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La inclusion del factor emocional en la educacion de personas con Sindrome de Down

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Artículo publicado en la revista LiberAddictus. 
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La inclusión del factor emocional 
en la educación de personas con 
Síndrome de Down1 
Guadalupe Elizabeth Morales Martínez2 
Resumen 
Los seres humanos han sido dotados con mecanismos biológicos y psicológicos 
que les permiten reaccionar de forma emocional ante los eventos que acontecen 
en sus vidas. Esta manera particular de responder es conocida como “estilo 
afectivo”. Dicho estilo influye en la conducta y en el pensamiento de la persona 
y afecta, de manera relevante, su capacidad de afrontar las difi cultades que 
se le presentan. 
En años recientes se ha incrementado el número de investigaciones 
científi cas que no sólo tratan de explorar este aspecto de la psique humana 
sino que pretenden determinar cómo el estilo afectivo varía en función de 
las condiciones sociales específicas. Por ejemplo, en el caso del Síndrome 
de Down, la exploración cognitiva del procesamiento emocional proporciona 
evidencias sobre cómo la evaluación de la información emocional negativa 
es afectada por las características de la neuro-arquitectura de esta 
condición genética (Morales y López, 2005, 2006). En el presente artículo 
se enfatizará y argumentará sobre la importancia del estudio científi co del 
factor emocional y la relevancia de incluirlo en el ámbito educativo en la 
población con Síndrome de Down. 
Palabras clave: Síndrome de Down, emoción, regulación emocional y 
educación. 
Introducción 
Una de las condiciones genéticas particularmente importante para 
incursionar en el campo de la emoción humana es el Síndrome de Down 
(SD), esto debido a razones tanto teóricas como aplicadas. Por ejemplo, el 
SD es el grupo más grande de personas con retardo mental cuya etiología es 
conocida (Wishart y Pitcairn, 2000). De hecho, conforman la tercera parte 
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de niños que precisan educación especial, su incidencia en la población 
mundial es de 1 por cada 800 a 1 000 niños nacidos vivos. Calculándose que 
nacen al año aproximadamente 150 mil infantes con SD (Sanz, Salguero, 
Casanovas, Holanda y Vivas, 2000). Es evidente acrecentar la investigación 
científica que pueda mejorar la calidad de vida de las personas con SD. 
Sin embargo, desde el punto de vista de la psicología, el análisis de este 
grupo de educación especial ha recibido poca atención (Wishart y Pitcairn, 
2000). 
En respuesta a este problema, han surgido líneas de investigación que 
pretenden profundizar sobre la semiología de este cuadro (Jay,1999; 
Roizen y Patterson, 2003; Pennington, Moon, Edgin, Stedron y Nade, 2003; 
Pace, Lynm y Glass, 2001) y sus implicaciones en los procesos cognitivos, 
conductuales (Cosgrave, McCarron y Anderson, 1998; Srofue, 1998), 
emocionales (Reddy, Williams y Vaughan, 2001; Von Salisch, 2001; Carvajal 
e Iglesias, 2002; Einfeld, Tonge, Turner, Parmenter y Smith,1999; Srofue, 
1998) y sociales (Sroufe, 1998; Von Salisch, 2001). 
Es interesante destacar que ha recibido mayor atención la exploración 
científica de las habilidades cognitivas de las personas con SD, en contraste 
con aquellos aspectos relacionados a las emociones (Wishart y Pitcairn, 
2000). Esto atrae particularmente la atención si consideramos que éstas 
son un componente clave para que el ser humano se adapte a su entorno, 
ya que participan no sólo en la regulación de la conducta sino también en 
la modulación de otros procesos del individuo como el pensamiento, la 
memoria, percepción, evaluación de eventos y el aprendizaje (Well, 2003; 
Gross, 1999; Filliozat, 1998). 
El Síndrome de Down y su mundo emocional 
Desde la perspectiva evolutiva, las emociones cumplen diferentes funciones 
que son de utilidad en las diversas etapas del desarrollo humano (Diener, 
Mangelsdorf, MacHale y Frosch, 2002). Pero, si su manejo es inadecuado, 
éstas pueden llevar al sujeto a consecuencias negativas que van desde una 
toma de decisiones incorrectas hasta la categorización emocional sesgada de 
los objetos, eventos o personas. 
