Logo Studenta

Repaso para el parcial de psicología social

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Repaso para el parcial de psicología social
Primer núcleo: introducción a la psicología social
· El campo y el concepto de la psicología social
· Concepto y alcance de la psicología social clínica ( psicosociología)
· El paradigma de la complejidad
· Los aportes del psicoanálisis
Desarrollo
Concepto y campo de la psicología social
La psicología social es la ciencia de los fenómenos de la ideología (cogniciones y representaciones sociales) y de los fenómenos de la comunicación, a la diversidad de relaciones humanas, entendidas como relaciones entre individuos, entre individuos y grupos y entre grupos, cuya finalidad analizar, explicar y comprender los fenómenos que son simultáneamente psicológicos y sociales.
La particularidad de la psicología social y que, al mismo tiempo la hace diferente de otras ciencias que contienen el mismo objeto de estudio, es el deseo de saber cómo se comportan las diversas categorías individuales en la sociedad, como la jerarquizas existente, reproducción de modelos de ser. O bien como la acción de cada individuo, provisto de sus propios intereses y metas, se transforma en una acción colectiva.
Moscovicci afirma que, hay ciertos psicólogos sociales que recurren a esquemas análogos que conducen a una serie de errores y malentendidos. Pero lo más grave es la reducción de los fenómenos psicosociales a fenómenos psicológicos, y los fenómenos sociales a fenómenos individuales. 
No obstante existe una visión psicosocial que se traduce en una visión ternaria, de los hechos y relaciones. Su particularidad consiste en sustituir la relación de los dos términos, entre sujeto y objeto, heredada de la filosofía clásica, por una relación en clave de tres términos: sujeto individual (ego) – sujeto social (alter) – objeto. Esta relación puede concebirse de manera estática o dinámica, es decir puede corresponder a una simple co-presencia o a una interacción que se traduce en modificaciones que afectan el pensamiento y comportamiento de cada individuo. A este respecto, podemos distinguir dos mecanismos, la facilitación social; consiste en la simple presencia de un individuo o de un grupo haga que un individuo prefiera o aprenda con mayor facilidad las respuestas dominantes, comunes a todos y menos originales, y la influencia social; que consiste en que un individuo sometido a la presión de una autoridad o de un grupo, adopte las opiniones y conductas de dicha autoridad o grupo.
 Las teorías paradigmáticas, cuyo papel esencial consiste en proponer una visión global de las relaciones y comportamientos humanos. También atrajo la atención de los psicosociologos sobre las construcciones mentales que dan forma a la acción y a las relaciones humanas, construcciones excluidas por la visión dominante del conductismo.
Las teorías fenomenológicas, generalmente intentan describir y explicar una familia de fenómenos conocidos y muy conocidos. Unas se ocupan de los fenómenos fundamentales, por ejemplo la influencia; otras se ocupan d fenómenos que no lo son tanto.
Las teorías operatorias, tratan de llegar a un mecanismo elemental, desconocido hasta entonces y que explican conjuntos de hechos. También prevén hechos nuevos y sorprendentes.
Los métodos de investigación de la psicología social.
El método de observación: la mejor manera de aprender algo sobre la vida del individuo y del grupo consiste en una investigación llevada a cabo sobre terreno, que esto, representa el mejor método para comprender la vida del individuo y del grupo simultáneamente en varios campos religiosos, políticos, culturales. El psicosociologo que trabaja sobre el terreno, un poco como el clínico, intenta registrar de manera precisa y sistemática las actividades realizadas por las personas dentro de su marco normal. Debido al pequeño número de personas o a la escasez de las ocasiones para realizar observaciones, no es posible sacar conclusiones fiables. No obstante, las hipótesis o ideas sugeridas pueden constituirse una excelente manera de captar ciertos fenómenos en toda su complejidad.
El método experimental: este método intenta provocar una serie de reacciones en condiciones determinadas de antemano. La hipótesis define simultáneamente estas condiciones y la serie de relaciones esperadas. Así, por una parte delimita las causas y, por otra, prevé los efectos. La investigación experimental requiere de dos factores, el factor que el experimentador varia simultáneamente recibe el nombre de variable independiente. El comportamiento resultante de la manipulación experimental, en este caso la convergencia de juicios individuales, es denominada variable dependiente.
Psicología social clínica. Diferencias y particularidades.
La psicología social clásica surge en la primera mitad del siglo xx en Estados Unidos, como una disciplina de interface entre la sociología y la psicología, que intenta articular dos órdenes de realidades reconocidas, haciendo posible el estudio de la interacción del individuo en sus relaciones sociales, del espacio de lo relacional entre individuos. Es una disciplina fundamentalmente teórica que construye el conocimiento en investigaciones de corte experimental y que tiene la enorme virtud de haber creado y puesto en visibilidad el dispositivo grupal, con la invención de los grupos t de K Lewin y sus discípulos.
La psicosociología (clínica) surge en Francia, desde un interés prioritario de dar respuestas a situaciones concretas de conflicto, a l dramática que se planteaba en las organizaciones de diversos tipos en periodos históricos de guerra y posguerra, de los avances del nazismo y la organización de la resistencia y de las consecuencias devastadoras que tanta inhumanidad traía el mundo europeo, a las instituciones y a las personas. 
La psicosociología se diferencia de la psicología social. Es una disciplina de intervención de campos muy diversos y amplios que extiendes sus prácticas más allá de los grupos para ocuparse de las organizaciones e instituciones sociales. Teoriza a partir de las prácticas que genera para resolver los conflictos mediante la palabra y el análisis. Es disciplina de acción, con contribuciones teorías y de práctica social. La construcción del conocimiento responde a la clínica y no a la experimental, avanza en modos de investigar vinculados directamente con la intervención, teorizando sobre los modos de operar y las transformaciones que generan, un trabajo teórico de pensamiento cuestionador, colectivo, en relación con una práctica social, un trabajo sobre terreno. Por su carácter de compromiso militante y de intervención, por la incorporación de la teoría psicoanalítica, por la inclusión del sujeto investigador desde su implicación.
La clínica implica un trabajo de co-construccion, de elaboración sobre los lugares respectivos de sujeto investigador y de sujeto/s entrevistado/s, observado/s para llegar a un saber compartido y construidos a partir del dialogo, la comunicación, de la elaboración de in espacio “entre”, es decir de un espacio transicional. Intenta la reconstrucción del conjunto de las condiciones del caso, aceptando la imposibilidad de reproducirlo, que trabaja sobre y en las interacciones, que incluye al sujeto y a la subjetividad siempre en construcción, en transformación y que hace referencia a una ética de la responsabilidad en la relación y el compromiso con el otro.
Tres enfoques distintas pero complementarias.
· La psicología social como ciencia del comportamiento del hombre en sociedad, que responde a un interés de la producción de nuevos conocimientos especialmente sobre los pequeños grupos, las representaciones sociales y las actitudes como fenómenos micro sociales y que abracan sus dimensiones afectivas e intersubjetivas.
