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Diagnóstico prenatal El correcto diagnóstico prenatal es necesario, tanto a obstetras como a pediatras, para plantear una correcta atención del parto y de la actuación neonatológica. Para ello interesa investigar cuidadosamente los siguientes factores: 1. Anamnesis: la protocolización de la anamnesis en una “hoja de riesgo” en toda gestante sospechosa de ser portadora de un CIR tiene indudables ventajas. Existe una multitud de variedades de estos protocolos, siendo uno de los más utilizados el de Carreras Maciá. 2. Biometría uterina: deberá ser llevada a una curva construida con los valores medios de la altura uterina. 3. Biometría fetal ecográfica: actualmente se ha desarrollado esta técnica de una forma importante. Se manejan diversos parámetros. El más importante es la estimación del peso fetal a partir de distintas medidas (diámetro biparietal, perímetro abdominal y longitud del fémur), y posterior comparación de dicho peso con el esperado según las curvas de crecimiento fetal, sobre todo las individualizadas según características del feto y de la madre. Las determinaciones del diámetro biparietal y abdominal fetal como medidas aisladas han demostrado una cierta falta de especificidad, mientras que la relación área cefálica/área abdominal permite la tipificación del CIR de una forma más segura a partir de la semana 35 (Roberton). La resonancia magnética es otra técnica de imagen de interés para el control de estos embarazos. 4. Determinaciones hormonales: niveles de estrógeno en plasma y orina maternos y de lactógeno placentario disminuidos, son técnicas hoy en día de menos actualidad. 5. Monitorización: tanto de movimientos fetales como de respiración fetal. 6. Estudio eco-Doppler de la placenta, vasos umbilicales y vasos fetales: se muestra útil para el diagnóstico de alteraciones placentarias que a veces pueden ser causa de restricción del crecimiento intrauterino. En el RNBPEG, la hipoxemia crónica condiciona redistribución del flujo sanguíneo, con disminución del flujo diastólico en la arteria umbilical y la aorta descendente (vasoconstricción), aumento del flujo diastólico en la arteria cerebral media (vasodilatación para irrigar el cerebro), reducción de la velocidad de flujo, tanto atrioventricular como venoso (estasis derecha) y disminución del flujo diastólico en el ductus venoso y la vena cava inferior (defecto de llegada al corazón derecho). Son indicadores de alta mortalidad intrauterina: ausencia o inversión de flujo diastólico en arteria umbilical, flujo revertido en vena cava inferior durante la contracción auricular, pulsaciones en vena umbilical y vasodilatación coronaria. 7. Otras pruebas: “test del estrés” con occitocina, patológico si muestra DIPS tipo II; “test no estresante”, patológico si no muestra aceleraciones de la frecuencia cardiaca fetal superiores a 15 latidos/minuto tras los movimientos, presentes en al menos 4 ocasiones durante 20 minutos; cuantificación del líquido amniótico por ultrasonidos en caso de sospecha de malformaciones. Clínica El RN de bajo peso suele presentar un aspecto delgado, magro, con escaso panículo adiposo; piel seca y apergaminada con intensa descamación; vérnix caseoso normal o algo escaso para su peso; uñas en general normales o ligeramente quebradizas; cabello escaso; sensorio alerta. El cordón umbilical es amarillento y delgado por la depleción de la gelatina de Wharton, que condiciona la hipoxemia y se seca precozmente. Es frecuente la ausencia de micción durante las primeras horas de vida. Problemas adaptativos al nacer La restricción del crecimiento intrauterino condiciona un mayor riesgo de desarrollar problemas en el momento del nacimiento al estar su reserva limitada para soportar situaciones de estrés, como es el propio parto, y por ello son proclives a desarrollar situaciones de hipoxia aguda durante el parto, asfixia perinatal y mala adaptación al nacimiento. El riesgo de mortalidad es más elevado que en RN con un desarrollo normal y esto obliga a un diagnóstico correcto antenatal y anticipación durante el parto para prevenir o tratar las situaciones de compromiso fetal que se puedan dar. Asfixia neonatal Debe ser evitada, particularmente si el parto no ha sido monitorizado cuidadosamente. La reanimación precoz es de uso común hoy en día. Si se sospecha o comprueba que ha existido aspiración de meconio, éste debe ser minuciosamente extraído de la tráquea bajo visión directa antes de iniciar ventilación con presión positiva. Se deben