaje y es a través de este, en sus distintos modos, como podemos construir un nuevo espacio, ¿cómo hacerlo de tal modo que ni locos ni presos podamos decirnos con nuestras propias palabras?, ¿cómo producir un espacio «propio» si nuestro lenguaje es ya, de suyo, la alteridad inherente que nos conforma? Bachmann trató como Walser de construir un nuevo lenguaje, ajeno a esa construcción que la sometía como mujer y no permitía que se dijera de forma auténtica y propia. Silencio total. Ni una alarma, ni una sirena. Nadie viene a ayudar. Ni el coche de la ambulancia ni la policía. Es una pared muy vieja y resistente, de la que nadie puede caerse, que nadie puede romper, de la que nunca más podrá salir ningún sonido. Capítulo 3 – Andanzas Elescritor en su comentario defiende que el ser humano no se diferencia del resto del reino animal únicamente en el tipo de ruidos que es capaz de percibir, sino en que, cuando tiene todas sus capacidades intactas y desarrolladas, es capaz de ejercer lo que denomina una «suspensión del sentido». En su Teoría de la significación, publicada en 1940, Uexküll recogía unas interesantes consideraciones sobre la diferencia entre los mundos de hombres y animales bajo la perspectiva de una naturaleza que se muestra como un gigantesco código cuyos signos se ven sometidos a diversas interpretaciones dependiendo del mundo en el que se hacen presentes. Todo ello, según parece deducirse de lo que afirma Uexküll, gracias a nuestra naturaleza de observadores neutrales. Es cierto que tampoco los humanos estaríamos a salvo de ver las cosas con un determinado «tono». De este modo, «los crecientes grados de embargo psíquico irían acercando la percepción del hombre a la del animal; en el extremo embargo de una pelea encarnizada tal vez tengamos una experiencia aproximada de la concentración y el egocentrismo perceptivo en que se hallan aprisionadas las facultades animales». Territorios por pensar Omar Caro Lozoya Resulta tentador contrastar estas reflexiones de Ferlosio con el comienzo de la octava de las Elegías de Duino de Rainer Maria Rilke: «Mit allen Augen sieht die Kreatur das Offene». Allí atribuye el filósofo las palabras de Rilke a un error característico de la metafísica moderna: el ser humano en la tradición del pensamiento occidental se ha querido comprender como sujeto en un mundo de objetos que él tan solo ordena, determina, posee y manipula. La situación de «embargo» de los sentidos que, según veíamos más arriba, es atribuida por Ferlosio a Victor, no difiere mucho del modo de ser que Heidegger consideraba propio del animal, al que se había referido durante las lecciones impartidas en la Universidad de Friburgo en el semestre de invierno de 1929-1930 con el calificativo de «Benommenheit». Como recuerda Giorgio Agamben, el influjo de Uexküll sobre la terminología utilizada en Los conceptos fundamentales de la metafísica por el pensador alemán podría ser «incluso más amplio de lo que el propio Heidegger reconoce» y no resulta inútil recurrir a ella para comprender el curso argumentativo de sus consideraciones. Capitulo 4 – Miradas El testimonio literario de quienes sobrevivieron a los peores crímenes ha dejado una terrible certeza acerca de la mirada perdida de las víctimas: una insuperable dificultad para experimentar ante ella lo que un observador incansable describió como «la vivísima acción recíproca en que entran los hombres al mirarse cara a cara». Pero nadie en ese breve video, como es evidente, mostró su mirada perdida. La mirada vacía de los otros sería, así, la contrapartida de nuestra propia mirada saturada, y su invisibilidad un síntoma de nuestra ceguera. «Si tus ojos te escandalizan, arráncatelos.» Con esta cita inexacta de San Mateo, un iracundo predicador conmina al doctor James Xavier a acabar con la tortura que le ha vuelto un ser malvado, fugitivo por carreteras perdidas. Lejos de ser diabólicas, las bondades de ese ojo divino, solo