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1 Praxis y Formación docente: aportes de la Psicología Educacional para entramar trayectorias Ficha de Cátedra 2014 PSI/ UBA García Labandal Livia González Daniela Meschman Clara La Psicología Educacional y la formación docente “Falta reflexionar sobre las prácticas de formación de las instituciones, el modo en que propician la articulación de saberes como los que configuran la actuación de un docente, definen el modo en que los profesores se insertan en la institución educativa, estructuran sus miradas sobre los alumnos, le permiten enseñar algo. En cualquier caso, como dice Gilles Ferry, la formación de un docente es siempre un camino sinuoso. Lo que no podemos olvidar es que, al final de ese camino están el aula y la escuela. De lo contrario, podremos formar excelentes divulgadores científicos o excelentes analistas culturales, pero esto no necesariamente se traducirá en la formación de buenos educadores, con toda la carga social, política y ética que conlleva la tarea de enseñar”. Gabriela Diker (2012) La Psicología Educacional constituye un área generadora y problematizadora en la investigación psicológica actual. Es por ello que en su enfoque de la Formación Docente - temática que ha sido foco de interés creciente en la última década para diferentes ciencias de la educación -, se sitúa en un lugar estratégico para la posibilidad de transformación educativa. Desde hace casi dos décadas, ha crecido la preocupación y el interés por la profesionalización docente, siendo tema central en la agenda política de América Latina, en tanto la misma reconoce el carácter estratégico del factor humano en la prestación del servicio educativo. No es casual que el número de investigaciones en la región sobre el tema haya aumentado, cuando se expandió el enfoque de la formación docente asociado con la pedagogía crítica y con la investigación desde la reflexión en la práctica, que valoró la capacidad de los profesores de producir conocimiento y postuló la unión de «investigación reflexiva» y «enseñanza reflexiva» como una propuesta múltiple y articulada de enseñanza, aprendizaje e investigación. Autores como Zeichner, Schön, Imbernón y otros, están siendo leídos, valorados y reapropiados en el campo de las diversas ciencias de la educación latinoamericana. La formación docente es pues una temática de la educación cada vez más articulada con diferentes procesos de investigación. Ella implica al mismo tiempo procesos institucionales de cambio y procesos de aprendizaje entre pares e individuales. A su vez, la Psicología Educacional ha brindado una contribución significativa a la práctica pedagógica, a partir de su indagación de los procesos de aprendizaje en el aula, ayudando a fortalecer la profesión docente, mediante la construcción y validación de herramientas y dispositivos efectivos para indagar las formas de construcción de conocimientos de los docentes en formación. Recordemos que ya César Coll, en la década del 90 (Coll, 1990) señalaba que la Psicología Educacional nació como la disciplina psicológica que, al explicar científicamente el aprendizaje humano, constituiría las 2 bases para la construcción y diseño de métodos de enseñanza eficaces para responder a la demanda educacional creciente. Sin embargo, la complejidad de los fenómenos educativos y el desarrollo de otras ciencias de la educación demostró: a) la necesidad de los enfoques interdisciplinarios de los fenómenos educativos, y b) los límites del aplicacionismo reduccionista unidireccional, que pretendía fundamentar sólo en la teoría psicológica la práctica educativa. El desarrollo de la psicología cognitiva y el estudio de los procesos de cambio conceptual vinculados a contextos de enseñanza, constituyeron otra contribución decisiva al requerimiento de bidireccionalidad y retroalimentación entre Psicología y Educación, aprendizaje y enseñanza, sujeto y contexto, teoría y práctica, abriendo nuevos rumbos a los debates sobre la formación y la profesionalización docente. Profesionalización docente Para responder a los requerimientos de una educación de calidad para todos, es indispensable promover la profesionalización de los docentes, tema central en la actualidad de diversos estudios y debates en el campo de la educación, en los países de América Latina. Las tendencias del desarrollo profesional y las nuevas necesidades de formación del profesorado, han sido generadas tanto por factores organizativos externos al sector educativo como internos, de reestructuración ante los cambios económicos, políticos, sociales y culturales. La apuesta a mejorar la educación requiere la participación activa y creativa del personal docente, con actitudes y competencias específicas. En tal sentido, ha cobrado relevancia el interés por el proceso de formación docente–inicial y continua-, considerando que el mejoramiento de la calidad de la educación demanda el desarrollo de conocimientos y habilidades específicas en los nuevos profesionales. La calidad del recurso humano tiene una importancia estratégica en educación. Si se quiere modificar el modo de hacer las cosas en el aula, para mejorar la calidad de los aprendizajes efectivamente desarrollados, se deberá poner en el centro de la agenda la cuestión de la profesionalización de los docentes, desde una perspectiva integral. El énfasis en la profesionalización del docente implica una nueva lógica, que basa los procesos de toma de decisiones respecto de qué se aprende, cómo se enseña y cómo se organiza, en los avances de los conocimientos científicos y técnicos en la especificidad del saber pedagógico. La importancia de los profesores en cualquier intento de reorganización educacional ha sido ampliamente reconocida. Los profesores actúan como intérpretes de ideas y portadores de valores, sujetos a sus propias experiencias previas, trabajando en instituciones que involucran complejas interacciones de ideas y acciones, por lo que son un factor clave en cualquier cambio (Calderhead, 1996). Formación docente y Práctica docente La formación docente es una tarea sumamente compleja, que remite al proceso permanente de adquisición, estructuración y reestructuración de saberes (conocimientos, habilidades, valores) para el desempeño de la labor de enseñar. El breve período de su formación inicial debe generar saberes y habilidades para enfrentar los grandes desafíos que implica la tarea de enseñar, fundamentales en el desarrollo profesional de la docencia. La formación docente inicial es el proceso pedagógico sistemático 3 que posibilita el desarrollo de competencias propias del ejercicio profesional, en los diferentes niveles y modalidades del Sistema Educativo. Hablar de formación inicial implica reconocer que los pocos años que un futuro docente pasa por una institución formadora no alcanzan a completar su formación. Si bien la formación docente inicial intenta brindar condiciones que promuevan capacidades para el desempeño profesional, es importante considerar los aportes de Davini (1995), al señalar que la modelación de las prácticas y del pensamiento, la instrumentación de estrategias de acción técnico- profesionales, operan desde la trayectoria escolar propia del futuro docente. En el tránsito por diversos niveles educativos, el sujeto interioriza modelos de aprendizaje y rutinas escolares, que se actualizan cuando se enfrenta ante situaciones en las que debe asumir el rol de profesor. Cabe distinguir que la formación docente continua es aquella que se lleva a cabo en servicio, a lo largo de toda la carrera, de toda la práctica docente. Dado que el tiempo de formación inicial es escaso para formar a los futuros docentes en las especificidades de cada disciplina y su enseñanza, se los prepara para continuar las búsquedas a lo largo del desarrollo profesional en la formación permanente posterior. La formación de profesionales competentes, responsablesy comprometidos con el desarrollo social, misión esencial de la educación contemporánea, precisa de más tiempo del que muchos han imaginado y no sólo se efectiviza en el tránsito por la institución formadora. La formación