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PAIDÓS TRANSICIONES 1. R.]. Scernberg y T. 1. Lubart - La creatividad en lino cultura conformista 2. T Engelhardr - El jin dr la cultura de la victoria 3. L. Grinspoon y J. B. Bakalar - Marihuana 4. P. Singer - Repewflr la vida y la muerte 5. S. TurkJe - La vida '" la pantalla 6. R. J. Srernberg - La inteligencia exitosa 7. J. Horgan - El jin de la ciencia 8. S. l . Greenspan y B. L. Benderly - El crecimiento de la mente 9. M. Csikszenrmihalyi - Creatividad 10. A. SokaJ Y J. Bricmom - Imposturas ¡me/eetualrs 11. H . Gardner - Mentes líderes 12. H . Gardner - Inteligencias múltiples 13. H . Gardner - Mentes creativas 14. H . Gardner - La nueva ciencia de la mente 15. J. Anali - Diccionario del siglo XXi 16. A. C. Damo - Después del jin del artr --• • '. , I " ........ -. , • .. (' 1 , ' .! - " , - ~, ' -. \ , , ARTHUR C. DANTO .. DES PUES _ J '- , ,. , DEL FIN DEL ARTE El arte contemporáneo y el linde de la historia ": ', • ') , - -: J "" , " . ) PAIDÓS Barcelona BuerloS Aires Mé~ico • • • T irulo o rigina l: Af Ta tb .. Elld of l1rt Publicado en ingl6 por PrincelOn U niversir}' Press. Princcto n, N ueva Jersey Tr:tducóó n de Ekn:t Nl'('rI1l:tn C ubie rta de ViclOr Viano Q uccUn ri¡;u toun,~no " proh ibid ... . , in la au,o, iu "ión """ iu <k lo. , i,,,J.,o tO"'.! ° parci al de ""2 ob"" ro' cualqu ier ",.dio " procedi",ie nto. c;crnpL.,,,, d. ella m.dian,,, alquile. ° pt6' amo pUbl ico,. © 1997 by the Board ofTrusrees of the Narional Gallery of Art, Wash ingtOng, D.e. © 1997 del {cX[o by (hc Board ofTr usu:cs rhe Narional Gallery of Are and Arrhur C Danta © 1999 de la traducció n, Elena N c:c: rman © 1999 de tod as las c:dicio nes en castc:l lano, Edic iones Paidós Ibérica, S.A., Mariano C ubí, 92 - 0802 1 Barcc:lo na y Ed itorial Paidós, SAlC F, Defc: nsa, 599 - Buenos Aires ISBN : 84·493-0700.7 Depósito legal: B-1 6 ,480 / 1999 Impreso en G rafiqu c:s 92 , S.A., Av. Can Sucarrars, 91 . 08 19 1 Rubí (Barcc:lo na) Impreso en España - PrirHcd in Sr ain • • Para Roben Mangold J Silvia Plimaclt Mangold J para Barbara ~stman I NO! Andy Warhol (Brillo Box) (1995) de Mik t.: Bildo. Ced iéb por el :u·lisl;} y Bruno Bischolbcrga Capítulo 1. Introducción: moderno, posmoderno y contemporáneo Casi al mismo tiempo pero ignorando cada cual el pensamiento del otro, el histo riador alemán de arte Hans Belting y yo, publicamos textos acerca del fin del arte . l Cada uno había arribado a la vívida sensación de que un cam- bio histórico importante había tenido lugar en las condiciones de produc- ción de las artes visuales aun cuando, aparenremente, los complejos inst itu- cionales del mundo del ane -galerías, escuelas -de arte , revistas , Dlllseos, instituciones críti cas, curadores- parecían relativamente estables . Belting publicó después un asombroso libro que traza la historia de las imágenes pia- { dosas en el Occidente cristiano desde los tiempos romanos hasta el 1400 d.C., aproximadamente, al cual le dio el sorprendente subtítulo de La imagen antes de la em del arre. Eso no significaba que esas imágenes no fueran arte en un i sentido amplio, sino que su ser arte no figuraba en su producción, dado que el concepto de arte no había realmente emergido todavía en la conciencia general, por lo que esas imágenes -de hecho iconos- jugaron un papel bas- tante diferente en la vida de las personas del que las obras de arce vinieron a jugar cuando el concepto de afte al fin emergió y algo así como considera- ciones estétic:l.s comenzaron a gobernar nuestra relación con ellas. Ni siquie- ra eran cons ideradas en el se ntido elemental de haber sido producidas por • 26 DESI'UP.S DEL FIN DEL ARTE arti stas (se res humanos qu e ma rcan superfi cies) sin o que eran obse rvadas como si su o rigen fuera mibgroso. como la impresión de la imagen de Jesús en el velo de Veró ni c;t. ~ Luego. se tiene que haber producido una profunda disconrinuidad en b s pránicas artísticas. entre el antes y el después del comien. zo de la era del arte . dado que el concepto de arri sta no cmfaba en la expli. cación de las imágenes piadosas. \ Pero luego en el Renacim ienro el concep_ (Q de arris ta se volv ió ce ntral hasta el punto de que Giorgio Vasa ri escribió un gran libro sobre la vida de los arti stas. Antes tendría que haber sido a lo sumo sobre las vidas de los santos. Si esto es co ncebi bl e, enton ces puede haber ex istido o rra d isco ntinui- dad , no menos profunda que ésta, entre e! arte producido en la era de! arte y e! arte producido tras esa era. La era del arce no co menzó abruptamente en 1400, ni tam poco finalizó de golpe hacia la mitad de los años ochenta, cua n- do aparecieron los textos, e! de Belting y el mío, en alemán e inglés, respecti- vamente. Tal vez ninguno de nosot ros ruviera una idea clara de lo que tratá- bamos de decir, como deberíamos tenerla ahora , diez años después. Pero ahora que Belt ing ha llegado a la idea de un arce anterior al comienzo del arte, debe- ríamos pensar en el arce después de! fin del arce , como si escuviésemos emer- giendo desde la era de! ane a otra cosa, cuya exacta forma y es[[uc{Ura resta ser entendida. Ninguno de nosotros for muló sus observaciones a la manera de un juicio critico en relac ión al arce de nues tro tiempo. En los años ochenra, ciertos teó- ricos radicales considera ron e! tema de la muerte de la pintura y basa ron sus juicios en la afi rmación de que la pintura avanzada parecía mostrar todos los signos de un agotamiento interno, o, por lo menos, un límite marcado más allá del cual no era posible avanzar. Se referían a las pinturas blan cas de Robert Ryman , o tal vez a las monótonas y agresivas pinturas rayadas del arcista fran- , cés Daniel Buren; y hubiera sido difícil no considerar sus observac iones, en l cierro sentido, como un juicio crítico tanto sobre esros dos anistas como sobre la pintura en general. , Pero era bastante coherente con el final de la era del arte, tal com o Bel- ting y yo lo entendíamos, que el arte fuese extremadamente vigoroso y no moS- trase ningún signo de agotamiento interno. La nues tra era una llamada de atención acerca de cómo un complejo de prácticas dieron lugar a otras, aun cuando la forma del nuevo complejo permanecía (y rodavía permanece) oscu' ra. Ninguno de nosotros hablaba sobre la muerte del arce, ~ pesar de que mi propio texto parece haber sido el arcículo central en el volumen, bajo el títu- lo La muerte del arte. Ese d ru lo no era mío, dado que yo es taba escribiendo acerca de cierta narrativa que, pensé, había sido objet ivamente cu mplida en la histo ria del arce , siendo esa narrativa la que me pareció (Iue había llegado a su final. Una histo ri a había fina li zado. Mi opinión no era que no debía haber rNTRO D UCCI ON 27 más arte (lo que real meme implica la palabra "muene,,), sino que cualquier arte que surgiera debería crea rse sin el beneficio de fona lecer ningún tipo de narrativa en la que pud iera ser considerado co mo su etapa siguiente. Lo que había ll egado al final era esa narrat iva. pero no el tema de la narrativa. Me apresuro a ex plicarlo. En cie rro sentido la vida realmente comienza cuando la histo ria llega a un fin , así como en las historias toda pareja d isfruta de cómo se enCO nt raron el uno al Q(ro y «vivieron feli ces para siemp re".