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1 “LA PRÁCTICA EDUCATIVA COMO DIMENSIÓN ESTRUCTURANTE DE LA SUBJETIVIDAD” Los intelectuales son quienes asumen por excelencia el desarrollo de las luchas simbólicas que buscan cambiar la subjetividad y producir transformaciones objetivas develando ciertas realidades (Bourdieu, 1998) Eje temático: Educación Autores: Mg. Verónica Cruz; Mg. María Pilar Fuentes1 Dirección de correo electrónico: pilifuentes@fibertel.com.ar; verónica.cruz09@yahoo.com.ar Teléfono: 011 – 48576486; 011 1567568382 I.- Presentación: Esta ponencia constituye un documento de trabajo que contiene algunos hallazgos construidos en el marco de la investigación “Producción de subjetividades desde las instituciones en las que se realizan las prácticas de formación de los estudiantes de Trabajo Social IV”, desarrollada en la Facultad de Trabajo Social de la UNLP.2 La misma se propuso estudiar aspectos que configuran la producción de subjetividades en el actual contexto de globalización del capital, tomando como referente empírico el trayecto de formación de los estudiantes en la asignatura mencionada, con especial énfasis en la realización de sus prácticas en instituciones de la ciudad de La Plata y Gran La Plata. El impacto devastador que las profundas transformaciones acaecidas en nuestra sociedad provocaron en la subjetividad, dando lugar definitivamente a otro modo de ser sujeto y sociedad que trastoca medularmente los sentidos y lógicas construidas en el proyecto de la Modernidad, fue una preocupación que recorrió toda la investigación. Pudimos ubicar cómo instituciones básicas como la familia, la escuela y el trabajo que en otra época eran capaces de producir una subjetividad ciudadana, hoy se encuentran imposibilitadas de tal función. Dicho en otros términos, asistimos al quiebre del anclaje construido bajo la hegemonía del Estado 1 En el marco del Equipo de Investigación Proyecto T049 FTS – UNLP “Producción de subjetividades desde las instituciones en que se realizan las prácticas de formación de los estudiantes de Trabajo Social IV.”Directora: Mg. Susana Malacalza; Integrantes: Lic. Laura Andreoni; Lic. Guillermo Chirino;; Lic. Maria Noelia Lopez ; Lic. Juan Ignacio Lozano; Lic. Adriana Marconi; Lic. Maria Julia Pandolfi; Lic. Clara Weber Suardiaz; Lic. Laura Zucherino. Manqui Resaltar Manqui Resaltar mailto:pilifuentes@fibertel.com.ar mailto:verónica.cruz09@yahoo.com.ar 2 Nación Soberano cuyo tipo subjetivo era el ciudadano; y pareciera que en su “reemplazo” se instituye el Estado técnico administrativo configurado desde la lógica del mercado, cuyo tipo subjetivo deviene en la figura del consumidor. Así entonces, estas mutaciones afectan el entramado social y sus instituciones entre las cuales la educación constituye un caso paradigmático en tanto ve alterado su mandato fundacional. Esta última cuestión nos llevó a elaborar colectivamente la ponencia que presentamos, tomando como eje la práctica educativa entendida como un proceso que encuadra y recorta el mundo, representándolo de modo particular desde un dispositivo cultural socialmente construido. Particularizamos el análisis en la formación de grado en Trabajo Social como una práctica situada cuya organización se encuentra atravesada por la complejidad de procesos sociales más generales, y su relación con la intervención profesional. Esta concepción nos permite comprender que la educación es una práctica social productora y reproductora de la subjetividad, que se construye por la mediación un sujeto pedagógico definido como el “producto de la vinculación entre los complejos sujetos sociales que ingresan a las situaciones educativas (…) y los educadores, también sujetos complejos.” (Puiggrós, 1990:30) De este modo, el trabajo de indagación realizado permitió interrogar las formas de enseñanza y el aprendizaje de jóvenes y adultos en la universidad; el lugar del docente como “dador” y del estudiante como “heredero”, reconociendo la necesidad de analizar las condiciones en las que dicho proceso se inscribe no sólo como punto de partida sino como ámbito que da significación a las prácticas. Tal afirmación exige una ruptura con aquellas miradas cristalizadas, clasificatorias, portadoras de compresiones tácitas que obturan el acceso a la cultura como posibilitadora de filiaciones simbólicas e identificaciones. Entendemos que la disciplina constituye el marco en el cual se organiza y recrea el pensamiento y la acción humana, a través de lenguajes y métodos específicos que simbolizan modos de analizar e intervenir en la realidad. Así, la enseñanza de ésta implica reconocer la arbitrariedad y convencionalidad de la construcción de los límites en los currículos, y en consecuencia la posibilidad de