docente es un proceso continuo, permanente, sistemático, organizado, en el que se articulan prácticas de enseñanza y de aprendizaje orientadas al sujeto enseñante, cuyo fin es producir un cambio en la organización del pensamiento práctico, en los modos de pensar y hacer profesional. En este continuum progresivo, se busca la intervención tanto en las prácticas del aula y de la institución, como en los complejos sistemas que conforman la estructura social para el desarrollo de actividades profesionales en las instituciones educativas. La práctica docente puede entenderse como una acción institucionalizada, cuya existencia es previa a su asunción por un profesor singular. Se trata de la acción que se desarrolla en el aula y, dentro de ella, con especial referencia al proceso de enseñar; en sus tres momentos: pre-activo, activo y post-activo. Las prácticas humanas no pueden ser comprendidas por fuera de la cultura, se interpretan en el marco de una cultura, inmersas en las estructuras sociales en las que operan un conjunto de actores; atribuyéndoles éstos, a su vez, un significado. Desde esta mirada, el concepto de práctica alcanza otras dimensiones: la práctica institucional global y sus nexos con el conjunto de la práctica social del docente, nivel en que se sitúa la potencialidad de la docencia para la transformación social y la democratización de la institución educativa, en la interacción entre práctica docente, institución escolar y contexto. El sujeto enseñante en formación, va internalizando, en las fases de formación docente, de revisión de la biografía escolar y preparación inicial, modelos pedagógicos que implícitamente le dan soporte a sus prácticas de enseñanza, a partir de las representaciones que construye individual y colectivamente en ese contexto de formación. Para E. L. Achilli (2000), la formación docente puede comprenderse como un proceso en el que se articulan prácticas de enseñanza y de aprendizaje orientadas a la configuración de sujetos docentes/enseñantes. La práctica docente se concibe como práctica de enseñanza, propia de 4 cualquier proceso formativo y como apropiación del oficio de docente, para iniciarse, perfeccionarse y/o actualizarse en la práctica de enseñar. La práctica pedagógica, en la formación docente inicial, constituye un tema central. Se trata de “una actividad compleja que se desarrolla en escenarios singulares, determinados por el contexto, con resultados en gran parte imprevisibles, y cargada de conflictos de valor que requieren pronunciamientos políticos y éticos” (Edelstein Gloria, 1995). El docente en formación, para llevar adelante esta tarea, debe desplegar su experiencia y su creatividad, afrontando situaciones únicas, ambiguas, inciertas y conflictivas que configuran la vida en las aulas. Este espacio interpela la experiencia de la formación del profesorado, a los fines de rescatar el conocimiento aprendido, vislumbrar nuevos caminos y ensayar nuevas propuestas. Estudios sobre la formación docente inicial desde la Psicología Educacional. Las concepciones acerca de enseñar y aprender en docentes: cambios en las conceptualizaciones Las investigaciones en el área, vinculadas a la formación docente se remontan a la década del 70. A los fines organizativos se seleccionaron aquellas más relevantes sobre las concepciones docentes sobre el enseñar y el aprender. Tynjälä (1997; 1999), indagó concepciones de enseñar y aprender, a través de un estudio de 31 alumnos universitarios de un curso de psicología educativa de la Universidad de Jyväskyla, en Finlandia, con un interesante y exhaustivo sistema de categorías. Señala que estas concepciones serían las “teorías específicas de dominio”, mientras destaca un nivel supraordinado de la “teoría-marco” (framework theory), que explicaría el predominio de un tipo de concepción sobre otro. Realiza un interesante aporte en la interpretación del cambio conceptual en las concepciones de aprendizaje, que parte del modelo de Vosniadou (1994). Extrae diez puntos de vista teóricos implícitos en las explicaciones de los estudiantes acerca del aprendizaje, los cuales no son necesariamente independientes; serían las teorías-marco desde las cuales se derivan las concepciones. Pozo, Scheuer (1999) y Pozo, Scheuer, Pérez Echeverría y Mateos (1999), reconocen tres teorías subyacentes en los docentes, que de manera implícita inciden en sus concepciones y acciones. "Estas tres teorías formarían parte de un continuo que partiendo de las primeras representaciones sobre la mente y lo mental como instrumento de captación o aprehensión de la realidad van incorporando progresivamente elementos nuevos por medio de los cuales esta realidad va siendo procesada, (…) hasta culminar en una posición que asume la posibilidad de que cada mente construya y dirija su propia realidad. Las fronteras entre los tres tipos de teoría, quedarían delimitadas por los supuestos ontológicos, epistemológicos y conceptuales subyacentes" (Pérez Echeverría, et al. 2001: 3). En dicho continuo, la concepción de aprendizaje pasa de una interpretación intuitiva, basada en sistemas de intenciones y deseos, es decir, de estados mentales, a una interpretación cognitiva conceptualizada en términos de representaciones y procesos, lo cual implica un verdadero cambio conceptual. Desde el equipo de investigación de la cátedra se ha trabajado en la indagación de las conceptualizaciones de enseñar y aprender de los Profesores de Psicología en formación (González, D. 2012) en el marco del Proyecto UBACYT P023, de la Programación 2008-2010, titulado “Los psicólogos y la fragmentación de la experiencia educativa: Modelos Mentales y Sistemas de Actividad para el análisis y la intervención en problemas situados en contextos” y del Proyecto UBACYT 2011-2012 “Ayudando a 5 concebir y desarrollar cambios: desafíos y obstáculos en escenarios educativos para el trabajo de Psicólogos y Profesores de Psicología”. Se abordó como parte de una tesis de Maestría, un estudio descriptivo exploratorio, con análisis cuantitativos y cualitativos que utiliza el “análisis de contenido” (Bardin, 1986), construyendo categorías mediante clasificación analógica y progresiva de elementos, que provienen del reagrupamiento progresivo de categorías de generalidad más débil. El análisis de los datos obtenidos permitió apreciar giros en las conceptualizaciones sobre el aprender y el enseñar que los Estudiantes del Profesorado de Psicología que cursaron sus Prácticas de Enseñanza en el ciclo académico 2009. Se han delimitado el tipo de representaciones enunciadas como “conceptualizaciones”, en línea similar con la que autores como Caravita y Hallden han planteado (1994), en la frontera entre la Psicología Cognitiva y los Enfoques Socio-culturales del Cambio y Desarrollo Conceptual. Las concepciones son estructuras estables, profundas, implícitas en gran medida, y conforman matrices basales de muy lenta y difícil transformación en el desarrollo personal. Son conjuntos de conocimientos y creencias arraigados y sostenidos como marcos referenciales de la comprensión y percepción de la realidad. Las conceptualizaciones están sin duda vinculadas, imbricadas con las concepciones y éstas a su vez entrelazan teorías implícitas con teorías científicas de la disciplina. A la vez están situadas en un contexto específico de aprendizaje de la práctica docente y son porosas y receptivas en relación a conceptualizaciones de los otros – tutores y pares – y construcciones de contextos mentales compartidos en el desarrollo de la asignatura. Algunos resultados significativos muestran que, al inicio de las Prácticas, la figura de enseñar predominante en los Estudiantes del Profesorado dePsicología, es la de trasmitir contenidos o conocimientos (51,81%). Se reduce significativamente su presencia en el post-test (29,54%). Al finalizar las prácticas se produce un giro relevante, ya que la figura que alcanza la mayor concentración de respuestas (30,68%) es la que había logrado el segundo puesto en el pre-test (13,63%): la de facilitar o favorecer los aprendizajes, centrada en los procesos de los estudiantes. El lugar del docente