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Aclaración importante El siguiente resumen pretende ser sólo un complemento de cara al próximo parcial. Es muy importante que hagan la propia lectura de la bibliografía obligatoria, y asistan a las clases de cada cátedra. Además, recuerden que este es mi abordaje subjetivo de los textos. Hice el resumen a partir de mi lectura personal, que no es la mejor ni mucho menos. Cualquier inquietud la podemos charlas, para mejorar el material o lo que sea. ¡¡Suerte en el examen!! “Sujeto y alteridad”, Gentile Para la organización profesional y científica de psicólogos más importante de América, la American Psychological Association, la psicología se constituye como la disciplina que tiene por objeto de estudio la mente y la conducta humanas, tanto en su dimensión individual y social, como en todas las etapas de su evolución, siempre con el objetivo final de propender al bienestar de la persona.” Si bien esta definición, en principio, parece bastante clara, en realidad no es tan así. Si prestamos atención, veremos que algunos términos, como son la mente y la conducta, no están bien delimitados, en el sentido de que son muchas las disciplinas, y no solamente la psicología, las que los utilizan. En la semántica de la psicología, es decir, en todo lo que tiene que ver con su significación, se inscriben muchos términos tales como la mente, la conducta, el individuo, la persona, el sujeto, la sociedad, el bienestar, el alma, la psiquis, o el espíritu. Iniciemos con el propio nombre, “psicología”. En la palabra psicología, el término “psico”, produce, entre algunos psicólogos, una cierta incomodidad, porque ella remite a otra palabra, “psykhé”, que significa alma. Ese es el significado etimológico de la psicología. ¿Y por qué produce incomodidad? Bueno, porque el alma como tal se aleja de las pretensiones de cientificidad de algunos, en la medida en que no puede estudiarse a partir de las ciencias naturales. Alma, psykhé o psiquis, todos sinónimos, remite ya al estudio del alma, estudio del que se ocuparon algunos de los filósofos más eminentes, como Platón y Aristóteles. En este punto, les recomiendo remitirse a un texto de DPC A que ya hemos trabajado, titulado “La psicología y su pluralidad”, de Colombo. Lo encuentran en Ig TV. Alma era la explicación de principio de la vida, del conocimiento, de movimiento, la voluntad, los deseos, el placer, o el dolor. Todos elementos de los que se ocupa la psicología de nuestros días, de ahí que ya en los filósofos se encuentren estudios sobre la vida anímica, y de ahí que digamos que la psicología nace de la mano de la filosofía. El alma era en la antigüedad el modo de explicar el misterio de la vida, de o que hacía de humano un ser diferente del resto de los otros seres vivos. De alguna manera, ese sentido del alma queda disimulado en la palabra mente, es decir que hablaríamos de “mente” para evitar, por pudor, referirnos al alma. ¿Pero qué es la mente? Algunos dicen que es un sistema de recepción, procesamiento y emisión de la información. Pero, si es así, los animales, igual que las computadoras, también tendrían mente, porque también reciben, procesan, y emiten información. Para la neurología, en cambio, la mente designa el conjunto de procesos y funciones que dependen del cerebro, procesos y funciones tales como la percepción, la memoria, la consciencia, etcétera. Pese a los valorables intentos de la neurología, ella tampoco puede definir a la mente de manera tal que la definición no recuerde a la filosofía y a sus estudios sobre el alma. Así, hablar de mente y de cerebro, semánticamente no es muy diferente a hablar de cuerpo y alma, de lo que ya se hubiera encargado un Platón, o un Descartes siglos antes. Lo mismo para la conducta. Si la definimos como una reacción a un estímulo condicionado por el ambiente, seguimos sin encontrar especificidad para los seres humanos, pues los animales también se comportan en ese sentido que describimos. Podríamos, quizá, definir a la conducta humana como motivada por estímulos interiores, ya sea físicos u orgánicos, o elementos asociados más con la ética, o con la intencionalidad inconsciente. Así, nos distanciaríamos un poquito de los animales al no limitar nuestra conducta a una reacción, sino a un acto más complejo y profundo. Volviendo a la palabra mente, ella es utilizada tanto por la psicología, como por la ciencia de la información, la biología, la neurología. Igual para la conducta, término que los psicólogos comporten con la etiología, la sociología, y las ciencias jurídicas y políticas. La palabra persona también es ambigua. La usa la psicología, pero, además, la lingüística y el derecho. En la lingüística, la persona designa a quienes intervienen en la comunicación, mientras que en el derecho, “persona” refiere a un ente que tiene derechos y obligaciones, y que es identificable porque es indivisa, o sea porque es esa persona y no otra. ¿Ven, entonces, lo difícil que se hace encontrar precisión semántica a la hora de hablar de los conceptos más importantes de la psicología? Todas estas palabras cargadas de sentido, de las cuales la psicología nunca pudo desprenderse, al punto de que aparecen en la definición que citamos al comienzo, presentan una gran ambigüedad y falta de precisión. Esto es lo que se comprueba si se examina críticamente la definición de psicología. Tras este examen crítico, se nos aparecen tres consecuencias. En primer lugar, falta una definición clara y precisa, que no se preste a ambigüedades, del andamiaje conceptual de la psicología. Por tanto, la definición de psicología no tan clara y distinta sino que, al contrario, es una condensación de objetos estudios muy heterogéneos y difíciles de explicar. En segundo lugar, como consecuencia del primer punto recién destacado, tenemos la cuestión de que el campo de la psicología está fragmentado, o sea, hay muchas escuelas y ramas que no coinciden unas con otras. Finalmente, en tercer lugar, que los límites de la psicología con otras disciplinas se debilitan, pues comparte con ellas muchos conceptos claves. A partir de 1850, como un efecto de la revolución industrial y del capitalismo, se consolida la corriente epistemológica del positivismo. Remítanse a los textos de epistemología para estudiar el positivismo. En el marco del canon científico del positivismo, es decir de las reglas que empujaban al ser humano a producir conocimiento únicamente a través de la observación y de la experimentación empírica del método científico propio de las ciencias naturales, comienza la psicología científica de la mano de laboratorio de psicología experimental con Wundt. En la psicología científica debían dejarse de lado todas las cuestiones metafísicas o especulativas, y tenían que seguirse los pasos del método científico. En otras palabras, la investigación ha de partir de datos positivos, empíricos. Luego, se formulan hipótesis que buscan dilucidar el problema que abordamos. Más tarde, esas hipótesis deben ser verificadas a través de experimentos, y, finalmente, han de formularse las leyes que explican todos los fenómenos estudiados. Ese es, bien simple, el método científico. Si bien, con el paso de los años el paradigma o el modelo para la construcción de conocimiento ha cambiado, ya sea por la física, la fisiología, la comunicación, o la computación, los modelos naturalistas permanecieron inmutables en algo, vale decir, en la intención de excluir todo lo relativo al sujeto. Todo esto dio lugar a diferentes reduccionismos, es decir, al hecho de dejar de lado, de no prestarle atención a un montón de cosas relacionadas con la subjetividad o con el contexto sociocultural.De esa manera, la consciencia quedaba reducida a sus contenidos más simples, aquellos contenidos que pueden estudiarse en el laboratorio. De hecho, ese era, en un primer momento, el objeto de estudio de la psicología experimental de Wundt, la conscienciaen su experiencia inmediata, estudiada a través de la fisiología de las sensaciones y la introspección, más allá de que, años más tarde, Wundt se dedicó a estudiar a las interacciones sociales más complejas en su Psicología de los pueblos. Tengan en cuenta, de cara a un posible parcial, cuál es el objeto de la psicología de Wundt. Ya lo hemos trabajado, a Wundt, en DPC A, en el texto de Colombo y Danziger, acá lo mencionamos únicamente para dar cuenta del origen de la psicología científica, origen, por cierto problematizado por Danziger en aquella otra materia. Como consecuencia de la psicología experimental, tenemos, en primer lugar, que la consciencia quedaba reducida a sus contenidos más simples, los que pueden estudiarse en el laboratorio. En segundo lugar, la psicología científica nació dividida en dos, la experimental subsidiaría a la fisiología, y la de los pueblos como parte de la antropología. Finalmente, una tercera consecuencia es que las preguntas relativas a qué es la consciencia o cómo se originan, siguen sin poder contestarse del todo, pese a los intentos de la cognitiva. En este punto, se nos presenta la noción de “horizonte semántico de la psicología”. El horizonte funcionaría como una frontera que se quiera alcanzar, pero que, por así decir, siempre está lo suficientemente lejos como para que no podamos tocarla. El horizonte al que nos referimos aquí es la psicología misma, todas las cuestiones que hacen al saber psicológico, y que de alguna manera siempre se están actualizando, sin llegar nunca a una puesta en común, o en otras palabras, sin llegar nunca al horizonte. Esto, por supuesto, no le quita valor a nuestra disciplina, sino que, al contrario, la vuelve más compleja que muchas otras. Ahora, vamos con el título del texto, sujeto y alteridad. Sujeto y alteridad son dos palabras que apuntan a otro campo de la psicología, diferente a la experimental, y