aplicar, de una forma estricta, las medidas de reanimación, sabiendo que algunos de estos niños presentarán posiblemente signos de encefalopatía hipóxico-isquémica en las primeras 12 horas de vida. Hipotermia Dada la gran superficie corporal con disminución de la grasa subcutánea, estos neonatos se enfrían con mayor facilidad, especialmente si no se ha tenido en cuenta esta posibilidad durante la reanimación. La respuesta metabólica al frío es la misma que en los RN de peso adecuado para su edad gestacional. Una alimentación precoz, además de otras medidas clásicas, puede ayudar a paliar la pérdida de calor. Hipoglucemia La glucemia en el RN disminuye en condiciones normales tras el parto alcanzándose su cifra mínima entre los 30 y 90 minutos de vida. Es ese momento el de mayor riesgo de hipoglucemia y por lo tanto cuando más conviene vigilar la aparición de síntomas y monitorizar la glucemia del RN. La alimentación precoz es una forma de reducir el riesgo de hipoglucemia al ofertar hidratos de carbono al RN. Esta alimentación precoz ha de ser con leche y debe evitarse la administración de soluciones glucosadas vía oral, las cuales son irritantes y provocan absorción rápida de glucosa con descenso inmediato después. Además, la leche aporta otros nutrientes básicos, grasas y proteínas, que favorecen la normalización de la glucemia tras el nacimiento. La lactancia materna precoz es la forma ideal de disminuir el riesgo de hipoglucemia, reduciendo el tiempo entre tomas. Cuando ésta no es posible, la administración de fórmula artificial frecuente es la mejor opción. En RN sanos, el ayuno de hasta 9-10 horas puede ser bien tolerado sin riesgo de hipoglucemia cuando las reservas son suficientes, sin embargo esto no es así en RN de BPEG. Un hecho que además aumenta el riesgo de hipoglucemia en estos niños es la frecuente asociación con policitemia, normalmente por hipoxia crónica intraútero. La hipoglucemia neonatal puede dar lugar a lesiones que, además de ser graves, pueden dejar secuelas permanentes en el sistema nervioso central. Los síntomas de hipoglucemia pueden estar presentes o no, aun con valores muy bajos de glucemia, lo que puede dar lugar a retrasar peligrosamente el tratamiento. Dificultad respiratoria Puede tratarse de un síndrome de aspiración de meconio, enfermedad de las membranas hialinas, neumonía, hipertensión pulmonar persistente y hemorragia pulmonar. La enfermedad de las membranas hialinas, a igualdad de edad gestacional, es más frecuente en los CIR. La hemorragia pulmonar suele acompañar a las asfixias graves, pudiendo ser un signo de fallo ventricular izquierdo. Alteración de la inmunidad Tanto de la humoral como de la celular específica, es demostrable en varios parámetros: niveles de inmunoglobulinas, linfocitos T, reacción de la fitohemaglutinina. La capacidad de la quimiotaxis de los polimorfonucleares está disminuida. Estas alteraciones de la inmunidad tienden a ser rápidamente corregidas, aunque a veces pueden durar hasta 5 años después del nacimiento, con sus consecuencias. Policitemia La hipoxia relativa en la vida fetal produce un aumento del número de hematíes para mejorar la capacidad de transporte de oxígeno por la sangre, pudiendo llegar a producir un síndrome de hiperviscosidad sanguínea, con el peligro de hipoxia localizada e infartos de tejidos,particularmente en cerebro e hígado. Hipocalcemia Se ha descrito con más frecuencia en los niños de bajo peso para la edad gestacional, quizá relacionada con el mayor estrés fetal y descarga de calcitonina o corticoides. Hipermetabolismo Demostrado por un mayor consumo de oxígeno por kilo de peso corporal, puede deberse al porcentaje de peso corporal aportado por los órganos, con un consumo de oxígeno relativamente grande por unidad de volumen. Los órganos con mayor porcentaje de reducción de tamaño son el cerebro, corazón e hígado. La consecuencia práctica es que las necesidades de líquidos y calorías se encuentran aumentadas en estos RN, cuando se calculan por kilogramo de peso. Se debe intentar individualizar las necesidades para cada niño: algunos que parecen hambrientos alcanzan tomas orales completas al tercer día de vida; otros sólo toleran las cantidades que aceptaría el pretérmino verdadero. Cuando se les ofrece un aporte precoz muestran una menor pérdida de peso postnatal que los adecuados para la edad gestacional y su ganancia ponderal será más rápida. Cambios de conducta Existen diferencias de comportamiento entre los RN de bajo peso y los de peso adecuado para la edad