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Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Facultad Popular de Bellas Artes ¿QUÉ RELACIÓN HAY ENTRE EL ESPACIO Y LA TEATRALIDAD? Ensayo sobre teatralidad y espacio. Alan Daniel Tapia Arellano Prof. José Ramón Segurajáuregui Pérez Elementos del espacio y la teatralidad. Licenciatura en Teatro 15/06/2022 Introducción ¿La teatralidad es una ocurrencia? ¿Fruto del azar? ¿Sucede todo el tiempo? ¿Casi nunca? ¿Es una casualidad? ¿O una causalidad? ¿Qué hay del espacio? ¿Se ocupa igual por el actor que por el dramaturgo? ¿Qué parte del espacio le corresponde al público? ¿Cualquier espacio es espacio del teatro? ¿Cómo podemos entender estos dos conceptos como fenómenos que no sólo se complementan, sino que se requieren a sí mismos para funcionar? El presente ensayo se aventura a conjugarlos para comprobar, vez tras vez, que se trata de dos ideas que funcionan en simbiosis durante la representación teatral. ¿Qué es eso del espacio? Para poder relacionar nuestros dos conceptos clave –el espacio y la teatralidad-, debemos reconocerlos primero. Partamos entonces, por el espacio. En su Diccionario del Teatro (1998), Patrice Pavis hace uso de una división estructuralista del espacio que nos deja con seis tipos que funcionan simultáneamente durante la representación teatral: Espacio textual: Es el espacio considerado en su materialidad gráfica, fónica o retórica; el espacio de la partitura donde están consignadas las réplicas y las didascalias. Espacio dramático: Es el espacio al cual se refiere el texto, espacio abstracto y que el lector debe construir en su imaginación. Espacio interior: Es el espacio escénico en tanto que tentativa de representación de un fantasma, de un sueño, de una visión del dramaturgo o de un personaje. Espacio escenográfico: Es el espacio escénico definido de forma más precisa como el espacio en cuyo interior se sitúa el público y los actores durante la representación. Espacio escénico: Es el espacio real del escenario donde se mueven os actores, tanto si lo hacen en el escenario propiamente dicho como entre el público. Espacio lúdico: Es el espacio creado por el actor, por su presencia y sus desplazamientos, por su relación en grupo y su organización en el escenario.1 Han sido acomodadas estas definiciones de los espacios en el orden en que parecieran suscitarse en torno a la representación teatral: un texto dramático es papel y tinta que al leerse, adquiere formas y figuras en la imaginación que deben llevarse a cabo por escenógrafos en un lugar determinado, acorde a la visión de un director que a su vez hará al actor entrega de su propio espacio de juego, dentro del que éste creará; sin dejar de estar accionando dentro de los otros espacios. 1 Pavis, Patrice. Diccionario del teatro. París: Dunod, 1996, pp. 169-176 Multidimensionalidad y plurifuncionalidad del espacio teatral Pero el espacio teatral no debe considerarse como un mero continente de la acción o la relación: crea las probabilidades y limitaciones de la acción y condiciona las relaciones2; escribe Santiago Trancón: es social, en la medida que puede transmitir información preexistente y reproducirla en la escala del escenario (y dentro de esto condiciona las acciones); es estimular, pues genera sensaciones positivas o negativas; tiene dimensiones afectivas y estéticas; pues todos los fenómenos sensoriales que se pueden percibir de la escena evocan recuerdos y emociones; y es simbólico porque la mera existencia de un espacio representa un vistazo a un mundo entero que existe alrededor de él, con significados y definiciones que obedecen a su lógica y que tienen equivalencias en la del mundo real. Las dimensiones que el espacio teatral comprende sirven a los diferentes entes que convergen en la labor de la representación, y cada dimensión corresponde con uno de ellos. Éstas características deben cumplirse para que el espacio teatral sea efectivo y eficiente. Entonces, el espacio teatral debe ser: Práctico: Que sea fácil para los actores existir y trabajar dentro de él. Útil: Que a los personajes