que es el psicoanálisis, otro universo discursivo. Paradójicamente, el psicoanálisis mismo pretendió iniciarse como una ciencia natural, en el sentido de que Freud, en su libro titulado Proyecto para neurólogos, intentó construir una psicología basada en el funcionamiento del sistema nervioso. Sin embargo, poco tiempo después, Freud se fue hacia otro lado, e inauguró un pensamiento más original, independiente del positivismo, que es justamente el psicoanálisis. La originalidad teórica del psicoanálisis consiste en haber demostrado, en primer lugar, que el psiquismo no se reduce a la consciencia. En segundo lugar, que todo acto psíquico se origina en el inconsciente. En tercer lugar, que el inconsciente determina todo el campo de la consciencia humana. En cuarto lugar, que el sujeto debe ser pensado en la escisión conflictiva entre inconsciente y consciencia. En quinto lugar, que también la personalidad psíquica está escindida, un Ello, un Yo, y un Superyó. Y, en sexto lugar, que la materialidad del inconsciente tiene que ver con la sexualidad infantil, y que su represión inaugura al sujeto. Si bien la definición de psicología que citamos al comienzo no habla de sujeto, presupone una definición del mismo, la de pensarlo como una unidad bio-psico-social. ¿Qué es lo que hace que hablemos de una unidad de esos tres elementos que son lo bio, lo psico, y lo social? Bueno respondiendo a esto, decimos que lo que unifica… es la noción de individuo, que recuerden, elude a algo que no se divide, algo que, aunque pueda tener diferentes atributos, no es susceptible de confundirse. Los rasgos característicos de la representación del sujeto como individuo son las de un yo autónomo, un ser racional y libre para el ejercicio de la razón, tal como postulaba la filosofía, especialmente la de Kant. A esta representación del sujeto, que se una unidad, que no se divide, se opone la nueva concepción derivada del psicoanálisis, donde el sujeto, en realidad, está descentrado, o en otras palabras, dividido en un ello, un yo, y un superyó. En la filosofía, el sujeto es el sujeto cognoscente, es decir, aquel dotado de una racionalidad que le permite abordar los objetos del mundo. Racionalidad que, además, le permite abordarse de forma transparente a sí mismo, como si pudiera conocerse del todo. En psicoanálisis, como ya adelantamos, es otra la concepción que se tiene del sujeto. Un sujeto atravesado por el inconsciente y que tropieza consigo mismo, que muchas veces no sabe porque hace o piensa algunas cosas, que de repente, en el medio de la noche, se despierta agitado tras haber soñado algo que, en la pregunta por el significado del sueño, lo dejará inquieto toda la semana. La concepción de la filosofía no alcanza, entonces, para representarse al sujeto, al menos no desde la teoría psicoanalítica. Al psicoanálisis lo podemos pensar como otro campo discursivo, diferente al de la psicología experimental, y cuyo creador es Freud. En psicoanálisis, el sujeto también está atravesado por el otro. Freud mismo destaca que la psicología individual es al mismo tiempo una psicología social, en la medida en que el otro siempre está presente en nuestra vida anímica, ya sea como modelo o ideal a alcanzar, como objeto de amor o de odio, como auxiliar, es decir ayuda necesaria, o al revés, como enemigo. Son estas relaciones vinculares con los otros las que hacen las veces de matriz de la subjetividad, es decir las que nos constituyen como sujetos. Eso tiene que ver con, lo denominado por Lacan, registro simbólico, al campo del Otro con mayúsculas, concepto muy complejo que abordarán en profundidad en materias de años posteriores. Para decirlo de forma muy esquemática, y para que se entienda, el Otro con mayúsculas está en el lenguaje, en la ley de la cultura, de la sociedad, es ese Otro que nos habla incluso antes de que lleguemos al mundo, ya sea cuando nuestros padres nos ponen un nombre o cuando comienzan a proyectar en nosotros todo tipo de deseos. Tengan en cuenta que el registro simbólico es muy importante en el psicoanálisis, ni hablar en el psicoanálisis lacaniano. Lo trabajaremos más concretamente en otras materias de años posteriores. Veamos los cuatro sentidos del “otro” En primer lugar, el otro semejante al yo. En segundo lugar, el otro como una parte de nosotros que no admitimos perder, o sea el otro como ideal, nuestra media naranja. En tercer lugar, también el otro como un ideal, pero un ideal a ser alcanzado, por ejemplo, ser buenos psicólogos. En cuarto lugar, el Otro con mayúsculas como la estructura simbólica propiamente dicha, que nos determina y que ya hicimos alusión muy brevemente. Entonces, para diferenciar esta noción del sujeto de la del individuo bio-psico- social que trabajamos al comienzo, decimos que el sujeto es efecto de la relación con el otro, por eso no hablamos de una interioridad del sujeto, sino de una inter-subjetividad abierta al resto de los seres humanos. Decimos, además, que el sujeto tal como lo entiende el psicoanálisis no es transparente a sí mismo, sino que está descentrado, en el sentido de que tiene una dimensión inconsciente, que se le escapa. “Sobre la vigencia del psicoanálisis”, Cottone Los autores del presente texto se proponen analizar, por un lado, la resistencia que genera el psicoanálisis como teoría, y, por otro lado, su vigencia y actualidad. Vamos con el primer elemento, la resistencia, en otras palabras, el rechazo, que genera el psicoanálisis. Esto es abordado por Freud en un texto titulado Una dificultad de psicoanálisis, donde afirma que si los lectores se resisten al psicoanálisis no es por una dificultad intelectual, porque sea difícil de entender, sino que lo que se encuentra en el centro de la cuestión es, en realidad, una dificultad afectiva. ¿A qué se refiere con esto? Al hecho de que el psicoanálisis rasga en las profundidades de nuestro ser, tocando, por ejemplo, temas como nuestra sexualidad, la cual muchas veces no queremos oír nada. Es como si el psicoanálsiisrepresentara el peligro de mostrarnos una parte de nosotros que no queremos conocer. Esa es la dificultad afectiva. En cuanto a la vigencia, la pregunta pasa por saber si el psicoanálisis sigue siendo útil después de casi cien años de la muerte de Freud. La respuesta es sí. Para pensar la vigencia de psicoanálisis disponemos de tres ejes. En primer lugar, que introduce un nuevo sistema de pensamiento, es decir, una forma nueva de abordar a la subjetividad humana. ¿Cómo? A partir del lugar que le da al inconsciente, a la sexualidad, y al sujeto en tanto escindido. Recordemos que a diferencia de la psicología general, o de la filosofía, que hablaban de un individuo susceptible siempre de reconocerse a sí mismo, en psicoanálsiis el sujeto muchas veces tropieza, se pierde en las profundidades de su subjetividad. Un segundo eje que confirma su vigencia tiene que ver con el hecho de que su eficacia está comprobada, en la medida en que sigue curando el malestar psíquico a través de las palabras. En tercer y último lugar, tenemos que es una buena herramienta para generar un discurso crítico, que da lugar a la reflexión. Ahora bien, paradójicamente, así como estos tres ejes confirmarían la vigencia de psicoanálsiis, también sirven para desmentirla, para negarla. Profundicemos los ejes, uno por uno, para entender todo esto. Dijimos, respecto al primer eje, que Freud, en su teoría, le da lugar al inconsciente. El viejo Freud puede demostrar la existencia del inconsciente a partir del estudio de algunas cosas que habían sido descartadas por la psiquiatría, como son los sueños, los lapsus, o los síntomas que puede presentar un neurótico. Es a partir de, si se quiere, estos desechos, que construye un nuevo operador conceptual. El concepto de inconsciente, y aclaremos que está mal decir subconsciente ya el inconsciente no se encuentra debajo de nada, dio vuelta todos los fundamentos de la ciencia, al romper con la idea de que el psiquismo se reducía a la consciencia. Hay, todavía, algo más, que hasta Freud había permanecido velado, el inconsciente. Retomando el texto que citamos anteriormente, Una dificultad en psicoanálisis, tenemos que el descubrimiento del inconsciente significó una herida al narcisismo universal, al amor que la humanidad se tiene a sí mismo. Son tres las heridas narcisistas que se dieron a lo largo de toda nuestra historia. En primer lugar, la de Copérnico. El ser humano, antes de este hombre, creía que la Tierra, su morada, estaba en el centro del universo. Copérnico quita a la Tierra de ese lugar, y hiere así el narcisismo de la humanidad. Esta es la afrenta cosmológica. La segunda afrenta o herida narcisista es la que lleva adelante Darwin, la afrenta biológica, que muestra que, además de no ser el centro de universo, tampoco somos el centro de la especies. Darwin reveló que el hombre no es nada diverso del animal, no es mejor que él, ha surgido del reino animal y es pariente próximo de algunas especies. Finalmente, la tercera afrenta, la afrenta psicológica, la que imparte el mismísimo Freud. Antes de la aparición del psicoanálisis, el hombre se consideraba un soberano en su propia alma, dueño absoluto de sí mismo, de sus pensamientos, de sus deseos, y de su voluntad. Ahora bien, a menudo nos encontramos con productos de nuestra vida anímica que nos generan incomodidad, como puede ser una palabra que se nos escapa y no quisimos decir, o un sueño perturbador en el medio de la noche. El descubrimiento freudiano nos anoticia de que hay algo propio de nuestro ser que le es ajeno al yo. El psicoanálisis destruye así la ilusión de que la vida psíquica está centrada en la consciencia, de que todo le es accesible, comprensible, y controlable al yo. El ser humano no sólo no es el centro del universo, no sólo no es el rey del reino animal, sino que, además, tampoco