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Alquimia 61
Fotografía cristera
aurelio de los Reyes
La fotografía cristera, al igual que la fotografía de la Revolución, es producto de la con-
ciencia histórico-visual compartida por fotógrafos y fotografiados,1 con la diferencia 
de que la muerte, además de ser en beneficio de la patria, es por la religión, un re-
dentorismo de la que carece la segunda, perceptible en la mirada de no pocos de los 
retratados, que me lleva a afirmar la existencia de una mirada beatífica, expresada en 
las fotografías de estudio de los protagonistas de clase media urbana metidos a semi-
naristas. Perceptible también en algunos de los sacerdotes expulsados del país, cuyas 
imágenes muestran diversidad de actitudes frente a la cámara, algunos de amargura, 
frustración, temor, otros, tranquilos, esperan su suerte beatíficamente.
¿Esa mirada beatífica es porque ingresaban al seminario y consagraban su vida a 
una causa religiosa, mística? ¿O pensaban ya, al ser retratados, en la cercana pal-
ma del martirio por llevar a cabo sus estudios durante el conflicto religioso? ¿habrá 
una mirada diferente en los seminaristas retratados antes del conflicto? Porque esa 
mirada beatífica, de profunda tranquilidad consigo mismos, no es generalizada. No 
la encontramos en los soldados, en las mujeres, en los oficiales cristeros, sólo en los 
seminaristas.
El objetivo de la muerte marca la diferencia entre los revolucionarios y los cristeros. 
Los testimonios de la descripción de los fusilados en la Revolución y la guerra cristera, 
indican que marchaban tranquilos a la muerte. Para unos era el fin de los sufrimientos 
aunque seguramente morían en la incertidumbre por carecer de la absolución de los 
pecados, dado el juicio militar sumario a que eran sometidos; para los otros era la 
entrada a la gloria eterna. Si morían, la fotografía garantizaba guardar la imagen del 
mártir a perpetuidad.
“La muerte tranquila de los cristeros hechos prisioneros impresionó siempre a los 
federales”, dice Jean Meyer.2 Pero también los fusilados durante y después de la 
PáGiNa aNTERiOR
Autor no identificado
Niño rebelde, ca. 1927
Clave: aaJa 4109
núm 4, inventario 79
Revolución la enfrentaban con la misma tranquilidad, resignados ante la fatalidad de 
una práctica ejercida no solamente durante el período armado, sino hasta 1928 cuan-
do la nueva legislación suprimió la pena de muerte. Tranquilidad de los fusilados por 
los levantamientos delahuertistas, o del complot militar de 1927, según los testigos.
Porter Emerson, autor de la parodia teatral The Bad Man sobre Pancho Villa, relató en 
1920 su experiencia cuando estuvo en México inmediatamente después del ataque 
de Villa a Columbus en marzo de 1916:“descubrí que los pobres mexicanos, tan pron-
to como son capturados por el general contrario, dirigen en torno suyo miradas de 
curiosidad buscando la mejor pared para que se les fusile”.3 El general alfredo Rueda 
Quijano, implicado en la intriga militar que costó la vida a los generales arnulfo R. Gó-
mez y Francisco Serrano,4 candidatos a la presidencia de la República, antes de ser 
fusilado dijo ante los corresponsales extranjeros que asistieron al acto: “adiós a todos” 
y “Good bye”, después de haber expresado no querer nada como última voluntad y 
de acomodar al pelotón de fusilamiento lo más cerca de su cuerpo para que no errara 
el tiro. Un testigo relató su entereza hasta el último momento: “No hizo alarde de valor 
y se concretaba a hablar en tono sereno y en ocasiones hasta empleando la ironía”.5 
La misma serenidad se manifiesta en el general arnulfo R. Gómez y en tantos otros 
fusilados, según relatos en los diarios. Basten estos dos casos.
La muerte de los cristeros era una muerte para ganarse la gloria:“si voy a morir por 
Cristo, no necesito confesarme”, dijo el cristero aurelio acevedo;6 era un “tránsito” 
hacia un cielo próximo y cercano, tan cercano como en los años de la persecución 
de los cristianos por los emperadores romanos; símil establecido en Roma por el 
propio Papa. El martirologio hacía que la viuda, la madre o los familiares se retrataran 
con su “santo”, con su soldado de Cristo Rey fusilado probablemente con el “¡Viva 
Cristo Rey!” “¡Viva la Virgen de Guadalupe!” en los labios, o que lo cubrieran de flores, 
o colocaran en sus manos la palma del martirio, aspectos desconocidos por mí en la 
fotografía de la Revolución.
