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Edición en formato digital: septiembre de 2018 Título original: Mindfulness for Unravelling Anxiety Finding Calm & Clarity in Uncertain Times Design and Layout © Quarto Publishing Plc, for its Imprint The Ivy Press Limited, 2014 © Richard Gilpin, 2015 © De la traducción, Julio Hermoso This translation of Mindfulness for Unravelling Anxiety originally published in English in 2015 is published by arrangement with Quarto Publishing Plc, for its Imprint The Ivy Press © Ediciones Siruela, S. A., 2018 Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Ediciones Siruela, S. A. c/ Almagro 25, ppal. dcha. www.siruela.com ISBN: 978-84-17624-00-2 Conversión a formato digital: María Belloso http://www.siruela.com/ ÍNDICE INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1 ESTADOS DE EMERGENCIA CAPÍTULO 2 QUEDARSE SIN ALIENTO CAPÍTULO 3 HALLAR REFUGIO CAPÍTULO 4 VIVIR MÁS ALLÁ DEL MIEDO AGRADECIMIENTOS NOTAS Para mi familia INTRODUCCIÓN Todos sentimos ansiedad, una sensación que afecta fundamentalmente a nuestra relación con el futuro, cuyas expectativas nos pueden causar inquietud e incluso temor. El futuro solo existe en la mente, de manera que es a nuestro mundo mental al que hay que darle la vuelta si pretendemos aliviar la ansiedad, y es aquí donde interviene nuestra capacidad de ser conscientes. La conciencia plena consiste en nuestra relación con el presente: un «estar en» lo que está sucediendo ahora mismo, con toda su intensidad y sus complicaciones. El punto de encuentro de la conciencia plena y la ansiedad se halla, por tanto, en esa oscura zona intermedia entre el «ahora» y el «más adelante». E EMPEZAR ALLÁ DONDE ESTÉS Desentrañar la maraña de la ansiedad en conciencia plena es un viaje de descubrimiento de uno mismo. Implica aprender a intimar con la ansiedad y a liberarse de sus ataduras por medio de la consciencia afectuosa y de la práctica de una hábil capacidad de respuesta. ste libro ofrece diversas formas de una validez probada, ancestrales y modernas, para hacer justo eso. Es en parte un mapa de carreteras, en parte una caja de herramientas y en parte una inspiración para el viaje. No es un sustituto del viaje propiamente dicho, que solo tú puedes hacer. Tal viaje interior difiere de un viaje externo en un aspecto crucial: la senda y el destino no se encuentran separados. Los medios del viaje y la meta se funden en una armonía dinámica. Abandonamos nuestros motivados intentos de alcanzar unos objetivos y empezamos allá donde nos encontremos. Cada paso es el logro. Trabajar en conciencia plena con la ansiedad implica entrar en sintonía con la inmediatez de la vida: aquello que puede ser tan obvio que lo pasamos por alto. Los materiales que utilizamos son los datos en bruto a partir de los cuales hallamos sentido a nuestro mundo y lo comprendemos: pensamientos, sentimientos, estímulos sensoriales...; todo, en definitiva, a lo que llamamos «realidad». La naturaleza de la ansiedad Como terapeuta que trabaja de manera habitual con personas que sufren de ansiedad, me he familiarizado con sus rasgos característicos: su presencia premonitoria en la vida de una persona, sus efectos desestabilizadores y debilitantes, su modo tan etéreo de ocupar una mente cuyos pensamientos, por el contrario, parecen bolas de demolición. La ansiedad se presenta de muchas maneras, pero lo que me suele llamar la atención es su capacidad para atrapar, esa manera que tiene de poner a la gente «a la defensiva» y dejarla desorientada y llena de dudas. La ansiedad nos roba nuestra espontaneidad natural y nuestras oportunidades de prosperar en el mundo. También conozco la ansiedad por experiencia personal: su opresión visceral y su temblorosa energía, el pensamiento de dientes de sierra y el comportamiento vacilante en el que caigo, esa endemoniada claustrofobia que surge de verse asfixiado por el futuro. A causa de su desconcertante impacto, la ansiedad me parece un estado difícil de concretar. En su momento, puede parecer tan «irreal» que luego resulta complicado recordarlo de un modo claro, como si hubiera sucedido en otra vida o a otra persona. Puede, por tanto, convertirse en un estado sobre el que resulte muy difícil ser inquisitivo, pero cuando lo consigo y alcanzo ese estado de curiosidad sobre ello, considero que es un tiempo y una energía bien empleados. La curiosidad es un ingrediente esencial en una buena práctica de la conciencia plena. Investigar la ansiedad de modo consciente es volverse hacia ella: verla y sentirla de manera íntima. Con una visión clara llega el entendimiento. Ser testigo, con tus propios ojos, de cómo se da a conocer la ansiedad te revela algo de su verdadera naturaleza. Cuando me percato de que las historias que mi mente ansiosa me cuenta sobre el futuro no son más que eso —cuentos—, entonces pierden la influencia que ejercían sobre mí. Si mis pensamientos ansiosos tuvieran alguna validez, hace mucho tiempo que habría acabado muerto o en la miseria. ¡Qué gratificante es liberarse de las fabulaciones de una mente que vive en el engaño! La dosis de realidad de la conciencia plena No cabe duda de que mostrar un interés cordial en la ansiedad va en contra de la propia intuición, ya que suele ser algo que tratamos de evitar. Esta es la dosis de realidad de la conciencia plena que nos invita a reconocer el hecho de la ansiedad —su lugar natural en el orden de la experiencia humana— y a ser testigos de cómo el impulso de evitarla no solo no es realista, sino que también puede empeorar las cosas al alimentar una serie de tendencias profundamente arraigadas que mantienen la angustia subjetiva. La práctica de la conciencia plena implica un «conocimiento» franco y directo de la ansiedad, no para librarse de ella o cambiarla siquiera, sino para abrazarla y dejarla estar. Cuando aprendemos a dejar estar las cosas, aprendemos a dejarlas ir. Aprende a desligarte de la ansiedad —a dejarla ir de verdad— y el problema se acaba. Lo que antes era un incesante cáncer en nuestra vida se transforma en arrebatos vacíos de sensaciones y en descabellados desfiles de exageraciones mentales que se disuelven en el espacio. Esto es posible por medio de la práctica de la conciencia plena: la clara, abierta y ecuánime consciencia de todo lo que está pasando tal y como está sucediendo. Bajo los focos constantes y no discriminatorios de la atención consciente, la ansiedad queda expuesta tal cual es. Sus falsas apariencias de permanencia y substancialidad saltan por los aires. Centellea y se apaga como una bengala. Una nueva relación con ella se vuelve posible, donde la aceptación sustituye a la resistencia y la angustia se convierte en relajación. H PUNTO DE FUGA Para mí, escribir esta obra ha supuesto una inmersión en la materia de la que trata. Recuerdo la primera vez que la ansiedad, la conciencia plena y este libro confluyeron en un solo punto en el tiempo. Fue un mes antes de empezar a escribirlo, durante un retiro de un día en conciencia plena. abía estado disfrutando de una apacible mañana de meditación, compartiendo el silencio con un agradable grupo de personas, pero, conforme avanzaba el retiro, iba percibiendo el aumento de ciertas tensiones poco claras en mi interior: era como el martilleo de fondo de una difusa rigidez mental y unos pensamientos esquivos. Físicamente, además, me sentía inquieto. Mi estado de tensión nerviosa se había intensificado al llegar la tarde. Durante un periodo de paseo meditativo, me alteré tanto que no pude seguir haciendo caso omiso de aquellas sensaciones. De manera objetiva, la vida iba bien: era un sábado por la tarde en el que estaba haciendo lo que quería y, al menos de caraal exterior, todo estaba sereno. Mi forma de sentirme no tenía ninguna explicación. Entonces recordé lo que se suponía que debía estar haciendo —practicar la conciencia plena— y me percaté de que se daban las circunstancias ideales para explorar lo que estaba sucediendo en mi interior. De modo que abandoné todas mis cavilaciones, me quedé absolutamente quieto, me asenté a través de mi cuerpo, me abrí a mis sentimientos y no hice nada de nada. En la calma y la amplitud de los momentos que se produjeron a continuación, surgió, por vez primera, un claro reconocimiento de que sentía una profunda ansiedad ante la perspectiva de escribir este libro. Un momento de lucidez Hasta aquel instante, ¡creía que la idea me tenía emocionado! Me había pasado meses reflexionando sobre el contenido del libro, tomando notas y deseando emprender un proyecto creativo nuevo. Pero pronto llegaría la hora de entregarse a la dura de tarea de ponerse a escribir. Se me echaban encima todos los irritantes malabarismos que tendría que hacer con las tareas del libro, mi trabajo habitual y otras responsabilidades. Todos estos elementos inductores del estrés habían estado suspendidos en mis horizontes mentales como unas nubes de tormenta, y yo les había dado cobijo sin darme cuenta siquiera de ello. Mi mente se había estado dedicando a su rutina de la «detección temprana», de ahí toda mi inquietud. Ser consciente de lo que me preocupaba y «ser realista» con respecto al futuro me liberó para aparcar mentalmente todo el conjunto y disfrutar de un paseo en conciencia plena. L HALLAR TU PROPIO CAMINO Cualquier libro sobre la conciencia plena será una señal indicadora en el camino, y no el propio destino al que señala. La conciencia plena hace hincapié en la autoridad de la experiencia, no de la teoría o de la doctrina. Las siguientes páginas son una invitación a experimentar con la manera en que tú podrías vivir de un modo más consciente y menos ansioso. eer libros, sin embargo, no basta. Es necesaria la práctica, y esa «práctica», en términos de conciencia plena, incluye la búsqueda, la reflexión, la meditación y la acción. Para ayudarte con tus esfuerzos, a lo largo del libro se intercalan una serie de meditaciones tradicionales y de ejercicios reflexivos. Para