estaría vinculado al de orquestador que promueve el proceso de aprender. En cuanto a las conceptualizaciones de aprender, al finalizar el tránsito por las prácticas, la figura que alcanza la mayor concentración de respuestas es Aprendizaje como construcción, transformación, cambio y desarrollo conceptual, con una notoria reducción en las respuestas (de 75,73 a 59,34%) de las mismas. El segundo y tercer puesto del post-test (12,08%), es compartido por dos figuras: la de Aprendizaje como desarrollo de destrezas o habilidades (que presenta un crecimiento significativo, dado que al inicio sólo obtuvo el 1,95% de las mismas) y Aprendizaje como “trabajo escolar o académico” (con 12,08 en el post-test, que expresa similar transformación de frecuencias, dado que en el pre- test el porcentaje obtenido fue de 0,97%). Las conceptualizaciones sobre el aprender y sobre el enseñar de los Estudiantes del Profesorado son representaciones, imágenes potentes de temas relevantes para su profesionalización, que están arraigadas en sus concepciones, pero que, del mismo modo que los Modelos Mentales Situacionales desplegados en las narrativas, se actualizan, re-contextualizan en situaciones de aprendizaje de la enseñanza, antes y después de un recorrido curricular que involucra la apropiación del rol docente del Profesor de Psicología. Por lo tanto, entre el inicio y el cierre de la experiencia, al decir de Cazden (1991), lo que verificamos es una re-conceptualización vinculada al proceso de aprendizaje desarrollado; una expansión, un desarrollo, que involucra cambios, pero no sólo en el sistema de conceptos, sino también en la experiencia y en las creencias. Según Cazden, “re-conceptualización alude al surgimiento en el aprendiz 6 de un nuevo modo de contemplar, categorizar, reconceptualizar e incluso re-contextualizar los fenómenos sometidos a la discusión” (pp.124), con lo cual la autora contrasta el concepto con el de “descontextualización”, con el que se relaciona más comúnmente la visión de la educación. Es sólo a través de re-contextualizaciones, con la construcción de nuevos contextos compartidos de comprensión de un fenómeno, que se desarrollan las genuinas re-conceptualizaciones, y el docente-tutor asiste y andamia el proceso a través del currículum, pero también a través de los intercambios discursivos conversacionales con el aprendiz. Pero, a la vez, siempre que adviene una recontextualización, hay una construcción activa por parte del aprendiz de “contextos en la mente” o representaciones potentes, con las que transforma y enriquece sus conocimientos y experiencias previas. Los “giros” en las conceptualizaciones del aprender y del enseñar, entramados con nuevos “modelos mentales situacionales” de los problemas y de las intervenciones que configuran la práctica del rol docente, abonan, en el largo plazo, la posibilidad genuina de la transformación de las concepciones, y lo que tal vez sea aún más importante, el cambio de las prácticas docentes, en tanto se apoyan en la reflexión sobre la práctica y en la reelaboración y resignificación de la experiencia, construyendo sentidos que unifican acción y pasión en el aprendizaje del oficio docente. Haciendo historia de la relación entre Psicología Educacional y Formación Docente A lo largo de la historia se han tejido numerosas y controvertidas relaciones entre Psicología y prácticas educativas. La Psicología Educacional en el mundo ha ido evolucionando a través del tiempo. Surgió en el marco de la educación especial con la administración de test y análisis de las diferencias individuales. Se destacan los trabajos sobre la memoria de Ebbinghaus (1850-1909), el rendimiento intelectual de Binet (1857-1911) o Stern (1831-1938) que contribuyeron a generar vinculaciones entre psicología y educación. En este período se produce la aparición de publicaciones especializadas, que aportan en la práctica y la teoría; se delimitan diversas áreas temáticas en investigación y se constituyen sociedades científicas que agruparon a los investigadores. En un segundo período, (1930-1960) el impacto del movimiento de salud mental propicia el surgimiento de servicios psicológicos para tratar los problemas psicológicos infantiles dentro y fuera de la escuela. Nace la idea de una psicología "escolar" no limitada al diagnóstico y tratamiento de los problemas de aprendizaje escolar, sino abierta a tener en cuenta los aspectos sociales y emocionales. En un tercer momento, (1960-1970) empieza a considerarse la necesidad de formar a los profesores en los avances del conocimiento psicológico. Desde 1970 surgen modelos alternativos sobre la base de las teorías cognitivas, sistémicas, organizacionales, ecológicas y en la psicología comunitaria que producen un giro en la modalidad tradicional de atención individualizada para considerar el contexto social comunitario. Baquero (2010) señala que para entender las implicaciones que han tenido dichos modelos para la comprensión y la intervención en prácticas educativas concretas, deben tomarse en cuenta algunas de las formas que tomó y asume su relación, en dos aspectos: • por un lado, debiera ponderarse los usos efectivos que en educación se han hecho de las producciones psicológicas en su variedad; 7 • por otro, es importante ponderar los alcances, límites y efectos, muchas veces no deseados, que han tenido el uso de las producciones psicológicas en los ámbitos educativos. Lo primero resulta difícil por la diversidad de ámbitos y problemas educativos que han sido objeto de análisis psicológico o de implementación de prácticas psicoeducativas. Algunas relaciones se pueden percibir con facilidad, entre los trabajos psicológicos sobre los procesos de desarrollo y aprendizaje y sus efectos sobre el diseño de prácticas de enseñanza. Otras relaciones, como la utilización privilegiada de criterios psicológicos –con cierto detrimento de los criterios pedagógicos– para definir el destino escolar de algunos alumnos, se hace menos visible. Por ello resulta nodal atender a la variedad de relaciones que puede guardar la producción psicológica y las prácticas educativas. Para la particularidad que presenta la formación docente es crucial, como se propondrá, a la par de trabajar sobre ciertos temas relevantes, reflexionar sobre los mismos criterios que llevan a definir la pertinencia, relevancia y suficiencia de las producciones psicológicas para un análisis y desarrollo de prácticas educativas. Los enfoques socioculturales y su lugar en esa historia Los enfoques socioculturales representados por Vygotsky y sus colaboradores más cercanos (Luria y Leontiev), quienes se basaron en las premisas fundamentales de la filosofía materialista dialéctica prevaleciente en la Unión Soviética de los años veinte, propusieron una nueva forma de concebir los procesos psicológicos, postulándolos como el resultado de la interacción del individuo con su medio social y cultural en un momento histórico determinado. Dichos enfoques otorgan una nodal al papel de la actividad humana y consideran que ésta trasciende el medio social. El aprendizaje es entendido como una actividad social y no solamente un proceso un proceso de realización individual, se trata de una producción y reproducción del conocimiento a través de la cual los sujetos asimilan los modos sociales de acción y de interacción. Este enfoque se origina muy estrechamente vinculado al ámbito educativo ya que este último permite la adquisición de formas de pensamientoabstracto mediante el uso de instrumentos mediacionales como el lenguaje, instrumento mediador por excelencia de las funciones psicológicas y responsable primordial de los cambios en los procesos cognoscitivos. Así mismo, con el lenguaje se pueden crear contextos y generar la presencia de objetos o de sus representaciones, de una manera contextualizada y descontextualizada, lo que lo ha convertido en objeto de estudio por diferentes investigadores (Wertsch, 1985; 1989; 1991; Karmiloff-Smith, 1979). Es importante enfatizar que en el lenguaje está la clave de la estructura y el funcionamiento de la actividad humana. Precisamente hacia allá se orientaban los trabajos de Vygotsky cuando abordó el estudio del desarrollo del habla social, egocéntrica e interna. En Occidente y en estos tiempos (aquí y ahora) se están llevando a cabo una buena cantidad de estudios en relación con los escenarios educativos y con las actividades que en ellos se realizan con el fin de llevar a la práctica los planteamientos de Vygotsky y del enfoque socio cultural en todos los niveles educativos (Moll, 1990; Ramirez Garrido, 1996; Alvarez, 1997). En la actualidad y en nuestro país, se ha relevado una fuerte tendencia, en el ámbito educacional, a abrir nuevas perspectivas teóricas y metodológicas, que permitan la exploración de nuevos procedimientos que contemplen las interacciones entre profesores y alumnos en las relaciones de enseñanza aprendizaje. 