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La gestión imperialista y el nacimiento de la antropología clásica en el comienzo del siglo XX

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Historia de la Antropología Social Aplicada	
Resumen: Antropología y Colonialismo – Leclerc, Gérard
Parte I: Imperialismo colonial y antropología
Capítulo III: La gestión imperialista y el nacimiento de la antropología clásica en el comienzo del siglo XX
Desde la perspectiva evolucionista, la asimilación representa el fin de la colonización.
El estereotipo del “hombre-niño negro”, aunque impreciso, proporcionó las bases de una doctrina independentista a consolidarse cuando las sociedades dominadas estuviesen listas para ello (autonomía a largo plazo con el estado adulto).
Las variaciones entre los imperialismos francés (más explícitamente etnocentrista) y británico (más bien pragmático) se vieron principalmente en sus diferentes metodologías, pues habían grandes similitudes entre sus fines.
Tras el periodo eufórico (1880), la resistencia de los colonizados genera desilusión, a la vez que el asentamiento de responsabilidades administrativas y de gestión suceden al entusiasmo de la conquista; comenzando, incluso, a dudarse si el modelo mismo de civilización recae verdaderamente en la sociedad occidental.
Saussare postula en su “Psicología de la colonización” (1890) que si los indígenas se muestran reacios a abrazar los beneficios de la civilización es porque sus prejuicios les impiden comprender estas ventajas, por lo que alienta a suprimir los vestigios del antiguo estado abolido (creencias y lenguas) a los que culpa de esta resistencia – Para esto, sin embargo, debe creerse en la unidad constitucional de la naturaleza humana. Es aquí donde el concepto de civilización cobra un nuevo sentido – como un proceso autónomo que puede adoptarse o rechazarse – en contraposición al tradicional – “sociedad más avanzada” –.
Sobre el mantenimiento y/o supresión de instituciones indígenas, Girault – en “Principios de colonización y legislación colonial” (1904) – reconoce que, mientras las instituciones de derecho penal no pueden sino concordar con el derecho europeo, las de derecho civil están perfectamente adoptadas a la sociedad indígena (precisamente por desenvolverse en el medio en que funcionan y basarse en la costumbre, permitiendo una legislación apropiada).
En cuanto a la cuestión civilizadora, Durkheim se aproximó a esta con cierto escepticismo: Si bien destaca el sentido único de la palabra civilización, y la imposibilidad – en su opinión – de desarrollos paralelos para esta, incluso en otras naciones; también señala que incontables magistrados coloniales en funciones se revisten de una imperturbable convicción de su inherente superioridad, atribuyendo toda manifestación de resistencia a su autoridad al actuar de pueblos infantiles, incapaces de comprender las buenas intenciones de sus educadores. Aun así, concluye que se necesita adaptar la colonización a las instituciones locales hacia una “política indígena” cuidadosa de sus particularidades.
La problemática a analizarse escogida en este capítulo es la de las metodologías de gobierno en el África colonial: Una siendo la direct rule – administración directa – y la otra la indirect rule – administración indirecta –. Para explicar la entrada de estos sistemas, cabe remitirse a la divergencia entre los estilos de gobierno francés y británico en el África: Si bien el asimilacionismo había gozado de un puesto privilegiado en ambas naciones entre 1830 y 1900, las políticas coloniales británicas se revistieron además de cierto oportunismo – por así llamarlo –:
Primero se intentó introducir la administración directa.
En este régimen, mientras efectivamente se empleaban funcionarios africanos, apenas y se tenían en consideración sus respectivos estatutos tradicionales, lo que eventualmente ocasionó numerosas protestas e incluso auténticas revueltas.
Tras este fracaso, se modificó la aproximación británica al asunto, y se instauró la administración indirecta – Política que, originalmente, se valía casi exclusivamente de la confianza visiblemente depositada en los jefes tradicionales por los funcionarios ingleses, al menos en materia de ejecución de “trabajos subalternos” a la colonización (recaudación de impuestos, resolución de conflictos, etc…).
Fue entonces que se comenzó a incluir a aquellas autoridades que habían gozado de cierto “consensus” previo por encima de aquellas nombradas arbitrariamente. 
La administración indirecta fue aplicada por primera vez en Nigeria, por ser considerada una de las regiones más “civilizadas” del oeste de África además de contar con instituciones gubernamentales de largas trayectorias, como el Sultanato Foulah del área norteña – numerosas provincias, cada una administrada por un gobernador feudal con su propio Consejo, ejército, hacienda,.. –. Aquí, según los reportes de su gobernador Sir Lugard, se perseguía un doble objetivo: Mantener y desarrollar el sistema imperial británico, en adición al establecimiento de nuevas relaciones entre colonizadores y colonizados – con la probable adición del “dividir para gobernar” como una tercera meta –.
Para Sir Lugard, lo que se buscaba era la conservación de aquello “válido” en las instituciones indígenas durante un periodo indeterminado, no preparar iniciativa independentista alguna. 
Este primer conato de administración indirecta se extendió de norte a sur con la fusión de ambas Nigerias, lo que posteriormente acarreó la necesidad de realizar numerosos estudios monográfico-sintéticos, con resultados prácticos inmediatos.
Cameron, cuya labor contribuyó con la llegada de la administración indirecta al África oriental (1920), sostiene que “la antropología se ha convertido en una parte necesaria del bagaje intelectual de los administradores en casi todos los escalones de los servicios coloniales africanos”. – Las iniciativas de gobernadores foráneos ansiosos por conocer sus nuevos territorios abrieron las puertas a lo que posteriormente se convertiría en la antropología sobre el terreno.
Es sencillo ver como la estrategia de Lugard – buscar a un hombre influyente como jefe, agrupar a cuanta aldea y distrito se pueda bajo su cargo, enseñarle a delegar poderes, interesarle en su tesorería, asegurar su autoridad e inculcarle el sentido de las “responsabilidades” – se adaptó a la realidad con tal relativa facilidad, al menos en contraposición a lo intentado con anterioridad.
En el caso empleado previamente como ejemplo – Nigeria –, podría señalarse que la situación de su “gobierno” era de por sí ya bastante complicada, al componerse de un complejo mosaico de culturas con sus respectivos gobiernos. Fue precisamente por esta versatilidad que los colonizadores británicos – nada ansiosos de repetir los errores cometidos recientemente – resolvieron intervenir lo menos posible en el día a día local: Las decisiones a tomarse por la autoridad extranjera serían aquellas que giraban en torno a materias de administración global, economía o “prácticas inmorales”, mientras que los respectivos jefes locales ejercerían como “puentes” entre la autoridad británica y sus pueblos. De este modo, levantamientos como aquellos en contra de la administración directa serían evitados, al proyectarse la imagen de que los jefes nativos continuaban en el poder mientras los británicos – siempre que no se les diera razón para intervenir abiertamente – se limitarían a “vigilar” la correcta marcha del día a día africano.
Al final todo se resumía a una cuestión de confianza: El desdén original hacia los estatutos tradicionales vigentes en las diferentes localidades alienó a las poblaciones contra los colonizadores más efectivamente que cualquier otra imposición. El pensamiento etnocentrista y el celo monista del evolucionismo debilitaron la legitimidad pública como la concebían los locales, presentándose como sistemas imperfectos cuya erradicación solo podían favorecerlos y/o protegerlos – de ahí las revueltas –. El éxito de la administración indirecta descansa, entonces, mayoritariamente en los frutos de la labor de las investigaciones de campo y en la delegación de poderes en figuras ya establecidas y reconocidas dentrode las políticas africanas locales.
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