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(Elisabeth Clare-Prophet) - Astrologia de la madre divina versión 1

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Índice
PREFACIO DEL EDITOR
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1 - La ley de los ciclos
CAPÍTULO 2 - La psicología del ser
CAPÍTULO 3 - Tu reloj cósmico personal
CAPÍTULO 4 - La jerarquía
CAPÍTULO 5 - Dibuja tus ciclos y los de tu familia
CAPÍTULO 6 - El impulso de Alfa y el retorno de Omega
CAPÍTULO 7 - Las décadas de la vida
CAPÍTULO 8 - Residuo kármico
CAPÍTULO 9 - Responsabilidad cósmica
CAPÍTULO 10 - La psicología de la integridad
CAPÍTULO 11 - Dividir el camino
CAPÍTULO 12 - Ser oportuno es fundamental
CONCLUSIÓN - Predecir tu futuro
MANTRAS Y MEDITACIONES
NOTAS
OTROS TÍTULOS
 
A los niños de la Madre
 
Predice tu futuro
¿Alguna vez has tenido un día en el que todo parecía salirte
mal?
Para empezar, te golpeaste la cabeza con la mesita de noche
al intentar apagar el despertador. Luego, se te quemó una tostada
y toda la casa se llenó de humo. Más tarde, cortaron el paso en
la carretera por un accidente y llegaste tarde al trabajo. Tu jefe se
enojó contigo por algo que ni siquiera hiciste. Y, para colmo, a la
hora del almuerzo la camarera derramó la salsa de los espaguetis
por encima de tu camisa.
A cualquiera le ha ocurrido. Con toda probabilidad, se
trataba de una prueba.
¿Una prueba?
A todos se nos somete a pruebas. En cada coordenada de
tiempo y espacio nos topamos con arcos de luz y de oscuridad
que configuran intersecciones, así como con los efectos causados
por las acciones que pusimos en movimiento mucho tiempo atrás
—o el día antes. La interacción de dichas fuerzas trae como
resultado las pruebas y los desafíos de la vida. Y todo ello se
delinea conforme a las leyes que rigen los ciclos, es decir, la
ciencia que conocemos como el reloj cósmico.
Cada uno de nosotros ha atravesado pruebas como la
mencionada y muy posiblemente algunas no las hayamos
superado. Tal vez se tratase de una prueba de control, para
averiguar si podías con todo, cuando en apariencia todo el
mundo conspiraba para enfurecerte. Muchas son tan terrenales
como ésta. Otras, en cambio, puede que sean más complejas. En
ocasiones, los intereses en juego tal vez sean considerablemente
superiores.
Pero ¿qué pasaría si antes de que llegasen supieras que esas
pruebas se avecinan? Si pudieras prepararte para afrontarlas...
¿actuarías mejor? ¿En qué medida?
¿Qué ocurriría si pudieras predecir tu futuro?
No te hace falta una bola de cristal. No va de magia o
misterio. Con el conocimiento de la ciencia del reloj cósmico, la
sabiduría de la Madre, puedes aprender a prever las pruebas de
la vida y ser el maestro o la maestra de tu destino, de tus ciclos.
 
Prefacio del editor
Desde siempre me ha fascinado el cambio de estación. Me
llena de alegría observar cada año cómo los cálidos colores del
otoño se desvanecen para dejar paso al blanco paisaje invernal,
y más tarde, al verdor creciente de la primavera. Posteriormente,
a los apacibles días de verano. Me agrada también contemplar
los ciclos de la Tierra, porque con el cambio de estación viene el
de los ciclos internos, y los ciclos de los cielos forjan
acontecimientos en el mundo y en el microcosmos de nuestra vida.
Abrigo con fervor la esperanza de que este libro te conduzca
a una nueva comprensión de los ciclos del mundo y de los de tu
propia vida. Espero que la aplicación de estos preceptos te
proporcione una mayor confianza y una sensación de maestría a
la hora de afrontar los desafíos de la vida.
Las enseñanzas que descansan en tus manos fueron
transmitidas a Elizabeth Clare Prophet desde hace unos treinta y
cinco años en adelante. Rememoro a la perfección la imagen de
la Sra. Prophet arrodillada en su torre de oración, agradecida
ante una estatua dorada de tamaño natural de la Madre María,
alabando y dando las gracias a la bendita Madre por el precioso
regalo de esta enseñanza. Se sentía profundamente humilde y
gozosa de que la Madre María la hubiese elegido para traer en
su totalidad esta nueva interpretación trascendental al mundo.
Recuerdo bien la conferencia que pronunció en 1970 cuando
empezó a compartir estas nuevas revelaciones con los estudiantes
de los maestros ascendidos. En los siguientes treinta años siguió
instruyendo sobre la ciencia del reloj cósmico, añadiendo piezas
al rompecabezas a medida que la Madre María se las iba
revelando. Me consta que sentía esta materia como algo muy
especial en su corazón, pues sabía por experiencia propia la
tremenda influencia que estas enseñanzas ejercieron en su vida,
de modo que las quería compartir con todo el mundo.
La idea inicial era incorporar el material sobre el reloj cósmico
a dos de los treinta y tres capítulos de la serie Escala la montaña
más alta, escrita por Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, la
cual marca un hito y arroja, por cierto, abundante luz sobre la
ciencia del Espíritu. Las enseñanzas básicas sobre el reloj que
recibimos a principios de la década de 1970 iban a integrarse en
el capítulo 21, «La Ley de los ciclos», y en el 30, «Integridad».
No obstante, toda vez que la Madre María siguió revelando
nuevos conocimientos sobre esta ciencia en los años posteriores al
esbozo de la serie, el material se amplió en gran manera
rápidamente. Por tanto, lo que en un principio estaba destinado a
ser una breve explicación, evolucionó hasta convertirse en una
completa introducción a las enseñanzas sobre el reloj cósmico y
muchas de sus aplicaciones, mereciendo hoy día un libro aparte
en la serie.
La información reunida en este volumen se ha compilado
partiendo de un gran número de conferencias que la Sra. Prophet
pronunció acerca del reloj cósmico, de donde se han extraído las
mejores y más completas explicaciones de cada punto. Asimismo
hemos incluido numerosas imágenes y cuadros gráficos que
ilustran sobre esta profunda ciencia, muchos de los cuales se
basan en los que empleó ella en dichas conferencias sobre este
tema. Algunos de los originales los dibujó a mano mientras los
iba viendo en los planos internos durante sus meditaciones.
Las enseñanzas de la Madre Divina que versan sobre el
trazado de los ciclos del reloj cósmico destacan por hallarse entre
las más liberadoras que jamás habrás leído. Por cuanto vas a
aprender a entender tu pasado y a prever tu futuro, alzo mi más
sincera súplica a fin de que asumas estas enseñanzas y te valgas
de ellas para tu propia libertad y tu ascensión en la luz.
Introducción
El primer impulso del reloj cósmico que recibí fue a una edad
muy temprana. De niña, a medida que transcurría el año, me veía
caminando por un círculo, de manera que día tras día iba
recorriendo todo el año. Recordaba fechas y experiencias según
dónde me hubiera encontrado en ese círculo gigante por donde
andaba mi alma.
Tras convertirme en mensajera para la Hermandad, la Madre
María se acercó a mí y me mostró la ciencia del reloj cósmico
para trazar los ciclos de nuestra propia autodisciplina. No se
trata de astrología tradicional. Es una astrología oculta del núcleo
de fuego blanco por medio de la cual podemos dibujar los ciclos
de nuestro karma, esto es, secuencias relativas a la causa y
efecto, de la energía en movimiento.
No se puede definir el karma simplemente como «quien
siembra, recoge». Es más que eso. Es el flujo total de energía
circulando por todo el cosmos sobre el patrón de la figura del
ocho. Es la ley indómita de Dios que funciona y se exterioriza a sí
misma. Ha sido puesta en movimiento y sigue estando en
movimiento. Todo lo que somos es karma. Todo lo que somos es
el resultado de todo lo que hemos sido. Caer en la cuenta de ello
equivale prácticamente a sentirse, de pronto, prisionero de causas
inadvertidas. De ahí la tendencia a rebelarse cada cual contra su
propio karma. Sin embargo, el karma de cada cual se identifica
con uno mismo.
Hay quien sostiene que no podemos cambiar el pasado, y que
sólo podemos cambiar el futuro. Pero Saint Germain, el maestro
de la era de Acuario, nos ha mostrado que sí podemos cambiar el
pasado. Hay un modo de liberarse de causas pasadas y efectos
actuales. Existe la ciencia de la Palabra hablada,la cual nos
permite surcar la cresta de la ola del karma sin ser vencidos.
Surcar la cresta hacia la victoria —incluso de un karma difícil
— es una sensación estimulante de vida que se convierte en vida.
Puedes sentir la presión ascendente de conflictos del pasado
accediendo de forma cíclica a tu vida, si bien no necesitas que te
inunden.
Tú puedes ser el maestro de tu destino, de tus ciclos. Para
conseguirlo, necesitas la ciencia del reloj cósmico, que es la
sabiduría de la Madre.
Al igual que nuestro karma, esta ciencia nos permite trazar los
ciclos de nuestro darma, el cual es el deber que nos atañe de ser
nosotros mismos, nuestro Yo real. Es el deber de llevar a término
la razón de ser de cada cual. Y ésta es un núcleo de fuego, un
arquetipo interno, un reloj cósmico en sí que marca nuestro
destino divino, nuestro ígneo destino.
Parafraseando a Bruto en Julio César: «Hay una marea en los
asuntos de los hombres que, tomada en su cresta, conduce a la
victoria»1. Todos hemos sentido alguna vez en la vida que
estamos en ese punto. Hemos tomado la ola en el momento
exacto. Tenemos el control.
También hemos tenido la sensación de dejar pasar la ola.
Apenas hemos trazado la ola de nuestro reloj cósmico interno, y
nos pasa por delante. Surcar los ciclos de un cosmos es el desafío
del sendero de iniciación, es un desafío de automaestría, y nos
conduce a la libertad del alma.
Lo asombroso del karma, de la ley cósmica y de la energía es
que cuanto más logro tengamos, más descubriremos que nos
hallamos sometidos a una fórmula matemática tan vasta que rige
cada faceta de nuestra vida, ya estemos dormidos o despiertos.
A primera vista esta fórmula parece limitadora. Pero al mirar
por segunda vez, recabamos en que es la oportunidad del alma
para alzar el vuelo fuera del tiempo y el espacio y para erigirnos
en el Ser Infinito.