redefinirlos y transformarlos según el nivel de enseñanza, asumiendo su carácter provisional. Desde estas aproximaciones presentamos una reconstrucción crítica de algunas “escenas”3 suscitadas en el cotidiano de nuestro trabajo docente en la cátedra a modo de narrativa, en tres campos de registro: escucha, análisis y mirada. Tales campos pretenden situar la importancia de comprender que estamos ante un sujeto estudiante que dista mucho de 3 Retomamos lo planteado por Alberdi (2008) en relación a las escenas: “Escenas institucionales que no deben ser tomadas alñ pie de la letra, algunas fueron observadas, otras comentadas, otras forzadas. En este punto, como la litertura de no ficción, debe encontrar como lómite lo selectivo de cualquier memoria o ejercicio testimonial. Punto de fuga más que punto de entrada para la comprensión de la actualidad de ciertas culturas institucionales” Manqui Resaltar 3 las representaciones construidas históricamente acerca del mismo, no desde una lectura nostálgica de lo que “ya no es” sino desde una actitud deliberada por problematizar e ingresar en la currícula las transformaciones producidas en las identidades colectivas e individuales. Las “escenas” muestran cómo el entrelazamiento de prácticas educativas en espacios fragmentados, despolitizados ponen en tensión el lugar de los grandes relatos donde pareciera que la formación se construye en la tarea de cada fragmento de clase. Por esta razón en nuestra investigación y a partir de la experiencia construida en la asignatura, nos propusimos reconocer los problemas que se entrecruzan con la intención de aportar a la construcción de un sentido, buscando que el sujeto estudiante participe de procesos hermenéutico-comunicativos que trasciendan lo técnico-instrumental, donde la epistemología no pretenda clarificar todos los sentidos de las prácticas sino que se constituya en uno más de ellos. (Litwin, 2008:37). II.- Breve referencia contextual de la investigación La consolidación del nuevo orden mundial produce una “reestructuración de las relaciones sociales y, como consecuencia, el desencastramiento de los marcos de regulación colectiva desarrollados en la época anterior” (Svampa, 2003:9). El mundo se ha vuelto incierto, fluido e impredecible, al igual que el trabajo en las instituciones en general y en las educativas en particular. Producto de estos cambios, la cotidianeidad nos muestra situaciones donde estudiantes y docentes no logramos “encontrarnos”, y que interpelan nuestra práctica en el escenario universitario actual -muy diferente del construido por el imaginario social moderno-. Esta interpelación -entre otras- motivó la realización de la investigación, conjuntamente con un trayecto de formación de posgrado en la mayor parte del equipo, en pos de sostener una búsqueda analítica que reconozca las tensiones e incertidumbres que atraviesan la práctica docente en la universidad. El recorrido transitado desde una referencia analítica crítica y a través de la indagacióncomo actividad estratégica fundamental, llevó a problematizar muchos de los interrogantes iniciales del equipo investigador, y a comprender cómo las transformaciones estructurales alteran sustancialmente las prácticas sociales y en consecuencia la definición misma de los problemas socio-educativos y su forma de abordarlos. Si entendemos que la educación constituye un núcleo de significación para la construcción de identidades, y que la institución universitaria debe ofrecer condiciones para desencadenar un proceso de apropiación de los saberes, utilizando el conocimiento como herramienta de comprensión y transformación social, nos preguntamos ¿qué subjetividades producen y reproducen nuestras prácticas de enseñanza universitaria? ¿de qué modo intentamos interpelar a los jóvenes desde la enseñanza?. Manqui Resaltar Manqui Resaltar 4 Los estudios sobre la construcción de subjetividad en el sistema educativo argentino plantean un gran desafío para quienes buscamos “respuestas” a la ‘falta de sentido’ en la relación juventud y educación superior. Inés Dussel (2006) analiza la cuestión desde lo curricular considerando que este aspecto forma parte de un debate social más amplio, en tanto no existe una relación especular entre currículum y sociedad tal como sugería la teoría reproductivista de los años ’60 y ’70. Más bien nos encontramos ante un sistema de mediaciones donde actores educativos y pedagogías legitimadas juegan un papel fundamental. La diferenciación en la conformación de identidades, los sentidos diversos frente a la educación superior, y las distintas trayectorias construidas por cada sujeto de acuerdo a su lugar en la sociedad, demandan un esfuerzo de comprensión de las nuevas generaciones4 que día a día nos desafían