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LACAN Y LA PSICOSIS EN LA INFANCIA 1 Silvia Elena Tendlarz 1. La clínica psiquiátrica del niño A diferencia de la del adulto, la clínica psiquiátrica infantil se desarrolló a partir de la influencia del psicoanálisis. Paul Bercherie distingue tres grandes períodos en la clínica psiquiátrica del niño.2 El primer período cubre los tres primeros cuartos del siglo XIX y se consagra exclusivamente a la discusión de la noción de retraso, considerado como el único trastorno mental infantil. Esquirol crea esta noción en 1820 con el nombre de idiocia. La define como un estado donde las facultades intelectuales no se manifiestan nunca. Por lo que respecta a la locura, distingue la locura propiamente dicha del adulto y una enfermedad congénita o adquirida tempranamente en la infancia (que es la idiocia). En este punto la discusión psiquiátrica gira alrededor del grado de irreversibilidad del retraso mental. Para Pinel y Esquirol, el déficit es global y definitivo. En cambio, para Séguin y Dealsiauve, los educadores de idiotas, el déficit es parcial, lo que permite utilizar métodos educativos especializados. El punto de partida fueron las tentativas de Itard con Víctor, niño que fue conocido en su época como el "salvaje de Aveyron". Este niño vivió en un total aislamiento hasta su captura en 1799, y a pesar de su pronóstico negativo, Itard logró algunos resultados utilizando los métodos educativos para sordo-mudos. Los efectos de esta iniciativa fueron: la creación de una educación especial en Francia por Séguin; María Montessori creó una nueva pedagogía; y Binet y Simon inventaron su conocido test para la selección y orientación de niños retrasados. El segundo período comienza hacia fines de los años 1880. Con la publicación de la primera generación de tratados de psiquiatría infantil se constituye una clínica psiquiátrica del niño que resulta un calco de la del adulto; es decir, no se vuelve un campo autónomo de investigación. Paul Moreau de Tours, por ejemplo, escribió "De la folie chez les enfants" (1888), donde afirmaba que la locura presenta en el niño las mismas características que en el adulto. Saute de Sanctis introdujo en 1906 el cuadro de dementia precocissima y lo diferenció de la demencia precoz del adulto. El propio Lacan utilizó esta nomenclatura en un caso presentado en la Société Médico-psychologique con Claude y Heuyer en 19333. En la reseña describen el caso de un niño de 8 años y medio con un estado de indiferencia hacia el entorno, mutismo e inexpresividad. El comienzo clínico fue delirante, con ideas hipocondríacas, insomnio, interpretaciones y crisis emotivas "histeriformes". Si bien se interrogan sobre una posible etiopatogenia orgánica (encefalitis), como causalidad psicológica señalan los trastornos familiares. 1 Capítulo primero del libro de Silvia Elena Tendlarz, ¿De qué sufren los niños? La psicosis en la infancia, Lugar editorial, Buenos Aires, 1996. (Nota: Este texto fue modificado ligeramente en abril de 2012 para incluir los nuevos desarrollos en torno al autismo que se llevaron a cabo en la comunidad analítica, en particular en la separación entre psicosis y autismo). 2 P. Bercherie, "La clínica psiquiátrica del niño (Estudio histórico)", Malentendido 3 (1988). 3 J. Lacan, H. Claude y G. Heuyer, "Un cas de démence précocissime", Annales Médico- psychologiques (1933). El tercer período comienza en los años 1930 y funda la clínica psiquiátrica del niño que se desarrolla actualmente, caracterizado por la influencia dominante del psicoanálisis. Bercherie señala que la noción moderna de psicosis infantil proviene de la introducción de Bleuler del diagnóstico de esquizofrenia (1911), que substituye al de demencia precoz kraepeliniano. El caso Juanito publicado por Freud inaugura el tratamiento psicoanalítico de los niños. Los trabajos analíticos permitirán matizar y teorizar el abordaje clínico de los niños psicóticos. 2. El "autismo infantil" de Kanner En 1943 Leo Kanner introdujo el término "autismo infantil precoz" para nombrar los casos de retraimiento en niños menores de un año4. Parte del estudio de un grupo de 11 niños y de su historia en un período que va de 1938 a 1943. A pesar del parecido con la esquizofrenia infantil, distingue este cuadro por su existencia desde el nacimiento. El innatismo que postula no es orgánico, sino que constituye un déficit intelectual que no se confunde con la debilidad mental; por el contrario: tienen "una expresión facial asombrosamente inteligente". Y añade en la causalidad la relación particular con sus padres (padres obsesionados por detalles, pero poco afectivos). Se caracterizan por su imposibilidad de establecer conexiones ordinarias con personas y situaciones desde el inicio mismo de la vida, y por su "inclinación a la soledad autista, alejando todo lo