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www.FreeLibros.me Título del original en inglés: Psychology and the HumanDilema ©W.W.Norton & Co.,Inc. Traducción: Dalila Ares (Capítulos 1-5) Miguel Wald (Capítulos 6-14) Diseño de cubierta: Alma Larroca Segunda edición: julio del 2000, Barcelona Derechos reservados para todas las ediciones en castellano! © by Editorial Gedisa, S.A. Paseo Bonanova, 9 l° - la 08022 Barcelona, España Tel 93 253 09 04 Fax 93 253 09 05 Correo electrónico: gedisa@gedisa.com nttp://www. gedisa.com ISBN: 84-7432-670-2 Depósito legal: B. 16279-2000 Impreso por: Carvigraf Hot, 31- Barcelona mpreso en España Drinted in Spain Jueda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en orma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma. www.FreeLibros.me mailto:gedisa@gedisa.com INDICE Prefacio...................................................................................................................... 9 EL DILEMA DEL HOMBRE................................................................................ 15 1. ¿Qué es el dilema del hom bre?......................................................................... 17 PRIMERA PARTE: NUESTRA SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA.......... 35 2. La pérdida de significación del hombre moderno.......................................... 37 3. La identidad personal en un mundo anónimo................................................. 50 SEGUNDA PARTE: ORÍGENES DE LA AN SIED A D ................................... 63 4. Raíces históricas de las teorías modernas, sobre la ansiedad........................ 65 5. La ansiedad y los valores..................................................................................... 80 TERCERA PARTE: LA PSICOTERAPIA........................................................... 91 6. El contexto de la psicoterapia............................................................................. 93 7. Un enfoque fenomenológico de la psicoterapia.......................................... 113 8. La terapia existencial y la escena norteamericana.......................................... 127 9. Jean-Paul Sartre y el psicoanálisis.................................................................... 136 10. Los peligros de la relación entre el existencialismo y la psicoterapia . . . 144 CUARTA PARTE: LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD................................. 153 11. El hombre que fue enjaulado........................................................................... 154 12. Nuevo examen de la libertad y la responsabilidad...................................... 160 13. Interrogantes para una ciencia del hombre.................................................... 172 14. Las responsabilidades sociales de los psicólogos........................................ 188 Nota sobre los capítulos de este libro........................................................... 207 www.FreeLibros.me www.FreeLibros.me PREFACIO Estos ensayos tienen un tema en común. Un tema que surge de la gran variedad y riqueza de la naturaleza humana por una parte, y de su monoto nía y mezquindad por la otra. Surge asimismo del contraste entre la genero sidad de que somos capaces los seres humanos y la suprema crueldad que también podemos albergar. Exhibimos una admirable capacidad para el razonamiento pero éste se halla en permanente conflicto con nuestra con ducta aterradoramente irracional. Un día nos sentimos felices y capaces de criar, y al siguiente advertimos que nuestra propensión a la desesperación y la autoderrota no ha disminuido en lo más mínimo. La propia amplitud de este espectro introduce, en mi opinión, ciertas características distintivas en la conciencia humana. Algunas aparecen en este libro bajo la denominación de “dilema”. Desde hace ya largo tiempo estoy convencido de que la totalidad de la experiencia humana, especial mente la que se muestra en estas polaridades, debe ser tema de estudio de la psicología, si esta disciplina ha de merecer el título de “ciencia de los seres humanos”.1 La palabra “dilema no aparece aquí en su sentido técnico. No la uso para referirme a un problema insoluble, a “estar entre la espada y la pared”, en una situación en la que si no terminamos atravesados por una, nos aplas ta la otra. La uso más bien para referirme a aquellas polaridades y paradojas ineludiblemente humanas. Sin duda alguna, los dilemas pueden dar por resultado estancamientos, obstrucciones, y el sobredesarrollo frenético de un extremo para escapar del otro. De ahí la cantidad de problemas y pertur baciones que hacen que la gente concurra a nuestras clínicas y a nuestros consultorios psicoterapéuticos. Pero esta polaridad es también el origen de la energía y la capacidad creadora del hombre. Gracias a la confrontación 1 Algunos de estos ensayos fueron escritos antes de que comenzáramos a comprender que “hombre” no abraza a “mujer”, cambiando levemente la frase de Churchill. Mi estilo actual ha variado en ese aspecto. Lamento, sin embargo, que debido a las exigencias de la publicación no me fuera posible carmbiar el texto del libro a este respecto. 9 www.FreeLibros.me constructiva de tensiones producida por estas paradojas, los seres humanos erigimos culturas y civilizaciones. Ya que este libro aborda fundamentalmente las responsabilidades de los psicólogos en relación con la cultura moderna, bien puede plantearse la siguiente pregunta: “¿De qué manera los psicólogos han estado cumpliendo con estas responsabilidades?”. No hay manera de evitar una respuesta ambi gua. Hace unas semanas me visitaron dos personas provenientes de Inglaterra. Estaban entrevistando a los psicólogos y psiquiatras de los Estados Unidos a fin de grabar un programa para la British Broadcasting Company sobre las nuevas formas de terapia que se emplean en el país. En el transcurso de la entrevista me preguntaron: “¿Los psicólogos no son res ponsables, hasta cierto punto, de la inquietud y de los males espirituales que aquejan hoy a la sociedad occidental?”. “No”, respondí, “nuestra responsabilidad no es mayor que la de los artistas por el estado de confusión del arte, o la de los economistas por la caída del mercado bursátil o por la depresión económica general del país. Ningún grupo profesional puede aceptar la culpa por las exigencias de la historia.” Pero también comprendía, y así lo dije, que existen otros aspectos de la cuestión de los que no nos podemos desprender tan fácilmente. Los psicó logos han explotado la inquietud y los males espirituales de nuestra época! Han sacado provecho de la tremenda necesidad que tienen los ciudadanos dé nuestro tiempo de entender qué es la salud mental y de autoconocerse. Nc| nos engañemos creyendo que el enorme crecimiento de la profesión en este siglo (la cantidad de asociados a la American Psychological Association pasó de 387 en 1918 a más de 46.000 en 1978) se debió al brillo de nuestra labor. La causa fue más bien los intensos problemas interiores que experi menta la gente en una época como ésta, cuando una era está muriendo y la siguiente no ha nacido aún. Nuestro crecimiento es un síntoma de las gran des necesidades de la época. En lugar de conformarnos con la seguridad que brinda este crecimientq fenomenal, preguntémonos más bien si este crecimiento no implica riesgos considerables. Nuestros colegas médicos podrían respondernos categórica mente que esta aceptación pública en realidad es muy peligrosa, como lo voy a demostrar mediante un ejemplo tomado de nuestra propia historia. A comienzos y mediados de la década de 1950, el pequeño grupo de psicólogos que trabajábamos como terapeutas en el estado de Nueva York trabamos batalla en la legislatura estatal contra el poder abrumador de la American Medical Association. Durante cada período legislativo teníamos 10 www.FreeLibros.me que hacer frente a la presentación de un proyecto de ley que convertía a la psicoterapia en una especialidadmédica. Esto nos colocaba ante el riesgo de una inmediata extinción de nuestra profesión y nos forzó a luchar por nues tra supervivencia. Desde mi posición como presidente del Joint Council of Psychologists un año y como presidente de la New York State Psychological Association al siguiente, estuve en el centro de la batalla y pude vivir desde dentro las emociones de esta lucha. Por sorprendente que parezca, los psi cólogos ganamos cada una de las batallas. Y terminamos por ganar la gue rra, tanto en ese Estado como en todo el territorio de los Estados Unidos.* Pero nuestro triunfo se debió en gran parte a algo que no tenía nada que ver con nosotros; específicamente, la razón fue la ira y la desconfianza semi- conscientes y en estado latente que una parte de los legisladores sentía hacia el vasto poder de la AMA. Este poder se había acumulado merced al rol de “dios” que el público, por necesidad, había conferido a los médicos y que éstos habían aceptado sin medir las consecuencias. Cualquier grupo que acepta ser adorado como “dios” por parte del público, y lo explota, termi nará siendo acusado de “demonio” (o, mejor dicho, de demoníaco) en pro porción directa al grado de adoración previa. Esta ira y esta desconfianza han aflorado abiertamente en la conciencia pública como lo revelan la can tidad de juicios por negligencia y mal desempeño profesional, tan graves que en algunas situaciones han llegado a hacer casi imposible el ejercicio de la medicina. Hace unos veinte años, muchos de nosotros predijimos que habría una reacción contra la psicoterapia, y especialmente contra el psicoanálisis, a causa de la excesiva fe y confianza depositadas en ellos. Hasta donde sé, esta predicción fue desoída; había muchísimos pacientes y el dinero fluía conti nuamente, ¿por qué preocuparse entonces? Ahora la reacción está encima de nosotros. Pero temo una reacción aún mayor contra la psicología en su conjunto. (El que una parte de la gente se haya volcado hacia ciertos grupos semirre- ligiosos en búsqueda de respuestas podría interpretarse ya como un leve sín toma de esto). El simple hecho de que personas inteligentes, como mis entrevistadores británicos, puedan preguntar si los psicólogos no son res ponsables de la intranquilidad de nuestra época constituye en sí un indicio. La gente busca en la psicología la respuesta a los problemas del amor y la ansiedad, la esperanza y la desesperación. ¿Qué reciben como respuesta? Ya sea utopías excesivamente simplificadas, o artilugios que cobran la forma *Esta victoria hizo posible que la terapia a cargo de psicólogos fuese legal tanto en el Esta- 11 www.FreeLibros.me de tests para todo, o libros técnicos que “resuelven” el problema pronun ciando palabras. Se descarta al amor y se lo reemplaza por el sexo, la ansie dad es sustituida por la tensión, la esperanza se transforma en ilusión, y la desesperación en depresión. No sorprende, por lo tanto, que algunos estu diosos serios y profundos de nuestra cultura, como Gregory Bateson, crean, que no existe una ciencia de la psicología y que, para empezar, la disciplina en su conjunto fue un error. 