· La psicosociología como práctica profesionalizada de consultores con un enfoque clínico, en relación de escucha, con disposición de reconocimiento y análisis de la implicación y con trabajo de análisis a partir de demandas sobre un terreno en situaciones y con duración temporal.
· La intervención institucional desde el socio análisis,el socio psicoanálisis y otras corrientes de análisis institucional que implica una dimensión en relación a fines, orientada al cambio y a la transformación propia de las ciencias humanas y sociales.
La pedagogía institucional se define como un conjunto de técnicas de organización de los métodos de trabajo, instituciones internas, nacidas de la praxis de las clases activas. Intenta plantear principios para el análisis de la escuela como institución de su historia y como proceso de burocratización. La institución es el objeto, la intervención la modalidad de operación y la pedagogía se transforma en un analizador del sistema escolar y de la transmisión del saber.
El posicionamiento clínico – Levy
· Presenta dos fases complementarias: el acto o intervención, por un lado, es decir una forma particular de respuesta a un pedido de ayuda, de alivio a un sufrimiento, de tratamiento de un problema. Y, por otro lado, una práctica de investigación directamente implicada en los procesos de cambios así comprometidos, y que rompe entonces, con los principios del positivismo científico.
· El abordaje clínico es ante todo, la aproximación a un sujeto o a un conjunto de sujetos reunidos en un grupo o una organización, que se enfrentan a un sufrimiento, una crisis que los involucra completamente, el clínico supone la existencia de sujetos vivos, deseantes y pensantes.
· Semejante abordaje supone que el clínico deba desplazarse, no solo físicamente sobre el terreno del otro, sino sobre todo mentalmente; en otras palabra; supone una demarche por parte de un terapeuta, interventor o investigador, que camina tanteando un terreno que conoce poco, o nada, esforzándose por escuchar a los que trata de comprender, sobre todo sus esfuerzos por darle sentido a sus propias conductas y a los acontecimientos que teje su historia.
· Es también decir que el abordaje clínico, solo tiene sentido en una relación mutuamente aceptada, con todos sus imprevistos, dudas y las incertidumbres que la constituyen. Que sea objeto de demanda por parte de las personas o grupos involucrados en procesos, conscientes o inconscientes que generan en ellos fases, a veces de esperanza, de estabilidad o relativo equilibrio.
· El posicionamiento clínico es definido por un procedimiento de comprensión de aquello que constituye la radical singularidad de una situación, malestar vivido por un grupo o una determinada persona. El acto de comprender implica efectos de cambios que si bien no son previsibles pueden ser determinados: el proceso desencadenado compromete a todos aquellos que se prestan, el clínico incluido en lo que los constituye como sujetos.
Los dualismos científicos y el paradigma de la complejidad
La unidad interna e identidades de las disciplinas científicas no derivan solo del objeto que las ocupa, sino también del método específico que se han dado para el estudio de los mismos. De esa preocupación, por establecer las fronteras entre las viejas y las nuevas ciencias surgirán las polémicas que están en el origen de los dualismos científicos, cuya influencia aún se siente en la actualidad, y rigen los juicios acerca de la legitimidad científica del conocimiento en proceso de elaboración y de los métodos utilizados para lograrlos.
La polémica más celebre la diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias del hombre; el argumento en el que se fundaba ese cuestionamiento era la diferencia de intereses cognitivos de ambos campos; la realidad física y sus leyes en el primer caso; la realidad humana y su historicidad en el segundo. Las ciencias naturales se atendían exclusivamente a la empírea a fin de producir conocimiento facticos y universales, mientras que las ciencias sociales buscarían el sentido singular de los fenómenos históricamente situados.
El modelo científico clásico, que buscaba determinar los efectos de una serie de variables posibles de ser aisladas, se verá flexibilizado más tarde por la propuestas estructuralista de otro tipo de explicación, la basa no ya en causas sino en razones. Entonces, para por estudiar la conducta de un sujeto será necesario conocer las razones que la motivaron, esto es, el sentido que dicho sujeto le atribuye a la realidad en la que está inmerso y a sus acciones en relación a ella. El análisis estructural procederá descomponiendo el objeto en sus unidades constitutivas, clasificándolas y ordenándolas en función de categorías cada vez más inclusivas hasta alcanzar la estructura de base invariable que volvería inteligible los fenómenos sociales.
El paradigma de la complejidad
A saber, la complejidad es un tejido (complexus – tejido conjuntamente) de contribuciones heterogéneas inseparablemente asociados, platea la parado de lo uno y lo múltiple, también es el tejido de acontecimientos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones que constituyen nuestro mundo fenoménico.
La noción de problematización múltiple alude a que un mismo fenómeno, observado desde distintas perspectivas, aparece como el punto de intersección de diversas lógicas autónomas; en nuestro caso, lógicas macro y micro sociales, lógicas sociales, políticas, materiales e imaginarias.
Causalidad recursiva
Nosotros, individuos, somos el producto de un proceso de reproducción que nos precede. Pero una vez que hemos sido producidos, nos transformamos en los productores del proceso que continuara. La sociedad es producida por las interacciones de los individuos pero una vez producida la sociedad retroacciona sobre los individuos y los produce. Somos al mismo tiempo producto y productores.
De la reflexión a la implicación
Entre la reflexividad de Bourdieu y la implicación de Lourau existe un cierto parentesco evidente en cuanto ambos procesos de análisis están referidos al análisis mismo. En ambos casos también lo que el investigador social buscaría es esclarecerse respecto de las determinaciones que, en función de sus variadas pertenencias y referencias, actúan en su manera de observar la realidad y de actuar respecto de ella. Mientras que la reflexión parece confiar en que el sujeto científico pueda liberarse de esas coerciones rompiendo con sus intereses, pulsiones y prejuicios, la implicación no las consideras como obstáculos tantos buenos o malos, analizarlas no supone eliminarlas, se trata de conocerlas para evitar que dominen nuestro juicio y nuestros actos en su forma inadvertida.
Primera y segunda tópica de Freud sobre el psicoanálisis
Describió a la mente como un aparato psíquico y postuló en una de sus teorías que la mente está compuesta por diferentes órganos o piezas -como todo aparato-.
Freud describe a la mente consciente como una composición de todos los procesos mentales de los cuales somos conscientes. La misma (mente consciente) se sitúa en el presente y es quien le permite al sujeto tener percepción de la realidad.
La consciencia es el conjunto de vivencias de las cuales el individuo es consciente de ellas en el mismo instante en el que están ocurriendo. En la mente consciente, el sujeto presenta conciencia de sí mismo y del mundo que le rodea.
En la mente preconsciente se encuentra lo que no está en la consciencia pero tampoco en el inconsciente. En ese lugar se sitúan los sentimientos y pensamientos de los cuales el sujeto no es consciente en el mismo instante en el que ocurren, pero cuando lo desea puede traerlos a la consciencia.