externo que se acerca al niño". Actúan como si las personas de su entorno no estuvieran. Kanner considera que el exterior es vivido desde un comienzo por estos niños como una amenaza no localizable que se vuelve el estatuto propio de lo exterior. Esto produce que toda acción del otro sea vivida como intrusión (inclusive la alimentación, los cuidados corporales, e incluso la simple presencia). Puede explicarse esta expresión utilizada por Leo Kanner desde una perspectiva lacaniana: sin un orden simbólico los cuidados no son vividos como tales, sino que se vuelven una intrusión5. En este cuadro, el déficit se impone fenomenológicamente: los autistas no hablan, o bien balbucean un soliloquio ininteligible; manipulan objetos en forma estereotipada y rechazan cualquier intrusión en su "juego"; no entran en contacto con su entorno, o sólo lo hacen para cumplir el impulso de su "voluntad". Las coordenadas espacio-temporales están alteradas: se golpean, no tienen noción del peligro, actúan como si carecieran de cuerpo. Cualquier cambio introducido en su rutina, en la disposición de los muebles, en las normas, en el orden que rige su actividad cotidiana, los desespera. A pesar de esta descripción deficitaria, presentan también fenómenos "positivos" que expresan su particular "ser-en-el-mundo". Por ejemplo, la memoria prodigiosa que los autistas guardan de series de objetos, poemas o plegarias. Con ella suplen la incapacidad para utilizar el lenguaje con otras funciones. 3. ¿Autismos? 4 L. Kanner, "Traduction de l'article original de Léo Kanner: "Autistic disturbances of affective contact"", en G. Berquez, L'autisme infantile. Introduction à une clinique relationnelle selon Kanner. Paris: P.U.F., 1983. 5 D. Devroede, "Kanner relu à partir de Lacan", Préliminaire 5 (1993). Desde la creación del "autismo" por Bleuler6 en 1911 (para nombrar el retraimiento en el propio mundo imaginario de la esquizofrenia) -creado sobre el modelo freudiano del "autoerotismo", pero sin lo sexual-, el término adquirió distintos sentidos según fuera utilizado para nombrar una patología precoz o un estado secundario al desencadenamiento de la enfermedad. La distinción emerge de los resultados terapéuticos. Se considera que en general los tratamientos que producen una salida del encierro autista ocurren en psicosis cuyo "autismo" nombraba más bien su desconexión con el mundo exterior, por lo que se trataría de un autismo secundario. A veces se asocia el autismo a distintas afecciones orgánicas: la esclerosis tuberculosa de Bourneuille, la rubeola congenital, el síndrome del x-frágil, encefalías, entre otras. A través de distintas perspectivas (estudios orgánicos, neurofisiológicos, neurobioquímicos, anatómicos y genéticos) se establecieron resultados positivos, por lo que se indicó el origen orgánico de este síndrome. Ahora bien, de acuerdo al tipo de definición de autismo que se utilice varían los resultados de la búsqueda de una etiología orgánica7. El DSM III (1981) abandona lanoción de psicosis en la infancia dada la rareza de la evolución de las patologías precoces de la infancia hacia las formas de psicosis adultas. Crean en su lugar el término de "Persuasive Developmental Disorders" ("Trastornos generalizados del desarrollo") para nombrar las desviaciones del desarrollo de numerosas funciones psicológicas fundamentales implicadas en la adquisición de aptitudes sociales y del lenguaje. A partir de entonces predominan el criterio adaptativo y el enfoque terapéutico educacional. En 1987 este esquema es revisado y se proponen dos tipos de TGD: el trastorno autista (según la descripción de Leo Kanner) y el TGD no específico que toma como criterio diagnóstico el trastorno comportamental. El DSM IV establece 5 items para el TGD: trastorno autista, trastorno de Rett, trastorno desintegrativo infantil, trastorno de Asperger y trastorno generalizado del desarrollo no específico8. El trastorno autista es explicado de acuerdo a la descripción de Leo Kanner. Lo distinguen del trastorno de Rett por el perfil de su déficit y su proporción sexual característica. Este último trastorno sólo se manifiesta en mujeres, y su patrón característico es el desasceleramiento del crecimiento craneal, pérdida de habilidades manuales intencionales previamente adquiridas, y aparición de una marcha y unos movimientos del tronco pobremente coordinados. El trastorno desintegrativo infantil difiere del autismo infantil por su momento de comienzo: aparece luego de dos años de desarrollo normal. Este trastorno también fue denominado "síndrome de Heller", "dementia infantilis" o "psicosis desintegrativa". El trastorno de Asperger no presenta un retraso del desarrollo del lenguaje como en el autismo. El DSM IV lo distingue de la esquizofrenia aunque su descripción resulta similar, salvo por la presencia de alucinaciones. Todos los restantes casos que no se incluyen en estas descripciones son reunidos en el trastorno generalizado del desarrollo no especificado. El DSM V, de próxima aparición, elimina esta distinción e introduce una nueva categoría clínica con la que será examinada toda la infancia: “Trastornos del 6 E. Bleuler, Analytica 52 ("L'invention de l'autisme"). Paris: Navarin, 1988. 