podrían ser conocidas «levantando los ojos invisibles» de la «mirada interior», que no es una mirada vacía, sino hacia dentro. Se reeditan viejas querellas de las imágenes, urgidas ahora, no por la apología dogmática, sino por el apremio cultural de hacer diagnósticos: sobre los peligros de la publicidad, las redes sociales, el etiquetado fake news, el voyeurismo exhibicionista… En el corazón de todas ellas late una pugna por fijar la mirada verdadera, o, parafraseando a Lewis Carroll, por recordarnos, en la confusión visual, quién es el que manda. Un territorio puede imaginarse como un espacio ecológico y etológico, que incluye y excluye identidades y resguarda de amenazas, tanto más distinguibles cuanto más extraterritoriales parezcan. Para neutralizarlos dispone de guardianes fronterizos, investidos de un ius terrendi epistemológico y político: un derecho a establecer cuál es el terror legítimo, que permita salvar los límites de la representación y, con ella, de esa supuesta continuidad entre mundo, mirada y pensamiento que llamamos «realidad». Y coincide, siempre de forma imperfecta, con el espacio de una mirada, que solo se instituye por el concurso de otras miradas. Capítulo 5 – Sensaciones No es difícil imaginar qué fue lo que llevó a Bernardo Soares, desencantado y harto de la existencia compartida con los demás, más melancólico que cínico, más tendente Territorios por pensar Omar Caro Lozoya a la soledad que a la misantropía, a compararse con una princesa que, hastiada de su propio hastío, se entregaba a un intrascendente juego con sus mascotas. El aburrimiento nacía, pues, de la incapacidad de hacer propias las experiencias vividas, de ese sentirse extraño en un mundo cada vez más incomprensible y que se encaminaba, razón instrumental mediante, hacia su autodestrucción. Pero, continuando con el símil, ¿dónde podría residir la crueldad de las sensaciones? ¿Cuál sería su reacción traicionera, como lo es la del felino que se revuelve para atacar con un arañazo a lo que lo molesta? «Nosotros no poseemos ni siquiera nuestras sensaciones. No hables. La memoria, al final, es la sensación del pasado… Y toda sensación es una ilusión. Nosotros no poseemos nuestras sensaciones… No nos poseemos en ellas» Pero la sensación era, como advertía Pessoa, un elemento esquivo y traicionero. No se trataba solo de una cuestión de propiedad, de que no resultase claro quién poseía a quién, si el sujeto perceptor era dueño de sus sensaciones o si, a la inversa, la esfera del sentir se había apoderado de las demás dimensiones humanas. Pero lo más significativo es que dentro de este grupo las hay que producen placer y las hay que por el contrario son fuente de displacer y por ello «incitan al cambio, a la descarga» por cuanto su carga de energía es elevada, lo cual nos introduce de lleno en la economía libidinal freudiana. Freud, de acuerdo con sus palabras, se aprestaba a explorar un ámbito poblado de sensaciones casi desconocidas, pero de una importancia capital para explicar el funcionamiento de la psique. Esta idea de Husserl será después reformulada y completada por Merleau- Ponty, para quien de lo que se trataba era de recuperar al gran olvidado por el «pensamiento objetivo»: el «sujeto de la percepción», aquel al que le habían amputado sus sensaciones y, con ellas, la «comunicación vital con el mundo que nos lo hace presente como lugar familiar de nuestra vida». El interés de su propuesta no radica en su nivel de precisión o exhaustividad, muy inferior al de Husserl, por ejemplo, sino en que su punto de partida era un muy acertado diagnóstico de la época. Al preguntarse cuál es el fin del arte, el sensacionismo constata que no puede ser la organización de las sensaciones de lo exterior, porque ese es el fin de la ciencia; ni la organización de las sensaciones venidas de lo interior, porque ese es el fin de la filosofía; pero sí, por lo tanto, de la organización de las