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NEUROCIRUGÍA Lesiones del sistema nervioso Tomo I La Habana, 2014 NEUROCIRUGÍA Lesiones del sistema nervioso Tomo I Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez Ramiro Pereira Riverón† Edición: Dra. Nancy Cheping Sánchez Diseño: DI. Meylin Sisniega Lorigados Realización: Yisleidy Real Llufrío, Luis Bestard Cruz y DI. Eduardo Fuentes Batista Composición: Lic. María Pacheco Gola © Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez, Ramiro Pereira Riverón†, 2014 © Sobre la presente edición: Editorial Ciencias Médicas, 2014 ISBN 979-958-212-938-2 obra completa ISBN 978-959-212-943-6 Tomo I Editorial Ciencias Médicas Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas Calle 23, No. 654, entre D y E, El Vedado, La Habana, Cuba www.ecimed.sld.cu Catalogación Editorial Ciencias Médicas Neurocirugía. Lesiones del sistema nervioso / Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez… [et al]. La Habana: Editorial Ciencias Médicas, 2014. 2 t. il., tab. (Neurocirugía). - 1. Neurocirugia 2. Traumatismos Craneocerebrales 3. Traumatismos de la Médula Espinal 4. Lesiones del Sistema Vascular 5. Neoplasias Encefálicas 6. Trastornos Cerebrovasculares /cirugía 7. Trastornos Cerebrovasculares /diagnóstico WL 368 Dr. Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez Doctor en Ciencias Médicas. Máster en Neurocirugía y Enfermedades cerebro-vasculares. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Auxiliar. Investigador Agregado. Jefe del Grupo Nacional de Neurocirugía Dr. Ramiro Pereira Riverón† Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Titular y Consultante AUTORESAUTORESAUTORESAUTORESAUTORES Dr. Ricardo Hodelín Tablada Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Asistente Dr. Luis Alonso Fernández Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Asistente Dr. Enrique de Jongh Cobo Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Auxiliar Dra. Silvia Noema Salva Camaño Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesora Auxiliar. Diplomada en Pedagogía en Educación Médica Superior Dr. Omar López Arbolay Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Auxiliar Dr. Justo González González Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Instructor. Máster en Neurociencias Dr. José Jordán González Especialista de II Grado en Imagenología. Profesor Auxiliar Dr. José Antonio Prince López Especialista de I Grado en Neurocirugía. Dra. Susana Adriana Fernández Benítez Especialista de II Grado en Neurocirugía. Instructora Dr. Esteban Roig Fabré Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor Auxiliar Dr. Armando Felipe Morán Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesor e Investiga- dor Titular Dra. Tania Leyva Mastrapa Especialista de II Grado en Neurocirugía. Profesora Agregada AUTORES PRINCIPAUTORES PRINCIPAUTORES PRINCIPAUTORES PRINCIPAUTORES PRINCIPALESALESALESALESALES PRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGOPRÓLOGO Antes del Triunfo de la Revolución, 1ro. de enero de 1959, Cuba contaba con menos de 10 neurocirujanos de reconocido prestigio, todos residían en la capital. De ellos, casi nada quedó escrito del acervo científico de esa época para las generaciones médicas futuras. Entre los médicos de diferentes países que acudieron para brindar ayuda solidaria se halla el reconocido neurocirujano –profesor Liubomir Kostadinov Karagiosov– procedente de Bulgaria, quien aportó sus conocimientos acerca de la práctica operatoria del sistema nervioso central y periférico en 2 libros publicados en La Habana. Invitado de honor al V Congreso Cubano de Neurocirugía en 1997, en reunión fraternal con sus más cercanos amigos y colaboradores, Karagiosov propuso que bajo su dirección se escribiera un libro de Neurocirugía. Aprovechó la ocasión y distribuyó entre los allí presentes los diferentes temas, de esta manera se hicieron votos para cumplir con tan noble propósito. Desafortunadamente, por diversas razones no se logró el proyecto. Transcurrieron algunos años y ahora, en la segunda década del siglo XXI, se publica por primera vez en Cuba un libro multitemático de neurocirugía: Neurocirugía. Lesiones del sistema nervioso, con la autoría principal de los profesores Francisco Goyenechea Gutiérrez y Ramiro Pereira Riverón† (este último lamentablemente fallecido), así como 12 autores más. Esta obra, escrita con rigor científico y al mismo tiempo con expresión clara y amena, consta de 41 capítulos distribuidos en 9 partes, trata diversos temas de las enfermedades neurológicas que con mayor frecuencia requieren tratamiento operatorio por el neurocirujano. En los temas donde existen opiniones controvertidas sobre decisiones relacionadas con las demás literaturas médicas, estos 2 autores principales respetaron los criterios de los demás autores, por lo que tal decisión no mengua la unidad de la obra. Aunque el libro se concibió para residentes en Neurocirugía, también es útil para los residentes en Neurología, Neurofisiología, cirujanos ortopédicos, médicos del nivel prima- rio de atención y otros interesados en las neurociencias. Se debe recordar también, que no solo a los neurocirujanos más jóvenes, sino a los que poseen más experiencia, en ocasiones sorprende de manera grata en una lectura archiconocida un conocimiento des- conocido, lo cual genera en el lector un agradecimiento hacia los autores del tema. Si esta obra, con otras monografías de temas en neurocirugía ya publicadas en Cuba, se convierte en estímulo para que los jóvenes especialistas den a conocer sus experiencias, bienvenida sea, pues las próximas generaciones de neurocirujanos cubanos sentirán pa- triótico orgullo de sus antecesores. Dr. Cs. José Hernán Salas Rubio Profesor Consultante de Neurocirugía PREFPREFPREFPREFPREFACIOACIOACIOACIOACIO Obligados por las circunstancias de la vida se hace necesario dedicar esta sección a uno de los autores principales: el profesor Ramiro Pereira Riverón, quien falleció como causa de una penosa enfermedad sin ver materializada esta obra, a la que dedicó tanto empeño y gran parte de su precioso tiempo. Durante muchos años, posiblemente alrededor de un decenio, estuvimos enfrascados en la realización de este proyecto; diversas dificultades, desde el punto de vista material y eco- nómico imposibilitaron su ejecución, cuando finalmente se consigue, acude una grave en- fermedad para "llevarse" a un hombre ejemplo de estos tiempo, desde una óptica científi- ca, social y humana. Su labor fue destacada en todos los ámbitos, como correspondía a su generación y forma- ción, sentía gran predilección por la docencia como queda demostrado en varios capítulos de este libro, tan útiles para los que se inician en esta especialidad. Esta obra constituía, según él, el pago obligatorio que teníamos los miembros de nuestra generación con la especialidad, nuestros profesores tuvieron que dedicar muchas horas a la formación de neurocirujanos después del Triunfo de la Revolución, ya que solo quedaron 5 especialistas en Cuba, por la gran carga de trabajo y quizás por un poco de falta de costumbre para escribir el quehacer diario; no existía en Cuba un texto donde estuvieran plasmadas las experiencias fundamentales aplicadas a nuestro medio, en ocasiones se comentaba con respeto y afecto que esta obra era el pago de la deuda que nuestros abnegados maestros nos dejaron. A partir de la discusión de esta idea inicial, surgieron las raíces de este material, al inicio de unos pocos, con el paso del tiempo, nos dimos a la tarea de invitar a participar a un grupo importante de colegas contemporáneos y de generaciones más recientes, con los que respondieron se confeccionó el trabajo, hubiéramos querido que fueran muchos más. Desde el punto de vista material no todo fue "color de rosa", la primera versión fue prepa- rada a principiodel año 2000, no había condiciones materiales para su elaboración, un segundo intento se hizo más tarde, se realizó incluso el trabajo editorial, pero igualmente fue fallido, hasta que por último se pudo realizar el trabajo actual a finales del año 2009 y que cristaliza ahora en el 2014 por las dificultades materiales que nos impone el bloqueo a que está sometida Cuba. Los hombres no mueren cuando dejan una obra y un ejemplo, por esto la presente publicación constituye un sentido homenaje, a este hombre de los tiempos actuales. Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN Problemas como: traumatismos craneoencefálicos y raquimedulares, tumores encefálicos, hidrocefalia, hemorragias cerebrales no traumáticas y subaracnoideas de causa aneurismática, dolores lumbares causados por hernias de disco o estenosis del canal, malformaciones congénitas y otros temas relacionados con el sistema nervioso, son asunto de interés para muchos médicos y estudiantes de medicina. Esto motivó a escri- bir un compendio para el estudio de esas lesiones frecuentes del sistema nervioso en adultos y niños, que en ocasiones necesitan tratamiento quirúrgico; padecimientos neurológicos, que a veces constituyen un obstáculo en el camino del diagnóstico y la decisión de conductas para muchos médicos generales y pediatras. Un libro sencillo para el estudio del diagnóstico y tratamiento de dichas lesiones; estruc- turado en forma que sea útil a los médicos del nivel primario de atención de salud, con el objetivo de lograr un diagnóstico presuntivo, aplicar los tratamientos clínicos y definir el criterio de remisión de los que necesitan tratamiento quirúrgico. También debe ser ma- terial de consulta para los especialistas jóvenes y residentes de las especialidades vincu- ladas al oficio de su tratamiento quirúrgico, como neurocirujanos y ortopédicos (a estos últimos en aspectos relacionados con la columna vertebral). Ayudar a cruzar un puente no solo necesario, sino imprescindible, entre los médicos que atienden la atención primaria de esos pacientes y los del nivel hospitalario, que al recibir- los de sus colegas, tendrán la misión de completar los diagnósticos positivos y los trata- mientos. Constituye un material que, sin ambiciones de tratado, sirva de revisión de las técnicas avanzadas en los tratamientos, derivadas de recientes estudios fundamentales y clínicos internacionales, esencialmente, de la experiencia personal de los autores, pero además ofrezca opciones alternativas eficientes para ser aplicadas en hospitales o regiones con menos recursos. Se señalan diferentes enfoques, aunque no se entra en detalles, acerca de algunos crite- rios de tratamientos que son controvertidos, lo cual demuestra que aún no existen sobre ellos conclusiones demostradas desde el punto de vista clínico y requiere esperar a que la verdad surja entre los intentos. Como en todas las cuestiones de la vida, verdades son solo las que el tiempo valora, por tanto, los autores principales no necesariamente coin- ciden con la totalidad de lo escrito por los autores de capítulos. Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez Ramiro Pereira Riverón† La Habana, diciembre del 2009 CONTENIDOCONTENIDOCONTENIDOCONTENIDOCONTENIDO PARTE I. GENERALIDADES/ 1 Capítulo 1. Historia de la neurocirugía en Cuba/ 1 Capítulo 2. Craneotomías/ 11 Capítulo 3. Neuroendoscopia/ 26 Capítulo 4. Estereotaxia/ 41 Capítulo 5. Síndrome de hipertensión intracraneal/ 67 PARTE II. TRAUMATISMOS/ 77 Capítulo 6. Traumatismos craneoencefálicos en niños/77 Capítulo 7. Traumatismos craneoencefálicos en adultos/ 92 Capítulo 8. Traumatismos raquimedulares en niños/ 110 Capítulo 9. Traumatismos raquimedulares en adultos/ 115 PARTE III. TUMORES INTRACRANEALES/ 134 Capítulo 10. Tumores del sistema nervioso central/ 134 Capítulo 11. Tumores de los hemisferios cerebrales/ 149 Capítulo 12. Tumores de la fosa posterior/ 159 Capítulo 13. Gliomas del tallo cerebral/ 167 Capítulo 14. Tumores de la región pineal/ 174 Capítulo 15. Tumores de la región selar y paraselar/ 182 PARTE IV. LESIONES VASCULARES / 214 Capítulo 16. Hemorragia subaracnoidea/ 214 Capítulo 17. Aneurismas en niños/ 239 Capítulo 18. Hemorragia intraventricular del recién nacido/ 250 Capítulo 19. Hemorragia intraparenquimatosa/ 260 Capítulo 20. Hematomas intracraneales no postraumáticos (hemorragia cerebral)/ 275 Capítulo 21. Tratamiento intravascular de las malformaciones vasculares. Experiencia cubana/ 280 Historia de la neurocirugía en Cuba 1 GENERALIDADES PARTE I Capítulo 11111 HISTORIA DE LA NEUROCIRUGÍA EN CUBA Francisco Félix Goyenechea Gutiérrez La historia está escrita por los hombres que perduran una época o por las anécdotas recogidas en el tiempo y, como es lógico, cada cual resalta o recuerda el aspecto, que desde su punto de vista, resulta más importante; por tanto, tratar de recopilar datos históricos no es tarea fá- cil, pues se corre el riesgo de que no todos concuerden con algunos hechos, sobre todo cuando son tan recientes como es la neurocirugía en Cuba. Esto se agrava por la mala costumbre de no escribir y, por tanto, para realizar este trabajo se ha entrevistado, en el transcurso del tiem- po, a muchos profesores, tratando de obtener y confron- tar los datos para ser lo más veraces posibles; a todos ellos muchas gracias por su paciencia. Esta no sería la versión final, al contrario, es la semilla a partir de la cual se intentará entre todos, lograr un producto final que se ajuste, con la verdad, al margen de localismos o caudillismos. Antecedentes Cuba no tuvo civilizaciones precolombinas desarrolla- das y los primeros pobladores fueron siboneyes y taínos, al parecer no existían evidencias de trepanaciones en esa era, sin embargo, hallazgos recientes en la provincia Holguín, hacia el norte de la antigua provincia Oriente, muestran cráneos con huellas de trepanaciones. Es indudable que las primeras intervenciones sobre el sistema nervioso central (SNC) se hayan realizado duran- te las Guerras Libertarias, en la segunda mitad del siglo XIX, teniendo en cuenta la importante utilización del arma blanca (sobre todo el machete) por las fuerzas libertadoras. Este tipo de intervención la realizaban cirujanos generales, aunque no se ha obtenido ninguna publicación al respec- to, pero sí el testimonio anecdotario popular. La primera trepanación de cráneo conocida se realizó el 8 de octubre de 1890, a las 4:00 pm, se procedió a inter- venir quirúrgicamente al joven estudiante de medicina Oscar Zayas Bazán, con 16 años de edad, que había recibido un traumatismo craneal, por lo que se le diagnosticó fractura de la bóveda del cráneo que interesaba los 2 huesos parietales y el frontal, con derrame sanguíneo intracraneal y signos de compresión de la masa cerebral. La inter- vención fue realizada por el cirujano doctor Pedro Al- barrán, en la casa particular del herido, en la calle Amar- gura No. 622 en la Habana Vieja, el acto quirúrgico duró 1 h y 20 min, al parecer sin anestesia, el herido mejoró su estado general, pero falleció 24 h después. Sin embargo, la primera publicación de un tema neuroquirúrgico, apareció en la Revista Mensual de Me- dicina y Cirugía (MEDICA) de la provincia Matanzas en 1922, donde el doctor Jorge Trilles, cirujano general, en el artículo "Hemiplejía traumática por compresión cerebral. Resultados obtenidos por la trepanación tardía" describió la evolución clínica y hallazgos operatorios en un enfer- mo con defecto motor espástico, que había recibido una herida por arma blanca 7 meses antes. En la segunda década del siglo XX se reportó la visita a Cuba del doctor W Sharpe, neurocirujano norteamericano, que estudió junto con Harvey Cushing. Durante su estancia en Cuba publicó numerosos artículos en revistas naciona- les, así como intervenciones quirúrgicas a enfermos con neu- ralgia trigeminal y a un niño con hidrocefalia. Surgimiento de la neurocirugía en Cuba El verdadero inicio de la neurocirugíaen Cuba fue en 1934, momento en que regresó a su país el doctor Carlos M. Ramírez Corría, "padre de la especialidad en Cuba", después de un entrenamiento en Francia (Fig. 1.1). 2 Generalidades Ramírez Corría fue un estudiante de Medicina, que como muchos otros en aquel entonces, se costeó la carrera trabajando como analista en un laboratorio clí- nico; en 1925 sin haber terminado sus estudios y en ocasión de una visita a La Habana del Rector de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, doctor Llambías, este lo invitó a marchar hacia ese Centro para trabajar como profesor en la Cátedra de Biología. Allá permaneció hasta 1927 en que regresó y terminó sus estudios de medicina, y se graduó en 1929; pero tiene que abandonar el país por su participación en actividades es- tudiantiles contra la dictadura de Machado. Por último, partió hacia París, Francia, donde se entre- nó en anatomía patológica con Cloive Vincent, en ese en- tonces neurólogo, estudios que reforzó en Madrid, España, con Don Pío del Río Ortega y Santiago Ramón y Cajal, finalmente vuelve a Argentina donde labora con el doctor Bernardo Houssay. Luego de este periplo, decidió regre- sar a París y laboró estrechamente con Vincent, ya en ese momento dedicado por entero a la cirugía del sistema ner- vioso, este le ofrece una plaza para trabajar con él, la que rechazó y decidió regresar al país natal en 1934, pero ya motivado por la naciente neurocirugía. Obtuvo una plaza por oposición en Anatomía Patoló- gica en el Hospital Universitario "Calixto García" en La Habana y acondicionó 2 locales en el sótano de uno de los edificios del Centro y creó un local para consulta ex- terna y un quirófano para neurocirugía, con sus propios esfuerzos (trabajó una vez concluida la labor por la que estaba contratado), un instrumental que trajo de Francia y lo más importante, captó 3 alumnos de medicina que lo acompañaron en "esa aventura", así como la cooperación de diferentes colegas de cirugía, anestesiología y medici- na interna (Fig. 1.2). Este grupo inicial estuvo constituido por Ramírez Co- rría y los 3 alumnos de Medicina que desempeñaron des- pués un papel importante en el desarrollo de la neurocirugía en Cuba: Jesús Meléndez Berjillo (Fig. 1.3), Jorge Picaza Benítez y Francisco García Bengochea. Las primeras in- tervenciones quirúrgicas se realizaron en pacientes con afecciones traumáticas y tumores cerebrales; finalizaron los años 30 con la consolidación del grupo y el reconoci- miento del resto de los colegas. Fig. 1.2. Instrumental traído por Ramírez Corría. Fig. 1.3. Doctor Jesús Meléndez Berjillo. Fig. 1.1. Profesor Carlos M. Ramírez Corría. Historia de la neurocirugía en Cuba 3 Los años 40 del pasado siglo se caracterizaron por la consolidación de la especialidad, se graduó de médico Meléndez y continuó trabajando con Ramírez, cada vez es mayor el reconocimiento de la neurocirugía y los resul- tados son adecuados con el desarrollo; comenzaron a for- marse otros neurocirujanos en el exterior: Picaza y García Bengochea partieron hacia EE. UU., donde realizaron la residencia en neurocirugía en la Clínica Mayo y en Tulane, respectivamente; Efraín Marrero marchó hacia Europa, París, Francia y finalmente Bravo Fernández se especia- lizó en neurocirugía en EE. UU. y trabajó como tal en el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mun- dial. Entre 1948 y 1952 ocurrieron hechos significativos que marcaron el desarrollo de la neurocirugía, en 1949 se creó oficialmente el primer Servicio de Neurocirugía de Cuba, en el Hospital Universitario "Calixto García", fue nom- brado como Jefe el profesor Carlos M. Ramírez Corría, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento en 1977 y comenzaron a regresar a Cuba el grupo que estaba en formación, cada uno de ellos se independizó del núcleo inicial. Entre 1952 y 1959 se incrementó el número de los neurocirujanos, la mayoría de ellos en la capital del país, también aparecieron nuevos grupos de trabajo y la neurocirugía se practicó en diversos hospitales o clínicas; los colectivos de trabajo y su composición se pueden re- sumir de la manera siguiente: 1. Grupo de Ramírez Corría, radicaba en el Hospital Universitario "Calixto García". Los miembros eran: Ramírez Corría, Jesús Meléndez, Héctor de la Torre, Maduro, Omar Espinosa, Héctor Parjús y alumnos de medicina (Víctor Weis, Samuel Spill, Abraham Gotman, Raúl Gómez Molina, Emilio Wood Portuondo, Fran- cisco Pérez Varona, Jorge Parjús, Juan Véliz Frías). 