El preconsciente comprende pensamientos, saberes y vivencias que no se encuentran conscientes en la actualidad. En el mismo se produce una recuperación de la memoria, sacando a flote algunos recuerdos requeridos por la mente consciente.
A diferencia de los pensamientos y sentimientos que se encuentran en el inconsciente, los que se encuentran en el preconsciente no están reprimidos, por lo que podemos decir que se encuentran en una ”sala de espera” de la cual saldrán cuando la consciencia centre su atención en ellos.
Para Freud, la mente inconsciente comprende los procesos mentales que son inaccesibles a la consciencia. Para él, el inconsciente es la fuente primaria de la conductahumana. En el inconsciente se encuentran deseos instintivos y primitivos que han sido reprimidos.
La información que se encuentra reprimida en el inconsciente, se encuentra encerrada mediante los mecanismos de defensa. Estos mecanismos tienen la función de retener los eventos traumáticos o acontecimientos altamente negativos para que queden fuera del alcance de la consciencia.
Segunda tópica
El ello forma una parte importante de nuestra personalidad, pues es quien se encuentra presente cuando nacemos y quien nos permite mantener satisfechas nuestras necesidades básicas. Ésta es la parte egoísta de la mente humana, que muestra todos los componentes heredados de la personalidad desde el momento del nacimiento, incluyendo el instinto sexual y el instinto agresivo.
El “ello” se activa con el principio de placer, puesto que está relacionado con lo instintivo y lo placentero; éste no conoce ni el bien, ni el mal, ni la ética, ni la moral, solo reconoce sus propios deseos y necesidades, y a su vez permite que la energía psíquica del sujeto fluya libremente. Pretende satisfacer sus necesidades sin importar en el contexto que se encuentre el sujeto, solo busca su propia satisfacción e intenta evitar el displacer. Por ejemplo, si un bebé tiene hambre o necesita un cambio de pañal, esté llora, por instinto, impulsado por el “ello” para satisfacer esa necesidad. Cuando el ello logra satisfacer sus demandas, experimentamos placer, pero cuando se niega experimentamos displacer. El “ello” es la parte de la mente que obliga al bebé a llorar cuando necesita algo, lo que le garantiza una evolución sana y feliz.
El “yo”, para Freud, es la segunda parte del preconsciente o subconsciente humano, y comienza a desarrollarse a partir de los 3 años, en la fase oral, cuando el niño comienza a participar con el entorno, y se desarrolla con el fin de mediar entre el ello y la realidad.
A diferencia del “ello” que representa los impulsos primitivos, el “yo” representa el sentido común, y se encuentra relacionado con el proceso secundario -la capacidad de pensar, razonar y vincularse con la realidad. El “yo” se basa en el principio de realidad. Cuando se da lugar al “yo”, la energía es primeramente ligada antes de fluir en forma controlada, a diferencia del ello (donde la energía fluye libremente).
Si bien el yo también intenta satisfacer las demandas del ello, este tiene presente que existe una realidad con personas dentro de ella, por este motivo en ocasiones aplaza sus necesidades en función a las condiciones impuestas por el mundo exterior. Éste intentará aprovechar el poder del “ello”, y lo regulará para alcanzar la satisfacción a pesar de los límites impuestos la realidad.
Esta parte de la mente funcionará como intermediario entre el ello y el “super-yo”. La función principal del “yo” es convertir, desviar y transformar las poderosas fuerzas del “ello” en modos de satisfacción más útiles y realistas.
El “superyó” es la parte moral de la mente humana, es la parte que refleja los límites culturales y reprende lo que considera “mala conducta”. El “superyó” no es una parte innata del ser humano, aparece a partir de los 6 años (donde comienza el periodo de latencia) y con él aparece el mecanismo de defensa de la sublimación.
El “superyó” es la conciencia moral de un individuo, la que proviene de nuestros padres. Éste busca la integración del individuo en la sociedad, por este motivo se desarrolla de acuerdo a las restricciones morales y éticas que exige la sociedad en la que se encuentra el sujeto. A medida que el individuo crece y evoluciona su desarrollo cognitivo, comienza a interiorizar ciertos estándares brindados por sus padres y cuidadores, por ejemplo: que la mentira es mala, que no se debe utilizar la violencia, que robar es malo, que no se debe gritar, etc; esos mismos estándares son los que crean la culpa y van generando represión en el sujeto.
El cometido del “superyó” es restringir los impulsos del ello, y lo hará reprimiendo los impulsos psíquicos que considere que son inaceptables para la sociedad en la que se encuentra el sujeto. Por ejemplo, si un niño se enoja con un compañero, será el “superyó” el encargado de hacerle entender que la violencia no es la solución correcta. Según la segunda tópica freudiana, el “superyo” controla el sentido de lo correcto y lo incorrecto, y ayuda al sujeto a insertarse en la sociedad, haciendo que éste actúe de manera socialmente aceptable.
El “superyó” se compone de dos sistemas: la conciencia y el yo ideal (imagen mental de lo que debería ser). La conciencia puede castigar al yo provocando sentimientos de culpa. Por ejemplo, si el yo cede a las demandas del ello, el superyó hará que se presente en el sujeto sentimiento de culpa. Los impulsos psíquicos sancionados por el superyó quedaran en el inconsciente como impulsos reprimidos.
El malestar de la cultura
Aparecido en 1930, en este artículo Sigmund Freud plantea que la insatisfacción del hombre por la cultura se debe a que esta controla sus impulsos eróticos y agresivos, especialmente estos últimos, ya que el hombre tiene una agresividad innata que puede desintegrar la sociedad. La cultura controlará esta agresividad internalizándola bajo la forma de Superyó y dirigiéndola contra el yo, el que entonces puede tornarse masoquista o autodestructivo. 
1 - Freud había escuchado decir de cierta persona que en todo ser humano existe un sentimiento oceánico de eternidad, infinitud y unión con el universo, y por ese solo hecho es el hombre un ser religioso, más allá de si cree o no en tal o cual credo. Tal sentimiento está en la base de toda religión. Freud no admite ese sentimiento en sí mismo pero intenta una explicación psicoanalítica -genética- del mismo. 
Captamos nuestro yo como algo definido y demarcado, especialmente del exterior, porque su límite interno se continúa con el ello. El lactante no tiene tal demarcación. Empieza a demarcarse del exterior como yo-placiente, diferenciándose del objeto displacentero que quedará 'fuera' de él. Originalmente el yo lo incluía todo, pero cuando se separa o distingue del mundo exterior, el yo termina siendo un residuo atrofiado del sentimiento de ser uno con el universo antes indicado. Es lícito pensar que en la esfera de lo psíquico aquel sentimiento pretérito pueda conservarse en la adultez. 
Sin embargo dicho sentimiento oceánico está más vinculado con el narcisismo ilimitado que con el sentimiento religioso. Esta última deriva en realidad del desamparo infantil y la nostalgia por el padre que dicho desamparo suscitaba. 
2 - El peso de la vida nos obliga a tres posibles soluciones: distraernos en alguna actividad, buscar satisfacciones sustitutivas (como el arte), o bien narcotizarnos. 