sensaciones de lo abstracto. Pero la pretensión de Pessoa no era la misma que la de aquellos. Capítulo 6 – Pedagogías Es un propósito ajeno a estas páginas dirigir la atención a la oposición que se ha desarrollado en los últimos años entre Pedagogía y Filosofía, en un marco muy concreto de las reformas legales acometidas en el espacio educativo español en convergencia con directrices europeas y de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Es esta una labor, que no deja vagar su imaginación, antes bien, la detiene en ciertas figuras. Podría hacérseles comenzar por la geografía, y al mismo tiempo unir a esta, figuras de animales, vegetales, etc., que la vivifiquen. Es esta una propuesta de la Pedagogía kantiana, un texto en que se presentan las recomendacionesde un autor con escaso contacto con la infancia, y lo que hace en este texto es precisamente dibujar un mapa, no del modo en que algo habría de ser enseñado, pero sí del objeto, las facultades del espíritu, a las cuales Territorios por pensar Omar Caro Lozoya habría que dirigir la educación. El texto de la Pedagogía es el trazo de un esquema de pensar la educación que nos presenta, en primer lugar, el interés en diferenciar el ámbito animal del propiamente humano, y sin embargo, pronto nos damos cuenta de que la posibilidad de delinear este límite no es tarea tan sencilla. Sin embargo, esta disciplina no garantiza la cultura moral, pues impide los vicios, pero no garantiza una forma de pensar. En el esquema, es decir, en nuestro mapa para este recorrido educativo, no cabe expresar sin embargo la oposición y rica problemática que surge entre instinto y libertad. Dentro de la educación práctica sitúa Kant en un principio la formación de la habilidad, la pragmática referida a la prudencia, y la formación moral. La pedagogía se ha mostrado como un territorio por pensar, no porque no se haya pensado nunca, sino porque reclama ser pensada una y otra vez, y porque tal vez no pueda ser sino pensada y nada más. Si en el texto de Dewey hemos encontrado una propuesta de comparación de la pedagogía con el modelo triunfante de la ciencia, algunas de sus sugerentes reflexiones nos hacen alejarnos de una identificación absoluta. Pone en evidencia así el eterno problema del pensar la relación causa- efecto, sobre el que, según Dewey, pero también según la tradición filosófica más clásica, se asienta la ciencia. Capítulo 7 – Danzas ¿Puede ser la danza un problema filosófico? Esta es una pregunta pocas veces planteada. Y ello a pesar de que, como suelen recordar tan a menudo, la filosofía se ocupa precisamente de hacer preguntas o, al menos, tiene en el arte interrogatorio una de sus ocupaciones principales. Utilizando una acuosa metáfora, explica que con las temáticas filosóficas sucede lo mismo que con los lugares de pesca, forjados gracias a la costumbre inaugurada por esos padres que llevan a sus hijos a los mismos sitios durante mucho tiempo. Para hallar nuevas pesquisas filosóficas bastará con acostumbrar a los pescadores de ideas a los nuevos lares. Aunque aquí lo estemos pintando con brocha gorda, incluso en su desarrollo específico el argumento esencialista implica dos concepciones de la Filosofía y de la danza tan escolares que cualquier estudiante recién salido del instituto podrá identificarlas sin despeinarse. Es precisamente la más colegial de las tradiciones filosóficas, la misma que relata los inicios de la Filosofía como un duelo a muerte entre la verdad y la falsedad en el que los filósofos batallan contra los sofistas por hacerse los amos del discurso, la que empaña este gran prejuicio. Esta forma de entender la Filosofía es tan originaria que está asociada al platonismo, el primer gran sistema filosófico de Occidente. Este es un motivo más poderoso que ningún otro para adentrarse en él. Supera incluso al propio reconocimiento de la necesidad de los prejuicios, esos grandes catalejos; también supera al