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La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 1
 
 
 
 
LA IDENTIDAD SOCIAL Y CULTURAL DE AMÉRICA LATINA 
 
J.GISSI, E. ZUBIETA & D. PÁEZ 
 
 
 
 
 
Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Machu 
Pichu. Ascendimos a caballo. Me sentí infinitamente 
pequeño en el centro de aquel ombligo de piedras; ombligo 
de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente, al que de 
algún modo yo pertenecía. Sentí que mis propias manos 
habían trabajado allí en alguna etapa lejana... Me sentí 
chileno, peruano, americano. Había encontrado en aquellas 
alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, 
una profesión de fe para la continuación de mi canto”. 
 
 Pablo Neruda 
 
 
 
 1- INTRODUCCIÓN 
 
 Cuando hablamos de Identidad lo hacemos en términos de “rasgos predominantes” de la 
cultura latinoamericana y que la diferencian de la cultura norteamericana de EEUU y Canadá. 
Describir la “línea predominante” no pretende homologar ésta a igualdad ni a una homogeneidad 
ciento por ciento. Por lo tanto, decir identidad latinoamericana quiere decir que a pesar de la 
heterogeneidad (o diferencia inter-país) hay también una homogeneidad relativa importante o, 
elementos comunes compartidos, en mayor y menor medida, por los diferentes países que 
componen la región (Gissi, 1995). 
 
 Cinco elementos fundamentales caracterizan la relativa homogeneidad de Latinoamérica: 1- 
tener una historia común en los últimos quinientos años; 2- formar una clase media mundial que 
permite caracterizarla como “semi-occidentalizada”; 3- ser predominantemente cristiana,católica y 
creyente; 4- ser predominentemente mestizo; y 5- presentar una fuerte correlación raza-clase. 
 Otro conjunto de factores que tomaremos como ejes es el de las dimensiones culturales de 
Hofstede (1991). América Latina es un continente relativamente colectivista, de alta distancia al 
poder y de alta evitación de la incertidumbre (Berry, 1969; Church & Katigbak, 1988). Estas 
dimensiones universales o características émicas tienen expresiones éticas que aparecen en la 
región. Por ejemplo, hablaremos del “respeto”, el “familismo” y el “carácter sufrido” como 
expresiones de la alta distancia al poder; del “machismo” y el “marianismo” como ideologías 
complementarias expresiones de una masculinidad cultural muy fuerte en algunos países, y del 
“script de simpático” y el “compadrazgo”, como expresiones del colectivismo o alocentrismo 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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cultural. 
 Estos ejes, por un lado, están profundamente interrelacionados (o lo que es lo mismo, se 
condicionan mutuamente) y, por el otro, algunos de ellos son pausibles de ser “relativizados” (o 
complementados cuando corresponda) dadas ciertas transformaciones socioculturales que describen 
estudios teóricos y empíricos actuales. El auge del protestantismo y de las sectas, la tradición 
religiosa sincrética indio-afro-española, el culto a la Virgen María, la desvalorización de lo 
autóctono en favor de una superioridad occidental europea y el racismo-clasismo que se refuerza 
aún hoy en las diferentes instituciones y aspectos de la estructura social, son algunos de los 
elementos que describen un marco complejo e interesante de analizar. 
 
 
2. - UNA HISTORIA COMÚN HOMOGÉNEA DE 500 AÑOS 
 
 Los acontecimientos sucedidos pos-llegada de los españoles pueden fragmentarse en épocas 
que describen a toda la región: Desde 1492 hasta fines del siglo XVI se produce la Conquista, entre 
los siglos XVII y XVIII se establecen las Colonias, en las primeras décadas del siglo XIX se llevan 
a cabo las Independencias Jurídico-políticas estableciéndose para fines de siglo en casi todos los 
países Repúblicas jurídico-políticas cultural y económicamente dependientes. 
 
 Paralelamente a esta cronología, la inserción mundial del continente también presenta una 
evolución homogénea: a la primera etapa se la podría denominar de “Hispanización Compulsiva”, 
le sigue luego el período de preparación teórica de las revoluciones de la independencia 
(Revoluciones democrático-burguesas de EEUU y Francia), esta “influencia cultural iluminista 
“marcará también el inicio de pérdida de fuerza de la expotencia española quien será reemplazada 
por el paulatino ascenso de la influencia de Inglaterra, Francia y finalmente EEUU. Se produce 
entonces el cambio a una “Europeización No-hispánica” hasta el afianzamiento en los últimos 
cincuenta años, los años de la posguerra, de una “Norteamericanización” masiva, intensa y 
policlasista (Gissi, 1995). 
 
 
3. - LAS “CLASES MEDIAS DEL MUNDO” 
 
 Según los economistas América latina tiene menos pobres que Asia y Africa pero más que 
Europa, Norteamérica, Australia y Nueva Zelandia. Además, los latinoamericanos somos 
occidentalizados en relación a Asia y Africa pero no occidentalizados en relación a EEUU y 
Europa, somos semi-occidentalizados. 
 
 Confirmando esta caracterización el Indice de Desarrollo Humano ubica a 14 países de 
América latina en rangos de nivel alto, a 12 en rangos medios y sólo a uno en el nivel bajo. 
Asimismo, estudios sobre movilidad sobre datos de 121 países dan cuenta de una considerable 
estabilidad a lo largo del tiempo en la distribución de la población mundial respecto de los quintiles 
de ingreso. El 60 % de los países de la muestra caen en el mismo quintil en 1965-1990 y sólo 13 
países no están clasificados en el mismo o adyacente quintil en los dos años. No hay casos de países 
moviéndose desde los dos quintiles más pobres a los más ricos. La característica principal del 
período parece ser la estabilidad relativa de la población respecto a su clasificación como país pobre 
y rico (Korzeniewicz,RP & Moran,TP,1997). 
 
 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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Tabla 1: Indice de Desarrollo Humano (*) 
Indice Alto Indice Medio Indice Bajo 
24- Barbados 65- Surinam 159- Haití 
29- Antigua y Barbuda 73- Ecuador 
31- Chile 84- Jamaica 
32- Bahamas 85- Cuba 
34- Costa Rica 86- Perú 
36- Argentina 88- Rep.Dominicana 
38- Uruguay 91- Paraguay 
40- Trinidad Tobago 111- Guatemala 
41- Dominica 114- El Salvador 
45- Panamá 116- Bolivia 
46- Venezuela 119- Honduras 
49- México 126- Nicaragua 
51- Granada 
53- Colombia 
62- Brasil 
 (*) Fuente: "El País", 10-09-1998, Madrid, España. 
 
4. CRISTIANISMO Y CREYENTES: SINCRETISMO RELIGIOSO 
 
 Otra característica importante que señalabamos es que América Latina es 
predominantemente cristiana y católica. Los datos indican que frente al 57% de Europa, un 87% de 
los creyentes de la región son católicos. De la misma manera, los católicos representan un 35% en 
América del Norte, otro 35% son protestantes, un 12% cristianos de otro tipo, un 2,6% anglicanos y 
un 2% ortodoxos (Kottak,1994). 
 
 A diferencia de Europa, en la que la secularización es muy importante, y de Asia y el sub 
continente indio, en el que las religiones son vida cotidiana y no hay una creencia en un dios 
trascendente, América Latina es aún hoy en día un continente que cree en un trascendente cristiano. 
Mientras en Europa el porcentaje de personas que le daban poca importancia a Dios era el 50% o 
más en Dinamarca y Francia, del 40-50% en Alemania y Reino Unido, del 25-32% en Italia, España 
y Bélgica, y del 42% en Asia (Japón), este porcentaje era sólo el 8% en EEUU y del 3% en México 
(Inglehart, 1991). Este dato, es importante tanto desde el punto de vista histórico cultural, como 
desde el hecho de que si el catolicismo tiene alguna especificidad, ésta hay que buscarla en América 
Latina. De la misma manera, esta "especificidad " puede denominarse como critianismo popular 
latinoamericano. Por un lado, por los elementos animistas precolombinos populares que impregnan 
al catolicismo popular y, por el otro, dada la importancia del protestantismo y tres razones de actual 
importancia en la región a esta religión asociadas: su aumento en las últimasdécadas, su 
correlación alta con clases populares y, por sus peculiaridades culturales relativas (Gissi, 1987). 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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 Un elemento fundamental y distintivo en este "sincretismo", es el culto mariano. La virgen 
ha sido y es más importante en el contexto latinoamericano que el Dios Creador o Jesús, María es el 
centro de adoración y clásica en las apariciones. La Doctrina de la trinidad corresponde en su origen 
a un orden patriarcal, la religiosidad popular de latinoamérica invierte el énfasis de lo importante y 
predomina en ella un componente materno-femenino (Gissi, 1987). 
 
 Del mismo modo, el catolicismo que primó en toda Latinoamérica tiene algunas 
peculiaridades: a- la dependencia de la Iglesia Católica a la corona de España, y una subordinación 
de las estructuras eclesiales locales a las españolas con un estilo de actuación y concepciones 
propias de ese país; b- el clero que acompañó a la empresa colonial, por mucho tiempo no fue un 
modelo ético ni de dedicación y c- el tipo de catolicismo importado cerrado a las tendencias 
renovadoras de la Reforma, con fuertes influencias moriscas, judeizantes y de supersticiones 
medievales, no era el catolicismo de los grandes místicos, sino más próximo al llamado catolicismo 
popular español. 
 
 La religión adopta en esta región características "sui-generis" fruto del sincretismo del 
cristianismo ibérico con las religiones negras e indígenas. Las concepciones del mundo se expresan 
en la mezcla de culturas precolombinas con el catolicismo hispano-feudal, más alguna influencia 
europea post-independencia (Inglaterra/Francia), con la cultura norteamericana del S XX y, con las 
formas marginales del nuevo cristianismo más critico y social. Las religiones populares presentan 
entonces, un catolicismo pre-cristiano o para cristiano. Hay que remarcar sin embargo, que aunque 
esta incoherencia-mezcla predomine en las clases populares, no es exclusiva de ellas (Guanche 
Pérez, 1997). 
 
