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La envoltura formal del síntoma significante y goce, en el testimonio de Bernardino Horne - Adriana Santillán

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FACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
CARRERA: Psicología Clínica
ASIGNATURA: Teoría y clínica del adolescente
TEMA DE ENSAYO:
La envoltura formal del síntoma: significante y goce, en el testimonio de Bernardino Horne
AUTOR (A):
Adriana Santillán
DOCENTE: Rodolfo Rojas
PARALELO: B
2020
Las personas utilizamos particulares maneras de hacer ante las circunstancias de la vida. Se puede dar cuenta de distintas formas de manifestación de un malestar o de una alegría, algunas de estas podrían apuntar a lo socialmente considerado sano, mientras que, otras podrían apuntar a lo socialmente considerado como tóxico o nocivo. Aunque en los sujetos, de manera general haya respuestas de comportamientos parecidos o comunes, siempre hay cierta parte de singularidad en cada acto efectuado. En el presente ensayo se va a hacer mención de este tipo de manifestaciones nombrados como síntomas, sus generalidades y formación, tomando como referencia el texto La envoltura formal del síntoma: significante y goce, en el testimonio de Bernardino Horne.
Usualmente el término síntoma se lo asocia a enfermedad. Sin embargo, no necesariamente y específicamente tiene que ser así. Es verdad que sí da cuenta o es una señal de que algo no está marchando bien y que, de ahí su formación como una manera de hacer con ello, pero no siempre es patológico o lleva a la patología y al malestar. Sino que, en muchos casos va a depender de la concordancia entre fantasma y deseo, de lo subjetivo particular del sujeto y su manera de sublimar esta falta. En ese sentido, el síntoma va a causar malestar y provocar quejas cuando haya una discordancia entre fantasma y deseo; además, en todo ese asunto va a estar envuelto la instancia psíquica yo, como defensor de la consciencia.
Cuando hay una alteración en el psiquismo, el yo del sujeto se altera y va a funcionar como defensa, expulsando esta fuerza - pulsión de la consciencia, resistiendo de alguna forma, no obstante, aunque el yo resista, el inconsciente insiste, surgiendo así el síntoma en el sujeto, como una manera de hacer para evitar que se vuelva totalmente consciente; es decir, el síntoma va a dar cuenta de la resistencia como defensa ante el inconsciente. Por ello, cuando se está en tratamiento psicoanalítico, cuando el sujeto comienza a hablar de su malestar y se interviene mediante señalamientos o buenas preguntas va a surgir la resistencia, por es un mecanismo de defensa. Como ejemplo particular en sesión, se podría comentar en casos donde sujetos hablan mucho, pero no se remarca nada; entonces, dicen mucho, para no decir nada; aquello da cuenta de la manifestación de la resistencia.
Se hace mención de la pulsión, pero ¿qué quiere decir esto?, ¿qué es la pulsión? Si tomamos como fundamento a las teorías psicoanalíticas de Freud, podemos decir en palabras simples y entendibles que, la pulsión es una fuerza, una energía que va a buscar satisfacerse, colmarse, liberarse a como dé lugar; recordemos que, en general, las pulsiones tienen como características el ser constantes y acéfalas, esto último quiere decir que no piensa, que solo quiere la satisfacción. Siguiendo con la referencia del mismo autor, existen pulsiones que dirigen a lo bueno, socialmente a lo productivo y también, en su contrario, hay pulsiones que dirigen a lo malo, socialmente a lo nocivo y perjudicial en todos los ámbitos de vida de la persona; las cuales están denominadas como pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Un ejemplo práctico de cada una de los tipos de pulsiones es: En el modo hacia la vida, el hecho de seguir estudiando, formándose a nivel profesional; mientras que, en el modo hacia la muerte, que por cierto, este tipo de pulsión se podría pensar tanto hacia la muerte total o una muerte subjetiva; el consumo excesivo de alcohol y otras sustancias.
Debido a todo este proceso defensivo, el síntoma tomaría el lugar de una satisfacción sustitutiva de la pulsión, sin embargo, siempre hay algo que queda por fuera de este, que no se satisface en el síntoma y ese resto es el goce. El goce motiva al psiquismo a seguir haciendo algo, de ahi a que en el sujeto haya compulsión al síntoma, el sujeto goza de repetir lo mismo. Si se hace mención a cualquier persona sobre qué significa o qué entienden por el término goce, de seguro se escucharán respuestas como placer, plenitud, felicidad, completud, entre otras, incluso, podrían relacionar a gozar como algo bueno, como una alegría, como a lo que se debe apuntar. En psicoanálisis, se podría pensar que es todo lo contrario desde un punto de vista psíquico, es decir, en resumidas palabras, que el goce en la vida psíquica es realmente displacer.
