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ISSN 1870-3186
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Europa €3.75
Historia 
del piano
La primera célula viva artificial
Biología 
sintética
Ecosistemas
Protección y 
restauración
La realidad 
que no 
vemos
Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, por cualquier medio, sin la autorización expresa del editor.Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, por cualquier medio, sin la autorización expresa del editor.
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Año 12 • Julio 2010
Artículos
Secciones
www.comoves.unam.mx
Ilustración: Raúl Cruz 
 3 De entrada
Estrella Burgos
 4 De ida y vuelta
Cartas de nuestros lectores
 5 Ráfagas
Noticias de ciencia y tecnología
Martha Duhne
 7 Ojo de mosca
¿Vida artificial?
Martín Bonfil Olivera
 8 Investigaciones insólitas
Sociología de las 
agujetas desatadas
Marc Abrahams
 9 Al grano
Mónica Genis Chimal
15 ¿Quién es?
Víctor Manuel Cruz Atienza
Concepción Salcedo Meza
34 Aquí estamos
Transgénicos. ¿Sí o no?
Leonardo Céspedes
35 Diario de un museo
¿Cómo anda tu olfato?
Norma Corado, Marco Guarneros 
y Claudia Hernández
36 Retos
Amor en equilibrio
Antonio Ortiz
37 ¿Qué hacer? ¿Adónde ir?
Mónica Genis Chimal
38 ¿Qué leer?
Juan Tonda y Lourdes Torres Camargo
39 Mira bien
Hombres de cámara y montaje
José Manuel García Ortega
40 En broma
Sidney Harris
10 Biología sintética: la primera 
célula viva artificial
Un hito en lo que se conocerá como 
la era de la biología molecular y 
que podría tener un impacto mayor 
o equivalente al descubrimiento y 
desarrollo de la energía atómica.
Miguel Ángel Cevallos
16 El piano: tecnología al 
servicio de la música
Una historia que va del clavecín de 
salterio y el harpsicordio al complejo 
instrumento que conocemos hoy.
José de la Herrán
20 Diseños naturales
Erica Torrens
22 Lo que el ojo no vio
Es mucho lo que se oculta a nuestra 
mirada, pero hemos logrado detectarlo 
con sofisticados instrumentos.
Beata Kucienska
26 Así fue…
 En busca del metro
La saga de dos científicos y 
expedicionarios que se dieron a la 
tarea de medir la distancia entre 
dos ciudades para proporcionarnos 
lo que hoy llamamos metro.
Daniel Martín Reina
30 Ecosistemas: protección 
y restauración
Las dificultades de preservar nuestro 
entorno ambiental, no sólo para sobrevivir 
sino para tener una mejor calidad de vida.
Patricia Manzano Fischer y Rurik List 
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Los artículos firmados son responsabilidad del autor por lo 
que el contenido de los mismos no refleja necesariamente el 
punto de vista de la UNAM. Prohibida la reproducción parcial 
o total del contenido, por cualquier medio, sin la autorización 
expresa de los editores.
¿Cómo ves?, Publicaciones UNAM, es una publicación men-
sual numerada de la Dirección General de Divulgación de la 
Ciencia de la UNAM. Editora responsable: Estrella Burgos 
Ruiz. Reserva de derechos al uso exclusivo del título ante 
el Instituto Nacional del Derecho de Autor de la Secretaría 
de Educación Pública 04-2002-073119042700-102. Certi-
ficado de licitud de título 10596, Certificado de licitud de 
contenido 8048, expedidos por la Comisión Calificadora 
de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de 
Gobernación. ISSN 1870-3186. Impreso en: Roma Color, S.A 
de C.V. Pascual Orozco # 70, Barrio San Miguel, Delegación 
Iztacalco, C.P. 08650, RFC RCO000614 GI2, tel: 30675800. 
Distribución en el D.F.: Unión de Voceadores y Expen dedores 
del D.F., Despacho Enrique Gómez Corchado, Humboldt 47, 
Col. Centro, México D.F. C.P 06040, tel: 55 10 49 54. Tiraje: 
20 000 ejemplares.
Toda correspondencia debe dirigirse a: Dirección General 
de Divulgación de la Ciencia, Subdirección de Medios de 
Comunicación, Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Uni-
versitaria, Delegación Coyoacán, C.P. 04510, México, D.F., 
Tel.: 56 22 72 97 Fax: 56 65 22 07
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Secretario General 
Sergio Alcocer Martínez de Castro
Secretario Administrativo 
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Coordinador de la Investigación Científica 
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Director General de Divulgación de la Ciencia 
René Drucker Colín
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Editora 
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Contenidos digitales
Mónica Genis 
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Jesica Ibarra, Sandra Barrón
Comercialización
María Gabriela García Cisneros 
Suscripciones
Guadalupe Fragoso
Consejo Editorial
Rosa María Catalá, José Antonio 
Chamizo, Luis Estrada, Julieta Fierro, 
José de la Herrán, Agustín López 
Munguía, Luis Alberto Vargas
Año 12, número 140, julio 2010 3¿cómoves?
Cuesta seguirle el paso a la ciencia: todos los días hay avances que se dan a conocer en miles de 
revistas especializadas. Pero no es tan frecuente que 
podamos atestiguar un logro asombroso, un partea-
guas en la historia de una disciplina científica. Eso fue 
lo que ocurrió el pasado 20 de mayo, cuando un equipo 
de investigadores anunció en la revista Science, una de 
las más importantes del mundo, que había conseguido 
construir un genoma sintético y trasplantarlo con éxito a 
una célula bacteriana. En el artículo de portada, Miguel 
Ángel Cevallos, experto en genómica, refiere los detalles 
de la investigación que hizo posible tal hazaña y explora 
sus posibles consecuencias. ¿Estamos a las puertas de 
conseguir un sueño tan anhelado como temido: la creación 
de organismos artificiales? De ser así, ¿qué podríamos hacer 
con estos organismos? Y no menos importante: ¿cuáles son 
las implicaciones éticas que la sociedad en su conjunto debe 
considerar? 
Además de destacadísimo ingeniero y divulgador de la ciencia, José 
de la Herrán es muy buen pianista. Aquí conjuga las tres cosas para con-
tarnos cómo llegó el piano a ser el instrumento que conocemos hoy, en una 
narración que es, sobre todo, la de la tecnología al servicio de la música.
En la sección “Así fue”, Daniel Martín Reina desempolva una historia con tan-
tas peripecias que se antoja increíble si no fuera porque está muy bien documen-
tada: la de la medición de un pedazo de meridiano con el fin de establecer un 
patrón de medida universal, el metro. En medio de una revolución, dos intrépidos 
franceses se lanzaron a los caminos con sus instrumentos topográficos y a lo lar-
go de varios años hubieron de enfrentar no sólo las inclemencias del tiempo, tam-
bién la furia de turbas enardecidas, problemas de salud y rivalidades.
Beata Kucieńska escribe sobre las cosas que el ojo humano no 
puede ver: las ondas electromagnéticas que no caen en 
el rango de la luz visible y forman parte de una 
realidad amplísima. Nos dice también cómo he-
mos llegado a detectarlas y el tipo de informa-
ción que proporcionan.
Patricia Manzano Fischer y Rurik List rea-
lizan un trabajo muy arduo, que toma años. 
Ellos se dedican a restaurar ecosistemas. 
Como parte de las celebraciones del Año In-
ternacional de la Diversidad Biológica, nos 
presentan un artículo que aborda tanto las 
amenazas a los ecosistemas como las mane-
ras de protegerlos. También cuentan su expe-
riencia en la Reserva de la Biosfera de Janos, 
en el norte deChihuahua —a la que han traído 
hurones y bisontes para reemplazar a los que 
desaparecieron de la zona hace décadas—, y 
nos recuerdan que, en materia de ecosistemas, 
más vale conservar que restaurar.
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¿cómoves?4
comoves@universum.unam.mx
¿Tienes comentarios o sugerencias sobre la 
revista? Escríbenos a comoves@universum.
unam.mx. Aquí publicaremos tus cartas.
También puedes enviar preguntas sobre 
cuestiones científicas. localizará 
un experto científico universitario que te 
dará la respuesta.
Material perfecto 
Recibí hace algunos años un ejemplar 
de ¿Cómo ves? y desde entonces los 
sigo en línea, pero siempre me quedo 
con ganas de leer artículos que no 
están disponibles. Pienso que el len-
guaje sencillo y coloquial que utilizan 
anima mucho más a los jóvenes a leer, 
ya que los libros que se utilizan en pro-
gramas oficiales no les interesan, no los 
entienden y no tienen “dibujitos,” como 
dicen ellos. Creo que éste es el mate-
rial perfecto para que dejen de hojear 
los diccionarios visuales y, de hecho, 
lean. Además, resulta muy útil para las 
materias de tecnologías y talleres; tam-
bién para física, matemáticas, química 
y biología. Gracias y sigan así.
Profesora Dinnorah Díaz Andrade
Secundaria Técnica Octavio Paz
Querétaro, Qro.
¿Carne o no carne…?
¿Por qué tanta inquina contra el con-
sumo de carne? (¿Cómo ves?, No. 136). 
Me parece que para evitar el calenta-
miento global sería más útil, entre otras 
muchas actividades, fomentar inten-
samente la reforestación en nuestras 
selvas, bosques y ciudades (y luego 
cuidarlos, protegerlos) o desincentivar 
el uso del automóvil. Como refuerzo 
a mi comentario diré que en uno de 
sus “Diarios de un museo”, se asienta 
que algunos científicos aseguran que 
nuestro cerebro se desarrolló desde 
que somos carnívoros pero, además, 
¿quién puede resistirse a un sirloin a 
las brasas o a una arrachera asada con 
leña de encino?
En otro árticulo, “¡Corre, homo, 
corre!” de Gertrudis Ururchurtu, se 
habla de los Tarahumaras y de que 
su dieta prácticamente no contiene 
carne.
Sobre la increíble etnia tarahumara, 
lo correcto es llamarlos rarámuris. 
