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La diferencia, la identidad colectiva, el individualismo moderno y el sujeto
Individualismo moderno
Los grupos ocupacionales son asociaciones intermedias formadas por todos los agentes de una misma industria, unidos y organizados en un solo cuerpo. Estas asociaciones son distintas de los sindicatos y tienen un alto poder cohesivo, pues se fundamentan en la principal actividad del individuo en el nuevo orden: el trabajo. Las viejas instituciones como los gremios, la familia, la religión o el territorio perderán relevancia en detrimento de los colegios profesionales.
Dichas corporaciones bien podrán ser las encargadas de restituir un orden moral adecuado a los nuevos tiempos, sin el cual todos los descubrimientos científicos y progresos económicos sólo conducirían al descontento. Y en este nuevo orden la Sociología habrá de jugar un rol principal. En conclusión, la sociedad moderna demanda para su pervivencia un sentido de la individualidad que no se halla en sociedades anteriores y colectivas, la complejidad del mundo moderno requiere no componentes que desempeñen todo, sino de grupos e individuos especializados en llevar a cabo funciones específicas para que el todo marche, y por ello es necesario el desarrollo de conciencias de sí, individuales, acordes con la división del trabajo social.
Si bien el individualismo moderno cumple funciones positivas para el orden social conjunto, una excesiva atomización dejará a los sujetos a merced de su egoísmo y volcados en la satisfacción de sus necesidades propias, perdiendo la perspectiva de grupo. Para evitar la anomia, la modernidad ha de generar asociaciones que revitalicen la moral social y sostengan la intrínseca ambición humana dentro de límites que permitan mantener el equilibrio y el orden.
Pensando la cuestión de la cultura
La cultura es la organización social de significados interiorizados por los sujetos y los grupos sociales, y encarnados en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados”. Esta definición nos permite distinguir, por una parte, entre formas objetivadas (bienes culturales, artefactos, cultura material) y formas subjetivadas de la cultura (disposiciones, actitudes, estructuras mentales, esquemas cognitivos, etc.); pero por otra parte nos hace entender que las formas objetivadas de cultura no son una mera colección de cosas que tienen sentido en sí mismas y por sí mismas, sino en relación con la experiencia de los sujetos que se las apropian, sea para consumirlas, sea para convertirlas en su entorno simbólico inmediato. Con otras palabras, no existe cultura sin sujeto ni sujeto sin cultura.
La identidad
Cuando hablamos de identidad nos referimos, no a una especie de alma o esencia con la que nacemos, sino que a un proceso de construcción en la que los individuos y grupos se van definiendo a sí mismos en estrecha relación con otras personas y grupos. La construcción de identidad es así un proceso social en un doble sentido: primero, los individuos se definen a sí mismos en términos de ciertas categorías sociales compartidas, culturalmente definidas, tales como familia, religión, género, clase, etnia, sexualidad, nacionalidad que contribuyen a especificar al sujeto y a su sentido de identidad. Estas categorías podríamos llamarlas identidades culturales o colectivas, y constituyen verdaderas comunidades imaginadas. Segundo, la identidad implica una referencia a los “otros” en dos sentidos. Primero, los otros son aquellos cuyas opiniones acerca de nosotros internalizamos, cuyas expectativas se transforman en nuestras propias auto expectativas. Pero también son aquellos con respecto a los cuales queremos diferenciarnos.
Para la defensa sobre identidad usar el ejemplo de la seca aum shinrikyo, a saber:
En 1987, después de volver de la India en donde afirma haber alcanzado su objetivo final: la iluminación Shoko consigue seguidores y discípulos en forma exponencial, cambia oficialmente su nombre y comienza el registro del grupo Aum Shinrikyo. Las autoridades se muestran inicialmente reacias a concederles el estatus de organización religiosa y congela el proceso de registro. El grupo no es reconocido legalmente hasta que se resuelve su apelación, en 1989. La orden monástica se establece, mientras que nuevos seguidores siguen uniéndose. El culto tenía especial interés en llegar a la población estudiantil, siendo uno de los vehículos de enganche más habitual sesiones de lectura de obras tanto religiosas como seculares o profanas. Una parte muy importante de los creyentes tenían titulaciones superiores en universidades y trabajos con cierta responsabilidad. La vida monástica en Aum les obligaba a salir totalmente de estas situaciones, dejar a sus familias o integrarlas en Aum; y abandonar toda actividad anterior dentro de la sociedad. Los objetivos principales para captación, como otras sectas, eran aquellas personas que tuvieran dudas sobre su existencia. Asahara era el portador de la "Verdad Absoluta", y podía revelarla a los miembros. Sus libros eran lectura ineludible para el creyente de Aum. El movimiento recibió el estatus oficial de religión del gobierno japonés en 1987. Y creció de forma muy rápida entre las clases medias de las principales ciudades japonesas. Se calcula que en el año 1995 eran 9.000 miembros en Japón, y que tenía hasta 40.000 seguidores en países como Sri Lanka, Alemania o Estados Unidos.