0 que el premio Nobel británico P. B. Medawar diga en las reseñas de libros sobre “Ciencia y política de los CI” que la psicología es una “ciencia artificial”, y enuncie entre los errores de la disciplina que: “...quienes la practican tratan de imitar de la manera más escrupulosa posible lo que ellos creen -con total desacierto ¡qué pena por ellos! que son los usos y costum bres de las ciencias naturales. Entre éstos figuran: a) la creencia en que la> medición y la cuantificación son actividades intrínsecamente meritorias (la adoración, en realidad, de lo que Errist Gombrich llama idola quantitatis);, b) el fárrago totalmente desprestigiado del inductivismo, en especial la ere-; encia de que los hechos son anteriores a las ideas...” 2 Tomemos el problema de la androginia. Quienes están buscando since ramente la clarificación de este problema tropiezan con los artilugios de tests destinados a determinar si son más “masculinos” o “femeninos” , y la realidad del problema, es decir, el desarrollo de ternura en los hombres y de- agresividad en las mujeres, sencillamente termina por diluirse. En ningún momento se enfrentan los problemas reales. Se los reprime bajo la técnica de abstraer el propio yo de la situación por medio de estos tests “ objetiva- dores”. Así, las personas a quienes se administran estos tests descubren con posterioridad que se las ha llevado hacia una senda florida, atractiva en prin cipio pero peligrosa a la larga, y que en el proceso han sacrificado su propia conciencia. do de Nueva York como en toda la nación. En el transcurso de esta guerra, que duró tres años, organizamos, con la colaboración de Lawrence Frank, Frederick Alien, Cari Binger, Lawrence Kubie y otros esclarecidos ciudadanos y psiquíatras, una conferencia sobre Asesoramiento y Terapia en la Academia de Ciencias de Nueva York, invitamos a esta conferencia a cinco de las profesiones asistenciales: la psiquiatría, la psicología, la asistencia social, la educación y el clero. Mediante paneles estudiamos durante un año las exigencias de capacitación, experiencia y otros aspectos relevantes de la preparación necesaria para el trabajo terapéutico en cada una de estas profesiones, Los resultados de esta conferencia se publicaron con posterioridad en los Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York, Cuando las legislaturas de otros Estados tuvieron que tra tar proyectos de ley similares, que restringían la práctica de la psicoterapia a los profesionales médicos, con mucha frecuencia los procuradores generales de esos Estados se remitieron a los Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York. Hasta donde sé, todos ellos se pronunciaron a favor de los psicólogos. 1 The New York Review, febrero 3, 1977, pág. 13. • • *“"«■ ̂ ' 12 www.FreeLibros.me O bien tomemos el discurso pronunciado por Ralph Nader ante la con vención de la American Psychological Association celebrada en Washington en 1976. Durante una hora, Nader atacó al muy poderoso e influyente Educational Testing Service de Princeton sobre la base de sus tests para el ingreso en establecimientos de enseñanza superior. Nader sostuvo que los tests carecían de exactitud y perjudicaban seriamente a los potenciales estu diantes terciarios al declararlos no aptos. Fue un discurso importante que debió de haber generado un serio examen de conciencia en quienes elaboran esos tests. ¡Qué desalentador resultó, por lo tanto, ver en el APA Monitor una detallada defensa, larga y tediosa, de todo el sistema por parte de los bien resguardados directores del ETS! Esta defensa, en mi opinión, demos tró que no entendieron cuál era el meollo del problema. Sostengo en este libro que una de las principales razones de la situación ambigua y difícil en la que nos encontramos los psicólogos es que hemos evitado permanentemente la' confrontación con el dilema del hombre. A causa de nuestra tendencia a la reducción, aparentemente omnipresente, omitimos aspectos esenciales del funcionamiento humano. Y terminamos sin la “persona a la que le ocurren estas cosas”. Nos quedamos sólo con las “cosas” que pasan, suspendidas en medio del aire. El pobre ser humano des aparece en el proceso. A modo de ejemplo, es necesario que confrontemos nuestra propia dimensión histórica y la de los seres humanos que estudiamos, así como la historia de la cultura en la que vivimos y nos movemos y existimos. Es la incapacidad de ver las cosas en su dimensión histórica la que nos ha vuelto ciegos a los peligros de nuestro fenomenal crecimiento. Precisamos, además, confrontar la literatura, especialmente la literatu ra clásica. Las obras clásicas son tales porque han expresado algunos aspec tos invariables de la experiencia humana, coadyuvando a las necesidades de los seres humanos cuando fueron escritas y a las de las diferentes épocas yculturas desde entonces. Porque la literatura es la autointerpretación de los seres humanos a lo largo de la historia. La literatura lleva implícitos otros dos asuntos que debemos enfrentar: nos referimos a los símbolos y los mitos perdurables. Ambos comunican, de una manera que zanja las diferencias entre distintas épocas y culturas, la esencia de lo que significa ser humano. Los símbolos y los mitos constitu yen la estructura inmaterial que es la base de nuestra cultura, y son los sím bolos y los mitos los que sufren en una época de perturbaciones como la nuestra. Hablan directamente del dilema del hombre. ¿Cómo podemos aten der a los males que aquejan a los seres humanos si somos extraños a su len guaje más profundo? 13’ www.FreeLibros.me Ninguno de nosotros sabe si alguna vez podremos hacer de la discipli na psicológica una “ciencia de los seres humanos”. Pero si enfrentamos el dilema del hombre, al menos estaremos ocupándonos, de seres humanos y no de unas criaturas truncadas y absurdas reducidas a partes aisladas, y sin centro, alguno, partes que podemos poner a prueba ya que se ajustan a nues tras máquinas. Claro que esto, supone renunciar a nuestra propia necesidad, de poder y poner en claro nuestra necesidad de control. Sólo entonces, podremos, albergar alguna esperanza de que nuestra obra perdure. Ojalá este libro contribuya a tal fin. 14 www.FreeLibros.me El dilema del hombre ...Licón afirma en el juicio (a Sócrates); “No hay fe que soporte ser sometida a examen; un árbol no puede vivir si se exponen sus raíces a la vista”. Sin embargo, la libertad sólo puede existir cuando la vida es sometida a examen constante y donde no hay censores que les digan a los hom bres hasta dónde Pueden llegar con sus investiga- cones. La vida humana vive en esta paradoja y entre la espada y la pared. El examen es la vida y el examen es la muerte. Es ambas y es la exten sión que existe entre ellas. M a x w e l l A n d e r s o n , “Notes on Socrates”, en la sección drama del New York Times, 28 de octubre , 1951. www.FreeLibros.me www.FreeLibros.me 1 ¿QUÉ ES EL DILEMA DEL HOMBRE? Sin embargo no se, debería considerar desdeñosa mente lo paradójico; la paradoja es el origen de la pasión del pensador, y un pensador sin paradoja es como un amante sin sentimiento: un despreciable mediocre. K ie r k e g a a r d , Fragments, pág. 29. De vez en cuando tengo una curiosa fantasía. Se trata de algo más o menos así. Un psicólogo -uno cualquiera, o todos nosotros- llega a las puertas del cielo al final de una vida larga y fructífera. Es conducido ante San Pedro para la habitual rendición de cuentas. Imponente, San Pedro, tranquilamente sen tado ante su escritorio, semeja en su aspecto al Moisés de Miguel Ángel. Un asistente angélico, vestido de chaqueta blanca, deja caer sobre el escritorio un sobre de papel madera que San Pedro abre y examina frunciendo el entrece jo. A pesar del terrible semblante del juez, el psicólogo aprieta su portafolio y avanza con encomiable coraje. Pero el entrecejo de San Pedro se frunce aún más. Tamborilea los dedos sobre el escritorio y gruñe unos “ejem, ejem” nada aclaratorios mientras clava en el candidato sus ojos mosaicos. El silencio es desconcertante. Finalmente el psicólogo abre su portafo lio y exclama: “¡Aquí están! Las reimpresiones de mis ciento treinta y dos trabajos”. t San Pedro sacude lentamente la cabeza. Hurgando en las profundidades del portafolio el psicólogo ofrece: “Permítame presentarle las medallas que recibí por mi hazaña científica”. El ceño de San Pedro no disminuye mientras continúa en silencio, con la vista clavada en el rostro del psicólogo. 