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(5) RIVERO ET AL-LOS ALBORES DE LA HISTORIA

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Los Albores de la Historia
Lineamientos para un estudio histórico 
de los fundamentos de 
“Prehistoria y Arqueología”
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Escuela de Historia
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Nacional de Córdoba 
Diego E. Rivero, Gustavo M. Rivolta, Julián Salazar, 
Valeria L. Franco Salvi y M. Andrea Recalde
Indice
Introducción 1
Capítulo I- Introducción a la Arqueología. 3
Capítulo II- La Arqueología Argentina. 11
Capítulo III- Los Orígenes. 17
Capítulo IV- El Mundo de Los Cazadores. 25
Capítulo V- Los Cazadores del Cono Sur. 33
Capítulo VI- El tránsito a la producción de alimentos y el mundo aldeano. 39
Capítulo VII- El Formativo en la región andina del NOA. 45
Capítulo VIII- La Complejidad social y el origen del Estado. 49
Capítulo IX- Sociedades Complejas en el NOA I: Aguada y el Período 
de Integración Regional. 57
Capítulo X- Sociedades Complejas en el NOA II: El Periodo de 
Desarrollos Regionales. 63
Capítulo XI- Sociedades Complejas en el NOA III: El dominio El dominio Inka 
del Noroeste Argentino. 69
Anexo: ¿Cómo rendir un examen? 73
1
Introducción
Este pequeño libro debe interpretarse como 
una herramienta, un instrumento, que se les ofrece 
a los estudiantes del Profesorado y la Licenciatura 
de Historia para que puedan enfrentarse al estudio 
de los contenidos de la asignatura Prehistoria y 
Arqueología. No es un manual, un apunte o un 
resumen, del cual se pueda estudiar, es una guía para 
estudiar la bibliografía obligatoria que se detalla en 
el programa de estudios.
Las experiencias que ha tenido el equipo de la 
cátedra en los últimos años han permitido identifi car 
una serie de difi cultades entre el alumnado. Entre 
ellas observamos problemas de lecto-comprensión y 
escritura, en la lectura crítica, refl exiva y jerarquizada 
de la bibliografía, sobre todo de textos extensos y 
complejos, en la incorporación y el manejo refl exivo 
de términos y conceptos propios de la disciplina, en 
la comprensión de la relevancia de problemáticas 
arqueológicas en la formación histórica y en la 
interpretación de consignas en distintas instancias 
(prácticas, teórico-prácticas, evaluaciones parciales y 
fi nales), lo que repercute en fracasos repetidos y en 
una preocupante deserción. Además de ese grupo 
de problemas, se observa una falencia en la escasez 
de bibliografía actualizada (y en español) apropiada 
para el nivel y las problemáticas analizadas en el 
contexto de nuestra carrera. 
Es por ello que planifi camos la realización de 
esta pequeña obra, en formato digital y de acceso 
libre, que sólo trata de encausar el estudio de la 
materia. Otra alternativa habría sido reemplazar 
la bibliografía original por fi chas de cátedra que 
resumieran y presentaran los temas abordados de 
manera sintética, lineal y uniforme, pero ello habría 
sido en perjuicio de la búsqueda de espíritu crítico 
en la formación histórica y de la lectura de distintos 
planteos de manera directa de los investigadores que 
los formularon.
El objetivo principal de esta obra es fomentar 
la lectura refl exiva de la bibliografía obligatoria del 
programa de estudios, ordenando y sistematizando 
un contexto que los trabajos especializados obvian, 
pero que es necesario para la comprensión profunda 
de las problemáticas analizadas.
Complementariamente se pretende: 
Jerarquizar problemáticas y contenidos 1) 
destacados dentro de cada tema analizado.
Familiarizar a los alumnos con las consignas y 2) 
actividades que deberán resolver para aprobar la 
materia.
Introducir a los estudiantes en formas narrativas 3) 
novedosas como son los trabajos científi cos 
especializados.
Brindar una serie de conocimientos actualizados 4) 
o no incluidos dentro de los trabajos analizados 
en la bibliografía del programa.
Acercar los fundamentos de cómo se construye el 5) 
conocimiento científi co en Arqueología.
Contextualizar a la arqueología dentro de las 6) 
disciplinas sociales y de la historia. 
¿Cómo usar este libro?
“Los Albores de la Historia” se divide en 
once capítulos, que corresponden a una unidad 
teórica o práctica del programa de estudios vigente 
(Anexo 1). En cada uno de ellos se ha incluido una 
contextualización general de la problemática central 
en cuestión y un desarrollo de las distintas perspectivas 
que han tratado de incluirlas en su modelo explicativo, 
haciendo hincapié en contextualizar los trabajos que 
los estudiantes tienen que analizar en la materia. En 
este espacio se incluyen cuadros conceptuales, mapas 
históricos y esquemas cronológicos que tienen por fi n 
brindar herramientas para incorporar conocimientos 
complejos sobre procesos que los alumnos no logran 
identifi car de manera satisfactoria. El contenido de 
estos bloques debe ser leído lenta y atentamente antes 
de encarar el estudio de la unidad teórica o práctica 
de la materia que corresponda. 
Después de analizar profundamente la 
bibliografía obligatoria para cada temática se debe 
recurrir a la segunda parte de cada capítulo donde, 
mediante cuadros, se detallan los puntos que deben 
quedar claros y ejemplos de preguntas que pueden ser 
formuladas en las distintas instancias de evaluación. 
En esta instancia las dudas, confusiones o preguntas 
que surjan deben ser anotadas para formularlas a los 
docentes de la cátedra. Se recomienda aclarar todos 
los interrogantes antes de rendir prácticos, parciales 
o fi nales.
Finalmente incluimos dos Anexos: I) Programa 
de estudios vigente; II) ¿Cómo rendir un examen? 
Estos dos anexos también deben ser cuidadosamente 
leídos para estudiar y rendir la materia.
3
Capítulo I. Introducción a la Arqueología
Este primer capítulo tiene como objetivo central dar algunos fundamentos de la disciplina arqueológica, 
es decir defi nir su objeto de estudio, las problemáticas que trabaja, los métodos que utiliza, los datos que 
construye y las diversas maneras en que los interpreta. Se intenta reconocer el modo en que la arqueología se 
ha ido transformando a través del tiempo para problematizar cómo se entiende y se practica en la actualidad. 
Finalmente se analiza de qué modos esta disciplina excede lo que se ha conocido como “prehistoria”, para 
abarcar prácticas correspondientes tanto a momentos históricos como a la actualidad.
¿Qué es la arqueología?
Para explicar lo que es una disciplina científi ca 
se debe defi nir cuál es su objeto de estudio, las fuentes 
o datos utilizados, las metodologías aplicadas y los 
modos en los cuales se contrastan hipótesis. Como 
deja claro Binford (1988) la arqueología no consiste 
en el descubrimiento azaroso de yacimientos 
espectaculares u objetos valiosos. Lo que estudia 
la arqueología son prácticas sociales a través de su 
materialidad. En este sentido podemos ver una primera 
gran delimitación del campo de esta disciplina, 
como ciencia social preocupada por el estudio del 
hombre, sus prácticas y las circunstancias de las 
mismas. Dentro de esta gran área del conocimiento, 
la arqueología se caracteriza por abordar este objeto 
a partir del estudio de sus restos materiales. 
En su versión clásica, la arqueología 
(etimológicamente, conocimiento -logos- sobre 
los inicios -arké-) estudiaba prácticas humanas 
en el pasado. Al igual que el resto de las ciencias 
sociales modernas nació en un marco de múltiples 
contradicciones (políticas, sociales y económicas) a 
las que se enfrentaba el occidente durante el siglo XIX 
que habían sido defi nidas por la industrialización de 
los países centrales, la consolidación del capitalismo 
y la consecuente aparición del proletariado, el 
surgimiento de nuevas confi guraciones políticas 
europeas, sobre todo los estados nacionales, y el 
establecimiento de nuevas relaciones con las colonias 
no occidentales dentro de lo que se conoció como 
imperialismo. Ante las preguntas que se generaban 
a partir de estas contradicciones, se generaron una 
serie de disciplinas,cada una ocupada de cierto 
aspecto de las mismas. 
Si trazáramos un cuadro de doble entrada 
para explicar la división clásica de las ciencias 
sociales, deberíamos establecer como dimensiones 
fundamentales cómo se distancian en espacio y 
tiempo desde el presente (Siglo XIX) y occidente los 
fenómenos que se pretenden analizar. De esta manera 
surgen 4 cuadrantes: el que se ubica en la porción 
superior izquierda defi ne a los fenómenos más 
próximos en el tiempo y en el espacio, delimitando el 
objeto de la sociología (es decir, estudia los problemas 
sociales que se observaban en la actualidad en los 
países centrales); en la misma distancia espacial, 
pero con mayor profundidad temporal se encuentra 
la historia (que en el siglo XIX se entiende grosso 
modo como el estudio de la formación de las naciones 
europeas); en la columna derecha observamos dos 
cuadrantes distanciados en el espacio del occidente, 
encontrándose en el superior los fenómenos de 
la actualidad de espacios lejanos al occidente, 
defi niendo el objeto de la antropología (entendida 
en ese entonces como el estudio de la diversidad 
cultural observada en los diversos confi nes de las 
colonias); en el cuadrante inferior se defi nen los 
fenómenos del pasado de los pueblos no occidentales 
que constituyen el campo de la arqueología. 
De esta manera queda claro que, en su versión 
clásica, la arqueología ha estado preponderantemente 
vinculada al estudio del pasado y, sobre todo, del 
pasado de los pueblos no occidentales. También se 
ha vinculado con la Prehistoria, la cual implica dos 
ideas distintas, aunque relacionadas. Por un lado, 
comprende una división arbitraria del devenir de 
la humanidad, tomando como criterio el manejo de 
la escritura. Por otro, consiste en el estudio de este 
período. Sin embargo el término ha sido criticado, ya 
que implicaría que los pueblos ágrafos, muchísimos 
grupos humanos alrededor del mundo, habrían 
permanecido fuera de la historia hasta que los 
occidentales llegaran para civilizarlos y empujarlos 
hacia la vida verdaderamente histórica. 
