Logo Studenta

Cartas a Katherine Withmore FRAGMENTOS - Valerie Yánez (1)

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Pedro Salinas, Cartas a Katherine Withmore. Austral, Barcelona, 20181. 
 
6. El Altet, sábado 13 de agosto de 1932 
 ¡Qué terrible afán por verte! Claro que no llamo verte a mirarte cerca de mí, a 
poner mis ojos corporales en ti. No llamo verte a que aparezcas así, en tu ausencia, dentro 
de mi alma, tal y como tú eres, tal y como te veía en realidad. No puedo. Y es una tortura. 
Sé de memoria -memoria del corazón- todo lo que podría servir para describirte. Cada 
una de tus facciones, cada una de tus líneas corporales la conozco en su belleza esencial. 
Color de tus ojos, línea de tu frente, de tu boca, aire de tu andar, son de tu voz. Todo, todo 
lo que sé. No me falta ningún dato. Y, sin embargo, ¡Qué dolor no poder llegar a tocar al 
ser mismo, con sus componentes! Te aseguro que es un verdadero trabajo de mi alma: 
busco tu yo, tu totalidad, tu ser, a través de las apariencias que lo componen, y que poseo. 
Y no lo hallo nunca. Es una verdadera manía. Comienzo a trabajar, a veces por los ojos, 
otras por el delicioso pliegue de la nariz -¡ésa que pretendías fea!-, otras por tu modo de 
andar. Y busco pistas, caminos, entradas, y todo en vano. No logro jamás la revelación 
completa de ti. ¡Y si vieras cuánto me alegro de eso a veces! (¡Quizá para consolarme!) 
Digo que me alegro porque de ese modo sé que no me invento una Katherine imaginaria, 
dentro de mi fantasía, independientemente de ti. No. Mi Katherine necesita de tu realidad. 
Necesito de tu vida misma, de tu insustituible ser. No es un sueño, no es una ilusión. No 
es un producto de mi apasionada imaginación. Es una mujer viva que anda, que respira, 
que siente. Y sin ella toda imagen suya es imperfecta. Eres tu propia imagen 
¿comprendes? Tú eres tú2. 
 
7. El Altet, domingo 14 de agosto de 1932 
(…) Adiós, Katherine. Estoy desosegado, inquieto. Descanso, ero no descanso. 
Inhalo, como tú, nado mucho, me fuerzo hasta cansarme. Sí, te lo repito, vives en mí, 
como una fuerza nueva, como un mundo de impulsos, de ansias, de anhelos, de alegría y 
de dolores nuevos. Todo, todo. Sufrir y gozar, espíritu de presión y espíritu de renuncia, 
todo. Todo lo humano, pero recogido en un ser, en una criatura, hecho carne y alma. Eso 
siento, gracias, gracias, por esa vida nueva, principio, sí, comienzo de no sé qué, pero de 
algo grande en mí, de un aumento de vivir, de gozar, de padecer, de todo. Hoy firmo con 
más alegría porque te gusta mi nombre. Pedro3. 
 
8. El Altet, domingo 14 de agosto de 1932. 
Gracias, gracias, por tus cartas. Te agradezco todo en ellas. Desde el momento en 
que te sientas a la mesa para escribir, desde el movimiento que hace tu mano al ir a coger 
la pluma, hasta el más fino y delicado que en ellas pone tu alma. ¡Para mí, todo eso, 
 
1 Todas las cartas de este documento son manuscritas. La numeración corresponde a la que consta en la 
publicación original. Se dice que Katherine Withmore fue la destinataria de su trilogía poética La voz a ti 
debida, Razón de amor y Largo lamento. 
2 Páginas 49 y 50. 
3 Página 52. 
Katherine! ¡Es posible fuera, alrededor tuyo habrá cielo, sol o estrellas, belleza y silencio; 
o gentes animadas, diversión, sociedad; o libros o misivas esperando! Y tú, Katherine, 
me eliges a mí. Dejas todo eso para darme en el papel lo que no puedes darme en la 
presencia. Vivir es un constante elegir. El mundo nos presenta y ofrece un vasto repertorio 
de seres y cosas: el que vive verdaderamente tiene que estar siempre escogiendo. 
¿Comprendes, pues, lo milagroso que me parece que viviendo tú entre cosas bellas escojas 
una, dos, tomes una pluma y me elijas a mí? Por eso te doy las gracias. Por eso tus cartas 
no son para mi papel, ni palabras, ni pensamientos. Mucho más. Milagros que caen sobre 
mí, y ante ellos me encuentro sorprendido, atónito, asombrado de ser yo, entre todos, el 
designado por tu gracia. Me decías ayer: “You are my greatest reality”. ¡Cómo he vivido 
esa frase! Como se vive en el mar, flotando en ella, nadando a través de ella, dejándome 
empapar por ella. ¿Sabes por qué esas palabras me han conmovido así? Porque para mí 
son como un certificado de existencia. ¡Soy una realidad! No soy un hombre, un empleo, 
un ciudadano, una sombra, un reflejo, no. Soy realidad. Tú me lo dices, y ya con eso soy 
más, me aumentas, porque soy realidad en ti. “My greatest reality”. Y me siento orgulloso, 
alegre, con ganas de saltar, de correr, de vivir mucho. ¡Tú no sabes Katherine, que yo 
dudo mucho de mi realidad! ¡De mi verdadera realidad! Cierto que estoy seguro de mi 
realidad física y social, de mis años y mis apellidos, de mis deberes y funciones. Pero ¿y 
la otra, la íntima, la profunda realidad? ¿soy yo lo que soy? ¿no me he dejado prendida, a 
lo largo del camino, entre falsas realidades, la más preciosa de todas, la radicalmente mía? 
¿Existo aún, y soy como tantas gentes, puro mecanismo, autómata, costumbre, nada? Para 
creer en nuestra propia diferencia es preciso que alguien crea en nuestra existencia4. 
 
