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LIBRO
LA MEDICINA EN ARAGON
Pedro Laíri Entralgo
ciña en Aragón, ateniéndonos exclusivamente a los 
datos que las investigaciones hasta ahora efectua­
das nos suministran, obliga a iniciar nuestra expo­
sición a partir de la Edad Media, concretamente 
de la baja Edad Media, por ser entonces cuando 
sobre la medicina aragonesa comienzan a existir 
para nosotros noticias fidedignas. Por otra parte, 
entre los siglos XII y XIII los territorios del Aragón 
actual fueron cayendo definitivamente en manos 
cristianas, a la vez que se organizaba lo que había 
de ser un reino más o menos autónomo dentro de 
la confederación de la Corona de Aragón. Dos 
aspectos serán principalmente objeto de nuestra 
atención: la existencia de instituciones en las que 
se forman los profesionales, se asiste a los enfer­
mos. se incorporan los avances de la medicina y 
se gestan novedades de interés a veces universal 
-así, como veremos, ocurre en el Hospital de 
Nuestra Señora de Gracia, en un doble aspecto: 
la labor asistencial, anatomopatológica, epidemio­
lógica y estadística que J. T. Porcell llevó a cabo 
en él, y la repetidamente citada y alabada asisten­
cia a los enfermos mentales, practicada de modo 
ejemplar desde fechas muy tempranas- y. por 
modo sumario, la vida y la obra de los hombres 
que en ellas se formaron o trabajaron.
l,a Baja Edad Media. La presencia en territorio 
aragonés de población musulmana, judia y cristiana 
-esta última en un plano dominante- plantea una 
situación muy similar a la del resto de la Corona de 
Aragón. que nos interesa tener presente por conlle­
var la existencia de otras tantas formas de transmi­
sión de la enseñanza de la medicina. Junto a éste, 
otro factor va a pesar de forma decisiva en la evolu­
ción y características de la ciencia y la medicina 
aragonesa: su condición de territorio fronterizo do­
tará a la Corona de Aragón de una gran precocidad 
en materias científicas con respecto a la Corona de 
Castilla (1).
Durante la primera mitad del siglo xii vivió en 
Zaragoza Abü Bark Muhammad bn Yahyá bn Al- 
Sa’iga, (ca. 463-533H/1070-1138 d. C.) el Avempace 
de los latinos, autor del famoso Régimen del Soli­
tario. que con Abú al-Hasan Sulyan al-Andalusi 
escribió un tratado sobre las drogas, hoy perdido: 
sólo en parte fue recogido por ibn Al-Baitar, y asi
(I) Para un mayor esclarecimiento del problema ver BEAU- 
JOUAN, G.: I.a science en Expugne aux XIV e el XV Csiécles. 
París, 1967; MILLAS. J. M.’. La ciencia entre los sefardíes 
hasta su expulsión de España, en The Sefardí Heritage. ed. 
por BARNETT, vol. 1, Ncw York, 1971. págs. 112-185; RIBE­
RA. .1.; La enseñanza entre los musulmanes españoles, en Di­
sertaciones y Opúsculos. Madrid. 1928, vol. I. págs. 229-359; 
GARCIA BALLESTER, L.: Historia social de la medicina 
hajomedievalen España. Madrid. Ed. Akal, 1975. 
179
ha podido llegar hasta nosotros el profundo cono­
cimiento que sobre el tema poseían sus autores (2).
En el siglo Xlll se inicia la creación de las uni­
versidades en España, coincidiendo la incorpora­
ción a ellas de los estudios de medicina con el 
cierre de las escuelas árabes existentes, como con­
secuencia de la expulsión de gran parte de la pobla­
ción musulmana. No obstante, la influencia de es­
tas escuelas árabes en los nuevos estudios de medi­
cina es evidente; así nos lo muestra el hecho de que 
en algunos de estos estudios fueran árabes los pro­
fesores, y árabes los libros con que se enseñaba (3). 
Junto a esta pervivenda e incorporación de la me­
dicina árabe en las Facultades de Medicina que se 
iban creando en las distintas universidades, pode­
mos asegurar con certidumbre documental la 
existencia de centros similares en la morería de la 
Zaragoza de la segunda mitad del siglo XV y la per­
sistencia de una escuela islámica -madrasa-, que 
constituía un auténtico núcleo cultural de la mino­
ría intelectual mudéjar de Aragón. Dicho núcleo se 
va desintegrando a lo largo del siglo XV, llegándose 
incluso hasta el olvido de la lengua árabe, y a perder 
con ello la posibilidad de una conexión directa con 
su propia tradición escrita. La medicina practicada 
se convierte en folkmedicina, y el profesional for­
mado en la tradición científico-médica es sustituido 
por el curandero.
Por su parte, la minoría judía desempeñó un 
importante papel dentro del contexto que estamos 
describiendo. Ya en el siglo XII hay que mencionar 
a Pedro Alfonso (Moses Sephardí), nacido en Hues­
ca en 1062, autor de la Disciplina Clericalis, obra 
literaria muy difundida en toda Europa, y médico 
de Enrique I, rey de Inglaterra (4). Especialmente 
famosa fue la alhama de Zaragoza, que cuenta en­
tre sus miembros figuras destacadas de la ciencia 
española bajomedieval. Muchos de ellos fueron 
médicos, por ser ésta una actividad profesional 
que les permitía vivir con cierta holgura, a la vez 
que les servia como medio para mantener su in­
fluencia en la corte. Su saber se mantuvo vivo, por­
que su conocimiento del árabe y del hebreo (idio­
ma al que habían sido traducidos gran parte de los 
escritos médicos y científicos grecoárabes) les per­
mitía un acceso a las fuentes de que no disponían 
los médicos cristianos. La formación de los futuros
(2) Encyclopédie de ¡'Islam. Paris, T. III. pág. 750-752; CRUZ 
HERNANDEZ. M.: Visión sinóptica de la cultura islámica, 
en l.AIN ENTRALGO (direct.); Historia Universal de la Me­
dicina. 6 T. Salvat, Barcelona, 1972-1975, T. 111, pág. 41-56; 
MOREJON, T. 1, pág. 160; y especialmente consultar UL- 
t.MANN, M.: Die Medizin im Islam, Leiden/Kóln, E. J. Bril, 
1970, VI. I, pág. 276.