La religión busca responder al sentido de la vida, y por otro lado el hombre busca el placer y la evitación del displacer, cosas irrealizables en su plenitud. Es así que el hombre rebaja sus pretensiones de felicidad, aunque busca otras posibilidades como el hedonismo, el estoicismo, etc. Otra técnica para evitar los sufrimientos es reorientar los fines instintivos de forma tal de poder eludir las frustraciones del mundo exterior. Esto se llama sublimación, es decir poder canalizar lo instintivo hacia satisfacciones artísticas o científicas que alejan al sujeto cada vez más del mundo exterior. En una palabra, son muchos los procedimientos para conquistar la felicidad o alejar el sufrimiento, pero ninguno 100% efectivo. 
La religión impone un camino único para ser feliz y evitar el sufrimiento. Para ello reduce el valor de la vida y delira deformando el mundo real intimidando a la inteligencia, infantilizando al sujeto y produciendo delirios colectivos. No obstante, tampoco puede eliminar totalmente el sufrimiento. 
3 - Tres son las fuentes del sufrimiento humano: el poder de la naturaleza, la caducidad de nuestro cuerpo, y nuestra insuficiencia para regular nuestras relaciones sociales. Las dos primeras son inevitables, pero no entendemos la tercera: no entendemos porqué la sociedad no nosprocura satisfacción o bienestar, lo cual genera una hostilidad hacia lo cultural. 
Cultura es la suma de producciones que nos diferencian de los animales, y que sirve a dos fines: proteger al hombre de la naturaleza, y regular sus mutuas relaciones sociales. Para esto último el hombre debió pasar del poderío de una sola voluntad tirana al poder de todos, al poder de la comunidad, es decir que todos debieron sacrificar algo de sus instintos: la cultura los restringió. 
Freud advierte una analogía entre el proceso cultural y la normal evolución libidinal del individuo: en ambos casos los instintos pueden seguir tres caminos: se subliman (arte, etc), se consuman para procurar placer (por ejemplo el orden y la limpieza derivados del erotismo anal), o se frustran. De este último caso deriva la hostilidad hacia la cultura. 
4 - Examina aquí Freud qué factores hacen al origen de la cultura, y cuáles determinaron su posterior derrotero. Desde el principio, el hombre primitivo comprendió que para sobrevivir debía organizarse con otros seres humanos. En 'Totem y Tabú' ya se había visto cómo de la familia primitiva se pasó a la alianza fraternal, donde las restricciones mutuas (tabú) permitieron la instauración del nuevo orden social, más poderoso que el individuo aislado. Esa restricción llevó a desviar el impulso sexual hacia otro fin (impulso coartado en su fin) generándose una especie de amor hacia toda la humanidad, pero que tampoco anuló totalmente la satisfacción sexual directa. Ambas variantes buscan unir a la comunidad con lazos más fuertes que los derivados de la necesidad de organizarse para sobrevivir. 
Pero pronto surge un conflicto entre el amor y la cultura: el amor se opone a los intereses de la cultura, y ésta lo amenaza con restricciones. La familia defiende el amor, y la comunidad más amplia la cultura. La mujer entra en conflicto con el hombre: éste, por exigencias culturales, se aleja cada vez más de sus funciones de esposo y padre. La cultura restringe la sexualidad anulando su manifestación, ya que la cultura necesita energía para su propio consumo. 
5 - La cultura busca sustraer la energía del amor entre dos, para derivarla a lazos libidinales que unan a los miembros de la sociedad entre sí para fortalecerla ('amarás a tu prójimo como a tí mísmo'). Pero sin embargo, también existen tendencias agresivas hacia los otros, y además no se entiende porqué amar a otros cuando quizá no lo merecen. Así, la cultura también restringirá la agresividad, y no sólo el amor sexual, lo cual permite entender porqué el hombre no encuentra su felicidad en las relaciones sociales. 
6 - En 'Más allá del principio del placer' habían quedado postulados dos instintos: de vida (Eros), y de agresión o muerte. Ambos no se encuentran aislados y pueden complementarse, como por ejemplo cuando la agresión dirigida hacia afuera salva al sujeto de la autoagresión, o sea preserva su vida. La libido es la energía del Eros, pero más que esta, es la tendencia agresiva el mayor obstáculo que se opone a la cultura. Las agresiones mutuas entre los seres humanos hacen peligrar la misma sociedad, y ésta no se mantiene unida solamente por necesidades de sobrevivencia, de aquí la necesidad de generar lazos libidinales entre los miembros. 
7 - Pero la sociedad también canaliza la agresividad dirigiéndola contra el propio sujeto y generando en él un superyo, una conciencia moral, que a su vez será la fuente del sentimiento de culpabilidad y la consiguiente necesidad de castigo. La autoridad es internalizada, y el superyo tortura al yo 'pecaminoso' generándole angustia. La conciencia moral actúa especialmente en forma severa cuando algo salió mal (y entonces hacemos un examen de conciencia). 
Llegamos así a conocer dos orígenes del sentimiento de culpabilidad: uno es el miedo a la autoridad, y otro, más reciente, el miedo al superyo. Ambas instancias obligan a renunciar a los instintos, con la diferencia que al segundo no es posible eludirlo. Se crea así la conciencia moral, la cual a su vez exige nuevas renuncias instituales. Pero entonces, ¿de dónde viene el remordimiento por haber matado al protopadre de la horda primitiva, ya que por entonces no había conciencia moral como la hay hoy? Según Freud deriva de los sentimientos ambivalentes hacia el mismo. 
8 - El precio pagado por el progreso de la cultura reside en la pérdida de felicidad por aumento del sentimiento de culpabilidad. Sentimiento de culpabilidad significa aquí severidad del superyo, percepción de esta severidad por parte del yo, y vigilancia. La necesidad de castigo es una vuelta del masoquismo sobre el yo bajo la influencia del superyó sádico. 
Freud concluye que la génesis de los sentimientos de culpabilidad están en las tendencias agresivas. Al impedir la satisfacción erótica, volvemos la agresión hacia esa persona que prohíbe, y esta agresión es canalizada hacia el superyó, de donde emanan los sentimientos de culpabilidad. También hay un superyó cultural que establece rígidos ideales. 
El destino de la especie humana depende de hasta qué punto la cultura podrá hacer frente a la agresividad humana, y aquí debería jugar un papel decisivo el Eros, la tendencia opuesta. 
La imposibilidad del acto educativo
Cada vez que se pone en marcha la acción educativa es en función de la idea que tenemos de sujeto, es decir, que pensamos del otro en la relación educativa. Se educa en la medida en que se transmiten los patrimonios culturales, y se consigue que cada sujeto, desde su predisposición a adquirirlos, se apropie de aquello que le permitirá vincularse a lo social. Pero para que se produzca el trabajo educativo, de ben crear condiciones que posibiliten que cada chico que es atendido en la institución tenga reservada su plaza particular como sujeto de la educación.