practicar las meditaciones, es aconsejable grabar primero las instrucciones en un aparato de audio (dejando una pausa de dos o tres minutos entre cada instrucción) y después reproducir la grabación mientras se medita. Si no dispones de ningún aparato de grabación, pídele a alguien que te lea las instrucciones. Los ejercicios reflexivos que indican el uso de bolígrafo y papel tienen sus buenos motivos: intentar hacerlo mentalmente minará tu objetividad e inducirá a la confusión. Una práctica constante, diaria, en particular si es del tipo meditativo, le dará un cambio positivo a tu vida, tal vez en sentidos que jamás te habías imaginado. La conciencia plena tiene por costumbre concederte dones inesperados. Paso a paso La conciencia plena es una disciplina gradual. Comenzamos en sus aguas menos profundas y nos adentramos de manera progresiva. Esta obra aborda su temática de igual modo. El primer capítulo consiste por entero en conocer la ansiedad: su naturaleza, función e impacto. El segundo capítulo explora los pasos prácticos para manejarla por medio de la búsqueda y la reflexión conscientes. El tercer capítulo traza en detalle el mapa del territorio de la práctica de la conciencia plena. El último capítulo se vuelca en las implicaciones que tiene para la vida de uno el convertir la conciencia plena en algo central. Dicho esto, cada capítulo es en sí un elemento completo, por tanto, si así lo prefieres, puedes adentrarte en esta obra por cualquier punto. Tenemos que hallar nuestro propio camino dentro de la senda de la conciencia plena, por lo que lo importante es tu forma de aplicar cualquier conocimiento que obtengas a partir de este libro. Espero que te sirva de inspiración para avanzar en tu práctica. CAPÍTULO 1 ESTADOS DE EMERGENCIA Sentir ansiedad es estar vivo. El ser humano se enfrenta a constantes elementos desconocidos y a innumerables peligros. Los mundos sin ansiedad ya forman parte de pasados y de futuros imaginarios. En nuestro esfuerzo por mantenernos dentro de la imprevisibilidad, somos propensos a la irritación, a la duda y al temor. Esto resulta comprensible, pero no significa que tengamos que vivir en la angustia. Explorar el terreno de la ansiedad nos ayuda a estar más familiarizados con los elementos básicos de nuestra existencia: las sensaciones físicas, las emociones, los pensamientos y los actos. Esto marca el comienzo de una sabia relación con un aspecto esencial de la condición humana. L PODRÍA HABER PROBLEMAS MÁS ADELANTE La vida rebosa de posibilidades. De este rico potencial surgen las muchas maravillas que son privilegio de la humanidad, pero ese potencial es una moneda que tiene otra cara, pues los futuros no escritos llevan consigo también el riesgo de unas consecuencias no deseadas. El lugar donde hallamos el origen de la ansiedad se sitúa en el paréntesis que se abre entre nuestro sentido de un presente y nuestro sentido de un futuro: en las profundidades del desconcertante flujo de lo que es real y lo que resulta imaginable. a palabra «ansiedad» se deriva del latín anxietas, que significa «mente preocupada», lo cual ya nos dice algo sobre la naturaleza esencial de esta experiencia común: tiene una base mental y un tono perturbador. Posee una raíz lingüística más profunda en el término griego angho, que podría traducirse como «apretar». Esto transmite la sensación de una fuerza, una energía, que ejerce una presión y una constricción. A partir de este sentido de una opresión dolorosa, el significado de angho evolucionó hacia «llevar una carga» o estar «agobiado por los problemas». Así pues, sentir ansiedad es encontrarse dominado por la inquietud mental. La mente se ve poseída por una serie de ideas vagas al respecto de que las cosas están mal o van a ir mal. Esto retrae y comprime la vida hasta convertirla en algo que tiene un aspecto y un sabor desagradables. En consecuencia, nos sentimos agarrotados y nerviosos. La tendencia es, por tanto, a comportarse de manera errática: a rehusar, retraernos, quedarnos paralizados o titubear. «La sabiduría comienza por llamar a las cosas por su nombre». CONFUCIO 551-479 a. C., pensador chino La ansiedad emborrona los límites entre lo real y lo imaginado. Nos podemos inquietar prácticamente por cualquier cosa: por el trabajo, por envejecer, por enfermar, por ser insolventes, por nuestros seres queridos, por una catástrofe medioambiental o por una guerra nuclear. La extraordinaria mente humana, capaz de invocar cualquier eventualidad (y lo hace con frecuencia), tiene a su alcance la posibilidad de que se produzca una multitud de amenazas cuando menos se lo espera. Sazonémoslo con la probabilidad de que no se materialice alguna consecuencia deseada, añadámosle la perspectiva de que no dure cualquier cosa que actualmente vaya bien y conseguiremos reducir la vida a un ominoso estado de las cosas. Ay. El factor miedo La ansiedad forma parte del territorio por donde se mueve cualquier criatura que sea consciente de sí misma y capaz del pensamiento abstracto. Ya sabemos que este mundo puede ser inhóspito e incluso hostil. Sabemos que las cosas pueden salir mal. Es natural estar alerta cuando prevemos situaciones inminentes para las cuales no nos sentimos bien pertrechados. Se trata de un intento de ejercer el control. La ansiedad se puede entender como una respuesta adaptativa ante una cantidad indefinida de posibilidades desfavorables. Tiene una función de supervivencia: los organismos que sienten ansiedad al enfrentarse a potenciales amenazas tienen más probabilidades de seguir viviendo y reproducirse. Vista así, la ansiedad parece ser prima hermana de otra experiencia humana básica: el miedo. El miedo es nuestra respuestade alerta ante el peligro. Es la evaluación de un suceso u objeto peligroso cercano, ya sea una proximidad física o temporal. Está marcado por una excitación psicológica (cambios en la respiración y en el pulso) y por una acción corporal (enfrentarse al peligro o evitarlo). El miedo es específico: tememos un objeto o suceso particular que percibimos como amenazador. Cuando tenemos miedo, nos concentramos en nuestra proximidad a lo que nos atemoriza. Para generarse, la ansiedad no requiere de ningún objeto ni suceso específico. No requiere de proximidad a las amenazas, ya sean reales o imaginadas. Las fuentes de la ansiedad suelen estar poco claras y aun así se aferran al cuerpo en forma de tensión y se ciernen sobre la mente como fantasmas. En esos momentos, acuciados por los aspectos impredecibles e incontrolables de nuestra existencia, las diferencias entre el miedo y la ansiedad podrían parecer más bien académicas. Salir fuera de pista En una ocasión, perdido en el Himalaya, tuve un memorable encuentro con el miedo y la ansiedad. Había salido a dar un paseo vespertino con dos amigos subiendo una montaña. Nos habíamos apartado del sendero principal y nos desorientamos. En nuestra búsqueda de una vía de descenso, tan solo encontramos cortados verticales. Nos vimos obligados a ascender más por la montaña en busca del rastro de cualquier senda. Y el sol comenzó a caer. Con una luz cada vez más tenue, se volvió demasiado peligroso continuar buscando una pista. Mal preparados para pasar una noche en altura y a temperaturas bajo cero, hicimos una pausa para reponer fuerzas con unos plátanos y reconsiderar nuestra situación. Al oír la preocupación en la voz de mis amigos se apoderó de mí el gélido abrazo del miedo. Sentía el pecho como un peso muerto. Tenía la garganta tensa y seca. A la mente me venía una avalancha de posibilidades reales de estar perdidos durante días, de sufrir el ataque de algún animal salvaje o de morir de frío. Tal era la capacidad que mis temores tenían de apoderarse de mí que me quedé sin habla durante un rato, incapaz de aportar nada a una conversación muy práctica que mis amigos estaban manteniendo acerca de qué hacer a continuación. En la cumbre Pasados unos minutos se relajó la tensión física y se me normalizó la respiración. Encontré la voz suficiente para aceptar un atrevido plan que consistía en escalar varios cientos de metros hasta una cumbre con una hilera de árboles y que parecía ser nuestra mejor oportunidad de hallar refugio para pasar la noche. En aquella corona de tierra seca techada por dos pinos encontramos las ramas suficientes, más finas y más gruesas, además de un viejo tocón de un árbol —algo fundamental— para mantener encendido un fuego que aguantó hasta el amanecer. Entre todos, teníamos chucherías para comer, unas hojas de menta, dos tazas, una cacerola de acero inoxidable y unas navajas suizas. Pasamos la noche atendiendo el fuego, derritiendo nieve para hacer té de menta y acurrucándonos juntos, a veces contando historias, a menudo en silencio, con la humildad que nos imponía la inmensidad del paisaje. Estar allí encaramados en las rocas, rodeados de nieve, sustentados por el fuego y alimentados a base de aire (y de té) fue una experiencia profundamente elemental. El sol de la mañana saliendo detrás de una hilera de cumbres nevadas en el Himalaya es una de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida. Mis temores ya se habían disuelto mucho tiempo antes, pero la ansiedad se quedó ahí holgazaneando durante toda la noche y hasta mi descenso de la montaña a la mañana siguiente. No dejaba de darle vueltas a la fragilidad de mi situación y a la infinidad de posibilidades de que surgiese algún peligro. Notaba un cosquilleo en el estómago cada vez que me atrapaban las oleadas de pensamientos enervantes que empezaban por «¿y si?», y que iban cayendo en un goteo dentro de mi cabeza. Era como si mi mente se viera atraída como un imán a una maraña de calamidades indefinidas. Notaba el pulso en el cuerpo como si se hallase en un perpetuo estado de «alerta naranja». No me relajé hasta que salí de la montaña. Esa manera de quedarse ahí suspendida de un modo indeterminado forma parte de la naturaleza de la ansiedad: ocupar el espacio dentro de la