 Este sincretismo pagano-cristiano implica que las categorías del pensamiento dualista 
subsumen a los santos por una parte y a las divinidades autóctonas por otra. Como ejemplos 
destacados podemos mencionar la identificación de la Virgen de Copacabana en Bolivia con la 
Pachamama en el área mesoandina y la aparición de la Virgen de Guadalupe en un lugar de culto la 
diosa azteca Tonantzin, o la identificación de San Pedro y San Juan con el dios de la guerra o el dios 
africano Oggún (Wachtel, 1995; Fuentes, 1997). El fenómeno religioso es, en algunos contextos 
más que otros, heterogéneo y contradictorio, con destacada presencia de sincretizaciones, inserta en 
un sistema de relaciones sociales que han determinado singulares vínculos entre religión, etnia y 
raza, en una inicial asociación con lo aborigen, lo hispano y lo africano - los dos últimos como 
reales posibilidades de concretarse como identidad sólo en América Latina - 
 
 En el caso cubano, Ramírez Calzadilla (1997), señala que aunque el catolicismo, espiritismo 
y santería son las que han alcanzado mayor influencia, distintos observadores y analistas de la 
sociedad consideran que hay una relativa débil religiosidad y que lo que caracteriza a Cuba es el 
Indiferentismo. Este indiferentismo está referido a formas ortodoxas cristianas, en especial el 
catolicismo que debió ser, por su ubicación en las estructuras de poder, el sistema religioso más 
significativo. Los datos de la agrupación católica Universitaria en 1953 indicaban que las 
membresías parroquiales sólo representaban entre un 2 y 8 % de la población en sus respectivas 
zonas. Datos censales católicos y cifras de las iglesias protestantes permitían estimar que por los 
años ochenta la feligresía activamente cristiana no llegaba a representar un 2% de la población. 
 Las creencias y las prácticas predominantes tienen un contenido más bien mágico y 
supersticioso referido principalmente a curaciones, espíritus, luces, apariciones, el mal de ojo y otras 
similares. En un estudio antropológico no representativo estadísticamente, se encontró que las 
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creencias y prácticas se daban en mayor medida en las personas que no se definían en una expresión 
religiosa organizada, quienes representaban proporciones más altas que la de los que se definían 
dentro de un sistema religioso determinado y los no creyentes (No creyentes: 13,8 %- Vacilantes: 
10,4 %, creyentes no definidos de nivel I y II : 69,5% - Creyentes definidos: 6,3%). 
 
 En los últimos años es notable el reactivamiento religioso constatable en un conjunto de 
indicadores cuantitativos y, más aún, cualitativos. Este fenómeno, que ocurre en otras partes de la 
región, se advierte en un aumento en la asistencia a ceremonias religiosas según reportan iglesias y 
dirigentes de culto. Este incremento de la práctica religiosa, sin embargo, tiene como contexto más a 
rituales evangélicos de mayor heterodoxia cognitiva que al catolicismo más "ortodoxo". 
 
 
5. EL PREDOMINIO MESTIZO 
 
 América latina aparece como una región predominantemente mestiza, es el único continente 
en que la mezcla de diversos rasgos fundamentales ha constituido a la mayoría de la población, a 
diferencia de Europa, por ejemplo, donde el mestizaje cultural es infinito pero su fenotipo es 
predominantemente caucásico (Gissi, 1995). EEUU, por su parte, es una nación predominantemente 
blanca, en la que si bien se postula un “crisol cultural”, el mestizaje racial y cultural es menor 
(Touraine, 1997). EEUU, como Argentina, Uruguay y en menor medida otros países como Brasil, 
son países de inmigrantes. Sin embargo, mientras que en los EEUU el 90% de la población era de 
origen europeo a comienzos de siglo y según las estimaciones la mayoría lo será a mediados del 
siglo XXI (53%), en América Latina la mayoría es mestiza. En el momento de la independencia, de 
los 18 millones de habitantes de la América hispana, un 44% eran indígenas, un 28% mestizos, un 
6% negros y sólo un 22% eran de raza caucásica (Fuentes,1997). 
 
 
 
 
 
 
 
5.1 - LOS BLANCOS Y LA EMIGRACIÓN 
 
 
Tabla 2: Población Americana por etnias años 1810 y 1940 
 
 1810 (*) 1940 (**) 
 HISPANOAMERICA CENTROAMERICA SUD-AMERICA 
INDIGENAS 44% 8.5% 19% 
NEGROS 5.5% 7.3% 13% 
MULATOS 13% 8% 
BLANCOS 22% 49% 21% 
MESTIZOS 27.7% 22% 38.8% 
 (*) 1810: Sólo colonias españolas, Fuentes, 1997, p.335. (**)1940: Rosenblat, citado en Gissi, 1987, p.43. 
 
 En 1810, el 90 % de los blancos de las colonias eran criollos. Entre 1500 y 1810 se estima que 
dos millones de colonizadores (españoles y portugueses) emigraron a América Latina - en 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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grandísima mayoría hombres solos- 
 
 Entre 1846 y 1932 salieron de Europa 59 millones de inmigrantes. Sólo el 10% no se dirigió 
al continente americano, el 90% restante tuvo como destino América, alrededor de un 30% a la 
región latina, siendo su distribución: 
 
 EEUU 41.4% 
 Argentina 17,6% 
 Brasil y otros 16,2% 
 Canadá 13,1% 
 
 Se estima que desde el inicio del siglo XIX hasta 1966 han llegado a América Latina 23 
millones de emigrantes europeos, principalmente españoles, italianos y portugueses, (Rosenberg y 
Sequeira, 1996). 3,3 millones de Españoles, en su mayoría gallegos, emigraron de 1880 a 1930 a 
Latinoamérica, esencialmente a Cuba y luego a Argentina. Según el censo de Argentina de 1954, el 
64,5% de la población extranjera (2.829.700 habitantes) era de origen italiano (35,5 %) u español 
(29%) (Germani,1987). 
 
 
 5.2 - LOS AUTÓCTONOS 
 
Tabla 3:Hablantes de lenguas amerindias y porcentaje 
sobre población total en 1974 (en miles): 
Ecuador : Quechua 1200 (20 %) Colombia Guajiro 100 (0.5%) 
Perú Quechua 1200 (8.8%) 
 Aymará 500 (3.6%) 
Venezuela Warao 15 (0.14%) 
Bolivia Quechua 1500 (31%) 
 Aymará1750 (36%) 
Nicaragua Miskito 50 
Argentina Quechua 300 (1.3%) Guatemala Katchikel 350 (6.7%) 
 Kekchi 350 (6.7% 
 Mam 340 (6.5%) 
 Quiché (maya) 475 (9.6%) 
Paraguay Güaraní 2469 México Maya 475 (0.96%) 
 Nahuatl 1200 (2.4%) 
Chile Mapuche 250 (2.6%) 
 Fuente: Rosillon, Ph., Mille Millons de Latins dans l’année deux mille, Paris, L’Harmattan/Union Latine, 
 1983; Jalée, P., 1974, Le Tiers monde en chiffres, Paris,Maspero. 
 
Estas cifras representan el porcentaje estimado de hablantes de lenguas indígenas. En algunos 
países, los hablantes de lenguas amerindias se acercan a la población indígena estimada- Bolivia 
un 60%-. En otros son subestimaciones, debido en parte a la no incorporación de otras lenguas, 
como en el caso Guatemalteco o Mejicano, en el que el porcentaje de la población indígena es 
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del 60% y 10% respectivamente. Otro motivo de subestimación es la exclusión de indígenas que 
hablan el castellano o están mestizados, como en el caso Peruano o Ecuatoriano, en el que 
algunos estiman que entre un 33 y un 50% de la población es indígena. 
 
 Las tablas permiten de todas maneras dar una idea del perfil étnico latinoamericano. 
Primero, se constata un área mesoandina de cultura Quechua y Aymará, que incluye a Ecuador, 
Perú y Bolivia, así como un área norcentroamericana Maya en Méjico y Guatemala y Nahuatl en 
Méjico. Hay países de mestizaje con impronta africana importante como Haití, Cuba, República 
Dominicana, Panamá, Brasil y Venezuela, países de mestizaje con poblaciones locales como 
Chile, Salvador, Honduras, Paraguay - y Colombia y Venezuela, y. países de inmigración 
europea como Argentina, Uruguay y Costa Rica. En el caso de EEUU, el 74% de la población es 
de origen europeo, 10% afroamericano, 12% latinoamericano y 3% asiático (Kottak, 1994). 
Existe en América Latina un componente de poblaciones étnicas precolombinas importante, 
mientras que en EEUU este componente es demográficamente residual, del 1% (Kottak, 1994) 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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Tabla 4: Población amerindia original estimada y actual en américa y porcentajes correspondientes 
Países Población 
Aborígen 
Indígenas 
Actuales 
Población 
Total 
Porcentaje 
Actual 
A.América Anglosajona 
Canadá 
USA 
1.000.000 
250.000 
750.000 
1.300.000 
550.000 
750.000 
260.000.000 
25.000.000 
235.000.000 
0,5% 
2,1 
0,3 
B Iberoamérica y Caribe 14.905.000 28.728.000 366.555.000 7,9% 
B1. Caribe 
Pequeñas Antillas 
Grandes Antillas 
225.000 
225.000 
 
no hay 
no hay 
no hay 
25.695.000 
2.245.000 
23.450.000 
--- 
--- 
--- 
B2. Mesoamérica 
México 
Guatemala 
Belize 
4.620.000 
4.620.000 
11.307.000 
7.800.000 
3.500.000 
7.000 
78.350.000 
72.000.000 
6.200.000 
150.000 
14,7 % 
10,8 
58,0 
4,8 
B3. Mesoamérica 
Honduras 
El Salvador 
Nicaragua 
Costa Rica 
Panamá 
570.000 
150.000 
100.000 
80.000 
120.000 
120.000 
618.000 
220.000 
180.000 
90.000 
8.000 
120.000 
16.200.000 
4.000.000 
5.000.000 
2.700.000 
2.500.000 
2.000.000 
2,9% 
5,1 
3,7 
3,2 
0,3 
6,0 
B4. Suramérica 
Argentina 
Bolivia 
Brasil 
Chile 
Colombia 
Ecuador 
Guayanas 
Paraguay 
Perú 
Surinam 
Uruguay 
Venezuela 
9.490.000 
200.000 
1.600.000 
1.500.000 
1.100.000 
1.200.000 
900.000 
15.000 
250.000 
2.400.000 
15.000 
10.000 
300.000 
16.803.000 
250.000 
3.500.000 
500.000 
550.000 
600.000 
3.200.000 
13.000 
130.000 
7.800.000 
10.000 
no hay 
250.000 
246.310.000 
27.800.00 
5.900.000 
12.500.00 
10.800.000 
27.000.000 
9.500.000 
2.600.000 
2.200.000 
17.000.000 
38.500 
----------------- 
122.500.000 
6,9% 
0,9 
59,0 
0,4 
5,1 
2,2 
34,0 
5,0 
5,9 
45,0 
2,6 
---- 
2,0 
Fuente: (*) Berdichewsky (1972) y otros. (**)Antropología y demografía en América (en “Historia de América” de Manuel 
Ballesteros Gaibrois, (1989), Madrid: Ediciones Itsmo). 
 
