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FUERZAS SOCIALES, ESTADOS Y ORDENES MUNDIALES: Más allá de la teoría de las Relaciones Internacionales Robert w. Cox Las convenciones académicas dividen la tela sin costuras del mundo social real en esferas separadas. cada una con su propia teorización; es un camino necesario y práctico para lograr una mejor compren- sión. La contemplación de la totalidad indivisa puede conducir a profundas abstracciones o revelaciones místicas, pero el conocimiento práctico (aquel que puede ser puesto en acción) siempre es parcial o fragmentario en sus orígenes. Definir si las partes deben permanecer como objetos limitados, separa- dos, de conocimiento, o deben constituir la base para construir una perspectiva estructural y dinámica de mayores proporciones, es una cuestión importante de método y propósito. De otra manera, el punto de partida es alguna subdivisión inicial de la r ealidad, habitualmente dictada por la convención. Es conveniente tener en mente que tal corte con- vencional de la reali dad es, a lo sumo, sólo una con- veniencia de la mente. Los segmentos resultantes , sin embargo, derivan indirectamente de la realidad en la medida en que ellos son el r esultado de practi- cas, es dec ir, las re spuestas de la conciencia a las presiones de la realidad. Las subdivisiones del cono- 119 cimrento social. en consecuencia, difícilmente pue- den corresponder a las formas según las cuales los asuntos humanos están organizados con tiempos y espacios específicos. Ellas pueden, por consiguiente, parecer arbitrarias cuando la práctica cambia. Las relaciones internacionales constituyen un caso para ana lizar. Se trata de un á rea de estudio vinculada con la.s interrelaciones entre Estados en una época en la que los Estados, y mucho más con- múnmente las naciones-Estados, son los principales agregados de l poder político. Esto se relaciona con los resultados de la guerra y la paz y tiene, obviamente, importancia práctica. La práctica, sin embargo, ha generado confusión sobre la naturaleza de los actores que inter vienen (diferentes clases de Estados y enti - dades no estatales), ha extendido la gama de intere- ses (tanto la baja como la alta política) ha introdu- cido una gran diversidad de metas buscadas, y ha producido una enorme complejidad en los modos de interacción y en las instituciones en las cuales la acción tiene lugar. Una antigua convención intelectua l que contribu- yó a la definición de las relaciones internacionales es la distinción entre Estado y sociedad civil. La distin- ción tuvo sentido práctico en los siglos XVI!I y comien- zos del XIX, cuando correspondía a dos esferas más o menos distinguibles de la actividad o práctica huma- na; una sociedad emergente de individuos, basada en relaciones contractuales y de mercado, que reempla- zaba a una sociedad basada en el Estado, por una parte, y un Estado con funciones limi'tadas a mante- ner la paz interna, la defensa externa y las condicio- nes requeridas por los mercados, por la otra. La teo- ría tradiciona l de las relaciones internacionales man- tiene la di stinción de las dos esferas, con la polí- tica exterior como la pura exp'resión de los inte reses del Estado. Hoy, sin embargo, Estado y sociedad civi l 120 se interpeneti'an del tal modo que los conceptos se han convertido casi en puramente analíticos (en r eferencia a la dificultad de definir aspectos de una realidad compleja) y son solamente muy vagos e imprecisos para indicar las distintas esferas de actividad. Una r eciente tendencia en la teor ía ha socavado la unidad conceptua l de l Estado, al pe rci birlo como el campo de en tidades burocráticas competitivas, mientras que otra ha r educido la importancia relati- va del Estado introduciendo un rango de actividad transnacional privada y una red transgubernamen- tal de relaciones entre fragmentos de las burocracias estatales. El Estado , que permanece como el foco del pensamiento en materi .. de re laciones internaciona- les, era todavía un concepto singu lar: un Estado era un Estado era un Estado. Hubo pocos intentos, den- tro de los fundamentos de la teoría de las relacione s internacionales, de considerar el complejo Estado/so- ciedad como la entidad básica de la s relaciones inter- nacionales. Como consecuencia, la perspectiva de que exista una pluralidad de fo r mas de Estado, que ex- presan diferentes configuraciones de los complejos Estado/sociedad, aún permanece muy inexplorada, al menos en conexión con el estudio de las relaci ones internacionales. Podría haberse esperado que el renovado interés ma rxista en el Estado contr ibuyera a superar esa brecha ampliando y diversificando la noci ón de Esta - do y, en particula r , amplificando sus dimensiones socia les. Algunos de los productos más notables de esa renovación, sin emba rgo, o bien han si do de un carácter totalmente abstracto, definiendo el Estado como una "región" de un modo capita li sta de pro- ducción sigularmente concebido (Althusse r, Pou- lantzas ), o bien han cambiado la atención del Estado y el conflicto de clase hacia una crisis motivacional 121 en la cu ltu ra y la id eologia (Habe rm as). Tampoco va demasiado lejos en la exploTación de las diferencias actuales o hi stó ricas entre fO r mas de Estado , ni co n- s idera las implicaciones de las diferencias pa ra la conducta internacional. Algunos historiadores, tanto marxistas como no marxistas, independientemente de teorizar sob re las relaciones internacionales o el Es tado, han contr ibui- do de una manera práctica a disminuir la brecha . E.H. Ca rr y Eric Hobsbawm han sido sensibles a las continuidades ent re las fuerzas sociales, l a cambian- te naturaleza del Es tado y las r elaciones globa les. En F rancia, Fernand Braudel (1979) h a desc ri to esas interrelaciones en los siglos XVI y XVII e n un amplio lienzo del mundo enter o. Inspi r ado por el trabajo de Braudel, un grupo encabezado po r Immanuel Wa- Il erstein (1974 y 1979) ha propuesto una teo ría de s is tem as mundiales definida esencialmente en t érmi- nos de rela ciones socia le s: las relaciones de inter· cambio de explotació n ent re un centro desarrollado y una perife r ia subdesa rrollada, a las cuales co rre s- ponden diferentes fO rm as de control del trabajo; por ejemplo , trabajo libre en la s a reas centrales . trabajo coercitivo en las periferias, con fo rmas intermedias en 10 que se llama las semi periferias. Si bien eso ofrece la alte r nativa más r adical a la t eor ía conven- cio nal de las relacio ne s internacionales , e l s istema mundial co mo co ncep ció n ha sido criticado en dos aspectos principales: en prime r lugar, por su tenden- cia a subva luar al Estado, consideraIJ.do lo como me- ramente de rivativo de su posición en el sistema mun- do (Estados fuertes en el centro, Es t ados débiles en la periferia ); en segu ndo término, por su alegado, si bien no intentado, sesgo de mantenimiento del siste- ma. Como sucede e n la sociolo~ía estructural . funcio. nal, el enfoque es más un recuento de fuerzas que mantienen o re stau ran un equi libr io del s is tema que 122 la id entifica ció'¡\ de contradicciones qu e pueden con- duci r a la transformación del sistema.! Los comentarios que se acaban de hacer no so n, sin embargo, el punto central de este ensayo, pero constituyen una advertencia sob re el intento que si- gue , de diseñar un método para comprender las r ela- ciones globales de poder: observar el problema del orden mundial en su globalidad, pero evitar red ucirlo a un s istema mundial. ' Preocuparse por comprender el poder estatal, pero además darle la atención que mere ce n las fuerzas sociale s y los procesos, y ver cómo ell os se relacionan con el desarroll o de los Es- tados y los órdenes mundiales. Sobre todo , no basar la teoría en teoría si no más bien en las prácticas de cambio y en el estud io empíri co-histó r ico, que consti- tuyen un fundamento probado para co nc eptos e hipó.tes is. 1. Entre ]01 c r lticol de li'temu mundiales, ve r especialmente SlIocpol (1 977 y 1979) Y Brenner (1977), 2. Utilizo el término "orden mundial" ell prefe rellcia 1I d .. "siste- ma Inter estata ]" , porque el relevante 1111 t odol los periodo. hi.tórlc ... (y no sólo en aquellos en lo. cuales los Esudos han si do llU eDtidlldn COmpOIl"nteoJ, y en preferellcia a "siste ma mundial" en la medida en que C8 mlh indicativo de una e.truc· tura que tiene &610 una cierta duración ell el tiempo y supera lu connotacio" ... de equilibr io de -.istema", "Mundo ' designa la totalidad releunte, limitada geogrU¡camente por la gama de probabllll interaccioD ... (alguno. "mundol" del p .. ado esta- ban limitado. a l Mediterr6neo. a Europa. a China. etc.) . "Or- den ' ... util illdo eD e] .ent ido en que In cou. habitualme"'e .uceden (no la ausencia de turbulencia); dC llO rden el incluido en el concepto de orden. Un sistema interestatal ... una forma h illtMica del o rden mundial. E] término es utilizado en plural cua ndo u quiere illdicar que 101 rasgol particulares de las relacione. de pode r que hall s ido esublecidu en el tiempo puede n .er contras t a d .. en Urmillo, de IUS principalu carac, terhtkas como órdenlll mUlldial1ll dife rentes, 123 SOB.RE PERS PECTIVAS Y PROPÓSITOS La teoría siemp re es para alguien y tiene algún propósito. Todas las teorías tienen una perspectiva. La s perspectivas derivan de una posición en el tiem - po y el espacio, específicamente tiempo y espacio social y político. E l mundo es visto desde una pers - pectiva definible en términos de naci ón o clase soc ial, de dominación o subo rd inación, de aumento o decli- nación del poder, de un sentido de inmovilidad o de crisis presente , de experiencia del pasado, y de espe- ranzas y expectativas en cuanto al futuro. Natural· mente, la teoría sofisticada nunca es tan só lo la exp resión de una pers pectiva . Cuanto más sofi stica- da es una teo r ía, más reneja y trasciende su propia perspectiva; pero la perspectiva inicia l sie mpre está co ntenida en una teoría y es relevante para su expli- cación. De acuerdo con eso, no hay algo así como una teoría e n sí misma, divorciada de una per spectiva espacia l y tempor al. Cuando a lguna teor ía se repr e- .