gestacional. Los primeros, frecuentemente, tienen alterada la actividad refleja, la musculatura es pobre y son irritables. La conducción nerviosa es normal, pero su electroencefalograma muestra patrones de cerebro inmaduro. En el estudio de la conducta de estos RN mediante la escala de Brazelton (NBAS) es posible demostrar algunos rasgos temperamentales caracterizados por una menor actividad, tendencia a la hipotonía y menor capacidad de respuesta a la demanda del entorno. Estos niños tienden a una organización de la conducta diferente que les hace poco gratificantes para los adultos que los cuidan y dificulta la interacción, lo que probablemente modifica las conductas del niño y del adulto. Asociación de BPEG y prematuridad Además de los problemas generales que el BPEG presenta en el momento del nacimiento, la asociación a prematuridad incrementa el riesgo de mortalidad y de secuelas, sobre todo cuando esta prematuridad es extrema, esto es, en menores de 32 semanas de gestación. En este grupo de niños la asociación con BPEG puede llegar a ser de hasta un 30-50%. El riesgo de hipoglucemia, distrés respiratorio y enterocolitis necrotizante es mayor que cuando la prematuridad no se asocia a BPEG. Pronóstico Aun cuando nacer con BPEG se asocia a un neurodesarrollo normal, se ha demostrado como el riesgo de parálisis cerebral en RN a término con BPEG es entre 5 a 7 veces mayor que cuando no hay bajo peso. Un buen marcador del riesgo de un desarrollo neurológico anómalo es que el crecimiento del perímetro cefálico no alcance el que debería tener por su edad gestacional y cronológica (catch-up). Los CIR simétricos, con una cierta disminución del potencial de crecimiento, presentan un pronóstico neurológico reservado, mientras que los CIR asimétricos, en que está preservado el crecimiento cerebral, suelen tener buen pronóstico. Estos niños, en general, son menos activos y responden peor a los estímulos sociales, pudiendo tener alteraciones en los patrones del sueño y alimentación y menor rendimiento escolar, con dificultades de aprendizaje a los 9-11 años. Estos trastornos neurocognitivos se asocian normalmente a disminución en el crecimiento cerebral de estructuras del lóbulo frontal. Por ello es importante realizar un seguimiento desde el nacimiento del desarrollo neurológico empleando técnicas de imagen apropiadas a cada edad. Estas alteraciones parecen correlacionarse estrechamente con la gravedad de la restricción del crecimiento intrauterino, más que con la asfixia perinatal. En estos trastornos y en el pronóstico, en general, siempre existe un factor de corrección ambiental, de forma que los padres de mayor nivel socioeconómico tienen hijos con mejores resultados en el desarrollo. François ha descrito una menor fertilidad en los varones de bajo peso acusado. Uno de los mayores problemas está en el crecimiento somático de estos niños. La malnutrición intraútero se prolonga normalmente después del nacimiento y en muchas ocasiones acompaña al desarrollo del niño durante la infancia y puede persistir en la edad adulta. La recuperación del peso se produce entre los 9-12 meses de vida, de forma que al año el 56% tienen un peso en los límites normales para la edad. Se ha podido comprobar que los casos con enlentecimiento del desarrollo del cráneo antes de las 34 semanas de gestación permanecen pequeños para diferentes parámetros antropométricos a los cuatro años de edad, mientras que el grupo con un retraso del desarrollo craneal menor o posterior a las 34 semanas presentan a los 4 años una distribución somatométrica normal. En el 22% de adultos con talla baja existe el antecedente de CIR. Uno de los factores que influyen en la talla definitiva es la precocidad con que se presenta la pubertad ya que ha podido comprobarse cómo la menarquia se presenta un año antes. En general muchos niños alcanzarán la talla que deberían tener por su edad gestacional y la cronológica entre los 6 meses y los 18 meses de edad, pero en algunas situaciones esto no ocurre. Aunque no siempre el resultado es el esperado, en ocasiones el tratamiento con hormona del crecimiento puede ser útil en aquellos que presentan un retraso importante del crecimiento, con reducción de la velocidad de crecimiento y sin alcanzar la 2,5 desviación estándar de la talla a los cuatro años, estando descartadas otras causas de retraso en el crecimiento. El nacimiento con BPEG puede condicionar problemas de salud en la vida adulta. Los adultos con antecedentes de CIR tienen 3-4 veces más riesgo de presentar