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BOURDIEU, PIERRE

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PIERRE BOURDIEU 
(FRANCIA, 1930-2002) 
 
 
ANTECEDENTES BIBLIOGRÁFICOS 
 
 
Pierre Bourdieu fue un sociólogo francés contemporáneo, el más grande de su 
tiempo. Nació en los Pirineos franceses en una ciudad denominada Denguin en 
1930. Fue hijo de un humilde empleado de correos. Desde joven se destacó 
como gran alumno, lo que le permitió ingresar a la más importante institución 
educativa francesa en el campo de la filosofía: la Escuela Normal de París. 
Diplomado en 1958, vivió hasta 1960 en Argelia, donde el contacto con la 
cultura argelina le despertó interés por la etnografía y, finalmente, por la 
sociología. En 1964 se convirtió en director de la Escuela de Altos Estudios en 
Ciencias Sociales. En 1981 fue nombrado profesor del Collège de France. 
Finalmente, falleció en enero de 2002. Entre sus obras más destacadas se 
encuentran La Reproducción (1970), la Distinción (1979), Cuestiones de 
Sociología (1980), el Sentido Práctico (1980), Homo academicus (1984), entre 
otras. 
 
SUBJETIVISMO VS. OBJETIVISMO 
 
Bourdieu busca realizar una síntesis entre las dos grandes corrientes de 
pensamiento de las ciencias sociales: el subjetivismo y el objetivismo. 
Las primeras, desarrolladas ampliamente en Francia por el existencialismo 
humanista de Sartre que imperó durante las décadas del ’50 y ’60, considera 
que lo social es un resultado de lo que hacen los individuos; el colectivo es una 
construcción hecha por los sujetos. Y a pesar de que existen 
condicionamientos externos al sujeto humano, este siempre conserva su 
libertad de acción, su voluntad capaz de dirigir su conducta. El subjetivismo, 
pues, deshecha todo posible determinismo (sea éste económico, político, 
cultural o de otra índole), y radica la razón última de los fenómenos sociales en 
el actuar de los sujetos. 
En sociología, el mayor exponente de esta corriente es Max Weber. Éste –a 
diferencia de Durkheim- ubica como objeto de la sociología la acción social 
dotada de sentido. Para el maestro alemán, pues, la sociología no estudia una 
“cosa social en sí”, sino que estudia la conducta del hombre, significada 
subjetivamente y dirigida hacia otro, así como la reacción de este otro. En 
suma, podemos decir que, a grandes rasgos, para Weber la sociedad es una 
red de interacciones entre sujetos, teniendo una importancia mayúscula lo que 
esos sujetos piensan acerca de dichas interacciones. 
Por otro lado, Bourdieu se encuentra con el legado “objetivista”, que, a la 
inversa, sitúa como objeto de estudio para las ciencias sociales una cierta 
objetividad social. Alineado en esta tradición de pensamiento se encuentran 
teóricos de la talla de Karl Marx y Émile Durheim. 
Recordemos que Marx directamente habla de relaciones sociales objetivas, 
totalmente independientes de la voluntad de los individuos, y que se le imponen 
con el vigor de leyes, tan potentes como las leyes naturales. La estructura 
económico-social tiene leyes y dinámica propias, y su funcionamiento es 
independiente de lo que los sujetos piensen de ella. Es más: para Marx el 
pensamiento (ideología) es un reflejo mecánico de estas estructuras objetivas. 
Por su parte, Durkheim establece como objeto de estudio de la sociología el 
hecho social, consistente en formas de pensar, sentir y actuar exteriores al 
individuo. Y por si quedan dudas acerca del carácter externo del hecho social, 
Durkheim dice que es impositivo, que se nos impone a los miembros de la 
sociedad por la fuerza. 
 
Para la década del ’70 se produce una importante ruptura en el pensamiento 
social francés, iniciada por el antropólogo Lèvi-Strauss siguiendo al lingüista 
Ferdinand de Saussure, y desarrollada, luego, por filósofos como Altusser y 
Foucault y psicoanalistas como Lacan. Nos referimos al surgimiento del 
estructuralismo. 
El estructuralismo es, fundamentalmente, una reacción contra el humanismo 
existencialista de Jean Paul Sartre. Mientras éste ponía el acento en el sujeto y 
su libertad, en tanto que productor o creador de la historia, el estructuralismo 
observa que el mundo social está compuesto por estructuras objetivas, 
inmutables, de las que el individuo es un mero “títere” incapaz de modificarlas. 
Así, por ejemplo, el antropólogo Lèvi-Strauss analiza los mitos de las diversas 
culturas, y ve que, a pesar de sus variados contenidos, existen en los mismos 
ciertas formas universales, cierta estructura, que se repite de manera 
constante. En esta perspectiva, pues, la cultura no es creada libremente por el 
ser humano, sino que el sujeto es un producto de ciertas estructuras 
(económicas, sociales, de parentesco, lingüísticas, psíquicas, religiosas, etc.) 
que inexorablemente se le terminan imponiendo. 
 