· senta a s í misma de esa maner a, lo má s importante es examina rla como ideo logía, y dejar desnuda su perspectiva encubierta. Para una pe rspectiva de ese tipo e l mundo que la rodea plantea una cantidad de asuntos; las presiones de la realidad social se presentan a la conciencia como problemas. Una ta rea prima r ia de la teoría es ser muy cla r a en la comp rensión de esos problemas, para permitir a la mente enfrentarse con la realidad que confronta. A medida que la realidad cambia los antiguos conceptos, éstos deben se r ajustados o dese- chados y deben fo rjarse nuevos conceptos en un diá- logo inic ial entre e l teórico y el mundo específico que trata de comprende r . Este diálogo ini cial se r efiere a la problemática de una perspeetiva especifica. En sus or ígenes , la teoría social y política se fundamenta en 124 la h istoria , puesto qu e siempre es posible lograr una conciencia co nd icio nada históricamente sobr e cie r tos pro blemas y asuntos, una problemática, mientras al mi s mo tiempo trata de trascender la parti cularidad de sus orígenes hi s t óri cos co n el fin de colocarlos en el marco de ciertas proposiciones genera le s o leyes . Al comenzar con s u problemática, la t eo r ía pued e servir a dos propósit os di sti ntos. Uno es u na respues- ta s imple y dire cta : ser una g uía que ayude a r esolve r los problemas planteados dentro de los términos de la particular perspec t iva que sirvió como punto de partida. El otro es más r eflexivo sob re el proce so de te orizaci ón mismo: ser claramente consciente de la perspectiva que ha dado ori gen a la teorización, y s u relación co n otras persgectiva s (lograr una per spec- ti va sobre perspectivas ), y abrir la posi bili dad de elegir una perspect iva válida diferente para la cual la pr oblemática se convie rta en una aproximació n a un mundo creativo y alternativo. Cada uno de esos prop ós itos da lugar a una diferente cla se de te oría . El primer propós ito da lugar a la teor{a de resolu- ci6n de problemas. Toma el mundo como lo encuent r a, con las r e laciones socia les y de poder p revalecientes, y las ins tituciones e n las cuales ellas están organiza- das, co mo e l marco par a la acción. El p ropósito gene- ral de r esolver el probl em a es hacer que esas r ela- ci ones e instituciones trabaj en con tra nquilidad, tra- tando efe ctivamente con fuentes particulares de difi- cultades. Dado que el esq uema gene ral de las institu- ciones y de las relaci ones no está en cuestión , los problemas pa r ticulares deben se r considerados en r e lació n co n las á reas especiali zadas de actividad en las cua le s ellos se presentan. Las teorías de r esolu- ción de problemas, e n consecuencia, están fragmen- tad as e n una multipli ci dad de a spectos o esfuerzos de la acción, cada una de las cuales asume una cie rta esta bilidad en las otras esferas (lo qUI! le permite en 125 la práctica se r ignor adas) cuando se confronta un p roblema planteado dentro de ellas. La fuerza de 105 enfoques de resolución de problemas reside en su capacidad para fijar límites o parámetros a un área de problemas y reducir el tratamiento de un pro- blema particular a un núme ro limitado de varia· bIes, la s cuales deben ser sometidas a un examen próximo y preciso. La presu nción cderis paribus en la cual tal teorizaci ón está basada, permite llegar a la dete rminación de leyes o regula ridades que pare· cen tener una validez general pero que implican, naturalmente, los parámetros institucionales y rela- cionales que se han asumido en el enfoque de resolu · ción de problemas. El segundo propósito conduce a una teoría crítica. Crítica en el se ntido de que pe rm anece aparte del orden prevaleciente en el mundo y pregunta cómo puede lograrse ese ord en. La teoría críti ca, a diferen· cia de la teoría de re so lución de problemas, no da por garantizadas las instituciones y las relaciones socia- les y de poder, sino que las pone en cuestión , remi·._ tiéndose a sus orígenes y anali za ndo cómo y cuándo ell as pueden situarse en el proceso de cam bi o. Se dirige hacia un enfoque del verdadero marco de ac- ción, o problemática, que la teoría de resolución de problemas acepta como sus parámetros. La teoría críti ca se di r ige al complejo social y político como una globalidad más que a sus partes por separado. En la práctica, la teor ía cr itica, como sucede con la teo ría de r esolució n de problemas, toma como punto de par- tida algún aspecto o esfe r a particularde la actividad humana . Pero mientras el enfoque de resolución de problemas conduce a mayores subdiv is iones analíti- cas y a limitaciones de l asunto tratado, el enfoque crítico conduce a la co nstrucción de una mayor des- cripción de la globalidad, de' la cua l la parte ini- cialmente vista es sólo un componente, y procura 126 comprender el ' proceso de cambio en el cual tanto las partes como el todo están envueltos. La teoTÍa crítica es teoTÍa de la historia en el sentido de que tiene que ver no sólo con el pasado sino con un prOceso continuo de cambio histórico. La teoría de resolución de problemas es no histórica o ahistórica desde que, en efecto, plantea un presente continuo Oa permanencia de las instituciones y las relaciones de poder que constituyen sus parámetros). La fuerza de una es la debilidad de la otra. Dado que conduce a una cambiente realidad, la teoTÍa cTÍtica debe ajustar continuamente sus conceptos al objeto cambiante que procura comprender y explicar. a Estos conceptos y los métodos de investigación que los acompañan parecen carer.er de la precisión que puede ser lograda por la teoría de resolución de problemas, que propone un orden fijo como s u punto de referen- cia. Ese fortalecimiento relativo de la teOría de reso- lución de problemas, sin embargo , queda como una falsa premisa, desde que el orden social y político no es fijo sino (al menos en una perspectiva de largo plazo ) cambiante. Sin embargo, la presunción de es- tabilidad no es sólo una conveniencia de métodos, sino un sesgo ideológico. Las teorías de resolución de problemas pueden ser representadas, en la perspec- tiva más amplia de la teoría crítica , como sirviendo intereses particulares nacionales , sectoriales o de clase, que bridan comodidad dentro del orden consti- tuido. En realidad, el propósito que tiene la teoría de resolución de problemas es conservador, desde que procura resolver los problemas que surgen en diver- sas partes de una integridad compleja con el propósi- to de suavizar el funcio nam iento del conjunto. Es t e 3. E.P. Thompson (1978, pp . 231-242) argumenta que los concep_ los histór icos a menudo deben ser "de ex lrema elasticid~d y permiti r gran irregularidad". 127 objetivo más bien contradice el frecuente reclamo de la teoTÍa de resolución de problemas de que está libre de valor. Es metodológicamente libre de valor en la medida en que trata las variables que considera como objetos (como el químico trata a las moléculas o el físico a las fuerzas o al movimiento); pero está limi· tada por valores en virtud del hecho de que implíci - tamente acepta . el orden prevaleciente como su propio marco. La teoría crítica contiene teorías de resolu ción de problemas dentro de sí misma. pero las contiene bajo la forma de ideologías identificables, apuntando de tal modo a sus consecuencias conserva- doras, no a su utilidad como guías de acción. La teoría de resolución de problemas se fundamenta en su gran precisión y, en la medida en que no reconoce si quiera un poco a la teoría crítica, desafía la posi· bilidad de lograr cualquier conocimiento científico del proceso histórico. La teoría crítica, naturalmente, no está alejada de los problemas del mundo reaL Sus objetivos son tan prácticos como los de la teoría de resolución de ,, ' problemas, pero se aproxima a la práctica desde una perspectiva que trasciende la del orden existente, que la teoría de resolución de problemas toma como su punto de partida. La teoría crítica permite una opción normativa en favor de un orden social y polí- tico diferente del orden prevaleciente, pero limita el margen de opciones a los órdenes alternativos que son transformaciones viables del mundo existente. Un objetivo central de la teoría crítica, por otra par- te, es clarificar ese margen de altermi.tivas posibles. La teoría crítica entonces contiene un elemento de utopía, en el sentido de que puede representar una descripción coherente de un orden alternativo, pero su carácte r utópico es restringido por su comprensión de los pro cesos históricos. Debe negar alternativas improbables, del mismo modo que rechaza la perma- 128 nencia del or dlfn u.istente. En ese sentido, la teor ía crítica puede ser una guía para la acción estr atégica con el fin de lograr un orden a lternativo, mientras que la teoría de resolución de problemas es una guía de acciones tácticas que, i ntentadas o no, sustentan e l orde n existente. Las pe rspectivas de los d iferentes pe r íodos histó- r icos favorecen a una u otr a clase de teoría. Los pe ríodos de aparente esta bilidad o fijeza en las re la- ciones de pode r favo rece n el enfoque de resolució n de problemas. La Guerra Fr ía fue uno de esos pe r íodos. En las re laciones int er nacionales, se favo rece una co ncentración en los p roblemas de cómo manejar una relación aparentemente endurecida entre dos super- potencias. Sin embargo, u na condición de incertidum- bre en las relacio nes de poder llama la atención de la teo r ía cr ítica sobre cómo la gente pretende compren- de r las oportunidAdes y ri esgos del cambio. Los acon- tecimientos de los años setenta generaron un sentido de gra n fluidez en las relaciones de poder , de cr isis po li facéticas, atravesando los umb rales de la incerti- dumbre y abriendo opo r tunidades para un nuevo de- sarroll o de la teor ía crítica di r igida a los p roblemas de l orden mundial. Razonar sobr e el futu ro posible de los órdenes mund iales ahora, s in embargo, requie- re una ampli ación de nuestras inquietudes más allá de l as re laciones i nte r nacionales convencionales, de tal modo que se aba rquen procesos básicos que están funcionando en el desa rrollo de fuerzas sociales y fo rmas de Estado, y en la estructu ra de la economía política global. Ese, por lo menos, es el argumento central de este ensayo. 