En América, y especialmente en nuestro 
país, la arqueología ha estado abocada, aunque no 
exclusivamente, al estudio de los pueblos que vivieron 
antes de la llegada de los españoles, a mediados del 
siglo XVI. El estudio de la historia de estos grupos ha 
Figura 1. División clásica de las ciencias sociales.
Los Albores de la Historia4
permitido desde hace ya varias décadas, sino más de 
un siglo, empezar a levantar el telón que los cubría, 
un telón que sus conquistadores, tanto los que envió 
el imperio español como el estado nacional, tejieron 
con muchas ideas que los denostaron, como la de 
idolatría, salvajismo, atraso, y tantas otras más, que 
aún penden sobre los indígenas de nuestro país y de 
todo el continente. Cada vez que un arqueólogo se 
ha acercado al campo, visitado un museo particular 
o construido uno académico, cada vez que se recorre 
una región desconocida, se activa un cucharín en una 
estructura antigua o en un alero serrano, esas ideas 
peyorativas sobre los pueblos originarios quedan más 
alejadas de la realidad, y cercanas a un discurso de 
legitimación de proyectos violentamente alienantes 
bajo los lemas de la espada y la cruz primero y en el 
orden y el progreso después.
Sin embargo la disciplina arqueológica también 
investiga el pasado en sociedades que manejaron 
la escritura, lo cual conocemos como arqueología 
histórica. La misma tiene por objetivo estudiar, a partir 
de vestigios materiales, procesos que conocemos 
a través de fuentes documentales, ampliando y 
enriqueciendo estas visiones. También tiene la 
posibilidad de acercarse a grupos que no accedían a 
la producción de documentos, y que quedaron “sin 
voz”, pero sí generaron vestigios materiales, que 
brindan acceso a sus modos y condiciones de vida. 
Esto es muy claro por ejemplo en los estudios sobre 
los grupos de esclavos negros en contextos coloniales 
de América, a los cuales la historia sólo da un acceso 
indirecto y mediado por las clases dominantes que 
los sometían a esa forma de vida (Orser 2000). 
En las últimas décadas la arqueología también 
ha expandido ampliamente sus fronteras hacia 
momentos y lugares insospechados: desde el análisis 
de contextos arqueológicos generados en la historia 
reciente, por ejemplo los centros de detención 
clandestinos (Nobile 2006), hasta el estudio de 
patrones de consumo de ciudades actuales, a través 
de la basura (Rathje y Murphy 2001). 
En conclusión, la arqueología no debe ser 
reducida al estudio del pasado ya que en la actualidad 
es el estudio de prácticas humanas, asociadas a 
cualquier espacio y tiempo, a través de los vestigios 
materiales que ellas generan, con metodologías 
particulares, las cuales se adaptan a fuentes o datos 
específi cos, es decir las fuentes materiales.
El registro arqueológico
Toda práctica humana genera algún tipo de 
registro material, al igual que las circunstancias en 
las que se desarrollan tales prácticas. La arqueología 
se sirve de todos ellos para contrastar las hipótesis 
con las que pretende resolver sus problemas de 
investigación. La resolución de tales cuestiones 
está separada por una gran brecha, la que separa a 
las prácticas que son dinámicas, del registro que es 
estático (Binford 1988, Jonson 2001). 
Tal como lo dejara claro Binford (1988) el 
registro arqueológico es un fenómeno del presente. 
El mismo está formado por las evidencias generadas 
por la actividad del hombre, por ejemplo, una 
casa pozo indígena, y todas las modifi caciones 
generadas después de su incorporación al contexto 
arqueológico, de origen humano y natural. Por 
ejemplo, las numerosas reocupaciones sufridas 
por dicha estructura, y las alteraciones producidas 
en ella por la actividad de la lluvia, el viento, los 
insectos, etc., lo que conocemos como procesos 
postdepositacionales. 
La interpretación del registro arqueológico
Como fenómeno estático y del presente, 
el registro arqueológico no puede hablar por sí 
mismo de los fenómenos dinámicos del pasado. 
Su interpretación está basada en las inferencias 
que puedan realizarse a partir de él. Por ejemplo, 
un conjunto de instrumentos y desechos líticos 
encontrados en un campamento no dicen por sí 
mismos muchas cosas. El arqueólogo debe desarrollar 
ciertas herramientas que le permitan interpretar qué 
tipos de prácticas dieron origen a ese conjunto.
Una opción podría ser recurrir a la empatía, es 
decir imaginar, aplicando nuestro sentido común, qué 
acciones o circunstancias llevarían a las condiciones 
halladas en el registro. De hecho esta era la vía más 
común de interpretación utilizada hasta mediados de 
siglo XX y se enfrentaba a dos problemas: el sentido 
común de un científi co de la modernidad no podía 
dar cuenta de la variabilidad de las prácticas humanas 
en una gran cantidad de contextos culturales a lo 
largo del mundo, llevando muchas veces a extrapolar 
prácticas y valores de la actualidad al pasado remoto1 
y, por otro, la validez de las hipótesis arqueológicas 
residían en la autoridad de quien las formulaba, pero 
no en un sistema independiente de contrastación. 
A partir de la década de 1960, fue una 
preocupación de la nueva arqueología desarrollar 
herramientas que ayudaran a los arqueólogos a 
generar hipótesis contrastables acerca del registro. La 
herramienta principal fue la utilización de analogías 
1 En el capítulo que Binford dedica al análisis del modo 
de vida de los primeros homínidos (Teórico Práctico 1) 
se puede observar cómo es que Dart interpretó el regis-
tro arqueológico de las cuevas de Sudáfrica utilizando su 
sentido común y cómo estas hipótesis fueron descartadas 
aplicando distintos conocimientos generados por la obser-
vación de fenómenos actuales.
Capítulo I. Introducción a la Arqueología 5
actualísticas las cuales se basan en la premisa de que la 
formación del registro se dio en el pasado de formas 
análogas a las cuales se da en el presente.Es decir, 
una actividad de la actualidad y una equivalente 
del pasado forman registros equivalentes. De esta 
manera, observando la dinámica del presente (las 
prácticas humanas) y los fenómenos estáticos que ésta 
generaba, se podían construir hipótesis contrastables 
sobre los fenómenos dinámicos del pasado que se 
pretendían conocer. Las dos herramientas principales 
para construir este tipo de analogías fueron la 
etnoarqueología y la arqueología experimental. 
La etnoarqueología analiza las prácticas de 
grupos no occidentales o tradicionales que viven en la 
actualidad observando particularmente el patrón que 
ellas generan en el registro arqueológico y proponer 
hipótesis sobre el comportamiento en el pasado a 
partir del registro arqueológico observado. Volviendo 
al caso del conjunto lítico, la observación de las 
prácticas de grupos que aún utilizan esa tecnología y 
el estudio de los desechos que generan puede ayudar 
a generar hipótesis acerca de qué comportamientos 
dieron origen al conjunto arqueológico bajo estudio.
La arqueología experimental busca recrear con 
métodos disponibles en el pasado la confección de 
instrumentos o realización de tareas para observar 
cuál habría sido el resultado arqueológico de la 
misma. De esta manera se podría intentar replicar los 
instrumentos líticos que vemos en nuestro registro, 
utilizarlos, ver qué huellas de desgaste se generan, 
analizar los desechos y generar un cuerpo de hipótesis 
analógicas.
 
Los cambios en la disciplina arqueológica
La arqueología, como todas las ciencias, no 
ha sido siempre igual. Ha ido cambiando a través 
del tiempo a medida que se fueron modifi cando las 
ideas sobre la sociedad y el desarrollo humano, las 
concepciones del pasado, las metodologías y técnicas 
disponibles y las preguntas que son relevantes desde 
el presente.
Podemos decir que la arqueología2, practicada de 
manera sistemática, se consolida a mediados del siglo 
XIX de la mano de la antropología evolucionista, con 
personalidades como Lubbock. Ese momento, donde 
el occidente se sentía triunfante por el desarrollo 
económico en un marco medianamente pacífi co (al 
2 En este capítulo al hablar de “Arqueología” hacemos re-
ferencia a la práctica de esta disciplina en el ámbito de los 
países centrales (Europa occidental y Estados Unidos de 
América, donde se han sentado las tendencias principales 
aplicadas en el resto del mundo occidental). En el próximo 
capítulo se hace referencia a la práctica arqueológica en 
Argentina. 
menos en el ámbito de los países centrales), fue un 
efectivo caldo de cultivo para las ideas evolucionistas 
que consideraban que la historia humana tenía una 
trayectoria universal, marcada por el progreso (estas 
trayectorias se plasmaron en la obra de L.H. Morgan, 
“La sociedad primitiva”, retomada por F. Engels en 
su clásico “El origen de la Familia, la Propiedad y el 
Estado”, donde se sistematizó el sistema de los tres 
estadios en la evolución de la humanidad: Salvajismo, 
Barbarie y Civilización).
A fi nes de siglo XIX y principios del siglo XX, 
las expectativas de progreso se encontraron frente a 
las terribles consecuencias del capitalismo industrial, 
el nacionalismo y el colonialismo que explotaron en 
la primera guerra mundial, generándose una ruptura 
paradigmática con el evolucionismo decimonónico, 
que sustituyó la pretensión teleológica de una historia 
humana universal por una visión particularista 
y relativista que tenía poca confi anza en la 
creatividad del comportamiento humano (uno de los 
antropólogos que plateó esto fue F. Boas). A partir de 
ese momento se consideraba que la importancia del 
estudio arqueológico radicaba en la construcción de 
historias particulares de distintas áreas culturales, 
consolidando lo que se conoce como arqueología 
cultural (Gamble 2002), arqueología tradicional o 
arqueología histórico-cultural. 
El objetivo principal de esta corriente era poner 
las cosas en orden cronológica y geográfi camente. 