de la extensión, que suele ser clave en la filosofía, una disciplina apegada a sus textos y con una tendencia innata a rendirle pleitesía a la tradición. Pero es sobre todo en la medida en que empaña casi todas las relaciones entre la filosofía y la danza, y en tanto que se presenta como un a priori que se erige a modo de efusiva verdad para quienes la piensan, por lo que conviene detenerse en él. En esta explicación late un profundo convencimiento de la necesidad de encontrar una regla interna que explique el movimiento natural. Fue en sus intentos por racionalizar el movimiento como los griegos descubrieron que hay Territorios por pensar Omar Caro Lozoya algo divino en la naturaleza, un «aion» que en el cuerpo humano que se expresa en el movimiento armónico de los cuerpos. En tanto que la Grecia antigua pudo pensar el movimiento a la luz de la razón, y en la medida en que pudo encontrar logos en el movimiento, se ocupó de la música y de la danza. Capítulo 8 – Engranajes Es posible, como sugiere Deleuze, que a Bergson le obsesionara el déjà vu desde mucho antes de abordar directamente su estudio en «El recuerdo del presente y el falso reconocimiento»; quién sabe si desde los comienzos mismos de su trayectoria, tal como ocurre con la hipnosis, el ensueño o la risa. Lejos de entregarse al ansiado tratado de moral que el público le viene reclamando como cúspide a su «sistema» , Bergson vuelve entre 1908 y 1913 sobre ciertos problemas que había dejado pendientes desde Materia y memoria y que solo ahora se siente preparado para abordar. Bergson se sirve de un procedimiento conocido: aprovechar el estancamiento de una problemática científica para hacer aterrizar sobre ella una hipótesis metafísica. Ya lo ha hecho tanto en MM como en EC. El artículo se servirá de estos tres elementos a modo de hoja de ruta para abordar la explicación. III. Bergson descarta de antemano que se trate de un hecho pasado que acude a nosotros de forma inexacta o defectuosa. Pero esto le parece perfectamente lógico a Bergson, quien combate en cambio el doble absurdo asociacionista de que un recuerdo venga limitado de fábrica y de que sea una percepción desgastada. El texto avanza hacia la segunda tesis mediante la introducción de una braquilogía que desvela la relación profunda entre génesis del tiempo y génesis del conocimiento. Ya Platón había formulado esta conexión de forma clásica con su paradoja de la anamnesis, que puede remontarse a Heráclito. Lo que el «recuerdo del presente» muestra arruinando, por tanto, es que el ahora ejerce habitualmente como un aparato de captura del futuro: nos predispone a acogerlo sin sobresaltos a fin de seguir rodando suavemente por la «pista del tiempo». Así ocurre, por ejemplo, cuando escuchamos una frase: «no es preciso que prestemos atención a las palabras tomadas aisladamente desde el principio reconstruimos el sentido hipotéticamente; lanzamos nuestro espíritu en una cierta dirección general». En aquel libro, además, se señalaba enigmáticamente al cuerpo, con el cerebro a la cabeza, como «punta acerada» de la memoria: su grado más contraído. No se trata de que la diferencia de naturaleza deba ser impugnada, sino de que, en consonancia con lo establecido en el Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia, es subtendida en el acto libre, que funciona a modo de doble válvula intensiva: integra, en diversos grados de tensión de la duración, las diferencias entre dominios del ser. Capítulo 9 – Hibridaciones Uno de los territorios por pensar, quizá desde siempre y por siempre, es el de los híbridos y las hibridaciones. Estamos cada vez en medio de híbridos y lo somos. Ello queda bien señalado por Martin Bernal en su Atenea negra. Las raíces afroasiáticas de la civilización clásica, o en Cheikh Anta Diop en El origen africano de la civilización: mito o realidad, publicado anteriormente, en 1954 y se sigue notando la huella en los «físicos» presocráticos, incluso