129 REALISMO. MARXISMO Y UNA APROXIMACiÓN A LA TEOR!A CRITICA DEL ORDEN MUNDIAL Las corrientes teóricas que incluye n t rabajos so- fisticados habitualmente comparten algu nos de los rasgos. tanto de .la teoría de resolució n de pr oblemas como de la teo ría crítica, per o tienden a enfatizar un enfoque sobre el otro. Dos co rr ientes que han tenido algo importante que decir sobre las relaciones inte- r estatales y los órdenes mu ndiales --el realismo y el marxismo- son conside r adas aquí como prelim inares a un desarrollo tentativo del enfoque crítico. La teoría realista de las re laciones internaciona- les tuvo su origen en un modo histórico de pensa- miento. Friedrich Meinecke (1957) en su estudio sobre la raison d'état, la hace remonta r a la teor ía política de Maquiave lo y a la diplomacia de las ciu- dades-estado de l renacimiento italiano, muy dife ren- tes de las normas generales propagadas por la.· instituci6n ideol6gicamente dominante de la socie- dad medieval, la iglesia cr istiana. Al percibir las doctrinas y principios subyacentes en la conducta de los Estados como una reacci6n a las circunstancias hist6ricas específicas, la interpretaci6n de raz6n de estado de Meinecke es una contr ibuci6n a la teoría critica. Otros académ icos asociados con la tradición realista, tales como E.H. Carr y Ludwig Dehio, han continuado ese modo de pensamiento hist6 r ico, deli- neando la particular configu r aci6n · de fuerzas que fijaron el marco de conducta internaciona l en dife- rentes períodos y trataron de comprende r institucio- nes, teorías y acontecimientos dentro de sus contex- tos hist6ricos. Desde la Segunda Guerra Mundial, algunos aca- démicos estadounidenses, en espec ial Hans Morgent- 130 hau y KennetWWaltz, han transformado el realismo en una forma de la teoría de resolución de problemas. Si bien tenían un considerable conocimiento históri · co, ellos tendieron a adoptar la perspectiva ahistóri- ca fijista del marco de acción, característica de la teoría de resolución de problemas, más que a salirse de ese marco, a la manera de E.H. Carr, y lo trataron como históricamente condicionado y, por ende , sus- ceptible de cambio. No es un accidente que esta ten- dencia en la teoría coincidiera con la Guerra Fría, que impuso la categoría de bipolaridad en las relacio· nes internacionales, y una primordial preocupación para la defensa del poder estadounidense com o un baluarte del mantenimiento del orde n. La forma generalizarla del marco para la acción postulado por este nuevo realismo estadounidense (que podemos en adelante llamar neorrealismo, que es la forma ideológica abstraída del marco histórico re a l impuesto por la Guerra Fría ) se caracteriza por tres niveles, cada U'IIO de los cuales puede ser enten- dido en términos de lo que los filósofos clásicos lla- marían sustancias o esencias, o sea el sustrato fun- damental y fijo del cambio y de las manifestaci ones accidentales o fenómenos. Estas realidades bási cas fueron concebidas como: 1. La naturaleza del ser humano, comprendida en términos del pecado origi- nal agustiniano o del hobbesiano "perpetuo y agitado deseo de poder y más poder que cesa sólo con la muerte" (Hobbes 16: parte 1, capítulo xi); 2. La natu- raleza delos Estados , que difieren en sus constitu- ciones nacionales y en sus capacidades de moviliza- ción de fuerzas, pero son similares en su fijación con un particular concepto de interés nacional (una mó- nada leibniz iana), como una guia de sus acciones; 3. La naturaleza del sistema de Estad os, que pone res- triccione s raci onales a la desenfrenada pe r secución 131 de intereses nacionales rivales mediante el mecanis- mo del balance de poder. Habiendo llegado a esta visión de las sustancias subyacentes, la historia se convierte para los neo- rrealistas en una fuente que provee materiales con los cuales ilustrar variaciones en esos temas siempre recurrentes. El modo de pensamiento deja de ser histórico aunque los materiales utilizados deriven de la historia . Mas aún, este modo de razonamiento señala que, con respecto a lo esencial, el futuro siem- pre será como el pasado.' Además, este núcleo de teoría neorrealista se ha extendido en áreas tales como la teoría de los juegos, en la cual la noción de sustancias a nivel de la natu- raleza humana es presentada como una racionalidad que se supone común a los actores que compiten y que valoran los intereses en juego, las estrategias alter- nativas y los resultados finales respectivos de una manera similar. La idea de una racionalidad común refuerza el modo de nensamiento no histórico. Otros modos de pensamiento pueden ser considerados como. · no aptos, y no hay intentos de comprenderlos en sus propios términos (lo que hace difícil interpretar la irrupción en loS asuntos internacionales de un fenó- meno como el integralismo islámico, por ejemplo). La "racionalidad común" del neorrealismo surge de su polémica con el internacionalismo liberal. Para el neorrealismo, esa racionalidad es la apropiada para re sponder a un propuesto sistema anárquico de Estado. La moralidad es efectiva sólo en la medida en que está reforzada por un poder físico. Esto ha dado al neorreali smo la apariencia de ser una teoría 4. Kenne t h Wallz (1 980) plantea la cuestión -¿será el futuro como el pa sado?-. que él contes ta afirmativamente; no sólo era el mismo model o de relacione s que ·probablemente prevalecería. sino que seria bueno que as í fuera . Debería notarse que el futuro v i~to por Wa1tz e ra el de la siguiente década o algo as!. 132 no normativa. ~stá "libre de valores" en su exclusión de objetivos morales (en la cua l ve la debilidad del internacionalismo liberal) y en su reducción de los problemas a sus re laciones físicas de poder. Esta calidad no normativa es, sin embargo, solamente su- perficial. Existe un elemento normativo latente que deriva de las p resunciones de la teoTÍa neorrealista: la seguridad dentr o del sistema interestatal postula- do depende de cada uno de los principales actores que comp renden e l sistema de la misma manera, o sea que cada uno de ellos adopta una racionalidad neo- rrealista como guía de acción . La teoría neorrealista extrae de sus fundamentos la p r edicción de que los actor es, desde sus eJL:periencias en el sistema, tende- rán a pensarlo de esa mallera; pero la teoría también desarroll a una función de proselitismo, como aboga- da de esta fo r ma de racionalidad. Para el teórico neorrealista, esta función pr oselitista (en la cual re- side el papel normativo del neorrealismo) es particu- lar mente urgente eñ los Estados que han logrado más poder que el requerido para equilibrar a sus rival es, desde que tales Estados pueden ser tentados a olvi- dar la racionalidad del neorrealismo y tratar de im- poner su p r opio sentido del orden moral, par ticular- mente si, como en el caso de Estados Unidos, la tradición cultural ha impulsado perspectivas más op- timistas y moralistas de la naturaleza del ser hum a - no , el Estado y el orden mundiaV S. Un reciente eje mplo de es te argume nto e s Stephen Kra sner (1978). El intento normati vo de l nue vo realismo es mis a pa· rente como una re s puesta polémica al mo ra lismo libe ral. Ese fue t a mbién el e a . o de E .H. Can ( 1946), qu ien ofreció u n modo "científico" de pensamiento sobre rel acione s inte rn acionales e n oposic ión al -utop ismo" de lo . seguidores de la Liga de las Nacione s en Gran Breu tl a . Dca o Achesoo y George Kenn a n, Con respecto a Jos fund a mentos de la poJ( t ica de guerra fria de Estados Unidos , reconocieron s u deuda con Re inhold Niebuh r , cuya r~ c r e a ción de la pe rspect iva pes imist a agusti nia na sob re la natural eza h u ma n a desa fió el punto de vist a lockeano opt;. 133 · El debate entre internacionalistas , neorrealistas y liberal es reprod uce, con materiales actualizados, el desafío Que en el siglo XVI[ presentó la filosofía civil de Hobbes a la teoría del derecho natural de Grocio. Cada uno de sus argumentos está fundamentado en diferentes perspectivas de las esencias del ser huma- no, el Estado y el sistema interestatal. Una alterna - tiva que ofreció la posibilidad de ir más allá en esa oposición de conceptos mutuamente eltclusivos fue seiíalada por el napolitano Giambattista Vico en el siglo XVIII. Para Vico, la naturaleza del ser humano y de la s instituciones humanas (e ntre las cuales de- ben incluirse el Estado y el sistema interestataJ) no deberían se r pensadas en términos de sustancias fi- jas sino más bien como la creación continua de nue- vas formas. En la dualidad de continuidad y cambio, que continúa siendo subrayada por el neorrealismo, el enfoque de Vico enfatiza el cambio. El escribe (1744/1970: parágrafo 349) "(. .. ) este mundo de nacio- nes ha sido cie rtamente hecho por los seres humanos, y su forma de se r debe fundamentarse en las modif¡..o· caciones de' nuestra propia mente humana". Esto no debería ser tomado como una proposición de idealismo radica l (esto es, que el mundo es una creación de la mente). Para Vico las cambiantes for- mas de mente fueron talladas por el complejo de las relaciones sociales, en la génesis del cual la lucha de clases desempeiíó el papel principal, como más tarde señaló Marx. La mente es, sin embargo, el hilo que conecta el presente con el pasado, . una manera de acceder a un conocimiento de esos cambiantes modos de la realidad social. La naturaleza humana (las modificaciones de la mente) y las instituciones huma- mista de la cultura estadounidense. La meta elegida por Krss- ner es el "liberalismo lockeano" ;que --en su óptica- ha socava. do:> 1;0 defensa racional de los intereses nacionales de Estados Unidos. 