Además de ser asombrosos atletas, 
los rarámuris tienen una filosofía de 
vida que deberíamos aplicar nosotros, 
los “civilizados”. No todos viven en 
cuevas; algunos construyen cabañas y 
albergues. Lo de cazar conejos, linces 
y liebres hasta cansarlos es leyenda 
urbana (o rural en este caso), pero es 
un hecho que son muy resistentes y 
fuertes. Su dieta en la última carrera, 
el Ultramaratón, consistió en plátano 
y pinole y por supuesto obtuvieron los 
primeros lugares.
Jesús Antonio Clavé
(Carta resumida)
El doctor Agustín López Munguía, autor 
del artículo “Un día sin carne”, res-
ponde: Al Sr. Clavé le parece inquina 
la muy moderada propuesta de dejar 
de comer carne un día a la semana y 
propone lo que le parecen medidas más 
útiles. La gran diferencia es que dudo 
mucho que él o yo o muchos de los 
lectores de ¿Cómo ves? podamos dedi-
carnos a reforestar el país; en cambio, 
sí podemos dejar de comer carne uno, 
varios, o muchos días de la semana. 
También podemos dejar de usar el auto 
como propone, pero es más fácil dejar de 
comer carne. Si podemos llevar a cabo 
ambas acciones sería maravilloso. Pero 
el centro del artículo es que contribuyen 
más al calentamiento global las vacas 
que los coches. 
El Dr. Pat Brown, del Howard Hughes 
Medical Institute, leyendo el mismo docu-
mento de la FAO en que se basa el artí-
culo de ¿Cómo ves? intuye: “Si me dirijo 
a alguien que está haciendo cola en un 
McDonald’s y le digo que no compre una 
hamburguesa porque es equivalente a 
viajar 120 millas en coche, lo más seguro 
es que me mande a volar”. Por lo mismo 
el Dr. Brown propone cobrar un impuesto 
ambiental a la carne: “Si el precio de 
una hamburguesa subiera de un dólar 
a $2.50, quizá tendríamos un mayor 
impacto benéfico en el medio ambiente” 
(www.hhmi.org/bulletin/may2010/pers-
pectives/meatless.html). Él piensa que 
es más fácil cambiar a la industria y al 
sistema económico que al público. El 
asunto es que si no aprendemos a resistir 
el sirloin a las brasas, ya no habrá sirloin 
para nuestros hijos.
Enciclopedia de las ciencias y la 
tecnología 
En la sección “¿Qué leer?” del No. 139, 
Alejandra Alvarado Zink comentó que la 
Enciclopedia de las ciencias y la tecnolo-
gía en México constará de nueve tomos 
pero sólo hace referencia al primero. 
Estoy muy interesada en conocer los 
títulos de los otros tomos y cuál será 
su periodicidad, así como dónde pueden 
adquirirse. Gracias por su atención y mi 
reconocimiento y felicitación a todos 
ustedes por esta revista tan deleitosa.
Rosa Angélica Lucio 
Profesora-investigadora 
Universidad Autónoma de Tlaxcala
Alejandra Alvarado, autora de la reseña, 
responde: COSMOS, Enciclopedia de 
las ciencias y la tecnología en México 
consta de nueve tomos que abarcan 
diversas disciplinas: biología, química, 
ingeniería, física, matemáticas, medicina, 
ciencias de la Tierra, geografía, ciencias 
sociales y humanidades. Los tomos I 
Biología, II Química y III Matemáticas 
pueden adquirirse en las librerías de la 
Universidad Autónoma Metropolitana 
(UAM), principalmente en la de la UAM 
Iztapalapa, y tienen un costo aproximado 
de $400.00 pesos. Los primeros dos 
tomos se pueden consultar en la página 
www.izt.uam.mx/cosmosecm.
Número especial
Quisiera solicitarles un número especial 
de la revista con motivo del Año Inter-
nacional de la Química a celebrarse 
en 2011. Espero tomen en cuenta mi 
solicitud. Muchas gracias.
Moisés Córdova Gómez
Agradecemos su carta y le informamos 
que tenemos contemplados varios artícu-
los que se incluirán como parte del Año 
Internacional de la Química.
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5¿cómoves?
Martha Duhne Backhauss
Emiliano Gallaga, del Instituto Nacional de 
Antropología e Historia (INAH), Bruce Ba-
chand, de la Universidad Brigham Young 
de Utah, y Lynette Lowe, de la Universidad 
Nacional Autónoma de México, descubrie-
ron dentro de una pirámide una tumba que 
podría ser la más antigua de Mesoaméri-
ca, en la zona arqueológi-
ca de Chiapa de Corzo, en 
el estado de Chiapas. Los 
estudios preliminares de 
la excavación revelan que 
los entierros tienen una 
antigüedad aproximada de 
2 700 años. El entierro per-
tenece al grupo cultural zo-
que, cultura poco conocida 
que en la época prehispá-
nica ocupó un extenso te-
rritorio. “De esa época hay 
poca evidencia de ocupa-
ción en otros sitios. El más 
importante es La Venta, en 
Tabasco. Sabemos que los 
entierros dentro de pirámides eran comu-
nes en las ciudades del clásico maya, pero 
este hallazgo revela que ya ocurrían entre 
1 000 y 1 500 años atrás, un milenio antes 
de lo que se creía”, destacó Lowe.
El hallazgo consiste en una cámara fune-
raria de 4 x 3 metros, con un anexo, ubica-
da dentro de una pirámide que 
debió tener entre seis y siete 
metros de altura. En el inte-
rior se encontraron los restos 
óseos de dos individuos, un 
hombre y una mujer, cubiertos 
de pies a cabeza con un pig-
mento rojo, rodeados de miles 
de cuentas de jade talladas en 
forma de monos, cocodrilos y 
calabazas, así como perlas, 
conchas y caracoles prove-
nientes del Golfo de México y 
del Océano Pacífico. En el in-
terior de la boca, cubierta con 
piezas de obsidiana del centro 
de México, los cuerpos tenían 
adornos de jade y pirita. Estaban rodeados 
de ofrendas a los dioses: piezas de cerá-
mica, hachas rituales, espejos de pirita y 
una máscara de estuco pintada de rojo. De 
acuerdo con losinvestigadores, sin duda 
se trata de personas de la nobleza. En la 
misma tumba se encontraron los huesos 
de un niño pequeño y un adulto, probable-
mente sacrificados. 
Algunos de los artículos, como la cerámi-
ca, son idénticos a los que se han localiza-
do en La Venta, de origen olmeca, una de 
las civilizaciones más antiguas de América. 
Pero los esqueletos no tenían los adornos 
que generalmente se utilizaban en entie-
rros de esa cultura y las paredes de piedra 
y arcilla, así como el techo de madera, son 
de estilo zoque. Esta tumba es una ventana 
que nos ayudará a entender cómo y cuán-
do esta cultura emergió de la olmeca. Esta 
investigación se llevó a cabo con respaldo 
financiero del INAH, la National Geographic 
Society, el Programa Fulbright-García Robles 
y donadores privados.
Encuentran la tumba más antigua de Mesoamérica
La creciente demanda de animales exóti-
cos, principalmente en Estados Unidos y 
Europa, provoca en Guatemala un aumen-
to del tráfico ilegal de estas especies, al-
gunas en peligro de extinción. 
El lugar más afectado es el Petén, en la 
frontera con México, área protegida con 
una superficie de 2.1 millones de hectá-
reas. Por la falta de recursos para ejercer 
un control eficaz y la demanda que tienen 
ciertas especies, la zona se ha converti-
do en un paraíso de los contrabandistas. 
El Petén alberga uno de los bosques tro-
picales más grandes de América, con una 
gran cantidad de sitios arqueológicos de 
la cultura maya.
A finales del mes de marzo del presente 
año, el gobierno guatemalteco canceló la 
licencia de exportación a la compañía Zoo-
servicios, tras seguir una investigación que 
tomó varios meses. En diciembre de 2009, 
el Servicio de Pesca y Vida Silvestre esta-
dounidense avisó al Consejo Nacional de 
Áreas Protegidas (CNAP) de Guatemala de 
un cargamento dirigido a la empresa Bruce 
Edelman Reptiles Imports and Exports, con 
sede en Miami. Al revisar el envío, se des-
cubrió que se trataba de 300 iguanas ver-
des, tortugas, ranas y tarántulas, todas en 
peligro de extinción. Las iguanas verdes ha-
bían nacido en cautiverio y su exportación 
es legal, pero la del resto de los animales 
no. La investigación realizada por el CNAP 
reveló que entre noviembre de 2008 y abril 
de 2009 la empresa Zooservicios había 
importado a Miami 5 112 animales, todos 
de forma ilegal. Actualmente en Guatemala 
se encuentran en riesgo de extinción 1 600 
especies de flora y 740 de fauna. 
En este país centroamericano, las espe-
cies más solicitadas son las iguanas ver-
des y las del desierto, las ranas de ojos 
rojos y verdes, además de serpientes, ta-
rántulas y tortugas. A nivel mundial, el trá-
fico de especies silvestres constituye el 
tercero en importancia, después del de 
drogas y el de armas.
Las personas que compran animales sil-
vestres no son conscientes del daño al am-
biente que implica su captura y transporte 
desde sus lugares de origen, el maltrato 
de que son objeto y los altos índices de 
mortalidad (por ejemplo, la única manera 
de atrapar a una cría de mono es matando 
a su madre) en cada cargamento.
Animales en peligro: productos de exportación
Osamenta de una mujer, hallada en 
Chiapa de Corzo, Chiapas.
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Iguana iguana.
Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, por cualquier medio, sin la autorización expresa del editor.Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, por cualquier medio, sin la autorización expresa del editor.
¿cómoves?6
El Consejo Internacional de Coordinación 
del Programa del Hombre y la Biosfera de 
la UNESCO añadió 13 nuevos sitios y cinco 
extensiones en 15 países a la Red Mundial 
de Reservas de la Biosfera, que ahora su-
man 564 sitios en 109 países. De éstos, 
tres son mexicanos: Nahá-Metzabok, en 
Chiapas, Islas Marías, frente a las costas 
de Nayarit, y Los Volcanes, que comparten 
los estados de México, Puebla, Tlaxcala y 
Morelos.