El desafío de la iniciación, o surcar la cresta, es engranar
nuestra conciencia en las matemáticas de un cosmos. Ello exige
gracia en el arte de escuchar, hacerlo con el oído interno para
percibir las órdenes de la conciencia: una conciencia no
programada por la sociedad sino que surge de dentro del alma,
de sus orígenes divinos.
Escuchar la orden, responder con diligencia y con la prontitud
de las alas de un águila, obedecer al reloj interno: descubrimos
que nos encontramos en el lugar correcto en el tiempo y el
espacio.
La exactitud del flujo de espirales de energía en el cosmos es
prodigiosa. Pero la maravilla de las maravillas consiste en percibir
cómo trabaja este reloj cósmico conjuntamente con la utilización
científica y sistemática de la energía del Espíritu Santo a fin de
transmutar las energías mal calificadas de tu conciencia, a fin de
saldar karma y de acelerar el día de tu victoria.
Todos estamos recorriendo un sendero de iniciación, todos
tenemos una alternativa. O bien podemos proseguir con una
rutina de fallar nuestras pruebas —quizá irritándonos o
enojándonos por las circunstancias de la vida— o podemos
resolvernos a pasar estas pruebas y avanzar en nuestro desarrollo
espiritual. Podemos salir de esa rutina y empezar a escalar la
montaña.
Esos exámenes en la escuela de la vida se han sucedido
durante miles de años. En la Biblia leemos que Job preguntó al
Señor: «¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas, para que
pongas en él tu corazón y lo visites todas las mañanas, y a cada
momento lo pruebes?»2. ¿Qué clase de pruebas podrían recaer
en nosotros a cada momento? Son las del día a día.
Cada prueba que superamos nos da derecho a portar una
mayor concentración de fuego sagrado en nuestro chakra del
corazón y en todos los chakras. Así pues, la iniciación es
acumulativa. Lo que adquirimos en una línea debe llevarse a la
siguiente, erigiéndose con ello en la base de la maestría en esa
línea. A la par, lo que no superemos en una línea no puede servir
de cimiento en la siguiente. De ahí que debamos prepararnos.
A medida que la rueda del reloj cósmico vaya girando día
tras día y experimentes los ciclos de tus pruebas e iniciaciones en
la vida, no suspires por el peso de las líneas de tu destino, antes
bien, dales la bienvenida con el regocijo de la llama. Y recuerda
que Dios, deseoso de ver a la humanidad superando esas
pruebas, nos ha ofrecido la ciencia de la Madre Divina
denominada el reloj cósmico.
 
He aquí la enseñanza
de las estrellas para la era dorada.
Tiene que ser una enseñanza oculta
de los maestros ascendidos.
No puede ser una enseñanza
basada en lo que vemos
tan sólo con nuestros ojos
en los cielos:
porque el universo está en una curva,
y no vemos con claridad,
y tampoco todas las manifestaciones
de la jerarquía se muestran en lo físico.
Todo el Huevo cósmico
en el que vivimos
no es más que una serie de espirales
contenidas en otras espirales.
Son las ruedas que Ezequiel vio:
ruedas metidas en otras ruedas.
Empieza a pensar en los átomos
inmersos en tu ser,
que componen moléculas, células,
órganos y sistemas dentro de sistemas.
Luego observa la materia
que te rodea,
y los árboles
y toda la organización del cosmos:
es un conjunto formado por
miles y miles de millones
de infinitas espirales.
Mas todas poseerán
idéntico patrón básico de luz
que desciende del Espíritu
a la Materia.
Capítulo 1
La ley de los ciclos
Mientras la tierra permanezca,
no cesarán la sementera y la siega,
el frío y el calor, el verano y el invierno,
el día y la noche.
GÉNESIS
Una de las mayores fuentes de consuelo que he recibido en
esta vida ha sido la comprensión de la fórmula matemática de la
ley de los ciclos, por medio de la cual el Espíritu se torna Materia
a través de los ciclos y viceversa.
Abordamos la ley de los ciclos con reverencia para con el
Creador, cuya autoexpresión viene contenida en ella. Todas las
pruebas de la exteriorización de dicha ley en el hombre, la tierra,
los elementos y las estrellas no son sino las trazas de Su ser, las
huellas en la arena, el rastro en las altas nieves. Allí donde
veamos Sus señales a modo de ciclos del infinito dando vueltas
hasta devenir en espirales finitas de tiempo y espacio, Él ha
estado; allí se encuentra Su enorme y maravillosa Presencia, justo
tras las veladas espirales de Su creación.
Intentando penetrar la ley de los ciclos hallamos secretos
sublimes y omniabarcantes: la existencia del hombre microcosmos
en el hombre Macrocosmos. Los adeptos de las escuelas de
misterios los han custodiado celosamente durante miles de años,
dado que la comprensión de estas leyes provee una plataforma
previsible de evolución, así como el poder para iniciar nuestros
propios ciclos.
¿Dónde vamos a iniciar nuestra excursión por el vasto océano
de la creación de Dios? El prodigio envuelto en todo ello es que
no importa dónde empecemos: siguiendo cualquier ciclo de la
vida hasta su origen, allí estaremos cara a cara con Dios. Porque
Él es quien origina todos los ciclos. Él es la fuerza motriz que da
vueltas en el pivote de todo cuerpo.
Definición de ciclo
Un ciclo es un espacio de tiempo durante el cual se completa
una secuencia periódica formada por una sucesión de
acontecimientos o fenómenos. También se define como «una
secuencia periódica de acontecimientos que se suceden en tal
orden que el último de una secuencia precede inmediatamente a
la reaparición del primero en una nueva serie».
Coloca la mano sobre el corazón y siente los ciclos del latido
de tu corazón, el latido de tu vida física que sostiene los vehículos
de la evolución de tu alma en la Materia. Levanta la vista y fíjala
en una bombilla. Alumbra porque la electricidad vibra en un ciclo
de sesenta veces por segundo a través de su filamento. Escucha
una pieza musical y presta atención a la vibración cíclica de las
cuerdas del violín resonando a través del tímpano y produciendo
con ello el sonido.
Cabe interpretar todo el cosmos como una sucesión de ciclos.
La urdimbre y la trama de la creación se manifiestan en corrientes
de sonido espiritual que vibran conforme a la ley cíclica. Los
mismísimos átomos y electronesde este mundo de la forma se
someten a la alternancia cíclica del Espíritu en la Materia, de la
Materia en el Espíritu, totalmente envueltos en el elemento del que
surge toda vida.
El imán cósmico
Para entender uno de los principios básicos de la ley de los
ciclos debemos ahondar en los más profundos misterios de nuestro
universo de Espíritu-Materia. En él establecemos contacto con lo
más sencillo y lo más grandioso de todos los ciclos: la pulsación
dual que constituye el latido del cosmos. Allí encontramos el
elemento único, por siempre en equilibrio, por siempre vibrando
en los ciclos rítmicos que resuenan en el núcleo interno de cada
átomo.
La filosofía religiosa relativa al yin/yang del taoísmo está
edificada en su totalidad sobre la existencia e importancia de la
alternancia cíclica en una jerarquía infinita de fuerzas opuestas o
complementarias. Es el grandioso ciclo de Alfa a Omega. Lo
oímos cantando la canción del átomo dentro de nuestro propio
cosmos. Es la inspiración y espiración de la Divinidad. Este ciclo
primario constituye la relación más simple entre dos fuerzas, así
como la acción más abarcante. Si claramente aprovechamos el
flujo cíclico y la unidad entre Espíritu/Materia o Padre/Madre,
principios del movimiento, es como si obtuviéramos una tarjeta de
miembro de una biblioteca pero para el almacén de conocimiento
universal de Dios. Esta polaridad divina existe en todo el cosmos:
desde la pulsación equilibrada del Gran Sol Central hasta el
equilibrio sistémico del átomo de hidrógeno.
Aprendemos de la ciencia del sonido y de los archivos de la
Hermandad que todo el cosmos manifestado es la interacción
entre vibraciones: una vasta red de ondas electromagnéticas que
oscilan a un diferente número de ciclos por segundo. Y ¿qué es
una vibración sino un movimiento cíclico relacionado con un
marco de orientación en términos de tiempo y espacio? La cadena
de ciclos es infinita: desde un ciclo en miles de millones de años a
miles de millones de ciclos cada segundo.
La ley de la trascendencia
Al reflexionar sobre la inmensa odisea del Ser de Dios a
través de eternos ciclos de comienzos y finales, cabe hacerse la
fatídica pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál es el objetivo de todo ello si el
universo es tan sólo un ciclo infinito de idas y venidas del hombre
flotando en una partícula de polvo en el espacio y soltando las
amarras en un océano sin límites? ¿Cuál es la esencia de la
Divinidad existente, como así es, en ciclos interminables dentro
del espacio infinito?
La respuesta, según se nos dice, es que la ley de los ciclos
aplica la ley de la trascendencia. Dios es un ser trascendente, y
con cada nueva inspiración evoluciona a un mayor estado de
perfección y belleza cósmicas.
Los ciclos no son realmente círculos u ondulaciones sinusoides,
sino espirales, espirales de expansión infinita conforme a la
geometría de la proporción áurea o razón dorada (1:1,618...).
Cada ciclo de evolución absorbe más de Dios. Cada vuelta nos
manda a esferas más amplias del cuerpo del cosmos divino.
En la medida en que los ciclos del cosmos van ascendiendo
en espiral penetrando en cada vez mayores dimensiones, el
hombre se vuelve capaz de trascender por siempre los velos de la
Materia que configuran las aulas para la evolución de su alma.
El círculo de la vida
El enigma de la eternidad y la evolución se halla inmerso en el
símbolo del círculo, el cual es la representación bidimensional de
la espiral que empieza en la base cuadrada de la pirámide y
sube a la cima de la comprensión en la culminación de la vida.
En el centro de esa culminación, la ley de la trascendencia opera
por medio del ojo de Dios. Porque cuando la espiral pasa por el
Ojo omnividente, trasciende las dimensiones de la forma y pasa
de la Materia al Espíritu.
Así se cumple la ley de los ciclos que comienza en el corazón
de Dios y culmina en cada creación perfecta. El Logos eterno es el
punto en el centro del círculo, el principio y el final de los ciclos
que se componen de círculos, capa tras capa. La energía que
parte del Espíritu en forma de espiral desciende a la Materia a fin
de fundirse allí en torno a la llama y luego —en un abrir y cerrar
de ojos— retornar al Espíritu sobre las espirales descendentes y
ascendentes de la conciencia de Dios.
