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La década de 1930

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La década de 1930 fue un período en el que se produjeron importantes transformaciones en nuestra economía y sociedad. La crisis económica mundial de 1930, entre otras cuestiones, desorganizó la circulación de dinero, el comercio y la producción internacional y esto afectó la relación que Argentina, como país exportador de materia prima e importador de industria y capitales, mantenía con los países industriales (en especial con Gran Bretaña). El descenso de la economía provoca deterioro en los niveles de vida de los sectores populares, desempleo y reducción de salarios.
En este contexto, la burguesía agraria vinculada con el mercado externo tuvo que emprender una serie de ajustes en el sector primario exportador y en la organización de la economía argentina en general. Para ello se utiliza al Estado ocupado a través del golpe de Estado de 1930. El Estado asumiría un nuevo papel, interviniendo cada vez más en las cuestiones económicas para buscar soluciones: en un primer momento asegurando márgenes de ganancias para el sector terrateniente, luego desarrollando políticas que indirecta o directamente posibilitaron la producción en el país de industria.
La expansión paulatina de esta actividad produjo el surgimiento de una nueva clase obrera. Estos trabajadores eran consecuencia de las migraciones internas, al traslado de poblaciones de origen rural a las grandes ciudades en búsqueda de trabajo ante la caída de la producción en el campo y la posibilidad de una vida mejor en la ciudad. La veloz afluencia de estos contingentes llevó al surgimiento de asentamientos irregulares o villas de emergencia en los alrededores de las ciudades de destino.
El 6 de septiembre de 1930, el general retirado Uriburu realiza un golpe de Estado que derrocó al gobierno democrático de Yrigoyen. Se establece un gobierno de facto (de hecho), sin respetar los procedimientos de acceso al poder y prácticas del mismo, así como los derechos y garantías, establecidos en la Constitución y las leyes.
De esta manera comenzó una extensa etapa de la historia argentina caracterizada por la presencia periódica de militares en el gobierno. Los golpes de Estado generan gobiernos que restringen en forma violenta la participación de la mayoría de los ciudadanos en la toma de decisiones. En el corto plazo fue una reacción de la burguesía terrateniente argentina ante la amenaza de perder poder económico en un contexto de crisis.
SOCIEDAD
Repercusiones de la crisis en la sociedad
Los primeros años de la década del '30 estuvieron marcados por el desempleo, la miseria, la reducción de los salarios y la disminución del consumo familiar, secuelas de la crisis económica.
La crisis afectó tanto a los trabajadores rurales como a los industriales que fueron despedidos o vieron disminuir sensiblemente sus salarios. En los grandes centros urbanos, como Buenos Aires y Rosario se formaron grandes villas de viviendas precarias, construidas con latas y cartón, en las que se asentaron muchas familias empobrecidas, provenientes del campo y de la misma ciudad.
Junto a las condiciones de marginalidad a las que eran empujados los sectores populares urbanos, en las grandes ciudades se incrementó de manera notable la criminalidad. Además de la delincuencia individual fueron tomando auge importantes bandas organizadas al estilo de la mafia italiana. La ciudad de Rosario, que había atraído a un gran número de inmigrantes mostró la acción de grupos cuyos principales negocios eran los secuestros extorsivos, la prostitución y el juego clandestino. La delincuencia también estaba asociada al poder político. Algunos dirigentes utilizaban pistoleros tanto para controlar sus negocios clandestinos particulares como para manejar a su antojo los actos comiciales fraudulentos. El más célebre de estos pistoleros fue Juan Ruggero, alias Ruggerito, que trabajaba para el caudillo de Avellaneda Alberto Barceló.
La recuperación económica, manifiesta desde 1933, fue acompañada por un descenso del desempleo y un crecimiento de las migraciones internas.
Migraciones internas
Se comenzó a despoblar el campo. Muchos pobladores rurales de la región pampeana y de otras provincias interiores abandonaron sus lugares de residencia ante la falta de trabajo o la reducción de los salarios para trasladarse a la ciudad. Además, la ciudad (conocida desde el campo por medio de la radio), con su gran actividad, atraía como un imán. Vivir en la ciudad podía ser mucho más excitante y se podía elegir entre gran variedad de oficios.