7 C. Bursztejn, "Cinquante ans d'autisme : évolution des concepts", L'autisme cinquante ans après Kanner. Paris: Erès, 1992. 8 DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona, Masson, 1995. espectro autista” (TEA), con su graduación: leve, moderado y severo. Los criterios utilizados para este diagnóstico son déficits sociales y de comunicación; e intereses fijos y comportamientos repetitivos. De esta manera, el autismo se vuelve un diagnóstico ampliado que incluye distintos tipos de individuos. La pregunta acerca si los niños diagnosticados de autismo infantil precoz evolucionan hacia el síndrome de Asperger en la adultez eventualmente desaparecerá en este contexto puesto que ambos formarán igualmente parte del TEA. No obstante, la sutileza clínica de esta cuestión permanece en la medida en que puede observarse un cambio de la niñez a la adultez, que muestra que no todos los niños autistas permanecen necesariamente toda su vida con su presentación inicial, ni persisten los llamados “trastornos cognitivos” con los que se los evalúa en la infancia. Los nombres de las clases, como dice Hacking, interactúan con los individuos involucrados en ellas, pero, no obstante, resultan insuficientes para alojar a los sujetos con sus diferencias. Más allá del destino de los diagnósticos permanece aquello que a cada uno vuelve único e imposible de diluir en la “norma”. 4. Autismo y psicosis Cierto debate ocupa al medio analítico de orientación lacaniana: ¿el autismo es una forma de psicosis o debe ser diferenciado? ¿Es un "estado" o pertenece a una estructura clínica? Rosine y Robert Lefort distinguen el autismo de la psicosis: dado el fracaso masivo de la metáfora paterna en el autismo no hay Otro ni objeto a9 -lo que equivale a decir que no hay una inscripción de la falta-. El niño autista se encuentra en relación a un Otro masivo y total, por lo que queda un lazo "cuerpo a cuerpo" sin división de un lado ni del otro. El Otro se reduce a una ausencia. También falta la imagen especular10. El niño "está por entero en el sitio del objeto a en tanto que no especularizable"11. El psicótico, en cambio, tiene un objeto y un Otro; pero ese objeto está incorporado en lo real como un objeto en más. En el autismo, es el sujeto que está en más, por lo que busca desaparecer12. R. y R. Lefort distinguen el caso de Marie-Françoise, autista, de la psicosis de Roberto. En la primera el goce13 se dirige al Otro, voluntad de goce14 -con el modelo 9 El objeto a es un concepto creado por Lacan para nombrar la falta estructural de objeto. En el vacío central que organiza la estructura -que corresponde al concepto de castración freudiano- se aloja una serie de objetos -oral, anal, mirada y voz- en relación a los cuales se constituye la pulsión. El objeto a, en realidad no es un objeto, se constituye a partir de la operación lógica de separación. Esta cuestión será examinada en el próximo capítulo. El objeto a se caracteriza por constituirse a partir de los bordes del cuerpo (zonas erógenas) como objetos separables del cuerpo. 10 Concepto que corresponde al del estadio del espejo: el yo se constituye en forma alienada por identificación a su imagen, matriz del registro imaginario. 11 R. y R. Lefort, Nacimiento del Otro (1980). Buenos Aires: Paidós, 1983, p. 261. Al nombrar el objeto a una falta en lo simbólico, dado que es real, no tiene imagen en el espejo. En el Seminario X, "La Angustia", Lacan le adjudica el lugar de "reserva libidinal": el goce no es especularizable. 12 R. y R. Lefort, "Autisme et psychose deux signifiants: "partie" et "cassé"" (1992), L'autisme...., op. cit., p. 233. 13 El concepto lacaniano de jouissance (goce) reúne, siguiendo la indicación de J.-A. Miller, los freudianos de libido, satisfacción y pulsión de muerte; es real y aparece como una satisfacción que va más allá del principio del placer. 