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Texto 17 - Ducrot y Todorov - Vigorito Ileana Cynthia

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Texto
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EL TEXTO COMO PRODUCTIVIDAD
Hemos dicho más arriba: el texto --entendido como cierto modo
de funcionamiento del lenguaje- ha sido objeto de una elabora-
ción conceptual en Francia, en el curso de los últimos años, en torno
a la revista TeZ QueZ (R. Barthes, J. Derrida, Ph. Sollers y sobre
todo J. Kristeva). Por oposición a todo uso comunicativo y repre-
sentativo -es decir, re-productivo- del lenguaje, el texto es defi-
nido esencialmente como productividad.
Esto significa -para acercarnos poco a poco a esa definición,
como desde el exterior, a través de lo que ella implica de norma·
tivo- que, en la práctica, una escritura textual supone que se haya
desechado tácitamente el vector descriptivo del lenguaje para iniciar
un procedimiento quc, al contrario, active al máximo su poder gene-
rador. Tal procedimiento será, por ejemplo, en el plano del signifi-
cante, el empleo generalizado de análisis y combinaciones de tipo
anagramático. En el plano semántico, el empleo de la polisemia
(hasta el punto en que, como en el dialogismo de Bakhtin [317].
una misma "palabra" se revela conducida por varias "voces" hacia
el cruce de varias culturas); pero también será una escritura "en
blanco", que se despoja de todos los "espesores" de mundos, dese-
chando sistemáticamente las connotaciones y restituyendo el aparato
del fraccionamiento sémico a su arbitrariedad. En el plano ~rama­
tical1 será el llamado a un cedazo ["grille"] o matriz que prescriba
las variaciones de la persona o del tiempo no ya según las estruc-
turas canónicas portadoras de verosimilitud [302 y s.], sino mediante
un agotamiento organizado de las posibilidades de permutación.
Será también, y esto un poco en todos los niveles que acabamos de
nombrar, la puesta en marcha hasta en la escritura de la relación
emisor-destinatario, escritura lectura, concebida como la relación
de dos productividades que coinciden y al coincidir crean espacio.
y sobre todo es decir -pasando ahora, y simétricamente, a las
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APÉNDICE
implicaciones teóricas y últimas de esta misma (Iefinición- que
el texto siempre ha funcionado como un campo transKresivo con
respecto al sistema según e! cual se ha organizado nuestra percep-
ción, nuestra gramática, nuestra metafísica y hasta nuestra ciencia:
sistema según e! cual un sujeto, situado en el centro de un mundo
que le suminist,ra como un horizonte, ,aprende a descifrar un sen-
tido previo de ese mundo, es (Iecir, originario con respecto a la expe-
riencia que se forma de él. Sistema que sería, inseparablemente, el
(Iel signo [121].
Al idealismo de un sentido anterior a lo que "expresa", el texto
opondría así el materialismo (le un juego del significante que pro·
(luce los efectos de sentido. Al estatismo de un discurso limitado
por lo que se ha propuesto copiar, el texto opondría un juego infi.
nito ("pre.sentido"), fragmentado en lecturas (o "lexías") se~ún los
caminos sin término último en que se combina y recorta el si/!nifi.
cante. A la unidad de una subjetividad sustancial, cuva supuesta
misión consistiría en sostener el discurso en su totalidad, eL texto
opondría la movilidad de una enunriacián vacía, variable según el
grado de las reor'l;anizaciones (percibidas o no percihidas) del enun·
ciado. Al modelo íntimo de la voz. próximo a la vez al alma y al
sentido (al "fono-lo!!ocentrismo") [389], el texto --con su juego de
signíficantes sin punto de partida ni término ni interioridad - opon-
dría necesariamente una reflexión sobre la escritura o "~ramatolo.
:ría" r3911. A la ideologia estctiz<Jnte del obieto (le nrte romo nhra
depositada en la historia, o de la literatura como objeto de una his-
toria de las artes decorativas, el texto opondría la reinserción de su
práctica significante -<;oncehida como práctica específica- en
e! todo articulado del proceso social (de las prácticas transformati-
vas) del que participa [406]. Se ve así que, no bien construido, este
concepto de! texto se revela con valor operativo, y no sólo en el plano
de la práctica literaria, sino también en el plano de una ruptura de
la tradición filosófica y en el de una teoría oe la revolución.