(3) JIMENEZ CATALAN, M.: Memorias para la historia de 
la Universidad literaria de Zaragoza. Reseña bio-bibliográfica 
de todos sus grados mayores en las cinco facultades, desde 1583 
a 1845. Zaragoza, 1925, pág. 427.
(4) GRANJEE. L. S.: Historia de la Medicina española. Barce­
lona. Sayma, 1962, pág. 26; Médicos novelistas v Novelistas 
médicos. Salamanca, 1973, pág. 7. 
médicos estaba en gran parte en sus manos; de 
aquí que la enseñanza de la medicina en los estu­
dios generales estuviese en cierta medida descui­
dada (5). Las condiciones sociales de la Península 
y del Reino de Aragón a partir de finales del si­
glo XIV y a lo largo del siglo XV, hicieron que esta 
minoría se exiliase o se convirtiese, con el grave 
problema social de los judíos conversos como 
secuela.
Tras el alejamiento de Montpellier de las fron­
teras de la Corona de. Aragón, se crean Facultades 
de Medicina en Lérida (1300), Huesca (1354), Per- 
pignan (1379) y Barcelona (1401). En la Zaragoza 
del siglo XV van a actuar una serie de tensiones, 
todavía no satisfactoriamente estudiadas, entre las 
que sobresalen ‘Tos obstáculos y dificultades pues­
tos por Huesca” (6), que hacen que haya que es­
perar hasta el último tercio del siglo XV! para que 
tenga lugar la fundación de la Facultad de Medi­
cina en su Universidad. Pese a que la Universidad 
de Huesca fuera creada en 1354 por Pedro IV, la 
débil estructura económica con que se la dotó hizo 
que llevase una vida lánguida, y que prácticamente 
no existiese hasta que Juan II la revitalizó en 1461. 
Pero apenas cinco lustros más tarde, los propios 
profesores y alumnos están acordes en manifestar 
que la vida académica es más retórica que efec­
tiva.
Esta casi total ausencia de estudios universita­
rios de medicina en Aragón hasta fechas muy tar­
días, hace que los profesionales que asisten a la 
población aragonesa, o bien se formen fuera (una 
minoría), o bien adquieran sus conocimientos en 
las escuelas judías o árabes, revalidando sus cono­
cimientos ante los examinadores, tal como se había 
establecido en 1283 en las Cortes de Monzón y en 
1359 en las de Cervera (7).
Existía en Zaragoza la Cofradía de San Cosme, 
San Damián y San Valentín, “clamada de los bar­
beros o cirugianos de la Ciutat de Çaragoça”, fun­
dada “a efecto piadoso hoc encare que la dita co- 
fraria a tenido a devoción e tiene el spital de los 
enfermos de la dita Ciutat, clamadode Santa Ma­
ria de Gracia” (8). El hospital de Nuestra Señora 
de Gracia había sido fundado en 1425 a iniciativa 
de algunos vecinos, apoyados por los jurados de la 
capital, siendo uno de sus más decididos protecto­
res el rey de Aragón Alfonso V (9), y en él eran
(5) JIMENEZ CATALAN. M. y SINUES URBIOLA, J.; 
Historia de la Real v Pontificia Universidad de Zaragoza. 2 vol. 
Zaragoza. 1922-24,' T. II, págs. 315-340; GRANJEL. L. S.: 
Historia de la med..., págs. 24-25; véase también GARCIA 
BALLESTER, L.: Op. cit.
(6) PESET, M. y J. L.: La Universidad española ¡siglos XVIII- 
XIX). Madrid, Taurus, 1974, págs. 70-71.
(7) JIMENEZ CATALAN, M.: op. cit., págs. 427 y ss.
(X) JIMENEZ CATALAN, M. y SINUES URBIOLA, J.: op. 
cit., pág. 345.
(9) HERNANDEZ MOREJON. A.: Historia bibliográfica de 
la medicina española. New York, Johnson Reprint, 1967, T. 1., 
pág. 245. 
180
admitidos todo tipo de enfermos, incluso ios pesti­
lentes y los enfermos mentales. Es ésta una de las 
primeras instituciones médicas en que se recoge y 
asiste a los enfermos mentales, aventajada en anti­
güedad por el Hospital de Santa Cruz de Barce­
lona (1404). y por el "hospital dels folls e innoscents" 
de Valencia (1409), este último exclusivamente de­
dicado a tales pacientes (10).
El papel de la Cofradía de San Cosme y San 
Damián y del Hospital de la Virgen de Gracia va 
a ser clave en la historia de la medicina aragonesa. 
(10) ESPINOSA IBORRA. J.: /.« asistencia psiquiátrica en la 
España del siglo Xl\. Valencia. 1966. págs. 31-32.
sobre todo a partir de la concesión por Fernando 
el Católico (1488) del privilegio de efectuar disec­
ciones anatómicas -el nuevo método de acerca­
miento a la realidad del cuerpo humano que co­
menzaba a generalizarse por toda Europa-, gracias 
al cual va a desarrollarse en este Centro la anato­
mía normal y patológica moderna. A la vez, se 
encarga a esta Cofradía del examen de todos los 
médicos, cirujanos y boticarios de la ciudad, y pos­
teriormente de todo el territorio de Aragón (11); 
función que desempeñó hasta que. erigida por 
(11) HERNANDEZ MOREJON: op. cit..T. I. pág. 252.
181
Carlos V en Universidad la escuela de medicina 
que creara el obispo Pedro Cerbuna, surgió la ne­
cesidad de llegar a una concordia entre ambas 
instituciones. Asi, desde 1584 la Universidad se 
encargaba de la enseñanza y de conceder los gra­
dos de Bachiller, Licenciado y Doctoren Medicina, 
cuidándose el Colegio Imperial de Medicina y Ci­
rugía de San Cosme y San Damián del ejercicio 
de la profesión (12).
Siglos XVI y XVII. La instauración de la Facul­
tad de Medicina en el último cuarto del siglo XVI 
y su débil existencia durante los primeros años de 
su vida, hicieron que en esa centuria el panorama 
médico aragonés girase en torno del Hospital de 
Nuestra Señora de Gracia, que mantendrá hasta el 
siglo xvin especial atención por los temas morfo­
lógicos.