Las condiciones son:
· Existe un lugar en la institución al cual dirigirse.
· Desde ese lugar se escucha como demanda lo que expresa el sujeto, se da significación a sus actos. Es necesario que el menor modifique algo para que encuentre un lugar que lo sostenga y esto debe hacerlo desde el valor que ese lugar tenga para él y no para servir a los ideales de los educadores.
· Al sujeto se le suponen unos intereses, capacidades y motivaciones propias, así como unos límites donde la educación no puede llegar.
Una vez establecidas las condiciones, los efectos de la educación requieren un tiempo. He aquí otro limite, ya que el tiempo social no es el mismo que el tiempo del sujeto. La educación debe trabajar para que la articulación de ambos sea posible, es decir, sostener y respetar los tiempos individuales de los sujetos, posibilitar que estos puedan inscribirse en la cultura.
La oferta educativa
La oferta que se realice es lo que puede causar una demanda. Una oferta con posibilidades de futuro y reconocimiento abrirá la posibilidad de realizar un nuevo pacto con lo social. Para ello, un cierto cambio de posición en el sujeto debe operarse, debe reencontrar ka capacidad de confiar en alguien y de ser reconocido como un sujeto, con márgenes de libertad.
Hay que pensar la oferta educativa como el empujón que posibilita el enlace entre las particularidades de cada sujeto y lo social. Para el educador implica el esfuerzo de pensar en cada sujeto, desde sus posibilidades para hacerse cargo del proceso de adquisición, desde la aceptación o desde la rebeldía.
Entonces la función educativa es hallar puntos de encuentro entre el sujeto y la cultura. La oferta no es algo del orden de lo concreto sino la oferta de un vínculo con el saber. El agente de la educación se hace cargo de la transmisión de contenidos culturales, tratando de suscitar el interés del sujeto. Al sujeto le compete la responsabilidad de la adquisición, si se le suponen unos intereses particulares y una disposición al trabajo.
Modalidad del vínculo educativo, sostener la apuesta alberga lo inesperado.
Hay un malestar estructural en la propia transmisión educativa. Las decisiones que se presentan a diario a los educadores han de sustentarse en esa nociónde profunda in-completud que caracteriza lo humano en general y a lo educativo en particular. Es decir, la educación no lo puede todo, para ver qué es lo que si puede hacer; o lo que debe hacer. Hay que saber también que, a causa de si in-completud, el vínculo educativo genera malestar en los educadores.
La relación asimétrica y mediada
La asimetría de lugar entre el agente y el sujeto de la educación evidencia la profunda asimetría de tora relación educativa. Si tomamos la educación como proceso de transmisión-adquisición, ese guion entre los dos términos funciona como límite o separación, a la vez que propicia el encuentro. En efecto el encuentro entre agente y sujeto estar intermediado por los objetos culturales. El educador posibilita los vínculos de la cultura, pero sus logros lo serán en la medida que el sujeto realice sus propias aproximaciones. La obligación del agente de la educación es mantener la apuesta educativa en el tiempo.
La representación social – Jodelet
CONCEPTO DE REPRESENTACIÓN SOCIAL
Las representaciones sociales deben ser consideradas como un producto y el proceso de una construcción psicología y social de lo real, abordadas a la vez como el producto y el proceso de una actividad de apropiación de la realidad exterior al pensamiento y de elaboración psicológica y social de esa realidad. Es decir, es psicológica en la medida que el sujeto tiene una participación activa en el proceso de su elaboración, interpretando o reinterpretando la realidad según su visión personal, y a la vez social, en la medida en que esta visión del mundo se construye a partir del conocimiento socialmente compartido y de las interacciones con los demás, de las interpretaciones que ofrecen otros a lo real 
a) La Representación Social es una forma de conocimiento social, caracterizada por las propiedades siguientes:
b) Siempre es referente a un objeto. Representar significar volver presente lo ausente 
c) Transformación de lo aprehendido en imagen permitiendo la simplificación del objeto haciéndolo más accesible a la colectividad.
d) No es una copia interiorizada, sino una elaboración de carácter creativo personal y grupal de la realidad donde sujeto y realidad participan activamente en la construcción y apropiación del conocimiento real.
e) Tiene un carácter social porque son elaboradas y compartidas por un grupo, con el fin de clasificar un objeto social y explicar sus características.
f) Las representaciones sociales constituyen una forma de pensamiento natural, no institucionalizado, que tiene sus raíces en el sentido común.
OBJETIVACION Y ANCLAJE
Suele definirse como una operación formadora de imagen y estructurante. Permite poner en imagen las nociones abstractas, dando cuerpo así a las ideas. Moscovici afirma que “objetivar es reabsorber un exceso de significados materializándolos.
La objetivación presenta tres fases:
• Construcción selectiva
O etapa de selección y descontextualización de los elementos de la teoría. En esta etapa las informaciones son separadas del campo científico al que pertenecen y son apropiadas por el público que las proyectan como hechos de su propio universo, logrando así “dominarlas”. Se dice que éste es un proceso similar a la asimilación piagetiana ya que los elementos retenidos se transforman a medida que van encajando en las estructuras cognitivas de los sujetos.
• Esquematización estructurante
Es la formación de un núcleo figurativo, una estructura de imagen que reproduce una estructura conceptual. Los elementos de información ya adaptados a través del proceso de apropiación se organizan proporcionando una imagen coherente y fácilmente expresable del objeto representado. Se alcanza así un esquema figurativo, las ideas abstractas se convierten en formas icónicas, más accesibles al pensamiento concreto.
• Naturalización
En esta etapa se coordinan cada uno de los elementos del pensamiento que se convierten en elementos de la realidad, referentes del concepto en cuestión. El esquema figurativo adquiere status ontológico como un componente más de la realidad objetiva. Se olvida el carácter artificial y simbólico del núcleo figurativo y se le atribuye existencia fáctica. Se considera que "aquello de lo que se puede hablar existe efectivamente".
Anclaje 
Es otro mecanismo básico de la formación de las representaciones sociales. Permite integrar la información sobre un objeto dentro de nuestro sistema de pensamiento, afrontando las innovaciones de los objetos que no nos son familiares. Este proceso es comparable a la acomodación de Piaget ya que nuestros esquemas preestablecidos deforman las innovaciones, pero también la integración de lo novedoso modifica nuestros esquemas. Pero dentro de esta teoría el significado y la utilidad que le son conferidos a las representaciones sociales desde lo personal, lo cual se traduce en la constitución de la RS, está condicionado por la pertenencia del sujeto a un determinado grupo social. Por ese motivo suele definirse el anclaje como un proceso que se refiere al enraizamiento social de la representación y su objeto. Se articulan así las tres funciones básicas de la representación: función cognitiva de integración de lo novedoso, función de interpretación de la realidad, y función de orientación de las conductas y las relaciones sociales.