en los atomistas, así como en las artes. Es decir, la Territorios por pensar Omar Caro Lozoya decisión estoica es la de cambiar la lógica a favor de los híbridos mismos y su potencia, no purificar para volver a mezclar después según alguna norma abstracta. Por otro lado, siguiendo derivas de nuestras tradiciones, el vocablo «híbrido» no es exactamente el de las mezclas . Pero híbridos y monstruos tienen mucho que decir, desde la Antigüedad y más en nuestros días. Así pues, un monstruo es algo que nos advierte y nos muestra, como se nota en la frase y en el verbo «mostrare» y «desmostrare» del cual proviene el monstruo. Ahora bien, por esto que hemos dicho debemos marcar que hay un problema que atañe a cierto orden y distribución en las ontologías y las lógicas en nuestras sociedades. Ahora ya retornamos a lacontemporaneidad también. Me baso en Bruno Latour, Donna Haraway, Philippe Descola, Silvia Federici y Eduardo Viveiros de Castro y en la trampa que muchos y muchas localizan en una repartición, en todos nuestros discursos y precomprensiones, que es la escisión entre cultura y naturaleza, entre, en cierto modo, humano y no-humano. Una escisión que, además de ser profundamente etnocéntrica y presuntuosa, como veremos un poco más adelante, yerra enormemente como marco ontológico para poder pensar nuestro presente. La cuestión parece haberse desplazado, pero sospechamos que es continuación de la anterior. En orden a poder acercarnos a otras lógicas y otras ontologías que nos permitan comprender la hibridación y hasta darle carácter constitucional, necesitamos saber antes por qué proceso nos hemos encontrado en purezas y rectas normas, estantes en los que nunca nos reconocemos, a pesar de que siempre lo intentemos, y que generan una capa inmensa, esta sí universal, de refugiados a la deriva. Por ello, quedan fuera de constitución las redes, la mediación y la traducción y, por ende, proliferan más híbridos. Es decir, desde que nos dijeron que no existían los monstruos marinos, los de las sombras y el hades, aquellos que se hacen pasar por personas y nos llevan o son fuego, etc., resulta que proliferan más. Al purificar no se puede eliminar la primacía ontológica de la mediación y de la traducción, así que el hombre blanco esconde las mediaciones en un proceso de cajanegrización. ¿Qué es esto? Una caja negra es aquello donde se graba todo lo que ocurre en algún navío y nunca se le hace caso. Nunca…salvo si hay un accidente, entonces ha de abrirse por especialistas para ver qué ha ocurrido. Capítulo 10 – monstruos El monstruo y lo monstruoso son, sin duda, elementos identitarios claves de cada sociedad. La mitología, el folclore, la religión, pero también el arte y la ciencia requieren de la existencia del portento, lo abyecto y lo abominable como un doble oscuro, un negativo que permita definir la normalidad y la perfección a partir del funcionamiento perverso, del accidente natural o antinatural. Por eso el portento teratológico no solo es objeto de conocimiento, sino también instrumento de indagación. Las disfunciones patológicas resultan apoyos imprescindibles para el avance del conocimiento científico, sobre todo en terrenos donde la experimentación pura y dura está vetada. Así, muchas de las cosas que sabemos sobre las tareas que desempeñan las distintas áreas del cerebro provienen de personas que han sufrido la remoción accidental de alguna de estas áreas y como consecuencia han perdido una parte importante de su funcionalidad. Por ello los epigenetistas se adscribían Territorios por pensar Omar Caro Lozoya normalmente a la corriente vitalista, según la cual existían fuerzas vivas intrínsecas a la materia: materia animada cuyo dinamismo responde a una especie de voluntad biológica ciega pero imparable. En resumen, tenemos dos teorías explicativas de los mecanismos de formación del embrión: el desdoblamiento, por un lado, y la adición/diferenciación