En un área cultural se defi nían distintos contextos 
arqueológicos (asociación recurrente de artefactos), 
que se consideraban correspondientes a pueblos 
o etnías, a los cuales se les daba una determinada 
adscripción cronológica. Ordenando en el tiempo 
los distintos contextos arqueológicos defi nidos, se 
podía conocer la secuencia cultural para un área 
determinada. La explicación del cambio, afi ncada en 
el escepticismo sobre la creatividad humana, recurrió 
de manera predominante al difusionismo, es decir el 
mecanismo por el cual un rasgo cultural es trasladado 
de un área cultural a otra. 
Esta práctica generó el desarrollo y refi namiento 
de distintas metodologías, destinadas especialmente 
a la construcción de cronologías relativas, como 
la seriación y la estratigrafía. También incorporó 
en el conocimiento arqueológico, construyendo la 
estructura general de los esquemas cronológicos, a 
casi todas las áreas del mundo.
Sus problemas principales fueron mantener a la 
idea de contexto cultural como una suma mecánica 
de objetos, sobredimensionar a la difusión como 
la explicación sufi ciente para la gran mayoría de 
los cambios ocurridos en la historia (en detrimento 
del desarrollo independiente y otros mecanismos 
Los Albores de la Historia6
por los cuales se pueden expandir las ideas o los 
conocimientos a través del espacio), mantenerse de 
manera predominante en el campo descriptivo sin 
elevarse hacia el explicativo y no desarrollar sistemas 
independientes de contrastar hipótesis, priorizando 
la autoridad del investigador que las formulaba. 
Hacia 1950, la arqueología tradicional no era 
ya satisfactoria para las pretensiones de la gran 
cantidad de jóvenes que se habían incorporado en 
la academia. Tampoco el particularismo histórico, ni 
una ciencia relativista, se adecuaba a los tiempos de 
postguerra, en los cuales EEUU se consolidó como 
una nueva potencia hegemónica con pretensiones de 
imperio universal. En este contexto la arqueología 
tuvo pretensiones de convertirse en una “verdadera” 
ciencia (considerando que el modelo para lograrlo 
eran las ciencias naturales). Adoptando el 
positivismo como modelo epistemológico, el objetivo 
de la arqueología ya no era generar conocimientos 
particularistas sobre el desarrollo cultural de una 
región, sino explicar estas trayectorias aplicando 
leyes generales del comportamiento. Una de las 
mayores fi guras de esta corriente, conocida como 
Nueva Arqueología, o arqueología procesual, fue 
Lewis Binford.
Distanciándose de la historia, la arqueología 
abrazó a la antropología. Willey y Phillips sostenían 
que “La arqueología americana es antropología 
o no es nada” (1958:2). Ya no interesaba tanto dar 
cuenta de una secuencia de culturas sino detenerse 
en el funcionamiento de cada una de ellas, sobre 
todo en los aspectos que podían ser sometidos a 
explicaciones bajo leyes universales. Estos aspectos 
fueron preferentemente la adaptación al medio y las 
estrategias económicas en detrimento del estudio de 
las estructuras políticas o religiosas. 
Sin lugar a dudas, el objetivo central de la nueva 
arqueología fue construir una serie de herramientas 
que permitieran proponer y contrastar hipótesis de 
manera independiente de la autoridad de quienes las 
proponían. Como sostiene Binford (1988), se recurrió 
al estudio del presente para conocer el pasado, 
desarrollando fuertemente la etnoarqueología y la 
arqueología experimental. También se desarrolló 
fuertemente el estudio de distintos aspectos naturales 
que afectaban tanto a la vida del hombre como las 
características del registro aqueológico. 
En la explicación del funcionamiento de la 
sociedad la nueva arqueología adoptó la teoría 
general de sistemas. Esta mirada caracterizaba a las 
sociedades del pasado como sistemas formados por 
partes (o subsistemas) orgánicamente integrados, 
que se hallaban en equilibrio (homeostasis) y que se 
modifi caban sólo cuando esta situación era puesta en 
riesgo por algún factor destress externo al sistema. 
Para explicar los cambios de las sociedades a través 
del tiempo frecuentemente abrevó en un modelo 
universal que retomaba las ideas evolucionistas 
decimonónicas conocido como neoevolucionismo, el 
cual analizamos en el Capítulo VIII.
La visión sistémica de la sociedad y el cambio, 
la reducción de las prácticas sociales de agentes al 
funcionamiento y adaptación del sistema al medio, 
el rechazo de la historia, la idea de la cultura como 
mecanismo de adaptación extrasomática, el uso 
excesivo del método hipotético deductivo y de la 
explicación en detrimento de la interpretación, 
llevaron a una serie de críticas a lo largo de las décadas 
de 1970 y 1980 donde la arqueología comenzó a 
distanciarse de ser una disciplina dominada por una 
corriente hegemónica o paradigmática. Surgieron 
una multiplicidad de arqueologías de las cuales 
entre otras pueden destacarse las arqueologías 
post-procesuales o interpretativas, la arqueología 
feminista, la arqueología marxista y la arqueología 
darwiniana. 
Según Shanks y Hodder (1995) las arqueologías 
interpretativas incluyen una gran cantidad de 
heterogéneas miradas sobre la práctica arqueológica 
que pusieron en el centro la idea de que la 
interpretación de lo social se relaciona menos con 
la explicación causal que con la comprensión. En 
este sentido, se distancian de la ciencia positivista 
aproximándose a una disciplina humanística donde 
el sujeto que interpreta, el contexto en el cual lo hace 
y las consecuencias sociales del conocimiento son 
reconocidas y puestas en crítica. 
Al distanciarse de la antropología como la 
ciencia madre, la arqueología busca sus fuentes en 
aportes de la sociología, la historia y la fi losofía. 
Dejando de lado el estudio de los mecanismos 
adaptativos del sistema la arqueología postprocesual 
pretende ver a los agentes sociales actuando en ellos, 
como se insertan en las estructuras y la manipulan. 
En este sentido, la cultura material deja de verse 
como un mecanismo pasivo de adaptación para ser 
un conjunto de aspectos materiales con signifi cado 
propio que tiene un papel activo en la construcción 
de relaciones sociales y que puede ser manipulado 
por los agentes que la producen.
En el mismo sentido las arqueologías 
feministas abogaron por dos grandes problemáticas, 
una que hacía al modo en que se distribuía el poder 
por categoría de género en la academia, revisando 
de manera crítica el papel al que se habían relegado 
a las mujeres en la producción del conocimiento 
arqueológico (frecuentemente lugares de segundo 
nivel, siendo mayormente técnicas que aportaban 
Capítulo I. Introducción a la Arqueología 7
datos para ser interpretados por los hombres, que 
eran quienes podían construir verdadera teoría). La 
otra, que se consideraba asociada a la anterior, era 
el papel al que se había relegado a las mujeres en 
el relato sobre procesos del pasado, lo que estaba 
cargado de afi rmaciones apriorísticas sobre lo que es 
ser mujer y ser hombre y los roles de los géneros en 
una gran cantidad de sociedades. Uno de los aportes 
fundamentales de esta rama fue dar por tierra con la 
consideración esencialista de que el género es algo 
biológicamente determinado más que socialmente 
construido. 
Otro de los lineamientos que pretendió dar 
una alternativa al procesualismo, aunque retomando 
algunos de sus aportes, fue la arqueología 
neodarwinista o ecología evolutiva, la cual fue en 
busca de modelos hacia el campo de las ciencias 
biológicas, más que a las sociales. Uno de los grandes 
problemas que trató de explicar fue la transmisión 
cultural, entendiendo que la cultura material es 
un fenotipo de la especie humana y que al igual 
que otros aspectos fenotípicos está sometido a la 
selección natural. De esta manera se considera que 
se pueden dar explicaciones satisfactorias sobre por 
qué a través del tiempo la selección natural favorece 
la supervivencia de ciertos objetos y no la de otros.
Como se puede apreciar, la arqueología, al 
igual que cualquier otra disciplina científi ca, no es 
estática y, en efecto, ha cambiado desde sus inicios de 
acuerdo a distintos factores, entre otros: paradigmas 
científi cos vigentes, problemáticas consideradas 
válidas, datos disponibles, técnicas de análisis 
implementadas, renovaciones generacionales de los 
investigadores y contexto histórico de producción 
del conocimiento. La arqueología tampoco es 
homogénea dentro de cada momento, lo que puede 
evidenciarse en las numerosas discusiones y debates 
que han protagonizado los arqueólogos en torno a 
una gran diversidad de temáticas. 
Estas dos características, dinámica histórica y 
heterogeneidad interna, hacen que en arqueología 
sea difícil hablar de “verdades” o “conclusiones 
cerradas” de las problemáticas abordadas. Por ello 
es que las grandes discusiones que se presentan en 
este libro (y en la materia), deben ser estudiadas 
intentando comprender la diversidad de opiniones 
de los autores, sus hipótesis, los argumentos a favor 
o en contra de cada una, y no allanar estos debates en 
un discurso lineal. 
¿Cómo se investiga en arqueología?
Como toda disciplina científi ca, la arqueología 
no es una búsqueda acumulativa de datos, por los 
datos mismos. La investigación arqueológica es un 
largo proceso que se inicia a partir de problemáticas, 
es decir preguntas o interrogantes que se formulan 
acerca de las prácticas humanas. Esas preguntas no 
surgen de la nada. Siempre están formuladas dentro 
de un sistema de ideas o afi rmaciones que pretenden 
explicar los fenómenos que son objeto de estudio, es 
decir la teoría. En este cuerpo teórico también descansa 
la formulación de la hipótesis, que es una respuesta 
inicial para el interrogante a resolver. Esa hipótesis 
se desglosará mediante una serie de herramientas 
que permitirán recolectar, construir y analizar los 
datos necesarios para contrastarla. Esas herramientas 
pueden englobarse en lo que conocemos como 
metodología. 
Una vez construidos los datos, estos deben 
ser analizados e interpretados, respondiendo a las 
preguntas formuladas al principio. Estas respuestas, 
resultado de la investigación, tampoco constituyen el 
cierre defi nitivo de las mismas ya que por un lado 
ayudarán a contrastar las hipótesis, comprobándolas 
o refutándolas. También permitirá ampliar los 
interrogantes o generar otros nuevos. Finalmente, 
abrirá la posibilidad de reformular la teoría, si no en su 
totalidad, al menos en alguno de sus presupuestos.
