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Texto [337) EL TEXTO COMO PRODUCTIVIDAD Hemos dicho más arriba: el texto --entendido como cierto modo de funcionamiento del lenguaje- ha sido objeto de una elabora- ción conceptual en Francia, en el curso de los últimos años, en torno a la revista TeZ QueZ (R. Barthes, J. Derrida, Ph. Sollers y sobre todo J. Kristeva). Por oposición a todo uso comunicativo y repre- sentativo -es decir, re-productivo- del lenguaje, el texto es defi- nido esencialmente como productividad. Esto significa -para acercarnos poco a poco a esa definición, como desde el exterior, a través de lo que ella implica de norma· tivo- que, en la práctica, una escritura textual supone que se haya desechado tácitamente el vector descriptivo del lenguaje para iniciar un procedimiento quc, al contrario, active al máximo su poder gene- rador. Tal procedimiento será, por ejemplo, en el plano del signifi- cante, el empleo generalizado de análisis y combinaciones de tipo anagramático. En el plano semántico, el empleo de la polisemia (hasta el punto en que, como en el dialogismo de Bakhtin [317]. una misma "palabra" se revela conducida por varias "voces" hacia el cruce de varias culturas); pero también será una escritura "en blanco", que se despoja de todos los "espesores" de mundos, dese- chando sistemáticamente las connotaciones y restituyendo el aparato del fraccionamiento sémico a su arbitrariedad. En el plano ~rama tical1 será el llamado a un cedazo ["grille"] o matriz que prescriba las variaciones de la persona o del tiempo no ya según las estruc- turas canónicas portadoras de verosimilitud [302 y s.], sino mediante un agotamiento organizado de las posibilidades de permutación. Será también, y esto un poco en todos los niveles que acabamos de nombrar, la puesta en marcha hasta en la escritura de la relación emisor-destinatario, escritura lectura, concebida como la relación de dos productividades que coinciden y al coincidir crean espacio. y sobre todo es decir -pasando ahora, y simétricamente, a las 397 APÉNDICE implicaciones teóricas y últimas de esta misma (Iefinición- que el texto siempre ha funcionado como un campo transKresivo con respecto al sistema según e! cual se ha organizado nuestra percep- ción, nuestra gramática, nuestra metafísica y hasta nuestra ciencia: sistema según e! cual un sujeto, situado en el centro de un mundo que le suminist,ra como un horizonte, ,aprende a descifrar un sen- tido previo de ese mundo, es (Iecir, originario con respecto a la expe- riencia que se forma de él. Sistema que sería, inseparablemente, el (Iel signo [121]. Al idealismo de un sentido anterior a lo que "expresa", el texto opondría así el materialismo (le un juego del significante que pro· (luce los efectos de sentido. Al estatismo de un discurso limitado por lo que se ha propuesto copiar, el texto opondría un juego infi. nito ("pre.sentido"), fragmentado en lecturas (o "lexías") se~ún los caminos sin término último en que se combina y recorta el si/!nifi. cante. A la unidad de una subjetividad sustancial, cuva supuesta misión consistiría en sostener el discurso en su totalidad, eL texto opondría la movilidad de una enunriacián vacía, variable según el grado de las reor'l;anizaciones (percibidas o no percihidas) del enun· ciado. Al modelo íntimo de la voz. próximo a la vez al alma y al sentido (al "fono-lo!!ocentrismo") [389], el texto --con su juego de signíficantes sin punto de partida ni término ni interioridad - opon- dría necesariamente una reflexión sobre la escritura o "~ramatolo. :ría" r3911. A la ideologia estctiz<Jnte del obieto (le nrte romo nhra depositada en la historia, o de la literatura como objeto de una his- toria de las artes decorativas, el texto opondría la reinserción de su práctica significante -<;oncehida como práctica específica- en e! todo articulado del proceso social (de las prácticas transformati- vas) del que participa [406]. Se ve así que, no bien construido, este concepto de! texto se revela con valor operativo, y no sólo en el plano de la práctica literaria, sino también en el plano de una ruptura de la tradición filosófica y en el de una teoría oe la revolución. Pero sólo percibiremos claramente todo lo que contiene esta defini· ción del texto si retornamos, con J. Kristeva, al término crucial de productividad: por e! cual es preciso entender que el texto "hace de la lengua un trabajo" remontándose a 1.0 que la precede; o más bien, que el texto abre una distancia entre la lengua de uso, "natu· ral", destinada a la representación y a la comprensión, superficie estructurada de la cual esperamos que refleje las estructuras de un exterior y exprese una subjetividad individual o colectiva, y el volu· men subyacente de [{lS prácticas