14 Expresión utilizada por Lacan en su artículo "Kant con Sade" para nombrar la particular posición del perverso en relación al goce: el desmentido de la castración lo lleva a forzar los límites en la prosecución de su goce por lo que produce la división subjetiva del partenaire. sadeano- que apunta a dividir al Otro. Roberto, en cambio, manifiesta un goce masoquista15 que intenta completar al Otro. Por otra parte, diferencian el lugar del niño para la madre del autista y la del psicótico. En la psicosis el niño ocupa un lugar en el fantasma materno; en el autismo no: el niño es un objeto autoerótico, fuera del fantasma, por lo que queda excluido el lugar del padre. La salida del autismo es por el lado de la paranoia o de la debilidad. En cambio, Pierre Bruno indica que en la enseñanza de Lacan sólo existe una polaridad entre la esquizofrenia y la paranoia: en ningún momento distingue el autismo de la esquizofrenia16, lo que no se contrapone con la distinción -que hacen R. y R. Lefort- entre el autismo (considerado como una forma de la esquizofrenia) y la paranoia. Esto no impide la existencia de "estados autistas" -añade P. Bruno-, al estilo de las consideraciones de Tustin. El autismo infantil precoz es una esquizofrenia desencadenada tempranamente. Lo considera como una "forma extrema de la esquizofrenia". Dice.: "...forma extrema en el sentido de variante de la esquizofrenia, sin que se pueda hablar de una diferencia cualitativa de estructura entre esquizofrenia y autismo"17. El punto de vista de Colette Soler es que no existen autismos puros. Deben ser más bien considerados como un polo, "un rechazo de entrar en la alienación, deteniéndose en el borde"18, que hace que los autistasaparezcan como "significados del Otro" (hablan por ellos y buscan un sentido a su conducta). De este modo, la psicosis en el niño se manifiesta siempre como forma mixta. Pero, añade, tanto en el autismo -considerado como un polo-, como en la esquizofrenia y en la paranoia es legítimo hablar de forclusión del Nombre-del-Padre. Distingue a los niños autistas de los propiamente delirantes, y enumera cuatro tipos de fenómenos que les son propios. Primero, son niños que se sienten perseguidos por los signos de presencia del Otro, especialmente por los objetos voz y mirada; de allí que viven la presencia del Otro como intrusiva. La segunda característica es la anulación del Otro: parecen sordos, presentan trastornos de la mirada. Indica que Margaret Mahler habla incluso de alucinaciones negativas. El tercer rasgo es el rechazo de que el Otro pueda producir una intimación con la palabra. La ausencia de la dimensión de la llamada es el complemento del rechazo a ser llamado por el Otro. Y por último indica los problemas de separación del Otro, su adhesividad. La posición de Eric Laurent consiste en plantear la acción de la forclusión del Nombre-del-Padre también en el autismo -lo que explica sus estados alucinatorios-, y la estabilización posible dentro del autismo, sin la necesidad de un pasaje hacia la paranoia. Señala la aparente paradoja: si hay cura y el niño sale del estado autista entonces no era autista; lo que traduciría una paradoja propia a la cura analítica: alcanzaría con que sea posible para que se arruine a sí misma por la inexistencia del autismo19. 15 En el masoquismo el sujeto se vuelve el instrumento de goce del partenaire. 16 P. Bruno, "Ouverture", L'autisme et la psychanalyse. Paris: Séries de la Decouverte Freudienne, 1992, p. 113. 17 P. Bruno, "El dicho -sobre la esquizofrenia", Freudiana 9 (1993), p. 109. 18 C. Soler, "Hors discours: autisme et paranoïa", Préliminaire (1992). 19 E. Laurent, "Lecture critique II", L'autisme..., op. cit., p. 134. En el autismo el significante del Nombre-del-Padre no solamente está forcluido, sino que todo lo simbólico se vuelve real. En un artículo20, Eric Laurent señala que en la infancia domina el campo de la esquizofrenia más que el de la paranoia puesto que los fenómenos no se plantean tanto en una reconstrucción delirante sino en términos de "¿cómo hacer función del órgano?". De allí emergen los fenómenos de autismo diversos. El goce vuelve de distintas maneras en lo real para fabricar el cuerpo como condensador de ese goce. En tanto que el falo no está simbolizado, el "hacer función" del falo se vuelve "hacer función del órgano". El niño puede reducir su cuerpo a ser condensador de goce, a ser un objeto para otro cuerpo. Lo que caracteriza al autismo es que el goce retorna sobre el borde; señala la importancia de llevar a cabo un estudio minucioso acerca de esta problemática puesto que en la esquizofrenia, por el contrario, el retorno de goce es sobre el cuerpo. Los desarrollos teóricos del siglo XXI en torno al autismo en la comunidad analítica, luego del inesperado crecimiento del diagnóstico de autismo, han llevado a Eric Laurent, como también a Jean-Claude Maleval, a distinguir el cuadro de autismo de la psicosis. No hay delirio en el autismo puesto que el delirio psicótico conlleva siempre algo de lo imaginario del cuerpo que falta en el autismo. El niño autista construye una caparazón, un encapsulamiento con el que intenta construir un borde particular21. Se trata de un sujeto sin cuerpo y sin imagen que se defiende de su angustia a través de su mundo cerrado, con circuitos rígidos llamados estereotipias, que mantiene a distancia la intrusión del Otro. 5. Los fenómenos autistas y psicóticos en la infancia La descripción del fenómeno psicótico