Los cuerpos celestiales están experimentando la evolución
cíclica dentro de la mayor espiral infinita del Ser de Dios en
Espíritu; pasando por la manifestación material y regresando al
Espíritu. En el Macrocosmos, así como en el microcosmos,
espirales que giran en círculo dan paso al flujo de energía dentro
y fuera de la forma.
El patrón del retorno cíclico se produce por todo el universo
una y otra vez con infinita precisión, atravesando reinos de
eternidad, expandiéndose conforme a la proporción áurea.
El hombre cocreador
El círculo representa una sección transversal de una espiral
que carece de principio y de fin, pero se muestra finita en cuanto
pasa por el universo físico en forma de planetas, estrellas,
galaxias... y del hombre en sí. Pese a que el propio círculo no
tiene principio ni fin, en cualquier punto de la circunferencia del
círculo la mano de Dios puede dibujar una línea intersectada,
creando con ello un principio y un fin. Así es como se inician
ciclos y nacen mundos.
Lanza una piedra a un estanque tranquilo y observa cómo los
patrones cíclicos ondulantes se reproducen y fluyen a un ritmo
suave. Lanza una piedra a un estanque agitado, y verás un
complejo intercambio de patrones ondulantes, pero el ciclo
iniciado con la piedra sigue ejerciendo influencia en el agua. Lo
mismo ocurre con la mano de Dios y con Sus emisarios. El
universo entero es la interacción de vibraciones cíclicas, iniciadas
en alguna parte, de alguna forma, por alguien.
Ese alguien podrías ser tú. En cuanto ascendemos por la
escalera de la evolución, se nos confía el poder divino y la
autoridad de iniciar ciclos que pueden durar por siempre. ¿Quién
osa decir que el ardor de tu amor presente no va a existir por
siempre en la continuidad del Ser de Dios?
En el interior de la forma del círculo, se resuelve el misterio del
principio y el fin de Dios. Él mismo es el círculo que carece de
principio y de fin de ciclos. Mientras el hombre no se una a Dios
no será sino un punto en la circunferencia, enredado en el flujo
del Infinito y completando ciclos de la vida, ciclos de los que tal
vez ni siquiera sea consciente. Pero una vez que el hombre ha
atravesado los ciclos del proceso iniciático —las espirales del
destino que revelan el patrón completo de su identidad— se gana
el derecho a identificarse con el punto en el centro del gran
círculo de la vida.
El retorno a Dios
El ciclo del latido del cosmos emana energía de la vida a
todas las criaturas, mayores y menores. A través de él podemos
establecer contacto con una sensación de consuelo perpetuo
durante las pruebas y tribulaciones de nuestra vida. La ley de los
ciclos es, pues, la instrumentación de la propia llama del
Consolador. Es una ropa envolvente que rodea a la Tierra. Las
corrientes de la superficie de la Tierra, las emanaciones de su
centro solar, la ley de los ciclos, la llama del consuelo, el
murmullo apenas perceptible a nuestro oído, nos transfieren este
consuelo de la ley cíclica de la entonación de la Palabra divina.
La vida es progresiva y la ley de los ciclos nos asegura que la
vida proseguirá. El corazón de Dios latirá. La rueda del retorno
cíclico girará sobre los radios de nuestras propias creaciones
kármicas.
Así pues, por la ley de los ciclos emprendemos nuestro camino
en espiral de nuevo hacia el nexo del ser, siendo dicho nexo la
Palabra, siendo la ley de los ciclos la emanación del Verbo: el
Logos eterno. «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios.» Y sin este Verbo «nada de lo que ha
sido hecho, fue hecho».1
En cuanto nos identificamos con el punto en el centro del
círculo de Dios, se nos otorga el poder para estampar en las
energías cíclicas de Dios el patrón de nuestra idea o deseo
orientadoshacia Él. Ése es el modo de retornar a Dios siendo un
átomo permanente en su Ser: por medio de ese Verbo que ha
encarnado en los avatares con la ley cíclica de la manifestación.
Los grandes manúes, los legisladores de las eras y de las razas de
éstas, sostuvieron el ciclo del Verbo por medio del cual toda
semilla surgida del gran Árbol de la Vida pudiera retornar a
través del Verbo a modo de ley de los ciclos.
La alegría preside esta ley de los ciclos. Y la alegría de este
matrimonio entre ciencia y religión eres tú en el nexo del infinito,
tú convergiendo con ese Verbo vivo.
Dios no tiene principio ni fin porque Su Ser absorbe el
universo de los ciclos y todo lo que antecede, y los sigue en las
dimensiones formadas y no formadas del Espíritu. Por otro lado, el
hombre, en un breve ínterin, aparenta tener un principio y un fin
debido a que se identifica con una parte de la espiral que se
inicia en el Espíritu, evoluciona a través de la Materia y regresa al
Espíritu. Cuando se contemplen los principios y finales del hombre
como parte de los ciclos interminables de la autoconciencia de
Dios, aquél se percatará de que aunque las espirales de su propia
vida viajan siguiendo un modelo lineal por las esferas limitadas
de la manifestación externa, no existe, en realidad, fin en la
involución y evolución de su conciencia.
Cuando el hombre retorna a Dios, alineando las energías que
ha reunido en espirales con la Gran Espiral que es el Ser de Dios,
tanto Él como el hombre trascienden su anterior estado, y la ley
de los ciclos aplica la ley de la trascendencia. Dios se trasciende
a Sí mismo, ya que Dios está en el hombre y éste, en Dios. Por
medio de la fusión de ciclos, el hombre deviene en más de Dios y
Éste, en más en el hombre; por tanto, continuamente nacen
nuevas creaciones en forma de espirales que expanden el círculo
del Ser Infinito.
 
Capítulo 2
La psicología del ser
Hombre, ¡conócete!
TEMPLO DE APOLO, DELFOS
Al contemplar el amor de la jerarquía y del maestro por el
chela, por el discípulo, y sentir ese amor que induce al maestro a
afirmar: «No puedo dejarte, no voy a dejarte», descubrimos que
proviene del Dios Padre/Madre. Cuando Jesús se despidió de sus
discípulos dijo: «No os dejaré huérfanos. Mas el Consolador [...]
os enseñará todas las cosas»1. El Consolador, el Espíritu Santo,
nos brinda esa enseñanza por medio de la cual no se nos deja
solos a la deriva en nuestro propio mar de impureza, nuestro
subconsciente, nuestro propio karma. No se nos deja solos, pues
el instructor nos ha dejado la enseñanza.
Uno de los mayores ejemplos del amor de la jerarquía que he
encontrado es la enseñanza sobre el reloj cósmico. Éste es el
Consolador. Es la mediación del Espíritu Santo que permanece
con nosotros una vez que el maestro ha ascendido, mientras los
ángeles ascienden y descienden por la escalera de la vida.
Los ciclos que se despliegan en este reloj son ciclos de amor:
el amor que propicia el ascenso, el amor por medio del cual el
fuego consumidor de todos los que nos han precedido transmuta
esos elementos indeseables, no permisibles en el círculo santo del
OM.
Robert Frost escribió un poema muy entrañable a mi parecer,
que expresa los ciclos y el núcleo flamígero, así como el peso del
karma con el que cargamos.
Cruzando bosques
una noche nevada
De quién son estos bosques creo saber.
Su casa, sin embargo, en el pueblo yace;
no me verá al detenerme en estos parajes
y contemplar sus bosques cubiertos de nieve.
Mi caballo, ¡qué raro!, debe pensar,
parar sin una granja al lado,
entre bosques y un lago helado
la noche más oscura del año.
Sacude los cascabeles de los arneses
por si de un error se tratase.
El único otro sonido,
un viento suave y los copos al caer.
Los bosques son bellos, oscuros y profundos.
Mas yo tengo promesas que mantener
y millas por recorrer antes de dormir,
y millas por recorrer antes de dormir.
La noche nevada representa el ígneo núcleo del Ser, la fuente
divina de la cual desciende el alma, recorriendo en ciclos el reloj
cósmico, su destino cósmico. Y aquí nos hallamos, en un punto
determinado de ese destino. Nos encontramos en un punto del
reloj; y no podemos quedarnos en nuestro recipiente, pues
tenemos millas por recorrer, promesas que mantener. Tenemos
ciclos por desplegar, compromisos que cumplir con los Señores de
la Llama, con jerarquías, con la humanidad. Y antes de poner a
descansar este cuerpo mortal y marcharnos arrastrando esta
espiral mortal, debemos cumplir esas promesas; y nos quedan
muchas millas por recorrer.
La ley del karma
La ley del karma, de la perfecta compensación, se halla
íntimamente relacionada con la ley de los ciclos. Sabemos con
absoluta certeza que si emitimos odio o vibraciones negativas,
tarde o temprano el ciclo nos las devolverá, y tendremos que
dedicar energía a recalificar nuestra oscura creación.
También podemos saber que el impulso que generamos hacia
Dios, hacia el bien, hacia el servicio a la voluntad de nuestros
semejantes, con infinita precisión, nos vuelve asimismo en ciclos e
incrementa nuestra acumulación de luz y nuestro retorno a la
integridad. Esto es la ley del karma. Es la matemáticamente
previsible ley de los ciclos. Es la manifestación más simple y a la
vez profunda de la justicia.
En cuanto nos ajustamos de buena gana al ciclo de
involución, evolución y ascensión, sabemos que al final de esta
ronda veremos en efecto el rostro de Dios.
¿Te imaginas cómo sería si la ley de los ciclos no existiera, si
no tuviéramos forma de saber adónde dirigir nuestros esfuerzos
para volver a un estado de integridad?
Sé tu propio psicólogo
Después de estudiar el reloj cósmico en su totalidad, serás
capaz de ser tu propio psicólogo, de analizarte y ver cuáles son
tus debilidades, dónde tropiezas constantemente, dónde te surgen
problemas de continuo. La gráfica de tus ciclos los analizará por
ti y te ayudará a saber cómo reconocer un punto débil en
particular, cómo ser objetivo con ello, cómo superarlo, cómo
ponerlo en la llama.
Debes recordar en todo momento que eres el Cristo en el
centro de ese círculo. Y el círculo de ese reloj es el de tu
conciencia, ya sea que estés manifestando la divinidad de la
conciencia de Dios en las líneas de ese reloj, o que vayas a
manifestar una perversión de esas líneas en la conciencia
humana. Verás muy claramente qué caso concurre. Así que,
cuando observes una manifestación negativa, estando en el centro
del círculo, di: «No quiero ser esa manifestación. Exijo que sea
consumida y que el concepto correcto la reemplace».
