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Caudillismo populista de Álvaro Obregón

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“Un caudillo es un hombre que tiene la lealtad de sus soldados y 
que no está dispuesto a compartir el poder con nadie”, explicó la 
catedrática en el Instituto Mora Carmen Collado. Así fue Álvaro 
Obregón, personaje invicto de la Revolución, el hombre de armas 
más destacado del ejército constitucionalista. 
Como parte del foro “El obregonismo en el México 
posrevolucionario” efectuado este miércoles 18 de julio en el 
Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de 
México (INEHRM), la investigadora, acompañada del historiador 
Javier Mac Gregor Campuzano, ofreció un panorama de la 
personalidad y del gobierno del sonorense que fue presidente de 
la República entre 1920 y 1924. 
“La experiencia de Obregón es la que le enseña que necesita tres 
cosas para acceder y mantener el poder: uno, es el apoyo del 
ejército, otro, el de los trabajadores, y el de los campesinos”. 
Y es que de acuerdo con la doctora Carmen Collado, la 
Revolución le mostró que no era posible gobernar dejando de 
lado las demandas de los campesinos que estaban pidiendo 
tierras en distintas modalidades en el norte y centro-sur del país 
y las de los obreros, un grupo que demandaba mejores 
condiciones de trabajo, salarios y una serie de derechos. 
La especialista en el estudio de la relación de los empresarios y el 
gobierno de Obregón, recalcó que el aprendizaje que tuvo a 
través de la guerra, hecho que lo hizo jugarse la vida, lo convirtió 
en un maestro de la política. 
“Es parte de las características del personaje, saber esperar su 
momento y cuándo tiene que atacar, dividir a sus enemigos y 
negociar. Él va a demostrar una gran habilidad política”. 
Recordó que en 1919, Álvaro Obregón se autoproclamó candidato 
y fue el segundo presidente después de Madero que hizo una 
campaña en la cual recorrió casi todo el país. La ambición de 
poder tan grande que tenía lo llevó a luchar con todo lo que 
significaba cederlo. 
“El partido liberal constitucionalista lo apoyó, pero no tenía la 
fuerza que tenía la figura del caudillo, así que los seguidores se 
fueron más por el personaje que por el partido”. 
Por su parte, Javier Mac Gregor Campuzano, profesor-
investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) 
abordó la parte de la vida política de Obregón como candidato, 
presidente de la República y su pretensión reeleccionista entre 
1927 y 1928. 
“Durante su gobierno se establecieron las bases sobre las cuales 
se desarrolló un nuevo Estado capitalista en nuestro país en un 
marco de mayor estabilidad política y social propiciadas en otras 
cosas por una profesionalización creciente del ejército, una 
normalización de las relaciones con Estados Unidos, la búsqueda 
de un nuevo equilibrio social en materia agraria y laboral y un 
debate político en la prensa, en el congreso y en el seno de las 
organizaciones en el que las mas disímiles fuerzas se 
escuchaban y polemizaban entre sí”. 
Para el académico, la imagen del caudillo como concentrador de 
los mecanismos del poder en una persona que ha destacado en 
la historiografía tradicional debe ser contrastada con la riqueza 
del debate intelectual de esos años. 
Muestra de ello fue la creación de instituciones fundamentales 
como la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el movimiento 
artístico que lo acompañó, la variedad de las propuestas políticas 
y sociales y la utilización indiscriminada de los medios de 
coacción del estado para controlar las voces disidentes. 
En la segunda parte de su intervención, Javier Mac Gregor 
Campuzano se refirió a la campaña electoral entre 1927 y 1928, 
que llevó a cabo Obregón para formalizar su intención del 
volverse a presentar como contendiente a la presidencia. 
“Se puede dividir en dos grandes etapas, la primera, de marzo 
hasta octubre de 1927 en el que asesinan a los dos adversarios de 
Obregón y la segunda, de 1927 a 1928, en que Obregón va solo 
por la presidencia, continúa con su campaña electoral y gana”. 
Sin embargo, ya como presidente electo, el 17 de julio de 1928, 
Álvaro Obregón fue asesinado en el restaurante “La Bombilla”, en 
San Ángel, por José de León Toral, fanático religioso, como parte 
de una conspiración de grupos católicos y conservadores.

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