Nahá-Metzabok se ubica en la Selva La-
candona, considerada la región de mayor 
importancia biológica de toda Norteaméri-
ca. Esta reserva alberga ecosistemas muy 
diversos, que van de bosques de pino y 
pantanos, hasta selvas altas perennifolias. 
Se estima que en esta región, que repre-
senta sólo el 0.4% del territorio nacional, 
habita el 48% de las especies de aves, el 
33% de murciélagos, el 11% de reptiles y 
el 25% de los mamíferos con los que cuen-
ta el país. Nahá-Metzabok se considera de 
importancia internacional porque es hogar 
de especies vulnerables, en peligro o en 
peligro crítico, entre otros el mono aulla-
dor y el mono araña, el oso hormiguero, 
Tres nuevas reservas de la biosfera en México
felinos como el ocelote, el jaguar y el tigri-
llo, la iguana común, la boa y el cocodrilo, 
así como varias especies de aves. Preser-
var el lugar es importante también porque 
las etnias lacandonas que ahí habitan es-
tán catalogadas entre las más amenaza-
das del país.
Las Islas Marías, el segundo sitio apro-
bado como reserva de la biosfera, es un 
archipiélago de cuatro islas: María Madre, 
María Magdalena, María Cleofas y el Islote 
San Juanito. En ellas se encuentran nume-
rosas especies endémicas de flora y fauna 
y ecosistemas terrestres y marinos con una 
elevada riqueza biológica y en buen estado 
de conservación. Ahí se han identificado 
430 especies vegetales y tres de anfibios, 
tres de tortugas (dos marinas y una terres-
tre), cinco de lagartijas, 14 serpientes, 15 
de mamíferos y 169 de aves.
La reserva de Los Volcanes incluye dos 
de las montañas más altas y conocidas de 
México, el Iztaccíhuatl (de 5 280 metros de 
altitud) y el Popocatépetl (de 5 542 metros). 
La zona es área natural protegida desde 
1935, una de las primeras de México. La 
vegetación de sus bosques se compone de 
pinos, oyameles, zacatones y flores diver-
sas. La fauna la integran conejos, el zaca-
tuche o teporingo (endémico de la zona), 
zorrillos, ardillas, tuzas, la zorra gris, el gato 
montés, coyotes, el venado de cola blanca 
y 29 especies de aves. Además, esta zona 
provee importantes servicios ambientales, 
como suministrar agua a la región más po-
blada del país.
Las reservas de la biosfera son áreas 
que funcionan como laboratorios para la 
conservación de la biodiversidad y el desa-
rrollo sustentable. Con las nuevas incorpo-
raciones, México cuenta ya con 40 reservas 
en esta red mundial, lo que coloca al país 
en el tercer lugar, junto con España.
En un estudio que tomó más de 10 años, 
Kongming Wu, de la Academia de Ciencias 
Agronómicas de China, demostró que los 
cultivos de algodón modificados genética-
mente para envenenar a su plaga principal 
pueden inducir la proliferación de otras.
A principio de los años 90, los brotes de 
oruga de la col, o gusano cogollero (Heli-
coverpa armigera), plaga que ataca al al-
godón, causaron pérdidas millonarias. Los 
plaguicidas que se usaron para controlar 
la plaga provocaron graves problemas am-
bientales y muertes por envenenamiento.
En 1997 el gobierno chino aprobó el cul-
tivo de algodón modificado genéticamente 
para producir una toxina de la bacteria Ba-
cillus thuringiensis, que ataca a la oruga. 
En China se cultivan más de 4 000 000 de 
hectáreas de algodón transgénico. Desde 
entonces, un equipo de científicos dirigidos 
por Wu han estudiado las poblaciones de 
plagas en 38 zonas del norte de China, 
realizando muestras en 3 000 000 de hec-
táreas de algodón y 26 000 000 de hectá-
reas de otros cultivos. El equipo descubrió 
que las poblaciones de varias especies de 
la familia Miridae, pequeñas chinches de 
menos de un centímetro que se alimentan 
principalmente de la savia de las plantas —y 
que antes de la introducción de los trans-
génicos no representaban un peligro grave 
para los cultivos de esta región— han au-
mentado 12 veces desde 1997. Hoy en día 
son la plaga más importante de la región. 
Según Wu, su proliferación está asociada 
directamente con el aumento de los culti-
vostransgénicos. En efecto, éstos reducen 
la cantidad de plaguicida que se requiere 
para controlar la plaga, pero la toxina que 
producen no afecta a los míridos.
Esta plaga ataca también al frijol, a los 
cereales y algunos frutos. Esto ha orillado 
a los campesinos a volver a usar plaguici-
das en proporción de cerca del 70% de lo 
que se usaba antes de los transgénicos. 
Wu supone que la proporción no tardará 
en volver al 100%, lo que ocurrirá cuando 
los míridos desarrollen resistencia a los 
plaguicidas.
Los resultados de esta investigación fue-
ron publicados en la revista Science en el 
mes de mayo y “son un recordatorio de que 
los transgénicos no son una varita mágica 
para eliminar las plagas”, de acuerdo con 
David Andow, de la Universidad de Minneso-
ta. Cuando se ataca una sola plaga, otras 
tomarán su lugar.
Cultivos transgénicos producen plagas nuevas
Nahá-Metzabok, Chiapas.
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7¿cómoves?
Martín Bonfil Olivera
Una nueva hipótesis intenta explicar uno de los grandes miste-
rios del Sistema Solar: por qué la capa exterior de la atmósfera 
de Venus gira a una velocidad mucho mayor que la superficie del 
planeta. Venus es el planeta más cercano a la Tierra y el más 
parecido por su tamaño, masa, densidad y volumen. Pero es di-
ferente por su densa atmósfera que provoca un efecto inverna-
dero que eleva la temperatura hasta los 480 ºC. Venus completa 
una órbita alrededor del Sol en 224.7 días terrestres, y el perio-
do de rotación sobre su eje es de 243 días, lo que significa que 
el día venusino es más largo que su año. La atmósfera de Venus 
está compuesta básicamente de dióxido de carbono y tiene un 
espesor de unos 80 kilómetros desde la superficie del planeta. 
En esta envoltura nebulosa se distinguen tres capas: las dos pri-
meras se mueven lentamente y giran con la rotación del plane-
ta, pero en la más externa se encuentra una zona de nubes que 
dan la vuelta a Venus cada cuatro días 
terrestres, a una velocidad cercana a 
los 200 metros por segundo, fenó-
meno conocido como superrotación. 
Hasta hoy se especulaba que la dife-
rencia de temperaturas entre el lado 
oscuro y el lado iluminado del planeta 
era lo que impulsaba estos vientos. Pero 
hay un problema con esta hipótesis: la atmósfera de Venus tie-
ne cierta viscosidad y por sí misma debería disipar la energía y 
frenar las nubes. Algo más debe estar inyectando energía en el 
sistema. ¿Qué será?
Héctor Javier Durand-Manterola y sus colegas de la Universidad 
Nacional Autónoma de México piensan que pueden haber resuel-
to el misterio. Señalan que además de los vientos atmosféricos 
comunes, hay otro flujo mucho más rápido encima del planeta. Se 
trata de los vientos de la ionosfera, que se localizan entre 150 y 
800 km sobre la superficie, y que detectó por primera vez la son-
da Pioneer Venus a principios de la década de 1980. Conocidos 
como flujo transterminador, estos vientos viajan a velocidades de 
varios kilómetros por segundo, probablemente impulsados por la 
interacción del planeta con el viento solar. Los investigadores pro-
ponen que cuando los vientos supersónicos interactúan con la 
atmósfera de Venus, se generan turbulencias, y que la disipación 
de esta turbulencia crea ondas de sonido con las que se inyecta 
una cantidad importante de energía en la atmósfera. Esta energía 
debe rebasar con mucho la energía perdida por fricción. De he-
cho, los investigadores predicen que las ondas sonoras creadas 
por el proceso de inyección de energía tienen una intensidad tal, 
que debería poder medirse en el futuro.
El satélite Akatsuki, lanzado a fines de mayo desde el Centro 
Espacial Tanegashima, en Japón, llegará a Venus en diciembre y 
comenzará a enviar datos meteorológicos que ayudarán a poner 
a prueba esta hipótesis.
Venus: importante descubrimiento
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Entender la vida siempre ha sido complicado. Es claro que hay cosas que están vivas (plantas, animales) y otras que no 
lo están (una piedra). ¿En qué consiste la diferencia?
También es claro que algo que está vivo puede dejar de estarlo. 
¿Qué pierde un ser vivo al morir? La respuesta más obvia tiene 
que ver con el aire: cuando un animal muere, deja de respirar. 
La palabra “alma” viene del latín anima, que a su vez deriva 
del griego anemos, “soplo”. Por eso en muchas religiones, la 
divinidad otorga la vida a sus creaciones insuflándoles el “soplo 
divino”; el alma.
Esta idea se desarrolló para convertirse en el vitalismo: la su-
posición de que un ser vivo lo está gracias a que tiene algún tipo 
de “fuerza vital”. Fue la explicación más aceptada sobre la vida 
durante prácticamente toda la historia de la humanidad.
En el siglo XIX la joven ciencia de la química comenzó a 
cambiar las cosas. Durante mucho tiempo, las sustancias se clasi-
ficaban en dos grandes clases: las orgánicas, que se suponía sólo 
los seres vivos podían producir, y las inorgánicas, que podían fa-
bricarse sin necesidad de la fuerza vital. Pero en 1828 el químico 
alemán Friedrich Wöhler logró fabricar en el laboratorio, a partir 
de compuestos inorgánicos, una sustancia orgánica: la urea, un 
componente de la orina. A partir de ese momento, la distinción 
orgánico/inorgánico comenzó a resquebrajarse: quedaba abierta la 
posibilidad de que cualquier componente de un ser vivo pudiera 
producirse en el laboratorio. (Hoy el término “química orgánica” 
se refiere, simplemente, a la química del carbono).