les sirva el espacio para accionar y relacionarse con facilidad. Perceptible: Que al público no le represente dificultad la recepción de lo que sucede en él. Representativo: Que el espacio físico exista acorde al espacio ficcional ideado por el autor. Significativo: Que reúna el conjunto de signos con significado y sentido coherente que la dirección ha propuesto. Estético y formalmente congruente: Que sea coherente con el tema de la obra (siguiendo la línea de correspondencia entre dimensiones y entes teatrales, este aspecto le compete al escenógrafo) Estimulante: Que sea capaz de producir efectos orgánicos; estímulos multisensoriales que agraden y sorprendan (y esta dimensión engloba a todos los entes anteriores; nos compete a todos). Cada obra define sus espacios y la relación que mantienen entre sí. El espacio puede llegar a ser el elemento más importante de una historia, el que determina el comportamiento de los personajes y el desarrollo del conflicto3. 2 Trancón Pérez, Santiago. «Espacio y tiempo.» Texto y representación: aproximación a una teoría crítica del teatro. Madrid, Octubre de 2001, p. 583 3 Ibídem, p. 586 La convención teatral Es importante reiterar que el espacio teatral contemporáneo es […] una estructura simbólica, un agente que participa en la comunicación y la vivencia creando sus propios significados4, como afirma Felisa de Blas en el artículo “Espacio y teatro”, de 2006. Este espacio, tan sólo un sueño del dramaturgo que el actor ocupará y moldeará a su gusto y que el espectador habitará como un observador pasivo puede ser, con el uso aplicado de la imaginación y con las debidas convenciones, cualquier espacio. Con convenciones queremos referirnos (y de esta forma empezar a abrir las puertas de la teatralidad) a los acuerdos no declarados entre las partes que participan en la representación escénica: quienes actúan, y quienes presencian la actuación. Es fácil pensar (puesto que a nivel usuario nada sugiere lo contrario) que para actuar sólo se necesitan actores. Pero la sola ejecución de acciones no es un factor determinante de que se esté realizando la actuación. En palabras de Héctor Mendoza: actuar es reaccionar activamente a estímulos ficticios5. De esta definición, podemos desprender los factores que deben de estar funcionando6 para que la actuación tenga lugar: Reacción activa: Quien actúa, está en escena. El actor y la actriz deben funcionar en relación a una lógica que sólo existe dentro de la escena, y así accionarán, se moverán, gritarán, reirán o llorarán obedeciendo a las leyes del universo dramático que están representando; conformando así el aspecto activo de las reacciones que suceden en el espacio escénico. Esto obliga, por definición, a que esa acción sea observada por un público que, a su vez, reaccionará pasivamente (conmoviéndose, sorprendiéndose, aburriéndose…) a los estímulos ficticios que convergen frente a sus ojos. Estimulación ficticia: El combustible de las reacciones activas no puede venir del mundo real. Una vez abierto el telón, empezará a concurrir en la escena una serie de normas y reglas que sólo existen dentro del espacio dramático que ha venido a materializarse en forma de la representación teatral. Si la actriz ríe, si el actor llora; no pueden ser estas reacciones activas a cosas que escapan del pequeño universo que ha empezado a existir al principio de la obra y que terminará cuando se cierre el telón. 4 De Blas, Felisa. «Espacio y teatro.» Acotaciones: revista de investigación teatral (2006): p. 33 5 Mendoza, Héctor. «Actuar.» Jiménez, Sergio. Teoríay práxis de teatro en México: especulaciones. México, D.F : Grupo Gaceta , 1982, p. 447. 