En los años que preceden a la fundación de la 
Universidad trabajó en dicho hospital y fue profe­
sor de su Estudio General, Juan Tomás Porcell, 
y en él llevó a cabo su obra más importante: Infor­
mación y curación de la peste de Zaragoza y preser­
vación de la peste en general, publicada en Zaragoza 
en 1565 (13).
Juan Tomás Porcell había nacido en 1528 en 
Cagliari, capital de la provincia aragonesa de Cer- 
deña. Cursó medicina en Salamanca, donde fue 
discípulo de Lorenzo de Alderete, por los mismos 
años que allí enseñaba la nueva anatomía vesalia- 
na Cosme de Medina (a partir de 1551), que la 
aprendió en Valencia de su maestro Luis Collado, 
discípulo directo de Vesalio en Padua. Se unen en 
él su participación en el movimiento vesaliano 
español -cuyo desarrollo en la primera mitad del 
siglo ha sido recientemente estudiado por López 
Piñero- y la tradición morfológica del propio Hos­
pital de Gracia, donde trabajaba. Al concluir sus 
estudios de medicina, él mismo nos dice que 
"(escogió) el mejor y más hermoso lugar en donde 
hubiese de hacer (su) asiento y morada, la famosa 
y leal ciudad de Zaragoza”, donde debió de morir 
en una fecha anterior a 1583.
El motivo de su obra fue la peste que azotó a la 
ciudad de Zaragoza en 1564 y las circunstancias 
extremas en que se hizo cargo de los apestados 
que se hacinaban en las salas del hospital. El re­
sultado de su trabajo, expuesto en su Información 
dedicada a Felipe II, constituye una de las cumbres 
de la epidemiología renacentista, con la introduc­
ción de hábitos clínicos modernos, indicadores de 
una nueva actitud ante la enfermedad, y la utili­
zación de datos anatomopatológicos como funda-
(12) JIMENEZ CATALAN, M. y SINUES URBIOLA, J.: 
op. cit., págs. 350 y ss.
(13) MOREJON. A.: op. cit., T. 111, pág. 110; Es fundamen­
tal el trabajo de LOPEZ PINERO, J. M? y TERRADA FE- 
RRANDIS, M.a L.: "La obra de Juan Tomás Porcell (1565) 
y los orígenes de la anatomía patológica moderna”. Medicina 
e Historia. XXXIV. junio 1967. 
mentó de su propia experiencia clínica. Porcell no 
sólo asistió a estos enfermos, sino que realizó un 
sistemático estudio anatomopatológico de los apes­
tados fallecidos, adquiriendo con ello un mejor co­
nocimiento de esta enfermedad epidémica, así como 
una base que le permitió modificar la orientación 
terapéutica tradicional, oponiéndose a las sangrías, 
a las purgas y a la precoz e indiscriminada apertura 
de los abscesos. Otro rasgo de su modernidad es 
el continuo recurso que hace de los datos estadís­
ticos para fundamentar sus opiniones.
Por su parte, la Facultad de Medicina comenzó 
a funcionar en 1583, caracterizándose por su aire 
renovador -el propio de las Facultades de Medici­
na creadas durante este período- y por un mani­
fiesto rechazo del galenismo arabizado. Al mismo 
tiempo incorpora la tradición morfológica que tan 
celosamente había sabido guardar el Hospital de 
Nuestra Señora de Gracia, y cuya máxima expre­
sión hemos centrado en la obra de Porcell. En sus 
estatutos fundacionales son bien patentes ambas 
notas:
"que los cathedraticos de medicina hayan de 
leer (sic) de los libros del Arte de Medicina y Ipo- 
crates y Galeno, repartiendo entre sí los dichos 
libros y lecturas que dentro de cuatro años que es 
el curso entero de medicina, lean los libros que 
tratan de la materia y doctrina medicinal más prác­
tica y necesaria y hagan alguna anatomía de algún 
cuerpo humano o parte dél, procurándose por par­
te de la Universidad de haber cuerpos humanos de 
algunos ajusticiados con licencia del virrey o del 
hospital de los regidores, y faltándolo, muestren en 
las figuras y estampas que dello hay...” (14).
No obstante, habrá que esperar hasta los años 
centrales del siglo xvn para que esta Facultad 
alcance un nivel considerable en el panorama ge­
neral de la medicina española. Fueron sus primeros 
catedráticos Juan Valero Tabar, Gerónimo Gimé­
nez y Juan Sanz. No podemos finalizar nuestro 
rápido examen de la medicina aragonesa de esta 
centuria sin hacer mención de dos de los muchos 
médicos que en Aragón nacieron o vivieron.
El primero, Miguel Servet, vio la luz en Villa- 
nueva de Sigena -Huesca- en 1511. Consta que 
entre los 14 y 15 años se encontraba en Barcelona, 
donde conoció al humanista franciscano Juan de 
Quintana, y que a los 17 fue enviado por su padre 
(que era notario) a Tolosa de Francia a estudiar 
leyes; allí entró en contacto con la literatura reli­
giosa reformadora. Servet, pues, está vinculado a 
Aragón por su nacimiento, pero ni la vida ni la 
obra de este médico humanista se desarrollaron en
(14) Tal como se establece en todas las facultades de medici­
na de la época y que claramente se manifiesta en el Estatuto 
del 26 de octubre de 1561 en que se dictan normas sobre la 
enseñanza en Salamanca, ver al respecto: GRANJEL, L. S.: 
Discurso de apertura, en 4cra.r del II.“ Congreso Español de 
Historia de la Medicina. Salamanca, 1965, vol. 1, págs. 27-28. 
182
su patria. Junto a los períodos que pasó en Francia, 
donde se naturalizó en 1548, su vida transcurre en­
tre numerosos viajes por Europa,al principio for- 
mativos y de toma de contacto con distintos gru­
pos, principalmente los teólogos de la Reforma, 
y al final huyendo de las continuas acusaciones de 
heterodoxo que recibía por parte de sus contem­
poráneos, católicos o protestantes, y especialmente 
de Calvino, cuya enemistad, como es bien sabido, 
le llevó a la muerte en la hoguera. Tres fueron sus 
principales obras: De Trinitatis Erroribus libri 
octubre de 1553; con lo cual el nombre de Servet 
ha pasado a la historia en un doble aspecto; como 
redescubridor de la circulación menor de la sangre, 
hecho anatomofisiológico ya consignado en el si­
glo XIII por el árabe Ibn al-Nafis, y totalmente 
olvidado durante tres siglos, y también como már­
tir de la libertad religiosa (15).