Siguiendo a Miller (1989), el síntoma tiene un eje de significante y un eje de goce; que, por ello, no se puede considerar al síntoma como todo significante, porque también está envuelto de goce, de materia gozante (pp.11-15). Tiene un eje de significante porque claramente podemos dar cuenta de este a través del lenguaje, porque se lo puede escuchar o leer, no obstante, no todo se dice ni todo se lee, siempre hay algo más, algo más que el significante no logra agarrar, un resto y eso es el goce. De ahí que, en la terapia analítica, la manera como se puede dar cuenta de la forma gozante del síntoma sea por medio de los significantes. Sin embargo, aquello no emerge de la nada, se necesita como requisito fundamental que haya un Otro, aunque esta perspectiva de necesitar a un Otro es imprescindible para una adecuada formación y desarrollo del aparato psíquico. 
Usualmente cuando una persona llega a consulta, no llega solo, siempre trae consigo una queja, un malestar y se da cuenta de ella porque lo manifiesta a través de su hablar, pero siguen siendo palabras vacías, sin una significación, sentido y fin como tal, es por medio del Otro, del analista que se logrará formalizar esta queja para que luego mediante todo el proceso de tratamiento conjunto entre analista - paciente, se llegue finalmente a una reelaboración y por consiguiente, que el sujeto consiga superar sus resistencias. Entonces se puede decir, que aquello que aqueja al paciente, se podrá formalizar por medio del lenguaje, pero a través del campo del Otro y este último es quien permitirá que emerja el sujeto y se solucione o más bien, se dé un sentido a aquel malestar. ¿Y en qué momento se da cuenta del eje de goce que menciona Miller sobre el síntoma? Pues bien, en estos momentos donde el paciente está manifestando su queja con el fin de que este Otro lo pueda formalizar y darle un sentido, en ese hablar, en el hecho de que haya alguien que lo atienda, se satisface algo, le procura placer; aunque hablar del síntoma sea en muchas ocasiones muy angustiante y displacentero; cuando se va formalizando el síntoma hay placer en ese displacer, ahí está el eje de goce.
El goce que provocaba la compulsión al síntoma y el cual produjo que el paciente vaya a análisis o a terapia, cuando se está en tratamiento, se podría decir, que se redirige o se lo corrige, poniéndole un límite. A propósito de ello, Horne (2008) va a decir que como en el tratamiento se muda la economía de goce, permite que se redistribuya esa energía entre la pulsión de muerte y pulsión de vida; que, en ese sentido, aunque el síntoma no cambie, su consistencia de goce si, lo que permite que al final de análisis este síntoma sea significado y por consecuente, este se convierta en un acto de vida, mas no en un pasaje al acto (p.67). Por todo ello, se podría decir que, el fin del tratamiento analítico es una suerte de significación. Tal y como lo plantea el mismo autor, Horne (2008) “el fin del análisis es cuando se ha girado dos veces en círculo, (...). El primer giro implica una experiencia de saber. El segundo, un saber en la experiencia” (pp.67-68). De ahí a que la cura analítica sea considera una pos educación.
En definitiva, los síntomas dan cuenta de la manera que tiene un sujeto de hacer con su malestar, con su goce. Si el síntoma provoca angustia, da cuenta de una desregulaciónde goce, caso contrario, si sabe hacer con su goce, si el goce está regulado, el síntoma no será problema. En el caso de que haya problema, es gracias a la intervención a partir del lenguaje de un Otro que se puede formalizar el goce del síntoma y trabajar para encontrar una superación de las resistencias; dejando como resultado en la psiquis del sujeto, una homeostasis entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte.
Referencias Bibliográficas
 
Horne, B. (2008). Fragmentos de una vida psicoanalítica. Buenos Aires, Argentina: Grama Ediciones.
Miller, J. (1989). Reflexiones sobre la envoltura formal del síntoma. En La envoltura formal del síntoma (pp.9-16). Buenos Aires: Manantial.

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