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FORMACION DOCUMENTO DE CATEDRA

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SUBJETIVIDAD y PRÁCTICAS DE APRENDIZAJE
Prof. y Lic. en Educación Inicial
DOCUMENTO DE CATEDRA
Formación docente: El proyecto de formarse para ser docentes de Educación Inicial.
Cuello, Mónica Emilia
Alderete, Betiana
¿Qué se entiende por formación? 
Lo central es comprender que la formación es un proceso complejo estructurado en múltiples dimensiones o lógicas, estrechamente ligadas entre sí. Desde nuestro espacio tomamos las tres dimensiones que proponen Pilar Giménez Silva y Rodrigo Páez Montalbán, la dimensión disciplinar didáctica, la psicológica y la Institucional-política.
La dimensión disciplinar-didáctica: hace referencia a los contenidos, saberes propios de un campo disciplinar y a la metodología de enseñanza-aprendizaje, imprescindibles para todo proceso de formación. Por ello, en toda carrera se proponen planes de estudios, mallas curriculares y programas que contemplan los saberes específicos que necesitarán conocer y apropiarse los sujetos en formación. Saberes con los que tomaran contacto a partir del recorrido por cada asignatura o espacio formativo y que podríamos definir como los conocimientos que deberán construir para saber qué y cómo enseñar.
La dimensión institucional-política: comprende el contexto donde se da la formación. En ella se juegan distintos aspectos: socio-culturales, ideológicos, políticos y económicos que atraviesan la formación y la condicionan. Esta dimensión es la que posibilita comprender la formación como práctica situada, que se da siempre en un tiempo y lugar específico. 
La dimensión psicológica: es pertinente definirla como el eje clave de todo proceso de formación. Supone hacer foco sobre los sujetos y la situación de formación, sobre lo “que les pasa” o moviliza esa situación. En este sentido, lo propio de esta dimensión es el trabajo del sujeto sobre sí mismo, un trabajo de revisión, análisis crítico y reflexión sobre las representaciones e identidad del sujeto en formación. Este trabajo del sujeto sobre su subjetividad, su sentir, pensar y actuar, implica un abrir y reflexionar acerca de los modos particulares que tiene de pararse frente a las diversas situaciones, frente a sí mismo y a los demás. La dimensión psicológica es el eje que se constituye como posibilitador de transformaciones en el desarrollo personal del formando. 
¿Quiénes son los sujetos insertos en un proceso de formación? 
Todo proceso de formación supone un sujeto en formación – que sostiene el proceso- y sujetos formadores. El vínculo entre sujeto formador-sujeto en formación no implica necesariamente, al decir de Gilles Ferry (1997), que el primero modele al segundo a su imagen y semejanza. Si bien esta puede constituir una fantasía del formador, al otorgar una marcada importancia al lugar del sujeto en formación plantea que cada cual debe responsabilizarse de su propio proceso formativo. De este modo, se propone romper con la instaurada creencia en el ámbito educativo de que es el docente quien, desde su tarea, da forma a sus estudiantes; que es él quien tiene una forma prefijada de lo que es ser docente y su tarea solo consistiría en imprimir dicha forma en los formandos. 
En este sentido, el autor plantea que formarse consiste en ir de forma en forma, buscando la forma más apropiada en cada caso para ejercer una tarea, el trabajo docente. Pero esa forma la busca y alcanza cada sujeto en formación, no es una forma ya acabada que puede ser dada por alguien desde afuera, en este caso el docente o formador. 
Por ello cuando hablamos de formación estamos hablando de un proceso de “autoformación” que construye cada sujeto de un modo único y singular a partir de las diversas mediaciones que intervienen en el proceso. Al plantearse estas mediaciones se hace referencia a una formación, que si bien es tarea de cada sujeto no se realiza en soledad, sino siempre en relación con otros. Otros que pueden ser sujetos, textos e incluso diversas experiencias que en suma brindan las condiciones para que la formación tenga lugar, para que cada uno haga de ello un proceso singular.
¿Qué condiciones son necesarias para que se dé inicio al proceso de formación? 
Lo principal es tener presente que ese trabajo de reflexión, análisis y revisión de lo realizado, de lo puesto en juego en la acción, solo puede ser efectuado en un tiempo y lugar destinado específicamente para ello. En palabras de Ferry “es falso creer que uno se forma en la acción, mientras enseña” es esencial buscar un momento y lugar diferente, para que alejado de la tarea poder mirarla con cierta distancia y reflexionar sobre ello. 