 
5.3 - POBLACIÓN AFROAMERICANA 
 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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Tabla 5: Porcentaje estimado de Afro-americanos 
sobre población total: 
Guatemala: 2% Haití: 12% 
Honduras: 2.1% R.Dominicana: 95% 
Nicaragua: 9% Puerto Rico: 15% 
Costa Rica: 3% Jamaica: 74.7% 
Panamá: 14% Brasil: 11% 
El Salvador: ------- Venezuela 9% 
Cuba: 12% Colombia: 4% 
 Fuente: Kottak (1994) 
 
 
 Se estima que entre 9 y 15 millones de africanos llegaron vivos a América en los años que 
duró el tráfico de esclavos. La tasa de mortalidad sobre los navíos ingleses y holandeses era de 
alrededor del 10%. Se puede estimar que entre 10 y 17 millones de africanos, generalmente jóvenes 
y sanos elegidos con cuidado, sufrieron una emigración forzada. Para los datos sociodemográficos 
de la época, es una cifra muy alta -la población de Portugal en el siglo XVI no alcanzaba al millón y 
medio de habitantes (Maestri, 1996). Un tercio de estos africanos llegó a América Latina, 
especialmente las Antillas y Brasil. 
 
 
 5.4 - EL “MESTIZAJE CULTURAL” 
 
 Aunque algunos autores señalan con razón que la clasificación racial está fuera de lugar en 
biología debido a los problemas de agrupación, tratarla como si no existiese como concepto, válido 
o no, en antropología física, es adoptar la posición del avestruz en el mejor de los casos, una 
posición no ética en el peor (Guanche Perez,1997). La racialidad, lejos de valorar lo estrictamente 
biológico, posee una marcada connotación sociocultural y clasista, por eso, generalmente se habla 
de “raza social” y se la asume como construcción cultural dadas sus múltiples implicaciones en las 
relaciones sociales. Desde esta postura, la cultura mestiza es un problema de interpretación pues las 
culturas no pueden ser mestizas si no se admite que son mezcla de culturas anteriores (Pitt Rivers 
,1992). 
 
 5.4.a) - MESTIZOS E INDIOS 
 
 En América Latina, el término mestizo no es una categoría social única y claramente 
identificable sino que tiene varios significados. Es más una denominación empleada para indicar el 
status étnico de “no-indio ni blanco”, es decir, al que es de cultura hispana, pero, a lo largo de los 
quinientos años que se sucedieron desde la conquista, el término ha presentado y presenta 
variaciones y alguna que otra complejidad. 
 
 En su origen, producto de las dos razas que se “encontraron” en la conquista, el término 
refería a la parte de la población que no era ni española ni india, eran los intermediarios bilingües 
entre la clase gobernante española y los indios. Luego este proceso se complica con la llegada de los 
africanos y la aparición de los “mulatos”, y más aún con el mestizaje entre indios y negros que 
produce a los “pardos”. Otra distinción étnica se produce poco a poco entre los Españoles nacidos 
en España, los “gachupinos” y aquellos nacidos en el nuevo Mundo: los “criollos” . El aumento de 
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uniones mixtas produce una sociedad no ya tri-étnica como la España Medieval sino polimestiza, 
así, numerosos cruzamientos y el nivel de pureza de la sangre será el orgullo de cada uno y la 
complicación de las relaciones humanas en la América que nacía. 
 
 En México, mientras los indios en su mayoría conservan sus lenguas y sus tradiciones 
culturales, los africanos vendidos en el mercado de esclavos no pueden conservar la herencia 
africana ni pueden integrarse a la sociedad india. Mantienen un status servil en las plantaciones o en 
las áreas industriales donde los indios quedaban excluidos por el paludismo. Los negros son la clase 
mas baja de las grandes villas pobladas de mestizoso indios hispanizados mientras que los indios se 
ubican en las zonas de refugio con relativa independencia o en las haciendas con el status de peones 
(Pitt Rivers, 1992). 
 
 En la zona de los Andes, los sistemas étnicos son más complejos allí no existen solamente 
blancos y mestizos que hablan en principio el español sino blancos, mestizos, cholos e Indios. Los 
“cholos” son censados como bilingües pero no hablan muy bien el español, son considerados menos 
civilizados que los mestizos pero no se les confunde con los indios. Asimismo, hay que diferenciar 
entre indio e indio no cristianizado, los “chunchos” (o indios salvajes) que viven en la selva y no 
están “civilizados” pues se mantuvieron aparte de la autoridad española. Sólo en el antiplano se 
encontraban cinco categorías en base a los pueblos tradicionales, y se manifiestan de manera 
evidente por la lengua y la vestimenta. Los blancos hablan y se visten más o menos como cualquier 
burgués de cualquier país de América latina; los mestizos, que son la clase media provincial de 
comerciantes, hablan únicamente en español aunque conocen el quechua y/o aymará; los cholos 
visten como mestizos, es decir, más europeizados pero con mucho menos lujo. Esta riqueza del 
sistema de status étnico de los habitantes de los Andes no sólo da cuenta de su variedad sino del 
carácter circunstancial de su empleo. En general, en América Latina, indio es “una persona 
considerada, en un momento dado por quien le habla, como inferior moral y culturalmente” (Pitt 
Rivers, 1992). 
 
 Hay, sin embargo, otro fenómeno que completa esta descripción del proceso de mestización 
en América Latina, de alguna manera intrínseco a todo proceso de síntesis luego del "choque" o 
"encuentro" cultural: la aculturación de los españoles y sus efectos. 
 
5.4.b) - LA OTRA CARA DE LA MESTIZACIÓN : LA ACULTURACIÓN DE LOS ESPAÑOLES . 
 
 Cuando hablamos de la conquista de América y de los procesos de aculturación que se 
sucedieron poco se tiene en cuenta a los otros personajes de este “encuentro”, es decir, a los 
españoles. Sin embargo, sin “el otro”, en este caso, “el conquistador” no apreciaríamos de forma 
completa las variaciones y producciones culturales que este proceso sincrético produjo. 
La emigración española, sobre todo en el S XVI que corresponde con la estructuración colonial, 
incluía hombres del sur en cuya memoria un pasado relativamente reciente dejaba una familiaridad 
con la civilización musulmana. Asimismo, los españoles llegados al nuevo mundo eran individuos 
que, en razón de sus funciones o intereses (funcionarios, curas de parroquias, encomenderos, 
propietarios de haciendas o minas), se vieron ante la circunstancia de vivir aislados durante largos 
períodos en medios mayoritariamente indígenas y de diferente geografía (Pitt Rivers, 1992). La 
aculturación de los emigrantes europeos comienza, sin duda, con la necesidad de incorporar en su 
dinámica básica cotidiana, los productos y procedimientos indígenas. Sin embargo, son otras las 
prácticas que abren “las puertas grandes de la aculturación”. 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 11
 
 El Concubinato es un fenómeno que acompaña a todas las guerras de conquista y que se 
generaliza. En las culturas de América, antes de la llegada de los españoles, la poligamia estaba 
reservada a los nobles y a los habitantes de la casa imperial azteca. En lo que se refiere a los 
españoles, éstos eran menos extraños a esta práctica de lo que se podría pensar. No sólo por lo que 
en el sur de la península se conservaba de los recuerdos musulmanes sino porque en las guerras 
cristianas de la reconquista este tipo de uniones fue el medio para sellar formas de estrategias, 
llegando a constituirse verdaderos harenes. 
 
 Después de la conquista y a favor de una situación de dominación marcada, entre otros, por 
un fuerte desequilibrio demográfico, la rareza crónica de mujeres españolas y la deculturación de los 
indígenas produjeron la banalización de estas prácticas. La relación con el personal servil y el 
concubinato se volvieron corrientes en el medio español. Paradójicamente, los indígenas se 
encontraban sujetos a las normas y controles impuestos por las autoridades religiosas de sus 
comunidades por lo que tenían que observar con rigor la monogamia de origen occidental revisada 
por el Concilio de Trento. 
 