El sendero de la cristeidad individual
Puesto que todo el cosmos se ha erigido sobre el mismo plan,
tú tienes la misma autoridad que Dios. Él está en el Sol Central y
dirige a las jerarquías solares, las cuales expanden la percepción
que tiene de Sus cualidades. Tú eres cocreador con Dios y estás
en el centro de tu propio círculo; de ti depende cada minuto del
día lo que vayas a manifestar en la periferia del ser. Cuando
dicha periferia se torna perfecta, empiezas a pasar las
iniciaciones de la cristeidad, luego del Buda, y finalmente la
ascensión. Poco después, te descubrirás manifestando tu propio
cosmos con jerarquías que emanarán de tu sol central. Ésta es la
amplia oportunidad en pro de la evolución con que cuentas si
practicas de forma diligente la ciencia del reloj cósmico.
Para obtener maestría individual y la comprensión de la
cristeidad personal, precisas ejercer potestad sobre la Tierra y
sobre los cielos. Éstos son la octava etérica, y ambos, Tierra y
cielos forman conjuntamente los planos etérico, mental, astral y
físico en los que habitamos. Ejercer potestad significa adquirir
maestría sobre lo que denominamos nuestra astrología.
Comoquiera que las fuerzas de la astrología son de alguna
forma tan poderosas y dominantes, y que tanta gente en este
planeta es, hora tras hora y día tras día, instrumento de su
astrología personal, tenemos que establecer una pauta de
confrontación o correlación. Debemos definir la relaciónde
nuestro yo con respecto a nuestra fuente divina, nuestra Presencia
YO SOY, y de nuestro yo para con el gran centro de Dios, el Gran
Sol Central en el corazón del cosmos.
La gráfica de tu Yo Divino
La gráfica de tu Yo Divino es un retrato de ti y del Dios que
mora en ti. Te muestra esquemáticamente a ti y tu potencial de
convertirte en lo que en realidad eres. Ilustra sobre tu anatomía
espiritual.
La figura superior es tu Presencia «YO SOY», es decir, la
Presencia de Dios que ha sido individualizada en cada uno de
nosotros. Para expresarlo de otro modo, es tu «YO SOY EL QUE YO
SOY» personalizado. Siete esferas concéntricas de energía
espiritual que rodean a la Presencia YO SOY configuran lo que se
conoce como «el cuerpo causal». Las esferas de energía
palpitante contienen el registro de las buenas obras que realizaste
desde tu primera encarnación en la Tierra. Son algo así como tu
cuenta bancaria cósmica.
La figura central de la gráfica representa el «Santo Ser
Crístico», que se denomina también el Yo Superior. Puedes
considerarlo tu principal ángel de la guarda y tu amigo más
íntimo, tu instructor interno y la voz de la conciencia. Así como la
Presencia YO SOY es la presencia de Dios individualizada para
cada uno de nosotros, el Santo Ser Crístico es la presencia del
Cristo Universal individualizada para cada uno de nosotros. «El
Cristo» constituye en realidad un título que se da a quienes han
obtenido la unidad con el Yo Superior o Yo Crístico. Por eso a
Jesús se le llamaba «Jesús, el Cristo».
Lo que la gráfica muestra es que cada uno de nosotros tiene
un Yo Superior, es decir, un «Cristo interior», y que cada uno de
nosotros está destinado a convertirse en uno con el Yo Superior,
ya sea que le llamemos el Cristo, el Buda, el Tao o el Atmán. Este
«Cristo interior» es lo que los místicos cristianos en ocasiones han
denominado «el hombre interno del corazón», y lo que los
Upanishad misteriosamente describen como un ser «del tamaño
de un pulgar» que «mora en lo profundo del corazón».
LA GRÁFICA DE TU YO DIVINO
Todos pasamos por momentos en los que sentimos esa
conexión con nuestro Yo Superior, y nos volvemos creativos,
amorosos, alegres. Pero también hay otros momentos en los que
no nos sentimos sincronizados con nuestro Yo Superior, y nos
enojamos, nos deprimimos, nos sentimos perdidos. En el sendero
espiritual, de lo que se trata es de aprender a mantener la
conexión con la parte superior de nosotros de modo que podamos
efectuar nuestra mayor contribución a la humanidad.
El rayo de luz blanca que desciende desde la Presencia YO
SOY, por el Santo Ser Crístico, hasta la figura inferior de la
gráfica, es el cordón cristalino (a veces se le llama el cordón de
plata). Es el «cordón umbilical», la cuerda de salvamento que te
ata al Espíritu.
El cordón cristalino nutre asimismo esa llama de Dios, radiante
y especial, que se halla oculta en la cámara secreta del corazón.
Recibe el nombre de «llama trina», o chispa divina, porque es
literalmente una chispa de fuego sagrado que Dios ha transmitido
de Su corazón al tuyo. La llama es «trina» puesto que engendra
los atributos principales del Espíritu: poder, sabiduría y amor.
LA LLAMA TRINA MANIFIESTA LOS ATRIBUTOS PRIMARIOS DEL ESPÍRITU: PODER, LA LLAMA AZUL;
SABIDURÍA, LA AMARILLA; Y AMOR, LA LLAMA ROSA
Los místicos de las religiones del mundo han establecido
contacto con la chispa divina, y la han descrito como la semilla
de la divinidad interna. Los budistas, por ejemplo, se refieren al
«germen de la budeidad», que existe en todo ser vivo. En la
tradición hindú, el Upanishad Katha habla de «la luz del Espíritu»,
que se esconde en «el alto lugar secreto del corazón» de todos los
seres. Del mismo modo, en el siglo XIV, el teólogo y místico
cristiano Meister Eckhart instruía sobre la chispa divina cuando
afirmaba «la semilla de Dios está dentro de nosotros».2
Al recitar oraciones o mantras, meditamos en la llama que
hay en la cámara secreta de nuestro corazón. Esta cámara
secreta es tu propia habitación privada para meditar, tu castillo
interior, como lo denominó Teresa de Jesús. En la tradición hindú,
el devoto visualiza una isla de piedras preciosas en su corazón.
Ahí, se ve ante un precioso altar desde el cual, en profunda
meditación, venera a su maestro.
Jesús habló sobre el hecho de entrar en la cámara secreta del
corazón cuando dijo: «mas tú, cuando ores, entra en tu aposento,
y cerrada la puerta, ora a tu padre que está en secreto; y tu
padre que ve en lo secreto te recompensará en público».3 
La figura inferior de la gráfica de tu Yo Divino te representa a
ti, el alma en el sendero espiritual, rodeado o rodeada de llama
violeta y de la protectora y blanca luz de Dios. El alma es el
potencial vivo de Dios, la parte en ti que es mortal pero que
puede volverse inmortal.
El propósito de la evolución de tu alma en la Tierra es crecer
en automaestría, saldar tu karma y realizar tu misión en la Tierra
para que puedas regresar a las dimensiones espirituales que son
tu verdadero hogar. Cuando tu alma por fin alce el vuelo y
ascienda a Dios, en el cielo, te convertirás en un maestro
ascendido, libre de los ciclos de karma y reencarnación. La
energía de alta frecuencia que es la llama violeta puede ayudarte
a alcanzar más rápidamente esa meta.
Comentaremos con más detalle la gráfica de tu Yo Divino en
el capítulo 9, «Responsabilidad cósmica».
 
Capítulo 3
Tu reloj cósmico
personal
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere
debajo del cielo tiene su hora:
tiempo de nacer y tiempo de morir,
tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado.
ECLESIASTÉS 3:1, 2
La esfera de un reloj es el lugar donde plasmamos galaxias, el
Gran Sol Central y nuestro propio universo interior. Descubrimos
que las líneas de este reloj son posiciones de la conciencia. Son
puntos de la conciencia de grandes seres cósmicos.
Cada círculo, ovoide o elipse en el universo siguen el mismo
ciclo. Comenzando en la línea doce y dando toda la vuelta hasta
volver a la misma línea, podemos colocar nuestros días, meses,
años, en el reloj y, al determinar las jerarquías del sol que rigen
estos planos de conciencia, obtendremos maestría sobre esas
esferas.
El círculo del infinito
Vamos a examinar el reloj cósmico partiendo del núcleo de
fuego blanco de nuestra Presencia YO SOY para ver cómo fluyen
los ciclos de energía desde el YO SOY EL QUE YO SOY por el tiempo y
el espacio.
ILUSTRACIÓN 1
EL CÍRCULO DEL INFINITO, EL TODO, EL UNO, EL TODO INDISTINTO, EL NÚCLEO DE FUEGO
BLANCO DEL SER, EL CÍRCULO SANTO DEL OM
Damos comienzo en el círculo del infinito, que eres tú. Es la
integridad de tu conciencia cósmica; es la integridad de Dios. Y
ésta, no expresada como tal en el tiempo y el espacio, es
fragmentada a fin de que podamos participar de la gracia de la
integridad.
El principio de la fragmentación es la creación de lenguas
partidas de fuego del Dios Padre/Madre, de Alfa y Omega. El
todo indiviso pasa a ser la dualidad del T’ai Chi. En el siguiente
símbolo encontrarás el impulso del fuego del Espíritu ilustrado en
forma de llama blanca.
ILUSTRACIÓN 2
EL T’AI CHI
LA POLARIDAD DEL TODO MOSTRANDO EL FLUJO DE ENERGÍA DEL ESPÍRITU A LA MATERIA, DE LA
MATERIA AL ESPÍRITU
El estímulo del Espíritu emitido desde lo que sería la línea
doce [situada en la hora doce] se torna, en la línea seis [situada
en la hora seis], el fuego de la Materia, el azul. Observamos que
ambas llamas en rotación, que forman el círculo del infinito, al
moverse más allá de la velocidad de la luz, dando vueltas, crean
la polaridad negativa y positiva de un cosmos.
Toda la vida pende de las frecuencias de Padre-Madre, del
más y el menos. El Espíritu es el impulso del positivo, y la Materia
es el retorno del negativo. Hay el empuje positivo y el empuje
negativo de la vida. Se mueven accionados por el Dios
Padre/Madre. 
Si, en este círculo, visualizas energía que avanza de las doce
a las tres, a las seis, a las nueve, y de nuevo a las doce, se trata
de movimiento en el sentidode las agujas del reloj. Así es como
surge la creación. Surge a modo de impulso de la energía de Alfa
y retorno de Omega. En ello se basa toda la vida.
Cuando te acostumbres a este movimiento del Dios
Padre/Madre, sentirás las balanzas de la justicia de Libra, de la
justicia cósmica, de tu propio karma, de la noche y el día, del
movimiento de los planetas, de los ciclos de los sistemas solares,
de las galaxias moviéndose alrededor del Sol Central. El flujo de
energía de tu Presencia YO SOY a tu chakra del corazón avanza en
espiral —siempre en el sentido de las agujas del reloj— moviendo
energía desde la Fuente para su realización.