significantes "donde apuntan el sen· 398 TEXTO tido y su sujeto" en cada momento, donde las significaciones ger. minan "desde el interior de la lengua v en su materialidad mismll". según modelos y en un juego de combinaciones (los de una práctica en el significante) radicalmente "extraños" a la lengua de la comu· nicación. "Trabajar la len~ua" es, pues, explorar cómo trabaja la len~ua: pero a condición de precisar que los modelos no son los mismos entre lo que, en la superficie, habla el sentido y lo que, en el espesor. lo opera. "Desill'naremos con el nombre de sif!llifican- eia f"si¡rnifiance"l ese trahajo de diferenciación, estratificación v I~onfrontación /lue se practica en la lengua y deposita sobre la línea del suieto hablante una cadena significante comunicativa y gramati. calmente estructurada." "No sometido al centro regulador de un sentido", el proceso de generación del sistema significante no pue(lfl ser único: ps plural e infinitamente diferenciado, es trabajo móvil. concentración de gér. menes en un espacio no cerrado de producción v de autodestrucción. Es -o el plano de lo que !!erá tanto el "si!rnificantp" como el "si". nHicado". tanto pI material de la lem"Ua como sus formas /!ramati· rales. tanto la frase romo la or/!anización del discurso '(con su install1rión de un s"jeto)- el juego sin límites ni centro de las posibilidades de artirlllaciones rreneradoTIl!! de sentido. Natla esue· eifir" mejor In sil!'J\if;~ancia flue esta "infinitw1 diferenciada. cuya combinatoria ilil'1"li t 'lda no admite mlÍr<Tenes". La si'mifirancia. pn suma., es el sinfín (le operaciones posibles en un campo dado de la leJlgua. Y no es más una de las combinaciones que pueden formar un discurso dado /lue cualquiera de las demás. Esa infinitud rlinámi.ca es la que, en todos los niveles, da cuenta de las propiedad"" "rndas a las cuales el texto -ya redefinido como escritura en la cual se deposita la significan~ia- se dife· rencia de la frase común y la "duplica" con un funcionamipnto dife· rente, a tal punto que deberá JJamárselo translingüístico. Es 10 que ocurre con las caterrorÍas de la lengua. que el texto redistribuye en el rigor de su práctica: reemplazando la unidad signo por un con· junto signilicante mínimo "que, para constituirse, puede dislocar la palabra o bien no respetar sus confines, ya sea englobando dos lexe· mas. va sea rompiendo otro en fonemas". El punto importante consiste en que, por haber destruido el si/!no, este conjunto va no marca sino una repartición'contingente de la signifi~ancia infinita, destinada a deshacerse y a deslizarse: en este sentido, la unidad tex· tual podría designarse con más exactítud como "diferencial signi. ficante, o bien. reemplazando las unidades frases por complejos sil{' nificantes que, lejos de encadenarse linealmente, se aplicarán (en el 399 APÉNDICE sentido lógico del término) unos a otros, pluralmente, para formar un texto, y que, sobre todo, lejos "de enunciar algo sobre un objeto" (proposición predicativa) se construyen sobre una matriz de modio ficación nominal (mucho más que verbal) donde nada se actualiza sobre nada, donde la significancia, "en la germinación siempre reac· tivada de sus diferencias", produciendo "un ámbito inagotable y estratificado de desprendimientos y de combinaciones que se ago· tan enla infinitud y el rigor de su marcación", sólo permite ver la génesis sin límites de la significación misma: "escena de la signi- ficación donde lo que se cumple todavía no existe porque siempre está en proceso de existir". Es lo que ocurre con las leyes de la gra- mática, corno también de la sintaxis y la semántica, que el texto no se limita a reelaborar: más bien reemplaza la idea misma de leye~ predeterminantes de la lengua por la de un orden cuyas partes inter· dependientes "se imponen sucesivamente en diferentes condiciones de empleo", en una red de conexiones múltiples y jerarquía variable. Así ocurre con el discurso mismo, que lej os de ser una unidad ce· rrada, siquiera sea sobre su propio trabajo, es trabajado por otros textos -"todo texto es absorción y transformación de una multi· plicidad de otros textos"-, atravesado por el suplemento sin reserva y la oposición superada de la intertextualidad. En todos estos niveles, lo que se encuentra (y lo que hace posihle la lectura) es la "expansión en el texto de una función que lo orga· niza", de allí la generalización propuesta del modelo del anagrama saussuriano [224] corno paragrama. "Llamarnos red paragramá· tica el modelo tabular (no lineal) de la elaboración" del lenguaje textual. "El término red reemplaza la univocidad (la linealidad) englobándola y sugiere que cada conjunto (secuencia) es finaliza- ción y principio de una relación plurivalente." El término