 Otro fenómeno importante de este proceso es la delegación que el colonizador hacía del 
cuidado de sus bebés y niños en sus auxiliares indígenas. Toda familia española, aunque modesta, 
disponía de servicios de sirvientas indias y mestizas, de esclavos negros o mulatos en quienes se 
abandonaba a los infantes en sus primeros años. Para los niños, el ambiente cotidiano era el de la 
cocina con las “chichigüas” y “pilmamas”. Esta delegación en la socialización primaria de los niños 
hasta los 5 o 6 años, edades en las que se experimentan las primeras emociones y percepciones, y 
con fuerte influencia en la socialización secundaria, es la base de una identidad doble con elementos 
no occidentales y cultura europea. Esta dualidad y este contexto son el marco de fondo de la 
personalidad criolla. La interiorización de códigos no europeos por el infante modelarán 
durablemente las relaciones que el niño, luego adulto, mantendrá con él mismo, con los otros, con la 
naturaleza, con lo sagrado, etc. Aunque luego el niño tenga una educación acorde a su status, ésta se 
superpondrá a la primera y esta dualidad se mantendrá toda su vida. La cultura criolla es, un 
producto más del sincretismo del modelo occidental y la aculturación de los españoles 
(Alberro,1992). Aún a fines del siglo XIX, indígenas, negras y mestizas constituían el grueso de los 
sirvientes domésticos en Lima: dos tercios de estos eran mujeres y constituían el 30% de la 
población de la ciudad (Radcliffe,1995). Como afirmaba el Arzobispo de Méjico del siglo XVII 
Don Juan de Mañozca: "aunque los criollos no tengan sangre indígena, han sido amamantados con 
la leche de las indias, y son, como los indios, hijos del miedo (citado en Gutiérrez, 1995,p.169). Un 
ejemplo histórico de esta experiencia de socialización ambivalente es Bolívar, cuya cuidadora era 
una nodriza negra, que si bien será partidario de la abolición de la esclavitud y sensible a la cultura 
africana, desconfiará de dar a la población negra responsabilidades políticas. Otro ejemplo es el 
escritor peruano Arguedas, criado por indígenas quechuas de los que aprendió su lengua y sus 
costumbres. En Chile, se denomina a los bebés guaguas: el origen de esta palabra es indígena y 
sugiere que las cuidadoras de niños pequeños eran generalmente indígenas, hasta el punto que la 
mayoría de la población la utiliza en la actualidad sin ser consciente de sus orígenes. 
 
 El criollo y las relaciones subyacentes a su origen, supondrán por un lado la conformación de 
una personalidad singular que caracteriza al latinoamericano actual. Es aquel que “idealiza al indio e 
idealiza a Europa para afirmarse a sí mismo como síntesis de lo mejor de ambos mundos, 
rechazando al mismo tiempo al indio concreto y al europeo concreto” (Morandé, 1984, en 
Montecino, 1993). Por el otro, aunque los proyectos oficiales de la colonia promovían la separación 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 12
en diferentes comunidades de Españoles e Indios a fin de controlar a los segundos, estos grupos no 
tardaron en mezclarse. La familia española de esta región no sólo será una familia extendida sino 
que incluirá a los domésticos y su parentela, base de relaciones clientelistas y parentezco espiritual o 
compadrazgo (Alberro, 1992). 
 
5.4.c) - MESTIZACIÓN , FAMILIA MATRIFOCAL E IDENTIDAD SOCIAL AMBIVALENTE : MADRE 
CONCUBINA INDIGENA , PADRE ESPAÑOL DOMINANTE Y EL ENEMIGO INTERNO . 
 
 El grado de concubinato y mestizaje en la América colonial es discutible. Por un lado, sólo el 
10% de los colonos eran mujeres, por lo que es evidente que buena parte de losespañoles debían y, 
dado su poder social, podían tener relaciones con indígenas, negras o mestizas (Juliano 
Corregidor,1994). Por otro lado, en las colonias más importantes como Méjico y Perú, la mayor 
parte de la gente se casaba de acuerdo con las exigencias de la iglesia - en particular, los 
matrimonios homogéneos (indígenas con indígenas p.e.). Donde el mestizaje era importante la 
ilegitimidad se elevaba (Stolcke, 1992). El concubinato producirá una gran cantidad de hijos 
mestizos que nunca conocieron a su padre español o criollo o al menos nunca fueron reconocidos 
como tales y sólo conocieron o tuvieron como eje central de su socialización a su madre indígena, 
negra o mestiza, amante de un español. Es probable que la palabra gaucho así como su equivalente 
huaso, vienen del mapuche "guacho" que significa huérfano, sin padre (Fuentes, 1997). También se 
plantea que huacho proviene del quechua y significa tanto huérfano como bastardo, hijo ilegítimo 
(Montecino, 1993). La legitimación del bastardo, la identificación del huérfano o "huacho", se ha 
considerado uno de los problemas centrales de la cultura latinoamericana. Otro efecto importante es 
la matrifocalidad o estructuración de la familia en torno a la madre. Diferentes explicaciones se han 
dado al fenómeno de la centralidad de la madre y del síndrome del padre abandónico y del hijo 
bastardo - que se prolonga más allá de la época colonial. Algunos son: 
 
 1) La frecuencia de la matrifocalidad como un residuo cultural de la esclavitud y cultura 
precolombina y africana: Una primera explicación es la que sugiere que la matrifocalidad es una 
persistencia de rasgos de la cultura africana - en el caso del Caribe, Brasil y América del Norte. Es 
un vestigio cultural modificado. Por otra parte se puede argüir que los datos sugieren que los 
mestizos y negros coloniales y en épocas posteriores valoran la familia y el matrimonio - aunque no 
puedan cumplir este ideal valórico (Stolke,1992). 
 
 Una segunda explicación vinculada a la anterior explica la matrifocalidad como un vestigio de 
las condiciones de vida esclavistas en el Caribe y Sur de Norteamérica, en la que los hombres 
carecían de importancia y capacidad para ser esposos y maridos. La estructura social agrícola 
colonial, tanto en la fase esclavistas como posterior, va a mantener y reforzar la explotación sexual 
de las mestizas, negras e indígenas, y va a restar recursos sociales a los hombres, los que serán 
además de bastardos a su vez padres ausentes - reforzando la centralidad de la madre. Las 
condiciones socioeconómicas provocando la inseguridad y un bajo status social de los varones, 
socavaban sus roles de maridos y padres. 
 
 2) La matrifocalidad como un producto del desempleo y emigración masculina: En épocas 
recientes, la acumulación de propiedad en América que tiene como contrapartida el despojo de los 
campesinos, produce un aumento de la población marginal. Esto se asocia generalmente a un 
aumento de la natalidad como forma de adaptación, así como a la movilidad geográfica para 
encontrar trabajo temporal y a la emigración a la ciudad - emigración que tiende a ser antes que 
nada masculina, por lo que desliga a los hombres de las responsabilidades familiares. Esto también 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 13
va a reforzar la familia matrifocal (Juliano Corregidor, 1994). 
 
 3) La matrifocalidad como una manifestación del machismo hispánico y del marianismo: La 
importancia de ser padre, de engendrar hijos, como una manifestación de la competencia masculina, 
unido a la falta de recursos sociales, también se asociarán a la "paternidad irresponsable" y a la 
matrifocalidad (Gilmore, 1994, Juliano Corregidor, 1994). 
 
 4) La matrifocalidad como un efecto de la socialización y de la cultura de la pobreza: La 
socialización focalizada en la madre se supone que producirá una tendencia a repetir el rol de 
hijo/amante y padre abandonador o ausente, produciendo matrimonios informales, inestables y 
grupos domésticos centrados en la madre - que caracterizarían también a los campesinos emigrados 
y viviendo en los barrios marginales, que desarrollarían una cultura de la pobreza (Lewis, 1966, 
Gissi, 1990). En Cuba en los 50, un tercio de las uniones eran libres y porcentajes similares del 
25% se encontraban en Chile en los 70. Ahora bien, familias con jefe de cabeza femenino eran el 
20% en 1970 y 25% en 1992 (Sharim, 1995). Se ha postulado que la familia matrifocal es una causa 
o un elemento que sustenta la cultura de la pobreza. En EEUU el 46% de las familias 
afroamericanas eran de tipo matrifocal y el 44% de las personas pobres vivían en familias 
encabezadas por mujeres (Smith & Young, 1998). 
 
 5) La matrifocalidad como una estrategia de movilidad y adaptación social de las mujeres de 
bajo status: Por otro lado, debido a la correlación positiva entre status social y honor en la colonia y 
los siglos posteriores, las mujeres de clases inferiores en AL carecían de éste. La escasez de mujeres 
y las tentativas de las mestizas e indígenas en tener hijos con blancos como mecanismo de 
movilidad, van a provocar que las frecuentes uniones con hombres blancos sean ilegales. Las 
mujeres libres como las esclavas aceptaron estas uniones ilegales porque constituían un medio de 
avance social para ellas y sus hijas (Stolcke,1992). 
 
 Otras dos líneas de argumentación refuerzan esta idea de la matrifocalidad como una táctica 
activa de las mujeres para adaptarse a situaciones sociodemográficas negativas. Primero, hay 
evidencia que sugiere que cuando hay una escasez demográfica de mujeres, se refuerza el 
compromiso matrimonial y la sexualidad monogámica - aunque un doble standard perdone a los 
hombres y castigue más fuertemente a las mujeres cuando se produce adulterio. Al contrario, el 
exceso demográfico de mujeres o el déficit de hombres, va a reforzar una visión "liberal" y poco 
comprometida de las relaciones íntimas (Guttentag & Secord, 1983). En el caso afro-americano, 
dada la alta mortalidad juvenil masculina, por cada 100 mujeres había sólo 80 hombres entre los 21 
y 28 años. Contando a los hombres con trabajo a tiempo completo, no se llegaba ni a 50 hombres 
por 100 mujeres. Por lo que parece fundado que las familias matrifocales surgen cuando resulta 
difícil encontrar a un cónyuge "válido", es decir, con empleo (Kottak, 1994). En las actuales 
condiciones urbanas y rurales, tanto en las minorías de color en EEUU como en América Latina, en 
una situación de desempleo e inestabilidad familiar de los hombres, las mujeres prescinden de los 
varones y organizan al grupo familiar sin contar con ellos (Monreal, 1996). 
 