Merece asimismo mención la valiosa aportación 
a la literatura pediátrica por parte de Gerónimo 
Soriano, que nació y ejerció la medicina en Teruel. 
Su experiencia como clínico le sirvió de base para
septem (1531), libro en el cual se ocupa del dogma 
de la Trinidad y que le valió la enemiga de católicos 
y protestantes, que le persiguen como hereje. Su 
única obra médica la publica en 1537, cuando toda­
vía no había iniciado sus estudios médicos, bajo 
el título de Syruporum universa ratio; en ella se ma­
nifiesta claramente su condición de humanista 
galénico opuesto al galenismo arabizado. La terce­
ra de dichas obras es su Christianismi Restitutio. 
cuyo manuscrito envió en 1546 a Calvino, quien 
escribió: si Servet entra en Ginebra, "no toleraré... 
que salga vivo". No sólo le valió dicho envío esta 
amenaza, sino también que fuese cumplida el 27 de 
escribir, entre otros libros, su Modo y orden de curar 
las enfermedades de los niños, editado en Zaragoza 
en 1600 (16). Esta obra nos introduce resucítamen­
os) De la extensa bibliografía existente sobre Servet reco­
mendamos BARON FERNANDEZ, J.: Miguel Servet: su vida 
v su obra. Madrid, Espasa Calpe. 1970; BAITON. R. II.: Ser­
vet. el hereje perseguid». Madrid, Taurus. 1973: ALBARRA­
CÍN TEUÍ.ON, A.: Renacimiento: Fisiología, en I.AIN EN­
TRA 1 GO. B. (direct.): Historia Universal de la Medicina. 6 vol.. 
Barcelona, Salvat. 1972-1975, T. IV, págs. 78-80.
(16) MOREJON: op. cit.. T. III, pág. 421; GRAN.IEL. L. S.: 
Historia de la med.... pág. 56; PESF.T, .1. L. y GRACIA, D.: 
Renacimiento: Obstetricia, ginecología y pediatría, en LA1N 
(direct.): Historia Universal de la Medicina. T. IV, pág. 174. 
183
te en el siglo XVII, cuya característica principal en 
el viejo reino de Aragón, sobre todo durante su 
segunda mitad, será la existencia de un ambiente 
general favorable a la renovación -equiparable a 
la que en el campo económico-mercantil representa 
Juan Pablo Dormer-, y que proporcionará a su 
Universidad y a sus hospitales medios favorables 
para que Zaragoza pueda distinguirse, junto con 
Barcelona y Valencia, por mantener un nivel de 
cierta dignidad en el pobre panorama general de la 
medicina española (17).
El Hospital de Nuestra Señora de Gracia, que 
hasta entonces había sido el eje de la medicina 
aragonesa, mantuvo una actitud firmemente reno­
vadora; así lo demuestran las “ordinaciones” dic­
tadas en 1655 por el obispo de Lérida (18) y la mo­
dificación de esas "ordinaciones” en 1681, por el 
obispo de Albarracín, fray Pedro Tris, por man­
dato de Carlos II. Enormemente significativa será 
la forma en que se dividió el personal asisten- 
cial, ordenado en médicos principales, encargados 
de las salas y servicios, médicos internos, que 
debían permanecer continuamente en el hospital, 
vigilando el estado de los enfermos y los trata­
mientos administrados, cirujanos maestros y ayu­
dantes, así como un boticario responsable de la 
farmacia y del jardín botánico. Igualmente consta 
que había secciones de cirugía, obstetricia, enfer­
medades venéreas, "enfermos tinosos" y de “locos 
y locas”. Ya hemos comentado la importancia de 
esta temprana y racional asistencia a ios enfermos 
mentales, motivo suficiente para que este hospital 
ocupe un lugar destacado en la historia de la asis­
tencia en general y de la psiquiátrica en particular. 
Pero mayor relieve le confiere el hecho de que, 
desde su creación, y las nuevas “ordinaciones" lo 
mantienen, se señale su condición de enfermos, y la 
necesidad de ser asistidos médicamente. Aparece 
asimismo en estos reglamentos una explícita refe­
rencia a la práctica de ciertas tarcas por parte de 
tales enfermos: “Dentro de la casa darán trabajo 
a los locos en todos los ministerios y servicios que 
pudieran hacer conforme a su disposición, y a las 
locas en hilar, coser, hacer roscadas, y otros exer- 
cicios...” (19).
Esta misma actitud de renovación se aprecia en 
el hospital que los franciscanos poseían en su con­
vento de Zaragoza, ligada al nombre de quien fue 
su enfermero mayor Juan de Bercebal (+1707), co­
tí 7) LOPEZ PINERO, J. M.’: Introducción de la ciencia mo­
derna en España. Barcelona, Ariel. 1969, págs. 76-89, estudia 
la existencia de un grupo abierto a las novedades de la cien­
cia moderna en la Zaragoza de la segunda mitad del siglo xvii.
(18) ESPINOSA IBORRA, J.: "La asistencia al enfermo 
mental en España durante la Ilustración y el reinado de Fer­
nando Vir. Cuadernos Hist. Med. Esp., V. pág. 191.
(19) ZUBIRI VIDAL, F.: "Ordinaciones del Hospital Real 
y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza". Zara­
goza. 24. 95-124, (1966): López Pinero. J. M.a: op. cit.. púa. 
77 y ss. 
nocedor de las doctrinas iatroquímicas, como bien 
puso de manifiesto la publicación post-mortem de 
su Recetario medicinal espagírico, en el que ofrece 
información de interés acerca de la asistencia mé­
dica de la Zaragoza de la época (20). En el hospital 
de Capuchinos efectuó José Stiche (21) una labor 
similar a la que Porcell llevara a cabo en la centuria 
anterior, dejando testimonio escrito de la peste que 
afectó a Zaragoza en 1652. De 1669 data la funda­
ción del Hospicio provincial (hospicio e inclusa), 
que completará el cuadro de los centros asisten- 
ciales.
