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Las tortugas también vuelan La educación de niños sobrevivientes en medio de la guerra ©Enrique Martínez-Salanova Sánchez ¿Y la educación de los niños en situaciones de conflicto bélico? «Si tenemos que hacer la guerra a la guerra tenemos que empezar con los niños y niñas.» (Mahatma Gandhi) Esta película hace reflexionar al espectador sobre las injusticias que la guerra comete con las personas inocentes. Muestra la miseria absoluta que domina esa zona de la tierra y se muestra pesimista sobre el futuro, pues no parece encontrar ninguna solución posible al problema. Las tortugas también vuelan es el tercer largometraje del director kurdo iraní, Bahman Ghobadi. Ser kurdo no es fácil. Los niños de la película no son actores profesionales porque de esos no hay en Kurdistán, quizás porque Kurdistán es una patria que sólo existe en las cabezas y no en el mapa. Los kurdos son un pueblo de 12 millones de personas que no tiene fronteras propias en el atlas, sino que se esparcen entre las de Irak, Irán y Turquía. Bahman Ghobadi refleja con dureza lo que es la vida del pueblo kurdo, en perpetuo exilio, en los comienzos del derrocamiento del régimen de Sadam Hussein por las tropas norteamericanas. Fundamentalmente se aprecian las condiciones de vida de un grupo de chicos en un campo de refugiados, que no son niños y que se comportan como adultos aunque tampoco lo sean. La crudeza de alguna de las historias de estos jóvenes es muchas veces desgarradora, sin que se haya escatimado en detalles que nos pueden parecer que superan ciertas convenciones a la hora de apelar a la emotividad. Pero todo parece justificado bajo ese triste halo de realismo, donde cabe poco lugar para la justicia poética. El tema de la niñez afectada por los conflictos armados y la protección de sus derechos, se enfrentará sólo en la medida en que la sociedad entera promueva una cultura de la paz y de la convivencia pacífica. Sinopsis. Los habitantes de un pueblecito del Kurdistán iraquí, en la frontera entre Irán y Turquía, buscan desesperadamente una antena parabólica para conseguir noticias acerca del inminente ataque de Estados Unidos contra Irak. Un chico mutilado, su hermana y un niño pequeño, llegan a una colonia de refugiados kurdos, en la frontera entre Irán y Turquía. Sus habitantes sobreviven recogiendo las minas antipersonas que siembran el lugar y viven pendientes del inicio de la guerra entre Iraq y Estados Unidos. El chico mutilado tiene una premonición: la guerra está cada vez más cerca. Esta es una historia de cómo sobreviven estos niños y niñas en una situación límite, en un contexto de conflicto bélico y de subdesarrollo agudo. La situación es extrema: viven de recuperar y vender minas antipersona. Algunos han quedado mutilados por el estallido de alguna de las minas. Otros han muerto. Y en medio de este panorama tienen que organizarse para sobrevivir y resistir, obligados a crecer de golpe. En medio de una situación tan adversa, estos niños y niñas tratan de ayudarse unos a otros, se apoyan solidariamente. Premios: Consiguió la Concha de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de San Sebastián Los niños y la guerra, según el director de la película «Vi muchas atrocidades en la vida de la gente, y especialmente en la de los niños, que siempre son las primeras víctimas y de los que nadie se ocupaba. Yo quería hacer una película contra la guerra. De regreso a Irán, al revisar el material que había grabado, decidí volver y hacer una película en la que apareciera todo lo que me había alterado: terrenos minados, niños mutilados, gente perdida, la inseguridad... Entonces volví y me fui a vivir con los niños para sentirme más cerca de ellos». «En mi primer largometraje los niños pobres eran los principales protagonistas y volver a centrarme en ellos en este caso no fue algo premeditado: tenía ganas de realizar una película urbana sobre mi pasado, pero cuando fui a Bagdad dos semanas después del comienzo de la guerra de Estados Unidos contra Iraq para el estreno de mi película Songs of My Motherland vi muchas atrocidades en la vida de la gente, y especialmente en la de los niños, que siempre son las primeras víctimas y de los