8 Desde esa perspectiva, algunos elementos conceptuales y empíricos son de gran importancia para los profesores en su práctica docente. Uno de estos es la concepción sobre el origen social de los procesos psicológicos, que acaba con la idea tradicional que consideraba a tales procesos como un producto del desarrollo individual del sujeto. Diferentes modos de enfocar la Formación Docente La formación docente es un proceso de construcción permanente que implica considerar la apropiación, el desarrollo, la actualización, la reconversión, la estructuración, la ampliación de las capacidades y competencias requeridas para el desempeño, pero también representa una oportunidad para la reinvención del vínculo entre sujeto y trabajo (Engestróm, 2009). Resultan nodales los aportes del enfoque histórico cultural de Vygotsky sobre la vivencia como unidad de análisis del desarrollo. Una de las cuestiones que se plantean en el debate acerca del desarrollo de las capacidades mentalistas del docente es el lugar de lo “afectivo” y lo “cognitivo” en la ontogénesis de estas competencias. La vivencia articula el desarrollo de la subjetividad en construcción, con la situación social, cultural, ambiental que promueve, facilita y restringe sus reproducciones, estancamientos, creaciones y transformaciones. (Vygotsky, 1993) El análisis de la complejidad del proceso que conlleva el desarrollo de los saberes ligados a la praxis de la enseñanza, es vehiculizado a través de la noción de competencia docente, en tanto la misma refiere al conjunto de capacidades propias de un desempeño profesional, contextualizadas en una determinada práctica, y que propician el desarrollo de un capital de recursos disponibles. En los comienzos del nuevo siglo, se origina una demanda de cambio en la educación superior, la cual se fundamenta en la importancia que este tipo de educación reviste para la construcción del futuro de las personas, de cara a lo cual las nuevas generaciones deberán estar preparadas con múltiples competencias para enfrentar las transformaciones que avizora el propio desarrollo económico y social de la contemporaneidad. Es por ello que el análisis de la pertinencia curricular, la renovación de los planes de estudio y la recreación de estrategias de enseñanza y de aprendizaje acordes con estos cambios, constituyen uno de los grandes retos de nuestras universidades. El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) propició el cuestionamiento del papel de las Universidades en su relación con la Sociedad (Blanco, 2009). Este proceso de autoevaluación planteó la necesidad de que la formación universitaria debía capacitar a los ciudadanos para hacer frente a los cambios derivados de la globalización y el desarrollo tecnológico (Dearing, 1997; Delors, 1996). Dentro del contexto académico, el Proyecto Tuning (González y Wagenaar, 2003) plantea que las competencias específicas son aquellas que se relacionan directamente con el conocimiento específico y propio de cada área temática; paralelamente aquellos atributos compartidos que se consideran necesarios por su relevancia, tanto para empleadores como para graduados se han denominado competencias generales. En las competencias se integran: saber, saber hacer y saber ser. Se requieren nuevas y mejores teorías educativas para plantear y desarrollar ideas, en este caso teorías sobre la enseñanza y el aprendizaje que contribuyan a mejorar la educación superior (Kemmis, 1999). Pero también se necesita perfeccionar nuestras prácticas sociales, el currículum, la administración y gestión, la investigación y la evaluación educativa. No es una tarea sencilla y en pos de promover una 9 reestructuración crítica se exige el compromiso social de todos los actores involucrados que conforman la “universidad”, profesores, estudiantes, administradores, investigadores. Zabalza (2009), propone entre las competencias centrales que definen el rol del profesor universitario planificar el proceso de enseñanza y de aprendizaje; seleccionar y presentar contenidos disciplinares; ofrecer información y explicaciones comprensibles; manejar didácticamente las Tics; gestionar las metodologías de trabajo didáctico y las tareas de aprendizaje; relacionar constructivamente con los alumnos; tutorizar a los alumnos y en su caso a los colegas; evaluar los aprendizajes (y los procesos para adquirirlos); reflexionar e investigar sobre la enseñanza e implicarse Institucionalmente. La formación de los profesores ha sido objeto de preocupación a lo largo de la historia y puede afirmarse que es uno de los problemas más significativos en el ámbito de los sistemas educativos. Dispositivos tradicionales de formación han evidenciado escasa eficacia en virtud de la complejidad de este tipo de saber. La formación docente atraviesa aspectos subjetivos identitarios, que no remiten a una simple apropiación de conocimientos teóricos. Modelos situados en una didáctica racionalista priorizan la definición de adquisiciones y metas evaluables, entrenamientos sistemáticos y el control en cada una de las etapas de formación. La práctica adviene como una aplicación de la teoría. Otros enfoques, centrados en los procesos desde la perspectiva de la multidimensionalidad, destacan el valor de la vivencia de experiencias sociales e intelectuales, individuales y colectivas a lo largo de la formación. La enseñanza es entendida como una praxis que demanda la posibilidad de dar respuesta a escenarios con alto índice de imprevisibilidad. En este modelo, la relación entre formación y práctica profesional, no es del orden de la aplicación sino de la transferencia. El momento entre la teoría y la práctica es a la vez formalización de la experiencia práctica, el ensanchamiento del campo de las representaciones y la anticipación de otras experiencias. El docente en formación construye sus representaciones acerca del acto de enseñar y de los requerimientos que la tarea le demanda, a partir de la resignificación permanente de saberes cotidianos experienciales, académicos (disciplinares y pedagógico), y profesionales (García, 1997). El desafío se centra en construir espacios que promuevan experiencias que comprometan al sujeto en su integralidad, y es en este sentido que se destaca el valor del trabajo colaborativo entre pares y con tutores en una marco comprensivo reflexivo. Las Prácticas del Profesorado son escenarios socioculturales formativos que pueden constituir dispositivos para la composición de cogniciones distribuidasen zonas de desarrollo próximo, entendidas las mismas como zonas de interacción y construcción social de conocimientos e identidades. Dispositivos de Formación Los procesos de formación docente de profesionales que se desarrollan actualmente son diversos en sus finalidades, contenidos y alcances. Foucault (1977) entiende al dispositivo como una red que vincula un conjunto de elementos heterogéneos, en un juego de las relaciones de poder y de saber con un carácter estratégico. Es decir, el dispositivo se define no sólo por los elementos (discursos, instituciones, decisiones reglamentarias, enunciados científicos, proposiciones filosóficas y morales, etc.), sino también por la red que se establece entre ellos. Cuando se refiere específicamente al campo de la formación, expresa que el dispositivo pedagógico es un 10 conjunto de reglas creadas para la apropiación de otros