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EDUCAR EN LA AUTOESTIMA
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MATERIALES PARA EDUCADORES
Últimos títulos publicados
82. Manual para la educación especial. C. Domenech-Á. Pujol.
83. Trabajamos los valores en Primaria. Ana Prieto-Manuela Guzmán.
84. Los diez derechos del niño. José Real Navarro.
85. Animar a leer desde la biblioteca. Juan José Lage Fernández.
86. Danzas del mundo/2. Ángel Zamora.
87. Cuentos y escenificaciones para Primaria. Isabel Agüera.
88. Tutoría de valores con preadolescentes. María Carmen Izal Mariñoso.
89. Adolescentes y sentido de la existencia. Purificación Tárrago-Fabián Moradillo-Ma
Jesús Picot.
90. Un centro 3 S. Irene Monferrer.
91. Cosas de niños. Pilar Montes-Eduardo Soler.
92. Versos para aprender lengua y literatura. Ana Riofrío.
93. Sembrar valores, recoger futuro. Fernando Lafuente-Noelia Cisneros-Emilio
Gómez.
94. Animación a la lectura con niños. Isabel Agüera.
95. Formación humana en Primaria/3. Sonia López-Yolanda López.
96. Educar con imágenes/3. Hermino Otero.
97. Adolescentes, inmigración e interculturalidad. Fabián Moradillo-Socorro Aragón.
98. Ortografía castellana. Francisco Javier Diosdado.
99. Educar en la interculturalidad. José Real Navarro.
100. Cuentos populares y creatividad. Rosa Huertas.
101. Animar a la lectura jugando. Ma Jesús Otero.
102. La solidaridad es vida plena. Edgardo Rubén Cárdenas.
103. La lectura a escena. Isabel Agüera.
104. Cuentos para portarse bien en el colegio. Jesús Jarque.
105. Animación a la lectoescritura. Purificación Cavia.
106. Poesía popular infantil y creatividad. Rosa Huertas.
107. Adolescentes y educación para la convivencia. Fabián Moradillo.
108. Aprovechamiento didáctico de Internet. Jesús María Nieto.
109. Amor y sexualidad. Santiago Galve.
110. Fábulas del siglo XXI. Fernando Lafuente-Noelia Cisneros-Emilio Gómez.
111. Personajes de la Historia Antigua y Media. José Luis Sierra.
112. Los cuentos de la tortuga. Eduardo Soler.
113. Aprender a pensar en Primaria. Blanca Gómez-Luis Carrascosa (coords.).
114. La vuelta al curso en 80 días. Jesús Villegas Saldaña.
115. Personajes de la Historia Moderna y Contemporánea. José Luis Sierra.
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116. Educar en la sostenibilidad. AA.VV.
117. Cómo mejorar la convivencia. Ana Prieto-Manuela Guzmán.
118. Motricidad en Educación Infantil. Ana Ponce de León-Rosa Ana Alonso (coord.).
119. ¡Hoy es fiesta! Carmen Gil.
120. Fonética inglesa divertida. Jalena Bobkina-Miriam Fernández de Caleya.
121. Lecturas y juegos para los más pequeños. Isabel Agüera.
122. Infancia y ciudadanía. Ma Jesús Picot-Fabián Moradillo.
123. Coeducación en el cole. Carmen Gil.
124. Cuentos para educar en valores. Laureano Benítez.
125. Dificultades de aprendizaje en Educación Infantil. Jesús Jarque.
126. Creatividad, lenguaje y nuevas tecnologías. Isabel Agüera.
127. Cuentos para educar jugando. Miguel Ángel Carroza.
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Ma JOSÉ QUILES SEBASTIÁN
JOSÉ PEDRO ESPADA SÁNCHEZ
EDUCAR EN
LA AUTOESTIMA
Propuestas para la escuela y el tiempo libre
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EDITORIAL CCS
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Segunda edición: enero 2010
Página web de EDITORIAL CCS: www.editorialccs.com
© Ma José Quiles / José Pedro Espada
© 2004. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166 / 28028 MADRID
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o
transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus
titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español
de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear
algún fragmento de esta obra.
7
http://www.editorialccs.com
http://www.cedro.org
Diagramación editorial: Concepción Hernanz (Oficina Técnica CCS)
Ilustraciones de portada e interior: José Manuel López Serrano
ISBN (pdf): 978-84-9842-398-3
Fotocomposición: M&A, Becerril de la Sierra (Madrid)
8
A Mireia
J.P.E.
A Antonio
M.J.Q.
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Índice
Presentación
PRIMERA PARTE
FUNDAMENTOS SOBRE LA AUTOESTIMA
CAPÍTULO PRIMERO
QUÉ ES LA AUTOESTIMA
1. Autoestima y autoconcepto
2. Perspectivas de la autoestima
2.1. La autoestima como actitud hacia uno mismo
2.2. La autoestima como evaluación personal
2.3. La autoestima como posición central en un continuo
2.4. La ecuación de la autoestima
2.5. La autoestima como concepto multidimensional
3. ¿Cómo influye la autoestima en la vida cotidiana?
4. Origen y desarrollo de la autoestima
5. Características de la autoestima positiva y negativa
CAPÍTULO SEGUNDO
EL DÉFICIT DE AUTOESTIMA
1. ¿Qué provoca el déficit de autoestima?
1.1. Pautas educativas familiares
1.2. Ambiente escolar
10
1.3. Habilidades para solucionar problemas
1.4. Habilidades sociales
1.5. Estilo atribucional
2. ¿Qué factores mantienen el déficit de autoestima?
2.1. La crítica patológica
2.2. Distorsiones cognitivas
CAPÍTULO TERCERO
ADOLESCENCIA Y AUTOESTIMA
1. La etapa adolescente
2. Características psicológicas de la adolescencia
3. La autoestima del adolescente
CAPÍTULO CUARTO
CÓMO EVALUAR LA AUTOESTIMA
1. Estrategias para evaluar la autoestima
1.1.Observación
1.2. Entrevistas
1.3. Autoinformes
2. Instrumentos de evaluación
2.1. Autodescripción libre
2.2. Variación de frases incompletas
2.3. Escala de autoestima de Rosenberg
2.4. Escala de autoconcepto A-26
SEGUNDA PARTE
ACTIVIDADES
1. APRENDIENDO A EVALUARSE
1. Cosas que hago bien
2. Cómo soy yo
3. Antes y ahora
4. Una tienda con personalidad
5. Manos, corazón y cabeza
6. Recuerdos positivos
7. Sácame los colores
8. Carta a los reyes magos
2. INTERPRETANDO MEJOR LA REALIDAD
9. Piensa bien y acertarás
11
10. La escalera del éxito
11. Fuera de sus casillas
12. Contrarreloj
13. Todo depende
14. Revisando viejas creencias
15. Cuestión de probabilidad
16. La botella medio llena
17. Dime quién eres y te diré cómo lo ves
3. CONTROLANDO LA ANSIEDAD
18. El viaje
19. Objetos imaginarios
20. Relajación con colores
21. Excursión en solitario
4. MEJORANDO LAS HABILIDADES SOCIALES
22. Pon a prueba tu empatía
23. Maratón de elogios
24. Se aceptan críticas
25. Escalera de color
26. Derroche de simpatía
5. CÓMO SER MÁS ASERTIVOS
27. Imágenes agresivas
28. Un reto al día
29. Críticas constructivas
30. Argumentos convincentes
31. Tres formas de relacionarse
32. Respondiendo a las críticas
33. Consejo por correspondencia
6. ¡PROBLEMAS!… CÓMO SOLUCIONARLOS
34. Las estaciones de mi vida
35. Concretando que es gerundio
36. Ideando alternativas
37. Valorando las consecuencias
38. Evaluar para mejorar
39. El negociador
7. EL ESPEJO GENEROSO
40. Quiero brindar
41. El reportero más dicharachero
42. Campaña electoral
12
43. Agente secreto
44. Mi página web
45. Álbum de fotos
Bibliografía
13
Presentación
El interés por el estudio de la autoestima ha ido aumentando considerablemente debido
al reconocimiento de su importancia para el bienestar de los individuos. En la literatura
científica se ha incrementado la investigación sobre la autoestima, que se ha revelado
como una variable fundamental en un gran número de trabajos en el campo de la Salud,
la Psicología y las Ciencias de la Educación. También ha aumentando la demanda de
intervenciones educativas centradas en los aspectos del desarrollo socio-afectivo, entre
los que se incluye la autoestima. Este interés ha trascendido el ámbito educativo, a juzgar
por el número de libros publicados y los cursos ofertados sobre el tema.
La autoestima es la valoración que realizamos de nosotros mismos, basada en todos
los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que hemos ido recogiendo a
lo largo de nuestra vida. De este modo creemos que somos listos o tontos, nos sentimos
simpáticos o antipáticos, nos gustamos o no. Los millares de impresiones, evaluaciones y
experiencias asÍ reunidos se pueden agrupar en un sentimiento positivo hacia nosotros
mismos o, por el contrario, en una incómoda sensación de no ser lo que esperábamos.
La autoestima es un constructo dinámico, que se modifica a lo largo del desarrollo,
fruto de las nuevas experiencias e interacciones con los otros significativos. Tiene una
dimensión social, ya que se adquiere a partir de las experiencias del sujeto y de susinteracciones interpersonales (Mestre y FrÍas, 1996). No es algo que nos venga dado
desde el nacimiento, sino que se va formando y consolidando a partir de nuestras
relaciones con los demás y de la imagen que los demás nos proyectan en estas
interacciones.