en niños con una ideación delirante se asemeja a la del adulto. A partir de la emergencia de fenómenos elementales22 y de alucinaciones se construye el delirio. Muchas veces las fabulaciones ideativas que no se organizan como un delirio dificultan el diagnóstico diferencial. ¿Se trata de un niño con mucha imaginación o de un delirio? ¿Qué relación guarda con lo que dice? ¿Es una certeza psicótica o una creencia dialectizable? La precisión diagnóstica a partir del lenguaje -de acuerdo a la indicación de Lacan- se impone tanto como en el adulto. El problema se agudiza cuando se intenta establecer un diagnóstico en niños pequeños. ¿Son niños excesivamente tímidos, inhibidos, con dificultades neuróticas o se trata de un desencadenamiento temprano? Es por ello que hay que apuntar también a detectar los fenómenos elementales que presentan aunque no hablen, y que muchas veces escapan al observador23. Juan y también Marc, dos de mis pacientes, señalan al vacío y dicen "Aquí está". Atendí a ambos niños en contextos diferentes; nunca se cruzaron, y sin 20 E. Laurent, "La psicosis en la infancia en la enseñanza de Jacques Lacan" (1982), Hay un final de análisis para los niños, Colección Diva, Buenos Aires. 21 E. Laurent, “Los espectros autistas”, El sentimiento delirante de la vida, Colección Diva, Buenos Aires, 2010. 22 Fenómeno elemental es un concepto de la psiquiatría para nombrar ciertas manifestaciones psicóticas que aparecen con un sentido pleno, no son dialectizables, y vienen acompañados de la certeza de su veracidad. Por ejemplo, "eco del pensamiento", "lectura de pensamiento", "adivinación de pensamiento", etc.; estos fenómenos aparecen dentro del cuadro del Automatismo Mental. Su contrapartida son los fenómenos de sin-sentido que también aparecen en la psicosis. Ambos dan cuenta de la imposibilidad de establecer una retroacción significante como consecuencia de la falta del punto de capitón (el Nombre-del-Padre). 23 S: Tendlarz, "Objeto e imagem em crianças autistas", Opçao Lacaniana 13 (1995). embargo utilizan una misma frase holofrásica24 -compactación de la cadena significante-, que no remite a un efecto de sentido sino al vacío de significación. El orden monolítico de la cadena significante puede manifestarse por el uso de frases fijas utilizadas para cualquier ocasión. Carla, otra paciente, dice "tía" cada vez que ve un auto de juguete y nombra al primo cuando encuentra un biberón; en ambos casos los objetos son nombrados holofrásicamente con los significantes que extrae del Otro. Las palabras no cobran una significación nueva al relacionarse con otras palabras, sino que poseen un sentido originario y unívoco. El trastorno del lenguaje en el autismo es particular. Jean-Claude Maleval25 indica que el trastorno simbólico genera una enunciación muerta, desfasada, borrada o técnica. No se trata de un déficit cognitivo sino de una relación particular con el significante. Este rechazo impide que el goce se embarque en la palabra, y en su lugar retorna sobre un borde, con un objeto al que el autista se encuentra pegado: Se construye así un caparazón dentro de una dinámica libidinal. El borde autista es una formación protectora frente a un Otro amenazante, y dispone de tres componentes esenciales: la imagen del doble, los islotes de competencia y el objeto autista. La hipótesis central de Maleval es la del rechazo del autista del goce asociado al objeto voz que determina las perturbaciones del lenguaje: No se trata aquí tanto de la sonoridad sino de la enunciación de su decir. “Nada angustia más al autista”, dice Maleval, “que ceder su goce vocal alienándose al significante”. Se protege entonces de la presencia angustiante de la voz a través de lo verboso o del mutismo, y evita la interlocución del Otro. Aun cuando hablen con fluidez, como en el caso de los autistas de alto nivel, se protegen del goce vocal a través de la falta de enunciación. De allí deriva la soledad del autista en cuanto a tomar una posición de enunciación, como así también la fijeza en su esfuerzo de mantenerun orden estático frente a lo caótico de su mundo Eric Laurent indica que la inclusión del sujeto en el autismo implica el funcionamiento de un significante solo en lo real, sin desplazamiento, “pieza suelta” que actúa de modo tal que busca un orden fijo y un simbólico realizado sin equívocos posibles, verdadera “cifra del autismo”. El no sentir empatía en realidad no es necesariamente un déficit, sino que los lleva a funcionar sin los obstáculos imaginarios propios de la vida cotidiana. El funcionamiento singular del niño autista incluye en algunas oportunidades un “objeto autista” que lleva pegado sobre él, que se incluye en la dirección de la cura al determinar qué función cumple para el niño26. Las alucinaciones son más difíciles de captar dado el aislamiento que caracteriza a los niños autistas. No obstante, numerosas descripciones permiten suponer su existencia -como los de Alex, que se tapa abruptamente los oídos, o los de terror descritos por Emilio Rodrigué en un niño autista27-. Este último, de 3 años, presentaba, dos tipos de alucinaciones: visiones que lo atraían o que lo aterrorizaban. Rodrigué anota: "Comprendí que estaba escuchando algo que venía de la dirección del techo, la manera en que miraba hacia arriba y prestaba atención era inequívoca. También parecía estar viendo cosas proyectadas en el techo, 24 Examinaremos el concepto de holofrase más adelante. 