11. El Altet, miércoles 17 de agosto, 1932 
¡Cuánto me ha hecho pensar tu distinción, la distinción del inglés, entre “to love, 
and to like”! Sobre todo un párrafo de tu carta, “I have for you intelectual, rationally such 
great admiration”. No, no, no, “Like…connotes rational aprovation of once fellow man”. 
No, no. Yo no soy mi inteligencia ni mi razón, que es lo mismo que estimo en mí. Si tú 
las quieres las quiero yo también, pero sólo por eso. Pero yo, tú, somos otra cosa. Tú, 
Katherine, no eres tu belleza, y Dios sabe si eres bella, ni tu inteligencia, y la tienes muy 
grande, ni tu gracia, sutil y delicada. Esas cualidades sin forma, de tu ser, haces de luz, 
pero, no tú misma. Si yo apreciase en ti alguna de esas cualidades sólo, sentiría que era 
infiel a las otras, al todo. Eso, Katherine, eso es lo difícil de ver en la vida. El último ser 
de cada cual, el centro mismo de su persona total, su individualidad vital. Yo ya sé que 
hay personas a quienes les parezco simpático: me desconozco. Sé que hay personas a 
quienes parezco inteligente: me desconozco. Hay personas a quienes parezco bueno. Me 
desconocen. Yo agradezco mucho al que ve en mí cualquiera de esas virtudes, pero no 
me siento “touché”. Es cuando se salta por encima de esas separaciones, de esas 
particiones de uno mismo, cuando se llega a la creatura humana en sí. (…) Y quiero 
emplear con respecto a ti, para ti, mi facultad más invisible y profunda, más rica y 
completa, donde se reúna todo lo mejor y más potente de mí en su grado sumo de 
intensidad ¿No quieres que sea así?5 
 
4 Páginas 52 y 53. 
5 Páginas 55 y 56. 
12. Barcelona, sábado 27 de agosto de 1932. 
(…) No olvidaré jamás las lágrimas que no has vertido, pero que se te veían esta 
tarde, veladas de pudor, allí de pie, queriéndome con toda la mirada. Ya me querías con 
la mirada. No podías quererme con otra cosa. Ahora ni con la mirada, amor, sin la mirada, 
ya. Con la tras-mirada, más alta, más poderosa, con que yo te miro. Y te veo, y te veré. 
Hemos probado muchos instrumentos de querer. Ahora, otros. No me faltarán, no te 
faltarán, nunca. Página 58. 
 
13. Valencia, domingo 28 de agosto de 1932. 
(…) La noche lo permite todo. Todo. ¡Qué gran compensación a los deberes, a los 
quehaceres diurnos, esa formidable entrega de la noche a nuestra vida interior! Amor, 
esta noche la he pasado toda así, vagando contigo por las calles sin ciudad, por praderas 
sin tierra, por días sin tiempo. Luego, de pronto ha llegado la luz. El día. La verdad. 
Necesidad de ponerse en pie. Verticalidad. “Debout”, “debut, il faut tenter de vivre”6. 
 
14. El Altet, martes 30 de agosto de 1932. 
(…) Desde que te dejé, inútiles todos los esfuerzos que he hecho para distraerme. 
Cierto que apenas los he hecho. Mi afán más bien era no distraerme, ni traerme de ti a 
otra cosa. Sumirme más y más en la contemplación interior de lo que me falta ante los 
sentidos. Suplir, reemplazar la forma que no veo, el ser que no tengo, por la formaideal 
que pienso, por el ser ideal que quiero. Tú, ideal y real, a la vez, real en tu idealidad, ideal 
en tu realidad, amor, Katherine. No, alma, no pude distraerme. 
(…) Todo me hace pensar: hay un ser de elección, un ser bello que me mira 
tiernamente, un ser distinto, aparte, aun cuando anda entre los demás, porque yo, en mi 
alma, en mi vida, le aparto y le distingo, entre todos. Un ser que ahora andará por un algún 
lugar de la Tierra, como si fuera uno de tantos, sin que nadie vea cómo lleva en la frente 
la estrella que le salva de lo colectivo, de lo indistinto, de lo común: la estrella es el gran 
amor, ¿sabes?7 
 