hipertensión arterial en la adolescencia y edad adulta, y 10 veces más de desarrollar a los 65 años, con posible muerte por enfermedad cardiovascular, un síndrome metabólico, también llamado síndrome X. Hoy se ha demostrado que este tipo de RN tiene una resistencia periférica a la insulina por lo que la acción periférica de ésta se encuentra disminuida; teniendo en cuenta que la insulina sustituye en el periodo fetal a la GH, es lógico pensar que existe repercusión sobre el crecimiento. Esta resistencia a la insulina intraútero continúa después del nacimiento y se ha relacionado con riesgo ya en la adolescencia y en el adulto de hipertensión, diabetes tipo 2, obesidad, embolias y coronariopatías; suele acompañase también de LDL elevado. La hipótesis etiológica en el desencadenamiento de este síndrome no está bien definida, si bien parece que la resistencia a la insulina está determinada genéticamente, aparte de la influencia que puede tener una inadecuada nutrición. Este hecho, que se demuestra también en los RN de peso elevado, sobre todo en los hijos de madre diabética u obesas mórbidas, obliga a una vigilancia continua de estos niños. En los RN de bajo peso que además son prematuros, el riesgo de secuelas a largo plazo es mayor que entre los nacidos a término, y las secuelas propias de la prematuridad son más frecuentes, como la displasia broncopulmonar (DBP) y retinopatía del prematuro (ROP), la cual también es más grave. Igualmente y a largo plazo, estos RN extremadamente prematuros con BPEG tienen mayores complicaciones en su crecimiento y desarrollo posterior. Tratamiento Debe ser, en lo posible, etiológico, intentando basar en el correcto diagnóstico prenatal la terapéutica idónea. En los CIR de tipo extrínseco es posible una actuación en el periodo intrauterino que incluye, aparte del tratamiento de la afección materna, el reposo absoluto a escasa altitud, dieta hipercalórica con suplementos vitamínicos, evitar el tabaquismo y administrar betamiméticos. También se ensaya la administración a la gestante de bajas dosis de aspirina (100 mg/día), si bien nosiempre se encuentra mejoría del peso fetal. La indicación del tipo de parto es cometido del obstetra, con una correcta información al pediatra que ha de atender a este RN. El método y momento del parto serán decididos en cada paciente. El parto debe ser lo menos traumático posible; en muchos casos estará indicada la cesárea, sobre todo si el parto se presenta muy prematuramente (menos de 32 semanas de gestación), si existe presentación de nalgas o evidencia de pérdida del bienestar fetal. Aun cuando el desarrollo fetal parezca haberse frenado, es recomendable esperar hasta una correcta maduración pulmonar. La monitorización de estos partos es esencial, ya que los niños diagnosticados de retraso del crecimiento presentan una mayor frecuencia de asfixia perinatal que los RN normales. La reanimación neonatal no debe presentar problemas especiales, si se ha evitado la pérdida de bienestar fetal. La patología neonatal anteriormente detallada requerirá, en primer lugar, el adecuado enfoque profiláctico (alimentación precoz; uso preferente de leche materna, que se acompaña de una mejor recuperación del crecimiento; vigilancia de la posible hipotermia o hipoglucemia) y, en segundo término, el tratamiento idóneo según los trastornos patológicos que presente el RN (infección, desnutrición, etc). Se debe completar la asistencia con una correcta vigilancia postnatal en la consulta madurativa, e instaurar técnicas de “estimulación precoz” en caso necesario. Con el objeto de que lo antes posible los niños con retraso de crecimiento intrauterino adopten una curva lineal de crecimiento apropiada para su edad cronológica, se utiliza la administración de hormona del crecimiento. Los requisitos son que, al nacer, la longitud o peso sea inferior a 2 DS y que a los cuatro años de vida no haya recuperación del crecimiento, continuando en talla inferior a 2,5 DS. La dosis es de 0,06 mg/kg/día y deberá valorarse cada año la curva de crecimiento para obtener el permiso de continuación. Esta pauta, lógicamente, está indicada cuando no hay déficit de GH lo cual ocurre aproximadamente en el 15% de los casos. Diagnóstico prenatal Clínica Problemas adaptativos al nacer Asfixia neonatal Hipotermia Hipoglucemia Dificultad respiratoria Alteración de la inmunidad Policitemia Hipocalcemia Hipermetabolismo Cambios de conducta Asociación de BPEG y prematuridad Pronóstico Tratamiento
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