Identidad Colectiva
La identidad social, concibiéndola como el vínculo psicológico que permite la unión de la persona con su grupo; considera que para lograr ese vínculo, la persona debe reunir tres características:
· Percibir que pertenece al grupo.
· Ser consciente de que por pertenecer a ese grupo, se le asigna un calificativo positivo o negativo.
· Sentir cierto afecto derivado de la conciencia de pertenecer a un grupo
La pertenencia al grupo es el ingrediente esencial de la identidad social, porque al mismo tiempo que se siente parte de un grupo, el individuo se diferencia de los miembros de otros grupos a los que no pertenece; por ello se dice que la fuente de identificación del individuo es el propio grupo, pero los otros juegan también un papel importante, ya que cuando experimenta que es diferente a los otros se reafirma la pertenencia al grupo.
Se plantea que mientras en la sociedad tradicional, caracterizada por la homogeneidad social, es posible que los sujetos internalicen la estructura de significados presupuestos y compartidos colectivamente, y que dan sentido a las interacciones de la vida cotidiana, bajo un solo referente como la religión; en las sociedades modernas esto cambia, debido a que los sujetos pertenecen a una diversidad de grupos, son miembros de una familia, de un grupo escolar, de un club, de un grupo religioso, de un partido político. Esta pluralidad de pertenencias sociales complica la construcción de la identidad colectiva, no sólo por la creciente complejidad de las relaciones sociales, sino que los sujetos tienen frente a sí un abanico de repertorios culturales; algunos de los cuales coinciden, otros se contradicen. Los agentes a través de los cuales se transmiten esos repertorios son también múltiples, por lo que el proceso de internalización se complica aún más.
A lo largo de su vida los individuos van aprendiendo el bagaje cultural que requieren para vivir en sociedad, que incluye roles, actitudes, comportamientos proporcionados por los diferentes agentes de socialización, teniendo en los primeros años de vida a la familia como el primer grupo de referencia; posteriormente van apareciendo otros agentes, que actualmente han cobrado mayor importancia que la propia familia, como son la escuela, los medios de comunicación, en particular la televisión, los grupos de amigos, la religión, los clubes deportivos, etc. Así, a través de todos estos agentes, los individuos van adquiriendo un cúmulo de conocimientos necesarios para convivir con los integrantes de su grupo y con los otros.
1. Por ello, dependiendo de la etapa de vida de los individuos, la aceptacióndel bagaje cultural se lleva a cabo de manera diferente. Durante la niñez y los primeros años de la adolescencia, la socialización se realiza por lo general al interior de grupos afectivos, culturalmente homogéneos, como la familia, la iglesia, los amigos.
2. Sin embargo, cuando los jóvenes, en razón de las necesidades e intereses propios de su edad, empiezan a integrarse a una variedad de grupos, la socialización implica el aprendizaje de formas culturales y sociales heterogéneas, y además la aceptación de éstas más que emocional es racional. Los sujetos pueden cambiar de un grupo a otro sin tanta dificultad, por ejemplo, de un partido político a otro, de un club deportivo a otro o de una escuela a otra, porque se trata de elegir aquello que les conviene; pero no ocurre lo mismo cuando hablamos de cambiar actitudes o comportamientos que se aprendieron en el seno familiar.
Por lo tanto, la construcción de la identidad colectiva está relacionada con el proceso de socialización primaria y, especialmente, con la secundaria, que se desarrolla en función del contexto social.
El sujeto
El sujeto no se emancipa por una nueva lucidez, por una autorreflexión sobre sí mismo, como quisieran los sociólogos de la modernidad. No sólo adoptan nuevas posiciones subjetivas. La emancipación del sujeto implica romper el espejo en el que se refleja la autoconciencia distorsionada de su ser. El sujeto, en su conciencia individualista se abre de la autoafirmación del yo a la concepción de un nos-otros, a la idea de un ser colectivo que se conforma junto con la configuración de los derechos ambientales emergentes en la reapropiación de los bienes comunes de la humanidad, de los derechos comunitarios, donde el sujeto ecológico transita de una ecología de la mente, de posiciones subjetivas reconfiguradas funcionalmente en las redes de interrelaciones del mundo ecologizado, a la formación de actores sociales en la reapropiación de bienes comunes, de valores comunes pero diferenciados en la construcción de sustentabilidades diversas y de un mundo diverso.
 En el contexto de la construcción de un mundo constituido por una relación de seres culturales, el sujeto y su subjetividad se resignifican en torno a la constitución de nuevas identidades colectivas. En este sentido, las posiciones subjetivas salen del encierro de su individualismo para proyectarse hacia la construcción de los nuevos actores sociales en la construcción de un mundo sustentable.

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