Se considera un factor clave en el desarrollo de un buen ajuste emocional y
cognitivo, una buena salud mental y unas relaciones sociales satisfactorias (Gorrell,
1990; Walker y Green, 1986). Todos necesitamos tener una autoestima saludable,
14
independientemente de nuestro sexo, edad, cultura, trabajo y objetivos en la vida. Parece
que si no se satisface esta necesidad de autovaloración, tampoco pueden cubrirse otras
que supongan la realización de todo nuestro potencial. Las personas que se encuentran
bien consigo mismas suelen sentirse a gusto en la vida, son capaces de afrontar y
resolver con seguridad los retos y las responsabilidades que ésta les plantea. Por el
contrario, la baja autoestima es una fuente permanente de inseguridad e insatisfacción
personal y se considera como un importante factor de riesgo para el desarrollo de
numerosos problemas psicológicos tales como trastornos de la alimentación, depresión,
ansiedad, etc. Por tanto, se puede afirmar que todas las personas, y en todas las edades de
la vida, necesitan un mÍnimo de autoestima. Es importante para evitar sentimientos de
inseguridad e inferioridad. Se necesita para confiar en sus propias posibilidades y estar
asÍ siempre dispuestos a hacer nuevas y mejores cosas (Castillo, 1999).
Pero, ¿por qué centrarnos en el papel de la autoestima en la adolescencia? En esta
etapa evolutiva tiene lugar la transición desde la infancia a la adultez. Durante este
perÍodo se producen una serie de cambios, se adquieren responsabilidades y
competencias que el joven tiene que afrontar, y que pueden generar estados de
inestabilidad emocional (Mestre y FrÍas, 1996). Un hecho frecuente en la adolescencia
es, precisamente, la disminución de la autoestima, principalmente en su componente
fÍsico y académico, junto con un aumento de la sintomatologÍa depresiva asociada. En
este ámbito, el papel de los padres y educadores es determinante. Además de establecer
unas relaciones satisfactorias con el adolescente y de crear un entorno favorecedor, es
necesario poner en marcha intervenciones que ayuden a la prevención de problemas
emocionales y favorezcan la estabilidad en los adolescentes (Quiles, 2002; Sureda,
2001).
Este libro pretende proporcionar a los educadores la información y los recursos
necesarios para potenciar la autoestima en la infancia y adolescencia. Por ello, el
material que se presenta está organizado en dos partes. En la primera, Fundamentos
sobre la autoestima, se proporciona una base teórica para que el lector conozca o amplÍe
sus conocimientos sobre el tema. AsÍ, se explica qué se entiende por autoconcepto y
autoestima, las caracterÍsticas de la autoestima en la adolescencia, su origen y desarrollo,
los factores que la favorecen y la influencia de la autoestima en el ajuste personal de un
individuo. Se describen las caracterÍsticas evolutivas de la etapa adolescente, y el papel
que juega la autoestima en el desarrollo y la adaptación a todos los ámbitos de la vida.
Un aspecto importante a la hora de fomentar la autoestima consiste en evaluarla de
forma adecuada. Por ello se dedica un capÍtulo a este tema, incluyendo distintos
inventarios y cuestionarios de evaluación para ser utilizados por el educador.
En la segunda parte del libro, Actividades, se presentan 45 ejercicios para fomentar
la autoestima que pueden ser realizados en diversos contextos educativos: tutorÍas,
asociaciones y centros juveniles, organizaciones, casas de juventud, cursos de formación,
etc. Dichas actividades están divididas en siete apartados. En Aprendiendo a evaluarse,
se pretende que los participantes adquieran la habilidad de examinar sus propias
15
cualidades y capacidades de forma realista y objetiva. El módulo Interpretando mejor la
realidad incluye actividades para que los adolescentes aprendan a analizar los eventos de
la vida de forma adaptativa. Con ello se pretende prevenir la visión negativa o
catastrofista de los acontecimientos diarios. En el apartado Controlando la ansiedad, se
parte de la premisa que la ansiedad interfiere frecuentemente con la adaptación del
adolescente en múltiples situaciones de la vida cotidiana. Por ejemplo, presentarse a un
examen, preguntar dudas en clase, hacer nuevos amigos o expresar afecto al chico o
chica que le gusta. El bloqueo por la ansiedad puede suponer una fuente de decepciones
y generar un concepto negativo de sí mismo. Por ello se presentan diversos ejercicios
para aprender a relajarse. En la sección Mejorando las habilidades sociales, se pretende
potenciar la competencia del adolescente en sus relaciones interpersonales mediante el
análisis y la práctica de su comportamiento social. Otra causa importante de la baja
autoestima es sentirse incapaz de defender los propios derechos y sentirse avasallado por
los demás. Por ello, en el apartado Cómo ser más asertivos se incluyen actividades para
afrontar situaciones sociales difíciles. Enfrentarse a los problemas con capacidad para
analizarlos y darles solución es un factor que puede prevenir el déficit de autoestima
adolescente. Un chico o una chica que se siente desbordado por los problemas que le
surgen, necesita pautas para afrontarlos eficazmente y tomar las mejores decisiones. En
el módulo ¡Problemas!… Cómo solucionarlos, se plantean actividades para aprender
mediante pasos a analizar un problema, generar posibles soluciones, valorarlas y evaluar
su resultado. El último apartado, titulado El espejo generoso, incluye una serie de
ejercicios que el educador puede practicar con su grupo con el objetivo de favorecer el
aprecio de uno mismo, de los rasgos personales positivos y de la propia conducta.
16
PRIMERA PARTE
FUNDAMENTOS SOBRE LA
AUTOESTIMA
17
1
QUÉ ES LA AUTOESTIMA
18
1. AUTOESTIMA Y AUTOCONCEPTO
Los términos autoconcepto y autoestima son empleados con frecuencia como sinónimos
para referirse al conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo, productos de la
actividad reflexiva (García y Musitu, 1999). La delimitación conceptual entre ambos no
está del todo clara, pero sí se pueden establecer diferencias a nivel teórico y práctico. No
es nuestro objetivo entrar en prolijas distinciones teóricas sobre ambos, sino que nos
limitaremos a comentar las principales características de cada uno de ellos.
Empezaremos por el autoconcepto. Es el concepto que el individuo tiene de sí
mismo como un ser físico, social y espiritual; el conjunto de elementos que la persona
utiliza para describirse, lo que equivaldría a las percepciones que tiene el individuo sobre
sí mismo (Harter, 1990). Rosenberg, uno de los autores que más repercusión ha tenido
en este ámbito, lo definió como «la totalidad de los pensamientos y sentimientos de un
individuo que hacen referencia a sí mismo como un objeto» (Rosenberg, 1975). El
autoconcepto se considera una entidad con múltiples facetas o como un conglomerado de
distintas concepciones en el que conviven aspectos estables con otros cambiantes y
maleables (García y Musitu, 1999). Tiene una dimensión social y se aprende como
consecuencia de las experiencias de interacción con el mundo físico y con las personas.
En el autoconcepto, como la realidad psíquica compleja que es, se pueden
distinguir varias áreas o autoconceptos específicos (Pope, McHale y Graighead, 1996;
Sureda, 2001):
— Autoconcepto académico, que abarca la concepción de uno mismo como
estudiante, como resultado del conjunto de experiencias, éxitos, fracasos y
variaciones académicas experimentadas a lo largo de los años escolares. No
abarca la aptitud y el éxito académico, sino la concepción del adolescente de
si es lo «suficientemente bueno», ya que puede ser un estudiante destacado
pero no sentirse válido.
— Autoconcepto social, que incluye los sentimientos de uno mismo en cuanto a
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la amistad,y es consecuencia de las relaciones sociales, de su habilidad para
solucionar problemas y de la adaptación y aceptación social. Aqui se
engloban las sensaciones relativas a «si le cae bien o mal a sus
compañeros»; si cree que los demás le tienen en cuenta y le aprecian. Este
autoconcepto será positivo si sus necesidades sociales son satisfechas,
independientemente de si son equiparables a la «popularidad».
— Autoconcepto personal y emocional, que se refiere a los sentimientos de
bienestar y satisfacción, al equilibrio emocional, a la aceptación de si mismo
y a la seguridad y confianza en sus posibilidades.
— Autoconcepto familiar, refleja sus propios sentimientos como miembro de la
familia. Será positivo si se identifica como un miembro querido por su
familia, a quien se le valoran sus aportaciones y que se siente seguro del
amor y del respeto que recibe de sus padres y hermanos.
— Autoconcepto global, es la valoración general de uno mismo y se basa en la
evaluación de todas las áreas. Se reflejarÍa en sentimientos como «En
general estoy satisfecho de cómo soy».
En la Tabla 1 aparecen los principales componentes y habilidades destacadas del
autoconcepto (adaptado de Sureda, 2001).
Para concluir, podriamos decir que el autoconcepto corresponde a la descripción
mental que el sujeto hace de si mismo en tres dimensiones (cognitiva, afectiva y
comportamental) y en varias áreas: trabajo y escolar, familiar, relaciones sociales,
aspecto fisico y moral-ética.
Por otra parte, el término autoestima expresa el concepto que uno tiene de si
mismo, según unas cualidades que son susceptibles de valoración y subjetiva-ción
(Musitu, Román y Gracia, 1988). El sujeto se autovalora en función de estas cualidades,
que son consideradas como positivas o negativas, según lo que ha experimentado a
través de sus vivencias. La autoestima se presenta como la conclusión del proceso de
autoevaluación: el joven tiene un concepto de si mismo y después se valora en más o en
menos, se infra o sobrevalora, decimos que tiene un nivel concreto de autoestima. Es
decir, la autoestima es el grado de satisfacción personal del individuo consigo mismo, la
eficacia de su propio funcionamiento y una actitud evaluativa de aprobación que siente
hacia sÍ mismo.
AsÍ pues, la autoestima se caracteriza por su componente evaluativo y su relación
con una variedad de situaciones. Es el concepto que tenemos de nuestra valÍa y se basa
en todos los pensamientos que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo durante
nuestra vida. Este es uno de los principales factores que diferencian al ser humano de los
demás animales: la conciencia de sÍ mismo, la capacidad de establecer una identidad y
darle un valor (McKay y Fanning, 1991). Tiene un componente afectivo y evaluable, ya
que cada descripción de uno mismo está cargada de connotaciones emotivas, afectivas y
evaluativas (Gecas, 1982).
