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El apego infantil

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El apego infantil: la importancia de las primeras vinculaciones desde el nacimiento
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Definición
La teoría del apego considera la tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con individuos determinados como un componente básico de la naturaleza humana, presente en forma embrionaria en el neonato y que prosigue a lo largo de la vida adulta, hasta la vejez. La teoría del apego se organiza mediante un sistema de control dentro del sistema nervioso central. De un modo análogo a la homeostasis fisiológica, el sistema de control del apego mantiene la conexión de una persona con su figura de apego entre ciertos límites de distancia y accesibilidad.
Durante la infancia, los lazos se establecen con los padres (o los padres sustitutos), a los que se recurre en busca de protección, consuelo y apoyo. Durante la adolescencia y la vida adulta, estos lazos persisten debido a un proceso de internalización, pero son complementados por nuevos lazos. Estudios muestran que cuando el niño crece, la pauta se convierte cada vez más en una característica del niño mismo, lo que significa que tiende a imponerla en las nuevas relaciones.
La base de un hogar seguro es indispensable para el óptimo funcionamiento y para la salud mental. Es fundamental, en la educación del niño, proporcionarle una cierta seguridad afectiva para que pueda construir su personalidad sobre una plataforma más sólida. Si el niño percibe, desde edades muy tempranas, que sus padres están a su lado crecerá con mayor seguridad y autonomía.
 
Figura principal de apego: la madre
Desde un punto de vista biológico y evolutivo, es la madre la que está en disposición de efectuar una relación especialmente fuerte con el hijo. Sin embargo, hoy en día la implicación del padre en los cuidados de la primera infancia es cada vez mayor. El apego puede formarse con una o varias personas, pero siempre con un grupo reducido. La existencia de varias figuras de apego promueve un adecuado desarrollo afectivo dado que el ambiente de adaptación del niño es el clan familiar y no exclusivamente la relación dual madre-hijo.
Con frecuencia se ha planteado desde la psicología por qué algunas madres responden de forma más sensible a sus bebés que otras. Estudios realizados revelan que los recuerdos y sentimientos de las madres sobre su propia seguridad de apego se expresará en sus atenciones hacia su hijo y así influirá en su relación.
 
Tipos de apego
Las figuras de apego tienen un papel importante en el desarrollo de los hijos. Existen tres pautas principales de apego: (Ainsworth, 1971).
· Apego seguro: El niño explora el entorno de forma activa en presencia de su figura de apego y en su ausencia este afán por explorar decae y se manifiesta algún tipo de ansiedad ante la separación. Cuando la madre vuelve a encontrarse con el bebé, el niño muestra alegría y necesidad de acercarse a ella. Es el tipo de apego característico de relaciones materno filiales funcionales.
· Apego inseguro ansioso-ambivalente: Este tipo de niños apenas exploran el entorno en presencia de su madre ya que están continuamente pendientes de dónde se encuentra.  Cuando la madre se ausenta la reacción de ansiedad es muy alta (el consuelo es difícil) pero, en cambio, cuando ésta vuelve, el comportamiento del niño es ambivalente: busca su proximidad pero, cuando la consigue, la rechazan. Este tipo de vínculo es fruto de madres con comportamientos poco estables, ya que en ocasiones se muestran sensibles y cálidas pero en otras insensibles, lo que genera una gran inseguridad en el niño. Las consecuencias sobre el niño son importantes: suelen presentar una continuidad de este tipo de apego mostrándose poco asertivos, inhibidos, con interacciones pobres y tendencia al repliegue en situaciones sociales.
· Apego inseguro evitativo: En la exploración del bebé durante el juego, no interaccionan con su madre en ningún momento, ni siquiera de manera visual. Cuando la madre se va no muestran ningún tipo de reacción ante su ausencia y, en su regreso, si la madre busca contacto con el pequeño éste la rechaza. En general, este tipo de madres se muestran insensibles ante las necesidades de los pequeños. Su estilo de interacción es mayoritariamente irresponsable y cargado de rechazos hacia el contacto con los bebés. No responden ante las necesidades de proximidad de los niños y son poco pacientes con los mismos. Las consecuencias psicopatológicas de este tipo de apego son: Continúan presentando conductas de evitación, manifiestan altos niveles de hostilidad y agresividad, presentan una alta tasa de interacciones negativas, conductas negativistas, distancia emocional y malhumor. Pueden utilizar estrategias de evitación y autosuficiencia como mecanismo de distanciamiento de los demás.
· Apego ansioso desorganizado: Puede considerarse una mezcla entre los dos últimos tipos de apego. Son niños inseguros y con conductas confusas ante la separación de la figura de apego mostrando altos niveles de agresividad, conductas coercitivas y hostiles.
 