~ En el género alemán de BiI- dUlIgsrOnlflJ/ - novela de forma ción y autodescubrimienro- la histo ria es narrada por medio de las etapas a través de las cuales el héroe o la heroína pro- gresan en el camino del autOconocim iento. Este género ha terminado siendo, prácti camente, un a matri z de la novela feminista, donde la heroína llega a tener conciencia de quién es y de lo que significa ser mujer. Esa conciencia, a pesar de ser el fin de la histo ria , es, realmente, "el primer día del resto de su vida,) , utilizando una de las frases corriemes de la filosofía NroJAge. La tem- prana oDra maestra de Hegel, La fenomenología del espíritu, ti ene fo rma de BiI- dungsroman, en el sentido de que su héroe, Geist, atraviesa una serie de etapas con el fin de aló nz:rr el conocim iento. no salame me sobre lo que es el cono- cimiento mismo, sino también, de tOmar conciencia de que su conocimiento podría ser vacío sin esa h is to ria de contrat iempos y emusiasmos inapropia- dos. ~ La tesis de Belting también era sobre narrativas. "El arte contemporá- neo", escribió. «manifies ta una co nciencia de la historia del arte, pero no la lleva mucho más lejos.,,6 Habla tamb ién de "la relativa y reciente pérdida de fe en una.gran narrativa que dete rm ine el modo en que las cosas deben ser vis- tas)).7 En pane es to es lo que significa no penenecer más a una gran narrati- va que se inscribe, ella misma en algún süi o de nuestra conciencia, encre la inquietud y el regoc ijo, que marca la sensibilidad histórica del presente, y lo cual ayuda (si Belting y yo estamos en lo cierto) a definir una aguda di fe ren- . cia entre el arte moderno y el contemporáneo, cuya conciencia, creo, comen- zó a emerger a mediados de los se tenta. Ésta es una caracter ística de la con- temporaneidad (pero no de la modernidad) y debe haber. comenzado insidiosamente. sin eslogan o lago, sin que nadie fuera fuertemente consciente de que hubiese ocurrido. El Armor} show de 1913 utili zó la bandera de pino de la revolución americana como logo para celebrar su repudio al arte del pasa- do. El movimiento dadaísta de Berlín proclamó la muerte del arte, pero deseó una larga vida al «a rte de la máquina de Tarlin» en el mismo p.ós ter hecho por Raoul Hausmann. En conrras te , el arte contemporáneo no tiene un alegato contra el an e del pasado, ni [iene senrido que el pasado sea algo de lo cual haya que liberarse, no tiene sent ido aun cuando sea absolutamente di fe rente co mo arce del ane moderno en general. Pane de lo que define el arce con- tempodneo es que el arre del pasado es tá disponible pa[3 el uso que los anis- , 28 P ESI' U(S IlFI FI N IlF I ¡\In"!'. [;1 :; le quieran dar. Lo que 11 0 esd dispon ible es el espíritu en el cual fue crea. do ese ;UTe. El paradigma dt' lo conrempodllco es el col!flge, tal C0l110 fu e defl . nido por Max Ernsr. pero con una dife rell ci;¡: Ernsr dijo que el co!!ag(' es "el encuentro de do!> real idad e!> distantes en un plano aj eno a ambas».H La dife. rencia es que )';111 0 hay un plano d iferente P;H;1 distinguir realidades artísticas, ni esas rea lidade!> so n tan distantes entre sí. Es to se debe a que la percepción básic l del espíri tu conrem porán eo se for mó sobre el principio de un ITlUSeo en donde todo arte tiene su propio lugar. donde no ha)' ningún criterio fl priori acerca de có mo el a rte deba verse, y dond e no hay una n,urari va a la que los contenidos del museo deba n ajusta rse. Hoy los artisras no consideran los niuseos como si es[tlvi eran llenos de arte muerto , sino C0l110 ll enos de opcio. nes artísticas vivas. El museo es un campo dispo nibl e para una reordenación constante, )' está emergiendo una forma de arte que utiliza los museos como depósito de materiales para un collage de objetos o rdenados para sugerir o defender una tesis; podemos verlo en la instalación de Fred Wilson , en et Museo Histó rico de Maryland, )' también en la notable instalación de Joseph Kosurh: {{T he Play of the Unmentionable» en el Museo de Brooklyn. Hoy el género es prácticamente un lugar común: el artista tiene carta libre en e! museo y fuera de sus recursos organ iza expos iciones de objetos que no tienen una conexión histórica o formal entre sí, más allá de las conexiones que propor· ciona e! propio anista. En cierro sentido e! museo es causa, efecto yencar- nación de las acritudes)' práct icas que defin en el momento posthistórico del arre , pero no vaya insistir en este asunto por e! momento. Prefiero retornar a la distinción entre lo moderno y lo contemporáneo y discutir su emergencia en la conciencia. De hecho , lo que tenía presente cuando comencé a escribir sob re el fin del arte , era e! nacimiento de cierto tipo de autoconciencia. , Mi propio campo, la filosofía, se divide históricamente en antigua, medie- vaJ y moderna. El comienzo de la filosofía «moderna') se piensa generalmente a partir de René Descartes, y se distinguió por e! giro interior que tomó dicho filósofo (su famosa regresión al «yo pienso»), donde e! problema no es tanCO cómo son realmente las cosas, sino e! de cómo alguien, cuya mente está estruc- turada de cierta manera, está obligado a pensar que son las cosas. No podemos afirmar si las cosas son realmente adecuadas a la estructura que nues tra men- ee requiere para pensarlas. Pero nadie se hace mucho problema, dado que no tenemos otra forma de pensarlas. Entonces , trabajando desde adentro hacia afuera, por así decirlo, Descartes y toda la filosofía moderna en general, dibu- jaron un mapa filosófico del universo cuya matriz era la es trucmra de! pensa- miento humano. Lo que Descartes hizo fue comenzar a traer las es tructuras del pensamiento a la co nciencia, donde podemos analizarlas crír icamente y asf comenzar a comprender de una vez por todas qué somos y cómo es el mundo; t desde que el mundo es definido por el pensamiento , el mundo y nosotros es ta- " I N T I~O n u e (: I (¡ N 29 mas hcchos, li reralrn ellle, a imagen el un o del otro. Los amiguos simplemen- t C avanzaron, esfc) ró ndose por describir el mundo sin presear arención a esos rasgos que la filosofía modt rna volvió centrales. Podemos parafrasea r el mara- villoso títul o dt Hans Belting, hablando sobre el yo ames de la