Los vestigios materiales de prácticas del 
pasado se encuentran potencialmente en todos lados 
y no constituyen por sí mismos datos arqueológicos. 
Los datos deben ser construidos por el investigador 
a partir de la aplicación de diversas técnicas y 
considerando los materiales relevantes para resolver 
los interrogantes que se persiguen.
De esta manera, cuando se acota espacial 
y temporalmente un problema de investigación, 
se delimita una espacio sobre el cual deberemos 
detectar los vestigios arqueológicos correspondientes 
al momento y temática analizados, mediante 
prospecciones. 
Una vez detectados los sitios, deben realizarse 
registros precisos de los mismos, en los cuales 
se determina la ubicación de concentraciones de 
artefactos, estructuras, arte rupestre y topografía, 
los cuales son una fuente invalorable para nuestras 
futuras interpretaciones.
Recién cuando el arqueólogo tiene un buen 
conocimiento de su área de estudio y sobre todo de 
la diversidad de los vestigios que en ella se presentan 
podrá seleccionar los contextos a ser excavados. Sin 
embargo, la excavación es el último recurso al que se 
debe recurrir, y si puede ser evadida, mucho mejor. 
Esto es así porque la excavación implica destrucción. 
Al excavar un sitio arqueológico se destruye 
información que nunca podrá ser recuperada. Es 
por ello que esta tarea se debe dar después de un 
Los Albores de la Historia8
intenso trabajo de investigación y con las técnicas 
que permitan registrar de lamejor manera posible 
toda la información que sea posible.
Los datos que produce una excavación exceden 
ampliamente a los artefactos (aquellos objetos que son 
el resultado de la transformación activa del hombre). 
Las excavaciones arrojan evidencias tan ricas como 
ellos, constituidas por los ecofactos (aquellos elementos 
que no han sido transformados por el hombre pero 
brindan información sobre sus prácticas como huesos 
de animales, restos vegetales, sedimentos, etc.). Sin 
embargo, lo más importante que se encuentra en 
una excavación son las relaciones entre todos los 
objetos materiales recuperados, es decir el contexto 
arqueológico. 
De esta manera queda claro que las técnicas 
arqueológicas son altamente complejas y no se 
reducen a hacer pozos buscando piezas valiosas: es 
un trabajo sistemático que implica tiempo, esfuerzo, 
experiencia y sobre todo conocimiento, por lo cual 
es totalmente contraproducente que individuos no 
capacitados lo lleven adelante. 
El paso del tiempo y su medición
¿Cómo construyen los arqueólogos sus 
cronologías? No siempre es esencial conocer con 
exactitud cuántos años hace que tuvo lugar un 
acontecimiento o un periodo concreto. El concepto de 
que algo es más antiguo (o más reciente) en relación 
a otra cosa, constituye la base de la datación relativa, 
y es ciertamente útil para analizar los cambios en el 
tiempo de las prácticas humanas. Uno de los métodos 
relativos más importantes es la estratigrafía, que 
consiste en la asignación de momentos anteriores y 
posteriores a través de la depositación de estratos 
superpuestos. El principio consiste en que los niveles 
inferiores se depositan primero y, por lo tanto, antes 
que los superiores. De esta forma una sucesión de 
estratos proporcionaría una secuencia cronológica 
relativa, desde los más antiguos (abajo), a los más 
modernos (arriba).
Sin embargo en los últimos tiempos, se ha 
generado la posibilidad de establecer la edad exacta o 
absoluta en años de las distintas partes de la secuencia, 
a través de los métodos de “datación absoluta”. Son 
numerosos los métodos que pueden otorgarnos 
fechas en años (v.g. la dendrocronología , a través de 
los anillos de crecimiento de los árboles; la datación 
por termoluminiscencia, preferentemente para fechar 
cerámicas; la datación mediante potasio-argón; 
algunos métodos calibrados, como la hidratación de 
la obsidiana o la datación arqueomagnética, etc).
Sistemas de medición del paso del tiempo
Cualquiera sea el método de datación, se 
necesita establecer una medida de tiempo para 
reconstruir una cronología. La mayor parte de 
los sistemas humanos de medición se calculan en 
años. Aquellos también necesitan ciertos jalones 
para contabilizar el paso de dichos ciclos, los cuales 
pueden establecerse en eventos históricos especiales. 
En el mundo cristiano se usa como tal, el nacimiento 
de Cristo, supuestamente acaecido en el año 1 a.C. (no 
existe el año 0), contándose los años hacia adelante, 
después de Cristo (d.C., en inglés se usa AD, por las 
iniciales latinas de Anno Domini) y hacia atrás, antes 
de Cristo (a.C., en inglés se usa BC, por las iniciales 
de Before Christ). Para los musulmanes el momento 
fi jado es la fecha de la salida del profeta Mahoma de 
la Meca, la Hégira (en el año 622 d.C. del calendario 
cristiano). El inicio del calendario maya equivale al 
año 3114 a.C. del calendario cristiano. En cambio, 
para el pueblo judío, las fechas estarían dadas en 
años a contar desde la creación (3761 a.C.).
Los científi cos que obtienen fechas por métodos 
radiactivos y que quieren un sistema universal, han 
optado por contar los años desde el presente (AP, en 
inglés BP por las siglas correspondientes a Before 
Present). Pero dado que también necesitan un punto 
de partida estable, cuando usan AP quieren decir 
“antes de 1950” el año aproximado en que Libby 
descubrió el primer método del radiocarbono.
Glosario
Behaviorístico (Adj. Castellanización del término inglés behavioristic): Perteneciente o relativo al comportamiento. 
Extrasomático: externo al cuerpo. Cuando hablamos de adaptación extrasomática hablamos de mecanismos de 
adaptación que están por fuera del cuerpo. Por ejemplo, las condiciones climáticas frías pueden convertirse en un 
mecanismo de selección natural que produzca que los miembros de una especie que mejor se reproduzcan sean los que 
tienen pieles más gruesas. A lo largo de muchas generaciones esto puede traducirse en que la especie haya mutado hacia 
una versión con pieles gruesas. La adaptación extrasomática implica que los individuos de una especie utilicen pieles 
(externas a su cuerpo) para cubrirse del frío.
Particularismo: perspectiva que, en oposición al evolucionismo, sostiene que cada pueblo posee una historia propia, 
comprensible sólo en sus términos y diferente a las trayectorias de otros, la cual no puede ser reducida a ningún modelo 
universal. 
Bibliografía (Obligatoria para estudiar)
Binford, L. R. 1988 En Busca del Pasado. Crítica, Barcelona. Capítulo 1.
Gamble, C. 2002. Arqueología Básica. Ariel Prehistoria. Madrid. Capítulo 2.
Capítulo I. Introducción a la Arqueología 9
¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad I?
Arqueología como ciencia. Tratado por L. Binford (1988).
La arqueología más allá del pasado. Arqueología histórica y de la actualidad. Tratado 
por C. Orser (2000), J. Nobile (2009) y G. Rivolta (2010).
La arqueología a través del tiempo. Tratado por C. Gamble (2002). 
El diseño de investigación arqueológica. Tratado por Renfrew y Bahn 1996.
La arqueología en la práctica. Tratado por Renfrew y Bahn 1996.
La datación. Métodos relativos y absolutos. Tratado por Renfrew y Bahn 1996. 
Interpretación del Registro Arqueológico. Analogías etnoarqueológicas y 
experimentales. Tratado por L. Binford (1988) y por G. Politis (1994).
Preguntas de Examen
a) ¿Qué es la arqueología? Explica qué propone Binford sobre la práctica del 
arqueólogo y la importancia del registro material.
b) ¿Qué es la arqueología? Defi ne su objeto de estudio destacando los aportes de la 
Arqueología Histórica y del Pasado Reciente.
c) ¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre la Arqueología Cultural, la 
Arqueología Procesual y las Aqueologías Interpretativas?
d) ¿Qué es el registro arqueológico? ¿Qué herramientas han desarrollado los 
arqueólogos para su interpretación? Explica, poniendo ejemplos, para qué sirve la 
etnoarqueología.
e) ¿Por qué sostiene Binford que analizar el presente sirve al pasado? Explicitarlo 
defi niendo qué se entiende por etnoarqueología y arqueología experimental.
e) Describe paso a paso como sería una investigación arqueológica defi niendo cada 
uno de ellos según la bibliografía.
f) ¿Cómo se construyen las cronologías en arqueología? Defi ne las dos grandes clases 
de metodologías de datación y explica un ejemplo de cada una de ellas.
g) En una investigación se recupera una punta de fl echa hecha de hueso, en la misma 
capa que un fogón y varios fragmentos de cerámica. Enumera los métodos de datación 
que emplearías para establecer su cronología, justifi cando por qué los usarías. 
 
Nobile, J. 2009. La antropología forense en el debate contemporáneo. Revista de la Escuela de Antropología Vol. XV: 11-20. 
Rosario, Argentina.
Orser, Charles. 2000 Introducción a la Arqueología Histórica. Asociación de Amigos del Instituto Nacional de Antropología 
y Pensamiento Latinoamericano, Buenos Aires. pp. 9-66.
Politis, G. 2005 Arqueología de carne y hueso. Ciencia Hoy 15(89):44-50.
Renfrew, C. y P. Bahn 1998 Arqueología: Teorías, Métodos y Prácticas. Ed. Akal, Madrid. Capítulos 3 y 4.
Rivolta, G. 2010 Identidad, memoria y narrativa en la comunidad indígena de Amaicha del Valle (Valle de Yocavil, Pcia. 
De Tucumán, Rep. Argentina). En: Nastri, J. y Menezes Ferreira (Eds.) Historias de Arqueología Sudamericana pags. 211-
227. Editorial Azara, Buenos Aires.
Bibliografía (ampliatoria)
Jonson, M. 2001 Teoría Arqueológica. Una introducción. Ariel.Rathje, W y C. Murphy. 2001 Rubbish!: The Archaeology of Garbage. University of Arizona Press.
Shanks, M. y I. Hodder 1995. Processual, Post-processual and Interpretive Archaeologies. En Interpreting Archaeology. 