17 www.FreeLibros.me Por fin, San Pedro habla: “Me doy cuenta, buen hombre, de lo trabaja dor que fue. No se lo acusa de pereza. Tampoco de conducta anticientífica”. Calla de nuevo y su expresión se vuelve aún más sombría. El psicólogo com prende que mucho antes de que la confesión pasara a realizarse en el diván del psicoanalista, era sumamente estimada en estas mismas partes. “Bueno, es cierto”, admite con una exquisita muestra de sinceridad, “deformé un poco los datos en mi trabajo de tesis”. Pero San Pedro no se aplaca. “No”, dice, sacando el formulario 1 -A del ex-pediente, “no es inmoralidad lo que aparece en este documento. Usted es tan ético como cualquier otro. Tampoco lo estoy acusando de ser conductis- ta o místico o funcionalista o existencialista o rogeriano. Esos son sólo peca dos veniales.” Después de dar un resonante golpe sobre el escritorio con la palma de la mano, San Pedro exclama en un tono similar al de Moisés dando las nue vas de los diez mandamientos: “ ¡Se lo acusa de nimis simplicando!” “Se ha pasado la vida convirtiendo las montañas en montículos: de eso es culpable. Cuando en el hombre había un sentimiento trágico usted lo conver tía en trivial. Cuando había en él picardía, usted lo llamaba fruslería. Cuando sufría pasivamente, lo describía como bobo; y cuando él juntaba el coraje necesario para actuar, usted denominaba al hecho estimulo y respuesta. El hombre experimenta pasión, y usted, cuando dictaba pomposamente su clase, la llamaba “satisfacción de las necesidades básicas”, y cuando estaba tranqui lo y contemplaba a su secretaria la llamaba “liberación de tensiones”. Usted hizo al hombre a imagen y semejanza de sus ideas sexuales o de las máximas de su infancia de la escuela dominical: ambas igualmente horrendas.” “En suma, ¡lo enviamos a la tierra para que estuviera 72 años en un circo dantesco y usted se pasó día y noche en espectáculos secundarios! ¡Nimis simplicando!' Cómo se declara, ¿culpable o inocente?” “¡Oh, culpable, su celestial señoría”, tartamudea el psicólogo. “O mejor dicho, inocente. Porque yo estaba tratando de estudiar cómo se comportaba el hombre, ¿acaso no es ese el fin de la psicología? Y su propio Libro Santo dice que el hombre es un gusano, y que no hay salud en él. Por lo tanto, ¿no estaba cumpliendo con la tarea que se esperaba de mí?” San Pedro barre el formulario 1 -A del escritorio con el antebrazo y se inclina sobre el rostro del psicólogo: “ ¡Usted ni siquiera vio al hombre que estaba estudiando! ¿Se cree que yo no sé que a veces es un gusano? Pero ese gusano también se yergue y pone una piedra sobre otra para construir el * Los eruditos en latín me han informado que nimis significa “excesivo” y simplicandum, “simplificar”. O sea, simplificar en exceso. 18 www.FreeLibros.me Partenón. Y ese hombre una noche se detuvo en el desierto junto al Nilo y observó las estrellas y se maravilló. Y cuando las estrellas se desvanecieron del firmamento volvió a su cueva en la colina y estudió las patas del ibis pin tadas en sus piezas de alfarería. Y sacó un trozo de madera chamuscada del fuego y trazó un triángulo sobre la pared, y creó las matemáticas. Y así se enseñó a determinar las órbitas de la estrellas y aprendió a sembrar sus gra nos de acuerdo con las crecientes y las bajantes del Nilo. ¿ Un gusano hace eso? Usted se olvidó de todo esto, ¿no es verdad?” El psicólogo retrocede. “Su señoría, ¡sólo trataba de dejar al hombre expresarse por sí mismo!” n “Oh, usted lo hacía, ¿no es así? Y ¿qué hay respecto de esos experi mentos?” San Pedro señala con un gesto el portafolio todavía abierto. “Anoche cuando supe que venía leí sus trabajos en un microfilme celestial. ¿Qué pasa con aquellos experimentos en los que la gracia consistía en enga ñar al sujeto? Presione esta palanca y así hará sufrir al tipo que está al otro lado del vidrio.’ Y usted hacía que el hombre que iba a servir de señuelo fin giera muecas de dolor y siguiera el juego. ‘¿Cuál de las líneas es la más larga? A ver toda la clase’. ‘Oh, la más corta es la más larga.’ Y usted, Sujeto-cabeza-de-turco, ¿sigue sosteniendo estúpidamente en contra de toda la clase que la línea más larga es la más larga?” San Pedro suspira y se recompone. “Le confieso que es la únicacosa que nunca pude entender de ustedes los psicólogos. Una vez que obtienen el doctorado suponen que pueden embaucar a los demás seres humanos todo el tiempo. No podrían ni engañar a su perro de esa manera: él se daría cuenta del engaño de inmediato.” El intento de defensa por parte del psicólogo, “pero todos los sujetos participaban voluntariamente en el experimento...” termina ahogado por el tono estentóreo de San Pedro: “Oh, no crea que no lo sé. El animal humano posee una enorme capacidad para fingir que lo embaucan, y no permite que nadie, ni siquiera él mismo, se dé cuenta de que está fingiendo. Pero es usted de quien yo tenía mejor opinión...” y señala con un largo dedo huesudo al psicólogo. “Usted pensaba que todo el mundo podía ser engañado. Todos, excepto usted. Siempre supuso que usted, el burlador, ¡jamás seria burlado! No es una teoría muy coherente, ¿no lo cree?” San Pedro suspira. El psicólogo abre la boca, pero San Pedro levanta una mano, “ ¡Por favor! No me venga con su bien practicada chachara. Hace falta algo nuevo.... algo nuevo.” Y vuelve a sentarse, meditando... A esta altura, yo también estoy meditando. La fantasía tiene muchos finales: tantos como el humor de uno en un determinado momento. Pero 19 www.FreeLibros.me cualquiera sea el final, y haciendo abstracción de cómo nos pueda ir a cual quiera de nosotros cuando tengamos que rendir cuentas a la entrada del cielo, ¿no debemos preguntarnos si San Pedro no ha pescado la importancia de algo, como se dice vulgarmente? Este libro comienza así con una nota de irreverencia. Y me temo que debo advertir al lector que este capítulo, por lo menos, continuará en el mismo tono. Porque en la psicología la mayor parte del tiempo ¿no hemos pasado por alto, cuando no suprimido lisa y llanamente, consideraciones de importancia básica en la experiencia humana? Me propongo citar algunas de estas consideraciones que me vienen a la mente y que se agrupan alrede dor de lo que llamaré aquí el “dilema del hombre”. ¿Qué es el dilema del hombre? Permítanme ejemplificarlo de la mane ra más rudimentaria, y aunque estaré simplificando, espero no estar incu rriendo en nimis simplicandum. Estoy aquí, sentado ante mi máquina de escribir, escribiendo uno de los capítulos que siguen. Mientras lo hago, tengo la vivencia de mí mismo como un hombre que debe terminar un capitulo, que se ha puesto una fecha lími te, que tiene pacientes que vendrán a la tarde y que se tiene que preparar para recibirlos a partir de las dos en punto, y que además debe tomar algún medi camento para evitar un resfrío en cierne. Echo un vistazo al reloj y cuento rápidamente la cantidad de páginas que he completado hasta el momento. Mientras escribo me asalta un pensamierto turbador: “A mi colega, el profe sor Fulano de Tal, no le va a gustar este punto; ¿quizá debiera hacer menos clara mi idea, hacerla sonar más profunda y no tan fácil de atacar?” Noblemente rechazo tan indigna tentación; pero sí voy a apuntalar las defen sas de mi razomiento; después me aparto de estos pensamientos intrusos y vuelvo a mi máquina de escribir. Ahora bien, en el estado que acabo de describir, me estoy contemplan do y tratando como un objeto, un hombre, que ha de ser controlado y diri gido a fin de que ejecute con la mayor eficacia posible la tarea que tiene entre manos. Advierta que mis oraciones se articulan mediante verbos como tener que, deber, poner una fecha límite. Y las preguntas que me formulo a mí mismo son algunas variantes de: ¿Cuál es la mejor manera de hacer esto? ¿y la técnica más eficaz? El tiempo es exterior, lo establecen el calendario y el reloj. Me trato a mi mismo como alguien que debe “encajar en”; estoy satisfecho en ese momento de ser una criatura de hábito sin mucha libertad de acción en su conducta; y mi objetivo es disminuir aún más esta libertad de acción, controlar mi conducta de manera más rigurosa para terminar así más pronto mi capitulo. Pero mientras continúo escribiendo me encuentro repentinamente atrapado por una idea interesante. Ah, aquí hay algo que ha estado revolote 20 www.FreeLibros.me ando durante años por la periferia de mi conciencia: ¡qué perspectiva atra yente la de elaborarlo ahora mismo, darle forma y ver a dónde conduce! Miro por la ventana durante un rato, meditando, y sigo escribiendo después, casi sin darme cuenta del paso del tiempo. Me encuentro pensando: "¡Estupendo! Esta idea le da sentido a todo el razonamiento: quiero ponerla aquí, así que voy a volver a armar todo el capitulo.” Y experimento la sen sación estimulante de que esto-será-valioso: vale la pena que alguien lo lea. Ahora, cuando me asalta el pensamiento de que “al colega Fulano de Tal no le va a gustar”, casi ni me detengo a responder, “que se vaya al diablo, si no le gusta peor para él, yo quiero escribirlo lo mismo”. Prosigo escribiendo a máquina y de pronto, cuando parece que sólo ha pasado un instante, me doy cuenta de que son las doce y media, ha transcurrido media hora desde el momento en que había planeado terminar. En este segundo estado -cuya descripción sin duda revela mi propio prejuicio- no me estoy contemplando como objeto sino como sujeto. M is oraciones se articulan ahora mediante verbos como querer, desear, sentir, en lugar de tener y deber. En el primer estado era el objeto del tiempo; en este segundo, soy el sujeto, Ya no soy un “esclavo del tiempo”, pero esto no sig-, nifica que el reloj y el calendario hayan perdido toda significación. El tiem-> po se abre ante m í para que lo use como prefiera. En la primera instancia me había colocado en un estado determinista; en la segunda, el acento radi ca en mi libertad de acción, mi margen de libertad para elegir y moldear mi conducta a medida que avanzo. La meta del primer estado es la conducta efi ciente, el significado de lo que estoy haciendo es, en su mayor parte, extrín seco a mis acciones. El segundo estado pone el