2. Grupo de Picaza, radicaba en el Hospital "Reina Mercedes", Hospital Infantil de La Habana y el Hos- pital Municipal (Fructuoso Rodríguez). Constituido por: Jorge Picaza, Antonio Valdés Rodríguez, Mario Martínez, Julio del Castillo, Pedro Albánez, Róger Figueredo, Menelio Díaz Padrón y alumnos de medi- cina (Humberto Hernández Zayas, Rafael Gallardo Carnisé, Gil Marín Fernández y Armando Rodríguez). 3. Grupo de García Bengochea, radicaba en la Clínica Dependientes. Compuesto por García Bengochea, Humberto de la Torre, Joaquín García, Claudio Fernández Carrera y alumnos de medicina (Arsenio González Posada, Enrique Forte Falcón, Antonio Guevara Melcón, Luis de Jongh Díaz). 4. Grupo de Marrero, radicaba en el Hospital "Carlos J. Finlay", Clínica "Hijas de Galicia", Hospital Oncoló- gico. Sus miembros eran Marrero, Núñez Otti, Prats Canalejo, Simón Cantón, Suárez Justiniani y alumnos de medicina (José Salas Rubio, Eleuterio Cruz Chávez, Guillermo San Miguel Gómez, Bonifacio Rivas, Víctor Junco Morales). 5. Bravo Fernández. Trabajaba independiente en el Hospital "Freire de Andrade", su labor principal era traumatología. 6. David Padrino. Trabajaba independiente en el Hos- pital de la Policía. 7. Luis Suárez Fernández, ocasionalmente realizaba al- gunas intervenciones quirúrgicas en el Hospital Psi- quiátrico de La Habana. 8. Alonso Collar, de origen español, trabajaba indepen- diente en la clínica mutualista denominada "Centro Gallego". También en ese período se radicaron neurocirujanos en el interior de Cuba. Héctor Parjús en Villa Clara, Ra- fael Santamarina en Camagüey y Félix Martín Cabaña junto con Manuel Viada en Santiago de Cuba. La situación en 1959 se puede resumir de la manera siguiente: el número de neurocirujanos en Cuba era 22, de ellos 7 entrenados en el exterior y 15 en el país, 21 radicaban en la capital y uno en el interior, junto con esto existían 7 médicos cirujanos generales en función de la neurocirugía y un número importante de alumnos de me- dicina que laboraban en los diferentes grupos de trabajo. Etapa posterior al triunfo de la Revolución Este período de desarrollo de la neurocirugía en Cuba se divide obligatoriamente en diferentes etapas, lo que permite identificar qué propósito se estableció en cada una, tanto desde el punto de la asistencia médica como del desarrollo de la especialidad. 1959-1963. En el año 1959 triunfa la Revolución Cubana y se comienzan a instituir mejoras sociales, entre ellas la socialización de la medicina, independiente de los procesos políticos sociales que se desarrollan, y se declara el país socialista; esto provoca que entre fina- les de 1959 y 1962 se produzca un éxodo importante de la clase adinerada y de un número considerable de profesionales. La clase médica, de ese entonces, no es ajena a este hecho, Cuba contaba con 6 000 médicos, la mitad abandonó el país, es decir, solo quedaron 3 000. La neurocirugía no escapa a esta situación y en los finales del año 1962 solo quedaron 8 personas dedi- cadas a la especialidad: Carlos M. Ramírez Corría, Je- sús Meléndez Berjillo, Róger Figueredo Rodríguez, José H. Salas Rubio, Luis Simón Cantón, Claudio Fernández Boada (padecía de una valvulopatía mitral y falleció de 4 Generalidades manera súbita al salir del quirófano) y 2 que abandona- ron el país años más tarde, Héctor Parjús y Joaquín García. Como consecuencia, en ese mismo año, se tomaron medidas que permitieron un desarrollo rápido de la espe- cialidad: se consolidó el grupo de Ramírez Corríaen el Hospital "Calixto García", se creó el Hospital Neurológico y se mantuvo el trabajo asistencial en los hospitales mili- tares Naval y "Carlos J. Finlay"; además, se estabilizó una atención fundamentalmente a la traumatología en el Hospital "Freire de Andrade" (en ese entonces, conocido como Instituto Nacional de Cirugía y Anestesiología [INCA]) y junto con el Hospital Neurológico, comenzó un régimen de residencia especial y acelerado para los graduados de la carrera de medicina, que trabajaban en la especialidad y se mantuvo la cooperación de alumnos de diversos años interesados en la neurocirugía, los que laboraban cuando terminaban sus funciones académicas (Fig. 1.4). Se puede resumir que, prácticamente 7 neurocirujanos y un grupo de residentes de la especiali- dad fueron capaces de realizar esta titánica labor; estos educandos fueron Humberto Hernández Zayas, Luis de Jongh Díaz, Eleuterio Cruz Chávez, Rafael Gallardo Carnisé, Emilio Wood Portuondo, Guillermo San Miguel, Gil Marín Fernández, Bonifacio Rivas, Enrique Forte y Arsenio González Posada, seguidos por otros menos ex- perimentados en ese entonces: Víctor Junco Morales, Eddy Mellado, Roberto Choy Piña, Armando Rodríguez Fuentes, Antonio Guevara Melcon, Francisco Pérez Va- rona, Juan Véliz Frías, Jorge Parjús, Alfredo Hernández Aguiar, entre otros. El Servicio de Neurocirugía del Hospital "Calixto García" fue el primero, creado en Cuba en 1934, aunque oficialmente se constituyó en 1948; de aquí surgió el nú- cleo inicial de neurocirujanos del país. Este servicio des- empeñó un papel importante durante los primeros años del éxodo de neurocirujanos, dirigido hasta su muerte por el profesor Carlos M. Ramírez Corría, apoyado por los doctores Meléndez y Alemán, además, un grupo impor- tante de alumnos de medicina que devendrían especialis- tas del servicio. Uno de los aspectos más importantes de este, ha sido su labor en el tiempo, reclutando futuros neurocirujanos en esa gran cantera que son los alumnos de medicina, muchos dieron los primeros pasos en el Cuer- po de Guardia del "Calixto García"; es necesario recono- cer la personalidad atrayente y cautivadora de Ramírez, la sencillez y cómo dedicaba horas enseñando neurocirugía o contando anécdotas de su larga y rica historia. Al insti- tuirse la docencia, compartió con el Hospital de Neurolo- gía la formación de los residentes, de ellos surgió un gru- po que después contribuiría al continuado desarrollo de la especialidad: doctores Federico de Córdova, Enrique Mendoza, Ramiro Pereira, Iván Arenas, Ariel Nodarse, Luis Zarrabeitía, Francisco Goyenechea y Esteban Roig. A la muerte de Ramírez, le sucedió en la dirección del Servicio el doctor Gallardo, luego Ramiro Pereira Riverón y en la actualidad Esteban Roig Fabré. Se hace necesario destacar el papel desempeñado en la formación de recursos humanos por el actual Instituto de Neurología y Neurocirugía, Hospital Neurológico en el momento de su creación, el 29 de enero de 1962, fue la piedra angular en el desarrollo de las ciencias neurológicas y de la neurocirugía, específicamente (Fig. 1.5). Dada la situación de Cuba en ese momento, el enton- ces Ministro de Salud Pública, doctor José Ramón Ma- chado Ventura, realizó las coordinaciones y acudió a la inauguración de la Institución (Fig. 1.6), que reúne un gru- po de médicos vinculados con distintos aspectos de la neurología: neurólogos, neurocirujanos, oftalmólogos y radiólogos bajo la dirección de Rafael Estrada González Fig. 1.4. Hospital Neurológico. Fig. 1.5. Sección de trabajo en el Neurológico durante la visita de Olivecrona. Historia de la neurocirugía en Cuba 5 (Fig. 1.7), neurólogo formado con Raymond Adams, en Boston. Este Centro tenía 2 objetivos fundamenta- les de trabajo: suplir las necesidades asistenciales y propiciar la formación de neurocirujanos y neurólogos que permitieran, de manera lo más rápida posible, cu- brir los requerimientos del país, que serían muchos más amplios teniendo en cuenta la nueva concepción so- cial de la medicina. Esta tarea la asumieron además los neurólogos Jesús Pérez González, Raúl Valverde, José Pérez Cobo; los neurocirujanos Róger Figueredo Rodríguez (Fig. 1.8) y Luis Simón Cantón; como anestesiólogos Fernando Granda, Juan de Dios Cárdenas Fig. 1.8. Róger Figueredo Rodríguez. y Luis Sastre Sixto; por patología Joaquín Galarraga Inza y el propio Estrada; por radiología Lázaro Albizu; por laboratorio clínico José García Pérez; por electroencefalografía Luis Armengol; por oftalmología Arturo Taquechel y se recibió ayuda internacional del neurólogo mejicano Juan Carrasco Zanini y el neuro- cirujano chileno Carlos Ulloa. La labor del Hospital Neurológico se organizó con un arduo trabajo asistencial, al final de cada día de trabajo, en ocasiones de noche; se establecieron cursos de clases teó- ricas de diversos aspectos de las ciencias neurológicas, para la formación de los residentes y se organizaron sesiones acerca de temas clínicos, patológicos y radiológicos con gran participación de galenos de diversas instituciones, lo que proporcionó un realce científico en las ciencias neurológicas. En el transcurso de ese año se incorporó al colectivo de trabajo un neurocirujano que marcaría pauta para el desarrollo de la neurocirugía en Cuba, por sus ense- ñanzas y experiencias, el querido y bien recordado profe- sor Liudomir Karagiosov (Fig. 1.9), procedente de Bulgaria. Este hospital en 1972 devino Instituto de Neurología y Neurocirugía con 3 tareas específicas: desde el punto de vista asistencial, funcionar como una unidad de tercer nivel (Centro de Referencia Nacional para afecciones del SNC); en la docencia, mantener una labor importante en la forma- ción de las diferentes especialidades vinculadas con las ciencias neurológicas y desarrollar la investigación. Estas tareas se han cumplido durante largos años de labor bajo la dirección del profesor Rafael Estrada González hasta su fallecimiento y continuada por el profesor Santiago Luis González; la sección de cirugía estuvo dirigida por elFig. 1.7. Rafael Estrada González. Fig. 1.6. Acto de inauguración del Hospital Neurológico. 