utilizando códigos que no podemos significar desde las representaciones sociales construidas. Así, cobra relevancia el análisis de lo que transcurre en el cotidiano de la institución universitaria que, desde una estrategia participativa, permita conocer a los estudiantes y aporte a fortalecer cierta autoría en su formación. De este modo, asistimos a un contexto que ofrece una constante tensión entre el mundo de los adultos y el de los jóvenes y que nos permite ubicar dos cuestiones centrales: una de ellas, la ausencia de problematización sobre la propia estructura que considera la educación, el trabajo y la política como elementos estáticos y homogéneos; y la otra remite al agotamiento del sentido que las sociedades depositaron en estas instancias. Luego de esta breve contextualización del tema, y centrándonos en la investigación, manifestamos que la misma se realizó desde una perspectiva cualitativa utilizando un enfoque interpretativo que constituyó al investigador en un observador participante, al decir de Taylor y Bogdan (1984) en un doble sentido: como partícipe activo del objeto de estudio recortado, por tratarse en este caso de propio espacio ocupacional; y como partícipe activo en el debate analítico a partir de plantear el mismo como problema de investigación. El desafío fue hacer de esta experiencia una reflexión deliberada, teniendo en cuenta la pretensión de validez para la producción de conocimientos en el marco de estas condiciones particulares. Así entonces, nos propusimos conocer a los actores docentes y estudiantes en el ámbito cotidiano de la formación académica, creando una situación que permita reflexionar sobre nuestras representaciones y las de los estudiantes en torno a las prácticas educativas en la universidad. Este movimiento nos exigió desanudar ese significado que asocia cotidiano a reiteración, y operar con un encuadre de análisis que reconozca el potencial de experiencia y de inédito contenido en diferentes tramas, discursos, prácticas que se expresan diariamente en el trabajo educativo. 4 La generación refiere a un grupo humano que comparte un ambiente de formación tecnológico, y en consecuencia, también un sistema cognitivo y un mundo imaginario. No es un fenómeno biológico sino un horizonte común de posibilidades cognoscitivas y experienciales que redefine continuamente las formas de identidad. (Berardi Bifo, 77) 5 III. Tres escenas y un relato que intenta problematizar la enseñanza Presentamos aquí tres escenas suscitadas en el marco de la investigación, con la intención de problematizar la enseñanza en términos de subjetivación y socialización académica, de formación política y de apropiación cultural, situando fronteras y vínculos entre generaciones. Las mismas se constituyen en condición de enunciación de algunos aspectos de la subjetividad que emerge en esta experiencia formativa en el marco de la asignatura, y son recortadas a partir de “preocupaciones” compartidas por los docentes que desarrollamos la investigación. Escena 1: un grupo de estudiantes que realiza su práctica en una escuela primaria de La Plata expresa a su docente “vamos a trabajar la temática de convivencia y valores y la integración entre los alumnos de 5to A y 5to B, dado que la demanda institucional fue la falta de integración de los alumnos con sus pares (…).” Y agregan “de este modo estaríamos haciendo algo en la práctica y dejando algo a la institución como producto de nuestro trabajo (…) pero para eso necesitamos que ustedes nos digan cómo lo hacemos, con que herramienta. Pensamos que lo mejor es empezar con talleres sobre valores en esos cursos (…), además la docente dijo que nos daba dos horas de clase por semana y que ese tiempo le venía bien para corregir mientras nosotros estamos con los alumnos.” Esta escena parece mostrarnos por un lado, la preocupación de algunos estudiantes por una práctica entendida en términos de producto más que de proceso de aprendizaje; y por otro, que dicha práctica se construye casi exclusivamente a partir de la explicitación de una “demanda” institucional escuchada y aceptada desde cierta ilusión de transparencia respecto del contenido y significado que quienes la formulan le asignan. Dicho en otros términos, el grupo de estudiantes no estaría pudiendo construir algunas preguntas respecto de eso que se presenta como “la demanda institucional” desde un enunciado aparentemente monolítico, y que le permitiría problematizar el proceso de intervención en ese escenario particular. Podemos aceptar que esta dificultad de interrogar lo que se presenta como “problema”, da cuenta del atravesamiento de la lógica pragmatista propia de la época que vivimos y en la cual han sido socializados los estudiantes que hoy cursan la materia -muchos