discursos, para distribuirlos, recontextualizarlos y evaluarlos. Souto (1999) señala que el dispositivo pedagógico es un artificio instrumental complejo constituido como combinatoria de componentes heterogéneos que tiene disponibilidad para generar desarrollos previstos e imprevistos y poder para ser proyectado, instalado, realizado y analizado. Plantea un predominio técnico, sin desatender otras dimensiones y dispone componentes variados y diversos, en función de una intencionalidad pedagógica: facilitar el aprendizaje. Esto lo convierte en portador de un organizador técnico en tanto organiza condiciones para su puesta en práctica y realización: espacios, tiempos, recursos materiales y humanos, ambientes propicios para su instalación. Opera con lo aleatorio, lo incierto, y está pensado con posibilidad de modificación continua. Entonces, el docente debe estar preparado para que, si sucede algo nuevo o inesperado, pueda integrarlo con el objetivo de modificar o enriquecer la acción. Teniendo en cuenta las significaciones presentadas hasta aquí, podemos decir que un dispositivo de formación docente es un modo particular de organizar la experiencia formativa con el propósito de generar situaciones experimentales para que los sujetos que participan en él se modifiquen a través de la interacción consigo mismos y/o con otros, adaptándose activamente a situaciones cambiantes, apropiándose de saberes nuevos, desarrollando disposiciones y construyendo capacidades para la acción. Es posible pensar en dos tipos de dispositivos: Los dispositivos basados en interacciones privilegian el intercambio y la confrontación entre pares. Son propuestas que favorecen el ejercicio de la observación, el desarrollo de competencias comunicativas, la oferta y recepción de retroalimentaciones, la integración de conocimientos de diferentes disciplinas y la articulación entre teoría y práctica. En este tipo de dispositivos se incluyen talleres de integración, microclases, grupos de reflexión y tutorías individuales Los dispositivos basados en narraciones consisten en la producción de relatos escritos como medio para acceder a la experiencia subjetiva de los estudiantes, para que estos puedan tomar como objeto de reflexión su propia historia escolar, creencias, prejuicios, conocimientos previos y esquemas de acción adquiridos de modo consciente o no. Los relatos contribuyen a hacer inteligibles las acciones para los propios estudiantes y también para los que “escuchan” (Egan, 1997). Así como posibilitan una toma de conciencia que permitirá iniciarse en la docencia o mejorar sus prácticas actuales, haciendo visibles los criterios por los cuales arribaron a esas decisiones y acciones. En esta categoría incluimos la autobiografía escolar y el diario de formación Comunidades de Aprendizaje Lave y Wenger (1991) postulan el concepto de comunidad de práctica (también traducido como comunidad de conocimiento o de aprendizaje para manifestar la importancia de la actividad como nexo entre el individuo y la comunidad, así como de las comunidades para legitimar las prácticas individuales. El significado y las identidades son construidos en las interacciones y significados en y por el contexto en el que se inscriben. El aprendizaje implica participación en una comunidad, lejos de tratarse de un proceso lineal individual de adquisición de conocimiento es conceptualizado como un proceso de participación social en el que impacta significativamente la naturaleza de la situación. Implica el desarrollo de una identidad como miembro de una comunidad, al tiempo que se configuran habilidades de conocimiento como parte del mismo proceso. Esta nueva concepción, que incorpora el espacio intersubjetivo como el 11 lugar por excelencia donde transcurre el proceso de aprendizaje, lleva a plantear que la adjudicación de sentido a la experiencia de aprendizaje, no reside solamente en procesos cognitivos aislados, sino en los universos simbólicos compartidos. En la concepción de Wenger (1998) la comunidad es entendida como la configuración social en la que el quehacer es definido como uno que merece la pena realizar y la participación se reconoce como importante para su realización. En este quehacer se construye una identidad, que se comunica en diversas formas discursivas y de actuación. En el entrecruzamiento de estas características aprender es hacer, aprender es experiencia cargada de significado (vivencia), aprender es pertenecer y aprender es hacerse. (Rodríguez Arocho y Alom Alemán, 2009) Wenger (1998) propone las comunidades de aprendizaje como contextos para la trasformación de conocimiento. Dado que en las comunidades de práctica la definición de competencias y la producción de experiencias llevan al aprendizaje periférico y la participación plena, se plantean como necesarios escenarios particulares en los que dichas competencias y experiencias resultan en transformaciones de conocimiento para prevenir el estancamiento y la reproducción acrítica. Este autor, a esos escenarios particulares les llama comunidades de aprendizaje. Se trata de grupos de personas que comparten valores y creencias que orientan sus actividades a una meta cuyo logro depende de los aportes del colectivo. La formación y consolidación del grupo en el trayecto hacia la meta dará un sentido de comunidad que implicará conciencia de la pertenencia al grupo, influencias recíprocas, satisfacción de necesidades individuales y colectivas y vivencias compartidas que crean vínculos emocionales. En ese sentido, este Wenger identifica tres dimensiones en las comunidades de práctica. La primera es el compromiso mutuo de los participantes. Sostiene que la práctica reside en una comunidad de gente y en las relaciones de compromiso mutuo por el cual hacen cualquier cosa que hagan. La segunda dimensión trasciende el compromiso y se refiere al esfuerzo conjunto. El compromiso debe resultar en actividad orientada hacia una meta, actividad de transformación. En esta actividad los agentes comparten la responsabilidad de su realización. La tercera dimensión se refiere al repertorio acumulado de discursos y acciones, marcando la historicidad en la producción de conocimiento. Así las comunidades de práctica pueden pensarse como historias compartidas de aprendizaje. Se trata de un auténtico proyecto de aprendizaje colaborativo. Este paradigma desplaza el enfoque del aprendizaje, desde el polo centrado en el profesor o centrado en el estudiante, al eje centrado en todos los actores en un contexto de práctica. Esta forma de intervención sobre el ámbito de formación de futuros profesores en Psicología enfatiza la importancia de desarrollar y construir “sentido” entre todos los actores, siendo la Universidad un espacio de aprendizaje que privilegia el proceso de colaboración y diálogo reflexivo entre pares y con el tutor. Así todas las dimensiones del proceso de aprendizaje se resignifican y reconstruyen a laluz de la perspectiva cooperativa. Las comunidades dan cuenta de grupos de personas con diferentes niveles de experiencias, conocimiento y pericia que aprenden mediante su implicación y participación en actividades auténticas y culturalmente relevantes, gracias a la colaboración que tienen entre si, a la construcción de conocimiento colectivo y a los diversos tipos de ayuda que se prestan mutuamente (Rogoff, 1997 y Smolka, 1996) Esta modalidad posibilita interpretar "lo que ocurre" desde el punto de vista de quienes actúan e interactúan en la situación problema y tomar decisiones más ajustadas y adecuadas a partir de su participación en la experiencia práctica y la reflexión crítica que desarrollan en sus interacciones. Implica generar condiciones para que los actores involucrados, puedan vivenciar, al decir de Larrosa (2003), su experiencia de aprendizaje. 