Mito
Un poco más adelante el autor nos ofrecerá la siguiente definición de mito: «El mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los «comienzos». Dicho de otro modo: el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución» (p. 18). Podemos extraer algunas de las características principales del mito a partir de la definición que acabamos de ver. En primer lugar es fundamental el hecho de que el mito constituye la historia de los actos de Seres Sobrenaturales, es decir, no son historias con protagonistas comunes o carentes de importancia. Por otro lado encontramos que el mito es considerado en estas sociedades primitivas como una historia sagrada y como una historia verdadera. Una historia sagrada porque está protagonizada, como hemos dicho antes, por Seres Sobrenaturales. Pero es además una historia verdadera porque hace referencia a realidades que podemos comprobar con facilidad, porque están a nuestro alrededor, constituyen nuestro entorno o explican nuestra vida, como el origen del mundo o el origen de la muerte, por ejemplo. Una tercera característica importante del mito es que siempre hace referencia a una «creación», nos cuenta cómo algo se ha producido, cómo algo ha llegado a ser (bien nos habla del origen de un ser o de una institución, de una forma de trabajar, etc.).
Conocer el origen de la cosas tiene para el hombre primitivo una importancia y una significación que puede resultar extraña para nosotros. Para estos hombres los mitos no constituyen solamente una oportunidad para conocer la explicación del mundo y todo lo que está relacionado con su existencia, sino que son además: por una parte, una forma de manipular y manejar a su antojo las cosas que les rodean.
Ideología
· Renueva cierto orden/jerarquía - Impone su propia violencia y la legitima
· Delimita fronteras para un grupo - crea instrumentos de magnificación
· Utilización de un lenguaje particular - mantenimiento de lealtades
· estimular mecanismos de identificación - Construcción del "enemigo" - opuesto a intereses y valores del grupo
· Construcción de un particular modelo de "lo social" - Paradigma que define posiciones sociales y las justifica
· Establecimiento de un "todo" coherente - El discurso político: unifica, ordena, sintetiza, separa e identifica
· Designa y legitima los detentores de autoridad - Construcción de una imagen de poder
· Discurso político recurre a la obediencia mediante disciplina, unidad y confianza
Se interesa por la institucionalizaciónde un sentido común, universal que encauce las representaciones colectivas en torno a las finalidades y acciones legítimas.
La ideología política renueva la empresa mítica y religiosa de identificación de los individuos. Al llamar a un grupo particular a una acción determinada, delimita las fronteras del grupo y ha de crear las herramientas de magnificación de este. Para que la acción sea posible, será necesario que el lenguaje participe del mantenimiento de las lealtades individuales respecto de la colectividad y, a este, estimule continuamente el mecanismo de identificación con el grupo.
Utopía
La utopía son sueños sociales, individuales y colectivos que toman consistencia en y gracias a las utopías; se organizan en conjuntos coherentes de ideas-imágenes de una sociedad-otra, en oposición y en ruptura con el orden dominante. La función utópica es el producto de la tensión entre un objeto imaginado como plenitud del deseo satisfecho y perdido para siempre (nivel inconsciente que reaparece en el mito), y la búsqueda incesante de un objeto sustitutivo (imagen consciente de la anticipación).
La función utópica nos obliga a la inconformidad, a la aventura. Nos exige renunciar a lo real que tenemos por otro real que es incierto. Resumiendo, la función utópica es la negatividad, lo que le permite estar siendo siempre algo más de lo que es, y en el seno del orden establecido, separarse continuamente de los contenidos particulares por medio de los cuales se expresa. Es superación y desbordamiento del presente. Es tensión hacia más allá de la línea del horizonte histórico.
Pobreza, deficiencia y dinámica de marginalización
a) La aproximación en términos de pobreza 
Es indiscutible que la indigencia económica está en la base de la mayoría, si no todas las situaciones de marginalidad profunda. Sin embargo conocemos las dificultades, por no decir imposibilidad, para definir los umbrales de pobreza que puedan servir como criterios para decidir cuáles son los individuos que necesitan ser socorridos.
“Contra los pobres” es ciertamente una operación indispensable, aunque más no sea por razones administrativas. Pero la heterogeneidad de las evaluaciones demuestra que la dimensión económica pura jamás da la información suficiente como para decidir quién es “pobre”. Aún más, existen formas de pobreza real que, con razón o sin ella, no crean problemas.
Es así como el nivel de recursos económicos, cualquiera sea el grado o umbral que se le establezca, no es más que un elemento para caracterizar las situaciones marginales.
b) La aproximación clasificatoria de las categorías de dependientes
La lógica de los servicios sociales procede generalmente a partir del recorte de poblaciones-blanco haciéndose un esfuerzo para afectarlas de medios específicos que permitan hacerse cargo de ellas, es decir que se moviliza para ellas recursos y especialistas, y se definen instituciones especiales a partir de constatar que cada una plantea un problema específico. También se ha distinguido a los indigentes, los inválidos los niños abandonados, las viudas o los ancianos necesitados, los enfermos mentales, los delincuentes, los toxicómanos, etc... y actualmente uno se ve tentado de agregar a los desocupados de larga data, los jóvenes desocializados, las familias monoparentales.
Ese abordaje tiene sus méritos. Permitió el desarrollo de servicios sociales, lo cual sin duda es mejor que el abandono puro y simple de las poblaciones carenciadas. Pero presenta por lo menos dos inconvenientes que hacen dudar de que ésta sea la mejor vía para hacerse cargo de la marginalidad. Primero, implica a menudo un carácter estigmatizante, como lo demuestra el caso-límite de la psiquiatría clásica que constituye el ejemplo-tipo de un hacerse cargo especializado con instituciones especializadas, profesionales especializados, e incluso una legislación especial. Sin embargo, ese despliegue de tecnicismo ha llevado, en el hospital psiquiátrico clásico, a formas sutiles y científicamente legitimadas de exclusión.
Pero además del riesgo de cristalizar las categorías de asistidos en una especie de destino social e institucional definitivo, se observan cada vez más formas nuevas de marginalidad que se ajustan mal a esos sistemas de categorización. Es el caso de algunos jóvenes que pueblan los suburbios desheredados alrededor de las grandes metrópolis. Ellos son a menudo, ya sea simultánea o sucesivamente, un poco delincuentes, un poco toxicómanos, un poco vagabundos, un poco desocupados o un poco trabajadores precarios[footnoteRef:1]2. Ninguna de esas etiquetas les conviene exactamente, rara vez se instalan permanentemente en uno de esos estados, sino que circulan de uno a otro. [1: ] 
Las cuatro zonas
Propongo ubicar las situaciones marginales al final de un doble proceso: de desenganche en relación al trabajo y en relación a la inserción relacional. Advertimos enseguida que todo individuo puede situarse en relación a ese doble eje de la integración a través del trabajo y de la inscripción relacional. Esquematizando mucho distingamos tres valores en cada uno de los ejes: trabajo estable – trabajo precario – no trabajo e inserción relacional fuerte fragilidad relacional – aislamiento social. Acoplando esos valores de dos en dos se obtienen tres zonas, a saber la zona de integración (trabajo estable y fuerte inscripción relacional, que a menudo van juntos), la zona de vulnerabilidad trabajo precario y fragilidad de los soportes relacionales), y la zona de marginalidad, que prefiero llamar zona de desafiliación para marcar bien la amplitud del doble desenganche: ausencia de trabajo y aislamiento relacional. Por ejemplo, si tomamos las sociedades europeas anteriores a la revolución industrial, cuyas estructuras quizá son, o nos parecen, más simples que las nuestras, se localiza fácilmente:
· Una zona integrada representada por ejemplo por el artesano regido por el sistema de las corporaciones, o incluso por la mayoría de las empleadas domésticas. Esos grupos gozan de gran seguridad en el empleo y están insertos en redes de dependencias fuertes y coherentes. Sin embargo muy frecuentemente son pobres pero, como sugerí, no “plantean un problema”, excepto si se desenganchan y se deslizan hacia la zona de vulnerabilidad, es decir hacia la tercera zona.
