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Pág 24 y 25 Díaz Rönner - Romi Scuderi

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MARIA ADELIA DIAZ RONNER
CARA Y CRUZ DE LA LITERATURA INFANTIL
.
una de las revistas publicadas observará el rigor de su conducta para con sus coetáneos y
la firme convicción de desempeñar un papel como educador o vehiculizador de ideas
sobre un sector social, el de los chicos, con im- pecable responsabilidad y coherencia. Esta
última, ba- sada en la fuerza de la libertad, en el conocimiento del entorno real y en la
necesidad de enfrentar honrada- mente, sin torceduras, a la vida.
El ejercicio de vida martiano no es cuento, en tanto él mismo puso el cuerpo para
llevar adelante su progra- ma ético. El hacer y el ser que forjaba nos parecen vero-
símiles todavía en los tiempos actuales. De ninguna manera este tramo del escrito
pretende ser una ponde- ración exagerada o tendenciosa de la obra de Martí de- dicada a los
chicos. Sencillamente me parece que es uno de los ejemplos más transparentes de un trabajo
sus- tentado en una ética convincente y humanizante.
Nosotros, ustedes y yo, en carácter de lectores mo- dernos, podemos observar, en
nuestra actualizada lec- tura un envejecimiento de su propuesta literaria. Por
ejemplo, la interpretación sexista de la infancia en cuanto marca desde el
Prólogo a La Edad de Oro qué conviene a las niñas y qué a los niños, predotándolos de
definidas actitudes para una definida sociedad del siglo XIX; pero, desde otro punto de
vista, lo que Martí pro- pone es la bella aventura de hablarles a los chicos des-
modelos de códigos éticos convalidados
por heroicos por su misma práctica.
Entonces ¿la ética que muestra y desarrolla Martí es- tá ya muerta? No, no es eso. Los
diferentes tiempos per- miten estrenar otras escalas de valores y cada creador es-
tablece, al elaborar su producto, su propio programa axiológico, el conjunto de
valores que mejor lo expresan
que
resultan
ante los demás. Sí, en cambio, está languideciente su particular modo de hablarles a los
chicos de determinada manera, con determinadas formas de discurso. O sea, en definitiva, que los
chicos para quienes aquella revista martiana fue inventada ya no son sus lectores, porque
no se sienten protagonizados en esos sentimientos ni en esos modelos, procerísticos o no,
expuestos en ella.
Cada una de las elecciones éticas que elabore un creador será válida en tanto y en cuanto
esté legitima- da por sus consumidores probables. Esta legitimación, se entiende, no
contradice los entrecruzamientos que se produzcan entre el creador y sus consumidores, y que
son altamente necesarios para hacer estallar mejor las múltiples significaciones de las que
hablamos anterior- mente. Los libros y todos los textos literarios- así lo exigen.
d) El último codo de las intrusiones: la moralización de las moralidades
Un rumbo oblicuo toma nuestra peculiar literatura infantil cuando se la mira desde sus
utilidades o servi- cios morales o moralizadores. Cuesta mucho descartar el criterio de las lecturas
"edificantes" que, en efecto, es- tá encadenado con la concepción de literatura para chi- cos a
la que se nos ha acostumbrado.
El discurso didáctico que apunta hacia la moral o la moraleja engendra verdaderos
desconsuelos, ya que desbarata el placer por el texto literario -en su grado de
gratuidad y transgresión permanentes- para los inci- pientes lectores: Los educadores,
padres o docentes, ter- giversan a menudo la dirección plural de los textos pa- ra
consumarlos en una zona unitaria de moralización.
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