cabeza, inducir la tensión y ganar por la mano a las alegrías de las aventuras de la vida. Sentir ansiedad es un componente más de la naturaleza humana, pero sentir ansiedad no tiene por qué ser penoso ni inquietante. E EXCITACIÓN SIN OXÍGENO Mucha gente asocia la ansiedad con síntomas físicos desagradables, como la tensión y las dificultades respiratorias y, por tanto, trata de evitarla. Quizá estés leyendo esto porque quieres hallar la manera de dejar de sentir ansiedad o de reducir sus apariciones en tu vida. sto es comprensible, pero excluye el tipo de sentimientos de ansiedad que puedes tener por un resultado apetecible. Desear mucho, casi sin aliento, que algo resulte como uno quiere se encuentra a menudo íntimamente relacionado con la ansiedad. Cuanto más exploramos la ansiedad, más matices hallamos. Igual que en el caso del miedo, la ansiedad tiene otra prima hermana que es la excitación, alineada con nuestro impulso primitivo de vivir. La búsqueda de aquello que necesitamos para vivir, crecer y prosperar forma parte de nuestra naturaleza. La excitación es la puesta en marcha de nuestra energía para lograrlo, nos conduce a la acción, y, a través de la acción, satisfacemos nuestras necesidades. Al satisfacer nuestras necesidades, vivimos con mayor plenitud. Sin excitación, estaríamos catatónicos. «La ansiedad es el vacío que se abre entre el ahora y el después». FRITZ PERLS 1893-1970, psicoterapeuta1 La vida, interrumpida La excitación es el salto espontáneo al siguiente momento de nuestra vida. Pero ¿y si se ve interrumpido este flujo hacia delante? ¿Y si nos resistimos, nos retraemos y nos atascamos en la tensión entre nuestra experiencia del «ahora» y nuestra percepción del «después»? ¿Y si perdemos el valor y no nos atrevemos a dar el siguiente salto? En este paréntesis hallamos la persistente propensión humana hacia la ansiedad. Esta es la sutil interpretación de la ansiedad propuesta por el eminente psicoterapeuta Fritz Perls2. La ansiedad, decía Perls, es el conflicto entre nuestra excitación natural y nuestra tendencia hacia el autocontrol. Este conflicto interfiere con nuestra función más vital: la respiración. Suspendidos en la incertidumbre entre el «ahora» y el «después», tratamos de mantenernos tranquilos y serenos. Al hacerlo, bloqueamos nuestra excitación y nos privamos de nuestra necesidad más esencial: el saludable flujo de la respiración. En la colisión visceral de nuestras carencias, necesidades, dudas y temores, experimentamos la excitación sin oxígeno. E COMPOSICIONES QUE SE HACE EL SER HUMANO A lo largo de los siglos, la ansiedad se ha catalogado de diversas maneras: como un problema psicológico, como un síndrome fisiológico, como una búsqueda filosófica o como un apuro existencial. Dependiendo de dónde te encuentres y de cuál sea tu punto de vista, la ansiedad presenta un rostro diferente. l estudio de la ansiedad en los tiempos modernos tiende hacia lo psicológico, al verla como una emoción angustiosa con conexiones complejas con la personalidad y con factores medioambientales. Vista así, desde este prisma, la ansiedad consiste en una expectación negativa: la tendencia a concentrarse en situaciones inminentes con la percepción de una incapacidad para estar a la altura. Consiste en una amenaza: la de vernos superados, sobreestimulados o sometidos a unas exigencias inmanejables, y todo ello salpicado con grandes dosis de apremio y de dudas. La receta es algo distinta en cada persona; depende de tus circunstancias actuales y de cómo manejes el estrés. La «ansiedad como rasgo», que está relacionada con la personalidad, es el nivel de ansiedad continuo y relativamente estable que tiene una persona con independencia de lasituación. La «ansiedad como estado» es una forma más transitoria de ansiedad y está relacionada con situaciones particulares. Se caracteriza por una emoción amplificada y suele afectar al desempeño de la persona. La distinción entre la ansiedad como rasgo y la ansiedad como estado nos llega desde la antigua época de los romanos, y entiende que las personas con niveles más altos de ansiedad como rasgo pasan por una ansiedad como estado más intensa y en un abanico más amplio de situaciones. Un manojo de nervios Si le preguntamos a la mayoría de la gente por su ansiedad, recordarán lo que se siente. Temblores, agitación, mareos, falta de aire, sudores, inquietud, náuseas, tensión y dolor en el pecho son síntomas comunes. Desde el calentón en la cabeza hasta los pies fríos, desde tener una sensación de irrealidad hasta sentirlo todo «demasiado real», la ansiedad es una experiencia fácil de recordar. Así ha de ser. Es el modo que tiene el cuerpo de decir que pasa algo. La ansiedad ha sido un continuo telón de fondo en la historia de la humanidad. Como especie, evolucionamos rodeados de peligros que amenazaban nuestra vida, de manera que la ansiedad forma parte de nuestra herencia. Ser cauteloso y preocuparse son instintos de supervivencia. Al contrario que nuestros ancestros prehistóricos, la mayoría de nosotros no se enfrenta a diario con depredadores, con hambrunas u otras amenazas graves, pero la programación básica para manejar tales eventualidades permanece grabada en nuestro interior. Nuestra historia evolutiva ha determinado que nuestra mente filtre la realidad muy al estilo de nuestros antepasados mamíferos, primates y humanos que se veían obligados a preguntarse una y otra vez: «¿Podré comerme eso, o eso me comerá a mí?». Siempre daban por sentado que algo era peligroso hasta que se demostraba lo contrario. Simios desnudos En numerosos sentidos, la especie humana no ha cambiado mucho a través de los siglos. Una cosa que sí ha cambiado, sin embargo, es nuestro conocimiento de la biología y la neurofisiología. Ahora sabemos lo que está pasando en nuestro cuerpo cuando sentimos la ansiedad. En el sistema límbico de tu cerebro hay dos estructuras que reciben el nombre de «amígdala» y que forman el epicentro de un primitivo sistema de alarma. Cuando percibes una amenaza, la amígdala emite advertencias a diferentes partes del cerebro, que inicia una reacción bioquímica en cadena que pone todo tu organismo en un estado de elevada excitación nerviosa. Es como un dispositivo pirotécnico que se encendiese en la cabeza y explotase en el centro de tu cuerpo. Te has puesto en «modo amenaza», estás preparado para el peligro. El pensamiento racional se desconecta. En cuestión de segundos, tu cuerpo se ve invadido por las hormonas del estrés. Se te incrementa el ritmo respiratorio. Se te agudizan los sentidos. Se te acelera el pulso. Los músculos y las extremidades se movilizan listos para la acción. Al igual que tus ancestrales antepasados, estás preparado para enfrentarte a un mamut. Al percibir una amenaza, en un solo segundo nos convertimos en el vigilante cazador y/o cazado. Ante la incertidumbre, nos decantamos por la precaución y la contención. Somos criaturas sensibles que adoptan en la vida un planteamiento de «más vale prevenir que curar». No es de extrañar, entonces, que nuestra mente pueda actuar como un pirómano que se dedica a provocar incendios con desenfreno y, un instante después, se muestre como un miembro de un equipo sanitario o de protección civil en estado de pánico, que hace sonar las alarmas de manera mecánica en un intento desesperado por mantener el control. Criaturas rodeadas de comodidades Nuestros instintos hereditarios pueden parecernos confusos a la vista de cómo es nuestra vida hoy en día: somos la cúspide de la cadena alimentaria y siempre disponemos de soluciones para todo. Ausentes los depredadores carnívoros, lo más probable es que, en su lugar, lidiemos con nuestras emociones interiores. Con tal de no sentirnos amenazados, ansiosos o aterrorizados, podríamos emplear la misma programación primitiva que tenemos diseñada para afrontar las amenazas externas: control y elusión. El control consiste en cambiar a la fuerza aquello que percibimos como peligroso, o en librarse de ello. La elusión consiste en apartarnos de dicha situación concreta, o de no entrar en ella desde un principio. Ambas estrategias son ideales ante cualquier circunstancia que amenace físicamente nuestra vida. Nuestros más antiguos antepasados darían fe de ello. Pero ¿y si tu vida no está en peligro? ¿Y si la amenaza no es más que una idea que tienes tú en la cabeza? Aquí es donde se quiebran tus esfuerzos por recuperar un estado de confort y de calma. El control y la elusión impiden que sigamos explorando el «peligro», cuya naturaleza, de manera terrorífica, continúa sin estar bien definida. El control y la elusión también provocan un conflicto mental si tratas de controlar o de evitar ciertas ideas en la cabeza (lo cual harás, si son estas ideas lo que te atormenta). El resultado general tiende a ser una mayor angustia emocional, no menor. En ausencia de una amenaza directa a tu vida, el control y la elusión sirven poco menos que de terreno fértil para un ciclo de ansiedad generado por uno mismo. Si seguimos utilizando las mismas herramientas, vamos a obtener los mismos resultados, y esto sucede con el control y la elusión, los cuales — ambos— aniquilan la curiosidad. Sin curiosidad, no reparamos en nada nuevo. Tal vez es por eso por lo que, a pesar del relativo confort y seguridad para muchos de nosotros, vivimos en una supuesta «era de la ansiedad» en la cual los niveles de ansiedad registrados marcan valores máximos. Más que nunca en la historia de la humanidad, un creciente número de personas lleva una vida más segura, más sana y más larga. Disponemos de alimentos, equipos de primeros auxilios y pólizas de seguros. Es verdad que una mayor libertad y una mayor prosperidad han traído nuevos problemas de identidad y de conexión social, pero ¿por qué tenemos tanta ansiedad tantos de nosotros? Para averiguarlo, debemos descubrir qué es lo que pasa en nuestro interior. Nuestra manera de percibir el mundo, a los demás y a nosotros mismos es un