Desde entonces, el aislamiento, purificación y análisis de las 
moléculas que forman a los seres vivos han permitido conocer 
cada vez con mayor detalle su composición molecular. Y la 
tecnología de síntesis química ha avanzado al grado de que hoy 
hasta los componentes más complejos de una célula, como áci-
dos nucleicos, proteínas y carbohidratos, pueden fabricarse bajo 
pedido, automáticamente.
El siguiente paso en la caída del vitalismo sería, por supuesto, 
producir una célula viva a partir de sus componentes químicos. 
El reciente anuncio, por el Instituto Craig Venter, en Estados 
Unidos, de la creación de la primera “célula sintética” es un paso 
más en este camino. No es que se creara una célula completa, 
pero sí se logró “reprogramar” una ya existente, al trasplantarle 
un genoma construido artificialmente (ver “Biología sintetica” 
en este número).
Un gran avance, sin duda, que refuerza la idea de que la vida 
es sólo una serie de procesos químicos de enorme complejidad. 
Pero el sueño de construir una célula viva completa a partir de 
sus componentes sigue pendiente… aunque quizá ya no por 
mucho tiempo.
¿Vida artificial?
comentarios: mbonfil@unam.mx
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¿cómoves?8
Marc Abrahams es editor de la revista bimestral An-
nals of Improbable Research y organizador del Premio 
Ig Nobel.
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Marc Abrahams
No fue fácil dar con detalles acerca de los 
experimentos de las agujetas sueltas del 
finado Norbert Elias, pero Ingo Mörth lo 
consiguió. Mörth, profesor de la Univer-
sidad Johannes Kepler de Linz, Austria, 
anunció la buena nueva en un artículo 
titulado “El experimento de trangresión de 
las agujetas”, que se publicó en el número 
de junio de 2007 de la revista de la Fun-
dación Norbert Elias.
“Norbert Elias acometió una serie de 
experimentos de transgresión en España, 
Francia, Inglaterra, Alemania y Suiza. 
El investigador se paseó por ciudades 
de estos países con las agujetas sueltas a 
propósito”.
Elias fue un eminente sociólogo que se 
inició en su profesión en Alemania,en los 
años 30. Luego de jubilarse como profesor 
de la Universidad de Leicester en 
1964, se dedicó a viajar y a llevar a 
cabo investigaciones sociológicas como 
subproducto de sus andanzas.
En 1965, en la villa pesquera de To-
rremolinos, España, unas muchachas le 
indicaron con risitas tontas que llevaba las 
agujetas sueltas. Mörth describe la magia 
del momento. “Al atarse las agujetas, 
Elias se sintió parte de la comunidad, al 
menos por un momento. Los habitantes del 
poblado se fijaron en él y le manifestaron 
su aprobación por corregir una situación 
perturbadora”.
Eso inspiró a Elias a emprender sus 
experimentos, para lo cual se paseó por 
toda Europa con las agujetas desatadas 
para ver qué pasaba.
En Inglaterra “sobre to-
do los varones de edad 
avanzada reaccio-
naban in-
formándo-
me acerca 
de los pe-
ligros de 
tropezarse 
e irse de bru-
ces”. En Alema-
nia “los ancianos 
me miraban con 
cierto desdén, 
mient ras que 
las mujeres re-
accionaban di-
rectamente para 
corregir el 
evidente 
trastorno, 
Sociología de 
las agujetas 
desatadas
tanto en tranvías como en 
otras situaciones”.
Así, Elias y sus agujetas in-
auguraron lo que hoy se conoce como 
“experimentos de transgresión”, aunque el 
mundo académico no se dio por enterado. 
Fue el sociólogo estadounidense Harold 
Garfinkel quien inventó el término y luego 
se hizo célebre realizando experimentos 
de esta clase. Como explica Mörth, estos 
experimentos “transgredían las suposicio-
nes bien establecidas de la vida cotidiana, 
generando consternación y azoro entre los 
circunstantes”.
Los admiradores de Elias en la Fun-
dación Norbert Elias y en otros lugares 
sabían que el personaje había hecho algo 
relacionado con agujetas sueltas, pero 
como Elias no publicó sus resultados for-
malmente, la mayoría ignoraba que había 
un texto en que el autor relataba el cómo, 
dónde y cuándo del asunto.
Gracias a Mörth, hoy los académicos 
saben que el histórico informe de Elias 
se publicó en el semanario alemán Die 
Zeit en noviembre de 1997, en la sección 
de viajes, con el título “La historia de las 
agujetas”.
Al dar a conocer la existencia del 
texto original de Elias, Mörth desató la 
investigación sobre un tema del que, por 
espacio de 40 años, los científicos se ha-
bían sentido excluidos.
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9¿cómoves?
Selección: 
Mónica Genis
La capa de hielo 
que cubre Groenlan
dia 
disminuye 200 km
3 
por año debido al 
cambio climático.
Actualmente se conocen
alrededor de 600 volcanes 
activos en el mundo.
El lago salado 
más grande del 
mundo se ubica en 
Uyuni, Bolivia, y mide 
10 500 km2.
Andrómeda
es la galaxia más lejana 
que se puede ver a simple 
vista. Está a una distancia 
de 2 500 000 años luz.
Los seres
humanos
tenemos más de 
200 tipos de células 
en el cuerpo.
Los 
glóbulos rojos
tienen una vida 
aproximada de 
120 días.
El cuerpo 
humano 
tiene cerca de 
3 000 000 de 
glándulas 
sudoríparas.
El halcón pe
regrino
alcanza una v
elocidad 
de 350 km/h
 cuando 
vuela en pica
da.
Hasta hoy
se han clasifi
cado 
más de 100 0
00 
especies de h
ongos.
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¿cómoves?10
El pasado 20 de mayo 
se dio a conocer una 
noticia que ha causado 
demostraciones tanto 
de júbilo como de 
completa consternación: 
la creación de una célula 
bacteriana controlada 
por un genoma 
sintético. ¿Cuáles son 
los antecedentes de 
esta investigación y sus 
posibles consecuencias?
Puedo afirmar —y no dudo en meter mi 
mano en el fuego por ello— que estamos 
viviendo los inicios de lo que se conocerá 
como la era de la biología molecular, la 
cual tendrá un impacto quizá mayor o por 
lo menos equivalente al descubrimiento y 
desarrollo de la energía atómica que tuvo 
lugar en la primera mitad del siglo XX. 
Durante las últimas décadas hemos acu-
mulado una enorme e invaluable cantidad 
de datos sobre la naturaleza de la infor-
mación genética. Nuestro conocimiento 
es especialmente sólido en las bacterias, 
que son los organismos celulares más 
simples y más abundantes en la Tierra. 
Tenemos una idea bastante clara acerca 
de cómo funcionan los genes bacteria-
nos, en qué forma interactúan unos con 
otros, con cuáles patrones —dependiendo 
de las condiciones ambientales— se 
encienden y se apagan, y cómo adquie-
ren nueva información genética estos 
microorganismos. A este entramado de 
conocimientos tenemos que sumarle el 
inmenso arsenal de nociones que hemos 
obtenido mediante el análisis de los más 
de 1 000 genomas bacterianos que se han 
secuenciado hasta la fecha. Este arsenal 
es especialmente relevante, ya que nos 
permite analizar, a semejanza de lo que 
hace un ingeniero cuando revisa los planos 
de un edificio complejo, el plano de vida 
de un organismo. Un grupo creciente de 
investigadores afirma que ya poseemos un 
cuerpo de conocimientos de tal magnitud 
que podemos realizar nuestros propios 
BioLoGíA SiNTéTiCa
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11¿cómoves?
diseños basados o inspirados en lo que 
ocurre en la naturaleza, y en consecuencia 
aseguran que estamos ante las puertas de 
lo que hoy en día, de manera tal vez un 
tanto presuntuosa, pero desde luego no 
infundadamente visionaria, empieza a ser 
denominado biología sintética.
Diseño genético
El término biología sintética no es nuevo 
en el lenguaje científico: surgió en los años 
80 para referirse a la tecnología reque-
rida para la producción de las primeras 
bacterias modificadas genéticamente que 
poseían uno o pocos genes ajenos a su 
patrimonio genético original; sin embargo, 
hoy por hoy el término tiene una connota-
ción mucho más amplia, ya que se refiere 
a la ciencia y a las técnicas utilizadas para 
diseñar y construir bloques de genes que 
confieran a los organismos características 
y funciones nuevas, que no existen en la 
naturaleza. Y con ello me refiero no sólo 
a la modificación de microbios para que 
tengan, digamos, la capacidad de degradar 
compuestos sintéticos o producir bio-
combustibles, sino también, en última 
instancia, a la creación de nuevos orga-
nismos vivos, diseñados en el escritorio, 
y luego generados a partir de ingredientes 
químicos obtenidos en el laboratorio.
Dicho lo anterior, parece muy probable 
que surjan juicios encontrados: así, algu-
nos opinarán que estamos frente al nuevo 
Frankenstein; para otros será el fin del 
vitalismo, posición filosófica que sostiene 
que la vida no se crea, se transmite, y, por 
lo tanto, asegura que el principio vital de 
algún modo es independiente de la estruc-
tura de la célula. 
En general, los biólogos están de 
acuerdo en que todos los seres vivos deben 
cumplir con tres requisitos 
para que pueda considerarse 
que realmente están vivos: 
primero, ser capaces de au-
tomantenerse, es decir, tener 
un metabolismo; segundo, 
poder reproducirse; y terce-
ro, poseer la capacidad de 
evolucionar. Esto es muy 
fácil de decir, pero establecer 
exactamente qué compuestos, 
qué genes y qué proteínas se 
requieren para cumplir esos 
tres requisitos, es algo muy 
diferente. 
Uno de los puntos de vis-
ta más controversiales que 
sostienen los científicos invo-
lucrados en la biología sinté-
tica es que aseguran tener un 
acercamiento experimental 
para resolver el dilema más 
importante de la biología: 
entender los principios funda-
mentales del fenómeno al que llamamos 
vida. Su propuesta es que siqueremos 
saber qué es la vida, la tenemos que sin-
tetizar en el laboratorio, bajo condiciones 
experimentales estrictas. El primer paso 
firme ya se ha dado.