Ese movimiento de energía en sí es karma. Tenemos que
ampliar nuestra percepción del karma al objeto de abarcar el yin
y el yang del flujo del cosmos. Y tenemos que convertirnos en
parte de este movimiento del T’ai Chi. Tu reloj cósmico personal
surge de este movimiento.
La división del círculo
Cuando hablamos del círculo nos referimos a la integridad
con tu llama gemela, que luego se convierte en el T’ai Chi, los dos
en uno. Cada vez que desciende la luz de Dios a la Tierra, se
produce la partición de uno en dos, después en cuatro, y más
tarde en doce; y todo ello representa ciclos.
La vida es una serie de ciclos que se despliegan. En cuanto
entendemos la ley de esos ciclos y lo que los rige, en cuanto
comprendemos que podemos ser el regulador en la posición del
Yo Crístico, podemos determinar el desarrollo de los ciclos, y
siempre podemos estar en el lugar correcto en el tiempo y el
espacio —y estar allí en todo momento completando el equilibrio
de karma y darma que constituye el proyecto original interno.
El nacimiento de las llamas gemelas
El ígneo ovoide, la integridad de Dios, produce ese punto
focal de Alfa y Omega (ilustración 3), el Dios Padre/Madre
portando la antorcha de la vida, avanzando para forjar un
destino cósmico.
ILUSTRACIÓN 3
EL DIOS PADRE/MADRE
LA PARTIDA Y LA ENTRADA DE LOS CICLOS DE ALFA Y OMEGA
Por tanto, del círculo único que representa el infinito emergen
dos mónadas que poseen cada una la polaridad de Alfa y
Omega, el más y el menos del Ser, cada una con el mismo patrón
electrónico de la vida: llamas gemelas con un destino cósmico.
ILUSTRACIÓN 4
EL NACIMIENTO DE LAS LLAMAS GEMELAS
De cada una de esas dos mitades, que a su vez ha devenido
en un todo, desciende un alma, es decir, el complemento o réplica
del Espíritu del Dios vivo. A continuación, el alma desciende a la
Materia y es revestida de túnicas de pieles, término alegórico que
emplea el Génesis para referirse a los cuatro cuerpos inferiores:
cuatro frecuencias para la realización de las cuatro dimensiones
del ser, los cuatro cuadrantes del todo (ilustración 5).
ILUSTRACIÓN 5
LOS CUATRO ELEMENTOS CORRESPONDIENTES A LOS CUATRO CUERPOS INFERIORES Y LOS CUATRO
PLANOS DE LA MATERIA
Los cuatro cuerpos inferiores
Los cuatro cuerpos inferiores que rodean al alma nos habilitan
para experimentar con la alquimia del fuego en el primer
cuadrante del círculo, el plano de la memoria, por medio de la
frecuencia del blanco; con la alquimia del aire en el segundo
cuadrante del círculo, el plano de la mente, por medio de la
frecuencia del amarillo; con la alquimia del agua en el tercer
cuadrante del círculo, el plano de los sentimientos, por medio de
la frecuencia del rosa; y por último con la alquimia de la tierra, el
plano del cuerpo físico, por medio de la frecuencia del azul. Así
es como venimos arrastrando nubes de gloria.
Quienes descendieron a la forma en las primeras razas raíz1
no se recubrieron de la densidad que ahora nos envuelve debido
a que su conciencia nunca se adentró en el área de la relatividad,
es decir, del velo de energía denominado mal*, que el hombre ha
creado con su libre albedrío por medio del mal uso del fuego
sagrado. De modo que las llamas gemelas que descendieron de
las de la Presencia YO SOY en las primeras razas raíz ascendieron
de vuelta a ese núcleo ardiente sin siquiera haber desarrollado lo
que vamos a esquematizar más adelante, conocido como el
cinturón electrónico, esto es, la acumulación de energía de Dios
mal calificada que se ha acopiado en el subconsciente.
Fuego, aire, agua, tierra
Los antiguos alquimistas designaban estas cuatro frecuencias
del ser con los términos fuego, aire, agua y tierra. Un químico o
físico moderno tildaría dichos términos de obsoletos. Ello se debe
a que los plantearían conforme a la interpretación de la división
de la Materia, según el alquimista, en cuatro partes. Pero éste no
aludía a ello. El alquimista estaba definiendo frecuencias, planos
de conciencia: dividía norte, sur, este y oeste, los cuatro lados de
la Ciudad Cuadrangular, los cuatro lados de la pirámide de la
vida y los cuatro cuerpos inferiores del hombre. Los alquimistas
eran iniciados de la Gran Hermandad Blanca*, mas no permitían
que sus iniciaciones se conocieran.
Los cuatro cuadrantes de la Materia nos aportan claves para
la automaestría y para el flujo de energía. Nuestros siete chakras
se relacionan con estos cuatro cuadrantes. Cada uno de los
chakras tiene por misión emitir una cierta energía de la
conciencia de Dios hacia un plano determinado. Es preciso que
nos acostumbremos a sentir o percibir a Dios en estos términos.
Debemos utilizarlos con el fin de referirlos a coordenadas
externas de la sustancia de fuego, aire, agua y tierra; y tenemos
que emplear nuestra experiencia con estas manifestaciones
externas a fin de relacionarlas con la experiencia interna en la
manifestación interna.
Por tanto, podemos utilizar el fuego físico para relacionarlo en
nuestro subconsciente con fuego espiritual, con la matriz espiritual
del fuego, con el fuego sagrado. Es necesario que sintamos cómo
el fuego físico se traslada, y cuando ello ocurre, nos
transportamos de la esfera de la Materia a la del Espíritu.
Lo mismo cabe atribuir al aire: aire relacionado con la mente,
con la cualidad etérea del pensamiento que se desplaza como el
viento. Nos referimos al Espíritu Santo como viento que «sopla
donde va». De modo que partimos de nuestra sensación en el aire
y en el viento y nos trasladamos a Dios como Espíritu en
movimiento. A renglón seguido, gracias a nuestros sentidos
internos del alma, empezamos a experimentar una nueva
dimensión, una nueva vibración de Dios correspondiente a ese
elemento aire.
También experimentamos con el agua. La tocamos. Es una
sustancia que fluye. Requiere de una matriz para tener forma. De
ahí que nos refiramos al flujo de la Madre, porque ésta tiene
potestad sobre el mar y se simboliza con el agua y el gran poder
del movimiento de las aguas. A partir de lo que experimentamos
con la alegría y el movimiento del agua, llegamos a conocer a
Dios en la medida en que Sus sentimientos fluyen en el reino del
Espíritu. Así es como podemos valernos de la naturaleza a modo
de foco de meditación, a modo de punto de despegue desde el
que nuestra alma se desliza, por así decir, hacia las dimensiones
del Espíritu.
Por último, el elemento tierra en sí nos proporciona una
sensación de sedimento sólido de la Realidad, una sensación de
elevado foco de Dios en el Gran Sol Central, una sensación de
tierra que no es la que sostenemos en las manos sino la solidez de
la conciencia de Dios.
Cuatro aspectos de Dios: Padre, Hijo,
Madre, Espíritu Santo
A la hora de experimentar los patrones de estos cuatro
elementos, los relacionamos con los cuatro aspectos de Dios, que
definimos como Padre, Hijo, Madre y Espíritu Santo. 
Interpretamos el significado de Dios, Padre, cual fuego, cual
ígneas dispensaciones de la Ley, la ígnea disciplina de la Ley y el
restallido del látigo de la conciencia cósmica.
Interpretamos el significado del Hijo, el Verbo, en calidad de
comunicación del Padre, el Logos, el entendimiento, la sabiduría.
Recordamos la mente de Cristo, cuyas parábolas nos enseñan el
significado del Logos interno. Por ende, la llameante conciencia
de Hijo (Sol) de nuestro propio Yo Crístico la relacionamos con la
mente, y a ésta, conel elemento aire. Con los dedos de la mente
empezamos a tocar, a mover, a sentir y luego a convertirnos,
porque hemos sentido.
ILUSTRACIÓN 6
CUATRO ASPECTOS DE DIOS
La Madre, así, es el gran amor, el amor del agua y el
movimiento del agua. Del agua surge toda la vida y del vientre de
la Madre surge toda la vida. Eso es lo que nos consta debemos
encarnar en nuestro cuerpo emocional. Sentimos a Dios en forma
de Madre a través de cada sentimiento puro.
En último lugar, Dios en forma de Espíritu Santo es la fusión
de Padre, Madre e Hijo, la fusión de la luz de la conciencia
cósmica para generar acción; significa colmar el templo con el
aliento de la vida. Si alguna vez has visto a un niño nacer y has
observado ese cuerpo blanco tornarse rosado a partir del
corazón, al infundírsele el aliento de la vida y en cuanto el
Espíritu Santo prende en él la llama trina, has experimentado la
maravilla del Espíritu Santo, y has percibido cómo éste infunde
vida a toda la Materia.
Así pues, ya comprendes el significado de la Materia, del
plano físico y de Dios en la faceta de Espíritu Santo, recordando
en todo momento que la energía es movimiento. La energía
recorre ciclos en la dirección de las agujas del reloj, moviéndose
y prosiguiendo ese movimiento de manera que nada permanece
estático. El giro de la rueda de la Ley es el Padre convirtiéndose
en Hijo, el Hijo convirtiéndose en Madre, ella convirtiéndose en
Espíritu Santo y éste convirtiéndose en Padre. Y ese movimiento,
más rápido que la velocidad de la luz, es la conciencia cósmica
girando.
El Dios en quien pensamos es el mismo ayer, hoy y por
siempre. Lo que es igual son las coordenadas de la realidad, mas
el Dios al que conocemos es un fuego consumidor2, es un Dios
que continuamente está trascendiéndose, así como el cosmos está
de continuo expandiéndose. Este Dios, el cual está
experimentándose a Sí mismo en ti en este instante, está
expandiendo Su propia conciencia de Sí mismo; y tú estás
aumentando tu percepción de la individualidad a través del
Padre, la Madre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esos cuadrantes
forman la cruz cósmica de fuego blanco que eres, de la que
pende todo tu karma, en la que se lleva a cabo tu darma. Es
energía en movimiento, continuamente en movimiento. El fuego se
torna aire. El aire se torna agua. El agua se torna tierra.
Si reflexionas en este pensamiento, verás que desafía a la
razón humana. ¿Te imaginas el fuego tornándose de repente
aire? ¿El aire volviéndose súbitamente agua? ¿El agua
convirtiéndose de pronto en tierra? Sin embargo, en la conciencia
de Dios, el perpetuo movimiento de los elementos es esta vida que
se torna Vida: la Vida con el principio motivador de la expansión.