6 Generalidades Fig. 1.9. Profesor Liudomir Karagiosov. profesor Róger Figueredo Rodríguez hasta su falleci- miento en el año 2000, al que sustituye el profesor Fran- cisco Goyenechea Gutiérrez. En el interior del país la situación era más complicada, solo quedó Jorge Parjús en Villa Clara, en la región cen- tral, y en 1963 se decidió abrir un servicio de neurocirugía en el Hospital Militar "Castillo Duany" en Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia del país, situada al oriente del territorio nacional, con el doctor Luis Simón Cantón; en 1964 en Camagüey se recomenzó la neuro- cirugía, fundamentalmente traumatológica, con el doctor Rafael Gallardo Carnisé, residente de neurocirugía del Hospital Neurológico y uno de los alumnos que llevaba años en la práctica de la especialidad, que realizó estas labores durante su estancia de posgraduado. 1964-1970. Estos son los años que se pueden deno- minar de la "expansión de la neurocirugía", ya que se van abriendo paulatinamente un servicio de neurocirugía en cada una de las antiguas 7 provincias y se consolidan los ya creados en la capital. A finales de 1964 ya se apreciaban los frutos de las medidas adoptadas y ocurrió la primera graduación de especialistas en neurocirugía, bajo un régimen de resi- dencia nacional, obtuvieron el grado Humberto Hernández Zayas, Luis de Jongh Díaz, Eleuterio Cruz Chávez, Guillermo San Miguel Gómez, Gil Marín Fernández, Emilio Wood Portuondo, Arsenio González Posada, Enrique Forte Falcón y Bonifacio Rivas Mar- tín (Fig. 1.10). En 1965 se abrió un servicio de neurocirugía en el Hospital Provincial "Saturnino Lora" de Santiago de Cuba, por los doctores Hernández Zayas y Gil Marín, a los que sustituyó el doctor Emilio Wood Portuondo, estas estan- cias fueron cortas durante períodos alrededor de un año; más tarde llegó el doctor Antonio Guevara Melcon quepermaneció en el cargo más o menos 4 años, a los que se suman después los doctores Ary Fernández y la prime- ra mujer neurocirujana de Cuba, Irene Zamalea Bess (Fig. 1.11). En el Hospital Militar se mantuvo la presencia de neurocirujanos, con los doctores Guillermo San Miguel Gómez, Bonifacio Rivas y Eddy Mellado. Es bueno seña- lar que la atención pediátrica la realizaba este colectivo en los hospitales infantiles provinciales Norte y Sur. En Holguín, a finales de 1965, se fundó en coopera- ción con la antigua Unión Soviética (URSS) el Hospital "V. I. Lenin", un gran centro con capacidad para 1 000 pacientes y se creó un servicio de neurocirugía para adul- tos y niños, en el que laboraban neurocirujanos proceden- tes de la URSS y el doctor Eleuterio Cruz Chávez, más tarde relevado por el doctor Armando Rodríguez Fuentes. En 1967 en Camagüey se estableció un servicio de neurocirugía con los doctores Enrique Forte y González Posada, sustituidos por Domingo Pérez Díaz y luego Alfredo Hernández Aguiar, aquí también se recibió ayuda Fig. 1.10. Primer grupo de residentes. Historia de la neurocirugía en Cuba 7 solidaria de médicos de la URSS, destacándose la docto- ra Eugenia Chervakova. En 1968 se inauguró un servicio de neurocirugía en el Hospital Provincial de Villa Clara, donde radicaba de anta- ño el doctor Héctor Parjús y se incorporaron los doctores Nilo Herrera Torriente y Valdés Rodríguez. En este perío- do ya se habían graduado algunos médicos que realizaban el último año de la carrera, verticalizados en la neurocirugía y cumplieron su trabajo de posgrado en estos centros. 1971-1993. Se constituyen 20 años de una labor im- portante en la consolidación y desarrollo de la especiali- dad, por lo que se hace referencia a lo obtenido y alcan- zado en las diversas provincias. Ciudad de La Habana. En la capital sucedió una con- solidación del trabajo; en los inicios de los años 70, desde el punto de vista asistencial existieron 4 centros: los hospitales militares "Carlos J Finlay", con el doctor Luis de Jongh Díaz al frente y el Naval con el doctor Hernán Salas Rubio, que realizó entrenamiento en el Instituto Burdenko de Moscú con Konavalov, así como los hospitales civiles "Calixto García" con el profesor Ramírez Corría hasta su fallecimiento, conti- nuado después por Gallardo y el Neurológico, con el profe- sor Róger Figueredo Rodríguez al frente del Departamento de Neurocirugía, los que independientemente de los nom- bres tratan a toda la población, ya sean civiles o militares; los pacientes pediátricos se atendían en el Neurológico, funda- mentalmente donde estaba centrada la traumatología infantil con el doctor Hernández Zayas al frente. En 1972 el Hospital de Neurología se transformó en el Instituto de Neurología y Neurocirugía (INN), unidad de in- vestigación, docencia y asistencia. A mediados de esa déca- da se acreditaron, desde el punto de vista docente, los 4 grandes centros y se abrió una dependencia del INN en el hospital pediátrico "Pedro Borrás" para la traumatolo- gía del niño; en la segunda parte del decenio, este se con- vertiría en el primer Centro de Neurocirugía Pediátrica, con neurocirujanos dedicados solo al trabajo con niños, bajo la tutela de los doctores Nilo Herrera Torriente, Alfredo Hernández Aguiar y Paulina Ruiz de la Torre, sucesivamente. A principio de los 80 se creó el Centro de Investigaciones Medicoquirúrgica (CIMEQ) con tecnología de avanzada y donde se instaló el primer tomógrafo del país, al que siguen 2 años más tarde el Hospital Clinicoquirúrgico "Hermanos Ameijeiras", con un Servicio de Neurocirugía dirigido por el profesor Hernández Zayas y equipado con los adelantos de la época en imágenes e instrumental; se unieron a este co- lectivo los doctores Lázaro Camblor Sanjuán, Elíades Hernández Colino, Víctor Junco Morales, Gil Marín Fernández y Luis Ochoa Zaldívar. Después de la segunda parte de la década, se amplió la Red Asistencial Provincial con la creación de un servicio de neurocirugía en el Hospital "Miguel Enríquez", dirigido por el doctor Guevara Melcon. En la segunda mitad de los años 80 se inauguró el Cen- tro de Neurotrasplante, que más tarde cambió el nombre por el de Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), unidad asistencial y de investigación dedicada al tratamiento de las afecciones neurológicas desde el punto de vista médico, quirúrgico y de rehabilitación. Finalizando el decenio y comienzo de los 90 se inauguró el Hospital Pediátrico de Marianao con 33 camas neuroquirúrgicas y como Jefe de Servicio el doctor Fran- cisco Goyenechea, que devendría Centro de Referencia Na- cional para las afecciones neuroquirúrgicas de los niños. Santiago de Cuba. El Servicio de Neurocirugía de San- tiago de Cuba se estabilizó a partir de 1972, se le brinda un apoyo especial y la mayor parte de los profesores (Róger Figueredo, Hernández Zayas, Gil Marín, Salas Rubio, Luis de Jongh) trabajaron por períodos de al menos 3 meses, apo- yando la labor de los especialistas jóvenes; se acreditó desde el punto de vista docente y se asumieron las clases de Neuroanatomía de la Escuela de Medicina. En esta labor contribuyeron numerosos colegas, se realizó una integración en el trabajo entre los hospitales civil y militar, en este perío- do se deben mencionar a los doctores Lázaro Camblor, An- tonio Guevara Melcon, Irene Zamalea Bess, Jorge Ary Fernández, Francisco Goyenechea Gutiérrez, Elíades Hernández Colino, Lino Zulueta Nocedo, por la parte militar Víctor Junco Morales, Armando Pérez Miró y Antonio Santana de la Fé, junto a estos comenzaron a desarrollarse los primeros residentes autóctonos de la provincia: Raúl Cala Fernández, Roberto González (más tarde abandonó el Fig. 1.11. Irene Zamalea Bess, primera neurocirujana en Cuba. 8 Generalidades país), José Siú Naval, Lázaro Rodríguez Román, Rafael Domínguez Peña, el primero de ellos es el actual Jefe de Servicio. Camagüey. En esta provincia la estabilidad llegó con los doctores Pérez Días y Hernández Aguiar, aunque mención aparte merece el doctor Enrique Mendoza, quien consolidó y comenzó la formación de un número de residentes autóctonos de la provincia: Segundo Lastre, Heriberto Pacheco, Rober- to Medrano García y Sergio Vega Basalto, este último fue el Jefe de Servicio hasta su reciente fallecimiento, con un en- comiable trabajo asistencial y científico sobre todo en la ciru- gía vascular. Holguín. El doctor Armando Rodríguez realizó en esta provincia una labor muy elogiosa, donde permaneció por más de 10 años, apoyado por otros especialistas con rotaciones entre 1 y 3 años: doctores Ramiro Pereira Riverón, Juan Véliz Frías, Sixto Delgado, Jorge Rad Paneque, pero la cul- minación de esta labor se hizo con la captación de los prime- ros residentes autóctonos de la provincia, los doctores Luis Ochoa Zaldívar, Aida Madrazo Carnero y Manuel Rodríguez Fonseca. Alrededor de los años 80, Ochoa devino Jefe de Servicio y junto con el apoyo de otros especialistas jóvenes (Francisco Goyenechea y Paulina Ruiz), quienes realizaron una labor que permitió gran desarrollo de la neurocirugía en la provincia, lo que ha sido mantenido por "Aidita" y "Richard", como cariñosamente se conocen por los neurocirujanos. Villa Clara. El camino iniciado por el doctor Nilo Herrera Torriente en Villa Clara fue arduo, lo primero fue consolidar y aunar esfuerzos con neurocirujanos ya establecidos, que laboraban en la provincia y que esperaban el momento de abandonar el país –lo que logró adecuadamente– después vino el camino de consolidar el trabajo en la provincia, labor continuada por el doctor Federico de Córdova junto con otros como el doctor Francisco Pérez Varona, que relevó a Córdova al frente del servicio cuando este pasó a ser Decano de la Facultad de Medicina de la provincia, a esto se sumó un grupo de jóvenes que iniciaron la residencia y devinieron especialistas que prestigian la neurocirugía en la provin- cia, doctores Israel Molejón González, Esteban Roig Fabré, Antonio dela Hoz González, Alfredo Amado Donéstevez; después surgieron una pléyade de jóvenes que mantienen la