25 J.-C. Maleval, L’autiste et sa voix, Seuil, Paris, 2009. 26 S. Tendlarz, “Niños autistas”, publicado en francés en La cause freudienne, Paris, 2011. 27 E. Rodrigué, "El análisis de un esquizofrénico de 3 años con mutismo", Obras Completas de Melanie Klein, t. IV. Buenos Aires: Paidós ,1979. porque seguía con sus ojos la órbita invisible de un objeto"28. La mirada de miedo y sus gestos bruscos de observar a los costados lo llevan al analista a plantear la presencia de perseguidores, pero el niño no delira en ningún momento. En un segundo tiempo del tratamiento Raúl responde a estas alucinaciones escondiéndose o tratando de desembarazarse de ellas, como por ejemplo haciendo gestos como para que algo se vaya por la ventana. Bruno Bettleheim describe las alucinaciones que presenta Laurie: "Lo dedujimos de su manera de quedarse mirando al espacio, preferentemente al techo, concentrada totalmente en algo que ocurría en su mente, y absolutamente ajena a todo lo que ocurría a su alrededor"29. Lacan aborda en dos oportunidades el tema de las alucinaciones en el autismo. La primera, el "Discurso de clausura de las Jornadas sobre las Psicosis en el niño" (1967); la segunda, la "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma" (1975). En las Jornadas organizadas por Maud Mannoni en 1967, Sami-Ali presenta un artículo titulado "Génesis de la palabra en el niño autista"30. A partir de un caso clínico intenta indicar una evolución de lo pre-verbal a lo verbal por la acción de la mediación imaginaria de identificación con el otro. Entre las características que presenta Martín, indica que el niño huye tanto de los ruidos como de las voces, tapándose los oídos con los pulgares. Lacan utiliza esta descripción para señalar que si el niño se tapa las orejas (como también es el caso de Alex) es porque se protege del verbo31. Pone así de relieve la estructura de la alucinación: el hecho que el niño no hable no impide que esté sujeto a alucinaciones. En 1975 Lacan vuelve sobre esta cuestión: "Como el nombre lo indica, los autistas se escuchan ellos mismos. Escuchan muchas cosas. Esto desemboca incluso normalmente en la alucinación y la alucinación siempre tiene un carácter más o menos vocal. Todos los autistas no escuchan voces, pero articulan muchas cosas y se trata de ver precisamente dónde escucharon lo que articulan"32. El mutismo o la dificultad para hablar que presentan no impiden que estén incluidos en el lenguaje, aunque su estructura sea la de la holofrase. Los niños autistas utilizan los pronombres personales tal como oyeron que los empleaban en su entorno cuando se referían a ellos. En realidad, como lo describe Lacan en su Seminario III, "Las psicosis", la imposibilidad de que aparezca el yo en su discurso los lleva inevitablemente a hablar de sí en tercera persona. Carla repite su nombre llamándose a sí misma, hasta que finalmente concluye su monólogo solitario respondiéndose ¿qué? a su propia llamada -que no se dirige al Otro-. En su ser hablados resultan pequeñas "marionetas del Otro" por causa del funcionamiento automático del lenguaje. Falta la dimensión de la demanda. La institución belga "L'Antenne 110" se ocupó de ordenar los fenómenos que presentan estos niños. Entre otras características, subrayan que manifiestan dos fenómenos opuestos: o un desinterés hacia la imagen correlativo con una atracción por los agujeros y orificios, o bien una imitación simétrica de los movimientos del 28 Idem, p. 162. 29 B. Bettelheim, La fortaleza vacía (1967). Barcelona: Laia, 1987, p. 154. 30 Sami-Ali, Cuerpo real, cuerpo imaginario, "Génesis de la palabra en el niño autista" (1967). Buenos Aires: Paidós, 1979. 31 J. Lacan, "Discurso de clausura de las Jornadas sobre la psicosis en el niño" (1967), El Analiticón 3 (1987), p. 11. 