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La autoestima serÍa la evaluación que la persona realiza de las diferentes
representaciones que tiene de sÍ misma en distintas áreas. De esta manera, una misma
persona puede tener una alta autoestima, por ejemplo en el área familiar, y no tenerlo en
el ámbito laboral. Es decir, la autoestima es el resultado de la discrepancia entre la
percepción de uno mismo (la visión objetiva) y el ideal de uno mismo (aquello que la
persona valora, lo que le gustaría ser).
TABLA 1
21
22
Por tanto, autoestima y autoconcepto están estrechamente relacionados: si la
autoimagen (o autoconcepto) satisface a la persona, la valoración es positiva, por lo que
eleva la autoestima. En cambio, cuando la autoimagen no satisface al sujeto, se produce
una valoración negativa que provoca, a su vez, el descenso de la autoestima. Así pues, la
autoestima mejora o empeora cuando lo hace el autoconcepto. Esta estrecha relación
entre autoestima y autoconcepto se podría explicar como las dos dimensiones de una
misma realidad: la cognitiva (auto-concepto) y la afectiva (autoestima) (García y Musitu
1999). Además de la autoestima y del autoconcepto, también se considera el componente
conductual, que se refiere a la decisión de actuar a partir de la valoración de la
autoestima. En la Figura 1 se contemplan los componentes mencionados.
FIGURA 1
Marta se considera capaz e inteligente. Ante una situación nueva, que no sabe
afrontar, se repite a sí misma «tranquila, si no lo consigues a la primera lo puedes
volver a intentar; todo el mundo necesita tiempo para aprender». Cada vez que lo
hace, se fija bien en los detalles de su actuación para mejorar la próxima vez.
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Finalmente consigue lo que se había propuesto, lo que provoca un ella un
sentimiento de satisfacción y pensamientos del tipo «¿lo ves?, no era tan difícil;
has podido hacerlo» reforzando así su sentimiento de capacidad.
Luis no se siente capaz de alcanzar ninguna meta «importante» puesto que le
parece que casi nunca consigue lo que se propone. Cada vez que tiene que hacer
algo nuevo, lo inicia sin entusiasmo, con más miedo al fracaso que afán de lograr
el éxito y repitiéndose interiormente frases del tipo: «no podré»; «no sé por qué lo
intento»; «todo el mundo se estará dando cuenta de lo incompetente que soy»;
«estoy defraudando a mi familia»… Ante la primera dificultad suele abandonar,
de manera que se refuerza el juicio negativo anterior («otra vez se ha demostrado
que no valgo, he fallado y seguiré igual en el futuro»). De este modo, Luis
prefiere limitarse a seguir realizando las pocas cosas en las que se siente seguro y
evita exponerse a nuevas situaciones ante el temor a fracasar. A la vez, se repite a
si mismo que se siente un fracasado porque es incapaz de hacer nuevas cosas.
2. PERSPECTIVAS DE LA AUTOESTIMA
La autoestima puede ser entendida desde diversos puntos de vista (Castro, 2000):
2.1. La autoestima como actitud hacia uno mismo
Entendemos por actitud una predisposición duradera de la persona hacia un objeto
social; de modo que este objeto social polariza o dirige los sentimientos y la conducta en
función del conocimientos que de él tenga la persona. AsÍ por ejemplo, una determinada
actitud hacia los inmigrantes, determinará la manera de acercarnos a la información
sobre este tema que nos ofrezcan los medios de comunicación.
Pues bien, se puede considerar la autoestima como la actitud hacia si mismo
(Burns, 1990), la forma habitual de pensar, sentir y comportarse consigo mismo. Es la
disposición permanente según la cual nos enfrentamos a nosotros mismos y el sistema
fundamental por el cual ordenamos nuestras experiencias personales a nosotros mismos.
Orienta los sentimientos y las conductas de cada individuo según el conocimiento que
éste tenga de sÍ mismo. De aquÍ se deriva que cuanto mejor se conozca la persona,
mejores sentimientos generará hacia sÍ misma y mejor se comportará respecto a sÍ
misma. Por tanto el primer objeto de atención de cada persona deberia ser él/ella
mismo/a.
24
2.2. La autoestima como evaluación personal
Bonet (1997) considera la autoestima como la percepción evaluativa de uno mismo. Es
decir, el conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y
conductas dirigidas hacia nosotros mismos. La persona se evalúa de forma realista, en
situaciones concretas, lo que da la oportunidad para poder especificar las conductas en su
contexto, y no de manera global, siguiendo el esquema:
Me siento(sentimiento) en (situación) cuando (condiciones).
Por ejemplo:
Me siento tenso cuando tengo que defender mi opinión ante mis superiores (pero
no siempre que debo hablar en público).
Me siento avergonzado cuando estoy junto con amigos que me han visto borracho
(pero no siempre que salgo en grupo).
Desde esta concepción se enfatiza el hecho de que la autoestima no es la
contemplación pasiva de las propias actitudes, sino la valoración de sí mismo, el
reconocimiento de la propia valía como persona y como sujeto perteneciente a un grupo
social y una cultura.
2.3. La autoestima como posición central en un continuo
Una tercera concepción sitúa la autoestima en el punto central entrela vergüenza
autodestructiva (o vergüenza de sí mismo, que se considera inferior a los demás) y el
orgullo autodestructivo,desmedido, que se siente por encima de los demás. Esta última
posición se reconoce como síntoma de un complejo de inferioridad no asumido, que
pretende ser compensado a través del desprecio a los demás.
Frente a los dos extremos, la autoestima se considera como el orgullo saludable de
sí misma, que conoce y acepta sus defectos y sus encantos, aceptando cómo es.
2.4. La ecuación de la autoestima
Para James, la autoestima se explica por la relación entre el nivel de éxito de la persona y
sus pretensiones.
25
Al dicotomizar el éxito y las pretensiones en dos categorías (alto/bajo), se obtiene
el siguiente cuadro en el que se muestran las cuatro posibilidades: 1) éxito bajo con
pretensiones bajas, 2) éxito alto con pretensiones bajas, 3) éxito bajo con pretensiones
altas y 4) éxito alto con pretensiones altas.
Si las pretensiones del individuo se ajustan a su nivel de éxito, la ecuación de la
autoestima revela una situación de equilibrio. En cambio, cuando difieren, la ecuación de
la autoestima presenta un desajuste. Si el éxito es alto para las pretensiones de la
persona, ésta puede sentirse insegura o creer que no se merece lo que ha conseguido,
aunque la ecuación también puede saldarse a favor de la autoestima. Si, por el contrario,
las pretensiones son más elevadas que lo que se consigue, la persona se sentirá mal, ya
que pensará que no consigue lo que se merece o lo que se había marcado, lo que puede
provocar sentimientos de insatisfacción y falta de valía personal. También es frecuente
que esté actuando de una manera no realista ya que sus pretensiones no se corresponden
con el éxito obtenido.
James (1990, citado en Castro, 2000) definió la autoestima como los éxitos
divididos por las pretensiones, lo que pone de manifiesto que no es suficiente tener
éxitos importantes para asegurar la autoestima si las pretensiones son muy altas. Es
necesario que haya un equilibrio entre el éxito y las pretensiones.
26
2.5. La autoestima como concepto multidimensional
Finalmente, la autoestima puede considerarse como un concepto multidimensional, que
engloba, entre otros, las siete «Aes de la autoestima»: aprecio, aceptación, afecto,
atención, autoconsciencia, apertura y afirmación (Bonet, 1997).
La persona que se «autoestima» lo suficiente posee, en mayor o menor grado, las
siguientes características:
— Aprecio de uno mismo como persona, independientemente de lo que pueda
hacer o poseer, de tal manera que se considera igual, aunque diferente, a
cualquier otra persona.
— Aceptación tolerante de sus limitaciones, debilidades, errores y fracasos,
reconociendo serenamente los aspectos desagradables de su personalidad.
— Afecto: Actitud positiva hacia sí mismo, de tal manera que se encuentra bien
consigo misma dentro de su piel.
— Atención y cuidado de sus necesidades reales, tanto físicas como psíquicas.
— Autoconsciencia, es decir, darse cuenta del propio mundo interior, y
escucharse a sí mismo amistosamente.
— Apertura, actitud abierta y atenta al otro, reconociendo su existencia y
afirmándolo, lo que parte del reconocimiento de que no podemos vivir de
forma aislada e independiente de los demás.
3. ¿CÓMO INFLUYE LA AUTOESTIMA EN LA VIDA COTIDIANA?
En la infancia y la adolescencia, una autoestima saludable es especialmente importante,
ya que actúa como el filtro a través del cual se perciben los jóvenes, valorando las
distintas experiencias vividas. La competencia socioemocional que se deriva de esta
autovaloración positiva, puede ayudar al niño a evitar futuros problemas graves (Pope,
McHale y Craighead, 1996). Por tanto, la autoestima impregna el comportamiento
general del joven en todas las áreas (escolar, familiar, social) incluyendo la salud
psicológica y el rendimiento académico. Los jóvenes asumen su etiqueta como payasos,
alborotadores, indisciplinados, porque esa es la imagen que ellos viven de sí mismos y
que muchas veces refuerzan educadores, padres, maestros, etc. Esta influencia se
produce de un modo interaccional: un joven que posea una baja autoestima se sentirá
incapaz de hacer determinadas cosas, lo que repercutirá en su autoconcepto, y viceversa,
cuando se siente capaz, lo intenta una y otra vez hasta que lo consigue, lo que mejora su
nivel de autoestima previo.
A nivel general, podemos decir que la baja autoestima se relaciona con altos
niveles de ansiedad, inseguridad, poca estabilidad emocional, bajo apetito, insomnio,
soledad, hipersensibilidad a la crítica, pasividad, competitividad, destructividad y bajo
27
rendimiento académico. La alta autoestima correlaciona positivamente con un buen
ajuste psicológico, estabilidad emocional, actividad, curiosidad, seguridad,
cooperativismo, pensamiento flexible, sentido del humor y alto rendimiento académico
(Bermúdez, 1997).