El deseo del martirio, sentido como una gracia y como el medio de hacer 
que avance la salvación de México y del mundo, es flagelante… [en los 
cristeros]. Ezequiel Mendoza Barragán decía:“ustedes y yo lamentamos de 
corazón el fallecimiento de esos hombres que de buena fe ofrendaron sus 
vidas, familias y demás intereses terrenales, derramaron su sangre por Dios 
y por nuestra querida patria, como lo hacen los verdaderos mártires cristia-
nos; pues su sangre unida con la de Nuestro Señor Jesucristo y con la de 
todos los mártires del Espíritu Santo nos alcanzará de Dios Padre los bienes 
que esperamos en la Tierra y en el Cielo; dichosos los que mueren por el 
amor al Dios que hizo los Cielos y la Tierra, y en todo está por esencia, po-
tencia, presencia…”7
El uso de la simbología religiosa en el pecho de los militantes o en los estandartes, 
caracteriza a la fotografía cristera.
hay, pues, diferencia en fotografías de cristeros fusilados y en fusilados durante la 
Revolución, aunque para establecer el matiz se debe conocer la causa de la muerte a 
través de fuentes alternas. También a éstos solía aplicárseles el calificativo de “márti-
res” de la Revolución, de sus principios, de la causa, etcétera.
Alquimia 63
La fotografía de la Revolución circuló más abiertamente, mientras que la fotografía 
cristera tuvo una circulación limitada, circunscrita a la familia de los retratados, de los 
mártires o a los archivos oficiales, a los que llegaron como testimonio y prueba de 
actos ejecutados por órdenes recibidas. En ocasiones, fotografía clandestina tomada 
en las orillas de los pueblos, entre los maizales, en los campos de cultivo; ocultada por 
los protagonistas o los familiares de los fusilados, catacumbesca, que emergió “desde 
mi sótano” a partir de la publicación de la revista David de aurelio acevedo, pero sobre 
todo a partir de los estudios de Jean Meyer.
Toda fotografía es producto del deseo de guardar memoria y detener la acción des-
tructiva del tiempo. a la fotografía cristera la condicionan la clandestinidad y el afán 
probatorio al ser tomada por los propios guerrilleros o por los soldados; o por fotógra-
fos contratados expresamente por la oficialidad, como en el caso del general Enrique 
Gorostieta, muerto en la hacienda del Valle el 2 de junio de 1929, cuyas fotografías 
fueron tomadas por el fotógrafo a. Escobar, contratado por el general Saturnino Ce-
dillo, jefe de las fuerzas de gobierno. El hacendado Lucas Cortés armó un contingente 
para colaborar con el gobierno y contrató a dos fotógrafos, con magníficas cámaras, 
para retratar la columna de caballería y evidenciar así su participación. El general Pablo 
Rodríguez contrató a Enrique García, del ayo El Chico, para captar la entrega de ar-
mas de los cristeros, dirigidos por Lauro Rocha, el 16 de junio de 1929.
A. Escobar
Mayor Sóstenes García, 
general en jefe de la liga 
religiosa Enrique Gorostieta, 
1929
Clave: aaJa 4288
Los cristeros usaron la fotografía para justificar su intervención en la lucha, los revolu-
cionarios para demostrar su represión. ambos cumplían con su deber. Los primeros, 
defendían la religión y la patria; los segundos, a las instituciones y a la patria.
En la fotografía cristera se distinguen dos matices: la guardada por las familias y la con-
servada en archivos oficiales. a la primera ya me he referido; la otra, era suministrada 
al ministro de la Guerra, general Joaquín amaro, o al presidente de la República, por 
diversas fuentes. Para la investigación iconográfica sobre este tema, resultaimpres-
cindible consultar los álbumes fotográficos de la Secretaría de Guerra y Marina del 
archivo Joaquín amaro, bajo custodia del Fideicomiso archivos Plutarco Elías Calles y 
Fernando Torreblanca. El general amaro recibió de un delator, la fotografía que tomó 
de un sacerdote pidiendo dinero a la población en un lugar no identificado.También 
recibió imágenes de un soldado del Quinto Regimiento de Caballería en Los altos de 
Jalisco, del que sólo quedó su sombra impresa en una toma con las características de 
la fotografía artesanal. Los motivos del soldado al tomar las imágenes parecen haber 
sido varios, además del afán de perpetuar el instante, probar su servicio al gobierno, 
describir las actividades del regimiento, los movimientos de la columna; sus fotografías 
de paisaje nunca tienen por objeto mostrar en sí el panorama, sino con un carácter de 
Autor no identificado
Sacerdote pidiendo dinero 
a la población en sitio no 
identificado, ca. 1927
Clave: aaJa 4112
Alquimia 65
estrategia militar, presentar las dificultades del terreno para facilitar un desplazamiento. 