que nadie se ocupaba. El caso de un chico mutilado me conmovió. Yo quería hacer una película contra la guerra. Entonces volví y me fui a vivir con los niños para sentirme más cerca de ellos. Luego intenté reconstruir las experiencias por las que ellos habían pasado.» «En mi película el trabajo de los niños consiste en encontrar minas antipersonales para después venderlas porque, aunque no sé desde cuándo está minado el Kurdistán, tanto mi abuela como mi madre me contaron historias de minas antipersonales y de los que fueron sus víctimas. Desde que se inventaron, Kurdistán ha sido y sigue siendo uno de los países más afectados por ellas. Los fabricantes norteamericanos y europeos se las vendieron a dictadores como Sadam u otros que las diseminaron por todo el país. Creo que llevará mucho tiempo retirarlas. Cada día, cada hora, hay personas inocentes que mueren o quedan mutiladas por ellas. Incluso hay familias en el Kurdistán que ponen el nombre de Mina a sus hijos recién nacidos». «En la película todos los personajes buscan información vía satélite sobre la guerra que se avecina, aunque no entiendan el idioma y las imágenes mostradas en la televisión vayan en contra de sus creencias, pero finalmente la información les llega a través de las predicciones del niño mutilado. Esto se debe a que, en mi opinión, las cadenas de televisión pertenecen a grupos de intereses que consideran a los ciudadanos del mundo como simples figurantes. Ellos, con sus cadenas y sus guerras, nos usan como juguetes y nos imponen su guerra sucia para ganar más dinero. Dada la situación en que se encuentra nuestra región y sus repercusiones en el mundo entero, yo pongo en duda cualquier forma de información, incluso en la prensa escrita». La guerra, la escuela y los niños. Llorenç Vidal Llorenç Vidal (Cuadernos de Pedagogía, Barcelona, nº. 232, enero 1995) En este mundo de finales del segundo milenio encontramos numerosos ejemplos patentes de violencia personal y ambiental, hasta el punto de que podríamos hablar de la dramática violencia nuestra de cada día. Y en los roces del engranaje de la dialéctica de violencia - estructural, subversiva y represiva- surgen, como una consecuencia natural de su funcionamiento, las trágicas chispas e incendios incontrolados de la destrucción de la vida humana, la intolerancia, el racismo, la xenofobia, el terrorismo, la tortura y la guerra, no como datos teóricos, sino como hechos que están ahí y que son conocidos por los niños y los adolescentes. Al estudiar y clasificar los procedimientos para una educación no-violenta y pacificadora (1) (entendiendo por pacificadora la educación para la paz que aspira a ser una educación en y para la paz) incluí un orden de procedimientos preventivos, consistentes, según Pierre Bovet, en "dejar ignorar durante el mayor tiempo posible al niño las luchas, las querellas, las disputas, las guerras a que los hombres se lanzan entre sí" (2). Se trata de evitar que el niño entre en contacto prematura e innecesariamente con hechos, conocimientos y prácticas que -por su poder de sugestión y de condicionamiento posterior- puedan excitar, estimular y encarrilar de una forma violenta el instinto de lucha que lleva latente en su interior. Sin embargo estos procedimientos preventivos considerados en términos absolutos son impracticables, ya que la violencia y la guerra están ahí, como "una fatalidad que regula las fases de la historia" (3), por lo cual la fidelidad a la verdad nos llevará a tener que considerar y estudiar, en la familia y en la escuela, los hechos violentos y belicosos, con el objetivo de que, conociendo el pasado y el presente dela evolución humana, los educandos sean capaces de trabajar por una humanidad mejor. No obstante, estos mismos procedimientos preventivos sí son practicables en un sentido moderado y relativo, sobre todo en lo que se refiere a evitar la incidencia de innecesarios ejemplos negativos facilitados por el ambiente -juegos y juguetes bélicos, por ejemplo-, por los medios de comunicación social -cine, televisión, prensa, etc-, por la literatura - narraciones de exaltación y apología bélica o criminal-, etc., que pueden pervertir el instinto luchador, transformándolo en violento y endureciendo la conciencia y el corazón por medio de la brutalidad, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y la crueldad. En consecuencia, conviene que, por el estudio racional y crítico y por medio de la reflexión personal, el niño y el adolescente sean orientados para que aprendan: 1º. Que las distintas formas de violencia, el armamentismo y la guerra no son un juego, sino una triste y sangrienta realidad, como una triste y sangrienta realidad son la enfermedad, la miseria y el hambre que asolan grandes sectores de nuestro planeta. 