Tener una autoestima y un autoconcepto positivos es de capital importancia para la
vida personal, profesional y social. El autoconcepto favorece el sentido de la propia
identidad, constituye el marco de referencia desde el que interpreta la realidad externa y
las propias experiencias, influye en el rendimiento, condiciona las expectativas y la
motivación y contribuye a la salud y al equilibrio psíquicos. Se puede afirmar que el
autoconcepto y la autoestima están en el centro del acontecer personal y social de todo
individuo (Marchago, 1996).
Puri se consideraba guapa, inteligente, simpática y competente. Cuando tenía que
hacer un trabajo, lo afrontaba entusiasmada ya que confiaba en sus
posibilidades. Gracias a su capacidad y a que se podía confiar en ella, se le pedía
con frecuencia que participara en numerosas actividades en el instituto y con sus
compañeros del grupo de animación juvenil. Todo ello le daba mayores
posibilidades de aprender, de ampliar sus habilidades y sus experiencias
finalizadas con éxito.
Paula se veía poco atractiva y tenía poca confianza en su capacidad para hacer
«bien» las cosas. Nunca se ofrecía voluntaria para ningún trabajo ni actividad, ni
probaba con cosas nuevas porque tenía miedo de quedar «mal» delante de los
demás. Prefería seguir haciendo las pocas cosas en las que se sentía segura:
cuidar niños y dar clases de repaso. La mayor parte de sus cualidades innatas
estaban ocultas y sin desarrollar, porque no se arriesgaba a empezar una
actividad en la que creyera que podía fracasar. Como apenas probaba a hacer
cosas diferentes, se mostraba torpe y tímida ante tareas y situaciones que no le
28
resultaban familiares. Daba la impresión de no querer colaborar y se sentía
fracasada.
Entre los ámbitos más relevantes para el estudio de las dificultades de autoestima
en adolescentes, destacamos las dificultades psicológicas y psiquiátricas y el rendimiento
escolar.
a) Trastornos psicológicos
La baja autoestima se relaciona con la presencia de trastornos psicológicos en
adolescentes, especialmente en el área personal y social (Montt y Ulloa, 1996). Es una
de las características presentes en diversos trastornos psiquiátricos infantiles tal y como
indica el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación
Psiquiátrica Americana (DSM-IV-R; APA, 2000). El déficit de autoestima se relaciona
con los siguientes trastornos:
a) Trastornos de ansiedad: fobia social.
b) Trastornos sexuales y de la identidad sexual: trastorno orgásmico femenino,
trastorno de la identidad sexual.
c) Trastorno de la conducta alimentaria: bulimia nerviosa, anorexia nerviosa.
d) Trastornos de la personalidad: trastorno narcisista de la personalidad y
trastorno de personalidad por evitación.
e) Trastornos de inicio en la infancia o adolescencia:
— Trastornos de la eliminación: enuresis y encopresis.
— Trastornos del aprendizaje: de la lectura, escritura, cálculo, de la
expresión escrita y del aprendizaje no especificado.
— Trastorno de la comunicación verbal: tartamudeo.
— Trastorno por déficit de atención y comportamiento perturbador con
hiperactividad,trastorno disocial, negativista desafiante.
29
El déficit de autoestima se considera tanto una variable predisponente para el
origen de algunos trastornos, como una variable consecuente de presentar otros.
Asimismo, el déficit de autoestima también se considera un factor de riesgo del consumo
de drogas, las conductas delictivas, la depresión, el suicidio y los problemas de estrés
(Takanishi, 1993). La relación establecida gira probablemente en torno a que pueda
contrarrestar algunos problemas infantiles, ya que un niño o adolescente satisfecho de sí
mismo puede hacer frente a los problemas de tal manera que nunca se convertirán en
dificultades mayores (Pope, McHale y Craighead, 1996).
b) Rendimiento escolar
Está ampliamente aceptado que autoestima y rendimiento académico están relacionados
de manera positiva y significativa y que ambos constructos son excelentes predictores
entre sÍ. La autoestima académica y el rendimiento se influyen mutuamente. Para
obtener resultados positivos parece imprescindible tener una autoestima académica alta.
Igualmente, unos buenos resultados escolares incrementan la autoestima académica de
los alumnos (GarcÍa-Bacete y Musitu, 1993).
Los datos de las investigaciones previas muestran la estrecha relación entre el
autoconcepto y el rendimiento escolar de los alumnos (Amezcua, 2000a). Niveles bajos
de autoestima se asocian con malos logros académicos, y viceversa, es decir, existe una
fuerte relación entre la autoestima positiva y los niveles altos en la escuela. La clave
reside en que la opinión que cada alumno tenga de su rendimiento académico influirá en
su autoevaluación, y al revés. Desde la psicologÍa este hecho se conoce con el término
de «profecÍa autocumplida», que sugiere que las expectativas y valoraciones sobre uno
mismo tendrán un importante efecto en la propia actuación, a veces a pesar de sus
habilidades reales.
AsÍ, tanto si se piensa que la causa de la baja autoestima, depresión y desesperanza
es el ambiente escolar, que plantea al niño exigencias inadecuadas para sus capacidades
o, por el contrario, son la depresión y la baja autoestima las que conducen al bajo
rendimiento y a la falta de concentración, el fracaso y la autoestima están asociados
(Mestre y FrÍas, 1996).
Los adolescentes repetidores poseen menor autoestima y mayor
ansiedad/aislamiento que los no repetidores. Los alumnos que necesitan mejorar o que
alcanzan puntuaciones de insuficiente o suficiente son los que se autoperciben con una
autoestima menor. Estos resultados permiten concluir que las variables escolares, y en
concreto el rendimiento académico, aparecen relacionados con el estado emocional del
alumno y con el desarrollo y configuración de su autoestima.
Por tanto, parece que una buena autoestima es un buen recurso para que los niños y
adolescentes puedan hacer frente a las presiones existentes de una forma adaptada.
30
4. ORIGEN Y DESARROLLO DE LA AUTOESTIMA
La autoestima no es innata, sino que se adquiere como resultado de las experiencias
acumuladas a lo largo de la vida. Es el fruto de una larga y permanente secuencia de
acciones y pasiones que van configurando a la persona en el transcurso de su vida. Este
aprendizaje no es intencional, ya que se produce en contextos informales, dejando una
importante huella en la persona.
El origen de la autoestima se sitúa en los primeros años de vida, a partir de los
mensajes e imágenes que los padres devuelven a su hijo, con los que el niño se forma un
primer concepto de sÍ mismo. Pensemos en un niño pequeño para el que sus padres son
sus principales referentes. El hijo se verá muy influido por los mensajes de su familia y
de las personas de su entorno que proyectan sobre él una imagen determinada a través de
sus opiniones, actos y afectos en las interacciones que establecen con éste. Las bases de
la autoestima se conforman en los primeros años de vida, de modo que el estilo de
crianza de los padres durante los tres o cuatro primeros años puede determinar la
cantidad de autoestima inicial del niño (McKay y Fanning, 1991).
Los padres ofrecen la primera imagen de uno mismo. Si un niño se siente aceptado
por su familia, esto le permite desarrollar sentimientos de aceptación, aprecio, valor
personal y seguridad que es la base de un buen nivel de autoestima para el futuro.
Posteriormente, y a medida que el niño se va incorporando a diversos grupos
socializadores (amigos, iguales, profesores), otras personas actúan como espejo del niño,
emitiendo un reflejo (positivo o negativo) que a su vez confirmará con su conducta.
Recordemos que cada persona tiende a comportarse de acuerdo con la imagen que tiene
de sí mismo.
Sin embargo y pese a lo expuesto hasta aquí, este autoconcepto no es inamovible.
Aunque es cierto que si desde el primer momento se le transmiten sensaciones positivas
al niño, éste tendrá una mejor base para construir su autoestima en el futuro que en el
caso de que no sea así.
Sin embargo, la dinámica causa-efecto de la autoestima es difícil de comprender.
¿Es la baja autoestima la que causa otros problemas en la vida de los adolescentes? o
¿sucede que son estos mismos problemas los que favorecen un sentimiento de poca
valía? ¿Los adolescentes tienen mayor autoestima porque obtienen un buen rendimiento
académico? o ¿el obtener buenas calificaciones es lo que aporta autoestima? En el caso
de los adultos se suceden las mismas dudas. ¿Produce un alto estatus social una alta
autoestima, o es la autoestima la que contribuye a conseguir un mayor nivel social?
(McKay y Fanning, 1991; Pope, McHale y Craighead, 1996).
Para responder a esta cuestión, se plantean dos alternativas: o bien las
circunstancias externas determinan la autoestima, o bien es la percepción de valía
personal la que determina los logros y circunstancias personales. Si se cumple la primera
premisa, una adolescente atractiva, sin problemas de peso, que obtenga buenas notas y
31
que se sienta apoyada incondicionalmente por sus padres deberá tener buena autoestima,
mientras que una chica bajita, con 10 kilos de más y poco hábil en matemáticas tendrá
menos autoestima. Si quisiera que su autoestima mejorará sólo tendría que cambiar sus
circunstancias, es decir, adelgazar 10 kilos, crecer ocho centímetros, conseguir un
sobresaliente en Aritmética y lograr que sus padres la acepten como es. Pero,
desafortunadamente, las cosas no se pueden solucionar de esta forma.
Si atendemos a la segunda posibilidad, habrá que considerar que los logros
personales favorecen una buena autoestima. Por tanto, el joven que vive en un barrio
residencial, conduce un deportivo y pertenece al 25% de afortunados que han aprobado
una asignatura difÍcil, tendrá mejor autoestima que un chico que abandonó los estudios
antes de acabar la Secundaria obligatoria y que trabaja como mensajero. Aunque esta
segunda posibilidad puede parecer muy atractiva, si reflexionamos detenidamente sobre
ella nos daremos cuenta de multitud de casos de personas que creemos «que lo tienen
todo» y presentan importantes dificultades para quererse a sÍ mismas.