· La zona de vulnerabilidad comprende a los pequeños trabajadores independientes, sin reservas económicas (buhoneros, vendedores de diarios, vendedores ambulantes... ) y a un asalariado precario de trabajadores intermitentes del campo o de la ciudad que no están incluidos en el sistema corporativo y no se benefician de sus garantías (jornaleros, trabajadores estacionales, “braceros” que se contratan por jornada o a destajo). Su inestabilidad es crónica y siempre están en peligro de caer en la tercera zona.
· El personaje-tipo de la zona de marginalidad profunda o de desafiliación es el vagabundo. No trabaja, aunque podría trabajar, por lo menos en el sentido de que no está discapacitado. Al mismo tiempo está desvinculado de todo soporte relacional. Es el errante, el extranjero que no puede ser reconocido por nadie y por ello es rechazado en todos lados. En consecuencia caen sobre él medidas represivas crueles, desde el exilio hasta la muerte en casos extremos.
Vemos en este ejemplo –que es más que un ejemplo, ya que la represión de la vagancia ha sido una de las grandes obsesiones de las sociedades preindustriales– que la marginalidad profunda representa verdaderamente el desenlace de ese doble desenganche, al mismo tiempo con respecto al trabajo y con respecto a la inserción relacional. En consecuencia su tratamiento es completamente diferente al del inválido. Este no puede trabajar, ya sea por razones físicas (discapacidades, enfermedades), por su edad (niños, ancianos), porque se encuentra en una situación familiar crítica (por ejemplo las viudas con numerosos hijos). Si el indigente inválido es al mismo tiempo conocido, tiene un domicilio, pertenece a una parroquia, a un barrio, casi siempre estará cubierto. El tratamientode la indigencia inválida representa así una cuarta zona, la zona de asistencia. Esta cumple con una protección cercana sobre la base del “domicilio de emergencia”.
Así, incluso en el sector de gran pobreza o de indigencia, existen dos tipos muy distintos de población, que son tratados también de forma muy diferente. El vagabundo que es capaz de trabajar es expulsado de las redes familiares de sostén, de la protección de proximidad, y es completamente, rechazado y estigmatizado.3 El indigente incapaz de trabajar, mal que bien es asistido, ya sea directamente por la comunidad (limosnas) o a través de formas, institucionales (hospitalización, distribución regular de ayuda...).
Esas formas de asistencia pueden ser insuficientes, mal organizadas, incluso escandalosamente deficientes. Sin embargo, el otorgamiento de ayuda a los indigentes insertos en la comunidad y al mismo tiempo incapaces de trabajar no plantea un problema de principio como lo demuestran todas las historias de la asistencia: la ayuda a esos indigentes, aunque sea llevada a cabo muy mal, es, desde hace mucho tiempo, un objetivo reconocido, una preocupación permanente para las diferentes instancias responsables (Iglesia, municipios, poder monárquico).
En cambio, la asistencia de los indigentes a la vez capaces y sin inserción ha planteado un interrogante insoluble frente al cual las sociedades pre-industriales sólo han podido responder con una represión que, por otra parte, era impotente para resolver el problema. La exhortación al trabajo, aún acompañada de pesadas sanciones, jamás logró suprimir el problema de la marginalidad errante.
Pero de ese esquema se pueden extraer dos enseñanzas principales que pueden ayudar a aclarar el problema de la marginalidad en nuestros días.
a) El factor pobreza, sin negar su importancia decisiva, no es exclusivamente determinante. Por lo menos tres situaciones aparecen como cualitativamente diferentes aunque todas estén caracterizadas por la pobreza: la pobreza integrada, que es una pobreza trabajadora; la indigencia integrada, que obtiene ayuda sobre la base de su inserción comunitaria; la indigencia desafiliada, marginalizada o excluida, que no encuentra lugar en el orden laboral ni por inserción en las redes comunitarias 
b) El esquema anterior no debe leerse de manera estática sino dinámica. Las “zonas” que he distinguido no están dadas de una vez para siempre, sino que sus fronteras son cambiantes, y de una a otra se operan pasajes incesantes. La zona de vulnerabilidad ocupa, en particular, una posición estratégica. Es un espacio social de inestabilidad, de turbulencias, poblado de individuos precarios en cuanto a su relación con, el trabajo y frágiles en su inserción relacional, De allí el riesgo de caer en la tercera zona, que aparece entonces como el fin del recorrido. Es la vulnerabilidad la que alimenta la marginalidad profunda o la desafiliación.
Asistencia generalizada y marginalidad residual
Con la generalización del salariado y el establecimiento de una condición obrera estable fundada en la preminencia del contrato de trabajo de duración indeterminada, la cobertura social se extiende más allá de los asalariados, a la inmensa mayoría de las poblaciones de las sociedades industriales. Los seguros, sin duda, han permitido controlar una parte importante de la zona de vulnerabilidad alimentada por la precariedad del trabajo.
Esta coyuntura, dominante a principios de los años setenta en los países industrializados europeos, fundaba una concepción de la marginalidad que se puede calificar de residual. Derecho a la asistencia y ayuda social para las principales categorías de dependientes, seguros ligados al trabajo para la mayoría de los demás, garantizaban una cobertura máxima contra la pobreza y las incertidumbres de la existencia social. 
No es que se haya creído que la privación y la inseguridad estaban así completamente erradicadas. Sino que precisamente la amplitud de las protecciones determinaba que aquellos que quedaban fuera fueran calificados de marginales, al ser incapaces de adaptarse a las exigencias de un sociedad moderna en la cual los progresos de la protección social corrían parejos con los progresos del crecimiento (ideología de los Estados-Providencia)
En ese contexto pueden distinguirse dos formas principales de marginalidad: una marginalidad “1ibre”, caracterizada por su distancia en relación al trabajo regular, pero también en relación a las formas organizadas de la protección próxima representada por la asistencia. El marginal se organiza una existencia precaria en los intersticios de la vida social. No es realmente un “asistido” en la medida en que sólo tiene relaciones puntuales con los servicios sociales.