labor destacada de esta provincia. Pinar del Río. En los inicios de los años 70 el doctor Iván Arenas Rodríguez inició la neurocirugía en esta pro- vincia durante su etapa de posgraduado; él había realiza- do un internado vertical en la especialidad y fundamental- mente atendió la traumatología, luego regresó a la capital del país y realizó la residencia en el INN y en el Hospital "Calixto García", tomó una decisión importante, adoptar a Pinar de Río como su provincia natal y desde ese momen- to estableció un servicio de neurocirugía que ha alcanza- do un nombre en el país, por los logros asistenciales y científicos obtenidos, con la colaboración de un colectivo integrado por los doctores Sergio Márquez Romero, Lourdes Cardentey Pereda que se van integrando paula- tinamente, además con el apoyo del Grupo de Neurología. Matanzas. La historia es parecida en los inicios a la de Pinar del Río, aquí el protagonista fue el doctor Ariel Nodarse Tápanes, su labor inicial estuvo apoyada des- pués paulatinamente por los doctores Luis Zarrabeitía Oviedo, Rafael Fernández de Barrio y Jorge Rad Paneque, luego surgieron los futuros especialistas autóctonos, que continúan el trabajo de la neurocirugía. Otras provincias. Como política de salud, la Revolución ha enfatizado siempre llevar a cada sitio la atención médica, por ello, en los inicios de los años 90 se inauguraron servicios de neurocirugía en el resto de las provincias de Cuba, con neurocirujanos jóvenes que tuvieron el apoyo de los centros provinciales grandes, ya desarrollados, que permitieron el avance de la especialidad en estos sitios; en Sancti Spiritus, doctores Manuel Clará Morell, Marcos Pérez Ferreiro, Lino Zulueta Nocedo; en Cienfuegos, doctores Nelson Fuentes, Ramón Tejera del Valle, Iván García Maeso; en Ciego de Ávila, Morón, doctores Julio Díaz Agramonte, Gilberto Mi- randa Rodríguez, Ángel Lacerda Gallardo, Juan Imbert Palmero; en Granma, ciudad de Bayamo, doctores Nelson Rodríguez Corría, Elsides Popa Guerra, Suez Oramas Mingo, Guillermo Sánchez Paneque; Las Tunas con la doctora Lissete Ponce de León y por último, Guantánamo con los doctores Lobo y Alfredo Hernández. 1991-etapa actual. Este es un período denominado en Cuba "Período Especial", ya que coincide con la caída del antiguo campo socialista y el recrudecimiento del blo- queo, lo cual llevó al país hacia grandes dificultades eco- nómicas, a las que lógicamente no escapa la neurocirugía. Como consecuencia, la labor fundamental en estos años se ha centrado en consolidar lo alcanzado y ya este año existen más de 200 neurocirujanos; al mismo tiempo se han ido introduciendo algunas tecnologías de avanzada, aunque no en el volumen deseado por lo antes señalado. Internacionalismo. Una de las labores más impor- tantes que se ha desarrollado en la neurocirugía ha sido el denominado internacionalismo, los especialistas han pres- tado asistencia médica en más de 20 países del Tercer Mundo, incluso en numerosos desastres naturales, de ma- nera desinteresada y cada uno de ellos se siente orgulloso de haber tenido la oportunidad de contribuir en la salud de los que tienen menos. En un momento determinado se recibió ayuda solidaria de neurocirujanos de otros países procedentes de Latinoamérica, la antigua Unión Soviéti- ca, Bulgaria, por lo que no se ha hecho más que pagar las deudas de gratitud con la salud de los pueblos, que es lo más importante, los especialistas han estado y están pre- Historia de la neurocirugía en Cuba 9 sentes en: Argelia, Angola, Tanzania, Vietnam, Ghana, Yemen, Chile, Nicaragua, Libia, Etiopía, Guinea, Siria, antigua URSS, entre otros. En la figura 1.12 una parte del Grupo que participó en las labores del terremoto en Chile. Docencia. La neurocirugía en Cuba no solo ha alcan- zado logros en la asistencia médica, también en docencia de posgrado. Históricamente el país ha contribuido a la formación de neurocirujanos de diversas partes del mun- do; antes de 1959 el doctor Federico Viñas, de Argentina, se entrenó en neurocirugía pediátrica durante 2 años en La Habana, con el doctor Picaza. En la etapa revolucio- naria son numerosos los neurocirujanos formados en los hospitales cubanos, de América Latina procedentes de Honduras, Colombia, Bolivia, Nicaragua, Brasil, de los países anglófonos del Caribe y un número importante pro- cedentes de diversos países de África y el Medio Oriente, entre ellos Angola, Tanzania, Ghana, Siria, Jordania, Irán, Yemen, entre otros y por último un neurocirujano del Su- deste Asiático proveniente de Vietnam. Desarrollo de la neurocirugía En el desarrollo de la neurocirugía en Cuba desempeñan un papel preponderante los orígenes, el inicio está muy influenciado por la Escuela Francesa, que introdujo Ramírez Corría a su vuelta de Europa, más tarde se agregaron ele- mentos de la Escuela Americana con el regreso de Picaza y García Bengochea de EE. UU., luego de realizar la residen- cia; después de 1959 se adicionaron elementos de la Escuela del Instituto Burdenko, de la antigua Unión Soviética y el otro Fig. 1.12. Grupo de internacionalistas. Fig. 1.13. Profesor Herber Olivecrona. influjo notorio fue el de la Escuela Búlgara con Karagiosov, lo cual perfiló y permitió que surgiera una Escuela Cubana de Neurocirugía, donde ha ocurrido una mezcla de las dife- rentes maneras de hacer y enfocar el enfermo, adaptándola a nuestra idiosincrasia (Fig. 1.13). Lo anterior es una síntesis de los esfuerzos realizados para lograr un desarrollo de la especialidad en Cuba; ade- más, un grupo de especialistas fueron enviados paulatina- mente a diversos países para recibir entrenamientos en técnicas, procedimientos o temáticas específicas, de Eu- ropa (Hungría, antigua Unión Soviética, Suecia, Francia, España, Inglaterra, Alemania Democrática y Alemania Occidental, Bulgaria, Suiza, Italia); de América (Canadá, EE. UU., Méjico, Brasil, Argentina) y de Asia (Japón), también se ha recibido la visita de prestigiosos neurocirujanos de diversas partes del mundo, incluso los de América Latina, lo cual ha permitido un desarrollo armó- nico de la neurocirugía acorde con los niveles mundiales. La neurocirugía comenzó muy vinculada con la neuro- logía en los primeros años, pero el lógico desarrollo de 10 Generalidades ambas especialidades ha trazado un camino independien- te para cada una de ellas, a pesar de estar hermanadas; los primeros congresos se celebraron en conjunto, pero a partir de 1990 los congresos de neurocirugía se han cele- brado de forma independiente, con participación interna- cional en cada uno de ellos (Fig. 1.14). Cuba ha tenido participación en numerosos eventos internacionales a nivel mundial, continental y regional, aun- que debía haber sido más en el contexto latinoamericano; por ello, uno de los propósitos en los próximos años es incrementar la presencia cubana, y contribuir con las mo- destas posibilidades para el desarrollo de la neurocirugía en Cuba. Ya en los últimos años se ha logrado un acerca- miento con participación en los congresos latinoamerica- nos de neurocirugía (CLAN) y a principios de este año se celebró en Santiago de Cuba un curso de neurocirugía pediátrica (Fig. 1.15). En el VI Congreso Nacional de Neurocirugía del año 2002, participaron entre otros Jules Hardí (Canadá), Félix Umansky (Israel-Argentina) y el presidente del FLANC en ese momento doctor Tito Perilla. El pasado año se ce- lebró un Taller Internacional en Neuroendoscopia con la asistencia del Presidente de la Sociedad Mundial de Neuroendoscopia. Por último, la figura 1.16 muestra los actuales decanos de la especialidad en Cuba. En los últimos 5 años se ha tenido que lamentar el fa- llecimiento de algunos de los colegas: Irene Zamalea Bess, primera neurocirujana en Cuba, Lázaro Camblor San Juan y uno de nuestros maestros, amigo y profesor Luis de Jong Díaz, su desaparición física no significa el olvido, siempre estaránen nuestros corazones1. Fig. 1.16. Decanos de Neurocirugía en Cuba. Fig. 1.14. Profesores Michael Handler y Sergio Valenzuela. Fig. 1.15. Federación Latinoamericana de Sociedades de Neurocirugía. 1 Fuentes consultadas o entrevistas con los profesores: Luis Simón Cantón, Róger Figueredo Rodríguez, Luis Jong Díaz, Humberto Hernández Zayas, José Hernán Salas Rubio, Carlos M. Ramírez Corría, Jesús Meléndez Berjillo y otros tantos que formamos parte de esta incipiente historia. Craneotomías 11 Capítulo 22222 CRANEOTOMÍAS Ramiro Pereira Riverón† Las craneotomías son ventanas abiertas quirúr- gicamente en el cráneo y sus cubiertas, para lograr acceso al encéfalo o al espacio epidural. Su diseño ha evolucio- nado con el transcurso de los años, para disminuir la extensión y lograr ubicaciones que llevan a vías transcerebrales o transcisternales menos destructivas y que permiten, en algunos casos, alcanzar con seguridad áreas profundas o muy basales y al mismo tiempo afec- tar lo menos posible la estética craneofacial. Generalmente se realizan colgajos de tejidos epi- craneales, hueso y duramadre, aunque en algunas lesio- nes no es necesario abrir esta última. Existen variantes eficientes para abrir la duramadre, pero lo más importan- te no es cómo abrirla, sino cómo cerrarla. Después de efectuar el objetivo de la operación, es fundamental que se logre el cierre lo más herméticamente posible de la duramadre –si fue abierta– para prevenir infecciones encefálicas y fístulas de líquido cefalorraquídeo (LCR). Si sucede retracción o pérdida de dicho tejido, se debe hacer una sustitución plástica, con poliuretano (que es un excelente sustituto dural), fascias musculares, duramadre liofilizada u otro sustituto biocompatible. El hueso o un implante sustituto, por ejemplo de hidroxiapatita (HA), preferiblemente deben reponerse al terminar el trabajo intracraneal; en ocasiones esto no es posible por lesión del hueso o un estado séptico local, que no permite colocar implantes. Algunos cirujanos prefie- ren no reponer el colgajo óseo en pacientes con encéfalo protuberante