15. El Altet, martes 30 de agosto de 1932. 
(…) ¿Te das cuenta, Katherine, tan poco tiempo como hace que nos conocemos, 
de lo inmensamente que nos conocemos, de lo que hemos vivido juntos? Nuestro 
encuentro fue la anécdota, fue el hecho casual. Pero ya nos habíamos encontrado 
muchísimo antes, ya estábamos reunidos, en un común querer reunirnos, no sé desde 
cuándo. Por eso, amor, no ha habido entre nosotros vacilación, duda, espera, 
aplazamiento. ¿Cómo habría podido haberlos si sentíamos la obediencia a una fuerza 
anterior, muy anterior, en los dos? ¿No te sorprende un poco eso, si lo piensas, lo 
directamente, lo pronto, lo irrevocablemente que nos hemos conocido y entendido? Una 
 
6 Página 62. Paul Valery, El cementerio marino. vv. 127-139. 
7 Páginas 63 y 64. 
rapidez, una prontitud semejantes solo pueden ser o ligereza o profundidad. Lo nuestro 
bien sabes lo que es, profundidad anterior. Somos, Katherine, de un mismo país, de una 
misma tierra espiritual. Y en cuanto nos vimos se estableció entre nosotros esa alegría de 
ponernos recordar juntos cosas de nuestro común origen. ¿No le crees tú así? Yo ya te 
dije el otro día que siento en mi la certidumbre absoluta de conocerte hace sinnúmero de 
años, desde que empecé a conocerte. Y por eso, amor, tú me relacionas con todo, yo te 
relaciono con todo. Y eso quiere decir que por todas las formas y vías de la vida se puede 
ir contigo, que no me abandonas en ninguna. Hasta da la casualidad que nuestra profesión, 
esa profesión que ni a ti ni a mi nos gusta, es aún otra forma de relación. Esto es que ni 
uno de los momentos de trabajo, en los más externos, tenemos que sentirnos separados, 
no, no. ¡Qué alegría tan grande me da sentir todo esto, escribirte todo esto!8 
 
18. El Altet, lunes 5 de septiembre de 1932. 
(…) No puedes saber lo que pienso en ti. Es continuo, constante, en todas las luces, 
en todos los objetos. No es a ratos, no es por momentos, no, créeme, es siempre. Y, ¿sabes, 
a veces me olvido de que estoy pensando en ti, pero estoy pensando en ti. ¿Comprendes? 
Es como la luz: la luz está siempre aquí presente, aunque no la sintamos. Así tus 
pensamientos, en mí9. 
 
19. El Altet, 7 de septiembre de 1932. 
Aún no tengo tus últimas cartas de París. No me gusta París, tu París de ahora. Te 
veo fatigada, desanimada, por él. Katherine, ¿voy yo a ser una sombra en tu vida, un peso 
para ti? No lo quiero. Mira, quiero a mi amor enormemente, con toda la fuerza de vivir, 
pero por encima de mi amor te quiero a ti misma, ¡qué alegría si mi amor y tú coincidís 
siempre! ¡Si mi amor sirve para realzar tu vida, darle un contenido, una intensidad 
mayores! Pero si no fuese así, si mi amor no coincidiese con tu felicidad (con tu felicidad 
de alma), entonces, Katherine, yo sacrificaría mi amor, ¿sabes? Hazlo tú también, 
Katherine, no me quieras por encima de tu felicidad, a costa de tu dicha, no (…). Yo te 
ayudaré, si es necesario, a salvarte de mí (…) te quiero por arriba de todo egoísmo, de 
toda limitación, te quiero en ti, en tu supremo bien10. 
 
21. El Altet, jueves 8 de septiembre de 1932. 
(…) Ya ves, Katherine, que estamos iguales, que somo iguales. Y es porque tú has 
sabido tocar en mí el fondo último, la parte más remota y pura de mí; esa en que todo lo 
vivido, experiencias, años, desilusiones, gravedad, se retiran, huye, cesa de operar, y deja 
al descubierto el niño que fuimos o que somos ahora. No es sólo el hombre lo que en mí 
te responde, no. Son los primeros impulsos, los anhelos primitivos, los balbuceos del 
sentimiento, que vuelven a vivir. Ni tú ni yo somos niños, nos hemos conocido hombre y 
 
8 Páginas 65 y 66. 
9 Página 69. 
10 Página 71. 
mujer. Pero como yo te he dicho muchas veces, te conozco hace mucho tiempo, y tu 
despiertas en todas mis edades11. 
 
83. Madrid, 6 de marzo de 193312. 
 
“Qué pesos inmensos” 
Final del poema: 
¡Si, almas finales! 
¡Las últimas, las siempre 
elegidas, tan débiles, 
para sostén eterno 
de los pesos más grandes! 
Las almas, como almas 
sosteniendo solas 
a fuerza de aleteo 
desesperado, a fuerza 
de no pararse nunca, 
de volar, portadoras 
por el aire, en el aire 
de aquello que se salva. 
 
11 Páginas 72 y 73. 
12 Página 189.

Otros materiales

Materiales relacionados

26 pag.
9 pag.
Adentro (1) - Valerie Yánez

User badge image

Desafio Equador Veintitrés

12 pag.
el_loco - Valerie Yánez (1)

User badge image

Desafio Equador Veintitrés