 Se ha hablado mucho que la matrifocalidad y la bastardía marcaran la identidad social 
latinoamericana y provocarían una serie de fenómenos. La idealización de la madre, fuente de 
apoyo incuestionable y que tolera al hijo/marido su infantilismo. La ambivalencia ante el padre 
violador, ausente, conquistador - en otras palabras el conquistador blanco. El querer simular ser lo 
que no se es : hijo legítimo de europeo. La mayor parte de los latinoamericanos son mestizos - y sin 
embargo, la categoría mestizo no se utiliza prácticamente nunca. La siguiente afirmación se puede 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 14
generalizar a toda AL:" El mejor homenaje al mestizaje mexicano ha sido la arcaización del propio 
término: nadie usa la palabra "mestizo" por la sencilla razón que desde el siglo pasado - y de manera 
cada vez más pronunciada - la población mexicana es predominantemente mestiza" (Krauze,1998). 
Como categoría demográficamente dominante el mestizo se considera invisible - nunca se dice 
“hombre blanco”, lo que se considera normal, sólo se designa a la mujer o músico de color negro. 
Esta identidad confusa se reforzaría por otro elemento: los mestizos latinos como descendientes de 
blancos colonizadores e indígenas dominados llevan en sí los genes de los antiguos conquistadoresy esclavistas. Sobre una base demográfica, es más probable que los mestizos latinos hoy en día 
desciendan de antiguos explotadores y dueños de esclavos que de europeos o españoles 
contemporáneos o llegados a Al el siglo XIX y XX. Sin embargo, esto no es casi nunca reconocido, 
tanto porque la mayoría no reconoce ningún lazo con el grupo de los indígenas, como porque 
tampoco se aceptan lazos con los antiguos conquistadores españoles. Algo similar ocurre en el caso 
de los afroamericanos de EEUU, aunque ellos si se identifican con los pasados esclavos 
(Baumesteir & Hastings, 1998). Aunque también hay que decir que la clase alta valora sus 
antepasados europeos y el color blanco de su piel, en Perú, Méjico y toda América Latina 
(Radcliffe, 1995; Gutierrez, 1995). 
 
 
5.4.d) - EL NEGRO COMO CATEGORÍA SOCIAL 
 
 En lo que respecta a la significación del “negro” en la región, hay que hacer una diferencia 
respecto de la connotación que éstos tienen en EEUU. En Latinoamérica frecuentemente se 
establece una relación de lo negro con lo natural que implica una sensualidad y sexualidad superior, 
una espontaneidad que rehusa lo artificial, una naturalidad “deseable” pero que al mismo tiempo 
supone simplicidad e inferioridad. El negro es también la oscuridad, el mal y lo diabólico y, dada la 
tradición puritana de EEUU, es este lado negativo el que prima en detrimento de ese lado natural 
que predomina en el mundo hispánico (Pitt Rivers, 1992). Además, la imagen de la mulata como 
amante ideal es un hecho que se manifiesta desde la época de la colonia. Un fraile dominico que 
visitó Méjico en 1625 afirmaba que muchos españoles de valer y buena situación desdeñaban a sus 
mujeres por las mulatas (Gutiérrez, 1995). El dicho popular colonial era: "una blanca para casarse, 
una negra para la cocina y una mulata para la cama". 
 Sin embargo, aunque no encontramos en América Latina barreras de color comparables a los 
que en otra época caracterizaron al sur de USA, el color de la piel no carece de valor social como 
indicador de rango. Esto nos lleva a la relación raza-clase y trae a nuestra atención otros fenómenos 
como la blanquización o ladinización, sin duda indicadores de la fuerte valoración positiva que el 
color blanco mantiene, aunque de forma variada, en la región y de su fuerte presencia como 
indicador de status social. 
 
6. CORRELACION RAZA-CLASE 
 
 La mezcla racial-cultural originada a partir de la conquista provoca en la región latina una 
fuerte correlación de razas y clase que se mantiene hasta hoy. Si bien, no todos los pobres son 
Indios, Negros, Mestizos o Mulatos, se podría decir que en algunos países latinoamericanos la 
mayoría de los blancos van a ser no pobres. Los países con menos negros y mulatos se consideran a 
sí mismo superiores a los otros, y los otros aceptan a veces su supuesta “inferioridad”. Racismo y 
Clasismo se refuerzan en instituciones y aspectos de la estructura social. El color de la piel deviene 
símbolo de status y la autoimagen es mejor cuanto más blanco se es (Gissi, 1987). 
 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 15
 En América Latina, el mestizo o indígena tendía a ser reclasificado fuera de su grupo étnico 
original y había una tendencia asimiladora. Esta "asimilación" nos remite a los fenómenos de 
blanquización o ladinización que, al mismo tiempo, relativizan la supuesta "desaparición" de 
poblaciones autóctonas. 
 
6.1. a) - LOS FENOMENOS DE LADINIZACIÓN Y BLANQUIZACIÓN 
 
 Durante el siglo pasado se generalizó una ideología darwinista, en la que "gobernar era 
poblar" - de europeos blancos e implícitamente despoblar de indígenas (Fuentes, 1997). 
 
 Como bien señala Quijada (1998), el multiculturalismo no era parte de la reflexión política del 
siglo XIX. La necesidad de transformar la identidad colectiva y de asegurar los fundamentos 
esenciales de la cohesión nacional explican cómo la homogeneidad cultural y étnica de la población 
eran básicos para definirse como nación y condición necesaria para el progreso. 
 
 La valoración del blanco, provocó una "blanquización" del elemento indígena y mestizo. El 
“cambio de raza” como medio de reconocimiento social, se lo denomina frecuentemente como 
ladinización o blanqueamiento cultural. Se refiere al esfuerzo por cambiar de identidad étnica 
mediante el aprendizaje del idioma y la adquisición de la cultura del dominante (Pitt Rivers, 1992). 
Aunque la mayoría de las veces se traten como homólogos, los términos “mestizo” y “ladino” no 
son sinónimos. Mientras el primer término designa a una persona de ascendente mezclado, el 
segundo refiere a la “cultura adquirida”. En Sevilla (España) en el momento de la conquista se 
empleaba el término “ladino” para designar a los Moros o Negros que hablaban español. En 
América latina se usaban diferencialmente según la región, para designar a la parte hispánica de la 
población. 
 
 Este proceso de “ladinización colectiva” se ha manifestado de diferentes formas en América 
latina a través de los distintos períodos históricos: 
 
 1.- La percepción que los indios son minoría aún en las regiones que eran mayoría y en las 
que hubo poca inmigración europea durante el siglo XIX, como Méjico. La emigración del campo a 
la ciudad y la reestructuración social del campesinado indígena asociada, ha reforzado esta 
tendencia asimiladora: el indígena emigrante a la ciudad tiende a deshacerse de su cultura de origen 
y a definirse como mestizo nacional. Entre 1920 y 1970 la población de América Latina se 
multiplicó por 2,5 y pasó a 250 millones, mientras que la población censada indígena permaneció 
estable alrededor de los 30 millones. En otras palabras, en 50 años el porcentaje de indígenas bajó 
alrededor del 30 % al 12%. En México, con estadísticas más fiables, la población indígena 
descendió según los censos del 30% a menos del 8%. Es evidente que varias decenas de millones de 
personas se recategorizan como no indígenas en estos años (Favre, 1996). 
 
 2.- La subestimación demográfica de los indígenas en las naciones mestizadas: El caso 
chileno, típico “pueblo nuevo”, también presenta un ejemplo interesante: se estimaba que el 80% 
de la población era mestiza y que la población mapuche representaba una proporción del 1% lo que 
implicaba una clara subestimación, otros cálculos proponían que los mapuches representan el 5% 
(Biederman, 1992). El primer censo que preguntó directamente si la persona se definía de 
ascendencia mapuche en los 90, encontró que el 9,6 % de la población mayor de 14 años se definía 
como tal, es decir, que el porcentaje de la población que se categorizaba como indígena era entre 10 
y dos veces superiores a las estimaciones previas (Pérez et al, 1998). 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 16
 
 3-. El blanqueamiento perceptual del componente negro en el Caribe, como se manifiesta en 
Cuba, donde se percibe una mayoría blanca: en Cuba, hay una tendencia interesante respecto del 
sentido subjetivo y autoimagen del cubano, que ilustra la persistencia del blanqueamiento. 
Comparando los datos de los censos de la primera mitad del presente siglo vemos el aumento del 
reconocimiento del mestizaje y el proceso de decrecimiento de la autoimagen del “blanco”, aunque 
la auo-categorización como negro permanece estable - parte de la disminución de la presencia se 
puede explicar por el exilio cubano de los primeros años, predominantemente blanco y de clase alta 
(Ver siguiente tabla). 
 
 
Tabla 6: Composición de la población de Cuba 
según el color de la piel (1931-1981) (*) 
 
Color de la piel 1931 1943 1953 1981 
Blancos 72,1 74,3 72,8 66 
Negros 11 9,7 12,4 12 
Asiáticos 0,7 0,4 0,3 0,1 
Mestizos 16,2 15,6 14,5 21,9 
 (*) El censo de 1970 no recogió este dato. 
 Fuente: Guanche Pérez, J (1997), La cuestión “racial” en Cuba actual: algunas 
consi-deraciones, 
 Papers 52, 57-65 
 
 
 Otra desmitificación interesante la propone Quijada (1998) analizandoespecíficamente el 
caso argentino y del proceso de asimilación por jerarquización de la población indígena. La autora 
describe cómo la opinión pública de la sociedad argentina de fines del siglo XIX estaba claramente 
en contra del exterminio físico indígena quienes, considerados inferiores y primitivos, fueron 
integrados por “inferiorización”. Dispersados físicamente se integraron mayoritariamente como 
mano de obra de las “estancias”, plantaciones y colonias agrarias de la inmigración europea. Esta 
integración como clase subalterna “de orígenes primitivos y salvajes” en una nación que se 
proyectaba “blanca europea y civilizada”, también rompe el imaginario colectivo argentino respecto 
del exterminio indígena más cruel que se conoce como la “Campaña del desierto” y que 
supuestamente terminó con la raza india. Si bien es verdad que por más de 87 años las expediciones 
contra los indios se sucedieron, las cifras no permiten hablar de exterminación si entendemos a ésta 
como la desaparición física de la población aborígen. Durante el período 1821-1899, 12 335 
indígenas fueron muertos sobre una población de 200.000 individuos, según estimaciones recientes. 
Sobre la población restante se aplicaron las políticas asimilacionistas mencionadas. No es inútil 
precisar que la asociación entre “exterminio” y “Conquista del Desierto” no implica necesariamente 
una opinión negativa de tal evento histórico. De hecho, para el simbolismo nacional argentino, la 
Conquista del Desierto aparece como una “gesta histórica” o, como una acción de la que no se 
discute su “necesidad histórica”. Pero sí es cierto que la expresión de una culpabilidad colectiva 
vista la violencia militar contra los indios ha contribuido a opacar a los indígenas de la 
configuración nacional argentina. La desaparición “necesaria” de la cuestión indígena, y de los 
Indios, deja paso a la ocupación, en nombre de la civilización, de los espacios vitales a una 
población de “pura raza blanca” y de “cultura europea”. 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 17
 
 Actualmente existen en Argentina una población indígena de 150.000 personas repartidas en 
quince grupos étnicos diferentes, organizados en comunidades y que conservan su lengua vernácula. 
Si sumamos a esa cifra aquellos que migraron a las ciudades y pueblos y perdieron su lengua, 
podemos estimar en medio millón el número total de indígenas argentinos. Estas cifras no tienen en 
cuenta a los mestizos que se integraron a la sociedad dominante a finales de la Conquista del 
Desierto y que constituyen demográficamente una población considerable y a la vez muy difícil de 
estimar (Quijada, 1998). 
 
