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Clase 8 - Adorno - Josefina Maidana

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}Asignatura: Estética- Danza
CLASE 9: Adorno y el arte como negatividad
Prof. Bedotti Tejeda Simón Joaquín
Mail: simonbedotti@gmail.com
Buenos días, la clase de hoy vamos a ver a un autor que es propiamente de la escuela de Frankfurt, y es de los más famosos. Además, ha sido uno de los escritores más influyentes del siglo pasado, y sobre todo ha sido particularmente importante su aporte como docente en la reconstrucción de la cultura alemana post-nazismo. Adorno era muy amigo de Benjamin, y son múltiples las formas en las que este ha influido en su teoría. También es famoso, por haber escrito, junto a Horkheimer, un conjunto de textos sobre la dialéctica de la ilustración, donde se encuentra en que vamos a ver nosotros sobre la “Industria cultural como engaño de masas”. Adorno estaba muy formado en música y en filosofía, y de hecho se nota en sus escritos. También es considerado un importante sociólogo, que dedicó gran parte de sus escritos a analizar cómo es posible que los sujetos lleguen a convertirse en lo que el nazismo los convirtió. De hecho, gran parte de sus estudios y su práctica como docente, están directamente relacionados con la cuestión de evitar que el nazismo suceda de nuevo. En general, es un filósofo difícil de leer, y muchas veces es calificado como alguien pesimista. Esto se debe a que ya tempranamente analizaba la cuestión de la ilustración el progreso como procesos inherentemente violentos (en esto, no erró), y que escasamente dan lugar a algún tipo de esperanza. Se van a dar cuenta de esto en tono oscuro que adquiera el capítulo sobre la industria cultural que tienen para leer, donde analiza el avance de la cultura de masas en el capitalismo como un hecho avasallante, que tiende a manipular a los individuos, que los destruye (en tanto individuos) quitándoles la posibilidad de pensar y de cobrar dimensión de la miseria en la que se encuentran, y sobre todo, lo susceptibles de ser utilizados para los fines del fascismo (algo de esto ya se veía en el texto de Benjamin, en lo que llamaba “estetización de la política”).
	Para entender a este esteta y filósofo, vamos a tener que recurrir a lo que hablamos de Hegel, y, por otra parte, a lo que han visto de Marx. Efectivamente, para Adorno, tanto la ilustración, como el desarrollo del capitalismo industrial, terminan siendo un proceso de negación del pensamiento crítico, en el cual se encuentra el principio del horror que fue el nazismo (y cualquier gobierno totalitario, por supuesto). Estos procesos habrían llevado a una cosificación extendida, donde los individuos pasan a ser masa, intercambiable, amorfa, meros objetos para la administración del dictador y de la industria moderna. Por otra parte, este proceso de concibe ya en el desarrollo del pensamiento (como está expuesto en Hegel) en la compulsión identificadora, que tiende a identificar, igualar todo, negando la individualidad propia, tanto de las cosas como de los sujetos. Por eso van a encontrar, en el texto que tiene para leer, que muchas veces Adorno y Horkheimer hablan de “pseudoindividuo”, ya que, en condiciones de masificación, apenas existiría una expresión propia: todo está determinado de antemano por el movimiento de la industria cultural. Por eso, el autor intentará desarrollar un pensamiento que mantenga la contradicción como condición crítica. Esto lo hace el seno de la filosofía de Hegel, que, si recuerdan, mantenía la contradicción como motor de la realidad, sólo que al final terminaba en un proceso masivo de identificación (que era la síntesis). Adorno buscara mantener la dialéctica de Hegel, pero en cierto sentido “abierta” de tal modo que los fenómenos, las cosas, puedan ser expuestas en su carácter contradictorio, y que las “síntesis” o identificaciones sean sólo parciales. Es complicado, pero espero que podamos a través de algunos ejemplos, mostrar cómo funciona el pensamiento según la propuesta de este autor. Lo más importante, entonces, será el método, que, hacia el final de su vida, Adorno califica de “Dialéctica negativa”, una forma de pensar que manteniendo abiertos los fenómenos, pretende ofrecerlos a la vista como contradictorios, evitando el momento de clausura que se veía en Hegel (que culminaba en el llamado “Espíritu Absoluto” donde se explicaba la realidad por completo).