Actualmente, la autorregulación emocional es considerada vital para 
la adaptación del ser humano. En general, la regulación de la emoción 
involucra la modulación de la duración e intensidad de las respuestas 
emocionales. Esta capacidad de armonizar la vida emocional puede ser 
dirigida y experimentada, desde un nivel consciente e consciente, con un 
fin determinado (Gross, 1999). 
Es importante mencionar que el repertorio de estrategias de autorregulación 
emocional varía en función de diversos factores como el contexto social, el 
temperamento de la persona (Zimmermann y Stansbury, 2003), el soporte 
externo de sujetos cercanos (Diner, Mangelsdorf, McHale y Frosch, 2000) e 
incluso elementos del desarrollo. Con relación a este último, se sabe que el 
número de estrategias de autorregulación se incrementa con la experiencia 
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y con la maduración de otros dominios del desarrollo (motor o cognitivo). Por 
tanto, es importante considerar que si alguna de estas áreas se ve afectada, 
entonces la adquisición de la habilidad para autodirigir, moderar y modificar 
las emociones, puede ser alterada. Por ejemplo, en el caso de las personas 
con SD, y en otros cuadros de déficit o deterioro cognitivo (síndromes de 
Williams o de la X frágil), se observó que la condición genética que subyace 
a estas condiciones también daña los niveles de alteración emocional y 
conductual (Enfield, Tonge, Parmenter y Smith, 1999). 
Lo anterior es interesante si se considera que existe un patrón emocional 
para el SD. Esta determinación permite crear estrategias precisas que 
faciliten su adaptación a ambientes sociales, donde las habilidades de 
regulación emocional son altamente valoradas. Tomemos como instancia 
el ámbito escolar en donde una adecuada interacción con maestros y 
compañeros es esencial para el logro de los objetivos del aprendizaje. Por 
este motivo, es fundamental buscar formas de apoyo para la población con 
SD que les permitan compensar y mejorar sus estrategias de autorregulación 
emocional. 
La inclusión de la emoción en la educación 
de las personas con Síndrome de Down 
Es necesario enfatizar que la mayoría de las técnicas y estrategias clínicas 
y educativas actuales se basan en el conocimiento del sistema emocional, 
esto derivado de otras poblaciones de educación especial que, aunque 
comparten aspectos (cognitivos o conductuales) con el SD, no presentan 
de la misma forma el cuadro cognitivo-emocional de esta población. Por 
ello, es primordial generar nuevas líneas de investigación sobre el factor 
emocional en el SD, en particular en el campo de la educación ya que la 
emoción participa no sólo como un factor de supervivencia sino como 
modulador de los procesos cognitivos (Morales y López, 2006; Filliozat, 
1998; Gross, 1999 y Well, 2003), además de facilitar en estas personas 
su desempeño académico y social. 
Los individuos con SD poseen características emocionales específicas a su 
cuadro genético. Por ejemplo, tienden a manifestar ciertas conductas que 
generalmente llevan a esta población a pasar por alto las reglas sociales 
establecidas para la interacción social. Es frecuente observar que las 
personas con SD comúnmente traspasan el espacio vital de otros sujetos, 
esto las expone al rechazo y a la privación de experiencias enriquecedoras 
para su desarrollo social y personal. 
Una alternativa es brindar herramientas que les permitan detectar e 
interpretar la información emocional de sus pares, compañeros o maestros. 
Sería útil el entrenamiento en la regulación de sus emociones. Es necesario 
generar líneas de investigación sobre el factor emocional de personas con 
SD para determinar cuáles son las estrategias para alcanzar una adecuada 
autorregulación emocional. Dos aspectos generales deben ser considerados, 
primero el desarrollo emocional del individuo y, segundo, elestilo cognitivo 
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de esta información con el propósito de conocer el comportamiento cognitivo­
emocional de un estudiante con SD. 