gran indicador de lo que sentimos. El primer y pequeño paso para desentrañar la ansiedad es volvernos hacia el interior y sentir curiosidad. EJERCICIO ¿QUÉ TIEMPO HACE? * Los términos relacionados con la climatología son una rica fuente de lenguaje para describir las emociones. Algunos ejemplos son sentirse en calma, inestable, plomizo, resplandeciente o turbulento. Encontrar una palabra para describir el «tiempo que hace dentro de nosotros» le aporta un grado de objetividad a nuestra experiencia. Cuando te percates de que sientes ansiedad, date primero la posibilidad de sentirla en el cuerpo y después busca un término relacionado con fenómenos naturales que encaje con ese sentimiento. ¿Sientes la ansiedad como una tormenta, un temblor de tierra, una borrasca, un incendio descontrolado, un socavón, la descarga de un rayo, un tornado? Igual que en cualquier buen parte meteorológico, cíñete a los titulares y recuerda actualizarte la información con regularidad. EJERCICIO DESMONTAR LA ANSIEDAD * Reflexiona sobre tu experiencia personal con la ansiedad. ¿Qué te viene a la cabeza? ¿Sentimientos? ¿Imágenes? ¿Lugares? ¿Personas? ¿Recuerdos? ¿Actos? ¿Sensaciones? Con lápiz y papel, toma nota de todo, por aleatorio que sea. Ahora, sitúa lo que has escrito dentro de los diferentes dominios que exponemos a continuación. Te seguirán viniendo cosas a la cabeza a medida que lo vayas haciendo. • Desencadenantes: ¿En qué situaciones es más probable que te pongas ansioso? ¿Qué cosas, lugares o personas te provocan la ansiedad? ¿Qué podrías ver, oír, tocar, saborear, oler y pensar que te genere ansiedad? • Sensaciones corporales: ¿Qué sientes en el cuerpo cuando tienes ansiedad? ¿Percibes cambios de temperatura, respiración, tensión o estadode alerta? ¿En qué partes del cuerpo? Escribe todo lo que notas, desde lo más obvio hasta lo más sutil. • Pensamientos: ¿Qué se te pasa por la cabeza en los momentos de ansiedad? ¿Hay algún pensamiento específico como «estoy en peligro», «no podré con ello» o «sucederá lo peor»? ¿Hay alguna imagen mental? ¿Se produce algún comentario interno, sobre la marcha, acerca de lo que estás pensando y cómo te sientes? • Comportamientos: ¿Qué haces cuando sientes la ansiedad? ¿Abandonas ciertas situaciones? ¿Te quedas en casa? ¿Te cierras a los demás? ¿A quién, qué o qué lugares evitas? ¿Qué cosas haces más (o haces menos) cuando estás así? ¿En qué te concentras? Ahora que has desmontado tu ansiedad, ¿qué percibes al respecto? ¿Hay algún dominio más discernible que otro? ¿Qué relaciones existen entre los distintos dominios? ¿Te da la sensación de que la ansiedad no es tanto una «cosa» como la disposición de una serie de factores relacionados? A MIRAR DE FRENTE AL FUTURO En una tarde de tormenta, me detuve en el pasillo de mi casa a mirar el cielo a través de los paneles de cristal del techo y vi un canalón muy alto que estaba suelto. Temblaba, se balanceaba y lanzaba cascadas de agua sobre el tejado. Pensé que podría venirse abajo y rajar el cristal. No podía hacer nada. Seguí dándome paseos, yendo y viniendo para echar otro vistazo. Inútil manera de pasar tres horas de mi vida. rrastraba los pies pasillo arriba y abajo con la mirada puesta en el diluvio y fijándome bien en aquel canalón. Cuando no estaba mirándolo atentamente, me encontraba en cualquier otro lugar de la casa pensando en él. No tenía ni el conocimiento ni la capacidad para arreglarlo yo por mi cuenta. Con una sensación de tensión y de impotencia, me pasé toda una tarde reproduciendo mentalmente escenas de tuberías que se caen, cristales hechos añicos y pasillos inundados. Mi primer acto práctico fue llamar a un albañil a la mañana siguiente para que viniera y examinara el canalón. Mi conducta de aquella tarde no provocó ningún cambio y solo sirvió para una cosa: preocuparme. Como tanta gente, he pasado por momentos duros en mi vida. Me he enfrentado a amenazas físicas, a dolorosas dificultades por lesiones o enfermedades, y he sufrido numerosas pérdidas. He visto la muerte de cerca en varias ocasiones. Tanto mis seres queridos como yo mismo hemos sufrido calamidades e infortunios, pero cuando la vida me sonríe —salvo por una tormenta—, me puedo pasar tan pancho las horas preocupándome como un bobo por lo más tedioso del mundo, como un canalón suelto. Producciones ficticias El mío es un prosaico ejemplo que pone de manifiesto una característica de la caprichosa mente humana. Ante la posibilidad de que se produzca un suceso inoportuno, la mente —cuando no se le ponen barreras— tiende a obsesionarse con ello. Construye una representación mental del objeto de preocupación y se centra en ello de manera recurrente (hasta llegar a excluir con frecuencia cualquier otra cosa). En este estado de intranquilidad, la mente se queda tan absorta con su objeto que pierde el claro sentido de las circunstancias presentes: lo que de verdad está sucediendo. En efecto, la mente se desorienta. El resultado pueden ser horas de paseos por el pasillo, arriba y abajo, mientras diluvia, irritado y vacilante, sin resolver nada. «Nuestros peores infortunios jamás suceden y la mayoría de las miserias mienten de antemano». HONORÉ DE BALZAC 1799-1850, novelista Es probable que conozcas esta experiencia por ti mismo. La capacidad de invocar al desastre como salido de la nada es, al fin y al cabo, parte de nuestra herencia mental. La mente queda cautivada por una especie de profecía negativa, se apodera de tu capacidad de concentración y anula tus posibilidades de tomar medidas efectivas. Seducido por un futuro virtual de infortunio, pierdes las horas enzarzado en estas fantasías hasta que te sientes agotado. Es algo que hacen las mentes normales; se les da muy bien, y es un problema. La vida como una película de desastres La preocupación es un pensamiento repetitivo, negativo, que se centra en el futuro. Es el dilema de ser incapaz de resolver algo en la mente y al mismo tiempo sentirse empujado a seguir concentrándose en ello. En «modo preocupación», le damos vueltas a una serie de cadenas de pensamientos catastróficos, cadenas que son inestables: se elevan hacia el exterior como el hongo de una explosión nuclear y generan más y más escenarios desfavorables. Es la mente, que se dedica a montarse sus propias películas de desastres. ¿Y por qué lo hace? Porque el ser humano es un solucionador de problemas nato que mantiene una constante relación con un futuro incierto, pero confundimos el hacer algo práctico para atajar alguna cuestión concreta (solucionar problemas) con pensar en ello de manera negativa una y otra vez (preocuparse). Esto último hunde sus raíces en una relación viciada con el futuro. También puede tratarse de una conducta compulsiva: hurgamos en problemas viejos y rancios que nos responden creándonos molestias. En mi trabajo como terapeuta, la mayoría de los pacientes que acuden con problemas de ansiedad hablan también de fuertes tendencias a preocuparse. Uno describía cómo se sentía «torturado por las posibilidades futuras», otra decía que «se traía los problemas del mañana», otro contaba que se levantaba por la mañana y «tiraba mentalmente de una palanca que me descargaba en la cabeza una avalancha de ladrillos de preocupaciones». Todos estos comentarios apuntan a una tendencia a paralizar la experiencia del momento presente cargando la mente con el futuro. No es de extrañar que el término en inglés antiguo wrygan, del cual se deriva worry, «preocuparse», signifique «estrangular». EJERCICIO ¿TIENES LIMPIA LA BOLA DE CRISTAL? * Escribe un ejemplo de algo que te tenga preocupado, como un suceso inminente. A continuación, anota lo que te estás diciendo a ti mismo que sucederá en el futuro en relación con eso que te preocupa. Ahora, extrae de esto una predicción concreta: ¿qué sucederá exactamente?, ¿dónde, exactamente?, ¿cómo, exactamente? Toma nota de todos los detalles y evita las generalidades. Tu predicción debe ser tan clara que otra persona distinta de ti pueda saber si tal suceso se produce o no. Debería de quedarte una predicción precisa de un suceso concreto. Esto es lo que tu mente dice que deparará el futuro. ¿Estás seguro? ¿De verdad? Perdidos en la niebla Dar crédito a nuestras preocupaciones precipita estados de ansiedad sin ningún tipo de restricción. Esta forma de ansiedad tiende a ser autogenerada, porque, cuando no sabemos sobre qué sentimos ansiedad, nos genera ansiedad el hecho de sentir ansiedad. La preocupación es lo que alimenta este círculo vicioso. Cuando nos preocupamos, es tal nuestro distanciamiento de la realidad para adentrarnos en el universo virtual de la mente que nos aislamos temporalmente de nuestra experiencia emocional. Al «regresar», entramos en contacto con nuestras emociones expresadas a través del cuerpo, pero ya hemos perdido el vínculo entre lo que sentimos (ansiedad) y lo que lo provocó en primera instancia (preocupación). Esto desencadena más impulsos de preocupación y mantiene la excitación ansiosa. No tiene sentido preocuparse por estar preocupándose: solo conduce a más... ya sabes qué. Confía en que es posible disfrutar de una vida sin preocupaciones. Es algo que llega, sobre todo, por medio de una mayor comprensión de cómo funciona tu propia mente. La práctica de la conciencia plena proporciona esta comprensión y conduce a ese tipo de vida. L VOLVER A LOS COMIENZOS El ser humano siempre ha sentido ansiedad, y siempre la sentirá. No hay que hacer de ello un problema. Nuestra manera de relacionarnos con nuestra ansiedad y de aplicar el conocimiento que tenemos de ella conforma el objeto constructivo de la búsqueda, y el hecho de centrarnos en esto nos ofrece una perspectiva diferente de cómo manejar una mente y un corazón atormentados.ee algo sobre la ansiedad y enseguida descubrirás su pertinaz presencia en la historia del ser humano. Las pinturas rupestres paleolíticas se encuentran entre los primeros registros de alguien que se expresa al mostrar toda una colección