acento sobre la vivencia y la* selección de cosas de significado intrínseco, Una vez más los verbos resul tan ilustrativos: en el primer estado, tener que, deber y establecer están rela cionados con la conducta al servicio de un valor externo, que yo he acepta do al menos en parte: terminar el capítulo. En el segundo, querer, desear, sentir, son verbos que tienen que ver con un acto de valoración interno. El dilema del hombre es el que se origina en la capacidad de éste para sentirse como sujeto y objeto al mismo tiempo. Ambos son necesarios, para la ciencia de la psicología, para la psicoterapia y para una vida gratificante. En psicoterapia a cada momento surgen ejemplos de este dilema. Puedo considerar a mi paciente en función de categorías diagnósticas, como un organismo que se adapta en mayor o menor grado a tal o cual pauta. Sé, por ejemplo, que las micciones frecuentes están a menudo relacionadas con pau tas de competencia entre los individuos de nuestra cultura. Este enfoque toma al paciente como objeto, y desde un aspecto es totalmente legitimo. Pero en ese momento yo no puedo identificarme con el paciente, experi www.FreeLibros.me mentar lo que él está experimentando. En rigor, en la medida en que lo veo como objeto, no puedo entender las oraciones que formula cuando habla. Hace falta cierta capacidad para participar en una empatia subjetiva incluso para entender el lenguaje de otro, como lo demostraré más adelante. (Esto explica que sea tan difícil, a veces casi imposible, entender a alguien a quien odiamos.) Otro ejemplo al respecto se presenta en la consulta con un pacien te limítrofe. En esta circunstancia, debo considerar si requiere o no hospita lización, y en el caso de una respuesta afirmativa, cuál es el mejor método, etcétera, pero en ese momento yo me mantengo afuera y no estoy haciendo terapia. Si he de hacer psicoterapia con él, no me deben preocupar la extravan- gancia y falta de sentido de sus expresiones, sino cuál es el significado ocul to de sus símbolos.Si afirma que dos por dos es igual a cinco, no debo pre guntarme qué tipo de psicosis indica esto, sino ¿puedo decubrir qué signifi cado tiene para él hacer esta afirmación? Sólo entonces se le ayudará final mente a abandonarla. Un psicoterapeuta colega mío señala que él alterna, como en un partido de tenis, entre ver al paciente como objeto -cuando piensa en pautas, diná mica, prueba de la realidad y otros aspectos de los principios generales que se relacionan con su conducta- y como sujeto, cuando siente empatia hacia el sufrimiento del paciente y ve el mundo a través de sus ojos. Lo mismo vale para nuestra vida diaria. Si trato de actuar como “suje to puro”, libre y sin las trabas que imponen las exigencias limitadas de las señales de tránsito y los principios mecánicos que determinan con qué velo cidad mi automóvil puede superar una curva, por supuesto sufriré algún que branto, que por lo general no será ni tan noble ni tan dramático como el de ícaro. Si por el contrario me dispongo a considerarme como un “objeto puro”, totalmente determinado y manipulable, me convierto en alguien impulsado, agostado, no afectado por sus experiencias y sin relación con ellas. Y entonces mi cuerpo me empuja a recordar que no soy un objeto mecánico derribándome con una gripe o un ataque al corazón. Es bastante curioso que estas dos alternativas -se r “puramente libre” o “puramente determinado”- equivalgan a una actitud similar de jugar a ser Dios en lo que se refiere a que nos negamos arrogantemente a aceptar el dilema que es nuestro destino y nuestra gran potencialidad como seres humanos. Ahora bien, para precisar nuestra definición: no estamos describiendo simplemente dos formas sustitutivas de conducta. Ni tampoco es del todo exacto hablar de ser sujeto y objeto simultáneamente. El detalle importante es que nuestra conciencia es un proceso de oscilación entre ambos. De hecho, ¿la conciencia no consiste precisamente en esta relación dialéctica 22 www.FreeLibros.me entre sentirme a mí mismo como sujeto y como objeto? El proceso de osci lación me confiere potencialidad: puedo elegir entre los dos, puedo inclinar mi peso hacia un lado o hacia el otro. De cualquier modo, podemos alternar el ocuparnos de otra persona -po r ejemplo, un paciente en terapia- con el hecho de ocuparnos de nosotros mismos; lo importante es la brecha entre los dos modos de responder. Mi libertad, en su sentido genuino, no radica en mi capacidad de vivir como “sujeto puro”, sino más bien en mi capacidad de experimentar ambos modos, de vivir en la relación dialéctica. 1 Ya que cierta cantidad de autores, incluyéndome a mi, ya han tratado de describir esta capacidad con mayor detalle, no entraré aquí en sus inferen-* cias infinitamente vastas. Agregaré tan sólo que esta solución de continuidad entre sujeto y objeto sustenta nuestra experiencia del tiempo e indica por qué razón el tiempo es una dimensión tan importante para los seres humanos. Es la experiencia de una distancia entre el sujeto y el objeto, un vacío creativo que debe ser tenido en cuenta y llenado. Hacemos esto mediante el tiempo; decimos: “hoy” estoy aquí; “mañana” estaré allá. Por el mismo motivo, el hecho de experimentar esta relación dialéctica entre sujeto y objeto ha dado lugar al surgimiento y evolución del lenguaje humano, las matemáticas y otras formas de simbolización. La relación entre el lenguaje y nuestra expe riencia del tiempo es, por lo tanto, de sumo interés: el lenguaje se vuelve posible gracias a nuestra capacidad para “conservar” el tiempo: experiment tamos una laguna respecto de la cual debemos hacer algo. El lenguaje nos da también poder sobre el tiempo: hablamos de “hoy” y “mañana”; planea mos nuestras vidas para la semana “próxima” y el año “que viene”. E inclu so podemos dar ese asombroso paso final de la conciencia de un sujeto que sabe que es también objeto: anticipar en tiempo futuro nuestra propia muer te, es decir, “Yo sé que en algún momento del futuro dejaré de existir”. Este dilema estaba indeleblemente impreso en mi mente cuando hace doce años sostuve una conversación con el físico Werner Heisenberg. Los dos teníamos por delante un viaje de varias horas en automóvil para asistir a una conferencia, así que aproveché la oportunidad para pedirle que me explicara su principio de indeterminación. 1 Es en esta brecha donde aparece la forma de angustia que es típicamente humana: la angus tia que es el “vértigo de la libertad”, como dice Kierkegaard. El neurótico trata de evitar la angus tia abandonándose a una libertad irresponsable o mediante la actitud opuesta de controlar de manera obsesiva hasta la más mínima acción. Pero ninguna de las dos actitudes da resultado. La persona sana es la que elige dentro de la brecha. Cuando se pone a pintar un cuadro, por ejemplo, se libera a si misma para dejar que entren en acción su visión, sus fantasías, sus impulsos irracio nales. Cuando estudia para un examen final, por el contrario, adopta una modalidad bien contro lada, objetiva y dirigida externamente. 23 www.FreeLibros.me Hombre muy cordial, me complació. En el transcurso de su explicación hizo hincapié en su convencimiento de que nuestra visión clásica y hereda da de la naturaleza como un objeto que está “allá afuera” es sólo una ilusión, el sujeto es siempre parte de la fórmula el hombre que contempla la natura leza debe figurar también, como el experimentador en sus experimentos y el artista en el paisaje que pinta. Esta polaridad sujeto-objeto, me señaló, era lo que él y Niels Bohr denominaban el “principio de complementariedad”. En este punto hizo una digresión: “Por supuesto, ustedes los psicólogos en su disciplina han sabido esto siempre”. Sonreí para mí mismo, no querien do interrumpir su exposición; pero experimenté la incómoda sensación de que la relación inseparable entre el sujeto y el objeto que Heisenberg estaba describiendo, era exactamente lo que gran parte de la psicología contempo ránea estaba tratando de evitar tenazmente. 2 ¡ Nuestro dilema ha sido expresado de manera diversa por biólogos, filó* sofos, teólogos y artistas. Aun cuando el lenguaje de algunos de los que cita ré ahora no sea ciertamente psicológico, representa, no obstante, una for mulación seria de los fenómenos que la psicología debe tener en cuenta y a los que en cierto modo debe adaptarse. Kurt Goldstein, sobre la base de sus estudios neurobiológicos, describió este fenómeno como la capacidad del hombre para trascender la situación inmediata y concreta de la cual fatal mente forma parte y para pensar en términos abstractos, es decir, para pen sar en función de “lo posible”. Goldstein sostenía, como muchos investiga dores en este campo, que esta capacidad es lo que distingue al hombre de los animales y de la naturaleza inanimada en la escala evolutiva. 2 Una alentadora excepción es la investigación desarrollada por Robert Rosenthal en Harvard sobre el “prejuicio del experimentador” en psicología. Rosenthal reclutó tres grupos de estudian tes avanzados para que participaran en un experimento con ratas que debían recorrer un laberin to. Informó al primer grupo de estudiantes que las ratas que les había dado eran muy inteligentes, al segundo grupo no le dijo nada sobre los animales, y al tercero le advirtió que sus sujetos eran ratas especialmente opacas. En realidad todas las ratas eran “ingenuas”, en el sentido que todas tenían la misma capacidad (o carecían de ella). Sin embargo, las ratas del primer grupo se des empeñaron significativamente mejor en el laberinto y las del tercer grupo (las supuestamente opa cas) fueron las que peor lo hicieron, con un mal desempeño realmente llamativo. Rosenthal y sus colegas han repetido este experimento con muchas variantes incluyendo pruebas con sujetos humanos. No hay duda de que el “prejuicio”, o la expectativa, del experimentador si influye en el rendimiento de los sujetos, a pesar de que se adoptaron todos los recaudosnecesarios para que los distintos experimentadores dieran exactamente las mismas instrucciones a sus sujetos. ¿Cómo se comunica la expectativa del experimentador a las ratas y otros sujetos? Al parecer lo más proba ble es que sea mediante movimientos corporales. Rosenthal está tratando de determinar ahora mediante el estudio de los movmientos de estos experimentadore qué es lo que se comunica. En mi opinión también influyen el tono y la inflexión de voz y el lenguaje subliminal infinitamente matizado con el cual nos comunicamos sin saber que suele ser significativo. 