Finding Meanings in the past. Ed. Por I. Hodder, Shanks, Alexandri, Buchli, Carman, Last y Lucas. 3-29. Routledge. 
London.
Trigger, B. 1992 Historia del pensamiento arqueológico. Editorial Crítica.
Willey, G. y P. Phillips 2001 [1958] Method and Theory in American Archaeology. University of Alabama Press. 
Alabama.
11
Capítulo II. La Arqueología Argentina a través del Tiempo
Este capítulo tiene como objetivo principal dar cuenta de las distintas modalidades en las cuales se ha 
desarrollado la arqueología argentina desde inicios del siglo XX hasta la actualidad. En este sentido 
resulta clave evaluar críticamente en qué contexto se fueron formando distintas narrativas sobre el pasado 
prehispánico sobre todo las que han permeado más fuertemente en el campo de los conocimientos instruidos 
en los sistemas de educación primaria y media. Complementariamente se pretende que se incorporen en 
términos generales las trayectorias históricas de los pueblos indígenas del Noroeste argentino previas a la 
Conquista española.
Como se aclaró en el capítulo anterior, la 
arqueología, al igual que cualquier otra disciplina 
científi ca, no es estática dado que se transforma a 
través del tiempo y, con ella, los discursos sobre el 
pasado indígena. De la misma manera, la arqueología 
argentina, desde su conformación a inicios del siglo 
XX, se ha transformado por la infl uencia de distintos 
aspectos, como las tendencias científi cas de los 
grandes centros de producción del conocimiento 
(especialmente Estados Unidos y, en menor medida, 
Europa occidental), el desarrollo propio del campo 
académico local y el contexto histórico particular de 
nuestro país.
 
Los naturalistas decimonónicos
La arqueología nació en la Argentina a fi nes 
del siglo XIX de la mano de naturalistas y sabios 
afi cionados, en algunos casos infl uenciados por el 
evolucionismo reinante en la época. Uno de los más 
destacados fue Florentino Ameghino quien en su 
importante obra “La antigüedad del Hombre en el Plata” 
trazó el primer esquema evolutivo del hombre cuyo 
origen, según consideraba, se hallaba en las pampas 
argentinas.
Si bien a inicios del siglo XX esta teoría 
respecto a la antigüedad del hombre en la región 
fue rebatida por Ales Hrdlicka, basado en lo que 
consideró una errada interpretación de la cronología 
de ciertos estratos y la procedencia dudosa de restos 
óseos, algunas ideas de Ameghino fueron bastante 
acertadas. Fundamentalmente él había propuesto 
una gran antigüedad de la presencia del hombre 
en el continente americano y, a partir de algunas 
excavaciones estratigráfi cas, como la realizada en 
el Observatorio de la ciudad de Córdoba, pudo 
establecer la existencia de una secuencia marcada 
por dos momentos en el desarrollo histórico de los 
pobladores de nuestro actual territorio. El más antiguo 
estaba caracterizado por la presencia de puntas de 
proyectil y la ausencia de cerámica, mientras que el 
más reciente era un momento donde predominaba la 
alfarería. 
La caída de la hipótesis del autoctonismo 
del hombre americano de Ameghino llevó a que 
la totalidad de su obra fuera cuestionada y hasta 
negada. No obstante, la profundidad temporal en el 
proceso histórico precolombino pasó a ser una idea 
discutida en el ámbito académico, fundamentalmente 
para los grupos del Noroeste Argentino. Por un lado 
Ambrose# i y Uhle, aplicando técnicas estratigráfi cas 
y secuencias estilísticas, pudieron reconocer distintos 
momentos en el pasado prehispánico (Nastri 2010). 
Uhle propuso una secuencia cultural aplicando 
la periodifi cación que él mismo había realizado 
para el Perú, según la cual el proceso del noroeste 
presentaba una considerable profundidad temporal. 
Ambrose# i por su parte supuso que una cultura 
anterior a la Calchaquí era la responsable de la 
presencia de los menhires del valle de Tafí, postura 
en la que prevaleció una visión de “corta duración” 
del proceso histórico.
En contraposición, Eric Boman proponía una 
historia menos profunda y más uniforme, dado 
que consideraba que todas las culturas de la región 
noroeste y centro del país eran apenas posteriores al 
siglo XI. En este contexto cronológico se formularon 
áreas culturales constituidas por la acumulación y 
dispersión de rasgos análogos, cuyas identidades 
eran determinadas en base a los relatos de los 
conquistadores registrados en las crónicas y en los 
documentos hispánicos. Los materiales que allí 
se documentaban eran asignados al mismo grupo 
étnico, como los “diaguitas”. Todos los procesos que 
se habían dado en cada área a través de miles de 
años, eran aplanados en un corto período, y todos los 
vestigios materiales de los mismos eran englobados 
y homogeneizados como “costumbres” de ese 
pueblo. En este marco, la arqueología prácticamente 
aportaba las ilustraciones o, en el mejor de los casos, la 
confi rmación de distintos rasgos que se encontraban 
en las fuentes etnohistóricas.
En nuestra provincia, por ejemplo, la 
arqueología se convirtió en una disciplina 
absolutamente dependiente de las categorías étnicas 
defi nidas a partir del análisis de los documentos 
Los Albores de la Historia12
generados por la conquista, es decir los “sanavirones” 
y “comechingones” 1 (Bixio y Berberián 2006). Así, 
se dio origen a entidades construidas a priori que 
redujeron el papel de la arqueología a respaldarlas 
“buscando” su correlato en la cultura material. 
Paralelamente, primaba en los trabajos un sesgo 
culturalista de las comunidades prehispánicas que 
consideraba que la cultura material permitía evaluar 
el nivel de desarrollo alcanzado por un pueblo. 
En este sentido, es posible identifi car en algunos 
manuscritos, preferentemente hasta mediados del 
siglo XX, apreciaciones como “grupos culturalmente 
muy bajos” o “por debajo del nivel civilizado” que 
posicionaba a regiones, culturas o etnías (categorías 
que, como vimos, eran consideradas sinónimos) en 
un escalón inferior respecto a otras (por ejemplo los 
comechingones eran inferiores o marginales a los 
centros de desarrollo identifi cados en el Noroeste 
Argentino)2. 
1 Hasta el momento no hay información en los documen-
tos que se refi era al uso del término “comechingón” como 
autodenominación por parte de los grupos indígenas que 
ocuparon la región. Como plantea Bixio (1998) sólo se re-
gistra como un etnónimo que da cuenta de una entidad ét-
nica colectiva y unifi cada por el español anterior a la fun-
dación de Córdoba (1576). En otros documentos se le torga 
un sentido de “lugar en donde” (1998: 213), para hacer re-
ferencia la categoría de “provincia”. Con posterioridad a 
la fundación de la ciudad el término sólo se menciona en 
fragmentos puntuales de dos documentos bajo las catego-
rías de espacio geográfi co o identidad. 
2 Esta postura se condice con la política estatal que veía 
“indios incivilizados” y “desiertos” entre los grupos que 
ocupaban aquellas tierras aptas para el desarrollo y expan-
En concreto, esta manera de investigar redujo la 
variabilidad espacial y temporal de las manifestaciones 
culturales del pasado, y fue la que tuvo mayor 
difusión a través de los materiales educativos, como 
los manuales de estudio. Extrañamente, si bien tal 
posición se abandonó en la arqueología científi ca 
hace unos 60 años, la misma se siguió impartiendo 
en todos los ámbitos de la educación general hasta la 
actualidad y es la que está en la base del clásico mapa 
de áreas culturales indígenas donde la historia de los 
pueblos americanos de nuestro país es aplanada en una 
sola imagen geográfi ca y casi el único conocimiento 
que se pretende obtener de los mismos es ¿Dónde 
estaban los…? A lo largo del dictado de la materia 
intentaremos brindar las herramientas necesarias 
para comprender estos múltiples procesos conla 
complejidad y riqueza que los mismos implicaron.
La arqueología Normativa
En momentos de posguerra, a mediados 
de siglo XX, cuando muchos de los capitales 
culturales y científi cos que se habían orientado 
otrora a fi nes bélicos, se orientaron al desarrollo del 
conocimiento, se produjo una infl exión en la historia 
de la arqueología mundial. Como consecuencia de 
esto, en nuestro país y de la mano de Alberto Rex 
González, se iniciaron estudios sistemáticos en 
diversos espacios y regiones a partir de los cuales se 
construirían las líneas fundamentales del relato sobre 
sión de la civilización y el progreso, visión etnocentrista 
que justifi có el exterminio y la expropiación a los grupos 
originarios. 
Mapa de las “Areas culturales” indígenas del Norte de Argentina, que 
muestra un espacio sin profundidad temporal, sin historia. Tomado de 
h� p://www.rumbojujuy.com.ar
Capítulo II. La Arqueología Argentina a través del tiempo. 13
el pasado prehispánico que en gran parte seguimos 
manteniendo hasta hoy (Olivera 1994). 
La idea de la profundidad temporal de la historia 
indígena fue revalorizada y actualizada mediante la 
importancia que adquirieron los trabajos de campo 
y junto a la aplicación de técnicas modernas como 
la excavación, la estratigráfi ca, la seriación tipológica 
y, posteriormente, las dataciones radiocarbónicas. 
Este cambio, buscaba establecer distintos momentos 
del pasado humano a partir de la identifi cación de 
conjuntos de materiales recurrentes, los “contextos 
culturales”, que correspondían a pueblos. La 
ordenación cronológica rigurosa de estos contextos 
permitía formular secuencias históricas para distintas 
regiones de nuestro país.
De esta manera, donde anteriormente se veía 
sólo a los Comechingones, este enfoque permitió 
defi nir la primera secuencia cronológica constituida 
por tres grandes componentes con características 
materiales diferentes (González 1955). Así, se pudo 
reconocer la existencia de distintos pueblos que 
habían habitado las Sierras Centrales: los cazadores 
que utilizaban puntas lanceoladas o Ayampitín, 
con más seis mil años de antigüedad, seguidos por 
los cazadores de puntas triangulares u Ongamira, 
y fi nalmente las sociedades agroalfareras. Para el 
noroeste argentino Rex González planteó la secuencia 
cultural a partir de estudios intensivos en el Valle de 
Hualfín (Catamarca) y la seriación de las colecciones 
procedentes de este mismo lugar que habían formado 
Weiser y Volters para Muñiz Barreto en los años 20. 