134 nas son idénti1!"!!'s a la historia humana : deben ser entendidas en términos genéticos y no esencia listas (como en el neorrealismo l o en términos teleológicos (como en el funcionalismo l. Uno no puede , en la pers· pectiva de Vico, abstraer al hombre y al Estado de la historia y definir sus sustancias o esencias como anteriores a la historia, pues la historia es el archivo de las interacciones de las manifestacIon es de esas sustancias. Un estudio apropiado de los asuntos hu· manos debiera permitir revelar tanto la coherencia de las características de las mentes e instituciones en diferentes períodos, y el proceso por med io del cual tal modelo coherente -que podemos llamar una estructura histórica - sigue a otr os. El proyecto de Vico, que ahora podemos llamar ciencia social, era llegar a un "dicciona rio mental"", o series de concep· tos comunes, con los cuales uno pueda comprender el proceso de ""historia eterna idea]", o qué es más gen e· ral y común en la secuencia de cambios desarrolla· da por la natura leza y la s instituciones humanas (parágrafos 35, 145. 161. 349). El error que Vico criticó como ""engreimiento de académicos ", pues "10 que ellos conocen es tan viejo como el mundo"", con· s iste en tomar una forma de pensamiento derivada de una particular fase de la historia (y de una parti. cular estructura de las relaciones sociales ) y suponer que es universalmente válida (parágrafo 127). Este es un error del neorrealismo y, más generalmente, la defectuosa fundamentación de toda la teoría de re so· luc ió n de problemas. No niega, naturalmente, la uti· lidad práctica del neorrealismo y de las teorías de resolu ció n d e problemas dentro de sus límites ideoló· gicos. La aproximación de Vi co, en contraste, es la de la teoría crítica. ¿Cómo relaciona el marxismo su método o enfoque a una teoría del orden mundial? En prime r lu ga r. es imposible, sin grave riesgo de confusión. considerar 135 al 'marxismo romo ulla sola coniente de pensamiento. ParR nuest. r os propósitos. es necesArio distinguir dos ronientE's mafltistas divergentes. de una manera análoga a la bifurcación entre el viejo y el nuevo real islllo. HflV un mflfltismo que razona histórica- lIH'nte y que busca explicar, así como también promo- ver. cRlIlbios en 11'1 relaciones sociales; también ha y un lIHHXisIllO. designado como marco para el análisis del Es tado y IR sociedad capitalista, que dirige su conocimiento histórico en favor de una conceptuali- zflción más estática y abstrActA del modo de produc- ción . Podemos llf1mar al primero con el nombre con el cual él mismo se reconoce: materialismo histórico. Es evidente en los trabfljos históricos de Man, en aque- llos de los historiadores marxistas de hoy, tales como Erick Hobsbflwm. y en el pensflmiento de Gramsci. HR influido tflIllbién sobre algunos que no pueden ser considerados \ 0 considerarse a si mismos) mafltistas en un sentido estricto, tales como muchos de los historiadores frflnceses asociados con los Annales. El segundo es representado por el así llamado manism'O' est.ructural·de Althus s er y PoulAntzas ("así llama- dos". con el fin de distinguir su uso de "estructura" del concepto de estructurR histórica en este ensayo) y más comúnmente toma la forma de una exégesis de El Capital y de otros textos sagrados. El mafltismo estructu ral compRrte algunos de sus rasgos co n el enfoque neonealista de resolución de problemas, ta- les como su epistemología esencialista y ahistórica. s; bien no su precisión en el manejo de datos ni , desde que se ha mantenido durante mucho tiempo como un estudio sobre abstra cciones. su aplicabilidad pnkti- ca a problemas concretos. En tal sentido, no nos concie rne aquí estudiarlo. El materialismo histórico es. s in emba rgo, una fuente. importante de la teoría critica y conige alneorrealismo en cuatro importan- tes aspectos. 136 El primer o l!o ncie rne a la dial éctica, un té r min o que , como marx ismo , ha sido util izado para expresar una cantidad de pe nsamie ntos no s iempre compati - bles, de tal mane r a que su uso r equie r e algun a defi- ni ción. Es usado aquí en dos n ive les: e l de la lógica y el de la historia r eaL En el orden lógico significa un diál ogo que procura la verdad por medio de la expl o- r ación de contradicciones.G Un aspecto de esto es la confrontación continua de conceptos co n la realidad que s e supone ellos representan y sus aju stes a esa realidad a medida que ésta cambia co nt inua me nte . El ot r o aspecto, que es pa rte de l método de ajuste de conceptos , es el conocimiento de que cada aser t o con- ce r niente a la realidad contiene implicitamente su opuesto y que ambos, a se rto y opuesto , no son mutua - mente exclusivos sino que comparte n e n alguna me- dida l a ve r dad ; una ve rdad , por ot ra parte, que siempre está. en movimiento , y nun ca enc aps ulada en ninguna forma definit iva. A n ivel de la historia real , la dialéctica es la pos ibilidad de formas alternativas de desarroll o que surjan de la confrontación de fuer- zas sociales opue stas en alguna situaci ón hi s tórica co ncreta . Tanto el rea li smo como el mate r ial ismo h istó ri co dirigen s u ate nción al co nfli cto. El neo rrealismo ve a l co nfl ic to como inherente a la co ndición humana, un factor constante que flu ye directamente de la esencia de busqueda de pode r de la na t u raleza huma- na y toma la forma política de una con t inua reo rga- nización del poder entre los partici pantes en un juego de sum a cer o, que s iempr e es desarrollado de ac uerdo con s us pr op ias reglas innatas. El materialismo his· 6. Ver . por ejemplo. R.G. Collingwood (1942), qu ien d i'tiflgue el razonam iento di. léctico y el polémico. CoLlingwood vuelve a la dialéc tica en iul or lgenes griego. y nOI Ihorra 1 .. dirma";o· nn del mu. i.mo leoI6gico encerrad .. en el mate r i.lismo di, · lécl ico. 137 tórico busca en el conflicto el proceso de un perma- nente rehace r de la naturaleza humana y la creación de nuevos modelos de relaciones sociales que cam- bian las reglas del juego y fuera de las cuales -si el materialismo histórico permanece fiel a su propia lógica y método- pueden esperarse nuevas formas de conflicto. En otras palabras, el neorrealismo ve al confl icto como U,na consecuencia recurrente de una estructura continua, mientras que el materialismo histórico ve al conflicto como una causa posible de cambio estructuraL En segundo término, por su enfoque sobre el im- perialismo, el materialismo hi stórico añade una di- mensión vertical del poder a la dimensión horizontal de ri validad entre la mayoría de los Estados más poderosos, 10 cual atrae la casi exclusiva atención del neorrealismo. Esta dimensión es la dominación y su- bordinación de metrópoli sobre colonia, centro sobre periferia, en una economía política mundial. En tercer término, el materialismo histórico en- sancha la perspectiva realista en lo concerniente a... " las relaciones entre el Estado y la sociedad civiL Tanto los marxistas como los no marxistas se dividen entre quienes ven al Estado como la mera expresión de los intereses particulares en la sociedad civil y quienes lo ven como una fuerza autónoma que ex- presa alguna clase de interés general. Para los marxistas, esos serían los intereses ge nerales del capitalismo como distintos de los intereses particu- lares de los capita li stas. Gramsci (197 1: 158-168) contrastó el materialismo histórico, "que reconoce la eficacia de las fuentes éticas y culturales de acción política (s i bien siempre relacionándolas con la es- fera eco nómica ), con lo que él llamó economismo hi stó rico o reducción de todo a los intereses tec- nológicos y materiales. La teoría neorrealista en Estados Unidos ha retornado a la relación Estado/so- 138 ciedad civil, si· bien ha tratado a la sociedad civil como una restri cci ón al E s tado y una limitación im- puesta por intereses parti cu lares en la raison d'état, que es concebida y definida como independiente de la sociedad civil. ! El sentido de una relación recíproca entre estructura (relaciones económicas) y superes- tructura (la esfera ético-política) en el pe nsam iento de Gramsci contiene la posibilidad de considerar el comp lej o Estad o/socie dad como entidades consti - tuyentes de un orden mundial para explorar las for- mas hi stó ricas particulares tomadas por esos complejos.8 En cuarto término, el materialismo histórico en- fo ca el proceso de prod uc ción como un elemento crítico en la explicación de la particular forma hi stó ri ca tomada por un complejo Estado/sociedad. La producción de bienes y servicios, que cr ea tanto la riqueza de una sociedad como la base de la ca pa cidad del Estad o para Il!0v ilizar el poder detrás de su política exteri or , tiene lugar por medio de una r e- lación de poder entre quienes controlan y quienes ejecutan las t a reas de producció n. El conflicto político y la acción del Estado no mantienen ni pro- 7. Como en Krasner (l978b) y Katzenstein (1978). Estados Uni· dos es presentado por esos auto res como un Rstado débil en rel ación con la fortaleza de la sociedad civil, (o más particular. mente de los in tereses en la sociedad civil) más que otros Estados _por ejemplo Japón o Francia_. que son más fuertes con res pecto a sus sociedades. La sociedad civil es vista enton- ces, en el CaSo de Estados Unidos, comO una limitacióna la efectividad del Estado. 