nacidos a mediados de los `80 y escolarizados bajo la propuesta educativa neoliberal que definitivamente reorientó la enseñanza en términos de métodos y propósitos-. A esto se suma el impacto de las nuevas tecnologías que en parte contribuyeron a simplificar las lecturas de lo social, haciendo el tiempo más efímero y fragmentado, trastocando el sentido de la temporalidad histórica y de la imaginación ideológica de tipo progresista. “El sistema mediático ha creado las condiciones para la reproducción ampliada de un saber sin pensamiento, de un saber puramente funcional, operacional, desprovisto de cualquier dispositivo de auto-dirección.” (Berardi Bifo, 2007:99) 6 Nos interesa remarcar también el supuesto que subyace en la escena respecto de la posibilidad de pensar la intervención desde una lógica utilitaria, que prioriza la dimensión instrumental bajo una pretendida autonomización de las condiciones en las cuales ésta es producida. Contrariamente a esta concepción, decimos que no es posible conocer la realidad mediante una relación de tipo “especular”, adjudicándole un carácter pre teórico según el cual el sujeto conoce objetos preformados. Esta afirmación, lejos de discriminar el saber cotidiano del científico, los unifica desde una posición empiristaque “excluye” el entramado de supuestos ideológicos, políticos, éticos y conceptuales que sustentan la práctica teórica implicada en todo proceso de conocimiento. (Fuentes, 2008:21) Ahora bien, ¿qué nos dice la escena acerca de nuestros estudiantes y de sus “modos” de habitar la universidad, de transitar un tramo de la formación disciplinar en trabajo social, de vincularse con la profesión? Entendemos que el relato descripto contiene claramente un pedido dirigido a que los docentes les digamos “cómo se hace esa intervención y con qué” que podríamos vincular con la solicitud de un recetario a aplicar en el menor tiempo posible para producir “algo”. Esta interpretación nos interroga respecto de la complejidad que supone la transmisión cultural contenida en todo acto pedagógico y que debe ser realizada por el docente. ¿Cómo se configura la relación intergeneracional en las aulas universitarias si reconocemos que el eje de diferencias estructurales construido en el marco del Estado nación, hoy deviene ineficaz para asegurar la transmisión sucesiva del patrimonio, del saber y de la experiencia?, ¿Cómo filiar al sujeto estudiante en un entramado simbólico que le permita aprender, ejercer y recrear la profesión en tiempos aleatorios e impredecibles donde la legalidad, las tradiciones y el saber están puestos en cuestión? Preguntas surgidas de la experiencia misma de la investigación, que han provocado movimientos fuertes en nuestros modos habituales de pensar la enseñanza de la disciplina, y que decidimos sostener en el marco de nuevas búsquedas que permitan hipotetizar posibles respuestas. Escena 2: una estudiante en la instancia del examen final presenta un trabajo escrito donde sintetiza algunas de las categorías conceptuales trabajadas en la asignatura, pero no responde adecuadamente a las preguntas planteadas por las docentes respecto de las mismas. Ante la explicación de porqué no está en condiciones de aprobar el examen dice: “pónganme un cuatro… qué les cuesta… yo ya estoy trabajando en una institución educativa como trabajadora social y no necesito la teoría, sólo quiero recibirme… hice 700 Km. y si ustedes no me ponen un cuatro debo dejar la carrera adeudando sólo cinco finales…póngame un cuatrito aunque sea… sólo por esta vez…hasta tengo comprado mi pasaje de regreso…y ya estoy trabajando como TS.” Esta escena interpeló al equipo docente en tanto constituye una expresión casi paroxística del vaciamiento de sentidos de la educación, que trastoca substancialmente nuestras propias 7 representaciones acerca de la misma y del ejercicio profesional, así como nuestras convicciones respecto del carácter inescindible de la teoría y la práctica en la intervención -en este caso- de los Trabajadores Sociales, así como de la constitutiva dimensión ética y política. Con relación al sujeto estudiante, a quien ya no podemos pensar como un “(…) joven que transitaba una institución que lo proveía de los saberes necesarios para alcanzar la autonomía social durante un período de moratoria social en el que se postergaba la asunción de las responsabilidades adultas” (Duschatzky, 2002:88) en tanto comparte también la condición de trabajador, nos preocupa conocer entonces cómo define la dimensión temporal. Dicho en otros términos, si el pasaje por la universidad ya no constituye un tiempo de espera, si no hay lugar para el “largo plazo” ante un futuro sumamente incierto, ¿cuál es la representación subjetiva del tiempo en los jóvenes que transitan por las aulas en busca de alcanzar una certificación académica que los habilite como profesionales?, ¿cómo la trayectoria educativa universitaria conforma una experiencia que -en el tiempo- constituya parte de su identidad profesional?