transoperatorio; otros prefieren esperar y emplear métodos para reducirlo, como la hiperventilación y el “golpe” de tiopental por vía IV, hasta que se consiga reducir el volumen encefálico y recolocar el hueso. El periostio se extiende sobre el área de cobertura natural y puede suturarse para facilitar su continuidad y ayudar a mantener en su lugar el colgajo óseo. Los músculos se suturan a las correspondientes inserciones aponeuróticas con el objetivo de mantener sus funciones motoras y estéticas. Para garantizar lo an- terior, durante cualquier desinserción muscular al inicio de la craneotomía, el corte debe realizarse en la parte tendinosa y dejar una banda aponeurótica adherida al hueso. Los tejidos blandos epicraneales –cuero cabelludo– se suturan casi siempre en 2 planos: uno profundo en la aponeurosis epicraneal (galea) y otro más superficial (der- mis, tejido subcutáneo [TCS] y epidermis). Cuando las heridas de la piel son pequeñas pueden emplearse puntos profundos que, en un solo plano, abarquen todos los teji- dos y ayuden en la hemostasia. En ocasiones, por pérdi- da traumática o exéresis quirúrgica de partes blandas o del cráneo, es necesario realizar un desplazamiento del colgajo cutáneo para cubrir áreas lesionadas que queda- ron desprovistas de hueso craneal. En craneotomías grandes es preferible dejar un dre- naje subgaleal durante 24 h (aspirativo, o en su defecto, una sonda de Nélaton o un tramo de venoclisis conecta- da a una bolsa colectora o un guante de cirugía) para evitar hematomas epicraneales posoperatorios, que son dolorosos, facilitan la sepsis y dificultan la evolución del cierre biológico de la herida. Clasificación En relación con el área craneal que se separa mediante cirugía, habitualmente se les llama craneotomías o craneo- tomías osteoplásticas, cuando se conserva el colgajo 12 Generalidades óseo para reponerlo durante el cierre de la operación, su técnica no implica la exéresis suplementaria de otras partes craneales. Son nombradas craniectomías (osteo- clásticas), cuando no se cierra la ventana ósea, o si se emplea la técnica de extirpar el hueso pedazo a pedazo, con una gubia (rongeur) u otro instrumento con acción similar, estas piezas después se desechan. Algunas craneotomías pudieran ser llamadas mixtas, pues tienen elementos osteoplásticos y osteoclásticos como parte de su descripción técnica (ejemplo, craneotomía pterional de Yasargil). Por la localización de la craneotomía y del objetivo intracraneal, según la tienda del cerebelo, pueden ser cla- sificadas como supratentoriales, infratentoriales o combi- nadas. En relación con el plano medio sagital craneal, se pueden definir como unilateral o bilaterales. Con referen- cia a su altura en el cráneo, muchos clasifican las craneotomías en basales (ubicadas en las regiones infe- riores del cráneo y generalmente incluyen el hueso de las fosas anterior, media o posterior); altas (se realizan en los alrededores de la sutura sagital craneal); intermedias (lo- calizadas entre las 2 mencionadas antes) o mixtas (más amplias y cada vez menos utilizadas). La amplitud de la penetración craneal dependerá del objetivo de la operación y del instrumental disponible. En ocasiones es suficiente la apertura casi puntiforme de la piel y la perforación craneal mínima con una barrena de 2 a 4 mm, ejemplo, para drenar la parte líquida de un hema- toma epidural, subdural o intracerebral, o abrir camino a una cánula para ventriculostomía o biopsia. Otras veces será suficiente un agujero de trépano, realizado con puntas y fresas (manuales o eléctricas), o con una trefina de 20 o 25 mm de diámetro (que permite recolocar el tapón de hueso). Por ejemplo, para evacuar hematomas intracraneales a través de una sonda o una cánula; introducir un electrodo que estimula la región ce- rebral profunda, o emplear una cánula para técnicas de estereotaxia o pasar un neuroendoscopio. En otras operaciones se necesitan craneotomías ma- yores, lo cual requiere de varios agujeros de trépano que se interconectan por la acción de una sierra de función manual tipo Gigli o una gubia (rongeur) tipo Dahlgren. También se puede hacer con una trefina de 3 o 4 cm de diámetro, o un trepanador y craneótomo eléctrico o neu- mático. En algunas localizaciones de la fosa posterior, se realiza una craniectomía que se amplía con gubia (rongeur), o un ponche de hueso tipo Kerrison, el aguje- ro de trépano. El tipo de incisión de los tejidos epicraneales puede ser en forma de herradura, en arco, lineal, en forma de “S” itálica semejante a un signo de interrogación, o com- binada. Muchas veces la apertura muscular precisa una forma diferente que la cutánea. El colgajo óseo puede ser libre (se separa del músculo) o suele prepararse un col- gajo osteomuscular, en el que el músculo se mantiene adherido al hueso que se corta. Actualmente se emplean medios que permiten deter- minar la localización, el volumen (con un programa ade- cuado) o la naturaleza de las lesiones de manera más precisa, ejemplo, la tomografía axial computarizada (TAC), las imágenes por resonancia magnética (IRM) y las arteriografías por sustracción digital (ASD). También se utilizan técnicas que facilitan guiar y planificar las craneotomías, como la estereotaxia, y otras con las que se logran trayectos de mínimo acceso como la magni- ficación, la microcirugía, la neuroendoscopia y la neuronavegación. Se pueden aplicar técnicas anestésicas, incluso el drenaje preoperatorio y transoperatorio de LCR, que permiten operar con un mínimo de retracción (y daño iatrogénico) cerebral. Además, se logra una efectiva protección de las es- tructuras encefálicas durante la craneotomía y la mani- pulación intracraneal, con adecuado tratamiento contra el edema cerebral y para reducir la actividad metabólica, aplicado desde 72 h antes de la operación en pacientes con lesiones que provocan elevada presión intracraneal (PIC)y edema. Como consecuencia de estos avances tecnológicos y el progreso sostenido de las habilidades y experiencia de los neurocirujanos, se tiende a reducir el tamaño de las craneotomías, con excepciones en algunos accesos a la base craneal. A continuación se describirán someramente las craneotomías de uso más frecuente en muchos servicios de neurocirugía de nivel medio, sobre pacientes adultos. Algunas son variantes de craneotomías clásicas que aún conservan su vigencia; otras, de más reciente creación, son producto de la magnificación con iluminación coaxial de los microscopios quirúrgicos y de los neuroendoscopios, el empleo de las técnicas de microcirugía y los procedi- mientos anestésicos modernos. Existen muchas otras craneotomías para técnicas especiales, incluidas las es- pecíficas de la neurocirugía pediátrica, pero su exposi- ción rebasaría el propósito de este capítulo, que consiste en una introducción general al tema de las entradas qui- rúrgicas invasivas al encéfalo. Craneotomías 13 Craneotomías supratentoriales Son diseñadas para el acceso a lesiones en las áreas encefálicas, ubicadas sobre la tienda del cerebelo y per- miten entradas anteriores, laterales, posteriores, superio- res o inferiores. Craneotomías supratentoriales para accesos an- teriores y anterolaterales. Estas casi siempre requie- ren incisiones de partes blandas en arco, unilateral o bilateralmente –cruzando la línea media– y por detrás de la línea de implantación del cabello por razones cos- méticas, aunque en algunas la incisión se realiza a lo largo de la ceja (transciliares). La ventana de apertura ósea incluye generalmente los huesos frontal y esfenoides, así como el temporal y la parte anteroinferior del parietal para permitir al cirujano opciones de dife- rentes ángulos de enfoque visual transoperatorios. Por la misma causa es importante variar el ángulo de rota- ción lateral y de flexión-extensión de la cabeza durante la operación, aun cuando se tenga un criterio de posi- ción cefálica probablemente óptima, al fijarlo de inicio al cabezal de la mesa operatoria. Estas craneotomías pueden ser empleadas en lesio- nes cerebrales frontales y algunas ubicadas en las par- tes anterosuperiores del lóbulo temporal: traumáticas, tumorales, vasculares, inflamatorias, etc. También son útiles para tratar lesiones de las regiones quiasmática, selar y supraselar, base craneal anterior y hasta las par- tes anteriores de la fosa media, ejemplo, meningiomas del surco olfatorio o del ala menor del esfenoides, y para accesos superiores a la órbita. Según el tipo de lesión y su volumen, podrán variar en extensión y altura, pero es común que se aproximan lo más posible a la base en la fosa craneal anterior; principalmente en operaciones sobre aneurismas de las partes anteriores del polígono de Willis y la carótida supraclinoidea y sus ramas para facilitar el abordaje transcisternal, o en tumores u otras lesiones de la base craneal. Se describen las más em- pleadas. Craneotomía frontotemporal descrita por Dandy (EE.UU., 1938). Es el ejemplo clásico que, aunque pro- viene de la época anterior a la microcirugía, después de adaptaciones posteriores y convenientes, todavía encuen- tra uso práctico en operaciones que requieren amplitud, ejemplo, en lobectomías frontales y en el tratamiento de hematomas yuxtadurales temporofrontales muy extensos. Algunos neurocirujanos, que no disponen aún con el re- curso de la microcirugía, utilizan esta craneotomía para operar también lesiones vasculares, tumorales, etcétera. Una versión bastante ecléctica de esta craneotomía que se enseñaba como básica en las escuelas de neurocirugía del mundo al principio de la década de los años 60, ejemplo, en el Instituto de Neurología y Neurocirugía (INN) y en el Hospital Universitario “General Calixto García”, aunque ya se empleaba en este último servicio desde 1940*; es realmente muy útil, por su versatilidad. En este servicio se continuó usando con frecuencia su variante basal frontal, aún después de comenzar a utilizarse la magnificación y las microtécnicas en 1977. La