era del yo, para marcar la diferencia entre la fil osofía amigua y la moderna. Esto no quiere decir que antes no hubiera )'0, sino que el concepto de yo no definía emeramente la actividad fil osófica como sucedió luego de que la revolucionó Descartes. Yaun- que el "giro lingüístico )) '" reemplazó las preguntas acerca de qué somos por cómo hablamos, hay una indudable continuidad entre las dos erapas del pen- samiento filosófi co. Esto señala Noam Chomsky quien describe su propia revo- lución en la filosofía del lenguaje como «lingüística cartesiana»," reemplazan- do o aumentando la teo ría de Descartes sobre el pensamiento innato con e! posrulado de estrucruras lingüísticas innatas. Hay una analogía con la historia del arte. La modernidad marca un pun- ,-- to en el arte, antes del cllallos pintores se dedicaban a la representación de! mundo, pintando personas, paisaj es y eventoS históricos tal como se les pre- sentaban o hubieran presentado al ojo. Con la modernidad, las condiciones de la representación se vuelven cen trales, de aquí que el arte, en cierro sen- tido, se vuelve su propio tema. Éste fue precisamente el sentido en el que Cle- ment Greenberg definió el asumo en su famoso ensayo de 1960 «Pintura modernista». ({ La esencia de la modernidad», escribió , {{ descansa, como yo la veo , en e! uso de los métodos característicos de una disciplina para auto- criticarse, no para subvertirla sino para establecerla más firmemente en su área de competencia.» '! Es interesante que Greenberg tomara como modelo de pensamiemo modernista al filósofo Immanuel Kam: "Concibo a Kant como e! primer modernista verdadero porque fue el primero en crir icar el signifi- cado mismo de críti ca». Kam no concibió una filosofía que tan sólo agrega- ra algo a nuestro conocimiemo, sino una que respondiera a la pregu nta de cómo es posible e! conocimiento. Supongo que la co rrespondiente concep- ción de la pintura debería ser no tanto el representar la apariencia de las cosas, si no responder a la pregunta de cómo la pintura fue posible. La pregunta entonces podría ser: ¿qu ién fue el primer pintor modernisra? O sea, ¿q uién desvió el arre de la pintura desde su agenda represe ntacional hacia una nue- va agenda en la que los medios de la representación se vuelven el objeto de la representación? Para Greenberg, Manet se convirrió en el Kant de la pintura modernis- ta: "Las pinturas de Manet se volvieron las primeras imágenes modernistas, en virtud de la franqueza con la cual manifestaban las superficies planas donde eran pimadas" . La historia de la modernidad se desplazó desde allí a través de los impresionistas, "quienes abjuraron de la pintura de base y las veladu- ras para dejar al ojo sin ~udas de que los colores que usaban eran pintura que • • • 30 D I'.Sf>UrS DEL ¡' I N DEL ArnE prove nía de tubos o pOfeS)) , Ju sta Cézan ne, "que sacrificó la ve rosimilitud o · la correcc ió n para logra r :lj usrar sus d ibujos y dib uja r m 3S ex plícitamente la forma rec tangular d el licnzo)). Y paso a paso, G rcenberg consrru yó una narra· ti va d e la modernidad para reemplaza r la narrari .... :1 d e la pintura representa· tiva tradicional defi nida po r Vasa ri . Todo aquello que Mcycr Schapiro trala como «rasgos /l O mi méticos .. de lo que todavía pod ría n ser residualmenrc pin- turas mim ét icas: el p lano, la co nciencia de la p in tu ra y la p incelada . la foro ma rec tan gu lar, la perspec tiva d es plazada , el esco rzo , el claroscuro. so n los puntos progresivos d e una secuencia de desarrollo. El cambio d esde el arte «(premoderno )) al ane de la modernidad, si seguimos a G recnberg, fu e el cam- bio desde rasgos de pintura mimética a no milll éri ca. Eso no sign ifi ca , afir- ma G ree nberg, que la pintura tuvie ra que volverse no objet iva o abstrac ta, sino solamente que sus rasgos represe ntaci onales fu ero n secundari os en la modernidad , mienrras que habían sido fundam entales en el arte premoder. n ista. En gran paree de es te libro , concerniente a la narrativa de la historia de l a rce, d ebo conven ir fo rzosame nte e n que G ree nbe rg es el m ás gra nde narrador de la modernidad. Si G reenberg está en lo cierto , es importante señalar que el concepto de modernidad no es merameme el no mbre de un período es tilístico que comien- za en el último tercio del siglo x IX, en el mismo semido que manierismo es el nombre de un período estilístico que comenzó en el primer tercio del siglo XV I: el manierismo sigue a la pintura renacentista y es sucedido por el barroco, éste a su vez por el rococó, que también es seguido por el neoclasicismo, que ade- más es seguido por el romanticismo. Ellos constituyeron profundos cambios en el _modo en que el arte representa el mundo, cambios, podría decirse, de colo- ración y temperamento, que se desarrollaron tanto a partir de una reacción con- tra sus antecesores como en respuesta a todo tipo de fuerzas extraartísticas en la historia y en la vida. Mi impresión es que el modernismo no sigue al romanri- cismo en este sentido, o no meramenre en este sentido: el modernismo está mar- eado por el ascenso a un nuevo nivel de conciencia, reflejada en la pimuca como un tipo de d iscontinuidad, prácticamente como si enfat iza r la rep resentación mimética se hubiera vuelto menos importante que o tro tipo de reflexión sobre los sentidos y los métodos de la representación. La pintura .comienza a parecer ex traña o forzada ; en mi propia cronología, son Van Gogh y Gauguin los pri- meros pintores modernistas. En efecto, el modern ismo se instala a una distan- cia respecto a la previa historia del arte en el sentido, supongo, en que los adul- tos, en palabras de san Pablo, (,dejan de lado las cosas infanri lesu . El punto es que «moderno >, no solamemc significa ,do más recicm eu. Significa, tamo en fil osofía como en arte, una noción de es trategia, estilo y acción. Si fuera s610 una noción temporal, toda la filosofía contemporánea de oéscartes o Kant y toda la pincura cOl1(emporánea de Manet y Cézannc INTIl.O!)UCCIÚN 31 serían modernistas, pero de hecho, una buena cantidad de la actividad filosó- fica siguió siendo, en términos kamianos, "dogmática». permaneciendo ajena a los pumos que defini ero n el programa crírico que adelantó. La mayoría de los fi lósofos co nrem po rá neos de Ka nt , pe ro (' precríticos», han caído fuera de la vista de todos , salvo de los investigadores en historia de la filosofía_ Y aun- que se conserva un lugar en el mus~o para la pi mura comemporánea al moder- nismo, pero no modernista, por eje mplo la pintura académica fran cesa, que accuó como si Céza nne nun ca hubie ra existido, o más ta rde el surrealismo (que Greenberg hizo lo que pudo por suprimir, o para usar el lenguaje psico- analíúco que se ha