es amo en su propia casa, tampoco es dueño de sí mismo. Esa es la afrenta psicológica. Así, el yo se siente incómodo, tropieza en su propia casa, en su propia alma. Esa es la afrenta psicológica, no sólo no somos el centro del universo, ni los reyes del reino animal, ni siquiera somos dueños de nosotros mismos. Este hecho da lugar, también, a esa dificultad afectiva de la que hablamos. En el sentido de que no todos estamos dispuestos a aceptar cosas que el psicoanálisis nos revela. De ahí que se generen resistencias hacia él. Esto en cuanto al primer eje. Respecto del segundo, recordemos que tenía que ver con la eficacia terapéutica de la palabra. Muchos detractores de psicoanálisis niegan su eficacia, especialmente los adeptos a la psicología científica, como puede ser por ejemplo la neurociencia. Plantean que se puede trabajar el inconsciente o la sexualidad sin necesidad de coincidir con Freud, olvidándonos de él. Otros, que están de lado de Freud, van a decir que no se debe reducir la vida anímica a las neuronas, y que el psicoanálisis es útil para abordar una serie de elementos que sólo se vuelven accesibles a través de las palabras. De ahí la eficacia terapéutica que afirman que tiene el psicoanálisis. Para terminar, el tercer eje, el psicoanálisis como discurso generador de pensamiento crítico. Al interrogar el grueso de los discursos, el psicoanálisis pone en entre dicho todas las verdades establecidas, denunciando los intereses que se esconden detrás de ellas. El método analítico nunca se cierra en conclusiones definitivas. Esto entra en conflicto con los discursos cerrados en cuyo interior todo tiene una respuesta incuestionable. La vigencia del modelo al que Freud dio lugar reside en el efecto liberador que produce al cuestionar racionalmente a todo discurso dogmático. Por supuesto, ese discurso muchas veces se le vuelve en contra, y esa es otra fuente de resistencias a la teoría freudiana. Así, podemos observar la paradoja de la que habla el texto, el hecho de que si bien los tres ejes sirven para legitimar, para validar la vigencia de psicoanálisis, también son fuente de resistencia, la de aquellos que niegan al inconsciente, que niegan los efectos terapéuticos del análisis, y que no están dispuesto a romper con la verdad establecida. “Psicopatología de la vida cotidiana”, Freud Vamos a trabajar tres capítulos de este texto, El olvido de nombres propios, Olvido de palabras extranjeras, Recuerdos de infancia y recuerdos encubridores. El olvido de nombres propios. En este primer capítulo de Psicopatología de la vida cotidiana, Freud va a decir que el fracaso que el olvido supone (fracaso de la función psíquica del recordar), admite un esclarecimiento, o sea que es posible explicar por qué se produce el fenómeno. Esto significa que Freud le atribuye un sentido a los olvidos, ellos obedecen a vías calculables y ajustadas a la ley. A veces, el olvido viene acompañado también de un recuerdo falseado que inmediatamente se reconoce como tal. O sea, no sólo no recuerdo el nombre de X persona, sino que además me vienen a la cabeza otros nombres que sé que no son los correctos. Esto es producto de lo que Freud llama desplazamiento, un proceso psíquico que trabajaremos en unos minutos. El recuerdo falseado, el nombre sustitutivo, guarda un nexo con el verdadero nombre que se mantiene oculto. Es decir que si al intentar recordar el nombre de un viejo conocido se me presenta un nombre que no es el correcto, eso significa que, de alguna manera, ese nombre sustituto se conecta con el olvidado. Insisto en que esto significa que hay un sentido. Y aceptar que tal sentido existe es importante porque nos permite ponernos manos a la obra para intentar discernirlo. Tanto lo olvidado como el recuerdo erróneo que emerge se vinculan con una red de ideas latentes, es decir, no conscientes, reprimidas, como veremos en un rato. Este es el aporte sustancial, la subversión que hace el psicoanálisis, y que en su momento lo diferenció de otras disciplinas, el descubrimiento de lo inconsciente y de la represióncomo tal. La psiquiatría no tenía en cuenta estas cosas, las desechaba, y por eso se quedaba afuera de la posibilidad de descubrir ciertos matices de nuestra conducta. Antes de pasar al análisis que Freud hace aquí de un olvido que él mismo tuvo, haremos una serie de introducciones a diferentes conceptos, como pueden ser la represión, el desalojo, la atracción, lo latente, lo manifiesto, la condensación y el desplazamiento, todos trabajados en una ficha de cátedra que recibe el nombre “Notas de lectura”. En esta parte de la obra de Freud se entiende a la represión como un acto psíquico, una fuerza, que desaloja de la consciencia a una representación, un pensamiento. Desalojar de la consciencia implica volver a tal representación inconsciente. Por lo general, es un acto que se da de forma espontánea, a partir de los ideales que estructuran al yo. Si algo choca con esos ideales sufrirá el destino de la represión. Ahora bien, no sólo hay que tener en cuenta a la represión como una repulsa, o sea como un rechazo desde la consciencia a lo reprimido, sino que también opera otro factor, a saber, la atracción que lo ya reprimido puede ejercer sobre el material consciente. Entonces, la represión consiste, básicamente, en un doble y simultáneo proceso de desalojo y atracción. Esa es una primera forma de definirla. Más adelante va a decir, en una segunda definición, que es una frontera infranqueable entre los sistemas Icc y Prcc. Finalmente, en tercer lugar, la entiende como una desconexión con la palabra, en el sentido de que algo no puede ponerse en palabras. Sin embargo, en este texto nos quedamos con la primera definición. Vale la pena detenerse también en los conceptos de latente y manifiesto. Los contenidos latentes no están presentes en la consciencia. Los manifiestos, en cambio, tienen que ver con ideas que se expresan de forma evidente, de forma directa en la consciencia. Hay que aclarar, de entrada, que lo reprimido y lo latente no son lo mismo. Esto es así porque lo latente no siempre es reprimido. Puede ser reprimido, pero no siempre. Así, por ejemplo, una idea puede no estar en la consciencia, pero no por estar reprimida, sino por un simple fallo en la atención, como cuando estamos en un examen y no nos acordamos esa línea que leímos cuarenta veces. Lo reprimido es un desalojo de la consciencia y un esfuerzo por mantener alejado a lo que se reprime, mientras que lo latente es simplemente no estar en la consciencia. Por su parte, la condensación y el desplazamiento son los modos de funcionamiento del inconsciente. Ellos están en la base de todas las operaciones y procesos de la vida psíquica. El desplazamiento hace que el trabajo del recuerdo pase de una cosa a otra, o sea que cambie de dirección. Mientras que la condensación agrupa en un mismo lugar diferentes elementos. Retengan estas dos definiciones porque las vamos a retomar. Ahora, volvamos a Psicopatología de la vida cotidiana, con El olvido de nombres propios, y mostraremos todo lo abordado a partir de Notas de lectura con un ejemplo que trae Freud sobre un olvido de nombre con recuerdo fallido que él mismo tuvo. Cuando Freud sufre el olvido, se encontraba en un coche platicando con un hombre mientras se dirigían rumbo a Bosnia y Herzegovina. Hablaban sobre un tema relacionado con pintores italianos, y Freud no podía recordar el nombre de uno de ellos, el nombre de Signorelli. Pero antes de este tema, habían conversado sobre otro tema que guardaba relación con ciertas costumbres sexuales de los turcos de Bosnia y Herzegovina, y la concepción que ellos tenían de la muerte (cierta resignación). Pero este tema queda inconcluso, ya que Freud decide desviarlo. Después, mientras habla sobre los pintores italianos, Freud recuerda el tema anterior, y sufre el olvido. Entonces, el olvido de nombres, en este caso, se explica como la perturbación del nuevo tema que emergía por el precedente. El nuevo tema, o sea el tema que se encuentran hablando mientras el olvido se lleva adelante, son los artistas italianos, mientras que el tema precedente es el de las costumbres sexuales turcas. Cuando el tema precedente vuelve a pasar fugazmente por la cabeza Sigmund Freud, el nuevo tema de los pintores es perturbado, de tal manera que ahora no puede recordar un dato sobre los artistas, precisamente el nombre de Signorelli. Por eso hablamos de una perturbación de nuevo tema por el precedente. El tema precedente de los turcos puede perturbar la memoria porque se había concluido antes de que terminara. O sea, Freud estaba hablando de la sexualidad de los turcos, pero decide interrumpirse para pasar a hablar de los italianos, tal como adelanté hace un ratito. Lo que Freud contaba a su compañero en el tren acerca de los turcos tenía que ver con el hecho de que ellos valoraban mucho el goce sexual, y que cuando había problemas, como puede ser por ejemplo una impotencia, se ponían muy oscuros, y empezaban a pensar en cosas relacionadas con la proximidad de la muerte. De hecho, Freud estuvo a punto de contar que había oído a un turco decir que la vida perdería todo valor cuando el pene dejara de funcionar. Pero Freud, por pudor, decide no tocare se detalle, lo omite, interrumpe, como ya les dije, el tema de los turcos para pasar a hablar de otro. Hay un esfuerzo de desalojo por parte de Freud. Después de este esfuerzo de desalojo, concepto que ya trabajamos, sufre el olvido. En ese entonces, Freud estaba medio triste porque un paciente de Trafoi se le había suicidado ya que tenía una perturbación sexual incurable. Pero, y esto es importantísimo, Freud en ningún momento había pensado en este incidente mientras hablaba sobre los turcos en el tren, no le había venido a la consciencia. Sin embargo, el suceso buscó una expresión. “Trafoi” es parecido