McKay y Fanning (1991) sugieren una nueva posibilidad: entre las circunstancias
externas y la autoestima media un factor importante, los propios pensamientos. Si un
joven suspende un examen para el que habÍa estudiado mucho, puede centrarse en los
sentimientos de fracaso, de incapacidad, con pensamientos del tipo «realmente parezco
tonto; mira que suspender habiendo estudiado tanto; qué pensarán de mÍ, si sólo hemos
suspendido 10 de toda la clase». En este momento la autoestima del área académica
desciende (y también puede hacerlo la global). En cambio, si el chico se centra en el
análisis de los aspectos en los que ha podido fallar, con el fin de remediarlos para la
próxima ocasión, la autoestima no se verá tan afectada.
Por tanto, las circunstancias influyen en la autoestima, no la determinan. Lo que
provoca el sentimiento de valÍa personal son los pensamientos de cada uno de nosotros,
y es sobre esta forma de interpretar la vida sobre la quehay que influir para obtener una
autoestima saludable.
Respecto al desarrollo de la autoestima, se suelen distinguir las siguientes etapas:
1. Afirmación positiva, caracterizada por la valoración de las personas
significativas.
2. Afirmación propia, con autovaloración y autorrefuerzos.
3. Afirmación compartida: valoración personal y del otro.
Desde la edad preescolar hasta la adolescencia, la forma en que los niños se ven a
sÍ mismos varÍa de manera importante. Los niños desarrollan sus conceptos absolutistas
de sÍ mismos que parecen estar vinculados a experiencias y habilidades en áreas
diferentes y se forman apoyándose en la retroalimentación que se establece con las
demás personas (Clark, Clemes y Bean, 1993). AsÍ, un pre-escolar se describirá
mediante su apariencia fÍsica o sus pertenencias. No es hasta la edad escolar que los
niños empiezan a utilizar términos que se refieren a su forma de ser y comportarse.
32
A medida que los niños van dejando de lado lo concreto y absoluto y van optando
por concepciones cada vez más abstractas y diferenciadas de la propia imagen, las
diferencias en la comprensión del mundo social también influyen en la formación de sus
autoconceptos. Desde la edad preescolar a la escolar, por ejemplo, los niños se orientan
más por las opiniones y perspectivas de la gente que está a su alrededor, en parte porque
tienen mayor capacidad para comprender los puntos de vista que difieren de los suyos
propios. Este conocimiento lleva a los niños a hacer comparaciones entre ellos mismos y
los demás. Es decir, la opinión de quiénes son procede en parte de cómo son tratados,
pero ahora sacan conclusiones a partir de la comparación con sus iguales.
Desde la edad escolar hasta la adolescencia, los individuos emplean primero
términos para describir su carácter, atributos y control emocional; luego para describir
rasgos interpersonales y por último términos relativos a su perfil psicológico. A nivel
general, podemos considerar que la naturaleza del autoconcepto se va desarrollando
desde ideas acerca del propio cuerpo hasta las que se refieren a su propia imagen interior
o moral.
En la adolescencia, el joven se cuestiona la idea de sÍ mismo que arrastra de su
pasado. Puede ser que esté conforme o que pida aprobación para los demás, para reforzar
su opinión con la de otras personas.
5. CARACTERÍSTICAS DE LA AUTOESTIMA POSITIVA Y
NEGATIVA
Ya hemos comentado con anterioridad la importancia de la autoestima y se ha destacado
su papel en el bienestar psicológico de la persona. Sabemos que una autoestima positiva
puede ser una garantÍa de cuidado personal sano, diversión, desarrollo armónico, nuevas
experiencias interesantes y curiosas, relaciones alegres y útiles, etc., y se relaciona con
afectos positivos como el gozo, la confianza, el placer, el entusiasmo y el interés. Las
consecuencias de la autoestima son la aceptación y respeto a uno mismo, la formación y
el enriquecimiento propio.
Por otra parte, el déficit de autoestima conlleva afectos negativos como el dolor, la
angustia, la duda, la tristeza, el sentirse vacÍo, la inercia, la culpa y la vergüenza y se
relaciona con numerosos problemas psicológicos. Existe abundante evidencia de la
relación entre un déficit de autoestima y un trastorno psicológico y entre presentar un
trastorno psicológico y, a consecuencia de éste, un déficit de autoestima (Bermúdez,
1997).
Pero, ¿cómo podemos caracterizar a una persona con una autoestima positiva?
Entre otras caracterÍsticas, el sujeto con autoestima positiva:
1. Cree firmemente en ciertos valores y principios, está dispuesto a defenderlos
aun cuando encuentre una fuerte oposición colectiva. También se siente lo
33
suficientemente seguro como para modificar esos valores y principios si
nuevas experiencias indican que estaba equivocado.
2. Es capaz de obrar según crea más acertado, confiando en su propio juicio, y
sin sentirse culpable cuando a otros les parece mal lo que haya hecho.
3. No emplea demasiado tiempo preocupándose por lo que haya ocurrido en el
pasado, ni por lo que pueda ocurrir en el futuro.
4. Tiene confianza en su capacidad para resolver sus problemas, sin dejarse
acobardar por los fracasos y dificultades que experimente.
5. Se considera y se siente igual, como persona, a cualquier otra, aunque
reconoce diferencias en talentos especÍficos, prestigio profesional o
situación económica.
6. Reconoce la valÍa intrinseca y el interés de cualquier persona.
7. No se deja manipular por los demás, aunque está dispuesta a colaborar si le
parece apropiado y conveniente.
8. Reconoce y acepta en sÍ misma los sentimientos positivos y negativos, sin
avergonzarse por ellos.
9. Es capaz de disfrutar diversas actividades como trabajar, jugar, caminar o
estar con amigos. No se siente culpable cuando realiza actividades no
productivas como, por ejemplo, descansar, holgazanear, etc.
10. Es sensible a las necesidades de los otros, respeta las normas de convivencia
generalmente aceptadas, reconoce sinceramente que no tiene derecho a
medrar o divertirse a costa de los demás.
Por su parte, la persona con baja autoestima se caracteriza porque:
• Es muy crÍtica y exigente consigo misma, por lo que no suele sentirse
satisfecha con lo que hace o consigue. Su meta es hacer «perfectamente»
todo lo que intenta, para tratar de conseguir la aprobación por lo que hace,
más que por su valor intrÍnseco. Esta tendencia perfeccionista conduce a un
abatimiento interior cuando las cosas no salen como desea.
• Tiene una imagen muy pobre de sÍ misma, focalizada en los defectos y
carencias, en la que prevalecen los aspectos negativos y las crÍticas. Su
lenguaje interno puede estar repleto de descalificaciones, centrándose
siempre en los aspectos negativos.
• Es muy sensible ante la crÍtica, ya que siempre intenta demostrar su valÍa y
se siente muy dolida cuando no puede mostrar esta buena imagen ante los
demás. Es frecuente que ante una crÍtica trate de delegar responsabilidades
en los demás o en las circunstancias y/o que se muestre rencorosa durante
un tiempo con el crÍtico.
• Presenta un interés desmesurado por agradar y complacer a los demás. Esto
34
hace que muestre un comportamiento poco asertivo y que no se atreva a
decir que NO ante las peticiones de los demás, por miedo a perder su
amistad o su apoyo.
• Intenta hacerlo todo de la mejor manera posible, siempre en un intento por
mostrar su mejor imagen. También es caracterÍstico un alto sentido del
ridÍculo, consecuencia de su elevado interés por causar una buena impresión
y dar una buena imagen.
• Posee un estilo atribucional externo, por el que siente que tiene poco control
de lo que sucede a su alrededor y se siente insegura y temerosa ante lo que
le pueda pasar.
• Presenta ansiedad anticipatoria ante las cosas negativas e imprevistas que
puedan suceder, motivado en parte por su sentimiento de incapacidad para
hacer frente a situaciones nuevas. También pueden aparecer tendencias
depresivas, con un sentimiento negativo general hacia su vida, su futuro y
hacia sí misma.
• Tiene indecisión crónica, por un miedo exagerado a equivocarse. Necesita
mucho del parecer de los demás para tomar sus propias decisiones. Valora
más las opiniones de otros que las propias y necesita el apoyo de los que le
rodean para sentirse segura de lo que está haciendo.
Esta forma característica de pensamientos suele conducir a un círculo vicioso de
actitudes mentales negativas. Por ejemplo, no será capaz de alcanzar una meta que se ha
propuesto porque le parece que casi nunca consigue lo que se propone. Lo inicia sin
entusiasmo, con más miedo al fracaso que afán de lograr el éxito. Si las cosas no salen,
que es lo más posible porque no se acude con entusiasmo, se refuerza el juicio negativo
anterior: «de nuevo se ha demostrado que no valgo, he fallado y seguiré igual en el
futuro».
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36
37
2
EL DÉFICIT DE AUTOESTIMA
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1. ¿QUÉ PROVOCA EL DÉFICIT DE AUTOESTIMA?
Existe toda una serie de situaciones y de factores de riesgo que predisponenal sujeto que
se encuentra expuesto a ellas para que presente un déficit de autoestima. No se trata de
causas muy determinadas, sino de situaciones que favorecen el que disminuya el sentido
de valÍa personal del sujeto. Entre estos factores de riesgo, encontramos las habilidades
del sujeto, como su capacidad para relacionarse con los demás o para resolver los
problemas de forma adaptativa, y también factores externos al adolescente, como las
pautas educativas de sus padres o profesores. A continuación se explican con detalle
cada uno de estos factores.
1.1. Pautas educativas familiares
Sabemos que la autoestima se forma en los primeros años de vida, a partir de las
interacciones con las personas significativas del entorno del niño. Por tanto, el ambiente
familiar y las relaciones que se establecen en este perÍodo son de vital importancia para
el futuro desarrollo (McKay y Fanning, 1991).