Se instalaban en Rosario, Córdoba, pero sobre todo en Buenos Aires, ciudades donde se concentrarían las industrias con la consecuente demanda de mano de obra. Este fenómeno alteró la vida y el espacio urbanos de ciudades no preparadas para recibir un aumento explosivo de población. A la ciudad tradicional la fue rodeando un cinturón cada vez más espeso de viviendas precarias, muchas veces apenas de chapa y cartón donde los recién llegados se iban mezclando con los antiguos trabajadores empobrecidos por la crisis, ya más arraigados. En las villas de emergencia las condiciones de hacinamiento eran graves, los servicios públicos (luz, transporte, agua corriente, pavimento) tampoco estuvieron a la altura de las necesidades de los nuevos contingentes urbanos. 
La clase obrera
La clase obrera creció, siguiendo el avance de la industrialización. La afluencia de una gran cantidad de trabajadores de origen rural a la actividad industrial provocó un profundo cambio en la composición de la clase obrera argentina. Los nuevos obreros, provenientes del interior no tenían experiencia gremial y política. Se mezclaban con los viejos obreros, en su mayoría de origen europeo, que si estaban organizados en sindicatos y muchos participaban en partidos políticos.
La situación de los trabajadores no varió demasiado. Las condiciones de trabajo eran fijadas por los patrones. No había convenios de trabajo, por lo que los empresarios podían manejarse con arbitrariedad.
A partir de 1935 se podría decir que había más fábricas, más actividad, más empleos... pero los salarios seguían muy bajos. Los obreros, ya más seguros de sus puestos, protestaban por medio de huelgas. Pero los empresarios, apoyados por el gobierno conservador, no hacían concesiones. Poco a poco, los obreros iban teniendo más y más claro qué era lo que necesitaban y cuáles eran las grandes injusticias, y de esa manera volvían a fortalecerse los sindicatos. Especialmente la Confederación General del Trabajo (CGT), creada en 1930 y reorganizada en 1936, donde se agrupaban sindicatos tradicionales, como el de los ferroviarios y otros más nuevos, como los textiles o los de la carne.
En 1930, el movimiento obrero se diferenciaba en dos sectores. Por un lado, el sector apolítico (que se apoyaba en los sindicatos y que no creía en la eficacia de los partidos obreros), representado por sindicalistas y anarquistas. Y por otro el sector político, que sostenía la necesidad de organizar partidos obreros para luchar por la defensa de los intereses de los trabajadores, representado por socialistas y comunistas. El derrocamiento de Yrigoyen y la instauración de la dictadura militar de Uriburu (que reprimió con dureza a las organizaciones obreras) plantearon a sus dirigentes la necesidad de unificar el movimiento obrero. La dictadura tuvo un fuerte impacto negativo sobre el movimiento obrero. Los anarquistas y los comunistas fueron víctimas de una represión feroz y hasta entonces desconocida y que obligó a los militantes a vivir en la clandestinidad. Los anarquistas nunca pudieron recuperarse y su influencia comenzó a declinar cada vez más. Los comunistas retomaron su actividad sólo después del alejamiento de Uriburu. A pesar de sus diferencias ideológicas, en 1930 la COA (Central sindicalista) y la USA (Central socialista) se unificaron y organizaron la Confederación General del Trabajo (CGT).
Frente a los problemas sociales los gobiernos oscilaron entre la represión y la indiferencia. La persecución política y sindical fue la primera reacción frente a lasdemandas de los trabajadores. Se produjeron numerosas deportaciones de obreros extranjeros, y los encarcelamientos y la tortura fueron prácticas habituales. La ley marcial (mediante la cual se aplicaba la pena de muerte), el estado de sitio (suspensión de las garantías constitucionales) y una política de represión generalizada fueron el signo político de estos tiempos. Las actividades sindicales eran vistas como hechos delictivos peligrosos para los intereses del Estado.