	EL DEBATE BENJAMIN – ADORNO
	Adorno no mantiene una postura ambivalente frente a los nuevos modos técnicos de reproductibilidad de arte como lo hace Benjamin. El predominio de la tecnología, para él, trae, sobre todo, una liquidación del arte como tal, como es el caso del cine y la industria cultural, que, a fin de cuentas, terminan funcionando del mismo modo que la propaganda. A diferencia de Benjamin, a Adorno le interesa mantener un concepto de arte autónomo, que tiene una función política (aunque no en el sentido en que el arte hable de política, sino, como negación radical del mundo). Para Adorno, Benjamin subestima el arte autónomo y sobreestima la obra de arte tecnológica. Lo que reclama es que el arte autónomo en sí posee un grado técnico elevado, y que en general, el arte ligado a la tecnología no es tan complejo como Benjamin lo presenta. Por el contrario, el cine y la radio, pasarían a funcionar según los cánones de la industria y a formar parte del capitalismo industrial, liquidando la radical inutilidad del arte. El arte autónomo en términos generales debería ser una negación radical del mundo, no quedarse atrapada en el sistema industrial, como hace el cine (recuerden que las películas deben necesariamente ser masivas para ser producidas). Con todo, Adorno pensaba que el “aura” tal y como la veíamos en Benjamin era un elemento de la obra que tendía a desaparecer, pero no sólo por la incorporación de las tecnologías, sino porque el arte posee un desarrollo formal autónomo que lo iba alejando de la religión. Entonces, sería posible una autonomía del arte si aura, ya que en general la obra está compuesta de otros elementos que entran en juego, en una configuración bien específica. Por otra parte, la obra de arte cosificada, es aquella que está puesta al servicio del capitalismo y la dominación, vuelta “útil” de alguna manera, y puede valer tanto para el cine como para cualquier forma artística. De hecho, Adorno tiene un texto que dedica a la crítica del jazz como arte alienante, al servicio de la dominación del trabajador en el sistema industrial. Por otra parte, la politicidad del arte debe entenderse como negación de esto, por eso vale más por su inutilidad: es un modelo de praxis posible, de un mundo posible, que no es este, liberado de los vicios del capitalismo y de la dominación. Sería, de alguna manera, una muestra de una futura sociedad libre, que, en este caso, quiere decir libre de la dominación política y económica. 
LA OBRA DE ARTE Y SU DERECHO A LA EXISTENCIA:
	La cuestión para Adorno es que el arte debe ser justificado, redimido, sobre todo después de Auschwitz (campo de concentración que simboliza el horror de nazismo). Esto vale como crítica ya que se toma en cuenta que las vanguardias artísticas, por progresistas que parecieran, no lograron evitar la barbarie del nazismo, a pesar de su oposición al sistema. El arte no logró escapar al circuito de las mercancías, convirtiéndose en algo comprable y vendible sin más, perdiendo su autonomía y libertad. Se supone que un arte verdaderamente autónomo, toma distancia del mundo y debe funcionar como crítica y denuncia del mal que prevalece en el mundo, y su autonomía queda hecha pedazos cuando queda subsumida en el sistema de “industria cultural”, cuando se convierte en un valor de cambio, en un bien de consumo como cualquier otro. Esta banalización del arte hace que se pierda la esperanza de un mundo distinto, que en general, debe pensarse como un mundo donde no exista ya el dolor y sufrimiento gratuito que se impone en nuestros sistemas económicos. Esto se piensa sobre todo a la luz de la técnica y el progreso: dadas las actuales máquinas y formas de producir, se supone que ninguno debería vivir sometidoa la brutal imposición no sólo del trabajo, sino de toda forma de dominación por parte de los poderosos. (que, en su forma más extrema, decanta en eliminación de aquel que piensa distinto). No es extraño, entonces, que frente el poder desatado por los gobiernos totalitarios, donde toda la tecnología era puesta al servicio de la dominación (incluidas, claro está, las formas de producir cultura y arte), Adorno sienta una profunda decepción. 