¿Cuáles son las características de un proceso de formación? 
A modo de caracterizar este proceso, recuperamos lo que aportan Jimenez Silva -Paez Montalban quienes definen la formación de docentes como “un proceso tensado entre la marca de lo que siempre falta, de lo inacabado, del tiempo por venir y del contenido con propósito y prescriptivo al que se pretende llegar”. En esta afirmación se plantea que, si bien en toda formación se aspira a instaurar determinados contenidos y saberes que hacen al aspecto disciplinar, no debe perderse de vista que es un trabajo con sujetos, y por ende, es necesario reconocer aspectos inherentes a su condición. Dentro de estos aspectos es sustancial entender que todo sujeto es inacabado y, que ese desarrollo personal que caracteriza la formación, lo interpela a recorrer una permanente búsqueda y transformación. 
Lo dicho, guarda relación con lo desarrollado anteriormente, al sostener que la formación consiste en ir de forma en forma, hasta encontrar una forma única y singular, para ejercer su profesión. Una forma que deberá construir, en su recorrido formativo, cada sujeto. En ello se asienta su auténtica posibilidad de transformación, porque se lo comprende con una identidad en movimiento, como algo que está siendo, en un permanente re-hacerse, lo que orientará la formación como un espacio-tiempo para brindar condiciones, en favor de que esa búsqueda y transformación tengan lugar. 
Cuando hablamos de identidad docente, la entendemos como una construcción que en cada sujeto se ira configurando en los múltiples espacios formativos, a partir de las diversas mediaciones, y los vínculos con otros.
 Pero los autores sostienen que comprender al sujeto de la formación desde esta perspectiva, solo será posible si se define a la formación por lo que siempre falta, trabajando para transmitir un todavía no que le permita al sujeto mantenerse orientado hacia lo no hecho y lo no vivido”. Todo ello es lo que caracteriza la formación desde una mirada del por-venir.
 Lo expuesto nos lleva a otro punto vertebral de la formación, lo temporal. El tiempo de la formación debe ser analizado desde una doble vertiente: por un lado la formación como algo permanente, que tiene un inicio pero dura a lo largo de toda la vida; y por otro que no es un proceso continuo, sino que requiere momentos alternados, de acción por una parte y de reflexión sobre la misma en otros.
En suma, caracterizar de este modo a la formación implica asumir que conlleva un imposible de formar. Imposible en tanto es una ilusión pensar que se puede enseñar todo, que el estudiante debe aprender saber lo mismo que su profesor como una tarea de repetición, como algo estático, logrado y realizado. Por el contrario lo imposible supone la apertura a otros discursos, otras experiencias de formación, a lo que falta, a lo por –venir.
Lo central de toda aspiración formativa es asumir que siempre habrá algo del otro que escapa a nuestra tarea, que es inasible a nuestras aspiraciones y con mucho lograremos encauzar ese proceso hacia la edificación de un espacio-tiempo en que las experiencias del sujeto en formación sean atravesadas por instancias de ruptura y sutura, entre crisis y superación.
A modo de cierre provisional cabe reflexionar ¿Por qué transitar una carrera docente desde esta concepción de formación?
 Una primera aproximación que puede contribuir a construir sentido a esta tarea, es la convicciónde que, como futuros formadores los sujetos necesitan dar inicio a un proceso de desarrollo personal, un proceso que los movilice a poner en cuestión aquellas teorías implícitas, representaciones de orden cognitivo, afectivo y social, que configuran su identidad y fundamentan su actuar; para abrir, de ese modo, la posibilidad de experiencias transformadoras, de sí mismo y de su entorno.
Una transformación que les posibilite ir apropiándose de modos de leer, comprender y abordar la realidad, más profunda y compleja; que los interpele a construir un posicionamiento diferente. Aspectos que solo serán factibles si hay un sujeto que se dispone a la pregunta, cuestionamiento y problematización. De allí la necesidad de generar un espacio-tiempo para un trabajo de retorno sobre sí mismo lo cual exige en los sujetos la flexibilidad suficiente para para estar construyendo siempre nuevas formas, que en tanto proceso inacabado será un camino siempre por recorrer por el ser humano a lo largo de su existencia.
Consideramos que solo desde allí, el espacio de formación puede resultar propicio para que “se revise, se actualice, se analice y se transforme el modo como cada sujeto se representa a sí mismo y al otro, como la forma en que el sujeto se posiciona y hace su historia”. Formación de un sujeto sujetado, entre otras cosas a experiencias de formación-deformación y transformación.

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