8. Gramsel consideró las ide a s, la política y la eCODom!a como relacionadas recíprocamente, convertibles una en otra y en unidades reunidas en un bl",,~o ilori~o. " El materialismo histórico", escribió, "e s en cierto sentido una reforma y desar - rollo del hegelianismo. Es filosona liberada de elementos ideológicos unilaterales, la conciencia plena de las contradic- ciones de la mosofla" ( 1911>, p. 471). 139 ducen cambios en esas r ela ciones de producción de pod er. El mater iali smo h ist óri co examina las co- nexiones entre poder en la produ cc ión, poder en el Estado y poder en las r elaciones internaci onales. El neorrealismo, por el contrario. ha ignorado virtual- mente el proceso de producción. Es te es el punto en el cua l el sesgo de solución de problemas del neone- a li smo es más cla ramente distinguible del enfoque crítico del mate riali smo hi s t órico . El neorrealismo im plícitame nte toma los procesos de produ cc ión y las relaciones de poder inherentes a él co mo un elemento dado del inter és naci ona l, y en consecuencia como parte de sus pa rá metro s. El materialismo históri co es se nsible a las posibilidades di a léctica s de cambio en la esfera de producción que podrían afectar a las otras esfe ra s. tales como el Estado y el orden mu ndial. Esta discusión ha di s t inguido dos clases de teori- zación como preliminares a la prop ue s ta de un enfo- que crítico a una te oría del or den mundial. Pueden seña la rse algunas de las premisas básicas de tal teoría cr ítica: 1. La comp rens ión de que la acción nun ca es ab- sol utamente libre , sino que t iene lugar dentro de un marco que consti tuye su problemática. La teoría cr ítica debería empezar con este marco, lo que signi- fica comenza r con una inves tigaci ón hi s tórica o una ap rec iaci ón de la experiencia humana que impulsa la necesidad de la te oría .!! 9. La noción de un marco para la a ~ci ón recue rd a lo que Maquia- velo (U3111 970, pp. 105_106) 1I.mó lIueuiló, en el sent ido de que In co ndiciones de e :r istend. requie ren .cción p.n crear o sostener un. fo rmll de o rden soci.l. N~ceuitd supoee t.nto la posibilidad de Un nuevo orden y todo. 101 tiesges inherentes a l ea mhlo de l orden uistente. "roen hombru d.n la bien. venid. ~ leyes que estll.bleeen un nuevo orden en el Estado, • menos que necesi ten hace r claro pan ell08 que e:riste neeesi . 14 0 .. 2. Comprenaer que no sólo la acción sino también la teoría es compartida por la problemática, La teoría crítica es consciente de su propia relatividad , pero por medio de esa conciencia puede lograr una pers- pectiva de tiempo más amplia y convertirse en menos relativa que la teoría de solución de problemas. Sabe que la tarea de teorización nunca puede finalizar en un sistema cerrado sino que debe continuamente co· menzarse uno nuevo , 3. El marco de acción cambia con el tiempo; un objetivo importante de la teoría crítica es compren- der esos cambios. 4. Ese marco tiene la forma de una estructura histórica, una combinación particular de modelos de pensamiento, condiciones materiales e instituciones humanas que tienen cierta coherencia entre sus ele- mentos. Esas estructuras no determinan las accio- nes de la gente en ningún sentido mecánico, pero constituyen el contexto de hábitos, presiones, expec- tativas y limitaciones en lo s cuales dicha acción se desarrolla. 5. El marco o estructura dentro del cual se desa- rrolla la acción es visto, no desde arriba en términos de requisitos para su equilibrio o reproducción (lo cual nos conduciría nuevamente a la resolución de problemas) sino más bien desde abajo o afuera, en términos de los conflictos que surgen dentro de él y abren la posibilidad de su transformación. 10 dad de tales leyes; y desde que tal nec"sidad no puede surgir sin peligro, el E.tado podrá fácilmente ser arruinado an!"s de que el nuevo orden haya llegado a completa rse: 10. En este sentido, Stanley Hoffmann ( 1977) ha escrito: ' nacida y arraigada e n América, 1 .. di sciplina de las relaciones in!er- nacion ales elU, por a sl decirlo, demasiado próIima al fuego . Necesiu. triple d is tancia: deberla moverse desde el mundo cootempóraneo hacia el pasado; desde la perspecth'a de una 141 MARCOS DE ACCIÓN : ESTRUCTURAS HISTÓRICAS En su aspecto má s abstracto, la noció n de un marco para la acción o estructura histórica es la desc ripción de una particular configuración de fuer · :.as. Esta configuración no determina acciones direc - tas, ni un camino mecánico , pero impone presiones y limitac iones. Lo s individuos y los grupos pueden su· perar la s presiones o re sis tirse y opone rse a ellas, pero no pueden ignorarlas. En la medida en que re· s isten exitosamente a una estructura histórica pre- valeciente, ellos apuntalan sus acci ones con una con· figuración de fuerzas emergentes alternativa, una estructura rival. Tres categorías de fuerzas (expresadas como po- te nciale s) interactúan en una estructura: capacida- des materiales, ideas e instituciones (ve r Fig. 1). Ningún determini smo de un so lo camino necesita ser asumido entr e esas tres categorías; las rela ciones .. pueden se r asumidas de manera r ecíp roca. La deter· minación de qué cami nos seguirán las líneas de fuer - za es siemp re una cuestión histórica que debe se r r espo ndida por un estud io de caso parti cula r. Las capacidades materiales so n potenciales pro- ductivos y de s tructivos. En su forma dinámica. exis- ten como capacid a des tecnológicas y organizativas, y e n sus formas ac umuladas como recursos naturales con tecnología que puede se r transformada, stocks de equipamie nto (por ejemplo, industrias y armamen- tos ) y la riqueza de que se pueda di s poner. luperpotencia (un a altamente eonse rvadora) h"ci" la del débil y e l revolucionario, lejos de la imposible bllsqueda de estabil i. dad; desde e l desliumienlo haciA la cien~ia polfti~a, .. ~en diendo hasta la cumbre que las cues t iones ]>lanteadas por 1" filOJona polltica t radicional representan (p. 69). 14 2 •• Capacidades materiales Ideas ===== Instituciones Fig. 1 Las ideas son de dos clases. Una consiste en pen- samientos intersubjetivos, o en aquellas nociones compartidas de la natunlleza de las relaciones socia- les que tienden a perpetuar hábitos y expectativas de conducta (Taylor 1965). Algunos ejemplos de pensa- mientos irttersubjetivos en el mundo político contem- poráneo son las nociones de que la gente es orga- n izada y dirigida por Estados que tienen autorid ad sobre territorios definidos; que esos Estad os se rela- cionan entre ellos mediante agentes diplomáticos; que ciertas reglas se aplican a la protección de agen- tes diplomáticos por ser de interés común de todos los Estados; y que es esperada cierta clase de conducta cu ando los conflictos se dan entre Estados, tales como negociación, confrontación o guerra. Esas nocio- nes, si bien se mantienen a lo largo de prolongados períodos, están condicionadas históricamente. Las realidade s de la política mundial no siempre han s ido rep resentadas precisamente de esta manera y pue- den no serlo en el futuro_ Es posi ble diseña r los orígenes de tales ideas y tambi é n detectar signos de debilitamiento de algunas de ellas ." 11 . Taylor (1965) señala que 1 liS <'Xpectati"as con r especto a nego_ ciar conducu6 Ht>l.n cultur al me nte diferenciadas en el pre sen_ te mundo. Co rren MBtt ingly (955) estudió el o r igen de las 143 La otra cla se de ideas relevantes para una estruc- t ura hi stó r ica so n las imágenes colectivas de orden social que tienen diferentes grupos. Son diferentes pe rspectiva s . tanto respecto a la naturaleza y la le- giti midad de las relaciones de poder prevalecientes, como a los pensamientos de justicia y bien público, e ntr e otras. Si bien los pensamientos intersubjetivos h abi tualm e nte so n comunes en una estructura hi stó-r ic a parti cu lar y constituye n el suelo común del dis- cu r so social (incluido el conflicto), las imágenes colectivas pueden se r dive rsas y opuestas. n La coli · sió n d e imágenes colectivas riva les proporciona evi - dencia sob r e la posibi lidad de forma s alternativas de desa rrollo y plantea cuestiones tales como la posible base material e in s titucional para que emerja una estructura alternativa. La institucionalización es un medio de estabilizar y perpetuar un orden particular. Las instituciones reflejan las rela ciones de poder prevalecientes en su punto de or igen y tienden, al menos inicialmente , a apoyar imágenes colectivas consistentes con esas re· " laciones de poder. Ev entualmente, las instituciones asumen su propi a vida; ellas pueden conve rtirse en un campo de tende ncia s opuestas o las insti tuciones ri vales pueden renejar diferentes tendencias. Las ins ti tuciones son particulares amalgamas de ideas y pode r material que, a su ve z, influencian el desarro- llo de ideas y capac idades materi a les. idea~ subrayadas en este párrafo. imp1fciiu en el moderno sistema dlt ¡':stado. 12 . Las im'genes colectiva. no son agregados de opiniones frag. mentarias de individuos, tal como ae compilan en las encuno laS; son lipos mentales coherentes que expre .. n las peno pectivu o las cosmovisiones de grupos especlficoR, tal como pueden ler reconslruidu por medio del trabajo dlt h istor iado· re s 'J lotiólogos; por ejemplo, las recons truciones hechas por Max Weber de las rormaa de la conciencia religio ... 