Una de las funciones psicológicas más importantes que se atribuyen a la familia es
la formación de la identidad de sus miembros (Musitu y Allatt, 1994; Noller y Callan,
1991). En el seno familiar se potencia el autoconcepto de los individuos que la integran a
través de las distintas técnicas de socialización que utilizan los padres, del grado de
comunicación padres-hijos y del clima familiar. Entre las variables familiares que
determinan el nivel de autoestima, destacamos el ambiente familiar en el que se
desarrolla el niño en sus primeros años de vida, las pautas educativas, la evaluación que
los padres hagan implÍcita o explÍcitamente de la conducta infantil, la aceptación de los
hijos, el tipo de interacción que se produzca entre el niño y sus padres y el refuerzo hacia
lo bien hecho. Asimismo, existe una alta correlación entre la autoestima infantil y el
autoconcepto de los padres, el nivel socioeconómico de la familia, el tamaño de ésta y
39
los conflictos familiares.
Si el niño crece siendo regañado constantemente, puede desarrollar un sentimiento
de inferioridad, vergüenza o de falta de valÍa, de manera que perderá la confianza de
poder hacer bien las cosas.
Si carece de normas o éstas son arbitrarias y se aplican inconsistentemente, también
se pueden generar sentimientos de falta de valÍa. De este modo el niño aprende que se le
castiga por lo que es, y no por lo que hace, puesto que emitiendo la misma conducta, en
ocasiones es reprendido y otras veces no.
Carlos creció en un ambiente familiar desestructurado y sin pautas consistentes.
Cuando nació, las relaciones parentales estaban muy deterioradas. Su padre bebÍa
en exceso e infringÍa malos tratos a su madre, que trabajaba fuera de casa para
mantener económicamente a la familia. Su único hermano era 14 años mayor que
él y pasaba todo el tiempo posible fuera de casa, evitando las disputas y los
conflictos.
Ante esta situación, Carlos sólo sufrÍa rechazo y golpes cuando se intentaba
acercar a su padre, casi siempre ebrio, y reproches y falta de afecto, cuando se
dirigÍa a su madre.
Carlos creció con un sentimiento de falta de valÍa, puesto que el reflejo que le
enviaban sus figuras de apego era totalmente negativo, y siempre asociado a su
persona, no a acciones concretas que él realizara. Al llegar a la adolescencia, esta
problemática se ha manifestado en una fobia social, que le impide acercarse a
desconocidos, puesto que está seguro del rechazo, y un miedo intenso a mostrarse
tal como es ante los más allegados, anticipando siempre reacciones negativas, que
acaba confirmando en casi todas las interacciones.
En este caso, la falta de una imagen positiva en los primeros años de vida, ha
generado una personalidad inmadura y con un sentimiento de inferioridad
profundamente arraigado.
Otro aspecto importante es el relativo a las expectativas. Se recomienda que los
niños crezcan en un ambiente previsible, en el que saben lo que se espera de ellos y las
consecuencias de la mala conducta son justas y proporcionales a la acción realizada. Las
dificultades pueden surgir cuando las expectativas no son razonables o apropiadas a la
edad del niño y/o no son claras, de modo que el niño no sabe muy bien lo que se espera
de él.
1.2. Ambiente escolar
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El ambiente escolar y el profesorado colaboran en gran medida en el desarrollo de la
autoestima del adulto, en dos sentidos. En primer lugar, a través del autoconcepto
académico que cada profesor fomenta en clase a través de su interacción con los
alumnos. En este sentido, las expectativas ejercen una influencia fun
damental. Bamburg (1996) destaca los tres tipos de expectativas que puede generar el
profesor.
a) Percepción que tiene el educador del momento del desarrollo en el que se
encuentra cada estudiante, de manera que los profesores dedican más
atención (sonrisas, miradas, acercamiento) hacia los que consideran más
inteligentes.
b) Predicción del profesor acerca del progreso de cada estudiante en un período
de tiempo determinado. Esto puede provocar que los considerados «más
lentos» tengan menos oportunidades de entrenamiento y que lo hagan con
tareas más sencillas.
c) Grado con el que el profesor sobreestima o subestima el nivel del rendimiento
actual de un alumno, a partir de la valoración de la capacidad del estudiante
realizada sobre alguna prueba formal de rendimiento.
La segunda forma de influencia es la autoestima del profesor. En función de su
autoconcepto, cada docente establecerá en el aula unas relaciones interpersonales más o
menos facilitadoras del aprendizaje. Los profesores con un pobre autoconcepto y déficit
de autoestima pueden mostrarse distantes y poco interactivos con los alumnos, lo que
repercute negativamente sobre el rendimiento (Bermúdez, 2000).
1.3. Habilidades para solucionar problemas
La habilidad para solucionar problemas de forma independiente puede ser una fuente de
refuerzo positivo y de autoestima ya que facilita la competencia social y el sentimiento
de autoeficacia.
Las personas con déficit en habilidades para solucionar problemas no dan
respuestas adecuadas a situaciones concretas debido a que no han aprendido estrategias
generales de afrontamiento, con lo cual fracasan reiteradamente en la consecución de sus
objetivos, lo que a su vez repercute en una autopercepción cada vez más negativa. A esto
se une el hecho de que los problemas sin resolver son una fuente de malestar y estrés
psicológico importante. Sabemos que enfrentarse de un modo incorrecto a las situaciones
problemáticas cotidianas favorece la aparición de trastornos más o menos importantes de
tipo psicológico.
Existen personas con capacidad para enfrentarse de manera adaptada a las
situaciones problemáticas, sin importar mucho las características de éstas. Sin embargo,
hay otros adolescentes a los que les resulta más difícil y suelen enfrentarse de forma
41
inadecuada (respondiendo con lo primero que se les ocurre) o las evitan y/o escapan de
ellas sin haberlas resuelto. La evitación y el escape no son buenas maneras de actuar,
sobre todo si se usan con mucha frecuencia para no hacer frente a una situación que
provoca miedo. Tanto si la dificultad está en la falta de habilidades para encontrar la
solución o en que la persona no se
siente segura para hacerlo, esta situación desembocará en un malestar crónico y en un
sentimiento creciente de indefensión que, a su vez, puede dificultar la búsqueda de
nuevas soluciones (McKay, Davis y Fanning, 1985).
Por su parte, los niños y adolescentes que utilizan estrategias sistemáticas y
adecuadas para la resolución de problemas, en el futuro suelen enfrentarse con mayor
eficacia al estrés, a la depresión, a la ansiedad, a la agorafobia, a la obesidad, a los
problemas matrimoniales, al daño cerebral, al retraso mental, al consumo de tabaco, a la
indecisión en escoger una carrera y al fracaso académico (Nezu y Nezu, 1991).
1.4. Habilidades sociales
Las habilidades sociales son un elemento fundamental en la sociedad actual. Las
relaciones interpersonales representan una fuente importante para la adquisición del
reforzamiento social, cultural y económico. Porello, cuando una persona tiene
dificultades para relacionarse a nivel social puede sentirse rechazada, aislada e incapaz
para conseguir los objetivos que se había propuesto al iniciar la interacción. Todo ello
repercute de forma muy negativa en el autoconcepto, de manera que el individuo se
percibe cada vez menos eficaz socialmente, lo que a su vez deteriora el sentimiento de
valía personal.
Por el contrario, cuando las habilidades sociales son apropiadas, el resultado es un
mayor sentido de autoeficacia y un mayor reforzamiento social positivo, tanto a corto
como a largo plazo.
En función del manejo que se realice de los distintos elementos de la habilidad
social y del tipo de pensamientos (más o menos irracionales) que impiden a la persona
actuar correctamente, cada individuo adoptará una forma de relacionarse a nivel
interpersonal. De los tres estilos de comunicación más conocidos (pasivo, asertivo y
agresivo), el primero es característico de las personas con baja autoestima.
En este caso, el sujeto se preocupa por satisfacer a los demás, por lo que no
defiende sus propios derechos si eso supone dejar de lado los de los otros.
Aparentemente respetan a los demás, pero en realidad no se respetan a sí mismos y
suelen anteponer los deseos y opiniones de los otros a los suyos propios. La creencia
básica que subyace a este estilo de relación es que todo lo que los demás quieren,
piensan u opinan es importante, al contrario de lo que ellos piensan o desean, y les
atemoriza la posibilidad de ofender a los demás y ser rechazado.
Este estilo de comunicación genera sentimientos de desamparo, depresión y tensión
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a la hora de mantener relaciones sociales y sensación de bajo control sobre sus propias
reacciones personales. Finalmente, puede traer como consecuencia el aislamiento social
y la pérdida de oportunidades, con lo que se refuerza la imagen de poca valía personal.
1.5. Estilo atribucional
Hace referencia a las causas a las que atribuimos los sucesos. Existen dos formas en las
que se puede distorsionar el sentido de poder y control de una persona: o bien puede
verse a sí misma impotente y controlada externamente, sin influencia posible sobre lo
que le ocurre, o bien puede verse responsable de todo lo que sucede a su alrededor.
Así, una persona con un locus de control externo siente que apenas puede influir
sobre el curso de los acontecimientos y que su vida depende más bien de otros factores
que no se pueden controlar, como la suerte, el destino o la voluntad de los que le rodean.
Por ejemplo, dentro de este tipo de creencias, aprobar un examen no depende
principalmente de dominar la materia, sino de otros factores como que la prueba sea
fácil, que el profesor corrija de forma benevolente o de llevar encima el amuleto de la
suerte. Este tipo de pensamientos surgen cuando la persona se siente poco capaz para
hacer frente a las dificultades cotidianas, lo que genera unos niveles altos de ansiedad.
En el extremo opuesto se sitúan las personas con locus de control interno, que se
sienten responsables de todo lo que les rodea, y sufren cuando no pueden abarcarlo todo.
Este tipo de distorsión cognitiva es menos frecuente en el déficit de autoestima.
Un estilo atribucional interno-estable en situaciones adversas y externo-inestable
cuando la situación es favorable, es un factor de riesgo para que se dé déficit de
autoestima, ya que la persona se siente responsable de los acontecimientos negativos y
no de los positivos (Bermúdez, 2000).
2. ¿QUÉ FACTORES MANTIENEN EL DÉFICIT DE AUTOESTIMA?
La baja autoestima genera un sentimiento de malestar en el sujeto, que se mantiene
fundamentalmente por dos tipos de pensamientos irracionales: las distorsiones cognitivas
y la crÍtica patológica.