por otro. Entre la madre y el feto se produce una íntima comunicación, tan estrecha que resulta casi inimaginable. Ambos comparten sentimientos, pasiones, representaciones, en una palabra, «todos los pensamientos que suscitan en el alma los movimientos que se producen en el cuerpo». Como el cuerpo del nonato todavía no está completamente formado, resulta aun blando y maleable. Igual que si fuese un molde de cera, las impresiones que afectan a la madre se imprimen también en la carne de su hijo. Lo sorprendente del caso es que la existencia de hombres-lobo sea considerada como un producto del error, de la superstición o del desarreglo de las facultades cognitivas, y sin embargo la existencia del niño-pera no sea puesta en entredicho. Quizá se deba en parte a la extracción social de las fuentes que dan testimonio de la existencia de dichos seres, de si su origen es docto o popular. Como alternativa a este barroquismo de explicaciones cada vez más alambicadas, Maupertuis propone un régimen de evidencias más austero y riguroso. Las explicaciones no deben exceder el ámbito de lo puramente material. Los monstruos que existen realmente solo lo son por exceso o defecto de miembros dentro de la misma especie. No hay, por tanto, híbridos de humanos y animales, de los que tampoco tenemos testimonios fiables, sino solo fábulas e ilustraciones. Capítulo 11 – sexualidades Freud expresa como «sentimiento oceánico» esa inmensidad, sin límites ni barreras, que tiene lugar antes incluso de que el «yo» se desligue y se reconozca a sí mismo como parte separada del mundo exterior. «Originalmente el "yo" lo incluye todo» y solo con el tiempo y el lenguaje va desprendiendo de sí mismo el mundo exterior. El «yo» es, en cierto modo, ese despojo que queda después de asumir que no somos todo. Somos una especie de residuo atrofiado de un sentimiento mucho más amplio. Y, en esa medida, resulta siempre muy frustrante querer algo concreto. Desear algo concreto, ciertamente, implica ya la renuncia a desearlo todo, a tenerlo todo y a serlo todo. Esta es inevitablemente una renuncia dolorosa para el fogoso torrente primordial que, en ausencia de forma –es decir, en ausencia de hormas o celdillas; sin cauces construidos por los que canalizar el deseo en unas direcciones y desviarlo de otras– desearía penetrarlo todo por todos sitios, todo se lo querría introducir por donde fuera, todo lo amaría tanto que se lo comería, todo lo odiaría tanto que lo destruiría. Lo irremediablemente frustrante del asunto es que querer algo en concreto implica renunciar a la plenitud. Pero tampoco podemos querer en abstracto: desear en abstracto –es decir, desearlo absolutamente todo incluyendo cosas contradictorias entre sí– sin desear nada concreto es tanto como no desear nada. Desear algo implica, como mínimo, no desear todo lo contrario. Por ejemplo, si queremos amar algo, no podemos odiarlo; si lo queremos cuidar, no lo podemos querer destruir… Y esto, aunque parezca mentira, es ya una renuncia dolorosa para la pura potencia de deseo, originaria e informe, del torrente primordial. Esto puede sonar muy extraño, pero, a poco que nos observemos, descubriremos que los humanos estamos Territorios por pensar Omar Caro Lozoya efectivamente así de mal hechos. Somos una chapuza incorregible, pero es una chapuza con la que tenemos que vivir. Sin construir canales por los que encauzar el deseo es imposible querer nada. Pero ¿cómo vamos a decidir en qué dirección queremos canalizar el deseo si no sabemos antes qué es lo que deseamos? El fogoso torrente primordial no para de enviar señales de que no quiere renunciar a su satisfacción total; a la plenitud que alcanzaría teniéndolo todo. Pero todo es Todo: cada una de las cosas imaginables y su contrario. Basta ver a cualquier persona peleada con su pareja para comprobar que el principio de contradicción está lejos de ser un límite a la fogosidad del deseo. Cualquiera con sangre