El segundo grupo de marginales es substraído, a título provisorio o definitivo, de la vida social ordinaria y se encuentra institucionalizado en espacios separados. La propensión de los servicios médicos y sociales es la de caracterizar a esas poblaciones a partir de una deficiencia específica (trastorno psíquico, discapacidad severa, invalidez crónica ... ) A ellos también se los provee de un status, pero el mismo, establecido sobre la base de una deficiencia, les impone un régimen especial y un tratamiento, fuera de lo común, en los hospicios para ancianos indigentes, los establecimientos para menores abandonados o deficientes, los hospitales psiquiátricos, en la medida en que éstos últimos funcionan como último recurso para los sujetos desocializados que no encuentran lugar en otra parte.
La reactivación de la vulnerabilidad
La situación tal como ha sido esquematizada es sin duda dominante en la actualidad. Paradójicamente los grandes marginales son tanto los que más escapan a la institucionalización y todavía se entregan, en las sociedades modernas, a formas de nomadismo inciertas y peligrosas, como aquellos que se encuentran sobre-institucionalizados en esos espacios de reclusión conceptualizados por E. Goffman bajo el nombre de instituciones totales o totalitarias. Sin embargo me parece que desde hace unos años se han producido inflexiones que llevan, por lo menos, a reactualizar ese esquema. Hasta mediados de los años setenta se hablaba fácilmente de exclusión para calificar las situaciones de no integración social, pensadas como quedando fuera del desarrollo conjunto de las sociedades modernas.
Esos fenómenos de exclusión representaban entonces al mismo tiempo excepciones y arcaísmos en relación a los progresos de la modernidad. Uno podía acomodarse a ellos o indignarse, pero no cuestionaban la dinámica social general. Con respecto a esta coyuntura me parece que el hecho nuevo, desde hace unos quince años, es el reflote de la vulnerabilidad tal como la caractericé, en tanto conjunción de la precarización del trabajo y de la fragilización de los soportes relacionales. Me parece que ese desarrollo de una zona inestable, entre integración y exclusión renueva, al menos parcialmente, la problemática de la marginalidad. En relación al trabajo, la vulnerabilidad parecía, como dijimos, estabilizada por la generalización de una situación salarial sólida, cuyas condiciones de posibilidad son el crecimiento económico y el cuasi pleno empleo. Esta situación se ha deteriorado en los últimos quince años. No se trata solamente del aumento de la desocupación (cuyas tasas, no obstante, durante esos años, se han multiplicado por cinco en Francia) sino también, y quizá sobre todo de la precarización del trabajo.
Es así como las ciudades obreras organizadas alrededor de una sola industria que son víctimas de una desocupación masiva, y más aún ciertos suburbios en la periferia de las grandes ciudades, son sin duda hoy las zonas de emergencia más visibles de una nueva marginalidad. Allí, en particular los jóvenes, hacen la experiencia de una relación doblemente negativa: en relación al trabajo, la alternancia entre la desocupación y la subocupación no permite definir una trayectoria profesional estable; en relación a las referencias socio-relacionales, cuando la familia no tienegran cosa para transmitir como capital social, cuando el sistema escolar es extraño a la cultura de origen, como en el caso de los inmigrantes, y que la sociabilidad se agota en relaciones efímeras en las que se “mata el tiempo” con pequeñas provocaciones y pequeños delitos para superar el hastío de una temporalidad sin futuro.
Marginalidad y prácticas de inserción
Así, al lado de las formas tradicionales de marginalización que subsisten, vemos aparecer nuevas, a partir de las recomposiciones más recientes, del aparato productivo, de la fragilización de la estructura familiar y de la crisis de la cultura obrera. (Menciono aquí brevemente la “cultura obrera” por no poder extenderme en la argumentación de ese punto. Pero el hecho es que, en los países europeos industrializados de larga data, los años setenta parecían marcar el fin de un proceso secular de integración de las capas populares, a punto tal que muchos hablaban de su “aburguesamiento”. Actualmente, una parte de esos grupos continuaron asimilándose a las clases medias, mientras que otras parecen amenazadas por la pauperización y la desculturización.)
A propósito de la totalidad de este conjunto sería inútil hablar de una “nueva” marginalidad. De un análisis más fino (que queda por hacer) se desprenderán ciertamente perfiles muy tradicionales como el de los desamparados del cuarto mundo, los vagabundos, la gente sin domicilio fijo, etc... A la inversa, también encontraremos individuos que han caído transitoriamente en la pobreza a causa de la desocupación, o de un accidente de su biografía, y a los que, hablando con propiedad, no conviene etiquetar como marginales. Pero me ha parecido más interesante la operación que consiste en preguntarse qué tienen en común esos grupos, que los llevan a compartir una misma condición de privación. Entonces vemos que bajo formas diversas y vivencias diferentes se manifiesta ese doble desenganche con respecto a la integración a través del trabajo y en relación a la inserción relacional. Llegaron “hasta allí” por recorridos diferentes, a consecuencia de un licenciamiento económico o de un drama familiar, de una infancia desastrosa o de un accidente o de una enfermedad, de una descalificación profesional o de dificultades psíquicas...–de hecho, a menudo, por varias de esas razones a la vez. Pero más que esforzarse en multiplicar las etiquetas, podría tener más sentido realizar un corte transversal en el proceso que abrió, alrededor de ellos, un vacío social.
“La inserción social y profesional de las personas en dificultades representa un imperativo nacional”. Pero la inserción no es sólo una obligación del beneficiario como contrapartida de la prestación que obtiene. Es al mismo tiempo una obligación para la colectividad que debe movilizarse para proponer “contratos de inserción” adaptados a la situación del destinatario.
Es cierto que esta noción de inserción es fundamentalmente ambigua. La inserción “ideal” que sería la integración en un empleo estable es la mayoría de las veces imposible, a la vez a causa del estado del mercado de trabajo y de las aptitudes de muchos de los beneficiarios, frecuentemente alejados desde mucho tiempo atrás, o desde siempre, de las coerciones del orden productivo. En esas situaciones (se habla entonces de inserción social y no de inserción profesional), la inserción corre el riesgo de convertirse en pequeños trabajos de aficionado, más o menos improvisados, simple ocupacionismo que consistiría, en última instancia, en hacer cualquier cosa antes que nada. Pero me parece que hay que entender esta ambigüedad como constitutiva de la inserción a partir de situaciones de desinserción previas a las que debe enfrentar, y que culminan en la marginalidad profunda. Insertar es a menudo menos que integrar, ya que el vínculo social que uno se esfuerza por reconstruir es más laxo y corre el peligro de ser más frágil que las interdependencias que inscriben a un individuo en un empleo estable y en una red interrelacional fuerte. Cuando el beneficiario encuentra un trabajo, lo que puede considerarse éxito, es en la franja de las “pequeñas tareas” sin garantía en cuanto a su duración. De allí el riesgo de mantener esos ciclos de alternancia entre trabajo-no trabajo que no representan una verdadera integración.

Continuar navegando