cabeza del paciente se coloca con una rotación contralateral al sitio de entrada de aproximadamente 45o (que puede modificarse durante la operación) y el ángulo de ex- tensión cefálica dependerá del objetivo, si está en la base o en la parte alta o externa de los hemisferios. La extensión ligera de la cabeza (de 8 a 10 o) y el ajuste del cabezal para que el nivel de la craneotomía quede ligeramente por debajo de la parte más alta del tórax, tiende a separar (después que se completa la craneotomía) la parte inferior del lóbulo fron- tal, de sus adherencias a la base craneal. Insistir en la adecuada colocación de la cabeza del paciente, facilitará después la elevación ligera del lóbulo frontal y el acceso, siguiendo el borde del ala menor del esfenoides, hasta el nervio óptico, habitual punto de refe- rencia en el comienzo de la exploración de las regiones quiasmática, selar y otras colindantes. La incisión cutánea comienza en la línea pupilar y su arco se continúa por detrás y cerca de la línea de im- plantación del cabello, hasta la parte superior del arco cigomático, lo más cercana posible por delante del pa- bellón de la oreja para preservar el grupo neurovascular de la arteria temporal superficial. El colgajo cutáneo se diseca a través del plano subgaleal del tejido laxo supraperióstico, teniendo cuidado de no dañar el periostio. Se realizan 5 agujeros de trépano (más si es necesa- rio), de los cuales el primero, habitualmente se coloca por detrás de la apófisis cigomática del frontal y debajo de la cresta de inserción del músculo temporal (o línea tempo- ral). Los restantes se distribuyen de acuerdo con la nece- sidad de despejar la base frontal o no y se interconectan con sierra de Gigli; pero los inferolaterales, ubicados en las partes bajas del ala mayor del esfenoides y el hueso temporal, pueden acercarse haciendo un surco con una gubia (rongeur) para facilitar la fractura inferior, al for- mar el colgajo osteomuscular (Fig. 2.1). No es necesario desinsertar el músculo temporal y sus fibras se pueden separar junto con el periostio, en un surco a lo largo de su eje longitudinal, para abrir el colgajo óseo. * Ramírez Corría CM.: comunicación personal. 14 Generalidades Fig. 2.1. Craneotomía frontotemporal clásica (Dandy). En rojo se señala la incisión de la piel. Los 2 agujeros más bajos se aproximan ligeramente con un surco hacia la base para facilitar la fractura inferior del colgajo osteomuscular. Si se diseca cuidadosamente la arteria temporal su- perficial en su curso inicial por encima del arco cigomático, se puede conservar buena parte de su irrigación y se evi- tan pérdidas de sangre. Asimismo, una cuidadosa separa- ción subperióstica del músculo temporal, en el momento de realizar el trépano detrás de la apófisis cigomática del frontal, atenúa algo la frecuencia de lesiones de las ra- mas temporofrontorbitarias del nervio facial, que llevan la inervación motora a los músculos frontal y orbicular. Como estas 3 o 4 fibras nerviosas viajan dentro del tejido adipo- so entre las fascias externa y profunda del músculo tem- poral en su parte anterior, es saludable para ellas disecar la capa externa junto al tejido adiposo, separarla de la fascia profunda y doblarla junto con el colgajo cutáneo, antes de manipular el músculo temporal. Otros prefieren disecar juntas las 2 fascias del músculo y doblarlas como una sola capa. Cuando los objetivos eran por ejemplo, meningiomas del tercio medio o interno del ala menor del esfenoides o aneurismas del complejo arterial comunicante anterior, se realizaba resección del risco esfenoidal, de una forma muy similar a la descrita después por Yasargil. Si es necesaria una ventana ósea mayor en dirección hacia la línea media, el arco de la incisión cutánea puede comenzar cerca de ese punto o, incluso, cruzar de forma contralateral (siempre por detrás de la línea de implanta- ción del cabello); pero si esnecesario ampliar hacia atrás la craneotomía, se hace una incisión en forma de signo de interrogación. Esta versión de la craneotomía con extensión hasta la línea media, ofrece un campo extenso del lóbulo frontal y parte del temporal, así como de las regiones quiasmáticas, selar, supraselar y superolateral orbitaria, por vía subfrontal; excelente para las lobectomías frontales en caso de gliomas o metástasis extensas en el área premotora (Fig. 2.2) o para abordajes amplios subfrontales a la base del cráneo. Fig. 2.2. Craneotomía frontotemporal en versión ampliada hasta la línea media. Colgajos osteomuscular lateral y de la duramadre con base hacia el seno sagital. Se reseca el risco esfenoidal, si es necesario para operar lesiones en la base del cráneo. Variantes similares a la descrita han sido publicadas en el pasado por Tonnis y Walter, Dott, Karagiosov y re- cientemente por Walters y Schmidek. Craneotomía pterional (pequeño abordaje frontotemporal o frontotemporoesfenoidal). Creada por Yasargil (Suiza, 1970), tiene por objetivos el tratamiento microquirúrgico de los aneurismas de la circulación ante- rior y de la parte alta de la arteria basilar, así como el de tumores de las áreas orbitaria, retroorbitaria, selar, paraselar, quiasmática, subfrontal, retroclival y prepontina. Su objetivo es también realizar estas operaciones con el mínimo de retracción cerebral, utilizando y ampliando los espacios o corredores naturales que existen en la base del cráneo, como el que bordea al risco esfenoidal que separa los lóbulos frontal y temporal, el que se forma al disecar y abrir el valle silviano y la oquedad basofrontal que se puede convertir en espacio real si se reseca la prominencia del techo de la órbita. Para lograrlo se debe colocar la cabeza del paciente en una posición óptima de extensión y lateralización, en que casi siempre el punto más alto es el pómulo ipsilateral Craneotomías 15 a la operación. Asimismo, en su versión original, es nece- saria la desinserción de la mayor parte anterior del mús- culo temporal. No es una craneotomía completamente osteoplástica, es mixta, pues aunque se conserva el col- gajo óseo frontal, se requiere la exéresis de la parte ex- terna del risco esfenoidal (hasta la emergencia de la arte- ria meningoorbitaria), parte del proceso cigomático y el techo orbitario. La incisión de la piel puede variar algo según el objeti- vo quirúrgico, la extensión del seno óseo frontal y la línea de implantación del cabello. En general, comienza 1 cm superior y anterior al trago de la oreja y se dirige a la cresta temporal en forma perpendicular al cigoma; cam- bia de dirección en un arco cerrado hacia delante y termi- na en la línea de implantación del cabello, 1 o 2 cm antes de llegar a la línea media. Se realizan 4 agujeros de trépano para obtener una pieza libre de hueso frontal, que se complementa como se indicó antes, para crear una craneotomía muy basal alre- dedor de la extensión lateral del ala mayor del esfenoides. Se puede hacer también con un craneótomo eléctrico a partir de un agujero de trépano (Fig. 2.3). Fig. 2.3. Craneotomía frontopterional (Yasargil). Desinserción del mús- culo temporal en su parte anterior. Se realizan 4 agujeros para formar un colgajo de hueso: primero, por detrás y superior a la sutura cigomática frontal, debajo de la línea temporal y en dirección paralela al reborde orbitario; segundo, frontobasal de 3 a 4 cm en una posición superointerna del primero y de 1 a 2 cm sobre el arco superciliar; tercero, parietal a lo largo de la línea temporal y detrás de la sutura coronal y cuarto, en la escama temporal por detrás de la sutura esfenoparietal y 4 cm inferior al tercer trépano. La craneotomía se completa resecando el risco esfenoidal y si es necesario, el techo de la órbita. Yasargil también recomienda la apertura interfascial y disecar por separado la capa de grasa donde viaja la inervación motora del músculo frontal. La apertura de la duramadre es en forma semicircular alrededor del ala esfenoidal, similar a la descrita antes por Kempe. Yasargil ha publicado más tarde variaciones pequeñas de su craneotomía original. Craneotomía frontolateral (pequeño abordaje frontolateral). Creada por Brock y Dietz (RFA, 1975), tie- ne por objetivos facilitar las operaciones sobre aneurismas pequeños y de mediano tamaño, de la parte rostral del po- lígono de Willis: arteria comunicante anterior y origen de las arterias comunicante posterior y coroidea anterior. La cabeza del paciente se lateraliza hacia el lado opuesto al de la operación de 40 a 50o, para lograr un enfoque microscópico vertical al nervio óptico. Se hace una incisión cutánea curvilínea de 6 a 8 cm, que sigue la línea de implantación del cabello, similar a la empleada por Yasargil. El corte del músculo temporal, de 2 a 3 cm en su parte tendinosa y paralelo a su inserción, deja en el colgajo libre de hueso que se corta después una banda aponeurótica que facilitará la sutura y reposición del músculo al cerrar la craneotomía (Fig. 2.4). Un aguje- ro de trépano detrás de la apófisis cigomática del frontal se amplía con craneótomo neumático o eléctrico, para formar una elipse ósea con 3,5 cm de eje mayor, cerca de la base del hueso frontal; la duramadre se abre 3 cm de forma lineal y paralela al suelo de la fosa craneal anterior. Durante el cierre se fija el colgajo de hueso con 3 suturas óseas y con la reparación de la aponeurosis del músculo temporal. Fig. 2.4. Craneotomía frontolateral (Brock y Dietz). Incisión de la piel similar a la frontopterional (puede ser algo más corta en su parte inferior). Corte de 2 a 3 cm anterosuperiores del músculo temporal en su inserción tendinosa. 