144 Existe una 'te rca na conexión entre la institucio- nalización y lo que Gramsci llamó hegemonía. Las instituciones proveen maneras de enfrentar los con- flictos y minimizar, de ese modo , el uso de la fuerza. Hay un reforzamiento potencial en las relaciones ma- teriales de poder subyacentes a cualquier estructura, en el cual el más fuerte puede dar una paliza al débil si piensa que es necesario. Pero la fuerza no debe ser utilizada con el fin de asegurar el dominio del fuerte hasta el límite de que el débil acepte las relacione s de poder prevalecientes como legítimas . Esto lo pue- de hacer el débil si el fuerte ve su misión como hege- mónica y no meramente dominante o dictatorial, esto es, si desea hacer concesiones que puedan asegurar la aquiescencia del débiL .. especto a su liderazgo y si puede eJtpresar su liderazgo en términos de intereses universales o generales, más que como mero apoyo a sus propios intereses particulares. IJ Las institucio- 13. La principal aplicaci6~ de Gramsci del concepto de hcgemonla fue con respecto a las rclaciunes entre clases sociales; por ejemplo. al explicar la incapacidad de la burguesfa industrial italiana para establecer su hegemonla después de la unifica· ción de Italia y al examinar las perspectivas de los trabajado. res industriales italianos para establecer su hegcmonfa de clase sobre los campesinos y la pequeña burgucsla y crear un nuevo bloceo ./or;co (bloque histórico), un t~rmino que en los trabajos de Gramsci corresponde aproximadamente a l a noción de estructura hist6rica en este ensayo. El término "hegemo- nla" en el trabajo de Gramsci está. ligado a los debates del movimiento de la Internacional Comunista concernientes 11 la estrategia revolucionaria, en su conexi6n y aplieaci6n especI_ fica a las clases. La forma del concepto, sin embargo, muestra sus lecturas de Maquiavelo y no Se restringe a las relaciones de clases; tiene una aplicación potencial mis amplia. La adap· tación de Gramsci de las ideas de Maquiavelo a las realidades del mundo que conocemos fue un ejercicio dialéctico en el sentido definido más arriba. Es una continuación apropiada de su método para percibir la aplicabilidad del concepto de estructuras del orden mundial. como aquf se sugiere. Para Gramsci, como para Maquiavelo, la cuestión general impllcita en lo concerniente a hegemonla eS la naturaleza del poder, y el poder es un centauro, en parte hombre. en parte bestia. una 145 nes deben convertirse en el ancla de tal estrategia hegemónica, desde que ellas tienden a la representa- ción de diversos intereses y a la universalización de la política . Es conveniente poder distinguir entre estructu- ras hegemónicas y no hegemónicas, es decir entre aquellas en las cuales el poder básico de la estructura tiende a encubrirse en el ámbito de la conciencia, y aquellas en las c~ales la administración de las reJa- ciones de poder siemp re está en la esfera visible. La hegemonía no puede, sin embargo, ser reducida a una dimensión institucional. Uno debe tener cuidado al permiti r un enfoque de las instituciones que osc urez- ca los cambios en la s relaciones de fuerzas materia- les o la emergencia de un desafío ideológico a un antiguo orden prevaleciente. Las instituciones pue- den estar fuera de fase co n esos otros aspectos de la realidad y su eficacia , como un medio de regular conflictos (yen consecuencia su función hegemónica). Pueden ser una expresión de hegemonía pero no pue- den ser tomados como idénticos a la hegemonía. El métod\J de las estru cturas históricas repre- senta Jo que pueden se r llamadas totalidades limita- das. La estructura histórica no representa el mundo global, s ino más bien una particular esfera de la activ idad humana en su totalidad históricamente lo- calizada. El problema ceteris paribus, que falsifica la teoría de la resolución de problemas y conduce a la presunción de una éstasis total, es evitado yuxtapo- niendo y conectando estructuras históricas en esfe- ras de acción relacionadas. La dialéctica es intro- ducida, en primer lugar , por de riv ación de la defini- ción de una estructura particular, no de un modelo abstracto del sistema social o modo de producción, com bina ció n de fuer za y conscntimiento. Vc r Maquiavel0 (15 1 J Il977, pp . 149.( 50) Y Gram~ci ( 1971, pp. 169-170). 146 " sino de un estudio de la situación histórica con la cual se relaciona y, en segundo término, buscando la emergencia de las estructuras rivales que expresan posibilidades alternativas de desarrollo. Las tres se- ries de fuerza indicadas en la Fig. 1 constituyen un instrumento heurístico, no categorías con una jerar- quía predeterminada de relaciones . Las estructuras históricas son modelos contrastantes: como tipos ideales, ellas proveen, en una forma lógicamente co- herente, una representación simplificada de la reali · dad compleja y una expresión de tendencias limitada en su aplicabilidad en tiempo y espacio, más que desarrollos íntegramente realizados. Para los propósitos de la presente di scusión, el método de las estructur~s históricas es aplicado a los tres niveles o esferas de actividad : 1. organización de la producción, más especialmente con respecto a las fuerzas sociales generadas por el proceso de produc- ción; 2. formas de Estado derivadas de un estudio de los complejos de Estado/sociedad; 3. órdenes mundia- les, o sea las particulares configuraciones de fuerzas que sucesivamente definen la problemática de guerra o paz para el conjunto de Estados. Cada uno de esos niveles puede ser estudiado como una sucesión de estructuras rivales dominantes y emergentes. Los tres niveles están interrelacionados. Los cam- bios en la organización de la producción generan nuevas fuerzas sociales, las cuales, a. su turno, pro- vocan cambios en la estructura de los Estados; a su vez, la generalización de los cambios en la estructura de los Estados altera la problemática del ord en mun- dial. Por ejemplo, como E .H. Carr (1945) seflala, la incorporación de los trabajadores industriales (una nueva fuerza socia]) como participantes dentro de los Estados occidentales a finales del siglo XIX, acentuó el movimiento de esos Estados hacia el nacionalismo económico y el imperialismo (una nueva forma de 147 Estado), lo cual ocasionó una fragmentación de la economía mundial y una fase más conflictual de las re lacionesinternaci ona les (la nueva estructura del orden mundial). La relaci ón entre los tres niveles no es, sin em- bargo, simpleme nte unilineal. Las fuerzas sociales tra nsnac ionales han influido a los Estados por medio de la estructu ra rtundial, como se pone en evidencia por el efecto del capitalismo expansivo del siglo XIX, les bourgeois con quérants (Morazé 1957), en el desa - rrollo d e la s estructuras del Estado tanto en el centro como en la periferia. Las estructuras particulares del orden mundial ej erce n influencia sobre las formas que toman los Es tad os: el estalinismo fue, al menos en parte, una res puesta a la percepción de una ame- naza a la existe ncia del Estado soviético desde un orden mundi a l h ostil; el complejo militar-industrial en los países centrales just ifica su influencia hoy apuntando a la condición conflictual del orden mun- dial, y la prev a lencia del militarismo represivo en los países p erifé rico s puede ser explicada por el apoyo .. externo del imperialismo, como así también por una co njunción particular de fuerzas internas. Las for - mas del E s t ado también afectan el desarrollo de fuer- zas sociales por med io de las clases de dominación que eje rc e, por ejemplo, apoyando los intereses de una clase y desbaratando otros. H Conside ra dos de manera separada, las fuerzas sociales, las formas de Es tado y lo s órdenes mundia- les pueden se r represe ntad os, en una aproximación prel iminar, como configuraciones particulares de ca- pacidades mate riales, ideas, instituciones (como se indica en la Fi g. 1). Considerados en relación unos con otros, y llegando a una representaci ón más com- 14. Una reciente di scusión de l carácte r recfproco de esas rel acio. nes puede Verso en Gourevitch (1978). 148 pleta del procé"so h is tóri co, cada un o pu ede ser vist o como co nte niendo, as í como r eci biendo, el impac to de los otros (co mo se muestra en la Fig. 2). 1& ~ Fuerzas sociales ~ Formas de Es tado Ordenes mund iales Hegemon ía y órdenes mundi ales Fig. 2 ¿Cómo deben ser leídas esas relaciones recíprocas en la presente coyuntura h ist óri ca? ¿C uáles de las diferentes relaciones nos dirán má s? Un cierto se nti· do de la hi s toricida.d de lo s conceptos s ugier e que las r ela cione s crítica s pueden no ser la s mi smas en pe- ríodos hi s t óri co s su ces ivos, incl uso dentro de la era post -we s tphaliana, par a la cual el t érm ino "sis tem a d e Es tados" tiene par ticul a r s igni fic ad o. La ap ro:a:i - mación a una teoría crítica del orden mundi al, aq uí bos qu ejada, asume la forma de una ser ie inte rco nec- tada de hipótesi s hi s tór icas . 