Las fotografías de los soldados fueron tomadas por su cuenta con el fin de demostrar 
al general la eficacia de su trabajo.
algunas imágenes poseen sentido lúdico, como la del “Coronel Quiñones en su buen 
Gacho”; la de “Mi Gavilán, buen caballo de campaña”; la de la comida del regimiento 
en San Juan del Monte; la de “otra ocación (sic) bañando[se]”.
Casi siempre el soldado exigió posar a sus sujetos, tal como en la toma del desplaza-
miento de la caballería en las barrancas de Los Yugos, que remite a tomas de Eisens-
tein, a quien con seguridad estaba muy lejos de conocer o las ancas de las mulas de 
carga. En ocasiones mostró sentido del humor al retratar a un compañero durmiendo, 
imagen en la que anotó “Cura durmiendo”, cuando a la vista se percibe a un soldado 
y no a un sacerdote.
En Tepatitlán, Jalisco, se incorporó un fotógrafo local con mayor dominio del oficio 
al enviar una toma con un plano inclinado, que muestra más control de la expresión 
fotográfica, que la del soldado-fotógrafo.
Por su parte, los cristeros tuvieron a un cronista visual en heriberto Navarrete, nacido 
en Etzatlán, Jalisco, en 1903. Es posible que hacía 1922, a los 19 años, su afición 
fotográfica se iniciara con su militancia, utilizando una cámara Brownie que usó hasta 
los años cincuenta. Una de sus primeras fotografías corresponde a “mi novia, Luz 
María Machuca y Rosaura Rábago” y otra a los alumnos maristas de Guadalajara, 
entre los que se encuentra él, aunque no es de su autoría. Estudió hasta el tercer año 
de ingeniería.8 
Militante católico desde temprana edad, se conservan sus fotografías relacionadas 
con la asociación Católica de la Juventud Mexicana (aCJM), entre las que destacan: 
su retrato de 1922 como dirigente del Círculo iturbide de la aCJM de Guadalajara, 
tomada con su Brownie por un compañero; días de campo de los acejotaemeros; 
semana social en San Juan Bautista del Teúl, Zacatecas (oficialmente Teúl de Gonzá-
lez Ortega), tomada después de uno de los primeros levantamientos armados capi-
taneado por el párroco, en enero de 1925; reunión con los dirigentes de la aCJM de 
Monterrey.
En la Ciudad de México conseguía parque para la guerrilla; delatado por un compañe-
ro involuntariamente, fue deportado al penal de las islas Marías junto con otros doce 
católicos9 y su Brownie, con la que se hizo retratar junto con el grupo.10 En 1931, Juan 
Carpio Ornelas, uno de los desterrados, en recuerdo de sus dos expulsiones a dicho 
penal, conformó un álbum fotográfico con vistas de la isla María Madre tomadas por 
un fotógrafo de apellido Mandoca. incluye siete fotografías de Navarrete sobre activi-
dades de los deportados, dos fotografías de trabajos en la marina, “Campamento de 
caleros”, “Trabajando en la albañilería”, “Capataces divirtiéndose en una roca”, “Grupo 
de [cuatro] capataces”, “hospital lazareto de la colonia penal”, etcétera. La dedicatoria 
dice: “Tengo el gusto de dedicarle [a la familia Guzmán] este humilde álbum que en-
cierra recuerdos inmortales para la historia y principalmente para quien ha sido prota-
gonista en ellos. San Luis de la Paz a 26 de octubre de 1931.”11
Navarrete regresó de las islas Marías el 30 de julio de 1927 junto con el resto del gru-
po; hubo quince días de festejos y agasajos: “Una señora muy entusiasta de apellido 
Cuatáparo […], mandó grabar unas medallas con la imagen de la Virgen de Guadalupe 
en el anverso y una leyenda en el reverso, que decía ‘honor y Gloria a los mártires de 
la Fe’. En una solemne ceremonia nos fue impuesta la condecoración. Se tomaron 
películas, muchas fotografías y se excedieron las gentes en atenciones.”12
Continuó militando. Su corpus fotográfico se divide claramente en dos secciones: las 
imágenes tomadas por él y las coleccionadas procedentes de diversas fuentes, ob-
sequios de sus colegas y las recolectadas por él. Su archivo contiene una imagen de 
mujeres al confeccionar globos aerostáticos para arrojar propaganda desde el aire, a 
imitación de la propaganda de la película Los boteros del Volga, y a repartidores de 
propaganda del Boycott en acción. ante la imposibilidad de seguir con el contraban-
do de armas, el 4 de octubre de 1927, al día siguiente de la masacre de huitzilac, se 
incorporó a la guerrilla cristera a las órdenes del general Lauro Rocha, quien lo asignó 
a las fuerzas del presbítero y general aristeo Pedroza, de la jefatura de las Brigadas 
de Los altos.