La arqueología argentina era entonces 
concebida desde una perspectiva normativa y 
culturalista como la disciplina que se ocupaba del 
estudio y reconstrucción de las culturas del pasado 
en base a la recuperación y análisis de sus contextos 
arqueológicos. Estos contextos podían ser ordenados 
en secuencias y los cambios constituían indicadores 
de fases culturales, entendidas en términos de 
cambios evolutivos. En este marco se destaca la visión 
difusionista que caracterizó a toda esta etapa de la 
arqueología científi ca en nuestro país. Considerando 
que este aspecto ha sido acabadamente discutido en 
el capítulo anterior, se hará énfasis en un elemento 
implícito en él: la aceptación de una totalidad como 
agente principal de los procesos de cambio. Esa 
totalidad era la cultura. Cada cultura tenía maneras 
determinadas de vivir, de realizar sus artefactos y 
de organizarse socialmente. Hacia adentro, el grupo 
cultural aparece como un colectivo monolítico, que 
cambia en bloque. Asimismo, esta visión de totalidad 
de la cultura consideraba que toda transformación 
era el resultado de agentes externos a la sociedad 
(por ejemplo las migraciones de pueblos). Este es un 
elemento que ha impedido seguir la trayectoria de 
agencias alternativas, de actores sociales llevando 
adelante prácticas en otras escalas, desde distintas 
posiciones (signadas por género, identidad, acceso a 
capitales, etc.) en distintos campos.
Este modelo comenzó a ser objeto de severas 
críticas pues, en la utilización de las culturas como 
compartimentos estancos y sumas mecánicas de 
rasgos, dejaba sin explicar el cómo y el por qué del 
cambio. Los objetos materiales (casi exclusivamente 
las vasij as de cerámica halladas en diferentes 
contextos del Noroeste Argentino) eran interpretados 
como entidades donde se imprimían normas 
culturales –maneras de hacer que anidan en la mente 
de quienes ejecutan esos artefactos y que se integran 
dentro de normas que defi nen a un grupo cultural 
y lo diferencian de otro. De esta manera, los objetos 
cargaban pasivamente reglas subyacentes en la mente 
de los individuos de una colectividad. 
Neoevolucionismo, entre el materialismo histórico 
y el materialismo sistémico 
A mediados de la década de 1970, comenzaron 
a plantearse modelos explicativos afi ncados en 
dos propuestas materialistas enfrentadas, la del 
materialismo histórico (Núñez Regueiro 1974) y la del 
materialismo sistémico (Raffi no 1977), que adoptaron 
para explicar el cambio el modelo neoevolucionista. 
Aunque la primera fue sensiblemente afectada por las 
contingencias políticas establecidas por el gobierno 
de facto (con vigencia en el poder entre 1976 y 1983), 
en la década de los 80 las dos prosiguieron.
En el contexto de los fuertes confl ictos 
sociales que se estaban dando en toda América 
Latina, los arqueólogos de distintos países como 
México, Perú, Chile y Argentina, comenzaron a 
pensar en una práctica arqueológica comprometida 
con las contradicciones del presente. Sobre todo 
comenzaron a pensar en cómo se habían construido 
las desigualdades sociales en distintos contextos, 
cómo había surgido la lucha de clases y de qué 
manera la misma había sido enfrentada mediante la 
aparición de aparatos políticos represivos. Ante estos 
interrogantes la utilización de la cultura como unidad 
de análisis resultaba, al menos, poco productiva. Una 
gran generación de arqueólogos adoptó con variantes 
el materialismo histórico, sobre todo el que había 
sido aplicado al estudio de la prehistoria europea por 
Childe, sentando las bases de la llamada Arqueología 
Social Latinoamericana3.
3 Cabe aclarar que, en América Latina en general y en Ar-
gentina en particular, este marco teórico tuvo poca inci-
dencia en el estudio de los grupos cazadores-recolectores. 
Entre otros argumentos, se plateó que la propuesta no te-
nía un correlato con el registro arqueológico, o en otros 
términos, que no permitía dar cuenta o explicar las evi-
dencias dejadas por estos grupos. En su lugar, la línea de 
pensamiento adoptada fue la ecología del comportamien-
to humano o ecología evolutiva.
Los Albores de la Historia14
En Argentina, Núñez Regueiro fue el arqueólogo 
más comprometido con este marco explicativo, 
infl uenciado fuertemente por algunas lecturas de 
Lumbreras, pero también por las críticas que nuevos 
arqueólogos como Binford, Clarke y Chang, realizaban 
a la arqueología tradicional de Norteamérica (Núñez 
Regueiro 1974). En su primitiva propuesta, Núñez 
Regueiro intentó analizar el desarrollo cultural en la 
subárea Valliserrana utilizando períodos, entendidos 
como categorías homotaxiales que dieran cuenta de la 
existencia de estructuras socioculturales compartidas 
que representan niveles de desarrollo semejantes, sin 
implicar variables cronológicas. 
En este esquema de periodifi cación Núñez 
Regueiro buscaba alejarse de las culturas como 
unidades de análisis y pretendía utilizar a las 
entidades socioculturales concretas, sobre todo la 
estructura socioeconómica que las caracterizara. El 
reemplazo de la cultura con esta otra totalidad, no 
resultó demasiado fructífero y rápidamente la misma 
comenzó a ser utilizada sólo como un sinónimo de 
la anterior, como él mismo afi rmara en trabajos 
posteriores (Tartusi y Núñez Regueiro 2001). Si 
bien los cambios y las transformaciones no quedan 
explícitamente explicados, los mismos serían fruto 
de la evolución de las estructuras sociales, a causa 
de laintroducción de nuevas fuerzas productivas, 
en base al desarrollo tecnológico. Por último en este 
marco interpretativo, el papel de la materialidad en 
teoría debería ser dividido según su participación en 
la producción.
Lamentablemente esta postura teórica, que 
tenía la potencialidad de aportar a la comprensión 
del proceso histórico prehispánico mediante una 
profunda renovación teórica, fue truncada por la 
dictadura de 1976, a través de la persecución y 
consecuente exilio de muchos de sus representantes. 
Recién después de la restauración de la democracia 
estos volverían a reinstalarse en el país y podrían 
retomar su línea de trabajo y pensamiento 
arqueológico. Sin embargo sus propuestas se habían 
alejado ya del materialismo histórico más clásico 
de los setenta y se acercaban mucho más a visiones 
renovadas del neoevolucionismo, siguiendo por 
ejemplo a Renfrew (1973) y a Earle (1991).
Tartusi y Núñez Regueiro, que habían 
enriquecido su experiencia trabajando la arqueología 
de cacicazgos en Venezuela, proponen una nueva 
visión de la aparición de la desigualdad social en 
el desarrollo sociocultural del Noroeste Argentino. 
Distanciándose del estudio de la infraestructura 
productiva, estos autores reorientan su mirada 
hacia algunos aspectos de la materialidad que 
antes asociaban a la superestructura, los espacios 
ceremoniales (Tartusi y Núñez Reguiero 2001). 
Paralelamente a la postura anterior surge una 
visión de la historia prehispánica también afi ncada 
en distintas críticas a la arqueología normativa y con 
la intención de buscar explicaciones más materialistas 
a los procesos. Ésta adoptó un pensamiento más 
cercano al positivismo funcionalista, la teoría de 
los sistemas, la cual era una rama importante de la 
“nueva arqueología” que predominaba en los Estados 
Unidos (Raffi no 1989), que ya hemos explicado en el 
capítulo anterior. 
Este modelo se inclinó preferentemente a dar 
explicación a los procesos adaptativos de los grupos 
culturales al medioambiente, y fundamentalmente 
a las estrategias de subsistencia implementadas 
por cada uno de ellos. La dimensión económica 
se volvió un aspecto determinante del resto de 
fenómenos sociales. La diversidad de procesos y 
lógicas localmente variantes fueron eclipsadas por la 
atención dada a los atributos comunes reconocidos 
en cada caso: las estrategias de adaptación basadas en 
opciones productivas, el alto grado de sedentarismo 
y la adopción de tecnologías novedosas. 
 
La arqueología en migajas, enfoques actuales sobre 
las prácticas sociales
La ruptura paradigmática que viven todas 
las ciencias sociales en la actualidad, también se 
puede observar en la arqueología argentina. Ya no 
es posible encontrar grandes relatos comunes que 
pretendan tener el alcance para explicar una gran 
cantidad de fenómenos sino que se pretende analizar 
y comprender contextos más acotados a partir de 
marcos explicativos específi cos, adecuados a cada 
problemática particular.
En este sentido el análisis de distintos procesos 
se ha visto enriquecido por la diversidad de enfoques 
que permiten interpretar y reconocer multiplicidad de 
factores, actores, prácticas y condicionantes que antes 
se pasaban por alto. Sin embargo se debe reconocer, 
que muchas veces la falta de un espacio conceptual 
común impide el diálogo entre investigadores que 
están pensando en las mismas trayectorias históricas. 
Utilizando la metáfora de Dosse (2006), se podría 
sostener que la arqueología actual, de la cual somos 
partícipes, se encuentra en “migajas”, o mejor dicho, 
está conformada por pequeñas arqueologías que 
han generado una especie de torre de Babel, donde 
a veces es muy complicado entender las ideas y las 
propuestas del resto de nuestros colegas. 
Uno de los puntos centrales ha sido la 
deconstrucción de los relatos precedentes, 
relativizando el alcance de las periodifi caciones 
fi jadas en el noroeste argentino y que utilizaban la 
secuencia maestra de Hualfín para entender todos 
Capítulo II. La Arqueología Argentina a través del tiempo. 15
los procesos sociales del resto de los espacios del área 
Valliserrana.