12 En la comunidad de aprendizaje el sentido de identidad se construye en el presente contexto de aprendizaje, pero incluyendo el pasado y el futuro en la trayectoria hacia la meta. Se considera fundamental reconocer y considerar las experiencias y conocimientos previos de los miembros de la comunidad. Al mismo tiempo, se promueve el compromiso con la construcción activa de un futuro. (Rodríguez Arocho y Alom Alemán, 2009) Construcción de Identidad Docente: las narrativas Pensar en la Psicología Educacional nos posibilita y nos obliga a reflexionar en la formación de uno de los agentes principales de la educación, como lo es el docente su rol social, y la complejidad del desempeño de sus funciones, haciendo necesario desde nuestra disciplina sumergirnos en la construcción de su identidad y los atravesamientos de esa construcción, así como en los aportes de instrumentos como la narrativa autobiográfica que contribuye como herramienta y metodología de indagación en cuanto a sus prácticas profesionales, su desempeño cotidiano, y de qué modo esto impacta en el contexto educativo en el que estos expertos de la educación se desempeñan, y despliegan su rol. La escritura narrativa y la reflexión sobre autobiografías educativas escolares, posibilitan la revisión en y sobre la práctica, la elaboración de significados y sentidos, que sirven de apertura a un proceso de construcción, significación y resignificación, que contribuye a la construcción de identidad docente. La presentación y representación narrada de la propia experiencia permite tomar distancia para asumir una posición crítica y reconstruir las formas de actuar y ser en la situación áulica. En la medida en que se pueda llegar a superar el pasado, tal salto cualitativo consistiría en narrar lo que sucedió, posibilitando al sujeto capitalizar y enriquecerse con lo vivido. (H. Arendt. 2008). A su vez, la narrativa es, precisamente, una forma de discurso casi consustancial al pensamiento, en la medida en que se articula sobre la dimensión temporal y explicita la progresión de lo vivido o conocido. La complejidad inherente a la cualidad del rol docente demanda no sólo conocimiento teórico ligado al saber disciplinar, sino también conocimiento pedagógico y saber local, respecto del contexto y de los aprendices; no se trata entonces de una simple práctica acumulativa, sino de “experiencias” que retroalimentan continua y cotidianamente las prácticas profesionales, de los actores involucrados, pares, alumnos, tutores y la propia reflexión. Autores como Schön (1992) han indagado acerca de las fases por las que atraviesa este complejo saber acerca de “enseñar”, que conlleva la toma de decisiones en instancias de absoluta singularidad e incertidumbre, pasando del inicial “conocimiento en la acción”, a la consecuente “reflexión en la acción”, para acceder finalmente a la “reflexión sobre la acción”. Iniciarse en una comunidad de prácticas es, lejos de apropiarse unidireccionalmente de un saber cerrado y racional, aprender convenciones, limitaciones, lenguajes, sistemas de valoración, casuística y problemática propia del campo. Y eso sólo es posible conjuntamente con otros aprendices y prácticos más experimentados, con quienes compartir y debatir significados y reflexiones. Aprender a enseñar y enseñar a enseñar son dimensiones de un territorio sumamente complejo; sólo un docente dispuesto a aprender podrá alcanzar el compromiso que implica responder a través de su saber y de su ser en un marco ético valorativo. (Garau y García Labandal, 2008). En los últimos años, en el contexto de la formación docente, el tema de la identidad docente ha generado gran interés y relevancia, como elemento importante en cuanto a su formación y profesionalización 13 continuas y necesariamente crecientes, en tanto se presentan cambios en la manera de percibir la tarea docente y en cómo se ven a sí mismos quienes eligen ser profesores. Explorar la construcción de la identidad de los profesores supone visualizar su multidimensionalidad y complejidad, en tanto la identidad abarca las dimensiones cultural, social, psicológica, personal, sexual, entre otras. Se trata entonces de considerar un conjunto de situaciones que inciden directamente en la forma en que cada ser humano se concibe a sí mismo en diferentes contextos de actuación. Por lo tanto, en esta mirada debemos incorporar al contexto socio-histórico-cultural y situacional como formante de la identidad, ya que de otro modo se perdería la perspectiva necesaria para identificar el entramado de su constitución y desarrollo. Investigaciones sobre los docentes de educación media y el ejercicio de su practica, como la desarrollada por Brito en 2008, nos muestran la paradoja respecto a la vivencia de los adultos docentes y adolescentes que transitan las instituciones, respecto de vivenciar perdida de integridad educativa, en el marco de la crisis del nivel, procesos de fragmentación atravesando a la escuela secundaria. Esta situación provoca según Brito (2008), un estallido identitario de los profesores constituyendo así una fuerte hipótesis en el debate educativo. Tomando estas ideas como punto de partida y discusión, la indagación analiza la configuración de la experiencia laboral de los docentes en las escuelas secundarias y los efectos que tiene tanto en los modos de construcción de la identidad docente como en las formas y sentidos de la misma institución escolar. Sostenida en la intención de cierto grado de comparabilidad del tema en distintos contextos, esta investigación, realizada a nivel nacional, se centra en la perspectiva de los profesores, abordando el análisis de algunas preguntas centrales: ¿Cómo viven hoy los docentes el trabajo de enseñar a los jóvenes? ¿Qué opiniones tienen de la escuela secundaria? ¿Qué cuestionan y qué expectativas y demandas tienen? ¿Qué elementos configuran su experiencia de trabajo y cómo influyen estos en la construcción de su propia identidad? Se releva que en un contexto de escasa estabilidad institucional y fuertes reclamos sociales, la experiencia profesional de los profesores de escuela media oscila en tensiones entre lo prescripto y lo que efectivamente demanda su tarea cotidiana, conllevando efectos de desgaste personal y precariedad laboral. Se analiza el proceso a través del cual, en un intento defensivo de su propia tarea, los docentes se sostienen en un repliegue identitario que vuelve sobre los principios tradicionales del trabajo docente y los valores fundantes de la escuela secundaria, hoy puestos en cuestión en el marco de un escenario social cambiante. El docente aprende a enseñar enseñando, pero también aprende y aprendió cuestiones ligadas a ese oficio durante su trayectoria escolar previa, como alumno universitario y en su rol de profesor. Los aportes de una investigación desarrollada en la Provincia de San Luis (Noriega - 2007), nos muestra el estado de vacancia en la formación pedagógico-didáctica de los docentes. Invitandonos a repensar tanto la formación académica como la que aconteceen la cotidianeidad de una institución educativa, como instancias de formación profesional docente. En este sentido, incita a preguntarse cómo facilitar el aprendizaje y la formación de los docentes para el logro de una buena enseñanza. Las reflexiones que se desprenden consideran a la docencia como una actividad que requiere, además de conocimientos disciplinares y estrategias metodológicas, un aprendizaje del oficio ligado directamente a la acción, que sólo acontece en la medida que se realiza. Se supone que la formación pedagógico-didáctica desde el inicio del ejercicio de la docencia es fundamental para el desempeño de tal actividad, máxime cuando se está ejerciendo dicha profesión en carreras de formación docente. Partiendo de esta carencia - en su formación inicial -, se dirige a conocer de qué elementos se valen estos docentes para construir su identidad profesional. Los docentes encuestados creen conformar su identidad profesional a partir de dos grandes cuestiones: por un lado, los distintos modos de relación con el conocimiento, y por el otro, los distintos modos de apropiación de los saberes pedagógicos y didácticos. 