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Reporte
Robo de arte y repatriación
En la antigua Roma, la concepción del arte pasó de ser algo esencialmente público o religioso a un objeto de coleccionistas y expertos. A finales del siglo II y principios del siglo I a.C., Italia estaba en un momento particularmente delicado en esa transición, puesto que los romanos cada vez estaban más en contacto con las tradiciones artísticas del mundo griego, y las obras de arte fluían a Roma del oriente del Mediterráneo como premios de la conquista. 
El papel del arte griego dentro de las tradiciones "nativas" de la cultura romana fue objeto de arduos debates, igual que la legitimidad de la propiedad privada de las artes lujosas y hasta qué punto era apropiado que una élite romana se aficionara a ser una "amante del arte". 
En este contexto, el arte se convirtió en un símbolo de estatus y poder, y los romanos ricos comenzaron a coleccionar obras de arte como una forma de demostrar su riqueza y sofisticación. Sin embargo, también había una tensión entre la adquisición de obras de arte y la responsabilidad social de los ricos romanos. Algunos argumentaban que era inapropiado gastar grandes sumas de dinero en objetos de arte mientras había tanta pobreza y necesidad en la ciudad de Roma.
El saqueo de obras de arte en la antigua Roma fue una práctica común durante las conquistas militares. Los romanos consideraban que las obras de arte eran un botín legítimo de guerra y las llevaban como trofeo.El saqueo de obras de arte en la antigua Roma tuvo consecuencias a largo plazo, muchas fueron destruidas o perdidas en el transcurso de las guerras y las conquistas, y otras fueron llevadas a Roma y se convirtieron en parte del patrimonio cultural de la ciudad. 
La cuestión de la propiedad de estas obras de arte sigue siendo objeto de debate en la actualidad, especialmente en lo que respecta a la repatriación de obras de arte saqueadas durante la época colonial o durante la Segunda Guerra Mundial.
El límite entre el patrón cultivado y el coleccionista obsesivo y codicioso era un tema recurrente tanto en la antigua Roma como en la Roma del siglo XVIII. En la antigua Roma, algunos patrones de las artes eran considerados mecenas cultos y generosos, mientras que otros eran vistos como coleccionistas obsesivos y codiciosos dispuestos a cualquier cosa para conseguir las obras de arte que deseaban.
 En la Roma del siglo XVIII, la colección de arte se había convertido en una actividad popular entre la élite, y muchos coleccionistas se esforzaban por demostrar su sofisticación y buen gusto. Sin embargo, también había una preocupación por la línea que separaba al patrón cultivado del coleccionista obsesivo y codicioso. 
Algunos coleccionistas eran criticados por su falta de criterio y su obsesión por acumular obras de arte sin tener en cuenta su calidad o su valor cultural. En ambos casos, el límite entre el patrón cultivado y el coleccionista obsesivo y codicioso era un tema de debate constante. 
Los patrones cultivados eran admirados por su generosidad y su apoyo a las artes, mientras que los coleccionistas obsesivos y codiciosos eran vistos con desconfianza y desprecio. Sin embargo, la línea que separaba a uno del otro era a menudo difusa y subjetiva, y dependía en gran medida de la opinión de la sociedad en un momento dado.
La repatriación de obras saqueadas ha sido un tema de debate constante en la historia del arte, sin embargo, la repatriación nunca restaura el statu quo anterior, sino que siempre es otro estadio en la historia del objeto de arte transportado. Por ejemplo, aunque los mármoles de Elgin fueron devueltos, no regresaron al lugar de los que se los habían llevado, sino al muy diferente contexto de un nuevo museo.
Ese regreso puede tener consecuencias radicales en la historia del objeto de arte transportado: en el caso de la repatriación del botín de Napoleón, muchas de las obras volvieron a su país de origen, pero no siempre acabaron en sus hogares originales. 
Entre quienes perdieron en el proceso no solo se incluía la familia Borghese, sino también las pequeñas iglesias de Italia, que de hecho no recuperaron sus amados altares, puesto que normalmente se «devolvían» a las cada vez más importantes colecciones de los museos italianos, como la Academia de Venecia o la del Vaticano de Roma. Este acto de repatriación fue, en otras palabras, un paso crucial por el que pasaron de ser objetos sagrados a ser objetos de museo.
Referencias· Beard, M. (2018). Ladrones de arte romano. España. Crítica, pp. 85-101.

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