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Reporte de lectura Lecturas: Becker, Gary, 1987. Tratado sobre la Familia. Cap. 2, Alianza Editorial, pp. 38-59. Siv S. Gustafsson Restricciones económicas que inciden en la decisión de formar una familia, pp. 1-25 Engels, Federico. La familia monogámica en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). pp 23-32. La lectura de Gary Becker “Tratado sobre la Familia” presenta temas que parecían alejados del interés de la ciencia económica neoclásica hegemónica, como el matrimonio, la planificación familiar, las tradiciones, etc. En este sentido, fija su postura hacia la economía de la familia, y sitúa el análisis de la reproducción, entendida como capital humano, servicio doméstico y población, en un esquema de asignación de recursos basado en la maximización de la utilidad dada las restricciones de tiempo y de ingreso. Becker, a diferencia de la teoría neoclásica del capital humano, según la cual el tiempo se divide en tiempo de mercado (productivo) y tiempo de ocio (improductivo), va a considerar que existe tiempo que aunque no esté dedicado al mercado también es productivo, y diferencia el tiempo de producción doméstica del tiempo de ocio. De este modo considera productivo al trabajo doméstico y entiende que la inversión en capital humano, afecta de la misma manera a la productividad del tiempo dedicado al hogar que al tiempo dedicado al mercado, la diferencia estaría dada en que las personas se van a sentir más inclinadas a invertir en el tipo de capital que aumente el rendimiento de aquellas actividades para las que dedica mayor tiempo. De este modo aplica para la familia la teoría de las ventajas comparativas. Según estas ventajas, un hogar eficiente es aquel donde cada miembro, se va a especializar en el hogar o en el mercado según tenga mayores ventajas comparativas, y una vez especializada/o cada miembro invertirá únicamente capital humano para el mercado o capital humano para lo doméstico, según se haya especializado en uno o en otro. Es decir, que al interior de la familia se produce un equilibrio automático en la distribución del tiempo y los beneficios. Becker no inventa nada nuevo sino que sistematiza aquello que en las sociedades se asume como dado: que las mujeres son más aptas para las responsabilidades en el ámbito privado y los varones en el público, por eso ellas son las cuidadoras y ellos los proveedores, esto es, que la capacidad biológica de procrear hace a las mujeres, por naturaleza y por Voluntad, la más idónea para realizar las tareas domésticas, como asignaciones naturales que aceptan voluntariamente, sin considerar la carga social y cultural que tienen las tareas domésticas y de cuidado. En cuanto al tema de la diferencia de salarios entre mujeres y varones, Becker explica que los salarios de las mujeres son inferiores debido, al menos en parte, a que invierten cantidades menores que los varones en capital humano de mercado, mientas que la productividad del tiempo dedicado al hogar es presumiblemente mayor debido, en parte, a que invierten más que los varones en capital doméstico. De este modo, los tiempos de mujeres y varones serían complementarios (en el disfrute sexual, en la producción de hijos y de otras mercancías producidas por el hogar). Esta complementariedad implica que los hogares compuestos por varones-padres-proveedores y mujeres-madres-cuidadoras son más eficientes que los hogares donde o no están ambos miembros o bien todos los miembros se dedican a la misma tarea. Por tanto, se puede decir que todo hogar diferente a la familia heterosexual patriarcal sería ineficiente. Así, tenemos que para este autor, forzosamente la biología es destino, y la economía de la familia se encargaría de describir objetivamente estos procesos naturalmente determinados y va a concluir que serán eficientes y beneficiosas para la sociedad, aquellas familias donde cada miembro se dedique a las actividades para las que es más productivo, y proclama la vuelta al hogar de las mujeres. Ante tal situación, yo creo que si bien los cambios en las condiciones de las mujeres en las últimas décadas podrían llevar a pensar que las consideraciones de Becker ya son impensables, éstas continúan enraizadas hoy en día en varias de las políticas sociales, así como en muchos otros ámbitos dela vida. En cuanto a la lectura de Siv Gustafsson se puede reconocer, por una parte, que partiendo de la obviedad de que luchar contra el envejecimiento de la población exige que nazcan más niños y, por otra parte, que hay que contar con que las mujeres quieren