 Otro fenómeno es que en América Latina el dinero "blanquea": un mestizo con fuertes rasgos 
fenotípicos indígenas o negros, será considerado blanco si tiene un alto status económico (Kottak, 
1994) y, como dijimos, la superioridad relacionada al color blanco sigue siendo muy fuerte. Esto se 
grafica por ejemplo, en la aspiración de una joven de piel morena y pelo rizado a tener un hijo de 
piel clara y pelo lacio con el objetivo de “mejorar la raza”, como evidente reflejo de los prejuicios 
raciales respecto de sí misma. En el sentido biológico este criterio podría ser válido si la joven 
viviera en un país nórdico, pero en el trópico, la piel morena y el pelo rizado son, sin duda, mucho 
mejores para resistir los rayos solares, evitar el cáncer de piel y propiciar una mejor transpiración. 
A este respecto, Guanche Perez (1997), señala que hoy día en Cuba, queda una barrera por romper 
mucho más profunda y diversa, que se reproduce y multiplica a nivel horizontal: la de la autoestima 
personal, la de los complejos psicológicos heredados y transmitidos que condicionan la autoimagen 
sobre la supuesta “pertenencia racial”, los gustos estéticos para la elección de pareja, los vínculos de 
pareja antes y después del matrimonio, las relaciones familiares, vecinales y entre diversos grupos 
socio-ocupacionales, entre muchos aspectos. Lo blanco sigue siendo sin duda sinónimo de europeo 
y civilizado y, lo que es más, es de hecho un fuerte indicador de status social. 
 
 Muchos fenómenos que institucionalizaron la ilegitimidad forman la base del complicado y 
contradictorio fenómeno del “ser mestizo”. En Chile, la barraganía implicaba la existencia 
simultánea de una familia cristiano-occidental (canonización de las relaciones hombre-mujer y 
legalización de su descendencia) junto con relaciones de concubinato al interior del espacio familiar 
ya sacralizado por el matrimonio. Todo varón español tenía, además de su mujer, una o varias 
concubinas indias o mestizas de modesta condición. Los hijos que nacían de estas uniones se 
agregaban a la familia pero con rango inferior, formando una subfamilia a la que se atendía en 
esfera más modesta que la legítima. Para Montecino (1993), la barraganía es la manifestación más 
clara de la brecha entre el discurso y las prácticas, entre el anhelo del “blanqueamiento” y la 
realidad del mestizaje. Es una manifestación palpable de la tensión entre asumir un rostro blanco (la 
constitución de una familia legítima) y de uno no-blanco (la poligamia, el amancebamiento, la 
madre soltera, el huacho). Estas y otras experiencias favorecen valores tales como el “culto a la 
apariencia”, evocando constantemente “ladinismo” de hacer aparecer la realidad como algo que no 
es y haciendo del simulacro una de las actitudes más evidentes de la constitución mestiza. 
 
 
 
7. EL “ETNOCENTRISMO ALIENADO” O ALTERCENTRISMO 
 
 Otra expresión psicosocial de estos fenómenos relacionados a la raza y el status diferencial a 
ella asociada, es el denominado etnocentrismo alienado (Gissi, 1987,1995), o lo que Maritza 
Montero (1992) caracteriza de altercentrismo. Investigaciones realizadas en Asia han mostrado que 
los grupos dominados también tienden a favorecer en sus juicios sociales al exogrupo dominante. 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 18
Explicaciones basadas en valores culturales abstractos son incorrectas, ya que grupos de la misma 
cultura (china) muestran un perfil de respuesta distinto (de favoritismo al exogrupo en situaciones 
de dominación como Malasia o su inversa en situaciones de equilibrio racial como Singapur (Smith 
& Bond, 1999). Los autores optan más bien por la aceptación de situaciones de dominación, lo que 
iría en contra de la necesidad de una visión positiva del endogrupo. Basándose en investigaciones 
psicosociales, así como antropológicas e históricas, que muestran en America Latina, Asia y Africa 
la minusvaloración del endogrupo nacional y el favoritismo hacia los grupos nacionales del Primer 
Mundo, se ha elaborado el concepto de “altercentrismo”. A ese fenómeno de referencia a un Otro 
social externo, sea país, etnia o grupo, contrapuesto al Nosotros social, al cual se instituye como 
modelo o parangón positivo, muchas veces hipervalorado, contrastante con la desvalorización del 
propio grupo, se lo llama altercentrismo pues hace del Otro, como hemos dicho, el centro de 
comparación, el eje y modelo positivo, en torno al cual se hace rotar la propia identidad, definida 
como su contraria negativa. Es un fenómeno caracterizado por el desplazamiento del Nos, contrario 
al etnocentrismo (Montero, 1996). Indicadores de esta fuerte tendencia en Latinoamérica a 
parecernos a otros de por allá, a los europeos, como punto de referencia de lo superior son los 
comportamientos racistas y clasistas que se tienen con aquellos de orígenes indígenas. " Lo 
occidental es mejor que lo no occidental. En América Latina los no occidentales son los indios, los 
negros....y además, Asia y Africa. Valoramos lo otro como lo positivo y/o copiamos acríticamente el 
etnocentrismo europeo, todo más allá de lo griego, lo romano, y etrusco es bárbaro, pero como es 
copia, no es nuestro, es “alienado”. Se hablará también de “Identidad o carácter social asfixiado” 
que supondrá la actitud ambivalente, la inautenticidad,el autorrechazo y la autoimagen negada” 
(Gissi, 1995). 
 Este sesgo perceptivo favorable a exogrupos de mayor status se ha confirmado en otras 
naciones en desarrollo y en investigaciones experimentales. Las investigaciones sobre grupos 
creados en laboratorio han confirmado que los miembros de grupos de bajo status muestran un 
sesgo a favor del exo-grupo y no de su propio grupo. Es decir, reproducen la tendencia a valorar 
mejor al grupo externo de alto status que al suyo propio que se manifiesta en los grupos nacionales 
latinoamericanos (Smith & Bond, 1999; Salazar, 1998). 
 
 Los sujetos se categorizan e identifican con su grupo nacional latinoamericano, aunque 
mostrando ambivalencia ante él (los atributos culturales o psicológicos positivos se acompañan de 
la percepción simultánea de su opuesto:p.e. generosos y derrochadores). La descalificación del 
origen racial negro, asiático o indígena se acompaña de una valoración mediatizada del origen 
blanco noreuropeo y por la ideologías justificadoras de la dominación de los grupos nacionales del 
primer Mundo. Por otro lado, se mantienen elementos rituales y distantes de identidad social 
positiva (p.e. la valorización nostálgica del pasado indígena, aunque coexistiendo con un fuerte 
racismo anti-indígena) (Saiz, 1996). 
 
 Además de esta tendencia al altercentrismo, otras investigaciones han mostrado que los 
latinoamericanos, como los grupos de bajo status, utilizan diversas formas de creatividad cognitiva 
y/o de mecanismos de defensa para afrontar su identidad social negativa. 
 
 Primero, la movilidad individual simbólica o el “bovarismo” (creer que se es y se vive en 
Europa o EEUU, como llamarse Washington Paillacan Perez). La ambivalencia ante el grupo 
nacional, la descalificación étnica del componente indígena y mestizo y la hipervaloración de 
exogrupos europeos caracterizan a una identidad insegura que opera con una especie de movilidad 
individual simbólica -de la que el bovarismo y cosmopolitismo de las clases dominantes de AL 
constituyen buenos ejemplos. El fenómeno del bovarismo es una forma de identificación simbólica 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 19
e ideal con el exogrupo dominante. Los latinos, en particular pero no solamente de las clases 
dominantes, se perciben como europeos o norteamericanos de segunda clase o transplantados. La 
utilización de nombres (la abundancia de los Johny o Peter o William Gonzalez,p.e.), la adopción de 
costumbres y la identificación con los valores de las culturas dominantes constituyen una estrategia 
de afrontamiento de la identidad nacional negativa asumida. Investigaciones en países desarrollados 
muestran que esta estrategia de movilidad individual simbólica, se realiza aunque no hayan 
posibilidades reales de integrarse en el grupo dominante (Morales & Páez, 1996). 
 
 Segundo, la comparación social intragrupo con subsectores más desfavorecidos, o 
alternativamente, de la comparación social ventajosa con un grupo de atributos similares y 
pertinentes. Los miembros de endogrupos subordinados (venezolanos p.e.) aceptan la superioridad 
de exogrupos dominantes (los norteamericanos,p.e.), aunque afirman al mismo tiempo la 
superioridad sobre otros grupos de similar posición, que ellos minusvaloran (colombianos,p.e.). 
Identificándose con el endogrupo (venezolano) los sujetos valoraban mejor a grupos europeos 
(Inglaterra y España), a ciertas naciones como Argentina, aunque menospreciaban a los 
colombianos (Salazar,1992). 
 