EL CONTENIDO DE VERDAD:
	Las obras de arte auténticas, autónomas, para Adorno, poseen un contenido de verdad, que es de hecho lo que las justifica. Con “verdad” adorno no se está refiriendo a algo intemporal y último, algo que subyace y es siempre igual, que es el concepto de verdad tradicional. Todo lo contrario: el contenido de verdad es radicalmente histórico. El arte es una especie de escritura de la historia, un criptograma, un enigma que debe ser descifrado, donde se encuentran, en forma negativa, las posibilidades de libertad y felicidad futuras. Tengan muy encuentra, que lo más importante es la radical negatividad de arte, ya que de esta forma vamos a poder ver por qué ningún contenido determinado puede ser elevado al principio de la obra de arte, o a su justificación. Entiendo que es difícil tratar esta postura, ya que no hay forma de decir “esto es una obra”, pero es justamente lo interesante de este autor. Como en Hegel, el arte es materialización del espíritu, solo que no de un “espíritu absoluto”, no debe ya coincidir forma y contenido, sino que en todo caso, se muestra que siempre se falla en este intento. Este mostrar es lo que vale, ya que muestra el carácter contradictorio en insalvable de la existencia. La verdad propia del arte, es siempre una verdad negativa, no es instructiva en el sentido en que nos diga algo sobre la realidad o cómo debe ser, sino que más bien funciona como una negación. Esta negación es justamente el momento que veíamos con Hegel, sólo que para Adorno no debe existir la síntesis. La realidad debe ser expuesta como fracturada, quebrada, que justamente la forma de la existencia. Toda síntesis es un intento violento de cerrar la realidad, a través de un movimiento “identificador”. La no-identidad, por lo tanto, es el carácter del mundo.
	Esto va unido a todo el despliegue de su forma de pesar, ya que la identidad era percibida por Adorno como el principal de los males. La compulsiva búsqueda de identidad, era lo que, sobre todo a partir de la modernidad, había llevado a que todo se volviese equivalente, y en última instancia, también los hombres, por lo que se relaciona directamente con la sociedad de masas y el ascenso del nazismo (que eliminaba a todos los no-idénticos, a los no arios). El esfuerzo de estos autores, está puesto en desarmar la forma entera en la que pensamos, ya que es percibida como el principio del horror. Esto no quiere decir que, a partir de su estructura formal, las obras no digan nada. La verdad, aún en su negatividad, aparece, sólo que es un contenido contradictorio. Por eso su carácter enigmático nos plantea preguntas, y por eso nos prometen una felicidad que debe permanecer sin cumplirse. Se trata, en este caso, de asumir las aporías de la obra, es decir, asumir que son un conjunto de tensiones vivas. Por eso, Adorno resalta el rol del arte como apariencia que se muestra como tal: vuelca hacia afuera su propio espacio vacío interior. De este punto de vista, debe rechazarse cualquier contenido manifiesto de la obra de arte (por eso, el contenido político de la obra no puede ser aquello que expresa como ideología, sino, aquello que niega como carácter del mundo presente). El ejemplo que da Adorno es el de Guernica de Picasso (p306-307, en el texto de Olivera). El contenido social se preserva en la expresión, sólo que no se reproduce como hecho real, manteniendo la autonomía del arte, y así, se expresa su contenido social como un representante de un sujeto social, histórico, pero de forma negativa. 
CONTRA LA INDUSTRIA CULTURAL
	La lucha de Adorno contra la compulsión igualadora e identificadora de nuestras sociedades y formas de pensar lo lleva a desarrollar una crítica a la industria cultural, que es la que se desarrolla en el capítulo de Dialéctica de la Ilustración que tienen para leer. La operación se da a través de la industria del cine y la radio, y hoy en las redes sociales, y no es ya un fenómeno nuevo para nosotros. Estas tienden siempre a la semejanza, mostrando estereotipos, formas de vida estandarizadas, reacciones estandarizadas, pensamientos que son adoptados por los receptores de forma casi pasiva. El planteo es pesimista ya que parece, a simple vista, que no hay forma de salirse del sistema que forman estas industrias, que por su parte están relacionadas con el resto del sistema económico, como ideología propia del capitalismo. Piensen en las series de Netflix o las películas, como nos muestran sus estilos de vida, analicen las formas de pensar de los personajes y se van a dar cuenta muy rápido que prácticamente nunca cumplen una función crítica respecto del capitalismo y del sistema de consumo. Por otra parte, lo que muestran es una vida estandarizada, donde se mantiene una cierta “posibilidad de elección”, que en realidad nunca es tal ya que siempre es funcional al sistema de mercado. Los gustos también pasan a ser estandarizados y dirigidos por parte de la industria (piensen por ejemplo, en la literatura “best seller” o en los sistemas de ranking de las películas). Por lo demás, los