¿Por qué creación? Para que Dios pueda expandir la
conciencia del Ser en la creación. Luego Dios retira la creación
para Sí, la asimila y comienza otra vuelta, otro manvantara.
ILUSTRACIÓN 7
EL FLUJO DE ENERGÍA EN LA EXPANSIÓN DE LA CONCIENCIA CÓSMICA
Cuatro personalidades de Dios
Saint Germain comenta estos cuatro aspectos de Dios en
Estudios sobre alquimia. Se refiere a Dios Padre como una
Impersonalidad impersonal; a Dios el Hijo, como una
Personalidad impersonal; a Dios Madre, como una Personalidad
personal; y al Espíritu Santo, como a una Impersonalidad
personal3. En cuanto somos capaces de sentir y ser esos aspectos
de Dios, le conocemos con una integridad que jamás antes
habíamos percibido (ilustración 8).
¿Qué es una Impersonalidad impersonal? Es una Ley. Es un
principio. Es Espíritu. Por ello está escrito: «Dios es Espíritu, y los
que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo
adoren»4. Pero no tenemos que relegar a Dios a Espíritu, a
Impersonalidad impersonal, ya que Él no se relegó como tal. El
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros [...] y vimos su
gloria5. La única forma en que puedes contemplar a un Dios
impersonal es si Él personifica un aspecto de Sí mismo.
Así pues, en los seres crísticos y en los hijos e hijas de Dios
hallamos revelada una personalidad que sin embargo es
impersonal. El Cristo es una personalidad, un personaje, alguien
a quien cabe conocer, pero que es impersonal hasta el punto de
dispensar las leyes de un cosmos equitativamente entre las
multitudes, entre sus seguidores. Él enseña la Ley. No se inmiscuye
en relaciones humanas o lazos familiares. Él se queda como
instructor: impersonal pero a la vez personal.
A continuación, Dios entra en el corazón de la Madre en la
Materia, de modo que experimentamos a Dios como Madre, la
más personal de las personas que jamás conoceremos, la relación
más íntima que jamás tendremos: la Madre y el niño.
Conseguimos conocer a Dios en el sentido más íntimo y cercano
de esa Madre siempre presente, esa llama de amor omnipresente,
muy personal. La cara que siempre podremos ver es la de nuestra
madre.
En la línea del Espíritu Santo, Dios pasa a ser una
Impersonalidad personal, justo lo contrario de la Personalidad
impersonal. Ese polo opuesto se manifiesta en la frecuencia, en la
vibración. El Espíritu Santo constituye una ayuda muy presente, si
bien invisible. Es el Consolador, que llega cuando el avatar
asciende, que nos enseña todas las cosas. Prácticamente
podemos tocar al Espíritu Santo, pero no del todo. Conversamos
con él. Sentimos esa presencia cada vez que respiramos, y no
obstante es el ser invisible. Es la Impersonalidad personal.
Cuando meditamos en esas palabras establecemos un
contacto más íntimo con Dios y una mayor capacidad para definir
nuestro propio reloj interno. De modo que los cuatro planos
correspondientes a nuestros cuatro cuerpos inferiores —o los
cuatro cuerpos inferiores de la Tierra, de Marte, de Venus o de
Júpiter— revelan el mismo principio de la vida que se convierte en
Vida de acuerdo a los cuatro cuadrantes del ser.
Por tanto, de los dos, del yin y el yang, surgen los cuatro; de
manera que ese Espíritu y Materia se erigen en los cuatro
cuadrantes de la conciencia. Los cuatro planos de la existencia se
encuentran en la esfera del Espíritu y en la de la Materia. Si las
colocamos una al lado de la otra, obtendremos un dibujo
correspondiente a la figura del ocho (ilustración 9).
ILUSTRACIÓN 8
LA NATURALEZA ALQUÍMICA DE LA CONCIENCIA DE DIOS
La trinidad en los cuatro cuadrantes
Tras haber experimentado las cuatro frecuencias del ser
plasmadas en los cuatro cuadrantes del reloj, estudiaremos ahora
la trinidad de la manifestación dentro de cada cuadrante.
Las frecuencias se tornan más articuladas, más definidas.
Nuestro reloj cósmico dividido en cuatro cuadrantes pasa a ser de
doce; y cada uno de ellos constituye una llama trina. Pasar del
todo a la mitad, a cuatro y a doce es simplemente un desglose
posterior de la individualización de la llama divina (ilustración
10).
La llama trina de la vida arde en el interior de cada uno de
los cuatro cuerpos inferiores, en cada lado de la pirámide de la
vida. La Trinidad se cumple en cada aspecto de Dios: el rayo azul
del Padre, el amarillo del Hijo y el rosa del Espíritu Santo.
ILUSTRACIÓN 9
CUATRO FRECUENCIAS DEL SER EN ESPÍRITU Y MATERIA
EL FLUJO DE LA FIGURA DEL OCHO
«COMO ES ARRIBA ES ABAJO»
Éstos son los aspectos masculinos de Dios, que se hacen
realidad en la llama de la Madre, la cual siempre es el núcleo de
fuego blanco del ser, el chakra blanco, la luz blanca de la
pureza, que prende y dota de significado a Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Es la Madre quien nos instruye acerca de quién es el
Padre. Es la Madre quien da a luz al Hijo. Es la Madre la novia
del Espíritu Santo. Al añadir el principio femenino, el masculino es
acelerado en la Materia, y con ello vemos a Dios cara a cara.
Este gráfico muestra que en cada lado de la pirámide —en
cada uno de los cuatro cuerpos inferiores— debemos equilibrar la
llama trina. Debemos equilibrar la expresión de la llama trina
porque ésta se desarrolla conforme a lo que expresemos de estos
atributos. A causa del velo de energía, o lo que denominamos
efluvios, alojados en cada cuerpo inferior, la llama trina no
siemprebrilla con el mismo equilibrio en la memoria, la mente, los
sentimientos y el cuerpo físico.
Todos tenemos nuestros puntos fuertes. Algunos destacamos
mentalmente. Otros tienen un cuerpo etérico sólido (el cuerpo de
fuego, el ígneo proyecto original). Hay quienes poseen un
corazón y sentimientos predominantes, y otros cuentan con una
óptima salud y flujo de energía en el cuerpo físico. Los cuatro
cuerpos inferiores deben ser perfeccionados como vehículos del
fuego sagrado, de la llama trina en el corazón. Los obstáculos
que bloquean el flujo del fuego sagrado en estos cuatro cuerpos
también obstruyen el flujo de luz por los chakras. Por tanto, el
reloj cósmico es un medio de ilustrar el dominio sobre éstos
(ilustración 16), así como la transmutación de karma y el trazado
de las iniciaciones diarias.
ILUSTRACIÓN 10
EL EQUILIBRIO DE LA LLAMA TRINA
EN LOS CUATRO CUADRANTES DEL SER
Las cualidades divinas de las doce
líneas
Cada línea de este reloj designa una frecuencia, una
vibración (ilustración 11). Esa energía emana del Sol Central,
baja a las jerarquías del cosmos y luego a las de la Tierra. Es
emitida a la Tierra. Llega a la atmósfera, a los cuatro cuerpos
inferiores del planeta y a continuación es asimilada.
Denominamos a las doce divisiones principales de la
conciencia de Dios y a los seres que las encarnan las doce
jerarquías solares o las doce jerarquías del sol. Las reconocemos
por los nombres de los doce signos del zodíaco (ilustración 12).
No es excesivamente importante si en realidad éstos son o no los
nombres de tales jerarquías; se trata del patrón vibratorio por el
que las conocemos en nuestra octava y nos complace emplear
esos nombres.
ILUSTRACIÓN 11
LA CONCIENCIA DIVINA
O LOS ATRIBUTOS DIVINOS DE LAS LÍNEAS DEL RELOJ
Las doce jerarquías solares
Observarás que las jerarquías cósmicas se han dispuesto
sobre la gráfica siguiendo la dirección de las agujas del reloj,
comenzando por la línea de las doce con la jerarquía de
Capricornio. Se trata de una jerarquía que emite las energías en
forma de luz —la luz fohática— del poder divino por medio de la
constelación (la configuración de estrellas) que vemos y llamamos
Capricornio.
Utilizamos estos nombres no porque realmente creamos que
esas jerarquías son esas constelaciones. Como sabemos, las
estrellas que hay en las constelaciones puede que ni tan sólo estén
cerca unas de otras, sino que aparecen agrupadas, vistas desde
la Tierra. Con todo, los impresionantes seres cósmicos que
conforman estas jerarquías, cuya conciencia se extiende más allá
de mundos y más mundos, se concentran en la formación de las
estrellas que llevan dichos nombres. Las estrellas no son la
jerarquía; los seres que configuran la jerarquía simplemente se
valen de éstas y de otras estrellas para emitir su energía.
Algunas personas sostienen que, según la astrología del
mundo, estas agrupaciones de estrellas están cambiando porque
el eje de la Tierra se está desplazando y porque las propias
estrellas se están moviendo. De todos modos, no tiene nada que
ver con la astrología divina, la cual no se basa en las estrellas
sino en las jerarquías que encarnan las estrellas y que concentran
un determinado aspecto de la conciencia del Creador.
Las mencionadas formaciones de estrellas son sólo una
manifestación tangible de las doce jerarquías solares. Existen
focos menores de estas doce jerarquías alrededor de cada sol y
de cada estrella. Tu cuerpo causal posee un punto focal para la
emisión de energía de las jerarquías, y tus cuatro cuerpos
inferiores son capaces de emitir esa energía si transmutas todos
los obstáculos a ese flujo.
En el reloj, la jerarquía de Capricornio se halla en la línea
doce; la jerarquía de Acuario, en la uno; la de Piscis, en la dos;
la de Aries, en la tres; la de Tauro, en la cuatro; la de Géminis,
en la cinco; la de Cáncer, en la seis; la de Leo, en la siete; la de
Virgo, en la ocho; la de Libra, en la nueve; la de Escorpión, en la
diez y la de Sagitario, en la once. Ése es el orden en que la
conciencia de Dios las emite.
Estamos destinados a convertirnos en este reloj de sol, en este
reloj cósmico. Estamos destinados a crear la espiral dentro del
corazón, a emitir la espiral que forma el reloj, a devenir en ese
molinillo que da vueltas en el tiempo y el espacio, transmitiendo a
los planos de la Materia todas estas frecuencias en la medida
exacta, en las cadencias del latido cósmico. ¡Esto es el flujo
cósmico! Está fluyendo ahora, en este mismo instante, desde tu
cuerpo causal. Sin embargo, mediocres recipientes del flujo somos
nosotros a menos que tengamos esa armonización llamada
conciencia cósmica.