2.1. La crítica patológica
El término crítica patológica fue acuñado por el psicólogo Sagan para designar la voz
interior negativa que tenemos cada uno de nosotros, aunque en el caso de las personas
con baja autoestima es más intensa. Se trata de un diálogo interno negativo permanente,
que genera sentimientos de malestar e inferioridad que, a su vez, refuerzan esta
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autopercepción negativa (McKay y Fanning, 1991). Cuando uno aprende a verse con
baja autoestima, su atención queda muy controlada por esa idea, de modo que le pasan
desapercibidos sus aciertos y se hace muy sensible a sus errores. Esto, a su vez, hace que
se acuerde con más frecuencia de sus fallos que de sus aciertos. De esta manera, «nos
programamos para pensar en negativo».
Entre las manifestaciones de este tipo de pensamientos, podemos destacar las
siguientes:
• Comparaciones constantes con los demás, en las que siempre se queda en
desventaja, fijando unos niveles a alcanzar que rozan la perfección. Tras no
conseguirlos, la «crítica patológica» refuerza la sensación de escasa valía
personal al no haber conseguido lo que se pretendía.
• Listado de errores y/o situaciones conceptualizadas como fracasos, que la
persona recuerda en situaciones en las que se siente desanimada.
• Recuerdo de palabras peyorativas que cada uno utiliza para descalificarse
(como gorda o torpe). El origen de estos calificativos puede estar en las
imágenes negativas o en las características que se atribuyeron a los niños
durante la infancia.
• Expectativas negativas en las interacciones personales, atribuyéndose a sí
mismo la causa de los estados emocionales negativos de los demás. Por
ejemplo, Pedro está convencido de que su jefe se aburre con él porque
bosteza durante una conversación. En realidad su superior está cansado
porque no ha podido descansar la noche anterior. Al atribuirse a sí mismo el
«aburrimiento» de su jefe, Pedro se siente mal, y a partir de entonces evita
encontrarse con él.
• Exageraciones de los defectos o limitaciones personales, generando
pensamientos del tipo «siempre seré un fracasado» o «nunca hago nada
bien». Por ejemplo, María pensaba que nunca lograría licenciarse en
Derecho porque el primer año suspendió dos asignaturas en junio.
• Los pensamientos negativos se van encadenando uno tras otro, de modo que
una idea negativa lleva a otra, se van enlazando recuerdos de fracasos y
errores, lo que genera un sentimiento muy negativo de incapacidad personal.
• La crítica patológica también se caracteriza por el recurso a los valores y
reglas de vida por las que cada uno de nosotros nos regimos. Se compara
nuestra forma de ser con la que debería ser, y el resultado es vernos
insuficientes o malos. Así por ejemplo, Mario se consideraba un fracasado
cuando le despidieron del trabajo porque para él «un verdadero hombre
mantiene a su familia».
¿Cómo mantiene la crítica patológica el déficit de autoestima? La autocrítica
provoca que la persona reaccione con mucho estrés ante situaciones en las que cree que
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no tendrá éxito. Esto favorece el que evite la situación o bien que el desempeño sea
pésimo, como resultado de la ansiedad anticipatoria y las expectativas negativas previas.
Después de la autocrítica muchas personas se sienten algo aliviadas momentáneamente.
Lo malo es que de este modo aprenden a criticarse y a castigarse, en lugar de analizar los
posibles fallos y aprender de la experiencia.
2.2. Distorsiones cognitivas
Las personas con déficit de autoestima utilizan esquemas erróneos de pensamiento al
percibir la realidad y evaluarse a sí mismas. Estas cogniciones favorecen una imagen
distorsionada de sí mismas y sentimientos negativos de malestar, culpabilidad,
inferioridad, etc. ¿Qué distorsiones son las más frecuentes en personas con baja
autoestima?
1. Generalizaciones:Consisten en aplicar una conclusión extraída de una
situación concreta, y normalmente de carácter negativo, a toda clase de
experiencias parecidas, basándose en las similitudes percibidas. Por
ejemplo, Javi piensa que nunca consigue nada de lo que se propone al
suspender un examen para el que había estudiado, sin tener en cuenta los
buenos resultados que obtiene en las demás asignaturas.
Con frecuencia se utilizan expresiones del tipo «siempre estoy triste» (traspasar una tarde algo desanimada); «nunca consigo lo que deseo» (porque el
chico que le gusta no ha querido salir con ella); «todo lo malo me ocurre a
mí» (tras estropearse un archivo del ordenador); «nadie me tiene en cuenta»
(porque sus amigas se han quedado en casa estudiando y no han salido).
2. Descalificación de la propia valía:El individuo minimiza su papel en
aquellas cosas que le confieren valor, pensando negativamente sobre él
mismo. Normalmente, el adolescente lo exterioriza atribuyéndose etiquetas
peyorativas sobre sí mismo, «soy una estúpida», «soy muy torpe; nunca lo
podré hacer», «tengo cara de caballo».
Esta distorsión también se puede manifestar a través de la descalificación de
las experiencias positivas, insistiendo en razones de poco peso para
descartar dichas experiencias. Por ejemplo, tras haber hecho un buen
examen y haber sacado buena nota, Luis se dice a sí mismo que «el profesor
se ha debido equivocar al corregir».
3. Error del adivino: Es una inferencia arbitraria (conclusiones que no se
derivan a partir de la evidencia objetiva) en la que se anticipa que las cosas
van a ir mal, dándose como inalterable esa predicción del futuro. Por
ejemplo, un estudiante con miedo a hablar en público tiene que exponer un
tema en clase y se siente nervioso porque «sabe que no les va a gustar su
disertación». Juan no se acerca a la chica que le gusta porque sabe «que
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nunca se podrá interesar por él».
4. Abstracción selectiva: Supone sesgar la información de modo consistente
con un esquema disfuncional, desatendiendo la información que contradice
a dicho esquema. De esta forma, el joven tiende a fijarse sólo en un tipo de
información, normalmente la negativa, que destaca frente al resto de
experiencias. Por ejemplo, piensa que la cita con un nuevo amigo fue un
desastre porque hizo un comentario inapropiado, sin tener en cuenta que se
lo pasaron muy bien juntos. O se fija sólo en un aspecto que no le gusta de
su físico, sintiéndose mal por ello, sin valorar los aspectos positivos, como
su bonita sonrisa o sus ojos azules. Cuando se mira sólo ve «sus horribles
piernas». Estas distorsiones facilitan el que sólo nos fijemos en una parte de
la realidad, que conforma nuestra idea previa, manteniendo así la
autoimagen negativa.
5. Perfeccionismo:Es frecuente que el adolescente con baja autoestima trate de
compensar un déficit apreciado en un área, intentando destacar en otro
ámbito distinto. Así, por ejemplo, si una chica tiene bajo autoconcepto en el
ámbito físico, puede intentar compensarlo con su éxito en los estudios. A
esto se añade la idea socialmente reforzada de «valgo si rindo» (Bas y
Andrés, 2000), que fomenta la necesidad de mostrar la valía personal en
todos los ámbitos de la vida.
De este modo, las personas con déficit de autoestima disponen de unas
normas o estándares de conducta a los que «deben» llegar para demostrar su
valía. Estas normas son muy rígidas y generan pensamientos muy críticos
cuando no se alcanzan. Sin embargo, la sensación que queda en la persona
es de falta de esfuerzo, es decir, «no lo he conseguido porque no me he
esforzado lo suficiente; si trabajo más lo lograré; sólo si lo hago de esta
forma demostraré mi valía». Lo habitual es que no se llegue a la meta
marcada, pero si hay ocasiones en las que la comparación es positiva,
provoca una gran satisfacción y refuerza esta conducta. Así, la persona
aprende que al menos una vez lo ha podido conseguir, lo que le refuerza la
sensación de estar en el camino adecuado y lo sigue intentando. El problema
es que el número de ocasiones en las que tiene éxito es muy pequeño y la
mayoría de las veces se autocritica por no haberlo podido conseguir.
Carol siempre ha sido una buena estudiante y sus padres están muy orgullosos de
ella. De hecho, la suelen poner como ejemplo a seguir delante de sus hermanos y
le reprenden cuando «sólo saca un siete» en un intento de que se esfuerce al
máximo en todo momento. Carol ha interiorizado esta imagen y dedica al estudio
la mayor parte de su tiempo.
Este año ha empezado en la Universidad y cada vez encuentra más difícil destacar
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como lo hacía antes. Pero, en lugar de atribuirlo al mayor nivel de exigencia, cree
que el problema es que no se esfuerza como antes. Esto le genera mucho estrés y
pensamientos del tipo: «mira que eres tonta; ni siquiera eres capaz de sacar un
ocho; si hubieras estudiado más lo hubieras conseguido». Ha obtenido una
matrícula de honor en una asignatura, con lo cual ha conseguido que sus padres le
feliciten y ha aumentado su sensación de valía personal. Pero también se ha
reforzado la idea de que no obtiene mejores resultados porque no se esfuerza lo
suficiente. Por ello ha decidido limitar aún más su vida, relegando el ocio «hasta
que acabe los estudios».
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3
ADOLESCENCIA Y AUTOESTIMA
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1. LA ETAPA ADOLESCENTE
La adolescencia constituye el período de transición desde la niñez hasta la vida adulta.
Se caracteriza por una serie de cambios físicos, avances en el desarrollo cognitivo y
cambios en las expectativas sociales (Harter, 1999). A estos cambios se unen los
esfuerzos que hacen los jóvenes por afrontarlos, superar las dificultades y establecer un
sentido de identidad y autonomía. En la adolescencia tiene lugar un proceso de
maduración global de la personalidad, con importantes consecuencias para el resto de
etapas de la vida, ya que supone el proceso de llegar a la autonomía responsable y lograr
la madurez psicológica y social. Se considera una etapa crítica, entre otras razones,
porque la persona necesita construir su identidad; se pasa de la dependencia a la
independencia y a la confianza en sus propias fuerzas; se tratan cuestiones básicas como
la vocación, los primeros trabajos o la independencia de la familia; tienen lugar los
cambios físicos decisivos y aumenta la presión social y la necesidad de integración en el
grupo (Clark, Clemes y Bean, 1993). El resultado de este proceso es una nueva
reorganización crítica en la manera de apreciarse, lo que supone una modificación en su
autoestima.