vuelto nacural a los críticos de Greenberg, como Rosalind Krauss o Hal Foster,1J "para reprimir,,), ellos no tienen lugar en la gran narra- tiva del modernismo. Ésta resbaló sobre el los y pasó a lo que se hizo conoci- do como «expresionismo abstrac to" (una etiq ueta que no le gustaba a G reen- berg) y luego a la abst racció n del campo de color, donde aunque la narrativa no necesariamente cu lminó,.G reenberg se detuvo. El surrealismo, como pin- (Ura académica, descansa (siguiendo a Greenberg), "fuera del linde de la his- toria" usando una expres ió n que encon tré en Hegel. Sucedió, pero no fue significativo como parte del progreso. Para alguien despectivo, como los crí- ticos de la escuela de la invectiva greenbergiana, eso no fue realmente arte. Tal declaración mostraba hasta qué punto la ¡de m i dad del arte estaba conectada imernamente con la narra tiva ofi cial. H al Foster escribe: "Un espacio para el surrealismo se ha ab ierto: un impemé dentro de la vieja narrativa se ha vuelto un punto privilegiado para la crítica contemporánea de esa narrativa". 1<1 Parte de lo que el "fin del arre" significa es una legitimación de aquello que ha per- manecido más al lá de los límites, donde la verdadera idea de líniite - una mura- lla- es excluye m e, en el sentido en que la Gran Muralla C hina había sido construida para manrener fuera las hordas mongoles, o como el muro de Ber- lín fue construido para manrener protegida a la inoceme población socialista freme a las toxinas del capitalismo. (El gran pintor irlandés-americano, Sean Scully se deleita con el hecho de que "lindeu (paJe) en inglés se refie re al Lin- de Irlandés, .un enclave en Irlanda que hace a los irlandeses extranjeros en su propia tierra .) En la narraciva moderna el arte más allá de su límite. o no es parte del alcance de la historia, o es una regresión a alguna forma anterior del arre. Kant se refi rió a su propia época, la Ilustración, diciendo que «la huO)a- nidad llegó a la mayoría de edad". G reenberg ral vez pensó el arte en esos tér- minos, y encontró en el surrealismo algún tipo de regresión estética: una rea- dopción de valores perteneciem es a la «infanciau del arte, llenos de monstruos y amenazas temibles. Para él, madurez significa pureza en el sentido en que el término se conecta exactamente con lo que Kant quiere decir en el título de su Critica de la razón pum: la razón apl icada a sí misma, sin ocuparse de otra cosa. En correspondencia con esto, el arte puro era el arte aplicado al arte mismo, • 32 rH:,\I'l!FS nFt ¡: IN 111-1 ,\I,TI ' ~lit'ntras que el surreali'<;lllo era pdct'icamcnrc la encarnación de la impureza, IIHeres;ldo en los suenos, el inconsciente, el erot ismo)' ido miste rioso) (según el punto de visn de Fostcr). Así. segl'1I1 el crircri0 de Grccnbcro , el arre ca ll- e b tempor3nco es impuro, y ;1 hor3 me quiero ce1Hrar en es ro. De b misllu lluncra que «moderno») no es simplemente un concepco tem- poral que signiflcl <,]0 ll1;is r('cierne", tampoco uco lHcmp0LÍ llco>o es meramen_ re un término r('mpo!":11 (jHC signi fic a cualquier cosa qu e reng;l lug;lf en el presenre . El cambio desde lo "premode rno » a lo moderno fue ta n insidioso como aquel cJmbio (en términos de Belting) de b imagen ;1mcrior a la era del arte a la imagen (,1I la crJ del arre; de 13 llIiS!llJ. manera, los arristas realizaban arte moderno sin tener conciencia de que esraban Inciendo :lIgo difereme has- ta que, de manera retrospecriva, se comenzó a ;lclar~Hque había ten ido lugar un cambio importante. De modo similar ocurrió e n el c:lmbio del arte moder- no al contemporáneo. Creo que por mucho tiempo «el arte contemporáneo1 fue simplemenre el arr(' moderno qu(' ;l{' está hacicndo ahora. Moderno, des- pués de todo, implica una diferencia entre el ahoD y el a!Hes: el término no podría usarse si las cosas continuaran siendo flrmemente y en gran medida las mismas . Esto implica una estructura histórica y en este sentido es más fuer- te que una expresión como ,do más reciente) . "Contemporáneo», en el sen ti: do más evidente, s ign ifi ca sim plememe lo que está suced iendo :lhora: el arte contemporáneo se ría el :lrte producido por nuestros contemporáneos. Clara- mente podría no haber pasado la p rueba del tiempo. Pero debería ser signifi- cativo para nosotros que el arte moderno haya pasado esa prueba cuando podría no haberla pasado: se ría «n ueStrO arte» en un particular e íntimo sent ido. Así como la hi sto ria del arte ha evo lucionado internamente, e! arte contemporá- neo ha pasado :1 significar arre producido con una determinada estructura de producción nun ca viSla ames) creo, e n toda la historia del arte. Entonces así como «moderno,. simplemente ha ll egado a denotar un estilo y un período, y no tan simplemente un arte reúmte, «colHemporáneo») ha llegado a designar algo más que simplemcm e e! arte del momento presente. En mi opinión d esig- na menos un período que lo que paS3 d espués d e termil13dos los períodos de "una narrativa maestra del arte y menos aún un estilo de arre que un es tilo de utilizar esti los. Por supuesto hay arte conrempodneo de est ilos nunca vistoS antes, pero no quiero profundizar en el asunto en esta etapa dd debate. Sola- mente deseo alenar al lector de mi esfue rzo para trazar una fortísima distin- ción e nrre «moderno" y «co ntemporáneo)). " Especialme nte no creo que b d isrinción hubiera estado tajanremenre est~ blecida c uando me mudé a Nueva York por primera vez en los años cuarenta, cuando "nuestro arte,. era arte mode rno, y el Museo de Arte Moderno nos per- tenecía en un :-.ent ido ímimo. Segur<llllente, se estaba rea li zando mucho arte que aún no aparecía en el mu:-.eo, pero e nmnces no nos parecía que ese arre más I - INTI((lll UCC HIN 33 rec ienre fu era contemporáneo en un sentido que lo distinguiera del moderno. Parecía parre del o rden natural que algo de ese arte pudiera tarde o temprano enconlrar su lugar de ntro de "lo moderno" y que esa especie de disposición podí:! conrinuarse indefinidamente con la permanencia del arre moderno, sin formar de ninguna manera un ca non cerrado. Cienamenre no estaba cerrado en 1949 cuando la revista Life sugir ió que Jackson Pollock podía ser el más gran- de pinror americano vivo. Hoy sí está cerrado, lo que significa, para unos cuan- toS (incluso para mí), que en algún punto entre ese mome nto y ahora emer- g ió una distinción entre lo moderno y lo contemporáneo. Lo contemporáneo 110 se conservó mucho tiempo más con el sentido de " lo más reciente), y lo moderno pareció haber sido un esti lo que floreció aprox imadameme emre 1880 )' 1960 . Incluso podría decirse, supongo, que pane del arte moderno continuó produciéndose (un arte que permaneció baio la imperativa esti!