Es importante distinguir entre “apego seguro” con “sobreprotección”. Lo primero supone una atención física y afectiva apropiada, estando vigilantes a sus necesidades pero, al mismo tiempo, incentivando su autonomía. Lo segundo supone establecer unas pautas excesivamente proteccionistas (no dejarle jugar con otros niños, evitarle las excursiones por miedo a que sufra algún daño, es decir, trasladar nuestro propios miedos al niño lo que le hará más inseguro). También se aconseja evitar las actitudes muy tolerantes (acceder a todos sus caprichos, no marcarle hábitos en la comida u otras actividades, etc.).
 
Fases del desarrollo del vínculo del apego
La conducta de apego en el desarrollo del bebe humano se desarrolla en varias fases, aunque no existen límites estrictos entre unas y otras:
Fase 1: Orientación y señales con una discriminación limitada de la figura.
Esta fase dura desde el nacimiento hasta las doce semanas de edad, aproximadamente. La habilidad del bebe para distinguir a las personas en esta fase se limita a los estímulos olfativos y auditivos. La conducta del bebe hacia cualquier persona cercana se basa en: orientación hacia esa persona, movimientos oculares de seguimiento, intentar agarrar, sonrisas y balbuceo.
Fase 2: Orientación y señales dirigidas hacia una o más figuras discriminadas
En esta etapa la conducta del bebe amistosa es más clara en relación con la figura materna que en relación con los demás.
Fase 3: Mantenimiento de la proximidad con una figura discriminada, por medio de la locomoción y de señales.
El bebé empieza a elegir a determinadas personas como figuras de apego y descarta a otras. En este momento el apego hacia la figura materna ya es evidente para todo el mundo.
Fase 4: Formación de una pareja con corrección de objetivos
Alrededor de la mitad del tercer año, el bebe comienza a mantener la proximidad con la figura de apego por medio de sistemas con corrección de objetivos de organización sencillo y después empieza a concebir a la figura materna como un objeto independiente, que persiste en el tiempo y en el espacio.
 
La guardería: primera salida del niño de su entorno
El momento en que el niño experimenta un vínculo de apego más fuerte es alrededor de los 2 años de edad, produciéndose un alto nivel de protestas ante la separación de la figura de apego y la aparición de personas nuevas o extrañas. Esta etapa suele coincidir con la incorporación de muchos niños a las guarderías.
La guardería supone la primera salida del niño de su entorno más próximo. Supone también el momento de empezar a asimilar los diferentes aprendizajes y, lo que es más importante, el inicio de la relación con sus iguales (sus compañeros). El niño pasa de ser el protagonista a ser uno más dentro de un colectivo y esto puede crearle cierto desasosiego.
Lo ideal es que los primeros contactos se produzcan en compañía de la madre u otras figuras de apego secundarios (abuelos, tíos…)por tiempos breves para posteriormente irlo dejando sólo en intervalos más espaciados. Hay que tener en cuenta que a edades de 1o 2 años, el niño no dispone de estructuras cognitivas suficientemente maduras como para interpretar que, la separación de su madre en un entorno nuevo, es un hecho temporal. La marcha de la madre es vivida, en un primer momento, como una pérdida real e irreparable (no entiende que más tarde vendrá a recogerle) y los mecanismos innatos de supervivencia se ponen en marcha (llanto, pataletas…). La angustia o ansiedad de separación puede dispararse en algunos casos.
Bibliografía:
“El apego. El apego y la pérdida-1” John Bowly. Paidós, 1998.
“Una base segura: Aplicaciones clínicas de una teoría del apego” John Bowly. Paidós Ibérica, 1989.
www.psicodiagnósis.es
www.psicología-online.com
 