ante su cámara desfilaron sus compañeros de lucha en momentos relajados, de con-
vivio; no los colocó al centro, como era lo usual, sino cargados a su izquierda. Captó 
jugando ajedrez al padre Pedroza y al terrible padre Vega, apodado por su crueldad 
el “Pancho Villa” de los cristeros; la cocina de uno de los campamentos, fotografía 
Autor no identificado
Grupo de cristeros, 1927
Clave: aaJa 4206
Alquimia 67
excepcional con mujeres; lo mismo que la del joven cristero, cuya madre, apenada, 
baja la vista ante la indiscreción de la cámara. Su sentido del humor lo capta el pie de 
varias fotografías, “‘Polviese, que lo van a retratar”, en otra: “‘Y chistoso, le dijeron…”; 
“Después de la expedición Punitiva”. Captó la enseñanza del catecismo en el campa-
mento, un jaripeo, etcétera. al igual que el cronista visual del gobierno, mostró su amor 
a los caballos, muy especialmente a su Kaisser, sobre el que pidió a un compañero 
que lo retratara al saltar una valla; lo retrató solo y con otros caballos, así como su oreja 
en silueta al captar una panorámica de la tropa desde su caballo. Escasas fotografías 
dramáticas. Pormenorizó el avance sobre San Francisco del Rincón hasta el combate. 
Su crónica visual incluye la deposición de las armas después de los acuerdos de 1929, 
y sus intensas actividades de acejotaemero en los años treinta y hasta los cincuenta. 
En 1932 ingresó al seminario jesuita de Ysleta, en El Paso, Texas. Vivió hasta los años 
ochenta del siglo pasado. Escasamente las mujeres se asoman en sus imágenes.
La mayor parte de sus fotografías las reveló en los Laboratorios Julio en la calle de 
Colón 44 y en los María, de Miguel Blanco 85, ambos en Guadalajara; en american 
Photo de la Ciudad de México y en otros, quizá menores o tal vez de un particular, que 
no selló al reverso las fotografías, según costumbre de los laboratorios comerciales.
Pese a su intensa práctica fotográfica, en sus memorias no habla de ella,13 salvo en el 
pie de la fotografía de espaldas del general cristero: “Gorostieta no se dejaba retratar. 
Cuando yo iba a disparar la cámara frente a él, dio media vuelta”. Captó las escasas 
García Fot.
Prisioneros capturados 
en unión del “cuerudo”
en la Sierra de Santa Clara, 
1922
Clave: aaJa 4029
fotografías del mismo general en campaña, aunque más defectuosas que las demás 
porque a pesar de su práctica no adquirió oficio. No se encuentra unhallazgo casual 
de expresión fotográfica; su obra no pasa de ser la de un aficionado, de amateur, mal 
compuesta, en ocasiones fuera de foco, sin sentido de la perspectiva. No adquirió 
oficio. Su cámara parece haber sufrido un golpe porque la luz se filtra con frecuencia 
a las fotografías y en ocasiones las empalma. No menciona quién llevaba los rollos a 
revelar, si él mismo o un “correo” o mensajero.
hombre excepcional con un claro concepto del carácter testimonial de la fotografía, 
gracias a su conciencia histórico-visual, principal valor de su colección fotográfica. 
aunque en bandos opuestos, ambos cronistas visuales, el del gobierno del que des-
conocemos su nombre, y Navarrete, compartían el concepto de la fotografía como 
testimonio y de guardarla como un diario de campaña intimista.