Los cambios que se producen en el proceso de maduración de la adolescencia se
pueden clasificar en tres planos, biológico, social y psicológico (Castillo, 1999):
— En el plano biológico, la maduración se concreta en la transformación del
organismo infantil en uno adulto. Esto incluye el crecimiento corporal y la
maduración sexual, preparándose para su total capacidad reproductora.
Estos cambios pueden aturdir a los adolescentes que no siempre se sienten
satisfechos con su nueva imagen y es frecuente que desarrollen complejos
en relación con aquellas partes de su físico que no les agradan. A esto se
unen las variaciones hormonales que pueden provocar fluctuaciones
importantes en el estado de ánimo, dificultando la estabilidad y el control de
las emociones.
— En el plano social, la maduración consiste en el paso de las relaciones en un
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marco restringido (de la familia y la escuela) a las que se establecen en un
contexto más amplio (en el grupo de iguales y el de amigos). El joven
también debe aprender comportamientos propios de la vida adulta,
relacionados con la conducta sexual, con el desempeño de roles
profesionales y de convivencia y cooperación.
— A nivel psicológico, distinguimos el área afectiva, la cognitiva y la de
personalidad.
a) A nivel afectivo, la maduración incluye el aprendizaje del autocontrol
de las emociones y sentimientos, así como el desarrollo de la
capacidad para expresarlos.
b) Cambios a nivel cognitivo: la maduración se centra en la consecución
del pensamiento abstracto, propio del adulto. Este tipo de
razonamiento ofrece al joven la posibilidad de acceder a la
comprensión del mundo por medio del conocimiento científico y
posibilita que pueda construir teorías abstractas, tanto del mundo
como de sí mismo.
c) La adolescencia es una etapa en la que se produce un cambio
cuantitativo y cualitativo que expresa maduración de la personalidad.
Con el desarrollo se amplían los centros de interés, uniendo a los
objetosexternos, la exploración de su intimidad y los rasgos
esenciales de las personas. Esto se acompaña del paso de la conducta
dependiente a la conducta independiente y autónoma.
A pesar de estas distinciones en distintos planos de desarrollo, hay que considerar
la adolescencia como un proceso de transición global, aunque en algún momento puede
parecer que en unas facetas el desarrollo se produce antes que en las demás. Por ejemplo,
es frecuente que al inicio de la adolescencia, el desarrollo físico sea más rápido, mientras
que a nivel afectivo no se ha producido esta maduración.
El inicio de la adolescencia en las chicas se sitúa alrededor de los 11 años con la
primera menstruación, mientras en el caso de los varones sucede alrededor de los 13
años, con la primera emisión de esperma. Este proceso tan amplio se suele dividir, a su
vez, en tres etapas:
1. Adolescencia temprana o adolescencia inicial o pubertad (11-13 años en las
chicas y 13-15 en los chicos).
2. Adolescencia o adolescencia media (13-16 años en las chicas y 15-18 en los
chicos).
3. Adolescencia tardía o final o superior de la edad juvenil (16-19 años en los
chicas y 18-21 en los chicos).
El final de esta etapa no está muy claro, ya que es difícil precisar en qué momento
concreto se llega a la madurez psicológica y social propia del adulto. En las sociedades
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occidentales, para entrar en la edad adulta y dar por finalizada la adolescencia, el joven
necesita alcanzar una serie de objetivos (Macià, 2000):
a) Consecución de la independencia emocional de sus padres.
b) Logro de nuevas y más maduras relaciones con los iguales y con los adultos
de ambos sexos.
c) Ajuste sexual, alcanzando un papel social masculino o femenino.
d) Aceptación de su físico y utilización del cuerpo de forma efectiva.
e) Formación educativa y preparación vocacional.
f) Búsqueda y logro de conductas sociales responsables.
Estos objetivos deben alcanzarse en un tiempo relativamente corto y con pocas
ayudas externas. El desarrollo de la independencia y la confianza en sí mismo ocupa un
lugar central, pues sin la consecución de un grado razonable de la misma, difícilmente
puede esperarse que el joven alcance relaciones maduras heterosexuales o con los
iguales, que consiga un sentimiento de identidad, o que se plantee unas expectativas
razonables en el ámbito vocacional. Actualmente, debido a las exigencias sociales, se
está produciendo lo que Castillo (1999) denomina «una crisis artificial», originada por el
aplazamiento del estatus social del adulto debido a las exigencias laborales, económicas,
de estudios, etc., mientras a nivel físico e intelectual la maduración ya se ha alcanzado.
2. CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE LA ADOLESCENCIA
Ya hemos destacado que la adolescencia es una etapa dura, no sólo por los cambios que
se producen en la persona, sino también por los cambios en las demandas que se le
plantean socialmente.
Una gran parte de los jóvenes superan esta etapa sin grandes problemas, llegando a
ser adultos saludables. Sin embargo, otros padecen dificultades que pueden tener
importantes consecuencias para su vida adulta. Entre los riesgos de este período destacan
las conductas violentas, el fracaso escolar, la delincuencia, el abuso de drogas, los
accidentes, la depresión y el suicidio, otros problemas emocionales como la anorexia,
embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etc.
Los problemas más frecuentes que aparecen en la adolescencia son los siguientes:
— Problemas emocionales: Las investigaciones apuntan a que 4 de cada 10
adolescentes se han sentido en algún momento tan tristes que han llorado y
han deseado alejarse de todo y de todos. Como síntomas de este malestar
emocional destacamos los sentimientos depresivos y de tristeza, ingestas
alimenticias excesivas, somnolencia, preocupaciones excesivas sobre la
apariencia física, etc., permaneciendo a veces ocultos ante familiares y
amigos. A diferencia de los adultos, los adolescentes no experimentan la
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depresión únicamente como un estado de tristeza profunda, sino como una
mezcla de tristeza y rabia. Por ello, la depresión puede manifestarse en unos
casos como rabia hacia sí mismo, como ideaciones autolesivas o incluso de
suicido, y en otros casos como rabia hacia los demás o el entorno que le
envuelve, dando lugar a todo tipo de problemas de conducta, como por
ejemplo, el fracaso escolar, el absentismo o pequeños actos delictivos o de
vandalismo (Harter, 1999).
— Problemas sexuales: Actualmente, la edad de inicio en las relaciones
sexuales ha descendido, por lo que los embarazos no deseados, el sida y las
enfermedades de transmisión sexual suponen una preocupación adicional.
Las dudas pueden surgir también si el adolescente no está seguro de su
orientación sexual o se puede sentir angustiado si considera que su
tendencia sexual puede provocar rechazo social.
— Problemas de conducta: En esta etapa son muy frecuentes los desacuerdos
entre padres e hijos, que reaccionan de manera negativa ante cualquier acto
de sus progenitores que ellos interpretan como una restricción en sus
libertades crecientes y en su capacidad para decidir por sí mismos. A esto se
une la importancia decisiva de los amigos en esta etapa y la presión de
grupo de iguales, que hace al adolescente muy vulnerable ante sus
compañeros, lo que le puede llevar a conductas desadaptadas como por
ejemplo, el abuso de alcohol y drogas (Mestre, García-Ros, Frías y Llorca,
1992).
— Problemas escolares: Pueden aparecer problemas de rechazo hacia los
estudios, descenso en el rendimiento académico, absentismo o novillos.
También son frecuentes las dudas y la desorientación acerca de la elección
de estudios y profesión.
3. LA AUTOESTIMA DEL ADOLESCENTE
El concepto de sí mismo empieza a formarse antes de la adolescencia, ya que el
descubrimiento del «yo» comienza a producirse en la primera infancia. En la
adolescencia se revisa y actualiza la imagen de sí mismo como consecuencia de los
distintos cambios que experimenta el joven. La necesidad de autoestima aumenta por los
cambios bruscos a nivel físico, así como por las dudas, indecisiones, complejos, e
inseguridad inherentes al desarrollo.
En este proceso se agudiza la necesidad de sentirse valioso, para sí mismo y para
los demás, dando una buena imagen. Se produce un fenómeno de retroalimentación que
se desarrolla del siguiente modo (Castillo, 1999):
1) Descubrimiento de la valía del propio yo.
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2) Reconocimiento y aceptación por parte de los demás de esa valía.
3) Reforzamiento del sentimiento de valía original.
4) Aumento del reconocimiento y aceptación por parte de los otros.
5) Nuevo reforzamiento de la valía personal.
Entre los aspectos que influyen en la autoestima del adolescente, destaca el papel
de la familia. El joven ha de pasar de la confianza en sus padres y familiares a la
confianza en sus propias fuerzas. Se han de tomar decisiones importantes respecto a la
profesión y estudios, así como a las relaciones con el sexo opuesto. La presión social
también llega a su máximo punto de influencia, conforme la atención del adolescente va
pasando de la familia hacia los amigos y la pandilla. La necesidad de sentirse integrado
en algún grupo le resulta más apremiante que nunca y para poder encajarse, el
adolescente suele apropiarse de las características y expresiones del grupo en el que se
integra (vestido, lenguaje, etc.).
Otra variable importante es el género, ya que los datos de las investigaciones
muestran de modo consistente que las niñas, especialmente a partir de los doce años
tienden a mostrar, en general, peor autoconcepto que los niños (Amezcua, 2000b). Estos
datos dependen de la edad y del tipo de autoconcepto que se valore. Los varones
obtienen puntuaciones más altas en autoconceptos globales y atléticos, mientras las
chicas les superan en el autoconcepto social. Las chicas presentaban menores niveles de
autoconcepto académico y de aspiraciones educativas, frente a sus compañeros varones
(Hilke y Conway, 1994). Los niños tienen una

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