La Facultad de Medicina, de cuyo nacimiento 
en el último tercio del siglo XVI ya hicimos men­
ción, va a desempeñar durante la presente centuria 
un papel primordial, gracias a la abierta actitud 
frente a la medicina moderna por parte de algunos 
de sus catedráticos, que en ciertas ocasiones llega­
ron a oponerse con clara resolución al galenismo 
imperante en la medicina española. En los años 
centrales del siglo XVII será Matías de Llera su pro­
fesor más distinguido; con la permanente fidelidad 
a la medicina tradicional, bien manifiesta en sus 
comentarios a los textos galénicos titulados Manus 
medica dextera quinque digitos continens (1666), jún­
tase en él una destacada minucia como observador 
clínico (22).
La práctica de las disecciones anatómicas, ini­
ciada en el siglo XV, se mantuvo, llegando a efec­
tuar Juan Bautista Juanini en el anfiteatro anató­
mico del hospital, autopsias demostrativas de la 
circulación de la sangre, doctrina introducida en la 
enseñanza por Francisco San Juan y Campos, que 
ocupó la cátedra de anatomía en 1686. La favorable 
disposición de la Facultad ante el progreso de la 
medicina moderna tuvo su máximo representante 
en el sucesor de Llera en la cátedra de Prima de 
Medicina (1677), José Lucas Casalete (23), que 
rompió abiertamente con los esquemas tradicio­
nales, tanto en el orden teórico corno en el práctico, 
denunciando el abuso de las sangrías por parte de 
los galenistas y proponiendo un nuevo método cu­
rativo de las fiebres. Sus propuestas fueron califi­
cadas como falsas y nefastas para la salud por los 
claustros de distintas Facultades médicas. Discí­
pulos suyos fueron Nicolás Francisco San Juan y 
Domingo (24), galenista moderado, iniciador en
(20) PORTELA. E.: "La obra química de Juan de Bercebal 
(+1707) en. Acias del Congreso de Historia de la Medicina. Sa­
lamanca, 1965, Vol. I, págs. 431-438.
(21) GRANJEE. L. S.: "Las epidemias de peste en España 
durante el siglo xvn". Cuad. Hist. Med. Esp.. 3, pág. 32-33.HERNANDEZ MOREJON; op. cit., V, 341-345.
(22) ZUBIRI VIDAL, F.: "La medicina aragonesa en el si­
glo xvn”. Clin. Lab.. 65. 203-215, (1958); MOREJON: op. 
cit., T. VI. pág. 37-40; LOPEZ PINERO, J. M.’: op. cit., pág. 
81.
(23) MOREJON: op. cit.. T. VI, págs. 246-247; LOPEZ PI­
NERO, J. M.a: op. cit., pág. 83.
(24) MOREJON: op. cit.. T. VI, págs. 241-245; LOPEZ PI­
NERO. J. M.a: op. cit. pág. 85.
184
autor de Cirugía racional, obra dedicada casi por 
completo al tratamiento de las heridas de la cabe­
za, en la que recomendaba la vía seca y unitiva so­
bre la húmeda de los antiguos, según las enseñan­
zas de Hidalgo de Agüero, Pedro López de León, 
etc. (30).
La segunda gran institución médica, la Facul­
tad, permanece a lo largo de estos años libre de 
acontecimientos relevantes que alteren su marcha 
y funcionamiento, si bien durante el siglo XV] 11 el 
claustro une sus protestas al resto de la Univer­
sidad, quejándose de que se les paga tarde y mal. 
Esta Facultad, que desde su fundación estuvo prin­
cipalmente mantenida por los fondos legados por 
su fundador Cerbuna (31). empieza a reflejar la 
situación económica general, a la que igualmente 
fue sensible el Hospital de Gracia, que según 
Gimeno Riera (32), comenzó a padecer penuria 
económica a partir de 1750.
La obra de los médicos ilustrados aragoneses 
enriquece principalmente dos campos de la medi­
cina: la epidemiología y las ya citadas “topografías 
médicas". Cultivador destacado de la literatura 
loimológica fue José Amar y Argucdas, catedrá­
tico de Anatomía y Aforismos en Zaragoza, autor 
de Instrucción curativa de las viruelas, 1774, decidi­
damente opuesto a la práctica de la inoculación, 
introducida durante aquellos años (33). También 
el segundo tema tiene destacados cultivadores, de­
dicándose la mayoría al estudio de los centros hi­
drológicos aragoneses, bien sea en monografías o 
en estudios generales, como los de Antonio Ased y 
Latorre, inspector de epidemias del Reino de Ara­
gón por nombramiento real, o los de Manuel Lay 
y Anzano. Luis Laborda. Antonio Campillo y 
Marzo, etc. (34). Junto a todos ellos hay que recor­
dar el tratado de medicina publicado en Zaragoza 
en 1776 por Gaspar Romeo, examinador del Real 
Protomedicato de Aragón (35).
No podemos finalizar este comentario sin citar 
a otros dos médicos aragoneses, aunque, como ve­
remos a continuación, ninguno de ellos se formó o 
trabajó en su tierra: Virrey y Mange y Andrés 
Piquer.
Pascual Virrey y Mange. natural de Pedrosas, 
cursó sus estudios de medicina en la Universidad 
de Valencia, donde desempeñé) la cátedra de Lec­
ción extraordinaria; murió en 1746 dejando escrita 
una gran obra dividida en cuatro partes: Tirocinio 
Practico Medico-Chimico-Galenico, Palma Febril.
(30) MOREJON: op. cit.. T. VI. pág. 449: GRANJEE. L. S.: 
op. cit.. pág. 112.
(31) PESET. M. y J. L.: op. cit.. págs. 359-360.
(32) ESPINOS,3 IBORRA, J.: arte. cit.. pág. 205.
(33) MOREJON: op. cit.. T. Vil, pág. 345;"gRANJEL. L. S.: 
op. cit.. pág. 115.
