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Conservación y Aprovechamiento de Recursos Vivos

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EXAMEN DE LA CONSERVACIÓN Y EL APROVECHAMIENTO DE LOS RECURSOS VIVOS 
del Monte-Luna, P., D. Lluch-Belda y F. Arreguín-Sánchez. 2007. Examen de la Conservación y el Aprovechamiento de los 
Recursos Vivos. Interciencia. Vol. 32 N° 1: 61-65. 
La noción más básica que se tiene del concepto de “conservación” implica mantener intacto un sistema natural de manera indefinida sin 
otra finalidad que la de asegurar su existencia misma. Existen ideas que se contraponen al mismo concepto, por ejemplo, a nivel 
internacional, el concepto implica obtener sostenidamente el mayor beneficio posible de los recursos naturales renovables para beneficio 
del hombre. El hecho es que es necesario replantear los modelos de uso de los recursos naturales renovables para incrementar la eficiencia 
de utilización y complementar los propósitos de la conservación. El programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente 
(PNUMA) define conservación como “la gestión de la utilización de la biosfera para el ser humano, de tal suerte que produzca el 
mayor beneficio sostenible para las generaciones actuales, pero manteniendo su potencialidad para satisfacer las necesidades y 
aspiraciones futuras”. Ambas ideas se contraponen, la primera supone un carácter intocable, mientras que la segunda supone una 
utilización que produzca el máximo beneficio. Para un mayor entendimiento se llamará “preservación” al hecho de mantener un sistema 
natural aislado de la influencia humana, y “aprovechamiento óptimo” a la conservación en el sentido del máximo uso sostenido. 
Uno de los propósitos de la ciencia es que se pueda obtener un beneficio para el hombre. Por ejemplo, respecto a la pérdida de 
biodiversidad. Se ha estimado que el número de especies descritas en el mar y la tierra asciende a, aproximadamente, un millón y medio. 
Con ello, se calcula que cada 60 minutos desaparecen en promedio tres especies de flora y fauna (muchas dejan de existir antes de 
conocer su existencia). Con esa tasa de desaparición y asumiendo una tasa de especiación igual a cero, la tierra quedaría desprovista de 
vida en los próximos 60 años, así que, cualquier decisión de manejo, hacía la biodiversidad, que se sugiera con tal grado de incertidumbre 
carece de sentido práctico. Por otro lado, asegurar que el último representante de una especie ha desaparecido es una tarea complicada, 
ya que, existen muchos descubrimiento y redescubrimientos taxonómicos (especies que se creían extintas vuelven a ser vistas) recientes. 
Además, muchos de los datos de extinción a nivel global se basan en la pérdida de diversidad en los trópicos (lugar donde se concentra 
un mayor número de especies). Las situaciones mencionadas sugieren que el conocimiento científico acerca de cuántos tipos de 
organismos habita el planeta y a qué velocidad están desapareciendo es lo suficientemente impreciso como para establecer la necesidad 
de revisar y verificar la información recibida a través de los medios masivos de comunicación y de fuentes no científicas. 
En los años 60’s el desarrollo mundial estaba inclinado hacia el dominio económico, ajeno a la ecología, y la única finalidad era 
maximizar la explotación de los recursos. Una década después, la Conferencia de las Naciones Unidas celebrada en 1972 retomó el 
proceso de defensa del entorno natural y se habilitó el discurso ambientalista sobre la base de la ecología, aunque se consideró la 
preocupación de las condiciones de vida de los humanos en el futuro. Al pasar el tiempo esta plataforma ideológica se convirtió en lo 
que se conoce como “desarrollo sustentable”. 
Con respecto a los recursos marinos, se estima que hoy en día el 24% de ellos se encuentran moderadamente explotados, 52% están en 
el nivel de mayor aprovechamiento, 16% se reportan como sobreexplotados y 8% en recuperación. Por ello, dependerá del aprendizaje 
científico y de la disposición de los gobiernos que la cantidad de recursos pesqueros plenamente explotados aumente a costa de otros 
porcentajes. En cuanto a otros recursos renovables, se sabe que la tasa de deforestación en los bosques tropicales es de 14.2 millones de 
hectáreas por año y en los bosques no tropicales es de 0.4, mientras que la tasa de incremento anual de áreas forestales es de 1.9 y 3.3 
millones, respectivamente. El cambio neto anual en la cobertura de árboles es de -9.4 millones de hectáreas, es lamentable que la 
cobertura perdida sea poco menos del doble de la que se gana cada año. Además, la reforestación se ha canalizado a través de 
plantaciones de especies comerciales cuyo crecimiento se estima en 1.4 millones de hectáreas cada año, con tendencia a incrementarse. 
La conservación y el aprovechamiento son dos fracciones excluyentes; la preservación y la explotación desmedida. Lo que quiere decir 
que si un recurso no es objeto de la preservación esta destinado a desaparecer por sobreexplotación. Asumiendo que no existen puntos 
intermedios entre estos dos extremos. Si existe sobreexplotación las medidas de manejo pertinentes tendrían como objetivo regresar a 
la población al estado de aprovechamiento óptimo, sin embargo, un recurso vivo llevado al colapso por el uso descontrolado puede 
entrar a las filas de la conservación para que eventualmente vuelva a ser aprovechado. Dado que no existe un punto intermedio entre la 
preservación y el aprovechamiento óptimo en el que puedan ser cumplidos plenamente, el terreno ganado por uno será proporcional al 
que pierda el otro. 
La tarea de los estados dentro del marco del desarrollo sustentable deberá enfocarse a incrementar el numero de recursos explotados a 
costa de lo que se encuentran sobreexplotados y colapsados, así como también de los moderadamente explotados. Otro de los problemas 
que enfrenta el manejo de recursos, que es efecto de las actividades extractivas sobre especies diferentes, a las del objetivo y sobre el 
ecosistema en general. El cambio del nivel de organización a otro de mayor complejidad trae consigo la aparición de nuevos patrones 
del nivel en cuestión y un aumento inicial en la incertidumbre. Entonces, el reto sería encontrar objetivos de manejo análogos al 
aprovechamiento óptimo o uso sostenido a nivel de ecosistema. 
 Estoy de acuerdo con el autor respecto a la idea de que la preservación y el aprovechamiento óptimo no pueden llevarse a cabo 
al mismo tiempo. De cierta manera sí deberíamos preocuparnos por las futuras generaciones y si preservamos lo que hasta ahora tenemos, 
seguramente esas generaciones lo aprovecharán. Y pienso que, a pesar de que los recursos son “renovables”, no siempre vamos a 
conseguir satisfacer las necesidades de toda la humanidad, por lo que en algún momento estos recursos dejaran de ser renovables.

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