15 . Me he compromeli do con J effrey Har rod en un eatudio de las reladonea de producci6n a escala mun dial que comienu con UD exameo de los d ifereo tes modelo' de las relacione. de poder en e l proceso de producc i6n como estructura. hilt6ricas sepa_ radas y que con duce n a una eonsideraci6n de dife rentu formas de Est ado y de la eeonomla polltic a global. Llevándolo a esoil dos úJtimos niveln, el neeeu rio comprender h. uiste ncia de d ife ren l n modelos de re laciones de producci6n y Ja Jerarqula de relacione¡ enlre ellas. Uno pod r la igualme nte adoptar foro mal de Eslado u 6 rde nu mundiales como punto de putida y u t ilizar 101 otros oi .. e les pata cxplielr el proceso hist6rico. 149 El neorr ealismo pone el acento en Estados redu- cidos a su dimensión de fuerza material y, de manera s imilar , reduce la estructura del orden mundial al balance de poder como una configu r ación de fuerzas materiales. El neorrea li smo, que generalmente con- sidera a las fuerzas sociales como irrelevantes , no está demasiado interesado en la diferenciación de fo rm as de Estado (e ll:cepto en la medida en que la s "sociedades fuertes" en las políticas democráticas liberales puede amenazar el uso de la fuerza por el Estado o avanzar intereses particulares sobre él interés naciona]) y tiende a dar un bajo valo r a los aspectos norm ativos e institucionales del ord en mundial. Un esfuerzo para amp liar la perspectiva realista con la inclusión de variac iones en la autoridad de normas e institucio nes internacional es es la teoría de la "es tabili dad h ege mónica", la cual, como señala Robert Keohane (l980), "sostiene que las estructuras hegemónicas de poder, dominadas por un so lo país , son más propensas a ll eva r al desarrollo de regíme- " nes internacionales fuertes, cuyas reglas son re lati- vamente precisas y bien obedecidas",l' La s ilustra- 16. Keohllne cita, cornil 0lr08 autores que han contribuido a esta l eorla. a Charles Kindleberger, Robert Gilpin '1 Stephe n Kras- ne r . "Hegemonla " es utiliudo por Keohane en el sentido limi- tado de dominación por un Edado. ¡':Sla acepción debe distin- guine de su significado en e!ite a r ticulo;>, que deriva de G rams. ci ; por ejemplo, h egemonla como Una esl ructura de domina- ción, dejan do abie r ta la cuest ión de dctermintr si el poder dominante es un f:stlldo O Un grupo de EstadoJ, o alguna combinación de Estado '1 poder privado, 10 cual es sostenido media nte la aceptación de unH ideologlll y de instituciones consistentes con 8U est ructura . De modo que una estructurll hegemónica del o rden mundial es aquella en la cual el poder t oma primariamente una forma consensual, distinto de UD orden no hegemónico en el cual ha.r poderes rivales manifies- t OI 'l ninguna potencia ha podido establecer la legit imación de eu predominio. Puede haber dominación sin hegemonla: hege_ monla e!i una posible forma de predominio que puede adoptar_ 150 ciones clásicas' de la t.eor ía d iscu tida por Keohane son la pa:r britannica de mediados del s iglo XIX y la pa:r americana de los años siguientes a la Segunda Gue- rra Mundial. La teoría parece ser confi rm ada por la declinación en la obse rvaci ón de las norma s del orde n del siglo XIX, que acompañaron la relati va declina- ción de Gran Bretaña desde la última parte del siglo XIX. Algunos expon ente s de la teoría ve n una decl ina - ción similar, de sde los primeros años setenta ,del si- glo XX en la obse r vación de normas del ord en pos be- lico refe r idas a una rel a tiva declinació n en e l poder de Es tados Unido s. Rob ert Keohane ha verificado la te oría e n áreas parti cul a res (e nergía, moneda y co- mercio ), con el conve nc imiento de que el poder no es un bien fungible , sino Gue debe ser d ifer enciado de acuerdo con los co ntextos en los cuales un Estado trata de se r influ ye nte. El encuentra que, particular- mente e n las áreas de comercio y moneda , los rele va- mientos en el poder en Es tados Unid os so n insufi- cientes para expli ca r los cambios que h a n ocurrido. y que el análi s is necesita se r complementado por la introducci ón de factores internos, políticos, eco nómi- cos y cu lturales. Una aproximación alternativa debe ría come nzar r edefiniendo que es lo que debe se r ex plicado, o sea la estabi lidad r elativa de los órdenes mundiales su- cesivos. Es to puede se r realizado equipa rando esta- bilidad co n un concepto de h egemonía que s e basa en 8e. La hellemonfa in.titucionada. como es ulilinda en este en.ayo. corres ponde a 10 que Keohane n a ma un "rl!gi me n fu e r- l e in ternacional". Su teorta puede sc r presen tada en nuestros t~rmino. cOmo: la dominación por un Es t ado poderoso es más convenionte para el desarrollo de hegcmGnfa . En este l e KlO, el thmino -hcgemon fll " le reu rv" para un orden conse nsual y "dominación " se refiere sóle • una preponder>tnci a del poder material. La dil cu ~ i ó n de Keohane sobre hege monfa se desa· rroll a e n ' u íi lt imo trabajo (1 98 4 ), pe ro si n arecta r la disti n. ciÓ II que a<¡uf se ha hecho. 151 una' conjunció n coh erente o que encaja co n una confi· guración de poder material , la imagen colectiva pre · valeciente del orden mundial (incluidas ciertas normas) y una se r ie de institucionesque adminis tran e l orden con una cie r ta apariencia de universalidad (es decir. no exactamente como el instrumento direc· to de la dominación de un Estado particular). En es ta formu lación, e l poder del Estado deja de se r el úni co factor de explicación y forma parte de lo que debe ser explicado. Este replanteamiento de la cuestión pre· se nta una dificultad im portante e n la ver sió n neo- rr ealista seña lada por Keohane y otr os, en e l sentido de cómo expl icar el fraca so de Estados Unidos para estable ce r un orden mundial estable en el per íodo e ntre guerras a pesa r de su prepo nder ancia de poder. Si la dominación de un solo Estado coincide con un orden estable en algunas ocasiones, pe ro no e n otras, entonces co rre sponde mirar más de ce rca qué signi fi - ca o qué se entiende por estabilidad y más amplia - mente cuá les deben se r sus condiciones suficientes. La dominación de un Estado pode roso puede ser una " condición necesaria pe ro no suficiente de hegemonía. Los dos períodos de la paz. britannica y la paz. americana también satisfacen la definición reformu - lada de hegemonía. A mediados de l s iglo XIX, la su- premacía mundial británica se fundaba en su poder ma r ítimo, que pe r maneció libre de desafíos por un Estado continental como resultado de l a capacidad británica para desempeñarse como factor de equi li - brio en un relativamente fluido balance de poder en Europa. Las normas de la economia libera l (libre come rcio, patrón oro, libre movimiento de capitales y personas) logró amplia aceptación co n e l aumento del pr estigio británico, proveyendo una ideología univer· salista que representaba esas pormas como las bases de una armo nía de intereses. Si bien no había insti- tuciones inte r nacionales formales. l a sepa rac ión 152 •• ideológica entre economía y política s ignificaba que la City podía aparece r como adm inistradora y regu- ladora de acue rdo con esas nOfmas universales, con e l poder ma rítimo británico remanente en escena como potencial r efuerzo. La estructura h istó r ica fue transfor mada en sus tres dimensio nes duran te el per íodo que fue de la última cuarta parte del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mu ndial. Dur ante ese pe ríodo, el poder britá- nico declinó r e lativamente, pe rdiendo su supremacía ¡ndisputada en e l mar , primero con el desafío alemán y l uego con e l a ume nto del pode r de Estados Unirlos; el libe r alismo económico se de rrumbó con el auge del proteccionismo, los nuevos imperialismos y el fin del patrón or o, y e l demorcrJo y abortado intento de ins- titucio nalización inter nacional por medio de la Liga de las Nac iones, que no fue sostenido ni por un poder domina nte ni por una ideología ampli amente acepta- da, y colapsó e n u n mu ndo creci en temente organiza- do en bloques r ivales de pode r. La configu ración de pode r de la pax americana fue más rígida que en el caso de la prime ra hegemonía; tomó la forma de alianzas (todas vinculadas con el pode r de Estados Unidos), creadas con el fin de con- tene r a la Un ió n Soviética. La estabilizació n de esta co nfi gu ración de poder creó las condiciones para el desdoblam iento de una economía global en la cual Estados U nidos dese mpeñaba un papel simila r a l de Gran Br etaña a mediado s del siglo XIX. Es tad os Uni- dos r ara vez tuvo que intervenir directamente en apoyo de los inte reses económicos nacionales especí- ficos; mediante e l mantenimiento de las nor mas de un orden eco nóm ico inter nacional, de acuerdo con el liberali smo revisado en Bretton Woods, el fortaleci· miento de las co r po raciones de Estados Unidos en la búsqueda de beneficios fue sufi cien te para asegura r la continuidad del pode r nacional. La pax americana 153 pro'dujo un mayor número de instituciones interna- cionales formales que las que se generaron du rante la primera hegemonía . La sepa ración del siglo XIX entre política y economía había sido empañada por la experiencia de la gran depresión y el ascenso de las doctrinas keynesianas . Dado que los Es tados tenían ahora n un papel legitimado y neces ariamente abierto en la adm inistrac ión de la economía nacional, se hizo necesario multilateralizar la gestión administrativa de la econ omía internacional y darle una calidad i ntergubernamenta 1. La noci ón de h egemonía como una combinación de poder, ideas e instituciones hizo posible tratar algu- no s de los problemas en la teoría de dominación es- tatal como la condición necesaria de un ord en internacional estable; es o per mitió retardo s y avan- ces en la h egem onía . Por ejemplo, tan fuerte era la no s talgia de la hegemonía del siglo XIX que la dimen- sió n ideol ógi ca de la pax britannica noreda todavía d es pues d el desvanecimiento del pode r que la apoya- ba. Se hi cie ron esfuerz os sos tenidos, y fina lmente" fútiles, para' revivir una economía mundial liberal ju nto co n el patrón oro e n el periodo entre guerras . Au n en el per íodo de posguerra , la política de Gran Bretaña cont inuó dando precedencia a los problemas de balanza de pago sobre el desa rrollo de la indus- tr ial naciona l y la s consideraciones de empleo. l ? Un caso i lus tra ti vo es el de Es tados Unidos . donde los ind ica do res del crec imiento de poder materia l duran- te el período entr e guerras fue r on insuficientes para predecir la nueva hegemonía . Er a necesario que los líde re s de Es tados Unidos llegaran a verse a ell os 17 . Dos es tud.ios cl ás icOl pa rticularmcnte relevante. sobre e l pe- riodo de e n t re guerras .on : Kar! Pohtnyi (l9 ~7b) y E.H. Can ( 1946). St ephen Bla nk ( 19 78) come nta la poll t ica econ6mica br it ánica de posguer ra, como tamb i~ n lo hace Ste phen Kras ne r (1976). Tambi~ o ve r R.E . Harrod (I9~ 1) . 