Cultura y sociedad en la década del 30
Quedaron atrás los años de prosperidad y expectativas. Había que convivir con la crisis y la depresión económica, la interrupción del proceso democrático, el fraude electoral y los negociados. Para muchos, como los sectores medios y obreros, fueron años de desesperanza y escepticismo. Escritores, artistas plásticos e intelectuales en general, reflejaron en su obra los sentimientos de una época sentida por muchos como una de las más difíciles y sufridas de nuestra historia. El tango fue una de las manifestaciones de la cultura popular que mejor expresaron estos cambios.
POLÍTICA
El primer golpe de Estado en Argentina
Los militares y civiles que llevaron adelante el golpe de 1930 compartían, ante todo, la oposición a Yrigoyen y a su partido. ¿Quiénes fueron los organizadores? ¿Quiénes se beneficiaron con el cambio? Los organizadores salían, sin lugar a dudas, de la clase alta de la sociedad. Sentían un fuerte rencor contra las instituciones democráticas, que les habían dado más participación en el poder político a la gente común, a los hijos de los inmigrantes y, de ese modo, les habían quitado a ellos -a los dueños de la tierra y de los buenos negocios- el privilegio, que siempre habían tenido, de manejar a su antojo las riendas del país. El golpe de Estado resultaba el atajo para llegar al poder. Para golpear tuvieron que contar con dos cosas: con algunos del Ejército dispuestos a empuñar las armas contra el gobierno y con la indiferencia del pueblo.
Hubo además grupos nacionalistas que apoyaron las acciones. Se integraban por jóvenes hijos de familias distinguidas. Esos grupos nacionalistas proporcionaron la influencia ideológica a Uriburu.
Principios de los 30
Pronto, la alianza que llevó adelante el golpe se dividió en dos líneas. Una, encabezada por el general Justo, congregaba a los partidarios de una restauración del orden político anterior a 1916. El presidente Uriburu, acompañado por un núcleo nacionalista buscaba transformar el orden político, de acuerdo con las ideas de los regímenes fascistas que estaban creciendo en Europa.
En 1931 se realizó una elección para gobernador de Buenos Aires. Según las expectativas del gobierno, debía triunfar el Partido Conservador de la provincia, lo que mostraría la popularidad del presidente. Sin embargo, se impuso el radicalismo. El gobierno no podía aceptar el triunfo y anuló la elección. Dada la carencia de apoyos, Uriburu buscó retirarse de la presidencia: el resultado electoral frustró el proyecto de Uriburu. En adelante, la línea política fue marcada por Agustín P Justo, quien al frente de la fórmula oficialista de la Concordancia -alianza integrada por conservadores, socialistas independientes y radicales antipersonalistas- y con la adhesión del Ejército, triunfó en las fraudulentas elecciones y gobernó entre 1932 y 1938. Esta alianza representaba los intereses de la burguesía agraria. Para estas elecciones se prohíbe la participación de la UCR.
El fraude patriótico
Lo ideal era los conservadores era volver a un sistema que se pareciese a la democracia, pero sin correr ningún riesgo recurriendo incluso a la trampa. Se organizó el llamado "fraude patriótico", definición creada desde el poder. Significaba que el objetivo de salvar a la patria justificaba el uso de métodos ilegales. Pensaban que la gran mayoría del pueblo era demasiado ignorante para saber elegir, de modo debía "simular la participación en la elección de autoridades". Los que tomaban decisiones desde el gobierno entonces obtienen y mantienen el poder solamente a través del engaño.