En oposición al uso de la gran escala 
(estructuras y sistemas) se reconoce una intención 
recurrente a utilizar múltiples escalas y unidades 
de análisis. Muchos estudios ponen énfasis en la 
continua mediación entre la estructura y la práctica 
de los agentes, así como en agencias alternativas, 
que alcanzan mayores variables que los estudios 
anteriores: los campesinos, las mujeres, los difuntos, 
etc. La aplicación de elementos de la arqueología de 
género también le permitió deconstruir los roles que 
los marcos neoevolutivos asumían como naturales, 
como el de señor, curaca, sacrifi cador. 
La arqueología del paisaje, en tanto espacio 
socialmente construido, ha permitido modifi car la 
visión del entorno como telón de fondo y como el 
contenedor material de los recursos de subsistencia. 
Por el contrario, es se ha incluido en las prácticas 
sociales (Curtoni 2000).
Finalmente la materialidad adquiere, además 
del papel de evidencia arqueológica, un papel activo 
en la conformación de colectivos sociales. Los objetos 
ya sean estructuras de cultivo, espacios residenciales o 
ceremoniales, vasij as o placas metálicas, arte rupestre, 
se entienden como entidades que en cierto sentido 
tienen capacidad de agencia, o en otros términos la 
cultura material toda interviene activamente en las 
relaciones sociales posibilitando que le mundo social 
se construya y reproduzca. 
Por otra parte la arqueología ha reconocido 
que, en tanto ciencia social, los conocimientos que 
produce tienen impacto en el presente, y por lo tanto 
debe ser responsable por las consecuencias sociales 
de los mismos. 
Trayectorias históricas prehispánicas del Noroeste 
Argentino
A partir de la breve síntesis realizada podemos 
afi rmar que el estudio de las poblaciones originarias 
en el Noroeste argentino ha ido transformándose 
a través de más de un siglo en una complicada 
trayectoria en la que se entrecruzan, posiciones 
teóricas, eventos de la vida política del país y el 
mundo y discusiones específi cas de la disciplina 
arqueológica. Estos condicionantes son los factores 
que han establecido los paradigmas dominantes, 
las problemáticas analizadas, el tipo de datos 
generados y las explicaciones construidas para los 
mismos. Asimismo se han confi gurado distintas 
periodifi caciones para el desarrollo histórico del 
Noroeste Argentino, las cuales difi eren según adopten 
criterios cronológicos, tecnológicos culturales o 
modos de vida.
A lo largo del desarrollo del resto de Trabajos 
Prácticos iremos desarrollando y poniendo en crítica 
cada uno de estos bloques y la postura de los distintos 
investigadores.
Los Albores de la Historia16
Glosario
Homotaxial: dícese de desarrollos culturales análogos debido a su contenido funcional, independientemente de la 
posición cronológica que ocupe.
Bibliografía (Obligatoria) 
González, A. R. 1955 Contextos culturales y cronología en el área central del Noroeste Argentino. Anales de arqueología 
y etnología. N°11: 7-32.
Olivera, Daniel. 1994 A corazón abierto: Refl exiones de un Arqueólogo del NOA. Rumitacana 1: 7-11. Catamarca. 
Tarragó, M. 2003 La arqueología de los valles calchaquíes en perspectiva histórica. Anales, Nueva época, 6:13-42. Instituto 
Iberoamericano, Universidad de Göteborg.
Bibliografía (Ampliatoria)
Bixio, B. Identidades étnicas en Córdoba del Tucumán, 1573-1700. Córdoba. 1998 (Tesis doctoral en Letras Modernas). 
Universidad Nacional de Córdoba.
Bixio y Berberián 2006 Huellas del pasado: diálogos -y polémicas- entre el registro arqueológico y el registro documental 
en la historia de la arqueología de Córdoba (Rep. Argentina) en: “Investigaciones y Ensayos”, 54, Academia Nacional de 
la Historia, Buenos Aires.
Curtoni,R. 2000. La percepción del paisaje en y la reproducción de la identidad social en la región pampeana occidental 
(Argentina). Revista TAPA Traballosen Arqueoloxía da Paisaxe. Número 19. Instituto de Investigacións Tecnolóxicas. 
Universidade de Santiago de Compostela.
Dosse, F. 2006 La Historia en Mij agas: De Annales a la “nueva historia” UIA, Departamento de Historia México.
Earle, T. 1991 The Evolution of Chiefdoms. En Earle (Ed) Chiefdoms: Power, Econmy and Ideology: 1-15. Cambridge 
University Press. 
Nastri, Javier. 2010. Una cuestión de estilo. Cronología cultural en la arqueología andina de las primeras décadas del 
siglo XX. En: Historias de Arqueología Sudamericana. Nastri J. y L. Menezes Ferreira (Edit.), pp: 95-122. Fundación de 
Historia Natural. 
Núñez Regueiro, V. 1974 Conceptos instrumentales y marco Teórico en relación al análisis del desarrollo Cultural del 
Noroeste Argentino. Revista del Instituto de Antropología. Nº 5: 169-190. Córdoba.
Raffi no, R. 1989 Poblaciones Indígenas en Argentina. TEA.
Renfrew, C. 1973 Monuments mobilization and social organization in Neolithic Wessex. En The Explanation of culture 
change: models in Prehistory Ed. Por Renfrew. 539- 558. Duckworth.
Tartusi y Núñez Regueiro 2001 Fenómenos cúlticos tempranos en la Sub-región Valliserrana. En Historia Argentina 
Prehispánica. Editado por E. Berberián y A. Nielsen: 127-170. ED Brujas. Córdoba.
¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar el Práctico I?
A- Trayectorias históricas prehispánicas en Argentina. Profundidad temporal vs. 
áreas culturales. Tratado Por González (1955), Olivera (1994) y Tarragó (2003)
B- Construcción de contextos culturales, secuencias y dataciones relativas. Tratado 
por González (1955)
C- Las bisagras del pensamiento arqueológico en Argentina. Tratado por Olivera 
(1994)
D- La práctica arqueológica y el contexto histórico. Tratado por Tarragó (2003). 
C- Líneas generales de los proceso históricos prehispánicos en el NOA. Tratado por 
González (1955) y ampliado en esta obra. 
Preguntas de Examen
a) ¿Cómo podría caracterizarse el conocimiento que se tenía de la historia de los 
pueblos indígenas antes de la década de 1950?
b) Explicar el problema, las hipótesis y las metodologías implementadas por Rex 
González en sus investigaciones de mediados de la década de 1950. 
c) Según Olivera ¿Cuáles fueron las grandes “bisagras” en la historia de la arqueología 
argentina?
d) Sintetice las propuestas arqueológicas que según Tarragó predominaron en 
distintas épocas y explique la vinculación de cada una con el contexto histórico.
17
Capítulo III- Los Orígenes. 
El surgimiento y evolución de la especie humana
Este capítulo reúne de forma actualizada y resumida los conocimientos básicos que los estudiantes deben conocer 
acerca del origen y desarrollo de la especie humana y de sus principales características de comportamiento. Resulta 
esencial conocer los principios de la Teoría Evolutiva para poder comprender el proceso de origen y desarrollo de 
nuestra especie, por lo que se esbozan los lineamientos generales y principales conceptos de esta teoría. También se 
presenta en forma esquemática una línea de tiempo con las principales especies de homínidos. Como epílogo de la 
evolución humana se discute la dispersión de la especie en el mundo, especialemente en América. 
¿Qué es la Evolución?
Desde tiempos remotos los seres humanos se 
han preguntado acerca del origen de la diversidad 
de la vida, ¿de dónde han surgido las innumerables 
especies animales y vegetales que habitan en nuestro 
planeta? Dejando de lado las explicaciones religiosas 
(de cualquier credo) que ofrecen un conocimiento 
de carácter dogmático acerca del origen de la vida, 
el concepto de evolución (que signifi ca “desarrollo” 
o “transformación”) según el cual los seres vivos se 
desarrollaron a partir de formas preexistentes por 
medio de cambios graduales y continuos, ya estaba 
bien presente en el siglo XVIII en el conocimiento 
científi co de la época, y era objeto de arduos 
debates.
Sin embargo, recién a principios del siglo 
XIX, el naturalista francés Jean Baptiste Lamarck, 
a partir de la observación de las características de 
los restos fósiles de invertebrados marinos y su 
comparación con los vivientes, postuló la existencia 
de un proceso de cambio mediante el cual las formas 
de vida iban cambiando como resultado de tener 
que enfrentar desafíos naturales a los cuales debían 
superar para sobrevivir. Un clásico ejemplo de este 
tipo de explicación lo constituye el origen de las 
jirafas actuales, según esta forma de pensamiento 
los ancestros de las jirafas enfrentaron momentos 
de escasez de alimentos y para sobrevivir debían 
estirar su cuello para alcanzar a comer las hojas más 
altas de los árboles, por lo que al tener que utilizar 
el cuello constantemente de esta manera éste se iba 
estirando paulatinamente. Estos rasgos se heredaban 
a la descendencia, con lo que con el tiempo las jirafas 
habían llegado a ser lo que conocemos actualmente. 
Esta constituyó la primera teoría científi ca moderna 
de la evolución y estuvo vigente en algunos medios 
hasta principios del siglo XX.
A mediados del siglo XIX, Charles Darwin 
presentó formalmente su teoría de la evolución, que 
fue desarrollando a lo largo de su vida desde el inicio 
de sus investigaciones en 1831. A Darwin le interesaba 
conocer el origen de la asombrosa diversidad de 
formas de vida que pudo registrar a lo largo de sus 
numerosos viajes por distintas partes del mundo 
(que incluyó las pampas argentinas y la Patagonia). 
Luego de años de investigación, fi nalmente en 1859 
publicó su famosa obra Sobre el Origen de las Especies 
por medio de la Selección Natural, y el mundo científi co 
cambió para siempre. 
Darwin razonó que dado que nacen muchos 
más individuos de los que pueden sobrevivir, éstos 
deberían poseer alguna ventaja con respecto a los 
otros que les permitió sobrevivir. Los individuos 
transmitirán esas ventajas a sus descendientes 
dotándolos de mayores chances de sobrevivir a 
su vez y reproducirse. Por el contrario, aquellos 
individuos que carezcan de éstas variantes favorables 
o posean otras desfavorables tendrán menos chances 
de sobrevivir y reproducirse. Esta preservación 
de las variantes favorables y la eliminación de las 
desfavorables es lo que Darwin llamó selección 
natural.