trabajar fuera del hogar, con lo que han de disfrutar de más oportunidades de compatibilizar trabajo y familia; por lo que puede decirse que deben ser perseguidos ambos objetivos al mismo tiempo: que trabaje el mayor número de mujeres y que nazca un mayor número de hijos de esas mujeres. Por otro lado, el estudio se centra en observar que las limitaciones de tiempo y de dinero son factores decisivos para las personas jóvenes que quieren formar una familia realizando diversos cálculos en los que se viene a valorar, entre otros, los aspectos siguientes: el coste económico de decisiones tales como marcharse de casa (ser independiente); las probabilidades de las mujeres, según edades, formación educativa, etc., de acceder al mercado matrimonial o las posibilidades de efectuar un emparejamiento selectivo; las relaciones entre planificación de la maternidad y planificación laboral, entre otros aspectos. Si bien la perspectiva que Gustafsson subraya se fija especialmente en las circunstancias españolas, en México compartimos varias de las ideas analizadas en este texto, como la decisión de salir de casa a una edad no tan temprana o como el hecho de que cuando se toma esa decisión, es porque se desea contraer matrimonio. Así, yo creo que definitivamente dicho análisis de Siv Gustafsson resulta una gran herramienta para incitar a los responsables políticos para que estudien cuál es el panorama que se tiene en cuanto a las restricciones que influyen a la hora de decidir el formar una familia. Finalmente, Engels sostiene que la división sexual del trabajo dentro del sistema de producción económica estaba regida por un criterio de complementariedad y no de jerarquía. Lejos de ver la caza de animales salvajes, considerada por razones físicas propia del hombre, como la actividad económica más importante de las sociedades primitivas, Engels destaca que la recolección de verduras y frutas silvestres tenía también un valor importante, cuando no mayor. De esta manera, en las sociedades donde los hombres habrían sido los responsables de la caza y las mujeres, a su vez, de la recolección, ambos sexos habrían desempeñado tareas económicas igualmente esenciales para la supervivencia de su comunidad. Este papel central de las mujeres en la economía habría llevado aparejado que ellas fueran valoradas y respetadas en calidad de miembros productivos de la comunidad. El cambio se habría producido con el desarrollo de la agricultura, ya que según Engels ésta comportó una nueva división sexual del trabajo no basada en la complementariedad, al ser apartada la mujer por cuestiones físicas y/o biológicas de la producción y relegada al ámbito doméstico. Paralelamente, la aparición de la propiedad privada y el aumento de la riqueza en manos de los hombres habrían acabado forzando la transformación de las relaciones sexuales tradicionales, sin restricciones importantes y centradas en la mujer como reproductora, y la aparición de la familia patriarcal (y posteriormente de la familia nuclear). En palabras de Engels, lamonogamia es “la primera forma de familia que no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente”. De esta manera, la familia tal y como la entendemos hoy en día no aparece de ninguna manera en la historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer, sino que es el resultado de un conflicto entre los sexos y de la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. Engels ve como en sociedades sin clase existe una división del trabajo: “la primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos”. Sin embargo, no ve en esta división del trabajo más que una distribución espontánea y complementaria de las actividades productivas, en función de las capacidades biológicas de los hombres (fuerza) y de las mujeres (embarazo). Hoy en día vivimos en un sistema que nos presenta la sexualización constante y la cosificación del cuerpo de la mujer como algo normal. Vivimos una crisis cuyas víctimas son principalmente las mujeres. Oímos cada día como se criminaliza el aborto y se nos dice que la maternidad “hace a las mujeres auténticamente mujeres”. Casi medio siglo después de El origen seguimos viviendo en un mundo lleno de violencia de género. Frente a todo ello, el núcleo de pensamiento de Engels, de que no existe una naturaleza humana inmutable, de que el Estado, la explotación de una clase sobre otra y la opresión sexual y la familia son productos de la historia humana, y que por tanto podemos construir otro tipo de sociedad, es más importante que nunca.
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