24 www.FreeLibros.me Desde un punto de vista filosófico, Paul Tillich describió el dilema como la “libertad finita” : el hombre es finito en el sentido de que está suje-* lo a la muerte, la enfermedad, las limitaciones de la inteligencia, la percep ción, la experiencia y otras fuerzas deterministas ad infmitum. Pero al mismo tiempo el hombre tiene la libertad de relacionarse con estas fuerzas: puede tener conciencia de ellas, darles significado y seleccionar e inclinar se a favor de tal o cual fuerza que actúa sobre él. Reinhold Nieburli, desde un punto de vista más teológico, describe el fenómeno como fruto del hecho ile que la experiencia humana combina tanto la “naturaleza” como el “espí ritu”, y el hombre actúa en estas dos dimensiones de manera simultánea. Para el biólogo suizo Adolph Portmann lo que caracteriza al hombre es su “apertura al mundo”. O sea, si bien por una parte el hombre está unido a su medio natural de infinitas maneras, por la otra puede ejercitar libertad de movimiento en relación con este medio. Existe aquí una progresión evoluti va: los árboles y las plantas poseen poca libertad de movimiento en relación con sus medios; los animales, con locomoción y el desarrollo de nuevos sen tidos, poseen un alcance mayor de movimiento. Pero el gusano está todavía atado al mundo del gusano y el ciervo al ámbito de su bosque, mientras que en el hombre aparece una dimensión radicalmente nueva de la apertura al mundo. “El libre juego de los miembros”, escribe Portmann, “que brinda al lactante humano muchísimas más posibilidades que las que tienen el moni- to o el primate recién nacido nos recuerda que nuestro propio estado en el momento del nacimiento no es simplemente el de indefensión sino que está caracterizado por una libertad significativa.”1 Es gracias al surgimiento de la conciencia que el hombre posee esta dimensión radicalmeate nueva de aper tura al mundo, la libertad de movimiento en relación con el medio objeti vo. Y lo que es de particular importancia para nuestra exposición aqui: la capacidad del hombre de estar autoconsciente del hecho de que es libre y esclavo a la vez brinda al fenómeno el genuino carácter de un dilema, en el que se debe adoptar alguna decisión, aunque sólo sea pegarse a hacerse res ponsable de la libertad que implica esta apertura al mundo. Los artistas, por supuesto, han vivido íntimamente este dilema desde la primera vez que un cavernícola asió unas cañas y colores y luchó contra la rebeldía de la pintura y las paredes de la cueva y las formas, e intentó hacer ’ Adolph Portmann, Biologische Fragmente zu einer Lehre vom Menschen, Basilea, 1951, pág. 30. Agradezco a Emst Schachtuel su útil exposición sobre Portman y también esta cita. Véase Ernst Schachtuel, Metamorphosis, Basic Books, Nueva York, 1959, pág. 71. Partiendo de enfo ques distintos, otros biólogos alemanes como J. von Uexkiill y V. von Weizsäcker han llegado a conclusiones similares a las de Portmann. 25 www.FreeLibros.me un cuadro que comunicara su experiencia subjetiva del bisonte o del reno. Eugene O’Neill califica al dilema como determinismo biológico, al que él denomina fuerza o destino, en contraste con la capacidad humana para mol dear el determinismo. En 1925 escribía en una carta: Tengo siempre una conciencia muy aguda de la fuerza y de la eterna tragedia del hom bre en su lucha gloriosa y autodestructiva tendiente a hacer que la fuerza lo exprese en vez de ser, com o lo es un animal, un incidente infinitesimal en la expresión de ésta. Y sostengo la orgullosa convicción de que es éste el único tema sobre el que vale la pena escribir y sobre el que es posible -o puede serlo- desarrollar en el teatro una expresión dramática en función de los valores y sím bolos modernos transfigurados, capaz hasta cierto punto de hacer que los espectadores actuales se den cuenta cabal de su ennoblecedora identidad con las figuras dramáticas que están en la e sc en a .4 U n a C o s a , por cierto, es que Eugene O’Neill y los artistas se enriquez can con este dilema, y otra muy distinta introducir el fenómeno en la cien cia de la psicología. El dilema que estamos esbozando a grandes rasgos ha constituido comprensiblemente una complicación y en cierto aspecto un escándalo para la psicología. Empeñado en construir sistemas científicos empíricos, el psicólogo se encuentra lanzado de pronto a una caldera de autocontradicción. Cuanto más se esfuerza por ser “puramente objetivo” con respecto a sus datos y su trabajo, más queda atrapado en la subjetividad, aunque lo niegue. Morris R. Cohén formula así este dilema: “A diferencia del físico, el psicólogo... investiga procesos que pertenecen al mismo orden -percepción, aprendizaje, pensamiento- que aquellos mediante los cuales conduce su investigación”.5 La dificultad en la que desemboca la psicología al pasar por alto o tra tar de evitar este dilema puede ejemplificarse mediante una carta que recibí mientras escribía este capitulo introductorio. La carta, proveniente de cole gas pertenecientes a un excelente departamento de psicología de una uni versidad, me informa que mi nombre fue seleccionado en un muestreo de los miembros de la American Psychological Association. ¿Tendría la amabili 4 Carta a Arthur Hobson Quinn, citada en Doris v. Falk, Eugene O ’Neil and Tragic Tensión, Rutgers University Press, New Brunswick, N.J., 1958, págs 25-26. O’Neil emplea el término “autodestructiva”, pero es evidente que quiere decir que al mismo tiempo es la lucha más cons tructiva, la lucha por la cual, y sólo por la cual, un ser humano logra su individualidad y confiere tanto significado como belleza a su vida. 5 Morris R. Cohén, Reason and Nature, Free Press, Glencoe, Illinois, 1953, pág. 81. En un próximo capítulo volveremos a la cuestión de las consecuencias prácticas de esto para la ciencia de la psicología. 26 www.FreeLibros.me dad de participar en su estudio marcando con una tilde la escala incluida en una tarjeta adjunta? En cada extremo de la tarjeta aparecía la siguiente pro posición: Estoy junto al ventanal de la nursery de un hospital y miro a los recién nacidos.¡Qué diferentes parecen cuando se los mira de cerca! Si uno pudiese conocer las dim ensio nes a medir, uno podría ver aquí el com ienzo de estilos individuales que perdurarán toda la vida. La proposición opuesta era: Estoy junto al ventanal de la nursery de un hospital y miro a los recién nacidos. Sonrío cuando me sorprendo observando a uno e imaginando su “personalidad”. Qué tonte ría suponer que las dim ensiones del estilo personal que sería plausible poder medir en la nursery persistirán a través de la miríada de tropiezos que le esperan al niño, al ado lescente, al joven. Se me pedía que marcara con una tilde si estaba plenamente de acuer do con una proposición o con la otra, o en qué punto de la escala entre las dos se hallaba mi opinión personal. Ahora bien, el único problema con una escala de este tipo es que estas proposiciones no son opuestas de modo alguno. Uno de mis pacientes que fue padre recientemente me contó que el obstetra, al salir de la sala de par tos, le señaló: “Ha tenido un bebé largo, va a ser un chico alto”. Evidentemente ese padre, y cualquiera de nosotros que mire objetivamente a los bebés, sabe que el tamaño físico, el aparato neurológico, y otros ele mentos que se dan en ese momentoy pueden ser medidos hasta cierto punto tendrán cierta influencia en el estilo del bebé a lo largo de su vida. Pero es igualmente evidente, e igualmente lógico, que tanto el padre como cual quiera de nosotros que se identifique subjetivamente con uno de los bebés, estará preocupado por las experiencias importantes de su futuro ignoto (¿guerra atómica? ¿radiación?) que modificarán radicalmente su desarrollo y pueden incluso anular la capacidad física original. Las marcas que ponga sobre la escala de mis colegas dependen de cuál relación elija tener con los recién nacidos en un momento determinado. Si estoy en mi ropa de trabajo y dictando mi clase de psicología, tenderé a pensar en la proposición “pre decible”, y ¡ay! del estudiante que no se dé cuenta de que debe poner la tilde cerca de ese extremo si está tratando de ingresar en la universidad. Lo que está mal con este test no son los detalles, sino el presupuesto básico en su conjunto. Los dos polos no son opuestos, sino dos dimensiones 27 www.FreeLibros.me en las que pensamos y sentimos todo el tiempo. Me pedían que hiciera abs tracción de mi experiencia humana y asumiera un rol; y lo que un test de este tipo recoge no son los juicios o la, experiencia de quienes responden, sino los roles que asumen. En esta situación extremadamente difícil y en algunos aspectos insoluble, no es sorprendente que aquellos de nosotros que han elegido ser psicólogos, experimenten una enorme inseguridad intelectual e incluso una actitud defen siva respecto de nuestra ciencia. Considero que no se puede evitar esta inse guridad sin violentar nuestro material, es decir, el ser humano. El gran interés de la psicologia por la metodología parece relacionarse con esta inseguridad, como ocurre con la esperanza -que creo que a la larga debe ser tan ilusoria como lo fue para los físicos - de que con sólo poder hallar el método correc to, nos libraremos del dilema del hombre. Por esta