16 Generalidades La craneotomía frontolateral tiene como ventajas so- bre la pterional de Yasargil, que es completamente osteoplástica, requiere solo una pequeña desinserción del músculo temporal y emplea menos tiempo de trabajo. La de Yasargil permite la acción quirúrgica sobre un número mucho mayor de lesiones vasculares y de otra naturale- za. Ambas son versiones pequeñas, basales y adaptadas para la microcirugía, de la clásica craneotomía frontotemporal de Dandy (Fig. 2.1), implícito homenaje a sus méritos. Una variante de esta craneotomía se puede realizar con la incisión cutánea transciliar (Fig. 2.5). Después de abrir la piel y el TCS algunos neurocirujanos seccionan el músculo frontal en el reborde orbitario y lo doblan hacia arriba, para hacer el colgajo óseo. Fig. 2.5. Variante transciliar de la craneotomía frontolateral. La piel y el músculo frontal se cortan en su inserción superciliar, junto con sus vasos y nervios sensitivos. El músculo se retrae hacia arriba para descubrir el hueso y realizar la craneotomía. Tiene como inconveniente que el músculo queda sin inervación sensitiva e irrigación basal. Se prefiere realizar una modificación para preservar la inervación sensitiva y la irrigación del músculo frontal. Se hace la incisión transciliar solo de la piel y el TCS, y con retracción hacia arriba del colgajo cutáneo, se libera el músculo frontal de su inserción ten-dinosa en la aponeurosis epicraneal; entonces se dobla hacia abajo el músculo para lograr acceso al hueso (Fig. 2.6). La craneotomía puede realizarse también con trefina de 35 mm de diámetro. Fig. 2.6. Otra versión de la vía trasnciliar. El músculo frontal se corta en su inserción a la galea y se dobla hacia abajo, con su inervación e irrigación intactas. Cuando no se cuenta con craneótomo eléctrico ni trefina, existen soluciones alternativas para lograr una versión ampliada de la craneotomía frontolateral. La in- cisión cutánea es similar a la descrita por Brock y Dietz (en ocasiones se extiende hasta la línea media) y el músculo temporal se prepara igual. Después de abrir el primer agujero de trépano mencionado, con un trepanador manual, se hace el segundo agujero a unos 4 cm por dentro del primero; estos son los más impor- tantes y deben quedar –ellos y el corte entre ellos de la sierra de Gigli–tangenciales al suelo de la fosa craneal anterior. De otro modo, la visión vertical con el micros- copio hacia el nervio óptico quedaría obstruida. Los agu- jeros 3 y 4 se pueden ubicar algo hacia arriba y fuera de los basales, formando un paralelogramo. El colgajo sue- le ser osteomuscular o libre; la distancia entre las trepanaciones variará en dependencia de las necesida- des específicas de la operación (Fig. 2.7). La apertura de la duramadre puede seguir el contorno de la ventana ósea, pero abierta hacia la base, y su colga- jo se fija al cutáneo para facilitar la visión peribasal. Esta variante permite utilizar esta craneotomía para tratar, además de los aneurismas mencionados por los autores, casi todas las lesiones de cualquier naturaleza en la región selar y supraselar, lóbulo cerebral frontal en sus partes anteriores, base craneal anterior y lesiones orbitarias por vía superior y superolateral. Craneotomías 17 Fig. 2.7. Craneotomía frontolateral ampliada. La incisión de la piel se extiende hasta cruzar de 1 a 2 cm la línea media y el músculo temporal se desinserta solo 3-4 cm según el objetivo de la operación. Los aguje- ros superiores tendrán ubicación y distancia variable en dependencia del área intracraneal que se debe explorar. La duramadre se corta con base inferior y se fija al colgajo cutáneo. Sus ventajas sobre las craneotomías frontotemporal y frontopterional radican en que no es necesario hacer manipulaciones amplias sobre el músculo temporal, con lo que se ahorran sangrado y tiempo quirúrgico. La des- ventaja consiste en que brinda menor área de control qui- rúrgico lateral e inferior. Craneotomías supratentoriales para accesos la- terales, lateroposteriores, posteriores y superiores. Se utilizan para tratar lesiones del cráneo o su contenido en áreas que, generalmente, están cubiertas por el cabe- llo, por lo que es más fácil programar las incisiones con menos riesgo de afectar la estética craneofacial. Son el camino natural para abordar las regiones del encéfalo que están en compartimentos por encima de la tienda del ce- rebelo; aunque existen vías hacia el compartimento infratentorial que se inician desde una craneotomía subtemporal supratentorial. Diferentes métodos de topografía craneoencefálica han sido publicados para localizar de forma externa la pro- yección de la base craneal y las cisuras de Silvio y de Rolando, así como su relación con las lesiones que se de- ben operar. Se utilizan puntos de referencia óseos palpa- bles a través de los tejidos epicraneales del paciente, para planificar las craneotomías supratentoriales cuando no se dispone (o no son necesarios) de otros métodos más preci- sos, basados en las tomografías o en la estereotaxia. Ejemplo de ello es el método de Tandler y Ranzi (Ale- mania, 1923), es un clásico del que han derivado otros sistemas. Estos investigadores recomiendan utilizar la lla- mada “línea horizontal alemana”, es decir, un plano que pasa por la protuberancia occipital externa (POE), la pa- red superior del conducto auditivo externo y el borde in- ferior de la órbita; esta línea marca la proyección externa de la base craneal. El cerebelo (espacio infratentorial o fosa craneal posterior) se encuentra por debajo de ella. Trazan después otra línea paralela a la anterior, tangente al reborde superior de la órbita y, sobre ella, 2 líneas per- pendiculares: una pasa por el cóndilo mandibular y otra por el borde posterior de la apófisis mastoides. Estas lí- neas secundarias servirán de base para trazar las pro- yecciones de las grandes cisuras supratentoriales del ce- rebro (Fig. 2.8). Fig. 2.8. Topografía craneoencefálica. Se señala el punto medio entre el borde lateral de la órbita y la línea vertical anterior (punto A) y también el punto medio entre B y C, sobre la curva medio sagital (D). Reunien- do los puntos A y D se obtiene la proyección de la cisura de Silvio. El segmento B-E señala la proyección de la cisura de Rolando. Estas referencias son aproximadas y pueden variar de un paciente a otro, por tanto, es conveniente proyectar estas líneas en una radiografía lateral de cráneo del pa- ciente específico. Se ha empleado un método propio más simple para proyectar sobre el cráneo del paciente el sitio aproxima- do de las cisuras cerebrales. Se traza un arco imaginario entre el ángulo superoexterno de la órbita y un punto sagital equidistante entre el vértex (la parte más alta del cráneo) y la POE. Sobre ese arco, en su mitad anterior, se pro- yecta la cisura de Silvio (Fig. 2.9). 18 Generalidades Fig. 2.9. Variante para topografía craneoencefálica. Permite proyectar de manera simple sobre el cráneo de un paciente específico las cisuras de Silvio y de Rolando y planificar craneotomías. Se emplea cuando no se cuenta con la estereotaxia. A-B: arco entre el ángulo orbitario superoexterno y el punto medio sagital entre el vértex (V) y la POE (proyección de la cisura de Silvio). Se traza otro arco imaginario vertical, que pasa por el vértex y 2 cm por delante del conducto auditivo externo. La proyección de la cisura de Rolando sobre ese arco es en forma de “S” itálica invertida y comienza 2 cm por detrás del vértex y termina 2 cm por delante del arco ver- tical y 2 cm por encima de la cisura de Silvio (Fig. 2.9). Durante años las craneotomías supratentoriales laterales y posteriores fueron (y todavía algunos lo hacen) descritas con incisiones de la piel en forma de herradura, con la parte abierta o base hacia abajo para conservar la mayor parte de la irrigación sanguínea y la inervación (Fig. 2.10). Además, casi siempre implicaban colgajos óseos u osteomusculares grandes, pues la amplitud podía compen- sar problemas como la inexactitud en la localización topo- gráfica de la lesión, o las pocas posibilidades de obtener ilu- minación eficiente en la profundidad de trayectos estrechos. Con el empleo del microscopio quirúrgico se obtiene ilu- minación en el eje coaxial con magnificación estereoscópica, lo que permite trabajar sobre lesiones encefálicas profun- das con excelente iluminación a través de accesos transcerebrales mínimos, y los medios de diagnóstico ac- tuales ofrecen una ubicación precisa tridimensional de las lesiones. Si a esto se unen las posibilidades de planificar y guiar las craneotomías con la ayuda de la TAC en diferen- tes planos y, si es necesario, con métodos de estereotaxia, se comprende que los problemas mencionados han queda- do en el pasado junto con las grandes craneotomías y los amplios (y dañinos) trayectos transcerebrales. En la actualidad van ganando preferencia las incisiones de los tejidos blandos epicraneales verticales o en forma de arco con una suave curvatura, tratando de seguir el eje de las fibras de los músculos que cubren el cráneo; ellas pro- vocan menos lesiones de los músculos y las arterias epicraneales, por lo que el sangrado es menor y se controla fácilmente, colocando retractores del tipo Adson articulado o alguno que se adapte a la curvatura craneal, como el Anderson-Adson, el Wullstein o el Mollison. El tiempo qui- rúrgico se reduce y se obtienen excelentes cicatrizaciones. En la mayoría de las lesiones tumorales o vasculares, una abertura ósea circular de 4 o 5 cm de diámetro es suficiente para el trabajo intracraneal (si se emplea magnificación y microtécnicas, por supuesto). Cuando no se cuenta con craneótomo eléctrico o neumático ni con una trefina adecua- da, se puede realizar abriendo 4 agujeros de trépano que se conectan con la sierra de Gigli (Fig. 2.11). La duramadre puede abrirse como una herradura pequeña y ampliarse de forma radial, según las necesidades. También puede abrirse Fig. 2.11. Craneotomías pequeñas con incisiones verticales. Se utilizan para tratar lesiones supratentoriales bien localizadas (habitualmente TAC o IRM) y guiadas por estereotaxia o un método alternativo preciso. Son apropiadas para accesos transcerebrales reducidos o a través de corredo- res en la base del cráneo. Fig. 2.10. Craneotomías para accesos laterales,
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