productos de la industria cultural, relacionados con el entretenimiento, cumplen justamente la función de hacernos “dejar de pensar” en el sentido en que se consumen fuera del trabajo para reponernos y volver a trabajar al otro día. En efecto, muchas veces en la utilización de nuestro “tiempo libre” (cuando no cumplimos obligaciones) nos sentimos cansados y nos tiramos a ver alguna película o seguir alguna serie. Este sería el carácter ideológico y masificador de la industria cultural, que en términos generales contribuye a allanar el pensamiento, a generar gustos estándar, a estupidizar a los consumidores para hacerlos pasibles de dominación. Por supuesto, no es que esto sea un efecto consciente del sistema que busque siempre dominarnos, más bien debe pensarse como una máquina autónoma que se retroalimenta. Por eso, a simple vista, parece imposible escapar, ya que por lo demás, el consumidor lo interpreta como disfrute. Lo que sucede es que el efecto generalizador contribuye más que nada a la destrucción de la cultura en la masificación, a generar individuos lo más iguales y uniformes posibles, asimilándolos al carácter de mercancía como producto genérico. El individuo pasa así a estar medido en cada reacción, creado y recreado según los designios de la industria cultural, perdiendo así su autonomía y su identidad, quedando básicamente conformado por la sociedad de consumo. El arte, por su parte, queda sometido a la industria, hasta tal punto que se confunde con el márquetin y la propaganda. Se vuelve útil en tanto que se presenta integrado al sistema de producción y de consumo, para llenar los espacios vacíos fuera del trabajo, generando servidumbre en los sujetos, que ya no pueden ser cuestionadores del sistema, sino que quedan completamente atrapados en él. Por eso el carácter político de la obra de arte autónoma reside en su radical inutilidad, que es exactamente lo opuesto al sistema de consumo. La obra de arte es como una especie de denuncia al sistema completo de la industria, a la sociedad en su conjunto, que ejerce su poder mediante un “silencio estratégico” respecto a la forma en que puede ser integrada al sistema. Muestra, por decirlo de alguna manera, la falsedad del mundo práctico en el que vivimos, su no necesidad (y con ello, el modelo de superación del sufrimiento gratuito al que estamos sometidos). 
	Adorno y Horkheimer analizan pormenorizadamente el funcionamiento del consumo y del entretenimiento en términos de industria cultural. En general, identifican tan profundamente su efecto,que entienden que pasan a conformar estructuras que son estrictamente hablando, previas al pensamiento. Es decir, la industria cultural aspira a regular la forma en la que miramos el mundo, nos da la clave de interpretación de los fenómenos, pero a su vez, nos inscribe en un movimiento perpetuo, donde el placer que genera, por ejemplo, ver una película, queda castrado de inmediato, y sólo puede seguirse en la próxima película. El placer de la industria cultural es en este sentido un placer macabro, ya que jamás podría colmar nuestras expectativas, porque rompería el circuito del consumo. Esto explicaría por qué no podemos dejar de ver las series de netflix, o por qué por ejemplo nos sugiere series que podrían gustarnos. Uno queda realmente atrapado en el sistema. Por supuesto, Adorno murió antes de conocer el internet, pero sus lúcidos análisis podrían fácilmente servirnos para analizar los fenómenos contemporáneos. 
LA PROMESA DE FELICIDAD:
	La obra de arte, en su negatividad, nos propone una promesa de felicidad. Esta, sin embargo, no puede ser cumplida. Esto se debe a que, la alienación es siempre un producto social, y la promesa de felicidad no puede más que permanecer como negativa en nuestras sociedades decadentes. Es por eso que debe entenderse como utopía. No garantiza nada, pero la obra se mantiene como denuncia del mundo. 
	Es importante entender que todo el pensamiento de Adorno está ligado a su preocupación por evitar la barbarie que sucedió en Alemania. El horror fue tan profundo, que muchos de los filósofos de esa época estaban preocupados por desarmar el esquema de pensamiento que había permitido semejante barbarie. Esta, según la interpretación de Adorno, estaba estrechamente ligado al pensamiento identificador, que terminaba por igualar a los hombres, y así, hacerlo dispensables. Por eso también entiende que no se puede estar tranquilo ya que, aún las democracias más prósperas, según los movimientos igualadores del mercado, tienden a desechar todo lo no-idéntico, que, en su situación más extrema, culmina en el exterminio. Hay muchos estudios en nuestro país sobre teoría crítica, ya que nosotros no hemos sido ajenos a la barbarie y a los campos de concentración, sobre todo en la última dictadura militar. Es por eso que, el largo camino de reconstrucción y defensa de la memoria, debe ser un pensamiento crítico que nos impida reducirnos a meras cosas, intercambiables, identificables, culpables, etc. 
Saludos.

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