Organismos artificiales
El día 20 de mayo de este año recibimos 
una noticia extraordinaria, que segura-
mente cambiará el curso de la biología 
como ciencia y tendrá, en un futuro no 
muy lejano, repercusiones enormes en 
nuestra vida cotidiana. Ese día, Daniel 
Gibson, Craig Venter y otros 22 científicos 
del Instituto J. Craig Venter de Estados 
Unidos publicaron, en la influyente revista 
Science, un artículo cuyo titulo lo resume 
todo: “Creación de una célula bacteriana 
controlada por un genoma sintetizado 
químicamente”. Y lo resume todo porque, 
en otras palabras, la lectura del artículo 
revela varias primicias trascendentales: 
que, por primera ocasión, el material 
genético de un organismo (genoma) se 
diseña por métodos bioinformáticos (com-
putacionales); que ese material genético se 
sintetiza químicamente y se trasplanta a 
una célula huésped, para dar origen a un 
organismo nuevo cuyas funciones depen-
den exclusivamente de las instrucciones 
que se le introdujeron. Los científicos 
más entusiastas opinan que se trata de 
la primera vez que se genera vida en el 
laboratorio; los más conservadores incluso 
están de acuerdo en que éste es un paso 
Miguel Ángel Cevallos
Células en división de M. mycoides artificial.
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¿cómoves?12
inicial, pero firme, para crear una célula 
viva completamente artificial.
Los inicios
El artículo aparecido en Science es el resul-
tado de muchísimos años de arduo trabajo, 
durante el cual se tuvieron que sortear innu-
merables obstáculos. Muy probablemente, 
la génesis de este proyecto ocurrió cuando 
Craig Venter (ver recuadro) se propuso, 
hace 15 años, determinar la secuencia del 
material genético de la bacteria patógena 
Haemophilus influenzae. Con las técnicas 
actuales, esta meta se pudo haber alcan-
zado, literalmente, en unos cuantos días; sin 
embargo, hace década y media obtener la 
secuencia completa del ADN de una bacte-
ria era un proyecto visionario, complicado 
y de alto riesgo, puesto que en ese entonces 
apenas surgían los prime-
ros secuenciadores automá-
ticos de ADN, y se carecía 
de herramientas compu-
tacionales para enfrentar 
ágilmente el problema. 
Muchos consideran que en 
realidad el nacimiento de 
las ciencias genómicas tuvo 
lugar mucho antes, el 28 
de julio de 1995, fecha en 
que se publicó el artículo 
que daba cuenta de este 
proyecto.
Haber elegido Haemo-
philus influenzae como objeto de estudio 
fue una decisión muy inteligente, puesto 
que se trata una bacteria que puede crecer 
en condiciones de laboratorio, cuyo geno-
ma se sabía pequeño y, por lo tanto, más 
fácil de secuenciar. Pocos meses después, 
el Dr. Venter y su equipo determinaron 
la secuencia del genoma de otra bacteria, 
Mycoplasma genitalium, que también 
crece en el laboratorio, pero en condi-
ciones mucho más estrictas que las que 
requiere Haemophilus, pese a que tiene 
un genoma mucho más pequeño que el 
que posee esta última. La idea subya-
cente en estos proyectos era determinar 
cuál es el número mínimo de genes 
requerido para que una célula pueda ser 
considerada como viva. En 1996, y luego 
de sesudos análisis comparativos entre 
los genomas de Mycoplasma y Hae-
mophilus realizados con herramientas 
bioinformáticas, los doctores Koonin y 
Mushegian, de los Institutos Nacionales de 
Salud (NIH) de Estados Unidos, estimaron 
que ese número mínimo es de 256 genes. 
Diez años después, Craig Venter y sus 
colaboradores decidieron cotejar experi-
mentalmente esta aproximación. Con ese 
fin, se empeñaron en destruir uno a uno 
los genes de Mycoplasma genitalium para 
determinar cuáles genes son esenciales 
para la vida y cuáles no. Así establecieron 
que 100 genes de esta bacteria son com-
pletamente prescindibles, y llegaron a la 
conclusión de que solamente se necesitan 
425 genes para generar un organismo con 
vida independiente, más de los predichos 
por Koonin y Mushegian, pero aún así un 
número de genes ridículamente bajo para 
un fenómeno que se consideraba intrín-
secamente complejo. Con estos números 
en mente, Venter percibió que era conce-
bible sintetizar químicamente un genoma 
pequeño y “darle vida”, transplantándolo 
a una célula huésped. Desde ese entonces, 
esto es, desde 2006, Venter y su equipo 
Lo menos que se puede decir del cientí-
fico estadounidense Craig Venter, nacido 
en 1946, es que es un personaje contro-
vertido; algunos lo califican de pedante 
e incluso de mercachifle, otros aseguran 
que es el científico más influyente del 
siglo y que su visión está cambiando 
la forma en la que se hace ciencia. Su 
perspectiva de la relación entre la ciencia 
y la industria también es radical y por ello 
se ha ganado más de un enemigo. 
Venter, bioquímico de formación, reci-
bió un doctorado en fisiología y farma-
cología de la Universidad de California, 
en 1975. Trabajó, inicialmente, en la 
Universidad Estatal de Nueva York y luego 
en los Institutos de Salud de los Estados 
Unidos, donde planteó la importancia de 
identificar los genes que desempeñan 
un papel fundamental en la fisiología 
del cerebro. Con este fin, Venter deter-
minó la secuencia parcial de un número 
enorme de los mensajes genéticos (ARN 
mensajeros) que se sintetizan en ese 
órgano. Venter, en una acción muy pu-
blicitada, intentó patentar estos genes, 
pero afortunadamente los tribunales no 
se lo permitieron. 
Pocos años después cofundó la com-
pañía Celera Genomics, y ahí se convirtió 
en el primer científico que obtuvo la 
secuencia genómica completa de un 
organismo vivo: Haemophilus influenzae. 
Lo consiguió a través de una estrategia 
novedosa llamada shotgun sequencing, 
que combinaba el poderío de los se-
cuenciadores automáticos con los de la 
bioinformática. Con esta experiencia en 
mano, Venter retó al consorcio internacio-
nal que estaba a cargo de secuenciar el 
genoma humano afirmando que él cum-
pliría esta meta en mucho menos tiempo 
y a menor costo. Y así fue: él secuenció 
el genoma humano, el suyo propio, en 
tiempo récord. Esta compañía también 
secuenció los genomas de la mosca de 
la fruta, del ratón, de la rata y del perro (el 
poodle de Venter). A Venter lo obligaron 
a abandonar Celera Genomics cuando 
se concluyó que no se podía fácilmente 
sacar provecho económico de este tipo 
de información.
En otra contribución, Venter se propuso 
explorar la diversidad microbiana de los 
océanos a través de la secuencia masiva 
de los genomas de los microorganismos 
que ahí habitan. Esta estrategia novedo-
sa para describir los componentes bacte-
rianos de un ecosistema se conoce ahora 
como metagenómica (ver ¿Cómo ves?, No. 
73) y ahora se utiliza ampliamente para 
explorar, por ejemplo, las bacterias que 
habitan nuestra piel y nuestro intestino, 
en distintas condiciones de salud y de 
dieta. Desde mi punto de vista, el diseño 
y la construcción de la primera célula 
sintética, que esbozo en este artículo, 
será un parteaguas en la historia de la 
ciencia.
Además del Instituto que lleva su nom-
bre y que cobijó el proyecto de la primera 
célula artificial, Venter ha fundado otras 
compañías como Synthetic Genomics, 
cuya meta es generar microorganismos 
modificados genéticamente para la pro-
ducción de energías alternativas como el 
etanol y el hidrógeno. Venter está más 
activo que nunca y estoy seguro que 
nos sorprenderá nuevamente con sus 
propuestas y sus descubrimientos.
¿Quién es John Craig Venter?
Mycoplasma mycoides artificial. 
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Prohibida la reproducción parcial o total del contenido,por cualquier medio, sin la autorización expresa del editor.Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, por cualquier medio, sin la autorización expresa del editor.
13¿cómoves?
se dedicaron a establecer los protocolos 
científicos para hacer que este sueño se 
concretara, lo cual ocurrió cuatro años 
después. Desde un inicio, a este grupo de 
científicos le quedó perfectamente claro 
que había que resolver dos problemas clave 
que, además, podían solucionarse inde-
pendientemente uno del otro. El primero 
era establecer cómo se podría trasplantar 
un genoma a una célula huésped y lograr 
que éste sustituyera al original y así “to-
mara” el control de las funciones celulares. 
El segundo se centraba en cómo sintetizar 
químicamente un genoma.
Los primeros éxitos
Contra todos los pronósticos, estas metas 
se resolvieron rápidamente: en 2007, 
Venter y colaboradores publicaron en 
Science un artículo intitulado “Trasplantes 
de genomas en bacterias: cambiando una 
especie en otra”, en el cual daban cuenta 
de cómo resolvieron el primer problema. 
Meses después, en la misma revista salió 
publicado otro artículo de dichos autores, 
cuyo título era “Síntesis química com-
pleta, ensamblaje y clonación del genoma 
de Mycoplasma genitalium”, con el que 
anunciaban que habían resuelto el segundo 
problema. Es decir, en 2008 ya tenían 
establecida una metodología para crear, 
por vez primera en la historia, un célula 
sintética viva.
Durante los dos años siguientes, los 
investigadores del Instituto J. Craig Venter 
pulieron sus estrategias experimentales 
y replantearon sus metas: la primera de 
ellas fue establecer que el genoma ideal 
para trabajar no era el de Mycoplasma 
genitalium, sino el de su primo hermano 
Mycoplasma mycoides, un organismo de 
genoma más grande, pero mucho más fácil 
de manejar en el laborato-
rio; la segunda meta fue 
utilizar como célula hués-
ped a otro primo hermano: 
Mycoplasma capricolum, 
parecido en muchos sen-
tidos al anterior, pero con 
características distintivas 
tanto genéticas como fi-
siológicas que permiten 
diferenciar perfectamente 
las dos especies de Myco-
plasma. 