Pero sólo percibiremos claramente todo lo que contiene esta defini·
ción del texto si retornamos, con J. Kristeva, al término crucial de
productividad: por e! cual es preciso entender que el texto "hace
de la lengua un trabajo" remontándose a 1.0 que la precede; o más
bien, que el texto abre una distancia entre la lengua de uso, "natu·
ral", destinada a la representación y a la comprensión, superficie
estructurada de la cual esperamos que refleje las estructuras de un
exterior y exprese una subjetividad individual o colectiva, y el volu·
men subyacente de [{lS prácticas significantes "donde apuntan el sen·
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TEXTO
tido y su sujeto" en cada momento, donde las significaciones ger.
minan "desde el interior de la lengua v en su materialidad mismll".
según modelos y en un juego de combinaciones (los de una práctica
en el significante) radicalmente "extraños" a la lengua de la comu·
nicación. "Trabajar la len~ua" es, pues, explorar cómo trabaja la
len~ua: pero a condición de precisar que los modelos no son los
mismos entre lo que, en la superficie, habla el sentido y lo que, en
el espesor. lo opera. "Desill'naremos con el nombre de sif!llifican-
eia f"si¡rnifiance"l ese trahajo de diferenciación, estratificación v
I~onfrontación /lue se practica en la lengua y deposita sobre la línea
del suieto hablante una cadena significante comunicativa y gramati.
calmente estructurada."
"No sometido al centro regulador de un sentido", el proceso de
generación del sistema significante no pue(lfl ser único: ps plural e
infinitamente diferenciado, es trabajo móvil. concentración de gér.
menes en un espacio no cerrado de producción v de autodestrucción.
Es -o el plano de lo que !!erá tanto el "si!rnificantp" como el "si".
nHicado". tanto pI material de la lem"Ua como sus formas /!ramati·
rales. tanto la frase romo la or/!anización del discurso '(con su
install1rión de un s"jeto)- el juego sin límites ni centro de las
posibilidades de artirlllaciones rreneradoTIl!! de sentido. Natla esue·
eifir" mejor In sil!'J\if;~ancia flue esta "infinitw1 diferenciada. cuya
combinatoria ilil'1"li t 'lda no admite mlÍr<Tenes". La si'mifirancia. pn
suma., es el sinfín (le operaciones posibles en un campo dado de la
leJlgua. Y no es más una de las combinaciones que pueden formar
un discurso dado /lue cualquiera de las demás.
Esa infinitud rlinámi.ca es la que, en todos los niveles, da cuenta
de las propiedad"" "rndas a las cuales el texto -ya redefinido
como escritura en la cual se deposita la significan~ia- se dife·
rencia de la frase común y la "duplica" con un funcionamipnto dife·
rente, a tal punto que deberá JJamárselo translingüístico. Es 10 que
ocurre con las caterrorÍas de la lengua. que el texto redistribuye en
el rigor de su práctica: reemplazando la unidad signo por un con·
junto signilicante mínimo "que, para constituirse, puede dislocar la
palabra o bien no respetar sus confines, ya sea englobando dos lexe·
mas. va sea rompiendo otro en fonemas". El punto importante
consiste en que, por haber destruido el si/!no, este conjunto va no
marca sino una repartición'contingente de la signifi~ancia infinita,
destinada a deshacerse y a deslizarse: en este sentido, la unidad tex·
tual podría designarse con más exactítud como "diferencial signi.
ficante, o bien. reemplazando las unidades frases por complejos sil{'
nificantes que, lejos de encadenarse linealmente, se aplicarán (en el
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APÉNDICE
sentido lógico del término) unos a otros, pluralmente, para formar
un texto, y que, sobre todo, lejos "de enunciar algo sobre un objeto"
(proposición predicativa) se construyen sobre una matriz de modio
ficación nominal (mucho más que verbal) donde nada se actualiza
sobre nada, donde la significancia, "en la germinación siempre reac·
tivada de sus diferencias", produciendo "un ámbito inagotable y
estratificado de desprendimientos y de combinaciones que se ago·
tan enla infinitud y el rigor de su marcación", sólo permite ver la
génesis sin límites de la significación misma: "escena de la signi-
ficación donde lo que se cumple todavía no existe porque siempre
está en proceso de existir". Es lo que ocurre con las leyes de la gra-
mática, corno también de la sintaxis y la semántica, que el texto no
se limita a reelaborar: más bien reemplaza la idea misma de leye~
predeterminantes de la lengua por la de un orden cuyas partes inter·
dependientes "se imponen sucesivamente en diferentes condiciones
de empleo", en una red de conexiones múltiples y jerarquía variable.
Así ocurre con el discurso mismo, que lej os de ser una unidad ce·
rrada, siquiera sea sobre su propio trabajo, es trabajado por otros
textos -"todo texto es absorción y transformación de una multi·
plicidad de otros textos"-, atravesado por el suplemento sin reserva
y la oposición superada de la intertextualidad.
En todos estos niveles, lo que se encuentra (y lo que hace posihle
la lectura) es la "expansión en el texto de una función que lo orga·
niza", de allí la generalización propuesta del modelo del anagrama
saussuriano [224] corno paragrama. "Llamarnos red paragramá·
tica el modelo tabular (no lineal) de la elaboración" del lenguaje
textual. "El término red reemplaza la univocidad (la linealidad)
englobándola y sugiere que cada conjunto (secuencia) es finaliza-
ción y principio de una relación plurivalente." El término paragrama
indica que cada elemento funciona "corno marca dinámica, como
'grama' móvil que, más que expresar un sentido, lo hace".