Los dueños del poder tenían un sistema de líderes locales que les "hacían" las votaciones. Barceló, el intendente de Avellaneda, y su hombre fuerte Ruggeri -Ruggerito, como lo llamaba todo el mundo- fueron tal vez los más famosos. Eran dueños de la municipalidad, de la policía, de la Justicia, de los clubes de fútbol, de las casas de juego, de los prostíbulos. Cambiaban votos por empleos públicos, por regalos, por mirar para otro lado cuando se cometían robos, hasta por camas de hospital. Coleccionaban libretas de enrolamiento, no había muerto que no votara y pedían que el voto fuera "cantado". Las libretas de enrolamiento eran retenidas por los patrones y usadas por gente de su confianza; se daban las papeletas del partido en sobres cerrados a los votantes, quienes a la salida del comicio debían entregar como prueba el sobre que les entregaban en la mesa electoral. El otorgamiento de "favores", la simple "invitación" a un almuerzo de empanadas y vino antes o después de la votación, o la tradicional intimidación eran prácticas habituales que iba a costar mucho desarraigar de las costumbres electorales. Y, si alguien se oponía había de matones a sueldo para torturas, asesinatos y castigos variados.
La oposición
Partido socialista y Partido demócrata progresista
El Partido Socialista y los demócratas progresistas (muy fuertes en Santa Fe) se constituyeron en la principal oposición de los conservadores. Los socialistas fueron oposición en un régimen fraudulento. Ambos partidos aumentan su caudal electoral al no participar de elecciones la UCR.
La mayor parte de las leyes sociales propuestas por los socialistas en el Congreso no fueron aprobadas debido a la oposición de los conservadores que eran mayoría.
La Unión cívica radical
En 1935, los radicales, dirigidos por Marcelo T. de Alvear decidieron presentarse en elecciones. Sabían que había fraude y que de ningún modo iban a poder ganar pero les pareció que podía valer la pena conseguir algunos diputados y concejales. Alvear prefería llegar a un acuerdo con los conservadores antes que enfrentarlos. Eso hizo que muchos militantes radicales perdieran confianza en su partido; no les parecía bien esa especie de negociación.
La política conservadora y en particular la firma del Tratado Roca-Runciman en 1933 revitalizaron las corrientes nacionalistas en el radicalismo, a la vez que se oponían al liderazgo de Alvear. En este contexto surge FORJA. Las posiciones políticas se centraron en: a) la denuncia del imperialismo británico —criticaron duramente el Pacto Roca-Runciman— b) se opusieron al fraude c) hasta 1940, FORJA intentó cambiar la orientación alvearista del radicalismo desde adentro, pero finalmente se apartaron de la UCR d) mantuvieron una actitud neutralista frente a la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1945, muchos de sus integrantes se incorporaron al peronismo.
El Partido Comunista
Fueron duramente perseguidos y reprimidos en toda la década, por lo que su labor política se vio muy dificultada.  No participó en las elecciones de este periodo, ya que fue declarado ilegal por los gobiernos conservadores.
El poder del ejército e iglesia
El Ejército se fue robusteciendo y finalmente hizo su entrada en la política con el golpe de 1930. A partir de 1930 el Ejército estaba envalentonado. Con la 2ª Guerra Mundial había en el Ejército diferencias. Estaban los "nacionalistas" que simpatizaban con el Eje (Alemania, Italia y Japón), y los "liberales" con los Aliados (Francia e Inglaterra). La Iglesia era el otro gran grupo de presión. En él había ideas encontradas, por un lado, monseñor De Andrea, por ejemplo, que se ocupaba por el bienestar social y por otro la Acción Católica, donde militaban jóvenes ultranacionalistas.
Los gobiernos de Ortiz y Castillo
Roberto Ortiz fue elegido presidente por la Democracia Nacional (conservadores) en nuevas elecciones fraudulentas. Intentó acercarse a algunos sectores del movimiento obrero, a la UCR y poner límites al fraude enprovincias del interior. Su objetivo es ampliar la base de apoyo suya y de los conservadores, pero debió enfrentarse a la oposición dentro y fuera de su partido. Ortiz sufre una enfermedad lo cual lo obligó primero a pedir licencia y luego a renunciar en 1940. Murió poco después, y fue reemplazado por el vice.
Ramón Castillo se oponía a los objetivos de Ortíz. Con él, el fraude no sólo continuó sino que se intensificó escandalosamente.