de animales salvajes prehistóricos merodeando, en estampida y luchando. Otras pinturas representan escenas de caza. El mensaje esencial transmitido podría ser: «Soy un cazador. Soy cazado. La vida es peligrosa. Sé pintar. Bienvenido a mi mundo». Avancemos veloces a la actualidad: aquí abundan los seres humanos que sienten ansiedad. ¿Es de extrañar? Los titulares de las noticias nos bombardean con historias de guerras, pandemias, pobreza y destrucción. Nos angustiamos por nuestros hijos, nuestra seguridad, dinero, salud, atractivo sexual y por cómo nos parecemos al resto de nuestros congéneres y vecinos. Hay industrias enteras erigidas sobre la propensión humana a sentir ansiedad. Las campañas publicitarias extienden el temor a unos gérmenes que no sabíamos que existían y nos martillean la moral de forma solapada por no tener el coche, el peinado o los zapatos que corresponde. Una tóxica combinación de amenazas reales y de temores fabricados ha implantado la ansiedad en nuestras vidas como nunca se había visto antes. Para afrontar esta escombrera emocional, recurrimos a la medicación, al entretenimiento y a las compañías de seguros. Trastornos de un mundo nuevo La ansiedad vista como una «enfermedad» es un fenómeno más reciente. Los problemas mentales no se vieron como enfermedades hasta el siglo XIX. Antes de eso, estaban vinculados a rasgos del carácter o a defectos individuales. Los antiguos griegos explicaban la ansiedad como «la expectativa del mal»3 (donde el «mal» podía ser cualquier cosa, desde la deshonra social hasta la muerte). La Anatomía de la melancolía, de Robert Burton (1621), describía la ansiedad como una afección humana innata fuertemente vinculada con la melancolía (precursora del término «depresión»)4. La influyente obra de Sigmund Freud (1856-1939) fue la primera que aisló la ansiedad de otros problemas psicológicos y que clasificó sus diferentes manifestaciones. Ahora bien, la clasificación contemporánea de los «trastornos de ansiedad» (véase el cuadro de la página 43) ha cambiado desde los tiempos de Freud. Sus definiciones y su manera de catalogarlos siguen siendo fluidas y son de notoria controversia entre los psicoterapeutas. Algunos tienen una fe ciega en ellas, para otros son un escollo. Una cosa sí es segura: los diagnósticos son demasiado arbitrarios y simplistas para generar algo más que un indicador de que alguien está sufriendo. Las herramientas de diagnóstico que utilizan los profesionales no pueden ser verdaderamente objetivas a causa de la complejidad de factores (medioambientales, sociales, biológicos, psicológicos) que participan en la salud mental. En el peor de los casos, los diagnósticos de la ansiedad reducen la persona a un conjunto de síntomas que nos suenan a algo anormal y que, de manera indirecta, alimentan una industria farmacéutica especulativa. En el mejor de los casos, los diagnósticos son un guiño a la polifacética naturaleza de la ansiedad. Al distinguir entre grupos de síntomas comunes, pueden acabar siendo un medio hábil para rastrear la forma en que la angustia de una persona se desvía del sufrimiento humano más general. Billete para el tiovivo Una buena metáfora de aquello que conecta todos los trastornos de ansiedad es un tiovivo de feria que tiene muchos caballos. Cada caballo representa un pensamiento concreto, un tipo de conducta o un sesgo de la atención. Un conjunto particular de caballos representa la constelación única de factores que conforman un trastorno. Hay caballos compartidos por varios trastornos distintos; otros son específicos de un trastorno concreto. Lo que no cambiamos, sin embargo, son el eje central y el recorrido global, que siempre es dar vueltas y más vueltas. El eje y el recorrido —los mecanismos básicos de toda ansiedad— son comunes para todos los trastornos y son los únicos elementos que es esencial conocer. El siguiente capítulo los explora en detalle. Si te han diagnosticado formalmente un trastorno de ansiedad, es aconsejable no tomarse muy a pecho la etiqueta. Como criatura compleja, tú siempre serás más que un conjunto de síntomas. Que sea la etiqueta la que se remita a ti, en lugar de al contrario. La utilidad de cualquier diagnóstico está determinada por la manera de relacionarnos con él: • Si la etiqueta es una señal honesta que te indica que tienes que llevar a cabo contigo mismo algún tipo de trabajo que es necesario, entonces es útil. • Si se convierte en una excusa para no hacer ese trabajo, no es útil. • Si te despierta la curiosidad sobre quién eres y en qué consiste la vida, entonces es útil. • Si la utilizas para definirte, entonces no has entendido de qué se trata. El término «diagnosis» viene del griego dia-gnosi, «conocimiento a través de». El término original apunta a que la identificación de un problema, en lugar de ser reductible a un conjunto de datos objetivos, se conoce a través de nuestra manera de observarlo. Pues bien, ¿cómo podríamos observar nuestra ansiedad sin prejuicios ni presupuestos, de modo que la veamos tal cual es realmente? Aquí podemos recurrir a la conciencia plena, una «forma de mirar» clara y espaciosa, y una valiosísima aliada en nuestra búsqueda del buen vivir. Clasificaciones de la ansiedad TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADO: tendencia marcada a preocuparse por muchas cosas de forma persistente, acompañada de síntomas físicos de ansiedad. Fobia específica: temor a un objeto, suceso o situación en particular. TRASTORNO DE PÁNICO: temor persistente a las propias reacciones psicológicas ante la amenaza. AGORAFOBIA: evitar salir al exterior por miedo a sufrir un ataque de pánico. TRASTORNO DE ANSIEDAD SOCIAL: temor a ser juzgado, ridiculizado o humillado delante de los demás (posiblemente por mostrar signos visibles de ansiedad). ANSIEDAD RELACIONADA CON LA SALUD*: marcada preocupación por la propia salud física por temor a estar o a ponerse enfermo. TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO: pensamientos o impulsos recurrentes y agobiantes que conducen a sentir la necesidad de «arreglar las cosas» por medio de la ejecución de rituales o de la neutralización mental. TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL: profundo interés por la propia apariencia acompañado de una preocupación excesiva por ello. TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO: temor intenso de que vaya a suceder de nuevo algo amenazador o dañino que ya se ha producido con anterioridad. * La ansiedad relacionada con la salud se divide a veces en trastornos de ansiedad por enfermedad y trastornos de sintomatología somática. S EXPRESIONES DE LA ANSIEDAD La preponderancia de la ansiedad se refleja en los numerosos modismos y giros idiomáticos que se nos escapan de entre los labios. Estamos sumidos en el lenguaje de la ansiedad y nos encanta utilizar sus imágenes. Todos conocemos tan bien los estados de ansiedad que con frecuencia hablamos de ellos sin darnos cuenta. er un «manojo de nervios», tener «el corazón en un puño» o quedársele a uno «helada la sangre» son expresiones que implican ansiedad. De igual forma, estar «que no podemos más», «en ascuas» o ponernos «como locos» también aluden a esta sensación de trastorno. Lo que tienen en común todas estas frases es que transmiten una sensación de manifestación corporal. Cuando digo que «me dio un sudor frío» o que «sentí que se me abría el suelo bajo los pies», estoy describiendo experiencias viscerales, y sé que los demás me entenderán, porque ellos también las conocen. Todos tenemos en común el ser de carne y hueso. He aprendido mucho sobre mis propios patrones de ansiedad a través de la investigación introspectiva. Sea cual sea el desencadenante, la «sensación percibida» es siempre la misma: oleadas de calor y de tensión que crecen en el interior de mi cuerpo, que, paradójicamente, siento agarrotado y frío.Es como si me temblara el pecho mientras el corazón me late con fuerza y se me acelera la respiración. Me vuelvo impulsivo e inquieto, propenso a acelerar mis actos, me salto las palabras y persigo incansable la certeza o la conclusión. En tales situaciones, todo mi ser se siente constreñido. Tiendo a aislarme de los demás. Mi mente se obsesiona con lo que me preocupa y descarta una visión más amplia de las cosas. Solo soy capaz de tener un contacto fugaz con el mundo. Cuando la ansiedad es intensa, es como estar sepultado bajo tierra o emparedado en un espacio sin ventilación. El corazón me late con fuerza en los oídos, me siento agarrotado y ansío el oxígeno. Me asaltan los pensamientos de que no podré con ello. Una imagen que me suele venir a la mente en estos momentos es la de mi cuerpo bien atado y entrando a la fuerza en un horno con la cabeza por delante. Es sorprendentemente similar a las representaciones religiosas y mitológicas del infierno. Estar atrapado, asfixiándose y tener por único destino más de lo mismo son características comunes del infierno: un estado definitivo «sin salida». Pero aquí es donde se quiebra mi analogía, porque lo que a continuación le sucede a mi ansiedad es lo de siempre: se me pasa. El que yo piense que algo es un infierno no significa que lo sea. La fuerza cordial de la conciencia plena Un planteamiento consciente de la ansiedad comienza con la disposición a volvernos hacia ella: explorarla, sentirla y recibirla sin resistencia. Esto se puede hacer con delicadeza, de manera gradual. Tampoco es necesario lanzarse de cabeza al horno. Resulta más útil (y satisfactorio) ir familiarizándose con la ansiedad paso a paso, igual que uno llega a conocer a una posible amistad o pareja. Por un proceso de familiarización gradual, aprendemos más sobre nuestra relación con ella y, por ende, sobre nosotros mismos. El lugar obvio para una «primera cita» con la ansiedad es nuestro cuerpo. La ansiedad es un estado que se manifiesta corporalmente, y la conciencia plena es una práctica que se realiza a través del cuerpo: ¡la pareja perfecta! La próxima