Estilos afectivos en el Síndrome de Down: 
panorama de los estudios cognitivos en México 
Una forma de aproximar el estudio de la emoción a esta población es considerar 
la exploración del reconocimiento facial emocional, éste es un elemento 
regulador de la conducta social y una habilidad esencial que permite inferir 
procesos emocionales y cognitivos, así como determinar las posibles acciones 
futuras de otra persona (Carvajal e Iglesias, 2002). 
Este campo poco se ha explorado, pero en México autores como Morales 
y López (2005, 2006) diseñaron estudios para investigar cómo personas con 
SD polarizan la información emocional o no emocional a nivel automático y 
consciente. Por ejemplo, en un primer estudio Morales y López midieron la 
habilidad para reconocer rostros emocionales (positivos y negativos) a nivel 
automático en jóvenes con SD. A los participantes se les requería clasificar 
como un rostro emocional o no emocional la última cara de un par, éstos 
presentados en la pantalla de la computadora. Posteriormente los autores 
aplicaron una variación a este estudio con el objetivo de medir el efecto de 
la familiaridad sobre el reconocimiento de la información facial emocional. 
Para ello, en lugar de utilizar rostros reales no familiares emplearon rostros 
simulados familiares y no familiares. 
En tareas de tipo automático, los resultados señalaron que la mayoría 
de los participantes con SD tienden a eliminar la información emocional 
negativa, a diferencia de la población típica. Lo que sugiere que los primeros 
presentan un déficit en la clasificación y una preferencia emocional a nivel 
automático. 
En el segundo estudio se encontró que existe un procesamiento 
diferencial entre caras positivas familiares y caras positivas no familiares. 
En el análisis, nuevamente, la mayoría de los participantes con SD 
presentaron dificultad para procesar como emociones las expresiones 
faciales de tipo negativo. 
Los hallazgos obtenidos de los estudios anteriores sugieren que no sólo 
existe un estilo de procesamiento emocional diferente al de la población 
típica sino que, dentro de la misma población con SD, hay una variabilidad 
en los estilos de procesamiento de la información emocional. Esto implica la 
necesidad de modificar o crear estrategias de abordaje clínico y terapéutico 
que sean adecuadas a las características de esta población. En este sentido, 
la consideración de variables como la emoción y la familiaridad son de 
utilidad en el diseño de estrategias dentro del ámbito clínico y educativo. 
Finalmente es importante enfatizar que las personas con SD presentan 
características emocionales específicas a su cuadro genético, y es necesario 
brindarles la oportunidad de desenvolverse en un ambiente que incorpore 
la diversidad como una parte importante del desarrollo integral de cualquier 
ser humano. 
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Notas 
1 Segundo lugar del 2o Concurso “Investigación y Letras por el Desarrollo 2008” 
convocado por la Asociación Mexicana de Resiliencia, Salud y Educación, 
A.C. www.resilienciamx.com 
 Guadalupe Elizabeth Morales Martínez es Maestra en Ciencias con 
especialidad en Cognición y Educación, por la Facultad de Psicología 
de la UANL. Ha recibido distinciones por diversas instituciones (UANL, 
gobierno del estado de Nuevo León, Congreso de Psicología Mexicana); 
además de méritos académicos y de investigación científica en el área 
de educación y de las emociones. Entre los que se encuentran el Premio 
UANL en investigación (2006) y el Premio Estatal de Investigación (2005). 
También ha publicado libros (El Síndrome de Down y su mundo emocional 
y La psicología de las emociones: la expresión facial como una revelación 
de la emoción y el pensamiento), artículos científicos y capítulos de 
libros en el campo del Síndrome de Down y la emoción humana. Correo 
electrónico: moramar24@yahoo.com.mx 
Referencias 
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syndrome infants. International Journal of Behavioral Development 
2002; 26 (2): 104-12. 
Cosgrave M, McCarron M, Anderson M. Cognitive decline in Down syndrome: 
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Journal on Mental Retardation 1998; 103(2): 193-97. 
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for emotion regulation with fathers and mothers: associations with 
emotional expressions and attachment quality. Infancy 2002; 3 (2): 
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Enfield S, Tonge B, Parmenter T, Smith A. Longitudinal course of behavioral 
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México: Urano; 1998. 
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