 Un tercer proceso adaptativo a una identidad insegura que se manifiesta en AL es el de la 
creatividad social que defiende la identidad diciendo “ellos son competentes, pero, nosotros somos 
buenos y amables”. Las investigaciones de Salazar y cols. sobre estereotipos nacionales en A.L. han 
confirmado la existencia de una dimensión de status/competencia y otra de sociabilidad o de 
benficencia. Parece razonable que las dimensiones instrumental y expresiva o de status/poder y de 
sociabilidad, sean dimensiones válidas transculturalmente (Smith & Bond, 1999). Si bien se acepta 
la superioridad de los grupos dominantes en los aspectos instrumentales, también se plantea la 
superioridad del endogrupo dominado en aspectos de sociabilidad y expresividad -como una forma 
de creatividad cognitiva (ver Smith & Bond, 1993). Investigaciones realizadas en los países 
desarrollados han mostrado que los grupos subordinados aceptan la superioridad de los grupos 
dominantes sobre las dimensiones de competencia-habilidad o de status, poder y recursos, pero, se 
perciben superiores en la dimensión expresiva o de sociabilidad. Por ejemplo, enfermeras de 
superior status se percibían como superiores en conocimiento técnico, mientras que las enfermeras 
de status inferior se percibían como más amistosas (Smith & Bond, 1993,p.62). Las investigaciones 
desarrolladas en A.L. confirman que los autoestereotipos reafirman una valoración positiva sobre 
atributos de sociabilidad. Los atributos estereotípicos favorables al grupo latinoamericano eran del 
tipo de sociabilidad (alegres,p.e.) mientras que hacia los grupos europeos y de América del Norte 
eran de corte más instrumental (prácticos, trabajadores). 
 
 Un cuarto proceso de adaptación a una identidad insegura y ambivalente en el caso 
latinoamericano es aceptar que “ellos” (los argentinos o chilenos, etc.) son poco competentes y 
fiesteros, pero, que eso no se aplica a mi identidad personal. Al igual que en los países 
desarrollados, se ha encontrado que la mayoría de los sujetos si bien aceptan que su grupo sufre de 
desventajas y discriminaciones en cuanto tal, niegan que ellos como individuos se vean afectados. 
Como dice Rivera: "Los resultados de esta primera investigación fue la marcada y consistente 
divergencia entre la valoración colectiva y autovaloración personal, siendo ésta última 
invariablemente más elevada que la valoración colectiva. Tales resultados nos sugieren que los 
participantes pueden haber internalizado en cierto grado el estereotipo negativo sobre los 
puertorriqueños, despersonalizando estas categorías para indicar que los demás puertorriqueños son 
así, pero no ellos a quienes se atribuyen valoraciones personales positivas" (Rivera, 1991, 101-102, 
citado en Morales & Paez, 1996). 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 20
 
 Finalmente, identificarse con una supracategoría superior como América Latina mas que con 
la categoría nacional es otra forma de adaptarse a la pertenencia a un grupo nacional de bajo status. 
Se ha encontrado que personas latinoamericanas se identifican más y valoran mejor a AL que a sus 
propios países - con la excepción de los brasileños (Salazar,1998). Por otro lado, el sentido de 
identidad nacional y orgullo en los latinoamericanos está moldeado por rivalidades y luchas entre 
países vecinos (Chile respecto de Argentina, Peruanos y Bolivianos con Chilenos, Colombia y 
Venezuela). D'Adamo (1995) señala que a la hora de elegir otro país latinoamericano, los 
estudiantes de las distintas muestras de países a quienes menos elegían eran a sus vecinos. En el 
caso de la Argentina, quienes peor la caracterizaban eran los Chilenos, Brasileños y Peruanos. 
Además, muchos de los países latinoamericanos permanecen pobremente integrados ellos mismos, 
divididos por líneas raciales, étnicas y de clase. Los indios Guatemaltecos, por ejemplo, poco tienen 
en común con la población blanca y mestiza de la ciudad de Guatemala (Portes & Mac Leod, 1998). 
 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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8. LAS EXPRESIONES CULTURALES “ÉTICAS” Y "EMICAS" 
 
 Diferentes investigaciones han probado ya, que las dimensiones culturales definidas por 
Hofstede (1989) presentan variaciones en valores que son relativamente estables a lo largo de las 
culturas. 
 
 Definiendo la cultura como programación cultural de la mente que diferencia a un grupo de 
otro, Hofstede (1989) describe cuatro dimensiones culturales,a saber, a) la relación con la autoridad 
o distancia jerárquica; b) la manera de enfrentar el conflicto, incluido el control de la agresividad y 
la expresión versus la inhibición del afecto, denominada control o evitación de la incertidumbre; c) 
la masculinidad cultural, referida a las sociedades en las que los roles sexuales son socialmente muy 
diferentes frente a la femineidad cultural, que muestra a sociedades en las que los roles sexuales 
están socialmente muy imbricados y en las cuales, tanto el rol masculino como el femenino se 
caracterizan por la necesidad de una relación expresiva y por una menor diferenciación relativa 
entre los sexos; y d) la relación entre el individuo y la sociedad que se operacionaliza a través de la 
bipolaridad individualismo-colectivismo, indicando que el individualismo da preferencia a un 
cuadro social de estructura laxa en el seno de la cual los individuos se sienten únicamente 
responsables de sí mismos y de su familia próxima. En oposición, el colectivismo presenta un 
cuadro social de estructura más cerrada en base al cual los individuos se implican emocionalmente, 
ya sea en una familia extendida, un clan o un grupo de pares que proteja al sujeto a cambio de una 
lealtad obligada. El término “colectivismo”, en este contexto, no implica connotación política 
alguna, ya que las orientaciones políticas coyunturales del Estado, intervienen a otros niveles 
diferentes a lo culturalmente establecido. 
 
 
 Tabla 6: Ubicaciones de los países americanos en las dimensiones culturales de Hofstede 
(1989)1 
 
 
País 
Distancia de 
Poder 
Evitación de la 
Incertidumbre 
Individualismo 
Colectivismo 
Masculinidad 
Feminidad 
 
Estados Unidos 38 43 1 15 
Canadá 39 41 4 24 
Argentina 36 10 22 21 
Brasil 26 21 26 27 
Chile 24 10 38 46 
Colombia 17 20 49 11 
Ecuador 8 28 52 13 
Guatemala 2 3 53 43 
Jamaica 37 52 25 7 
Mexico 5 18 32 6 
Panamá 2 10 51 34 
Perú 21 9 45 38 
Salvador 18 6 42 40 
Uruguay 26 4 29 42 
Venezuela 5 21 50 3 
 
 
1 Los rangos oscilan entre 1 y 53, a menor rango mayor cercanía a Individualismo, Masculinidad, alta Distancia al Poder y alta 
Evitación de la Incertidumbre 
 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
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 La investigación de Hofstede (1989) describe las culturas nacionales de Latinoamérica (junto 
con las asiáticas) como aquellas que tienen mayor distancia jerárquica y mayor control de la 
incertidumbre. Así mismo, los países latinoamericanos obtienen, en su mayoría, puntuaciones muy 
bajas en individualismo, lo que los caracteriza como colectivistas. La dimensión Masculinidad-
Femineidad se presenta relativamente dispersa. Los países anglosajones de Norte-América (Canadá 
y EEUU) se caracterizan por un alto individualismo y baja evitación de la incertidumbre, así como 
por una baja distancia al poder. Jamaica, como representante de las Antillas y el Caribe no 
castellano-parlante, se distingue por una baja evitación de la incertidumbre 
 Teniendo en cuenta aquellas dimensiones que más representan a Latinoamérica en la 
clasificación de Hofstede, podemos decir que, sociológicamente, la distancia al poder opone 
regímenes monopolistas a regímenes pluralistas, así como el bajo control de la incertidumbre 
implica la competencia del ciudadano bis a bis con las autoridades. Antropológicamente la 
distancia al poder opone verticalidad con colateralidad y el control de la incertidumbre está 
referido a la rigidez o flexibilidad de una sociedad. Psicológicamente, la distancia al poder tiene 
que ver con la dependencia y la influencia paterna sobre la personalidad y, el control de la 
incertidumbre, con personalidades de mayores niveles de agresividad, estrés y ansiedad. 
 
 A este respecto, investigaciones que combinan diferentes niveles de análisis muestran que 
la distancia al poder correlaciona positivamente con la violencia política interna y con medidas 
diferentes de desigualdad social, el control de la incertidumbre presenta una correlación positiva 
con el catolicismo romano y con la obligación legal de los ciudadanos en países desarrollados. 
Finalmente, el individualismo correlaciona positivamente con el desarrollo económico y con la 
movilidad social intergeneracional. 
 
 Respecto de las variables macro-psicológicas, el individualismo se asocia positivamente 
con el bienestar subjetivo, a diferencia de la masculinidad, la distancia al poder y la evitación de 
la incertidumbre que lo hacen negativamente. Por último, la evitación de la incertidumbre se 
asocia al neuroticismo. (Arrindell et al., 1997; Diener et al., 1995). 
 
 Como ya dijéramos, América Latina es colectivista con cierta homogeneidad - el rango o 
diferencia entre la puntuación mayor y menor que sirve para estimar la variabilidad es de 28 en 
esta dimensión, frente a 34 en distancia al poder y 40 en masculinidad-femineidad 
(Hofstede,1991) lo que implica que los países de la región se caracterizan por relaciones más 
interdependientes, por una mayor implicación emocional de los individuos con los grupos de 
referencia. A diferencia de Asia y Africa, el colectivismo de América Latina será menos 
cohesivo, predominarán la familia extendida y los pares más que el clan, la casta o la tribu 
(Lewis, 1966; Hofstede, 1989). 
 