154 mismos. en ter"minos ideológicos, como los necesarios gar antes de un nuevo orden mundial. La era Roose - velt logró esa transición , incluido tanto el rechazo consciente de la vieja hegemonía (por ejemplo, torpe- deando la Conferencia Económica Mundial en 1933 y abandonando el patrón oro) y la gradual incorpora- ción de los principios del New Deal en la base ideoló- gica del nuevo orden mundial. A eso s iguió la iniciativa de Estados Unidos para crea r la s institu- ciones que admini s traran ese orden. la Los neomer- cantilistas en Estados Unidos ahora n están alertas contra el pe ligro de repeti r del error británico. ur- giendo a los decisore s políti cos estadounidenses a no continuar operando de acuerd o con las doc trina s de la pax americana, mienh as Es tados Unidos no pueda actuar como un garante del orden univ ersalista mun· dial. Sus esfuerzos persuasivos subr aya ron el hecho de que en esos temas la ideología es una esfera deter- minante de acción que debe ser inter pretada en sus conexiones con las -relaci ones material es de poder. FUERZAS SOCIA LES, HEOEMONIA E IMPERIALISMO Repre sentada como una com binació n de poder material, ideología e instituciones, la hegemonía puede parecer adscrib irse a una teo ría cíclica de la 18.L .. implicaciones internacionales del N~w Dta l pueden encono trarle en varios pa saje. de Arthur M. Schlelingcr, J r . (1960, vol. 2). Chllrlu Maie r (1918) discute las re laciones entre el N~w D~IJI y la ideologla de pOlguerra en el orden mundial. Richard Ga rdne r (1956) mUellra el vinculo de I n ideas del N.UJ D~ .. I y la. iutitucioDeI de la e~onomla mundial elabora- d .. delpuél de la Segunda Guer ra Mundial en 1 .. ne80ciacio- nes de Bretton Woodl. 155 hi s toria ; las tres dimensiones se unen en ciertos tiempos y espacios y desaparecen en otros. Eso es una reminiscencia de las tempranas noc iones de lJirtiJ. o del Weltgei st desplazándose de pueblo en pueblo. La analogía solamente apunta a algo que permanece inexplicado . Lo que se pierde es alguna teoría sobre cómo y por qué tal adaptación se produce y desapare- ce. Creo que la explicación debiera ser buscadaen el objetivo de las fuerzas socia les formadas por las re- laciones de producción. Las fuerzas sociales no deben se r pensadas como exi s tentes exclusivamente dentro de los Estados. Ciertas fuerzas sociales pa rti cula r es pueden desbor- dar los limites de los Estados, y las estructuras mun- diales pueden ser descritas en términos de fuerzas sociales, así como también como configuraciones de poder del Estado. El mundo puede ser representado como un modelo de fuerza s sociale s en interacción, en el cual los Es tados desempeñan un papel inte rmedio, si bien autónomo, entre la estructura global de las fuerzas sociale s y las configur ac iones locales de las " fuerzas sociales en países determinados. Esto puede ser denominado una perspectiva politico-eco nómica del mundo : el pode r es visto com o un emergente de procesos sociales, más que como un resultado de la for ma de capacidades materiales acumuladas, o sea como resultado de esos procesos. (Parafraseando a Marx, uno puede describir la segu nda , que es la pers- pectiva neorrealista, como el "fetichismo del po- der") .19 En la busqueda de una perspectiva polí- 19. El pu n~o bhico que aquf tra to es sugerido por un pauje de Gra msci 0971, pp . 176-171 ; 1915 , p. 1662), que dice : -¿1 .. rebelones i n~ ... n.cionales preceden o liluen (I6liclmente) a 1 .. rebcio nell sociales fund.me n~ales? No h ay duda de que 1 .. si guen . CUlllqu ier innovaci6n orgAni ., a en la estructura ... cial , por medio de su. e"'presiones técnico_ milit a r u , modifica orlA_ n i ca mente las relaciones absolutas y re lativas también en el campo in t e rnacional -. Gramsci ut iliu el ~érmin(l ' o rgánico- 156 tico-económidi, pasamos de identifica r las ca racte - rísticas estructurales de los órdenes mundiales como configuraciones de capacidades materiales, ideas e instituciones (Fig . 1) a explica r sus orígenes, creci- miento y defunción en términos de las interrelacio- nes de esos tres niveles de estructuras (Fig. 2). No es un gran descubrimiento, por cierto, encon- trar que, vista desde la perspectiva de la economía política, la pax britannica se basaba tanto en el au - mento del capitalismo manufacturero en la economía internacional de cambio, de la cual Gran Bretaña era el centro, y en el poder social e ideológico, en Gran Bretafta y otras partes del noroeste de Europa, de la clase que obtuvo su ri queza de la manufactura. La nueva burguesía no necO!sitó co ntrolar directamente a los Estados; su poder social se convirtió en la pre- misa de la política del Es tado. 20 La declinación de ese orden hegemónico también puede ser explicada por el desarrollo de las fuerzas sociales. El capitalismo movilizó fuerza de trabajo industrial en la mayoría de los países avanzados, y desde el último cuarto del siglo XIX los trabajadores industriales tuvi eron un impacto e n la estructura del Estado en esos países . La incorporac ión de los traba- jadores industriales, la nueva fuerza socia l impelida por el cap italismo manufacturero en la nación , SUpu, so una extensión en la ¡-ama de la acci ón del Estado bajo la forma de intervención económica y política social. Es ta, a su vez, introdujo el fa ctor de l bienes- pan rere rirse a 101 cambios ulati"o5 y permanent .... de largo pino. como opunto a "coyuntural "_ 20. E .J . Hobsbawm (1917, p. 16 ) ucribe; "los homb res que oficial· mente condujeron lo. uuntos del orden burguél victorioso en I U momento de triunro fueron nobles ~"mp .... inol prorunda· mente reacdona riOl de Pru sia. un emperador de imitación en Francia y una se rie de propie tarios ar i~ l ocr6ticOl en Gran Bretal'la." 157 tar doméstico (po r ejemplo, el mínimo social requeri- do para mantener la lealtad de los t r abajadores) en- tre los objetivos de la política interna. Los reclamos de bienestar compitieron con las exige ncias del inter- nacionalismo liberal dentro de la admi n istración de los Estados; como el primero ganó terreno , e l protec- cionismo, el nuevo imperialismo y e l fin del patró n oro señala ron la larga declinación del internaciona- lismo liberal. 21 La forma liberal de Estado fue lenta- mente reemplazada por la forma de Estado nacio- nalista de bienestar. La difusión de la industrialización y la moviliza- ción de las clases soc iales que ella supuso, no sola- mente cambió la naturaleza de los Estados sino que alteró la configuración internacional del poder del Estado, a medida que nuevos ri vales amenazaron la conducción de Gran Bretaña. El proteccionismo, como medio de construcció n de un poder económico comparable al británico, era para esos nuevos países industria les más convince nte que la teoría liberal de la ventaja compa r ativa. Los nuevos imperialismos de " los mayores pode res industriales fueron una proyec- ción hacia afue ra del co nsenso nacionalista de bie- nestar entr e fuerzas sociales planteado o logrado al inter ior de las naciones . Dado que tanto el predomi- ni o material de la economía británica y e l llamado a la hegemonía ideológica se debilitaron, e l orden mun- dial hegemónico de mediados del s igl o XIX dio lugar a una configuración no hegemónica de bloques de poder rivales. . El imperialismo es un concepto demasiado amplio que, en la p rá ctica, debe se r nuevamente definido con referencia a cada periodo histórico. No es demasiado 21. EDite 105 analistu que coinc:idierón en ell o le cuentan Karl Pollnyi 11957b); Cunnl r Myrdal (960). y Ceorrrey Barra_ c10ugh (968). 158 conveniente buscar alguna "esencia" del imperialis . mo más a ll á de las formas de dominación y subordi - nación asumidas en diferentes est ructuras mundia - les sucesivas. La actual forma. ya sea activada por Estados. po r fuerzas sociales (por ejemplo . la admi · nistra ción de co rpora ciones multinacionales ) o algu. na combi nación de ambas. ya sea la dominaci ón pr imariamente política o económica, debe ser deter- minada por análisis histórico y no por raz onamiento deductivo. El capitalismo expansivo de mediados del siglo XIX llevó a la mayoría del mundo a participar en las relaciones de inte rcambio de una economía interna - cional centrada en Londres. El imperialismo liberal de esa fase fue muy in.diferente al hecho de que los países periféricos fueran o no formalm ente inde- pendientes o estuvieran bajo el control político adm i- nistrativo de un poder colonial . con ta l de que fueran observadas las norm as de la economía internacio- nal. 22 Canadá y Argentina, por ejemplo. t en ían posi - ciones simila res en términos reale s , si bi en uno tenía es tatus colonial y el otro era un país independ ient e. En el per íodo del imperialismo libera l , la s aut or ida- de s locales, que a menudo era n precapita li s tas en su s relaciones con el proceso de producción (por ej empl o, la s basadas en si s temas agrario s tr adicio nale s), mantuvieron a sus países en el s istema co merci a l. Durante el segundo período, el del as í llamado nu evo imperialismo que siguió a 1870. el control esta ta l directo comenzó a suplanta r los moldes menos forma- les del período comercial. Las relac io nes capi talis tas de producción bajo ese ej e polít ico penetraron la pe- riferia con mayor fuerza , espec ialme nte e n la extra c- 2 2. G\'oTge Li~hth \' im ( 197 1) hll propueito una periodinc ión de IOi imperilllismos. y yo he t omado de ~l e l t ~Tmino "impe r ia lismo libenl - . 159 ción' de materiales pesados y en la construcción de infraestruct.ura (caminos, ferrocarriles, puertos y ad- ministr aciones comer ciales y guber namentales), r e- queridos para vincula r a las colonias más íntima- mente con la metrópoli. Las relaciones capitalistas de producción genera- ron nuevas fuerzas sociales en la pe r ife r ia. Los ex- tranjeros debían .desempeña r impo rtantes roles en la sociedad local, algunos como agentes de la adminis· tración colonial y de l gran capita l en la metrópoli, otros en negocios meno res, lle na
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