 
Bourdieu, para salir de esta contradicción dentro de las ciencias sociales, 
acuña una teoría que llama “estructuralismo genético o constructivista”. Con 
esta denominación, quiere mostrar que el mundo social, si bien está constituido 
por estructuras objetivas, éstas a su vez han sido creadas por los agentes 
sociales, quienes actúan dentro de cierto espacio social y luchan por mantener 
o modificar dichas estructuras. 
Gracias a esta unión del estructuralismo con el subjetivismo, Bourdieu logra 
explicar el papel protagónico de los individuos y grupos de individuos (a los que 
denomina ‘agentes’) dentro del espacio social, y explica, a su vez, el cambio 
social, que para el estructuralismo no tenía agente motor. 
 
EL ESPACIO SOCIAL 
 
El espacio social se encuentra, a juicio de Bourdieu, dividido en campos 
específicos. Los campos no significan delimitaciones geográficas o físicas, sino 
límites de espacios virtuales donde los agentes actúan bajo ciertas reglas, y los 
define como redes de relaciones estructuradas. Cada campo social tiene: 
1) Reglas específicas. 
2) Un capital específico en juego. 
3) Un sistema de posiciones. 
 
Bourdieu toma del marxismo la teoría del conflicto. Así, para el mismo dentro 
de cada campo se produce una lucha por la apropiación del capital en juego, 
bajo las reglas propias del campo, y de semejante lucha resultan posiciones, de 
acuerdo a la mayor o menor cantidad de capital que se posea. 
El concepto de capital no está reducido a lo económico. Así, distingue cuatro 
campos: el campo económico, el cultural, el social y el simbólico. 
 
Campo económico: 
 
En el campo económico el capital está dado por la riqueza material (dinero, 
medios de producción, rentas, etc.) y las reglas son las del mercado. Dentro de 
este campo habrá quienes posean mayor cantidad de riquezas y que, en 
consecuencia, se encuentren mejor posicionados. 
 
Campo cultural: 
 
En el campo cultural nos encontramos con que se lucha por la apropiación del 
capital cultural. Pero, ¿qué es el capital cultural? 
Bourdieu distingue tres clases de capital cultural: a) el capital incorporado: es 
aquél que los sujetos llevan a cuestas como parte de sus capacidades: 
conocimientos, experiencias, habilidades y competencias técnicas, etc. b) 
capital objetivado: es aquél que se encuentra materializado en objetos, por 
ejemplo, libros, bases de datos, obras de arte, obras musicales, etc. c) capital 
institucionalizado: con este concepto, Bourdieu se refiere a las capacidades, 
conocimientos y aptitudes acreditadas por algún título expedido por las 
autoridades. (De este capital hablamos cuando en nuestro currículum ponemos 
los títulos, cursos, premios, etc., que tenemos en nuestro haber). 
 
Campo social: 
 
El campo social se caracteriza por la existencia de un particular capital que es 
el capital social, claramente distinguible de los demás. ¿A qué llama Bourdieu 
capital social? A la capacidad de un individuo de movilizar recursos merced a 
sus relaciones y vínculos con los demás. De este capital hablamos cuando nos 
referimos a que “Fulanito tiene muchos contactos” o que “Mengano consiguió 
trabajo porque tiene conocidosen X empresa”. El capital social explica, por 
ejemplo, por qué una persona que quizá no tiene gran cantidad de bienes 
materiales, sin embargo pertenezca a una posición social elevada. 
 
El campo simbólico: 
 
El campo simbólico es el que unifica a los demás. En el campo simbólico se 
disputa el reconocimiento de los otros. Este peculiar capital –el reconocimiento 
social- se traduce en esas cosas que frecuentemente ambicionamos (en 
muchos casos, más aún que la riqueza) y que son la fama, el honor, el 
prestigio, etc. 
¿Por qué el campo simbólico unifica y da coherencia a todos los demás? 
Porque es el que les aporta la significación. Ser rico es un hecho objetivo; pero 
de nada sirve si esa riqueza no es socialmente reconocida, si no produce una 
cierta admiración o reconocimiento por parte del colectivo social. 
 