14 La trayectoria profesional es considerada una dimensión importante en la construcción de identidades, imprimiendo una forma de ser y hacer en la profesión. Se desprende de lo antedicho que el proceso de aprendizaje de la profesión se produce en momentos muy tempranos. La trayectoria está marcada por las condiciones institucionales, y en ese sentido, son más las recurrencias que las diferencias, en la medida que la vara de la institución pone las mismas normas explícitas para todos. Sin embargo, en la trayectoria algo se recoge de singularidad personal, y la historia deja sus huellas. En el reconocimiento de esas huellas, están las identificaciones que conectan con las generaciones anteriores, las idealizaciones de determinadas figuras que direccionan los comportamientos. Si hablamos de construcción de subjetividad vinculada al formato de la escuela como dispositivo socio- cultural, podemos entonces afirmar que respecto de la profesión docente, en su vivencia de lo escolar, surge una singular construcción de identidad marcada por estas huellas, que constituyen su trayectoria de socialización profesional presente y futura. Las Biografías simbolizan la expresión de la elaboración de la identidad en un contexto social, cultural y político determinado, en la medida que suponen una reconstrucción de las historias de los sujetos. Biografía y contexto organizativo interactúan en el diseño de la profesión docente, de acuerdo a las opciones que van caracterizando su vida profesional (Rivas Flores, 2007, 125, 135). Vincular la biografía con las trayectorias escolares, implica tener presente algunas cuestiones problemáticas. Las trayectorias son producto de la confluencia de las biografías personales de quienes las transitan, las posibilidades que le presenta las instituciones habitadas, y los momentos históricos en los que estas circunstancias se despliegan. Si nos centramos en las historias de vida de los sujetos, exclusivamente, o en su condición de vida personal, nos perderemos aspectos o dimensiones que hacen a la constitución subjetiva de todo ser humano desde lo histórico-social. Sepúlveda y Rivas (2003) señalan tres características en cuanto a la utilización de las biografías como estrategias de reflexión para el cambio de los sujetos escolares. Afirman que posibilitan compartir la construcción de un relato o narración y la argumentación teórica acerca del mismo. Crean instancias democráticas y colaborativas, y permiten el proceso de reconstrucción ideológica, teórica y práctica de los sujetos. Las Biografías Escolares contribuyen en los procesos de construcción de la práctica, dado que el registro, sistematización y comunicación de las autobiografías educativas constituye un punto de fortalecimiento en la constitución y construcción de la profesionalización del rol e identidad docente. El buen docente es muchos profesores en uno, alguien que es capaz de ajustar sus concepciones, estrategias y sentimientos a cada contexto educativo. El docente conforma y construye su identidad profesional a través de complejos procesos que implican reacomodamientos internos en torno a sus trayectorias educativas, a través de experiencias vitales acaecidas en determinados momentos histórico-sociales. La identidad profesional se articula con las condiciones en las que desarrolla la práctica, el impacto que las tradiciones formativas han tenido y tienen en su propia profesionalización y con las prescripciones que impone la sociedad a su trabajo. La Identidad es el resultado de la capacidad de reflexividad, capacidad de la persona de ser objeto de sí misma. Se entiende como una organización o estructura del conocimiento sobre sí mismo, que supone unidad, totalidad y continuidad. Esta continuidad se forja en el transcurrir de la vida cotidiana, en el constante desempeño de roles, en el interminable proceso comunicativo. Es una síntesis que nos permite dar sentido a la experiencia, nos permite integrar nuevas experiencias y armonizar los procesos a veces contradictorios y conflictivos que se dan en la integración de lo que creemos que somos y lo que 15 quisiéramos ser; entre lo que fuimos en el pasado y lo que hoy somos. (Cárdenas González, 2004). Al enseñar, el docente pone en acto una epistemología subyacente que le es propia y que es a la vez producto de una biografía y trayectoria escolar colectiva. Ese conocimiento se pone en evidencia cuando se valoran lo disciplinar y profesional que pone en juego en el acto pedagógico. (Alliaud, A. y Suarez, D. H. 2011). La identidad, por lo tanto, es una construcción social, conformada en el interjuego constante entre lo individual y lo colectivo, lo singular y lo cultural, social, político, histórico y situacional, emergiendo y transformándose, en base a elecciones propias y cambios socio- culturales. Se asume de tal modo, la identidad como dinámica y progresiva, entramándose en las interacciones en las que se está inmerso como sujeto perteneciente a un contexto histórico social determinado. La construcción de la trama de experiencias: los portfolios y la identidad de los profesores Trabajar con Portfolios posibilita la inauguración de un espacio al servicio de la recopilación de evidencias respecto del aprendizaje del estudiante. Si bien un Portfolio es una colección de trabajos de los alumnos y sus reflexiones sobre ellos, la recolección, lejos de ser aleatoria, es deliberada, sistemática y organizada (Danielson y Abrutyn, 1999). Podría considerarse como la historia documental, cuidadosamente estructurada de un conjunto de desempeños, que han sido mediados por Tutorías, y cuya realización plena adviene solamente a través de la escritura reflexiva, la deliberación y el intercambio. Lyons, Shaklee et al. y Shulman (1999) plantean que el portfolio opera en términos de soporte que habilita el pensamiento sobre el aprendizaje, posibilitando la reconstrucción del trayecto recorrido, recuperando significados que alimentan la identidad docente en proceso. Por otro lado facilita al tutor el acceso a información sustantiva respecto del recorrido que realizan los estudiantes al aprender. Un aspecto fundamental de la intervención del docente en la modalidad de portfolios se refiere a la mediación que se produce, a través del diálogo, establecido entre éste y los alumnos en la construcción de conocimientos con significado, espacio desde el que emerge su validación y comprensión. Esta particular “colección de trabajos” adquiere relevancia como posibilidad de objetivación de procesos de pensamiento y de acción; aún más podríamos afirmar que el Portfolio facilita la materialización de una historia personal de aprendizaje. Se instituye de este modo como una herramienta que documenta la conciencia de una historia (Lyons, 1999) en un contextode enseñanza cuya intencionalidad promueve la constitución del rol docente privilegiando el proceso de colaboración y diálogo reflexivo entre pares y con el tutor. De este modo la reflexión sobre la práctica y el lugar de privilegio que ocupa la narrativa conllevan a la inauguración de posicionamientos novedosos en tanto centrados en la implicación subjetiva que deviene de la autorrevisión crítica del propio proceso de formación. El contexto paralelamente lejos de ser un factor más, se constituye en aquello que “entrelaza” (Cole, 1999); se trata de “actos en contexto” en consonancia con una interpretación relacional de la mente. De este marco se desprende la relevancia de establecer diálogos con otros al interior de una Comunidad de prácticas. El componente verbal de la conducta está determinado en todos los fundamentos y esencia 16 de su contenido por factores sociales objetivos; nada de lo verbal es patrimonio del sujeto aislado; lo verbal es propiedad del grupo social. Ha quedado suficientemente planteado que los actos humanos son actos mediados por instrumentos culturales , destacándose el poder de esos instrumentos culturales en la conformación de cada acción, así como la potencialidad del agente activo que utiliza ese instrumento cultural (Wersch,1991). Así el acto de comprender /interpretar /significar la experiencia requiere tanto de las capacidades distribuidas en los instrumentos, prácticas y tradiciones de explicación y narración propios de una cultura, como de la acción del agente concreto capaz de realizar esa acción a la luz de su punto de vista personal y situado, único enraizado en su historia personal. El Portfolio como herramienta y documento