Célula artificial
Para asegurar el éxito de 
estos experimentos, Venter y sus com-
pañeros decidieron que en un inicio era 
más prudente imitar a la naturaleza, así es 
que se impusieron la tarea de diseñar un 
genoma muy parecido al de Mycoplasma 
mycoides, pero incluyendo en él ciertas 
diferencias genéticas —a las cuales llama-
ron, como si fueran papel moneda, marcas 
de agua— con el único propósito de hacer 
que el genoma artificial fuera fácilmente 
distinguible del nativo, y descartar cual-
quier tipo de contaminación.
El equipo de los doctores Gibson y 
Venter construyó el genoma artificial 
empleando un método similar al que se 
utiliza para diseñar y fabricar un rom-
pecabezas, y luego para armarlo. Ante 
todo, para crear un rompecabezas es 
indispensable tener bien clara la imagen 
que se quiere plasmar; una vez delineada 
esa imagen, es preciso elaborar las piezas 
del rompecabezas pensando en que sean 
del mismo tamaño, y desde luego, en 
que no se repitan. Cuando ya se procede 
a armar el rompecabezas, el procedi-
miento usual consiste en unir las piezas 
por grupitos, y al final, ensamblar todos 
estos grupitos para reconstruir la imagen 
diseñada. Del mismo modo, el equipo de 
Gibson y Venter sintetizó químicamente 
1 078 fragmentos de ADN, cada uno de 
ellos con una longitud de poco más de 
1 000 pares de bases (pb), que abarcaban 
la totalidad del genoma diseñado. Luego 
ensamblaron los fragmentos de 10 en 10, 
para acabar con una colección de 109 frag-
A) Se diseña en la computadora un genoma similar al de Mycoplasma mycoides y se incluyen en 
el diseño secuencias de ADN específicas para reconocer el genoma artificial (marcas de agua) y 
poderlo trasplantar. B) Siguiendo las pautas del diseño, se sintetizan químicamente fragmentos de 
1 000 pares de bases (=1Kb). C) Estos fragmentos se unen usando manipulaciones genéticas dentro 
de la levadura, en el orden requerido, de 10 en 10, para producir casetes de 10 Kb. D) Los casetes 
de 10 Kb se unen, nuevamente dentro de la levadura, en el orden predeterminado para generar 11 
casetes de 100 Kb cada uno. E) Del mismo modo, se unen los casetes de 100 Kb para finalizar con 
el genoma artificial completamente armado. F) Se trasplanta el genoma artificial en las células de 
Mycoplasma capricolum. El genoma artificial desplaza al nativo de Mycoplasma capricolum. G) En 
poco tiempo, la célula trasplantada “obedece” las instrucciones del genoma artificial y se convierte 
en la versión artificial de Mycoplasma mycoides.
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Colonias de la bacteria Mycoplasma mycoides artificial. 
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¿cómoves?14
mentos más grandes a los que llamaremos 
casetes de cerca de 10 000 pb cada uno. Es 
muy importante subrayar que este primer 
ensamblaje se hizo, aunque parezca una 
locura, dentro de la levadura de la cerveza 
(Saccharomyces cerevisiae). Esto se debe 
a que se han desarrollado manipulaciones 
genéticas que permiten “pegar” pedacitos 
de ADN en un orden preestablecido, de 
una manera ágil y barata, dentro de este 
microorganismo. Este procedimiento 
puede hacerse perfectamente en el tubo 
de ensayo, según estos mismos autores han 
demostrado, pero en esa forma resulta más 
lento y más costoso.
La tercera etapa del proyecto consistió 
en purificar los 109 casetes y “pegarlos”, 
nuevamente en grupitos de 10, en un orden 
establecido, para así lograr 11 segmentos 
ensamblados de alrededor de 100 000 
pb cada uno, utilizando asimismo la 
levadura como vehículo para hacer esta 
manipulación genética. En la siguiente 
etapa se procedió de manera similar: se 
purificaron los 11 segmentos de 100 000 
pb y se pegaron, con la misma estrategia, 
en el orden requerido y de esta manera 
llegar finalmente a una sola molécula de 
aproximadamente 1.1 millones de pb, 
que corresponde precisamente al genoma 
completo artificial previamente diseñado. 
Posteriormente, el genoma artificial se 
extrajo de la levadura.
Gibson y Venter tenían bien claro que 
si querían trasplantar exitosamente su 
genoma artificial ante todo debían evadir 
el sistema de defensa de la célula huésped, 
pues las bacterias poseen enzimas, cono-
cidas como enzimas de restricción, que 
destruyen cualquier ADN que provenga 
de fuera. Este mecanismo, obviamente no 
surgió para hacerles la vida difícil a los 
investigadores, sino para destruir el mate-
rial genético de los virus que las infectan. 
Las bacterias han desarrollado, al mismo 
tiempo, enzimas que modifican su propio 
ADN (metilasas), a fin de evitar que las 
enzimas de defensa confundan lo propio 
con lo ajeno y lo destruyan. Por ello, estos 
investigadores purificaron las enzimas 
de protección de ADN de Mycoplasma 
capricolum, y las usaron para proteger su 
genoma artificial.
Para poder lograr el trasplante, se 
incubó el ADN protegido del genoma 
sintético con las células de Mycoplasma 
capricolum, en presencia de un sustancia 
(polietilenglicol) que promueve la entrada 
del ADN a las células. Por un mecanismo 
que todavía no se entiende a cabalidad, las 
células que reciben el genoma sintético 
eliminan el propio. 
Otro reto importante al que tuvieron 
que enfrentarse estos investigadores 
fue el de buscar una manera eficiente 
de reconocer a las pocas células en las 
cuales ocurrió el trasplante, distinguién-
dolas de aquellas células huésped que 
permanecieron sin cambio. Con este fin, 
mañosamente introdujeron en el genoma 
sintético, además de las marcas de agua, 
que ya mencioné, dos propiedades que 
están ausentes en el genoma de las células 
huésped: un genque confiere resistencia 
al antibiótico Tetraciclina y otro gen que 
provoca que las células se vuelvan azules en 
presencia de un reactivo químico especial. 
Comprobaron así que las células en las que 
ocurrió el trasplante se volvieron azules en 
presencia de este reactivo y crecieron en 
medio de cultivo con Tetraciclina. Para que 
nadie tuviera dudas acerca de su trabajo, 
los científicos purificaron el genoma de las 
células trasplantadas, lo secuenciaron y cer-
tificaron que todas las marcas de agua que 
introdujeron en el diseño original estaban 
realmente ahí presentes.
Las células con el genoma sintético 
fabricaron poco a poco nuevos componen-
tes celulares, siguiendo las instrucciones 
presentes en el nuevo genoma, hasta sus-
tituir por completo todos los componentes 
de la célula original, como posteriormente 
demostró el equipo de Gibson y Venter. 
Hasta ese momento, se obtuvo, por fin, una 
célula cuya estructura y fisiología depende 
exclusivamente del genoma artificial. 
Perspectivas
El anuncio de la construcción de la pri-
mera célula artificial ha causado demos-
traciones tanto de júbilo como de completa 
consternación. Muchos investigadores 
están convencidos que ésta es una nueva 
avenida para construir, de manera fácil y 
económicamente rentable, bacterias que 
fabriquen, por ejemplo, medicamentos 
novedosos o biocombustibles; también 
existen otros para los que estas innova-
doras tecnologías hacen factible producir 
organismos que sirvan de biosensores para 
vigilar el medio ambiente o mejor aún, 
para estudiar las bases de la vida misma. 
Pero también hay muchos científicos que 
temen que esta tecnología recién nacida 
constituya el camino para crear inauditas 
y más potentes armas biológicas. Otros 
temen que no podamos evaluar todavía las 
consecuencias ecológicas del “escape” al 
medio ambiente de alguno de los futuros 
organismos artificiales. Ante la noticia, el 
Vaticano expresó que la nueva tecnología 
puede ser un desarrollo positivo si se usa 
correctamente, no sin dejar clara su firme 
creencia en que sólo Dios es capaz de crear 
la vida. Bajo este abanico de opiniones y 
de confusas perspectivas, Estados Uni-
dos y los países que conforman la Unión 
Europea —y espero que México no se 
quede atrás— están organizando foros de 
bioética que sopesen la situación, analicen 
las consecuencias de esta nueva ciencia y 
establezcan códigos de ética, evidente-
mente muy necesarios. 
Para concluir, me gustaría recalcar 
que las tecnologías no son buenas ni 
malas, todo depende de cómo se usen. 
Por ejemplo, la pólvora puede usarse en 
los festivos fuegos artificiales o en una 
bomba. La morfina puede usarse como un 
analgésico maravilloso o como una droga 
terriblemente adictiva. La energía atómica 
se puede usar para borrar de un solo golpe 
a una ciudad entera, o proveerla de toda la 
energía eléctrica que necesita. Así es que 
informar y reflexionar cuidadosamente 
sobre las nuevas tecnologías es esencial 
para promover su uso adecuado.
Miguel Ángel Cevallos, frecuente colaborador de ¿Cómo 
ves?, es doctor en investigación biomédica básica y 
especialista en genética molecular bacteriana. Trabaja 
en el Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y está 
dispuesto a recibir estudiantes interesados en realizar 
un posgrado.
Mycoplasma capricolum. 
Mas inforMaCión
www.gen-es.org/12_publicaciones/•	
docs/pub_75_d.pdf
www.biologia-sintetica.org/•	
biosistemas
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15¿cómoves?
Personalmente
Concepción Salcedo Meza
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“Cuando ocurre un terremoto, se 
despierta en mí algo instintivo, algo 
animal. Me enfrento a la disyuntiva 
de no moverme para experimentar el 
fenómeno y la necesidad de despla-
zarme para ponerme a salvo. Quiero 
entender cómo y por qué ocurren los 
terremotos, por medio de modelos 
matemáticos. Estos modelos permiten 
generar escenarios sísmicos verosí-
miles para evaluar el peligro en zonas 
urbanas vulnerables”.
Víctor Manuel Cruz Atienza, que a 
sus 35 años es especialista en física 
de sismos, nos recibe en el Instituto 
de Geofísica de la UNAM, donde desde 
2007 es investigador del Departamen-
to de Sismología.