¿Cómo se determina la posición de una persona dentro del espacio social, 
entendido este como la totalidad de los campos? 
Por el volumen de los capitales que posee, y por la composición de los 
mismos. Para saber con exactitud qué posición ocupa alguien dentro de ese 
universo que es el espacio social, es preciso observar cuánto tiene de cada 
capital, y compararlo con los demás. 
Si bien los campos se encuentran relativamente separados, y en cada uno de 
ellos las reglas de juego que rigen a los agentes sociales son distintas -así 
como el sistema de posiciones- no son compartimentos estancos. Al respecto, 
Bourdieu habla de la posibilidad de reconversión de los capitales: así como se 
puede cambiar una moneda por otra, así también un determinado capital puede 
servir para “comprar” o adquirir el capital específico de otro campo. (Por 
ejemplo: una persona que goza de mucha fama -capital simbólico- puede 
utilizar esa fama para ganar dinero yendo a programas de TV, y convertir así 
ese capital simbólico en capital económico.) 
 
HABITUS 
 
El concepto central en la obra de Bourdieu es el de “habitus”. Con este 
concepto logra, definitivamente, superar la dualidad estructura-sujeto. Lo define 
como esquemas de percepción, apreciación y acción. 
Estos esquemas, internalizados por el sujeto, reflejan la estructura social en su 
interior, pero a su vez son necesarios para que la estructura objetiva exista y se 
reproduzca. Borudieu encuentra que estos esquemas subjetivos -que definen a 
un sujeto, por ejemplo, a preferir determinados consumos (escuchar cierta 
música, comer ciertos alimentos, ir a determinados espectáculos y no a otros)- 
se corresponden con el lugar ocupado por el individuo dentro de la estructura. 
Pero la estructura se reproduce gracias a estos esquemas. 
Veamos: en las clases medias de nuestro país hay una cierta estructura 
familiar (familia nuclear, pocos hijos, los padres trabajan, los hijos menores van 
a la escuela); estructura que se reproduce porque los propios integrantes de 
esta clase tienen comportamientos ajustados a determinados esquemas 
subjetivos –hábitus- que inconcientemente tienden a reproducir esta estructura. 
Los estudios de campo mostraron a Bourdieu que dentro de una misma clase 
social los habitus son similares, por ello consideró que el habitus siempre es de 
clase. 
 
VIOLENCIA SIMBÓLICA 
 
Otro concepto medular en el pensamiento de Bourdieu es el de violencia 
simbólica y dominación simbólica. 
A diferencia de Marx, Borudieu considera que la dominación social no es 
meramente económica o política, sino esencialmente simbólica. La clase 
dominante logra dominar gracias a que impone su perspectiva del mundo, sus 
ideas, a la clase dominada. Y esta dominación la va construyendo por medio de 
la violencia simbólica, tanto o más eficaz que la violencia física. Desde 
pequeños en la escuela nos enseñan a hablar, escribir y actuar de una manera 
que jerarquiza los habitus de las clases elevadas y descalifica los habitus de 
las clases sometidas. Se nos enseña que “cultura” es la cultura de las élites, y 
que –por ejemplo- la música popular es inculta. La violencia simbólica, pues, 
consiste en imponer como natural algo que es arbitrario. Otro ejemplo 
importante lo encontramos en las relaciones de género: a la mujer se le 
imponen como naturales ciertos roles, cuando en verdad dichos roles le han 
sido asignados de manera arbitraria por la cultura. 
 
EL CAMPO JURÍDICO 
 
El campo jurídico, si bien no se encuentra dentro de los cuatro campos 
específicos que refiere Bourdieu, posee ciertas reglas particulares: 
1) Sólo pueden intervenir en este campo agentes cualificados (con título de 
abogado). 
2) Se acepta como premisa que uno de los contendientes ganará y el otro 
perderá. 
3) El resultado del litigio debe resolverse de acuerdo a precedentes 
heredados del pasado. Sin embargo, se admite que periódicamente 
sean modificados (Ej: rupturas en la jurisprudencia). 
 
Podemos discutir si existe un capital específicamente jurídico. Si respondemos 
afirmativamente nos encontramos con que éste estaría dado por la capacidad 
de un agente de movilizar recursos jurídicos, acceder a espacios 
jurisdiccionales y administrativos, hacer valer derechos, conocimientos de 
procesos y trámites. De este modo, una gran empresa que cuenta con un 
amplio plantel de abogados internos y que es asesorada, a su vez, por un 
bufette externo compuesto por abogados especialistas en diversas ramas 
jurídicas, tendrá sin dudas un mayor capital jurídico que un hombre común que 
ocasionalmente recurre a un abogado cuando tiene un problema jurídico que 
resolver. 
Dentro del campo jurídico se disputan, asimismo, otros capitales: siempre se 
entabla una lucha por la apropiación del capital económico, cultural, social o 
simbólico dentro del campo del derecho.

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