2º. Que el belicismo y quienes hacen su apología, al defender la violencia y la guerra como instrumentos de poder y como falsas soluciones a los problemas nacionales e internacionales, se hacen cómplices y éticamente corresponsables de los crímenes cometidos en el pasado, en el presente y en el futuro por todos los conflictos armados que ha sufrido, sufre y pueda sufrir la humanidad. 3º. Que la carreta armamentista de nuestro tiempo no es una fiesta inofensiva, sino una premeditada preparación para una guerra real que está situando el mundo al borde de una catástrofe sin precedentes. Además, como dice Eulogio Díaz del Corral, autor de la Historia del pensamiento pacifista y no-violento contemporáneo (4), en su decálogo Por qué soy pacifista, la guerra -en la que siempre se "ocultan intereses económicos de los que ya son poderosos y opresores"- "se lleva los recursos humanos y económicos que necesitamos para luchar contra la pobreza, la marginación, la incultura y las enfermedades" (5). 4º. Que, frente a las respuestas violentas para intentar resolver los conflictos, existen las alternativas no-violentas, con sus grados progresivos de manifestación pacífica, no cooperación y desobediencia civil, tal como las usaron, entre otros, M.K. Gandhi, A. Luthuli, M.L. King, Danilo Dolci, Lanza del Vasto, etc. 5º. Que, como una actitud comprometida de rechazo al belicismo y a su instrumento institucional, existen también las opciones de objeción de conciencia. 6º. Que la educación no-violenta y pacificadora -entre cuyas realizaciones están la educación para el respeto a los derechos humanos, la educación para el desarme y el Día Escolar de la No-violencia y la Paz" (DENIP), que se practica anualmente el 30 de enero de cada año (30 de marzo en los países con calendarios escolares propios del Hemisferio Sur), como punto de partida, profundización y apoyo para una Educación en y para la Paz de carácter abierto, universal, profundo y permanente- es una tarea de autoconcienciación, autoejercitación y autorresponsabilización que dura toda la vida, con el objetivo de crear ideales positivos y fortalecer las defensas no-violentas de la paz en la conciencia, el sentimiento, la acción y la voluntad de los ciudadanos, en los que radican los cimientos de la sociedad (6). Como reconocen Anna Freud y Dorothy T. Burlingham, en su obra La guerra y los niños, «desviar la agresividad natural del niño, es uno de los fines reconocidos de la educación... Una educación inteligente tenderá a desviar estos impulsos agresivos de su propósito inicial, encauzándolos hacia el bien. Se fomentará la lucha contra las dificultades del mundo exterior, el cumplimiento de tareas diversas en concursos donde se midan las fuerzas, y, en general, toda obra de 'bien', en oposición al impulso primitivo de hacer el 'mal» (7). _________________________ Notas: (1) Llorenç Vidal: Fundamentación de una Pedagogía de la No_violencia y la Paz, Edit. (2) Pierre Bovet: El instinto luchador, Edit. Edit. F. Beltrán, Madrid, pág. 324. (3) Henri Troyat: De l'orgueilleux boyard au prophéte excomunié", en Tolstoi, Hachette, París, pág. 11. (4) Eulogio Díaz del Corral: Historia del pensamiento pacifista y no_violento contemporáneo, Edit. Hogar del Libro, Barcelona. (5) Eulogio Díaz del Corral: ¿Por qué soy pacifista?, en Día Escolar de la No_violencia y la Paz, 31ª edición, pág. 4. (6) Lorenzo Vidal: No_violencia y Escuela, Edit. Escuela Española, Madrid. (7) Anna Freud y Dorothy T. Burlingham: La guerra y los niños, Edit. Hormé, Buenos Aires, pág. 20. Tomado de: http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/temaslastortugas.htm
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