en las venas sabe que es perfectamente posible odiar a una persona a la que amas y, al mismo tiempo, querer pasar la vida con ella y no querer verla nunca más. No es fácil saber qué es lo que bulle por dentro porque, cuando tratamos de explicarlo, lo único que nos sale es una vorágine de palabras contradictorias. De hecho, el amor es el sentimiento en el que más cerca estamos de recuperar el contacto con el torrente primordial. En realidad, lo que se disfruta de una pareja es la recuperación del contacto con la Totalidad, aunque el contacto se limite solo a sentir el derecho a reprochar que nunca se consigue. En el amor es clave la satisfacción que produce al menos poder reprochar la ausencia de absoluto. Por eso amamos de forma contradictoria y pedimos cosas contradictorias a la persona amada. ¿A quién no le gustaría que le amase una persona tierna y dura, una leona y un pajarillo,áspera y suave, ama y esclava, firme y transigente, un poco dominante y un poco sumisa, todo en una persona, al mismo tiempo y en el mismo sentido? Esta misma existencia de un torrente primordial informe es lo que se pone de manifiesto, por ejemplo, en la rabieta de un niño. En efecto, un niño enrabietado puede estar muy seguro de que desea con infinita intensidad una cosa muy concreta –a la que es capaz incluso de poner nombre–. Sin embargo, por lo general, en cuanto la logra descubre que no era eso lo que deseaba de un modo tan estrepitoso. Pero, en realidad, no era eso ni ninguna otra cosa. Más bien, estaba descargando deseo en abstracto. Se trata de una pulsión originaria informe que ni quiere aún nada concreto ni, por lo tanto, necesita siquiera respetar el principio de contradicción; una energía primitiva de la que no es posible saber nada hasta que no pase a ser algo definido pero que, sin embargo, es un torrente poderoso que ni va a renunciar nunca a su satisfacción ni va a dejar de ser contradictorio, por mucho que se le intente meter en palabras. Freud se refiere a ese sustrato previo a cualquier deseo concreto como una masa informe de sentimientos contradictorios, de Eros y Tánatos, de un impulso de amor, construcción y armonía y, todo lo contrario: un impulso de muerte y destrucción. La fuerza de amarlo y odiarlo todo tanto que te lo comerías y lo destruirías, y lo cuidarías, y violarías y protegerías… Hablar de algo, como hace Freud, señalando su carácter internamente contradictorio es tanto como asumir que no podemos conocerlo. Pero una cosa es que no podamos saber nada de esa materia bruta y otra bien distinta es que no logre imponer sus efectos. Hoy parece que, entre muchos filósofos, se ha puesto de moda decir que Freud está superado y que, si no es posible saber o decir nada de esos «impulsos primitivos» es porque no hay tales impulsos o porque no son nada real. Sin embargo, no hay más que vernos para sospechar que vamos efectivamente andando sobre ese volcán. Territorios por pensar Omar Caro Lozoya Capítulo 12 – Géneros Es académicamente poco ortodoxo, pero cada vez más habitual, comenzar un escrito dando cuenta de las dificultades que su confección conlleva a quien lo redacta. Curiosamente, cabe decir que, si me arrogara tal pretensión, dar cuenta de todo, ofrecería necesariamente una visión incompleta y, por añadidura, mentirosa. Si hay un concepto que resiste incólume a la visión totalizadora y unificadora, ese es género, siempre un terreno a cartografiar. Incomprensible lo académico sin su contexto sociopolítico e ininteligibles los intereses y desarrollos, dadas las circunstancias e idiosincrasia de un contexto determinado. Teniendo todas estas cuestiones en mente, vamos a la relación entre género y el sistema capitalista. Además, dada la primacía de Occidente en el sistema capitalista, las condiciones de la economía privilegian unas vidas sobre otras y convierten en sujeto principal de esta, de manera hegemónica, a un hombre muy concreto: el «BBVAh» , que forma