(34) MOREJON: op. cit.. T. Vil, págs. 389. 306, 44. 79: MA­
LAGA GUERRERO, S.: “La hidrología española del si­
glo XVlll". Cuati. Hist. Metí. Esp„ VIII. 169-221, (1969).
(35) MOREJON: op. cit., T. Vil. pág. 352; GRANJEE: op. 
cit.. pág. 110.
Manual de Cirugía Práctica r Promptuario Aphoris- 
lico. en la que intenta ofrecer un panorama com­
pleto del saber médico, de acuerdo con las doctri­
nas iatroquímicas de que era partidario (36).
Andrés Piquer y Arrufat, máxima figura de la 
medicina española del período, nació en Fórnoles 
el 6 de noviembre de 1711. pero al igual que había 
acaecido con Servet, abandonará su tierra muy 
joven, a los 16 años, para establecerse en Valencia, 
primero en calidad de estudiante y más tarde como 
profesor, ocupando la cátedra de Anatomía desde 
1742 hasta 1751, fecha ésta en que se trasladó a 
Madrid, al ser nombrado medico de la Real Cá­
mara (37). Su compleja formación, la pluralidad de 
sus inquietudes intelectuales y la diversidad de sus 
escritos, hacen que recuerde -como ha señalado 
S. Granjel- a nuestros médicos humanistas del 
Renacimiento. De acuerdo con Vicente Peset (38), 
los tres rasgos que mejor le caracterizan son: el 
rápido ascenso de su prestigio profesional, el cam­
bio de matiz de su eclecticismo -de la iatromecá- 
nica a un neohipocratismo, con el que trató de con­
ciliar el pensamiento médico tradicional y la medi­
cina de la época-, y el carácter enciclopédico de su 
producción literaria, consecuencia de su honda vo­
cación educadora, que podemos agrupar en:
a) Obra médica: Medicina vetus et nova (Valen­
cia, 1735); Tratado de las calenturas (Valencia, 1751); 
Institutiones medicae (Madrid, 1762); Praxis médica 
(Madrid 1764-66).
b) Obra no estrictamente médica: Física moder­
na racional y experimental (Valencia, 1745); Lógica 
moderna (Valencia, 1747); Filosofía moral (Madrid, 
1755); Discurso sobre la aplicación de la filosofía a 
los asuntos de la religión (Madrid, 1757).
c) Traducciones: Las obras de Hipócrates más 
selectas, con el texto griego r latino puesto en caste­
llano (Madrid, t. 1, 1757; t. II, 1761; t. III, 1770).
Siglo XIX, Los acontecimientos políticos que 
tienen lugar en la España de la primera mitad del 
siglo XIX y la gran depresión económica que les 
acompaña van a repercutir directamente en las ins­
tituciones asistenciales y docentes que nos ocupan. 
Durante estos años, los centros asistenciales se en­
cuentran en situación lamentable, debido en gran 
parte a la carencia de medios económicos. Anali­
zando este proceso en el Hospital de Zaragoza, 
todo parece agravarse, habida cuenta de su comple­
ta destrucción consecuencia del asedio de la ciudad
(36) MOREJON: op. cit., T. Vil, pág. 81; GRANJEL: op. 
cit., págs. 109. 112.
(37) MOREJON: op. cit.. T. Vil. pág. 135; GRANJEL: op. 
cit.. págs. 96. 101, 107, 111: PESET LLORCA. V.: “Andrés 
Piquer y la psiquiatria de la Ilustración''. Clin. Lab.,LXIII. 
153-160. (1957): PESET LLORCA. V.: Gregori Mavans i la 
cultura tic la Ilustrado. Barcelona-Valencia, 1975. págs. 229- 
392. Se recomienda también la breve reseña que ALBARRA­
CÍN TEULON hace sobre Piquer en la Enciclopedia de la Cul­
tura,T. IV. 791-792.
(38) PESET LLORCA, V.: arte, cit., págs. 153-154. 
186
por las tropas francesas. Los enfermos fueron en­
tonces recogidos en el Hospital de Convalecientes, 
que si en principio no reunía las condiciones míni­
mas requeridas para su asistencia, posteriormente 
(1829), y siguiendo la tradición del viejo Hospital, 
lleva a cabo la construcción de un departamento 
especial dedicado a estos enfermos (39). Sin embar­
go, los informes acerca de su funcionamiento y con­
diciones son de carácter desfavorable, llegando 
en 1864 a decirse que los pacientes en él alojados 
eran "peor tratados que ios mayores criminales" (40). 
En realidad, con el Hospital de Gracia muere gran 
centralismo -dicen los hermanos Peset- pesó 
siempre agobiadoramente sobre las universidades 
de provincias; así. la Universidad de Zaragoza se 
quejaba en 1860 del privilegio con que era tratada 
la Central y del olvido de las restantes” (41). Por 
su parte, la Facultad de Medicina sufrió dos clau­
suras, y se vio sometida a diferentes planes de estu­
dios. El primer cierre va a tener lugar en 1807, mo­
tivado por el plan del ministro Caballero (42), si 
bien en 1813 los claustros se reestableccn siguiendo 
el plan vigente en las universidades desde 1771 
(seis años de carrera más los estudios de cirugía).
MEMORIA
INSTRUCTIVA
DE LOS MEDIOS DE PRECAVER LAS MALAS 
resultas de un Temporal excesivamente húmedo , co­
mo el que se ha observado desde principios de 
Setiembre de 1783 , hasta ultimos 
de Abril de 1784.
Leld« e» Junta general de la Real Sociedad Akaconua de Ami- 
gos dkl Paíi el día 7, de Mayo.
POR DON ANTONIO DE ASED, Y LArORRE, 
Dr. en Medicina, del Colegio de San Cosme y San Damian 
de ¡a Ciudad de Zaragoza , è Individuo de la 
Real Sociedad Económica Aragonesa.
CON LICENCIA:
En Zaragoza: En la Imprenta de Blas Miedes.parte de su tradición, y va a ser años después cuan­
do se intenta reanudarla con la creación del Hospi­
tal de Nuestra Señora del Pilar, que incorpora las 
novedades asistenciales y terapéuticas que durante 
el siglo XIX se están produciendo en Europa.