Se autodefine como un bicho raro 
afectuoso, independiente, contesta-
tario, que disfruta bailar. Sus cuatro 
abuelos fueron exiliados de la guerra 
civil española. “Mi padre, Aurelio Cruz 
Valverde, es ingeniero de la UNAM y mi 
abuelo materno fue comisario de Ma-
drid durante la guerra. Mi bisabuela, 
Rocío González, fue una de las prime-
ras toreras españolas. Por cierto, mi 
apellido Cruz es prestado, ya que al 
llegar a México mis abuelos cambiaron 
de apellido en honor al padrastro de mi 
abuelo, Litri Cruz, también torero”.
Han pasado 17 años desde que 
realizaba experimentos en la Feria de 
Ciencias y Humanidades de la pre-
paratoria. “Cuando 
exponía mis ex-
perimentos, ya 
fuera sobre el 
equilibrio es-
tático o la tra-
yectoria curva 
de un balón 
en vuelo, tra-
taba de develar 
las leyes ocultas 
del compor-
tamiento 
Un bicho raro ante “animales diferentes”
de la materia”. Hoy sus preguntas 
científicas atienden a la física de los 
terremotos: las leyes que determinan 
su dimensión y sus efectos, así como 
el efecto de las propiedades del suelo 
en la propagación de las ondas sís-
micas. “Cada terremoto es un animal 
diferente”, dice Víctor Manuel.
Para responder a estas incógnitas 
se ha preparado teórica, intelectual 
y emocionalmente. “Se necesita una 
gran serenidad para hacer ciencia”, 
considera Cruz Atienza. En 2000 el in-
vestigador terminó la carrera de geofí-
sica en la UNAM y obtuvo la Medalla 
Gabino Barrera. Después de entrar al 
Centro de Investigación Sísmica, hizo 
la maestría en el Instituto de Geofí-
sica de la UNAM, donde continuó su 
acercamiento a la sismología con los 
doctores Javier Pacheco Alvarado y 
Shri Krishna Singh. Posteriormente 
hizo el doctorado en geofísica y cien-
cias del Universo en la Universidad de 
Niza-Sophia Antipolis. “En Francia, mi 
guía fue el doctor Jean Virieux, quien 
me enseñó el rigor y la paciencia, pero 
sobre todo a soñar y aspirar en la cien-
cia a lo que parece inalcanzable”. 
A Cruz Atienza le ha tocado vivir, en 
el ámbito de la sismología, una revo-
lución científica iniciada por el grupo 
de investigación francés con el que 
actualmente colabora. Durante mu-
cho tiempo el ruido sísmico ambiental 
se consideró inútil. Hoy, éste resulta 
esencial para determinar la estructura 
interna del planeta y cuantificar las 
variaciones de las propiedades mecá-
nicas de la corteza terrestre después 
de un terremoto o en el interior de 
un volcán.
En su corta pero fructífera trayec-
toria de investigación, Víctor Manuel 
ha realizado aportaciones significati-
vas: ha establecido técnicas sismo-
lógicas para cuantificar la fricción en 
las fallas geológicas y, en California, 
escenarios sísmicos para evaluar el 
peligro en caso de que ocurra un sis-
mo importante en la Falla de San An-
drés. Construir escenarios sísmicos es 
uno de los avances más significativos 
de los últimos años en la sismología 
mundial, y Víctor Manuel considera 
que podrán aplicarse al Valle de Méxi-
co este año.
Otro avance logrado por el joven 
investigador es explorar la estructura 
interna de la Tierra en varias regiones 
del país. Esto ha permitido hacer esti-
maciones más confiables de la forma 
en que se propagan las ondas sísmi-
cas en México. “Una de las mayores 
virtudes de la sismología es su capaci-
dad de revelarnos la estructura interna 
del planeta”, observa. Recientemente, 
Víctor Manuel ha podido determinar 
la geometría de la transición entre la 
corteza terrestre y el manto superior 
(la región del interior de la Tierra que 
se encuentra bajo la corteza) a unos 
42 kilómetros de profundidad bajo la 
Ciudad deMéxico. El investigador de-
terminó, junto con colegas, que esta 
interfaz tiene una inclinación hacia el 
este en dirección al volcán Popocaté-
petl, donde la corteza es más profunda. 
Paralelamente ha propuesto, a partir 
del análisis de las ondas sísmicas 
generadas por las explosiones de ese 
volcán, una escala universal de magni-
tud para erupciones volcánicas de ese 
tipo, análoga a la de Richter, que se 
usa para clasificar terremotos.
“Hoy mi ilusión es ejercer libertad 
de pensamiento y realizar trabajos 
de calidad, entendiendo los fenóme-
nos”, concluye este investigador que 
representa a la nueva generación de 
sismólogos.
Me gusta: Tocar guitarra clásica, leer y 
bailar salsa y música electrónica.
Odio: La hipocresía y la violación del sen-
tido común.
Víctor Manuel Cruz Atienza
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¿cómoves?16
El piano moderno proviene de antepa-
sados ilustres. Éstos son el clavecín (o 
clavicordio) y el harpsicordio, instru-
mentos de los siglos XVI y XVII con 
teclados similares al del piano, pero de 
sólo tres o cuatro octavas (el piano tiene 
siete). El clavecín y el harpsicordio 
evolucionaron a su vez a partir de 
otros instrumentos: el clavecín del 
salterio, o psalterium romano, que 
se toca actualmente en nuestras 
bandas, y el harpsicordio de la lira 
griega, por cierto de origen egipcio, 
instrumento de siete cuerdas que ya es 
pieza de museo.
El sonido de los ancestros del piano 
era débil en intensidad y de timbre algo 
ríspido, pese a lo cual fue en estos instru-
mentos en los que Johann Sebastian Bach 
compuso gran parte de su obra.
En respuesta a un problema
El mecanismo del piano fue la respuesta 
a un problema práctico de los músicos 
del siglo XVII. El harpsicordio daba un 
De los instrumentos musicales, el gran 
órgano tubular de concierto es sin duda 
el rey, y la guitarra, por popular, es la 
princesa. En este elenco 
de la nobleza musical, 
el piano moderno de 
cola viene a ser el 
príncipe.
El piano:
José de la Herrán
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tecnología al servicio de la música
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17¿cómoves?
sonido robusto que podía llenar salas 
grandes, pero no permitía variaciones de 
intensidad sonora; en el clavecín, en cam-
bio, el ejecutante tenía más control sobre 
la intensidad de cada nota, pero el sonido 
total era apagado. Había que construir un 
instrumento que combinara las ventajas 
del clavecín y el harpsicordio, sin sus 
desventajas.
A principios del siglo XVIII, Bar-
tolomeo Cristofori en Florencia, Italia, 
construyó un instrumento en el que las 
cuerdas son golpeadas por unos martillos 
pequeños (llamados martinetes) en vez 
de pulsadas por uñas. Simultáneamente, 
a Jean Marius en Francia se le ocurre la 
misma idea, así que los franceses dicen 
que el pianoforte fue inventado por Marius 
y los italianos dicen que fue inventado por 
Cristofori.
La aportación más importante de 
Cristofori es el mecanismo que transmite 
el movimiento de la tecla al martinete, 
mecanismo que se conoce como acción. 
Si se transmitiera directamente el movi-
miento de las teclas a los martinetes, éstos 
se quedarían pegados a la cuerda mientras 
la tecla estuviera oprimida, con lo que 
apagarían el sonido. Hacía falta un meca-
nismo que lanzara el martinete contra la 
cuerda y luego lo dejara retirarse para que 
ésta pudiera vibrar libremente mientras 
la tecla seguía en posición oprimida. Al 
mismo tiempo, para obtener el anhelado 
control sobre la sonoridad de cada nota, 
la fuerza de golpe del martinete tenía que 
ser proporcional a la fuerza con que el 
ejecutante golpea la tecla: golpes ligeros 
para obtener una nota piano (débil) y 
golpes fuertes para obtener una nota forte 
(sonora). El mecanismo que cumplía estos 
objetivos era un problema tecnológico de 
alta complejidad, que Cristofori resolvió 
entre fines del siglo XVII y principios del 
XVIII. La acción de los pianos modernos 
es descendiente directa de la que inventó 
Cristofori hace 300 años, pero con mejoras 
que fueron surgiendo poco a poco.
El piano se internacionaliza
El fabricante de órganos alemán Gottfried 
Silbermann tomó las ideas de Cristofori 
y Marius, las mejoró y construyó un par 
de instrumentos. Luego le mostró uno de 
éstos a Johann Sebastian Bach. El piano 
no resultó del agrado de Bach. Las notas 
del registro agudo le parecieron dema-
siado débiles y la acción del teclado 
demasiado dura. Silbermann, que tenía 
su carácter, se enemistó con Bach por 
aquella crítica, pero evidentemente ésta le 
hizo mella, pues se dedicó a corregir los 
defectos señalados por el gran organista y 
compositor. Así, años después, los pianos 
de Silbermann, ya corregidos, fueron un 
éxito en Alemania. Uno de éstos, pertene-
ciente al rey de Prusia Federico el Grande, 
que era músico y compositor, fue tocado 
por Bach en 1747. En aquella memorable 
ocasión Bach, don Federico y todos los 
presentes quedaron encantados con el 
nuevo instrumento.
El siguiente innovador importante en 
la historia del piano fue un constructor 
llamado Johann Andreas Stein, aprendiz 
del taller de Silbermann. Stein mejoró la 
acción del piano. Sus innovaciones per-
mitían más control sobre las notas suaves. 
Esta característica impresionó mucho a 
Wolfgang Amadeus Mozart, que visitó 
a Stein en 1777. El constructor austriaco 
también dio mayor solidez a la estructura 
del instrumento, evitando así que se desa-
finara frecuentemente y aumentando nota-
blemente su sonoridad. En el mismo año, 
los escoceses John Broadwood y Robert 
Stodart, junto con el holandés Americus 
Backers, construyeron un piano en la caja 
de un harpsicordio y luego se dedicaron 
a construir pianos cada vez más grandes, 
sonoros y resistentes: los antepasados 
directos del piano de cola de hoy.