paragrama indica que cada elemento funciona "corno marca dinámica, como 'grama' móvil que, más que expresar un sentido, lo hace". Por fin, es preciso que exista, englobando la lógica del signo (que es la misma de Aristóteles), una lógica textual, si el texto fun- ciona como "un código infinito ordenado" con respecto al cual todos los códigos (yen especial el de la lógica lineal) no son más que subconjuntos; una lógica con dos rasgos principales: 1) sola- mente la teoría de los conjuntos puede permitir la formalización de un funcionamiento en expansión como es el de los paragramas; 2) al transgredir las interdicciones clásicas sin suprimirlas, la lógica del texto las desborda en una reunión sin síntesis, a través de una negación sin disyunción: "coexistencia del discurso monológico (sin- tético, histórico, descriptivo) y de un discurso que destruye ese 400 TEXTO ~onologismo": dialogismo, en el sentido último de este término hakhtiniano. Esta serie de desvíos hace que la OpOSIClOn primera entre lengua de la comunicación y significancia se desplace hacia una segunda oposición, en el texto mismo, en la medida en que éste es una escri- tura "de doble fondo" que abre el "interior" ele! signo al "exterior" de la significancia: oposición entre el feno-texto (donde, en un sentido, el trabaj o de la significación aparece "fenomenalizado", desplegado en una significación estructurada que funciona como pantalla de ocultamiento, pero donde, en otro sentido, la lengua comunicativa marca y manifiesta la productividad significante me- diante el juego de su transgresión: y hasta en la posíción de la estruc- tura aparece entonces inscrito, "expuesto" o "depuesto", el espesor de trabajo de su "engendramiento") y el geno-texto que es este engendramiento y, por consiguiente, la significancia misma, como "operación de generación del feno-texto" en el tejido y las categorías de la lengua y hasta en la instalación ~por e! "extra-sujeto" ["le lWTs-suject"] de la lengua) de un sujeto para el discurso. "La espe- cificidad textual reside en el hecho de que es una traducción del ge- no-texto en el feno-texto, discernible durante la lectura mediante la apertura del feno-texto al geno-texto." Ha de advertirse que si los dos términos no pueden definirse el uno independientemente del otro, sus relaciones no son las que unen la estructura profunda y la estructura superficial [274] en Chomky, ya que sería inútil buscar en el geno-texto una estructura que fuese el reflejo, bajo una forma arquetípica, de las estructuras de la frase comunicativa ~S-P): el geno-texto consiste en los significantes en su infinta diferenciación, de la cual "el significante de la fór- mula-presente-del-sujeto-dicho no es más que un hito". El feno- texto está situado en el geno-texto que lo excede por todas partes y para el cual no es un fin, sino un corte o un límite, trazado en el interior del dispositivo posible en el lenguaje en un momento dado: proceso generador con respecto al cual podrá decirse también, aun- que quizá más metafóricamente, que el feno-texto es "un resto"_ Quizá no sea inútil referirse, por fin, a una divergencia metodo- lógica radical entre el trabajo del significante tal como 'aparece implícito en esta definición del texto y la cadena significante en la redefinición dada por J. Lacan [393]. Porque podría sur~ir una confusión del hecho de que uno y otra desbordan la lingüística del signo y la comunicación mediante un llamado a aquello que, en el 401 APÉNDICE significante, se desprende de ellos. La propuesta de J. Lacan consiste en rearticular, a partir de una sustitución de discurso, el sujeto y el objeto (1os de la enunciación) como ausencia en el interior de la gran unidad de la cadena significante. La propuesta de J. Kristeva consiste en "pulverizar" el sujeto, sin que se enfoque para nada el objeto: pues la dimensión pertinente para el estudio del si~ificante ya no se encuentra ahora en una unidad de significación. sino l'n . una dinámica donde las unidades generadoras de sentido se hacen. 81" envuelven y se deshacen continuamente. Aquí el trabajo se efectúa sin articulación fija, desde el término desvaneciente de la diferencial significante hasta la infinitud de combinaciones a las que, más ará de toda ley categorial y después durante el desarrollo de aquéllas. se presta el significante al hacerse. Diferencia de propuestas que, por lo demás, está bien marcada en las dos figuras cruciales de una estructura del sujeto y de una germinación del texto. ~ J. Krieteva, Semeiotike, Paris, 1969. Cf. igualmente R. Barthes, Critica y ,'erdad, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973; ídem, S/Z, París, 1970. y Ph. <;oller~, Logiques, Parle, 1968. 402
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