escrito que permite objetivar experiencias y vivencias, así como dialogar a partir de ellas, descansa en la idea de que cualquier estado presente conlleva la huella de lo vivenciado en el pasado: nuestro presente es lo que el pasado nos ha legado para construir el futuro con los recursos que el pasado nos dejó. De aquí también su potencialidad transformadora para el sujeto. Narrar y escribir la historia de nuestras vivencias y experiencias de aprendizaje sin duda permite poner en acto esta circulación de significación incesante a lo largo de la dimensión pasado – presente –futuro. Situar trazos e improntas, mediatizarlos en palabra escrita y luego en voces que intercambian significados, contribuye, sin duda a un fecundo proceso de resignificación sobre “quién soy”, como “me” posiciono y actúo en el trayecto por construir el “ser docente”. La interacción con otros, y otros instrumentos (planificaciones, exámenes administrados, reflexiones sobre la acción) así como su rememoración propenden a sedimentar la semiosis en marcha en torno de este nuevo desempeño situado ligado al enseñar a otros. Documentar ciertos fragmentos, sucesos, que los sujetos significan como susceptibles de memorabilidad, permite ya no sólo conservar un aspecto selectivo del pasado, sino aquellos que la experiencia del presente permite proyectar a través de intencionalidades futuras. Es desde esta perspectiva desde donde se quiere destacar el valor de la herramienta portfolio como soporte y vehículo de actos de reflexión sobre sí, y sobre las acciones realizadas en el recorrido que conlleva la formación docente. Las conversaciones que se suscitan a causa de esta herramienta a lo largo de la cursada, referidas a las experiencias desarrolladas en el campo de la práctica, contribuyen fuertemente a la sedimentación de significados en torno del “ser docente” que deviene. La reflexión desde, en y sobre la práctica La práctica es el entramado de condicionantes entre los cuales el pensamiento y el conocimiento del profesor juegan un papel importante. Es una práctica social compleja, condicionada por múltiples factores, articulados en un momento histórico y en un contexto determinado. Está caracterizada por la singularidad y la incertidumbre, que requiere de intervenciones conscientes, planificadas, creativas, a veces audaces. Requiere también de actitudes de autonomía y compromiso y de prácticos que sepan dialogar con las situaciones que les presenta la práctica. Dado que se llevan a cabo en contextos complejos, no es posible abordarlas desde una mirada simplificadora. No es posible “recetar” desde afuera como asumirlas. Es necesario generar las condiciones para que el práctico desarrolle un pensamiento complejo y una actitud 17 de compromiso con la realidad de su tiempo. El docente reflexivo nada en la complejidad como un pez en el agua. Los profesores son producto de un largo proceso de formación y socialización, durante el cual integraron supuestos, creencias, teorías implícitas y científicas. La actuación de los profesores está dirigida por dichos supuestos y teorías, pero a su vez las acciones modifican su conocimiento. Subyace a toda práctica docente una lógica posible de conocer. Los profesores son profesionales racionales y prácticos y su actuación es producto de una racionalidad limitada por los propios supuestos, pero con posibilidad de revisarlos, lo que permite que construyan sus acciones a partir de la reflexión, puedan dar cuenta de las mismas y sean capaces de modificarlas. La práctica docente es dinámica y compleja, requiere de acciones deliberadas y es posible y deseable conocer más acerca de ese proceso de reflexibilidad. La racionalidad técnica no ha podido explicar cómo se toman decisiones en situaciones prácticas caracterizadas por la incertidumbre, la singularidad y los conflictos de valores. Las situaciones complejas que nos plantea la práctica requieren algo más que la aplicación mecánica de la teoría, en tanto se generan zonas de incertidumbre “que escapan a los cánones de la racionalidad técnica”. La racionalidad práctica representa una concepción constructivista de la misma. Los conceptos de conocimiento en acción, reflexión en acción y reflexión sobre la acción y sobre la reflexión en acción permiten comprender el proceso de construcción del conocimiento profesional y superar la concepción clásica de reflexión, limitada a procesos de evaluación, planificación y toma de conciencia de los procesos cognitivos realizados. El conocimiento tácito, no es explícito cuando actuamos, hace que nuestras acciones sean inteligentes, subyace a las mismas y a través de ellas damos cuenta de que sabemos que hacer, sin necesidad de saber cómo lo hacemos. Mediante la observación y la reflexión de nuestras acciones podemos realizar una descripción del conocimiento tácito que está implícito en ellas. Esto facilita la permanente confrontación y análisis entre una práctica impuesta, una práctica deseada y la práctica asumida. Por ello, la reflexión, se constituye en un puente entre lo que se hace, lo que se aspira a hacer y lo que señalan las teorías, entre el pensamiento y la acción, entre los materiales curriculares, lo metodológico y los problemas que nos plantea la realidad. (Schon, 1992) Es la capacidad de volver la atención sobre los propios actos, en un intento de comprensión histórica de los mismos. Supone la capacidad de ir y venir de lo particular a lo general, de encontrar marcos de interpretación teóricos para dar cuenta de una situación singular así como identificar rápidamente incidentes críticos o prácticas que permitan desarrollar o cuestionar una hipótesis (Perrenoud, 2006). Proceso que permite darnos cuenta y dar cuenta de nuestras propias acciones y de la diversidad de condicionantes que las determinan. A modo de cierre El docente no puede dejar de verse a sí mismo como un sujeto construido a lo largo de la historia, atravesado por los avatares de la misma, heredero de cada una de las distintas etapas que fueron significando su trayecto formativo, además de reconocerse como sujeto individual portador de experiencias, deseos, valores y vivencias. Seguramente éste es uno de los aspectos nodales que deben operar como guía a lo largodel fecundo proceso que denominamos en educación “reflexión en y sobre la práctica”. Los relatos de los profesores en formación, así lo evidencian en el entramado que nutre tanto la recopilación de la propia historia de aprendizajes, como el requerimiento social hacia el docente como agente socializador, formador en valores, y agente de cambio y transformación social. 18 El logos pedagógico, para Larrosa (2000) funciona sin duda a través del juego abierto y excéntrico de tres elementos que se interrelacionan; el primero se refiere a la vida concreta y real, espacial y temporalmente determinada en la que se desenvuelven los actores (siempre plural y compleja); segundo el discurso dialógico entre voces heterogéneas, y tercero el impulso hacia la verdad y la justicia o, dicho en sus propias palabras “... una susceptibilidad compartida por el conocimiento y la mejora de lo humano”. El desafío se centra en continuar explorando las prácticas de enseñanza, contribuyendo al desarrollo de un constructivismo crítico que permita la emergencia de nuevas formas de pensamiento en un entorno de revisión y enriquecimiento permanente de la compleja relación entre teoría y praxis. Para concluir hacemos nuestras las palabras de Carlos Skliar (2006) “Tal vez la preocupación, la responsabilidad por el otro se refleje certeramente en una imagen de hospitalidad, una hospitalidad sin condición, una hospitalidad que no pide nada a cambio. Una hospitalidad que no haga del otro un deudor eterno de una deuda que siempre, será impagable. Por eso, tal vez acoger al otro en la educación sea más bien recibirlo sin importar su nombre, su lengua, su aprendizaje, su comportamiento, su nacionalidad”. Referencias Bibliográficas: Achilli, E. L. (1996) Práctica docente y diversidad sociocultural. Rosario: Ed. Homo Sapiens. Aparicio Serrano, J.A. y Hoyos de los Ríos, O.L. 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