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prototipo de la mujer

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“Prototipo de la mujer”
El objetivo principal de la educación de las mujeres en la Edad Media era formarlas para ser buenas esposas y madres, y fomentar la castidad y la virtud cristiana, se diferenciaron claramente las clases sociales y enseñaron a las jóvenes hijas a mantenerse ocupadas con lecturas y trabajos manuales para desarrollar su castidad y evitar la belleza corporal considerada como negativa en ese momento histórico. 
San Jerónimo influyó en la educación femenina a través de sus Epístolas y su imagen de la Virgen María como modelo perfecto de mujer. Los tratados de educación también se basaban en la ética peripatética y estoica para el control de las pasiones y en la política aristotélica para regirse en el reino, ciudad y casa. Posteriormente, con el Humanismo, la educación femenina se hizo imprescindible en la sociedad burguesa y nobiliaria y se proporcionaron a las mujeres lecturas de arquetipos femeninos escogidos para su formación.
En la Edad Media, la virginidad era considerada el bien más preciado para las mujeres, especialmente para las doncellas. San Jerónimo la alababa de manera muy especial e incluso para él era la meta de la educación femenina. No obstante, aceptaba que las mujeres casadas que actuaban castamente también ocupaban un lugar importante en el segundo estrato de perfección. La castidad matrimonial se basaba en la continencia y en llevar una sexualidad ordenada durante ciertos períodos del año como la Cuaresma, la menstruación, la gestación, el período de lactancia, los días de duelo y penitencia, y las fiestas religiosas, entre otros. Además, se creía que la mujer tenía más placer en cantidad, pero no en calidad ni en intensidad debido a las teorías médicas de la época. Por tanto, la virginidad y la castidad eran virtudes muy valoradas en las mujeres de la Edad Media.
Desde la antigüedad clásica hasta el siglo XVI existieron una serie de estereotipos femeninos que influyeron de forma significativa en la concepción que tenía la sociedad sobre la mujer. En la antigüedad griega y romana, la mujer se consideraba un ser inferior al hombre y se la relegaba a un papel secundario en la sociedad, encargándose principalmente de la gestión del hogar y la educación de los hijos. Además, se la asociaba con la lujuria y la tentación, y se creía que su lugar era en el hogar, alejada de los hombres virtuosos.
En la Edad Media se creía que las mujeres eran inferiores a ellos debido a diversas razones, como la tradición religiosa-cristiana, las teorías médicas, y algunas tradiciones populares. Según esta concepción, la mujer era considerada el ser más apto para pactar con el diablo y realizar maleficios y conjuros, lo que la convertía en una amenaza para la sociedad, se creía que la mujer tenía más placer en cantidad, pero no en calidad ni en intensidad debido a las teorías médicas de la época.
Ya en el Renacimiento, la figura de la mujer comenzó a cambiar gracias a la influencia del Humanismo. Se consideró que la educación femenina era imprescindible en la sociedad burguesa y nobiliaria, y se proporcionaron a las mujeres lecturas de arquetipos femeninos escogidos para su formación. No obstante, también hubo una corriente que exaltaba los ideales de la mujer sumisa y obediente en la figura de la esposa y madre abnegada que se dedica por entero a su hogar y familia.
En la Edad Media, la virginidad era considerada el bien más preciado para las mujeres, se entendía como símbolo de pureza e inocencia, virtudes altamente valoradas en la mujer, especialmente en las doncellas. En este sentido, se creía que la virginidad le daba a la mujer un valor moral superior, ya que le permitía mantenerse alejada de los pecados de la carne y de la lujuria.
Durante la Edad Media, las mujeres estaban sometidas a un estricto control en lo que respecta a su sexualidad y vestimenta. En primer lugar, se creía que era su deber mantener la castidad y la virginidad, lo que implicaba que debían evitar relaciones sexuales fuera del matrimonio y durante los períodos “inapropiados”, tales como la menstruación, la gestación, el periodo de lactancia, los días de duelo y penitencia, las fiestas de guardar, entre otros. Todo esto se hacía en pro de una sexualidad ordenada y controlada, lo que hacía que se considerara la continencia como una virtud muy apreciada en las mujeres.
En cuanto a la vestimenta, también se imponían normas muy estrictas. Las mujeres debían vestir de forma recatada y modesta, cubriendo la mayor parte de su cuerpo, utilizaban prendas como faldas largas, blusas holgadas, velos y capuchas para ocultar el cabello; se les prohibía vestir prendas masculinas o que mostraran demasiado sus cuerpos, por ejemplo, se creía que los escotes eran indecentes y que las mujeres debían cubrirse completamente los brazos y las piernas.
Este control sobre la sexualidad y la vestimenta de las mujeres se relacionaba con la idea de que la mujer era un ser más débil y vulnerable que el hombre, y que por tanto, necesitaba ser protegida de las tentaciones y los peligros que acechaban en el mundo, este control favorecía la objetivación de la mujer, ya que se la veía como un objeto sexual y no como un ser humano con derechos y libertades.
Durante la Edad Media y el Renacimiento, hubo algunas mujeres que se destacaron en el ámbito de la literatura y la escritura, a pesar de las barreras sociales y culturales que enfrentaban por su género, en general, estas mujeres pertenecían a clases sociales privilegiadas y tuvieron acceso a la educación y la cultura, algo que no era común en ese tiempo.
En España, existieron escritoras como Leonor López de Córdoba, Beatriz Galindo (la Latina), Florencia Pinar, Leonor Centellas y Beatriz Bernal, entre otras, que destacaron por su capacidad intelectual y literaria, ellas adquirieron el conocimiento en las clases sociales superiores y en los conventos femeninos, donde se impulsó la formación intelectual y se desarrollaron bibliotecas.
Muchas monjas sabían leer y escribir, ya que la enseñanza en los cenobios era de alto nivel y comprendía muchos años de clases intensivas en las escuelas monásticas, ahí tenían la oportunidad de formarse en torno a la religión y la cultura, y esto les permitió desarrollar su potencial literario y artístico.
Una de las escritoras más destacadas de la época fue Christine de Pizan, quien vivió en Francia en el siglo XIV, fue una pionera en la lucha por la igualdad de género y alentó a las mujeres a perseguir la educación y la cultura. Su obra más conocida es "La Ciudad de las Damas", donde crea una ciudad a imitación de la de San Agustín, en la que defiende al género femenino de los ataques de sus enemigos.
Estas mujeres escritoras enfrentaron grandes barreras sociales y culturales, pero a pesar de ello, lograron destacar por su capacidad intelectual y literaria. Pudieron formarse gracias a su acceso a la educación y cultura y dejaron un legado importante en la literatura y cultura de la época.
.ReferenciasCanet Vallés, J. (2022). Hacia la configuración de un nuevo prototipo de mujer a fines de la Edad Media. pp. 47-60. Recuperado de: https://doi.org/10.1515/9783110756029-004

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