a “Boltraffio”. En la palabra Boltraffio se esconde el lugar donde el paciente se suicidó. Lo que sucede, precisamente, es que Freud había querido olvidar algo, reprimir algo, que era la triste noticia de su paciente, y por eso, inconscientemente, deja de hablar del tema, y pasa a mencionar a los italianos. No obstante, en lugar de olvidar el triste suceso olvida una palabra, Signorelli. Esto es así porque esta palabra consiguió entrar en conexión asociativa con el suceso. Lo reprimido, que era la muerte de su propio paciente, logra apoderarse por vía asociativa de nombre buscado, y lo arrastra consigo a la represión. Hay, ahora, una atracción de lo reprimido. El nombre Signorelli se asocia con el de Boltraffio porque ambos son italianos, y el de Boltraffio es parecido al de la aldea de Trafoi donde murió el paciente. Las condiciones para el olvido con recordar fallido son tres, cierta predisposición para su olvido, un proceso de sofocación trascurrido por antes, y la posibilidad de establecer una asociación extrínseca entre el nombre en cuestión y el elemento antes sofocado. Hay, concluimos, un motivo para el olvido. Un sentido. Hace algunos minutos hicimos un paréntesis para explicar conceptos tales como el contenido manifiesto o el latente, o el desplazamiento y la condensación. En este ejemplo que trabajamos, el contenido manifiesto es la conversación sobre los pintores. Por otro lado, el contenido latente tiene que ver con la trágica muerte de su paciente en Trafoi, y también la cuestión sexual de los turcos que Freud decide interrumpir. Tengan en cuenta que decimos contenido latente, no reprimido. En este ejemplo particular de Freud no sabemos cuál es el contenido reprimido, él mismo lo deja entrever en el cuadrito que aparece en el texto. Respecto al desplazamiento y la condensación, habíamos dicho que la primera tenía que ver con el hecho de que el trabajo del recordar pasa de una cosa a la otra. Así, se pasa en este ejemplo del nombre olvidado Signorelli al recuerdo fallido de Botticelli y Boltraffio. Además, el desplazamiento también interviene en el hecho deque Trafoi, el lugar donde se suicidio el paciente, se esconda detrás de la palabra Signorelli, en el sentido de que Freud no podía recordar Signorelli porque quería olvidar Trafoi. Finalmente, en cuanto a la condensación, dijimos que era el proceso en virtud del cual se agrupan muchas representaciones en una sola. Por ejemplo, en la palabra Boltraffio se encuentran condensada, en la silaba BO, Bosnia, y en las últimas letras, Trafoi, donde ocurrió el suicidio. Así, entonces, lo reprimido se expresa con sustitutos simbólicos. El olvido de Signorelli satisface la represión, pero al mismo tiempo posibilita la expresión deformada, por desplazamiento y condensación, de lo reprimido. Para entender esto, recuerden que dijimos que la represión es un desalojo de la consciencia. Pero lo que se desaloja de esa parte del aparato psíquico, sigue existiendo en el inconsciente y desde allí procura volver, y a veces lo logra, pero de forma desfigurada. Tal cosa ocurre en este ejemplo que acabamos de explicar, y en todos los sueños que tenemos cuando nos vamos a dormir por la noche. Olvido de palabra extranjeras. Las palabras extranjeras también son susceptibles de olvidarse. Y, de hecho, con más frecuencia que las de la lengua materna. Freud nos trae, esta vez, un análisis. Pero en esta oportunidad, no de un olvido suyo, sino de otra persona. El viejo Freud se encontraba hablando con un joven intelectual sobre el pueblo judío. El joven era judío y se lamentaba que su generación sufriera tanto maltrato. Si leen la Eneida, un largo poema de Virgilio, se van a encontrar con que uno de sus protagonistas, Dido, le reclama a Eneas haberla abandonado. “Qué alguien surja de mis huesos como vengador”, exclama Dido furiosa mientras Eneas parte con sus naves. En Latín sería Exoriare aliquis nostris ex ossibus ultor. Les comento esto porque el joven judío con el que habla Freud, al lamentarse por la opresión que sufre su pueblo, exclama las mismas líneas, con la diferencia que en lugar de decirla completa se le olvida una palabra, “aliquis”, de modo que dice Exoriare nostris ex ossibus ultor. Ese es el olvido en cuestión. El joven quiere saber por qué se olvidó esa palabra, así que Freud lo exhorta a comunicarle con sinceridad y sin crítica alguna todo cuanto se le ocurra en relación al olvido. Vale la pena aclarar, de paso, que acá está haciendo uso de la asociación libre, concepto que nos remite al método psicoanalítico por excelencia. Acá no vamos a hablar mucho de la asociación libre ya que el texto no lo hace y no quiero enredarlos con tantos conceptos. Pero sí podemos decir, al menos para comenzar, que el método psicoanalítico tiene la estructura de un diálogo que busca la libre circulación de la palabra. Los componentes de este diálogo son tres: la palabra, el analista, y el analizado. Ahora bien, ¿por qué buscamos la libre circulación de la palabra, es decir, la no objeción crítica? Porque sólo de este modo podremos arribar a las profundidades del inconsciente. En la asociación libre, el analizado debe decir lo primero que se le venga a la cabeza sin objeción crítica, o sea, sin pensar que lo que piensa no tiene sentido, o sin caer presa de la vergüenza que podría darle expresarlo. Esa es la regla fundamental. Tiene que decirlo todo sin ocultar nada y sin mentirnos, porque ese es el material que a nosotros, como psicoanalistas, nos permitirá entender qué le pasa. Esta es la asociación libre, explicada muy por arriba. Pero está bien para empezar. A continuación, al chico se le ocurren diversas cosas a la hora de referirse a la palabra olvidada, que es “aliquis”. Primero, dividirla en “a” y “liquis”. Luego se le vienen a la cabeza las palabras “reliquias”, “liquidación”, “fluidez”. También piensa en los santos del calendario, y en un mito acerca de la “fluidificación” de la sangre de San Jenaro en una redoma en determinado día del mes. Por último, menciona que podría recibir una mala noticia de parte de una amante. Freud interpreta que el joven le preocupa que a la chica con la que sale no le venga la regla. Fíjense que entre las ocurrencias que tiene el muchacho aparece una referencia a la fluidificación de la sangre, lo que, claramente, hace alusión a la menstruación. También se menciona el calendario, es decir algo que se vincula con una fecha precisa, vale decir la del día en el que llega la sangre. Y por último se habla del miedo hacia una mala noticia. Se podría seguir analizando esto, de hecho Freud lo hace, pero con esto alcanza para entender que todo lo que se le ocurre al chico encierra el temor de que llegue esa mala noticia que representaría que la amante esté embarazada. La razón del olvido no fue la de haber sustraído su atención de un tema aún no concluido como sucedió con el caso Signorelli. Lo que sucedió, en realidad, fue que el nombre se olvida porque en el tema de la conversación se eleva inconscientemente una contradicción con la idea del deseo que figura en el tema. Expliquemos esto. El deseo que figura, que aparece en el tema, es el de tener descendencia, fíjense que él exclama que ojala surja de sus huesos un vengador. El joven ama al pueblo judía, así que el encantaría que alguien de su propia sangre lleve adelante la venganza. Sin embargo, en las profundidades del inconsciente hay un deseo contradictorio, que es el de no querer tener hijos, pues ellos supondrían una gran responsabilidad y consumo de tiempo. Entonces, desde el inconsciente, ese deseo reprimido de no querer tener hijos se asocia con el deseo consciente, el de sí querer tenerlos que se expresa en la cita, y entonces se produce el olvido de unas de las palabras que expresa este último deseo, aliquis. O sea que el joven no está dispuesto a aceptar que en el fondo no quiere tener hijos, por más que ellos sean los supuestos vengadores. Si no que quiere tiempo para sí mismo, más allá de lo que les pase a los judíos. Como este deseo le generaría cierta culpa procede a reprimirse. Y desde el inconsciente produce el olvido. Para terminar este ejemplo, decimos que el contenido manifiesto se ubica en el momento en el que el joven se queja por lo mal que le va al pueblo judío. Lo latente tiene que ver con la pregunta acerca de su deseo de ser padre. Ustedes en el parcial tienen que poder decir qué se esconde detrás de cada olvido y cómo funcionan los mismos. Por un lado, en el olvido de Freud de la palabra Signorelli lo que se esconde es la represión del doloroso suicidio de su paciente, y el motivo que genera el olvido es el hecho de que el tema anterior no se haya concluido, de manera tal que viene a perturbar el más nuevo, que era la charla sobre los artistas italianos. Y, por otro lado, en el olvido del judío, lo que se esconde es el deseo inconsciente de no tener descendencia, y el motivo del olvido tiene que ver con el hecho de que ese deseo inconsciente entre en contradicción con otro consciente, que es el de sí tenerla, de manera que el primer deseo, el inconsciente, se asocia con el segundo y hace que una de las palabras de la cita, aliquis, caiga reprimida también. Recuerdos de infancia y recuerdos encubridores. Lo que va a decir Freud al comienzo de este capítulo es que llama la atención que de las vivencias de la infancia por lo general sean las más triviales, o sea las que tienen menos valor, las que se recuerdan, mientras que aquellas que son importantes permanecen en el olvido. Dicho en criollo, muchas veces nos acordamos de las cosas boludas de nuestra infancia, y no de las que realmente marcaron nuestra vida. Ahora bien, los recuerdos indiferentes de la infancia deben su existencia a un proceso de desplazamiento a partir del cual los recuerdos verdaderamente importantes se ocultan. En otras palabras, las memorias