razón, algunos psicotera- peutas propugnan, por ejemplo, no formular la pregunta que nos permita com prender mejor a nuestro sujeto humano, sino la que produzca la respuesta cuantitativa que mejor se adapte a nuestro método y nuestro sistema. Ahora bien, por cierto me doy cuenta -si es que puedo decirlo sin pare cer demasiado condescendiente - de que la apremiante necesidad de ser honestos es uno de los motivos que lleva a los psicólogos a buscar medidas cuantitativas, la necesidad de descubrir si en realidad entendemos mejor al ser humano y de procurar formulaciones que no dependan de nuestros pro pios criterios subjetivos. Me doy cuenta también de que en la actualidad la investigación tiene que estar cuidadosamente fundada a fin de poder enseñar sus resultados y de que los demás pueden basarse en ellos. El impulso peren torio de llegar a la verdad es lo que nos perfecciona a todos nosotros como psicólogos, y es parte esencial de la integridad intelectual. Pero exhorto a que no permitamos que el impulso a la honestidad nos ponga anteojeras y cerce ne el alcance de nuestra visión de modo tal que perdamos de vista justamen te lo que comenzamos a entender: el ser humano vivo. Debemos ir más allá de la ingenuidad de creer que si podemos tan sólo llegar de algún modo y por último a los “hechos empíricos puros” habremos al fin arribado a puerto sanos y salvos. El profesor Feigl hace bien al recordarnos que nuestras difi cultades no son tan fáciles de superar. “Simplemente sugeriré”, afirma, “que el empirismo radical tiene mucho que ver con el deseo de seguridad intelec tual, es decir, con el deseo de limitar las propias extrapolaciones al dominio en el cual ya han sido concienzudamente puestas a prueba... La fobia a las hipótesis ha sido con frecuencia un rasgo de personalidad de los positivistas.”6 6 En un discurso pronunciado ante la convención anual de la American Psychological Association. H. Feigl, “The Philosophical Embarrassments o f Psychology”, en American Psychologist, 14:125-126, 1959. 28 www.FreeLibros.me Para demostrar algunos de los problemas e interrogantes que surgen de lo que denomino dilema del hombre, deseo hacer referencia, aunque más no sea brevemente, a los debates entre los dos psicólogos que son ampliamen te conocidos como representantes de los dos extremos de este dilema, B.F. Skinner y Cari Rogers.7 A partir de su trabajo sobre el condicionamiento operante, el profesor Skinner plantea que el dilema -o “la bifurcación”, como él lo llama - se puede evitar mediante la aplicación universal de sus concepciones y métodos conductistas. “La bifurcación de la naturaleza en propiedades físicas y psíquicas se puede evitar demostrando que el organis mo individual simplemente reacciona a su ambiente y no a alguna experien cia interna de ese ambiente.”8 En otro momento sostiene la necesidad e inevitabilidad del control externo sobre el hombre, y afirma que el “control interno” carece de relevancia, y - aunque no sé si tiene en cuenta todo lo que implica esta afirmación - que “el control externo y el control interno son la misma cosa”.9 Sí, la bifurcación puede omitirse precisamente omitiendo uno de los aspectos del dilema, la experiencia subjetiva, y luego -ya que la experiencia subjetiva rehúsa ser suprimida- incluyéndola directamente en el “control externo”. O al menos uno puede hacer esto en los papeles o en situaciones de laboratorio y hospital especialmente controladas. Pero si se me permite una pregunta ingenua, basada en lo que hemos demostrado a cada momen to en psicoterapia, ¿no es un hecho que la gente reacciona ante una expe riencia interna de su medio, ve su medio en función de su experiencia pasa da, y lo interpreta sobre la base de sus propios símbolos, esperanzas y temo res? Cuando Skinner sostiene, además, que en la educación “el niño puede ser moldeado como el alfarero lo hace con la arcilla”, nuestra respuesta no es que esto sea imposible. Da resultado hasta cierto punto y en ciertas situa ciones determinadas. Pero este modo de ver ¿no excluye importantes expe riencias que volverán para perseguirnos, no deja afuera de la ecuación, por ejemplo, motivaciones subjetivas críticas del aprendizaje como aquellas que Jerome Bruner llama curiosidad y Robert White denomina deseo de compe tencia? Cada vez que oigo la metáfora del alfarero y la arcilla aplicada a seres humanos, me preparo para el estallido de un trueno y la acusación de nimis simplicandum atravesando los cielos como un rayo lanzado desde el Monte Olimpo. , 7 Retomaremos a la obra de Skinner y de Rogers en el capitulo 14. “ Scientific Monthly, noviembre de 1954. ’ Science, noviembre de 1956. 29 www.FreeLibros.me Esta problemática cuestión vuelve a presentarse cuando leemos el inte resante debate (postumo, al menos para una de las partes) de Skinner con Dostoievski: El estudio de la conducta humana (escribe Skinner) responde también a la cínica denuncia de que existe una evidente “perversidad” en el hombre que frustrará siempre los esfuerzos tendientes a su perfección... D ostoievski afirmaba ver algún plan en esto. “Por pura ingratitud”, se quejaba, o posiblem ente se ufanaba, “ el hom bre tiene el hábito de jugar sucio sólo para probar que los hombres son hombres toda vía y no teclas de un piano... E incluso si se pudiera probar que un hombre es só lo una tecla de piano, haría todavía algo por pura adversidad -crear destrucción y el caos simplemente para probar que tiene razón...Y si a su vez todo esto pudiese ser anali zado y evitado al saber de antemano qué va a ocurrir, entonces el hombre se volverá deliberadamente loco para no dar su brazo a torcer. Skinner procede entonces a exponer su propia reacción ante las aseveracio nes del novelista ruso. Es ésta una comprensible reacción neurótica a un control inadecuado. Unos poco's hombres pueden haberla manifestado, y muchos tal vez hayan disfrutado con las afirmaciones de Dostoievski porque tienden a manifestarla. Pero que esa perversidad sea una reacción fundamental del organismo humano ante condiciones de con trol es puro disparate. 10 Primero debemos aclarar ciertas palabras del profesor Skinner pues implican una petición de principio. Supongamos que Dostoievski no se está “quejando” ni “ufanando”, sino que está tratando de establecer un punto que considera importante. Tampoco nos debe inducir a error el hecho de que el profesor Skinner se desembarace de su oponente mediante un diagnóstico psicopatológico, un error del que habitualmente se nos acusa a los psicote- rapeutas- como por ejemplo cuando califica las afirmaciones de Dostoievski de “reacción neurótica” y sostiene que quienes “disfrutan con ellas” (entre los que francamente me incluyo) muestran también esta misma “reacción neurótica”. Más allá de esto, la respuesta del profesor Skinner a Dostoievski es “puro disparate”. Pero recordemos que éste es el Dostoievski que nos dio los personajes conmovedoramente profundos de Los hermanos Karamazov y el retrato maravillosamente sutil de la evolución psicológica en Crimen y castigo y a 10 B. F. Skinner, “Freedom and the Control o f Man”. American Scholar, invierno 1955-56. vol. 25, n° 1. 30 www.FreeLibros.me quien el consenso general ha reconocido como uno de los más grandes estu diosos y retratistas de la experiencia humana en lo que va de la historia. ¿No tiene que haber algo radicalmente erróneo en una solución del dilema que exige, o permite, desechar a Dostoievski por ser “puro disparate”? Y deja mos a un lado este razonamiento en la convicción de que, mucho después de que nuestros actuales métodos psicológicos queden relegados a los archivos polvorientos y sean reemplazados una y otra vez por otros nuevos, la obra ile Dostoievski continuará serenamente, revelando a una generación tras otra su profunda sabiduría con respecto a la experiencia humana. Cari Rogers, en la otra punta de este debate, ha sostenido coherente y firmemente que lo que importa es el control interno, su enfoque está “cen trado en el cliente” y no en el medio. Rogers ha sido siempre de la opinión de que si uno le brinda al paciente la relación humana correcta -es decir, una relación caracterizada por la “coherencia”, el respeto y la aceptación de todos los sentimientos - el paciente irá alcanzando de manera casi natural la madurez, la responsabilidad y otras metas generalmente aceptadas de la terapia. Rogers ha sido descrito como un “rousseauniano”, y él ha aceptado esta calificación de buen grado. De diferentes maneras, afirma una y otra vez su convicción de que el ser humano es “exquisitamente racional”, y elegirá lo que racionalmente más le convenga si se le brinda la oportunidad correc ta. Todo esto se traduce en una declaración enfática a favor del otro extremo del dilema. Pero me gustaría plantear varias preguntas. Mis dudas se basan sobre todo en mis observaciones como uno de los diez miembros del jurado que opinó sobre la terapia en un proyecto de investigación desarrollado por Rogers durante cuatro años en la universidad de Wisconsin, y donde aplicó su terapia centrada en el cliente a pacientes esquizofrénicos. Al escuchar las grabaciones de esta terapia, me sorprendió el hecho de que aunque los psicoterapeutas rogerianos eran excelentes cuando refleja ban la soledad, la resignación, el abandono, la tristeza, etc.., del paciente, prácticamente jamás reflejaban su ira. Otras emociones negativas, como la agresión, la hostilidad y el conflicto genuino (a diferencia de la mera des avenencia) también estaban casi ausentes en las respuestas del terapeuta en las grabaciones. No pude dejar de preguntarme si estos pacientes nunca sen tían ira. Por cierto, los sentimientos de hostilidad y las expresiones del deseo de pelear jamás pueden esta del todo ausentes en una persona, salvo que se trate de un caso absolutamente patológico. Y no estaban ausentes en estos pacientes, como se vio después: ocasionalmente en la