vez que sientas ansiedad, haz una pausa intencionada y presta toda la atención que puedas al sentir de tu cuerpo. Nota las sensaciones presentes y en qué parte del cuerpo están. Consiéntete sentirlas. Acto seguido, será de ayuda escribir los «síntomas» que observes. Esto te permite comenzar a detectar patrones. Tomar notas ayuda también a desarrollar un cierto grado de objetividad para con tu experiencia. Al explorar de esta manera la manifestación corporal de la ansiedad, hay que recordar algo crucial: no te propongas nada. Trata de conocer tu ansiedad solo por conocerla. Eso es todo. Se parece mucho a la afición de mirar los trenes, si tenemos en cuenta lo que hacen y lo que no hacen sus entusiastas. Es gente que observa de manera meticulosa los trenes que pasan y toma nota de sus detalles. No tratan de parar, desviar, descarrilar los trenes ni interferir de ningún modo en su funcionamiento. Su participación es de una naturaleza muy precisa: miran —con curiosidad— lo que está pasando ante sus ojos. Haz tú lo mismo con tu ansiedad: obsérvala y siéntela sin interferir ni resistirte. ¿Qué es lo que descubres? «De haber un camino a lo mejor, exige mirar de lleno a lo peor». THOMAS HARDY 1840-1928, novelista y poeta5 MEDITACIÓN SALUDA A LA ANSIEDAD * Cuando sientas ansiedad y puedas ir a algún lugar tranquilo donde no te vayan a molestar, tómate diez minutos para realizar este ejercicio. Dedícale dos o tres minutos a cada instrucción. • Siéntate erguido, en una postura relajada y cierra los ojos con delicadeza. Respira hondo una o dos veces. Acto seguido, deja que la respiración adquiera su propio ritmo. Tómate unos instantes para hacerte consciente de todo tu cuerpo. • ¿En qué parte del cuerpo notas la ansiedad de manera más notoria? Si hay varias zonas del cuerpo, escoge la sensación más intensa. Ofrécele toda tu atención y explórala de cerca. Libérate de cualquier pensamiento sobre ella. Percibe la sensación de modo directo. • ¿Dónde arranca y dónde se detiene esta sensación? ¿Es caliente, fría o ambas cosas? ¿Es superficial en el cuerpo o está muy dentro? ¿Se mueve, emite latidos o se mantiene quieta? ¿Tiene bordes? ¿Es constante o cambiante? ¿Es una sensación o un abanico de sensaciones? Explórala con curiosidad, descubre todo lo que puedas sobre ella, percibiéndola de forma directa. • Ahora, imagínate que esta sensación fuese un objeto. ¿Qué aspecto tendría? Concibe una o varias imágenes en la cabeza, a su aire. ¿Qué formas, tonos o colores te vienen a la mente? ¿Qué texturas? Observa este objeto con interés. • Permítete tener esta sensación. Hazle hueco. No tiene por qué gustarte. Percibe que tu cuerpo es lo bastante grande como para albergar esa sensación. Percibe que tu mente es lo bastante grande como para crear un objeto a partir de ella. Cuando termines esta meditación, toma algunas notas sobre tu experiencia al hacerla. E DE LA MISMA SUSTANCIA QUE LOS SUEÑOS Nuestra vida onírica es un terreno fértil donde investigar nuestra ansiedad. El inconsciente tiene una gran relevancia para nuestra experiencia consciente. Escuchar lo que sucede en nuestro interior fomenta la consciencia. Igual que en nuestra vida despiertos, la ansiedad puede adoptar muchas formas en los sueños, desde perder un autobús o presentarse a un examen hasta vernos perseguidos por un monstruo. Cuanto más explores, más patrones descubrirás. l riesgo de un peligro físico es una forma común que la ansiedad tiene de expresarse en un sueño. Aquí, el peligro va dirigido al «tú» del sueño (seas quien seas o lo que seas). Esto puede ser una amenaza directa, como sentir que te caes o que te apunta algo dañino; o podría ser indirecta, quizá un peligro distante o un desastre natural que se está produciendo, como un incendio o un terremoto. Mucha gente cuenta que se despierta durante esos sueños, lo cual es indicativo de un deseo de escapar de su sensación de ansiedad. Los sueños en los que nos persigue algo malvado o tenebroso también apuntan a la ansiedad. Al despertarnos, podemos sentirnos inclinados a querer «huir» de pensar en esos sueños. ¿Sería posible, en cambio, reflexionar sobre ellos? Al fin y al cabo, fuera lo que fuese lo que le parecía malvado al «tú» del sueño no es capaz de hacerte daño a plena luz del día. Dedicarle un rato a los sueños puede ser un pasatiempo muy creativo, lo cual le añade color y profundidad a la vida despiertos. Los sueños no buscan un significado último, exactamente igual que la poesía. EJERCICIO LLEVAR UN DIARIO DE SUEÑOS * El tiempo es esencial al registrar los sueños. Su naturaleza es tan volátil que todo lo que recuerdas de ellos se desmorona en cuestión de segundos o de minutos. He aquí algunas sugerencias para llevar un buen diario: • Ten un cuaderno y un bolígrafo al alcance de la mano desde la cama. Registra el sueño en el momento en que te despiertes. • Primero, repasa rápidamente el sueño en la cabeza. Después, escribe todos los detalles. Aunque tu recuerdo sea vago, escríbelo. • Los detalles podrían incluir colores, estados de ánimo, ambientes, personajes, símbolos, formas, actos e interacciones con otras personas o cosas. • Registra cada fragmento, por insignificante que te parezca. Busca una o dos palabras para describir sensaciones concretas o escenas de gran realismo en el sueño (emocionantes, aterradoras, celestiales, etc.). • Cíñete a una descripción escrita (contenido, imágenes y estado de ánimo). No lo interpretes, lo embellezcas ni lo juzgues. • Ponle un título al sueño, algo que capte su temática o temáticas principales, y anota al lado la fecha. Rompe el hechizo Un acosador en un sueño puede que represente un deseo natural de que un material inconsciente se haga consciente. Esto indica que se está produciendo un cambio saludable en la mente. La ansiedad que se siente en el sueño está, por tanto, basada en la huida que «tú» efectúas enel sueño y, por extensión, en tu manera de evitarlo cuando te despiertas. Si dejas de huir del sueño, permites que avance tu mente inconsciente. Aún mejor, si eres capaz de dejar de correr en el sueño, quizá te encuentres con que el acosador también se detiene, o que cambia de tal manera que resulta irreconocible. No haberse propuesto nada concreto de antemano resulta de gran ayuda en el trabajo con los sueños. Resístete a la tentación de buscar una interpretación definitiva. Deja que el sueño hable en sus propios términos, deja que se muestre. Aligera la carga A lo largo de varios años, tuve una serie de sueños recurrentes en los que perdía las maletas. El ambiente predominante siempre era de una consternación que se tornaba en pánico. Se los mencioné a una amiga terapeuta, quien me sugirió que llevase un «diario de sueños». No tardé en reparar en un aspecto que tenían en común todos mis sueños de maletas: mi búsqueda sin tregua con tal de localizar el equipaje perdido, que siempre tenía como resultado el hallazgo de una sola parte y la sensación de insatisfacción que acarreaba aquello. ¡En un sueño me encontraba entre miles de maletas desperdigadas por una playa! Fui a buscar la mía, me puse frenético y terminé agotado. Al final encontré la que creía que era la mía, pero de algún modo no terminaba de encajar. Me desperté con un sentimiento de frustración y de pesadumbre. Cuando le conté este sueño a mi amiga, me dijo: «¡Quizá te sintieses un poco más ligero si dejases de ir por ahí tratando de cargar con todo tu equipaje!». Fue una observación absolutamente simple, pero algo hizo clic en mí. La frecuencia de los sueños descendió, aunque sigo trabajando en «desprenderme». CAPÍTULO 2 QUEDARSE SIN ALIENTO La ansiedad es necesaria para la preservación de la vida. Sentir muy poca ansiedad en circunstancias arriesgadas tiene tanto de desorden como sentir demasiada cuando el peligro no existe. El camino inteligente que hay que tomar es el de hallar la manera de estar dispuesto a vivir con sensaciones incómodas. Podemos ser realistas con la ansiedad comprendiendo cómo funciona la mente y desarrollando las delicadas y potentes habilidades de la conciencia plena. Podemos aprender a cuidar de nosotros mismos en formas que nos mantengan conectados con las alegrías de la vida. Es posible cultivar una versatilidad interior que al mismo tiempo resulte liberadora y reconfortante. L CÓMO COGER UNA BUENA RACHA En nuestra búsqueda de la seguridad, del placer y del sentido en la vida, nos encontramos con obstáculos. Esto puede provocar sensaciones indeseadas de nerviosismo y aprensión, pero si nos resistimos a estas sensaciones, solo conseguimos aumentar el estrés. También corremos el riesgo de establecer un ciclo de ansiedad y de quedarnos ahí bloqueados. a ansiedad se manifiesta de muchas maneras diferentes. Es frecuente que venga y vaya y que no le demos más vueltas al tema. Pero si la ansiedad no deja de repetirse, ya sea con una intensidad excesiva o de manera desproporcionada respecto de la situación, esto indica que algo ha salido mal en tu relación contigo mismo o con el mundo. Es la señal para poner en marcha algún que otro trabajo interior. Y un buen punto de partida es familiarizarse con el funcionamiento de los ciclos de la ansiedad. Todos los ciclos de ansiedad están compuestos de una serie de factores mentales, emocionales, conductuales y fisiológicos que interactúan entre sí y que se impulsan de manera recíproca. Arranca un ciclo, se autoperpetúa durante un periodo de tiempo y entonces se detiene para volver a empezar más adelante. El ciclo de ansiedad de cada persona es único, pero todos ellos tienen en común los mismos elementos básicos: • Detectas una posible amenaza. Podría ser cualquier cosa: una situación, objeto o ente del mundo exterior; un pensamiento en la cabeza; una sensación en el cuerpo. • Interpretas la amenaza como algo explícitamente hostil, intolerable o desastroso. • Te concentras de forma selectiva en la amenaza. Te mantienes alerta buscándola y tratas de detectarla lo más rápidamente posible. • Experimentas