Es cierto que Ortíz y Castillo había tenido el apoyo de fuertes grupos de poder pero había desacuerdos. Ortiz, el sucesor de Justo, había hecho un intento por volver a la democracia sin fraude (para eso tuvo que intervenir la provincia de Buenos Aires, gobernada a su antojo por Fresco, el del "voto cantado") y eso había disgustado a los conservadores.
En 1940 a todos les pareció bien que Ortiz, que estaba enfermo, dejase el gobierno en manos del vice, Castillo. Este dio marcha atrás con el tema de las elecciones libres, y en eso contentó a los conservadores, pero, en cambio, como era partidario del neutralismo, no le dio el gusto de alinear al país con los Aliados, como le pedían. Y también a él le dieron la espalda. Elige a su sucesor en la presidencia: Robustiano Patrón Costas, representante del conservadurismo salteño en oposición a la opinión del Ejercito que no veía con agrado a ese candidato. El 4 de junio de 1943 un golpe militar puso fin al gobierno presidido por Ramón Castillo y marcó el fin de una etapa.
Mientras tanto la guerra en Europa venía siendo el tema obligado de todo el mundo y se seguían con interés las noticias. Estaban los que querían que el país se definiera en favor de los Aliados o en favor del Eje, y estaban los que querían seguir siendo neutrales. Desde afuera también había presiones: a los ingleses lo que más les convenía era el neutralismo, que les permitía seguir comerciando y recibiendo los alimentos. Los norteamericanos, en cambio, querían que la Argentina y todos los países latinoamericanos entraran en la guerra con ellos. Los ciudadanos discutían, los políticos hacían discursos y el gobierno titubeaba.
Los gobiernos conservadores de Justo y Ortiz apoyaron a los aliados; en cambio, al gobierno de Castillo se le cuestionaba una simpatía hacia los nazi-fascistas.
Los problemas nacionales e internacionales se entremezclaban y la política nacional era vista como reflejo de las posiciones enfrentadas en el conflicto mundial. Por esta razón, existió una asimilación entre los partidarios de los aliados y los defensores de la democracia constitucional, por un lado, y los simpatizantes del Eje y los partidarios del gobierno de Castillo, por otro.
Uno de los temas más discutidos fue la posición argentina frente al conflicto mundial. El gobierno de Ortiz había optado por la neutralidad. El mantenimiento o abandono de la neutralidad dividía a las fuerzas políticas, más después del ingreso de los Estados Unidos. Los opositores al gobierno de Castillo eran partidarios de los aliados y proclives a abandonar la neutralidad. Acusaban al gobierno de que la neutralidad escondía una preferencia por la causa del Eje, debida a la germnanofilia del sector nacionalista del Ejército que apoyaba a Castillo. Algunas medidas de Castillo parecían dar razón a la oposición. Sin embargo, el sentido de la neutralidad no puede entenderse apelando solamente a la simpatía del gobierno por Alemania. La decisión de optar por la neutralidad favorecía a los intereses de Gran Bretaña, de los estancieros y de los exportadores argentinos. Si la Argentina hubiera adoptado una actitud abiertamente hostil frente a Alemania, el abastecimiento de alimentos para Gran Bretaña se habría visto perjudicados (ya que los barcos de guerra alemanes hundían a barcos de cualquier bandera que comerciara con Inglaterra y los aliados).
Los militares percibían que la Argentina era débil en su equipamiento y armamento. La inquietud aumentó cuando Brasil se convirtió en el aliado militar de los Estados Unidos en la región, situación que avivaba el viejo recelo de los militares argentinos ante su vecino.
En este mismo período continuó y se aceleró el proceso de industrialización y crecieron las exportaciones argentinas. Sin embargo, esta bonanza económica no llegaba a la mayoría de la población -desde 1939, el salario real no crecía-.
A medida que la guerra avanzaba, estas preocupaciones militares se generalizaron, al tiempo que empeoraba la relación del Ejército con Castillo. La muerte imprevista del general Justo (1943) abrió paso a la acción política de nuevos grupos militares, que plantearon la necesidad de una intervención más directa de las Fuerzas Armadas en la política nacional.

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