el grupo de ciudadanos más privilegiado en el actual orden mundial. No podíamos no hacer referencia a este aspecto de la categoría «género», su diferencia con el «sexo», si bien es uno de los que más ha sido analizado y que más inmediatamente se relaciona con el ámbito de los estudios de género. La diferencia entre sexo y género en el plano lingüístico, por ello, solo puede ser entendida como un fenómeno socio-cultural. Habida cuenta de esto, la distinción entre sexo y género no apunta únicamente a los determinismos cientificistas. Surgidos fundamentalmente a lo largo de los años noventa, los estudios queer pueden comprenderse en el campo de estudio, más amplio, de la relación entre género, sexo y sexualidad. Capítulo 13 – Malestares El malestar nunca ha gozado de una fácil ubicación en el territorio del pensamiento, para el que ha venido a solaparse con una molesta disfunción obstaculizadora del ortodoxo funcionamiento de estructuras objetivas. Por de pronto, el cauce principal de su accidentado ingreso en el terreno del pensamiento, que tanto debe a obras como Mínima moralia de Adorno, remite al padecimiento, un lado de la existencia tradicionalmente identificado con la resistencia al concepto. Un autor como Anselm Jappe ha desplegado una sólida reflexión en torno a la destrucción del ideal moderno de emancipación operada por el capitalismo tardío y su desdibujamiento de las fronteras entre vida privada y pública. Un sistema que produce infelicidad, miseria y pobreza en una parte creciente de la población, mientras el país, paralelamente, no cesa de empobrecerse. Un sistema que, por esto, juega un papel importante en las formas concretas que adopta el desarrollo de la sociedad neoliberal. El discurso acerca de las demandas de justicia como válvula de redefinición constante de los vínculos civiles y las estructuras institucionales ha experimentado una transformación radical de la mano de lo que Miranda Fricker, en la estela de exploraciones previas de autoras como Judith Skhlar, definió hace una década en los términos de «injusticia epistémica». A mi entender puede reconocerse en la producción de marginación y carencia de poder, dos de los rostros de la opresión analizados por Young, un valioso criterio para identificar el debilitamiento hermenéutico en el que se hallan grupos sometidos a procesos saturados de subjetivación, como es el caso de las mujeres y colectivos como los integrados en el Territorios por pensar Omar Caro Lozoya movimiento LGTBIQ. Sin apreciar las prácticas de concesión y negación de visibilidad que preceden a la consolidación de una posición civil, los componentes estéticos de la injusticia pasarían inadvertidos, de suerte que el teórico podría cifrar sus propuestas en la reforma de las condiciones materiales que dan credibilidad a la pertenencia ciudadana. Territorios por pensar Normas Oposición esencial Poder Disciplinario Conducta Seguridad Racionalidad Hábitats Vulnerabilidad Delimitar Espacio Liberarnos Andanzas Interpretación Naturaleza Conversión Metafísica Miradas Querella apología dogmática Ius terrendi Epistemología Sensaciones Placer Cambio Percepción Pedagogías Convergencias Directriz Educación Cultura Moral Danzas Prejuicio Racionalizar Engranajes Hipótesis Metafísica Impugnar Territorios por pensar Omar Caro Lozoya Territorios por pensar Hibridaciones Lógica Norma abstracta Decisión estoica Ontologías Monstruos Elementos Identitarios Facultades Sexualidades Desear Primordial Totalidad Caracter Géneros Pretensión Fenómeno Cultural Malestar Pensamiento Reconocer Producir Identificar Capítulo 1 – Normas Capítulo 2 – Habitad Capítulo 3 – Andanzas Capitulo 4 – Miradas Capítulo 5 – Sensaciones Capítulo 6 – Pedagogías Capítulo 7 – Danzas Capítulo 8 – Engranajes Capítulo 9 – Hibridaciones Capítulo 10 – monstruos Capítulo 11 – sexualidades Capítulo 12 – Géneros Capítulo 13 – Malestares
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