una «sensación» de estar en peligro. • Tu cuerpo sufre un rápido cambio fisiológico en respuesta a la excitación nerviosa. • Tratas de controlar tu experiencia. Esto puede adoptar muchas formas: cambiar, comprobar o manipular las cosas que te rodean; tratar de cambiar, comprobar o manipular los pensamientos o las sensaciones; buscar la seguridad o la certeza en ti mismo o en los demás. • Tratas de evitar o de escapar de la amenaza por completo. Te alejas de ella y calculas la manera de evitarla en el futuro. Es tal la velocidad y la complejidad de tu funcionamiento psicofísico que en su momento no distinguirás entre estos distintos componentes. Cuando un ciclo se activa, es como si todo sucediera al mismo tiempo. De los puntos enumerados más arriba, quizá seas consciente solo de ciertos aspectos de los dos últimos, referidos a tu forma de actuar y reaccionar. El control y la elusión son comprensibles, pero también son contraproducentes porque «cierran el círculo» y disponen las condiciones para que el ciclo se repita. Arriesgarse al cambio La ayuda profesional es la mejor manera de trabajar ciertos ciclos de ansiedad, mientras que otros pueden resolverse con tus propios esfuerzos. Eres tú quien tiene que elegir. Sea cual sea la ruta por la que optes, será necesario actuar con habilidad y tener determinación. Como terapeuta, he trabajado con mucha gente que sufre con la ansiedad. Siempre me llama la atención el hecho de que deje una huella diferente en la vida de cada persona. Para una podría ser un temor específico a un objeto o un sitio en particular. Otros podrían batallar con las dudas acerca de su propia mente, o con un incesante estado de terror ante el hecho de estar vivo. Lo que todo el mundo tiene en común es la disposición a darse la vuelta para mirar de frente a su malestar. Es un requisito previo para dejarlo atrás. Al ayudar a otras personas a superar sus temores me he visto haciendo muchas cosas peculiares. Una vez, repetí cincuenta veces en coche una rotonda con una mujer con la intención de que superase su temor a circular por ellas. He caminado por parques y montañas, he cruzado puentes y me he subido a autobuses con personas convencidas de que se vendrían abajo, se volverían locos o se morirían en dichos lugares. En otras ocasiones, he invitado a mis pacientes a «ponerme a mí en peligro», por ejemplo, pidiéndole a uno que me pusiera un cuchillo en el cuello durante una hora seguida con tal de que pudiese dominar su temor de hacer daño a los demás. Fuera cual fuese el «experimento», mis pacientes siempre se encontraban con que su temor era infundado. Tenían que arriesgarse a descubrirlo por sí solos. «Bien amarrado y atracado en puerto, no cabe duda de que un gran barco está seguro, pero los grandes barcos no están hechos para eso». CLARISSA PINKOLA ESTÉS poetisa y psicoanalista6 El alivio del estrés Un acercamiento polémico a la problemática de la ansiedad no suele ser necesario, y tampoco es la norma, desde luego. Sin embargo, siempre es de ayuda un cierto énfasis en un cambio de comportamiento. Recordemos que la ansiedad consiste en la percepción de una amenaza; y la amenaza provoca tensiones en el cuerpo y en la mente. Sin una diestra intervención en nuestra propia defensa, acumularemos esas tensiones y cargaremos con ellas por doquier, lo cual precipitará el estrés y dará lugar a más ansiedad. Quitarnos la presión de encima cada vez que podamos es de sentido común. Desde los tiempos de Hipócrates (460-375 a. C.) —«el padre de la medicina moderna»—, la gente ha comprendido los beneficios de tratar la ansiedad con aire fresco, una dieta sana y un equilibrio de descanso y ejercicio. Lo que metas en tu cuerpo te afectará en el ánimo, en la energía y en la movilidad. Unos pocos minutos, incluso, de ejercicio aeróbico al día cambian la manera en que tu cuerpo regula las hormonas del estrés.El contacto con la naturaleza y el tiempo que dedicamos a nuestras aficiones son vitales para nuestro bienestar. Un cambio saludable sostenido requiere de una atención y un esfuerzo sensatos, y los aspectos mentales de esta atención y este esfuerzo sensatos sientan las bases de una vida en conciencia plena, que se extrae de una consideración juiciosa de causas y efectos. Acciones propuestas Cuando no se les presta atención, los ciclos de ansiedad deslucen la calidad de vida. He aquí algunas pautas para restaurar el bienestar mental, emocional y físico, aportando una mayor consciencia a las experiencias cotidianas y poniendo en práctica unas intenciones nuevas: • DA UN PASO. Es fácil sentirse abrumado al pensar en el futuro. Descomponer las metas en pequeños pasos ataja la indecisión y los aplazamientos. Haz una lista de lo que quieres lograr en un futuro inmediato. Junto a cada elemento, escribe el siguiente paso que has de dar para concluir la tarea. Ponte como objetivo el completar pequeños pasos con regularidad. Cada vez que lo hagas, escribe el siguiente paso. Los actos, pequeños y constantes, te impulsarán a avanzar y harán que el futuro te parezca factible. • DESHAZTE DEL EXCESO. Si te cuesta mantener el ritmo de todo cuanto se te exige, prueba a llevar un registro de actividades. Escribe todo cuanto haces, hora por hora. Al final de cada semana, revisa tu registro. ¿Qué cosas haces en exceso? ¿Cuándo y cómo te «ocupas» de manera innecesaria? ¿Qué puedes cambiar? Planifica pequeños ajustes y utiliza los minutos y las horas como tu marco de referencia temporal. • APRENDE A RELAJARTE. La relajación, inhibidor natural de la ansiedad, es una habilidad que hay que cultivar. Busca un programa de autoayuda o idea el tuyo propio. Debe incluir algún tipo de regulación de la actividad (cambiar rutinas, tomarse descansos, etc.) y de ejercicios que impliquen una atención directa a partes concretas del cuerpo y a tensar y relajar la musculatura. N. B.: no confundas los ejercicios de relajación con una preparación formal en conciencia plena. Tienen objetivos diferentes. • SABOREA LO BUENO. Dedícale una especial atención a los sucesos positivos y las experiencias agradables que puedan ocurrir. De lo contrario, es fácil pasar por alto o desestimar los placeres y las alegrías de la vida. Por pequeños que puedan parecer, empápate de ellos y reflexiona al respecto. Dedicarle un cuaderno a todas las «cosas buenas» de la vida servirá para reforzar tus esfuerzos. Documentar las causas de todo lo bueno que sucede es una manera accesible de explorar tu interrelación con el mundo y cultivar la gratitud. • PRACTICA LA GENEROSIDAD. Es un antídoto natural de la retracción mental que surge del temor y de la consternación. La generosidad adopta muchas formas, desde dar tu tiempo y tus atenciones hasta compartir recursos materiales. En términos de energía, es un «dar hacia fuera». Te suelta; te abre el corazón. Te conecta con cosas que están más allá de ti mismo. Hace la vida más agradable a todo el mundo, incluido a ti. • AFRONTA LA DUDA. Titubear y echarse atrás son el combustible y la secuela de muchos estados de ansiedad. Cuando no estés poniendo toda tu energía en las cosas a causa de la incertidumbre, plantéate tú mismo un cordial desafío. Escoge algo con lo que estés vacilando. Comprométete a actuar. ¡Hazlo! Actúa sin más. Mira a ver qué pasa. Lleva ahora esa misma actitud a otra cosa con la que te veas con dudas. • AFÍRMATE. Sé honesto contigo mismo y con los demás. Tienes derecho a que te oigan. Igual que ellos. Si te cuesta pedir las cosas, practica el uso de un lenguaje claro como «me gustaría que hicieras...» y «por favor, ¿te importaría...?». Experimenta con frases claras y eficaces y fíjate en cómo te sientes. Elimina expresiones como «quizá» y «a lo mejor» cuando sea posible. En los desacuerdos, comienza las frases con «yo pienso...» y «yo creo» en lugar de «tú piensas...» y «tú eres...». C PENSAMIENTOS SOBRE EL PENSAMIENTO Hay una vieja historia zen sobre un hombre que va montado en un caballo que galopa por un camino como alma que lleva el diablo. Otra persona que está en pie a un lado del sendero le grita al jinete: «¿Adónde vas?». «¡No lo sé! —se oye la respuesta entre jadeos—. ¡Pregúntale al caballo!». omo sucede con tantas buenas historias, esta trata de algo más de lo que parece en primera instancia. El caballo hace referencia a la mente humana y es una metáfora acertada. Como los caballos, la mente es una criatura sensible y curiosa. Es juguetona, briosa y temperamental. Tiene la capacidad de asentarse y de ser paciente, incluso, pero en cualquier momento se puede encabritar y salir corriendo. Una de las formas que la mente tiene de trasladarse al más allá es por medio del pensamiento. Sin cortapisas, los pensamientos se concatenan unos con otros y forman cadenas de ideas y asociaciones aleatorias, y los efectos en el estado de ánimo, en las emociones y en los actos pueden ser profundos. Los pensamientos llevan un cierto grado de carga emocional. De un modo similar, tus pensamientos se reflejan en tu manera de sentirte. Por ejemplo, tener pensamientos aterradores conduce a sentir ansiedad, y la ansiedad da lugar a pensamientos aterradores. La interacción de pensamientos y sensaciones se despliega tan rápido que rara vez somos conscientes de ello, y una ocurrencia inocua puede llevar a una profusión de esperanzas, temores, antipatías y deseos. Tu vida interior es capaz de recorrer inmensas distancias en instantes y dejarte tambaleándote y preguntándote qué ha sucedido. Tu caballo se ha desbocado. No hay muro que me contenga Una vez trabajé para un proyecto de ayuda social en una zona rural de Asia. El centro, donde también vivía, proporcionaba asistencia sanitaria y educación a los habitantes locales. Estaba rodeado de campos de arroz por todas partes, delimitado con una alambrada rudimentaria que llegaba hasta la cintura. Las vistas a través de los campos eran cautivadoras: una exuberancia verde y llana hasta donde alcanzaba la vista. En mis ratos libres, me encantaba