ísüca de! moder- nismo) pero no podría considerarse co ntemporáneo, excepto, nuevamente , en el sentido esrrictameme temporal del término. Cuando se reveló el perfil del esti lo moderno, lo hizo porque el arre contemporáneo había mostrado un perfil absolutamente diferente del moderno. Esro tendió a colocar al Museo de Arte Moderno en una clase de linde que nadie hubiera anticipado cuando era aún la casa de «nuestro arte),. El linde se debió al hecho de que do moderno» había adquirido un significado estilíst ico y un sign ificado temporal. No se le hubiera ocurrido a nad ie que significara un conAicto que el arte contemporá- neo dejara de ser arte moderno. Pero hoy, que estamos cerca del fin del siglo, el Museo de Arte Moderno debe decidir si va a adqu ir ir arte contemporáneo que no es moderno para volverse, entonces, un museo de arte moderno en un sentido estrictamente temporal, o s i so lamente continuará coleccionando arte del es tilo moderno (producción que se ha diluido casi gota a gota) pero que no es representativo del mundo contemporáneo. D e cualquier manera, la distinción entre lo moderno}' lo comempotáneo no se esclareció hasta los años setenta }' ochenta. El arte contemporáneo podría haber con tinuado siendo por algún tiempo «el arte moderno producido por nuestros comemporáneos». Hasta cieno punto, esta forma de pensamiemo dejó de ser satisfactori a, lo que resulta evidente al considerar la necesidad de crear el rérmino «posnlOderno». Este término muesu'a por sí mismo la rela- riva debil idad del término «co'ntemporáneo» como denominación de un esti- lo por parece rse m;is a un mero término temporal. Pero quizá «posmoderno» sea un término demasiado fuerte, y que identifica só lo a un sector del arce con- tc mporáneo. En realidad, el término "posmoderno)) me parece que designa- ría un cie rro l'sri lo al que podemos aprender a reconocer, como podem os apren- der a reconocer instanc ias del barroco o dd rococó. Es un término parecido al térm~no '\Ca lllp», que fue tr;lIlsferido desde el idiolecto gay al discurso común en un famoso enS;l)'O de Susan Sonrag. I " Luego de lee rlo , uno puede volverse , • 34 [)E~ I·U e. S D EL FIN DEI. ¡"n E razonablemente apw para reconocer objetos camp; en ese sentido me parece que uno puede reconocer objetos posmodernos, aunque quizá con ciertas difi. cultades en los límites . Eso es lo que sucede con la mayoría de los términos, es tilísticos u otros, y con las capacidades de reconocimiento en los seres huma. nos y en los animales. En el iibro de Robe n Ventur i, Con.lplejidad J' contra- d¡crió" {'I/ I l l"quÍfl'{Wrtl, de 1966. hay una valiosa fórmula: 1~Elememos que SOn h íbridos más que "puros", comprometidos más que "claros", "ambiguos" más ' que "articulados" , perversos así como " inre resanrcs"n, 17 Pod rían ordenarse obras.. de arre utilizando esta fórmu la, y casi ciertamente se obtendría una pila Can- sisrenre y homogé nea de trabajos posmodernos donde figurarían obras de Roben Rauschenberg, pinruras de Julian Schnabel y David Salle, y supon· go, la arquiteccura de Fran k Gehry. Pero pane del arte contemporáneo podría se r exduido, corno las obras de Jen ny Holzer o las pinruras de Roben Man- gold. Se ha sugerido que debe ríamos qu izás hablar simplemente de posmo· demismos, pero una vez. que lo hacemos perdemos la habilidad de reconocer, la capacidad de o rdenar, y el sentido de que el posmodernismo marca un est~ . lo específico. Podríamos capitalizar la palabra ((co ntemporáneo)~ para cubnr cualquiera de las divisiones que el posmodernismo intentaba cubrir,. pe ~o ot~a vez nos enco ntraríamos con la sensación de que no tenemos un estilo Identl· ficable , que no hay nada que no se adapte a él. Pero eso es lo que caracteriza a las artes visuales desde el fin del modernismo, como un período que es defI- nido por una suene de unidad es ti lística, o al menos un tipo de unidad esti· lística que puede ser elevada a cr irerio y usada como base para desarro llar unJ capac idad de reconocim iento, y no hay en consecuencia la posibilidad de una dirección narrativa . Por ell o es que prefiero llamarlo simplemente arte post- histórico. C ualquier cosa que se hubiera hecho ames, podría ser hecha ahora y ser un ejemplo de arte posthistórico. Por ejemplo, un artista «apropiadortl como Mike Bildo pudo hacer una exposición de cuadros de Piera della Fran- ~ cesca donde la obra entera de Piera fuera Ilapropiada». Ciertamente Piero nO es un artista posthistó rico. pero Bildo sí, co mo también es un ((apropiador» muy habilidoso. por ello sus obras de Piero y las obras mismas de Pi era podrí-' an ser más parecidas aún de lo que él sepropuso que fuesen -más parecidas t a Piero que sus Morandis parecidos al mismo M orandis, sus Picasso a los picas- so, sus Warhol a Warhol-. Aún en un sentido relevante, supuestamente inaC- ces ible alojo. los Pie ro de Bildo tendrían más en co mún co n el trabajo de Jenny H olzer, Bárbara Kruger, C indy Sherman y Sherrie Levine, que con el propio estilo de Piero. Así lo co ntemporáneo es. desde cierra perspectiva. u~ pedodo de información desordenada. una condición perfecta de entro pía es~~ tica. equiparable a un período de una casi perfecta liberrad . H oy ya no eXIS· te más ese lind e de la hi sroria. Todo es tá permitid o. Pero eso hace que sc:~ urgente tratar de entender la tran sición históri ca desde el modernismo al arte INT RODU CC i ÓN 35 pos thistó rico. Significa que hay que tratar de entender urgemememe la déca- da de los screnra , co mo un período qu e a su modo, es tan oscuro como el siglo x. La década de los setenta fue una época en la que debe haber parecido que la historia había perdido su rumbo, po rque no parecía haber emergido nada semejante a una d irección discernible. Si pensamos en 1962 como marcando el final del expres ionismo abstracw. tendríamos entonces una cantidad de estilos suced iéndose a una velocidad ve rtiginosa: el campo de colo r en pimura, abs- tracc ión geométrica, neorrea li smo francés, pop, op. minimalismo, arte povera, y luego lo que se llamó Nueva Escultu ra, que incluye a Richard Serra, Linda Benglis. Richard Turrl e, Eva Hesse. Barry Le Va, y luego el arte conceptual. Des- pués, diez años de muy poco más. Hubo momentos esporádicos, como Pat- tan and Decoration. pero nadie supuso que fuera a generar el cipo de energía es tilística esuuctural del inmenso trasro rno de los sesenta. Luego, cerca de los ochenra, surge el neoexpresionismo dando la sensación de que se había encon- trado una nueva dirección . Y luego vuelve la sensación de que no había nada parecido a una di rección histórica. M ás tarde nace la sensación de que la carac- terística de es te nuevo período era esa ausencia de dirección, y que el neo- expresionismo era más una ilusión de dirección que una verdadera ~irección_ Recientemente, se ha comenzado a semir que los últimos veinticinco años (un período de tremenda productividad experimental en las anes visuales sin ninguna dirección narrat iva especial , basándose en la cual podría haber exclu- siones) se ha estab ilizado como norma. En los sesema hubo un paroxismo de estilos. en el curso de cuya contien- da. me pareció (ésa fue la base de que hablase, en primer lugar, sobre el «fin del arte») y gradualmente se volvió claro, primero a uavés de los nouveaux red- listes y pop, que no había una manera especial de mirar las obras de arte en con- traste con lo que he designado {( meras cosas reales)). Para utilizar mi ejemplo favorito . no hay nada que marque una diferencia visible entre la Brillo Box de Andy Warhol y las cajas de Brillo en los supermercados. Además, el arre con- ceptual demostró que no necesariameme debe haber un objeto visual palpable para que algo sea una obra de arte. Esto significa que ya no se podría enseñar el significado del arte a través de ejemplos. También implica que en la medida en que las apariencias fueran importantes, cualquier cosa podría ser una obra de arte, y que si se fuera a realizar una investigación sobre qué eS el arte, sería nece- sario realizar un giro desde la experiencia sensible hacia el pensamiento. Esto signifi ca. en resumen, que debe realizarse un giro hacia la filosofía. En una entrevista del año 1969 el artista conceptual Joseph Kosuth afir- mó que la única rarea para un artista de nuestro tiempo «era invescigar la naru- raleza del mismo ¡trte». 19 Esm suena muy parecido a la línea de Hegel que dio soporte a mi propia vis ión sobre el fin del arte: «El arte nos invita a la con- 3G I H~I'I J I ' " In [ 1'1 :-.' 11)· ) Alrll ' I . rcmpl:lció n rdl cx iv;l , pero 11 0 con el fin Je produ cir Illl tV:lmCnrc :urc, si'no para conocer cie ll l a iC:Ul ll..'ntL' lo que es el anCH. 1·' Jos(:, ph Kosurh es un anisla cuyo conocim il'lHo dc la filosOfí:l es excepcional y ruc lIllO de los pocm anis_ [as que II':lb:l j:1I"OIl en los sese nla )' sc rem a que tu vo los recursos para sobre_ llevar un análisis fi losófico sobre b n:Hu raleza general dd arte. Pero sucedió que rcbriv:ullcll te pocos filósofos de la época csrab;¡n pr(, pMaclos par:l hacer_ lo, si mplcm(' ll{(' porque muy pocos pudi eron imagi nar la posibilidad de un, arte producido en esa ve rti ginosa disyunción. La prcgunra filosófi ca sobre la natural eza del arre surgió dentro del arre cU:lIld o los ani stas insi sti ero n, pre- 5ion:1I"0 11 C01Hra los límitt's dl'spul:s de los límites , )' (;, I1 C0111'ra ron que los lími. [es cedían. Todos los arristas típicos de los sesenta ruvi eron una sensación vívi· da de los límites; cada lino de ellos trazado por una d cita defini ción fi losófica del arte , y aquello que borraron nos ha dejado en la siruación en la que nos I encon tramos hoy. De alguna manera ralmundo no es el más se ncill o para vivir, lo que expli ca por qué la realidad política del presente parece co nsistir en trazar)' definir límites dondequiera sean pos ibles. Sin embargo fue sola· mente en los ailos sesenta que se hizo posible un :1 se riJ filosofía del Jrte que • I N TI\O D Ur.C I ÚN 37 Lo que sé es que el paroxismo disminuyó en los se tenta, como si hubiera habido ulla intención imerna de la hiswria de! arre de llegar a una concepción fil osófica de sí misma, y que las ülrimas etapas de esa historia fueran , en cierra manera, las más diríc iles de traspasar, como si el arte buscara romper las mem- branas externas más resistentes y volverse paroxístico en el proceso. Pero ahora que se han roto esos tegumentos. ahora que al menos la visión de una aura- conciencia ha sido alca nzada, esa historia ha culminado. Se ha liberado a sí mis- n1:) de una carga que ah ora podrá elHregar a los filósofos. Entonces los artistas se li braron de la carga de la hisraria y fueron libres para hacer arte en cualquier sentido que desearan. por cualquier propósito que desearan, o sin ningún pro- pósito, Ésta es la marca del arre co ntemporáneo y, en contraste con el moder- nismo, no hay nada parecido a un estilo contemporáneo. Pienso que el fina l del modernismo no ocurrió demasiado pronto, El mundo del arte de los se tenta es taba ll eno de arrisras empeñados en agendas. que no tenían nada que ver co n empujar los límites o extender la historia de! arce, y sí con poner e! arre al servicio de metas personales o políticas. Los artistas tenían (Oda la herencia de la historia del arre para trabajar, incluyendo la hisroria de la vanguardia, que puso a disposición de ellos todas aquellas maravillosas posibi- lidades que ella misma había elaborado y que e! modernismo hizo todo lo posi- ble por reprimir, En mi op inión, la principal co ntribución anística de no se basa ra puramel1le en hechos locales (por ejl'mplo. que el arre era esen· cialmente pintura )' esculturJ). Sola mente cU:1 ndo se volvió claro que cual· ' ' quier cosa podía ser una obra de arre se pudo pensar filosófi camente (obre el ' arre. y all í fue donde se asentó la posibilicl;ld de una verdJdera filosofía gene· . la década fue la emergencia de la imagen apropiada, o sea el «apropiarse)) de imá- ral del arre, Pero ¿qué pasa con el arre en sí mismo? ¿Qué ha}' con el (( ane des· pués de la filosofía )!, usando el título del ensayo de Kosuth (q ue para ajus· tarse a la cuestión , debería , por cieno ser una obra de arre)? ¿Qué pasa con el arte después del fin del arte, donde con «(arre después del fin del arre», sigo nifico (duego del asce nso a la propia reflexión filosófican? Donde una obra de arre puede consistir en cualquier objeto legitimado co mo arre surge la preguma: \\¿ Por qué soy )'0 una obra de arre?», Con es ta pregunta terminó la historia del modernismo. Ha term inado por- queel modernismo fue demasiado local y materialista, interesado por la for- . ma, la superficie, la pigmentación, y el gusto que definían la pintura en su pureo za. La pintura modernista, como Greenberg la ha definido ) podía solamen(~ I responder a la preguma: H¿Qué es esto que tengo y que ningulia otra clase d~ arre tiene?)). La escultura se hacía el mismo tipo de preguntas, Pero esto no nos da ningu.na imagen de qué es el arce, sino solamente lo que fueron esencial- mente algunas de las artes, quizá las más import3IHes históricamente. ¿Qué pregunta formulan la Brillo Box de Warhol o uno de los mülriples cuadrados de chocolate pegados en una hoja de papel de Bcuys' Lo que Grccll bcrg hizo fue identificar un cierro estilo local de absrracción co n la verdad fi losófica del arte, cuando la verdad fil osófica, una vez enconrrada, dcberí:. ser consistente. con el arce en que apareciera cualquier sentido posible. genes con significado e idemidad establecidos y otorgarles