La vida de la Universidad, y no es excepción 
la de Zaragoza, va a estar sujeta a los numerosos 
decretos que durante esos años son dictados. "El
(39) ESPINOSA IBORRA: arte, cit., en Citad. Hist. Med. 
Esp.. pág. 110.
(40) RUBIO. P. M.“: "Exposición sobre el establecimiento 
de un hospital modelo de dementes". Crac. Med., 2, 506-508, 
(1846); ESPINOSA IBORRA: arte, cit., pág. 212.
En 1843 vuelve a desaparecer, quedando como úni­
cas Facultades para el estudio de la Medicina, la 
de Cirugía y la de Farmacia de Madrid y Barcelo­
na, estableciéndose cinco colegios en Sevilla, Va­
lencia, Zaragoza, Valladolid y Santiago, para ense­
ñar lo que se denominaría “práctica del arte de 
curar", desaparecidos dos años después (43). La 
definitiva reapertura de la Facultad de Medicina
(41) PESET. M. y .1. I..: op. cit.. pág. 438.
(42) JIMENEZ CATALAN. M.: op. cit. pág. 430 y ss.
(43) PESET. M. y J. L.: op. cit., pág. 655. 
187
de Zaragoza -Escuela desde 1869- se establece por 
Real Decreto del 29 de septiembre de 1876 (44).
Un sólo nombre bastaría para llenar el panora­
ma médico de esta segunda mitad del s.glo: el de 
Santiago Ramón y Cajal, nacido el 1 de mayo de 
1852 en Petilia de Aragón (Navarra). Su niñez trans­
currió en el Alto Aragón, pasando sucesivamente 
de Petilia a Larrés, Luna, Valpalmas y Aycrbe, si­
guiendo las vicisitudes profesionales de su padre 
el médico don Justo Ramón. En 1861 comienza su 
bachillerato en Jaca, que prosigue en Huesca desde 
1864. Dos son durante este tiempo sus aficiones, 
posteriormente mantenidas a lo largo de toda su 
vida: la pintura y la literatura. Realizó sus estudios 
médicos en Zaragoza, de 1869 a 1873, en la Escuela 
de Medicina Aragonesa. Su llegada a esta ciudad la 
recuerda posteriormente con un sentimiento de 
“...alegría de verme en una ciudad nueva, populosa 
y ennoblecida por grandes recuerdos históricos” 
(45). Allí, junto a su padre -profesor interino de 
disección-, surgirá su inclinación al estudio de la 
anatomia y a la práctica de las disecciones anató­
micas, que le valdrán, al finalizar el segundo curso 
de carrera, una plaza de ayudante de disección y 
el Premio de Anatomia Topográfica.
“Imperaba entonces en las escuelas médicas el 
vitalismo de Barthez, inspirado en el hipocratis- 
mo...” Pero Ramón y Cajal supo estar ai tanto de 
las novedades biológicas de su época; entre ellas 
recordará luego “había (yo) leído la citada Pato­
logía Celular de Virchow y algunos otros libros 
anatomo-patológicos” (46), que supo unir a las en­
señanzas de los que durante aquellos años fueron 
sus maestros: Daina, G. Casas, P. Cerrada, Comin, 
M. Fornés, Córrale, E. Fornés, Ferrer, Valero..., 
nombres que años después seguían en su memoria 
y de los que nos dirá “Todos sembraron algo útil en 
mi espíritu y a todos estoy cordialmente agradeci­
do.” ¡Lástima que la ausencia de laboratorios y el 
insuficiente material clínico esterilizasen en par­
te sus desvelos! (47). Afirmación en la que vuelve 
a insistir con motivo de la deficiente situación de la 
Universidad zaragozana de estos años, y que será 
motivo suficiente para que Cajal no elija Zaragoza 
como lugar de trabajo futuro (48), pese a que, según 
él mismo confiesa, “Zaragoza es algo mío, muy 
íntimo, que llevo embebido en mi corazón y en mi 
espíritu, y palpita en mi carácter y en mis actos” 
(49).
(44) Colección Legislativa. Vol. 177, pág. 488; ALBARRA­
CÍN TEUI.ON, A.: La titulación médica en España durante 
el siglo XIX. Cuad. Hist. Med. Esp., XII. 15-80, (1973); RA­
MON Y CAJAL, S.: Recuerdos de mi vida, Madrid, 3.“ ed 
1923, pág. 153.
(45) RAMON Y CAJAL. S.: op. cit.. pág. 103.
(46) RAMON Y CAJAL, S.: op. cit., pág. 110.
(47) RAMON Y CAJAL, S.: op. cit., pág. 112.
(48) RAMON Y CAJAL, S.: op. cit., pág. 195.
(49) RAMON Y CAJAL, S.: op. cit., pág. 323.
Tras licenciarse en medicina oposita a Sanidad 
Militar, se incorpora como médico segundo al Regi­
miento de Burgos en la provincia de Lérida, y en 
abril de 1874 recibe orden de trasladarse al ejército 
expedicionario de Cuba como Primer Ayudante Mé­
dico; tras su malograda estancia en la isla-enfermo 
la mayor parte de su permanencia en ella- regresa 
a Zaragoza en 1875, y aquí vuelve a dedicarse a los 
estudios de Anatomia, comenzando su preparación 
para oposiciones de cátedra, empeño que le obliga 
a doctorarse en Madrid, donde Maestre de San Juan 
y sus discípulos le muestran unas bellas prepara­
ciones anatómicas; asi se inició su dedicación a la 
histología. En 1883 obtiene la Cátedra de Anato­
mía de Valencia, tras haber opositado en dos oca­
siones sin éxito y haber sido nombrado Director 
de Museos Anatómicos de la Facultad de Medicina 
de Zaragoza, instalándose en la ciudad del Turia 
en enero de 1884, después de haber contraído ma­
trimonio. En 1887 pasa a Barcelona, a la cátedra 
de Histología normal y Patológica, y en 1892 obtiene 
por unanimidad la plaza de Madrid, donde residirá 
hasta su muerte el 17 de octubre de 1934.