Las etapas del vínculo de apego
4 minutos
El apego es el vínculo afectivo que establece el niño con su figura de referencia, esa que le proporciona cuidado, seguridad y protección. Es, por tanto, un mecanismo de supervivencia. Incluso algunos autores se refieren a este lazo afectivo como nuestro sistema inmunológico psicológico. Ahora bien, ¿cómo se desarrolla? ¿cuáles son las etapas del vínculo de apego?
Aunque existen muchas teorías que definen y explican el apego, la más importante y referencial es la elaborada por John Bowlby. Para este psiquiatra y psicoanalista los niños vienen biológicamente preprogramados al mundo para formar vínculos con los demás con el objetivo de sobrevivir. Por lo tanto, creía que todas las conductas implicadas en la creación y conservación de este vínculo eran instintivas.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que el vínculo de apego no desaparecerá con el paso del tiempo, sino que de algún modo nos influirá de por vida en el resto de relaciones que establezcamos. De ahí la importancia de desarrollar un apego seguro basado en sentimientos de confianza y protección.
“Se dice que el amor es ciego. Pero ¿lo es de veras? De hecho, nada hay en el mundo tan clarividente como el amor. Lo que es ciego no es el amor, sino el apego”.
-Anthony De Mello-
Etapas del vínculo de apego
El modelo evolutivo de Bowlby contempla establece cuatro frases para la creación de este vínculo afectivo. Normalmente, estas fases de apego son especialmente notables en las relaciones entre madre e hijo, aunque bien es cierto que en ocasiones este lazo también puede crearse entre un cuidador principal y el niños.
A continuación, explicaremos cómo evoluciona el establecimiento de este vínculo afectivo desde la perspectiva de Bowlby. Profundicemos en las diferentes etapas del vínculo de apego.
1- Fase de preapego
Esta primera fase se produce durante las primeras seis semanas de vida del niño. El pequeño acepta fácilmente, por lo general, a cualquier ser humano que le ofrezca comodidad. Es decir, no muestra una preferencia por nadie en particular.
En esta etapa, el repertorio de conductas innatas por parte del niño le ayudan a atraer la atención de los adultos. Además, responde a los estímulos externos y busca provocar el contacto físico.
En este momento, el reconocimiento materno es muy rudimentario en el bebé. Todavía no muestra un vínculo de apego muy fuerte, pero comienzan a verse las primeras muestras del mismo hacia el final de la fase.
2- Fase de formación
Pasadas las 6 semanas, y hasta los 8 meses aproximadamente, el niño comienza a sentir ansiedad si se separa de otros seres humanos. Aun así, todavía no nota especialmente la falta materna ni rechaza totalmente a los desconocidos.
En esta fase comienza a orientar su conducta y a responder a la madre de forma clara. No obstante, aunque le puede provocar enfado no estar cerca de los adultos, no muestra todavía especial preferencia por su progenitora.
3- Fase de apego
Desde los 6 u 8 meses, y hasta los dos años aproximadamente, es cuando llega la fase del vínculo de apego propiamente dicho. Ahora sí que siente enojo si lo separan de su madre e incluso, puede sufrir ansiedad por ello.
En estos momentos, no es extraño si el bebé muestra rechazo físico a otras personas que no sean su madre, ya que le suponen una amenaza. De esta forma, todas sus acciones se suelen enfocar hacia una llamada de atención de su figura materna, ya que demanda su presencia.
4- Fase de relaciones recíprocas
A partir de los 24 meses, comienza la cuarta y última fase, llamada relaciones recíprocas. El pequeño ya entiende que la ausencia de la madre no es definitiva, por lo que si todo va bien, será capaz de calmar su propia ansiedad.
Además, en esta fase aparece el lenguaje, siendo el niño capaz de tener representaciones mentales de su madre. Así pues, predice su retorno, entiende la salida y regreso, y suele llorar menos en su ausencia. Incluso, puede mostrar capacidad para desplegar estrategias que le ayuden a pactar llegadas y retornos al hogar.
“Los niños y los animales quieren a quien los quiere”.
-Ramón Sender-
Finalmente, superadas todas las etapas del vínculo de apego infantil, se crea una relación sólida entre ambas partes. El contacto físico ya no es tan necesario, aunque sí existe en algún momento una búsqueda de la presencia de la madre para sentirse seguro. No obstante, el niño sabe que aunque no exista el contacto, su madre responderá cuando lo necesite.

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