32 J. Lacan, "Conferencias en Ginebra sobre el síntoma" (1975), Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial, 1988, p. 134. otro según secuencias ordenadas. Establecen una serie de fenómenos en torno a la relación con los objetos separables del cuerpo (mirada, voz, comida y excrementos) que presentan siempre las mismas modalidades, pero varían sus contenidos según sea el objeto de que se trate: evitación, falta de dirección hacia el otro, intercambios simétricos o reproducción de secuencias fijas. O bien el Otro queda completamente excluido, o bien cautivado en un orden inalterable. A veces la presencia de ciertos objetos se vuelve indispensable, pero en tales casos se les aplica una "palpitación", una ligera oscilación a la manera de un ritmo. Las descripciones del niño autista indican que se comporta en forma diferente si se lo observa con discreción o si se lo hace en forma manifiesta y se intenta entrar en contacto con él. En el primer caso está más o menos inerte, eventualmente ocupado por la actividad que repite en forma estereotipada; en el segundo caso, puede presentar un estado súbito de agitación, incluso violento, contra sí mismo o contra el observador. ¿A qué tenemos que llamar goce? ¿A la concentración tranquila en la cual el sujeto parece autosuficiente o a la agitación hecha de pánico desenfrenado que lo invade cuando la presencia del otro lo solicita? El niño autista también pasa de la tranquilidad de su encierro a la agitación violenta ante el intento de captación de su posición como sujeto. ¿Quedará confinado al mundo posible que supo construir frente a su goce? A mi entender, ambos estados son expresiones diferentes del goce del autista: varía su tratamiento ante la intrusión en su universo cerrado. 6. Cuerpo y espacio en niños autistas ¿Qué pasa con los niños autistas precoces en los que no se puede hablar de desencadenamiento, de estabilización ni de suplencia previa? ¿Qué decir con respecto a un cuerpo que pareciera no pertenecerles: golpeado, ignorado, sin agujeros? ¿Alcanza la inclusión en el lenguaje de todo sujeto para considerar que los autistas tienen cuerpo?33 El significante otorga un cuerpo, pero también lo fragmenta, resquebrajándolo en órganos y funciones. Hurta de vida al viviente que reconstituye en lo imaginario la integridad de su imagen velando su goce. La libido se vuelve incorpórea: un órgano fuera del cuerpo, que no es un significante, sino que expresa el plus-de-goce exterior a la acción de lo simbólico. El cuerpo no es ya sólo la proyección de una superficie sino que tiene agujeros, y en esos huecos se aloja el sendero de goce que traza los bordes delcuerpo. Para tener cuerpo y hacer uso de él deben conjugarse las acciones de lo simbólico, lo real y lo imaginario. Pero sin la operación simbólica que permite la constitución de los bordes, del espacio y del tiempo, el sujeto queda sin cuerpo. La unificación del cuerpo sufre sus transformaciones con el derrumbe imaginario que produce el desencadenamiento de la psicosis: fenómenos de doble, de despersonalización, de cuerpo despedazado. La imagen del cadáver leproso conduciendo a otro cadáver leproso de Schreber34 da cuenta tanto del desdoblamiento imaginario como del rasgo de mortificación del objeto de goce -la carroña que es él mismo- que se aloja en la imagen. Por el lado de la esquizofrenia, 33 S. Tendlarz, "¿Por qué los niños autistas no tienen cuerpo?" (1994), en Centro Pequeño Hans, Psicoanálisis con niños. Buenos Aires, Atuel, 1995. 34 Cf. J. Lacan, "De una cuestión preliminar...", op. cit. el cuerpo padece la acción del goce del órgano35. Esto marca el contrapunto clásico: goce del Otro en la paranoia, goce en el cuerpo (que se manifiesta como hipocondría) para la esquizofrenia. Lacan, después de establecer la polaridad entre el sujeto del goce y el sujeto que representa el significante para otro significante, indica que la paranoia identifica el goce en el lugar del Otro36. Los dos tipos clínicos de la psicosis -con su tratamiento particular del goce- mantienen la presencia de un cuerpo. No hay atribución de un cuerpo en los niños autistas. La falta de extracción del objeto a impide que se estructure la consistencia corporal puesto que esta "pieza despegada del cuerpo" no logra alojarse en el punto de falta en el Otro. Estos niños se presentan como sujetos que no llegaron a constituirse como un ego, en un estado pre-especular, sin tomar consciencia de sí mismos como cuerpo. La falla de simbolización produce que el Otro sea real -como lo señalan R. y R. Lefort-, de allí las maniobras en lo real que apuntan a una producción de una discontinuidad simbólica para extraer el objeto a que el niño encarna para el Otro. Esta falla tiene su correlato en la falta de constitución especular y en los trastornos espacio-temporales. John -uno de los pacientes de Kanner- cuando veía un grupo de gente en una fotografía preguntaba cuándo iban a salir de allí e iban a entrar en la habitación. Las imágenes de una fotografía no son menos ciertas para este niño que aquellas con las que tropieza en el mundo: sin imagen los objetos son puramente reales, carecen de connotación imaginaria. Podemos decir que, más que "hombres-construidos-a-la- ligera" al estilo de Schreber, para John no hay diferencia entre los seres de dos dimensiones en la fotografía