Sumariamente expuesta, su vida como histó­
logo puede dividirse en dos grandes etapas cuyo 
punto de inflexión se corresponde con el aprendi­
zaje del método de la impregnación cromoargénti- 
ca ideada por Golgi, tras lo que sus investigacio­
nes van a centrarse en el estudio del sistema ner­
vioso. que le ocupará desde 1888 hasta el fin de su 
vida. En esta “etapa neurona?’ cabe también dife­
renciar tres periodds de acuerdo con la distinta 
técnica en cada uno empleada, y por el objeto y el 
propósito de la investigación. El primero de ellos, 
desde 1888 hasta 1903, se caracteriza por el uso de 
una modificación personal del método de Golgi 
-proceder de la doble impregnación-, para estu­
diar la morfología normal del sistema nervioso, 
dejando conclusa la doctrina morfológica de la 
neurona. El segundo (1903-1913) se centra en el 
estudio de la estructura intima del protoplasma 
nervioso, mediante el proceder del nitrato de plata 
reducido, iniciándose a la vez en la práctica del 
experimento fisiológico. El tercer período discurre 
desde el hallazgo de los métodos del nitrato de 
urano (1912) y del sublimado-oro (1913), que hasta 
su muerte le permitieron estudios detallados del 
aparato de Golgi y de la estructura y conexiones de 
la glía.
Su trabajo de investigación continuada y su 
vocación de maestro creó en torno a él una verda­
dera escuela integrada entreoíros por Pedro Ramón 
y Cajal, Domingo Sánchez, Jorge Francisco Tello, 
Pió del Río-Hotega, Nicolás Achúcarro, Gonzalo 
R. Lafora, José María Villaverde, Fernando de 
Castro, Rafael Lorente de No, Julián Sanz Ibáñez... 
De ellos fueron aragoneses su hermano Pedro, 
Tello, Lorente de No y Sanz Ibáñez.
188
Históricamente, la obra de Cajal representa la 
primera y, al parecer, la definitiva ruptura con la 
hipótesis galénica de la continuidad morlblógico- 
funciona) en la masa de la sustancia nerviosa, al 
afirmar la continuidad como forma de conexión 
entre las células nerviosas. Y desde el punto de 
vista de la teoría, cuyos cuatro hitos cardinales 
estarían señalados por los nombres de Sclileidcn. 
Schwann, Virchow y Cajal.
La obra escrita de este último está constituida 
por dos apartados: científico y literario. Al primero 
pertenecen el Manual de Histología normal y técnica 
micrológica (1884-1889). el Manual de Anatomía Pa­
tológica general (1890-91), los Elementos de Histo­
logía normal y de técnica micrográfica (1897) y la 
Textura del sistema nervioso del hombre y los ver­
tebrados (1897-1904). Junto a ellos, y también en 
orden cronológico. La fotografía de los colores. 
Fundamentos científicos y reglas prácticas (1912), 
Degeneración y regeneración del sistema nervioso 
(1912-1914), su capítulo sobre "la doctrina de la 
neurona" en el Handbuch der .Neurologie de Bumke 
y l'oerster,las Reglas y consejos sobre la investiga­
ción biológica y el Manual técnico de Anatomía Pato­
lógica (1918). amén de cientos de artículos apare­
cidos en la prensa española y europea. Su obra lite­
raria la componen Cuentos de Vacaciones (1905). 
Recuerdos de mi vida (1901-1917), Charlas de café 
(1923) y £7 mundo visto a los ochenta años (1934) 
(50).
Pedro Ramón y Cajal, hermano y compañero 
de Santiago, nace en Larrcs (Huesca) en 1854, y 
desde muy temprano muestra clara inclinación ha­
cia el estudio y la medicina, si bien durante un pe­
ríodo de ocho o diez, años lo abandona, para vivir 
en Uruguay una experiencia azarosa y novelesca. 
De regreso a España, finaliza sus estudios y cola­
bora con su hermano en algunos trabajos sobre la 
estructura del sistema nervioso en distintos anima­
les (reptiles, aves, peces, batracios), centrándose 
posteriormente en el conocimiento y práctica de la 
ginecología, para llegar a ser catedrático en la Fa­
cultad de Medicina de Zaragoza, donde muere en 
1950. Su nombre se recuerda también por ser fun­
dador de la Real Academia de Ciencias de esta 
ciudad (51).
(50) l)e la extensa bibliografía sobre Cajal y sil obra reco­
mendamos: I.AIN ENTRALGO. 1’.: Grandes médicos. Barce­
lona. Salvat. 1961: LAIN ENTRALGO, l< y ALBARRACÍN 
rtiULON. A.: b'uestro Cajal. Madrid. 1967; TE1.I.O. I'.: 
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Cajal: Historia de im hombre. Barcelona. 1954; DURAN MU­
ÑOZ. G. y ALONSO BURON. F.: Ramón y Cajal. Vida y 
obra. Inst. Lentando el Católico, Zaragoza, 1960.
(51) ALVAREZ SIERRA. J.: Historia de la Cirugía española. 
Madrid, 1961, pág. 513.
189
Durante los primeros decenios de nuestro siglo, 
rigieron la medicina aragonesa Ricardo Lozano 
y Royo Villanova. Ricardo Royo Villanova (1868- 
1943) fue catedrático de Patología médica, gran 
internista y brillante profesor. A su obra didáctica, 
cristalizada en un manual escolar varias veces edi­
tado. únese la que como patricio de su ciudad llevó 
a cabo: fue fundador y presidente de la Academia 
Médico-Quirúrgica Aragonesa, Rector de la Uni­
versidad, eficaz promotor de la lucha antitubercu­
losa y personalidad, en suma, de gran relieve local 
y nacional. Ladislao Ricardo Lozano García (1872- 
1935), catedrático de Patología quirúrgica y gran 
cirujano, fue uno de ios introductores del método 
aséptico y autor de varias obras importantes, tales 
como su Patología quirúrgica, Las fracturas articu­
lares, La cirugía intratorácica, etc. (52). A su lado 
deben ser recordados en esta concisa enumeración 
-entre otros- el internista Aznar Molina, el oftal­
mólogo Palomar, el psiquiatra Gimeno Riera y el 
ginecólogo Horno Alcorta. Tras ellos, la historia 
de la medicina aragonesa se convierte ya en puro 
presente.
(52) ALVAREZ SIERRA. .1.: op. cit., pág. 370.
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