triviales, tontas, son un sustituto de un recuerdo más importante que se ha reprimido, son lo que llamaríamos recuerdos encubridores, ya que se conservan no por sucontenido, sino por el vínculo asociativo que guardan con lo que cayó bajo los efectos de la represión, vale decir, con lo que encubren. Podemos recurrir al tiempo para tratar de describir a las diferentes formas en las que el desplazamiento puede darse. Tenemos, de esa manera, tres tipos de desplazamientos, atrasadores, adelantadores, y simultáneos. Cuando el recuerdo encubridor es anterior al recuerdo reprimido, o sea cuando las cosas sin importancia sucedieron antes de las importantes que se reprimieron, hablamos de un desplazamiento atrasador o retrocedente, que va hacia atrás en el tiempo. En cambio, cuando el contenido encubridor es posterior a lo que se reprime, cuando pasó después, estamos frente a un desplazamiento adelantador o avanzador. Finalmente, cuando el recuerdo encubridor y el reprimido se dieron al mismo tiempo, estamos ante un desplazamiento simultáneo o contiguo. El olvido de nombres con recordar fallido y el recuerdo encubridor, no son entre sí iguales. Lo que los diferencia, en principio, es que el recordar fallido del olvido de nombres se trata solamente de algunas cuantas palabras, mientras que el recuerdo encubridor tiene que ver con una vivencia completa, o sea en el recuerdo encubridor no recodamos sólo palabras, sino toda una vivencia que esconde otra más importante. Doy un ejemplo de recuerdo encubridor para que todo esto que hasta acá explicamos sea más aprehensible. Puede suceder que un chico haya sido abusado cuando era muy pequeño por un tío. En lugar de recordar el abuso, ese chico recuerda que su tío lo está retando muy feo. El reto sería, entonces, un recuerdo encubridor del abuso. Otra diferencia es que el olvido de nombres es un fracaso de la función mnésica, ya que no podemos recordar algo, mientras que en el recuerdo encubridor sí, más allá de que el recuerdo esconda una cosa reprimida. Por otro lado, en el olvido de nombres la perturbación de la memoria es momentánea en algún momento recordaremos el nombre. Con lo reprimido que se oculta detrás del recuerdo encubridor no pasa lo mismo, puede encontrarse oculto durante años, incluso eternamente. En ese sentido, sólo un análisis podría arrojar algo de luz para que volvamos consciente lo inconsciente. Ahora bien, también hay similitudes. En ambos casos hay un desacierto del recordar, la memoria no reproduce lo correcto, sino algo sustituto, ya sea un nombre que no es, o un recuerdo encubridor. Esto es así gracias al proceso del desplazamiento, a partir del cual la representación importante permanece oculta detrás de la superficial, de la de menor importancia. Todo esto indica que el fracaso de la función reproductora se debe a cierta tendencia que favorece un recuerdo y a la vez se empeña en perjudicar a otro. Tras hacer estas elucidaciones, Freud se pregunta qué tan atrás en la infancia se remontan los recuerdos. Algunos recuerdan cosas ya desde el primer año de vida, otros recién a los cinco o seis años. Como podrán observar, la amnesia infantil no tiene los mismos matices en todas las personas. Tengan en cuenta que llamamos amnesia infantil al hecho de no recordar las cosas que nos pasaron cuando éramos chiquitos. Lo primero que va a decir Freud al respecto es que si bien estas vivencias infantiles caen en el olvido, ellas son determinantes para el futuro de nuestra vida, como si de alguna manera se arraigaran en nuestra subjetividad, moldeándola. Por eso afirma que tales vivencias infantiles están en la base de la formación de todos los síntomas neuróticos. Vale decir que quien haya vivido ciertas cosas cuando pequeño, estará destinado a convertirse en un neurótico, o al menos a tener cierta predisposición. Otra cosa interesante que dice Freud es que de las vivencias más tempranas no poseemos un recuerdo real, sino en realidad una reelaboración posterior, como si de alguna manera todos los recuerdos de la infancia fueran encubridores. Un ejemplo a continuación. Un hombre recuerda con mucha, mucha claridad, que cuando era chiquito le preguntó a su tía la diferencia entre la N y la M. Ella le dijo que la M tiene un palito más. Posteriormente, quiso saber también qué diferenciaba a las nenas de los nenes, y bueno, de alguna manera, la dijo que la diferencia es la misma, “los nenes tienen un palito más”. Descubrir esto, al chico que causó una sorpresa muy grande, de tal manera que la vivencia cayó bajo los efectos de la represión. Sólo podía recordar la vivencia en la que su tía le explicaba las disimilitudes entre las dos letras, pero no entre los genitales. De esa manera, el recuerdo de la enseñanza sobre el abecedario es un recuerdo encubridor que encubre, valga la redundancia, al de la enseñanza sobre la diferencia anatómica. Para terminar con este texto, Freud nos trae un recuerdo encubridor que él mismo tuvo. Según era capaz de recordar, cuando tenía tres añitos se encontraba llorando frente a un armario mientras su hermanastro lo observaba. La causa del llanto era que su mamá no estaba allí, y entonces el pequeño Freud la buscó adentro del armario, pero para su pesar no la encontró. Finalmente, mamá llegó para calmarlo. Pero beste es un recuerdo encubridor. Lo que sucedió es que, tiempo antes, la familia de Freud había echado a una mucama porque les robaba. Freud le preguntó a su hermano mayor dónde estaba la mujer, y él le dijo “está encerrada”. Pero un día la madre de Freud también desapareció repentinamente, porque estaba internada haciendo el trabajo de parto. Entonces el pequeño Freud pensó que quizá también estaba encerrada, ¿dónde?, en el armario, por eso busco allí. Lo único que Freud podría recordar al principio era su propia imagen buscando dentro del armario, pero se había olvidado por completo de su niñero. De esa manera, el recuerdo encubridor del llanto y del armario esconde la partida de la niñera que a Freud no le fue indiferente. También hay en juego algunas cuestiones edípicas, pero Freud no profundiza al respecto, así que nosotros tampoco lo haremos. “La interpretación de los sueños”, Freud Acá vamos a trabajar algunas de las cosas más importantes del capítulo siete de la interpretación de los sueños. La regresión. El sueño es una vivencia alucinatoria de cumplimiento de deseo. Tomando una observación de Fechner, Freud dice que el escenario de los sueños no es el mismo que el de las representaciones de la vigilia, entendiendo por vigilia el hecho de estar despierto. Dicho esto, tenemos que imaginarnos al aparato psíquico como si fuera un microscopio. Cuando ponemos el ojo en la lente del microscopio, lo que vemos es una imagen virtual, es decir, no nos estamos enfrentando de forma directa con el objeto real que examinamos, como por ejemplo, una bacteria. Sin embargo, esa virtualidad nos permite descomponer y estudiar los elementos que en la lente se refractan. Con el aparato psíquico sucede lo mismo, cuando hablamos del aparato psíquico no tenemos que pensar en localidades anatómicas del orden de la realidad tangible, sino, más bien, tenemos que pensar en localidades psíquicas, en algo que es ideal, virtual, pero que, no obstante, nos sirve para estudiar las operaciones de nuestra psiquis, igual que el microscopio nos sirve para estudiar muchas otras cosas. A partir de acá, Freud se va a proponer conceptualizar al aparato psíquico, que ven en la imagen a continuación. . El aparato psíquico es imaginado por Freud como un instrumento compuesto por diferentes sistemas. Estos sistemas son el inconsciente, el preconsciente, y la consciencia, y hacen al aspecto tópico del aparato psíquico, y de la metapsicología freudiana. A raíz de ciertos procesos psíquicos los sistemas son recorridos por una excitación, por una energía, dentro de una determinada serie temporal. Este es el aspecto económico del aparato, cuya tarea más importante es tramitar la excitación y mantenerla lo más baja posible. Tenemos, además, el aspecto dinámico, el hechode los diferente sistemas de aparato psíquico se interrelacionan entre ellos. Así pues, la psicología freudiana está formada por estos tres aspectos que más o menos describimos, el tópico, el económico, y el dinámico. Freud asigna al aparato un extremo sensorial y un extremo motor. En el extremo sensorial se reciben las percepciones, y en el extremo motor se abren las esclusas de la motilidad, es decir, de movimiento. Por ejemplo, el extremo sensorial percibe la picadura de un mosquito, y el motor activa la acción necesaria para aplastarlo y que deje de molestar. Usualmente, la excitación va del extremo de la percepción hacia el de la motilidad, o sea, es progrediente. Otro detalle pertinente es que percepción y memoria se excluyen. Esto quiere decir que el sistema de las percepciones recibe los estímulos, pero nada conserva de ellos, y por tanto carece de memoria. Es necesario un segundo sistema que convierta la excitación momentánea, pasajera, de la percepción en huellas que sean permanentes. Nos referimos a las huellas mnémicas, que tienen como función la memoria. Freud habla de la existencia de dos instancias psíquicas, el preconsciente y el inconsciente. Llama al preconsciente “instancia criticadora”, ya que, valga la redundancia, critica al inconsciente impidiendo que éste devenga consciente. A raíz de esto, el inconsciente es denominado “instancia criticada”. Podemos decir que el preconsciente se encuentra entre el inconsciente y la consciencia como una pantalla, es una instancia que se interpone entre el inconsciente y la consciencia y define que se vuelve consciente y qué no, a veces Freud lo llama “censor”. El preconsciente guía nuestra vida de vigilia, o sea, nuestra vida despierta, y gobierna nuestra movilidad, es decir el movimiento. Las representaciones