Por fin, es preciso que exista, englobando la lógica del signo
(que es la misma de Aristóteles), una lógica textual, si el texto fun-
ciona como "un código infinito ordenado" con respecto al cual
todos los códigos (yen especial el de la lógica lineal) no son más
que subconjuntos; una lógica con dos rasgos principales: 1) sola-
mente la teoría de los conjuntos puede permitir la formalización
de un funcionamiento en expansión como es el de los paragramas;
2) al transgredir las interdicciones clásicas sin suprimirlas, la lógica
del texto las desborda en una reunión sin síntesis, a través de una
negación sin disyunción: "coexistencia del discurso monológico (sin-
tético, histórico, descriptivo) y de un discurso que destruye ese
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TEXTO
~onologismo": dialogismo, en el sentido último de este término
hakhtiniano.
Esta serie de desvíos hace que la OpOSIClOn primera entre lengua
de la comunicación y significancia se desplace hacia una segunda
oposición, en el texto mismo, en la medida en que éste es una escri-
tura "de doble fondo" que abre el "interior" ele! signo al "exterior"
de la significancia: oposición entre el feno-texto (donde, en un
sentido, el trabaj o de la significación aparece "fenomenalizado",
desplegado en una significación estructurada que funciona como
pantalla de ocultamiento, pero donde, en otro sentido, la lengua
comunicativa marca y manifiesta la productividad significante me-
diante el juego de su transgresión: y hasta en la posíción de la estruc-
tura aparece entonces inscrito, "expuesto" o "depuesto", el espesor
de trabajo de su "engendramiento") y el geno-texto que es este
engendramiento y, por consiguiente, la significancia misma, como
"operación de generación del feno-texto" en el tejido y las categorías
de la lengua y hasta en la instalación ~por e! "extra-sujeto" ["le
lWTs-suject"] de la lengua) de un sujeto para el discurso. "La espe-
cificidad textual reside en el hecho de que es una traducción del ge-
no-texto en el feno-texto, discernible durante la lectura mediante la
apertura del feno-texto al geno-texto."
Ha de advertirse que si los dos términos no pueden definirse el
uno independientemente del otro, sus relaciones no son las que unen
la estructura profunda y la estructura superficial [274] en Chomky,
ya que sería inútil buscar en el geno-texto una estructura que fuese
el reflejo, bajo una forma arquetípica, de las estructuras de la frase
comunicativa ~S-P): el geno-texto consiste en los significantes en
su infinta diferenciación, de la cual "el significante de la fór-
mula-presente-del-sujeto-dicho no es más que un hito". El feno-
texto está situado en el geno-texto que lo excede por todas partes
y para el cual no es un fin, sino un corte o un límite, trazado en el
interior del dispositivo posible en el lenguaje en un momento dado:
proceso generador con respecto al cual podrá decirse también, aun-
que quizá más metafóricamente, que el feno-texto es "un resto"_
Quizá no sea inútil referirse, por fin, a una divergencia metodo-
lógica radical entre el trabajo del significante tal como 'aparece
implícito en esta definición del texto y la cadena significante en la
redefinición dada por J. Lacan [393]. Porque podría sur~ir una
confusión del hecho de que uno y otra desbordan la lingüística del
signo y la comunicación mediante un llamado a aquello que, en el
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APÉNDICE
significante, se desprende de ellos. La propuesta de J. Lacan consiste
en rearticular, a partir de una sustitución de discurso, el sujeto y el
objeto (1os de la enunciación) como ausencia en el interior de la
gran unidad de la cadena significante. La propuesta de J. Kristeva
consiste en "pulverizar" el sujeto, sin que se enfoque para nada el
objeto: pues la dimensión pertinente para el estudio del si~ificante
ya no se encuentra ahora en una unidad de significación. sino l'n .
una dinámica donde las unidades generadoras de sentido se hacen.
81" envuelven y se deshacen continuamente. Aquí el trabajo se efectúa
sin articulación fija, desde el término desvaneciente de la diferencial
significante hasta la infinitud de combinaciones a las que, más ará
de toda ley categorial y después durante el desarrollo de aquéllas. se
presta el significante al hacerse. Diferencia de propuestas que, por
lo demás, está bien marcada en las dos figuras cruciales de una
estructura del sujeto y de una germinación del texto.
~ J. Krieteva, Semeiotike, Paris, 1969. Cf. igualmente R. Barthes, Critica
y ,'erdad, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973; ídem, S/Z, París, 1970. y Ph. <;oller~,
Logiques, Parle, 1968.
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