Esa gran sonoridad de los pianos 
construidos a partir de entonces, mucho 
mayor que la de los clavecines, permitió 
organizar orquestas con mayor número de 
ejecutantes, logrando que los conciertos 
y recitales de piano se escucharan bien 
en las grandes salas. La superioridad de 
aquellos pianos influyó grandemente en 
compositores como Ludwig van Beetho-
ven y Joseph Haydn, quienes recibieron 
pianos como obsequio de la compañía 
Broadwood. A esta compañía se debe 
también el incremento del número de 
teclas hasta cinco octavas y más.
Pianos más grandes y sonoros
Es natural que el impacto producido en la 
corte de Federico el Grande por la interpre-
tación de Bach y por la sonoridad del nuevo 
instrumento se propagara a las cortes de 
Francia, Austria e Inglaterra. El pianoforte 
iniciaba su carrera de príncipe.
Los constructores de aquellos países 
comenzaron a trabajar ideando y reali-
zando mejoras al nuevo instrumento, que 
tomó dos formas: el piano de cola, llama-
do grand en inglés y más poéticamente 
Flügel (o sea, piano “de alas”) en alemán, 
y el piano vertical, más adaptable a las 
salas de estar de las casas por su tamaño. 
De todas maneras, el pianoforte era un 
instrumento para gente adinerada por su 
elevado precio. Tendrían que pasar poco 
más de 100 años para que la casa Steinway 
produjera en Estados Unidos pianos verti-
cales a precios accesibles para las familias 
de aquel país.
En ese lapso el teclado del piano fue 
creciendo en longitud y la sonoridad del 
instrumento fue aumentando: aquellos 
teclados en los primeros pianofortes 
tenían sólo cuatro octavas, como en los 
clavecines. La nueva calidad de timbre tan 
agradable, así como la mayor capacidad 
dinámica de expresión provocó una fuerte 
Si el piano no es el rey de los instrumen-
tos musicales(este honor corresponde 
al gran órgano tubular de concierto), sí 
es el más importante, porque ha sido 
el instrumento que más ha aportado al 
acervo de la música clásica occidental. 
¿Por qué tanta popularidad entre los 
compositores? La respuesta está en 
sus múltiples cualidades. He aquí las 
principales:
Una amplia gama de frecuencias, •	
esto es, desde la nota más grave, 
el La de la extrema izquierda, hasta 
la más aguda, el Do de la extrema 
derecha; en total, 88 teclas.
La posibilidad de tocar simultánea-•	
mente muchas notas; es decir, su 
capacidad polifónica.
Su amplia gama de sonoridad, que •	
va desde las notas fuertes y bri-
llantes (forte), hasta las suaves y 
melodiosas (piano), sonoridades que 
se consiguen variando la fuerza con 
que se pulsa el teclado, y en el caso 
de las notas más suaves, aplicando 
el pedal izquierdo, o sordina. De ahí 
el nombre completo del instrumento: 
pianoforte.
Se puede usar solo, o para acompa-•	
ñar otros instrumentos, como la voz 
o la orquesta completa.
Su construcción y solidez garantiza •	
siglos de servicio: hay pianos de más 
de 200 años de antigüedad que es-
tán siempre listos, previa afinación, 
para ser tocados.
Un instrUmento popUlar
El piano:
tecnología al servicio de la música
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¿cómoves?18
Martinete
Silenciador
Brazo del martinete
Palanca del 
silenciador
Palanca de escape
Puente
Regulador
EmpujadorPalanca de repetición
Rodillo
Palanca de la tecla
Pivote
Tecla
Cuerda
interacción entre músicos y constructores. 
Los primeros solicitaban más amplitud 
de teclado y mejor acción mecánica y los 
últimos perfeccionaban dicha acción e in-
crementaban la sonoridad del instrumento. 
En 1846 el compositor polaco Frederic 
Chopin recibió de Inglaterra un piano 
de cola de la compañía Broadwood que, 
además de su mayor sonoridad y acción 
mejorada, contaba con un teclado de seis 
y media octavas: un total de 80 teclas. 
Los pianos actuales tienen 88 teclas, que 
abarcan las frecuencias desde el La bajo de 
27.5 hertz hasta el Do de 4186 hertz.
Los constructores luchaban por au-
mentar la sonoridad y para lograrlo había 
dos caminos: hacer las cuerdas más grue-
sas o poner más de una cuerda para cada 
nota. Ambos caminos requerían que el 
arpa, como se llama el marco rígido que 
mantiene tensas las cuerdas, resistiera una 
tensión cada vez mayor. El arpa se hacía 
de madera. Para darle la resistencia reque-
rida hubo que hacerla de hierro. El primer 
piano con arpa de hierro fue presentado en 
Boston por el fabricante Alpheus Babcock. 
Esta mejora en el arpa permitió además 
que la afinación del instrumento fuera 
mucho más duradera, ya que el arpa de 
hierro no se vence ni se deforma con el 
tiempo, como pasaba con las de madera, 
por rígidas que fueran. 
Los pianos actuales tienen una cuerda 
por nota en el registro grave (cuerda que 
se fabrica envolviendo en una espiral de 
cobre un núcleo de acero), dos cuerdas 
por nota para los medios y tres para las 
notas agudas, con tensiones de entre 70 y 
90 kilogramos por cuerda. Estas tensiones 
sumadas someten el arpa a una carga de 
hasta 20 toneladas.
La casa Steinway
Según una tradición familiar, Heinrich 
Engelhard Steinweg construyó su 
primer piano de cola en la cocina 
de su casa en la pequeña ciu-
dad de Seesen, Alema-
nia. Era claro que un 
posible negocio 
como el que podía 
surgir de aquel 
primer piano no 
era para aquella 
ciudad. En 1849, Charles Steinweg, hijo 
de Heinrich, optó por emigrar a Esta-
dos Unidos, como muchos alemanes de 
ideología liberal de la época. No tardó 
en conseguir empleo como fabricante de 
muebles, y ya establecido, mandó llamar 
a su familia, que llegó a Nueva York el 29 
de junio de 1850. Luego de modificar su 
apellido a Steinway para que sonara mejor 
en inglés, Heinrich (ahora Henry) fundó la 
firma Steinway & Sons.
Charles Steinway y su hermano Theo-
dor Steinweg (que había permanecido en 
Alemania para hacerse cargo del negocio 
familiar allí) intercambiaban información 
acerca de sus respectivos experimentos 
con el piano, los cuales llevarían a la casa a 
obtener 18 patentes en el lapso de 20 años. 
El primer invento de la casa Steinway fue 
el piano de cola con encordado cruzado. 
Esta forma de distribuir las cuerdas en 
diagonal en el interior del instrumento ya 
se usaba en pianos rectangulares y tenía 
la ventaja de ahorrar espacio. Charles la 
aplicó al piano de cola, con lo que pudo 
hacer más largas las cuerdas graves en 
vez de tener que hacerlas más gruesas, lo 
que mejora sus cualidades acústicas y su 
sonoridad.
Charles era también un avezado ven-
dedor. Esta combinación de habilidades 
técnicas y de mercadeo contribuyó a la 
innovación más importante que aportó 
Steinway: diseñar y producir en masa 
pianos verticales que, por su precio y su 
tamaño, pronto invadieron los hogares 
estadounidenses.
Otra innovación importante de la casa 
Steinway fue el tercer pedal, el del centro, 
que deja sonando las notas que estén opri-
midas al aplicar el pedal, dejando las de-
más notas apagadas por los silenciadores. 
Esto permite sostener esas notas mientras 
el pianista usa las dos manos para tocar 
otras. A fines del siglo XIX el pianista y 
compositor húngaro Franz Liszt 
compuso piezas que hacían uso de 
esta innovación tecnológica, que hoy 
es estándar en los pianos de cola.
La fama de la casa Steinway 
llegó a Europa, principalmen-
te con la apertura de la 
primera de muchas Sa-
las Steinway, en el bajo 
Manhattan, adonde eran 
invitados los pianistas 
europeos más famosos 
La acción en un piano vertical.
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19¿cómoves?
a tocar en pianos de esa marca. Esto 
impulsó la demanda de instrumentos y 
el consiguiente establecimiento de la fá-
brica Steinway en Hamburgo, Alemania, 
con sus representantes para toda Europa 
situados en Londres. Es común pensar 
que la Steinway, como empresa, surgió en 
Alemania y después vino a América, pero 
en realidad fue al revés.
La era de la electrónica
Para comienzos del siglo pasado ya había 
en Europa una veintena de marcas, entre 
pianos rusos, franceses, italianos, austria-
cos, ingleses y de otros países. En Estados 
Unidos había otras tantas, pero casi siem-
pre los Steinway de cola dominaban en 
los auditorios más famosos (como hasta 
hoy). El piano se había coronado como el 
príncipe de los instrumentos musicales.
También a principios de aquel siglo 
comenzaba la electrónica, con la invención 
del bulbo, y como era de esperarse, surgió 
la pregunta: ¿Qué posibilidad habría de 
construir instrumentos musicales basados 
en aquella nueva ciencia? En 1935 Laurens 
Hammond puso a la venta en Chicago el 
primer teclado electrónico, al que llamó 
Solovox. Este instrumento tenía solamen-
te dos octavas y varios “registros” que 
imitaban el sonido de otros instrumentos 
y se adaptaba al piano, atornillando el 
pequeño teclado a la derecha del pianista. 
El Solovox fue el precursor de los teclados 
electrónicos, que se hicieron populares 
después de la Segunda Guerra Mundial, 
especialmente con los aparatos de Bob 
Moog, quien construyó el primer sintetiza-
dor, teclado en el que el ejecutante puede 
generar toda clase de sonidos y efectos 
musicales ajustando una serie de perillas 
e interruptores que accionaban oscilado-
res, amplificadores, filtros y otras formas 
electrónicas de manipular el sonido. El 
sintetizador brindó a los compositores 
sonidos nunca antes escuchados (ver “A 
la conquista del espacio de los sonidos”, 
¿Cómo ves? No. 27).
Después de la Segunda Guerra Mun-
dial, el balance industrial, económico

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