y los tridimensionales. Tal vez espere entrar él mismo en la fotografía. El tratamiento del espacio por parte de los autistas hace que el adentro y el afuera sean continuos, como si fueran una banda de Moebius -según la indicación de Eric Laurent37-. Este sujeto, que es como la trayectoria de la banda sin agujeros de Moebius, se encuentra sumergido en un espacio que hace que el coche a 300 metros de distancia y el que el niño tiene en la mano sean uno y el mismo. Por ello, el niño puede intentar agarrarlo a través de la ventana. Adrien, por ejemplo, es un niño de 12 años interesado casi exclusivamente en el agua: el río, las tormentas38. Se queda pegado contra el vidrio, mirando como si estuviera en trance. Las pocas palabras que pronuncia aluden a estos temas. En cierta oportunidad se acerca a la cara del analista y le dice: "Tus ojos están llenos de colores". El analista señala en su artículo que en realidad el arco iris que ve está tanto en los ojos del analista como a través de la ventana. El niño constituye una banda de Moebius en la equivalencia ojo-ventana. Esta falta de inmersión subjetiva en la tridimensionalidad es efecto de la ausencia de la significación fálica. Pero no se trata de una falla de percepción del autista, sino de la ausencia del organizador simbólico que distribuye y ordena las percepciones. 35 Véanse los artículos de V. Palomera, "Freud y la esquizofrenia I", Uno por Uno 38 (1994) y "Freud y la esquizofrenia II", Uno por Uno 39 (1994). 36 J. Lacan, "Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber" (1966), Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial, 1988, p. 30. 37 E. Laurent, "Lecture critique II", L'autisme et la psychanalyse, Séries de la Découverte freudienne, 1992. 38 M. Mesclier, "Adrien et les météoros", L'autisme et la psychanalyse, op. cit. Lacan se encarga de señalarlo en su crítica a Sami-Alí. No es lo especular lo que estructura el espacio, sino que la relación con el "aquí" y el "allí" (a los que alude Sami-Alí en su caso) implica el sistema de oposiciones de la estructura del lenguaje. "En una palabra -dice Lacan-, la construcción del espacio tiene algo de lingüístico"39 Cuando la medida fálica desaparece no hay agujeros que precedan a las clavijas; los objetos pierden su tamaño y se deslocalizan. Carla repetirá una y otra vez su pugna con objetos mucho más grandes que la pequeña valija de juguete donde quiere introducirlos. Se pega literalmente a los demás, hasta el punto de que por momentos tengo que sortearla para no tropezarme con ella. Un niño autista puede temer que el avión que cruza los cielos pase a su lado; otro pega su boca a la del terapeuta y muestra el aplastamiento entre él y su imagen; otro puede, desde un tercer piso, dar un paso al vacío simplemente para alcanzar el suelo. Juan, otro niño autista, en cierta oportunidad sale, sorprendentemente, de su indiferencia para acercarse a uno de mis ojos y mirar en su interior. ¿Qué mira? ¿Mi ojo, sus ojos reflejados o el vacío de representación? Quedaba literalmente pegado a mí. En todos estos casos el vacío que se aloja entre los cuerpos no se constituye como un intervalo: los objetos resultan así demasiado alejados o excesivamente próximos. La falta de constitución especular no impide la emergencia de fenómenos calificados por R. y R. Lefort como "proto-especulares". Aparecen así fenómenos de ecolalia y ecopraxia; es decir, diferentes tipos de imitación verbal y motor. En realidad, la ecolalia de la cadena significante se repite en lo imaginario40. En una de las primeras sesiones, intento explorar la relación que establece Alex entre los números que repite y los objetos y le pregunto: "¿cuántos cubos hay?", y él repite: "¿cuántos jugos hay?" -cambiando la letra "c" por "j" y la "b" por "g"-. Cuento "uno, dos"; el niño toma en forma simétrica otros cubos y continúa metonímicamente "tres, cuatro". De la misma manera, repite palabras que escucha por televisión y las utiliza fuera de contexto en medio de su soliloquio. Juan, de dos años y medio, imitaba mis movimientos con las manos, y se esforzaba por que pusiera mis piernas en la misma posición que las suyas. Un día se sienta delante de mí y reproduce la búsqueda de que sus piernas y las mías concuerden en la misma postura. Más que volverme imagen quedaba junto a él del mismo lado del espejo: los dos nos encontrábamos frente al vacío que impedía el diseño de una forma. En cada caso se intenta examinar la forma singular en que se presenta el niño para acompañarlo en la creación de un tratamiento que responda a sus necesidades subjetivas. 39 J. Lacan, "Discurso...", op. cit., p. 12. 40 E. Laurent, "Acerca de algunos problemas de superficie en la psicosis y en el autismo" (1981), Hay un final de análisis para los niños, Colección Diva, Buenos Aires.
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