¿en base a qué soportes materiales y simbólicos construyen su identidad? Estas preguntas nos interrogan respecto de la pérdida de eficacia simbólica de las narrativas académicas en su capacidad de fundar una subjetividad estudiantil alrededor de un conjunto de conocimientos, normas y valores que rigen la formación en el campo disciplinar, que a posteriori constituirán a ese sujeto en un profesional. Pérdida que no es exactamente la desaparición de la potencia del discurso académico para formar a los futuros trabajadores sociales; pero sí que marca el agotamiento de algunas posiciones de enunciación, en un escenario complejo que al mismo tiempo demanda una invención que redimensione el sentido ético y político de la enseñanza como acto de transmisión del legado disciplinar inscripto en el campo de las ciencias sociales. Escena 3: Un grupo de estudiantes que realiza su proceso de práctica en una Unidad Sanitaria de La Plata, en el marco de un Programa Social, plantea como objetivo del mismo el siguiente: “Promover la participación comunitaria desde el primer nivel de atención de salud en el marco del programa PROGRESA a partir de sus destinatarios y las operadoras sanitarias;” objetivo que coincide casi exactamente con el Programa de referencia. En esta escena vemos cómo opera cierta lógica de “paralelización” del objetivo del proceso de prácticas con el objetivo de la institución o programa que aparece implicado en la demanda que la Trabajadora Social de la Unidad Sanitaria les presenta al grupo de estudiantes. Es decir, no se visualiza el recorte que hace la institución en el marco de la política sanitaria, y en consecuencia los estudiantes no logran construir el propio recorte del “problema” que sustenta su proyecto de intervención. 8 Frente a esta afirmación sostenemos la importancia de trabajar metodológicamente la construcción de un modo de “leer” lo que la institución pide a los estudiantes en el marco de su práctica. Propiciar una actitud investigativa que les permita resignificar eso que es presentado como “problema”, ubicando el contexto de su producción así como las significaciones que le atribuyen otros actores institucionales y/o de la comunidad. En este sentido, las estrategias de enseñanza que los docentes seleccionamos no constituyen una sumatoria de tareas e instrumentos, sino una compleja reconstrucción teórico-metodológica orientada por la intención de lograr que los estudiantes aprendan. “La expresión construcción metodológica implica reconocer al docente como sujeto que asume la tarea de elaborar dicha propuesta de enseñanza. Deviene así fruto de un acto singularmente creativo de articulación entre la lógica disciplinar, las posibilidades de apropiación de la misma por los sujetos, y las situaciones y contextos particulares que constituyen ámbitos donde ambas lógicas se entrecruzan. La adopción por el docente de una perspectiva axiológica incide en las formas de vinculación con el conocimiento cuya interiorización se propone y, por lo tanto, tiene también su expresión en la construcción metodológica.” (Edelstein y Coria, 1995:68,69) De este modo, bajo el imperativo de alcanzar un pensamiento crítico se promueve una formación tendiente a generar autonomía intelectual en los estudiantes a quienes con frecuencia, interpelamos desde su condición de “herederos” de un acervo cultural y con un deber de ascenso social vía la profesionalización. Estas representaciones sociales se encuentran actualmente tensionadas ante la presencia de un sujeto menos autónomo, más escolarizado, que reparte su tiempo entre el estudio, el trabajo y la tecnología digital. Finalmente, retomando la preocupación inicial respecto de la enseñanza universitaria como práctica subjetivante inscripta hoy en un escenario donde la reteologización y dogmatización del saber operan como marca de época, es imperativo repensar su contenido, formas y alcances. Ello exige reconocer cómo el desmoronamiento del paradigma referencial instituye un tiempo humano despersonalizado que afecta el psiquismo colectivo y provoca una suerte de reformateo de la actividad mental,como consecuencia de la mutación tecnológica contemporánea.(Berardi Bifo, 2007:94) Este movimiento pretende reorientar las funciones de la universidad haciéndolas cada vez más compatibles con el circuito productivo, hecho que dificulta la formación de sujetos libres -donde pareciera que la decisión política no cuenta si no se limita a reproducir la cadena de automatismos incorporados a la sociedad-. Así entonces, los saberes construidos cobrarían relevancia en la medida en que porten un valor de uso, en que ocupen el lugar de tecnologías de acción sobre el mundo, a diferencia de los tradicionales conjuntos de conocimientos que alimentaban problemas metafísicos referidos a la libertad, al progreso, entre otras. 