 En la dimensión de evitación de la incertidumbre, América Latina presenta, de forma 
relativamente homogénea, puntuaciones altas - el rango es 18, el menor de las cuatro 
dimensiones. Esta dimensión se define por tres aspectos: a) el respeto de las reglas de la 
organización; b) el deseo de estabilidad, referida a las relaciones de pareja y a la situación 
laboral; y c) el sentirse estresado en el trabajo. En los países desarrollados, la alta evitación de la 
incertidumbre correlaciona con la ansiedad y con la baja confianza en las instituciones. En estas 
instituciones prevalece la búsqueda de seguridad (Hofstede, 1991). Sintetizando, podemos decir 
que América Latina comparte una cultura colectivista de fuerte evitación de la incertidumbre. 
 
 Mientras que en las dos dimensiones analizadas hay poca variabilidad entre los países 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 23
latinoamericanos, en distancia al poder y masculinidad-femeneidad encontramos una fuerte 
variabilidad - recordemos que los rangos son de 34 y 40 respectivamente. Pese a esta 
variabilidad respecto de la distancia al poder, 9 de los 13 países latinoamericanos que aparecen 
en la clasificación de Hofstede (1991) presentan una alta distancia al poder. Las puntuaciones 
más altas corresponden a Panamá, Guatemala, México y Venezuela y, las más bajas a Costa Rica 
y Argentina. Chile y Uruguay tienen una posición intermedia. Podemos decir que países como 
Panamá y Guatemala se caracterizan por una tendencia a la asimetría, a la dependencia, 
obediencia y deferencia, mientras que países como Argentina y en menor medida Chile, 
muestran una mayor tendencia a expresar el desacuerdo y a las relaciones horizontales. 
 
 América Latina puede ser caracterizada como en parte femenina y en parte masculina, 6 
de los 13 países investigados por Hofstede son “femeninos” Costa Rica, Chile, Guatemala, 
Uruguay, El Salvador, Perú y Panamá, Brasil se sitúa en una posición intermedia y, Argentina, 
Ecuador, Colombia, México y Venezuela se acercan al otro extremo, siendo los dos últimos los 
más masculinos. Podemos decir, que los cinco países más femeninos se caracterizarán por ser 
sociedades con roles sexuales socialmente muy imbricados, es decir, sociedades en las que tanto 
el rol femenino como el masculino se caracterizan por la necesidad de una relación más 
expresiva, por la modestia, la preocupación por los demás y la importancia dada a la calidad no 
material de la vida. 
 
 De manera inversa, en los países que se acercan al otro extremo y, por lo tanto, 
masculinos como México y Venezuela, será más probable encontrar sociedades en las que los 
roles sexuales se encuentran muydiferenciados socialmente. En estos países el rol masculino se 
caracterizará más por la necesidad de realización, la asertividad, el uso de la fuerza y la 
importancia dada al éxito material. Para resumir, podemos decir que las culturas femeninas son 
más expresivas a diferencia de las masculinas en las que prevalece la instrumentalidad y la 
competencia. 
 
 Investigaciones más recientes que replican en alguna medida la realizada por Hofstede, 
señalan cambios que se están produciendo en algunos contextos nacionales. Los datos del trabajo 
de Triandis et al (1993) muestran una fuerte consistencia respecto de los de Hofstede salvo en el 
caso de Chile en el que se observa una tendencia general hacia el extremo individualista. Esta 
cultura, unos años después exhibe una alta valoración de la competencia personal y una baja 
integración familiar. Si bien una de las explicaciones puede ser las diferencias muestrales entre 
ambos estudios (trabajadores de IBM en Hofstede y estudiantes en Triandis et al), otra es que la 
cultura ha sufrido importantes cambios en casi un cuarto de siglo. Esto último parece tener 
sentido ya que también en la investigación de Fernández et al (1997) la cultura chilena aparece 
llamativamente más instrumental e individualista que en el pasado, puntuando más "dura", 
competitiva y con menor expresividad afectiva. 
 
8.1. - LA DISTANCIA DE PODER, EL “RESPETO” Y EL “CARÁCTER SUFRIDO” 
 
 Los individuos de culturas con alta distancia de poder, la latinoamericana entre ellas, 
valoran la conformidad y obediencia así como apoyan actitudes autocráticas y autoritarias de 
quienes están a cargo de organizaciones e instituciones (Hofstede,1991). En el caso 
latinoamericano, un escenario típico asociado en parte a esta dimensión es el de la dignidad y el 
respeto. Varias investigaciones realizadas con sujetos de habla hispana han mostrado que estos 
valoran más que los sujetos anglosajones, el respeto y el trato deferencial hacia otros (Páez, 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 24
González y Aguilera, 1996; Marín, 1987). En estas comunidades, las críticas se perciben como 
una falta de respeto a la persona a la que se dirige. Igualmente, el tuteo o tratamiento 
"horizontal" es criticable y se espera que se respeten los status diferenciales vinculados a la edad, 
la educación, etc. 
 
 Hofstede (1991) relacionaba la dispersión de los países latinoamericanos respecto de la 
dimensión masculinidad feminidad con la influencia, en algunos países más que en otros, de las 
culturas precolombinas como la Maya (para el caso de Guatemala y América Central) y la 
Quechua-Aymará (para el caso peruano, boliviano y el norte de Chile). En la cultura maya 
cualquier indicio de que alguien es hostil implica que la persona no es buena y que no se puede 
confiar en él o ella. Los indígenas son menos propensos a la cólera y su equilibrio emocional se 
refleja en un menor nivel de accidentes y violencia en comparación con los mestizos (Wearne, 
1994). En sociedades similares a la cultura guatemalteca, como puede ser la mexicana, se 
prefiere la auto-modificación y el control indirecto como estilo de afrontamiento (Díaz-Loving, 
1998). Al mismo tiempo México se diferencia de Guatemala por el carácter más agresivo de la 
cultura Azteca. 
 
 En la cultura latinoamericana en general, la salud y el bienestar están relacionados con las 
relaciones sociales y la tranquilidad. La cólera es una amenaza que trastorna las relaciones 
sociales (Woodrick, 1995). El rechazo cultural de la cólera y el afrontamiento por medio de la 
automodificación ayuda a normalizar el estrés por medio de la resignación y el estoicismo frente 
al sufrimiento (Hough, Canino, Abueg & Gusman, 1998). Comparando familiares de 
desaparecidos mapuches y no mapuches, Perez et al.(1998) encontraron menor sintomatología de 
estrés post-traumático entre los primeros, resultado congruente con la mayor adaptación al estrés 
de las culturas indígenas. 
 
 El contraste entre la cultura latinoamericana más colectivista y de mayor distancia al 
poder que la europea y española, e impregnada de una cultura ritual e indígena, se manifiesta 
claramente en el siguiente párrafo: "Hay una manera española, afirmativa y explícita, que le 
parece a los peruanos desconcertante, casi agresiva. Nosotros, para decir "no", decimos "si, 
pero", hablamos con diminutivos para suavizar los sentimientos y las creencias, damos por 
sobreentendido que, en el momento de expresar nuestro punto de vista, la línea más corta de un 
punto a otro no es la línea recta, sino que la espiral o la curva, y estamos convencidos de que, no 
manifestar ninguna duda ni contenerse en el dialogo, es muestra de mala educación" (Vargas 
Llosa, 1992). 
 
 Estudios recientes sobre cultura y emoción (Zubieta et al., 1998) encontraron que la 
influencia de cultura indígena y la distancia al poder -ésta última muy asociada a la primera- 
tenían una fuerte capacidad predictora en la expresión e inhibición emocional. La presencia 
demográfica de población indígena en las distintas naciones latinoamericanas, consideradas 
como un indicador de la impregnación de la cultura nacional por las culturas meso-andinas y 
americanas, apareció asociada a una menor vivencia corporal en las tres emociones examinadas, 
a menores manifestaciones conductuales y expresivas de alegría y tristeza - y a una menor 
reacción subjetiva de esta última emoción. 
 
 Estos resultados refuerzan la idea que la mayor influencia de culturas indígenas se asocia 
a una mayor contención emocional, inclusive en muestras de estudiantes universitarios 
compuestas por blancos y mestizos. Sin embargo, la asociación era menor con el enfado-enojo, 
La identidad social y cultural de américa latina 
 
 
 
 25
lo que cuestiona esta visión de una contención emocional mayor - pese a que en la cultura maya 
el enfado-enojo es una emoción negativamente evaluada. Por otro lado, comparando las 
entrevistas de personas guatemaltecas de lengua maya y castellana, se encontró que las primeras 
mencionaban con menor frecuencia reacciones de enojo y sentido de injusticia que los segundos, 
así como mayores reacciones de tristeza. Dado que podemos suponer razonablemente que el 
haber tenido como lengua maternal algún idioma maya es un indicador de endoculturación 
indígena, estos resultados confirman que se rechaza más el enojo en la cultura maya 
(Martín,Páez & Gonzalez, 2000). Es de remarcar que estas asociaciones desaparecían en análisis 
multivariados porque los predictores de evitación de la incertidumbre y alta distancia al poder, 
estrechamente asociados a la presencia de población indígena, la reemplazan. En aquellos países 
con altas puntuaciones en distancia de poder se observaba una disminución de la intensidad de 
reacciones físicas en todo tipo de emociones, así como menores reacciones conductuales y 
subjetivas o mentales de las emociones de tristeza y enfado-enojo. Esto es coherente con la idea 
de que en las culturas de alta distancia al poder, se desenfatiza la vivencia interna intensa de las 
emociones y hay una menor expresión de todas las emociones en general (p.e. se llora menos en 
tristeza). En América Latina, la alta distancia al poder provoca vivencias corporales atenuadas, 
menor intensidad subjetiva y menores reacciones abiertas de tristeza y enfado-enojo. Sin 
embargo, estas culturas no se caracterizan por una menor intensidad subjetiva, menor expresión 
y menores conductas de la emoción de alegría, sugiriendo que la represión social opera sobre las 
emociones negativas que amenazan a las relaciones sociales. 
 
 Los resultados encontrados son congruentes con la idea de que en las culturas en las que 
se valora la alta distancia de poder y el respeto a las autoridades, son más salientes las reglas de 
autocontrol referidas a la exhibición extrema de emociones (Smith y Bond, 1993). Matsumoto 
(1994), sugiere que las emociones negativas amenazan la jerarquía y la cohesión social,

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