grabación aparecía algún paciente que sentía cólera hacia el personal del hospital o el propio psicoterapeuta. Pero el terapeuta casi nunca se daba cuenta de esto e inter pretaba este sentimiento como soledad o incomprensión aun cuando el 31 www.FreeLibros.me paciente trataba de hacer clara su emoción mediante interjecciones airadas y blasfemias. Otros jurados que juzgaron estas grabaciones advirtieron también la incapacidad de los terapeutas para percibir o responder a las emociones agresivas y negativas, Y en realidad, incluso Rogers y sus colaboradores se plantearon un interrogante sobre este punto en su resumen de las críticas profesionales de los jurados. Particularmente llamativa resultó la observación casi general respecto de que el pro ceso de terapia centrado en el cliente evitó de algún m odo las expresiones usuales y esperadas de los sentimientos agresivos, hostiles o negativos del paciente. Resulta clara la sugerencia implícita de que el psicoterapeuta centrado en el cliente por algu na razón parece menos abierto a recibir sentimientos agresivos, hostiles o negativos. ¿Es que los terapeutas no comprenden bien o sienten poco respeto por sus propios sentim ietos agresivos, hostiles o negativos, y son por lo tanto incapaces de percibir adecuadamente esos sentimientos en el paciente? Necesitamos, por consiguiente, formular la pregunta. ¿El acento que Rogers pone sobre la racionalidad, y su creencia en que el individuo sim plemente escogerá lo que es racional para él, no omite un gran sector del espectro de la experiencia humana, más precisamente, los sentimientos irra cionales? Admitamos que no es “exquisitamente racional” morder la mano que nos alimenta, sin embargo esto es exactamente lo que los pacientes hacen: y es una de las razones por las que necesitan de terapia. Por otra parte, esta ira, esta agresividad y esta hostilidad expresan con frecuencia el esfuerzo más valioso del paciente tendiente a la autonomía, su manera de tratar de encontrar algún punto de apoyo contra las autoridades que han sofocado siempre su vida: que la han asfixiado tanto a fuerza de “benevo lencia” como de explotación. Nuestra posición es que el énfasis excesivo en el polo subjetivo del dile ma del hombre, el de la libertad, y el olvido del ser humano como objeto determinado, constituye también un error. Rogers tal vez concuerde en parte, al menos en teoría, con esta posición. En un trabajo reciente, escrito después de la investigación antes mencionada, expone lo que él denomina la “paradoja” de la experiencia humana: Estoy convencido de que una parte de la vida moderna consiste en hacer frente a la paradoja según la cual visto desde una perspectiva, el hombre es una máquina com pleja... Por otra parte, en otra dimensión de su existencia, el hombre es subjetivamen te libre; su elección y su responsabilidad personales dan razón de su propia vida: él es en realidad el arquitecto de sí mismo. Si en respuesta a esto alguien señala: “Pero estas 32 www.FreeLibros.me dos opiniones se contraponen, las dos no pueden ser ciertas”, mi respuesta es: “Esta es la paradoja insondable con la que debemos aprender a vivir”.“ De hecho es verdad. Pero no se puede deducir de este trabajo si Rogers ¡ulvierte o no que esta afirmación modifica su concepción anterior con res- [vcto a que el hombre es “exquisitamente racional” y elegirá siempre lo iorrecto” si se le da la oportunidad. Porque si admitimos la paradoja ante- nor, ya no podemos hablar más del mero “crecimiento” como la necesidad l asica del ser humano, pues el crecimiento está siempre dentro de una rela- . ion dialéctica en un dilema que nunca se resuelve plenamente.12 ¿Qué es. entonces lo “correcto”? Una cosa es si se lo ve desde el punto de vista de la libertad y la subjetividad: Gauguin abandona su trabajo en un banco y su l.tmilia y se va a Tahiti a pintar y no cuesta mucho casi un siglo después cuando sus obras se han convertido en sólidas inversiones financieras- olvi darse de lo irresponsableque su “libertad” debe haber parecido en su época, l’ero ¿qué ocurre con lo “correcto” desde el punto de vista de un hombre que, a diferencia de Gauguin, desea adaptarse a su vida de bancario, desea que lo ayuden a ser un sujeto social con éxito en su comunidad? No quiero decir con esto que debamos simplemente acabar con las relatividades culturales y morales: esa también es una solución demasiado fácil como para hacerle jus ticia a la situación humana. Estoy planteando, en cambio, que hemos incu rrido en un peligroso exceso de simplificación respecto de nuestro concepto de nosotros mismos y de nuestro prójimo, y que debemos introducir en nues tra visión de conjunto el dilema de la experiencia humana. Podemos anunciar algo sobre nuestro próximo tema, mencionando aquí que las consideraciones anteriores arrojan luz sobre el motivo por el cual Kierkegaard y Nietzsche concedieron tanta importancia al compromiso. El propio hecho de comprometerse con uno u otro extremo de la paradoja añade una nueva “fuerza”que no estaba presente antes, y que no puede que dar contenida en el mero concepto de crecimiento. Cuando la persona opta por actuar, un nuevo elemento se agrega desde ese momento a la pauta moti- vacional, pero no nos es posible conocer la medida ni la dirección de esta fuerza sino hasta que la persona efectivamente opte por actuar. En este capítulo inicial, he descrito al sistema del hombre como la capa cidad de éste para verse como sujeto y como objeto. Mi idea es que uno y " Cari Rogers, “Freedom and Commitment” trabajo presentado ante el San Francisco State College, 1963. 12 Por el mismo motivo, Rogers ha rechazado siempre las consecuencias totales de los con ceptos freudianos de resistencia y represión, conceptos que constituyen para mí una expresión muy importante del dilema del hombre. 33 www.FreeLibros.me otro son necesarios: necesarios para la ciencia de la psicología, para una terapia eficaz y para una vida plena de significado. Planteo asimismo que en el proceso dialéctico entre estos dos polos radica el desarrollo, la profundi- zación y la ampliación de la conciencia humana. El error de las dos posi ciones extremas para las que he usado como ejemplos a Skinner y al Rogers previo a la paradoja consiste en suponer que se puede evitar el dilema con sólo aferrarse a uno de sus polos. La cuestión no se limita a que el hombre debe aprender a vivir con la paradoja: el ser humano ha vivido siempre en esta paradoja o dilema, desde el momento mismo en que advirtió por pri mera vez que era él quien moriría y acuñó una palabra para referirse a su propia muerte. Las enfermedades, las limitaciones de todo tipo y cada uno de los aspectos de nuestro estado biológico que hemos indicado son fases del extremo determinista del dilema: el hombre es como la hierba del campo, se marchita. El tomar conciencia de esto, y el actuar de acuerdo con esta conciencia es el genio del hombre sujeto. Pero debemos también incluir las inferencias de este dilema en nuestra teoría psicológica. Entre deacuer do con esta conciencia, ese jenio del hombre sujeto. Pero debemos también incluir las inferencias de este dilema en nuestra teoría sicológica. Entre los dos extremos del dilema, el hombre ha creado los símbolos, el arte, el len guaje y la clase de ciencia que está continuamente expandiéndose en sus propias presuposiciones. Vivir valientemente dentro del dilema constituye, en mi opinión, el origen de la creación humana.13 En los próximos capítulos abordaremos este tipo de consideraciones. 13 “O’Neill creía.,. que para los hombres vivos la verdadera ‘reconciliación’ de los opuestos era vivirlos profundamente y soportarlos con valor”, op. cit., pág. 24. Parece que los artistas siem pre han sabido esto de una manera intuitiva., Rainer María Rilke escribe en su carta a un joven poeta: “No busques ahora las respuestas, no te las pueden dar porque no estarías capacitado para vivirlas. Y ese es el punto: vivirlo todo. Vive ahora las preguntas. Quizá gradualmente, casi sin advertirlo, vivirás hasta un distante día en que llegues a la respuesta”. Rainer María Rilke, Letters to a Young Poet, versión inglesa de M. D. Herter Norton, W. W. Norton & Co., Nueva York, 1934. 34 www.FreeLibros.me PRIMERA PARTE Nuestra situación contemporánea En ciertos períodos históricos los dilemas de la vida se vuelven más pronunciados, más difíciles de tolerar y de resolver. Nuestra época, la mitad del siglo xx, es uno de esos períodos. Si el lector acep ta esta tesis a título de ensayo, en los dos capítulos siguientes presentaremos algunas de las formas en las que estos dilemas se manifiestan. www.FreeLibros.me www.FreeLibros.me 2 LA PÉRDIDA DE SIGNIFICACIÓN DEL HOMBRE MODERNO El hombre es sólo una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastar lo: un vapor, una gota de agua bastan para matar lo. Pero aun si el universo lo aplastara, el hombre sería todavía más noble que lo que lo mata, porque sabe que muere y que el universo tiene ventaja sobre él; el universo no sabe nada de esto. En con secuencia, toda nuestra dignidad consiste en el pensamiento. Por medio del pensamiento debemos levantarnos, y no por el espacio y el tiempo, que no podemos llenar. Esforcémonos, entonces, en pensar bien: he allí el principio de la moral. B l a s Pa s c a l , Pensamientos En un período de transición, cuando los antiguos valores están vacíos y las costumbres tradicionales han perdido viabilidad, el individuo experimen ta singulares dificultades para encontrarse a sí mismo en su mundo. Es más la gente que padece de manera más intensa el problema de Willie Loman en La muerte de un viajante: “Nunca supo quién era”. El dilema básico, inma nente a la conciencia humana, forma parte de toda experiencia psicológica y está presente en todos los períodos históricos. Pero en las épocas de cambios culturales radicales, como los que se producen en las costumbres sexuales y