que se encuentran en el preconsciente pueden alcanzar sin más demora la consciencia, sólo se necesita un esfuerzo de atención. Por ejemplo, la fecha de mi cumpleaños está en mi preconsciente, lo único que necesito para recordarla es que alguien me la pregunte. Al contrario, las representaciones que habitan en el inconsciente no tienen acceso a la consciencia. Sí se las quiere abordar no basta con la atención, sino con un arduo trabajo de psicoanálisis. El inconsciente constantemente busca alcanzar la consciencia. Lo que sucede es que durante el día, la censura del preconsciente se lo impide. Ahora bien, durante la noche, cuando dormimos, la censura disminuye, es si se quiere más débil, ya no opera esa contracorriente, y entonces el inconsciente puede abrirse paso y exteriorizarse en el sueño. Otro factor que da lugar al sueño, además de la disminución de la censura, es la atracción que ejerce desde el inconsciente los pensamientos reprimidos. La excitación, en el sueño, toma un camino de reflujo. Esto quiere decir que en vez de ser progrediente, en vez propagarse del polo perceptual al polo motor como sucede cuando estamos despiertos, se propaga al revés, del polo motor al polo perceptual. Si a la dirección según la cual el proceso psíquico se continúa en la vida de vigilia la llamamos progrediente, estamos autorizados a decir que el sueño tiene, al contrario, carácter regrediente, e insisto con que esto quiere decir que en él la excitación no va del polo perceptual al motor, sino del motor al perceptual. A eso nos referimos al hablar de regresión, al hecho de que, en el sueño, la excitación vuelve a mudarse en la imagen perceptual de la que alguna vez partió, inviste hacia la plena vivacidad sensorial el sistema de las percepciones y genera, así, la alucinación onírica. No está de más decir que la regresión no es exclusiva de los sueños. También la vemos en otros ámbitos, como son la psicosis y el pensamiento Para terminar con el punto B, Freud dice que tenemos tres modos de regresión. En primer lugar, una regresión tópica. Esto remite al recorrido de la excitación por los diferentes sistemas de la tópica del aparato. Una regresión que dijimos, va del polo motor al polo perceptual. En segundo lugar, tenemos una regresión temporal, en la medida en que el sueño se trata de una retrogresión a formaciones psíquicas antiguas, a escenas infantiles. En tercer y último lugar tenemos una regresión formal, en el sentido de que modos primitivos de expresión sustituyen a los habituales. Sobre este tercer tipo de regresión volveremos más adelante para explicarla mejor. Acerca del cumplimiento de deseo. Acá Freud va a profundizar sobre esta cuestión de que el sueño es un cumplimiento de deseo sexual, infantil y reprimido. A medida que vamos creciendo, aprendemos a controlar nuestra vida pulsional, y entonces los sueños no tienen la misma intensidad, el mismo poder para generar las alteraciones necesarias que dan lugar al sueño. Dicho esto, el único deseo que tiene la fuerza de excitar la formación de un sueño es el deseo inconsciente. Para ilustrar y desarrollar eso Freud recurre a una metáfora, la del empresario y el capitalista. El capitalista, por así decir, es el que aporta la plata, es el inversor. Sin plata, el empresario, no podría llevar adelante sus negocios. Dicho esto, Freud afirma que el deseo inconsciente es el capitalista, es la fuerza impulsora del sueño. Por su parte, el resto diurno, entendiendo por resto diurno a las vivencias inmediatamente anteriores al sueño, es el empresario, o sea, sólo puede excitar un sueño si entra en conexión, de alguna manera, con el inconsciente. Freud se va a preguntar acerca del origen del deseo, y lo va a encontrar en la denominada “primera vivencia de satisfacción”. Las grandes necesidades corporales atacan al aparato psíquico. A partir de esto, el aparato busca una descarga en la motilidad, en el movimiento. Por eso, cuando, por ejemplo, el bebé tiene hambre, llora. Pero como el displacer viene de adentro, el llanto no sirve de nada, sigue teniendo hambre. Las cosas sólo pueden cambiar cuando la primera vivencia de satisfacción cancela el estímulo interno, cuando la madre alimenta por primera vez a su niño. Algo esencial de esta vivencia es que aparece una percepción, que es la satisfacción, cuya imagen queda, de ahí en más, asociada a la excitación de la necesidad. Por eso, cada vez que la necesidad reaparezca, cada vez que, siguiendo con nuestro ejemplo, vuelva el hambre, se generará una moción que pugnará por reproducir esa primera percepción y restablecer la situación de la satisfacción primera. Esa moción es lo que llamamos deseo. Acá hay que aclarar algo importantísimo. Cuando hablamos de la primera vivencia de satisfacción, nos referimos al hambre y a la madre que alimenta al niño. Esto no quiere decir que la primera vivencia de satisfacción se encuentre en el amamantamiento de la madre al hijo, eso es solamente un ejemplo que dimos para que se entienda mejor. Porque en realidad la primera vivencia de satisfacción es mítica, es decir, está perdida, lo mismo que su objeto, no se sabe con precisión dónde está y qué fue lo que la produjo, de ahí que el deseo nunca pueda consumarse del todo, de ahí que constantemente estemos deseando cosas. El proceso primario y el proceso secundario. La represión. Tenemos dos modos de funcionamiento para el aparato psíquico, el proceso primario y el proceso secundario. Freud dice que el proceso primario está asociado de forma directa con el principio de placer. Este proceso busca la satisfacción de forma inmediata, por medio de la alucinación, y desinteresándose por la realidad. Si, por ejemplo, tengo hambre, la forma más rápida para cumplir el deseo de comer es alucinar la comida. El aparato psíquico del ser humano primitivo trabajaba de esta manera, a partir de la llamada “identidad perceptiva”, que es propia del proceso primario, y busca reeditar la primera vivencia de satisfacción por medio de la alucinación, ya que es la forma más rápida, el camino más corto para la satisfacción. Peroel hecho de que la alucinación no proporcionara un objeto real, hizo que paulatinamente el aparato psíquico evolucionara y se sometiera a la realidad para encontrar el objeto. Entonces, los primitivos dejaron de alucinar la carne, y empezaron a buscarla en los animales que los rodeaban. Acá interviene el proceso secundario, que es inherente al principio de realidad y a la identidad de pensamiento. A partir de la identidad de pensamiento, propia, dijimos, del proceso secundario, y que tiene que ver con las huellas mnémicas, el hombre se consagra a la razón y logra transformar el mundo, por ejemplo, creando un arma para cazar animales y descubriendo el fuego para cocinar la carne, y así alimentarse por fin. Entonces, el proceso secundario le da un rodeo a la satisfacción, no la persigue en la inmediatez con la alucinación, sino que la aplaza para encontrarla en la realidad. Acá Freud también habla de a la represión. La represión es "un esfuerzo de desalojo psíquico de la consciencia. El yo, a partir de la represión, rechaza de la consciencia todas las mociones que van en contra de sus ideales, y las confina al inconsciente. En definitiva, la represión ataca todo lo que es susceptible de generarle displacer al yo. El síntoma, por su parte, es el precio a pagar por la represión. Lo que no logra llegar a la consciencia por la vía normal, busca alternativas a través de la patología. En el síntoma se expresa todo lo reprimido, aunque de forma desfigurada, lo que, muchas veces, hace que esto sea difícil de advertir. Freud define a los síntomas como una “formación de compromiso” entre el deseo inconsciente y la defensa del yo. Es como si se tratara de un acuerdo entre lo inconsciente y el yo, como si las dos partes lograran sus cometidos. Por su parte, el inconsciente quiere expresarse, y gracias al síntoma lo logra. Por otro lado, el yo busca desentenderse de todo lo que le hace mal, de todo lo que le genera displacer, y el síntoma se lo permite, ya que es una desfiguración que de alguna manera mantiene oculto al inconsciente. Sin embargo, el síntoma nunca deja de ser doloroso, o al menos molesto, y por eso debe trabajarse con él a fin de eliminarlo. Lo inconsciente y la consciencia. La realidad. Al hablar de lo inconsciente, Freud va en contra de la concepción filosófica que sostiene que el psiquismo se reduce a la consciencia. Para los filósofos, lo único que existía, a nivel del psiquismo, era la consciencia. No tenían en cuenta algo del orden de lo inconsciente. Freud es el primero en formular al inconsciente como tal, y por eso decimos que su obra representa una revolución copernicana. En Freud, el psiquismo es mucho más que la consciencia, es también inconsciente. Todo lo psíquico, dice él, es en principio inconsciente. Lo inconsciente es el círculo más vasto, que incluye dentro suyo al círculo más pequeño de lo consciente. Por su parte, todo lo consciente tiene una etapa previa inconsciente, mientras que lo inconsciente puede persistir en esa etapa y no obstante reclamar para sí el valor íntegro de una operación psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la consciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales. Estas cosas las profundizaremos en el próximo texto. ¿Y qué papel resta en el esquema de Freud a esa consciencia antaño todopoderosa y que todo lo recubría? La consciencia es, en Freud, un órgano sensorial para la percepción tanto del placer como del displacer. Todo lo estudiado hasta esta parte del resumen, lo encuentran profundizado en el Ig TV de @psico.acolores, en los videos verdes dedicados a Psicología. "La no equivalencia entre psiquismo y consciencia", Gentile En La interpretación de los sueños, Freud va a decirnos que el inconsciente es lo psíquico más