9 Ante esta realidad hay discursos que expresan claramente su oposición a la ideología neoliberal, no obstante, asistimos a un proceso de hibridización que si bien reconoce que los “metarrelatos” de las teorías sociales que acompañaron los proyectos políticos de los siglos XIX y XX, aún no permite visualizar el nuevo proyecto político. IV.- CONSIDERACIONES FINALES. La ponencia fue construida a modo de diálogo, con el propósito de poner en tensión algunos problemas teóricos y prácticos que atraviesan la docencia universitaria -en tanto práctica situada-, reconociendo que el sentido de la misma es construido no sólo desde aportes teóricos sino también desde biografías, trayectorias académicas y experiencias que nos constituyen como sujetos docentes y estudiantes, y que dan cuenta de su carácter estructurante de la subjetividad. Es a partir de la problematización de las prácticas de enseñanza -reconociéndolas como fuente de interrogación donde se juegan las decisiones que los docentes tomamos frente a los desafíos cotidianos-, como podemos construir un acto pedagógico capaz de habilitar procesos cada vez más autónomos de pensamiento. Un interrogante que recorrió toda la investigación y que aún hoy nos moviliza es ¿cómo producir en contextos tan adversos, condiciones para una experiencia pedagógica significativa que resitúe el sentido político del acto educativo capaz de propiciar la reconstrucción del lazo social? Una posible respuesta es fortalecer nuestra capacidad de imaginar, de resignificar las lecturas simplificadoras de lo social, de comprender la complejidad de los saberes en juego. Dicho en otros términos, se trata de recuperar la centralidad del oficio de ser docente y de ser estudiante -hoy desplazado de las funciones tradicionales-. Centralidad que se vincula con la restitución de la asimetría necesaria en el trabajo con otra generación, que hace compatible la experiencia de la igualdad humana mediante el respeto y la asunción de las responsabilidades de edad y de posición de sujeto en el contrato pedagógico; y que permite identificar los desplazamientos que tienden a generar conductas negligentes, tolerantes con la mediocridad. Solamente cuando respetamos a las nuevas generaciones, podemos reposicionarnos y reposicionarlos en el vínculo asimétrico, a través de la construcción de herederos que tomen la posta de un capital intangible, de inmensas potencialidades emancipatorias y de cambios.” (Gagliano, 2008) Finalmente cabe decir que esta presentación siempre incompleta, buscó socializar algunas ideas que operan a modo de hallazgos de la investigación, con la intención de cuestionar aquellas miradas dicotómicas que obturan el acceso a la cultura. Proceso que sólo puede concretarse si entendemos que el acto educativo supone encuentro, vínculo y deseo de saber; o dicho de otro modo, implica cierta extranjerización en los vínculos, una rigurosidad 10 disciplinaria, metodológica, epistemológica y didáctica, y una continuidad en el tiempo que opere desde lógicas siempre públicas. (Cruz, 2008) Estamos convencidos de que nuestras intervenciones docentes cobran relevancia en tanto asumen la posibilidad-responsabilidad de producir sentidos a partir de nuestra presencia como enseñantes capaces de fortalecer en el sujeto estudiante un proceso de autoría que le permita actuar en la contingencia de la realidad actual. Proceso en el cual la transmisión ofrezca un espacio de libertad que les habilite “hacer algo con eso que les enseñamos y que no sea la mera repetición”. “La educación es un intento de activar un lugar, una falla, un pliegue donde la posibilidad de subjetivación sea todavía ilegible” (Badiou, 2000) 11 VI.- BIBLIOGRAFÍA Alberdi José Maria (2008) “Entre la codificación de los comportamientos bizarros y el elogio de la locura”, en Revista Cátedra Paralela Nº 5, Año 2008, Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Ciencia Política y RRII, UNR – Colegio de Profesionales de Trabajo Social Segunda Circunscripción, Rosario, Santa Fe. Autores Varios. “Prácticas en la realidad social: La formación ciudadana y profesional del estudiante universitario.” Colección de Cuadernillos de actualización para pensar la Enseñanza Universitaria. Año 1. Nº 10, diciembre. Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina. Berardi Bifo, Franco Generación Post Alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo. 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