El general amaro recibió fotografías iguales a las conservadas por los familiares de 
las víctimas, de excepcional calidad profesional, como la de León Rosas, cristero de 
huitzilac; la de un niño rebelde y las de fotógrafos locales. El matiz entre estas fotogra-
fías y las conservadas por las familias, es extra fotográfico. Mientras éstas últimas las 
conservaban con un sentido sacro, el general amaro las recibía y las guardaba como 
pruebas del cumplimiento del deber. Para aquéllas se trataba de “mártires” muertos 
por la defensa de la religión, mientras que para éste eran cabecillas, bandoleros, faná-
ticos, rebeldes. Dos ritos diferentes para lo mismo.
Como toda fotografía de guerra, la fotografía cristera es cruel, violenta, sanguinaria: el 
colgado en la plaza de Yahualica; los racimos de cristeros colgados de los árboles; 
el tiro de gracia a un ahorcado; el cura adame retratado antes y después de ser fusilado; 
Autor no identificado
Cristeros colgados 
en postes telefónicos, 
ca.1927
Clave: aFFT 30832
alquimia 69
1 Véase aurelio de los Reyes, Boletín 54: “Los álbumes fotográficos del Fideicomiso archivos Calles-Torre-
blanca: comentarios”. FaPECFT, México, enero-abril de 2007.
2 Jean Meyer, La cristiada. Volumen IV, Grandeza mexicana, México, Clío, 1997, p.40.
3 “Un juicio sobre México del autor de The Bad Man”, Revista de Revistas, México, 
7 de noviembre de 1920, p. 13.
4 Véase John W.F. Dulles, Ayer en México. Una crónica de la Revolución. 1919-1936, (1961) México, Fondo 
de Cultura Económica, 1977, pp. 321 y ss.
5 “Cómo fue el fusilamiento del general de brigada alfredo Rueda Quijano”, El Universal, México, 7 de octubre 
de 1927, p. 1.
 
6 Jean Meyer, op. cit., p. 47.
7 Jean Meyer, Idem, p. 31-32.
8 instituto Cultural de aguascalientes, archivo cristero.
9 ignacio Durán Cardona, de San Luis Potosí, S.L.P.; antonio Pompa y Pompa, de Guanajuato; Gto.; Miguel 
Vargas Murguía, de Zamora, Mich.; Gabino González Delgado, de Cuerámaro, Gto.; León ávalos Vez, de la 
Ciudad de México; Calixto alvarado Ramírez, de Puruándiro; Ciriaco Orozco Cervantes, de aguascalientes, 
ags.; Juan Carpio Ornelas, de León, Gto.; isaac Ramos Rodríguez, de Sayula, Jal.; Franco Baraja Becerra, 
de San Miguel de allende, Gto. y Salvador álvarez Patrón, de Guadalajara, Jalisco.
10 heriberto Navarrete, En las islas Marías, México, Jus, 1965, p. 59.
11 instituto de Estudios sobre la Universidad y la Educación, archivo aurelio acevedo, fotografías 114/145.
12 heriberto Navarrete, op. cit, p. 188.
13 heriberto Navarrete, Por Dios y por la patria. Memorias de mi participación en la defensa de la libertad de 
conciencia y culto, durante la persecución religiosa en México de 1926 a 1929, México, Editorial Tradición, 
1980.
14 FaPECFT Fototeca, archivo Joaquín amaro, álbum 4, Secretaría de Guerra y Marina, vol. i, imagen 032, 
inventario 79.
15 Renato González hizo un interesante estudio sobre la serie de fotografías tomadas por Fernando Sosa 
y agustín Víctor Casasola, publicadas por los diarios Excélsior y El Universal, “El martirio del padre Pro”, en 
Los pinceles de la historia. La arqueología del régimen. 1910-1955, México, Museo Nacional de arte, 2003, 
pp. 107-114.
las cabezas de dos cristeros guillotinados;14 la serie de fotografías del fusilamiento de 
los implicados en el atentado al general álvaro Obregón, atribuido al ingeniero Luis 
Segura Vilchis, con la supuesta complicidad de los hermanos Miguel agustín y humberto 
Pro Juárez y Juan Tirado arias.15
Tanto el general amaro como el general Calles recibieron en ocasiones, copia de las 
mismas fotografías.
Extracto de un ensayo publicado originalmente en Boletín, FaPECFT, núm. 60, enero-abril de 2009

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