relevante. A partir de ahí, el psiquismo ya no es lo mismo que la consciencia, o, en otras palabras, el psiquismo no se reduce a la consciencia, sino que es mucho más profundo que ella, siendo la consciencia, simplemente, la punta del iceberg que esconde, debajo de su superficie, algo mucho más inmenso e importante. Esta es la revolución que lleva adelante Sigmund Freud, una revolución que tiene que ver con la concepción que tenemos del sujeto. A partir de acá, el sujeto, en palabras de Jacques Lacan, esta escindido, está descentrado respecto de su consciencia. Hay, en él, muchas cosas que se le escapan, que no sabe bien de dónde vienen y porqué las hace. A esto se refiere Lacan cuando dice que el inconsciente escapa a todo ese círculo de certidumbres donde nos reconocemos a nosotros mismos, el inconsciente es, en suma, la parte más desconocida de nosotros, esa parte que el psicoanálisis nos revela incluso aunque a veces nos pese enfrentarnos a ella. Tal es la concepción que tenemos del sujeto en la contemporaneidad, un sujeto escindido y descentrado respecto de su consciencia, un sujeto inconsciente, al menos en lo que atañe a los matices más importantes de su personalidad. Ahora, hagamos un recorrido histórico para saber cómo llegamos a esta concepción del sujeto. Cerca de 1850, la sociedad occidental se encontraba frente al auge del positivismo. En la ideología de la época, se tenía una total confianza en la ciencia y en su capacidad para resolver problemas. De esa manera, el único conocimiento considerado como legítimo era, no sólo el alejado de toda especulación metafísica, sino también el obtenido bajo el ala del método científico. Es en ese contexto que algunos años más tarde, en 1879, aparece, en Leipzig, en Alemania, el laboratorio de psicología experimental de Wilhelm Wundt. Es el surgimiento de la psicología científica y experimental, una psicología moderna que por primera vez se presentaba como independiente de la filosofía, siguiendo estrictamente el método experimental, todo bajo el pensamiento de que si el método había podido explicar el universo, también tenía que poder hacerlo con el ser humano. Dicho de forma muy esquemática, según el método experimental, la investigación debía partir de datos positivos, debía partir de datos que proviniesen de la experiencia, o sea, nada de especulaciones metafísicas y esas cosas propias de la filosofía. La observación de estos datos llevaría, más tarde, a la formulación de hipótesis provisorias destinadas a resolver el problema. Después, mediante experimentos, las hipótesis tenían que ser verificadas, para, finalmente, formular las leyes que explicaran los fenómenos estudiados. El método científico que acabamos de describir es propuesto por Galileo Galilei, sus pasos forman parte del racionamiento de René Descartes y su efectividad se consagra en la obra de Isaac Newton. La psicología como disciplina independiente de la filosofía surge, entonces, de esa cosmovisión positivista y mecanicista de mediados del siglo XIX. El paradigma científico de la época era, entonces, el de las ciencias naturales y experimentales, por eso era de esperar que la psicología tarde o temprano se involucrara con el laboratorio, hecho que no tardo en darse con Wundt. El problema que se presentaba al seguir los cánones científicos era que el intento de medir las cosas con total exactitud se terminaba dejando de lado todo lo que tenía que ver con el sujeto, todo lo que tenía que ver con la subjetividad propia del ser humano. Otro tipo de problemas, como los atenientes a la relación entre cuerpo y alma, quedaron sin resolver. En ese sentido, hacia finales del siglo XIX, los investigadores de psicofísica postularon que el cuerpo y el alma, o como decimos hoy, la mente y el cuerpo, eran cosas distintas, pero que interactuaban en paralelo. Ahora bien, lo único que pudieron demostrar era que existía una relación entre la intensidad de un estímulo aplicado en el cuerpoy el registro de su sensación, así, por ejemplo, cuanto mas fuerte me pincharan, mayor sería la intensidad del registro en el psiquismo de ese pinchazo. Todo se redujo a la comunión entre estímulos y sensaciones, y las cuestiones sobre si la mente y el cuerpo son de la misma naturaleza o si se pueden estudiar ambos elementos de la misma manera resultaron inconclusos. Los neurocientíficos no llegaron más lejos con sus intentos. Los manuales de historia dicen que en 1879 se puede fijar la fecha del nacimiento de la psicología moderna, científica y experimental, dirigido por Wilhelm Wundt. En este marco, el objeto de estudio de la psicología científica-experimental eran los contenidos de la consciencia en su experiencia inmediata (las sensaciones), y su método era el de la introspección. Los contenidos complejos de la consciencia, tales como las creencias, los pensamientos, los ideales, quedaban como tema de la denominada por Wundt, "psicología de los pueblos". En estas pinceladas históricas que dimos podemos destacar tres consecuencias: la consciencia quedaba reducida a sus contenidos simples; la psicología nació dividida, por un lado, en una individual y experimental, subsidiaria de la fisiología, y, por otro lado, en una más social, subsidiaria de la historia y la antropología; por último, una tercera consecuencia es que las preguntas relacionadas con la consciencia quedaron abiertas, y todavía hoy esperamos que las ciencias cognitivas den alguna respuesta más o menos satisfactoria. La tercera característica alude al hecho de que cada vez que el progreso de la investigación pareciera fijar definitivamente alguna referencia, alguna respuesta a estas inquietudes, reaparecen o se repiten, con nuevos términos, los viejos problemas, dando lugar a una frontera que se vuelve imposible de alcanzar, o, como pasa cada vez que caminamos hacia el horizonte, se recorre el camino y se va teniendo la ilusión de la pronta llegada, pero ocurre que el horizonte se va desplazando y siempre quedamos a la misma distancia. Eso es lo que al autor llama "el horizonte semántico de la psicología", concepto que se refiere a esos momentos, en la historia de nuestra disciplina, en los que se tiene la convicción de haber dado con un descubrimiento sólido, fijo y verdadero, pero luego se entiende que fue todo una simple ilusión. Algunas de esas cosas ya las abordamos en otros textos. Luego aparece el psicoanálisis, y las cosas que hemos dicho acerca del descentramiento del sujeto. Con el psicoanálisis, el psiquismo no es igual a la consciencia, no hay una equivalencia entre psiquismo y consciencia, porque el psiquismo va mucho más allá de la consciencia, hay una parte inconsciente que es mucho más importante. En ese sentido el sujeto está descentrado, descentrado respecto de la consciencia. Ahora vamos a repasar algunas conceptos que ya trabajamos cuando estudiamos el capítulo siete de la Interpretación de los sueños, tales como metapsicología, sistema inconsciente, sistema preconsciente, sistema consciente, regresión, deseo, proceso primario, proceso secundario, represión, desplazamiento y condensación. En ese libro Freud comienza a dar cuenta de su metapsicología, entendiendo por metapsicología una psicología que va más allá de la consciencia, y en la que se postula al inconsciente como un sistema que sólo puede desear y que determina y estructura al sujeto. El aparato psíquico, en sus aspectos tópicos, económicos, y dinámicos, ejes centrales de la metapsicología, incluye tres sistemas, el inconsciente, el preconsciente, y la consciencia. El sistema inconsciente es el más alejado de la consciencia, contiene las huellas mnémicas más primitivas, provee el empuje para el funcionamiento de todo lo psíquico, y es la instancia criticada y por lo tanto excluida del curso habitual de la actividad psíquica consciente. El inconsciente puede ser formulado tanto descriptivamente como sistemáticamente. Hablar del inconsciente en términos descriptivos es, valga la redundancia, describirlo, o sea, decir que es lo que carece de consciencia, que es insusceptible de consciencia. Pero también se puede hablar del inconsciente en términos sistemáticos, es decir, considerarlo como un sistema que funciona con leyes propias y diferentes a la de los otros sistemas. El sistema preconsciente es el, por el contrario, el sistema más cercano a la consciencia, a la que puede acceder fácilmente. Es, justamente, un intermediario entre ella y el inconsciente. Las funciones que Freud le asigna a este sistema son las de contener las huellas mnémicas actuales -en particular las vinculadas con las reglas semánticas y sintácticas del lenguaje-, la de regular el funcionamiento de la atención, la de encargarse del acceso a la motricidad, y, finalmente, la función de participar con la consciencia de esa instancia criticadora que excluye ciertos pensamientos por considerarlos inadecuados. La principal función del sistema consciente es la percepción de los estímulos endógenos (los que provienen del interior del organismo y son permanentes), y los estímulos exógenos (los que provienen del exterior y son intermitentes). Por otro lado, aporta la cualidad de los procesos psíquicos que llamamos consciencia. No contiene huellas mnémicas, pues percepción y memoria se excluyen. Participa con el sistema preconsciente de la instancia criticadora, y también con ese sistema contribuye a la conexión con la palabra y al funcionamiento de la atención. En otras palabras, la consciencia es un órgano sensorial, análogo a los sistemas perceptores, cuya función es la percepción de cualidades psíquicas. La cualidad que la consciencia sobrepone a la percepción provoca que el sujeto se percate de un determinado proceso psíquico, que, justamente, tenga consciencia de lo que placentero y displacentero que pasa a su alrededor, cosa que no ocurre con los fenómenos que son re