6 Nótese el uso del gerundio. Los factores de la teatralidad deben de estar funcionando y no funcionar, puesto que la teatralidad es algo que está pasando mientras se observa, no un resultado ni un producto. La teatralidad como convención de mutuo acuerdo La definición anterior, junto con los apéndices que se han extraído de ella, son el aperitivo perfecto para empezar a hablar de la teatralidad. Se entiende entonces que, para que haya actuación, no sólo es necesaria la participación de los entes que realizan acciones en el escenario, sino que también se tiene que hablar del público que les observa. Con la teatralidad sucede algo parecido: es un fenómeno que sólo existe cuando está siendo observado, y que deja de suscitarse cuando nadie lo ve. Para tener una noción de la teatralidad como fenómeno independiente y no como característica que puede asignarse a otros fenómenos, reconozcamos las condiciones que deben cumplirse para que exista teatralidad: 1. Percepción: existe dentro de la mirada de otra persona, que es lo que le otorgará el título de teatralidad. 2. Procesualidad: es algo que sólo existe mientras está sucediendo. No es un trabajo terminado, ni un producto final, sino un acontecimiento. 3. Representación: la convención (que mencionamos anteriormente) entre las partes que reconocen que se trata de un fingimiento; un “como si” (as if). Casi reglamentariamente, es con este orden que la teatralidad tiene lugar: un observador pasivo de esta acción efímera consiente con las partes actuantes que está existiendo una representación. Aunque quedara implícito, se considera pertinente reiterar que las partes actuantes ya han hecho una convención entre sí (la una parte de reaccionar activamente a los estímulos ficticios que la otra parte propone). ¿Entonces, la teatralidad y el espacio se relacionan? Dadas las consideraciones anteriores, quizá parezca incluso intuitiva la conexión entre el espacio y la teatralidad, pero habrá que desmenuzarla: La teatralidad ocupa el espacio: Porque cualquier espacio, dadas las condiciones de las que hemos hablado, puede ser el coliseo donde se libra la batalla de la teatralidad: existen los combatientes y existen los espectadores, y ambos bandos saben y se ajustan a lo que verán y vivirán. La teatralidad crea su espacio: Porque en este ocupar, también la lógica a la que se someten los espacios se ve invadida por la teatralidad. Las leyes del mundo real dejarán de existir para abrir paso a las del texto dramático y la imaginación: la luna puede estar en cualquier punto del techo, incluso si es de día; las columnas que sostuvieran el techo se convertirán en tallos de espárrago o árboles. Nada que existe dentro del espacio escenográfico está exento de ser manipulado por los entes actantes de la teatralidad. La teatralidad existe porque alguien ha de observarla; y sólo si alguien la está observando. El espacio (en cuanto al teatro) existe en tanto que haya una intención de ocuparlo y, de igual importancia, una intención de observarlo. Estas máximas pueden aplicarse incluso al espacio teatral institucionalizado en sí. ¿Quién no ha asistido a una conferencia, ceremonia de graduación o un concierto celebrado dentro de un teatro? Es en esta idea de que el teatro puede ser cualquier cosa que caben todas las cosas, y al mismo tiempo terminan por ser todas la misma: una iteración indiscutible de la teatralidad. Es un fenómeno que aparece en tal o cual medida en cualquiera de estos eventos y, por antonomasia, en la representación teatral; pero sólo es así cuando quien lo observa sabe verlo en lo que hay frente a sus ojos. El teatro es, pues, un espacio que debe llenarse7, y la utilidad que tiene va en función de su capacidad para ser llenado. 7 Que demanda ser llenado. Bibliografía Cornago Bernal, Óscar. «¿Qué es la teatralidad? Paradigmas estéticos de la Modernidad.» telondefondo (2005): 1-13. de Blas, Felisa. «Espacio y teatro.» Acotaciones: revista de investigación teatral (2006): 33- 58. Luna, Alejandro. «Espacios Isabelinos.» Cuadernos de Ensayo Teatral. México, D.F.: Ediciones y Producciones Escénicas PASODEGATO, Febrero de 2008. Mendoza, Héctor. «Actuar.» Jiménez, Sergio. Teoría y práxis de teatro en México: especulaciones. México, D.F : Grupo Gaceta , 1982. 431-447. Pavis, Patrice. Diccionario del teatro. París: Dunod, 1996. Trancón Pérez, Santiago. «Espacio y tiempo.» Texto y representación: aproximación a una teoría crítica del teatro. Madrid, Octubre de 2001. 579-591.
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