ILUSTRACIÓN 12
LAS DOCE JERARQUÍAS SOLARES CONCENTRAN LA MAESTRÍA DE LA TRINIDAD EN LOS CUATRO
CUADRANTES DEL SER
Tu signo solar
Según sea el día en que encarnaste, dices «yo soy Tauro» o
«yo soy Virgo» o el que sea tu signo. Eso significa que naciste en
un período en el que la jerarquía de Tauro o Virgo o tu propio
signo era la jerarquía predominante que emitía energía en forma
de luz a la Tierra. Será bajo esa jerarquía que servirás en esta
encarnación a fin de recibir las disciplinas de los cuatro aspectos
del Ser de Dios: Padre, Hijo, Madre y Espíritu Santo.
Las iniciaciones bajo las doce jerarquías del sol que más
precisas pasar en esta vida llegan con la jerarquía de tu signo al
nacer. El atributo de ese signo es algo parecido a un tinte
depositado en un vaso de agua: colorea todo el vaso. Así que las
demás pruebas deben considerarse con relación a ese signo.
Quizá descubras que los momentos de mayor logro se
encuentran en ese signo, de modo que en cuanto te aproximes al
portal de esa jerarquía, llevarás contigo un logro progresivo.
Puede que también poseas logro en otros signos, tal como indica
la presencia de ciertos planetas en los signos plasmados en tu
carta astrológica natal.
La razón por la cual nacemos en un signo concreto es
asimismo para obtener maestría. Si naciste cuando el sol estaba
en Acuario, la misión en tu vida es desarrollar el poder del amor
divino para el planeta, con miras a alcanzar la victoria de la era
de Acuario. También constituye tu misión transmutar lo que se
oponga a ese amor. Ésa es la llave de tu conciencia crística. No
habrías nacido bajo esa jerarquía solar si no hubiera sido el
momento de que pasaras por esa iniciación.
Por encima de todo, no deberías perderte esa prueba. Es la
prueba decisiva de toda tu vida. Es la estrella que tu corona
requiere, y no debes permitir que ningún hombre tome tu corona.
Pase lo que pase, no toleres ninguna interferencia a la
amplificación de la cualidad divina de tu signo solar.
Las personas que nacen en la cúspide, justo allí donde el
signo está cambiando, reciben idéntica influencia de ambos
signos. Por tanto, tienen la oportunidad de dominar las
circunstancias de las dos jerarquías y de servir en ellas.
El signo ascendente y el signo lunar
En esta vida vas a pasar también por las pruebas de la
jerarquía de tu signo ascendente, que es el signo astrológico
situado en el horizonte en el momento de tu nacimiento, y
además, por las de la jerarquía en la posición de la Luna cuando
naciste. En términos generales, puede afirmarse que el signo solar
rige tu conciencia divina, el signo ascendente rige tu conciencia
crística y el signo lunar sería la conciencia del alma, que es tu
personalidad externa.
El signo solar es la pauta de tu destino, la pauta de tu plan
divino, la conciencia globalmente dominante en el individuo. Si
éste se alinea con el yo divino, se manifestará el aspecto divino
del Sol. Si lo hace con el yo humano, es decir, la naturaleza
inferior, lo que en cambio se manifestará será el aspecto inferior
del signo, o una combinación de ambos.
En las personas que no están empeñadas en conseguir la
conciencia divina, la conciencia crística y la conciencia solar,
observarás que la personalidad externa sigue el signo lunar en
sus aspectos negativos. Una vez que el individuo transmuta la
parte inferior de su cinturón electrónico, colocala Luna bajo sus
pies —el signo lunar bajo sus pies— de modo que exterioriza los
aspectos positivos de ese signo.
El ciclo de los años de tu vida
El siguiente ciclo al que hay que prestar atención es al de los
años de tu vida. Dibuja un círculo y divídelo en doce. Hallarás tu
edad en el reloj situando tu nacimiento en la línea doce, el primer
año en la línea uno y así sucesivamente en el reloj hasta que
llegues a la edad que tienes actualmente.
Cada año de tu vida, desde un cumpleaños hasta el siguiente,
este ciclo completo de doce meses está regido por la jerarquía de
esa línea, y cada año avanzas una línea. Por ejemplo, si tienes
treinta y seis años, estás en la línea doce de Capricornio durante
todo un año. Si tienes doce, veinticuatro, cuarenta y ocho, sesenta
o setenta y dos, también estás en la línea de Capricornio todo el
año.
A lo largo de ese año contarás asimismo con las
oportunidades que recibe el planeta. Todo el mundo tiene en
común los ciclos del planeta. A ello se añade que en ese año
recorrerás las doce jerarquías mes a mes en tu reloj individual.
ILUSTRACIÓN 13
LOS AÑOS DE LA VIDA EN EL RELOJ CÓSMICO
Te invito a que hagas un esquema general de la historia de tu
vida, de lo que recuerdes como los acontecimientos más
relevantes, tanto positivos como negativos, y que los coloques en
el reloj. ¿Qué sucedió cuando tenías dos, cinco o diez años? Tal
vez te venga a la memoria algo muy importante. Si se trata de un
suceso destacable, anótalo como un ciclo decisivo en tu destino
cósmico. Sácale el máximo partido. Aumenta ese impulso de
energía invocando a la jerarquía de ese signo a fin de que
purifique y perfeccione ese suceso en tu vida. Si no fue bueno, si
es un registro negativo, pide a la llama violeta que lo consuma en
la jerarquía en la que ocurrió y bajo el maestro ascendido que
sirve en esa línea.
La llama violeta es la energía divina de la transmutación,
palabra que significa cambio. Puedes cambiar los átomos y
electrones de tus cuatro cuerpos inferiores, limpiar los registros de
esas pruebas que no has superado en el pasado y estar listo con
una nueva y limpia página en blanco. Si lo haces, notarás que la
prueba se vuelve más fácil, puesto que estarás preparado para
apoderarte de esa energía y dar la bienvenida al iniciador de tu
ciclo. (Véase el capítulo 8 para más información acerca de la
llama violeta.) 
El ciclo de los meses
Hemos explicado el modo en que el reloj se despliega año
tras año desde el nacimiento. En este apartado vamos a tratar
cómo ello ocurre mes a mes, esto es, el reloj de los meses del año.
Trataremos en la gráfica un año en tu vida, cualquier año.
Dibuja un círculo, que representará un año. Divídelo en doce
meses. El primer día en el dibujo es el de tu cumpleaños. Coloca
el día y mes de tu cumpleaños en la línea doce. Tu año empieza
ese día. El día del año nuevo podría ser el comienzo del año
para el planeta, pero en lo concerniente a ti, a tu propio
microcosmos, tu año se inicia en ese día concreto. Coloca en la
línea uno el mismo día del mes siguiente. A continuación,
prosigue del mismo modo en el reloj completando las líneas
restantes.
Pongamos por caso que tu cumpleaños es el 5 de junio:
escribe 5 de junio en la línea doce; 5 de julio, en la línea uno; 5
de agosto, en la línea dos, y así sucesivamente. Ello te ilustrará,
mes a mes, sobre las iniciaciones que corresponden a las doce
jerarquías del sol.
El día de tu cumpleaños es el día en que empiezas tus
iniciaciones bajo la jerarquía de Capricornio, la línea doce. Tres
meses más tarde (en el ejemplo anterior, el 5 de septiembre), en
la línea tres, serás iniciado en la jerarquía de Aries, y durante un
mes pasarás por las iniciaciones de control divino. Es la prueba
del ego divino contrapuesto al ego humano, la oportunidad de
transmutar el ego humano y desarrollar el ego divino, que es tu
propio Yo real, el Yo Crístico que representa a la Presencia YO
SOY. Esta prueba llega bajo la jerarquía de Aries.
ILUSTRACIÓN 14
GRÁFICA DE LOS MESES
(ESTE EJEMPLO ES VÁLIDO PARA UNA PERSONA NACIDA UN 5 DE JUNIO)
Seis meses después de tu cumpleaños (en el caso citado, el 5
de diciembre), pasarás por la prueba de la jerarquía de Cáncer,
la prueba de la llama de la Madre, la prueba de tu armonía; y la
del flujo de agua en las emociones. Nueve meses después de tu
cumpleaños (el 5 de marzo en el mismo ejemplo), toparás en la
línea nueve con la prueba de la jerarquía de Libra: la prueba del
Espíritu Santo, la prueba de la Realidad, la oportunidad de
demostrar lo que es Real y de transmutar toda forma de karma de
irrealidad que te sobrevenga a fin de ser transportado a la llama
para que lo transmutes.
Así pues, cada año de tu vida estás en la línea de la jerarquía
para ese año según la edad que tengas. Y en el transcurso de ese
año recorrerás las doce jerarquías mes a mes. Por ejemplo, si
tienes veintiséis años, te encuentras en la línea dos de Piscis ese
año; mas el día de tu cumpleaños, empezarás el primer mes del
año en la jerarquía de Capricornio. (Recuerda que todos los
ciclos se inician en Capricornio.) Es algo así como dos
indicadores de un contador que mide la electricidad: uno sirve
para el ciclo anual y el otro, para el mensual.
Cuando estás en el mes de Capricornio puedes prever que
desde tu cuerpo causal descenderá el logro que posees en poder
divino. Posees poder divino en esa gran esfera de luz, el Sol
detrás del sol. Es el hábito que acumulaste en anteriores
iniciaciones, bajo esa jerarquía. Cuentas con hábitos acumulados
de amor divino, maestría divina, control divino, etc. Al llegar ese
mes, se produce algo parecido a la apertura de la puerta del
cuerpo causal. La luz de tu buen karma desciende. Al mismo
tiempo, el karma negativo en esa misma línea desembarca del
cinturón electrónico. De ahí que cada mes de tu vida puedas
prever con exactitud qué clase de energía de tu karma personal
emergerá para ser transmutada.
Así pues, en el primer mes de tu año afrontarás todos los
registros de abuso del poder divino, que identificamos como
crítica, condenación y juicio. Bregarás con el karma de
situaciones en las que has utilizado mal los chakras condenando
a otros ámbitos de la vida o a ti mismo, abusando con ello del
poder divino, de modo que careces de él para los fines positivos
que entraña la afirmación del bien divino.
