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Adobe Scan 14 jun 2023 (3) - Yanina Fernandez

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hambre a la puerta de su amo / Se cscribe la caída del Estado»? ;Sofisticae ilu 
sión? Pero, con el sobrelanzamiento del positivismo anti-ilusionista de finales del 
siglo diecinueve, las Humanidades estaban a la defensiva (con la psicología, por 
supuesto, atrapada cn c medio). La historia, las ciencias humanas (las viejas Geis 
teswissenchaften) y la literatura no eran del todo serias, estaban para el que las 
quisiera tomar más que ser materia de prueba. No explicaban nada, solo «enri 
quecían la mente». 
Después, mientras los cabezones catedráticos de ciencias denunciaban la blan 
duta de las «materias blandas», Europa marchó a la guerra de nuevo; represen 
tando los relatos históricos-de ciencias sociales-literarios que se suponía que solo 
estaban «enriqueciendo la mente». Scguro que se nos podía dar mejor entender 
nos a nOSotros mismos y nuestros locos devancos. El gas venenoso y el Gran Ber 
has podían ser los frutos mortíferos de la ciencia verificable, pero el impulso para 
Usarlos crecía de las historias que nos contamos a nosotros mismos. Entonccs, ¿no 
deberíamos intentar entender mejor su poder, para ver como se organizan lo 
relatos de ficción c históricos, y qu¿ tienen que leva a las personas a vivir en 
comunidad o a dañarsey matarse unas a otras? 
En el primer cuarto de este siglo sucedió algo crucial para los intelectuales. 
Llamémoslo «el giro interpretativo». El giro se expresó primero cn teatro y lite 
ratura, después en historia, después en las ciencias sociales, y finalmente en la 
epistemología. Ahora se está expresando en la educación. El objeto de la interpre 
tación es comprender, no cxplicar; su instrumento es el análisis de textos. El 
entendimiento es el resultado de la or,anización y contextualización de proposi 
ciones esencialmente contestables e incompletamente verifcables de una manera 
disciplinada. Una de nuestras principales formas de hacerlo es a través de la 
narración: contando una historia sobre «en qué consiste» algo. Pero, como Kier 
kegaard dejó claro muchos años atrás, contar historias para entender no es una 
cuestión de mero enriquecimiento de la mente: sin ellas estamos, por usar su 
expresión, reducidos al miedo y al temblor. 
El entendimiento, como la explicación, no cs unívoco: una forma de cons 
truir narrativamente la caída de Roma no blogquea la posibilidad de otras formas. 
Y la interpretación de cualquier narración concreta tampoco imposibilita otras 
interpretaciones. Ya quc las narraciones y su interpretación circulan por las aveni 
das del significado, y los significados son intransigentemente múltiples: la norma 
es la polisemia. Además, los significados narrativos solo dependen de la verdad en 
el estricto sentido de la verificabilidad de una forma °ivial. Lo quc se necesita, 
más bien, es verosimilitud, o «parecer verdadero", y eso es una composición de 
cohercncia y utilidad pragmática, ninguna de las cuales se pueden especificar rígi 
damente. 
Puesto que ninguna construcción narrativa pucde dejar fuera todas las alter 
nativas, la narraciones presentan una cuestión muy especial de criterios. ¿Según 
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