significación e iden- tidad frescas. A partir de que una imagen pudo ser apropiada se sigue inmedia- tamente que no podría haber una unidad estilística perceptible entre esas imágenes apropiadas. Uno de mis ejemplos preferidos es el de la amp liación de Kevin Rache al Museo Judío de Nueva York en 1992. Este viejo museo era, justamente, la mansión de Warburg en la Quinta Avenida. con sus señoriales asociaciones y connotaciones de la Edad Dorada. Kevin Rache decidió brillantemente dupli- car el viejo museo judío y el ojo es incapaz de notar ninguna diferencia singular. Esa construcción pertenece perfectameme a la posmodernidad: una arquitectura posmoderna puede diseñar una construcción que parezca un castillo manierista. Fu.e ura solución arquitectónica que tuvo que haber gustado al administrador más conservador y nostálgico, así como al más vanguardista y comemporáneo, pero, por supuesto, por razones completameme diferentes. Estas posibilidades arrísticas son realizaciones y aplicaciones de una enor- me comribución filosófica desde 1960 hasta la autocomprensión del arte: esas obras de arte pueden ser imaginadas o producidas exactamente como meras cosas reales que no exigen el esta tuS de arte, por aquellas últimas suposiciones en las que no podemos definir las obras de arte en términos de ciertas propiedades visuales pJnicu lares que deberían tener. No hay imperativos a priori sobre el aspecto de las obras de arte, si no que pueden parecer cualquier cosa. Este único 38 IlI, SI' U L" l)EL I' IN [11' 1. 1\1<. r E facro[ termi no con la ;lgc llda Illodernist:l . pero tuvo que hacer estragos en la ins_ titución central del mundo del arre, llamado ell11l1seo de las bell;ls arres. L1. pri- mera gener:1Ció n de los grandes museos americanos dio po r supuesro que sus contenidos deberÍ:l1l ser tesoros de una gran belleza visual }' sus visiranres podrían entrar al m'so,,;ulII para presenciar una belleza visual que erJ medforJ de la ver- dad espiritual. La segunda generación . de la que el Museo de Arre Moderno es el gr311 ejemrlo, asumió que la obra de arre riene que ser definida en términos fo rmalistas y apreci3da bajo la perspecriva de una narr:niva sin diferencias remar· cables con aquella que adebnró Grcenberg: una historia lineal progresiva con la que el visiranre debe trabaj:u, aprendiendo a aprec iar la obra de ;'Irte junro al aprendiza je de secuencias históricas. Nada iba a distraer la forma visual de las mismas obras. Au nque los marcos de los cuadros fueron eliminados como dis- uacciones o quizá co mo concesiones a una agenda ilusionista, el modernismo había crecido demasiado: las pinruras no fueron más venranas hacia las esce- nas imaginadas, sino objetos con derecho propio, aun cuando hubieran sido conceb idos como vema nas. Es fácil entender, in cidenra lmente, por qué el surrealismo tuVO que ser reprimido a la luz de esta experiencia: podía ser muy disr rayenre, por no decir, relevamemenre ilusionista. Las obras tenían espacio de sobra en esas galerías despo jadas de roda, menos de ellas. De rodas modos, con la llegada de la filosofía al arce lo visual desapareció: era tan poco relevante para la esencia del arce como había probado ser lo bello. Para que exista el arce ni siquiera es necesaria la existencia de un objero, y si bien hay objeros en las galerías, pueden parecerse a cualquier cosa. Tres ataques a museos establecidos son dignos de mencionarse a este respecro. Cuando Kirk Varnedoe y Adam Copnick admitieron al pop en las galerías del Museo de Arte Moderno en la muesua uHigh and Low», en 1990, hubo una percurbación'crí- tica. Cuando Thomas Krens le quitó su adhesión a Kandinsky y Chagall para adquirir parce de la colecció n Panza (en gran parte concep[Ual y gran paree inexistente como objero), hubo oua gran perturbación crítica. Y cuando en 1993 Whimey compiló una BienaJ consisteme en obras que tipificaban el camino real que había seguido el mundo del arte luego del fin del arte, la efusión de la hostilidad crítica (la cuaJ temo que compartí) fue un factor inestimable, si n pre- cedentes, en la histOria de las polémicas de las bienales. Sea lo que sea, el arte ya no es más algo para ser considerado prioritariamente. Quizá observado, pero nO prioritariamente considerado. ¿Qué es, a la luz de esto, lo que un museo posr- histórico debe ser o hacer? Debe aclararse que hay por lo menos tres modelos, dependiendo del tipo de arte que consideremos, y dependiendo de si se [rata de belleza, forma o aque- llo que debo llamar el compromiso que define nuestra .. elación co n él. El arre contemporáneo es demasiado pluralista en intenciones y realizaciones comO para permitir ser capturado en una única dimensión y, en efecto, un argulllenw I I N TROD UCC i ÓN 39 puede ser que en gran pane sea incompatible con los imperativos de un museo, donde se requiriera una clase enterameme difereme de administración, cal que se evitara el con;un~o de estructuras del museo, y cuyo interés fuese el de com- prometer al arte direcramcme con la vida de aquellas personas que no han vis- [Q razón para uti lizar el museo ni como un tresorium de belleza, ni como un sanruario de formas espirituales. Para que un museo se comprometa con este tipo de arte debe renunciar a gran parte de la esr'rucmra y la teoría que define al museo en sus Otros dos modelos. Sin emba rgo, el museo mismo es solamente una parte de la infraes truc- tura del arce que va a tener que vincularse tarde o temprano con el fin del arre) y con el arte de después del fin del arce. El artista, la galería, las prácticas de la hiswria del arte, y la di sciplina de es téti ca filosófica, deben, en su conj unto, tan- to en uno u orro sentido, dar un camino y tornarse diferemes, quizá muy dife- rentes de lo que han sido desde hace mucho tiempo. En los capículos siguien- tes sólo puedo esperar contar en paree la historia filosófica. La hisroria institucionaJ debe esperar a la historia misma. NOTAS 1. " El fin del arte~ fue d ob jeto de ensayo en el li bro Tlu Drnt" of Art, ed itado por Berel Lang (Nueva York, Haven Publishers, 1984 ). El planteo del libro fue que varios escritores res- pondieran a las id eas propuestaS como objeto del ensayo. Continué Trabajando acerca del fin del arte en varios ensayos. KApproaching the End of An .. fue ofrecido como conferencia en febre- ro de 1985 en el Whirncy Musellm of American Are y fue incluido en mi Thr Statr olllu art (Nue- va York, Prentice Hall Press, 1987). "Narrarives of che End of An". fue ofrecido como una con- ferencia Lionel Trill ing en la Universidad de Columbia, incluido primeramente en Grand Srnrt y reimpreso en mi Ellcomurrs alld R~f!t'ffiom: Art in dIe Historienl Prrsrllf (N ueva York, Noon- day Press, Farrar, Straus, y Giroux, 199 1). The End 01 tbr Hislory of Arr de Hans Belting, trad . Chriscopher S. Wood (C hicago , Universiry of Chicago Press, 1987) apareció primt'ramente bajo el título Das Endr d~r KUIIStgrscbiclm! (Munich, Deu[scher Kunsrverlag,1983). Belting eliminó el signo de interrogación en su amp liación del texco de 1983 Das Endr du Kllnstg~schiehtr: E;,u R~/)ision llae" ulm Jah" (Munich, Verlag C. H . Beck, 1995). El presente libro. también escrito diez años después de la exposición original, es mi esfuerzo por poder al día ha idea vagamente for- mulada del fin del arte. Puede mencionarse que la idea estuvo en el aire a mediados de los ochen- ta. Gianni Vauimo tiene un capÍtulo, .. The Dearh or Decline of Ar .. en su T"~ E"d olModonity: Nihilúm alld HmllmmlÍcs in Posl-Modem GllNlrr (Cambridge, Polity Press, 1988). originalmente publicado como Út Fi1lr dril" Mod~mitll (Garzanti Editore. 