Para ilustrarlo en términos simples y retomando 
el ejemplo de la jirafa, aquellos individuos que poseen 
el cuello largo tienen más posibilidades de alcanzar 
las hojas más altas de los árboles, teniendo menos 
competencia por el alimento que las de cuello más 
corto, quienes deben competir con otros animales, 
por lo que las jirafas de cuello largo se reproducirán 
más que las otras y sus crías heredarán la variante 
“cuello largo”, y así, con el paso del tiempo, sólo 
quedarán jirafas de cuello largo.
La selección natural es lo que permite que las 
especies vayan evolucionando con el tiempo, mediante 
la acumulación de pequeñas variantes favorables. 
Sin embargo, el éxito de estas variantes depende de 
que el ambiente continúe siendo el mismo, si este 
cambia las variantes que eran favorables tal vez ya 
no lo sean, y sus portadores pierdan las ventajas de 
las que gozaban y reduzcan sus posibilidades de 
supervivencia y reproducción. Por ello la evolución 
por medio de la selección natural no es un camino 
unidireccional que marcha siempre hacia formas cada 
vez mejores de una determinada especie, sino que el 
éxito de una especie depende de muchos factores, 
entre ellos el azar.
Los Albores de la Historia18
Si bien la teoría darwiniana podía explicar 
cómo la selección natural guiaba el cambio evolutivo, 
mediante la acumulación de variantes que otorgaban 
ventajas a sus portadores, no alcanzaba a explicar 
cómo surgían estas variaciones y la manera en la 
que se transmitían a la descendencia. A principios 
del siglo XX, con el surgimiento de los estudios 
genéticos, pudo saberse que la clave para el origen 
de las variaciones estaba en la molécula ADN (ácido 
desoxirribonucleico) que está presente en todas las 
células formando estructuras llamadascromosomas, 
y posee la información genética que determina todas 
las características de los seres vivos.
Durante la reproducción, los cromosomas 
de ambos padres se combinan, por lo que los 
cromosomas que reciben sus hij os no son copias fi eles 
de los de sus progenitores, por lo que nunca hay dos 
individuos exactamente iguales (excepto los gemelos 
idénticos) y se genera la variación sobre la que actúa 
la selección natural. Además, durante la transmisión 
de la información genética de padres a hij os pueden 
producirse errores y así surgen las mutaciones, lo que 
incrementa la variación genética de una especie.
Finalmente, a mediados del siglo XX se combinó 
la genética con la teoría darwiniana y surgió la Teoría 
Sintética de la Evolución que postula que la evolución se 
produce en base a dos fenómenos principales, por un 
lado la generación de variantes hereditarias gracias a 
la transmisión genética durante la reproducción y a 
las mutaciones, y por otro lado, la selección natural 
que se encarga de reducir esta variación seleccionando 
las más aptas. 
Los Homínidos y la línea evolutiva que dio origen a la especie Homo 
sapiens. Tomado de Agustí y Antón 2011.
La evolución humana
Los contenidos de esta 
subunidad presentan los 
distintos momentos de la 
evolución de los homínidos 
hasta el surgimiento de 
nuestra especie, poniendo 
especial énfasis en cómo han 
ido variando los patrones 
de conducta o modos de 
vida de las principales 
especies de homínidos y 
en cómo éstas han sido 
afectadas por los diferentes 
cambios ambientales que 
sufrió nuestro planeta 
desde fi nales del período 
Mioceno hasta el Pleistoceno 
superior.
Capítulo III. Los Orígenes 19
Principales yacimientos de África, correspondientes a los primeros 
homínidos. Tomado de Lewin 2005:132.
Principales yacimientos correspondientes a los primeros Homo. Entre 
paréntesis se presenta la antigüedad en millones de años. 
Tomado de Lewin 2005: 161.
Principales yacimientos correspondientes a Neandertales. 
Tomado de Lewin 2005: 164).
Los Albores de la Historia20
Principales yacimientos con arte rupestre del paleolítico superior. Se 
resaltan las zonas ocupadas por los hielos del Último Máximo Glacial. 
El poblamiento de América.
Un vez que Homo sapiens “sale de África” 
se dispersa por todo el continente Euroasiático 
y fi nalmente alcanza Australia y el continente 
americano, ocupando todos los continentes excepto 
la Antártida. En esta sección se abordará el estudio 
del proceso de poblamiento de América, repasando 
la historia de las investigaciones sobre esta temática 
y las primeras hipótesis sobre la llegada de las 
poblaciones humanas a este continente, asimismo se 
estudiarán las evidencias arqueológicas actuales y 
las hipótesis y modelos de poblamiento vigentes en 
la discusión arqueológica.
A partir del descubrimiento de América en 1492, 
y una vez que quedó claro que se trataba de un nuevo 
continente, los círculos intelectuales europeos se 
encontraron con el problema de explicar la presencia 
de estos seres humanos que ocupaban este nuevo 
continente, es decir cómo y cuando habían llegado. 
De acuerdo a las características de la sociedad de 
aquellos tiempos, donde la iglesia católica poseía 
una gran infl uencia sobre los Estados europeos y 
las personas, se intentó buscar la explicación en la 
Biblia.
De esta forma, surgieron varias hipótesis que 
postulaban el origen de los pobladores americanos 
en supuestos descendientes de Noé o que provenían 
de las Diez Tribus Perdidas de Israel que fueron 
expulsadas de su territorio por los Asirios. Estas 
explicaciones concordaban en que estos pueblos 
eran primitivos y que se encontraban culturalmente 
más atrasados que los europeos, por lo que servían 
en parte para legitimar el proceso de apropiación de 
las riquezas y recursos del nuevo continente y de la 
evangelización de sus habitantes.
Posteriormente surgieron numerosas teorías 
carentes de sustento empírico, como aquellas que 
hablaban de sobrevivientes del cataclismo de la 
Atlántida que habrían alcanzado el continente 
americano y habrían sido los ancestros de las grandes 
civilizaciones americanas como los Aztecas y los 
Mayas. 
Hacia fi nes del siglo XVI el jesuita José de 
Acosta en su obra Historia Natural y Moral de las 
Indias, se mostró en desacuerdo con las teorías 
bíblicas y postuló el visionario pensamiento de que 
el continente americano fue poblado por sucesivas 
olas migratorias por habitantes del viejo mundo, que 
habrían ingresado por algún punto de la geografía 
terrestre, aún desconocido, donde las Tierras de Indias 
y las otras del mundo debían estar muy cercanas.
Finalmente, hacia la segunda mitad del siglo 
XIX, se destaca la teoría del paleontólogo argentino 
Florentino Ameghino acerca del origen americano 
del Hombre. Esta teoría se basaba en años de 
investigación que Ameghino dedicó al estudio de 
varios yacimientos paleontológicos y arqueológicos 
en las barrancas del río Luján (pcia. de Buenos 
Aires) y sus afl uentes. De acuerdo a estos estudios, 
se pudo demostrar la contemporaneidad de los 
seres humanos con animales extinguidos como 
gliptodontes, toxodontes, y caballos americanos, lo 
que indicaba que la presencia humana en América 
poseía una antigüedad hasta entonces impensada. Los 
principales resultados de estos estudios se publicaron 
en la obra La Antigüedad del Hombre en el Plata en 1880, 
y con la profundización de sus estudios, interpretó 
que los sedimentos donde se encontraban estos 
restos arqueológicos (huesos humanos y artefactos 
líticos asociados con fauna extinguida) poseían una 
Capítulo III. Los Orígenes 21
gran antigüedad de edad Terciaria, por lo que este 
investigador concluyó que la especie humana se 
habría originado en las pampas argentinas, y desde 
allí se dispersó por el resto del globo.
Esta teoría generó una gran discusión con 
seguidores y detractores de Ameghino, que siguió por 
varios años hasta que para 1910, el investigador checo-
norteamericano Ales Hrdlicka comprobó que la edad 
de los sedimentos era muy reciente, determinando 
la caída de la hipótesis de Ameghino. Asimismo, 
Hrdlicka aseguró que los humanos habían ingresado 
al continente americano desde el oriente de Asia a 
través del estrecho de Bering con posterioridad al fi n 
de las glaciaciones con una antigüedad no mayor de 
10.000 años.
Principales vías de poblamiento propuestas. 
Principales sitios arqueológicos cuya antigüedad supera los 10.000 años AP. En color claro se indica el 
área ocupada por las glaciaciones. Tomado de Lewin 2005: 243.
Los Albores de la Historia22
Recién en 1927, se encontró en el sitio Folsom 
(EEUU) una punta de proyectil entre restos de un 
bisonte extinguido, confi rmando la coexistencia de 
los humanos con esta fauna y que la presencia del 
hombre en América era mucho mayor a lo sostenido 
por Hrdlicka. 
A partir de la década del ´30 se sucedieron los 
estudios dedicados a los más tempranos pobladores 
de América, y se propusieron varias hipótesis y 
modelos acerca de la antigüedad y la dirección del 
primer poblamiento de nuestro continente. Las 
principales líneas de estos estudios se presentan en 
la bibliografía obligatoria de la Cátedra.
Se han propuesto varias rutas de poblamiento, 
la mayor parte de las cuales se tratan en la 
bibliografía obligatoria (Lavallée 2000), sin embargo 
en los últimos años ha generado un gran debate una 
propuesta alternativa de los investigadores Dennis 
Stanford y Bruce Bradley acerca de una ruta atlántica 
para el arribo de los primeros pobladores de nuestro 
continente. Debido a ello, se ha incluido en este 
cuadernillo una traducción de un breve artículo de 
estos investigadores donde se resume su propuesta.
LA SOLUCIÓN SOLUTRENSE 
Dennis Standford y Bruce Bradley. The Solutren Solution. Did some ancient Americans come from Europe?. Discovering 
Archaeology 2:54-55. Año 2000. Traducción para uso exclusivo de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Universidad Nacional

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