las creencias religiosas, aquellos dilemas que constituyen expresiones de la situación básica del hombre resultan más difíciles de superar. ’ 1 Por supuesto, no cuesta nada pronunciar generalidades proféticas sobre la época de uno; el propósito muchas veces es confundir y evadir las realidades concretas de nuestra inmediata . experiencia diaria. Pero no deberíamos permitir que nuestro tedio ante estas generalidades termi ne por embotar nuestra capacidad de advertir lo que está ocurriendo alrededor de nosotros, por disimular ante nuestra conciencia el significado y las inferencias de nuestro momento histórico, o por ocultamos detrás del vallado seguro y confortable de las estadísticas ex postfacto. Procuraré expresar de la manera más clara posible mis propias opiniones y conjeturas a medida que avanza mos, en la confianza que el lector podrá disentir y llegar a sus propias conclusiones en mejores condiciones si tiene bien en claro cuáles son las mías. 37 www.FreeLibros.me En primer lugar, planteo el siguiente interrogante: ¿uno de los mayores problemas del hombre occidental en esta época no es el de sentirse un ser carente de significación como individuo? Concentrémonos en ese aspecto de la imagen que tiene de sí mismo consistente en su duda respecto de si puede actuar y en su semiconvicción de que aun si actuara de nada serviría. Esta es sólo una faz de la imagen de sí mismo del hombre contemporáneo, pero es un aspecto críico desde el punto de vista psicológico: una duda de sí mismo que refleja el tremendo poder tecnológico que surge a cada momento alrede dor de él y empequeñece de manera aplastante sus débiles esfuerzos. Se trata de una evolución cultural del problema de la “identidad” puesto de manifiesto con especial fuerza de convicción en los trabajos publicados en la década de 1950 por analistas como Erickson y Wheelis. Toda clase de gente en estos días, sobre todo los jóvenes, cuando acuden aun consejero o a un psicoterapeuta diagnostican su problema como una “crisis de identidad”, y el hecho de que la frase se haya vuelto trillada no debe llevamos a pasar por alto la posibilidad de que sea trascendentemente cierta. “En este momento el sentimiento del yo es deficiente. Las preguntas de la adolescencia: ‘¿Quien soy yo?’ ‘¿Adonde me dirijo?’ ‘¿Cuál es el significado de la vida?’, no reci ben una respuesta final. Tampoco se las puede dejar de lado. La incertidum- bre persiste”, escribía Alien Wheelis en 1958.2 Continúa hablando con res pecto al progreso tecnológico actual tanto en la cultura como en la educación en los siguientes términos: “Pero así como ha aumentado la cantidad de años que vivimos, ha disminuido la cantidad de tiempo con significado”. Sostengo la tesis de que el problema de identidad de la década de 1950 se ha convertido actualmente, de manera más específica, en una crisis de pér dida del sentido de significación. Es posible perder el sentido de la identidad y conservar todavía la esperanza de tener influencia: “Puedo no saber quién soy, pero al menos puedo hacer que me adviertan”. En nuestra actual etapa de pérdida del sentido de significación, la sensación tiende a ser: “Aun cuan do supiese quién soy, de todas maneras no importaría como individuo”. Deseo citar como ejemplo de esta pérdida de significado individual una serie de episodios que expresan algo importante para los habitantes de los Estados Unidos. Me refiero a la “insurrección”, como la llamaron sus ene migos, o a la “resistencia pasiva”, como la denominaron los estudiantes, ocu rrida en la ciudad universitaria de Berkeley, perteneciente a la Universidad de California. Sean cuales fueren los factores complejos y sutiles que sustenta ron esta protesta, todas las partes parecen concordar en que se produjo en el alumnado el flujo de una profunda y poderosa resistencia contra “el anoni mato de los estudiantes en la universidad fabril de nuestros días”. La dispo 2 Alien Wheelis, The Quest fo r Identity, Norton, Nueva York, 1958, págs. 118 y 23. 38 www.FreeLibros.me sición de ánimo se muestra a la perfección en la retórica encendida de Mario Savio, estudiante del último año de la carrera de filosofía que encabezó la sentada masiva que dio lugar a los arrestos: Hay un momento en el que el funcionamiento de la máquina (de la educación co lec tivizada) se hace tan odioso, nos parte tanto el corazón que ya no se puede participar... uno tiene que poner todo el cuerpo sobre las ruedas y los engranajes, sobre las palan cas, sobre todo el mecanismo y tiene que hacerlo parar... Un testimonio adicional del que el substrato profundo de las emociones estudiantiles que entraron luego en erupción fue la protesta contra el hecho de ser tratados como dientes anónimos en las ruedas de un tremendo engra naje aparece en las razones que esgrimieron muchos estudiantes para justi ficar el valor de sus protestas. Después de las demostraciones, fueron muchos los participantes que me hicieron saber, con profunda emoción, que: “Ahora todos hablan con todos en la ciudad universitaria” . Ningún enuncia do podría ser más claro con respecto al hecho de que lo que estaba en juego era la situación insoportable de “nadie conoce mi nombre”, “no tengo signi ficado alguno”. En realidad, uno de los valores evidentes de ser un rebelde, como Camus y un sinnúmero de personalidades lo han señalado a lo largo de la historia de la humanidad, y como trataré de demostrarlo más adelante, consiste en que mediante el acto de rebelión obligo a las autoridades imper sonales o al sistema demasiado sistemático a mirarme, a reconocerme, a admitir que existo, a tomar en cuenta mi poder. El subrayado de esta última palabra no obedece a razones retóricas: quiero decir, literalmente, que a menos que pueda tener alguna vigencia, a menos que pueda ejercitar mis facultades y ello importe, inevitablemente seré la víctima pasiva de fuerzas exteriores y me sentiré carente de significación. Puesto que esta sensación de insignificancia de los estudiantes tiene importancia para lo que sigue, veamos algunos testimonios demostrativos de que el “Anonimato de la fábrica de educación” no es en absoluto la simple proyección de una fantasía neurótica o subjetiva del alumnado. En Berkeley, com o en muchas otras ciudades universitarias estatales, la imagen de la “fábrica” dejó de ser una broma. La población estudiantil de Berkeley totaliza casi 27.500 alumnos. Con un cuerpo de profesores de dedicación exclusiva que llega a 1.600 docentes, algunos de los cuales están de licencia o dedicados a la investigación, la relación efectiva estudiante -profesor es de aproximadamente 18 a 1, según los fun cionarios universitarios. Los miembros más eminentes del cuerpo de profesores de Berkeley por lo general están tan absorbidos en la investigación que tienen poco tiem po para los alumnos. Los 39 www.FreeLibros.me profesores más jóvenes, enfrentados al problema de “publique o perezca” luchan por permanecer en Berkeley, y tampoco tienen mucho tiempo para los estudiantes. El peso de la enseñanza recae en gran medida en los auxiliares docentes que por lo general son inexpertos estudiantes del último año que están esforzándose por obtener su título... Una de las tantas ironías de la situación en Berkeley es que mucho de lo que ha ocu rrido fue previsto con claridad por el Dr. Kerr, presidente de la universidad, en su libro The Uses o f the University, publicado en 1963. El Dr. Kerr, experto en relaciones industriales con reputación nacional com o árbitro laboral, advierte en su obra sobre la “incipiente insurrección de los estudiantes universitarios”, sobre el “cuerpo docente in obsentia ’’ y sobre la frustración de los estudiantes sofocados “bajo un manto de reglas impersonales” . En lo que ahora parece una subestimación de la crisis de Berkeley, el Dr. Kerr, quien ha sido presidente de la universidad desde 1958, advertía: “Los estu diantes también quieren ser tratados com o individuos diferentes” . 1 Debe quedar en claro también que el fenómeno contemporáneo de la rebelión estudiantil no ha sido “provocado” por algunos hombres especial mente malvados que se sientan en las oficinas de los presidentes o en las jun tas directivas de las universidades. Es evidente que los propios estudiantes reconocen el origen impersonal del problema, como lo demuestran muchos editoriales de publicaciones estudiantiles como, por ejemplo, el siguiente: Un estudiante a cargo de una columna en el D aily Illini, de la universidad de Illinois, solicitaba una mayor participación estudiantil en el planeamiento de un nuevo edifi cio que iba a ser pagado en parte con fondos de los estudiantes. “Es nuestra tarea, com o estudiantes interesados... ayudar a salvar este maravilloso organismo, la univer sidad, de su propia eficiencia”, escribía, para añadir luego: “ ... la pérdida de un edi ficio no es nada si se la compara con la pérdida del sentimiento de comunidad aquí.” 4 Lo que está ocurriendo es un fenómeno inevitable de nuestra época, el resultado forzoso del colectivismo, de la educación masiva, de la comunica ción masiva, de la tecnología masiva y de los demás procesos “masivos” que moldean las mentes y las emociones del público moderno. Estos no son meros fogonazos, como lo demuestra el hecho de que, a pesar de las recomendaciones de la comisión interuniversitaria en favor de la adopción de las reformas solicitadas por los estudiantes, una nueva ola de ’ Extraído de un editorial, “Berkeley’s Lesson”, en New England Association Review, órga no oficial de la New England Association of Colleges and Secondary Schools, invierno de 1965, páginas 14 y 15. 4 Ibidem. 40 www.FreeLibros.me apatía se ha extendido sobre la ciudad universitaria, lo que presagia, según el Dr. Kerr, la posible reiteración de nuevas protestas.5 ¿Cuál es el conflicto más recóndito que se oculta en la base de esta pro funda inquietud
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