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Fabula comunicación - David Cova (7)

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Con los conocimientos adquiridos en la materia de comunicación oral y escrita II elabora una fábula de tu propia autoría. Detalla cuál es la lección de la fábula.
Había una vez un perro llamado Max que vivía en un tranquilo pueblo rodeado de colinas. Max era un perro feliz y juguetón, pero tenía un sueño que lo consumía día y noche: volar como un pájaro. Veía a los pájaros volar libremente por el cielo y anhelaba tener esa libertad.
Un día, mientras paseaba por el parque, Max vio a un perro volador. Este perro tenía alas y podía surcar el aire con gracia y elegancia. Max quedó asombrado y lleno de envidia al ver cómo el perro volador se elevaba por encima de los árboles.
Desde ese momento, Max no podía pensar en otra cosa que no fuera ser como el perro volador. Soñaba con tener alas y volar por los cielos, explorando nuevos horizontes y sintiéndose libre como nunca antes. La envidia lo consumía tanto que no podía disfrutar de las cosas simples y hermosas de la vida que antes le hacían feliz.
Un día, agotado por su envidia y obsesión, Max se quedó dormido bajo un árbol. En su sueño, se convirtió en un perro con alas y comenzó a volar por todo el pueblo. Sentía la brisa acariciar su pelaje y la libertad de explorar lugares nunca antes vistos. Sin embargo, algo en su sueño no era del todo satisfactorio.
A medida que Max volaba, se dio cuenta de que había perdido algo importante: su conexión con la tierra. A medida que se alejaba más y más, se dio cuenta de que extrañaba correr por los campos, jugar con sus amigos perros y recibir caricias de sus dueños. Se dio cuenta de que, aunque volar parecía emocionante, no podía cambiar lo que realmente era: un perro terrestre lleno de amor y lealtad.
Max despertó de su sueño con una nueva perspectiva. Ya no sentía envidia del perro volador, sino gratitud por su propia existencia. Agradecía las pequeñas alegrías de la vida y valoraba su conexión con los demás.
Desde ese día, Max aprendió a disfrutar de cada momento en tierra firme. Jugaba con sus amigos, disfrutaba de los paseos por el parque y recibía con alegría las caricias de sus seres queridos. Ya no anhelaba ser algo que no era, sino que encontró la felicidad siendo su auténtico yo.
La fábula de Max nos enseña que la envidia y el deseo de ser algo que no somos pueden impedirnos apreciar la belleza de nuestras propias vidas. Cada uno tiene su propio camino y sus propias cualidades únicas. En lugar de envidiar a otros, debemos aprender a amarnos y aceptarnos tal como somos, valorando las bendiciones que tenemos a nuestro alrededor.

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