A lo largo de ese mes con frecuencia sentirás crítica dirigida
contra ti y a ti dirigiéndola contra otros. Si no estás alerta,
simplemente te dejarás arrastrar, dejando que se cumplan tus
ciclos kármicos. Si sabes de qué va el asunto, lo envolverás con la
llama violeta y transmutarás ese hábito de energía negativa
transformándola en la manifestación positiva de poder divino.
Pruebas de los tríos y las polaridades
Éste es tu reloj cósmico personal. Existen en él otras fases. Se
puede desglosar todavía más. Hay otros aspectos en él de los que
podemos aprender, tales como los tríos y la polaridad de los
signos.
Por ejemplo, cuando pasas por una prueba en Aries, debes
recordar que habrá pruebas encadenadas de Libra, toda vez que
se trata del opuesto, la polaridad de Aries en el reloj; así que sé
consciente de esta prueba. Simultáneamente, se produce la
prueba en el trío de fuego ya que Aries es un signo de fuego. El
triángulo, el trío principal de las pruebas en el mes o año de
Aries, llega en las líneas tres, siete y once que son,
respectivamente, los signos de fuego de Aries, Leo y Sagitario
(ilustración 15). Forman una llama trina, como puedes apreciar
por los colores en la ilustración 12. Aries es el signo azul de
fuego; Leo, el signo rosa de fuego y Sagitario, el signo amarillo
de fuego, conforme a la disposición de la llama trina.
Los signos de agua —Piscis, Cáncer y Escorpión— forman un
grupo en las líneas dos, seis y diez. La dos es el amarillo, la seis
es el azul y la diez es el rosa. Ésta es tu llama trina en cuanto a
obtener la maestría en las jerarquías de agua. Si te encuentras en
un año Escorpión, tendrás asimismo pruebas relativas a sustanciade Piscis y Cáncer, ya que ése es el trío principal de tus pruebas,
encaminadas a equilibrar ese triángulo así como la llama trina. La
maestría que hayamos obtenido en estas tres jerarquías nos
delatará a la hora de equilibrar nuestro cuerpo emocional, que es
el tercer cuadrante del reloj.
El trío de aire lo configuran Acuario, Géminis y Libra. Estas
jerarquías nos enseñan la maestría de amor divino, sabiduría
divina y realidad divina. Las jerarquías de Capricornio, Tauro y
Virgo nos enseñan la maestría del elemento tierra en el cuadrante
físico. Y lo hacen por medio de las energías de poder divino,
obediencia divina y justicia divina.
Encaramos las pruebas de estos signos no sólo de acuerdo
con nuestros ciclos personales del reloj y los ciclos del Sol y la
Luna, sino también cuando se da la circunstancia de que los
planetas están en estos signos. Estas configuraciones emiten tales
energías porque al igual que nosotros a nivel individual tenemos
una acumulación de energía negativa, cada uno de esos planetas
posee a su vez energía negativa acopiada que es el
subconsciente de toda la oleada de vida de quienes han
evolucionado en ese planeta. (Aun sin existir actualmente pruebas
de vida física en un planeta, puede que haya habido vida allí en
el pasado, o que esa vida esté evolucionando en otras
dimensiones. En cualquier caso, el registro de la conciencia crea
un campo energético y un magnetismo susceptible de interpretarse
en astrología.)
ILUSTRACIÓN 15
TRIÁNGULOS DE LAS INICIACIONES
EN LOS CUATRO ELEMENTOS
Por consiguiente, cada planeta cuenta con una frecuencia de
su propia sustancia no transmutada, de sus evoluciones colectivas,
así como la frecuencia de su cuerpo causal por el bien que se ha
exteriorizado en grupo, es decir, las buenas obras de todas sus
evoluciones. La combinación de ambas —influencias favorables y
no favorables— configura la identidad del planeta. Cuando
decimos el nombre de un planeta, sentimos una cierta
personalidad, una vibración, una conciencia, como nos ocurre
cuando hablamos de algún amigo o individuo.
ILUSTRACIÓN 16
LOS CHAKRAS Y LAS LÍNEAS DEL RELOJ
LAS DOCE LÍNEAS DEL RELOJ SE RELACIONAN CON LOS SIETE CHAKRAS PRINCIPALES EN EL CUERPO
HUMANO. LAS INICIACIONES DE LAS LÍNEAS PUEDEN TAMBIÉN INTERPRETARSE Y TRAZAR A MODO
DE INICIACIONES DE LOS CHAKRAS CORRESPONDIENTES. LA VICTORIA DEL CORAZÓN SE ALCANZA
POR MEDIO DE LA MAESTRÍA SOBRE LAS LÍNEAS TRES Y NUEVE, EL CHAKRA DE LA CORONILLA SE
HALLA EN LA LÍNEA DOCE Y EL DE LA BASE, EN LA SEIS. ÉSTOS SON LOS CUATRO PUNTOS
CARDINALES. EL CHAKRA DEL TERCER OJO SE CONTROLA DESDE EL EJE DIEZ-CUATRO DE LA VISIÓN
DIVINA Y LA OBEDIENCIA DIVINA; EL PLEXO SOLAR ESTÁ EN LA DOS-OCHO; LA SEDE DEL ALMA, EN
LA UNO-SIETE; Y EL DE LA GARGANTA, EN LA CINCO-ONCE.
 
Capítulo 4
La jerarquía
El orden es la primera ley del cielo
EL MORYA
El orden es la primera ley del cielo y se manifiesta en la
emisión de luz desde el Gran Sol Central partiendo de las
coordenadas de la jerarquía hasta llegar al lugar que ocupamos
en el tiempo y el espacio.
Decimos que Dios está en todas partes, pero ¿qué es lo que
está en todas partes? Es la energía de Dios lo que se encuentra
por doquier: la energía de Dios, que es el Espíritu Santo. Y éste,
es decir, dicha energía, le corresponde al hombre utilizarla a
voluntad. De modo que, allí donde el hombre haya elegido
desarrollar el bien divino, habrá una mayor concentración de
Espíritu y de luz.
Cuando pensamos en la inmensidad del universo, nos
percatamos de que ha de haber algún lugar donde exista mucha
más concentración de Dios de cuanto jamás hayamos visto o
conocido en esta Tierra. Denominamos a ese lugar el Gran Sol
Central. Que semejante término no te turbe... Le atribuimos dicho
nombre porque es un centro vibrante, contiene la mayor
concentración de energía de Dios, el poder del Espíritu, en el
cosmos. No es un sol físico sino espiritual.
Ahora bien, si alguien te dejara caer en ese centro del Ser de
Dios, ¿qué te sucedería? Te consumiría. ¿Por qué? Porque serías
totalmente diferente a él. Tú eres imperfecto; y ese centro es
perfección.
Por ello figura escrito en el Antiguo Testamento que ningún
hombre puede ver a Dios y seguir viviendo1. No puedes ver a
Dios y seguir viviendo cual hombre. Debes convertirte en Dios. Si
todavía no lo has hecho, en cuanto entres en su Presencia
llameante, te disolverás. Por ese motivo existe separación entre el
cielo y la tierra. No se permite que la tierra contamine el cielo, de
manera que no se permite a las personas que evolucionan en la
Tierra adentrarse en las alturas del cosmos.
Dios quiere que tengas la energía que hay en el Sol Central.
¿Cómo te la va a hacer llegar si resulta que vas a ser consumido
en cuanto establezcas contacto con ella? De ahí que exista la
jerarquía.
Partiendo del corazón del Gran Sol Central, la jerarquía se
manifiesta a modo de reducción de las energías de Alfa y
Omega, del OM sagrado, del YO SOY EL QUE YO SOY que constituye el
ígneo punto focal para la creación entera, para todo el cosmos.
Alfa y Omega son seres ascendidos que representan y
concentran al Dios Padre/Madre en el Gran Sol Central. Se
erigen en la más elevada expresión de las llamas gemelas que
conozcamos, y nos referimos a ellos como Dios Padre/Madre:
Juan el Amado los denominó «el principio y el fin». De hecho, fue
Alfa quien dijo «YO SOY Alfa y Omega, el principio y el fin».2
La energía se personifica
Las doce horas del reloj representan doce aspectos de la
conciencia de Dios. Estas frecuencias o vibraciones constituyen el
necesario descenso en espiral de la energía desde el mundo del
Espíritu hasta la Materia. Cualquier cosa que sea precipitada,
debe partir de la línea doce y dar la vuelta hasta finalizar en las
doce. A medida que va avanzando de una línea a la siguiente,
recorre distintos patrones vibratorios de la conciencia divina.
Dondequiera que haya una vibración, habrá una
individualidad encarnando esa vibración. Ésta es la esencia de la
creación del hombre. Dios se manifiesta a través de él, y cada
aspecto de la conciencia de Dios debe exteriorizarse por medio
de una manifestación diversa de Sí mismo o bien de una
colectiva, la cual se traducirá en una jerarquía de seres.
Si entiendes ese principio sabrás que para cada idea, para
cada color, para cada vibración, existe un ser o una conciencia
que debe encarnarlos a fin de sostenerlos, ya que no hay nada
que se sostenga a sí mismo. En la jerarquía cósmica se
encuentran seres que han evolucionado con esas frecuencias y
quienes han alcanzado logro cósmico, a los que Dios ha
encargado que mantengan el patrón de esa frecuencia para todo
el cosmos.
Seres cósmicos y las doce jerarquías
solares
Procedentes del Gran Sol Central, determinados seres que se
han ganado el derecho gracias a la concentración de energía, de
conciencia, de precipitación de Dios, reducen esta emisión de
fuego sagrado a favor de las evoluciones inferiores que no han
superado las iniciaciones requeridas para contener tal
manifestación concentrada de luz. En cada jerarquía hay millones
de seres cósmicos. Los Elohim y los seres cósmicos portan la
mayor concentración, la más elevada vibración de luz que
podamos comprender en nuestro estado evolutivo.
El término ser cósmico designa un título, no sólo una
descripción. Un ser cósmico es aquél que es consciente del Ser
cual cosmos, y que es capaz de encarnar un cosmos y de percibir
campos energéticos, así como el control de aquéllos que son
inmensos, los cuales rebasan siquiera nuestra comprensión. El
término significa sencillamente que su percepción de la llama
divina es capaz de aproximarse a ciertas cantidades de
conciencia cósmica, lo más elevado que cabe contener.
En torno a Alfa y Omega se hallan seres cósmicos y las doce
jerarquías solares. Todos los ciclos se originan en Capricornio, y
dan comienzo en el cuerpo etérico bajo las jerarquías de
Capricornio, Acuario y Piscis. Los hombres no son conscientes de
las emanaciones del plano etérico debido a que estas energías

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