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Diplomado Historia Medieval Mascotas medievales La autora del libro utiliza la palabra en inglés 'pet' para referirse a los animales de compañía, en el período medieval no existía un término comparable pero a falta de uno cercano decidió usarlo en el sentido actual de animal de compañía. En la mayoría de las fuentes, tanto en latín como en el vernáculo, a los animales de compañía se les identificaba mediante términos que definían su especie exacta, como perro (canis) o gato (muriceps). El término inglés 'pet' en el sentido de un animal de compañía no comenzó a utilizarse hasta el siglo XVI, y aún así solo en Escocia y el norte de Inglaterra. El Oxford English Dictionary registra el primer uso en referencia a un animal de compañía en 1539, "for the keeping of certane Pettis" - estos animales eran loros y monos, entre otros. El cuidado de las mascotas es un componente dentro del amplio esquema de las relaciones entre humanos y animales. En una cultura antropocéntrica, la humanidad tenía dominio sobre todas las bestias. Sin embargo, las mascotas eran tratadas amablemente y llevaban una vida mimada y privilegiada, completamente dependientes del capricho de su dueño, quien había elevado al animal a la categoría de compañero. El estatus de la mascota dependía completamente de la percepción del dueño humano sobre el afecto del animal como genuino. Ser una mascota eximía al animal de cualquier función utilitaria tradicional, pero en su lugar se enfocaba únicamente en un papel social y psicológico: como compañeros animales que recibían y eran percibidos por sus dueños como proveedores de afecto. Este papel se basaba en un vínculo emocional invisible entre el humano y el animal. Se podía adquirir una mascota en esta época al recibirla como regalo, al comprarla o al criarla. También existían métodos menos convencionales, como en el caso caso judicial en 1294 en Chalgrave, Inglaterra, cuando un hombre, William Yngeleys, se queja contra John Saly y Christina, por haber robado un gato. En un ejemplo del siglo XIII, el obispo de París se ve obligado a arbitrar entre dos clérigos, quienes reclaman ser propietarios de un perro, siendo el primero acusado de haberlo robado. El primer clérigo enseña al perro a caminar sobre sus patas delanteras, pero el segundo lo roba, le cambia el nombre y le enseña a caminar sobre sus patas traseras, el obispo decide otorgar el perro al ladrón, ya que el perro le obedece, responde al nombre que le dio, pero ignora al verdadero propietario. Si bien, el método más común para obtener una mascota era como regalo, puede ser difícil determinar qué animales entregados como regalos pasaron a ser tratados como mascotas por sus nuevos propietarios; por ejemplo, un galgo podría ser dado con la intención de ser utilizado para la caza, pero podría convertirse en una mascota. Si nos limitamos a prestar atención a los animales mantenidos únicamente como mascotas compañeras (perros falderos, pájaros enjaulados, monos), vemos que el intercambio de mascotas entre los ricos estaba definido por convenciones de género y estatus, y generalmente se limitaba a mujeres y clérigos. Después de tener una mascota, el nuevo propietario tenía que alimentarla y cuidarla, como el caso de Petrarca, quien fue el prototipo de un académico que tenía mascotas, y sus cartas ofrecen una visión general de la naturaleza de cuidar varios perros. Unos años más tarde, su mecenas, el cardenal Giovanni Colonna, le envió un perro desde Aviñón para que fuera su compañero, y en 1347 Petrarca compuso una larga carta en verso describiendo cómo el animal se estaba adaptando, corriendo por el campo y nadando en piscinas de agua cercanas, agrega que el ejercicio incluso curó al perro de la sarna, que Petrarca afirmaba que fue causada por el aire insalubre de Aviñón. Las mascotas medievales tenían como verdadero entorno el espacio doméstico cerrado. Se diferenciaban de otros animales a los que se les prodigaba cuidado, como los caballos finos, los perros de caza y los halcones, todos los cuales requerían atención especial de cuidadores entrenados y residían en alojamientos construidos específicamente, como establos, perreras y cetrerías. Abundaban tanto en espacios interiores públicos como privados, desde patios y salas hasta cámaras privadas, donde su presencia se daba por sentada. En las Horas de Bedford, un manuscrito del siglo XV, se muestra una iluminación que representa la leyenda de la Flor de Lis e incluye un pequeño perro marrón de pelo largo, con un collar, parado a los pies de las damas de la corte, mirando a un rey vestido con armadura. En otro manuscrito iluminado del siglo XV, se muestra un perro redondo de pelo largo con la cola rizada siguiendo los vestidos de las damas de la corte en una escena de "L'Ystoire de Helayne" de Jean Wauquelin. En una pintura del siglo XVI de Lorenzo Lotto, "Marido y Mujer", una pareja vestida a la moda se sienta en una habitación lujosa, en un entorno opulento; una alfombra importada está colocada sobre la mesa. El hombre señala a una ardilla mansa en la mesa, mientras la mujer sostiene en su brazo izquierdo un perro blanco de pelo largo, con un hocico corto y un collar. Las referencias a representaciones de mascotas en fuentes iconográficas las muestran junto a mujeres; aunque hay muchas representaciones de hombres laicos con animales que podrían ser mascotas, es más difícil interpretarlas, ya que los animales podrían tener una doble función, por ejemplo, los perros podrían ser perros de caza. La mascota, en lugar de ser solo un símbolo de fidelidad, es un marcador de identidad de las mujeres nobles en general. La virtud de la fidelidad, especialmente cuando implica la muerte o autolesiones, a menudo se atribuye a Walker-Meikle, K. (2012). Medieval Pets. York, Boydell & Brewer. los perros; las mascotas de las mujeres y los clérigos se asocian más con el afecto y la compañía cercana. Existe una estrecha conexión entre las mascotas, el estatus y la identidad, tanto en imágenes públicas como sellos y monumentos funerarios, como en imágenes privadas de identidad, como retratos de donantes en manuscritos. Las mascota se consideraron como un símbolo de amor en la literatura cortesana, está estrechamente relacionada con el amor y el apego emocional; las mascotas, casi siempre perros pequeños, pueden desempeñar varios roles, generalmente ayudando y apoyando a los amantes. Incluso se les ha dado el papel como representante del amante ausente; en su ausencia, la mascota toma su lugar como compañero y consuelo para la dama. Muchos de los rituales relacionados con el cuidado de las mascotas parecen apuntar, al menos, a un estado animal-humano ambiguo. A las mascotas se les daban nombres, se les permitía moverse libremente en el interior de las casas con tanta libertad como los humanos y, de manera bastante intrigante, al morir, eran lloradas profundamente. . Referencias
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