saltar la alambrada y pasear por aquel parcheado de arrozales, deleitarme en aquel espacio y aquella tranquilidad. Mi trabajo podía ser duro, pero me regocijaba en el contacto con la gente y con el paisaje. Había en mi vida una predominante sensación de satisfacción. Solía tener la mente en calma. Por desgracia, la situación geográfica del centro lo convirtió en objetivo de unos bandidos armados que, en dos ocasiones, lo saquearon durante la noche; llegaron a través de los campos para robarle el dinero y sus pertenencias a los residentes. Esto impulsó a los directores del proyecto a encargar la construcción de un muro de ladrillo de tres metros de altura alrededor del centro, con puertas de hierro y una torre de vigilancia. Mi mundo cambió. Ahora vivía en un lugar que tenía más bien el aspecto de ser un campo de prisioneros: entre muros todo el santo día, con patrullas de guardias armados con rifles y sin el menor rastro visible de la bella naturaleza que se encontraba apenas a unos metros de distancia. Reacio ante mi nuevo entorno, me sentía cada vez más inquieto. Sabía que aquella fortificación era necesaria, y sabía que estaba a salvo dentro de los muros del centro, pero la mente ya no se me apaciguaba tal y como antes lo hacía. Más adelante me percaté de que mi cambio en el estado de ánimo no tenía tanto que ver con muros de ladrillo y con saqueos de ladrones como con mi manera de pensar. A mi mente le había dado por amargarse, centrándose en la pérdida de aquellas vistas idílicas y del libre acceso a los arrozales. No aceptaba mis nuevas circunstancias y farfullaba sin cesar sobre «cómo eran antes las cosas». Cuando salía por la puerta principal a dar paseos durante el día, refunfuñaba para mis adentros diciéndome que «esto ya nunca será lo mismo». Todo aquel trajín mental me estaba minando los ánimos. Y si no bastaba con eso, empecé a preocuparme por mi pérdida de la alegría y a inventarmenuevos peligros que se me podrían venir encima. A pesar de no haber estado en mi vida más a salvo de los ladrones, mi mente parecía empeñada en enredarse en un futuro negativo. Esta experiencia resultó ser una buena lección sobre la manera en que mi mente es capaz de apoderarse ella sola de sus propias riendas y echar al galope hacia percances de su exclusiva invención. Los muros de ladrillo son una manera eficaz de repeler las amenazas externas, pero no le sirven de nada a un universo interior asediado por el rechazo y perdido en sus propias proyecciones. Ahora intento no aferrarme a expectativas irrealizables acerca de los entornos cambiantes de mi vida. Me mantengo más que alerta a lo que sucede «dentro». El mantenimiento de una percepción equilibrada de la vida me exige estar alerta ante mi revoltosa mente y aprender a cabalgarla bien. «Sea lo que sea que uno persigue con el pensamiento y la reflexión, se convierte en el deseo de su mente». BUDA siglo v a. C.7 EJERCICIO CONTENCIÓN DE LA CATÁSTROFE * Las mentes angustiadas suelen tener pensamientos del tipo «¿y si...?». Es un intento inútil de asegurarse la certeza sobre el futuro. Cuando te percatas de que tu mente está en un ciclo de «¿y si...?», puedes poner al descubierto sus suposiciones ocultas cambiando la pregunta por un «¿y qué si...?». Plantéale esta pregunta a tu mente y escucha cómo te responde. Al margen de con qué te salga ella, tú cíñete a la pregunta «¿y qué si...?». Ejemplo: Ante la preocupación «¿Y si no me pagan a tiempo?» > «¿Y qué si no me pagan a tiempo?» > «No podré pagar el alquiler...» > «¿Y qué si no puedo pagar el alquiler?» > «No tendré un lugar donde vivir...» > «¿Y qué si no tengo un lugar donde vivir?» > «Me quedaré sin trabajo y acabaré pidiendo...» > «¿Y qué si me quedo sin trabajo y acabo pidiendo?» > «Enfermaré por el frío y me hundiré solo en la calle...» > «¿Y qué si enfermo por el frío y me hundo solo en la calle?»... Continúa presionando a la mente hasta que se le acaben las suposiciones o hasta que se rinda. Puedes esperarte que ella te genere el peor escenario posible en múltiples ocasiones y unas visiones del futuro cada vez más exageradas y catastróficas. Esto es lo que hace la mente. Si alcanzas una suposición reducida al mínimo y que parezca al tiempo realista y probable, hazte tres preguntas: ¿cuántas veces me he preocupado por esto en el pasado y me equivocaba?, ¿es el fin del mundo?, ¿qué puedo hacer al respecto? Estrategias de no proliferación El pensamiento es una forma primitiva de actuar que, como cualquier tipo de actuación, tiene sus consecuencias. Los pensamientos ocasionales pueden repetirse para convertirse en habituales. Los pensamientos habituales dan forma a los rasgos mentales y, al hacerlo, también dan forma al carácter de manera sutil. Esto sucede de un modo silencioso y gradual, momento a momento, día a día, a través de los innumerables juicios de la mente pensante y siempre activa. Volvernos conscientes de este proceso deja al descubierto la auténtica saturación de pensamientos en nuestra vida, revela el sustrato emocional de nuestro pensamiento, que suele pasar desapercibido. También nos muestra el modo en que las nubes con forma de hongo que genera la proliferación de pensamientos están afectando a nuestra manera de sentirnos y de actuar. Las prácticas formales de la conciencia plena, que incluyen un amplio abanico de técnicas meditativas, comparten el impulso común de domar la inquieta mente del ser humano por medios pacientes y amables, de tal forma que podamos actuar de un modo que nos haga sentir bien. En esta empresa es fundamental trabajar hábilmente con el pensamiento al igual que su relación con nuestra experiencia en sentido más amplio. Empezamos a ver cómo se intensifican nuestras emociones, se expresan a través de ideas y tienen un impacto en nuestro físico y en nuestra conducta. La práctica de la conciencia plena consiste en liberarse de la potente tendencia a consentirnos los pensamientos y a crear una identidad fija a partir de ellos. Al traer la atención consciente sobre los ciclos autogenerados de pensamiento neurótico, les arrebatamos su inercia. La conciencia plena conduce al desencanto por todos esos contenidos arbitrarios que se nos pasan por la cabeza. De manera paradójica, esto nos otorga una mayor flexibilidad y creatividad en la vida. Verdaderas reflexiones Una de las vías de escape de esas redes de proliferación de pensamientos es a través de la reflexión consciente sobre los propios pensamientos. Cuando sientas ansiedad, deja lo que estés haciendo y échale un vistazo a la cadena de pensamiento que se te está pasando por la cabeza. Si es necesario, escribe los pensamientos que descubras. Busca todo lo que puedas sobre aquello que te preocupa y, acto seguido, dedícale toda tu atención a las siguientes preguntas: • ¿Cuál es la principal preocupación aquí? ¿Tiene algún fundamento? ¿Qué temo que pudiera pasar? • ¿Cómo afecta esta preocupación a mi vida? ¿Con qué otros aspectos de mi vida está relacionada? • ¿Tiene alguna utilidad pensar de esta manera? ¿Qué beneficios tiene pensar así? ¿Cuáles son los inconvenientes? • ¿Cómo sería si estos pensamientos no estuvieran ahí? ¿A qué le dedicaría mi atención? • ¿Qué puedo hacer al respecto de esta preocupación? ¿Se verían mis actos movidos por el impulso de evitar las sensaciones incómodas o constituirían una manera apropiada y práctica de afrontar la cuestión? Toma ahora la determinación de seguir una forma de proceder apropiada y práctica. Decídete a centrar toda tu atención en la siguiente actividad: MEDITACIÓN OBSERVAR LA MENTE * • Siéntate erguido, en una postura relajada. Mantén la espalda relativamente recta, sin tensiones. Deja que se te cierren los ojos con suavidad. Tómate tu tiempo para hacerte consciente de las sensaciones por todo tu cuerpo. • Dirige la atención con delicadeza hacia las sensaciones de la respiración. Siente su ritmo, el flujo del aire al entrar y salir del cuerpo. Nota el ciclo entero de la respiración, incluida cualquier pausa antes de cada inhalación. Permite que la respiración sea tal cual es. • Libérate ahora de la concentración en tus respiraciones y lleva toda tu consciencia hacia lo que sucede en la mente. Conviértete en un observador de tu mente. Fíjate en todo lo que surja: imágenes, ideas, palabras, recuerdos, fantasías, impresiones mentales. Obsérvalo sin implicarte. • Surgirán pensamientos e imágenes. Cuando lo hagan, no te resistas ni te entretengas con ellos. Limítate a observar lo que ocurra sin interferencias ni juicios. Apártate de todos los temas y contenidos de tu mente, colocándote en sintonía con el flujo del pensamiento. • Relájate. Deja que la atención plena se amplíe. Percibe los espacios entre los pensamientos: el extremo final de un pensamiento y el vacío antes de que surja el siguiente. • Presta atención a lo que permanece en tu experiencia entre los pensamientos. Si no surge ningún pensamiento ni ninguna imagen, reconoce su ausencia. Consiente que la mente descanse en esta amplitud tan abierta: el espacio del que surgen y en el que se disuelven todos los fenómenos mentales. • Practica el quedarte así sentado en silencio, permitiendo que todo pase de largo. Si te distraes, reconduce la atención de vuelta a la respiración, percibe una o dos de ellas y retoma la observación de la mente. C JUEGOS MENTALES Investigar la ansiedad nos revela unas intrigantes verdades sobre los engranajes de la mente humana. Llevamos programadas las respuestas ante las amenazas. Las tendencias y los hábitos aprendidos parecen estar fijados de igual forma. Nos gusta pensar que estamos al mando de nuestro mundo interior cuando, en realidad, la mente va en piloto automático gran parte del tiempo. uándo fue la última vez que te fijaste en cómo abrías una puerta, te sentabas en una silla o llevabas a cabo cualquier acto que realices una y otra vez? Todos esos incontables micromovimientos de músculos, tendones y ligamentos,
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