1985). Yanimo ve los ~nómenos que Belting y yo suscribi mos desde una perspectiva mucho más amplia que la nuestra: él piensa en el fi n del arte ba jo la pcrspectiva de I:t muerte d e la metafísica en general, así co mo de cie(tas respuestas filosófi cas a los problemas estéticos de «una sociedad tecnológicamente avanzada ... _El fin dd arte .. es sólo un pUnt O de intersección entre la Unea de pensamiento que sigue Yanimo y la que Belting y yo intentamos extraer del estado inTerno dd me mismo, considerado más o menos aislado de las determinant es históricas y culturales mis amplias. De ahl que Yattimo hable de _U'a_ 40 D ES I' U¡:S DEI I' I N I1 EI ,\lnE bajos en ¡¡en;l, IlIIdY'¡J"/, tcatro ~-.1 1 Il· iL·rll, (' le. [t'l1 los cualc,,1 b L' ;\ Il'go r i:\ dt' la ohr;¡ .~c vuelve (ons. tituriv;¡mcntc alllhi¡;üa: la LIbra .\'.\ 110 husca 11 11 éxito qUL' k Ik 'rlllila \lbiClr.~l.: t'n un dt:lcrrninado co njulHo de \':ll orl' .~ (l'1 n1tl.~CO imagin :Hio de objetos que pOSCCIl una calicl;'l d cs¡~¡jca) " (pág. 53). El enS:l)'O de V.II limo es UI1;t aplicadón que siplc dircct:lIllcn lc Ia.~ pn.'Ocup:ldoncs de b Escue. la de: FrandoTl. Sin cmb:Hgo. C~ d ,'estar t'n el air(' ~ de la ¡de;!, ba jo cualq uier pt'Tspcct iva, lo qu<: . me tnteresa remarca r. 2. "Desde el pUlllO dI:" vis ta de sus o rígenes pueden distingll irsc dos tipos de indgenes de cul_ ro que fueron veneradas públi camente en la cristia nd ad . Un cipo, que ini cialmente incluye sólo imágenes de Cr islO)' una tela estampada de san Esteban en África del Norte, co mpre nd l:" ima. genes ~no pi ntadas" y por lo {a nco l'speci;llmcn tl:" allfl-nticas que eran de o rigl' l\ divino o produ. cid:ls por impresión mecánica en vida dd modd o. El término a (¡'''¡ropoirum ("no h~cho;l mano") se usó para ellas , como en b tín 1I01l1Jl1I1ll{tI I'ftmt" (Hans Beh ing, LiJ:mm (/lid Pm('llcc: A HiJtory o[ ,be Inlllge brfim' ti),· Em 01 Art, trad. Ed mund Jephcott ! Chicago . Universi ty o f Chicago Press, 1984], pág. 49). En efecco, estas im:igenes fuero n huellas fí sicas. como las huellas dactilares , y de ahi tuvieron la categoría de reliquias. 3. Pero la segunda clase de imágenes admitidas cautelosameme por la iglesia prim it iva ftlc_ ron de hecho aquellas pimadas, entendiendo que el pin tor era un sanco. como san Lucas. ~ pan quien se cree que María posó durante su "ida ... La Virgen m is ma te rmi nó la pintura o se pro- dujo un mibgro del Espíritu Sanco para otorgarle aun mayor autemicidad al retrato ". (Belting, likeness I1l1d PI"I'JI."IICf, 49). C ualesquiera sean las intervencio nes mibgros;\s, LlIcas se convirtió, naturalmente, en el sa nco palfón de los art istas}' san Lucas. retratando a la Madre y al NiilO en uno de los temas autocelebratorios favoritos. 4. He aquí el título de uno de los textos más vend idos en mi juvenrud La vid(ll'mpúZll Q los Ct/arl'ma, o la contribución judía como se cuenta en un chiSte que oímos una y otra vez, dis· cutiendo cuándo empi eza realmenre la vida, alguien di ce "cuando se muere el perro y los hijos se va n de casa". 5. H asta donde yo sé, esta caracte rización literaria de la obra maestra temprana de H egel fue realizada primerameme por Josiah Royce en su LI'CllIra 01/ Modan Idealúm, ed. Jacob Loewen· berg (Cambridge, H arvard Un iversi t)' Press. 1920). 6. Hans Belting. The End o[ ,hr History of Art~, 3- 7. Ibídem, pág. 58. 8. Citado en William Rubin, Dtld/I, Surrea!islJ/ alld Thtir Haittlgt (Nueva York, Museum of Modero Art , 1968), pág. 68. 9. Véase Lisa G . Corri n, Millillg tlu Mu.seum: AlI In.stallatioll Confromillg Hisrory (Marylana H istorical Society. Balti more). y rbe Play oftlu Unmmrlonable: AlIlmlflllnrioJl by Joupb Kosulh tlt rht Brooklyn MWl'llm (Nueva York, New Press, 1992). 1 Q. Como el título de la antología de ensayos de diversas corrientes filosó ficas, donde cada una representa un aspecto del camb io desde cuestion es de sustancia a cuesri ones de representa' ción lingüística que marcaron la filosofía analítica del siglo XX; véase Richard Rorry, rbe LillguiJti( Turn: R~um Essoys in Philosophical Muhod (Chicago, U ni versiry o f Chicago Press, 1967). Ron)', por supuesto, dio un giro contralingüíslico no mucho después de esa publicación. 11. Noam Chomsky, Carwion Lillgllistics: A Chaptl'l" in Ihe History of Ratiollalisr Thotlght (N ueva York, Harper and Row, 1966) . 12. C lement Greenbe rg, "M odern ist Pa imin g" en C'lelJ/m/ Greenbag: TIJe CoJ/ected EfStlJI and Criticúm, John O'Brian (comp. ), vol. 4: Modu/Jlslllwith 11 Vmgeallc/': /957-1969, págs. 85-93. Todas las ci tas dc es[c párrafo son del mi smo texto. 13. Rosalind E. Krauss, Thr Optiml UlIcomc/ollJ (Cambridge, MIT Pn:ss. 1993); Hal f-os· ter, Compulsivt' Bt'auty (Cambridge , M IT Press , 1993). I NT ItO 1) UCC ! ÚN 41 II¡. Grcl· llher¡;. l/)I' Col'rrwl !:.Jsays Ill/d Criticúm, 4, XI r l. 15 ... El problema de b Ciucgoria del arte moderno freme al :me con temporáneo demanda la alcnci4in lP.: rll.: ral de la disci plin a - aunque uno crea o no en el posmodetn i smo--~ (Ha ns Be!- (ing. Tf,,' H"d ,{IIJr HislOry o[ /In!. XII) . 16. Susan So mag. ~ Note.~ on Camp~ en Aglli1W IlIttrpuftuioJl (Nueva York. Laurel Boolu, 1966), págs. 277-293. 17. [{ohcr! Vcnturi , COlI/plr.\"i~J' lllld COllfmdictioll in Arc!;itectllrt, 2a ed. (Nueva York, Museum nI" ModcT!l An. 1977). 1 H. }oscph Kosuth, "Ar¡ afler Philosophy .. , Stfldio II/ttn/atiollltl (octubre 1969). reeditado en Umlla M":ycr. COIICf'pllllll An (Nueva York, E.P. Dunon, 1972), p:igs. 155- 170. 19. G. \VI. F. Hegel , Hegrli Am/mio: Ltctum on F¡,u Art, (Oxford , C larendon Pre.ss, 1975), 11 . (l3thi<"t" trad. Raúl Gabas, Barcelona, Península, 1989, 1, pág. 17). , , DSC02660 DSC02661 DSC02662 DSC02663 DSC02664 DSC02665 DSC02666 DSC02667 DSC02668 DSC02669 DSC02670 DSC02671 DSC02672 DSC02673 DSC02674 DSC02675 DSC02676 DSC02677 DSC02678 DSC02679
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