orden inconsciente. Freud estudia la regresión para poder explicar el carácter alucinatorio del sueño. Por alucinación debe entenderse una experiencia anímica muy especial consistente en la presencia poderosa de una imagen y la sensación del sujeto de estar viviendo la escena en la que la alucinación se presenta. El carácter alucinatorio del sueño es esencial porque todo el texto del sueño, salvo contadas excepciones, se presenta en imagen y su fuerza hace que reemplace a la vivencia real. En realidad, las imágenes que componen la escena onírica, la escena del sueño, no son imágenes, sino pensamientos representados de un modo regresivo. A partir de ahí, la regresión se define como el trabajo psíquico que transforma el pensamiento en la imagen sensorial de la que alguna vez partió, como el proceso psíquico que inviste hacia la plena vivacidad sensorial el polo de las percepciones y, como el faro en el medio de la noche, nos deja ver una imagen, la que se presenta en el sueño. Vale decir que lo regresivo es lo primitivo en la organización del psiquismo, y es el camino más corto, regulado por el principio de placer, para recuperar la vivencia de satisfacción. La alucinación se produciría porque en su funcionamiento regresivo el aparato anímico puede recuperar algo de lo que fue muy primitivamente registrado en imágenes, las escenas pasadas que tan importantes fueron para nuestra vida. El deseo es la moción o el empuje que apunta a recuperar el objeto perdido, que apunta a recuperar la primera vivencia de satisfacción. El deseo pertenece al sistema inconsciente y es el motor que pone a funcionar al aparato psíquico partiendo del displacer y apuntando al placer. Cuando Freud se refiere al cumplimiento de deseo como tal, dirá que hay dos caminos para alcanzar la experiencia de satisfacción. Uno de los caminos es casi inmediato, busca la identidad de percepción, que es la base de la alucinación, y el otro admite un retraso o postergación buscando identidad de pensamiento, o sea, llega a la experienciade satisfacción haciendo un rodeo en virtud de atenerse a la realidad con el fin de encontrar realmente la disponibilidad del objeto. La identidad de percepción es propia del proceso primario, y la identidad de pensamiento propia del proceso del secundario. Todos los productos psíquicos, ya sea los normales o los patológicos, se forman por la intervención de dos procesos de naturaleza diferente. Uno corresponde al sistema inconsciente, el proceso primario, y el otro al sistema preconsciente y consciente, el proceso secundario. Por un lado, el proceso primario es el primero cronológicamente, y el más importante. Este proceso se asocia con el principio placer-displacer y con la identidad de percepción. Es el proceso inhibido o reprimido. Funciona a partir del desplazamiento y la condensación, y, finalmente, tiene que con asociaciones prelógicas. En cambio, el proceso secundario se constituye poco a poco a lo largo de la vida. Este proceso se asocia con el principio de realidad y con la identidad de pensamiento, que, dijimos, no busca la satisfacción en la inmediatez, como sí lo hacía la identidad perceptiva, sino que por el contrario la encuentra en la realidad. Es el proceso inhibidor o represor. Funciona a partir de la cohesión del sentido y significado de las representaciones del mundo. Tiene que ver con las asociaciones lógicas. Proceso primario y proceso secundario se contradicen entre sí, y ese conflicto muchas veces lleva a la neurosis. En este contexto se define a la represión como la acción psíquica que limita, coarta, el desempeño pleno del proceso primario (el aparato psíquico no podría funcionar por mucho tiempo sólo con los medios del proceso primario, hace falta que otro proceso lo inhiba y corrija). Su esencia es la de inhibir el displacer que puede producir una representación asociada con el sistema inconsciente. Al mismo tiempo, la condición previa de la represión es la existencia de huellas mnémicas que desde el origen fueron inconscientes, recuerdos que nunca fueron transcriptos en palabras, y tienen que ver con la más remota infancia. A CONTINUACIÓN, BREVES COMENTARIOS, A MODO DE RESUMEN, ACERCA DE LOS CONTENIDOS SOBRE SEXUALIDAD HUMANA. Antes de que apareciera Freud, lo sexual era lo indecoroso, por así decir, lo inadecuado, eso de lo que no estaba permitido hablar. Cuando avancen en la obra del padre del psicoanálisis, verán que los síntomas de la histeria, y de la neurosis en general, representan, muchas veces, cosas sexuales. Es decir que el psicoanálisis no tiene ningún problema en aceptar la importancia que reviste la sexualidad para los seres humanos, ya sea en la vida normal o en la enfermedad. Para muchos autores, lo sexual sólo tiene que ver con el acto sexual, o, más bien, con la ganancia de placer que se consigue exclusivamente a través de la unión con el órgano genital del sexo opuesto, y que apunta a la reproducción. Sin embargo, Freud no acepta eso. Si, por ejemplo, convertimos a la función de la reproducción en el núcleo de la sexualidad, se corre el riesgo de excluir toda una serie de cosas que no apuntan a la reproducción, y que, no obstante, son con seguridad sexuales, como la masturbación y el besar. Entonces en Freud, la sexualidad no es tan restringida. Lo que hace Freud es devolverle a la sexualidad su extensión correcta, ampliarla. Y tanto amplía Freud al concepto de sexualidad, que ella, o sea la sexualidad, alcanza también a los niños. Es decir, el psicoanálisis va a existir que existe una sexualidad infantil, y que esa sexualidad es determinante en la vida psíquica. Lo que acabamos de decir sobre los niños da cuenta de un hallazgo propio de psicoanálisis, que ellos ya tienen, desde el nacimiento, vida sexual. Para Freud, pensar que la sexualidad es algo que aparece con la adolescencia es inverosímil desde el punto de vista biológico. Lo que despierta a esa edad es, en realidad, la función de la reproducción y la genitalidad. Para el psicoanálisis, la sexualidad infantil es, entonces, un hecho. Hay en los niños una búsqueda del placer. Entonces, lo que tenemos en la pubertad no es el nacimiento de la pulsión, sino, su regreso. La sexualidad ya existía desde antes, en la infancia. Si olvidamos la sexualidad infantil, hecho que Freud denomina amnesia infantil, es porque la educación reprime dicha sexualidad, pues le teme a la pulsión, en tanto se cree que puede representar un peligro para la cultura si no se sublima, es decir, si no se desvía de su meta sexual. A partir de acá Freud se propone conceptualizar a la libido. Básicamente, la libido nombra la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión sexual ¿Pero qué es la pulsión? En una consideración de la vida anímica desde lo biológico, la pulsión nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma. Tengan en cuenta que esta no es la única definición de pulsión, yo la tomo porque a mí me gusta, pero Freud la conceptualiza a lo largo de gran parte de su obra. Y ya vemos libido en los niños. Eso quiere mostrar Freud al hablar de sexualidad infantil. Son dos los grandes caracteres de la sexualidad infantil, en primer lugar, que nace apuntalándose en la satisfacción de las grandes necesidades orgánicas. Y, en segundo lugar, que luego pasa a comportarse de manera autoerótica, es decir, busca y encuentra sus objetos en el propio cuerpo. Por otro lado, la vida sexual infantil, como de alguna manera ya íbamos adelantando, siempre es de índole perversa, porque le falta lo que convierte a la sexualidad en la función de la reproducción. En Freud cuando hablamos de perversión nos referimos al desvío respecto de la norma, particularmente, el desvío respecto de la reproducción como la meta. De hecho, el carácter común a todas las perversiones dice el padre del psicoanálisis es que han abandonado la meta de la reproducción. Otra cuestión característica de la sexualidad infantil es la investigación sexual, a ustedes también les preguntan sobre ella. Freud dice que la investigación sexual infantil empieza muy temprano, antes del tercer año de vida. El interés sexual del niño se dirige primero a saber de dónde vienen los bebés. Cuando se les dice que los trae la cigüeña, por lo general él no se lo cree. Primero supone que los niños nacen cuando se ha comido algo en particular, y no sabe que sólo las mujeres pueden tenerlo. Más tarde, advierte esta restricción y deja de creer que los niños vienen de la comida. Al crecer, pronto observa que el padre tiene que desempeñar algún papel en la venida de los niños, pero no puede entender cuál. Si por casualidad es testigo de un acto sexual, lo ve como un intento de sometimiento, como una violencia, es el malentendido sádico del coito. Pero al comienzo no conecta este acto con el nacimiento del hijo. A una edad más avanzada, sospecha que el órgano masculino tiene una participación esencial en la generación de los niños pero no puede atribuir a esta parte del cuerpo otra función que no sea la micción. Van a pensar que los niños vienen al mundo como una porción de excremento. Después pensarán que nacen del pecho, o el ombligo. De esa manera, el niño se va aproximando en su conocimiento de los hechos sexuales. Si bien en este texto Freud dice que lo primero en la investigación sexual infantil es preguntarse de dónde vienen los niños, en otro texto titulado Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos, se corrige y dice que el primer problema es la diferencia de los sexos. Veamos qué quiere decir esto de la diferencia entre los sexos. Al comienzo, el varón atribuye tanto al nene como a la nena un mismo genital, el masculino. O sea piensa, convencido, que tanto nenes y nenas tienen pene. Si después, cuando la mamá sale desnuda del baño, o cuando están cambiando arriba de la mesa a la
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